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“UNIVERSIDAD ANDINA NESTOR CACERES

VELASQUEZ”

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y POLITICAS

ESCUELA PROFECIONAL DE DERECHO

CURSO : ECONOMIA Y DERECHO


TEMA : EL KEYNESIANISMO
DOCTOR : JOSE DE LA TORRE ENRIQUEZ
INTEGRANTES:
 YHONY OMAR CABRERA GOMEZ
 MAMANI USCAMAYTA DHAX SHOLANHO

JULIACA-PERU
MARXISMO
Este artículo trata sobre la explicación de la sociedad por Marx. Para el modelo político
previo al comunismo según Marx y Engels, véase socialismo científico.
Friedrich Engels El marxismo es el modelo teórico explicativo de la realidad,
compuesto principalmente por el pensamiento desarrollado en la obra de Karl
Marx, filósofo, sociólogo y periodista revolucionario alemán de origen judío, quien
contribuyó en campos como la sociología, la economía, el derecho, y la historia; así
como también la serie de pensadores que complementan o reinterpretan este modelo,
tradición que va desde el coeditor de Marx, Friedrich Engels, hasta otros pensadores
como Lenin, Stalin, León Trotski, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Georg
Lukács o Mao Zedong. Por lo tanto es correcto hablar de marxismo como una corriente
del pensamiento humano. El marxismo se asocia principalmente al conjunto de
movimientos políticos y sociales que surgieron durante el siglo XX, entre los que
destacaron la Revolución rusa, la Revolución china y la Revolución cubana. Para estos
movimientos sociales el nombre correcto es «comunismo» o «socialismo». Es
incorrecto plantear estos movimientos como sinónimo de «marxismo», porque ni todo
su componente humano ni todo su doctrina política se basó en el marxismo como tal.
Los componentes centrales del modelo teórico explicativo marxista son esencialmente
cuatro elementos:
En primer lugar, el concepto de «lucha de clases», que es formulado por primera vez
en el Manifiesto comunista y que progresivamente se va transformando en el método
de análisis de la historia humana en torno a los conceptos de «clase social»,
«contradicción» y «división social del trabajo». Este método está a la vez basado en la
lógica hegeliana comúnmente llamada «dialéctica» (aunque en términos estrictamente
hegelianos se trata de una «lógica ontológica», modelo que a la vez sobrepasa al
concepto hegeliano de dialéctica). Curiosamente, Marx nunca especificó en una obra
en particular cuáles eran los límites globales de este método, ni cuál era el concepto
que él tenía de dialéctica, sin embargo se cita el prólogo de la Crítica de la economía
política, de 1859, como su formulación más precisa.
El segundo punto central del modelo teórico marxista es la crítica a la economía
capitalista, el cual es desarrollado extensamente en su obra El capital, compuesta por
tres tomos oficiales y un cuarto tomo editado de manera póstuma bajo el nombre
de Historia crítica de la teoría de plusvalía. En esta obra Marx desarrolla, entre otras
cosas, un modelo alternativo para calcular el concepto de «valor» de la economía
capitalista, basado en el «tiempo de trabajo socialmente necesario» para la producción
de «mercancías». Esta investigación tiene directas consecuencias políticas, pues la
hipótesis marxista probaría que en realidad la sociedad capitalista se funda en torno al
robo del trabajo humano a través del concepto de «plus valor», legitimado en el
estado de derecho a través de la propiedad privada sobre los medios de producción y
el libre usufructo de esas ganancias.
El tercer punto central es el concepto de «ideología», que es desarrollado por Marx en
sus primeros libros como La ideología alemana (en coautoría con Engels) y que intenta
explicar las formas de dominación mental de la sociedad capitalista y su relación con la
composición económica de esta. Este concepto es abandonado durante algunos años
por Marx para centrarse en el análisis político. Sin embargo, vuelve a aparecer con
fuerza en su libro El capital, bajo el concepto de «fetichismo de la mercancía», que
sería una forma de explicar la incapacidad psicológica de una persona de percibir el
«valor de uso» de una mercancía. Este concepto es extremadamente importante,
porque describe todas las consecuencias de las formas de producción de la vida dentro
del capitalismo.
El cuarto punto central del modelo teórico marxista es el concepto de «comunismo»,
el cual es una teórica y utópica sociedad humana que puede sobrepasar los límites de
la sociedad capitalista fundada en la explotación humana. Marx utilizó muchas veces la
palabra, pero jamás explicó cuales eran sus alcances y características (salvo algunas
referencias relativamente cortas pero lúcidas, como por ejemplo las que pueden
encontrarse en su Critica del programa de Gotha de 1875). Un análisis crítico de la obra
de Marx demostraría que él no habría estado dispuesto a describir algo que todavía no
existe; por lo tanto, el significado de «comunismo» se encuentra en una síntesis, tanto
como de los problemas económicos fundamentales encontrados de manera explícita
en El capital como un análisis de la crítica política-jurídica hecha por Marx a las
instituciones capitalistas.
Engels acuñó el término socialismo científico para diferenciar el marxismo de las
corrientes socialistas anteriores englobadas por él bajo el término socialismo utópico.
También se emplea el término socialismo marxistapara referirse a las ideas y
propuestas específicas del marxismo dentro del marco del socialismo.
El objetivo que se propone es que los trabajadores tengan acceso a los medios de
producción en forma institucionalizada; es decir, utilizando las instituciones públicas
del Estado para que los trabajadores obtengan medios de producción y evitar que
«la burguesía vaya concentrando cada vez más los medios de producción, la propiedad
y la población del país. Reúne a la población, centraliza los medios de producción
(principalmente, las fábricas) y concentra en pocas manos la propiedad».
Marx propone la abolición de la apropiación privada (un concepto más amplio que el
de propiedad, que es meramente jurídico) sobre los medios de producción, esto es, la
abolición del sistema de propiedad burguesa, tal y como lo menciona en su Manifiesto
comunista: Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en
general sino la abolición del sistema de propiedad burgués, ya que la burguesía no
solamente se apropia del producto social mediante la ley, sino que también corrompe
las instituciones u otros mecanismos legales para apropiarse de la propiedad de los
trabajadores. Un ejemplo de ello ha sido el robo (despojo) de tierras a indígenas y
campesinos para la instalación de agroindustrias y proyectos minero-energéticos.
Con el acceso a los medios de producción por parte de los trabajadores, el marxismo
concluye que se logrará una sociedad sin clases sociales donde todos vivan con
dignidad, sin que exista la acumulación de propiedad privada sobre los medios de
producción por unas cuantas personas, porque supone que ésta es el origen y la raíz de
la división de la sociedad en clases sociales. Esto implicaría una enorme competencia y
eficiencia en la economía; además, el trabajador no se podría explotar a sí mismo ni
tampoco podría explotar a otro trabajador porque ambos tendrían medios de
producción. Lo que dicho panorama podría ocasionar es que los trabajadores se
organizarían para crear empresas más grandes a través de asociaciones justas; por tal
motivo Marx expresa que «el precio medio del trabajo asalariado es el mínimo posible.
