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ANTITIERRA DE VALERIA TENTONI O “LAS COSAS QUE APARECEN COMO LO QUE SE PEGOTEA EN

EL FONDO DE UN FRASCO DE MERMELADA”

“Contaron nueve planetas y no se quedaron contentos. Se dijeron


Que debía haber uno más para completar el número perfecto.
Lo llamaron Antitierra, el décimo planeta ficto. Estaba justo
Detrás de nosotros, por eso no podíamos verlo.
Como alguien que llega por la espalda y te tapa los ojos,
Te pregunta quién soy.
Nos engañamos con paciencia, nos esmeramos.”

Cuando a Valeria Tentoni le preguntaron en una entrevista sobre el por qué de algunos de sus
intereses y oficios, al llegar al punto de la poesía, se remitió a su experiencia como estudiante de
último año de abogacía en la Universidad de Buenos Aires y terminó contando a su entrevistador,
cómo la embargaba, por aquel entonces, un sentimiento de inutilidad y desesperación al momento
de enfrentar los duros casos con los que tuvo que lidiar en su práctica de servicios jurídicos gratuitos.
Todo esto para explicar que ella no pudo hacer otra cosa distinta, con toda la desesperación
experimentada en dicha época, más que escribir un libro de poesía.
De esta manera, ante la pregunta ¿por qué la poesía?, Tentoni no sólo responde de la manera más
ilustrativa posible, sino que además, logra entregarnos algunas claves para vislumbrar varios de los
aspectos más importantes de su obra. ¿Por qué la poesía? Y ella esgrime: “Porque no sé vivir de otra
manera. No sé cómo se tolera la violencia del mundo sin escribirla. Cómo se negocia con la realidad
sin procesarla en un texto”. Estas palabras pronunciadas por la autora en aquella ocasión, hoy
cobran para mí mucha importancia y un mayor sentido. Y es que después de leer su poemario
titulado Antitierra, creo entender muy bien a lo que se refiere cuando habla de la violencia del
mundo que sólo puede tolerarse a través de la escritura.
Se podría decir, para empezar, que con esto Tentoni alude a toda esa amalgama de experiencias a
las cuales se enfrenta alguien día a día por el simple hecho de existir, esto es, las incertidumbres
que rondan nuestra existencia o lo absurda e inútil que en ocasiones resulta la vida en algunos
sucesos diarios, pero también, parece referirse a esa única y violenta certeza que puede tener cada
uno de los elementos que constituye y habita nuestro mundo, porque en medio de las pobres
verdades humanas de naturaleza siempre provisoria, idea que recalca la autora en varias ocasiones,
sólo nos queda la certeza sangrante de que todo cambia y se deteriora hasta abrazarse en el ritual
cotidiano de la muerte. Una violencia difícil de tolerar y que Tentoni logra capturar magistralmente
en Antitierra.
Publicado en el año 2014 por la editorial chilena Libros del Pez Espiral como parte de la Colección
Pez Espada, Antitierra, es el acertado y simbólico nombre que recibe el cuarto poemario de la
argentina Valeria Tentoni. Una obra conformada por 41 textos de variado tamaño que se alimentan,
en su mayor parte, de anécdotas cotidianas e íntimas de la autora y aluden directa o indirectamente
a la fugacidad de la verdad, el paso inevitable del tiempo y la muerte. A excepción de uno, todos los
poemas de esta obra carecen de un título, a cambio de ello, se identifican con un vistoso primer
verso en mayúscula sostenida. Un libro que no supera las 62 páginas y se destaca por un impecable
trabajo de edición que acentúa de manera significativa la potente unidad conceptual de la que goza
este poemario.
Se trata pues de una colección de textos breves que rescata por medio de un lenguaje marcado por
la inocencia, la duda y el humor, esos pequeños detalles y acontecimientos de la realidad que
gravitan sobre nosotros como un planeta oculto que nunca logramos ver. Siendo así, cada uno de
los poemas de esta obra, además de hacer evidente la naturaleza de nuestras verdades siempre
moribundas, es una suerte de ventana por la que podemos ver todas esas cosas y acontecimientos
que, de no ser contemplados por los ojos de la poesía, estarían condenados, como la Antitierra de
los antiguos griegos, a existir a nuestras espaldas como una adivinanza que nunca intentamos
resolver y la cual quedará difuminada en nuestros días olvidados como si todo “siempre hubiese
estado así”.
Es acá donde cabe preguntar ¿cuál es ese planeta oculto que Tentoni nos muestra a través de sus
poemas? Será acaso ese conjunto de verdades que ya no lo son, porque “la verdad cambió”, como
lo dice el epígrafe con el que se abre el libro, y simplemente reaparecen como muertos vivientes
únicamente para decirnos que ya no somos los mismos que alguna vez fuimos, porque “Todo lo que
brilla es satélite de alguna estrella opaca” y “algún día esa estrella dejará de existir/ antes que sus
rayos/ y caeremos a una fe ridícula”. Así sucede en tantos de sus poemas donde se evoca una de
esas verdades/mentiras/creencias, vencidas por el tiempo y el peso de la vida, como por ejemplo
ocurre en ese poema tríptico que habla de la mujer que daba la hora cada vez que alguien llamaba
al #113. O en aquel otro texto donde se pone en entredicho todo lo que se afirma sobre Leonardo
Da Vinci. O ese en el que cuenta cómo descubrió que el ruido no venía de la panadería, como lo
había pensado siempre, sino del supermercado chino. O incluso en aquel poema donde evoca cómo
se desengañó de que las espinas no mueren. Pero para que seguir redundando en ejemplos si basta
con citar un poema que lo puede ilustrar todo en sus escasos doce versos:
CRECIÓ UN ÁRBOL EN EL PATIO.
Tardó diez años y esperó
A que nos fuéramos
Para estirarse hacia arriba y cubrir
Parte del terreno del vecino, sobre
La medianera, para crecerse
Unas espinas magnificas
Con las que podría
Punzar el corazón de la nena que fui
En esa casa
Y comprobar que ya no sangra.

