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1 Universidad Pedagógica Nacional

2 Facultad de Humanidades
3 Licenciatura en Filosofía
4 Filosofía de la Educación
5 Pablo Vargas
6 Yuly Ramos
7 Ponencia
8 Aporías de la cultura contemporánea: El niño sicario (Parte I)
9
10 “Leo, escribo, divido, multiplico, resto y mato” (De Llano, 2012)
11
12 “Nos movemos en un mundo en que la miseria condena a muerte a unos y convierte en monstruos a
13 otros” (Kapuściński, 2004, pág. 248)
14 I
15 Este espacio busca ser una reflexión en torno al fenómeno del sicariato a partir de la primera
16 parte del texto de Mario Ramírez (Medellín 1961-), Aporías de la cultura contemporánea. En él,
17 el investigador antioqueño se inquieta por las formas cómo han llegado a constituirse nuestras
18 actitudes, pensamientos, modos y sentimientos frente a la muerte (Ramírez Ortiz, 2000, pág.
19 4). Para llegar a esa comprensión elige analizar tres fenómenos: el sicariato1, la indigencia2 y el
20 suicidio. Haciendo eco de sus inquietudes y explicaciones en el presente escrito buscamos
21 hacer un ejercicio de Historia comparada que, como apuesta, no tiene ni siquiera pretensiones
22 abarcadoras. En primer lugar quisimos ver qué es el fenómeno del sicariato en su sentido más
23 factual, renglón seguido hemos intentado desde una perspectiva psicoanalítica comprenderlo
24 para, posteriormente, adentrarnos en el cotejo ya anticipado: ver qué elementos unen y
25 distancian a niños milicianos y niños sicarios en Liberia y Colombia, respectivamente.
26 Esperamos con ello evidenciar que aún en realidades y contextos tan disímiles lo humano
27 siempre toca nuestras puertas. Finalmente, consideramos que un aspecto que involucra ambos
28 contextos y fenómenos es el aspecto educativo, por ello, a modo de conclusión encontraremos
29 una reflexión sobre la escuela como frontera y el ejercicio de la escritura como posible salida.
30
31 II
32 En el texto de Ramírez se analizan los tres fenómenos previamente mencionados aunque, el
33 acento está puesto en el sicariato. Por ello, a él nos dedicaremos dejando los restantes en un
34 segundo plano.
35 Los tres fenómenos, pese a sus diferencias, encuentran asidero y son producto de fenómenos
36 sociales comunes:
37

1
Sicarius es una palabra que aparece en la Roma antigua para designar a jóvenes asesinos a sueldo que mataban con una
daga o un cuchillo (sica, punta). Es por tanto, una antigua profesión que no depende de un tiempo o un espacio, es decir, no
designa una particularidad romana o colombiana sino que aparece como “una sombra siniestra que atraviesa la historia”.
Este carácter transversal imposibilita la realización de una psicología del sicario o, si quiera un perfil psicológico del mismo
(Ramírez Ortiz, 2000, pág. 31)
2
“La etimología de la palabra indígena frecuentemente suscita la pregunta de si su origen es el mismo que el de indigente,
una duda razonable, puesto que ambos vocablos comparten las primeras siete letras. La respuesta es que no, que a pesar de
provenir ambas del latín son voces de etimología diferente. Indigente proviene del latín indigens, -entis, sustantivo de tercera
declinación derivado del verbo indigere (carecer, tener falta de algo), formado por el prefijo indu- (una forma arcaica de in-) y
el verbo egere (estar privado de algo). Un ejemplo del uso de este verbo lo tenemos en este proverbio de la Vulgata: Qui dat
pauperi non indigebit (Al que da a los pobres nunca le faltará nada)” Recuperado de:
http://www.elcastellano.org/palabra/indigente

1
38  Son aporías porque entrañan dificultades lógicas. El autor ejemplifica este carácter
39 aporético con Freud: cuando él buscó una fórmula biológica para explicar la experiencia
40 vital del hombre, se encontró con una aporía que le impidió ir más allá; en consecuencia,
41 tuvo que dar un salto y pensar en una posibilidad transbiológica; descubrió entonces la
42 tendencia que empujaba al hombre a destruir y a destruirse a sí mismo En respuesta a
43 esa dificultad propuso la conjetura de la pulsión de muerte, y mostró las formas como
44 dicha tendencia operaba en la civilización. (Ramírez, 2013). Igualmente, son aporía
45 porque nos llevan al encuentro con lo que no es simbolizable o imaginarizable (Ramírez
46 Ortiz, 2000, pág. XII). De esta manera, el autor conducido por las ciencias sociales llega
47 a puntos de impasse a los cuales, de la mano de conceptos analíticos -trasladados al
48 campo de lo social- pretende dar respuesta. Los tres fenómenos, son, en últimas,
49 analizados como formas aporéticas de darle tratamiento al malestar y al sufrimiento
50 (Ramírez Ortiz, 2000, pág. XV).
