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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA:


FRACASO EN EL DESIERTO
(NÚMEROS)
por
Rafael Porter
Ediciones las Américas a.c.
APARTADO 78, PUEBLA, PUE., MEXICO
Primera edición, 1989
©Derechos reservados,
Ediciones las Américas a.c.
APARTADO 78, PUEBLA, PUE., MEXICO
ISBN 968-6002-79-0
CONTENIDO
1. Preparación para Bendición
(Números 1–6)
2. Preparación para Comunión
(Números 7:1–10:10)
3. Quejas en el Camino
(Números 10:11–12:15)
4. Rebeldía en el Camino
(Números 12:16–14:45)
5. Retraso en el Desierto
(Números 15–16)
6. La Autoridad de Aarón como Sacerdote
(Números 17–19)
7. Rechazo del Líder Iracundo
(Números 20:1–13)
8. Adversidad en el Camino
(Números 20:14–22:1)
9. Oportunidad Unica en la Vida de Balaam
(Números 22:2–24:25)
10. Reiniciación de los Preparativos
(Números 25–30)
11. Preparación Histórica
(Números 31–33)
12. Instrucciones Finales
(Números 34–36)

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FRACASO EN EL NUMEROS
DESIERTO
PREPARACION PARA ENTRAR RETRASO EN EL MOVILIZACION
EN LA TIERRA 1–14 DESIERTO 15–19 DEFINITIVA 20–
36
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5–6 Error del La 17– Edom ofrendas
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9:1–14 Jehová 1 os 8 a Madián


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ón para el La La 21:4–9 La petición
Viaje 9 Intercesión respues El Viaje de Rubén y
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Basán
21:33–
22:1

1
Preparación para Bendición
Números 1–6
Conforme al testimonio dado por Moisés en Deuteronomio 1, el viaje desde el Monte Sinaí hasta la
Tierra Prometida debía hacerse en once días (Deuteronomio 1:2). Sin embargo, al pueblo de Israel le
Ilevó cuarenta años terminarlo (1:3). ¿Por qué? Moisés señaló dos causas principales: desobediencia
(1:26) e incredulidad. Sin embargo, la primera era consecuencia de la segunda.
El libro que conocemos como Números era designado por los hebreos con el nombre de “En el
Desierto”, porque describe los acontecimientos ocurridos durante el tiempo que pasaron vagando en él.
James Phillip dice: “este libro no debía haberse escrito”. Al final de él, se nos dice que casi no habían
avanzado en su camino, sino que se encontraban en el mismo lugar donde dio principio el relato. El
único cambio que se había operado en ellos era que habían adquirido más sabiduría, por lo mucho que
habían sufrido a causa de su falta de fe.
Posteriormente, el apóstol Pablo nos advierte que prestemos atención a la historia de Israel y que
aprendamos de ellos. Tanto en la actualidad como en aquellos tiempos, las características negativas
mencionadas, son trampas que pueden interrumpir nuestra comunión con Dios y estorbar el plan que
tiene para nuestra vida. Además, este libro nos enseña que aun cuando no confiemos en el
Todopoderoso, él permanece fiel. Aunque desobediente, provee todo lo que su pueblo necesita y lo
protege; también utiliza la disciplina para obligarnos a volver a sus caminos. Es por eso que nos
conviene observar este ejemplo, para aprender a confiar en él y obedecerle.
EL AUTOR Y LA FECHA
Tal como sucede con los otros libros del Pentateuco, se acepta que Moisés es el autor de Números.
Los eventos que describe sucedieron durante los 40 años que el pueblo peregrinó en el desierto y antes

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de la muerte del escritor. El lapso cubre aproximadamente de 1446 a 1406 a.C. La mayoría de los
detalles relatados ocurrieron durante el segundo y último de esos años.
LA SITUACION HISTORICA
El libro de Génesis es Ilamado “de los comienzos”, pues explica el origen de todas las cosas,
especialmente en lo que se refiere a Israel. Nos informa de dónde vino el pueblo de Dios y cómo es que
Ilegó a la condición de servidumbre en que se encontraba en Egipto en días de Moisés. El relato de
Exodo presenta el nacimiento del pueblo escogido, e incluye la historia de su redención y cómo Dios se
reveló directamente a ellos. Asimismo, narra cómo aprendieron que el Señor controla la historia y cómo
los constituyó en nación. Los compró para sí mismo y los sacó de la esclavitud egipcia. Finalmente, les
enseñó la obligación que tenían de someterse a su autoridad.
El libro de Levítico no presenta ningún avance histórico. Sirve para explicar más ampliamente la ley
que Dios les había dado durante el Exodo y para informarles cómo debían vivir para mantenerse en
comunión con él. En fin, su mensaje central es que para poder gozar de una relación íntima con el único
Dios santo, también debían ser santos.
Números continúa la historia de Israel donde Exodo la dejó. Todavía estaban en Sinaí, donde Dios
acababa de revelárseles. Iban a ser su pueblo y él sería su Dios, y habitaría en medio de ellos. La ley se
les había dado como norma de conducta. Ya habían sido redimidos por sangre, aunque seguirían
viviendo en medio de un mundo pagano. Por lo tanto, debían ser diferentes a las naciones que estaban a
su alrededor. El Señor les dio instrucciones para que construyeran el Tabernáculo, donde él podría
manifestarse a ellos y donde pudieran adorarle.
Al finalizar esta época de preparación, estuvieron listos para ser guiados a la tierra que el Señor
había prometido a sus antepasados. Sin embargo, debido a la falta de sometimiento que mostraron a la
palabra de Dios, la posesión de ella fue retrasada cuarenta años, mientras daban vueltas en el desierto
esperando a que muriera esa generación rebelde. Números narra la historia del fracaso y retraso trágico
resultante. Cuando concluye el libro, el pueblo se encuentra en la orilla del Río Jordán cuatro décadas
más tarde, alistándose nuevamente para entrar en la Tierra Prometida.
PROPOSITO Y TEMA
Números gira alrededor de la disciplina que Dios aplicó al pueblo en el desierto. Cuando concluye,
no han terminado su peregrinaje y prácticamente no han adelantado nada en el camino. Se han
convertido en un pueblo más triste, aunque más sabio.
El evento central es la rebelión en Cades-barnea. Nos enseña cómo Dios realiza su obra, abriéndonos
varias puertas e invitándonos a entrar a la comunión con él, pero por lo regular respondemos que la
oferta es demasiado cara. Es así como perdemos la ocasión de acercarnos a él. En el caso de Israel, la
hora de oportunidad Ilegó y la rechazaron, pero Dios hablaba en serio.
Este libro fue escrito para revelar las consecuencias severas que traen al pueblo redimido de Dios la
falta de fe y el desacato. El fracaso es el asunto central de este documento, y sus resultados se presentan
desde dos perspectivas, una negativa y otra positiva.
Por ser el pueblo del pacto divino, debían haber confiado y seguido únicamente al Señor. Su
incapacidad para hacerlo trajo resultados nefastos. Su comunión con Dios fue interrumpida y su entrada
en la Tierra Prometida se retrasó cuarenta años.
Toda la gente de esa generación, a excepción de Josué y Caleb, murieron en el árido desierto, lo que
demuestra lo que pueden acarrear la duda y la inconformidad al plan de Dios. El autor de Hebreos,
reconociendo la importancia de ese mensaje para los creyentes del Nuevo Testamento, expresó una
advertencia basado en esa situación.
Se debe observar sin embargo, que el libro Ileva también un mensaje positivo. Al Ilegar al final,
cuando Israel estaba para entrar en la tierra, se les da la seguridad de que sus actitudes negativas no les

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habían eliminado para siempre del cuidado divino. Aunque fueron castigados con rigidez, aun al punto
de que algunos tuvieron que morir, siguieron siendo el pueblo del pacto.
El libro intenta demostrar la fidelidad de Dios a su pueblo a pesar de que permitió que vagaran por el
yermo algunos años. Los protegió y proveyó todo lo que les hacía falta, corrigiéndolos con amor;
también los guió y defendió, pues es fiel a sus promesas. Al terminar el tiempo de castigo, los restauró a
la tierra de nuevo.
El tema de Números entonces, es que aunque Dios disciplina a su pueblo por su falta de confianza y
terquedad, los sigue amando y mostrando su paciencia. Los pactos de Dios son firmes, él cumple lo que
ha prometido. No obstante, su bendición viene como resultado de la obediencia, y los efectos de no
hacerlo son severos. El libro enseña esta verdad tanto en sus detalles específicos como en el desarrollo
de su argumento en general.
AUNQUE DIOS DISCIPLINA A SUPUEBLO POR SU INCREDULIDAD Y
DESOBEDIENCIA, MUESTRA SU FIDELIDAD Y AMOR PARA ELLOS
¡PENSEMOS!
Identifique una o dos ocasiones en que usted haya
observado estos principios funcionando, tal como sucedió en
los días de Moisés en el desierto. ¿Qué lecciones debemos
aprender de estas experiencias? ¿Cómo debe cambiar
nuestra vida?

En cuanto a Dios mismo, Números presenta tres conceptos principales que su pueblo debe aprender.
Primero, su soberanía, que se manifiesta por medio de su control de la historia, aun de las naciones
paganas más poderosas. Segundo, su fidelidad se hace evidente, porque cumple sus promesas.
Finalmente, su paciencia se observa por cuanto soporta al pueblo rebelde. Su amor leal nunca les deja de
proteger, aun cuando no crean ni acepten sus dichos.
ORGANIZACION DEL LIBRO
La estructura básica del libro se presenta geográfica y temáticamente, ya que los dos aspectos están
relacionados. Se divide en tres partes principales. Primero, se presenta el viaje de Egipto hacia Sinaí (1–
14) y cómo Dios estaba preparando al pueblo para entrar en la tierra que él les había concedido. Este
tema sigue hasta que empezaron a dudar de las promesas de Dios y se rehusaron a obedecerlo.
La segunda sección describe los cuarenta años de retraso, al tiempo que daban vueltas por el desierto
(15–19). Asimismo, se presentan las consecuencias de la rebelión de Israel, a la par que la fidelidad y la
obra de Dios se hacían manifiestas en medio de ellos.
Al terminar el texto, se relata cómo Dios ordenó la movilización de la gente nuevamente (20–36), la
restauración del pueblo y los pasos previos que tuvieron que dar para poder tomar posesión de la nueva
tierra. El paralelismo entre la primera y la última sección del libro es evidente, si comparamos el primer
censo con el que se hizo al final.
El aspecto triste de la crónica es que tuvieron que repetir una vez más todos los preparativos
iniciales. Lo que podría haber sido un viaje corto se convirtió en una experiencia larga y trágica por
causa de su incredulidad y desobediencia. No obstante, Dios permaneció fiel; los Ilevó adonde había
prometido; los protegió y proveyó todo lo que necesitaban durante los cuarenta años en el desierto. Al
final del libro, por la gracia de Dios, estaban a la entrada de la tierra que fluía leche y miel, listos para
tomarla en cuanto Dios diera la señal.
PREPARACION PARA ENTRAR EN LA TIERRA PROMETIDA 1–14

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RETRASO EN EL DESIERTO 15–19


MOVILIZACION DEFINITIVA HACIA LA TIERRA PROMETIDA 20–36

PREPARACION PARA ENTRAR EN LA TIERRA PROMETIDA


Preparación administrativa 1–4
Antes de que el pueblo del pacto pudiera viajar desde Sinaí a la tierra que Dios les había prometido,
tuvieron que tomar algunas providencias (1–10:10). Moisés tuvo que organizar a la nación para el viaje
que tenían por delante. Puesto que su número había crecido a más de dos y medio millones de personas,
no podían empezar el viaje sin contar con una organización eficiente.
Enumeración de la fuerza militar Cap. 1
Primeramente, tenían que determinar el número de hombres disponibles para la campaña militar. No
podían enfrentarse a las naciones enemigas que hallarían en su camino sin tener un ejército adecuado.
Por eso Dios ordenó que levantaran un censo que incluyera a todos los varones de veinte años para
arriba, conforme a las familias de las cuales descendían. Al efecto, nombraron un capitán por cada tribu
y se le asignó la responsabilidad de contar a los miembros de ella (1:1–19).
Después, Moisés anotó el número total de cada uno de los doce clanes, menos Leví. El lugar dejado
por ellos fue ocupado al dividir la heredad de José entre sus dos hijos, Efraín y Manasés. De esa forma,
quedaron las mismas doce tribus para contribuir al esfuerzo guerrero (1:20–43). El conjunto de los
censados fue de seiscientos tres mil quinientos cincuenta (1:44–46).
Los levitas no fueron incluidos porque no participarían en la acción militar, sino que habían sido
Ilamados a un ministerio distinto, como encargados del tabernáculo. Mientras los demás portarían un
estandarte de campaña, ellos serían identificados por el tabernáculo (1:47–54).

¡PENSEMOS!
¿Cuál era el símbolo alrededor del cual cada tribu debía
acampar (52)? ¿Y los levitas (53)? ¿Cómo colaboraban éstos
con sus compatriotas? ¿Era importante su tarea? ¿Por qué?
¿Qué debemos aprender del ejemplo de los levitas, y la
tarea que Dios les asignó?

Arreglo del campamento de Israel Cap. 2


Después del censo, el campamento fue organizado de acuerdo a las tribus representadas para
determinar el orden en que debían acampar y marchar. A cada una se le asignó un lugar rodeando al
tabernáculo (2:1–2). La sección oriental quedó bajo el liderazgo de la familia de Judá, e incluía a los
clanes de Isacar y de Zabulón. Juntos, marcharían en primer lugar (2:3–9).
La parte sur, dirigida por la familia de Rubén, estaba apoyada por los grupos de Simeón y de Gad.
Estos irían en segundo lugar (2:10–16). A continuación, en medio de todos los ejércitos, se colocaría al
contingente de los levitas, Ilevando el tabernáculo (2:17).
El tercer ejército, señalado para proteger la parte occidental, estaba formado por el conjunto de
Efraín, Manasés y Benjamín (2:18–24). Finalmente, los que constituían el flanco del norte, eran los
clanes de Dan, Aser y Neftalí (2:25–31).
Fue así que se hizo el censo de la nación y la designación de responsabilidades, tal y como Dios lo
había mandado. Había seiscientos tres mil quinientos cincuenta varones de guerra, sin tomar en cuenta
los de la tribu de Leví (2:32–34).

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La posición privilegiada de los levitas 3–4


Debido a que habían sido asignados al ministerio espiritual, se les excluyó de la obligación de
prestar servicio militar. Sin embargo, para que realizaran adecuadamente su trabajo delante de Dios,
también debían organizarse (3–4). Sus tareas fueron distribuidas conforme a las casas de sus padres.
Los hijos de Aarón fueron apartados para dedicarse especialmente al sacerdocio. Aunque tuvo cuatro
hijos, los dos mayores habían muerto en el desierto por no ofrecer los sacrificios ordenadamente, y por
desoír las advertencias de Dios. Su ejemplo enseñó a los demás, así como a las generaciones futuras de
sacerdotes, que no se puede jugar con Dios; él es santo y debe ser respetado (Levítico 10:1–3).
Puesto que ninguno de ellos tuvo hijos, sus linajes quedaron eliminados del sacerdocio para siempre.
Sólo permanecieron Eleazar e Itamar los hijos menores, para satisfacer junto con Aarón su padre, la
necesidad que la nación tenía de sacerdotes que ofrecieran los sacrificios ante Jehová (3:1–4).
Además de los mencionados, los otros descendientes de esa familia servían en el tabernáculo como
ayudantes en el ministerio espiritual. El orden para efectuar el servicio en el santuario era como sigue:
los hijos de Aarón serían los sacerdotes y los levitas, sus ayudantes. Cualquier persona que tratara de
acercarse a los lugares santos, que interfiriera en el culto o que se atreviera a ofrecer sacrificios, moriría
(3:5–10).
Conforme a la Palabra de Dios revelada posteriormente a la liberación de Israel de la esclavitud
egipcia, todos los primogénitos pertenecían al Señor (Exodo 13:1–2, 10–16), porque él había evitado
que murieran la noche en que los había sentenciado a muerte en Egipto. Más adelante, tomó un acuerdo
con el pueblo en el sentido de que los levitas serían los sustitutos de los primogénitos. Debido a ello,
desde ese momento en adelante constituirían una tribu especial, apartada para servirle en lugar de los
hijos mayores de cada familia (Números 3:11–13).
Puesto que no les habían contado en el censo militar, ahora Jehová ordena enumerar a los
descendientes de Leví conforme a las casas de sus padres para asignar las responsabilidades de cada
familia (3:14–39). A diferencia de la primera ocasión en que sólo se incluyeron los varones de veinte
años para arriba, considerados útiles para la lucha armada, en este caso se tomaron en cuenta a todos los
que tenían arriba de un mes de edad. Les interesaba averiguar cuántos hombres podían dedicarse al
servicio de Dios.
Al comparar la cantidad de levitas con los primogénitos de todas las tribus, descubrieron que el
número era casi idéntico. Sólo faltaban doscientos setenta y tres (3:39–45), que podrían ser redimidos
conforme al precio estipulado en la ley (3:46–51). Así que Dios aceptó a los levitas como sustitutos de
los primogénitos de toda la nación. Vendrían a ser suyos, dedicados a su servicio. El dinero recibido del
pueblo en pago del rescate de los que faltaban, fue dado a Aarón para el ministerio del tabernáculo.
Moisés y Aarón junto con sus familias, establecerían sus tiendas frente a la entrada del tabernáculo,
donde fungirían como representantes del pueblo delante de Dios. Se prohibió expresamente que
cualquier otra persona se acercara, bajo pena de muerte.
Posteriormente, Moisés especificó las tareas de cada familia principal cuando llegara el momento de
mover el campamento (4:1–33). El primer paso lo darían los sacerdotes, entrando a cubrir todos los
muebles para el viaje. Los demás levitas no debían ver el mobiliario ni los utensilios directamente, ni
tocar ninguna cosa sagrada (4:1–15a).
Después entrarían los hijos de Coat para llevar todo fuera del tabernáculo (4:15b–20); pero Aarón y
sus hijos eran los responsables de supervisar toda la tarea. A continuación, los hijos de Gersón cargarían
las cortinas y cubiertas de piel con los velos (4:21–28). Finalmente, los hijos de Merari Ilevarían todo lo
que quedaba: las tablas y columnas de madera (4:29–33).

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Volvieron a sumar a los encargados de este ministerio. Esta vez incluyeron sólo a los varones entre
treinta y cincuenta años de edad, quienes eran los indicados para realizarlo. El número total de levitas
que servían en el tabernáculo era de ocho mil quinientos ochenta (4:34–49).

