En ese sentido, al contador le asiste una responsabilidad social de alto impacto, que
puede cumplir únicamente si opera bajo la legalidad y siempre en base a una ética
profesional sólida e inquebrantable. Recuerda que puede ejercer su profesión
tanto en el sector público como en el privado, y que su campo de acción es bastante
amplio.
Siendo así, este profesional tiene acceso a información fiscal, económica y
financiera que -al manipularse o traducirse de mala fe- puede beneficiar a unos
pocos y afectar a otros tantos, como inversionistas, empleados de la organización,
entidades tributarias e incluso a la sociedad en general.
Cabe señalar que el contador tiene un tremendo compromiso con el Estado. De su
correcto y ético proceder depende, en gran medida, la salud del erario, pue s
mediante su trabajo de cuantificación de los hechos económicos y liquidación de
cargas tributarias se pueden dar dos escenarios:
i. Que los contribuyentes cumplan a cabalidad con sus obligaciones tributarias, presentando de manera
fidedigna la información financiera de sus negocios.
ii. Qué los contribuyentes cometan fraude fiscal, apoyados por los conocimientos en la materia que el contador
posee.
i. Integridad: implica ser franco y honesto en todas las relaciones profesionales y empresariales.
ii. Objetividad: se basa en no permitir que prejuicios, conflicto de intereses o influencia indebida de terceros
prevalezcan sobre los juicios profesionales o empresariales.
iii. Competencia y diligencia profesional: hace referencia a mantener el conocimiento y la aptitud en los
niveles necesarios para garantizar que los clientes reciban servicios profesionales de alta calidad.
iv. Confidencialidad: obliga a no revelar la información de terceros obtenida como resultado de las relaciones
profesionales y empresariales, salvo que exista un derecho o deber legal de hacerlo
v. Comportamiento profesional: cumplir las disposiciones legales y reglamentarias aplicables al ejercicio, y
evitar cualquier actuación que desacredite la profesión.
En una sociedad donde el factor riqueza parece imperar sobre las normas mínimas de
convivencia, los valores básicos y el bienestar del otro, la ética profesional se hace
más que indispensable, especialmente para los contadores que -en cierta forma-
tienen el poder de transformar las cifras e información contable de los negocios.
No es raro -y nunca lo será- que los directivos lleguen a presionar al contador con
incentivos económicos para que los ayude con el maquillaje de estados financieros,
la desviación de fondos hacia cuentas de terceros y maniobras de elusión y evasión
fiscal, solo por mencionar algunas de las malas prácticas más comunes. Y es en esos
momentos donde éste, consciente de su “deber ser” y responsabilidad con la
sociedad y el Estado, debe saber responder con un rotundo “No”.