51
52  Emergen con fuerza como síntoma de los malestares de la cultura capitalista. Un
53 sistema que, en sus desarrollos, engendró concepciones novedosas de la vida y de la
54 muerte: ellas adquirieron valores de uso y de cambio. Por ello, los tres fenómenos (en
55 sus actuales dimensiones) son productos del discurso3 capitalista (Ramírez Ortiz, 2000,
56 pág. XIV)
57
58  Paralelo a la transformación del discurso capitalista, el discurso científico como soporte y
59 producto del discurso anterior condujo a la modernidad a exaltar como uno de sus
60 valores la limpieza y el higienismo. Poco tardaría dicho discurso en extender su dominio
61 al campo de la comprensión de lo social. Así, los cientistas sociales echaron mano de
62 las metáforas higienistas para delimitar las cualidades de lo humano, de lo aceptado,
63 determinando qué sectores de la sociedad debían ser alojados en el campo de lo
64 indeseado, lo infectado, lo sucio, lo que debía ser eliminado. El discurso higienista que,
65 desde su nacimiento fue inherente a las connotaciones morales: “limpiar el cuerpo era
66 sinónimo de purificar el alma”, fue también haciéndose inherente a las estratificaciones
67 sociales: las capas altas de la sociedad se identificaron con lo limpio en contraposición
68 con las capas bajas que empezaron a ser identificadas y discriminadas como sucias
69 (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 16).
70
71 Otra de las raíces que echó a andar el discurso científico condujo a la aceptación del
72 suicidio. Él delegó a la ciencia y a la medicina la tarea de mantener a raya y derrotar la
73 muerte: dejó ella de estar en el dominio público donde era vigilada, castigada y
74 circunscrita, pasó a estar en el dominio de lo privado (el cadáver era velado en casa,
75 sepultado en familia) por lo que, pasó a depender cada vez más de la voluntad
76 individual. Esta es radicalmente distinta a la concepción medieval. En aquellas épocas el
77 ser humano tenía prohibido intentar modificar su destino: las ideas de una muerte súbita
78 o de la modificación de su existencia le aterrarían (Ramírez Ortiz, 2000, págs. 63-65)
79
80  Una actitud característica de los seres humanos contemporáneos es su
81 búsqueda/pretensión de inmortalidad. Este desafío constante de la muerte nos permite

3
Un discurso es una forma que tenemos los seres humanos de hacer lazos sociales, según Ramírez, los fenómenos analizados
–vía discurso capitalista- figuran como variantes del discurso del amo moderno. Este último es un concepto que encuentra su
origen en la modernidad y es retomado por Lacan para analizar al ser humano contemporáneo. A grandes rasgos en él, el
amo ordena al esclavo, que está en el lugar del goce, y saca de su saber-hacer un plus-de-goce.
2
82 entrever en el sicario, el indigente y el suicida actitudes aporéticas frente a una norma de
83 preservación de la vida.
84
85  Los tres son fenómenos que, aunque tienen raíces profundas, encontraron en la década
86 de 1980 su periodo de consolidación y, durante la primera mitad de la década de 1990
87 su momento de algidez (salvo el suicidio que ha encontrado en las primeras décadas del
88 siglo XXI sus años de apogeo y en las nuevas tecnologías su arma más letal).
