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“Bienaventurados los pobres de espíritu,porque de ellos es el reino de los cielos.

Aquí la pobreza es tomada como actitud espiritual, interna, frente a los bienes materiales. Es el
hecho de haber vencido al deseo de posesión, la envidia, etc..En Lucas se habla de la pobreza
material (“los pobres”), lo cual no deja lugar a dudas sobre su interpretación. Tal vez la riqueza se
condene por el peligro de su mal uso, que conllevaría el olvido de los bienes espirituales superiores.
No olvidemos que Cristo se dirigía a pescadores, artesanos, personas pobres, pero no en la miseria.
Mahatma Gandhi afirmó en cierta ocasión “Yo no elogio la pobreza voluntaria a quienes padecen la
pobreza involuntaria”. Jesús tampoco elogia la miseria, que es injusta, pero exige que,
independientemente de lo que se posee, el espíritu esté libre del deseo de posesión.

Los “pobres de espíritu” también podrían ser los humildes, los que reconocen ante Dios que nada
tienen y nada son.

La recompensa para ellos está presentada como una realidad presente, no futura. Los coloca en
una posición de riqueza espiritual que contrasta con lo antrior, ya que se les da “el reino de los
cielos”, forma muy propia de Mateo para referirse a la salvación del alma.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra”

Para algunos críticos esta bienaventuranza sería una glosa de la anterior, lo que reduciría el
número de bendiciones a ocho. Aquí la promesa sí tiene un carácter de futuro, y lo que se ofrece es
la tierra. Esto recuerda al Antiguo Testamento, donde se prometía a los fieles la tierra de Canaán.

El ser manso supone una actitud de altruismo, de paz, humildad y bondad, de la que Jesús mismo
se puso como ejemplo en Mateo 11: 28 (“...aprended de mí, que soy humilde y manso de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas”). No se está elogiando la abulia o la pereza, ya que en
Proverbios se afirma : “desea el haragán, pero nada logra”, así como la simple indiferencia,
criticada en el Apocalipsis.

Tal vez haya aquí una referencia política, aconsejando a los oyentes la resignación y la confianza
en Dios ante la dominación extranjera, en este caso del Imperio Romano. La idea sería que toda
violencia está originada en el egoísmo, en el orgullo, que imposibilitan el verdadero amor, por lo
cual se condenan sin importar el motivo. La causa noble no admite una defensa innoble.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.”

En algunas versiones se dice “los afligidos”. Es una bienaventuranza muy discutida, y también
se encuentra en Lucas, por oposición a los que ríen. Es obvio que se habla del llorar para referirse a
la causa del llanto, el sufrimiento. Estamos ante un recurso literario llamado sinécdoque, ya que se
menciona una parte (el llanto) para sugerir la totalidad (el sufrimiento). La pregunta es si se está
exaltando el sufrimiento como virtud en sí mismo, o si se exalta el motivo no explicitado (llorar por
os sufrimientos ajenos, por la injusticia, por la conciencia de los propios pecados) o tal vez la
actitud interior de aceptación, paciencia,el afán de purificación.
No hay aquí un contraste entre los dos hemistiquios, sino que el segundo plantea la solución para
el sufrimiento antes planteado.

Las tres primeras bienaventuranzas proponen la pobreza, mansedumbre y sufrimiento como


motivo de bendición. Hay quienes han planteado que es esta una moral muy conveniente para los
ricos, los verdugos, los tiranos. ¿Se está proponiendo una moral de esclavos, en beneficio de sus
opresores? ¿Se está adormeciendo todo instinto de libertad, afán de justicia, todo esfuerzo de la
dignidad humana por lograr el respeto que merece? La posición cristiana plantea que esto no es así,
ya que las bienaventuranzas son una invitación al desprendimiento de los lazos con los que la
soberbia y el orgullo esclavizan al hombre. Serían el planteo de una purificación esencial que
llevaría a la práctica de la caridad, y por lo tanto puede considerárselas bienaventuranzas de
liberación, seguidas por seis de grandeza.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados.”