Preparación espiritual Caps. 5–6


Una vez terminada la organización administrativa del pueblo, se pasó a hacerlo espiritualmente.
Todo esto era necesario a fin de que fueran una nación diferente, que verdaderamente glorificara a
Jehová con su estilo de vida, que fuera ejemplo a todos aquellos que les rodeaban.
Se apartó del campamento a todos los inmundos, para que los que se acercaran a Dios fueran santos
y puros delante de él (5:1–4). Se establecieron normas y procedimientos para la confesión y restitución
cuando alguien ofendiera o hiciera daño a otra persona (5:5–10). Esto último exigía que quien afectara a
otra persona, debía compensar el daño sufrido mas la quinta parte, y además que ofreciera el sacrificio
prescrito.
Simultáneamente se presentó un plan para resolver el problema en caso de que un marido sospechara
que su esposa había sido infiel (5:11–31). El procedimiento permitía comprobar la inocencia o
culpabilidad de ella y propiciaba la justicia divina contra la culpable, pero además protegía a las mujeres
en caso de que el esposo quisiera abandonarlas, acusándolas falsamente. En las naciones paganas que les
rodeaban, la palabra del hombre era suficiente para condenar a una mujer. Nadie hacía caso de sus
protestas de inocencia; sino que eran despreciadas. Dios mostró que no aceptaría un trato semejante en
su pueblo.
ISRAEL NO DEBIA SER IGUAL DEBIAN DESTACARSE COMO
PUEBLO SINGULAR ENTREGADO A DIOS
La ley del nazareo fue dada como voto de dedicación o de separación especial a Jehová por parte de
algún hombre o mujer (6:1–21). Mientras estuvieran en este estado, no podrían beber ni comer ninguna
parte de la vid; afeitarse o cortarse el pelo. Tampoco acercarse a los muertos, aunque fuera de su propia
familia. Durante la vigencia del voto, tendrían que dedicarse a Dios y no violar ninguna de estas
condiciones (6:1–8).
Si por alguna circunstancia imprevista y no intencional, la persona se llegara a contaminar, se
estableció un procedimiento de purificación a través de sacrificios, en cuyo caso, el tiempo invertido
sería anulado y estaría bajo la obligación de empezar de nuevo (6:9–12). Al finalizar el tiempo de la
promesa, celebrarían una ceremonia especial con ofrendas a Dios (6:13–21).
Finalmente, Aarón recibió por medio de Moisés una bendición especial que impartiría al pueblo,
donde pedía que Dios los bendijera, que hiciera resplandecer su rostro sobre ellos y que los guardara y
protegiera, dándoles paz (6:22–27). La impartición de ella tendría dos propósitos. Desde la perspectiva
de Israel, les recordaría su dependencia y la importancia de identificarse con el nombre del Señor. Desde
la perspectiva divina, serviría como una oración pidiendo la preservación y bendición de su pueblo.
Todos estos aspectos de preparación espiritual eran necesarios para que Israel recordara la
obligación que tenía de ser un pueblo que con su forma de vivir diferente, glorificara a Dios ante las
otras naciones.

¡PENSEMOS!
Señale algunas de las lecciones más importantes que se
nos enseñan en estos capítulos en cuanto a la preparación
para la guerra espiritual que enfrentamos. ¿Cuál sería el

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principio más importante que debemos recordar en base a lo


que hemos visto en esta sección de Números? ¿Por qué?
¿Cómo debe cambiar su vida?

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Preparación para Comunión
Números 7:1–10:10
¿Cómo podemos descubrir la voluntad de Dios para nuestra vida? ¿Cómo estar seguros de que el
camino en que andamos es el que él quiere? Aunque las circunstancias de Israel cuando estaban por
Ilegar a la Tierra Prometida son únicas, los pasos previos que tomaron nos señalan cuatro principios que
podemos seguir para definir el propósito de Dios.
La organización administrativa que emplearon durante su viaje por el desierto nos enseña la
importancia que tiene la dirección divina manifestada a través de los líderes que él ha colocado en
puestos de autoridad (1–4), para que dirijan su obra.
Quien quiera hacer la voluntad de Dios, primero debe reconocer la autoridad de los líderes
designados por él, y consultar con ellos a fin de coordinar esfuerzos con los otros miembros del grupo.
De esta manera podremos realizar en conjunto la obra que Dios ha dispuesto. Normalmente, la tarea no
se realiza con muchos individuos aislados, sino por un esfuerzo coordinado, organizado por Dios.
El segundo requisito implícito es que Dios quiere que su pueblo sea distinto a los pueblos paganos
que lo rodean. Los judíos debían purificarse y andar conforme a las normas establecidas por él.
Este requisito sigue en pie todavía; él desea que seamos diferentes en nuestro estilo de vida, no
siguiendo los patrones del mundo en que vivimos. Si no lo hacemos, ¿cómo podemos esperar que nos
siga dirigiendo?
PREPARACION RELIGIOSA 7:9–14
El tercer aspecto importante para descubrir cuál es el propósito de Dios para nuestra vida, es la
adoración correcta. Durante el tiempo que pasaron preparándose, entendieron que la adoración
verdadera no se basa en planes humanos; el Señor tomó-la iniciativa para establecer las normas que la
regirían. Cuando se acercaban a él conforme a lo que había establecido, podían gozar de su comunión, y
como consecuencia, les mostraba el camino a seguir. En otras palabras, este requisito indica que
debemos allegarnos a Dios siguiendo su dirección. Como resultado, tendremos comunicación directa
con él.
El período de preparativos religiosos incluyó la dedicación del tabernáculo, la presentación de las
ofrendas especiales y la dedicación de los levitas para el ministerio (7–8). Además, se celebró la pascua
como un recordatorio de la misericordia de Dios y como ejemplo de lo que Israel debía hacer en el
futuro (9:1–14).
Establecimiento del servicio en el tabernáculo 7–8
Las ofrendas para la dedicación del altar 7:1–88
Para iniciar el servicio religioso, cada jefe de tribu preparó una ofrenda y la Ilevó a Moisés. El relato
no menciona ningún mandamiento en ese sentido. Al parecer, fue un acto voluntario para dedicar el altar

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y para expresar su gratitud al Señor por lo bueno que había sido. Las doce ofrendas fueron iguales, lo
que demuestra que los líderes se habían puesto de acuerdo bajo la dirección del Señor.
Algunos comentaristas sugieren que Moisés sintió la obligación de consultar con Dios para averiguar
si este acto estaba bien o no (7:4–5). El Señor lo aprobó y ordenó que lo aceptara para el ministerio del
tabernáculo.
Al empezar a contar la historia de como se hizo la dedicación, el autor vuelve a recordar los eventos
del último capítulo de Exodo. El día en que Moisés terminó de levantar el tabernáculo, lo ungió y
consagró, juntamente con todos sus muebles y utensilios (7:1).
Inmediatamente después, los jefes de familia Ilegaron con sus ofrendas, Ilevadas sobre seis carretas
tiradas por doce bueyes (7:1–3). Las carretas y los bueyes fueron distribuidos entre los levitas conforme
a su necesidad para ayudarles en su ministerio (7:4–10).
Los descendientes de Gersón recibieron dos carretas y cuatro bueyes para Ilevar las cortinas,
cubiertas, y velos. Los hijos de Merari, cuatro carretas con ocho bueyes porque estaban encargados de
Ilevar las pesadas tablas y columnas. Los descendientes de Coat no recibieron carretas porque tenían que
Ilevar los muebles sobre sus hombros, cargándolos con palos. No les estaba permitido usar otro medio
de transportación.
Dios ordenó que la celebración de dedicación del altar durara doce días, para dar oportunidad a que
cada tribu presentara su ofrenda (7:11). Como reconocimiento, el autor describe detalladamente cada
ofrenda para demostrar la gran cantidad de ellas (7:12–83).
El total de lo presentado, además de las seis carretas y doce bueyes, fue de doce platos y doce
tazones de plata, doce recipientes de oro, treinta y seis bueyes, setenta y dos carneros, setenta y dos
corderos, y setenta y dos machos cabríos (7:84–88).
Se debe observar que no eran parte de los diezmos normales, ni en lugar de ellos. Aun cuando
estaban pasando por días difíciles y tiempos caracterizados por rebeldía y murmuración contra Dios y su
representante, Israel ofrecía sus diezmos, y aparte traía estas ofrendas espontáneas al Señor. Sólo unas
semanas antes se habían recogido los materiales para la edificación del tabernáculo en tal abundancia,
que habían sobrepasado la meta y se les había pedido que no trajeran más (Exodo 35:4–36:7). Ahora,
sólo unos pocos días después, volvieron a ofrendar libremente al Señor. Dios les había bendecido mucho
y ellos deseaban corresponderle.

¡PENSEMOS!
Las generosas ofrendas voluntarias de Israel a su Dios
deben enseñarnos algo en cuanto a nuestra actitud y
responsabilidad económica frente a él. Considere las
acciones de Israel al darlas. Apunte algunos principios en
cuanto a los diezmos y ofrendas. En base a lo que Dios nos
ha dado a nosotros, ¿cuál sería la respuesta lógica? ¿Qué
quiere Dios que usted haga?

El mensaje de Jehová en el tabernáculo 7:89–8:26


Cuando se terminó la construcción del tabernáculo y la dedicación del altar, Dios habló con Moisés.
Primero estableció la base de la comunión con él y después la personal y la nacional (7:89).
El Señor dio instrucciones a Moisés en cuanto al servicio en el tabernáculo y para la dedicación de
los levitas. Las lámparas alumbraban hacia el frente del candelabro, tal como Dios lo había ordenado y
de acuerdo al modelo celestial que le había revelado (8:1–4).

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Los levitas fueron purificados para que pudieran realizar su ministerio delante de Jehová (8:5–22).
No podían hacerlo si estaban contaminados por el mundo (8:6–7). Los demás israelitas se identificarían
con ellos por medio de la imposición de manos (8:9–10). De esta manera, permanecerían apartados de
los otros miembros del pueblo para ser posesión especial de Dios, en lugar de los primogénitos (8:14–
18), y serían aptos para servir de ayudantes a los sacerdotes (8:19). En todo esto obedecieron al pie de la
letra lo que el Señor les había ordenado (8:20–22).
LOS LEVITAS PERTENECIAN A DIOS. TENIAN QUE PURIFICARSE
PARA PODER SERVIRLE
¡PENSEMOS!
Los representantes de Dios tenían que identificarse con
él y mantener un estilo de vida distinto. Para entrar al
ministerio, tenían que purificarse con sangre. Si el Nuevo
Testamento demuestra que somos un pueblo adquirido por
Dios, sacerdotes elegidos por él (1 Pedro 2:5, 9), ¿cómo debe
ser nuestra vida? ¿Qué nos pide Dios a nosotros?

Dios estableció cual debía ser el período de servicio de los levitas; desde los veinticinco años hasta
cumplir los cincuenta. Entonces deberían jubilarse, aunque podrían continuar colaborando con los
responsables para ayudarles si quisieran, pero no ejerciendo formalmente el ministerio (8:23–26).

La celebración de la pascua 9:1–14


Al terminar la dedicación del altar y la purificación de los levitas, Dios mandó que se prepararan para la
celebración de la pascua en la fecha designada (9:1–5). Una vez más el pueblo obedeció conforme a
todo lo que les ordenó.
Sin embargo, surgió un problema por causa de las circunstancias extraordinarias en que se
encontraban. Algunos que se consideraban inmundos por haber tocado a un muerto, y que querían
participar en la festividad, se les permitió celebrarla un mes más tarde, porque tenían que cumplir
exactamente las mismas normas establecidas para los demás. Más adelante, habría oportunidad para que
colaboraran, por la gracia de Dios, pero no se podían seguir otras reglas. Dios exigía el cumplimiento
exacto de lo que había ordenado (9:6–12).
Quienes no estaban inmundos tenían obligación de intervenir en la fiesta, so pena de ser cortados de
su pueblo (9:13). Los extranjeros presentes entre ellos también podían compartir con ellos, pero siempre
siguiendo lo establecido por el Señor (9:14). Nadie podría acercarse a él sino por el camino indicado por
él mismo.
PARA ACERCARSE A DIOS ES NECESARIO
SEGUIR EL CAMINO ESTABLECIDO POR EL

PREPARACION PARA EL VIAJE 9:15–10:10


A continuación se hicieron los preparativos para iniciar el viaje. Dios estableció la forma en que
guiaría al pueblo en su movilización a la Tierra Prometida. En esta coyuntura se establece el cuarto
principio para averiguar la voluntad del Señor para nuestra vida. Debemos seguir la luz que Dios envía
para señalarnos el camino en que debemos andar. Muchas personas siguen el principio de la puerta
abierta: entran en cualquier lugar que ofrece entrada. Ocasionalmente, sin embargo, cuando Dios guiaba

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al pueblo por medio de la columna de fuego, los llevaba por lugares donde la puerta estaba cerrada.
Algunas veces desobedecian la dirección divina por considerar que el camino no era por ahí. Por eso, es
importante que sigamos la luz que Dios nos da, confiando en lo que dice su voz. Esto sólo se logra
cuando andamos en comunión con él.
Dirección por medio de la columna de fuego 9:15–23
La nube y columna de fuego marcaban cuándo debían levantar el campamento o establecerlo. De día
y de noche contaban con esta manifestación de la presencia de Dios. Por medio de ellas veían el reflejo
de su gloria con sólo mirar hacia el tabernáculo. Nunca tuvieron dudas en cuanto a la dirección en que
Dios quería que fueran. Sin embargo, frecuentemente se oponían o se quejaban de sus indicaciones.
DIOS ESTABA EN MEDIO DE SU PUEBLO PARA GUIARLO

Las trompetas de plata 10:1–10


Las dos trompetas de plata se utilizaban para convocar al pueblo o para dar la orden de reiniciar la
marcha. Cuando escuchaban el sonido de las dos, la asamblea se reunía; cuando sólo una tocaba, se
congregaban los jefes de división. El toque de alarma servía para empezar la marcha (10:1–7).
Después de que poseyeran la Tierra Prometida, se utilizarían perpetuamente en el ministerio
sacerdotal en todas las fiestas y sobre los holocaustos y cuando fueran a la guerra, para ser recordados
por Dios, no porque él tuviera falta de memoria, sino como testimonio público de su dependencia de
Jehová y para ser librados de sus enemigos. Tanto en la guerra, como en su culto religioso, todo
descansaba en la obra de Dios a favor de ellos (10:8–10).
LA VICTORIA DEL PUEBLO DEPENDIA DE JEHOVA
Cuando todos los preparativos para el viaje estuvieron terminados según las indicaciones que Dios
había ordenado, estuvieron listos para iniciar la marcha hacia la Tierra Prometida.

¡PENSEMOS!
Identifique los cuatro principios que nos enseña este
libro para definir la voluntad de Dios. Evalúe su vida a la luz
de ellos. ¿Qué tiene que cambiar para estar seguro de andar
conforme a la dirección divina? ¿Qué quiere Dios que usted
haga?

3
Quejas en el Camino
Números 10:11–12:15
Algunas personas siempre se quejan, aunque todo vaya bien. ¿Por qué será que frente a las mismas
circunstancias hay quienes hacen esto, mientras que otros alaban al Señor por las oportunidades que les
presenta, o por su provisión en medio de las pruebas?
En mis años de experiencia en la vida cristiana, he conocido a gente que siempre pone la mirada en
el lado negativo de lo que pasa. Cada vez que les pregunto: “¿Cómo estás?” responden contándome una

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serie de problemas graves. Al parecer el Señor nunca los trata bien. También he conocido a otros que
han sufrido mucho más, pero en lugar de protestar, agradecen a Dios por sus bendiciones.
Israel era una nación que se lamentaba continuamente. Dios les había bendecido en gran manera y
prometido suplir todas sus necesidades, así como entregarles una tierra próspera. Sin embargo, ellos sólo
podían ver el lado negativo. Refunfuñaban repetidamente por todo lo que pasaba. Por lo tanto, Dios les
envió varios castigos con el fin de corregirles y enseñarles a ser agradecidos.
Este ciclo de murmuración y medidas disciplinarias es lo que caracteriza el viaje desde Sinaí hasta
Cades-barnea (10:11–12:15). Después de completar los pasos preparativos para el viaje, iniciaron la
salida de Sinaí.
DESCRIPCION DEL VIAJE 10:11–36
Al darse la orden de marchar, el pueblo empezó a moverse. La nube se levantó tal como Dios lo había
indicado (10:11–13), y los contingentes siguieron el orden establecido (10:14–28).
Moisés trató de animar a Hobab a que los siguiera y compartiera las bendiciones del Señor. Al
principio Hobab no pensaba hacerlo. Sin embargo, el caudillo le mostró cómo les podría ayudar,
enseñándoles dónde acampar en el desierto. Además, le prometió que los israelitas le darían el mismo
trato que recibieran de Jehová (10:29–32). Este pasaje deja varias preguntas que no se contestan, en
cuanto a la identidad y función exacta de este ayudante de Moisés. Sin embargo, parece que finalmente
aceptó la invitación y se quedó con ellos (Jueces 4:11).
La primera jornada les llevó tres días, en los cuales siguieron la dirección de la nube puesta por el
Señor (10:33–34). La fe y confianza de su dirigente, junto con la emoción que sentían, se expresan en
sus palabras al salir y al descansar (10:35–36). Es obvio que su confianza está puesta en el Señor; suya
es la batalla.
QUEJAS EN EL CAMPAMENTO 11:1–12:15
Quejas por las dificultades 11:1–3
Apenas había empezado el viaje cuando aparecieron los problemas. Primero, por causa de las
obstáculos normales que experimentaba tan gran cantidad de personas viajando juntas. Al escuchar la
queja del pueblo y la falta de gratitud por el cuidado que les daba, Dios los castigó en forma
sobrenatural, haciendo caer fuego del cielo. El pueblo rogó a Moisés que intercediera por ellos y Dios lo
suspendió. Llamaron al lugar donde había sucedido todo con el nombre de “encendido”, a manera de
recuerdo.
DIOS NO PASA POR ALTO LA INGRATITUD DE SU PUEBLO
Quejas en cuanto a la comida 11:4–35
La murmuración del pueblo 4–9
Al poco tiempo volvieron a protestar; esta vez porque no les satisfacía la comida. Estaban cansados
de comer maná todos los días. Querían comer carne de vez en cuando. Recordaban y añoraban los
condimentados platillos de Egipto. Estaban hartos de la misma dieta. No agradecían a Dios su provisión
continua, que suplía todas sus necesidades nutritivas.

¡PENSEMOS!
En lugar de agradecer a Dios por sus cuidados, se lamentaban por lo que no tenían.
Estaban cansados de lo que Dios les daba. Estos hijos de Dios son muy parecidos a los de la
actualidad, ¿no es cierto? Identifique algunas maneras en que nosotros cometemos el
mismo error. ¿Cómo debemos responder en medio de tales circunstancias?

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La queja de Moisés 10–15


Al escuchar este nuevo reproche del pueblo, Jehová se enojó contra ellos y Moisés ya no pudo
resistir la presión. El líder también protestó porque la carga era demasiado onerosa para él. Sentía que el
peso de su responsabilidad era excesivamente gravoso. Cuidar de un pueblo rebelde e ingrato no era
tarea fácil. Prefería morir que seguir así.
La respuesta de Jehová 16–23
Dios reconoció que la inquietud de Moisés era válida; no debía llevar la carga él solo. Entonces, le
ordenó convocar a setenta líderes respetados del pueblo, para darles de su mismo Espíritu y para que le
ayudaran a compartir la responsabilidad de dirigir a su pueblo (11:16–17).

