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En Guatemala, el gobierno estadounidense y los coyotes compiten para persuadir a los migrantes

Liset Juárez con dos de sus tres hijos. Su esposo logró entrar a Estados Unidos en su sexto intento de cruzar la frontera.
Credit Kirsten Luce para The New York Times
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CONCEPCIÓN CHIQUIRICHAPA, Guatemala — Hace seis meses, el esposo de Liset Juárez empacó una pequeña bolsa, les
dio un abrazo a sus tres hijos y se despidió para emprender un viaje de más de 1900 kilómetros a Estados Unidos. Ese
era su sexto intento de cruzar la frontera, sin documentos legales, para buscar trabajo.

La pareja le pidió prestado a un amigo el equivalente a casi 13.000 dólares para pagarle el viaje a un traficante. Juárez
afirmó que su esposo era consciente de los peligros —traficantes sin escrúpulos, peligrosas travesías por el desierto y
posibles secuestros a manos de los letales cárteles mexicanos de la droga— pero sentía que tenía pocas opciones en
Guatemala, donde estaba muy endeudado después de que su negocio fracasara.

“¿Qué podemos hacer?, preguntaba Juárez hace dos semanas. “Tenemos que alimentar a nuestros hijos”. Se rehusó a
identificar a su esposo por su nombre, por temor a que los agentes de Inmigración y Control de Aduanas lo arresten en
Estados Unidos.

El esposo de Juárez es uno de los miles de guatemaltecos que han ignorado la campaña informativa de grandes vallas y
anuncios de radio y televisión realizada por los gobiernos estadounidense y guatemalteco que advierten sobre los
peligros del viaje a Estados Unidos.

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Un monumento a los migrantes ubicado en Salcajá, en las tierras altas de Guatemala, donde la pobreza extrema impulsa
la migración hacia Estados Unidos. Credit Kirsten Luce para The New York Times
Miles de personas, incluyendo familias enteras, han hecho el trayecto hacia el norte en busca de trabajo y una vida
mejor desde el altiplano occidental de Guatemala, un área remota, rural y empobrecida, con una población mayormente
indígena de lengua maya.

Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, el año pasado 42.757 guatemaltecos fueron arrestados o
detenidos en la frontera de Estados Unidos con México. Estos representaban casi la mitad de todos los migrantes que
querían entrar a Estados Unidos con sus familiares.

Además, las cifras han aumentado. Hace dos años, solo una tercera parte de las familias detenidas en la frontera eran
guatemaltecas. Las entrevistas con decenas de personas en Concepción Chiquirichapa, un pueblo de aproximadamente
10.000 habitantes que tiene un animado mercado público, revelaron que casi todos tienen familia —o conocen a alguien
con familia— en Estados Unidos.

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Un hombre deportado, con sus pertenencias en la mano, esperaba a un amigo en el centro de repatriación en Ciudad de
Guatemala, adonde los deportados llegan cuando regresan a su país. Credit Kirsten Luce para The New York Times
Los residentes señalaron que la razón de esta diáspora es simple: la pobreza extrema. Según la Agencia de Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional, alrededor del 76 por ciento de la población en el altiplano occidental de
Guatemala está empobrecida, y el 67 por ciento de los niños menores de 5 años padecen desnutrición crónica.

Más de un millón de guatemaltecos en las áreas rurales de la región no tienen electricidad. Debido al constante
descenso de los precios de los productos agrícolas, muchos obtienen pocas ganancias, o ninguna, del café, el maíz, el
frijol y otros cultivos. Según el Departamento de Agricultura, tan solo la producción de café ha caído un seis por ciento
desde el año pasado y los agricultores con cultivos pequeños no pueden cubrir sus costos.
Además, los residentes mencionaron que el tráfico de drogas, la corrupción generalizada en el gobierno local y la
extorsión de las pandillas han contribuido a su decisión de abandonar los pueblos y las ciudades del altiplano occidental.