Es decir, el mínimo necesario para que el obrero permanezca vivo. Todo lo que el
obrero asalariado obtiene con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para
seguir viviendo y reproduciéndose. Nosotros no aspiramos en modo alguno a impedir
los ingresos generados mediante el trabajo personal, destinados a adquirir los bienes
necesarios para la vida. Y recalca en su Manifiesto: Solo aspiramos a destruir el
carácter ignominioso de la explotación burguesa, en la que el obrero solo vive para
multiplicar el capital. Así, entonces, el trabajador o trabajadores serán dueños de sus
propios negocios, iniciando un elevado comercio; por esa razón, en
el Manifiesto especifica que «el comunismo no priva a nadie del poder de adquirir
bienes y servicios.
Marx considera que cada país tiene sus particularidades y, por tanto, las medidas para
proveer a los trabajadores de medios de producción pueden ser diferentes, y que al
principio parecerá que no son suficientes. Marx tiene en clara la ley de la escasez y por
ende la distribución de medios de producción en forma institucionalizada y legal se
dará poco a poco en una transición lenta pero efectiva; por tal motivo concluye en su
Manifiesto: por medio de medidas que, aunque de momento parezcan
económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán
un gran resorte propulsor, y de las que no puede prescindirse, como medio para
transformar todo el régimen de producción vigente».
En conclusión, Marx propone el uso de las instituciones del Estado, como por ejemplo
el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los medios de
producción a los trabajadores, que al paso del tiempo formará un mercado
de competencia perfecta.
LAS RAICES FILOSOFICAS DEL MARXISMO
Marx tuvo grandes influencias filosóficas, la de Feuerbach, que le aportó y afirmó su
visión materialista de la historia, y la de Hegel, que inspiró a Marx para la aplicación de
la dialéctica al materialismo. Aunque para su trabajo de disertación doctoral eligió la
comparación de dos grandes filósofos materialistas de la antigua
Grecia, Demócrito y Epicuro, Marx ya había hecho suyo el método hegeliano, su
dialéctica. Ya en 1842 había elaborado su Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel desde un punto de vista materialista. Pero a principios de la década de 1840,
otra gran influencia filosófica hizo efecto en Marx, la de Feuerbach, especialmente con
su obra La esencia del cristianismo. Tanto Marx como Engels abrazaron la crítica
materialista de Feuerbach al sistema hegeliano, aunque con algunas reservas. Según
Marx, el materialismo feuerbachiano era inconsecuente en algunos aspectos, por ello
lo llama «contemplativo». Es en las Tesis sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La ideología
alemana (Marx y Engels, 1846) donde Marx y Engels ajustan sus cuentas con sus
influencias filosóficas y establecen las premisas para la concepción materialista de la
historia.
Si en el idealismo de Hegel la historia era un devenir de continuas contradicciones que
expresaban el autodesarrollo de la Idea Absoluta, en Marx son el desarrollo de
las fuerzas productivas y de las relaciones de producción las que determinan el curso
del desarrollo socio-histórico. Para los idealistas el motor de la historia era el
desarrollo de las ideas. Marx expone la base material de esas ideas y encuentra el hilo
conductor del devenir histórico.
INFLUENCIAS INTELECTUALES EN MARX Y ENGELS
Marx y Engels se basaron en la filosofía alemana de Hegel y de Feuerbach, la economía
política inglesa de Adam Smith y de David Ricardo, y el socialismo y comunismo francés
de Saint-Simon y Babeuf respectivamente, para desarrollar una crítica de la
sociedad que fuera tanto científica como revolucionaria. Esta crítica alcanzó su
expresión más sistemática en la obra más importante dedicada a la sociedad
capitalista, El capital: crítica de la economía política. Además de las raíces
mencionadas, algunos pensadores marxistas del siglo XX, como Louis
Althusser o Miguel Abensour, han señalado en la obra de Marx el desarrollo de temas
presentes en la obra de Maquiavelo o Spinoza. También diversos sociólogos y filósofos,
como Raymond Aron y Michel Foucault, han rastreado en la visión marxista del final
del feudalismo como comienzo del absolutismo y la separación del Estado y la
sociedad civil, la influencia de Montesquieu y Tocqueville, en particular en sus obras
sobre el bonapartismo y la lucha de clases en Francia.
LA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA HISTORIA
Marx resumió la génesis de su concepción materialista de la historia en Contribución a
la crítica de la economía política (1859):
El primer trabajo emprendido para resolver las dudas que me azotaban, fue una
revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción apareció
en 1844 en los Anales franco alemanes, que se publicaban en París. Mi investigación
me llevó a la conclusión de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de
Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del
espíritu humano, sino que, por el contrario, radican en las condiciones materiales de
vida cuyo conjunto resume Hegel siguiendo el precedente de los ingleses y franceses
del siglo XVIII, bajo el nombre de “sociedad civil”, y que la anatomía de la sociedad civil
hay que buscarla en la economía política.
En Bruselas, a donde me trasladé a consecuencia de una orden de destierro dictada
por el señor GUIZOT, proseguí mis estudios de economía política comenzados en París.
El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis
estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres
establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de
sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la
superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de
conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de
la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que
no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de
revolución social.
Al cambiar la base económica se transforma más o menos rápidamente toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones
hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones
económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las
ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en
una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este
conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un
individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de
transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta
conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre
las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción.
Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas
relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia
hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se
propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando
mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por
lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes
rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación
económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el
moderno burgués.
Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso
social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino
de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos.
Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al
mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con
esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.
LA ECONOMIA MARXISTA
La economía política es esencial para esta visión, y Marx se basó en los economistas
políticos más conocidos de su época, los economistas políticos clásicos británicos, para
posteriormente criticar su forma de pensar. La economía política, que es anterior a la
división que se hizo en el siglo XX de las dos disciplinas, trata las relaciones sociales y
las relaciones económicas considerándolas entrelazadas. Marx siguió a Adam Smith y
a David Ricardo al afirmar que el origen de los ingresos en el capitalismo es el valor
agregado por los trabajadores y no pagado en salarios. Esta teoría de la explotación la
desarrolló en El capital, investigación dialéctica de las formas que adoptan las
relaciones de valor.
En su labor política y periodística, Marx y Engels comprendieron que el estudio de la
economía era vital para conocer a fondo el devenir social. Fue Marx quien se dedicó
principalmente al estudio de la economía política una vez que se mudó a Londres.
Marx se basó en los economistas más conocidos de su época, los británicos, para
recuperar de ellos lo que servía para explicar la realidad económica y para superar
críticamente sus errores.
Vale aclarar que la economía política de entonces trataba las relaciones sociales y las
relaciones económicas considerándolas entrelazadas. En el siglo XX esta disciplina se
dividió en dos.
