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Clase 2: Sobre identidades y otras cuestiones…

Con la aparición de la fotografía, Latinoamérica recibió una importante cantidad de fotógrafos,


viajeros unos investigadores otros, que registraron la esencia de cada rincón que pudieron
documentar. Dejando así un legado fundamental para dar conocer la identidad y características de
la región.

Mucho de ese material hoy conforma los diversos archivos fotográficos de los países que fueron
registrados, más allá del momento y de la técnica empleada.

Cuestionados algunos de estos registros, resulta innegable el valor documental que poseen. En
algunos casos porque hace a los pueblos originarios y en otros porque van conformando la esencia
de estas sociedades, en esa conjunción de nativos y extranjeros que dieron forma a la identidad
nacional.

Según Eva Martín Nieto:

El valor más ampliamente aceptado de la fotografía es el valor documental; lo que significa que se
equipara la realidad que el documento fotográfico muestra con la realidad misma, pero tal
objetividad no existe realmente pues en el proceso fotográfico intervienen multitud de
factores/actores. Así pues, hemos de plantearnos la fotografía como representación. Esto es
particularmente importante para la antropología que puede (y debe) utilizarla para sus propios fines,
incrementando la cualidad de sus resultados. (1968)

Cómo vieron a los que vieron


Sea como fuente antropológica o como testimonio social, las imágenes que dan cuenta de
tradiciones, costumbres y formas de vida representan una historia visual inigualable en su valor
testimonial.

Del mismo modo que otras disciplinas, el universo que conforma esta multitudinaria representación
resulta difícil de abarcar y al igual que otros aspectos tratados, se toman como referencia aquellos
que por su incidencia, constituyen documentos de gran valor etnográfico.

Tal el caso de Guido Boggiani, viajero italiano que entre 1896 y 1901 realizó un estimativo de 415
fotografías en placas de vidrio con gelatino-bromuro en la región limítrofe de Argentina con
Paraguay, Brasil y Bolivia.

Este registro configura uno de los más importantes de la época de las tribus Caduveo y Chamacoco,
ubicadas en las zonas del Gran Chaco y del Matto Grosso, por ejemplo, donde dejó plasmado
comunidades reales, pese a las dificultades que se le presentó estar en contacto con estos grupos.
Más allá de los problemas reales de la zona en cuanto a la hostilidad del clima y los rigores naturales.

En el catálogo publicado por el Museo de Arte Hispanoamericano Fernández Blanco, de Buenos Aires,
se transcribe una carta que enviara oportunamente a un amigo en Europa:

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“… Me pides que fotografíe cosas bellas y personas, pero no todo es tan fácil como se cree, como a lo
que estamos acostumbrados en nuestro país. Sucede que estoy pasando por un paisaje natural donde
hay muchas cosas por fotografiar pero estoy muerto de cansancio y, además, mi cámara se halla en
el lomo de una mula. Ni siquiera yo soy capaza de llevar la máquina al hombro y las placas en los
bolsillos, porque llevo allí cosas más necesarias, además que el material se llenaría de polvo. ¡No
tienes idea de lo que pesa una cámara como ésta, cuando se lleva durante horas sobre la espalda,
montado a caballo!

Su muerte está envuelta de misterio y nunca pudo ser aclarada. Se sabe que fue asesinado,
supuestamente por miembros de la comunidad, pues sus restos fueron encontrados un año después
por una expedición patrocinada por la comunidad italiana radicada en Asunción del Paraguay.

En el confín del mundo


Desde los inicios de la actividad fotográfica en Chile, a mediados del siglo XIX, este medio permitió
dejar un testimonio visual de nuestra sociedad y diversos acontecimientos históricos. Sabido es que
fotógrafos provenientes de Europa y Estados Unidos, o profesionales que aprendían rápidamente el
oficio en Chile, se establecieron en ciudades como Santiago y Valparaíso para retratar la sociedad
local y hacer vistas del paisaje. Otros, tal vez más aventureros, buscando nuevos destinos y
oportunidades, viajaron al sur de Chile, instalándose en las ciudades y pueblos recién fundados en los
nuevos territorios incorporados a la República. (Margarita Alvarado Pérez).