“Tenemos que crear mejores oportunidades para la gente, de tal modo que puedan quedarse en su lugar de origen”,
señaló Víctor Manuel Asturias Cordón, quien dirige el Programa Nacional de Competitividad, o Pronacom, una agencia
gubernamental que promueve el desarrollo económico. “También tenemos que trabajar para frenar a los coyotes que
han convencido a la gente de que sus mayores probabilidades de éxito están en Estados Unidos”.

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El centro de repatriación en Ciudad de Guatemala. Hugo Alexánder Pec Chen, segundo desde la derecha, fue atrapado
en su primer intento de cruzar la frontera. Credit Kirsten Luce para The New York Times
Alarmados por la afluencia de miles de guatemaltecos en la frontera, los funcionarios estadounidenses han comenzado a
buscar formas más eficaces de contener a los migrantes.

A finales de septiembre, Kevin K. McAleenan, comisionado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, viajó a
Guatemala, Honduras y El Salvador, los tres países de donde proviene el grueso de los migrantes detenidos en la
frontera. En Guatemala se reunió con funcionarios gubernamentales, líderes empresariales y comunidades indígenas.

Señaló que la aplicación de la ley no era suficiente para detener la migración de decenas de miles de guatemaltecos que
intentan entrar de manera ilegal a Estados Unidos.

“Estoy aquí para escuchar y enterarme de los problemas que están enfrentando, a fin de que podamos trabajar juntos”,
declaró durante un encuentro con funcionarios guatemaltecos en un centro al que regresan los migrantes después de
ser deportados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.

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Kevin K. McAleenan, comisionado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, visitó Fedecocagua, un molino de
café ubicado en las afueras de Ciudad de Guatemala, el mes pasado. La disminución de los precios del café ha
empobrecido a los agricultores, quienes se sienten tentados a migrar hacia Estados Unidos. Credit Kirsten Luce para The
New York Times
McAleenan también hizo un recorrido por varios proyectos financiados por la Agencia para el Desarrollo Internacional, lo
que incluyó una instalación de procesamiento de café en Ciudad de Guatemala y una granja en Quetzaltenango, la
ciudad más grande del altiplano occidental, donde se producen nuevas variedades de maíz y de otros vegetales.

McAleenan comentó que, al reunirse con dirigentes indígenas en una mesa redonda en Quetzaltenango, se enteró de
que la mayor parte de la gente que sale de la región trataba de conseguir trabajo.

Pero les recordó que es un delito cruzar la frontera de Estados Unidos sin papeles legales, además les advirtió sobre los
traficantes que han engañado a migrantes desesperados al garantizarles que pueden permanecer en Estados Unidos si
llegan en familia.

“No hay posibilidad de quedarse en Estados Unidos si traes a un niño, tampoco si estás embarazada”, señaló
McAleenan. “Necesitamos ofrecer información precisa para que no hagan este peligroso viaje, en el que se enfrentan a
abusos físicos y sexuales”.

Los funcionarios comentaron que se planea que Estados Unidos gaste más de 200 millones de dólares en proyectos en el
altiplano occidental durante los próximos años para crear empleos y reducir la pobreza. Este año también se ha buscado
disuadir la inmigración ilegal reprimiendo severamente el cruce de la frontera, incluso con la práctica ya suspendida y
ampliamente repudiada de separar a los niños migrantes de sus padres y de otros familiares detenidos.

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Autobuses pintados con los colores de la bandera mexicana en la estación de Quetzaltenango, Guatemala. A menudo
esas unidades son usadas por los migrantes para realizar la primera etapa del viaje hacia Estados Unidos. Credit Kirsten
Luce para The New York Times
No obstante, la campaña de mensajes ha pasado mayormente inadvertida. Nueve anuncios dispuestos en grandes vallas
publicitarias del altiplano occidental de Guatemala, pagados por el gobierno de Estados Unidos, advierten a los
migrantes potenciales sobre los peligros del viaje hacia el norte.