Marx siguió principalmente a Adam Smith y a David Ricardo al afirmar que el origen de
la riqueza era el trabajo y el origen de la ganancia capitalista era el plus trabajo no
retribuido a los trabajadores en sus salarios. Aunque ya había escrito algunos textos
sobre economía política (Trabajo asalariado y capital de 1849, Contribución a la Crítica
de la Economía Política de 1859, Salario, precio y ganancia de 1865) su obra cumbre al
respecto es El capital.
El capital ocupa tres volúmenes, de los cuales sólo el primero (cuya primera edición es
de 1867) estaba terminado a la muerte de Marx. En este primer volumen, y
particularmente en su primer capítulo (Transformación de la mercancía en dinero), se
encuentra el núcleo del análisis marxista del modo de producción capitalista. Marx
empieza desde la «célula» de la economía moderna, la mercancía. Empieza por
describirla como unidad dialéctica de valor de uso y valor de cambio. A partir del
análisis del valor de cambio, Marx expone su teoría del valor, donde encontramos que
el valor de las mercancías depende del tiempo de trabajo socialmente necesario para
producirlas. El valor de cambio, esto es, la proporción en que una mercancía se
intercambia con otra, no es más que la forma en que aparece el valor de las
mercancías, el tiempo de trabajo humano abstracto que tienen en común. Luego Marx
nos va guiando a través de las distintas formas de valor, desde el trueque directo y
ocasional hasta el comercio frecuente de mercancías y la determinación de una
mercancía como equivalente de todas las demás (dinero).
Así como un biólogo utiliza el microscopio para analizar un organismo, Marx utiliza la
abstracción para llegar a la esencia de los fenómenos y hallar las leyes fundamentales
de su movimiento. Luego desanda ese camino, incorporando paulatinamente nuevo
estrato sobre nuevo estrato de determinación concreta y proyectando los efectos de
dicho estrato en un intento por llegar, finalmente, a una explicación integral de las
relaciones concretas de la sociedad capitalista cotidiana. En el estilo y la redacción
tiene un peso extraordinario la herencia de Hegel.
La crítica de Marx a Smith, Ricardo y al resto de los economistas burgueses reside en
que sus análisis económicos son a histórico (y por lo tanto, necesariamente idealista),
puesto que toman a la mercancía, el dinero, el comercio y el capital como propiedades
naturales innatas de la sociedad humana, y no como relaciones sociales productos de
un devenir histórico y, por lo tanto, transitorias. Junto con la teoría del valor, la ley
general de la acumulación capitalista, y la ley de la baja tendencial de la tasa de
ganancia, son otros elementos importantes de la economía marxista.
ANALISIS DE CLASES
Los marxistas consideran que la sociedad capitalista se divide en clases sociales, de las
que toman en consideración principalmente dos:
 La clase trabajadora o proletariado: Marx definió a esta clase como «los individuos
que venden su mano de obra y no poseen los medios de producción», a quienes
consideraba responsables de crear la riqueza de una sociedad (edificios, puentes y
mobiliario, por ejemplo, son construidos físicamente por miembros de esta clase;
también los servicios son prestados por asalariados).
 La burguesía: quienes «poseen los medios de producción» y emplean al
proletariado. Constituyen la clase mercantil por excelencia: su riqueza proviene de
la administración intelectual de los negocios. Se apropian del excedente
económico de toda la sociedad por el mecanismo de la plusvalía, capaz de
confiscar de forma no coercitiva (mercantil, racional) el valor trabajo, pilar de todo
valor y riqueza.
Existen otras clases que integran aspectos de las dos principales, o que estando
asociadas a alguna, manifiestan nuevos rasgos propios particulares.

 El lumpen proletariado: los que viven en pobreza extrema y no pueden hallar


trabajo con regularidad. Abarca desde la amplia masa de indigentes desocupados
y/o con trabajos precarios, hasta sectores en extremo marginales como las
prostitutas y los soldados del crimen organizado, etc.
 La pequeña burguesía: forma parte del pueblo trabajador, pero en menor o mayor
medida su trabajo crea capital y encuentra en él su sostén, aunque en niveles de
acumulación siempre muy inferiores al de la gran burguesía. Este capital genera los
más diversos segmentos sociales, según sea principalmente intelectual
(profesionales), o mercantil (pequeños comerciantes), o inmobiliario (pequeños y
medianos campesinos, rentistas urbanos) o financiero (pequeños especuladores) o
directamente industrial (pequeños empresarios).

EL MARXISMO Y LA RELIGION
El marxismo ha sido tradicionalmente opuesto a todas las religiones. Marx escribió al
respecto que "«el fundamento de la crítica irreligiosa es: el ser humano hace la
religión; la religión no hace al hombre» y la frase cuyo final se haría célebre:
La miseria religiosa es, por una parte la expresión de la miseria real y, por la otra, la
protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el
corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de
espíritu. Es el opio del pueblo.
La referencia al opio ha prestado a una interpretación vulgar ya que éste no es como
suele suponerse un estupefaciente ni tampoco un alucinógeno, sino un
narcótico analgésico. Este equívoco del lector contemporáneo ha derivado en una
confusión frecuente respecto de la sentencia marxista, según la cual parecería que
Marx despreciaba la religión. La cita completa revela el porqué de la referencia a un
opiáceo: jamás pretende que la religión se considere una forma de degradación
intelectual ni tampoco una mera ilusión generada por las clases dominantes
(interpretación no marxista que suprimiría la idea que éste tenía de la ideología, esto
es, la ilusión de universalidad dentro de cada clase), sino que la religión sea, por el
contrario, el anestésico necesario de la sociedad entera frente a la alienación social y
de las clases oprimidas frente a sus condiciones materiales de existencia.
En Marx, la crítica de la religión no es una defensa del ateísmo, sino la crítica de la
sociedad que hace necesaria a la religión. La supresión de estas condiciones y la
realización plena de la comunión humana se desvinculan de la condición biológica,
proyectándose «al cielo» como intervención divina en una parusía futura,
particularmente en el especial caso del cristianismo, en vez de construirse
políticamente mediante la abolición de la propiedad privada y la división del trabajo. El
fundamento filosófico del rechazo marxista de la religión ha estado vinculado al
desarrollo del materialismo dialéctico por parte de Engels y Lenin.
En cualquier caso, ha habido diversos teóricos que consideran que ser marxista y
religioso es compatible. Dentro de ellos se puede señalar al irlandés James Connolly y a
diversos autores dentro de la teología de la liberación como Camilo Torres y Leonardo
Boff. Pero la crítica teórica hacia cualquier religión se basa en que ésta es concebida
como el resultado de la producción de la superestructura de la sociedad, es decir, de la
fabricación de ideas ideológicas que se hace una sociedad sobre sus propios modos de
producción económicos. Así, la religión siempre es una concepción de
ideas políticas que tienden a reafirmar la estructura económica existente. Los textos
marxistas donde se puede encontrar información sobre la concepción marxista de la
religión son: La ideología alemana de Marx y Engels, y La filosofía como arma de la
revolución de Louis Althusser. Marx describe a la religión como un ente alienador, el
cual le pone como meta alcanzar a Dios, situación imposible para un humano pues
Dios es la esencia humana deificada, es decir: la humanidad le ha dado sus mejores
características a Dios. La religión haría conformista al hombre y lo obligaría a no luchar
en este mundo, pues este es solo un preludio del verdadero. La síntesis cristiano-
marxista de los teólogos de la liberación replica que el marxismo no implica este aserto
y que, de ser así, también las clases dominantes impregnadas de espíritu religioso
serían conformistas respecto de su existencia material e incluso serían pasivas frente a
un conflicto con otras clases sociales. Para estos, en cambio, la religión y en particular
la cristiana siempre exige una lucha en este mundo en función de una comunidad
religiosa: sea con o sin clases dependiendo de cómo se la entienda políticamente.
