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Pedagogía de la memoria y transmisión del

mundo. Notas para una reflexión1

Fernando Bárcena
Universidad Complutense de Madrid

pp. 109-118
Resumen
En este artículo se aborda la dimensión educativa de la memoria como forma de transmisión
del mundo entre generaciones. A tal fin se alerta sobre ciertos abusos y errores cuando se elude la
complejidad del tema. Se sitúa el interés de revisar el concepto de deber de memoria, delimitando
su significado y abogando por una educación que, superando la imposición de un discurso cerrado
sobre el pasado, tenga en cuenta y desarrolle la imaginación sensible del alumnado, manteniendo
una vigilancia epistemológica y ética.
Palabras clave: Pedagogía de la memoria; Deber de memoria; Memoria ejemplar; Fantasía
moral; Memoria única; Memoria agónica.

Abstract
Pedagogy of memory and transmission of world. Notes for a reflection
This paper deals with the educational dimension of memory as a tool to convey a generation’s
worldview to the next one. The attention is called on certain misuse and errors caused by the fail-
ure to grasp the complexity of the topic. The point is made on the interest of reviewing the concept
of duty of memory, whose meaning should be made clear. The paper advocates for an education
that overcomes an imposed and fixed discourse about the past, and that takes into account and de-
velops students’ sensitive imagination, while remaining epistemologically and ethically vigilant.
Keywords: Pedagogy of Memory; Duty of Memory; Exemplary Memory; Moral Fantasy; Single
Memory; Agonic memory.

“Necesitamos la historia para la vida y para la ac- “Nunca acabaremos del todo con esta historia.
ción” (F. Nietzsche. Sobre la utilidad y el perjuicio de Nos persigue, nos obsesiona, no hay forma de des-
la historia para la vida). embarazarnos de ella. Hace ya más de medio siglo
que llevamos la medusa pegada a la piel. Mien-
tras algunos mueren aplastados por el peso de sus
Introducción propias costumbres, otros se ahogan aún en este
En su novela La cliente, Pierre Assouline pasado que no pasa. Después de todo, cada cual
tiene sus insomnios. Y todavía hay otros, los más
nos presenta a un personaje que investiga la deplorables, que sienten nostalgia por algo que ni
obra del escritor Désiré Simon, con el pro- siquiera han conocido. Este espectro extraño es el
pósito de escribir su biografía. La novela co- astro negro de nuestra moral. ¿Quién será capaz
mienza de esta forma: de exorcizarlo? ¿Quién?…” (Assouline, 1998, p. 1).

1 Este artículo se inscribe dentro de la línea de investigación “Procesos de modernización en la educación:


el sistema educativo en el contexto de la edad secular y la cultura biopolítica”, que un grupo de profeso-
res llevamos a cabo como parte de nuestro proyecto investigador en el Grupo de Investigación Validado
UCM-CAM sobre Cultura Cívica y Políticas Educativas (Referencia: 930768).

