Ocho de cada diez romanos vivían en el campo, donde casi todo el mundo era analfabeto. Pero en las ciudades el panorama era muy distinto. Los muros estaban repletos de publicidad: eslóganes electorales, carteles de combates de gladiadores y anuncios de viviendas en alquiler. Sin duda, quienes escribían estos mensajes prácticos esperaban que un buen número de gente los entendiera. Había incluso grafitis en las calles. Las clases de educación primaria se impartían en la calle, con ayuda de pizarras, tablillas de cera, punzones y piedrecitas (que los romanos llamaban cálculos, de ahí el verbo calcular). Los niños (en la imagen, junto a un profesor) de las clases populares, si estudiaban fuera de casa, lo hacían solo hasta los doce años.