Debe recordarse que para el catolicismo la resurrección es el regreso al edén en la
tierra y que, aunque dependa de Dios, ningún esfuerzo individual tendría sentido si
estuviera coronado por una muerte sin retorno (incluso si la realización plena de la
humanidad pudiera hacerse sólo socialmente y no biológicamente como en la
resurrección cristiana), ya que la salvación de cada hombre de acuerdo a su esfuerzo
dentro del alienado mundo presente sólo puede ser asegurado con la eternidad y la
participación en el mundo venidero. Esto es igualmente cierto tanto para el ideario de
autorrealización personal de la derecha cristiana (calvinista o al menos reconciliada
con la burguesía), como para la lucha de clases de la izquierda cristiana (marxista o no),
como para las originarias posiciones ascéticas y apolíticas del cristianismo primitivo.
Estas últimas en particular dieron forma estamental a la dicotomía interna entre la
vida económica y la religiosa del occidente medieval extra mundano y a su peculiaridad
histórica de fusión entre «sociedad civil» y «sociedad política» descrita con atención
por Marx en su obra Sobre la cuestión judía, cuya visión llegaría, junto con la opuesta
de Nietzsche, a Max Weber, y que entroncaría en el debate marxista-weberiano sobre
la influencia económica de la religión.
En su versión más ortodoxa, la interpretación marxista de la religión sería la de una
forma de alienación cuya consecuencia para el hombre sería perder sus virtudes para
adjudicárselas a un inventado ser supremo. Según Karl Marx, esto es lo que ocurriría
en particular con la religión monoteísta: el hombre toma toda virtud que posee y toda
idealización metafísica posible, y se la atañe a un ser supremo de su propia creación,
devaluándose a sí mismo y dedicando su ser y propio destino a su voluntad y una
trascendencia irreal posibilitada por su existencia.
CONCEPTO Y NOCIONES ABSTRACTAS DE KARL MAX
MARX, OBSERVADOR DE LA EVOLUCION DE LAS SOCIEDADES HUMANAS
El concepto de clase social no fue inventado por Karl Marx, sino por los fundadores de
la economía política (Adam Smith…), los fundadores de la tradición de la historia
política francesa (Alexis de Tocqueville), y de la historia de la revolución
francesa (Guizot, Mignet, Thierry). Para los teóricos ingleses, los criterios de identidad
de una clase social, se encuentran en el origen de los ingresos: los tipos de ingresos, la
renta de la tierra, las ganancias y los salarios. Estos tres grupos son los principales para
la nación; terratenientes, trabajadores y empresarios.
Entre los pensadores franceses, el término de “clase” es un término político. Por
ejemplo para autores como Tocqueville, existen diferencias entre clases cuando los
diversos grupos sociales compiten por el control de la sociedad.
Por lo tanto, Marx toma prestado de los economistas clásicos la idea implícita de clases
como un factor de producción, la historia de las clases y el conflicto como productor de
la historia. A todas estas teorías, Marx aporta el concepto del estado de la clase social
como su lucha intrínseca: sin lucha no hay clases. Las clases sociales se consiguen con
las luchas perpetuas históricamente determinadas. Marx señaló su contribución a la
comprensión de las clases sociales:
Ahora, para mí, que no soy yo quien merece el mérito por el descubrimiento de la
existencia de las clases en la sociedad moderna, al igual que de la lucha que se dedica a
ella. Los historiadores burgueses habían puesto delante de mí, el desarrollo histórico
de esta lucha de clases y, algunos economistas burgueses me describieron la anatomía
económica. Lo que yo aporto es: la demostración de que la existencia de las clases
sociales sólo va unida a las fases históricas a través del desarrollo de la producción, que
la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado y que esta
misma dictadura no representa sino una transición hacia la abolición de todas las
clases y hacia una sociedad sin clases.
Carta a J. Weydemeyer. 5 de marzo de 1852.
Para Marx, las clases sociales son parte la realidad social. Las luchas de estas clases
sociales, señalan el cambio social como un fenómeno duradero. Estas clases son el
resultado de un mecanismo de división del trabajo, que se desarrolló al mismo tiempo
que la privatización de los medios de producción. Las clases sociales surgen cuando la
diferenciación de las tareas y las funciones dejan de ser cosa del azar para convertirse
en una herencia. Hay una tendencia hacia la polarización entre las dos clases más
antagónicas entre sí. Este antagonismo es la base de toda transformación que afecte al
funcionamiento de la organización social y que modifique el curso de la historia. Para
Marx, el proceso de producción capitalista crea dos posiciones: la de los explotadores
(empresarios) y los explotados (trabajadores). Los comportamientos individualistas y
colectivos se explican a través de estas posiciones en la reproducción de un sistema. El
conflicto de clase es un rasgo cultural de la sociedad. Estos conflictos son el motor de
los grandes cambios sociales. Marx se interesa por los cambios endógenos, es decir,
aquellos que nacen del funcionamiento de la sociedad.
LAS FUERZAS PRODUCTIVAS, RELACIONES SOCIALES Y PRODUCCION Y EL MODO DE
PRODUCCION
Cada etapa de la sociedad que se ha dado a lo largo de la historia se puede caracterizar
a través de un modo de producción diferente.
Un modo de producción se basa en el conjunto formado por las fuerzas productivas y
las relaciones sociales de producción que se dan en la sociedad. En cada una de las
etapas de la evolución, el modo de producción demuestra un estado de la sociedad.
Este es tomado como algo social, ya que sin fuerzas productivas, no puede haber
ninguna duda sobre la falta de producción. Dichas fuerzas productivas son: los
instrumentos de la producción, la fuerza de trabajo de los hombres, los objetos de
trabajo, los conocimientos y las técnicas, la organización… Con motivo de todas estas
actividades de producción y a través de ellas, los hombres entran en las relaciones
sociales. El modelo de producción no puede ser reducido a un simple aspecto técnico,
ya que es uno de los conceptos más importantes para Marx.
La sucesión de modos de producción a lo largo de la historia se puede resumir de la
siguiente manera: se pasa de un comunismo primitivo al modo de producción
esclavista, de este al feudal, después al capitalista y finalmente al socialista/comunista
(ambos son sinónimos). En la sociedad comunista/socialista, la contribución productiva
será aplica al principio resumido en la frase: “de cada cual según su capacidad, a cada
cual según su necesidad”.