Los funcionarios afirmaron que también han puesto anuncios en radio y televisión con más advertencias, con un costo
total de aproximadamente 750.000 dólares. El gobierno de Estados Unidos está gastando cerca de 1,3 millones de
dólares en esta campaña en Guatemala, Honduras y El Salvador.

Sin embargo, las entrevistas con más de una docena de personas en la ciudad más grande y en varios pueblitos del
altiplano de Guatemala mostraron que pocos residentes han visto o escuchado las advertencias. Muchas de las personas
entrevistadas dijeron que, de todas formas, no los convencerían de quedarse. Una campaña paralela de mensajes y
mucho más poderosa por parte de los traficantes tiene eco de boca en boca.

Los residentes comentaron que diariamente ven anuncios de los coyotes que prometen llevarlos a Estados Unidos. En al
menos una estación de radio de la comunidad en Quetzaltenango, los traficantes ofrecen con regularidad transporte
para los migrantes, así como ayuda financiera para sus viajes hacia el norte.

También están activos en las redes sociales. Algunos han promocionado sus servicios en Facebook, ofreciendo llevar a
los migrantes a cualquier lugar de la “unión americana”.

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Dos mujeres que se dedican a la elaboración de tortillas en el altiplano occidental de Guatemala. El 67 por ciento de los
niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica en esa región. Credit Kirsten Luce para The New York Times
Gracias a la exhortación de los funcionarios estadounidenses, el gobierno guatemalteco ha comenzado a ofrecer
recompensas a la gente que entregue a los traficantes. Pero ha sido difícil lograr que la gente lo haga.

“Nadie los entregará porque dentro de la comunidad no los ven como malas personas”, comentó Dora Alonzo, de 27
años, quien administra una organización en Quetzaltenango para evitar que los niños intenten emigrar a Estados Unidos.
“Pero todos saben quiénes son”.

McAleenan, inspector de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, afirmó que era muy pronto para evaluar si había
funcionado la nueva campaña de mensajes en español y en lenguas indígenas. “Tenemos que darle algún tiempo para
ver si logra llegar a esa audiencia y se produce la disuasión con eficacia”, señaló.

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Niños que asisten a un preescolar de la Asociación Grupo Cajolá, una organización que les proporciona empleos a los
guatemaltecos con el fin de que se queden en el país. La escuela es bilingüe, por lo que las clases se dictan en español y
en mam, una lengua maya. Credit Kirsten Luce para The New York Times
En Concepción Chiquirichapa, Liset Juárez comentó que —después de casi media docena de intentos— su esposo
finalmente llegó a Estados Unidos y planea quedarse tres años. Con el dinero que gane como jornalero, intentarán pagar
su deuda y ahorrar dinero para abrir otro negocio.

Cuando le preguntamos si piensa reunirse con su esposo en Estados Unidos, negó con la cabeza. “No puedo abandonar a
mis hijos”, señaló. “Tengo tres hijos y debo seguir aquí”.

https://www.nytimes.com/es/2018/10/09/guatemala-migracion-estados-unidos/
Cualquier política pública que busque abordar problemas reales o potenciales, debería reflexionar acerca del
surgimiento de estos: ¿cómo se originó —en este caso— la migración? Además, tendría que plantearse: ¿cuáles son las
dimensiones y características que del fenómeno habría que tematizar? Por más que se adopte una postura neutral,
varios estudios vinculan la migración en Centroamérica con el modelo económico dominante.

Según Gustavo Palma, citado por Claudia López y Danilo Rivera,[1] desde la época colonial, la actividad económica
generadora de riquezas se concentró en la extracción de recursos, actividad facilitada por una amplia disponibilidad de
mano de obra que se nutrió de desplazamientos. Obviamente, este modelo ha sufrido algunas adaptaciones; por
ejemplo, cuando en el siglo XIX, la finca se volvió el centro de las actividades y modelo para toda una “estructura
mental”.

