José Emilio Pacheco figura entre los principales autores mexicanos del siglo XX. Su obra
abarcó cada uno de los principales géneros literarios: importantes títulos de poesía, narrativa,
ensayo y traducciones figuran entre su haber; mención especial merecen sus “inventarios”,
columnas que publicó primero en el diario Excélsior y posteriormente en la revista Proceso
hasta casi el momento de su fallecimiento, en las cuales reinventó el periodismo cultural. A
lo largo de su extensísima obra de más de medio siglo, pueden observarse, como en todos los
autores, ciertos temas capitales, aquellos que aparecen con insistencia, de manera explícita o
como un sutil rasgo que subyace dentro del texto. En el caso de José Emilio Pacheco, el gran
tema fue el tiempo. Y con dicho tema, aparecen otros de la mano: la historia, la memoria, la
nostalgia, el cambio.
La novela fue publicada por Joaquín Mortiz en 1967, el mismo año que Cien años de soledad.
Posteriormente, tuvo una segunda edición en 1977, con las modificaciones que Pacheco solía
hacer de manera casi obsesiva con todos sus textos en su ejercicio de rescritura constante; de
acuerdo con algunos críticos, estos cambios fueron sustanciales. Fue publicada por
Montesinos en España y en la colección “Letras Mexicanas”, que coeditó la SEP en los 80
para luego convertirse en una reliquia sólo disponible, con suerte, en bibliotecas o librerías
de segunda mano, hasta su reimpresión a cargo de Ediciones Era y El Colegio Nacional en
2016, poco antes del cincuentenario de su primera edición.
Morirás lejos es un libro muy complejo en todos los sentidos y, sin lugar a dudas, el
de más difícil lectura en la amplia carrera literaria de Pacheco. Tiene una construcción
experimental, dentro de la corriente de la nouveau roman, junto con Farebeuf de Salvador
Elizondo y Reunión de familia o Muerte por agua de Julieta Campos, tres novelas en
conjunto que, de acuerdo con Luz Elena Gutiérrez de Velasco “han quedado, a pesar de las
técnicas literarias empleadas, las huellas de la Historia […] Y los objetos se enseñorean en
textos que narran la tortura, la tristeza y el exterminio desde la fascinación de la mirada”
(169). De esta manera, Pacheco logra un difícil equilibrio entre la forma compleja y el
contenido profundo.
El libro está dividido en distintas partes, cada uno con un nombre e ideograma
cargados de significado:
“Desenlace”
Como señala Gabriela Leal (139), podemos identificar una división general de la obra
en dos planos: el del discurso histórico y el del discurso de la ficción. El discurso histórico,
que narra hechos no ficticios, sino pertenecientes al ámbito de la historia, está presente en
“Diáspora”, que refiere la guerra entre romanos y judíos a través del testimonio de Flavio
Josefo, y “Grossaktion”, en el cual se cuenta la ruina del gueto de Varsovia. Por el otro lado,
se mueven en el plano del discurso de la ficción “Salónica”, “Desenlace” y “Apéndice”, en
donde narra la acción de dos personajes, eme y Alguien, así como sus múltiples posibilidades
de origen y destino. Sin embargo, esta división no es intransigente, pues ambos planos se
cruzan entre sí, lo ficcional aparece en lo histórico, y eso sucede en “Götterdämerung”, que
habla sobre y desde Hitler, y “Totenbuch”, que muestra el posible pasado de eme como
médico nazi que cometió actos atroces en los campos de concentración. De esta manera, se
“propone una relación dialéctica entre literatura e historia, entre escritura y realidad, entre
individuo y sociedad” (142)
El libro comienza cuando eme, un nazi refugiado en México, observa, desde una
ventana, a Alguien, un individuo aparentemente normal, leyendo el “Aviso oportuno” de El
Universal en un parque con olor a vinagre donde se alza una torre. Todo transcurre en unos
cuantos minutos. A lo largo del texto se van proponiendo un sinnúmero de posibilidades
sobre la identidad de Alguien: un obrero, un violador, un padre que perdió a su hijo, el amante
de una mujer, una alucinación, un detective, un dramaturgo frustrado1 e incluso que nada
exista: “”[k] el pozo no existe, el parque no existe, la ciudad no existe” (36) . El texto duda,
es una “narrativa del recelo –fincada en la duda metódica sobre la realidad o validez de cada
juicio” (Leal 148), parece decirnos que detrás de todo hay una historia con muchas caras y
por lo tanto ninguna puede ser segura, que es muy difícil hallar la verdad: “[m] Sólo hay
escasos datos auténticos que pueden ser utilizables a fin de precipitar uno entre los mil
virtuales desenlaces.” (Pacheco 38).
Por otra parte, eme, con “m” de muerte, es todos los nazis que participaron en el
Holocausto, de los que tenemos indicios de su nombre, escrito con minúscula en las páginas
de la historia: eme es el doctor que experimentó en humanos (en referencia a Josef Mengele),
el director de un campo de exterminio, un soldado nazi (¿inocente?), el Führer mismo.
Alguien, con mayúscula, es las víctimas, los sin nombre, aquellos de los que tenemos sólo
una foto en blanco y negro en Auschwitz o en la resistencia de Varsovia, las hormigas
solidarias que cercaron al gorgojo, imagen que aparece como en un flash cinematográfico, o
Alguien no es nadie, es sólo el producto del delirio de eme. La verdad de la novela escapa
como escapan todas las historias de guerra y genocidio.
LA HISTORIA Y LA MEMORIA
El interés, por no decir pasión, de José Emilio Pacheco por la historia es puesta de manifiesto
en la novela por varios elementos, partiendo de la elección de un tema histórico de largo
aliento como columna de su novela. Posteriormente usa a Flavio Josefo como voz narrativa
y realiza una crónica de la destrucción del gueto de Varsovia a partir del testimonio en
primera persona de quienes estuvieron allí: personajes anónimos sobrevivientes y otros
históricos, como Hans Frank, quien fuera nombrado gobernador de Polonia durante la
1
En este segmento se lleva a cabo un juego intertextual con los hechos históricos al contar de qué trata la obra
que dicho dramaturgo estaba pensando sobre la expulsión de los judíos sefardíes de España, en un aparente
guiño a “Los teólogos”, cuento de Jorge Luis Borges publicado en El Aleph, y su título: “Salónica”
ocupación nazi, o Heinrich Himmler, líder de las SS. En estas partes del texto, se hace
referencia reiterada a datos históricos que añaden un paradigma de verosimilitud, muy
alejado del complejo juego ficcional llevado a cabo en los relatos del otro plano.