Sin embargo, Marx forma parte de un pensamiento dialéctico, en contraposición al
mecanismo que está presente en el materialismo anterior, ve la convivencia entre
clases, como un papel determinante en el desarrollo de la historia. A través de esta
visión, el proletariado se transforma en una clase en sí y para sí, se vuelve consciente
de sus intereses de clases, que son: socializar los medios de producción (socialismo)
con el fin de maximizar las fuerzas productivas, la extinción de las diferentes clases
sociales y la existencia de un estado político (comunismo). La historia sigue siendo la
suma de las contingencias sujetas a los vaivenes de las luchas sociales de clases. La
historia no es una evolución lineal entre los modos de producción, sino que es una
transformación dialéctica de tomar conciencia de clases que experimentan
fluctuaciones de lucha de clases en determinados momentos de la historia. En este
desarrollo, las fuerzas productivas son cada vez más contradictorias con respecto a las
relaciones sociales de producción, ya que no evolucionan al mismo ritmo.
Más allá de un cierto nivel de producción, los sistemas sociales se bloquean. Una época
de revolución social que comienza a funcionar, permite eliminar las viejas relaciones
de producción para dar paso al desarrollo de relaciones más coherentes al nivel
alcanzando por las fuerzas productivas.
LA ACUMULACION DE CAPITAL, TRABAJO , MANO DE OBRA EXCEDENTE Y
ALIENACION
La acumulación primitiva de capital está definida como: proceso de creación de las
condiciones para el nacimiento del capitalismo. La creación del capitalismo supone el
uso de dos condiciones anteriores: la existencia de un grupo social (formado por
hombres desprovistos de medios de producción y obligados a vender su fuerza de
trabajo a cambio de un salario) y la acumulación de la riqueza indispensable para crear
negocios capitalistas. Esta creación requiere de la unión de las condiciones necesarias
para el nacimiento de dos clases fundamentales de la sociedad capitalista: explotados
(trabajadores) y explotadores (empresarios).
La distinción entre trabajo y fuerza de trabajo es central para el análisis de la
distribución. La retribución del obrero se establece en un nivel correspondiente a los
gastos socialmente necesarios para asegurar su renovación. Es una mercancía cuyo
valor está determinado por la cantidad de trabajo social que pide la producción de
cada obrero.
Lo que afirma Marx se basa en la teoría aristotélica de la materia prima que, distingue
el valor de uso (utilidad del objeto) del valor de cambio (lo que el objeto nos permite
conseguir). En el proceso de intercambio se produce tanto, una inversión en el valor de
cambio como, una inversión en el valor de uso.
El diagrama de Adam Smith: ley de la oferta y la demanda, informa de la existencia de
un valor añadido al producto en el que los beneficios son obtenidos por los
capitalistas, pero no por el trabajador. Los salarios a partir del valor social del producto
(el valor social del objeto producido es una función de las materias primas, las
herramientas de producción y la mano de obra necesaria para la producción).
El valor de cambio de un producto es el valor social que se aplica a una ganancia como
resultado de un exceso de trabajo. Es en torno a los beneficios del valor agregado, que
está emergiendo la lucha de clases, como proletarios capitalistas. Marx va a demostrar
que el trabajador está en su derecho de reclamar el beneficio de este valor añadido, ya
que este es un valor del mismo uso. Lo que hará el empresario capitalista, es hacer del
trabajo un producto que cueste menos que el que utiliza, o dar más trabajo del que se
requiere en la mano de obra. La ganancia es el valor añadido producido por el
empleado, que el capitalista se apropia gratuita y legalmente.
El aumento de la producción, por parte del capitalista se puede obtener mediante la
ampliación de la jornada laboral, aumentando la intensidad de trabajo o reduciendo
los salarios de desempleo, el cual es la presión a la baja sobre los salarios. Esta
ganancia es la forma de expoliación del proletariado en el capitalismo. Es la ganancia
modificada que se produce como una forma excedente, es la búsqueda del beneficio,
es el motivo principal del capitalismo. Una actividad se desarrolla si es rentable, y esta
rentabilidad es la tasa de beneficio obtenido (relación entre las ganancias y el capital
total invertido). La acumulación de capital conlleva una disminución a largo plazo de la
tasa de beneficio y una bajada en la tendencia de la tasa de provecho. Es un índice de
los límites históricos del capitalismo.
Si la modernización se incrementa, se trata de una sustitución creciente entre el
"trabajo muerto" y "trabajo vivo”. En este momento sólo existe el trabajo vivo, que
está creando valor, el trabajo muerto no anima al capital por medio de la fuerza de
trabajo. La acumulación excesiva de capital dará como resultado el empobrecimiento
de la clase obrera.
El capitalismo es víctima de su propia lógica. Hay cada vez menos capacidad de
manejar sus contradicciones y avances hacia una crisis inevitable.

LA TEORIA MARXISTA DEL TRABAJO


El trabajo no se trata solo de la transformación de una persona física (puesto que
también podemos encontrarlo en los animales), esto implica una facultad de
representación por parte de las personas.
La razón por la que Marx se dio cuenta de que esta actividad es
totalmente aristotélica (ya que comienza por la representación de un fin), fue
mostrando por lo que el fin es un mismo principio. El trabajo es principalmente una
representación comprensiva que comprende la finalidad del objeto y difiere a este
respecto al caso de los animales. El producto del trabajo humano debe existir en la
representación ideal del trabajador, es decir, el trabajo deseado es un objeto que
cumple perfectamente una de las funciones de la vida humana. En el capítulo VII de El
capital, Marx toma el esquema aristotélico en el que, es el trabajador el que está
subordinado al mismo fin que el mismo da. El trabajo es tal, que el individuo se
identifica y se reconoce con lo que hace: al realizar el trabajo, el hombre también lleva
a cabo su propio poder, su poder de conceptualización y puede mejorar, por lo tanto,
su capacidad de producción. La Inteligencia, puesto que es relevada a través de la
realización del trabajo, en tanto que el hombre actualice en su trabajo las facultades
que le son propias, será conducido a un proceso de identificación: en el producto del
trabajo, el individuo una parte de su identidad.
Como el trabajo participa en la identidad de la persona, podemos decir que, el trabajo
no es solamente tener (la producción), pero igualmente debe de ser una dimensión
ontológica adecuada al trabajo.
Por eso Marx acusa al modelo de producción industrial capitalista de alienar a los
trabajadores. En efecto, el trabajador ya no se encuentra en este caso, en el de la
representación comprensiva, ya que se ignora el producto final y por lo tanto, la razón
de su actividad. La cuestión relativa a la identidad es entonces anulada porque el único
problema es el de la remuneración. Lo humano se convierte en animal, revelando un
reflejo del automatismo mecánico (véase la película "Tiempos modernos" de Charlie
Chaplin). En este sentido, se puede entender la abolición de la esclavitud, no como
una cuestión ética, sino más bien como un cuestión de interés económico, ya que
cuesta más mantener a la gente en la servidumbre bajo el marco de la esclavitud que
en el del trabajo bajo marco del asalariado (véase la película “Queimada” de Gillo
Ponte corvo con Marlon Brando).
