- INFORMALIDAD EN EL PERÚ
Son dos las causas de la informalidad: (i) baja productividad y, (ii) altos costos laborales e
impositivos.
Con respecto a la baja productividad, esta está asociada a los bajos niveles educativos (tanto en
cantidad como por calidad). Estos bajos niveles educativos se concentran en trabajadores
(tanto independientes como dependientes) que laboran en microempresas (empresas de
menos de 10 trabajadores). Los intentos de disminuir los costos de la formalización (regímenes
especiales de impuesto a la renta o trámites menos costosos para la formalización) para este
grupo han sido infructuosos ya que ese no es el motivo subyacente. El verdadero motivo es que
no son lo suficientemente productivos y sólo subsisten para sobrevivir. Lamentablemente, en
este grupo se encuentran los pequeños emprendedores. Uno de los mitos que debe cambiar en
el Perú es que nuestro país es un país de emprendedores. No lo es. Los cursos o capacitaciones
de emprendimiento que se realizan por todo el Perú no tienen un efecto significativo sobre el
incremento de la productividad de las personas y, por ende, sobre la productividad: de cada
100 personas capacitadas, sólo 5 tienen éxito como emprendedores.
La segunda causa está asociadas a los altos costos laborales e impositivos. En este grupo se
encuentran las empresas que son lo suficientemente productivas; sin embargo, escapan de la
formalidad porque enfrentan muchos costos para generar utilidades y crecer. En este grupo se
encuentran las personas que laboran en pequeñas (entre 10 y 49 trabajadores) y medianas
(entre 50 y 200 trabajadores) empresas, tanto dependientes como independientes.
1.- Por elección: tanto el empleador como el trabajador optan por ser informales para evadir
costos y tener mayores beneficios económicos de corto plazo.
2.- Por evasión: las empresas prefieren quedarse en el sector informal y con ello, todos sus
trabajadores están en las mismas condiciones, a veces con algunos beneficios como
gratificaciones.
3.- Por exclusión: los trabajadores tienen muy baja calificación laboral y por tanto no pueden
conseguir trabajo en empleos formales.
Según los cálculos de la OCDE, en el Perú al menos 11% de los trabajadores trabajan en el sector
informal pues no tienen otra opción, es decir, están en el tercer caso.
Cabe indicar que la informalidad es una de las principales barreras para que en el Perú se dé un
crecimiento económico inclusivo –con beneficios para la mayor cantidad de ciudadanos–.
La informalidad genera un círculo vicioso que afecta a las personas con escasos recursos, pues
no les ofrece capacitaciones, acceso a servicios públicos y los sueldos que paga son bajos.
¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE LA INFORMALIDAD?
Falta de protección social: Las actividades informales, casi por definición, evitan los
impuestos sobre la nómina y as contribuciones a la seguridad social, de manera que los
trabajadores del sector carecen de acceso a las diferentes formas de protección social como el
seguro de desempleo, el seguro de salud o la jubilación.
Esta primera clase de comercio ambulatorio es la que desarrollan los que compran pequeñas
cantidades de baratijas, golosinas víveres no perecibles y deambulan por las calles tratando de
venderlos entre las personas que encuentran a su paso. Carecen pues de una ubicación fija y
operan en una escala bastante reducida.
El incendio ocurrió el 22 de junio del 2017 al interior de la galería Nicolini. Según las
investigaciones, Coico Sirlopú fue quien encerró con candado a Jovi Herrera (20) y Jorge
Huamán (19) en un contenedor para que trabajen sin descanso falsificando fluorescentes.
Debido a este encierro, los jóvenes no pudieron escapar y murieron en el incendio ocurrido el
22 de junio pasado en la galería Nicolini de Las Malvinas.
“Las Malvinas”, donde en un pavoroso incendio murieron dos jóvenes que laboraban
encerrados en un container por su empleador informal.
Esta es la situación de desamparo en la que trabajan millones de peruanos, uno de cada seis
compatriotas, sin protección, sin Estado, en zonas liberadas para la informalidad, el abuso y la
violación de sus derechos más elementales. Que las más frecuentes violaciones a los derechos
de los trabajadores no se dan en las empresas formales, en aquellas que luchan diariamente con
cumplir las exigentes normas laborales, sino en el sector informal que emplea al 75% de la PEA.
Tenemos nuevamente sobre el tapete la discusión sobre qué hacer para combatir este mal
endémico de nuestra sociedad. Personalmente, considero que, como país, no podemos avanzar
hacia niveles dignos de bienestar si es que no se inicia una cruzada nacional de formalización
de las relaciones laborales. Esto requiere de liderazgo, objetivos razonables y compromiso de
los sectores sociales involucrados. Sin embargo, la foto del presente resulta desalentadora.
Por el lado empresarial las cosas no andan muy bien que digamos: las mismas quejas en contra
de la rigidez de la legislación laboral, pero ninguna propuesta estructurada y sólida que pueda
servir de base de un debate técnico. Ningún compromiso de fortalecer la capacitación de los
jóvenes en formación. Es decir, el mismo discurso de exigir al Estado la reducción de los
sobrecostos, pero sin asumir el rol de ser parte activa de la solución.
Desde el Ejecutivo, vemos a un Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) acusando
el golpe de los sucesos, pero sin reconocer la inoperancia y abandono de la inspección
laboral en la lucha contra la informalidad. Y finalmente, desde el Congreso vemos a nuestros
representantes enfrascados en una feroz lucha política por temas coyunturales, interpelaciones
sin fin y otras nimiedades. No existe una visión global de los problemas del país que los lleven
a discutir temas prioritarios y trascendentales, como es la lucha frontal contra la informalidad
laboral.
Mientras llegue el día que un grupo o persona asuma este compromiso, generaciones enteras
de jóvenes pobres aceptan condiciones de trabajo indignas por la necesidad de supervivencia,
en medio del abandono de los políticos y los gobernantes. Y la imagen de un joven de origen
humilde en “Las Malvinas”, encerrado en un container, blandiendo un fluorescente con
desesperación y pidiendo por su vida seguirá en la conciencia y memoria de quienes sí
queremos que las condiciones de trabajo en el Perú mejoren, pero sin soluciones populistas,
utópicas y desfasadas de los tiempos y la realidad.
CONCLUSIÓN