Es la primera de las bienaventuranzas de solidaridad, de magnanimidad, que responsabiliza al


hombre por la suerte de su prójimo. Se diferencia del planteo de Lucas, ya que este último habla de
“hambre”, tomada en sentido material, literalmente. De este modo se parecería a la primera, la que
habla de la pobreza, pero en Mateo adquiere un sentido dierente. Mateo hace una doble metáfora al
hablar de la necesidad de justicia como hambre y sed y al referirse al logro de la misma como
saciedad. Hambre y sed son necesidades primarias, urgentes, irresistibles y nunca saciadas
definitivamente, con lo que no se alude al simple deseo de justicia o al simple malestar por la
injusticia, estados superficiales que no son alabados aquí. La promesa contenida en el segundo
hemistiquio asegura el advenimiento de un sistema esencialmente justo, donde tales necesidades
serán saciadas.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”

En este caso ambos hemistiquios contienen la misma raíz, que sólo una vez más aparecrá en el
Nuevo Testamento, y que deriva de miseria y corazón (”cordia”), significando el amor a la miseria
en el sentido de compasión, amor al prójmo, capacidadd e sufrir con él. La idea básica es que se
obtiene lo que se da, como el perdonar para ser perdonado, no juzgar para no ser juzgado, etc.

“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”

Aquí al corazón se le atribuye la capacidad de conocer, de ver como conocimiento, ver que sería
terrible para el hombre común, pecador, que no podría resistirla. Recordemos que Dios en el texto
bíblico aparece manifestándose como una voz, una nube, truenos y relámpagos, un ángel, entre
otras formas. Se habla en este caso de los limpios o los puros, es decir, sin mancha o sin mezcla.
¿Quiénes serían? ¿Los ingenuos, los que no conocen el mal? Esto sería absurdo, pues limitaría el
poder de Dios a los niños, y tomaría la ignorancia como una virtud. ¿Serán los puros de corazón los
inocentes, que conocen el mal pero no lo practican? Podría ser, pero esto limitaría mucho las
posibilidades, ya que el hombre es pecador por esencia. La acepción más probable es que se refiere
a los rectos, los que conocen el bien y el mal, que pueden llegar a pecar pero se arrepienten
sinceramente y que reconocen sin mentir todas sus acciones.

“Bienaventurados los pacíficos, porque ellos sarán llamados hijos de Dios.”

Es muy similar a la de los mansos, pero no se confunden: antes se enseñaba la pacificación de


uno mismo, la mansedumbre, ahora, la lucha por la paz en la sociedad. La paz no aparece como
ausencia de problemas, sino como un estado de serenidad profunda que permite al alma descubrir,
tras el caos y el horror cotidianos, el rostro sereno e inmutable de Dios. La paz supondría la unión y
coherencia con uno mismo, con los otros hombres y con Dios. No olvidemos, por último, que el
Mesías es anunciado como un rey pacífico. El mesianismo sería una era de paz.

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos”

En este caso ambos hemistiquios retoman elementos mencionados con anterioridad. La justicia
aparece aquí como causa de persecución y martirio, y quienes sufren por ella son alabados. Se
accede a la salvación por el sufrimiento, lo cual es una idea transgresora, ya que antes se creía que
éste era el castigo por un pecado anterior. Jesús plantea que el justo puede sufrir sin haber pecado, y
que su dolor no es un castigo.

“Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan, y digan con mentiras toda clase de
mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a
vosotros.”

Esta es una paráfrasis de la bienaventuranza anterior, es decir, que explica o aclara su sentido.
Extiende su significado, planteando otras posibles conductas de parte de los enemigos hacia sus
seguidores. Se anuncian, con sentido profético, las luchas y sufrimientos futuros de sus seguidores.
Jesús se equipara a la justicia al decir que “serán perseguidos por mi causa”, mientras antes dijo que
serían “perseguidos por la justicia”. En este fragmento se pasa a una segunda persona concreta,
definida: vosotros. Es un recurso oratorio mediante el cual Jesús sacude a sus oyentes, rompiendo
la monotonía de la pausa rítmica. con esto muestra a sus oyentes que ellos son los
“bienaventurados” de los que hablaba antes. Cuando se menciona a los antiguos profetas se señala
la continuidad con el Antiguo Testamento, muy presente a lo largo de todo el Sermón del Monte.

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