Es así, cómo en Guatemala (principalmente en las poblaciones indígenas), históricamente, la gente parece estar
“acostumbrada a migrar” para encontrar empleo. Durante mucho tiempo se ha emigrado hacia las fincas o las ciudades;
hoy, la mayoría se dirige hacia Estados Unidos.[2]
Por su parte, Jean Paul Vargas, Director de Integración en la Secretaría General del Sistema de Integración
Centroamericana (SG-SICA), afirma que “Centroamérica es toda una historia de migraciones”[3] y que la migración es
una estrategia para sobrevivir en un ambiente económico tradicionalmente desfavorable.

Al hablar del caso de Guatemala, se constata que el fenómeno de la migración en el siglo XX se origina por varias
circunstancias: la Organización Internacional para las Migraciones, cita la modernización de la década de 1950, por
medio de inversiones estadounidenses, como el primer momento; como segundo, un fenómeno natural, el terremoto
de 1976 y, como tercero, la violencia que se generó durante el conflicto armado interno, que sufrió el país durante la
década de 1980.[4] Durante ese periodo se constituyeron núcleos indígenas en Estados Unidos, que después sirvieron
de puente, cuando la integración de Guatemala al proceso de globalización aceleró la migración al Norte.[5]

Las siluetas de refugiados de Oriente Próximo se recortan contra el horizonte durante la puesta de sol mientras caminan
por una vía de tren desde Roszke, en Serbia, a Hungría, el 30 de agosto de 2015. (Foto AP/Darko Bandic)
De acuerdo con López y Rivera (op. cit.), quienes migran son, principalmente, los pobres. De este grupo, menos de 1%
posee estudios universitarios. Varios estudios consultados también coinciden cuando presentan las causas específicas
del fenómeno migratorio; por ejemplo, la OIM (op. cit.) afirma que la migración se origina en la pobreza, por la falta de
empleo y oportunidades en una sociedad con profundas desigualdades.
Otro ejemplo son las inversiones del Estado y del sector privado que no llegan a las zonas de origen de las personas que
migran, con el agravante de que los salarios mínimos no alcanzan para cubrir, ni siquiera, la Canasta Básica Alimentaria
(CBA).
Es en ese contexto, que la migración se vuelve una válvula de escape para el país, pues la población en edad de trabajar
crece proporcionalmente mucho más que la Población Económicamente Activa (PEA). En contraste, según la OIM (op.
cit.), el número de afiliados al Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), prácticamente, permaneció igual.
Otros autores señalan el papel que juega la llamada “educación para la exclusión”.[6] López y Rivera (op. cit.),
adicionalmente, mencionan la elevada desnutrición en Guatemala como otro factor expulsor. Aducen que, en 2009, en
zonas donde la expulsión de personas fue mayor, alcanzó hasta 65% de la población.[7]

En otras palabras, el sueño de los guatemaltecos, de una vida con empleo y un mínimo de seguridad social, se hace cada
vez más inalcanzable por lo que optan por migrar.
Según la Comisión del Migrante,[8] con una proporción de 97.4%, la gran mayoría de guatemaltecos, documentados o
no, migran hacia los Estados Unidos de América. Solo la OIM (op. cit.) registró, en 1990, un aumento de 225 mil
migrantes a más de un millón en 2010. Asimismo, explica que otras estimaciones ubican alrededor de un millón y medio
de compatriotas en ese país,[9] por lo que se calcula que uno de cada diez guatemaltecos vive fuera de su patria, una
cifra mucho mayor al promedio global de migrantes por nación, que oscila en 3% de la población. Esa es la razón por la
cual, actualmente, casi cuatro millones de connacionales tienen familiares en dicha república.
Ante esta realidad, el uso de la imagen de la “válvula de escape” es frecuente, pero es necesario llamar a la siguiente
reflexión: ¿qué hubiera pasado con el crecimiento económico y la tasa de pobreza de Guatemala, si pese a los
programas sociales, las transferencias condicionadas o los esfuerzos en el marco de los Objetivos del Milenio de las
Naciones Unidas, ese millón y medio o más de guatemaltecos hubieran seguido en el país y pudieran verse reflejados en
las estadísticas sociales y económicas?