LA LUCHA DE CLASES
Para Karl Marx y Friedrich Engels, "La historia de todas las sociedades humanas hasta
nuestros días es la historia de la lucha de clases” (aunque sea en una nota posterior
Engels califica esta afirmación).
La posición del individuo en las relaciones de producción (trabajador o explotador) es
según él, es el elemento que permite la definición de la clase. Marx considera que,
para que no haya una clase social, debe haber una conciencia de clase: la conciencia de
tener un lugar común en la sociedad. Marx señaló que no basta con que muchos
hombres estén del lado de un solo plan económico para que se forme el espíritu de
clase. Según Marx, los personajes principales en la lucha de clases son, en la época
capitalista, la burguesía y el proletariado. El comunismo constituye para él, el estado
de la sociedad sin divisiones de clase y por lo tanto, es una sociedad sin lucha de
clases.
Según el análisis marxista, la clase social dominante organiza la sociedad mediante la
protección de sus mejores privilegios.
Para ello, se instaura el Estado, instrumento político de dominación: “policía y ejército
responsable de mantener la seguridad y el orden público, el orden “burgués”. Marx
también habla de "la ideología dominante". En cualquier sociedad, hay ideas, creencias
y valores que dominan la vida social y cultural. Estas ideas dominantes son producidas
por la clase dominante, es decir, la burguesía. Por lo tanto, estas ideas expresan la
opinión de estas clases, es decir, la justifican y se esfuerzan en perpetuarse. Estas ideas
penetran la mente, y a menudo funcionan como una visión del mundo en contra de
sus intereses reales. Karl Marx no "inventó" el concepto de la lucha de clases. En
realidad, la lucha de clases se ha teorizado mucho antes que él, por historiadores de la
restauración, como François Guizot y Agustín Thierry.
La contribución fundamental de Marx en este concepto, en relación a estos
historiadores, es haber demostrado que la lucha de clases no se extingue en la
Revolución Francesa, sino que se prolonga en oposición burguesía, trabajadores en la
de era capitalista. Así, al final de la lucha de clases se llegaría a una clase única, una vez
extinguidas las clases sociales en el comunismo.
PARTIDOS, MOVIMIENTOS Y GOBIERNOS INSPIRADOS EN EL MARXISMO
Desde la muerte de Marx en 1883, varios grupos del mundo entero han apelado al
marxismo como base intelectual de sus políticas, que pueden ser radicalmente
distintas y opuestas. Una de las mayores divisiones ocurrió entre los reformistas,
también denominados socialdemócratas, que alegaban que la transición
al socialismo puede ocurrir dentro de un sistema pluripartidista y capitalista, y
los comunistas, que alegaban que la transición a una sociedad socialista requería una
revolución para instaurar la dictadura del proletariado. La socialdemocracia resultó en
la formación del Partido Laborista y del Partido Socialdemócrata de Alemania, entre
otros partidos; en tanto que el comunismo resultó en la formación de varios partidos
comunistas; en 1918 en Rusia, previo a la formación de la Unión de Repúblicas
Socialistas soviéticas, dimanan dos partidos del Partido Obrero Social Demócrata de
Rusia: el Partido Comunista, formación comunista, y el Partido Social Demócrata de
Rusia.
En la actualidad sigue habiendo muchos movimientos revolucionarios y partidos
políticos en todo el mundo, desde el final de la Unión Soviética, aunque el
internacionalismo obrero ha sufrido una grave crisis. Aunque hay partidos
socialdemócratas en el poder en varias naciones de Occidente, hace mucho que se
distanciaron en aspectos relevantes de sus lazos históricos con Marx y sus ideas. En la
actualidad en Laos, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, la República Popular
China y Moldavia hay en el poder gobiernos que se autoproclaman marxistas.
Muchos gobiernos, partidos políticos, movimientos sociales y teóricos académicos han
afirmado fundamentarse en principios marxistas. Ejemplos particularmente
importantes son los movimientos socialdemócratas de la Europa del siglo XX,
el bolchevismo ruso, la Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin) y otros países del bloque
oriental, Mao Zedong, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Santucho, Kwame
Nkrumah, Julius Nyerere, Thomas Sankara y otros revolucionarios en países agrarios en
desarrollo. Estas luchas han agregado nuevas ideas a Marx y, por lo demás, han
transmutado tanto el marxismo que resulta difícil especificar el núcleo de éste.
Actualmente las transformaciones socio-económicas han obligado a repensar al
marxismo en una línea llamada posmarxismo en la cual se encuentran autores
como Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
La Revolución de octubre de 1917, encabezada por los bolcheviques (cuyas figuras
principales eran Vladímir Lenin y León Trotsky) fue el primer intento a gran escala de
poner en práctica las ideas socialistas de un Estado obrero.
Se suceden otra serie de gobiernos o dobles poderes obreros de relativamente breve
duración, impulsados por revueltas proletarias con activa participación de los partidos
comunistas locales, inspirados en el modelo de república de consejos obreros. La
mayoría de estos son aplastados por las fuerzas de la reacción capitalista de los
distintos gobiernos y potencias burguesas y fracasan. Son el caso de la Revolución de
noviembre de 1918, encabezada por los espartaquistas en Alemania, la República
Soviética Húngara de 1919, la República Soviética Bávara de 1919, el bienio rojo o
movimiento de consejos de fábrica del norte de Italia de 1919a 1920, el Sóviet de
Nápoles, la República Socialista Soviética Galiciana en 1920, la República Popular
Soviética de Bujará de 1920 a 1925, la República Socialista Soviética de
Persia o República Soviética de Gilan, de 1920 a 1921, etc.
Tras morir Lenin, Iósif Stalin se había hecho con una gran concentración de poder en
sus manos en el seno del Partido Comunista y del Estado soviético, el cual fue
fortaleciendo en detrimento de los propios soviets (ya de por sí debilitados durante el
hambre, la bancarrota económica y las masacres ocasionadas por la Guerra Civil Rusa).
Hasta su muerte, numerosas purgas se vivieron en la URSS, bajo consignas tales como
la "lucha contra el trotskismo", "los sabotajes", o "los agentes del fascismo", en las que
se logró inhabilitar a los principales elementos críticos del PCUS y la sociedad soviética,
muchos de ellos comunistas, testigos directos de la Revolución y opositores en mayor
o menor medida a la deriva burocrática y la concentración de poderes que se estaba
generando en seno de la URSS, encarnada en una casta de funcionarios y burócratas
del partido, cuya divergencia de intereses respecto a la clase trabajadora y el peligro
que entrañaban para la revolución obrera comienzan a manifestarse desde la primera
mitad de los años 20, aún en vida del propio Lenin. Dichas purgas sólo logran fortalecer
el poder de la nueva dirección del PCUS, encabezada ahora por Stalin, y pronto se
extenderán a las secciones nacionales del Komintern, que, a nivel internacional,
comienza a ser dirigido desde el comisariado de asuntos exteriores en Moscú.
