Para ver el valor que tiene la energía, revisaremos un par de ejemplos. Veamos
cuánta energía se necesita para subir un peso de 20 kilos a una altura de 500 metros.
Sabemos que un hombre entrenado lo puede hacer en una hora. Si ponemos un
artefacto que funcione con un motor eléctrico, la energía consumida será
aproximadamente de 39 vatios por hora (Wh). Si no tenemos electricidad y lo
subimos con un motor de gasolina, la energía consumida será de 156 Wh.
Pongámosle ahora coste económico. Ese hombre que subía el peso, si contamos a
precio de salario mínimo, tendrá un coste de 4,8 euros por hacer ese trabajo; la
energía eléctrica consumida costará 0,004 euros, y la gasolina, 0,02. Usando
electricidad, obtenemos una productividad 1.140 veces superior, y empleando
gasolina, 237 veces superior.
Veamos otro ejemplo. Mucha gente tiene el lugar de trabajo lejos de su domicilio.
Es el resultado de una sociedad en la que la pareja trabaja: no siempre es posible
tener el mejor trabajo cerca de casa. Supongamos que trabajamos a una distancia de
40 kilómetros, 80 en total. Si estamos entrenados, podemos hacer esta distancia
corriendo en 10 horas, lo que tiene un coste económico de 48 euros (salario
mínimo). Con un coche que consuma 5,7 litros cada 100 kilómetros, el coste
energético será de 5,9 euros, 8,1 veces menos.
Estos ejemplos son los más sencillos, pero hay que pensar que la energía ha
permitido adelantos como la luz artificial, la electrónica, las ondas de radio, los
aparatos médicos... con infinitas ganancias de productividad. Es evidente, pues, la
relación entre nuestra vida moderna y la energía.