El debate interno.
Finalmente, las tres actividades ya mencionadas para la aplicación de las
cuestiones de género a la filosofía, tenemos que agregar otra estrechamente
relacionada con las anteriores: la elaboración de teorías da calor de debate
interno que afectan particularmente la praxis y la organización social humana
del futuro. Sin pretender ser exhaustiva, podemos afirmar que algunas de las
temáticas más importantes es la controversia entre la igualdad y la diferencia,
la redefinición de ciudadanía y democracia paritaria, el multiculturalismo, la
cuestión de sujeto, la objetividad de la ciencia, la ética del cuidado y las
relaciones entre feminismo, ecología y globalización. Veamos, por ejemplo, lo
que se discute en torno a la naturaleza de las mujeres y los hombres. ¿Los
sexos son ontológicamente diferentes o la diferencia viene dada culturalmente?
¿La socialización produce las diferencias entre los sexos o hay una esencia
masculina y otra femenina? ¿Son productos de la biología o de la historia? El
feminismo hace hincapié en la igualdad y la similitud entre los hombres y las
mujeres (Amorós, 1997; Valcárcel, 1997; Camps, 1998; Molina Petit, 2000;
Femenías, 2000), mientras que los partidarios del feminismo de la diferencia
defienden -como su nombre lo indica- una diferencia fundamental entre los
sexos y que hay que preservarla (Rivera, 1997). Eso nos lleva a una praxis
diferente. El feminismo de la igualdad en sus versiones diferentes propone
políticas de acción positiva, de integración y acceso a los recursos. Y el
feminismo de la diferencia -en sus diferentes vertientes: franco-italiano y norte-
americana- tiende a defender la existencia de una cultura femenina y la
necesidad de que las mujeres se centran en sí mismas, dejen de pensar en
desigualdades y fomenten sus propios valores. La praxis de pensamiento de la
diferencia sexual tiende a dejar en segundo plano esa reivindicativa, lo que
provoca fuertes críticas de otros sectores feminista (Posada Kubissa, 1998;
Cirillo, 2002). Las mujeres no tenían, desde su perspectiva, nada que ganar
con un acceso más igualitario al poder y a los recursos. Con un título
significativo -No creas tener derechos- un grupo de pensadoras italianas
desaconseja buscar la igualdad, que sería, según consideran, una trampa
ideológica en la que las mujeres pierden su identidad (Librería de las Mujeres
en Milán, 1991). En vez dicen, proponen un estar entre mujeres y una
recuperación del mundo simbólico femenino privilegiando las relaciones de
familia con la madre y la hija o las relaciones de autoridad Iniciática entre una
mujer adulto y una joven. En temas de violencia y de guerra, de tanta
actualidad, algunas feministas anglo-sajonas de la diferencia elaboran una
praxis pacifista en nombre de la capacidad femenina de parir y, por eso, en una
supuesta comprensión de la importancia y la fragilidad de la vida.
La redefinición de ciudadanía, democracia paritaria, derechos reproductivos,
los problemas derivados del multiculturalismo, la abolición de la prostitución
versus el reconocimiento de los derechos de las trabajadoras del sexo son
algunos de los temas debatidos en la filosofía política. Las propuestas
feministas influyen en las decisiones de los parlamentos occidentales
(Valcárcel, 1997 y 2000; Agra, 2000, 2001 y 2002; Rubio, 1997; Quesada,
2000; Campillo, 2002). Algunas visiones llegan a cuestionar conceptos claves
de las sociedades modernas. Carol Pateman, filósofa política, sostiene, por
ejemplo, que el concepto de individuo, propio de la sociedad liberal, es un
concepto de consecuencias perjudiciales para las mujeres y ejemplifica el tema
de la prostitución, porque, con los conceptos de "individuo" y "contrato", dice
Pateman, la prostitución sería simplemente un contrato por el que se vende
una parte o una función. Cada uno es dueño de su propio cuerpo y, en
consecuencia, la prostitución es un contrato como cualquier otro. Lo mismo
puede aplicarse sobre la cuestión de las madres de alquiler, que, en esa visión
liberal de la sociedad y el ser humano, puede alquilar su función materna.
Porque, dice Pateman, en realidad la categoría de "individuo" es masculino y
esconde en su pretendido carácter neutro que las mujeres no contratan su
cuerpo como individuos, sino como mujeres (Pateman, 1988). Esa visión se
vincula con la disputa política entre un sector, inclusive del feminismo, que
sostiene que la prostitución debe ser, suprimida, abolida, y otro sector que
defiende que debe ser regulada para que las prostitutas tengan sus derechos
sociales reconocidos (Osborne, 1991, 1993). Ese sería el lado práctico de la
polémica sobre si la prostitución puede entenderse como un contrato.
