Para entrar en materia, debemos empezar por definir comunicación, desarrollo y cambio
social, conceptos que si bien van de la mano y tienen algunas similitudes, también poseen
diferentes significados.
Chaparro (2010) “vemos el desarrollo como una conquista de la capacidad de consumo de
bienes y los valores que lo miden (…) Desarrollo hoy, solo significa crecimiento económico”
(p.103.) con esto, el autor se refiere entre otras cosas a la manera en la que se usa la
comunicación para beneficio de unos pocos. En Colombia, está el claro ejemplo. En nuestro
país se distinguen los cortes políticos por los cuales se rigen varios de los más grandes medios
tanto escritos, como televisivos del país, para favores a las familias más influyentes o en su
defecto a los gobernantes. Estos medios, denuncian o informan sobre flagelos sociales, tales
como la hambruna, la pobreza, la violencia y la inequidad social, pero no comunican a la
población las causas de estos, ni los intereses que aportan a que se den estas problemáticas.
Chaparro (2010) “(…) la comunicación es la herramienta fundamental que les puede permitir
reivindicarse, hacerse oír y hacer visibles sus culturas” (p.100). Lo anterior da cuenta de la
devaluación del concepto de comunicación y desarrollo, siendo un contrasentido que ambas
estén en un mismo campo, debido a que una es excluyente (desarrollo) y la otra es participativa
(comunicación).
A través de los años la perspectiva que se tenía de las diversas formas de comunicación:
Para el desarrollo y los cambios sociales, se ha ido modificando, pues en un principio se veían
como dos ideas diferentes, sólo era por conveniencia y no por apoyar a los pueblos más
pobres, ahora pareciera que las dos corrientes principales se complementan.
Otro de los autores que trata el tema de la comunicación para el cambio social, es el
especialista boliviano Alfonso Gumucio Dagrón (2011) quien la define como “Un proceso de
diálogo y debate, basado en la tolerancia, el respeto, la equidad, la justicia social y la
participación activa de todos” (p.37). Pero este concepto genera gran inconformidad puesto que
siempre se está condicionando a la comunicación agregándole un apellido: comunicación para
el desarrollo, comunicación alternativa, comunicación para el cambio social, cuando, en
conclusión, la comunicación abarca todo eso, sin necesidad de condicionarla.
Así como Dagrón, Manuel Chaparro también mostró inconformidad, puesto que las nuevas
denominaciones para hablar sobre comunicación sólo contribuyen a mantener imaginarios
cargados de falsas expectativas. Chaparro (2010) asegura “la comunicación para el desarrollo
se convierte en la comunicación para el cambio social, que es lo mismo que decir que Coca -
Cola sigue siendo Coca - Cola” (p.110).
Se debe modificar esa idea de que el único fin de la comunicación es difundir información,
pues, por el contrario, se deben establecer vínculos y redes que permitan llegar a un mejor
entendimiento entre culturas y así gozar en conjunto. Gumucio (2011) afirma “La sostenibilidad
de los cambios sociales es más segura cuando los individuos y las comunidades afectadas se
apropian del proceso y de los contenidos comunicacionales” (p.37).
Pero hay una noción de cambio muy diferente a las dichas anteriormente y que termina
preservando de una u otra manera la concepción del antiguo desarrollo que sólo se basaba en
el crecimiento económico, regido por una producción ilimitada a costa del entorno natural.
Latouche (como se citó en Barranquero, 2015) piensa que cualquiera que sea el adjetivo que
se le dé, el contenido implícito o explícito del desarrollo es el crecimiento económico, la
acumulación del capital con todos sus efectos positivos y negativos que conocemos:
competencia sin piedad, crecimiento sin límites marcado por las desigualdades, pillaje sin
reparar en la naturaleza (…) el progreso, el universalismo, el dominio de la naturaleza, la
racionalidad cuantificante. Esos valores sobre los que reposa el desarrollo y particularmente el
progreso, no se corresponden en absoluto con aspiraciones universales profundas. Están
relacionadas con la historia de occidente, tienen poco eco en otras sociedades.
Estos términos a lo largo de las épocas han venido mutando al tiempo con las exigencias
que día a día nos ofrece la sociedad y su entorno, lo que ha ayudado a establecer diferencias,
fallas y virtudes entre estos, para así mismo reflexionar sobre el papel de la comunicación como
herramienta de participación ciudadana. Bonilla (como se citó en Barranquero, 2015) asegura
que no basta pues con acuñar nuevos términos, cuando lo que hay detrás es todo un recorrido
en el que (...) la palabra comenzó a reemplazar a otra que entró en desuso, pero (...) sin saber
hasta qué punto su proyecto político e ideológico sigue conservando su raíz inicial.
Hasta el momento no existe una razón decisiva que sirva para plantear la diferencia entre la
comunicación para el desarrollo y la comunicación para el cambio social; más bien se podría
pensar en su complementariedad, pues son modelos aún en modificación constante y
debemos entender que no hay un verdadero desarrollo si no existe una comunicación para el
cambio social, es decir, que sea participativa, que genere verdaderos cambios en cuanto a las
problemáticas sociales que afectan a la humanidad, para ello, deben existir puentes de diálogo
que faciliten estos procesos y generen buenas relaciones, por otro lado, los medios deben ser
comprometidos y democráticos.
REFERENCIAS
● Gumucio Dagrón A. (2010). Comunicación para el cambio social: clave del desarrollo
participativo. Revistas Javeriana. Recuperado de http://revistas.javeriana.edu.co