En primer lugar, se hubieran reflejado en las estadísticas de desnutrición, pobreza y salud, por lo que se hubiere
requerido de una enorme inversión por parte del Estado para disminuir su impacto. Evidentemente, la incapacidad
financiera que caracteriza al Estado se hubiera mostrado con mayor claridad, lo que, a la vez, hubiera impulsado nuevas
discusiones acerca de cómo mejorar la carga tributaria.
No obstante, la mayoría de las discusiones nacionales e internacionales en relación con los éxitos, fracasos y las
adecuadas recetas para mejorar el desarrollo social del país, parten de una línea base que esconde un mayor fracaso.
Así, el millón y medio de personas ya no aparecería en ninguna estadística.
La descripción de las causas de la migración en Guatemala deja entrever que hay un fuerte vínculo entre esta y el
desarrollo. Por ello, las discusiones de la sociedad civil —e incluso del gobierno estadounidense—, relativas a las
medidas a tomar para atenuar dicho fenómeno —al inicio—, incluyeron una visión de desarrollo, pero el atentado
contra las Torres Gemelas en Nueva York, en 2001, derribó este planteamiento.[10]
Irene Palma, directora del Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (INCEDES), afirma, que desde ese
momento, en el enfoque de seguridad empezó a dominar las políticas migratorias de Estados Unidos: “era lógico que
teníamos que contrarrestar esa visión con otra, acerca de los derechos humanos de los migrantes.”[11]
En cuanto a las deportaciones de indocumentados, estas siempre habían existido, pero las políticas al respecto se
endurecieron pocos años después, hasta el punto de incluir la construcción de una muralla en la frontera norte de
México.
Por esa razón, las deportaciones de guatemaltecos vía aérea desde México y Estados Unidos alcanzaron nuevas
dimensiones. Solo de 2012 a 2014, se registraron 250 mil casos, y se vislumbraba otro aumento para 2015.[12] En ese
contexto, lo que llamó más la atención fue la tendencia hacia la baja de deportaciones, específicamente desde Estados
Unidos. Con mucha claridad se puede deducir que los controles policiacos, como primera barrera para los migrantes, se
ejercieron más en ese momento en la frontera sur de México.
Otra parte de la realidad estadística de las migraciones son las remesas, consideradas estas como contribuciones
financieras de los migrantes guatemaltecos para sus familiares radicados en su país de origen. Mientras en el año 2000,
al inicio del gobierno de Alfonso Portillo, se transfirieron 560 millones de dólares, para 2015 se esperaban 6 mil millones,
un monto casi diez veces mayor.[13]
Pero la realidad migratoria del país no solo comprende el camino de ida hacia Estados Unidos, sino que tiene que ver
también con la expulsión de los migrantes. Según cálculos del Grupo Articulador, Guatemala también alberga alrededor
de 250 mil migrantes indocumentados, principalmente de origen centroamericano, sin mencionar a los cerca de 300 mil,
que al año, únicamente utilizan al país para transitar hacia el Norte.[14]
Hay que recalcar que las migraciones en Guatemala son todo lo anterior y que, por lo tanto, es común que en términos
técnicos, cuando se habla de migración, solo se refieran a sus países de origen, su destino o países de tránsito, y solo de
vez en cuando se mencione también el retorno.

En Guatemala, y más aún en El Salvador, las cifras deslumbran. Por eso, como dice Jean Paul Vargas en una entrevista,
ningún país en la región debería pensar que su fenómeno de migraciones es igual al del otro.
A diferencia de Guatemala, la dinámica de la migración del resto de países centroamericanos no se dirige casi
exclusivamente a Estados Unidos. Según Álida Bernal, Genaro Aguilar y Pedro Durán, acá es común que haya migrantes
provenientes de El Salvador, Honduras y Nicaragua, sin embargo, de este último, en su mayoría, emigran más hacia
Costa Rica, Honduras y Panamá.[15]
Algunos fenómenos del impacto y entorno socioeconómico de la migración
Las migraciones no solo consisten en flujos de personas y remesas como el anterior capítulo podría sugerir. Si bien el
desplazamiento de personas interfiere en innumerables dinámicas y situaciones a nivel económico, social, laboral y de
derechos humanos, su tratamiento por parte del Estado puede contribuir a empeorar, mitigar o incluso, podría convertir
el problema en una oportunidad.
A nivel económico, la migración indocumentada hacia Estados Unidos requiere, en la mayoría de casos, una inversión
para pagar al llamado “coyote”. Mientras más medidas de seguridad se plantean, más caro es el trayecto y mayor es el
riesgo que el migrante corre al —involuntariamente— financiar negocios del crimen organizado.