89
90 Con estos elementos en consideración, pasemos a ver el sicariato.
91
92 En el contexto de la llamada década oscura (1980) un nuevo fenómeno emergió transformando
93 por completo todas las esferas del orden social: el narcotráfico. La década de 1980 representó
94 para Latinoamérica en general, y Colombia en particular, un momento de recesión económica,
95 marcada por altos índices de inflación, disminución significativa del PIB y, el natural efecto: la
96 reducción del gasto público social por habitante. Una crisis económica tal que, claro está, tuvo
97 sus altos, sus bajos y sus particularidades regionales condujo a la implantación de políticas y
98 gobiernos neoliberales que no harían más que acentuar el profundo malestar social durante
99 década de 1990.
100
101 El sicario, como producto y productor de este contexto puede ser interpretado como un dejo del
102 discurso capitalista, pues, bajo su imperio, se efectuó la transformación de la vida del
103 semejante en valor de uso y de cambio (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 8) y, mediante tal
104 conversión, el joven se vinculó como productor y como consumidor: su producto era la muerte,
105 mediante él se vinculaba al mercado como consumidor. Según Ramírez, mediante este último
106 rol, el sicario ofrecía paliativos a sus sentimientos de odio y recelo intentando saciar con
107 productos de alto valor las distintas privaciones a las que había estado sometido en su vida
108 anterior a su oficio sicarial (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 13). Emerge él también como producto
109 del discurso jurídico: la conversión del niño en el “ente jurídico llamado menor”. Esta
110 transformación supuso la inimputabilidad del niño y del joven, (dado amplio reconocimiento de
111 derechos y la casi nula concesión a los deberes) y ubicó al Estado y a la sociedad colombiano
112 en un sector de impotencia: carecían de mecanismos de corrección, vigilancia y castigo a la
113 transgresión de las leyes efectuadas por estos nuevos entes jurídicos (Ramírez Ortiz, 2000,
114 pág. 8)
115
116 Todo este panorama se fue articulando, convergiendo en el deterioro del lazo social (o, del
117 gran discurso unificador) como resultado de la fractura en las creencias en la educación, el
118 trabajo, la familia, y los demás mecanismos institucionales de socialización. El futuro se
119 clausuró así para generaciones enteras de niños y de jóvenes que quedaron atrapados en las
120 fuerzas centrífugas de la pobreza, la desigualdad, la intolerancia y el individualismo. Estos
121 elementos desarticularon los referentes valorativos que reforzaban la cohesión social y dejaron
122 el camino libre a la criminalidad (Cisneros, 2014, pág. 8). Los niños y los jóvenes dejaron de
123 creer en el trabajo y en la educación como fuentes de valor. En consecuencia, las condiciones
124 sociales del delito y el sentimiento, real o justificado, ante la práctica del crimen engendraron
125 reacciones afectivas que dieron lugar a importantes cambios de conducta orientados a las
126 actividades criminales: ellos no sólo afectaron la calidad de vida de la población por sus efectos
127 (tanto en el plano psicológico como social) sino que contribuyeron al establecimiento de ciertos
128 estereotipos acerca de los jóvenes delincuentes (Cisneros, 2014, pág. 8). Es decir, además de
129 las condiciones económicas, políticas y sociales de emergencia del joven criminal, se crearon
130 las condiciones simbólicas: el sujeto estigmatizado.
3
131
132 La creación de todas estas variedades de canceres sociales no haría más que redundar en
133 malestares mayores. Precisamente, un subproducto, tanto del escepticismo frente a los
134 mecanismos estatales, como del sicariato, fue la emergencia de los autodenominados grupos
135 de limpieza social. Estas agrupaciones, que inicialmente, ante la impotencia por el aumento de
136 los niveles de criminalidad, enarbolando también principios de individualismo y privatización de
137 las acciones punitivas asesinaban a delincuentes y a sicarios, pronto se saldrían de control
138 convirtiéndose en una cabeza más del cancerbero. Con el transcurrir de los años, las
139 preocupaciones higienistas de estos grupos –tanto de origen privado como estatal- se fueron
140 extendiendo a otros sectores de la población: incluían a trabajadoras sexuales, homosexuales,
141 habitantes de calle, sindicalistas, líderes de izquierda, recicladores de basura, drogadictos,
142 mendigos, enfermos mentales (Ramírez Ortiz, 2000, págs. 14-18) y, actualmente, se han
143 sumado a sus fauces personas extranjeras.
