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PSICOPATOLOGIA UNIDAD 3

CONCEPTO DE CUERPO

“El estadio del espejo como formador de la función del yo (je)”

El estadio del espejo nos aporta luces sobre la función del yo (je) en la experiencia psicoanalítica.
Esta experiencia nos opone a toda filosofía derivada del cogito (Descartes – “pienso luego
existo”).

… Recuerden el aspecto del comportamiento de que partimos la cría de hombre, a una edad en
que se encuentra por poco tiempo superado en inteligencia instrumental por el chimpancé,
reconoce ya sin embargo su imagen en el espejo como tal. Este acto, en efecto, lejos de agotarse,
como en el mono, en el control, una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota enseguida
en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los
movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual
a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los
objetos, que se encuentran junto a él.

Este acontecimiento puede producirse desde la edad de seis meses. Un lactante ante el espejo,
que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie, pero que, a pesar
del estorbo de algún sostén humano o artificial (andaderas), supera en un jubiloso ajetreo las
trabas de ese apoyo para suspender su actitud en una postura más o menos inclinada, y
conseguir, para fijarlo, un aspecto instantáneo de la imagen.

Esta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieciocho meses el sentido que le damos,
y que no es menos revelador de un dinamismo libidinal, hasta entonces problemático.

Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno
que el análisis da a éste término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando
asume una imagen.

El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser sumido todavía en la
impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que es el hombrecito en ese estadio infans,
manifiesta la matriz simbólica en la que el yo [je] se precipita en una forma primordial, antes de
objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya
en lo universal su función de sujeto.

Esta forma por lo demás debería más bien designarse como yo-ideal, en el sentido de que será
también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas funciones de normalización libidinal
reconocemos bajo ese término. Pero el punto importante es que esta forma sitúa la instancia
del yo, aún desde antes de su determinación social, en una línea de ficción, irreductible para
siempre por el individuo solo.

La forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la maduración
de su poder, no le es dada sino como Gestalt, es decir en una exterioridad donde sin duda esa
forma es más constituyente que constituida. Así esta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse
como ligada a la especie, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia mental
del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora.

La imagen especular parece ser el umbral del mundo visible.

Debemos en el hombre una insuficiencia orgánica de su realidad natural.


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La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función
de la imago, que es establecer, una relación del organismo con su realidad. Pero esta relación
con la naturaleza está alterada en el hombre por cierta dehiscencia del organismo en su seno,
por una Discordia primordial y la incoordinación motriz de los meses neonatales. La noción
objetiva del inacabamiento, confirma este punto de vista que formulamos como el dato de una
verdadera prematuración específica del nacimiento en el hombre.

Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta decisivamente en historia
la formación del individuo: el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno. se precipita
de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación
espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo
hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad, y a la armadura por fin asumida de
una identidad enajenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental.
Así la ruptura del círculo del Innenwelt (mundo interior) al Umwelt (entorno) engendra la
cuadratura inagotable de las reaseveraciones del yo.

Este cuerpo fragmentado, se muestra regularmente en los sueños. Aparece entonces bajo la
forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia. Pero esa forma se
muestra tangible en el plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la
anatomía fantasiosa, manifiesta en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo, de la
histeria.

El momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la identificación con la imago del
semejante y el drama de los celos primordiales, la dialéctica que desde entonces liga al yo [je]
con situaciones socialmente elaboradas.

Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber humano en la mediatización
por el deseo del otro, constituye sus objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del
otro, y hace del yo [je] ese aparato para el cual todo impulso de los instintos será un peligro, aún
cuando respondiese a una maduración natural; pues la normalización misma de esa maduración
depende desde ese momento en el hombre de un expediente cultural: como se ve en lo que
respecta al objeto sexual en el complejo de Edipo.

Nuestra experiencia nos aparta de concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción-
conciencia, como organizado por el "principio de realidad" en que se formula el prejuicio
cientificista, para indicarnos que partamos de la función de desconocimiento que lo caracteriza
en todas las estructuras: pues si la Verneinung (negación) representa su forma patente, latentes
en su mayor parte quedarán sus efectos mientras no sean iluminados por alguna luz reflejada
en el plano de fatalidad, donde se manifiesta el ello.