Aunque llevaron a cabo pequeñas aportaciones teóricas al marxismo, Stalin y sus
seguidores se caracterizan por haber dado cobertura ideológica a sus métodos y
posicionamientos tácticos y políticos, encaminados al fortalecimiento del control sobre
los medios de producción y administración del Estado por parte de la burocracia y
dirección central del partido, a través de la falsificación o la adaptación de los
principios ideológicos del marxismo y del leninismo a sus propios fines. Esto derivará
en un sistema de gobierno y pensamiento formulado bajo el nombre de marxismo-
leninismo (si bien sus críticos dentro del leninismo rechazan que se lo denomine de
esta forma y reclaman para sí esta denominación) y la teoría del socialismo en un solo
país, también llamado estalinismo, considerado por sus críticos marxistas como un
alejamiento o distorsión de los postulados y principios de la tradición marxista y
pensadores como Marx, Engels o Lenin; particularmente insistentes en esta postura
son aquellas corrientes basadas en los planteamientos de Trotsky y Lenin(trotskismo) y
las del denominado comunismo de izquierda, el marxismo libertario o el comunismo
de consejos, también críticos en este sentido con la denominada corriente
del leninismo (y por ende el trotskismo). A raíz de la muerte de Stalin, esta burocracia
termina por acaparar el poder y afianzarse en la llamada nomenklatura. Ésta
comenzará a medio plazo un proceso de progresiva liberalización de la economía, que
culminará con la perestroika.
Al final de la II Guerra Mundial se produjo una expansión, por la vía militar, del poder
político de la URSS, que se consolidó mediante el establecimiento de los
llamados Estados satélites o del Pacto de Varsovia, en los países del Este que quedaron
bajo su zona de influencia tras los acuerdos de Yalta y de Potsdam. Estos Estados
reprodujeron estructuras políticas y sociales y tipos de economía y de gobierno muy
similares a los de la Unión Soviética. Fueron gobernados mediante la formación de
Partidos Comunistas, encuadrados en la Komintern, y adscritos a las fórmulas
del marxismo-leninismo oficial. Algunos de los partidos adscritos a la Internacional
Comunista que llegaron a formarse por sí mismos, lograron a la postre tomar el poder
a través de insurrecciones guerrilleras y, en algunos casos, con bastante apoyo
popular, y establecer un estado que seguía el modelo marxista-leninista oficial. Estas
naciones comprendían a la República Popular China, Vietnam, Corea del
Norte, Yugoslavia, Albania, Etiopía, Yemen del Sur, Angola, y otros. Después de la
invasión militar por parte de Vietnam de Kampuchea Democrática, gobernada por
el Jemer Rojo, un gobierno de estructura similar a aquél será establecido en Camboya.
En Chile, el gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende, que duró
desde 1970 hasta el golpe de estado de 1973, tenía una fuerte inspiración marxista. Si
bien cambió radicalmente las formas de lucha conocidas al concretar un gobierno por
la vía electoral, la revolución a la chilena buscaba la transformación de la sociedad
hacia el socialismo. Al mismo tiempo, la coalición que llevó a Allende al gobierno
estaba construida por la unión del Partido Comunista y el Partido Socialista, ambos
declarados marxistas-leninistas en ese tiempo.
En 1991, la Unión Soviética se disolvió y el nuevo Estado ruso ya no se identificó con el
marxismo. Otras naciones del mundo siguieron el mismo camino. Actualmente el
socialismo científico ha dejado de ser una fuerza política prominente en la política
mundial. China, donde gobierna el Partido Comunista, relajó su concepción económica
del marxismo en 1978 avanzando progresivamente hacia un sistema económico más
cercano al libre comercio. Este proceso continúa hoy en día.
Desde el comienzo de la democracia en España, en 1975, el PSOE se presentó a las
elecciones como un partido marxista, proclamándose primera fuerza de oposición en
el gobierno. Posteriormente, en 1982, con Felipe González a la cabeza, el PSOE
abandonó su postura marxista; ese mismo año el partido ganó las elecciones.
CRITICAS AL MARXISMO
El marxismo, tomado como cosmovisión, implica por su propia naturaleza un sistema
de pensamiento y un sistema de organización política dirigido a la realización particular
y socialmente consciente de un orden social mediante la planificación central de la
economía (p.e. un socialismo políticamente establecido) que según éste es un
necesario paso de la historia del hombre. El marxismo funciona, según su propia
doctrina, a manera de catalizador e impulsor de la transición para la clase que de otra
manera no podría ver edificado para sí el socialismo y la realización posterior del
comunismo. Es por esto que es difícil de separar a sus más importantes críticos en
categorías, siendo que estos se han confrontado por separado o a la vez con los
regímenes marxistas instaurados por diferentes partidos únicos, usualmente
comunistas, con los movimientos que los llevaron al poder y con la teoría marxista del
mundo (i.e., el materialismo dialéctico y el materialismo histórico), sin que nunca
termine de quedar suficientemente claro si estos tres aspectos del marxismo son
verdaderos corolarios. En términos generales se puede, sin embargo, diferenciar a
efectos prácticos las críticas al marxismo por las disciplinas de estudio más
comprometidas en ellas.
Antropológicamente, el marxismo se confrontaría con el darwinismo quien rechazaría
que dicha teoría se analogara con el materialismo histórico11 y con Sigmund
Freud quien llegaría decir que "las obras de Marx, como una fuente de revelación, han
tomado el lugar de la Biblia y el Corán, a pesar de que éstas no están más libres de
contradicciones y oscuridades que aquellos antiguos libros sagrados" En
contraposición a la antropología del americano Lewis H. Morgan que Marx y Engels
hicieran suya en El origen de la familia y según la cual todas las economías primitivas
serían de carácter comunista, la antropología contemporánea de autores
como Bronisław Malinowski y Fustel de Coulanges entre otros, presenta una visión casi
opuesta del origen de la propiedad privada, que es resumida en la obra del
historiador Richard Pipes Propiedad y libertad. Respecto de la noción marxista de
"ideología de clase", el autor liberal-conservador Kenneth Minogue fue uno de los
primeros en invertirla en La teoría pura de la ideología, volviendo contra las propias
doctrinas sistémico-clasistas (que tratan de "ideológico" a todo pensamiento) la
acusación de reificación ideológica por parte de intereses revolucionarios en una lucha
de clases cuya existencia no puede ser puesta en duda sin apelar a una instancia
neutral.