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Estas palabras son un fragmento que dor del presente, sería necesario conocer la
el personaje de la novela de Assouline es- fuerza plástica de cada ser humano, pueblo
cribe en su cuaderno de notas, unas líneas o cultura. Se trata de la fuerza que nos per-
escritas en pleno frenesí y abruptamente mite transformar lo pasado para incorporar-
interrumpidas en el momento en que por lo como fuerza de vida, como impulso que
un altavoz una voz anónima anuncia que la ayuda a “sanar las heridas, reemplazar lo
Biblioteca donde el personaje se encuentra perdido, regenerar las formas destruidas”
escribiendo va a cerrar sus puertas. Acaso (Nietzsche, 2006, p. 43). La lectura de este
sea verdad que hay pasados que no pasan, texto de Nietzsche es muy reconfortan-
y en su no cesar el pasado se convierte, des- te frente al excesivo peso del historicismo:
naturalizándose a sí mismo, en un tenebroso “Quien es incapaz de instalarse, olvidando
presente continuo. Acaso sea verdad que lo todo lo ya pasado, en el umbral del presente,
mejor que puede pasarle al pasado es que quien es incapaz de permanecer erguido en
ya haya sucedido y que debiéramos intentar un determinado punto, sin vértigo ni miedo,
comprenderlo precisamente por ser algo au- como una diosa de la victoria, no sabrá lo
sente, un tiempo que no condiciona nuestro que es la felicidad o, lo que es peor, no hará
ahora, sino que en todo caso lo alecciona. nunca nada que haga felices a los demás”
Acaso, en fin, lo mejor que podemos ha- (Nietzsche, 2006, p. 42).
cer con la memoria sea, entonces, recordar En el prefacio de este texto, Nietzsche
el pasado para obtener lecciones, un cierto dice que actuar intempestivamente es “ac-
aprendizaje que nos permita vivir mejor y tuar contra y por encima de nuestro tiempo
más felizmente nuestro hoy. a favor, eso espero, de un tiempo futuro”
No es mi intención aquí realizar un aná- (Nietzsche, 2006, p. 39). El gesto intempes-
lisis de las relaciones, de por sí muy comple- tivo es anacrónico con la propia época, pero
jas, entre la historia y la memoria. Me ade- quizá, también, una forma privilegiada de
lantaré a señalar que el supuesto en el que hacernos de verdad presentes en el propio
se apoyan las consideraciones que siguen es (tiempo) presente, desde cierta experiencia
que la memoria, a la que atañe la historia, del extrañamiento. A la vista de las insisten-
que a su vez la alimenta, “apunta a salvar el tes apelaciones a la memoria como remedio
pasado sólo para servir al presente y al futu- para curarnos del mal, no está mal recordar
ro” (Le Goff, 1991, p. 183). Se ha dicho que la intempestiva de Nietzsche, que nos llama
la memoria es la que nos permite acceder la atención, no sólo sobre el peso del histo-
al pasado; pero esta afirmación debe mati- ricismo, sino sobre cierta captura moralista
zarse; porque la memoria es solo un medio de la memoria. El historiador francés Geor-
de acceso al pasado, y si se extiende com- ges Bensoussan advierte, en este sentido,
pletamente en el presente, éste se atasca, se cuando la apelación a la memoria se mate-
impide, y la vida se aplasta, como advertía rializa en el recuerdo del holocausto, que
Nietzsche en su segunda Consideración In- las víctimas no murieron ni “por Francia”
tempestiva, dedicada a la utilidad y el perjui- (o por cualquiera de los países de los que
cio de la historia para la vida. vinieran) ni “por la humanidad”, de modo
Nietzsche distinguía allí tres modalida- que ni la idealización de una identidad co-
des de relación con la Historia: la historia mún (nacional) ni una identidad humana,
monumental, que tiene que ver con la con- como comunidad moral trascendental, pue-
cepción monumentalista del pasado; la his- den constituir los referentes únicos de un
toria como nostalgia o como anticuario, en la supuesto deber de recordar. A menudo en
que el pasado es visto por el individuo o la estas aseveraciones se esconde un lamento
comunidad como reliquia, desde un cierto moralista que ya ha perdido su fuerza, y que
sentimiento de lealtad; y la historia crítica. es inútil pretender volver a entonar; el archi-
En relación con esta última, Nietzsche seña- famoso “Nunca más”. La enseñanza de este
laba que para poder determinar el grado a tipo de acontecimientos, en vez de ser una
partir del cual el pasado debe ser olvidado, enseñanza moralizante, y ni siquiera moral,
para impedir que se convierta en el enterra- tal tiene que abordarse de otro modo –sin

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ignorar las cuestiones éticas que plantea ni de concentración y de los genocidios con-
los límites pedagógicos que impone; se tra- temporáneos, a lo que nos enfrentamos es a
ta, quizá, de una enseñanza política, una que la puesta en práctica del principio totalitario
sea consciente de varias clases de peligros: de “todo es posible”? (Arendt, 1998, p. 536).
tanto el repliegue comunitario, en la que Si lo ocurrido en Auschwitz y Kolyma, por
la memoria devuelve a las víctimas a una decirlo recurriendo a dos referentes carga-
identidad comunitaria cargada de ira, como dos de un enorme simbolismo dramático,
cierto reduccionismo obtuso, porque ni el sobrepasa el pensamiento jurídico, destruye
antisemitismo ni el holocausto dan cuenta las nociones ya conocidas de falta, culpa y
de la identidad judía. De ahí la importan- aniquila las categorías de la justicia, de la
cia de la comparación como criterio ético: filosofía moral heredadas por la tradición,
“Como cualquier acontecimiento histórico, y si además remueve los cimientos de las
el genocidio puede y debe ser comparado sin ciencias humanas como tales, ¿acaso no te-
que su singularidad sea por ello negada” nemos que aprender a pensar “lo nuevo”
(Bensoussan, 2003, p. 112). Se trata de com- que semejantes barbaries colocan ante no-
prender sabiendo que “comprender” no es ni sotros? Estas son algunas de las preguntas
perdonar ni justificar, sino atribuir sentido. que justifican la tentativa de este texto, cuyo
Ahora bien, el sentido no reside, de por sí, propósito es tratar de enmarcar la cultura de
en el acontecimiento de que se trate, sino la memoria como proyecto educativo; aun-
que es un ejercicio del sujeto, y depende de que sin ninguna pretensión pedagogista.
su juicio político. Por otro lado, ni las vícti- Reconozco que, poco a poco, he llegado a la
mas son santos ni los verdugos demonios. convicción de que la expresión “pedagogía
Unos y otros son simplemente humanos, y de la memoria” es mucho más controvertida
por eso deberíamos dejar de usar el adjetivo de lo que suponemos, pues da la falsa im-
“humano” como un cumplido; los grandes presión de que la memoria –que, como ya
criminales de la historia son humanos, como decía Proust, tiene mucho de involuntaria
el resto, y reconocerlo es una de las vías que (recordamos malgré nous-mêmes)– es algo
nos permite comprender de qué se trata educable, es decir: sometido al control, rit-
cuando hablamos de semejantes crímenes. mo, plan y normatividad específica de una
La memoria del pasado es estéril si solo sir- pedagogía. Resulta que la memoria es el
ve para levantar un muro entre el mal y no- acontecimiento que rompe con la organiza-
sotros como estrategia para expulsar fuera ción performativa inherente a todo discurso
de lo humano a quienes, aunque criminales, pedagógico. Este es la tesis de este ensayo.
también lo son (Todorov, 2009). Entiendo, pues, que hacer una pedago-
Creo que buena parte de lo que algunos gía de la memoria nada tiene que ver con
han llamado el “malentendido de la memo- la imposición de un deber de recordar, a las
ria” (Coquio, 1999) se debe precisamente al jóvenes generaciones, lo que no han vivido.
hecho de que siempre que se habla de la me- Si tiene importancia la memoria del pasado
moria se la identifica con el recuerdo, y muy (y de lo no vivido) en la educación, como
frecuentemente con el “recuerdo literal” de individuos o como miembros de una comu-
un acontecimiento calificado de singular, nidad que habita su propia historia, enton-
único e indecible, es decir, intransitivo. Se- ces creo que hay que evitar algunos riesgos
gún esto, no habría lugar alguno, dentro de potenciales. En primer lugar, se trata de no
la memoria, para el olvido o para el silencio dejar anclados los acontecimientos traumá-
(Cuesta, 2011). Teniendo en cuenta esta idea, ticos del pasado en el centro de un silencio
el propósito de este texto es pensar el im- como mutismo, en el pozo de un discurso de
pacto cultural y educativo de los modernos lo inimaginable o de lo indecible. Hay que
totalitarismos, los cuales abrieron una grieta ser aquí muy claros: una cosa es lo indeci-
en nuestros discursos, tanto epistemológica ble de un acontecimiento como experiencia
como existencial. ¿Qué significado adopta la vivida por un testigo (un superviviente de
ética, el derecho, la antropología, la pedago- un campo de concentración, por ejemplo),
gía misma cuando, al hablar de los campos y otra muy distinta lo indecible como dogma