“La noción de cuerpo” Mazzuca (pag 108-113)

El cuerpo es una formación imaginaria. Pero conviene recordar que los tres registros
necesariamente siempre están articulados. Considerando esto retomemos la enunciación sobre
la castración, de la que dijimos es una operación simbólica cuyo efecto es separar el goce, que
es real, del cuerpo, que es imaginario. Esto implica no confundir el cuerpo con el organismo
biológico pero también no confundir el cuerpo con el sujeto.

Uno de los efectos del lenguaje es que separa el cuerpo del sujeto. La distinción es esta: “Tengo
un cuerpo” y no “soy un cuerpo”, es una escisión, una separación entre sujeto y cuerpo, que
solo es posible por la intervención del lenguaje.
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El inconsciente tiene efectos sobre el cuerpo. ¿Pero qué cuerpo? Si ubicamos el cuerpo en el
registro de lo imaginario, cuerpo significa entonces imagen del cuerpo, imago corporal. Lo eficaz
para la determinación de la conducta no es la materialidad del cuerpo son la representación que
de él se forma el individuo.

Debemos entonces tener en claro esta distinción: cuando hablamos de cuerpo no nos estamos
refiriendo al organismo biológico, no estamos ubicándonos en la dimensión de lo anatómica o
de lo fisiológico. Se trata de un orden diferente.

Un síntoma histérico afecta el cuerpo, el sujeto, por ejemplo, no puede mover el brazo. Sin
embargo, no hay ningún daño en lo real del organismo biológico, ninguna lesión anatómica, ni
alteración fisiológica. El síntoma conversivo histérico se diferencia en esto de las llamadas
afecciones psicosomáticas que, por el contrario, alcanzan lo real del organismo.

Entonces, para definir la noción de cuerpo con mayor precisión, lo primero que tenemos que
decir es que el cuerpo es una realidad; la realidad se construye, no se nace con ella. Si el cuerpo
es una realidad, tenemos que decir también que se construye, que no se nace con un cuerpo.
En términos de Freud, el cuerpo no es primario, el cuerpo es secundario. Que no se nace con un
cuerpo quiere decir que el cuerpo se construye secundariamente, que no es algo dado de
entrada, implica que no tenemos que identificar cuerpo con el organismo biológico, con el
viviente en términos de Lacan.

Que no se nace con un cuerpo debe ubicarse en relación con la noción freudiana de narcisismo
y con el hecho de que el narcisismo no es primario: el narcisismo en el hombre es secundario.
Freud designa con el término narcisismo la fase del desarrollo libidinal en que se constituyen el
cuerpo y el yo. Dice: “se requiere de un nuevo acto psíquico para el surgimiento del yo”, es decir
que el yo no existe desde el comienzo. Yo y cuerpo son dos nociones que están estrechamente
relacionadas en la concepción freudiana. En El yo y el ello Freud afirma que inicialmente el yo es
un yo corporal, este yo es el esquema corporal, la primera forma del yo es la representación del
cuerpo. Entonces, el narcisismo no está desde un comienzo (sucesión de fases: autoerotismo-
narcisismo-fase objetal), es secundario, se requiere un nuevo acto psíquico, que se produzca
una nueva operación para que surja, para que se constituya la organización narcisista, es decir,
para que se constituya el yo. Pero que se constituya el yo implica también que se constituye la
realidad. Si ubicamos la realidad en el registro imaginario- es una representación- podemos
descomponer la noción de realidad en dos nociones: la noción de mundo y la noción de cuerpo.
La realidad implica una representación del mundo pero el cuerpo forma parte también de la
realidad, porque el cuerpo es otro de los objetos que están en el mundo. Hay cierta equivalencia
entre el yo y los objetos (libido yoica-libido objetal).