LA RESPONSABILIDAD DE CUIDAR AL PUEBLO DE DIOS ES UNA


PESADA CARGA. NO DEBE SER LLEVADA POR UNA SOLA PERSONA.
En cuanto a la petición del pueblo de que querían comer carne, Dios la escuchó también. Prometió
darles por treinta días tanta, que llegarían a aborrecerla. De este modo aprenderían a que era mejor estar
en manos del Señor que en las de los egipcios (11:18–20).
Aun para Moisés era difícil de creer que Jehová pudiera suplir así la necesidad de alimento de tantas
personas durante un mes entero. Entonces, el Señor le recordó quién era él; dentro de pocos días sería
testigo de su gran poder (11:21–23).
Los setenta ayudantes de Moisés 11:24–25
El caudillo les comunicó esta respuesta y después reunió a los setenta ancianos escogidos por Dios
para compartir el trabajo pastoral con él. El Señor descendió a hablar con Moisés para que nadie se
confundiera en cuanto a quién tenía la autoridad. El Espíritu que residía en el líder pasó a todos los
nuevos encargados. Su influencia en ellos se confirmó por medio de una manifestación única del don de
profecía (11:24–25).
Celo por la obra de Jehová 11:26–30
Dos de los setenta hombres nominados se habían quedado en el campamento con el pueblo en esa
ocasión, pero ellos también recibieron el don profético. Al observarlos, un joven corrió a Moisés para
advertirle, pensando que debía detenerlos. Sin embargo, el caudillo no se preocupaba por la
competencia, sino que deseaba que todo el pueblo hiciera lo mismo, que todos fueran controlados por el
Espíritu de Dios y hablaran en su nombre. Así que Moisés estaba satisfecho con la distribución de la
autoridad, pues ya no estaría solo (11:26–30).
La provisión divina 11:31–35
Poco después, Dios envió las codornices prometidas en tal abundancia, que el pueblo trabajó durante
todo el día y toda la noche para recoger la mayor cantidad que pudieran. Las colgaron por todo lados
alrededor del campamento. Sin embargo, debido a su murmuración, ingratitud y avaricia, la ira de Dios
vino sobre ellos y les envió una plaga que mató a muchos. Como un recuerdo de la ocasión, le dieron a
aquel lugar el nombre de “las tumbas de la codicia”.

¡PENSEMOS!
El relato de la queja en cuanto a la comida nos enseña
varios principios para nuestra vida. Dos de las lecciones
prácticas tienen que ver con el ministerio. ¿Cómo describió
Moisés su obligación para con este pueblo (11:12)? ¿Cuál es
la responsabilidad de un dirigente del pueblo de Dios hoy (1

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Tesalonicenses 2:7–12)?
¿Qué aprendió el caudillo acerca de la importancia de
compartir su trabajo con otros líderes (11:11–17)? ¿Cuáles
son las implicaciones para quienes laboran en la obra de
Dios en la actualidad?
¿Qué lecciones debemos aprender de la respuesta que
dio Dios a la petición del pueblo que quería comer carne?
¿Cómo respondió? ¿Cómo reaccionaron a su provisión?
¿Cuál fue el resultado final? ¿Qué advertencias se
encuentran en este relato para nosotros?

Queja de María y Aarón


El reclamo 1–3
Después del problema en cuanto a la comida, se presentó un conflicto por causa de los celos de
María y Aarón contra Moisés. Aprovecharon la situación dudosa de que su hermano se había casado con
una mujer cusita, para tratar de oponerse a su autoridad sobre ellos. Querían compartir el poder con él y
pusieron en tela de duda su derecho de servir como vocero único de Dios. ¿No habia hablado Dios por
medio de ellos también? Aun con todo lo que habían visto, no se dieron cuenta del peligro de tratar de
tomar las riendas por sí mismos. Parece que Moisés estaba dispuesto a compartir el mando con ellos; al
menos no lo impidió ni se defendió. Sin embargo, Dios oyó la queja de los hermanos e intervino en el
caso.
La corrección 4–8
El Señor se enojó contra ellos y los reunió en el tabernáculo junto con Moisés. Después habló,
demostrando que ú nicamente con Moisés hablaba cara a cara. A los otros profetas les hablaba por
medio de visiones. Así que el primero era un profeta superior. Las facultades de Moisés venían del
Señor, no de los hombres. Ellos eran testigos de la descomunal obra que Dios le había encomendado.
Por eso, les preguntó, por qué no habían tenido miedo de murmurar contra él.

DIOS ESTABLECE LA AUTORIDAD EN SU


PUEBLO. QUIENES SE SOMETEN A ELLA,
ACEPTAN A QUIENES EL HA DESIGNADO
Su castigo 9–15
Debido a la ira de Dios, María quedó leprosa. Al reconocer la gravedad de su pecado contra Moisés,
que era el representante de Dios, los hermanos se arrepintieron, pero ya era muy tarde. Aarón le pidió a
Moisés que intercediera a favor de ella. Aunque lo hizo, Dios respondió que se quedaría así por siete
días para que no se les olvidara la severidad de su ofensa. Todo el pueblo tuvo que detenerse en el
desierto hasta que pasaron los días del castigo; se dieron cuenta del caso, y aprendieron que debían
someterse a la autoridad de su líder Moisés.

¡PENSEMOS!
Las circunstancias singulares de aquel tiempo no son
iguales a las de hoy. Sin embargo, Dios sigue nombrando las
autoridades que existen sobre su pueblo. ¿Qué principios
debemos observar en este caso?

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A la luz de esta serie de quejas, ¿qué aprendemos en


cuanto a las consecuencias de la murmuración en general?
Identifique alguna vez en que haya mostrado esta actitud.
¿En qué manera debe cambiar para agradar a Dios? ¿Qué
pasos debe dar para lograrlo?

4
Rebeldía en el Camino
Números 12:16–14:45
La falta de fe en Dios produce inconformidad con sus mandatos. Y ¡cuánto daño puede causar la
desobediencia! En el caso de Israel, provocó la pérdida de las bendiciones que Dios les había prometido,
cuarenta años malgastados, vagar por el desierto sin rumbo y la muerte de toda una generación. El
ejemplo de Israel debe motivarnos a hacernos la pregunta: “¿En verdad pueden hacernos mucho daño la
incredulidad y rebeldía?”.
Al terminar el recuento de las quejas de los israelitas y los problemas menores relacionados con
ellas, surgió la prueba más grande. Las murmuraciones y rebeldía anteriores no habían sido más que
síntomas del verdadero problema que aquejaba a la nación. Cuando por fin Israel arribó a la entrada a
Canaán, se hizo más evidente la gravedad de su contumacia y desacato a los mandatos divinos.
LA MISION DE LOS DOCE 12:16–13:33
El nombramiento 12:16–13:16
Después que María quedó libre de la lepra y pasaron los días de su purificación, el pueblo reanudó
su marcha hacia la Tierra Prometida. Establecieron su campamento en el desierto de Parán, a poca
distancia de la entrada sur de Canaán. Desde allí Dios les ordenó que enviaran a doce líderes del pueblo,
uno por cada tribu, para que exploraran los contornos y averiguaran en qué condiciones se encontraba la
tierra donde iban a entrar.
Las instrucciones 13:17–20
Moisés instruyó a los espías conforme a lo que Dios le había mandado. Tenían que hacer un
reconocimiento detallado de los alrededores y presentar un informe completo ¿Cómo era la gente, fuerte
o débil? ¿Eran muchos o pocos? ¿Cómo era la tierra, fértil o mala? ¿Cómo eran sus ciudades, abiertas o
fortificadas? ¿Era el terreno apto para la agricultura? ¿Tenía arboles o no? Por último, debían intentar
Ilevarles una muestra de los frutos que allí se producían para que los conocieran y se animaran a luchar
y dominar el terreno.
La misión de los espías 13:21–25
Los enviados salieron y recorrieron la tierra. Permanecieron en ella cuarenta días y trajeron con ellos
un racimo tan grande de uvas, que se necesitaban dos hombres para cargarlo sobre un palo.
El informe 13:26–29
Después rindieron su informe. Fue en esa coyuntura que el pueblo manifestó su falta de fe y
contumacia. El testimonio de los mensajeros confirmó lo dicho por el Señor acerca del lugar. La
describieron como tierra que “fluye leche y miel”, un modismo judío que denota la abundancia y

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prosperidad que puede dar la tierra. La muestra del fruto impresionante confirmaba la fidelidad de Dios
al cumplir su promesa al pie de la letra.
Sin embargo, haciendo a un lado la evidencia de la provisión divina, más bien enfatizaron los
aspectos negativos. Reportaron que los habitantes de la zona eran pueblos fuertes y temibles, que sus
ciudades eran grandes y fortificadas, y que los hombres eran muchos y poderosos.
Así resulta muchas veces en la vida que se vive por fe. El Señor envía una bendición para
acrecentarla, y junto con ella manda una prueba con objeto de que demos otro paso en el camino de la
fe. No obstante, en lugar de aceptarla, así como el nuevo reto, preferimos abandonar el favor para evitar
la aflicción. Nos da miedo aceptar los riesgos.

LA PROSPERIDAD DE LA TIERRA ERA PRUEBA DE LA FIDELIDAD DE


DIOS. PERO EN VEZ DE VER SUS FRUTOS,
SE ATEMORIZARON POR SUS HABITANTES.
¡PENSEMOS!
Identifique alguna ocasión en su propia vida en que Dios
le haya enviado una evidencia de su bendición o dirección
especial juntamente con otra oportunidad para probar su fe
y crecer más. ¿Cómo respondió en esa ocasión? ¿Cómo
resultó? ¿Qué debía haber hecho?

La discusión 13:30–33
La fe de Caleb 30
No todos los espías estuvieron de acuerdo en cuanto a la interpretación de lo que habían visto. Caleb
afirmó que sí podrían subir y tomar posesión de la tierra. La conquistarían porque el mismo Jehová que
la había preparado también les daría la victoria sobre sus habitantes.
El miedo de los cobardes 31–33
Sin embargo, los otros enviados contradijeron su testimonio. Aunque habían visto la misma
evidencia, lo hicieron con una perspectiva distinta, totalmente humana. Se fijaron únicamente en los
aspectos superficiales del caso al comparar el tamaño y fuerza física de los oponentes. Notaron que el
trabajo de mantener produciendo esos campos tan fructíferos, sería excesivo, sin considerar que ese era
el motivo por el cual eran tan fuertes los habitantes de la tierra. Así que desde su punto de vista, serían
para los canaanitas como langostas, fáciles de ser pisoteados.
El problema fue que estos diez espías no valoraron la situación según la visión de Dios, sino que se
metieron en consideraciones que no les correspondían. Se les había comisionado para examinar la tierra
y si era posible, que trajeran muestras de sus frutos; no se les pidió su opinión en cuanto a la posibilidad
de conquistarla o no. El Señor sabía que si dependiera de la apreciación humana, jamás lo lograrían,
pero él les iba a dar la victoria y les entregaría la tierra porque así lo había prometido.
Por otro lado, Caleb evaluó la escena desde otro aspecto, el divino. Se dio cuenta de que estando
Dios con ellos, serían capaces de dominarla; quería animarles a subir y conquistar a los gigantes en el
nombre de Jehová.
EL ERROR DEL PUEBLO 14:1–10
Su queja 14:1–4
Desafortunadamente, la gente estuvo más dispuesta a aceptar la opinión pesimista. Empezaron a
llorar y a quejarse contra Moisés y Aarón por haberles llevado hasta allí, diciendo que hubiera sido

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mejor quedarse y morir en paz en Egipto o en el desierto. Al expresar esta lamentación, sin quererlo
también emitieron una profecía. Sus deseos se vieron cumplidos cuando los juzgó el Señor por su
incredulidad y desobediencia y permitió que murieran en el desierto sin ver la Tierra Prometida.
Aunque protestaron contra los líderes, estos se daban cuenta de que el problema verdadero era la
duda. Todos sabían que la nube de Jehová era la que los había Ilevado hasta donde estaban; la pregunta
de por qué Dios los había dirigido a morir en esa tierra, puso de manifiesto su falta de confianza en el
Señor.
Su rebelión 14:5–10
A pesar de la súplica de Moisés y la emocionante arenga de Josué y Caleb para convencerlos, el
pueblo se rehusó a seguir adelante. Con denuedo, los caudillos les recordaron la riqueza de la tierra y
que era buena en gran manera. Además, les aseguraron que Jehová podría entregárselas si tan sólo
creyeran en él. Los exhortaron a confiar, obedecer, y recibir el regalo que Jehová quería darles. Sin
embargo, la reacción del pueblo fue la de apedrearles.

EL CASTIGO DEL PUEBLO 14:11–45


El enojo de Jehová 14:11–12
En ese momento intervino Dios mismo. Reveló su gloria en medio de ellos y emitió su juicio: toda la
nación sería aniquilada inmediatamente. Los iba a destruir y empezar de nuevo con un nuevo pueblo
proveniente de Moisés.
La intercesión de Moisés 14:13–19
Aunque esta decisión era ventajosa para Moisés y su familia, no le interesó. Estaba más preocupado
por la preservación del pueblo de Dios y por el testimonio de Jehová delante de las naciones paganas
que los rodeaban. Por eso, intercedió a favor de ellos delante de Dios.
Empezó por recordarle que todas las naciones, desde los egipcios hasta los habitantes de la Tierra
Prometida, habían oído de la presencia de Jehová con ellos y de sus cuidados especiales. Si los
destruyera, todos dirían que lo había hecho porque no podía entregarles lo que les había prometido
(14:13–16).
En lugar de que llevara a cobo el castigo, Moisés trata de convencerlo de que sería mejor demostrar
su misericordia y perdón y ser glorificado por medio de ellos (14:17–19). Pide que les perdone una vez
más, tal como lo había hecho tantas veces.

¡PENSEMOS!
El interés de Moisés en el bienestar de su pueblo y su
propia humildad y mansedumbre se observan en su
intercesión a favor del pueblo, aún cuando iba en contra de
sus propios intereses. ¿Cómo habría respondido usted?
¿Qué debemos aprender de ese ejemplo? ¿Bajo qué
circunstancias podríamos imitarlo? ¿Qué debe hacer para
mostrar una actitud similar en la situación en que usted se
encuentra?

El juicio de Jehová 14:20–38


Frente a su intercesión, Dios acepta parcialmente la petición de Moisés. Ya les había perdonado
otras diez veces. Ahora aprenderían que no se puede jugar con Dios y salir ileso. Tendrían que pagar las

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consecuencias de su incredulidad y desobediencia, pero no los destruiría a todos de inmediato. Les


perdonaría y permitiría que siguieran siendo su pueblo, pero esa generación descreída y rebelde quedaría
excluida de la promesa de recibir la Tierra Prometida.

DIOS LES PERDONO SU INCREDULIDAD Y DESOBEDIENCIA,


PERO TUVIERON QUE PAGAR LAS
CONSECUENCIAS DE SU PECADO
Ya no podrían entrar en ella y gozar de la bendición que les brindaría, sino que morirían en el
desierto, conforme a sus propias palabras (14:20–23). La única excepción sería Caleb, quien había
manifestado un espíritu distinto, de fe y obediencia (14:24). Después, se reveló que Josué también fue
incluido en esta promesa, por haber mostrado el mismo carácter (14:30).
Al dar la orden de regresar al desierto, Dios les anunció que por el momento dejaría la región en
manos de los amalecitas y los cananeos (14:25). Les recordó sus palabras y dijo que todo sucedería de
acuerdo con ellas: esa generación, de veinte años para arriba, perecería antes de que el pueblo entrara en
la tierra (14:26–30). Después de que pasaran cuarenta años en el desierto, los hijos pequeños recibirían
la promesa que habían desechado (14:31–35).
Los diez espías responsables de la murmuración y la falta de confianza en el Señor, recibieron su
castigo al ser enviada una plaga contra ellos, y murieron de inmediato. De nuevo el autor menciona que
Josué y Caleb fueron librados por su actitud de fe en Jehová (14:36–38).
La derrota del pueblo 14:39–45
Israel no había aprendido todavía que la incredulidad y la falta de sometimiento a las órdenes de
Dios traen consecuencias severas. El pueblo se arrepintió y trató de regresar, pero ya era demasiado
tarde. Dios había hablado. El ya no estaría con ellos, y sin su ayuda, jamás podrían conquistar a los
gigantes de la tierra (14:39–43).
SE ARREPINTIERON DEMASIADO TARDE,
CUANDO YA NO HABIA REMEDIO
Una vez más tuvieron que sufrir la disciplina por causa de su rebelión. Intentaron tomar la tierra por
su cuenta, a pesar de la advertencia divina, y fueron derrotados. Por fin se dieron cuenta de lo inevitable
y volvieron al desierto (14:44–45). Aprendieron demasiado tarde los resultados que trae tratar de luchar
sin contar con la presencia de Jehová a su favor.

¡PENSEMOS!
Esta parte de la historia demuestra el peligro que hay si
tratamos de servir a Dios en la carne, es decir, con nuestros
propios esfuerzos. Pusey dijo: “La naturaleza humana no
quiere servir a Dios cuando él nos lo exige, pero intenta
hacerlo cuando él lo prohibe”. ¿Cómo se manifestó este
principio en la experiencia de Israel?
¿Será cierta esta observación? ¿Cómo se manifiesta
hoy? Identifique alguna circunstancia en su propia vida en
que se haya confirmado. ¿Qué aprendió de esa experiencia?
¿Qué cambio debe provocar esto en su vida?
Considere una vez más este detalle de la historia de
Israel en Cades-barnea. En 1 Corintios 10 y Hebreos 4:1–4 el

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Nuevo Testamento utiliza este relato para advertir a los


cristianos de no caer en la misma trampa. ¿Qué advertencias
se derivan de estos pasajes? ¿Qué lecciones debemos
aprender para nuestra vida?

5
Retraso en el Desierto
Números 15–16
¿Cuántos años de nuestra vida pasamos dando vueltas en lo que parece un desierto? A simple vista,
vamos sin dirección definida, y nuestro caminar es infructuoso. Después de varios rodeos, regresamos al
mismo lugar, sin haber progresado nada. A la vez, sentimos una sequía espiritual, una sed de Dios y de
tener comunión con él que no se ha satisfecho.
Aquellos que hemos sido cristianos por varios años hemos pasado por períodos así. Esta frustración
y vacuidad es uno de los instrumentos que Dios utiliza para despertarnos a la necesidad de volver a él y
a la relación que teníamos con él.
Israel atravesó por una de estas etapas durante su jornada por el desierto, después de haber
desobedecido al Señor en Cades-barnea. Pasaron los siguientes cuarenta años vagando sin rumbo por el
desierto, mientras esperaban a que muriera toda la generación que había sido castigada. Sin embargo,
aunque aparentemente no realizaban ningún progreso, tal como ocurre con nosotros, el tiempo no se
desperdició. Dios lo aprovechó para enseñarles algunas lecciones importantes.

LEYES ACERCA DE LAS OFRENDAS 15:1–31


El autor del libro de Números interrumpe el relato de la experiencia en el desierto para incluir las
instrucciones que Dios les dio en cuanto a las ofrendas que debían presentarle. Ni éstas ni los sacrificios
les habían servido para conseguir su salvación. Israel había sido rescatado por sangre cuando se inició el
éxodo en Egipto. Los que habían confiado en Jehová fueron liberados por causa de su fe y como
resultado, vinieron a ser su pueblo cuando comenzaron a vivir conforme a sus normas.
Las ofrendas fueron establecidas como un medio para que conservaran su comunión con Dios. Al
introducir este tema Dios trató de indicarles que no les había abandonado ni retirado su misericordia
como merecían. A pesar de su incredulidad y rebelión, seguían siendo suyos, y las ofrendas servirían
para que aceptaran su dependencia, confesaran sus pecados y pudieran restablecer la relación con él.

A PESAR DE SU INCREDULIDAD Y DESOBEDIENCIA,


DIOS NO HABIA RECHAZADO A SU PUEBLO.
LAS OFRENDAS ERAN PARA RESTAURAR
LA COMUNION CON DIOS
Las ofrendas de harina y de vino 1–16

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Las primeras enseñanzas en cuanto a las ofrendas se refieren a las que son de “aroma agradable al
Señor”. No se presentaban como expiación del pecado, sino como un acto voluntario de gratitud al
Señor o como parte de un voto (Levítico 1–3).
Al darles instrucciones sobre la manera de ofrecerlas les dijo que así deberían hacerlo cuando
entraran en la tierra que él les iba a dar. Les afirmó que la herencia prometida la daría a su descendencia,
los sobrevivientes que quedaran después de pasar los años determinados por él en el desierto. Además,
les indicó a través de este reglamento, que seguiría aceptando las ofrendas de su pueblo.
Aquellos que quisieran mantener la comunión con Dios o agradecerle sus bendiciones, podrían
hacerlo por medio de ellas, pero conforme a las normas establecidas por él.
La ofrenda de las primicias 17–21
El Señor les presentó una segunda confirmación de que su plan de llevarles a la Tierra Prometida no
había cambiado, explicándoles el motivo de la ofrenda de las primicias. Cuando llegaran a ella y
recibieran su porción de los frutos abundantes que les produciría, Dios debería recibir las primicias.
Esta ofrenda era un testimonio de que él era el proveedor de la cosecha y ellos debían reconocerlo
así. Además, por esta ofrenda expresaban su confianza en que el mismo Dios que les había dado las
primicias, sería fiel para producir una cosecha abundante, pues todo dependía de él.
La ofrenda de expiación por los pecados colectivos del pueblo 22–26
Aquellos pecados que el pueblo hubiera cometido inadvertidamente, sin conocimiento previo, al no
cumplir con todo lo que Dios les había pedido, les serían perdonados, puesto que eran por ignorancia. El
acto público de confesión y sacrificio de sangre ofrecido por ellos sería recibido como “aroma agradable
al Señor”. A través de esta ofrenda congregacional de reconciliación, Israel sería restaurado a la
comunión con Dios.
Sin embargo, la repetición deliberada de tales faltas no se consideraría como yerro por ignorancia,
pues no podrían desobedecer la revelación clara del Señor y quedar sin castigo. Si el pueblo volviera a
rebelarse y pecar por soberbia como hizo en Cades-barnea, esta clase de sacrificio no les sería tomado en
cuenta, sino que sufrirían las consecuencias de su pecado, que en ese caso, resultaría en destrucción.
La ofrenda de expiación por los pecados individuales 27–31
La promesa de restauración dada a la congregación se aplicó también individualmente a quien
pecara. Las faltas cometidas por error, serían perdonadas y la persona sería restablecida a la comunión
con Dios y con el pueblo. Esta ley se atribuía tanto a judíos como a los extranjeros que vivieran entre
ellos, sin distinción alguna.
Por otro lado, ningún sacrificio sería capaz de volverlos a Dios si hubieren pecado deliberadamente,
sino que serían cortados y pagarían las consecuencias de su transgresión.
Estos dos casos nos dejan una pregunta en la mente. En la actualidad, ¿cuáles son las implicaciones
para nosotros cuando cometemos alguna falta intencionalmente? ¿Seremos perdonados? Tenemos que
tener en cuenta dos consideraciones cuando analizamos la situación. Primero, hay que definir la clase de
pecado cometido. Literalmente, el pasaje dice: “la persona que hiciere algo con soberbia” (Nota: otra
traducción dice “con mano levantada”). Esto se refiere a un acto de desafío o de franca rebeldía contra
Dios. Se entiende que la falta se comete a sabiendas de que se está retando al Señor y lo que él ha
prohibido, o rehusando a hacer lo que él manda. Estos pecados no corresponden a la conducta de una
persona que ha sido hecha “nueva criatura” (2 Corintios 5:17).
La segunda consideración importante que debemos estudiar, es que estas instrucciones equivalían a
la Constitución nacional de lsrael, eran la ley por la que debían regirse. Por ser escogidos de Dios, su
conducta debía ser distinta a la de los otros pueblos paganos que les rodeaban. Por lo tanto, debían
castigar el homicidio con la muerte, y aplicar otras sentencias parecidas que nunca se le piden a la
iglesia en el Nuevo Testamento, porque esta no es igual a un gobierno terrenal (Exodo 21:12–14).

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Es por eso que, toda persona que “levantara la mano” contra él, es decir, que se rebelara
abiertamente, no se le permitiría seguir siendo ciudadano activo ni gozar de sus derechos al igual que los
demás, porque otros podrían seguir su ejemplo. Así que, eran separados definitivamente.

¡PENSEMOS!
Aunque la iglesia no es una nación terrenal, y las
normas bíblicas no son idénticas que las dadas a lsrael,
existen ciertas situaciones semejantes. Por ejemplo, la forma
de aplicar la disciplina en 1 Corintios 5 presenta algunas
similitudes. ¿Cómo debemos actuar en tales casos hoy? ¿Qué
normas deben emplearse en la actualidad ante un caso de
abierta rebelión contra Dios?

LA IMPORTANCIA DE LA OBEDIENCIA 15:32–41


Advertencias y ejemplos 32–36
Esta forma de disciplina se imprime en la mente del pueblo por medio de un ejemplo concreto en
que se aplica el principio dado arriba. Se insiste en la importancia de la obediencia citando a uno que fue
encontrado violando la ley del sábado. El escarmiento nos parece algo exagerado; la ofensa de no
cumplir con el sábado resultó en la muerte del transgresor.
Sin embargo, en la época de la iglesia primitiva observamos un suceso semejante. En los albores de
ella, Ananías y Safira cometieron un pecado aparentemente insignificante (Hechos 5:1–11). No obstante,
Dios los castigó severamente como advertencia de que no se puede jugar con Dios y quedar sin castigo.
La lección enseñó a los demás que el Señor exige reverencia y obediencia a su voluntad revelada así
como la importancia de la sumisión a sus mandamientos.

NO PODEMOS HACER CASO OMISO DE LA PALABRA DADA POR DIOS


Y QUEDAR SIN CASTIGO
Franjas en las vestiduras como recordatorios 37–41
Además del ejemplo del castigo al hombre rebelde, se les enseñó la importancia de no olvidar la
obediencia, para lo cual se les mandó hacer franjas con cordones de color azul y colocarlas en los bordes
de sus vestidos como un recordatorio de los mandamientos divinos. Al verlas, debían acordarse de lo
dicho por el Señor y ponerlo por obra. En lugar de hacer lo que ellos deseaban, debían realizar la
voluntad de Dios y ser santos como él.

LA AUTORIDAD DE MOISES CAP. 16


Dios había nombrado líderes para gobernar a la nación. Aquellos que reconocieran la autoridad de
Dios en su vida, tenían que demostrarla sometiéndose a la establecida por él. El Señor tenía que
imprimir esta verdad en ellos mientras vagaban por el desierto.
La rebelión de Coré, Datán y Abiram 1–40
El reto presentado. 1–3
La primera demostración de esta verdad se observó cuando Coré, Datán y Abiram se rebelaron
contra el gobierno de Moisés. Al frente de doscientos cincuenta príncipes de la congregación de lsrael,
se presentaron delante de él y Aarón protestando y pidiendo que se estableciera una democracia.

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Haciéndose pasar por representantes legítimos, expresaron que el pueblo que era santo, los había elegido
a ellos como sus líderes. Si Dios estaba en medio de ellos, Moisés y Aarón debían escucharlos y
someterse a la autoridad de los auténticos dirigentes de Israel.
No se daban cuenta de la manera en que Dios había planeado mandar sobre su pueblo. En lugar de
someterse a lo establecido por él, querían que fueran los hombres los que mandaran, siguiendo la
voluntad de ellos.
La respuesta de Moisés 4–14
En lugar de enojarse y alegar en su defensa, Moisés cayó sobre su rostro delante de Coré,
lamentando su protesta, porque sabía del gran daño que resultaría de este acto de rebelión contra el
ungido de Dios. Prometió que al día siguiente, Dios se manifestaría a ellos para demostrar quién era el
escogido para dirigirlos (16:4–7).
Antes de llegar al encuentro, Moisés les advirtió de la gravedad de lo que habían hecho. No habían
sido agradecidos con Dios por el encargo que les había asignado como levitas, separándolos del resto del
pueblo, y dándoles el privilegio de acercarse a él y servir en el tabernáculo.
Al intentar adueñarse del mando y del sacerdocio, estaban oponiéndose a la designación que Dios
había hecho. Su lucha no era contra Moisés o Aarón, sino contra el Señor mismo. Por lo tanto, él
decidiría en su momento (16:8–11).

AL REBELARSE CONTRA LA AUTORIDAD


ESTABLECIDA POR DIOS,
SU REBELION ESTABA DIRIGIDA AL SEÑOR
Después mandó traer a Datán y a Abiram, pero ellos se negaron a acudir a su llamado. En lugar de
eso, se quejaron contra Moisés, acusándolo de haberles sacado de una tierra de abundancia para que
murieran en el desierto y de tratar de establecer su propia autoridad sobre ellos. Parece mentira que
olvidaran tan pronto las circunstancias y aflicciones pasadas en Egipto. Ahora recordaban ese país como
si hubiera sido la Tierra Prometida y, según ellos, Moisés era el culpable de que anduvieran vagando por
el desierto. También le reclamaban que no había cumplido las promesas que les había hecho. Si les
había engañado así, también era capaz de citarlos con objeto de sacarles los ojos. Por lo tanto, no
accedieron a ir a verlo (16:12–14).
La confirmación de la autoridad de Moisés 15–30
Al día siguiente, y conforme a las instrucciones dadas por Moisés, Coré y toda la congregación de
Israel se reunieron a la puerta del tabernáculo. Aparentemente creían que Dios haría caso a la voz de la
mayoría y Coré sería confirmado como sacerdote (16:15–19). Sin embargo, Dios respondió de manera
definitiva para demostrar que él nombra a los líderes como quiere. Al pueblo correspondía someterse a
su autoridad sin renegar.
Dios habló a Moisés y a Aarón una vez más, diciéndoles que destruiría a todos inmediatamente
(16:20–21), pero nuevamente ellos intercedieron a su favor. Le pidieron que sólo juzgara a los rebeldes
(16:22). El Señor aceptó su petición y Moisés previno a toda la congregación de que se alejara de las
casas de Coré, Datán y Abiram. Dios iba a acabarlos junto con sus seguidores (16:23–27).
Como una evidencia más de que Dios era quien le había puesto al frente del pueblo y que no era él
quien tomaba la iniciativa para dominar sobre ellos, Moisés les anunció la forma sobrenatural y
espectacular en que morirían los rebeldes. No sería de muerte natural, sino que la tierra se abriría y los
tragaría vivos junto con sus familias (16:28–30).
El juicio 31–35
El castigo sucedió tal como Moisés lo había anunciado. Quienes participaron en la rebelión fueron
juzgados y desaparecieron con sus familias y posesiones. Al ver esto, la gente se amedrentó y muchos

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huyeron gritando, temerosos de ser tragados por la tierra también. Seguramente sabían que como
participantes en la sublevación, lo merecían. Sin embargo, los únicos que murieron fueron los doscientos
cincuenta que apoyaron a los líderes indisciplinados y que se habían presentado con sus incensarios. A
estos, Dios los consumió con fuego del cielo.
El recordatorio 36–40
Al finalizar el juicio divino, Eleazar recogió los incensarios e hizo de ellos láminas para cubrir el
altar como recordatorio a toda la casa de Israel; para que supieran que desde ese día en adelante,
ninguno que no fuera de la casa de Aarón podría acercarse a quemar incienso delante de Jehová. Quien
se atreviera hacerlo, sería juzgado tal como había sucedido a los sublevados.
La queja del pueblo 41–50
Al día siguiente, el pueblo fue convocado a una asamblea general y todos expresaron su desacuerdo
por el juicio severo contra Coré, Datán y Abiram. Acusaron a Moisés y a Aarón de haberles matado.
Dios intervino protegiendo a sus siervos y una vez más amenazó con destruir a Israel. Envió una
plaga que mató a 14,700 personas antes de que Moisés interviniera con Aarón para pararla. La acción
que tomó Aarón para expiar el pecado de sus compatriotas de acuerdo a las instrucciones dadas por su
hermano, sirvió una vez más para salvar a los murmuradores.
A través de todo este relato, el autor demuestra que no es la voz del pueblo la que manda. Israel no
era una democracia, sino que Dios gobernaba y exigía que ellos reconocieran su autoridad y se
sometiera a los líderes que él había puesto.

¡PENSEMOS!
Considere este caso una vez más y haga una lista de los
detalles que se pueden adaptar a la forma de gobierno en la
iglesia de hoy. ¿Qué cambios se necesitarían para ponerlos
en práctica en su congregación? Discuta sus conclusiones al
respecto con algunos otros hermanos para considerar si son
válidos.

6
La Autoridad de Aarón como
Sacerdote
Números 17–19
Mientras el pueblo de Dios se hallaba en el desierto, surgieron algunas personas que querían
adueñarse del liderazgo y ejercer la hegemonía sobre ellos, tal como sucede en la actualidad. No sabían
que es el Señor quien designa y quita a los que están en eminencia cuando él lo dispone, y que no está
sujeto a la voluntad de los hombres.
Quienes reconocen la autoridad de Dios sobre su vida, aceptan la de aquellos que él ha establecido
como dirigentes. Demuestran su sumisión al Señor admitiendo a quienes él ha colocado en puestos de

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mando, sean civiles o religiosos. Aquellos que no están dispuestos a sujetarse a ellos, tienen que
aprender a ser dóciles.
Después de que el pueblo había protestado contra las facultades otorgadas a Moisés, se podría creer
que ya no era necesario advertirles de nuevo del peligro que hay en oponerse a las decisiones divinas.
Sin embargo, Dios conoce el corazón humano y que siempre habrá quien se resista a sus designios. Para
evitar que surgiera oposición contra el nombramiento de Aarón como sacerdote, una vez más el Señor
confirmó que que él le serviría en ese cargo. Los verdaderos hijos de Dios debían aceptar la autoridad
divina delegada en él.

LA EVIDENCIA DEL NOMBRAMIENTO DE AARON CAP. 17


La prueba 1–7
La rebelión de Coré y sus compañeros demostró que siempre hay quienes reniegan de la potestad
divina, lo que trajo como resultado un juicio tremendo. En el caso de la designación de Aarón, Dios lo
confirmó como su representante sacerdotal usando como prueba la vara de la tribu de Leví que Ilevaba
el nombre de Aarón.
En esta situación especial, el Señor tomó la iniciativa y mandó a Moisés que cada jefe tomara una
vara de árbol seca por cada una de las doce tribus de Israel y que escribieran su nombre en ellas.
Además, que la vara de la tribu de Leví Ilevara el nombre de Aarón, como representante de su clan.
Después, fueron puestas en el tabernáculo delante del arca del testimonio donde se manifestaba la
presencia de Dios.
El Señor prometió elegir una de las varas para mostrarles a cuál de los líderes de Israel había
escogido. De esta manera, todo mundo podría saber con certeza cuál era la elección divina y dejarían de
quejarse contra Moisés y Aarón como si ellos mismos se hubieran nombrado para asumir el poder sobre
el pueblo. Al escuchar esta orden, todos hicieron conforme a lo que se les dijo. Moisés recogió las varas
y las colocó dentro del tabernáculo delante de Jehová.
Los resultados 8–11
Al día siguiente, Moisés entró al santuario para ver qué había pasado y encontró que la vara de
Aarón que representaba a la tribu de Leví había reverdecido y florecido como prueba indubitable de que
Dios había tomado su decisión. La descripción del fruto de la vara parece indicar que se produjo en
abundancia, ya que mostraba todas las etapas del desarrollo de una planta completa. Había flores
juntamente con algunos botones, que anunciaban que éstas seguirían apareciendo en el futuro. Además,
se encontraron almendras, demostrando que sería fuente de una mayor producción.
El almendro era el árbol más precoz de la primavera y por eso su nombre en hebreo quiere decir
“despertador”. Se usaba en las profecías del Antiguo Testamento para denotar que Dios se hallaba
decidido a cumplir a cabalidad su Palabra (Jeremías 1:11–12). Así que esta evidencia sobrenatural de la
elección de la casa de Aarón para su servicio, fue también prueba de que su ministerio sería fructífero y
que Dios lo utilizaría para bendecir a Israel.

DIOS DESIGNA A QUIENES VAN A DIRIGIR A SU PUEBLO


Y SU BENDICION VIENE POR MEDIO DE ELLOS
Cuando Moisés tomó las varas y las mostró al pueblo, fue obvio que Dios había confirmado a la casa
de Aarón como sacerdotes. Después, ordenó que se colocara de nuevo en el tabernáculo como
testimonio perpetuo. Esta señal debería servir de advertencia para cualquier rebelde que en el futuro
quisiera oponerse al sumo sacerdote y su familia. Dios los nombró, no por decisión democrática del
pueblo, sino por su perfecta voluntad.

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La Respuesta 12–13
Al comprender plenamente el significado de este evento, los líderes del pueblo tuvieron miedo,
pensando que morirían por haberse acercado al tabernáculo. Al reconocer la soberanía de Dios, su
intervención personal en este asunto y la gravedad de su rebeldía pasada, se atemorizaron al pensar en su
culpa y en que se acarrearían el juicio divino. Sin embargo, Dios no les castigó, porque él había sido
quien los había Ilamado. Lo único que tenían que hacer era someterse a la autoridad de la casa de Aarón
para conservar la vida.

¡PENSEMOS!
En el pueblo de Dios de hoy no se usan varas florecientes
para señalar la autoridad de quienes Dios ha nombrado para
que le sirvan. Sin embargo, esta historia presenta ciertos
principios que se repiten a través de todas las épocas, y que
se observan en la actualidad también. ¿Cuáles son las
lecciones que debemos aprender en base a este relato?

LA EXPLICACION DE LA AUTORIDAD DE AARON CAP. 18


Después de confirmar esta designación, Dios dio otras ordenanzas acerca de los sacerdotes y su
derecho de recibir el diezmo. Jehová habló con Aarón para afirmar una vez más su nombramiento y la
ayuda que debía recibir de los varones de la tribu de Leví (18:1–7).
Además del privilegio y la autoridad que conllevaba el puesto, se puede observar que también
abarcaba mucho trabajo. Quienes aspiran a ejercer el ministerio, muchas veces no toman en cuenta la
cantidad de esfuerzo que implica. Si la encomienda no proviene del Señor, no es conveniente asumir
esta clase de responsabilidades, pues es demasiado difícil hacerlo solo. Sólo Dios, quien conoce a las
personas indicadas, puede proveer de la capacidad requerida para realizarlas.

¡PENSEMOS!
Varios pasajes bíblicos afirman esta verdad. Considere
lo que dice Jeremías 45:5, Hebreos 5:4, y 1 Corintios 12,
juntamente con 18:1–7. A este respecto. ¿Qué nos enseñan
en cuanto a nombrar y capacitar personas para ejercer un
servicio semejante? Haga una lista de las principales
implicaciones que las instrucciones dadas a los sacerdotes
podrían tener para los líderes de su iglesia. ¿Vale la pena
procurar esta clase de ocupaciones para uno mismo?

Aarón y sus hijos tendrían el compromiso de cuidar del tabernáculo y su servicio. Si alguien lo
profanara, sería culpa de ellos, porque debían vigilarlo constantemente y asegurarse de que tal cosa no
sucediera. Eran responsables delante de Dios por el correcto ejercicio de sus tareas. Aunque contaban
con la ayuda de los demás levitas, la obligación era de los sacerdotes personalmente. No podrían echar
la culpa a sus colaboradores, ni delegar las funciones detalladas por Dios mismo. Si cualquier persona
intentara usurpar su trabajo, o siquiera acercarse al lugar santo, moriría.

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Debido a que no se les daría tierra para cultivar ni herencia cuando Ilegaran a la Tierra Prometida,
Dios asignó que las ofrendas fueran su porción. Las clasificadas como “santísimas” estaban reservadas
para los sacerdotes y sus hijos varones (18:9–10). Las que se Ilamaban “santas”, las podrían comer todos
los miembros limpios de su familia (18:11–20). Pero lo más importante que tendrían como fruto de su
trabajo sería su relación especial con Jehová, quien sería su protector y proveed or en medio de los hijos
de Israel (vs. 20).
Todos los diezmos de Israel eran entregados a los levitas, pues ellos tampoco tendrían herencia en la
tierra. Esta era su recompensa por la prestación de sus servicios y por la gran responsabilidad que
detentaban frente a Dios y la nación. Sólo ellos participarían en el trabajo del tabernáculo (18:21–24).
Cuando los levitas recibieran los diezmos de las cosechas del pueblo, debían considerarlos como si
fueran fruto de su labranza. Por lo tanto, también ellos debían diezmar (apartar el “diezmo de los
diezmos”, vs. 26) de lo que recibieran y darlo directamente a Aarón y los sacerdotes (18:25–32).
Algunos líderes podrían haber pensado que estaban exentos de presentar sus ofrendas y diezmos
porque se dedicaban a la obra y porque no poseían tierra. Sin embargo, se les explicó claramente que lo
que obtuvieran del pueblo de Dios, también pertenecía a él. El resto de su ingreso era para ellos, y
podían disfrutarlo sin restricciones.

LA PURIFICACION DE LA INMUNDICIA 19:1–22


La enseñanza del Antiguo Testamento acerca de la impureza y la forma de limpiarla tenía dos
propósitos. Primero, proteger al pueblo de muchas enfermedades, pues incluía principios higiénicos para
evitarlas. En segundo lugar, tenía un fin espiritual. La obediencia a las normas divinas, era para
distinguirlos de los paganos, confirmar su confianza en Dios, y profundizar su comunión con él.
Además, el Señor les dio algunas verdades acerca del peligro de contaminarse con el pecado y las
consecuencias que ésto provoca en cuanto a la relación con él.
Jehová exigía que quienes participaran en las actividades religiosas de Israel estuvieran puros antes
de presentarse delante de él. Por lo tanto, no podían tocar ninguna cosa muerta o inmunda. El que lo
hiciera, tendría que purificarse antes de volver a intervenir activamente en su oficio. Números 19
describe el ceremonial que Dios estableció para este fin. Moisés acababa de explicarles las
responsabilidades de los sacerdotes y levitas ante el Señor, y cómo debían de vigilar las actividades en el
tabernáculo. Enseguida instruyó al pueblo en general sobre el procedimiento que debían cumplir cuando
se encontraran contaminados.
El sacrificio de la vaca alazana 19:1–10
La vaca alazana no se consideraba un sacrificio normal. Tenía que Ilenar ciertos requisitos para que
lo fuera. Debía ser sin defecto o mancha alguna, y no haber sido uncida al yugo nunca antes. No se
ofrecia sobre el altar en el tabernáculo, sino que era llevada fuera del campamento para ser degollada allí
en presencia del sacerdote. La única relación que este acto tenía con el santuario, era cuando el oficiante
rociaba un poco de sangre con el dedo, mirando hacia la parte delantera de él. Todo el animal se
quemaba con el fin de utilizar las cenizas en el acto de purificación. Estas se guardaban en un depósito
fuera del campamento donde el pueblo mismo podría llegar a tomarlas y mezclarlas con agua.
La limpieza del inmundo 19:11–13
Después de tocar algún cadáver, la persona sería considerada inmunda por siete días. Para limpiarse,
debía utilizar el agua de la purificación mezclada con las cenizas de la vaca alazana durante el tercero y
séptimo dia, so pena de contaminar el tabernáculo. Debía permanecer separado, no podía participar en
los cultos, y quedaba excluido de todas las actividades. El autor de Hebreos comparó esta limpieza del
inmundo con la obra de Cristo (Hebreos 9:13–14). Así como las cenizas lavaban a quien estuviera en esa

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condición y lo restauraban a la comunión con Dios y la participación en la vida religiosa, también la


muerte de Cristo hace posible que nuestra conciencia sea emblanquecida.
La ley acerca de los muertos 19:14–19
Cualquier contacto, directo o indirecto con un cadáver, provocaba un estado de inmundicia. Por el
sólo hecho de estar en la tienda de algún muerto o entrar en ella tenía que pasar por el acto exigido de
descontaminación. Incluso toda vasija abierta dentro de la tienda era considerada inmunda.
Una persona que estuviera limpia debía ayudar a la otra tomando una vasija, Ilenándola con agua
corriente y diluyendo en ella las cenizas. Después mojaría un hisopo para rociar la carpa, los muebles y
las personas afectadas. Todo el proceso se haría el tercero y séptimo día. Este ayudante también estaría
contaminado durante esos días.
Consecuencias de no cumplir con la purificación 19:20–22
Al concluir la detallada explicación de este rito, se advierte al pueblo sobre el peligro de no
observarlo correctamente. Aquel que desobedeciera, ensuciaría todo lo que tocara mientras estuviera en
esa condición, contagiaría el tabernáculo, y quedaría bajo el juicio de Dios, quien lo eliminaría.
Recordemos la lección implícita en estas instrucciones. La impiedad que producen el pecado y la
muerte es muy seria. Sólo Dios nos puede librar de sus consecuencias. El ha tomado la iniciativa y ha
provisto la manera de hacernos limpios.
Los judíos no podían alcanzar la salvación siguiendo este procedimiento. Ya habían sido redimidos
por la sangre del cordero ofrecido en Egipto al comenzar el éxodo. Ya eran parte del pueblo de Dios. Sin
embargo, se les mostró que para ser restaurados, debían ofrecer sacrificios cuando pecaran y ofendieran
a su Señor. También se les dio la manera en que podían limpiarse de impurezas si se contaminaban
tocando alguna cosa inmunda. Dios hizo la provisión, él estableció las normas y todo el que quisiera
acercarse a él, tenía que hacerlo según sus indicaciones o sería castigado y separado de la congregación.

DIOS PROVEYO UNA MANERA PARA EFECTUAR LA LIMPIEZA


DE LOS INMUNDOS, PERO ESTA SOLO SE PODIA LOGRAR
SIGUIENDO SUS INSTRUCCIONES
¡PENSEMOS!
¿A cuáles aspectos de la vida cristiana se compara esta
provisión de Dios? ¿Qué debemos aprender en base a ella?
Repase una vez más las enseñanzas de Números 17-19.
Señale los principios de mayor importancia que pudo
observar. ¿Qué diferencia deben producir en su vida?

7
Rechazo del Líder Iracundo
Números 20:1–13

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¿Cuántas veces ha luchado contra el enojo en su vida? ¿Hasta qué punto puede afectar su comunión
con Dios, su vida espiritual, y su relación con otros hermansos? ¿Qué alternativas existen para no ser
víctimas de esta emoción? ¿Con qué recursos contamos para vencerla?
Aunque Moisés era el vocero del Señor y había dedicado su vida a servirlo, nunca dominó
totalmente ese problema. A pesar de que trataba de cumplir los propósitos divinos, cuando intentó
hacerlo por su propio esfuerzo, resultó en gran daño no sólo para su testimonio, sino que afectó la gloria
de jehová delante del pueblo. Moisés, el hombre que es conocido como el más manso de toda la tierra
(Números 12:3), se dejó Ilevar por la ira, perdió el control de sí mismo y como consecuencia, el
privilegio de guiar al pueblo da Dios hasta la Tierra Prometida.
Cuando llegaban a su fin los cuarenta años que debían vagar por el desierto, Israel dirigió sus pasos
hacia el lugar indicado por Dios (20–36). El aspecto más triste de esta historia es que tuvieron que
repetir todos los preparativos que ya habían hecho, según, según se describe en la primera parte del
libro. Un viaje que podia haber sido breve y sencillo, llegó a ser una experiencia larga, cansada y trágica,
debido a su incredulidad y desobediencia.
Sin embargo, aun en medio de estas tristes circunstancias, Dios permaneció fiel. Había prometido
darles una tierra y llevarlos hasta ella; los había protegido durante el camino; y había provisto todo lo
necesario.
LA MUERTE DE MARIA 20:1
El autor llama nuestra atención al hecho significativo de que en el primer mes de ese año, el pueblo
había vuelto a Cades una vez más. El viaje definitivo estaba por empezar después de cuarenta años de
retraso, precisamente en el mismo lugar donde habían desafiado a Dios. Se trasladarían desde Cades
hasta la meseta de Moab, frente a Jericó,desde donde avanzarían para conquistar Canaán (20–22:1).
Los primeros eventos nos muestran la naturaleza transicional del período porque el juicio divino
estaba acercándose a su fin. Los líderes de la generación anterior habían muerto y sus descendients
habían tomado el mando.
A continuación, se narra la muerte de maría, una mujer muy prominente, precursora de la
movilización de Israel. Era hermana de Moisés así como compañera y colaboradora suya. Fue sepultada
en el mismo lugar. Mientras Moisés todavía estaba de luto, sufriendo la pérdida de su hermana, el
pueblo empezó a murmurar contra él y Aarón una vez más.
LA TRAGEDIA DE MERIBA 20:2–13
La queja 2–5
Debido a la falta de agua, reanudaron sus protestas. Culpaban a los hermanos de haberlos sacado de
Egipto. Decían que hubieran preferido morir cuando se había castigado a los rebeldes anteriormente por
oponerse al liderazgo de Moisés, y que no deseaban quedarse allí a padecer de sed. Ya habían olvidado
que las bendiciones prometidas se habían retrasado debido a la rebeldía de sus antepasados cuarenta
años antes en ese preciso lugar. Este desierto debía haberles recordado cuál era la causa de su
sufrimiento y que la culpa no era de Moisés o Aarón, y mucho menos de Dios.
Al surgir esta situación, se pusieron de manifiesto varios problemas. En primer lugar, insensibilidad
ante la pena de Moisés por el deceso de su hermana. Segundo, ingratitud a Dios y falta de aprecio por su
provisión, como si el Señor nunca les hubiera ayudado antes. Esto los Ilevó a dudar de que Dios seguiría
protegiéndolos en el futuro. La deslealtad y carencia de fe provocaron la queja contra los mensajeros de
Dios.
LA INGRATITUD Y FALTA DE
CONFIANZA EN DIOS PRODUCEN
INCONFORMIDAD CON LO QUE TENEMOS

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¡PENSEMOS!
Estos dos elementos siempre producen descontento con
las circunstancias que nos toca vivir o con lo que tenemos.
Identifique alguna ocasión en que no haya sentido gratitud
hacia Dios por algún hecho. Haga lo mismo respecto a
alguna prueba que tuvo y en que dudó de él. ¿Qué sucedió
en ambas situaciones?
¿Qué diferencia habría producido una actitud de
gratitud y confianza en Dios? ¿Cómo debemos responder
frente a las pruebas que se nos presentan?

La oración 6
Frente a esta actitud negativa, Moisés y Aarón dejaron la asamblea y se dirigieron a la puerta del
tabernáculo donde se postraron delante de Jehová. Aunque no se revela qué propósito tenían, es obvio
que querían estar cerca del Señor.
No se nos relata qué pidieron en su oración. Es posible que como en otras ocasiones, intercedieran
en favor de sus compatriotas para que Dios no los juzagara por sus malas acciones. Otra alternativa es
que pidieran la protección divina, pues era posible que trataran de matarlos.
El remedio 7–9
Aparentemente, ni siquiera tuvieron oportunidad de hablar. El Señor tomó la iniciativa para
comunicarse con ellos, interviniendo en favor del pueblo. No los amenazó ni mostró que iba a juzgarlos
por su rebelión. Esta vez, Moisés deseaba vengarse, pero Dios reveló su gracia.
Aunque no merecían la provisión sino el castigo de Dios, él manifestó su fidelidad. Ordenó a sus
representantes que proveyeran de agua para todos. Moisés debía tomar su vara en la mano y hablar con
la peña frente a todos para que manara el vital líquido no sólo para ellos, sino también para sus animales.
La misericordia de Dios suplió abundantemente todo lo que hacía falta. Así es la gracia divina; provee
agua para los sedientos, pan para los que tienen hambre, descanso para los fatigados y perdón para los
pecadores, por su infinito amor, que otorga sus favores sin acepción de personas.
La desobediencia 10–11
Moisés empezó bien. Tomó la vara tal como Dios se lo había ordenado y reunió a la congregación
frente a la peña. A partir de ese momento, se alejó del plan divino. Se le había dicho que hablara a la
peña, no a la gente, pero él decidió que tenía una idea mejor e insistió en dirigirse a ellos. Primero los
regañó, algo que no le había sido indicado.
En contraste con otras ocasiones, en que había dado todo el crédito de sus proezas al Señor, esta vez
se adjudicó parte del milagro. Les preguntó: “¿Os hermos de hacer salir aguas de esta peña?” En
realidad, la respuesta a esta pregunta sería que no. Moisés nunca había obtenid o agua de una roca; sólo
Dios podría hacer tal cosa.
En ese momento, movido por la intensidad de la ira, dio otro paso de su propia iniciativa que Dios
no había contemplado. En lugar de solamente hablar a la peña, la golpeó dos veces. Al hacerlo, mostró
públicamente su desobediencia delante de la asamblea. Jehová tenía que hacer algo para enseñarle que
nadie puede rebelarse así y quedar sin castigo. El problema era mayor todavía porque se trataba del
representante elegido por el Altísimo.

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A pesar de un desafío tan flagrante, la gracia divina se siguió mostrando al conceder al pueblo necio
y quejumbroso el agua tan necesaria. La hizo brotar en gran cantidad, para que todos, junto con sus
animales, gozaran de ella.
LA GRACIA DE DIOS PROVEE LO NECESARIO
AUN CUANDO NO LO MEREZCAMOS
El juicio 12–13
No obstante, el pecado de Moisés exigía justicia. Dios los salvó de morir de sed, pero no podía evitar
castigar al siervo iracundo y rebelde; y dictaminó que tendría que ser otro el que los guiara a la Tierra
Prometida.
Esta falta destruyó la credibilidad del líder. Su mal comportamiento en público fue demasiado obvio
para dejarlo pasar sin tomar ninguna acción. Era necesario que todos aprendieran que la desobediencia
trae consecuencias severas.
Al dirigirse a Moisés y a Aarón, Dios los acusó de los mismos pecados que habían caracterizado a la
nación. No habían creído, y por lo tanto, no se habían sujetado a sus mandatos (12). Ante los ojos de
Dios y del pueblo, este hecho negaba la santidad del Altísimo. No lo habían considerado como un ser
Santo, superior a todo, ca paz de determinar lo que era mejor para el pueblo, sino pretendieron hacer las
consas a su manera.
Debido a ello, Moisés perdió el derecho de guiar a Israel para que entrara en Canaán. El deber del
siervo del Señor, es respaldar las acciones de la divinidad, someterse a su autoridad y obedecer sus
órdenes sin discutir.

NINGUN SIERVO DE DIOS PUEDE HACER LAS COSAS A SU MANERA


SINO QUE DEBE SOMETERSE A LA AUTORIDAD DIVINA Y
OBEDECER SUS ORDENES
¡PENSEMOS!
También en la actualidad hay quienes intentan hacer la
obra de Dios siguiendo sus impulsos, en lugar de hacerlo
conforme a lo establecido por Dios. Se pueden perder
algunos privilegios, aunque no la salvación en sí, como por
ejemplo, las oportunidades de prestar un mejor servicio, la
posibilidad de ser más útiles al Señor, o ser apartados del
plan divino.
¿Cómo afecta el enojo a la obra de Dios en nuestra vida?
¿Qué peligro corremos por causa de él? ¿Qué debemos
hacer al respecto?
Es un hecho que somos incapaces de controlarlo por
nuestro propio esfuerzo. Nuestra naturaleza, aunque ponga
todo de su parte, produce ira y contención. Sin embargo,
sólo el Espíritu de Dios nos da el poder para vivir conforme
a su plan y de una manera que le glorifique. ¿Cómo debe
transformar su vida este conocimiento en cuanto al
problema del enojo? Pídale a Dios ayuda para vencerlo.

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Adversidad en el Camino
Números 20:14–22:1
Dios utiliza los infortunios para fortalecer a sus hijos, preparalos para que descansen confiadamente
en su poder, para que sigan avanzando hacia la meta que tiene preparada para ellos y para que alcancen
la madurez espiritual. Este principio de por qué el Señor permite que pasen ciertas cosas en nuestra vida
se aplica igualmente a los días de Moisés como a los nuestros.
Cuando se acercaban a la meseta de Moab de donde entrarían a la Tierra Prometida, Dios puso los
últimos escollos en el camino de los judíos para equiparlos debidamente antes de que la poseyeran. Su
deseo era que aprendieran a depender de él para obtener todo lo que les hiciera falta, incluyendo el
vencer a sus enemigos por poderosos que éstos fueran. Estas lecciones les serían de provecho para
enfrentar los nuevos retos que sin duda encontrarían.
LA LLEGADA A EDOM 20:14–21
La petición 14–17
El viaje de Israel por el desierto terminó con la jornada de Cades a la meseta mencionada, de donde
planeaban cruzar el Río Jordán y entrar en Canaán. Forzosamente tenían que transitar por el camino real,
que cruzaba la tierra de Edom. Los habitantes de esa región eran descendientes de Esaú, el hermano de
Jacob, por lo que existía cierto parentesco entre ellos. Debido a su origen común, esperaban que esa
nación les

ayudara, porque también conocían perfectamente las promesas divinas hechas a los judíos.
Moisés envió sus mensajeros al rey de Edom para pedirle permiso de pasar por su territorio,
informándole de lo que les había pasado en los últimos casi quinientos años de permanencia y esclavitud
en Egipto. El rey debe haber investigado la exactitud de lo dicho po el líder, para estar seguro de su
trasfondo y de su vínculo sanguíneo.
En su misiva, Moisés relacionó a las dos naciones como hermanas, diciendo que en medio de los
pobladores de esa tierra, que ignoraban al Altísimo, ellos tenían la misma procedencia y el mismo Dios
de Abraham, su antepasado, quien obedeciendo el mandato divino, había salido de la incrédula Ur para
obtener una nueva tierra ofrecida por el Señor. Por lo tanto, les pidió que se asociaran como parientes
que eran, para hacer un frente común contra los paganos que les rodeaban.
En resumen, el siervo de Dios declaró todas las vicisitudes que habían pasado desde que Israel salió
para Egipto, donde pasaron más de cuatrocientos años sufriendo el maltrato y la explotación. Añadió
que habían clamado a Jehová y él los había escuchado, sacándolos de la opresión.
Su petición concreta era que les dejaran cruzar su tierra en paz. Prometieron no hacerles daño ni
tocar nada de sus frutos; ni siquiera tomarían agua de sus pozos. Sólo requerían pasar por el camino
principal.
La negación 18–21
No obstante lo expresado por Moisés, los edomitas escogieron mejor ser considerados como
descendientes únicamente de Esaú e identificarse con sus vecinos, en lugar de apoyar a Israel y
reconocer al único Dios verdadero. Su respuesta fue negativa y se unieron con sus enemigos para
combatirlos.
Esta actitud no estaba motivada por la prudencia o el miedo de que Israel les perjudicara, sino que
era una evidencia más de la larga enemistad que había comenzado con los hermanos Esaú y Jacob. Este

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último había despojado al primero de su primogenitura y la bendición de su padre Isaac. Este relato está
consignado en el libro de Génesis.
Ese antagonismo continuó a través de todo el Antiguo Testamento, resultando al fin en el castigo
divino contra ese país por su continua propensión a hostilizar a los judíos. Esto lo expresó el profeta
Abdías en el libro que Ileva su nombre; el juicio se Ilevó a cabo porque cuando se esperaba que
defendieran al pueblo hermano, y conociendo del amor que Dios les tenía, se aliaron con los impíos. El
Señor nunca olvidó esa ofensa.