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impuesto por un discurso externo a la ex- cias en el que nos hallamos inmersos dentro
periencia vivida (Didi-Huberman, 2003). Si de la caverna. Este saber liberador, en el es-
esto último se extiende sobre lo primero, lo quema platónico, es un saber metafísico que
que acaba imponiéndose es una política del nos permite contemplar las esencias de las
silencio que sacraliza el horror, impidiendo, cosas, el mundo de las Ideas más allá de la
por tanto, una sana transmisión cultural y experiencia. Y nada más normal que el es-
educativa. Y, en segundo término, se trata clavo liberado –el filósofo– que ha tenido la
de evitar el riesgo de una excesiva pedago- oportunidad de contemplar dichas esencias
gización del recuerdo, o, lo que es lo mismo, no sea creído, incluso que sea asesinado –
la imposición, en el orden de la transmisión como lo fue el propio Sócrates– a su regreso
educativa, de una memoria ya significada, al mundo de las sombras, porque su relato
de un deber de memoria que impida un au- resultará increíble para quienes no han con-
téntico trabajo de la memoria (Schnur, 1997). templado lo que él sí ha visto.
A diferencia de la narración platónica, la
historia de la filosofía nos ha proporcionado
Tiempo y educación: el trabajo otros ejemplos y otras interpretaciones del
ejemplar de la memoria mismo relato platónico. Hay quienes, como
el propio Max Horkheimer, nos dicen que el
Decía Proust (2003, p. 196) que la reali- único saber disponible para el hombre es el
dad se forma en la memoria. Somos memo- saber que se refiere a cómo poder sobrevi-
ria, porque somos finitos y porque estamos vir en la cruel realidad de la prisión, en la
en relación con una herencia: algo que reci- esfera misma de los asuntos humanos. Que
bimos y es más grande que nosotros y que la verdad se encuentra en la penumbra o
siempre está a punto de aplastarnos con su no se hallará en ningún otro lugar humano,
excesivo peso. Tenemos, pues, que elegir. porque es propio del hombre vivir y mirar
Saber recibir –y aceptar– lo que nos viene las cosas en ese mundo de las apariencias.
de muy antiguo, y saber elegir. La heren- Poder contemplar la verdad, se nos dice, es
cia (o sea, lo que viene del pasado y puede, un ejercicio de reconciliación. Pero esta re-
entonces, recordarse y actualizarse) plantea lación entre la verdad y la reconciliación es
exigencias contradictorias: pues hemos de un empeño bien difícil. Tras un período de
recibir y, al mismo tiempo, decidir con qué dictadura, tras una guerra fraticida, después
parte queremos quedarnos para impulsar la de la liberación de los campos de concentra-
vida, en vez de aplastarla. Somos memoria, ción, tras el apartheid en Sudáfrica, ¿qué tie-
y la realidad se conforma desde ella, y por ne que ir antes, la verdad o la reconciliación?
eso es importante la pregunta por la relación El filósofo de la política Avishai Margalit
entre el tiempo de la memoria y el tiempo de señala que importa menos la pregunta de
la educación, que es el tiempo de una vida si el conocimiento de la verdad es benéfico
que se impulsa hacia adelante. para el individuo que la de si la verdad es
Es muy antigua la idea de que estamos también provechosa en el caso de los recuer-
prisioneros en medio del mundo y sepa- dos de índole colectiva, pues “del recuerdo
rados de la verdadera realidad exterior: el surge la venganza en no menor medida que
mundo como prisión y el cuerpo como cár- la reconciliación, y la esperanza de lograr
cel son metáforas insistentes que han fun- una catarsis por medio de los recuerdos li-
dado nuestra identidad occidental como berados podrá revelarse una ilusión” (Mar-
europeos (Margalit, 2002, p. 9). En filosofía, galit, 2002, p. 14); así que quizá existan po-
como se sabe, es la alegoría de la caverna de derosos motivos morales para interrogarse
Platón la figura principal de esta metáfora primero por la verdad –lo que no necesaria-
carcelaria. Según podemos leer en el diálogo mente supone adquirir un saber superior,
platónico, la educación no sería sino un ejer- metafísico, más allá de las posibilidades del
cicio de salida hacia la luz, es decir, la con- hombre y de la experiencia–, y sólo después
quista de un saber liberador acerca de lo que por la reconciliación. Estas consideraciones
hay fuera del mundo de sombras y aparien- muestra la complejidad del problema de la

