En primer lugar, la mónada es substancia como realidad en si y por si, pero no como
contenido del pensamiento, que no es substancia extensa, porque la extensión para
este filósofo es el orden de las substancias.
La mónada sólo puede ser fuerza, energía, vigor. Pero esa fuerza no es material
como la conocemos en nuestra experiencia sensible, que es definida por la
capacidad de un cuerpo para poner a otro en movimiento. Su fuerza es la capacidad
de obrar, actuar.
La mónada es individual y jamás puede ser igual a otra, además es simple y tiene
percepción y apetito, o sea que tiende a pasar de una percepción a otra.
La mónada es la realidad metafísica que denominamos yo, que se rige por una ley
espontánea contenida en ella misma y no recibe nada del exterior; y en cualquier
instante de su realidad contiene una reducción del mundo entero, todo el pasado y
todo el porvenir.
Hay mónadas que perciben y también aperciben o sea que tienen conciencia que
están percibiendo; tienen apercepciones y memoria y se las denomina almas, que
en la jerarquía metafísica les corresponde un plano superior al de las mónadas que
sólo perciben, sin tener conciencia, ideas confusas.
Por ejemplo, no tenemos conciencia de la serie de cada uno de los sonidos que
conforman el ruido que hacen las olas del mar, sino del conjunto; y continuamente
percibimos cosas sin darnos cuenta de ello.
Leibniz llama espíritus a las almas o mónadas que tienen la facultad de intuir las
verdades de la razón.
En el punto más alto de la jerarquía de las mónadas está Dios, que es la mónada
perfecta, donde el mundo se refleja desde todos los puntos de vista.
Dios crea las mónadas poniendo en ellas la ley de la evolución interna para que
estén en correspondiente armonía entre sí, o sea que entre las mónadas hay una
correspondencia armónica preestablecida por Dios.
Pero esta teoría tropieza con la realidad del mundo, que siempre ha estado
demasiado lejos de ser perfecto.
Hay tres razones por las que no puede haber un mundo sin mal:
El mundo es limitado,
El mal moral es condición para la existencia del bien moral, que es el triunfo de la
voluntad moral contra la tentación y el mal.
Para Leibniz, para que haya bien tiene que haber mal.
Mi reflexión es que tal vez haya esperanza de un mundo mejor, cuando hasta el
último de los hombres haya logrado despertar de la inconsciencia, haya podido
deshacerse de la ignorancia y haya aprendido a ver la verdad de la razón.
Empirismo
El empirismo, bajo ese nombre, surge en la Edad Moderna como fruto maduro de
una tendencia filosófica que se desarrolla sobre todo en el Reino Unido desde la
Baja Edad Media. Suele considerarse en contraposición al llamado racionalismo,
más característico de la filosofía continental. Hoy en día la oposición empirismo-
racionalismo, como la distinción analítico-sintético, no suele entenderse de un modo
tajante, como lo fue en tiempos anteriores, y más bien una u otra postura obedece
a cuestiones metodológicas y heurísticas o de actitudes vitales más que a principios
filosóficos fundamentales. Respecto del problema de los universales, los empiristas
suelen simpatizar y continuar con la crítica nominalista iniciada en la Baja Edad
Media.
Tomas Hobbes
De origen inglés, nacido en 1588, hijo de un pastor rural. Estudia en Oxford y allí
conoce la filosofía escolástica, que no logra interesarle. Su estadía en París, así
como su contacto con varias personalidades filosóficas y científicas fueron decisivas
para la formación de sus ideas filosóficas. Fue secretario de Bacon y testigo de la
revolución y la restauración de su patria. Murió en 1679.
Su pensamiento:
Filósofo inglés, nace Locke cerca de Bristol en 1632 y muere en 1704. Estudió en
Oxford filosofía, medicina y ciencias naturales. Conoció la filosofía de Descartes.
Intervino en la política de su país.
George Berkeley
Nació en las cercanías de Kilkenny (Irlanda), en 1685. Cursó sus primeros estudios
en su tierra natal, más tarde vino a América con el propósito de fundar un colegio
misionero en las Islas Bermudas. Cuando regresó a Irlanda fue consagrado obispo
anglicano de Cloyne en 1734; desempeñó su cargo hasta que renunció a él en 1752,
retirándose a Oxford, donde murió al año siguiente. Fue enterrado en esta ciudad,
en la Catedral de Christ Church.
Sus obras principales son: "Nuevos ensayos de una teoría de la visión", "Tres
diálogos entre Hylas y Filonús", "Principios del conocimiento humano", "Siris".