El libro fue publicado en la década de los 60, cuando comenzaban a surgir con mayor
profusión los relatos testimoniales sobre lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial y el
Holocausto, en la era del testimonio que tuvo su desenlace con el proceso llevado en contra
de Adolf Eichman (Cohen 12). Surgen los testimonios cuyo rasgo más estremecedor es, sin
lugar a dudas, su carácter de no ficcionalidad, la idea de que los horrores narrados no son
producto de la imaginación de los autores, sino sufrimientos que padecieron en el pasado, en
carne propia. El pacto que establece con el lector es ya muy diferente al que se establece
normalmente cuando se lee una obra que se sabe es ficción. Ante hechos tan brutales como
el Holocausto, la barrera de defensa que significa pensar que lo narrado no ocurrió en la
realidad, se desvanece: todo sucedió. Por lo mismo dichos textos son más difíciles de digerir,
por no decir ya de escribir y publicar; como señala Esther Cohen:
la culpa y la vergüenza de ocupar el lugar del otro, de ese otro al que se le deseó la muerte
para tener un mayor espacio en la barraca o para robarle ese pequeño pedazo de pan extra y
que, finalmente, acabó esfumándose por las chimeneas de los crematorios, pobló la memoria
y la vida de la gran mayoría de los sobrevivientes. (13)
José Emilio Pacheco tenía claro el carácter violento y signado por la muerte de la
historia humana: “porque el odio es igual, el desprecio es el mismo, la ambición es idéntica,
el sueño de conquista planetaria sigue invariable” (Morirás lejos 68). La violencia en la
historia es un eterno retorno, las estructuras de dominación y poder siempre están presentes
y, por ende, siempre tendrán efectos nefastos en los seres humanos y su paso por la tierra; se
busca el exterminio de un pueblo y se repite el intento muchas veces más a lo largo de miles
de años. ¿Qué hacer ante ello? ¿Qué puede hacer la literatura ante algo tan apabullante? En
la posibilidad r de “Salónica”, se plantea que eme sólo está jugando con las infinitas
narraciones posibles como medios para posponer la muerte, “pues se sabe que desde antes de
Scherezada las ficciones son un medio de postergar la sentencia de muerte” (49). Narrar para
posponer el momento final de la muerte. Suena como una propuesta arriesgada, sin embargo,
acepta su condición de texto y que está encerrado en otros textos: “[p] Todo esto, todo esto
es un ejercicio tan lleno de referencias a otros libros que seguir su desarrollo es tiempo
perdido.” (44), además de que, como anteriormente fue señalado, persiste en sus dudas: “pero
quién es eme/ quién soy yo/ quién me habla/ quién me cuenta esta historia/ a quién la cuento”
(147). Como señala Miriam Pino, esta falta de respuesta certera ante quién narra, “toca la
médula de la historia de la violencia como inscripción cultural. En este sentido, el texto es
un panóptico que observa la violencia y ésta impregna todos los niveles del relato” (413).
Pacheco había dicho, en cierta ocasión, que esta novela ya no tenía vigencia y había
envejecido. Nada más lejos de la realidad, si se me permite la disidencia con el autor. En una
escena de la película “The Eichmann Show” uno de los personajes dice “El fascismo no
murió cuando Hitler se voló los sesos”. “Eso ya no interesa […] Está muy visto […] no
podemos dedicar espacio a lo que sucedió en Europa hace muchos años […] Sin ánimo de
ofender mi amigo creo que también los cabrones judíos tuvieron parte de la culpa en que se
los llevara la chingada” (64-65) dicen algunas de las voces que aparecen en la novela. Y esas
voces no han desaparecido, no desaparecieron con la bala que atravesó el cráneo de Hitler
aquel día de abril de 1945. No, las voces que justifican el horror no son cosa del pasado,
nunca lo han sido, y por eso novelas como la de Pacheco no pueden perder vigencia.
Referencias
Cohen, Esther. Los narradores de Auschwitz. México: Fineo Editores, 2006.
Gutiérrez de Velasco, Luz Elena. «José Emilio Pacheco y el nouveau roman.» Jiménez de Báez,
Yvette. José Emilio Pacheco: Reescritura en movimiento. México DF: El Colegio de México,
2014. 159-169.
Leal, Gabriela. «Morirás lejos, "la inofensiva y consoladora utilidad de las narraciones".» Jiménez
de Baez, Yvette. José Emilio Pacheco: Reescritura en movimiento. México DF: El Colegio de
México, 2014. 137-157.
Olea Franco, Rafael. «De la ansiedad de las influencias: Borges en Pacheco.» Popovic Karic, Pol y
Fidel Chávez Pérez. José Emilio Pacheco: perspectivas críticas. Méxic0: ITESM; Siglo XXI,
2007. 30-52.
Pacheco, José Emilio. Inventario. Antología. Vol. III. Ciudad de México: Ediciones Era; El Colegio
Nacional; Universidad Autónoma de Sinaloa; UNAM, 2017.