Muchos fueron los viajeros que recorrieron especialmente el sur de Chile para realizar registros
fotográficos de una sociedad que, a sus ojos, resultaba totalmente exótica. Pero fue especialmente
la comunidad Mapuche la que fue más registrada, por lo que dicen los investigadores una trilogía
que le permitió la producción de la fotografía etnográfica con que cuenta el país y que en su mayoría
constituye el acerbo fotográfico . Ellos son Christian Enrique Valck (1826-1899), Gustavo Milet
Ramírez (1860-1917) y Odber Heffer Bissett (1860-1940).

El primero arribó a Chile en 1852, estableciéndose en la ciudad de Valdivia, donde abrió un estudio
fotográfico que fue continuado por sus hijos y nietos. Su obra se inicia en 1858 llegando a la zona de
frontera donde realiza relevamientos de gran valor documental. Su mayor producción la efectúa en
el formato Cabinet y otro tanto en carte de visite registrando a la comunidad mapuche en su estudio
al que dotaba de fondos pintados o ambientaciones naturales. Se ha podido recolectar material que
obra en el Museo Histórico y Antropológico Mauricio van de Maele, en Valdivia.

Por su parte, Milet Ramírez, oriundo de Valparaíso inicia su actividad en esta ciudad y luego se instala
en Traiguén hacia 1890 donde efectúa producción de la gente local. Su producción más destacada
refiere a retratos, realizados también en su mayoría en formato cabinet. Pero también se destaca la
serie de paisajes en la zona de Puerto Varas, Frutillar y Puerto Montt. En lo referente al pueblo
mapuche, ha podido captar rituales y ceremonias propios de este grupo.

Heffer Bissett, oriundo de Canadá, llega a Chile en 1996, para ejercer su labor fotográfica. Primero
en un estudio contratado y luego por cuenta propia que le dio gran prestigio entre la sociedad de la
época. Una de sus producciones más destacadas tiene como registro la serie que realizara al pueblo
mencionado donde se puede apreciar el interior de una vivienda autóctona, con la dificultades que
le pudo haber llevado el reducido espacio y la aparatología del momento.

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Si bien se puede advertir un “montaje” en todas estas producciones, no es menor apreciar la
importancia de estos registros que perpetúan el recuerdo de este pueblo originario.

Del profundo Matto Grosso


Luego del impacto generado por la presentación de la fotografía en Brasil, y bajo el amparo de Pedro
II, comenzaron a llegar profesionales con un fin eminente comercial. Pero pasada la segunda mitad
del siglo XIX, se generó un interés por las clases más marginadas y es así como se empieza a
fotografiar a los aborígenes del Amazonas.

El primero en realizar este tipo de imágenes fue August Frisch, quien si bien lo realizó con un carácter
antropológico, mantuvo su mentalidad europea en cuanto a verlos como “raros objetos” por su
exotismo. Hacia 1866 el portugués (conocido luego en Argentina con el nombre de Christiano Junior)
realizó producciones en su estudio de indios y negros, ambientándolos delante de telones pintados,
una práctica muy común en la época como ya hemos visto en otros países.

No existía todavía el carácter de denuncia, como acontecería años después con la abolición de la
esclavitud en 1888 y la evolución de la técnica fotográfica.

Entre la gran cantidad de material realizado por Alberto Henschel se destaca la serie de retratos
tomados a las clases sociales de Brasil. En su producción se puede apreciar desde la más alta prosapia
hasta los grupos que todavía sufrían la esclavitud. Si bien su obra abarca paisajes, su gran estética le
permitió acceder al título de Fotógrafo de la Casa Imperial, donde por supuesto la monarquía fue la
protagonista de su producción.