¡PENSEMOS!
¿Qué deberia haber hecho Edom en las cicunstancias
descritas? ¿Es posible que nosotros actuemos de forma
semejante con nuestros hermanos en Cristo? ¿Cómo? ¿Qué
debemos hacer para asegurarnos de no cometer un acto
parecido al de Edom contra algún hermano?

El rey de Edom mandó un poderoso ejército para asegurarse de que no pasaran por sus propiedades.
Con la ayuda de Dios, es seguro que Israel hubiera podido vencerlos con facilidad como a las otras
naciones que encontraron posteriormente. Sin embargo, por ser pueblos hermanos, Dios les había
advertido que no pelearan contra ellos (Deuteronomio 2:1–5). La negación del permiso los obligó a
tomar una ruta más larga rodeando ese territorio que les tomó mucho tiempo.

LA MUERTE DE AARON 20:22–29


Al seguir el camino más largo, Ilegaron al monte de Hor donde murió Aarón. Al igual que Moisés,
no se le permitió entrar a Canaán, porque habí actuado igual que su hermano en Meriba (24; 20:9–12).
Desde la perspectiva humana, la rebelión contra la voluntad expresa de Dios, produjo este resultado,
pero desde la divina, la tarea de guiar al pueblo correspondería a una nueva generación de líderes.
Este plan se confirmó con la investidura de Eleazar como sumo sacerdote. La selección de este hijo
de Aarón sirvió para confirmar que el puesto sería transmitido a sus descendientes para siempre. Todo el
pueblo fue testigo de cómo Aarón subió al monte juntamente con Moisés y Eleazar; y cómo regresaron,
este úitimo sin su padre, pero vestido con el traje sacerdotal. Al darse cuenta de la manera en que se
había cumplido la palabra divina respecto al sacerdocio, la congregación lamentó su muerte por treinta
días.
LA DERROTA DE LOS CANAANITAS 21:1–3
El rey de Arad fue el primer gobernante canaanita que se interpuso, atacándolos y tomando algunos
prisioneros. Los judíos clamaron a Dios y le hicieron un voto y el Señor prometió destruir a sus
enemigos completamente, incluyendo a todas sus ciudades. Esta primera batalla sirvió para demostrarles
lo que podían esperar en su conquista de la región. Dios les daría la victoria y ellos debían arrasar a esos
pueblos totalmente.
El lugar donde se Ilevó a cabo este triunfo era muy significativo. Caurenta años antes los amalecitas
y cananeos los habían derrotado precisamente allí, cuando intentaron Ilegar a la Tierra Prometida a pesar
de la negativa de Dios, habiéndose rehusado a confiar en él. Ahora, contaban con su apoyo, su presencia
en las batallas, y su bendición incondicional. Ya había terminado el período de juicio y él estaba
cumpliendo su promesa de que les iba a Ilevar a su heredad sanos y salvos. El nombre que se le dí a ese

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sitio fue para dar testimonio de lo sucedido: Horma quiere decir “destrucción”. Se le llamó así para
conmemorar la obra realizada por el Señor a favor de ellos.
EL RODEO A EDOM 21:4–9
La última vez que el pueblo expresó descontento acerca de la comida que Dios les enviaba y del
liderazgo de Moisés, surgió cuando rodeaban el territorio de Edom. Describieron el maná diciendo:
tenemos “fastidio de este pan tan liviano” (otra traducción dice: “este alimento tan miserable”). Una vez
más indicaron que preferirían regresar a Egipto que seguir en el desierto. Por lo tanto, tuvieron que sufrir
las consecuencias de su actitud negativa.
A pesar de las claras manifestaciones y bendiciones de Dios se lamentaron otra vez. Para castigarlos,
Dios envió serpientes venenosas para que los diezmaran por medio de sus mordeduras; muchos
perecieron en este juicio.
El pueblo se arrepintió y confesó su pecado, acudiendo a Moisés para pedir su intervención a favor
de ellos. Como resultado de ello, Dios proveyó a su líder con una serpiente de bronce ardiente puesta
sobre un asta para que el que fuere mordido y mirare a ella, viviera. La serpiente no tenía ningún poder
especial para curar. Sin embargo, quien creyera en la palabra que había dicho Jehová su Dios, sanaría.
Este era un acto de fe individual y personal.
El Señor Jesucristo utilizó este ejemplo para enseñar a Nicodemo (Juan 3:14–16), que así como
había sucedido con Israel en el desierto en los días de Moisés, le era necesario tener fe en él como Hijo
de Dios, para poder recibir la vida eterna, porque el Señor mismo lo había levantado sobre la cruz, para
que cualquiera que confiara en él, la obtuviera. En lugar de murmurar contra Dios por lo que carecían,
Israel debía aprender a confiar en él y agradecerle lo que ya tenían por gracia.

ASI COMO LOS ISRAELITAS QUE ERAN MORDIDOS POR LAS


SERPIENTES TENIAN QUE CONFIAR Y MIRAR
HACIA LA SERPIENTE DE BRONCE,
ASI NOSOTROS DEBEMOS CREER EN JESUS PARA OBTENER SALVACION

EL VIAJE DE OBOT A PISGA 21:10–20


Después continuaron su viaje y la Escritura menciona los lugares donde establecieron sus
campamentos, hasta llegar al área de Moab. Una vez más les faltó el agua, sólo que no se menciona que
se hayan lamentado. Más bien parece que esta vez Dios no esperó a ver cómo reaccionaban ante el
problema, sino que tomó la iniciativa para dárselas (16) diciendo a Moisés que los reuniera alrededor del
pozo de Beer para que recibieran esta bendición (compare Isaías 65:24). A raíz de eso, con gran gozo
elevaron un cántico de alabanza a Dios.
DIOS PROVEE EL AGUA NECESARIA
PARA SATISFACER LA SED DE SU PUEBLO
¡PENSEMOS!
Tal como lo hizo con su pueblo durante los años que pasaron en el desierto,
Dios provee hoy todo lo que necesitamos. ¿Nos da maná y agua así como lo hizo en
aquel tiempo? ¿ En qué formas suple lo que requerimos?

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LA VICTORIA SOBRE LOS AMORREOS 21:21–32


La oposición de los habitantes de aquella región aumentó a media que avanzaban. Primero fueron los
amorreos y después los basanitas, quienes intentaron frenar el progreso de los judíos, pero fueron
derrotados. Dios estaba cumpliendo de diversas maneras la promesa hecha a Abraham en Génesis 12:1–
3 diciendo que los que bendijeren a Israel, recibirían bendición; pero quienes los hostilizaran, sufrirían
las consecuencias.
La petición rechazada 21–23
Una vez más tuvieron que solicitar permiso para cruzar por el territorio de Sehón, rey de los
amorreos, y enviaron mensajeros pidiendo que los dejara pasar por el camino real, ofreciendo las
mismas seguridades que habían presentado a Edom; no tocarían su comida, ni su agua, ni se desviarían.
El rey denegó la petición y salió con un ejército para pelear contra ellos.
La retribución 24–32
Dios los dirigió en la batalla e Israel obtuvo una gran conquista. Tomaron posesión de toda la
comarca hasta la frontera con los amonitas y habitaron en sus ciudades. Se publicó un proverbio en
cuanto a la devastación efectuada entre los amorreos para recordarles lo que el Altísimo había hecho por
ellos.
LA VICTORIA SOBRE BASAN 21:33–22:1
Cuando los basanitas intentaron detenerlos, también fueron vencidos. El rey Og guerreó con todo su
pueblo pero el Señor prometió que estaría con ellos para derribarlos; pues de antemano los había
entregado en sus manos. El resultado final fue la eliminación total de Basán, e Israel se adueñó de sus
propiedades.
DIOS VENCE A LOS ENEMIGOS QUE
QUIEREN DESTRUIR A SU PUEBLO
Con la protección evidente de Dios, Israel llegó a la entrada de la Tierra Prometida y se detuvieron
frente a Jericó. Allí pernoctaron unos días para prepararse a tomar la tierra que fluía leche y miel.
Dios había demostrado en muchas ocasiones durante los cuarenta años pasados, que pelearía a favor
de ellos y que proveería a todas sus necesidades; que los bendeciría y cumpliría cabalmente todas sus
promesas. Lo único que tenían que hacer era confiar en él, porque nadie podría hacerles daño.

¡PENSEMOS!
Así como Dios protegió a su pueblo de sus enemigos, cuida de
nosotros porque somos sus hijos también. El Nuevo Testamento revela
que estamos participando en una lucha espiritual. ¿Qué significado
tienen las promesas de Dios en medio de esta guerra? ¿Qué ayuda
podemos esperar de él?
Este estudio nos ha mostrado la manera en que el Señor utilizó
varios obstáculos para enseñar a su nación que podía confiar en él
plenamente para Ilenar toda necesidad y para que vencieran a sus
enemigos. ¿Cuáles son las barreras que se nos presentan hoy en día?
¿Cómo puede Dios manifestarse a nosotros para hacer lo que hizo con
Israel? ¿Qué quiere Dios que usted aprenda de las dificultades? ¿Cómo
debe responder a ellas? ¿Qué debe hacer esta semana al respecto?

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Oportunidad Unica en la Vida de
Balaam
Números 22:2–24:25
Pocas veces en la vida se nos presenta la oportunidad de realizar todos nuestros sueños de la noche a
la mañana. Si se nos diera, ¿cómo responderíamos? ¿Qué precio estaríamos dispuestos a pagar por
enriquecernos¿
Balaam se vio obligado a considerar esta alternativa. Poco se sabe de este hombre, aparte de lo que
relata la historia bíblica, y lo que de él conocemos nos provoca más preguntas que respuestas. Era
originario de una nación pagana, que probablemente habitaba al norte, cerca del Río Eufrates; bien
conocido por su capacidad de bendecir y maldecir, si alguien estaba dispuesto a pagar el precio
estipulado.
Aparentemente, era varón temeroso de Jehová. Esta característica no parece ser congruente con lo
demás que sabemos de él. Por eso, algunos comentaristas sugieren que tal vez sucedió con él como con
algunos otros renombrados hombres que intentaron maldecir a Israel y que el Señor confrontó con
bastante fuerza para impedir que perjudicaran a aquellos que él había bendecido. Al final, se convirtió en
vocero de Jehová.
Balaam experimentaba una gran frustración porque por un lado, quería complacer a Balac y
aprovechar la tentadora oferta que le hacía para que maldijera a los judíos, pero no se atrevió a oponerse
a lo que Jehová le había dicho; su temor de Dios le impidió recibir la recompensa que hubiera podido
ganar.
LA OFERTA PRESENTADA 22:2–20
Israel había establecido su campamento en la meseta de Moab mientras hacían los preparativos para
entrar en Canaán. La historia de Balaam presenta ciertos detalles ajenos a la nación en sí, y que no se
conocieron sino hasta mucho tiempo después, cuando Dios los reveló. Sin embargo, la soberanía de la
divinidad se manifestó en la advertencia que hizo al rey Balac: él iba a proteger a sus hijos de los
moabitas así como de cualquier otro enemigo que se les enfrentara.
El diálogo entre Balac y Balaam se narra con lujo de detalles. Balac había visto lo que había pasado
a los amorreos y tenía miedo (2), debido a que el pueblo era en gran manera numeroso. No se trataba de
una banda pequeña que andaba merodeando como algunos habían creído. El escritor sagrado dice que
cuando salieron de Egipto, tan sólo los hombres maduros eran 600,000, lo cual indica que al menos, el
total sería aproxiamdamente de dos millones y medio de personas. Por eso, el pasaje insiste en la
aprensión de Balac al considerar el daño que le podría hacer tan gran multitud pasando por su tierra (3–
4). Necesitaba de una ayuda sobrenatural, que viniera de parte de sus dioses. Por lo que Ilamó al
asalariado profeta Balaam (5).
Tenía el propósito de lanzar un ataque indirecto contra ellos, con la idea de frenar y destruir su
avance. La costumbre de maldecir a las naciones enemigas más fuertes era muy común en ese tiempo, y
Balaam tenía fama de ser muy efectivo en este tipo de asunto, si se le pagaba apropiadamente (6–7).
Cuando los mensajeros de Balac le presentaron el asunto, parece que de inmediato se dio cuenta de
que no se trataba de algo fácil; pues pudo apreciar algunos factores diferentes. Decidió esperar un poco y
averiguar más sobre el caso antes de comprometerse. Reconoció que Jehová estaba interesado en esta

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gente y que él no era nadie para resistir su voluntad. Durante el transcurso del diálogo con los
mensajeros de Balac, les dijo nueve veces que tenía que hacer lo que Dios le indicara (8).
Claramente, el Altísimo no le permitió ir con ellos. Más bien, le informó que él ya había bendecido a
las supuestas víctimas de Balac. Por la mañana, Balaam tuvo que decir a los enviados que no tenía
permiso para acompañarlos (9–14). No obstante, la historia no terminó con esta respuesta negativa, ya
que existían dos motivos de por medio. Primero, que Balac no se dio por vencido tan fácilmente y en
segundo, que el profeta siguió buscando alguna manera de conseguir cuando menos parte de la
recompensa prometida.
El rey de Moab eligió un grupo de líderes todavía más importantes que los primeros para que lo
fueran a convencer de las ventajas que había en cooperar con ellos (15–16). Le ofrecieron una
remuneración más alta y le animaron a que si no estaba conforme, estipulara la cantidad que quisiera,
pues podían pagar lo que él exigiera (17).
De nuevo Balaam tuvo que contestar que no podía desafiar el mandato expreso de Jehová, aunque le
concedieran la casa real llena de plata y oro (18). Sin embargo, les invitó a pasar la noche allí mientras
consultaba nuevamente (19). Aunque el Señor se apareció a Balaam y le dio permiso para acompañar
(20) a los emisarios, los eventos posteriores parecen indicar que este profeta había pasado la noche
tratando de convencerlo de que lo dejara ir con ellos, a condición de no decir nada que no estuviera
aprobado. Al fin le concedió ir, pero no sin antes advertirle severamente del peligro que había si trataba
de complacer a estos políticos y contravenir lo que Dios dijera.

¡PENSEMOS!
Aunque es probable que Balaam no creyera en Jehová, su
situación no es muy diferente a la de los hijos de Dios cuando quieren
servirlo y al mismo tiempo sacar ganancias personales. ¿Qué
consecuencias puede traer esto? ¿Qué lecciones podemos aprender de
esta disyuntiva en la vida de Balaam?

LA RECOMPENSA PERDIDA
La advertencia hecha por el ángel de Jehová 22:21–35
La protección del asna 22:21–30
Nos hacen falta algunos detalles y no sabemos con seguridad por qué Dios le permitió acompañar a
los moabitas y después se enojó (21–22a). Es probable que la reacción divina tenía su origen en la
manera en que Balaam había conseguido el permiso y los motivos que movían al profeta. Estaba muy
entusiasmado con la posibilidad de acompañarlos, y tenía ilusiones de ganar la cantidad prometida por el
rey. Dios le Ilamó la atención y le dio razones para que dudara del cumplimiento de sus sueños al
respecto. Estaba limitado por lo que Dios le permitiera hacer; no tendría oportunidad de congraciarse
con los moabitas haciendo lo que querían.
El ángel de Jehová se le apareció tres veces con una espada en la mano delante del asna que Balaam
montaba. La bestia se dio cuenta de su presencia porque Dios se lo estaba revelando solo a ella. Cuando
trató de protegerse a sí misma y a su amo, éste se enojó con ella porque ignoraba lo que estaba pasando
en realidad. En todas las ocasiones, lo había salvado pero el la golpeó irritado.
La primera, el asna se desvió del camino para evitar el peligro (22b–23); la segunda, el ángel se
colocó en un pasadizo sumamente angosto, y para esquivarlo, ella se pegó a la pared y prensó el pie del

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profeta contra el muro (24–25). La tercera ocasión, se enfrentaron en un lugar donde no había paso y la
burra se sentó, negándose a continuar. Balaam se enojó tanto, que esta vez la azotó con un palo (26–27).
Su sorpresa fue inmensa cuando escuchó que el asna le hablaba. Le preguntó por qué era que la
estaba maltratando. Balaam respondió que era por causa de la frustración y vergüenza que sentía por su
comportamiento. El animal le recordó que siempre había sido fiel en los años pasados, y que tenía que
aceptar que tal vez existía un motivo válido para hacer lo que había hecho; en lugar de herirla, él debía
buscar una explicación adecuada. Si lo hacía, vería el grave peligro que los acechaba en el camino y que
ella lo había salvado de una muerte segura (28–30). En ese momento, el Señor abrió los ojos del profeta
para que viera por qué actuaba de manera tan extraña.
La advertencia del ángel 22:31–35
Al apreciar el escenario completo, Balaam se dio cuenta de que estaba en presencia del ángel de
Jehová, quien había bloqueado el paso con su espada en la mano. Si hubiera seguido adelante con su
propósito, habría muerto. Más bien, el hombre debía disculparse ante el asna que había mostrado más
sabiduría que él.
Asimismo, el Señor le reveló que su intención de ayudar a Balac iba contra sus planes. Al percatarse
de ello, Balaam ofreció regresar a casa si así se lo mandaba, pero le ordenó seguir con los enviados,
porque todavía tenía un propósito que cumplir; sería su vocero ante Balac para que supiera su intención
de bendecir a Israel. El rey debía entender que ni pagando a muchos otros como Balaam podría estorbar
sus designios.
BALAAM TENIA LA OBLIGACION DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS,
PORQUE SUS VOCEROS DEBEN HACER LO QUE EL MANDA

El saludo de Balac 22:36–40


Al oír que Balaam se acercaba, el rey de los moabitas se entusiasmó y salió para recibirlo. Desde un
principio, le dio a entender que quería comprar su maldición y que estaba dispuesto a pagar cualquier
precio, con tal que hiciera lo que le pedía (36–37).
Por su parte, Balaam le informó que sólo haría lo que Dios mandara y que no podría hacer nada sin
su aprobación. Sin entender el significado de estas palabras, Balac empezó la tarea de convencimiento.
No se daba cuenta del poderoso contrincante con quien tenía que luchar, porque desconocía quién era.
La revelación divina 22:41–24:13
Primer intento 22:41–23:12
Llevó al profeta a que viera al pueblo desde diferentes puntos de observación. Cada vez que lo hacía,
levantaba una serie de altares y ofrecía sacrificios. Balaam se apartó nuevamente para consultar con
Jehová, pero en todas las ocasiones manifestó que la última palabra sería la del Señor (22:41–23:3).
La primera vez, se le dio un mensaje para que lo entregara a Balac. En resumen, su respuesta era que
no podría maldecir o condenar a los protegidos de Dios. Esta no era una nación común, porque había
sido escogida por Jehová. Por lo tanto, al fin sería bendecida y se multiplicaría grandemente, aunque
todos sus enemigos quisieran terminar con ellos (23:4–10).
Como se puede imaginar, a Balac no le gustó esta respuesta. Lo había traído para perjudicar a Israel
y en lugar de hacerlo, lo bendijo. Entonces, Balaam le recordó su conversación anterior; no estaba
autorizado a actuar sin la dirección de Jehová. Seguramente ambos se sentían muy afectados por este
mensaje. Para el profeta era difícil aceptar que iba a perder la recompensa deseada.
Segundo intento 23:13–26
Sin embargo, Balac no se dio por vencido; no tenía otra alternativa y decidió tratar de nuevo. Lo
Ilevó otro sitio desde donde tal vez apreciara la situación de otra forma. Se trasladaron al campo de

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Zofim donde una vez más ofreció sus sacrificios a Jehová y Balaam se apartó para consultar con él
(23:13–15).
El Señor se volvió a revelar y le dio otro mensaje para Balac. Esta vez fue para advertirle que no
cambiaría de opinión y que no podía mentir. Cumpliría lo que ya había expresado con anterioridad.
Balaam había sido enviado por Dios para que bendijera a su pueblo, y él no tenía derecho a alterar este
decreto, pues como andaban en obediencia, él estaba con ellos y ni Balac ni nadie podria contrariarlo
(23:16–24).
JEHOVA NO ES HOMBRE PARA CAMBIAR DE OPINION.
HABIA DECIDIDO BENDECIR A ISRAEL;
Y NO SE ARREPENTIRIA
¡PENSEMOS!
La Palabra de Dios es segura. El no cambia de opinión y
jamás olvida sus promesas. ¿Cómo nos ayuda esta verdad?
¿Qué diferencia debe producir en nuestra vida?
En lugar de estar agradecido con Balaam por
advertirles del peligro que corrían, Balac se enfureció.
Respondió que si no deciá lo que él quería escuchar, era
mejor que no dijera nada, pues no lo había traído con ese
propósito. Balaam repitió lo dicho antes. A toda costa, sólo
haría lo que Jehová le dijera (23:25–26).

