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El adolescente en el siglo XXI

El mundo actual de los chicos es fundamentalmente visual, poblado de pantallas y muy


diferente al que vivían los adultos de hoy, que fueron adolescentes en el siglo XX. Hoy, la
identidad de los chicos y adolescentes se define en gran medida por los usos que hacen de
los medios de comunicación y las tecnologías. Con frecuencia se los llama nativos digitales
y generación multimedia.
La nueva «sociedad de adolescentes» es culturalmente independiente. Posee su lenguaje,
su moda, su música, sus medios de comunicación y sus modelos de comportamiento, que
a menudo se definen en oposición a los de sus padres. Y todo ello estaba reforzado
publicitariamente, porque la cultura adolescente está dando lugar a un nuevo mercado con
un gran potencial consumidor.
«Vivimos», escribía Coleman en 1959, «una paradoja peculiar: en nuestra compleja
sociedad industrial hay cada vez más cosas que aprender, y la educación formal es cada
vez más importante para abrir oportunidades vitales; pero lo que hemos hecho ha sido crear
una gran cultura de adolescentes que muestra poco interés en la educación mientras se
siente subyugada por cosas que tienen poco que ver con la escuela». Es obvio que
Coleman no dijo la última palabra sobre la adolescencia. Hoy somos testigos de una
ampliación de sus fronteras. Por abajo, parece haber fagocitado a la pubertad y, por arriba,
todos hemos visto adolescentes de (seamos caritativos) treinta años. Las niñas de diez
años quieren ropa sexi y los jóvenes de treinta, ropa adolescente. Los niños quieren
anticipar su adolescencia y los adolescentes postergar su vida adulta. El 25 % de los
televidentes de canales infantiles son adultos.

Hoy, aquellos adolescentes nos parecen bastante ingenuos. El 70 % no fumaba, el 80 %


no consumía alcohol. A Coleman no se le ocurrió preguntar si consumían drogas o
practicaban sexo seguro. Según un estudio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona,
alrededor del 47 % de las chicas y del 43 % de los chicos de dieciséis años reconoce haber-
se emborrachado al menos una vez en el último año. El inicio del consumo de alcohol se
sitúa en los 13,7 años. Un adolescente medio maneja hoy el doble de dinero que uno del
tiempo de Coleman. Hay niñas que al llegar a la pubertad comienzan a soñar con
operaciones de cirugía estética.

A medida que la sociedad se ha vuelto más compleja, se ha ido agrandando la distancia


entre los intereses espontáneos del niño y las demandas de conocimiento del mundo adulto
pero, como al mismo tiempo, cada vez alabamos más la espontaneidad, comenzamos a
temer que el adolescente llegue a erigirse en el modelo de conducta de nuestras
sociedades. ¿No es cierto que rasgos psicológicos que se consideraban propios de la
adolescencia, como la confusión, la vacilación constante, los imprevisibles cambios de
humor, la incomodidad con la propia imagen, etcétera, han dejado de ser específicamente
adolescentes? Nuestros adolescentes viven en un mundo en el que el sentido de la
posibilidad crece continuamente a expensas del sentido de la realidad. No puede ser de
otra manera porque tiran en direcciones opuestas. Aquello de «Sé realista, pide lo
imposible» ha dejado de ser un eslogan para convertirse en un prejuicio. Si antiguamente
a los adolescentes se les hacía vivir determinados rituales de paso para entrar en la vida
adulta, ahora no está muy claro que tengamos bien definida una vida adulta que ofrecerles.
De hecho, lo que continuamente les estamos aconsejando es que no se amolden, que sean
adaptables.

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