144
145 Ahora bien, se pensaría que este tipo de violencia es exclusivo del contexto colombiano, pero
146 no, ya previamente otras naciones latinoamericanas habían hecho uso de esta modalidad
147 (Honduras, Guatemala, Brasil). Al respecto señala Ramírez que, aunque distintas ciencias
148 sociales y humanas han escudriñado en el fenómeno por lo sistemático de su proceder y la
149 extensión tanto de su organización (que incluye a políticos, militares, comerciantes,
150 funcionarios públicos y organizaciones cívicas) como de su aplicación (en Colombia era apenas
151 1980 cuando ya cobraba hasta 700 víctimas anuales) poca o ninguna reflexión existe en torno
152 a la cultura, la civilización y la mentalidad que subyacen a la producción y tolerancia del
153 fenómeno, menos aún, desde la perspectiva psicoanalítica. Aún cuando, son estas formas
154 inconscientes de pensar, de actuar y de sentir de los seres humanos los que moldean las
155 distintas épocas” (Ramírez Ortiz, 2000, pág. XII)
156
157 Para finalizar, se podría decir que un elemento utilitario adereza los discursos capitalista e
158 higienista ya mencionados: los artífices de la limpieza social no sólo actúan con convicción
159 teniendo un modelo diáfano de sociedad perfecta sino que, se erigen en garantes y redentores
160 en la consecución de ese deber ser, aún más, el arrojo con que llevan a cabo su empresa parte
161 de la creencia en el amplio beneficio que generan pues –según ellos- no sólo el conjunto social
162 percibe los beneficios, la familia misma al verse relevada de tal molestia y el sujeto mismo que
163 encuentra sosiego en la muerte se ven favorecidos (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 19). Pasemos
164 ahora a ver los elementos psicoanalíticos que subyacen a estos fenómenos.
165
166 III
167 Los fenómenos estudiados por Ramírez tienen como eje transversal las relaciones que entre el
168 poder, el saber, el sujeto y el goce se traban (haciendo clara alusión a las ecuaciones
169 lacanianas). Encuentra así que, la actividad sicarial llega a canalizar las vidas de jóvenes que
170 habían desertado de la escolaridad y encontrado en las bandas nuevas formas de
171 socialización: “ellos declaraban no saber ningún oficio y fueron luego conducidos a hacer del
172 asesinato su único saber hacer” (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 9). De ello se podría colegir que, el
173 saber (anclado en las instituciones escolares) en Colombia no figuraba como transformador,
174 como liberador, más bien, aparecía como revelado, se brindaba (y se brinda) como si de
175 recetas se tratara.
176
177 Con un saber así comprendido, el poder era otorgado al tener o, mejor aún, al estatus del
178 poseer. De esta manera, la consecución de un estatus, un reconocimiento y una capacidad
179 económica encontraron en las condiciones psíquicas y sociales de los jóvenes sicarios su caldo
4
180 de cultivo. Ellos se convertirían en los ejecutores directos de las órdenes de los jefes: la
181 mayoría de las veces asesinaban sin saber las identidades de sus víctimas o los móviles del
182 hecho (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 9) y, tanto su edad, como sus concepciones de la ley y la
183 culpa, le permitirían cierta evasión de su responsabilidad, tanto al nivel moral como penal4.
184 Esta generación de sicarios estudiada por el antioqueño podría figurar como pionera en el
185 ejercicio de dicho oficio, labor que, dicho sea de paso, se ha transformado de forma paralela a
186 las exigencias del mercado y sus violencias. En las familias de estos jóvenes -usualmente
187 monoparentales- se establecía una especie de matriarcado en el que, por un lado, se concebía
188 como absolutamente incondicional el amor de la madre y, por otro, el bienestar y los deseos de
189 la misma ocupaban un lugar preeminente en la escala de valores de los jóvenes sicarios. Era
190 una relación casi religiosa: la madre figuraba como la Virgen, abnegada e inconstante y el hijo
191 como Jesucristo, su protector dependiente y amoroso.