Su pensamiento
Berkeley parte de la doctrina establecida por Locke. No cree en las ideas generales,
tampoco existe para él la materia. Aduce que "todo el mundo material es sólo
representación o percepción mía. Sólo existe el yo espiritual, del que tenemos una
certeza intuitiva".
David Hume
Nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Hijo de un terrateniente. En su juventud se
dedicó al comercio, pero luego se dedica a las letras y a la filosofía. A los veintitrés
años escribe su primer trabajo filosófico. Murió en 1776.
Su pensamiento
Es Hume quien lleva a sus últimas consecuencias la dirección empirista iniciada con
Bacon. Para él las ideas son copias borrosas y sin viveza de las impresiones
directas.
Según Hume, tanto la percepción como la reflexión nos aportan una serie de
elementos que atribuimos a la sustancia como soporte de ellos. Pero no limita su
crítica a las sustancias materiales sino al propio yo.
Pensador inglés (Wrington, Somerset, 1632 - Oaks, Essex, 1704). Este hombre
polifacético estudió en la Universidad de Oxford, en donde se doctoró en 1658.
Aunque su especialidad era la Medicina y mantuvo relaciones con reputados
científicos de la época (como Isaac Newton), John Locke fue también diplomático,
teólogo, economista, profesor de griego antiguo y de retórica, y alcanzó renombre
por sus escritos filosóficos, en los que sentó las bases del pensamiento político
liberal.
Locke se acercó a tales ideas como médico y secretario que fue del conde de
Shaftesbury, líder del partido Whig, adversario del absolutismo monárquico en la
Inglaterra de Carlos II y de Jacobo II. Convertido a la defensa del poder
parlamentario, el propio Locke fue perseguido y tuvo que refugiarse en Holanda, de
donde regresó tras el triunfo de la «Gloriosa Revolución» inglesa de 1688.
Locke fue uno de los grandes ideólogos de las elites protestantes inglesas que,
agrupadas en torno a los whigs, llegaron a controlar el Estado en virtud de aquella
revolución; y, en consecuencia, su pensamiento ha ejercido una influencia decisiva
sobre la constitución política del Reino Unido hasta la actualidad. Defendió la
tolerancia religiosa hacia todas las sectas protestantes e incluso a las religiones no
cristianas; pero el carácter interesado y parcial de su liberalismo quedó de
manifiesto al excluir del derecho a la tolerancia tanto a los ateos como a los católicos
(siendo el enfrentamiento de estos últimos con los protestantes la clave de los
conflictos religiosos que venían desangrando a las islas Británicas y a Europa
entera).
En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), sentó los
principios básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo hombre nace
dotado de unos derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger:
fundamentalmente, la vida, la libertad y la propiedad. Partiendo del pensamiento de
Hobbes, Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un «contrato social»
originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del poder; pero, a
diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía
absoluta, sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
Poco tiempo antes había hecho circular entre sus amigos un ejemplar manuscrito
de sus Elementos de la ley natural y política, de los que, en forma de dos tratados
distintos, se editaron dos partes en 1650. En París comenzó a publicar las distintas
partes de su sistema, empezando con el De cive en 1642. En 1651 abandonó
Francia y regresó a Inglaterra, llevándose consigo el manuscrito del Leviatán, sin
duda la más conocida de sus obras, que se editaría en Londres ese mismo año.
Los contactos que Hobbes tuvo con científicos de su época, que fueron decisivos
para la formación de sus ideas filosóficas, le llevaron a fundir su preocupación por
los problemas políticos y sociales con su interés por la geometría y el pensamiento
de los filósofos mecanicistas. Su pensamiento político pretende ser una aplicación
de las leyes del mecanicismo a los campos de la moral y la política. Las leyes que
rigen el comportamiento humano son, según Hobbes, las mismas que rigen el
universo, y son de origen divino.
Para poder construir una sociedad es necesario, pues, que cada individuo renuncie
a una parte de sus deseos y llegue a un acuerdo mutuo de no aniquilación con los
demás. Se trata de establecer un «contrato social», de transferir los derechos que
el hombre posee naturalmente sobre todas las cosas en favor de un soberano
dotado de derechos ilimitados. Este monarca absoluto, cuya soberanía no reside en
el derecho divino sino en los derechos transferidos, sería el único capaz de hacer
respetar el contrato social y garantizar, así, el orden y la paz, ejerciendo el
monopolio de la violencia, que desaparecería de este modo de la relación entre
individuos.