2. Su naturaleza [a propósito del desesperado que solo es capaz de apreciar en la naturaleza ritmos y formas, esto es, el exceso]
sin cesar irritada e insatisfecha, vaga por el mundo, el mundo ocupado y laborioso; vaga, decía, como una prostituta, gritando:
¡Plástica, plástica! La plástica, horrible palabra que me pone la carne de gallina, la plástica le ha envenenado, y sin embargo,
solo puede vivir por este veneno. Ha desterrado la razón de su corazón, y, como justo castigo, la razón se niega a volver a él.
Lo más feliz que puede ocurrirle es que la naturaleza le hiera con una espantosa llamada al orden. En efecto la ley de la vida
exige que quien rechaza los goces puros de la actividad honrada, solo pueda ser sensible a los terribles goces del vicio. […]
Encaprichado en su sueño agotador, querrá encaprichar y agotar a los demás […] La afición inmoderada de la forma empuja a
desórdenes monstruosos y desconocidos. Absorbidos por la pasión feroz de la belleza, de lo raro, de lo bonito, de lo
pintoresco, porque existen grados, las nociones de lo justo y de lo verdadero, desaparecen. La pasión frenética del arte es un
cáncer que devora todo los demás; y como ausencia del arte, el hombre entero se evapora; la especialización excesiva de una
facultad conduce a la nada. […] La locura del arte es igual al abuso del espíritu. La creación de una de esas dos supremacías
engendra la necedad, la dureza de corazón y una inmensidad de orgullo y egoísmo (CHARLES BAUDELAIRE, «La Escuela
Pagana», 1852).
3. Se ve lo que se ha hecho, y la realidad, siempre severa, os da la medida que tenéis; pero se puede soñar lo que se habría
hecho mucho más bello, mucho más grande y magnífico; la página no ha sido escrita, la tela ha quedado blanca, y nada impide
suponer de ellas, como el Frenhofer de La obra maestra desconocida, de Balzac, una Venus junto a la cual las mujeres
desnudas de Tiziano no serían sino informes pintarrajados. Inocente ilusión, secreto subterfugio del amor propio que no hace
mal a nadie y consuela siempre un poco (THÉOFILO GAUTIER [1859], cit. por Calvo Serraller, p 23).
4. Y, ahora, la profundidad del cielo me conturba; me exaspera su limpidez. La insensibilidad del mar, lo inmutable del
espectáculo me subleva… ¡Ah!, ¿es preciso sufrir eternamente, o huir eternamente de lo bello? ¡Apártate de mí, Naturaleza,
seductora despiadada, rival siempre victoriosa! ¡Dejad de tentar mis deseos y mi orgullo! El estudio de lo bello es un duelo
en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido (CHARLES BAUDELAIRE, «El confiteor del artista» [aparecido en La
Presse el 28 de agosto de 1862], en Baudelaire, Pequeños poemas en prosa, Madrid, Cátedra, p. 53).
5. Frenhofer aspiraba al absoluto, a realizar aquello que los pintores «desconocían» por no estar al alcance de sus talentos: una
perfección artística que la Modernidad no lograría realizar. Como Satán o Prometeo, Frenhofer es también un transgresor, un
Fausto entre pintores que se propone desentrañar todos los secretos del arte (PAUL BAROLSKY, «Contar el fracaso en el arte»,
en Balzac, La obra maestra desconocida o el fracaso en el arte, Madrid, Casimiro, 2011, p. 8).