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ubicación de la memoria en los recuerdos La memoria ejemplar hace que el pasado


traumáticos del pasado de una comunidad. se convierta en un principio de acción para
Y señalan, también, lo que para nuestro tema el presente. La memoria literal, en cambio,
es más importante, las dificultades que ha- convierte en insuperable el acontecimiento,
brá de suscitar la cuestión de la transmisión sometiendo el presente a su pasado. Es lo
de las memorias de una generación a otra. que ocurre con individuos y grupos atra-
Señalan que no se puede hablar de memoria pados en una conmemoración obsesiva del
marginando la espinosa cuestión del olvido. acontecimiento mediante un frenesí de litur-
En este marco, la pregunta por la memoria y gias históricas. Por tanto, mientras nos man-
sus formas de transmisión, cuando la misma tengamos en el plano de la suma radicalidad
se refiere a acontecimientos trágicos que los del acontecimiento, este se torna insupera-
jóvenes no han experimentado resulta cru- ble y se enquista, tanto desde el punto de
cial. ¿De qué tipo de memoria estamos ha- vista de la memoria individual como de la
blando y, si existe un deber de recordar, de colectiva. “El uso ejemplar, por el contrario,
qué índole se trata? permite utilizar el pasado con vistas al pre-
La formación de la memoria plantea dos sente, aprovechar las lecciones de las injus-
cuestiones fundamentales, pero paralelas: ticias sufridas para luchar contra las que se
por un lado, la cuestión de la recuperación producen hoy día, y separarse del yo para ir
del pasado y, por otro, la de su utilización hacia el otro” (Todorov, 2000, p. 32).
en el presente. Una forma de “recuperar” el La memoria es, sobre todo, vivencia del
pasado es, junto al trabajo específicamente tiempo bajo la dimensión de la experiencia.
historiográfico, la atención a la literatura tes- La memoria ejemplar compara como un
timonial, y una de las vías de su “utilización” acto ético, pero no es fría, aunque admita la
lo que Todorov (2000), a falta de una mejor argumentación y el contraste. Es apasiona-
expresión, ha llamado memoria ejemplar. damente ética (Blustein, 2008, p. 2). La me-
La “memoria literal” es aquella en la que moria es, así, un “pasado presente” cuyos
el recuerdo queda retenido en su absoluta acontecimientos han sido incorporados y
literalidad (lo que no significa su verdad) y pueden ser entonces recordados. La memo-
permanece intransitivo y sin posibilidad de ria es una forma de hacer experiencia en el
conducir más allá de sí mismo, de modo que presente, y no meramente recuerdo incon-
el recuerdo sigue operando sobre el presen- gruente con el juicio selectivo del olvido: “Se
te condicionándolo. Se establece entonces requiere discernimiento y recuerdo produc-
una relación de contigüidad entre el pasado tivo” (Huyssen, 2002, p. 40).
y el presente del individuo o del grupo, ex- La pregunta por una pedagogía de la me-
tendiendo las consecuencias del trauma ini- moria es una cuestión, entonces, compleja.
cial a todos los instantes de la existencia. La A menudo, casi de modo restrictivo, se ha
característica central de la “memoria ejem- planteado en términos de un deber de recor-
plar” es que recupera el carácter pasado del dar. En principio, cabría decir que el deber
acontecimiento y, sin abandonar su singula- de la memoria no existe como tal, ni para
ridad, lo transforma en modelo para actuar un sujeto ni para una comunidad, en tanto
en el presente frente a situaciones nuevas. que imperativo categórico abstracto, sino,
Como dice Norman G. Finkelstein: “Para en todo caso, como un descubrimiento de la
que realmente podamos aprender del holo- subjetividad del individuo. Lo que “se debe”
causto nazi, es necesario reducir su dimen- no es el recuerdo desde un sentido prefija-
sión física y aumentar su dimensión mo- do, sino la posibilidad misma de la memo-
ral [...]. Ya va siendo hora de que abramos ria como experiencia. ¿Quiénes están suje-
nuestros corazones al sufrimiento del resto tos al deber del recuerdo? Marc Augé res-
de la humanidad. Ésta fue la lección princi- ponde que en primera instancia quienes no
pal que me enseñó mi madre (superviviente han sido víctimas o testigos directos de los
del gueto de Varsovia). Ni una sola vez le oí acontecimientos: “Está claro que los super-
decir: «  No comparéis»” (Finkelstein, 2002, vivientes del holocausto o del horror de los
pp. 12-13). campos de concentración no tienen ninguna