En entrevista realizada a la antropóloga Aracely Martínez, ella afirma que, en la actualidad, se pagan alrededor de US$ 5
mil por el viaje, monto que cubre, generalmente, tres intentos y que, en su momento, puede subir hasta US$ 9 mil.
Dichas cantidades representan una fuerte inversión, por lo que, en muchos casos, los interesados dependen de
créditos, de vez en cuando vinculados a la venta de terrenos e incluso fraudes.[16] No hay que perder de vista que la
población migrante es más bien pobre y tiende a endeudarse para conseguir su objetivo. Además, las redes alrededor
del “coyote” tienen otros costos. Para conseguir transporte relativamente seguro, y contra la voluntad expresa de las
instancias oficiales, se necesita comprar voluntades. Un buen ejemplo de esto lo refiere Claudia López:

En Tecún Umán u otro pueblo fronterizo, […] fuimos a un viaje para conocer la problemática; en algún punto nos
dijeron: ‘a esta zona no pueden ir’ y yo digo: ¿por qué? ‘Porque allí están los coyotes de los migrantes sudamericanos,
tienen protegida su propia área’; pregunto: ¿este derecho se lo compran a la policía? ‘Sin duda, allí nadie te pide
papeles’.[17]

Durante el trayecto, muchos migrantes sufren maltratos de diferente tipo por parte del crimen organizado y de las
autoridades: violaciones a los derechos humanos, trata de personas, por ejemplo. Hasta la fecha en que se escribió este
estudio, habían acumulados alrededor de 70 mil casos, en su mayoría, según López, de centroamericanos que
desaparecieron en el camino.

Aunque sin duda, el tema de la migración está vinculado al tema de los derechos humanos, dadas las dinámicas que se
derivan de los altos costos del trayecto (humanos y monetarios) y la deportación en condiciones difíciles, la situación
crea condiciones idóneas para el crimen, por lo tanto, al mismo tiempo se tiene que considerar el tema de la inseguridad
y sin olvidar que la migración también se relaciona con el desarrollo social y económico.

Las implicaciones de ese enfoque tienen muchas dimensiones, por ejemplo, la OIM (op. cit.) reconoce que la gigantesca
suma de remesas ha contribuido a disminuir la pobreza, sin embargo, ese mismo análisis también deduce que la mayor
parte de las remesas se destina al consumo de alimentos, ropa o transporte. Por otra parte, la investigadora Aracely
Martínez sostiene que algunos de los propios migrantes, entre broma y broma, afirman que “el dinero se lo echan
encima”, que mucha gente tiene ahora más dinero y mejores casas pero, por sus nuevos hábitos, igual podría padecer
de “desnutrición”.[18]

La OIM refiere acerca del mismo tema, que solo 12% del total de las remesas se destina al ahorro e inversión, aunque no
queda claro qué porcentaje es inversión productiva. En este sentido, se supone que es el mayor consumo, el indicador
que lleva a la reducción estadística de la pobreza; no obstante, este no coincide pues no se han creado más puestos de
trabajo.

Los datos proporcionados muestran que, aunque hay aumento de remesas, ello no se traduce en la disminución del
trabajo informal puesto que las cifras oscilan alrededor de 70%. En cambio, según el análisis de la OIM, cuando las
remesas tienden a la baja, como ocurrió en el periodo 2008-2009, rápidamente, sube el empleo informal. Parece
entonces, concluye, que los miles de millones recibidos no han logrado impulsar la creación de un número importante
de empresas, aunque fuesen pequeñas.

