Constitucionalismo
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la soberanía del monarca absoluto (como representante de Dios), a la soberanía del
pueblo, quien gobierna a través de sus representantes elegidos por sufragio (dada la
imposibilidad técnica de la democracia participativa en las sociedades industriales).
Diferentes son los derechos, entonces, que se reclaman ante el poder
tradicional/carismático: desde los más básicos como la “libertad de tránsito”, el “derecho a
la integridad física”, a la “identidad”, etc., hasta el derecho a un mínimo “bienestar
material/económico” o a la “educación”, pasando por el reclamo de derechos referidos a la
“libertad de expresión”, “libertad de prensa”, de “asociación”, de “contrato”, y de
“sufragio”. Generalmente, estos derechos se han agrupado en tres categorías según como
fueron apareciendo aproximadamente en la historia de las sociedades contemporáneas. Es
así que podemos hablar de “generaciones de derechos” (propuesta de Thomas Marshall).
Estas serían: “civiles”, “políticos”, “económico/sociales” y, en la actualidad, “culturales”, los
cuales más que referir a derechos individuales refieren a identidades de grupo (como el
derecho a pertenecer a una minoría étnica fuera del margen de pertenencia del Estado-
Nación).
Lo anteriormente señalado, explica por qué las constituciones suelen estar divididas en
tres partes fundamentales: un “preámbulo” o parte de presentación, donde se expresa la
constitución de un “poder constituyente” que está excepcionalmente por fuera del marco
jurídico para poder generarlo (los “representantes del pueblo” o el “pueblo” mismo); una
“parte dogmática”, en donde se explicitan los derechos y garantías de la ciudadanía (lo que
suele denominarse como “declaración de derechos”) (Sartori, 1996: 227); y un parte
“orgánica” o de “estructura de gobierno”, donde se describe el diseño institucional bajo el
cual se reparte el poder (Ibíd.). Es fundamentalmente en esa tercera sección donde cobra
visibilidad lo que se ha denominado forma de gobierno.
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legitimidad, o sus vestigios. Por lo tanto, interesa más que nada el constitucionalismo
moderno (a partir del siglo XVIII), cuando este tipo de texto fundamental refleja la
inclinación de la balanza de poder en favor de la “ciudadanía” (Lasalle, 1975: 62).
Es por ello que, desde aquél periodo hasta la actualidad, generalmente las constituciones
occidentales han organizado diferentes formas de gobierno, resultantes de aquél choque
entre poder tradicional/carismático y aquél basado en el la legitimidad legal-racional. Más
allá de las tipologías clásicas organizadas por Platón, Aristóteles, Maquiavelo, puede
sostenerse que las dos formas de gobierno principales son “Monarquía” y “República”. A
partir de ellas, suelen existir las siguientes formas de gobierno: