“la risa popular y sus formas”, que “constituyen el campo menos estudiado de la creación
popular”(1988, 9). Así, va a realizar un estudio de lo que, siguiendo sus conceptos, podemos
llamar la risa carnavalesca, que, señala Bajtín, no es pura forma sino que expresa una cultura
Bajtín afirma que el carnaval y la vida festiva parecían construir “al lado del mundo oficial, un
segundo mundo”(1988, 11); genera un corte temporal y espacial en vida cotidiana donde se
instauran nuevas “leyes de libertad” (1988, 13): la “abolición provisional de las relaciones
Poggio Bracciolini parece afirmar algo parecido: estas historias que él reproduce eran contadas
entre los secretarios eclesiásticos “en el ala más apartada” para “relajar el espíritu” (2008, 131).
“ilustrísimo orador y secretario apostólico”(2008, 31) cuente este tipo de anécdotas; frente al
posible escándalo, se resguarda tras los antiguos y argumenta: “es algo honrado e incluso
necesario, y ha sido elogiado por los filósofos, distraer de vez en cuando de las continuas
anécdotas era durante una especie de lapso separado del resto del día, donde se podía hablar
libremente –“se hablaba mal de todo y de todos los que no nos gustaban” (2008, 131)-. Es en
este contexto donde están permitidas estas conversaciones que utilizan el “lenguaje
carnavalesco” bajtiniano, esa comunicación que surge en la situación de fiesta. Así, la lógica de
las “<cosas al revés> y <contradictorias>”(Bajtín, 1988, 16) donde lo alto y lo bajo se unen e
invierten, recorre todos los niveles de composición. Aparece desde la misma condición de
lengua vulgar sino en latín: “la lengua latina es rica en nuestra época incluso para los temas de
elocuencia”(Bracciolini, 2008, 31). Esta aclaración descubre un propósito del uso de la risa más
allá del mero entretenimiento. Volveremos a esto, pero primero haremos un recorrido por los
obra: abundan relatos de contenido sexual o de profanaciones y burlas, junto con los que se
incluyen relatos de milagros (98, 99), de prodigios (167, 168) o algunos como el 171, del niño
que come humanos, que exceden la categoría de chiste y pasan a ser anécdotas, tratando temas
no tan “bajos”. Por último aparece en lo temático, donde es quizás más evidente. En los estas
anécdotas, los hombres, temas y costumbres más altos se mezclan con los más bajos, por lo
general en una unión sexual –ejemplo claro es el cuento 5, “De un ignorante que creía que su
mujer tenía dos coños”, donde no solo se unen al campesino y al sacerdote en la misma mujer,
sino que aparece la limosna ligada al acto sexual-. Estas son los más abundantes, y en ellas
aparece marcada esa concepción estética que Bajtín llama “realismo grotesco”, donde las
imágenes materiales y corporales son elevadas al mismo nivel que lo cósmico y social; se
instaura una suerte de “fiesta utópica” a partir de este “conjunto alegre y bienhechor”(todas
Bajtín, 1988, 23). Este concepto se evidencia en las historias que presentan una parodia a la
Iglesia y el clero: el cruce con lo sexual es un ejemplo claro, aunque también se realiza con
elementos grotescos de otras índoles, como pedos o demás alusiones a desechos corporales. No
obstante, también hay ejemplos como el 75, donde las burdas piedras de moler aparecen con
mayor valor que las piedras preciosas, o como el 121 “Un chiste del famosísimo Dante”, donde
se mezcla una figura de renombre erudito con lo gracioso. Mismo se generan “inversiones,
respuesta”(Bracciolini, 2008, 51) termina la historia 47. Vemos cómo el Liber facetiarum se arma
entonces con una constelación de diversas historias, que lo único que tienen en común es el
espacio donde fueron referidas, y el poseer esa tonalidad carnavalesca, que Bajtín afirma que se
De las obras producidas que poseen esta cosmovisión carnavalesca, Bajtín señala la producción
de “literatura latina paródica” donde “la ideología oficial de la Iglesia y sus ritos son descritos
La literatura cómica latina de la Edad Media llegó a su apoteosis durante el apogeo del
Renacimiento, con el Elogio de la Locura de Erasmo (una de las creaciones más eminentes de
humor carnavalesco en la literatura mundial) (…). (1988, 19)
Por otra parte, Ciordia en su “Introducción” al Elogio de la Locura, refiere a la tripartición con la
que Burucúa clasifica la risa del Renacimiento: “como crítica satírica de las costumbres, como
juego compensatorio de los pesares de la existencia humana y como conocimiento sublime del
mundo”(Ciordia, 2007, LXV). Esta última “risa sublime”, que se relaciona con la “risa pascual” o
“parodia sacra”(Bajtín, 1988, 19) que menciona Bajtín en las literaturas cómicas latinas, es la que
aparece con toda su fuerza en el Elogio de la Locura, y que le vale tal alabo del crítico ruso.
Desde la misma dedicatoria de Erasmo, que funciona como un prefacio, vemos un acercamiento
de que una persona de su talla hable en ese tono “vulgar”, así como al alegar que no es tanto
una crítica como una cosa de entretenimiento. Sin embargo, hay una clara diferencia cuando
dice que sería injusto no dejar reír a los estudiosos, “si las chanzas conducen a cosas serias, y se
juguetea de modo que un lector (…) pueda sacar de ellas algo de más provecho que de esos
argumentos espléndidos pero tétricos”(Erasmo, 2007, 6). Aquí está poniendo en funcionamiento
una inversión será uno de los ejes del Elogio: la ambivalencia entre el conocimiento racional que
los estoicos sostienen, contra la sabiduría que surge del discurso irracional, vulgar de la Locura.
Detrás de éste hay algo más que una intención de comicidad, y aún más que una crítica.
Erasmo se vale igualmente de elementos de la risa carnavalesca: aparecen las imágenes del
referencias a niños y ancianos, con todo eso se relaciona la Locura. Por otra parte, usa un
discurso que se basa en todo tipo de inversiones lógicas: constantemente está jugando con los
Locura parece ser la más lógica y racional de todas. El texto está asentado entonces en la base
de la ambigüedad. Lo que se genera es una inestabilidad, y una puesta en tela de juicio del
sistema de creencias y conocimiento de la época. No solo se usa contra la Iglesia y los sectores
gobernantes, sino que, y fundamentalmente, se usa para desbaratar el problema del hombre y
su relación con la razón. El planteo, como Ciordia señala, recae sobre la condición humana: “lo
que la Locura parece continuamente parodiar (…) es este discernimiento o discriminación entre
Volviendo a Bajtín, el Elogio de la Locura se acercaría mucho más a generar esa degradación que
produce la parodia medieval, que al acercar lo sacro a la tierra, implica una destrucción pero
también un renacimiento; “es ambivalente, es a la vez una negación y una afirmación” (1988,
25) Y as allí donde cobra su dimensión sublime, ya que en su cuestionamiento abre lugar a una
nueva concepción del hombre. Pero es aún más que esto. Ciordia cita a Griffin, quien afirma que
no sólo está el cuestionamiento, sino que es “un proceso que, como el del ensayo, indaga más
que concluir”(Ciordia, 2007, LXIV). Es decir que no sólo produce una degradación de lo
establecido, sino que, al no dar otra concepción que venga a ocupar el lugar, deja abierta esa
pregunta, es una pregunta que renueva en cada lectura su acción degradadora. Esto que muchos
interpretaron como una cobardía de Erasmo al no posicionarse de ningún bando (del de Lutero y
la Reforma, ni del de la Iglesia), cobra otra dimensión: su posición estaba del lado del
“eclecticismo”, y sirve de cierre a esta reflexión la cita que Rico rescata de una de sus epístolas
“(solo se lograría la paz) reduciendo al mínimo las definiciones y dejando a cada cual la libertad
Sin embargo, rescatemos la cita de Bracciolini sobre el uso del latin: “el simple ejercicio de
escribir contribuirá al arte de la elocuencia” (2008, 31). Burucúa señala que esta hibridez que
caracteriza las facezie tiene una finalidad mayor que el entretenimiento: al entrelazar esa
sabiduría de los Antiguos con un gozo más terrenal, busca darle otra vitalidad a la lengua latina y
al conocimiento que a ella se asocia. No está tan alejado del propósito de Erasmo. Sin embargo,
éste último le da una puesta en escena mucho más fuerte: el grito de la Locura tiene un efecto
mayor que los fragmentos de historias de los secretarios, por más que usen un lenguaje mucho
más vulgar.
Bibliografía:
Bajtín, Miguel. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de F.
Bracciolini, Poggio. Libro de chistes. (trad. Olmedilla Herrero). Madrid, Akal, 2008 (selección).
Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura (trad. Martín Ciordia), Bs As, Colihue Clásica, 2007.
Rico, Francisco. El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo. Madris, Alianza, 1993.