192
193 Esta relación es sumamente ilustrativa de algunos postulados psicoanalíticos así, siendo estos
194 jóvenes de extracción campesina y de estratos socioeconómicos bajos -en su mayoría- con
195 frecuencia se encontraban en los mismos una capacidad de sacrificio y abnegación en torno a
196 la figura de la madre que no hallaría parangón fácilmente. El autor, hace eco de esta
197 particularidad y analiza el fenómeno a partir de distintos conceptos psicoanalíticos:
198
199  El complejo de Edipo. Tiene dos polos. El positivo está caracterizado por la inclinación
200 amorosa del hijo varón hacia la madre y la rivalidad hacia el padre, el segundo, de orden
201 negativo, entrevé un fenómeno contrario: el padre es objeto de inclinación amorosa
202 mientras la madre se hace acreedora de hostilidad. Ambos polos confluyen en el sujeto
203 configurando relaciones ambivalentes con el padre (no es el padre biológico, que puede
204 incluso estar ausente, es un padre simbólico: la ley, la autoridad, los valores), la madre
205 (las formas transgresoras de esas autoridades transmitidas por la palabra de la madre) y
206 los hermanos.
207
208 En el caso de los sicarios, este complejo permite entender cómo en el sujeto sicario el
209 debilitamiento de la figura paterna y la creciente hostilidad hacia la misma le permite
210 sublimar la pulsión thanática en un acto criminal, a ello añadamos que en las primeras
211 generaciones de sicarios las figuras materna y paterna biológicamente todavía aparecen
212 en alguna medida diáfanas, pero, las generaciones recientes que han visto el
213 incremento de los embarazos adolescentes trazarán de forma muy borrosa sus figuras
214 materna y paterna tanto de forma biológica como simbólica. Esta nubosidad debilitará
215 aún más la figura paterna posibilitando mayores emergencias de sublimaciones
216 criminales.
217
218  El complejo de destete. Este a grandes rasgos consiste en los distintos momentos de
219 separación irreversible entre hijo y madre. El primer momento en el que este complejo
220 explota es el alumbramiento, en el caso de los sicarios Ramírez lo trae a colación (el
221 complejo) porque la experiencia analítica verifica que mientras más ideal es una madre
222 más impide a su hijo la remisión de su goce a otra mujer de manera que, podría casi que
223 trabarse una relación de proporción directa: entre más idealizada esté por su hijo, más

4
Aquí pensaba en la lejanía, la distancia, tanto simbólica como real que media la ejecución del asesinato y cómo, por esta
misma razón, una lectura como la de Lévinas podría resultar risible para el sujeto sicario. Igualmente recordaba el concepto
de “banalidad del mal” formulado por Arendt y, observaba cómo esta cuestión agentiva delegaba la culpa y las
responsabilidades a un ente superior.
5
224 idealizado tenga ella a su hijo y, a su vez, más al margen se sitúe del desear y ser
225 deseada por otro hombre mayores dificultades encontrará el hijo, pues esa relación
226 prohibida con la Madre-Virgen-Ideal no sólo le niega el acceso amoroso a otra mujer
227 sino que le condiciona a una relación de servidumbre frente a ese amor materno
228 (Ramírez Ortiz, 2000, págs. 25-27)
229
230  La ley simbólica. Definida psicoanalíticamente por el nombre del padre es transmitida
231 por la madre o bien como una versión perversa del padre o bien como aquello que
232 puede conciliar las pasiones. El interés en esta ley en términos generales radica en que
233 “el nombre del padre articula el deseo con la ley que prohíbe el parricidio y el incesto”.
234 En el caso del sicario usualmente es la versión perversa la que prima por lo que su la
235 articulación no encuentra otra forma de exteriorización/resolución que la muerte del otro
236 (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 28)
237
238  La ética perversa. Usualmente se afirma que el sicario carece de ética –sostiene
239 Ramírez- pero, con esta afirmación se evidencia, en primer lugar, una confusión entre
240 ética y moral y, en segundo lugar, la creencia de que sólo existe una tipología ética
241 olvidando la existencia de una ética perversa cuya máxima nota encuentra en el
242 Marqués de Sade su mejor instrumento.
243
244  Identificación. “Es el proceso psíquico inconsciente que constituye la personalidad de
245 todo sujeto”, son las identificaciones tanto reales como imaginarias las que permiten la
246 emergencia del sentido de pertenencia a una colectividad. En la conformación de una
247 masa artificial, desde la lectura freudiana, la libido se distribuye en dos sentidos: en
248 dirección vertical hacia el líder, en dirección horizontal hacia los compañeros. Los
249 miembros del grupo ambicionan el lugar del líder mientras rivalizan y se solidarizan
250 ambivalentemente con sus compañeros (como reflejo de su relación con los hermanos o
251 complejo de intrusión, otro de los rostros del complejo de Edipo).