Es decir que el cuerpo, o el yo que surge inicialmente como cuerpo, es el primer objeto que se
conforma como objeto total, como objeto unificador de la libido dispersa en la fase previa, el
autoerotismo, en los diversos objetos de las pulsiones parciales. Esta es la principal característica
del narcisismo. La configuración narcisista está caracterizada justamente por presentarse como
una unidad y una totalidad. La imagen del cuerpo que surge con esta configuración es una
imagen del cuerpo como entero. El imago del cuerpo es una imago del cuerpo entero, del cuerpo
como totalidad, como una imagen unificada del cuerpo. En oposición a esta imago del cuerpo
entero surge la imago del cuerpo fragmentado.

La versión lacaniana de la teoría freudiana del narcisismo es la teoría del estadio del espejo. No
es en el sí mismo de su organismo donde el sujeto se representa y se reconoce como un cuerpo
entero y unificado, sino que es algo que le viene desde afuera, por identificación con la imagen
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del otro, la que asume el valor de una imagen especular, algo que el sujeto encuentra afuera, en
otro lugar que no es en donde él está. Allí se realiza la aprehensión de la totalidad y de la unidad
de la imagen del cuerpo. Es por identificación con esa imagen del otro que el niño adquiere la
imagen de su propio cuerpo. Es solo en la medida en que aprehende la imagen del otro como
totalidad, por identificación con ese otro, que el sujeto adquiere un cuerpo. Se podría decir:
“Porque el otro tiene un cuerpo y yo soy como el otro, yo tengo un cuerpo”. Estamos hablando,
de identificación imaginaria.

El imaginario humano es especular. La figura del propio cuerpo es prevalente en la constitución


de la realidad. Pero esta característica del imaginario en el hombre es una consecuencia de su
acceso a la estructura del lenguaje. La organización especular es imaginaria, pero esta
organización deriva de la estructura simbólica.

La estructura del lenguaje, el registro simbólico, es condición para la identificación imaginaria


ya que el Otro es siempre Otro del lenguaje antes de ser otro de la imagen. La constitución de
la imagen corporal, entonces, pasa a ser ubicada como un efecto que viene de lo simbólico.

“Dos dimensiones del cuerpo en Fred. Los dos cuerpos de Freud” L. Leibson.

Encontramos en Freud al menos dos cuerpos, más específicamente dos dimensiones clínicas y
teóricas des este fenómeno llamado cuerpo.

La primera de estas dimensiones es el cuerpo representado. Cuerpo que desconoce a la


anatomía científica y se construye según una anatomía vulgar que es diferente para cada sujeto.
Una anatomía que incluye la imagen del cuerpo, del cuerpo como proyección de una superficie,
construido como una superficie y que también se sostiene de una idea: una teoría (sexual e
infantil) acerca de su funcionamiento. Esa teoría, discordante con la ciencia, es singular. Freud
critica la devoción por la unidad y contra esto pronta su pasión por lo fragmentario.

En efecto, este cuerpo representado y representable, por más que incluya la idea y la ilusión de
una unidad (yoica –narcisista), es claramente un cuerpo donde cada representación es
fragmentaria, parcial y móvil, en tanto puede combinarse o no con otras, puede recombinarse
y dar lugar a nuevas configuraciones.

Este cuerpo de lo representativo es, instable, móvil, variable. Es el cuerpo que puede modificarse
en el curso de un análisis y que de hecho se modifica si hubo análisis.

Este cuerpo representado implica también una historia, una secuencia que no se limita a la
sucesión pasado-presente-futuro sino que se incluye una temporalidad regida por el aprés-coup
(acción retardada).

La otra dimensión del cuerpo es actual en el sentido de que no padece de la historia (al no haber
marcas que lo construyan) y también en tanto es pura actualidad, nada en potencia. Pero este
cuerpo tampoco es el de la anatomía y la fisiología generales. Escapa también a este
reduccionismo universalista de la ciencia, aunque de otro modo que el cuerpo representado. Si
este lo hace por la singularidad irreductible (no hay un cuerpo universal), aquel escapa porque
justamente la imposibilidad de marca, lo que circula por fuera de la representación, no podría
encajar en los moldes de ningún concepto. Tiene que ver con eso del cuerpo que siempre esta
silencioso, aunque resuene a partir de muchas cosas, especialmente de ciertas palabras.

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