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Con-Ciencia Social

necesidad de que se les recuerde este deber. a no despreciar el papel activo y productor
Incluso al contrario, su deber ha podido so- de sentido que los participantes tienen en
brevivir a la memoria, escapar, en lo que a estas luchas, que muy a menudo se instalan
ellos se refería, de la presencia constante de en determinadas disputas de poder. Y, por
una experiencia incomunicable” Augé, 1998, último, es necesario “historizar” las memo-
p. 101). Según esto, el deber de la memoria es rias, es decir, reconocer que existen cambios
el deber de los descendientes, pero presenta históricos en el sentido del pasado así como
dos aspectos: por un lado el “recuerdo”, y en el lugar asignado a la memoria en la so-
por otro la “vigilancia”. La vigilancia como ciedad (Jelin, 2002, p. 2). Hablamos de una
“actualización del recuerdo” y como un es- memoria agónica, de la memoria como espacio
fuerzo “por imaginar en el presente lo que de lucha, tanto en el orden de la subjetividad
podría semejarse al pasado”, por recordar el como en el orden político y social. Por dos
pasado como un presente. Esta vigilancia es razones: primero, porque el recuerdo de lo
atención y cuidado del presente y del futuro. vivido muchas veces implica un esfuerzo
Se trata, pues, una vez más, de recordar bien, contra la necesidad de olvidar determinadas
de un uso ejemplar de la memoria. Para una vivencias, y, segundo, porque es imposible
ocupación completa del tiempo, memoria y encontrar una única memoria, una visión y
olvido han de ser solidarios. una interpretación exclusivas del pasado
Una memoria ejemplar será, entonces, que se puedan compartir socialmente.
aquella que está al servicio, no de un estado
ideal de hechos, sino de la mejora de nues-
tras relaciones actuales con los demás, en La memoria transmitida y la
una relación de contemporaneidad. Me refiero atención
a lo “contemporáneo” en el sentido acuñado
por Agamben, en el sentido de que es con- La memoria de lo no vivido, cuando se
temporáneo quien no se deja cegar por las refiere a acontecimientos de la historia re-
luces del siglo –de su presente, de su tiempo ciente como los que se derivan de los totali-
actual– y que logra distinguir en ellas la par- tarismos nos llega a través de una escritura
te de la sombra, su íntima oscuridad. Somos inscrita en un signo de derrota y de desas-
contemporáneos hasta donde llega nuestra tre. Al leer los textos de los supervivientes
comprensión de un tiempo del que forma- de situaciones extremas de tipo concentra-
mos parte pero en relación con el cual man- cionario establecemos un pacto testimonial
tenemos una relación de distancia. Se trata peculiar basado en un acto de lectura que es
de una relación singular –y a menudo intem- una experiencia que ayuda a un mejor traba-
pestiva– que ni asume ni acepta a ciegas. La jo de las memorias2. Aquí, nuestra realidad
memoria, si es ejemplar, puede aleccionar el se conforma desde esa memoria textual. A
tiempo presente ayudándonos a captar con menudo de forma involuntaria, la memoria
la mirada ese lado sombrío a menudo ta- del pasado se filtra en el presente, se trans-
pado por una exposición lumínica excesiva mite y soporta lo actual.
(Agamben, 2008; Didi-Huberman, 2009). Los textos que articulan el cuerpo de li-
Elisabeth Jelin elabora otro argumento teratura de los testigos compone un género
que puede sernos útil aquí. Se trata, por un literario claramente situado entre la auto-
lado, de no olvidar que las memorias son biografía y el ensayo, y su lectura proporcio-
procesos subjetivos arraigados en expe- na un tipo de experiencia que compromete
riencias y en marcas, tanto simbólicas como nuestra capacidad para la imaginación moral.
materiales. Por otra parte, hay que recono- Günther Anders decía en La obsolescencia
cer que las memorias también son objeto de del hombre que “la tarea decisiva actual con-
disputas, conflictos y luchas, lo que obliga siste en la educación de la fantasía moral”

