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Alex Donnelly

17 de diciembre a las 09:00

LA FORMA MADURA DE CONSIDERAR A LOS LÍDERES ESPIRITUALES (1 Co. 3:5-7)

Con el afán de zanjar las divisiones en la iglesia en Corinto y enseñar a los creyentes a madurar en su pensamiento, Pablo
presenta la manera correcta en que se debe evaluar a los líderes espirituales. Él comienza su presentación hablando de sí
mismo y de Apolos en forma casi despectiva: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?” (v.5). En el idioma original, lo que
Pablo escribió fue: ‘¿Qué cosa es Pablo y qué cosa es Apolos?’, y la forma gramatical que usa da a entender que la
respuesta será: “Nada; no son nada”.

En realidad, lejos de ser grandes ‘estrellas’ espirituales a quienes se les debía adular y seguir ciegamente, Pablo y Apolos
no eran nada más que “servidores” (v.5). La palabra en griego es ‘diakonos’, que señala uno de los sirvientes de menor
rango en una casa, responsables por llevar la comida de la cocina a los comensales (ver Jn. 2:5). En términos espirituales,
Pablo y Apolos no debían ser considerados como líderes o autoridades, sino como instrumentos por medio de los cuales
Dios concedió a los creyentes el evangelio, para que ellos creyesen en Cristo y obtuvieran la vida eterna.

‘Es más’, continúa Pablo, ‘la tarea que cumplieron fue asignada por el Señor, quien reparte dones y ministerios según Su
propia voluntad’ (v.5b). Por lo tanto, si alguien debía llevarse la gloria era el Señor, no Sus siervos. Esta es la forma
‘adulta’ de considerar a los fundadores de iglesias y a los pastores espirituales.

La tarea que Dios encomendó a Pablo fue la de ‘plantar’ (v.6). Es decir, él llegó con el evangelio cuando no había ningún
creyente en Corinto, y predicó el evangelio, sembrando la buena semilla de la Palabra de Dios. Esa es la verdadera tarea
de un apóstol, porque la palabra “apóstol” y “misionero” son sinónimos. El término “apóstol” viene del idioma griego y
significa ‘enviado’, mientras que la palabra “misionero” viene del latín y significa exactamente lo mismo. Ambos son
pioneros, que trabajan en ‘campos blancos’ donde Cristo no es conocido.

Luego que Pablo pasara un año y medio plantando la iglesia en Corinto, él continuó su viaje misionero, y Apolos llegó a
la ciudad en su lugar, enviado por el Señor con la tarea de ‘regar’ las plantas que habían crecido gracias al ministerio de
Pablo (v.6). La forma en que Apolos llegó a Corinto es interesante. En Hechos 18, leemos que después de fundar la iglesia
en aquella ciudad, Pablo partió para volver a Siria, llevándose a Priscila y Aquila (Hch. 18:18). Ellos decidieron quedar en
Éfeso, quizá por su trabajo, mientras él continuó su viaje a Antioquía. Fue precisamente cuando Pablo se dispuso a
comenzar su tercer viaje misionero (Hch. 18:23) que Apolos llegó a Éfeso y tomó contacto con Priscila y Aquila, quienes
le ayudaron a entender mejor el evangelio (Hch. 18:24-26). Luego, Apolos decidió avanzar a Acaya, y por la providencia
de Dios llegó a la ciudad de Corinto, donde “fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído” (Hch. 18:28 –
19:1).

Pablo valoró el ministerio de Apolos, porque sin el ‘regadío’ espiritual que él brindó, los creyentes en Corinto fácilmente
podrían haberse secado en la vida cristiana. No obstante, el apóstol enfatiza que lo importante no fue el ministerio suyo ni
el de Apolos, sino el ministerio del Señor, quien produjo el crecimiento espiritual. Sin esta obra del Señor nada de lo que
Pablo o Apolos hicieron habría sido de valor alguno. Por lo tanto, los creyentes en Corinto debían dejar de aclamar a
Pablo y a Apolos, y debían poner su mirada en Cristo, como compete a cada creyente que es maduro en la fe (v.6b-7).

REFLEXIÓN: Si somos líderes espirituales, ¿qué pensamos de nuestro ministerio? Y si somos miembros de la iglesia,
¿somos fanáticos de algún líder espiritual? Dios nos ayude a pensar con cordura tanto de nosotros como de los demás en
la Iglesia, para que solo Cristo sea glorificado.

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