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Tema 2.

LA NOVELA DEL ARTISTA ARTE Y LITERATURA (GELL)


La obra maestra desconocida
1. Encerrado en su sueño, que le aparta de la realidad, Frenhofer cree haber logrado su objetivo de insuflar vida a la forma,
pero con la irrupción de la inquisitiva de los otros, se percata trágicamente de su ilusión, del espejismo que le ha hecho
concebir su deseo. En este sentido, como parábola moral, la lección fue fácil: Frenhofer, cual nuevo ángel rebelde,
ensoberbecido, cae víctima de su propia arrogancia desmesurada; como parábola artística, asimismo, Frenhofer fracasa por un
fatal exceso de idea, de pensamiento, de reflexión; por fin, concepción en estado puro, idealidad transparente, excesiva
abstracción de la realidad y caída en el desvarío, la ilusión, el autoengaño, la locura. Frenhofer es la primera víctima de desear
en demasía, de concebir en función del deseo, y el deseo es mortal por naturaleza.
Desde Balzac y sus contemporáneos todo el mundo parece conformarse con esta explicación, pero hay dos elementos,
desde mi punto de vista, cruciales, que se eluden en la cuestión. El primero, se refiere al hecho de que el lienzo de Frenhofer
no está en blanco, sino, por el contrario, repintado en extremo, discerniéndose en él un amasijo de líneas y capas de pintura
superpuestas que lo convierten en una figura artística incomprensible, aunque muy real. Una figura artística tan real que, en
otras cosas, no cuesta imaginar que lo que ha pintado o repintado Frenhofer es un cuadro abstracto, algo así como un Pollock.
Por otra parte, lo que da la medida del desvarío plástico, más que el galimatías visual de este sinfín de tachaduras, de esta
action painting, es el maravillo pie restante, un pie que se convierte en auténtica pieza de acusación. ¿Qué habría ocurrido, por
ejemplo, si el pie también hubiera sido borrado? Por de pronto, ni los inquisitivos visitantes podrían haber interpretado la tela
de Frenhofer como un fracaso, ni este habría sido consciente del mismo. No habría habido, como se dice en términos forenses,
habeas corpus, nadie podría haber establecido ninguna acusación de que el artista había perdido un pie, el pie en que todos se
apoyan en lo real.
El segundo elemento insidioso tiene que ver, desde mi punto de vista, con la insistencia posterior por continuar la locura de
Frenhofer, que no es otra cosa que la de que la realidad sea sustituida por el Arte o la Forma, por tanto, si hay que tomar a
Frenhofer como una simple raté, ¿cómo se explica la fascinación que sigue suscitando su caso en los siglos XIX y XX,
recreándose su trágica peripecia desde Zola hasta Rivette? ¿Por qué Cézanne se identificó con Frenhofer y por qué igualmente
fascinó a Picasso? Por último, ¿cómo se explica que el formalismo vanguardista concluya su periplo precisamente con una
obra que se concierta tan bien con la que sí realizó Frenhofer, una obra que es pura gestualidad, puro automatismo, pura
ilusión? […]
Esta extrema capacidad de abstracción —de intelectualización del arte— resulta, analizada con la suficiente perspectiva
histórica, premonitoria precisamente por contraponer en paralelo las líneas del arte y de la vida. […] fue, en efecto, el triunfo
de la Forma como absoluto o el ensimismamiento, luego llamado autonomía, de lo artístico. Este desvarío fue, no se puede
negar, muy fecundo, porque era muy moderno, y, sea cual sea la explicación psicológica del caso de Frenhofer, no cabe duda,
tampoco, de que se trató además del desvarío artístico de Frenhofer (FRANCISCO CALVO SERRALLER, «Introducción: ¿Una
inocente ilusión?», en Balzac, La obra maestra desconocida, 1985, Madrid, Visor, pp. 21-26).

2. Su naturaleza [a propósito del desesperado que solo es capaz de apreciar en la naturaleza ritmos y formas, esto es, el exceso]
sin cesar irritada e insatisfecha, vaga por el mundo, el mundo ocupado y laborioso; vaga, decía, como una prostituta, gritando:
¡Plástica, plástica! La plástica, horrible palabra que me pone la carne de gallina, la plástica le ha envenenado, y sin embargo,
solo puede vivir por este veneno. Ha desterrado la razón de su corazón, y, como justo castigo, la razón se niega a volver a él.
Lo más feliz que puede ocurrirle es que la naturaleza le hiera con una espantosa llamada al orden. En efecto la ley de la vida
exige que quien rechaza los goces puros de la actividad honrada, solo pueda ser sensible a los terribles goces del vicio. […]
Encaprichado en su sueño agotador, querrá encaprichar y agotar a los demás […] La afición inmoderada de la forma empuja a
desórdenes monstruosos y desconocidos. Absorbidos por la pasión feroz de la belleza, de lo raro, de lo bonito, de lo
pintoresco, porque existen grados, las nociones de lo justo y de lo verdadero, desaparecen. La pasión frenética del arte es un
cáncer que devora todo los demás; y como ausencia del arte, el hombre entero se evapora; la especialización excesiva de una
facultad conduce a la nada. […] La locura del arte es igual al abuso del espíritu. La creación de una de esas dos supremacías
engendra la necedad, la dureza de corazón y una inmensidad de orgullo y egoísmo (CHARLES BAUDELAIRE, «La Escuela
Pagana», 1852).

3. Se ve lo que se ha hecho, y la realidad, siempre severa, os da la medida que tenéis; pero se puede soñar lo que se habría
hecho mucho más bello, mucho más grande y magnífico; la página no ha sido escrita, la tela ha quedado blanca, y nada impide
suponer de ellas, como el Frenhofer de La obra maestra desconocida, de Balzac, una Venus junto a la cual las mujeres
desnudas de Tiziano no serían sino informes pintarrajados. Inocente ilusión, secreto subterfugio del amor propio que no hace
mal a nadie y consuela siempre un poco (THÉOFILO GAUTIER [1859], cit. por Calvo Serraller, p 23).

4. Y, ahora, la profundidad del cielo me conturba; me exaspera su limpidez. La insensibilidad del mar, lo inmutable del
espectáculo me subleva… ¡Ah!, ¿es preciso sufrir eternamente, o huir eternamente de lo bello? ¡Apártate de mí, Naturaleza,
seductora despiadada, rival siempre victoriosa! ¡Dejad de tentar mis deseos y mi orgullo! El estudio de lo bello es un duelo
en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido (CHARLES BAUDELAIRE, «El confiteor del artista» [aparecido en La
Presse el 28 de agosto de 1862], en Baudelaire, Pequeños poemas en prosa, Madrid, Cátedra, p. 53).

5. Frenhofer aspiraba al absoluto, a realizar aquello que los pintores «desconocían» por no estar al alcance de sus talentos: una
perfección artística que la Modernidad no lograría realizar. Como Satán o Prometeo, Frenhofer es también un transgresor, un
Fausto entre pintores que se propone desentrañar todos los secretos del arte (PAUL BAROLSKY, «Contar el fracaso en el arte»,
en Balzac, La obra maestra desconocida o el fracaso en el arte, Madrid, Casimiro, 2011, p. 8).

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