Un referente importante es Marc Ferrez. Nacido en Río de Janeiro proveniente de una familia
francesa, fue enviado a París en 1855 donde aprendió fotografía, regresando a Brasil en 1865.
Contratado pro el gobierno en 1875 trabajó en la Comisión de Investigaciones Geográficas, lo que le
permitió viajar por diversas regiones retratando a varias tribus de la zona del Matto Grosso, entre
ellas a los botocudos, denominados así en relación con los adornos con los que perforaban sus bocas
y orejas.

Su prolífica carrera se extendió por más de cincuenta años, reuniendo un material calculado en unos
5.000 negativos de vidrio. Para el historiador Boris Kossoy, Ferrez es uno de los más grandes
fotógrafos de su tiempo.

México y su civilización
El daguerrotipo no tardó en difundirse por América Latina. En México, el primero fue tomado el 26
de enero de 1840 y consistió en una vista de la catedral capitalina. En este país actuó entre 1839 y
1842 el mencionado John Lloyd Stephens quien, con su ayudante, el arquitecto y dibujante inglés
Frederick Cathewword, exploró, dibujó y fotografió las ruinas mayas.

No es de extrañar el interés despertado por las civilizaciones antiguas de este territorio, ya que las
denominadas excursiones daguerreanas, buscaban el exotismo del continente americano que por
primera vez podía plasmarse en estas placas.

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Otro itinerante que visitó varias ciudades de Cuba y Venezuela , recalando finalmente en México, fue
el húngaro Pál Rosti, cuyos estudios sobre la naturaleza le valió gran prestigio por su estética y
composición. Su mayor producción se ubica entre 1856 y 1858.

Los registros fotográficos que se muestran dan cuenta de producciones realizadas en estudio. Tanto
la de la izquierda tomada por Gustavo Milet Ramírez hacia 1885 como la atribuida a los hermanos
Valk permiten observar los fondos pintados, tradicionales para la época.

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La obra fotográfica de Boggiani se caracterizó por las tomas realizadas en escenarios naturales, de
donde eran oriundas las tribus registradas. Izquierda: hombre Tumaná con diadema de plumas (Los
Médanos, 1901). Derecha: Figura entera con dos muchachos Chamacocos. (Puerto, 1901).

Fotografía de conjunto de representantes de la tribu Bororo registrada por la cámara de Marc Ferrez
(ca. 1880) en su estudio profesional. Los elementos que acompañan al grupo dan cuenta de esto.

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Uno de los registros más destacados de Ferrez refiere a la tribu de los Botocudos. La imagen muestra
una ilustración realizada en 1875.

Bibliografía consultada para la elaboración de la clase


Gesualdo, V. (1995). Historia de la Fotografía en América. Desde Alaska hasta Tierra del Fuego en el
siglo XIX. Edit. Sui Generis. Buenos Aires.

Incorvaia, M. (2015). Grandes fotos. Grandes fotógrafos. Las ciudades. Diario La Nación, Buenos
Aires.

Incorvaia, M. (2013). La fotografía. Un invento con historia. Edit. Aula Taller. 2da. Edición. Buenos
Aires.

Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Boggiani y el Chaco. Una aventura del
siglo XIX. Año 5. Número 15

Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Mapuche. Construcción y montaje de un


imaginario. Año 7. Número 18.

Universidad Central de Venezuela, (1968) Memorias de un viaje por América. Publicaciones de la


Escuela de Historia. Universidad Central de Venezuela, Caracas.

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Links Clase 2. Fotografía Latinoamericana. Sobre identidades y otras
cuestiones…

Guido Boggiani

https://www.youtube.com/watch?v=gudIFw842l8

Marc Ferrez. Lago Oliveira

https://www.youtube.com/watch?v=Koo8leoPj9I

Gustavo Milet

http://200.10.23.169/trabajados/fotografia_azocar.pdf

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