Tercer intento 23:27–24:13


Balac siguió insistiendo y le llevó a otro lugar con la esperanza de que cumpliera su capricho. Una
vez más construyeron los altares y ofrecieron los sacrificios indicados sobre ellos (23:27–30). Esta vez,
como ya sabía el pensamiento del Señor, Balaam no salió en busca de agüeros como lo haría
normalmente en su trabajo. Se dirigió directamente al desierto para escuchar la revelación de lo alto. El
Espíritu Santo tomó control de Balaam y emitió una profecía, repitiendo la bendición de Dios para
Israel, y presentando un cuadro futuro de prosperidad y tranquilidad.
Dios los había sacado de Egipto para hacer de ellos una nación fuerte y prominente. Por lo tanto,
triunfarían sobre todos sus enemigos, para que se cumpliera lo dicho a Abraham en Génesis 12:3:
“Benditos los que te bendigan y malditos los que te maldigan”.
Al escuchar esto, Balac ya no pudo resistir más. Se disgustó exageradamente contra Balaam y
renegó de haberlo traído para maldecir a sus enemigos, pues en lugar de hacerlo, había hecho lo
contrario tres veces. Sin haber conseguido los honores y riquezas que imaginaba, Balaam se quedó sin
nada. Tuvo que escapar para no caer bajo la ira del rey. Este le dijo que era Jehová quien lo había
privado de todos los honores que pensaba darle. Es probable que con estas palabras, Balac todavía
tratara de convencerlo para que se arrepintiera y lo ayudara.
No obstante, una vez más el profeta le recordó que nunca había prometido hacer más que pronunciar
las palabras que Jehová le dijera; él no tenía la culpa de lo sucedido. Ninguna cantidad de dinero podría
pagar las consecuencias personales que le traería oponerse al mensaje que Dios le había comunicado, y
por lo tanto, tenía que conformarse. Aunque perdió la ganancia personal, se mantuvo firme en la tarea
que el Señor le había encargado (24:10–13).
Las advertencias finales sobre el juicio 24:14–24

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Antes de salir, Balaam dio a Balac un cuadro profético de lo que Dios haría a las naciones que se
opusieran a él y a su pueblo, empezando con Moab, que sería destruido gracias al liderazgo que Dios
daría a Israel (14–19).
Además, profetizó la destrucción de Amalec (20), de los ceneos (21–22), los asirios, los de Heber y
los habitantes de la costa de Quitim. Todos los que se opusieran, tarde o temprano serían arrasados (23–
24).
QUIEN SE OPUSIERA A ISRAEL
TENDRIA QUE ENFRENTARSE
A LA IRA DEL DIOS VIVO
La separación 24:25
Al final, tuvieron que separarse estos dos hombres fuertes. Cada uno se dirigió a su lugar de origen.
Se sentían frustrados porque ninguno había logrado conseguir lo que buscaba. Sin embargo, Balaam
ganó una conciencia limpia, y conservó la vida por obedecer al Señor. Sólo dijo lo que de él recibió, sin
obtener nada a cambio.

¡PENSEMOS!
Balaam soñaba con enriquecerse. Pensaba que podía
salirse con la suya de alguna manera y volver a su casa
habiendo obtenido grandes beneficios. Sin embargo, no
resultó asi. Debía sentirse satisfecho por ser fiel al
compromiso confirmado con Jehová.
¿Qué bendiciones habría para él al obedecer? ¿Cuánto
le cuesta a usted seguir firme en lo que Dios le pide? ¿Qué
ventajas percibe? ¿Valen la pena? ¿Por qué?

10
Reiniciación de los Preparativos
Números 25–30
Hay un dicho que afirma: “Quienes no aprenden de la historia, están destinados a repetirla”. Este
postulado se cumplió con la generación que llegaba a las puertas de la Tierra Prometida en los días de
Moisés, y se sigue aplicando para nosotros el día de hoy. Al continuar la narración del libro de Números,
el autor consigna un aspecto sumamente triste de lo acontecido a Israel. Al comparar el comienzo del
libro con su epílogo, notamos que tuvieron que reiniciar todos los preparativos que se requerían para que
pudieran tomar posesión de su heredad, pues los habían olvidado completamente al vagar por el
desierto.
Los sobrevivientes tuvieron que regresar a Cades y empezar de nuevo. Un viaje que habría podido
hacerse en poco tiempo, a lo más en once días, duró cuarenta años a causa de la incredulidad y
desobediencia de los israelitas que habían iniciado el éxodo. Sin embargo, a lo largo de este tiempo,
Dios permaneció fiel a sus promesas. Había ofrecido darles un territorio que fluía leche y miel y lo

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estaba cumpliendo a pesar de todo; los había protegido y había provisto todas sus necesidades. ¡Ni
siquiera habían tenido que preocuparse de comprar zapatos!
Había Ilegado el momento de hacer un repaso final de lo sucedido. ¿El fracaso les había enseñado la
lección más importante de sus vidas? ¿Habían aprendido a confiar en Dios y su poder para hacerlos
entrar en su nueva patria cuando él lo indicara?

PREPARACION ESPIRITUAL 25
Israel tuvo que enfrentarse a la tentación más común que el enemigo espiritual del hombre utiliza
para hacerlo desviarse de Dios. Esta amenaza ha existido en todas las épocas; ya la habían conocido
antes, y se volvería a repetir en muchas otras ocasiones, aun hasta el día de hoy. Los judíos se sintieron
atraídos por las hermosas mujeres paganas de los pueblos aledaños, quienes primero los seducían
físicamente y después los obligaban a seguirlas en sus prácticas religiosas.
La idolatría de Israel juzgada 1–5
La sección anterior del libro termina cuando Balaam sale del escenario después de emitir su profecía.
Aparentemente, ya había terminado se participación. No obstante, basados en otros dos pasajes
escriturales, nos damos cuenta de que su intervención más significativa estaba todavía por ocurrir. 2
Pedro 2:15 alude al problema del falso profeta diciendo que codiciaba “el premio de la maldad”. Por eso
había accedido a acompañar a los mensajeros de Balac; porque pretendía de alguna manera combinar la
obediencia a Dios y la ganancia que se le ofrecía.
Números 31:15–16 muestra que Balaam encontró la manera de desencadenar la ira de Jehová contra
su pueblo, y haciendo uso de sus artimañas, propició que fueran derrotados por los moabitas. Fue él
quien aconsejó a estos últimos que mandaran a las doncellas más bonitas para que atrajeran a los
hombres de Israel y una vez enamorados, los hicieran compartir los ritos a Baal-peor para que Dios los
castigara.
El autor pinta este triste cuadro relatando las consecuencias lamentables que esta estrategia inspirada
por la maldad trajo a los judíos. Las jóvenes moabitas se prestaron a la seducción y ellos cayeron en la
trampa, prostituyéndose con ellas (25:1). Cuando ya los tenían en sus redes, los incitaron a que asistieran
a sus rituales (25:2), a que se identificaran con sus dioses, y a que se inclinaran a ellos. El furor del
Señor se encendió y los disciplinó (25:3).
Ordenó la muerte de los príncipes del pueblo y de todos aquellos que habían decidido unirse al culto
a Baal-peor (25:4–5). Debido a la sugerencia de Balaam, murieron veinticuatro mil israelitas, a unque al
final no logró el cumplimiento total de su plan. La gracia y la fidelidad de Dios se mantuvieron
incólumes, garantizando que se cumpliría la promesa.
Satanás ha aprendido que no es fácil destruir la obra de Dios por medio de la persecución. Al
contrario, en la mayoría de los casos, ésta conduce al crecimiento de los que siguen al Señor. Entonces,
su estratagema favorita es la que utilizó en el relato que nos ocupa; envía mujeres atractivas para que
con su belleza desvíen a los hijos de Dios, y después los aparta definitivamente de la influencia divina.
El enemigo de nuestras almas ha usado esta táctica con muy buenos resultados en todos los tiempos.
El mundo aprovecha la hermosura externa y el sexo para vender cualquier cosa. Trata de comunicar el
concepto de que el placer carnal es lo más importante para la felicidad del hombre, tratando de
distraernos de la verdadera fuente de paz y ventura en la vida.
Muchas religiones y sectas usan este mismo principio. Envían a sus mujeres más bellas para
“evangelizar” a los cristianos auténticos. Los resultados de esto, son los matrimonios mixtos que se
realizan entre cristianos e incrédulos, y que impiden que sirvamos a Dios como él quiere.
Hemos visto que este sistema planeado por Satanás Ilega al extremo en que líderes claves en el
ministerio han sido atrapados por la sensualidad femenina. Personalmente conozco a varios pastores y

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otros dirigentes que han perdido su comunión con los creyentes y el Señor porque han caído en este
ardid. Este peligro no se limita sólo a los hombres, sino que alcanza también a las cristianas activas en la
obra. Sin embargo, el blanco principal es el sexo masculino, y en especial quienes encabezan las
iglesias. Debemos estar alertas para descubrir estos ataques satánicos y pedir la protección divina. No
permitamos que el enemigo gane la victoria.
Para prepararse espiritualmente, Israel tenía que purificar su campamento. Antes de que pudieran
recibir la bendición de Dios, conforme a su pacto, debían resolver el caso de los que se habían
involucrado en la idolatría.
Un israelita es matado al ser sorprendido con una madianita 6–9
Cuando Moisés todavía estaba hablando con los jueces sobre qué medidas debían tomarse respecto a
esta situación, uno de los príncipes Ilegó con una madianita al campamento con el propósito de
presentarla a sus padres. Al verlo Finees, hijo del sumo sacerdote Eleazar, tomó una lanza y entrando en
la carpa donde estaban, los mató en el mismo instante.
Dios aceptó este acto como contrición oficial de toda la congregación; como manifestación del
remordimiento que sentían por su pecado. De inmediato suspendió la plaga que había enviado contra
ellos.
El pacto de paz con Finees 10–13
Además del valor nacional que se dio a la acción de Finees, el Señor lo recompensó personalmente
haciendo un pacto de paz con él y su descendencia, por medio del cual le garantizó un sacerdocio
perpetuo, pues reconoció su celo, parecido al de Jehová mismo. Este personaje apreció lo acontecido
desde la perspectiva divina, y mostró un interés especial en guardar intacta la gloria del Altísimo. En su
afán por complacer únicamente a Dios, Finees contribuyó a la expiación de todos los judíos. Salmos
106:30–31 añade que èsta manifestación de entrega le fue contada por justicia.

FINEES VIO EL PROBLEMA DEL PECADO


DESDE LA PERSPECTIVA DE DIOS
Y SE PREOCUPO POR PRESERVAR LA GLORIA DE JEHOVA
¡PENSEMOS!
¿Qué actitud mostramos en cuanto al pecado y la gloria
de Dios? ¿Somos diligentes en preservar el honor del Señor?
¿Nos preocupa la presencia de la maldad?
¿Qué podemos hacer contra ésta en la iglesia? ¿Y en
nuestra propia vida? ¿Habrá algo que Dios quiera que usted
haga basado en este pasaje?

Los nombres de los muertos 14–15


Cuando se tratan actos bochornosos en la Biblia, algunas veces se omiten los nombres para evitar la
vergüenza a las generaciones posteriores, pero en este caso, no fue así, sino que se grabaron los de las
dos personas que intervinieron en él para que les recordaran en el futuro las tácticas que usa el enemigo.
Asimismo, para que nunca olvidaran el mal que había venido sobre ellos por su causa y que casi los
destruye por completo y para que entendieran el por qué de la hostilidad permanente hacia los
madianitas y moabitas.

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La orden de atacar a los madianitas 16–18


Para castigar el acto de hacer caer su ira contra sus hijos, Dios ordenó que desde ese día consideraran
a los madianitas como enemigos irreconciliables a quienes debían atacar y matar. Fue así como culminó
la preparación espiritual del pueblo para que entrara en su heredad.

PREPARACION ADMINISTRATIVA 26–27


Censo de la fuerza militar 26:1–51
Se hizo para tener una base para efectuar la organización administrativa. Este conteo manifiestó que
el juicio divino no había disminuido apreciablemente el número de israelitas capaces de enfrentarse a los
canaanitas. Aunque la generación anterior había muerto, el tamaño del ejército quedó casi igual que
antes; era insuficiente, y no podían confiar en sus fuerzas para vencer a sus enemigos sin el auxilio de
Dios.
Dentro del informe, encontramos un breve recuento de la disciplina que habían recibido los que se
habían sublevado contra los designios del Señor, a manera de recordatorio a sus descendientes. Se repite
la historia de la rebelión dirigida por Datán y Abiram y sus trágicas consecuencias (9–11) y se menciona
la muerte de Er y Onán, hijos de Judá que habían fallecido en Canaán, por no haberse sometido a las
normas establecidas por Dios (19).
Reglas para la división del territorio 26:52–56
Dios dio instrucciones para que distribuyeran equitativamente la tierra que iban a recibir. Se basaría
en el número de personas por familia según la tribu a la cual pertenecieran, y echando suertes. No se
seguirían los procedimientos políticos que caracterizaban a los paganos, que invariablemente favorecían
a los más poderosos o ricos. En el pueblo de Dios, el reparto se haría con honradez y justicia.
Número de los levitas 26:57–62
También estos fueron contados. En este caso, el número casi no había cambiado. Había veintitrés mil
varones de un mes para arriba, lo que significaba que se habían añadido mil durante los cuarenta años
pasados (3:39). Fueron considerados aparte, porque no participarían en el repartimiento. No les
correspondía tener terrenos, sino vivir de los diezmos que la gente trajera al templo.
Cambio de generaciones 26:63–65
Al concluir esto, se hizo la observación de que ya no quedaba nadie de la generación anterior, que
había sido enumerada por Moisés y Aarón en Sinaí; todos habían muerto, tal como Dios había
prometido. Sólo quedaban Caleb y Josué, quienes habían tratado de animar a los israelitas a que
confiaran plenamente en Dios y que siguieran adelante. Durante todos estos años, habían tenido que
esperar su recompensa por causa de la incredulidad y desobediencia de sus hermanos.
Garantía de la herencia familiar 27:1–11
A estas alturas, se presentó un problema especial tocante a las leyes de la herencia originado por las
hijas de Zelofehad. Debido a que su padre había muerto sin dejar descendiente varón, no tenían derecho
a lo que les correspondía. A raíz de ello, Dios estableció las leyes de sucesión.
En caso de que un padre muriera sin hijos, su posesión pasaría a su hija, pero si no la tuviera, se
traspasaría a sus hermanos. Si no los hubiera, se le daría a los hermanos de su padre. A falta de ellos,
pasaría al pariente más cercano en su familia. Esta norma garantizaría que la propiedad quedara en la
familia designada. Tampoco podrían negociar con ella, para evitar que se enriquecieran algunas
personas de mayor poder en el pueblo.
Cambio del liderazgo 27:12–23
El último paso en la preparación administrativa fue la designación de un nuevo líder. Dios aseguró a
Moisés que no había olvidado el castigo que le había prometido por desobedecerlo en Meriba (20:2–12).

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Lo envío a la región montañosa de Abarim para que desde allí viera la Tierra Prometida y la fidelidad
divina cumplida. Después moriría (27:12–14).
Al acercarse su última hora, Moisés pidió al Señor que nombrara a alguien que condujera a la
muchedumbre a la nueva patria. No deseaba dejar esta decisión a la voluntad del pueblo ni confiaba en
sí mismo para seleccionarlo; debía llenar dos requisitos:
1. que fuera elegido por Dios; y
2. que actuara como un verdadero pastor, de modo que sus hermanos no fueran como ovejas sin tener
quien los cuidara (27:15–17).
El Señor contestó la oración de Moisés señalando a Josué como su sucesor. Lo describió como
alguien que estaba dirigido por el Espíritu Santo. Moisés debía presentarse ante la congregación y el
sumo sacerdote Eleazar para identificarlo, imponiéndole las manos para impartirle su autoridad a la vista
de todos. De este modo, nadie dudaría del nombramiento divino (27:18–20).

EL PUEBLO DE DIOS NECESITABA UN PASTOR GUIADO


POR EL ESPIRITU SANTO
Sin embargo, Josué no tendría acceso directo a Jehová, sino que recurriría a Eleazar para que buscara
la voluntad del Señor utilizando el Urim. Después, él daría las órdenes y el pueblo lo seguiría (27:21–
23).
PREPARACION RELIGIOSA 28–30
Ley de las ofrendas 28–29
La preparación religiosa se hizo siguiendo las instrucciones acerca de la adoración a Dios. Las
ofrendas eran parte de ella y debían traer donaciones diarias (28:1–8), sabatinas (28:9–10) y mensuales
(28:11–15). Después se describen las fiestas anuales: la pascua (28:16–25), las primicias (28:26–31), las
trompetas (29:1–6), el día de expiación (29:7–11) y los tabernáculos (29:12–38). Estas leyes terminan
con el mandamiento de que se debían celebrar en las ocasiones establecidas (29:39–40).
En todas estas normas observamos que Dios estaba definiendo las condiciones para que se le honrara
correctamente. No las sometió a votación pública. Como se trataba del establecimiento de la forma
debida de adorarle, Jehová decidió qué estatutos debían seguir.
En este pasaje, descubrimos que hay tres cualidades para hacerlo como él desea, y que se repiten
frecuentemente para ayudarnos a definir la manera en cómo debemos hacerlo. Valdría la pena marcarlas
en su Biblia para señalar la importancia de cada una.
Once veces se insiste en que las ofrendas eran de olor grato o aroma agradable al Señor. El propósito
de éstas, así como nuestra adoración en la actualidad, es la de agradar a Dios. El pueblo se habría
evitado muchos problemas si le hubieran complacido obedeciéndolo sin protestar.
Por lo menos se afirma veinte veces que los ofertorios debían presentarse “al Señor”. La verdadera
reverencia no servía, como creían los fariseos, para impresionar a los demás. La honra auténtica dirigida
a Dios por lo que hace a nuestro favor es intensamente personal, entre el adorador y Dios.
Por último, quince veces se nos dice que los animales inmolados tenían que ser sin defecto. Dios no
acepta sacrificios de segunda clase. El merece lo mejor. Si esperamos que el Señor se agrade de lo que
traemos, debemos estar seguros de que es lo máximo que poseemos.
LA ADORACION VERDADERA A DIOS
CONSISTE EN TRAERLE DIRECTAMENTE LO MEJOR QUE
TENEMOS PARA QUE SE AGRADE

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¡PENSEMOS!
Compare las condiciones que Dios estableció para la
genuina adoración en el Antiguo Testamento con lo que
hacemos hoy. ¿Qué cambios se necesitan para que él se
agrade de nuestra veneración?