Otro de los temas que actualmente esta en reelaboración en la filosofía
feminista es el tema del sujeto. Las teorías deconstructivistas han tratado de
superar la controversia en torno a la identidad de los sujetos "Mujer" con una
noción de sujeto fragmentado, o "nómada", como en Rosi Braidotti, definida por
la multiplicidad de pertenencias. La cuestión estaría en ser consciente de las
diferencias entre mujeres y nuestras múltiples determinaciones de clase, raza,
origen étnico, etc. Esos teóricos usualmente consideran que las mujeres
pueden asumir estratégicamente la identidad de género en ciertos momentos
para empoderarse.
El tema del sujeto es muy complejo y está relacionado con el debate
modernismo/posmodernismo que produjo interesantes polémicas entre Judith
Butler, Sheyla Benhabib y Nancy Fraser, entre otras. En ese debate, se
enfrentan las que defienden que el sujeto es constituyente, es decir, tenemos
una parte de libertad para elegir, y aquellas pensadoras que sostienen que
estamos plenamente formados/as, constituidos/as por los discursos
dominantes y que realmente no tenemos ningún margen de libertad. El
problema sería entonces: ¿si negamos la existencia de un mínimo de libertad
para nuestra autoconstitución, puede ser implementada una política
emancipatoria con esa visión de sujeto? (Amorós, 1997).
En el ámbito de la filosofía moral, la ética del cuidado constituye una auténtica
novedad. Su principal teórica, Carol Gilligan, afirma que existe una forma
distinta de pensamiento moral que no corresponde a la forma en que la filosofía
tradicional ha trabajado. Las mujeres, tendríamos una forma de entender la
ética en relación con el cuidado de los seres humanos dependientes, con un
sentido de responsabilidad, mientras que en los hombres predominaría una
idea de moralidad como respeto de los derechos recíprocos entre iguales. Ese
modelo masculino sería el respecto a las reglas del juego. En su teoría, Gilligan
recoge y reexamina algo que los éticos tenían descrito tradicionalmente y
Kohlberg ha mostrado en un estudio contemporáneo de ética descriptiva. Ese
estudio afirmaba que, los seis niveles del desarrollo moral –partiendo del
pensamiento moral más rudimentario de los niños hasta los más elevados, que
se orientan por principios morales abstractos (por ejemplo, el principio Kantiano
de nunca usar un ser humano como mero medio para un fin)-, las mujeres
estarían en el nivel tres- nivel de querer agradar a los otros, cuidar de ellos, ser
amables, fomentar las relaciones afectivas, pero sin llegar a comprender las
relaciones morales como aplicación de principios universales y abstractos. En
respuesta a Kohlberg, Gilligan sostiene que el problema está en la
jerarquización: el pensamiento moral del cuidado también ha sido interiorizado
dentro de la tradición filosófica. En vez de diferenciar los niveles enumerados
jerárquicamente, Gilligan propone pensar que justicia y cuidado son dos formas
o, utilizando su expresión, dos voces diferentes dentro de la moral. Esa
propuesta ha llevado a una profunda polémica porque muchas feministas
consideraban que Gilligan se equívoca y asume para que las mujeres valores
tradicionales nacidos de la opresión, valores que se formaron en las tareas del
servicio a los demás en los ámbitos domésticos. Dado que lo que hacemos por
lo general forma nuestra forma de pensar y de ser, no estaríamos confirmando
a las mujeres los papeles tradicionales para exaltar la ética del cuidado? La
polémica sigue abierta y no faltan posiciones intermedias que buscan
compatibilizar las exigencias de justicia y la revalorización del cuidado.
Finalmente, haré referencia a un tema que está relacionado con la ética del
cuidado, pero, que no se limita a ella: el ecofeminismo o unión del feminismo y
sensibilidad ecológica. Esta nueva corriente de pensamiento y práctica nace
como preocupación por la naturaleza entendida de dos formas: como
naturaleza interna (nuestros propios cuerpos) y como naturaleza externa (el
medio ambiente y los seres vivos no humanos). Nuestro propio cuerpo es
naturaleza. Aunque no hay duda de que la contaminación del medio ambiente
afecta a ambos sexos en todas las edades, se reconoce que hay grupos de
mayor riesgo, como los niños, por ejemplo. Algunos estudios indican que las
mujeres también lo son, porque hay mayor proporción de tejido adiposo en el
cuerpo femenino. Las sustancias químicas tóxicas se fijan más en las grasas,
lo que, sumado a la inestabilidad hormonal, explicaría la incidencia del
síndrome de sensibilidad química múltiple (SQM), entre otras patologías, afecta
a la mitad de la población (The Boston Women´s Health Book Collective, 2000,
p. 477-478). En el año 2002, la Red Medioambiental de Mujeres, con sede en
Londres, denunció el silencio que rodea la principal causa del alarmante
aumento del cáncer de mama en los últimos cincuenta años: los que
xenoestrógenos (pesticidas organoclorados, dioxinas de los incineradores,
resinas sintéticas y otras sustancias contenidas en productos de limpieza,
envoltorios de plástico, pinturas, etc.) sustancias químicamente similares a las
hormonas femeninas. Estos efectos sobre la salud de la mujer es un aspecto
poco conocido del modelo tecnológico actual que explica el interés de una
parte del feminismo por los temas de la ecología.