Al considerar los datos expuestos, se puede concluir en que las remesas son, en la actualidad, un paliativo con muchas
apariencias positivas, mientras que, en el fondo, la situación socioeconómica puede que esté empeorando. En ese
sentido, las permanentes migraciones y sus consecuentes remesas son un alivio transitorio para que nada estructural
cambie. En todo caso, y así también lo expresa la OIM, las remesas hasta ahora no son sostenibles para reducir la
pobreza.[19]
Acerca del tema de la interrelación entre la migración y el desarrollo en los países de destino y los de origen, hay muchas
controversias, principalmente, en el ámbito internacional. Si se considera la magnitud, no es de sorprender que el
debate se limite muchas veces a la remesa y su uso, cuando hay otros aspectos que también se deben tomar en cuenta.

En ese sentido, un enfoque generalmente menos tratado surge cuando se enuncian las siguientes interrogantes: ¿qué
pasa y cómo se desarrollan las perspectivas de vida de la población que se queda atrás? ¿Qué sucede con sus relaciones
económicas y sociales? ¿Qué pasa si sus ingresos se acumulan básicamente para consumir e invertir en las, hasta ahora
inevitables, migraciones de las siguientes generaciones, especialmente para pagar a los intermediarios, “los coyotes”?
¿Hasta dónde afecta el tema del desarrollo económico, por lo menos el local y regional?

En ese contexto, sería útil e interesante comparar la estructura socioeconómica de regiones con poca migración, con
otras dominadas por la lógica de migrar y mandar remesas… ¿Y la política económica? ¿La disponibilidad de fondos para
la inversión la lleva a plantear planes de desarrollo local? ¿O pasa lo contrario, y la aparente reducción de la pobreza
impulsa el retiro del Estado? También estos aspectos deberían verificarse.

Más allá de un enfoque individual, familiar o local, el impacto de las remesas en la macroeconomía es determinante:
alrededor de 11% del Producto Interno Bruto (PIB), se basa en estas. En 2012, su valor fue mayor al de todas las
inversiones extranjeras directas y al de los principales productos de exportación: café, azúcar, banano y cardamomo.
Para 2015, se habían previsto con un aumento de 10%, una cifra que, según la OIM, en 2009 representaba 1.25% del
crecimiento.
En otras palabras, si se parte de que la población crece constantemente, puede afirmarse que sin remesas no existiría
crecimiento per cápita. Esto es contrario a una valoración positiva. Irene Palma, por ejemplo, responsabiliza a las
remesas de la inflación en el área rural: “Los terrenos, las casas, en algunas zonas; los precios aumentan para muchas
cosas.”[20]

Según se observa, los sectores más favorecidos por el envío de remesas son los importadores de productos extranjeros;
la banca, principalmente BANRURAL; la telefonía móvil, y una parte del sector de la construcción. En el caso de la
industria del cemento, Irene Palma asegura que el contexto del cuasi monopolio que la empresa Cementos Progreso
mantiene en Guatemala, les permite sustentar un precio más alto que el de México: “Las remesas entran a un circuito
que favorece la concentración”, concluye.[21]

Otro de los impactos socioeconómicos de la migración —tanto en Guatemala como en los demás países de la región—,
es el del retorno (inmigración) que, algunas veces es voluntario pero la mayoría, es el resultado de la deportación. Las
cifras —espeluznantes— de las deportaciones que se registran, se refieren a casos por lo que no equivalen a número de
personas.
Las cifras de deportados oscilan entre 100 mil y 250 mil personas en los últimos tres años. Estas, en su mayoría, retornan
endeudadas, frustradas, con experiencias traumáticas o quebrantos de salud y con la sensación de no tener perspectiva.
A lo anterior se suma el agravante del estigma que los retornados adquieren, ya que en muchas comunidades se les
considera como fracasados. Por otra parte, los retornados voluntarios, en su mayoría, se descapitalizan después de
algunos años porque su entorno no les permite una reinserción productiva.[22]
La información que hasta ahora se presenta e interpreta acerca de la problemática, refleja la debilidad en las
investigaciones sobre el tema en Guatemala. Casi toda búsqueda de información se concentra en los emigrantes de este
país[23] y deja al margen la vida y experiencias de un cuarto de millón de migrantes centroamericanos.