2 Véase: Parrau, 1995; Lacapra, 1998; Pollak, 2000; Mesnard, 2007; Hofman, 2011.

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(Anders, 2011, p. 261); es decir, en ajustar Leemos los testimonios de los supervi-
la facultad de imaginar a la desmesura de vientes del universo concentracionario por-
nuestros productos y de sus desproporcio- que al hacerlo así, más que buscar una espe-
nadas consecuencias y efectos. Anders ha- cie de compasión estéticamente sublimada,
blaba de una escisión entre el hombre como procuramos un gesto que nos acerque a una
productor y el hombre como ser sentiente, experiencia de sufrimiento que no es la nues-
y observaba que todos somos herederos de tra, pero en un mundo compartido que sí es
esos seres esquizofrénicos que ya conocemos: el nuestro. Porque colaboramos, más allá de
ser funcionario de un campo de exterminio las buenas intenciones socialmente normali-
y un buen padre de familia y hombre culto. zadas, a rehumanizar a las víctimas y a los
Leer a Primo Levi, por ejemplo, es asis- que sufrieron, sin erigirnos en sus portavo-
tir a una especie de ejercicio (espiritual) de ces. No pretendemos eliminar esa distancia,
dilatación moral; su escritura es un verda- ni pretendemos hacer que la “humanidad”
dero ejercicio ético, una especie de diálogo sea mejor, ni afirmar un discurso moralis-
consigo mismo que implica al lector desde ta. Pero al leer novelas y testimonios sí nos
la primera línea y cuyo efecto, más que in- puede ocurrir una cosa, algo concreto y muy
formativo, es formativo; psicagógico, en el cercano a cada uno. Acaso después de una,
sentido original de esta expresión. Huyen- de varias, de muchas lecturas, aprendamos
do de posiciones victimistas, Levi involucra a revisar las razones que tenemos para sos-
al lector buscando una perspectiva que sea tener determinadas actitudes, para demoler
compartible en máximo grado, lo que exige determinados falsos valores y, en fin, para
un enorme esfuerzo de claridad, sin restarle cerrar en todo caso el libro y sostener fron-
profundidad filosófica. Persigue una “mira- talmente la mirada de aquel que nos dice en
da desde lo alto”, una mirada que busca so- su escritura quién es.
brepasar un yo parcial a un yo más elevado. Se ha sugerido que para poder transmitir
los sentidos del pasado, y así poder apren-
“Somos hombres, pertenecemos a la misma fa- der algo, es necesario que se den al menos
milia humana a la que pertenecían los verdugos. dos requisitos: primero, una base mínima
Ante la enormidad de su culpa, también nosotros
que permita la identificación, para un am-
nos sentimos ciudadanos de Sodoma y Gomo-
rra; no logramos sentirnos ajenos a la acusación plio espectro intergeneracional, del “noso-
que un juez extraterreno, basándose en nuestro tros” y, segundo, dejar abierta la posibilidad
propio testimonio, elevaría contra la humanidad de que quienes reciben elaboren el sentido
entera [...] ¿Quién puede estar seguro de que es del contenido de esa transmisión; es decir,
inmune a la infección?” (Levi, 2009, p. 31). que el sentido no esté ya significado. Como
señala Paloma Aguilar, citando una investi-
El testimonio es un modo de conocimien- gación de Schuman y Scout (1989), las me-
to que, paradójicamente, transmite una sabi- morias de los acontecimientos sociales y
duría imposible, pero necesaria. En el acto políticos traumáticos se estructuran según
de lectura de los testimonios confluyen dos la edad –es insoslayable el “efecto genera-
realidades: la experiencia de realidad sufrida cional”–, siendo la adolescencia y la primera
por los supervivientes y la experiencia en la edad adulta las etapas cruciales para la gra-
transmisión de la realidad del dolor. La nega- bación generacional de las memorias políti-
ción de esa sabiduría imposible del testimo- cas. De este modo, por ejemplo, “la Segunda
nio forma parte de los efectos destructores Guerra Mundial significaba algo muy dis-
del crimen, y de ahí la necesidad, tanto de tinto para quienes la habían vivido en una
profundizar en esta noción, como de con- etapa crucial de sus vidas […] que para los
siderar hasta qué punto la sacralización que, a esta misma edad, tuvieron que en-
“social” de los escritos de los testigos de ex- frentarse a la Guerra de Vietnam” (Aguilar,
periencias concentracionarias tiene efectos 2008, p. 31). ¿Qué lugar ocupan las genera-
perversos cuando conduce a una especie de ciones de jóvenes que no vivieron un acon-
reciclaje comercial y a una asimilación dulce tecimiento traumático como los citados a la
e inocua del crimen (Coquio, 2004). hora de recibir la transmisión de la memoria