252
253 El narcisismo es la investidura de amor propio que cada sujeto posee. En la
254 conformación de las masas/bandas, este amor se restringe para ubicar la figura del líder
255 (el ideal de yo de cada integrante). De esta manera, el narcisismo se transfigura en amor
256 al otro aunque, se ve compensada en el narcisismo de la banda (Ramírez Ortiz, 2000,
257 pág. 37). Todo este proceso está mediado claramente por la identificación. Este
258 elemento narcisista no excluye que en el fondo prime una tendencia pulsional mortífera:
259 son asociaciones creadas para matar.
260
261  Código. Es lo que en psicoanálisis se llama el Otro: el lugar donde, por un lado, se
262 encuentra el tesoro de los significantes, y por otro, se erige en el lugar de comunicación,
263 donde a partir de esos significantes los sujetos se reconocen por su uso y comprensión
264 (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 33). Son las acciones, sentimientos, valores y lenguajes que
265 fundan la pertenencia a la banda. Quizá, no sobre aclarar que es este último, un Otro
266 entre muchos posibles.
267
268  La violencia contra lo sagrado o los destellos de totemismo. En este punto,
269 interviene -según Ramírez- un Dios oscuro: el goce que exige tributos de muerte
270 (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 30). En el mundo del sicario el fenómeno del rito
271

6
272 Nos preguntábamos por el lugar de la culpa en este esquema del aparataje psíquico del
273 sicario y suponemos que de alguna manera aquí aparece, pues la culpa es exorcizada
274 mediante actos rituales
275
276  Agresividad. Espejo, Lacan conversión de la agresividad en agresión “un complemento
277 de agresividad sublimada que produce angustia, que le es calmada en la repetición
278 constante del acto de asesinar” (López Muñoz, 2012, pág. 9) Conversión del prójimo en
279 rival, y del rival en enemigo. Igualmente del deseo en goce.
280
281  Líder Ideal del yo (superyó). El ideal del yo es una instancia psíquica a la que se
282 atribuye la conciencia moral, la crítica del yo. Esta instancia, vía identificación, es
283 sustituida por la figura del líder (Ramírez Ortiz, 2000, pág. 40)
284
285  Génesis del sujeto llamado criminal. No se puede limitar, aunque, de alguna manera
286 dicha génesis tiene relación con el debilitamiento de la función paterna. Sostiene López
287 que este debilitamiento tiene como abrigo las “sociedades humanitaristas”. Un tipo de
288 sociedad cuyos ideales se constituyen como una mezcla entre humanismo y utilitarismo
289 de tal manera que, al quedar comprometida en el movimiento acelerado de la
290 producción, no puede reconocer más la significación de la culpa y del castigo. Relega
291 estos últimos a la merced de los fines correccionales o en la penumbra de lo que llama
292 el fariseísmo prevencionista. Fueron sociedades que se encargaron de debilitar la
293 estructura adecuada para ingresar a la norma, sin que el significante amo desapareciera
294 (López Muñoz, 2012, pág. 14)
295
296  La anomia. Asociada con el desorden y la violencia extrema, también tiene una
297 acepción moral ligada al orden social5; por ello, cuando en una sociedad se pierde la
298 fuerza para regular, cohesionar e integrar a los sujetos, el resultado son varias
299 consecuencias como el desastre económico, la ruptura del equilibro del orden social o
300 los lazos con la cultura y, en mayor o menor medida, la capacidad para sublimar la
301 tolerancia a la frustración. Así, algunos de los integrantes del grupo social quedan
302 perturbados y desadaptados en relación con la nueva situación (Cisneros, 2014, pág.
303 15)
304
305 Ella en términos generales se traduce en una separación entre sujeto-institución-
306 sociedad. Es decir, la desaparición de los vínculos sujeto-sociedad. Esta ruptura es la
307 que provoca un distanciamiento cada vez mayor entre el sujeto y las normas, como
308 resultado de la pérdida de reconocimiento, credibilidad e importancia de la comunidad.