Se sabe que por ser mayoritariamente indocumentados, ese otro grupo de migrantes no tienen derecho a seguro social,
devengan salarios más bajos que los nacionales, suelen tener, en general, pocos derechos laborales y el mínimo acceso a
servicios sociales, así como jornadas laborales más largas. Incluso, existen informes sobre su precaria situación en
cuanto a derechos humanos se refiere. Según Bernal, et. al. (op. cit.), muchas personas con o sin niños, no regulan su
permanencia en el país porque las multas por no realizarla en su momento pueden resultar elevadas.
Por otro lado, se sabe poco acerca de la situación salarial específica de los migrantes en diferentes sectores, de la
vivienda, las prácticas de empresas y los flujos de migrantes indocumentados de Centroamérica, pese a que, justo esa
información, es la que serviría para desarrollar a la región en términos de regionalización e integración económica y
social.

Bibliografía

* Este artículo forma parte de un trabajo más extenso del autor, publicado con el nombre de “El desarrollo postergado.
Políticas sobre migraciones: entre intereses sectoriales y debilidades del Estado”, en el Cuaderno de Debate No. 7, de
FLACSO-Guatemala.

[1] López R., Claudia W. y Danilo Rivera (2013). Aproximaciones de política migratoria para Guatemala. Guatemala: URL.

[2] Balsells, Edgar (2015, junio 19). Entrevista.

[3] Vargas, Jean-Paul (2015, julio 6). Entrevista con SG-SICA.

[4] Véase Organización Internacional para las Migraciones. (2013). Perfil migratorio de Guatemala, 2012. Guatemala.

[5] Piedrasanta, Ruth (antropóloga) (2015, junio 11). Entrevista.

[6] Linda Asturias resalta que el nivel educativo en muchas zonas rurales, apenas llega al nivel primario, lo que
constituye un factor condicionante para la falta de oportunidades. Asturias, Linda (2015, junio 25). Entrevista.

[7] Recientemente, en lugar de expulsión se estableció la palabra “expoliación”, para referir a las personas pobres
excluidas que buscan alternativas económicas que mejoren sus perspectivas de vida.

[8] Comisión del Migrante, Congreso de la República (2014). Sistematización de propuestas de acción para el abordaje
de las migraciones en Guatemala. Guatemala.

[9] Informaciones recientes, cuya fuente es el Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Morales, dan una cifra que oscila
entre 2 millones y medio y 2 millones seiscientos mil guatemaltecos.

[10] Palma, Irene (2015, junio 18). Entrevista.

[11] Ibid.
[12] Véase http://www.migracion.gob.gt/index.php/root1/estadisticas.html
[13] Véase http://www.banguat.gob.gt/inc/ver.asp?id=/estaeco/remesas/remfam2015.htm&e=119775
[14] Grupo Articulador (2009). Informe sobre la Implementación de la Convención Internacional sobre la Protección de
los Derechos de los Trabajadores Migratorios y sus Familiares en Guatemala. Guatemala. Diciembre.
[15] Bernal C., Álida, Genaro Aguilar G. y Pedro Durán F. (2013). Análisis de las migraciones laborales actuales y los
procesos de armonización legislativa en Centroamérica, México y la República Dominicana. Informe Regional. México:
INCEDES y Sin Fronteras.
[16] Martínez, Aracely (2015, junio 25). Universidad Del Valle. Entrevista.
[17] López R., Claudia (2015, junio 22). Entrevista.
[18] Martínez, Aracely, op. cit.

[19] Al respecto, Irene Palma opina que “las remesas no permiten ver la realidad económica del país”. Palma, Irene, op.
cit.

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