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Con-Ciencia Social

política correspondiente de su comunidad? cia o de la sensibilidad de los ciudadanos en


¿Qué espacio dejar abierto para que puedan torno a un pasado más o menos traumático,
reconstruir, por sí mismos, lo heredado por sea en relación a los campos de exterminio
medio de las transmisiones, para no tener nazis, a las purgas y asesinatos estalinistas
que inscribirse en un sentido del pasado ya o las crueldades de nuestra propia guerra
cerrado y petrificado? civil. No se trata de ninguna clase de adoc-
La relevancia de estas preguntas las pone trinamiento político ni ideológico, aunque
de manifiesto Van Alphen cuando recuerda se refiera a cuestiones que tienen que ver
sus propias resistencias dentro del sistema con el pasado y que involucran el uso de la
escolar holandés frente a las enseñanzas memoria, que, aunque pueda compartirse
de la Segunda Guerra Mundial: “Mi resis- en una comunidad, siempre supone un ejer-
tencia a las enseñanzas sobre la guerra y el cicio y una experiencia subjetiva, íntima y
Holocausto requieren explicación. ¿Frente a privada. Una pedagogía de la memoria, en
qué aspectos reaccionaba yo tan vehemente- definitiva, no es un acto, pedagogizado o
mente? ¿Por qué estaba tan aburrido en vez pedagogizable, en el que se enseñe a otro
de sentirme moralmente interpelado?” (Van cómo debe recordar o qué debe recordar y
Alphen, 1997, p. 1). La respuesta para él es en qué términos hacerlo. Una pedagogía de
clara: primero, las enseñanzas de las histo- la memoria es una reflexión ética sobre la
rias de la guerra no permitían una respuesta memoria como experiencia viva del tiem-
frente a ellas, ya que las respuestas “ade- po, una reflexión sobre la transmisión del
cuadas” estaban ya prescritas y programa- dolor y sobre una cultura que a menudo
das. No había posibilidad de alternativas. tiene sus propias narrativas de duelo y de
La imaginación del alumno estaba imposi- sufrimiento.
bilitada, porque el discurso narrativo care- Al final de Los hundidos y los salvados, Pri-
cía de fisuras y de ambigüedades morales. mo Levi reconocía las dificultades que, ya en
Además estaba la cuestión de la hipocresía, la década de los años ochenta, existían para
porque la historia narrada no formaba parte hacer creíble a los jóvenes ese lado inmundo
ni de un ritual de duelo ni de una lección en del mundo que es el universo concentracio-
sensibilidad moral. La enseñanza interpela- nario. “Una generación escéptica se asoma a
ba a los estudiantes sólo como jóvenes que la edad adulta, privada no de ideales, sino
debían que formarse a partir de los modelos de certidumbres, y aún más, sin confianza
heroicos, máximamente ejemplares, de sus en las grandes verdades que le han sido re-
mayores. veladas; dispuesta, por el contrario, a acep-
Lo que salva a los asuntos humanos de tar las pequeñas verdades, cambiables de
su futilidad consubstancial y su ruina natu- mes en mes bajo la oleada frenética de las
ral no es otra cosa que su incesante rememo- modas culturales, manipuladas o salvajes”
ración. Pero ésta solo es útil a condición de (Levi, 2008, pp. 647-648). En un entorno así,
que produzca ciertos conceptos, ciertos pun- dar un testimonio de lo vivido, componer
tos de referencia que sirvan para la memoria un relato creíble constituía, para los propios
futura. Aquí reside la naturaleza propia de supervivientes, una obligación:
una pedagogía de la memoria, de un apren-
dizaje del recuerdo: ejercitamos la memoria “Para nosotros, hablar con los jóvenes es cada vez
más difícil. Lo sentimos como un deber y a la vez
para intentar establecer un nuevo comien- como un riesgo: el riesgo de resultar anacrónicos,
zo. Esta pedagogía de la memoria mantie- de no ser escuchados. Tenemos que ser escucha-
ne un estrecho vínculo con el desarrollo de dos: por encima de toda nuestra experiencia indi-
la imaginación sensible, aspecto destacado vidual hemos sido colectivamente testigos de un
por muchos testimonios de supervivientes acontecimiento fundamental e inesperado, fun-
de los campos cuando señalan que lo que damental precisamente porque ha sido inespe-
rado, no previsto por nadie. Ha ocurrido contra
ellos cuentan el lector ha de imaginárselo y las previsiones; ha ocurrido en Europa; increíble-
recrearlo en su mente. mente, ha ocurrido que un pueblo entero civiliza-
Por pedagogía de la memoria no entien- do, apenas salido del ferviente florecimiento cul-
do una especie de educación de la concien- tural de Weimar, siguiese a un histrión cuya figu-