309 Es el resultado del miedo al otro, por lo que la sociedad deja de ser vista como
310 proveedora no sólo de la seguridad, sino también del arraigo y la identidad, la expresión
311 de un valor amplio de respeto al otro, a nosotros y a nuestro entorno (Cisneros, 2014,
312 pág. 13)
313
314 Tras analizar algunos de estos elementos, concluye Ramírez de forma no definitiva que la
315 convergencia de estos fenómenos en el joven sicario impiden que encuentre la forma de
316 sustituir la figura paterna. La Madre-Virgen es irremediablemente prohibida como mujer, de allí

5
La anomia para Durkheim, es la negación de toda moral, entendida esta última como la acción solidaria y de cohesión al
grupo. En consecuencia, es un fenómeno social en el que todo sujeto debe obedecer las reglas de conducta que la sociedad
establece. Por eso es que el hombre es un ser moral, simplemente porque vive en sociedad. (Cisneros, 2014, pág. 5)
7
317 la forma de resolución suicida: asesinando al padre representado en el otro, mediado siempre
318 por la devoción materna y muriendo en su consecución (Ramírez Ortiz, 2000, págs. 28-29) El
319 Estado, comprendido como padre se hace también acreedor de la hostilidad del sicario. Él,
320 como una forma de violencia instaurada en la cultura, logra sus efectos destructivos en una
321 sociedad que tiene debilitada la interiorización de la norma socialmente aceptada (la función
322 paterna) (López Muñoz, 2012, pág. 11) pero a su vez, los sigue reproduciendo.
323 Terminemos con la conclusión de la carta que Freud envía a Albert Einstein para explicar su
324 posición sobre la guerra. Evitemos así el inminente pesimismo:
325 “Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura
326 trabaja también contra la guerra” (Freud, 1932)
327
328 Trabajos citados
329
330 Cisneros, J. L. (2014). Niños y jóvenes sicarios: una batalla cruzada por la pobreza. El
331 Cotidiano (Julio-Agosto) .
332 De Llano, P. (9 de Abril de 2012). "Seguiré hasta el fin. Mato o caigo". El País ,
333 https://elpais.com/internacional/2012/04/04/actualidad/1333550793_104937.html .
334 Freud, S. (1932). El Mundo. Recuperado el 07 de 06 de 2019, de Carta de Freud a Einstein:
335 https://www.elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=19216
336 Kapuściński, R. (2004). Ébano. Ediciones Folio.
337 López Muñoz, L. (2012). El sicariato: Una mirada psicoanalítica .
338 Ramírez Ortiz, M. E. (2000). El sicariato, la indigencia y el suicidio como aporías sociales en
339 Colombia. En M. E. Ramírez Ortiz, Aporías de la cultura contemporánea . Medellín: Universidad
340 de Antioquia.
341 Ramírez, M. E. (5 de Julio de 2013). Mario Elkin Ramírez. Recuperado el 31 de Mayo de 2019,
342 de https://marioelkin.com/blog-nota-biografica-de-mario-elkin-ramirez-ortiz/
343
344 Pío Sanmiguel Consideraciones previas al estudio de la violencia 1993
345
346 1) Solamente hay violencia en el orden del lenguaje
347 2) No ha violencia sin palabra
348 3) La violencia solamente es posible allí donde hay un cuerpo
349 4) La violencia es siempre violencia del Otro
350 5) La violencia se constituye en exterioridad a lo social
351 6) “1- R. Lo imaginario de la violencia se inscribe en el real del cuerpo. El acto de violencia
352 es una realización de lo imaginario (R - 1).
353 S - I. Lo simbólico de la violencia se inscribe en lo imaginario de la institución. La
354 violencia institucional imaginariza lo simbólico (1- S).
355 R - S. Lo real de la violencia solamente puede hallar una inscripción en lo simbólico del
356 mito. El mito simboliza lo real (S - R).
357 7) La violencia no es erradicable; cuando más, podemos hacemos un nudo”
358 8) Los fenómenos violentos, se generan por el desarrollo al interior de una cultura
359 9) La violencia como tal no puede ser dicha en palabras, sino que se define por sus efectos
360 10) La violencia es el poder de la palabra

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