La cuestión es mucho más amplia y conecta inmediatamente con la
cuestión de la globalización y el modelo de desarrollo no sustentable que
Occidente está exportando. No voy a profundizar aquí sólo señalaré dos o tres
aspectos que son particularmente relevantes desde el punto de vista filosófico.
Uno de ellos es la crítica al modelo mecanicista de la naturaleza. La sociedad
tecnológica en que vivimos se asienta en un modelo mecanicista de naturaleza
que remonta a Bacon y Descartes. Recordemos la curiosa teoría cartesiana del
animal-máquina. En aquella época comienza a la vivisección o experimentación
con animales vivos. Descartes sostuvo que los gritos de dolor de los animales
en los laboratorios son los ruidos de un arte para ver, porque el animal, según
el filósofo, era incapaz de sufrir. Esa extravagante teoría del animal-máquina
fue muy combatida por las mujeres ilustras de la época, fue interpretada por los
partidarios de Descartes como prueba de que las mujeres no eran aptas para la
filosofía. Esta cuestión nos lleva de nuevo a la mencionada "otra voz" de las
mujeres en la ética. En un ejemplo de desvalorización de una virtud propia de
la ética del cuidado: la compasión, cualidad moral muy despreciada en la
historia de la filosofía. ¿Por qué ha sido despreciada la compasión? ¿Será
porque "tiene Género”? Históricamente, la compasión ha sido una actitud
femenina. ¿Su inferiorización se debe a que la condición de género afecta a
todo lo que toca? ¿Más, qué relación existe entre la teoría del animal-máquina
y la sociedad actual y sus problemas de salud y sustentabilidad? Para
responder a esa pregunta basta con pensar en los problemas alimentarios
actuales, en las “vacas locas", en los escándalos de los nitrofuranos
cancerígenos en las gallinas que afecta en la actualidad a Portugal, la situación
de los animales en las granjas industrializadas, y la tortura interminable de los
animales en la práctica de ganadería intensiva (Singer, 2002: 81-90), se han
transformado en miserables máquinas de producir carne implica, por supuesto,
un obrar cierta complicación sobre la naturaleza. Y al mismo tiempo, es una
visión de la naturaleza que nos está causando grandes estragos. Hay puntos
de contacto entre el modelo tecnológico de desarrollo y la visión androcéntrica
que se ha descuidado de algunas características o actitudes consideradas
femeninas. Sin embargo, no considero que esas características sean
femeninas por esencia. Muchos hombres pueden tenerlas también, pero no
forman parte del modelo histórico viril que se ofrece a los jóvenes preocupados
de afirmar su masculinidad. Por otro lado, es necesario tener presente que el
modelo de desarrollo tecnológico imperante no es explicable únicamente para
el análisis de género, sino que obedece a factores de muy diversa índole,
especialmente vinculado a poderosos intereses económicos. Sin embargo, no
se debe ignorar el elemento de género cuando se analiza la cosmovisión que
sustenta el actual modelo de desarrollo, procedentes de una cultura que
sistemáticamente excluye e interioriza a las. Los dualismos jerarquizados
naturaleza/cultura, razón/emoción, mente/materia, humano/animal,
hombre/mujer también han sido meticulosa y magistralmente puestos en
relación con la crisis Ecológica por la filósofa australiana Val Plumwood en su
análisis de la constitución histórica de una fantasiosa identidad (masculina)
dominadora que acredita no ser naturaleza en depender de ella para sobrevivir.
Un final abierto
Con este esbozo del panorama general, espero haber conseguido transmitir de
manera clara algo de lo que yo propongo: mostrar las diferentes tareas abiertas
para la filosofía desde la aplicación de la teoría feminista y de género. Son
estrategias temáticas que nos permitan descubrir caminos ocultos que vinculan
el pensamiento metafísico con la filosofía política, la ética y las opciones de
estilos de vida. Creo que el feminismo es actualmente una de las formas más
importante para la aproximación de la filosofía con la cotidianeidad. Es una
nueva perspectiva abierta a quienes quieran explorarla. Permite que la
venerable "madre de todas las ciencias" recupere lo que nunca debió dejar de
ser: un pensamiento en el cual definimos nuestras vidas, un pensamiento
apasionado en nuestra existencia, nuestra realidad y nuestro futuro común.