El sociólogo clásico Max Weber continuaría la afirmación de Engels acerca de la
evolución propia, autónoma e interactiva de cada uno de los factores determinantes
del progreso histórico, pero insistiría en que no podría haber entonces un
determinante económico-tecnológico de última instancia: si se acepta, con Engels, que
la historia es la suma de todos estos factores entonces necesariamente la influencia
recíproca de fuerzas en un todo debe implicar que, si la religión y la cultura no se
adaptan necesariamente a la producción económica, la economía como producción
debe adaptarse a estas. Implícitamente en su obra La ética protestante y el espíritu del
capitalismo se demostró la independencia de la superestructura ideológica respecto a
la infraestructura tecnológica, tesis usualmente malentendida como una suerte de
reverso del marxismo, como sí sería el caso del espiritualismo histórico de Werner
Sombart. Esta exposición weberiana creó un cisma dentro de la sociología académica
respecto del marxismo más dogmático, y la apertura a posiciones más complejas como
la del historiador Eric Hobsbawm o las amistosamente separadas del marxismo como
las esbozó el sociólogo analítico Charles Wright Mills.
El economista y sociólogo austríaco Joseph Schumpeter revisó los orígenes del
capitalismo y rechazó la noción marxista de acumulación originaria como una
contradicción autorreferente que requiere capital inicial para la actividad de una
supuesta burguesía violenta originaria. A su vez, el institucionalista Douglass North ha
ofrecido en sus estudios una revisión paralela de la historia del capitalismo que ha sido
tenido muy en cuenta entre los historiadores marxistas.
La deontología marxista respecto de la praxis revolucionaria se enfrentaría a serios
problemas filosóficos que intentarían ser resueltos por pensadores como Sartre desde
una vía existencialista. Éticamente Marx llegó a considerar que "un fin que requiere
medios injustificables no es un fin justificable", sin embargo dentro del marxismo
como sistema la moral es en sí misma consecuencia lista ya que en éste los fines juzgan
a los medios, luego toda justificación depende de su funcionalidad para un fin
determinado (fin que tampoco es juzgado desde un set de principios morales salvo el
interés "históricamente determinado" de un grupo de pertenencia: en su caso, una
clase social). Contra este historicismo predeterminado (con sus contradicciones éticas
para un interés individual enfrentado al interés del progreso histórico), el
epistemólogo y filósofo Karl Popper realizaría sus más agudas críticas en La sociedad
abierta y sus enemigos, obra que podría considerarse a su vez una de las principales
réplicas globales al marxismo, y que junto con las objeciones de Bertrand Russell sería
la más representativa de entre las críticas epistemológicas al marxismo como un
"dogma reforzado" imposible de ser puesto a prueba mediante falsación, lo que
llevaría a muchos marxistas a volcarse a una posición epistemológica en las ciencias en
general cercana a la de Thomas Kuhn por la cual las contradicciones del marxismo
deberían ser probadas dentro de la misma teoría, y no frente a hechos que serían en sí
expresiones de una carga teórica previa.
En lo económico, V. K. Dmitriev en 1898 y Ladislaus von Bortkiewicz en 1906-07 y
subsecuentes críticos expusieron que la teoría del valor de Marx y su ley de tendencia
a la baja en la tasa de beneficio eran internamente inconsistentes. Como
contrapropuesta, los más importantes economistas marxistas y/o sraffianos, tales
como Paul Sweezy, Nobuo Okishio, Ian Steedman, John Roemer, Gary
Mongiovi y David Laibman, propusieron sus propias versiones correctas de lo que
debería ser la economía marxista abandonando como inadecuado el intento de Marx
en El capital para el mismo fin, confrontándose así con los marxistas que defienden a
aquel y que en respuesta se apoyan en una segunda teoría desarrollada a fines del
siglo XX para interpretar, según ellos en forma más adecuada, las últimas obras de
Marx.
En el ambiente académico las críticas a la teoría económica de Marx derivaron
principalmente de su incompatibilidad (nunca resuelta por ninguna de las partes) con
los descubrimientos microeconómicos del marginalismo. El conflicto con la visión
marxista de la producción tomó forma en la obra de dos de los más importantes
sistematiza dores del marginalismo, representantes de las variantes austríaca y
británica: primero Eugen von Bohm-Bawerk, que dirigiría las más conocidas críticas a la
teoría del valor-trabajo y con ésta la explotación por adquisición de plusvalía, tanto
dentro de la teoría marxista como desde el subjetivismo austríaco (por el cual incluso
los costos dependen de la demanda); y luego Alfred Marshall que insistiría en la
utilidad del capital y la gestión en la creación del valor, así como la consideración de la
demanda como autónoma de la oferta aunque ésta se reconozca determinada por los
costos.
Desde la macroeconomía, John Maynard Keynes llegaría a decir que El capital era "un
manual obsoleto" al cual no sólo encontraba "científicamente equivocado sino además
sin interés o aplicación para el mundo moderno", consideración que Joan
Robinson criticaría como consecuencia de una pobre lectura de Marx, así como de Say.
Una aproximación macroeconómica compatible con el marxismo fue esbozada por el
economista polaco Michal Kalecki.
Respecto a la aplicación práctica del método marxista y a sus resultados políticos, las
críticas usuales han sido menos a la doctrina marxista y más a los aspectos empíricos
contra el movimiento Comunista y sus regímenes. Estas críticas se sostienen en
términos humanistas y objetan el sacrificio en vidas humanas en persecuciones
sociales y políticas, y además sólo se han dirigido al fenómeno totalitario como una
situación circunstancial impuesta deliberadamente por los dirigentes marxistas, o sea,
como un fenómeno aislado o al menos aislable de la teoría. Sin embargo algunas de
estas críticas han tenido una dimensión teórica (especialmente por parte de liberales
clásicos como Mises, Hayek, Isaiah Berlin y Raymond Aron, y anarquistas
como Proudhon, Bakunin, Piotr Kropotkin y Noam Chomsky) según las cuales el
fracaso político del totalitarismo, la interdependencia entre la falta de propiedad
personal y libertad personal, el colapso de la planificación centralizada de la economía
y la doctrina marxista-leninista serían elementos inseparables y dependientes, por lo
cual, o la teoría marxiana del progreso histórico debe de estar equivocada y la
dictadura científica pasaría a ser una profecía auto cumplida con resultados
perjudiciales para la clase obrera, o bien la noción de un "necesario progreso histórico"
puede ser mayormente verdadera pero sin embargo el marxismo la habría
malinterpretado a su favor: esta última opción sería planteada por el heredero de la
crítica hegeliana al marxismo de Alexandre Kojève, el neoconservador Francis
Fukuyama.
Finalmente, diversos autores de orientación centrista y socialdemócrata han hecho
profundas reflexiones críticas de las bases filosóficas del marxismo, a saber Jürgen
Habermas, Hannah Arendt, Anthony Giddens, y particularmente por recordar las
implicancias de que las relaciones sociales de producción no pueden determinar la
superestructura jurídico-política ya que la presuponen el jurista y pensador
político Hans Kelsen quien, en su libro La teoría comunista del derecho y el Estado,
realizaría la que tal vez pueda considerarse la objeción más incisiva a casi todos los
aspectos relevantes de la doctrina marxista, tanto en sus facetas políticas, su teoría
jurídica e institucional, social y económica.

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