Como se puede observar, nunca hay certeza de nada, ni en las cosas más banales, ni en las cosas
más serias y graves. La verdad es provisoria, nos dicen los versos de “La Antitierra” y la exactitud es
“la base aritmética de la mentira”. Porque lo queramos o no, la verdad semejante a una estrella
condenada extinguirse se reviste de exactitud para enajenarnos y perdurar, pero la exactitud, como
lo sugiere la poeta, es tan solo “una versión/ entre todas las posibles/ de un hecho” y la verdad así
se cubra de eternidad, tarde o temprano perece. Esta es una idea esencial en la obra y es también
el núcleo del antepenúltimo poema que, aunque no tiene nombre, es el que le da título y reviste
con una suerte de unidad temática todo el poemario. Es allí, en el poema que inicia con el verso
“ESTE ES MI AÑO NUEVO”, donde se nos habla de la Antitierra y de que nada es seguro, de que
siempre “algo empieza, algo termina,/ todo se hilvana con la gracia/ de lo que se completa a
nuestras espaldas”. Es justo allí, llegando al final, donde se esclarece que de lo que se nos estuvo
hablando siempre, fue de lo que ya no es, de lo que cambio, de la fe de erratas de nuestra realidad,
de lo fue posible “pero al final no”.
De esta forma, la duda ronda por los versos de este libro, con sus múltiples peros, hincándole el
diente a todo a su alrededor, agudizando la incertidumbre y el sentimiento de la soledad, que en
ocasiones se apropia de la voz lírica que nos habla siempre desde un tono meditabundo y
confidencial, con una actitud carmínica y apostrófica que se alternan y nunca desentonan. Unas
veces partiendo de la lejana infancia poblada de objetos que vistos desde la distancia del tiempo
parecen haber crecido o muerto de a poco con ella. Otras veces desde las anécdotas más cotidianas
que van desde vivencias propias de la vida en calle, como esa de la bici con la llanta pinchada o la
del semáforo que fue reparado sin que nadie se percatara o aquella salida al hospital con mamá.
Pasando por otras tantas anécdotas enmarcadas en la intimidad del hogar, el cuarto en la noche, el
jardín devastado por el granizo, las mascotas que vienen y van, la casa inundada, una reunión
familiar, el funeral on line de Whitney Houston que vio un sábado. Hasta llegar algunas anécdotas
propias de la escritura, textos que son verdaderas joyas meta-literarias como ese poema que
empieza diciendo “ESTABA POR ESCRIBIR UN POEMA DE ODIO”
En este orden de ideas, el planeta oculto que nos muestra Tentoni, no sólo se constituye de verdades
obsoletas y desengaños patrocinados por el tiempo. También se configura a través de la
visualización de todas aquellas cosas y sucesos que viven, cambian y mueren ante nuestros ojos,
pero que por alguna razón nos resistimos a reconocer y a recordar, ya sea porque se pierden en la
maraña de la cotidianidad porque nos parecen insignificantes e inútiles, ya sea porque vivimos
deslumbrados por las verdades que nos hipnotizan con su falsa aura de eternidad. En fin, la
Antitierra de Tentoni no está solamente a nuestras espaldas, está en todos lados, en los recuerdos,
“en el derrumbe imperceptible del presente”, en las espinas que “mueren pero siguen lastimando”,
en el afilador que pasa por la puerta de la casa, en la muerte de un desconocido, en el antiguo hogar
que pareció encogerse cuando nos fuimos, en un pájaro despierto a media noche, en un corazón
redondo, en los limoneros de la cuadra, en esas miguitas de pintura que caen sobre la alfombra
cuando la puerta se golpea, y en el futuro, incluso en el futuro como una promesa irrevocable, en el
futuro como un lugar ajeno al que llegaremos tarde y siendo todo aquello que nunca fuimos. Por
eso dice Tentoni:
“QUIERO REVENTARME
Contra el futuro
Como un insecto de esos
Que se convierten en estrellas en la ruta
Sobre el cielo polarizado
De un parabrisas ajeno”

Se puede afirmar entonces, que nos encontramos ante un poemario contundente de principio a fin,
que logra por medio de un lenguaje fresco, despojado de artificios y adornos innecesarios, plantear
las reflexiones y los cuestionamientos más profundos sobre la existencia. Un poemario sincero y
ameno, pero no por ello ajeno a la incertidumbre y la ambigüedad. Una colección de textos que te
permite ver la Antitierra mientras te grita que no son más que patrañas y cosas inútiles y tristes
como todo lo que inventamos para engañarnos. En este libro florece una poética distinta,
alimentada de la anécdota personal y el lenguaje cotidiano, una poética con la que Tentoni responde
a la violencia del mundo, a la soledad y a la muerte: una poética que podríamos bien llamar La
poética de las verdades provisorias. Una propuesta capaz de revelar en un mismo movimiento, la
violencia del mundo y los tesoros olvidados que aguardan en todas “LAS COSAS QUE APARECEN
COMO LO QUE SE PEGOTEA EN EL FONDO DE UN FRASCO DE MERMELADA”. Cabe anotar que todo
lo que he dicho no es menos provisorio que todas las verdades obsoletas recogidas por Tentoni
como vidrios rotos del suelo.

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