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Lecturas y textos

ra hoy mueve a risa; y, sin embargo, Adolf Hitler REFERENCIAS


ha sido obedecido y alabado hasta la catástrofe.
Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a
AGAMBEM, G. (2008). Qu´est-ce que le contempo-
suceder: esto es la esencia de lo que tenemos que
decir” (Levi, 2008, p. 648). rain? París: Payot.
AGUILAR, P. (2008). Políticas de la memoria y me-
El final de este ensayo de Levi es todo morias de la política. Madrid: Alianza.
un canto a una memoria que aspira a ser ANDERS, G. (2008). La obsolescencia del hombre, vol
“ejemplar”, una memoria del pasado que, 1. Sobre el alma en la época de la segunda revolu-
incluso no negando la singularidad del ción industrial. Valencia: Pre-Textos.
acontecimiento llamado Auschwitz, lo que ARENDT, H. (1998). Los orígenes del totalitarismo.
busca es hacer cierta pedagogía poniendo Madrid: Taurus.
en relación los factores que desencadenaron ASSOULINE, P. (1998). La cliente. Paris: Gallimard.
ese acontecimiento con los peligros que hoy AUGÉ, M. (1998). Las formas del olvido. Barcelona:
nos acechan. Yo creo que la mejor pedagogía Gedisa.
de la memoria es la que nos avisa, la que es BENSOUSSAN, G. (2003). Auschwitz en heritage?
consciente de que, aunque podamos acabar D´un bon usage de la mémoire. Paris: Mille et
con los regímenes totalitarios y sus prácticas une Nuit.
de terror, las “soluciones totalitarias” sobre- BLUSTEIN, J. (2008). The Moral Demands of Mem-
viven a sus regímenes y, como el bacilo de ory. Cambridge: Cambridge University Press.
la peste, duerme aviesamente, esperando COQUIO, C. (1999). Du malentendu. En Coquio,
el mejor momento para mandar matar a las C. (Comp.). Parler des camps, penser les géno-
ratas en la ciudad dormida. Esa es otra cla- cides. Paris: Albin Michel.
se de vigilancia, una que se llama atención. COQUIO, C. (Ed.) (2004). L´Histoire trouée: néga-
Recordar para estar atentos, para poder caer tion et témoignage. Paris: L´Atalante.
en la cuenta. CUESTA, R. (2011). Memoria, historia y educa-
Es por la memoria –porque existe un ción: genealogía de una singular alianza. En
pasado y porque existe la historia– por Lomas, C. (ed.). Lecciones contra el olvido. Bar-
lo que la educación tiene que ver con la celona: Octaedro, pp. 161-195.
transmisión de la cultura. Y probablemen- DIDI-HUBERMAN, G. (2003). Images malgré tout.
te la función de la cultura transmitida es París: Les Éditions de Minuit.
bastante modesta: consiste en lograr que DIDI-HUBERMAN, G. (2009). Survivance des lu-
la gente “preste alguna atención, escuche cioles. Paris: Les Éditions de Minuit.
un poco, mire algo” (Steiner, 1998, p. 108). FINKELSTEIN, N.G. (2002). La industria del Holo-
La poeta rusa Marina Tsvietáieva (2008, p. causto. Madrid: Siglo XXI.
67) decía en sus Confesiones que “a los cua- HOFMAN, M. (2011). Historia de la literatura de la
renta y siete años puedo decir que todo lo Shoah. Barcelona: Anthropos.
que tenía que saber, lo supe antes de los HUYSSEN, A. (2002). En busca del futuro perdido.
siete; los cuarenta siguientes fueron una Cultura y memoria en tiempo de globalización.
toma de conciencia”. Esta modesta fun- México: FCE.
ción de la transmisión cultural hace que la JELIN, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Ma-
misión de la institución escolar no consis- drid: Siglo XXI.
ta en otra cosa que en la transmisión del LACAPRA, D. (1998). History and Memory after
mundo; una pedagogía del mundo cen- Auschwitz. Ithaca: Cornell University Press.
trada en la atención, la escucha, la mira- LE GOFF, J. (1991). El orden de
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la memoria. El tiem-
da. Aquí, una pedagogía de la memoria po como imaginario. Barcelona: Paidós.
no puede ser otra cosa, entonces, que una LEVI, P. (2008). Trilogía de Auschwitz. Barcelona:
transmisión de la durabilidad del mundo, El Aleph.
de un mundo que perdura en sus imáge- LEVI, P. (2009). Deportados. Aniversario. En Vivir
nes, en sus historias, en sus relatos, en para contar. Escribir tras Auschwitz. Barcelona:
sus ideas y en sus creencias. Algunas de Alpha-Decay.
ellas amables; otras, dolorosas, en realidad MARGALIT, A. (2002). Ética del recuerdo. Barcelo-
poco, muy poco amables. na: Herder.

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Con-Ciencia Social

MESNARD, PH. (2007). Témoignage en resistance. STEINER, G. (1998). El precio de la cultura. En


París: Stock. Kearny, R. La paradoja europea. Barcelona: Tus-
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