Obligación de cumplir los votos 30


Al terminar los preparativos religiosos, Moisés insistió en la obligación que tenía el pueblo de
cumplir sus votos. Estos no se señalan como un compromiso ineludible, sino que eran promesas
voluntarias hechas a Dios, en gratitud por sus cuidados, o como ofrecimiento para recibir algún
beneficio especial. Aunque estos juramentos no se hacían a la fuerza, si existía el deber serio de
realizarlos. Aquel que los hiciera, no podía faltar a su palabra y quedar sin castigo (30:1–2).

QUIEN HICIERA PROMESA AL SEÑOR,


TENIA OBLIGACION DE CUMPLIRLA A CABALIDAD
No todas las personas tenían la misma libertad para comprometerse. Por esta razón, tenían que
contar con el apoyo previo de quienes estaban sobre ellas. Por ejemplo, las solteras dependían de su
padre (3–5); las mujeres que se casaran después de haber hecho un voto al Señor, tendrían que
confirmarlo con el esposo (6–8), y así harían las casadas (9–12). En todos estos casos, el varón podía
anularlo. Si no decía nada en el momento de ratificarlo, entonces era señal de que lo aceptaba. Si
posteriormente se retractara, él sería culpable de incumplimiento ante Dios (13–16). En fin, cualquiera
que hiciera o corroborara un voto estaba bajo la exigencia de realizarlo.

¡PENSEMOS!
Tenemos que reconocer que estas normas se establecieron dentro del contexto
de las leyes nacionales y religiosas de Israel. Sin embargo, las advertencias severas
hechas a ellos, revelan algo del carácter de Dios en cuanto a los votos que hacemos
delante de él.
¿Qué principios debemos aplicar a nuestra vida en cuanto a las promesas que
hacemos al Señor? ¿Ha hecho alguna últimamente? ¿Qué debe hacer respecto a
ella?
Esta lección ha tocado temas distintos. ¿Hay algo específico que Dios desea que
usted cambie en su vida?

11
Preparación Histórica
Números 31–33

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Antes de entrar en Canaán, mientras estaban en la meseta de Moab, se presentaron algunos asuntos
de gran importancia histórica que necesitaban ser resueltos. Uno de los temas más difíciles de
comprender para nosotros es la orden dada por el Señor respecto a los pueblos paganos. En esta época,
que se caracteriza por el extraordinario énfasis que se pone en los derechos humanos, en la permisividad
y en la libertad individual en todos los aspectos de la vida, es difícil para nosotros entender por qué
debían matar a todos los habitantes de ese territorio, incluyendo mujeres y niños.
Muchos comentaristas modernos tratan de evadir este problema explicándolo como que era común a
las costumbres primitivas antiguotestamentarias, pues los antiguos carecían de los conocimientos
elementales de cómo tratar correctamente a sus vecinos. Esta proposición no resuelve nada, porque fue
Dios mismo quien extendió el mandato, no la gente; ellos se limitaron a escuchar sus palabras y
cumplirlas en la medida de sus posibilidades. Más bien, se metieron en aprietos delante del Señor por no
obedecer cabalmente lo que les había explicado.
La única alternativa que nos queda para entender esta severidad, se encuentra en la descripción que
el Altísimo hace de las actitudes y actividades en que se desenvolvían los paganos. El libro de Exodo
dice: “Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del
cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. No te inclinarás a sus dioses, ni los
servirás ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo y quebrarás totalmente sus estatuas”
(23:23–24). Unos versículos más adelante continúa: “No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. En tu
tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo”
(32–33).
En Deuteronomio 12:29–31, afirma: “Cuando Jehová tu Dios haya destruido delante de ti las
naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces
yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses,
diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así a
Jehová tu Dios, porque toda cosa abominable que Jehová aborrece, hicieron ellos a sus dioses…”
Nuestra dificultad radica en que no conocemos la magnitud de las abominaciones que aquellas
personas cometían y cómo enfurecían a su Creador. Las evidencias arqueológicas encontradas describen
con mucha aproximación el estilo de vida de los cananeos. Dios no podía tolerar que sus escogidos lo
imitaran, por lo que destinó a Israel para eliminar esa repugnante corrupción de delante de él. A pesar de
la popularidad que hayan alcanzado actualmente ciertas prácticas, Dios no acepta cualquier forma de
adoración que se le ofrezca. Es por eso que demandó que aquellas personas y su influencia pagana fuera
raída del mundo que él gobierna.
Uno de los peligros principales para la nación judía era que algunos representantes de esos cultos
sobrevivieran y los desviaran hacia sus prácticas religiosas y forma de vivir. Ya había sucedido con las
mujeres de Madián. El resto de los pobladores de ese territorio podían hacer lo mismo. De hecho, así
fue, pues los israelitas no cumplieron totalmente el mandamiento expreso de Jehová. La historia cuenta
qué resultados hubo y demuestra lo que les ocurrió por no hacerlo.

VICTORIA SOBRE MADIAN 31


Dios ordenó a Moisés que atacaran a los madianitas y que completara su venganza contra ellos
(31:2). Israel se organizó para la batalla, enviando mil hombres de cada tribu para guerrear. Acabaron
con todos los hombres de Madián, incluyendo a los cinco reyes principales que habían formado un pacto
conocido con el mismo nombre. En esta lucha murió también el profeta Balaam, quien no se había
alejado por completo del escenario, y que pagó con su vida su desobediencia a Dios y su participación
en esta lucha contra el pueblo escogido (2–8).
DIOS NO PERMITIO A SU PUEBLO
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HACER ALIANZA CON LOS PAGANOS INCREDULOS


Saquearon todos los poblados, apresando a las mujeres y niños en lugar de matarlos; se apoderaron
de todo el ganado y bienes que encontraron, y por último quemaron las ciudades y campamentos (9–12).
Al observar que no habían destruido totalmente a esa nación, Moisés se inquietó. Les recordó el ardid
que Balaam había tramado con las madianitas y cómo habían servido de señuelo para que Dios los
castigara.
Debido a lo pasado anteriormente, ordenó que se diera muerte a todas aquellas mujeres que hubieren
tenido relaciones sexuales y a todos los niños varones. Se perdonó la vida a las doncellas vírgenes para
que se unieran a aquellos que se interesaran en ellas. La implicación era que al quedar sin nación, no les
quedaría más remedio que convertirse en judías (13–18).

¡PENSEMOS!
El caso de las mujeres paganas que desviaron a los
judíos de Dios, nos enseña algunas lecciones importantes en
cuanto al peligro de los matrimonios mixtos. ¿Qué riesgo
representaban para el pueblo escogido? ¿Qué amenaza
constituyen en la actualidad para la iglesia?
¿Qué consecuencias trajeron las relaciones prohibidas
con las madianitas? ¿Cuáles podrían traernos en la
actualidad?

También se les dieron instrucciones precisas en cuanto a la purificación de los que habían
intervenido en la matanza y acerca de los despojos obtenidos. No debían permitir que el pueblo se
contaminara al tocar los muertos y cosas de esa sociedad pagana, y que en el futuro pudieran ser un
estorbo entre Dios e Israel (19–24).
El botín que recogieron de la batalla fue contado y dividido en dos partes. La mitad se dio a los
soldados como recompensa por su esfuerzo, y la otra se distribuyó entre toda la congregación (25–27).
Se separó una ofrenda para el Señor como tributo por haberles protegido y por la victoria. De lo que
se dio a los guerreros, se les recogió una porción de cada quinientas para entregarla a los sacerdotes. De
lo del pueblo se tomó una parte por cada cincuenta para dedicarla a los levitas encargados del
tabernáculo (28–47)
Los jefes del ejército contaron a sus soldados al regresar de la batalla y descubrieron que no faltaba
uno solo. Como un acto de agradecimiento por el amparo divino, los oficiales decidieron dar al Señor
los objetos de oro que habían reunido en la guerra y se encontró que sumaban aproximadamente 420
libras de oro. Al precio actual, el valor sería de.poco más de dos y medio millones de dólares
estadounidenses. En otras palabras, estos ciento treinta dos capitanes de miles y de cientos, que ni
siquiera poseían casa propia, estuvieron dispuestos a dar a Dios este grandísimo presente, pues
reconocían a quién debían todo lo que poseían y sentían una gratitud inmensa. Este tesoro fue colocado
en el tabernáculo como recordatorio (48–54).

PETICION DE RUBEN Y GAD 32


Al terminar, el encuentro contra los madianitas, algunos representantes de las tribus de Rubén, Gad,
y parte de losde Manasés, pidieron permiso para establecer su heredad en el lado oriente del Jordán.
Habían observado la calidad de la tierra y los beneficios que traería a su ganado y deseaban

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aprovecharla. Para Moisés era muy difícil entender todas las implicaciones que esta petición traería.
Incluyeron con ella la frase: “No nos hagas pasar el Jordán” (1–5).
Al principio, el líder tuvo miedo, pensando que buscaban un pretexto para no ayudar a sus hermanos
a pelear contra los cananeos y los comparó con sus amtepasados en Cades, quienes no habían aceptado
entrar en la Tierra Prometida. Posiblemente esta actitud negativa desanimara a los demás, que tampoco
querrían seguir adelante. Por otro lado, si se repitiera lo acontecido, tal vez fueran juzgados de nuevo,
quién sabe con qué consecuencias. Lo más factible era que el Señor los hiciera morir allí mismo en el
desierto (6–15).
Los jefes de estas tribus le aclararon que esa no era su intención y se comprometieron a preparar el
lugar para que sus familias se quedaran allí mientras ellos combatían al lado de sus compatriotas (16–
19). Al escuchar esto, les concedió el permiso de establecerse en ese territorio. Moisés quería asegurarse
de que comprendieran con exactitud las condiciones que habían aceptado, de modo que se las repitió
detalladamente.

Todos los soldados tenían que cruzar el Jordán para ayudar y permanecer allí hasta que Dios
expulsara a los enemigos de Israel y la tierra estuviera bajo su completo dominio (20–27).

TODOS LOS HIJOS DE DIOS MANIFESTARON SU FE AL


LUCHAR POR TOMAR POSESION DE LA TIERRA PROMETIDA
Moisés dejó instrucciones claras a Eleazar y Josué en el sentido de que si no cumplían con lo
acordado, tendrían que seguir al resto del pueblo y cruzar el Jordán. Resueltamente, todos aceptaron el
convenio con todas sus condiciones (28–32).
Antes de que cruzaran para enfrentarse con las naciones que se encontraban al otro lado del to, el
siervo de Dios dividió la heredad al oriente del Jordán. Los descendientes de Gad y Rubén
reconstruyeron las poblaciones que habían quemado en el territorio de los amorreos y los basanitas. Los
de Manasés, todavía tenían que luchar por las ciudades que ocuparían (33–42).

RESUMEN DEL VIAJE 33


El relato de la preparación histórica para la conquista de Canaán concluye con un resumen de la
manera en que Dios les había llevado desde Egipto hasta la meseta de Moab. Fue escrito por Moisés,
según se lo ordenó el Señor.
El énfasis que hace especialmente en la salida de Egipto era para que no olvidaran que el Altísimo
los había redimido de la esclavitud. Los egipcios habían visto cómo salían de sus ciudades mientras
sepultaban a sus primogénitos. Todos habían comprobado que la mano poderosa de Jehová estaba con
ellos, pues había dejado evidencia clara de su superioridad en comparación con otros dioses (1–4).
A continuación hizo un recuento de las principales etapas del viaje. Dios les había abierto paso en el
mar. Evocó la experiencia en Refidim, cuando se habían quedado sin agua y cómo el Señor la proveyó.
En seguida, habló de los días significativos pasados en Sinaí, de donde siguieron hasta llegar a Cades.
Tuvieron que atravesar dos veces por el mismo lugar a causa de su desobediencia y hacía solo pocos
días que habían pasado por allí de nuevo. El líder hizo una síntesis mencionando únicamente los
nombres de los lugares que habían visitado (5–37).
Les recordó que estando en Cades por segunda vez, Aarón había subido al monte Hor donde había
muerto (38–39). Al darse cuenta los cananeos de que se aproximaban, comenzaron la oposición contra
ellos (40). El viaje había concluido con Israel estacionado en la meseta de Moab, frente a Jericó,
esperando la orden de Dios para pasar a su nueva patria (41–49).

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Moisés terminó presentándoles el reto de que eliminaran totalmente a los canaanitas y todo vestigio
de su religión pagana. Dios les había instruido a que dominaran y habitaran esa parte del mundo
conocido (50–53). El reparto de los predios se haría conforme a las normas previamente indicadas. Es
decir, por sorteo, asignando las tierras por familias conforme al tamaño de cada una, y dentro del área
destinada a cada tribu (54).
Una de las advertencias de mayor importancia que Dios les hizo en esa ocasión especial fue la de
que tenían que destruir a los moradores de aquella tierra. Si no lo hacían se convertirían en espinas en
sus costados y les afligirían para siempre. Por consecuencia, los juicios pronunciados contra esas
naciones, caerían sobre ellos (55–56).
Sabemos que en efecto así fue como sucedió. Israel no cumplió correctamente con lo que el Señor
les ordenó y los descendientes de los cananeos que sobrevivieron a la invasión siguieron hostilizándolos
durante toda su historia, hasta que finalmente Dios dispersó y expulsó a su pueblo rebelde. La lección
quedó bien grabada para la posteridad. El Señor no acepta una obediencia parcial o incompleta, sino que
exige que sus hijos se sometan a su voluntad y cumplan la tarea impuesta por él.
LA OBEDIENCIA INCOMPLETA EQUIVALE A DESOBEDIENCIA.
DIOS DEMANDA QUE SU PUEBLO CUMPLA LO QUE EL EXIGE

¡PENSEMOS!
El relato de la estrategia de los madianitas y de los cananeos en su trato
con Israel demuestra la misma verdad que Dios explicó claramente en todo
el Antiguo Testamento: sus planes no condonan la manera en que las
religiones mundiales hacen sus cultos. Ambos sistemas no pueden existir
juntos. Por Io tanto, los israelitas no debían permitir que ocuparan su
territorio.
Nuestras circunstancias son totalmente diferentes. No vivimos en un
pueblo que pertenece únicamente a Dios, sino en el mundo, que en su
mayoría no reconoce a la divinidad. ¿Cómo pueden afectarnos los
principios de separación dados a los judíos? ¿Qué se requería de ellos?
¿Qué pide Dios que hagamos?

12
Instrucciones Finales
Números 34–36
El último de los arreglos que necesitaban hacer para entrar en Canaán era el legal. A través de la
explicación pormenorizada de estas instrucciones vemos el interés que Dios tenía en los detalles que
iban a regir la vida de su pueblo. También sirven para confirmar su fidelidad eterna. La duda y
desobediencia de sus hijos no habían podido anularla; sus planes tenían un alcance más amplio de lo que
ellos podían imaginar.

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Aquí es donde se incluyen las indicaciones para precisar las fronteras de la nación con gran
minuciosidad. Asimismo se les dieron las ordenanzas necesarias para asegurar que se cumpliera el deseo
de Dios de proveer a los levitas de un patrimonio, y la creación de ciudades de refugio. Otro asunto
importante era definir la forma justa de preservar las herencias familiares.

DESCRIPCION DE LA TIERRA 34:1–15


El área que Dios les asignó es difícil de trazar con exactitud en un mapa. Sin embargo, cualquier
intento de hacerlo, aunque sea aproximado, mostrará claramente que los límites eran mucho más
extensos de lo que Israel llegó a dominal.
Por el sur, subía del Mar Muerto hasta Cades y de al seguía al noroeste hasta el Mar Mediterráneo,
aproximada mente 80 kilómetros al sur de Gaza (1–5). Por el occidente, incluía toda la región costera de
ese mar (6). Al norte corría desde el monte Hor, a unos 150 kilómetros al norte de Biblos, pasando por
Lebo-hamat hasta llegar a Hazar-enán (7–9). La frontera oriental es difícil de marcar porque abarcaba
pueblos que les eran desconocidos. Parece que bajaba al sur desde Hazar-enán, hasta llegar al Mar de
Cineret (llamado en el Nuevo Testamento Lago de Genesaret, Mar de Galilea o de Tiberiades) siguiendo
su ribera hasta el Río Jordán y de allí hasta el Mar Salado o Muerto (10–12).
Estos linderos eran para las nueve tribus y media que habían decidido establecerse “al oeste del
Jordán”, las cuales debían echar suertes para que el reparto fuera equitativo. Las otras dos tribus y media
se habían quedado al oriente del mismo río (13–15).
Esto nos deja ver que en la realidad, nunca llegaron a ocupar la totalidad del territorio, porque éste
incluía partes que pertenecían a los filisteos, fenicios, libaneses y sirios. Al comparar lo que tomaron con
lo que el Señor había dispuesto, suponemos que se conformaron con lo menos.

¡PENSEMOS!
Dios les había ofrecido mucho más de lo que consiguieron. Por falta de fe
no aprovecharon le abundancia que Dios quería darles. Así fallamos nosotros
los cristianos muchas veces. El Señor no ha prometido darnos tierras como a
Israel. Sin embargo, también desconfiamos de su Palabra y no nos adueñamos
de sus promesas.
Identifique algo que el Señor ha ofrecido hacer y que no hemos disfrutado
por incredulidad ¿Qué debemos hacer al respecto?

NO TOMARON POSESION DE TODO LO QUE DIOS QUERIA DARLES


POR FALTA DE FE EN SUS PROMESAS

NOMBRAMIENTO DEL COMITE DE DISTRIBUCION 34:16–29


Lo primero que hicieron fue designar a un grupo de hombres para que se encargaran de hacer la
distribución de las parcelas y para asegurar que todo se realizara conforme a la justicia y a las normas de
Dios, y para no dar lugar a reclamaciones posteriores. Los nominados eran bien reconocidos,
responsables, cuyas vidas garantizaban que el trabajo se haría con estricto apego al derecho y a Ia
voluntad divina.

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Josué y Eleazar tomaron el lugar que Moisés y Aarón habían ocupado como dirigentes. Cuando se
hicieron nombramientos, se dio prioridad al clan de Judá, tal vez por ser la tribu que gobernaría al
pueblo, o porque Caleb era su representante.
Es notable que casi todos los miembros del consejo se distinguían por su fldelidad. En ese tiempo,
las elecciones se hacían de acuerdo a la fe demostrada por los padres. Normalmente éstas eran hechas
por Dios y los escogidos eran preparados para ejercer adecuadamente sus deberes; en este caso se
requería que sus cualidades espirituales fueran acordes con las de sus antepasados, y que tuvieran una
comunión estrecha con el Señor.

CIUDADES PARA LOS LEVITAS 35:1–8


Ya hemos estudiado que los levitas no podían heredar tierras y por lo tanto, no tenían delegado
oficial entre los comisionados; aunque el sumo sacerdote formaba parte de ella, no actuaba como tal.
Dios le había dicho que él sería su herencia y que tanto él como sus descendientes vivirían de los
diezmos.
Aun así, necesitaban dónde vivir. EI Señor no permitiría que sus siervos carecieran de un lugar
adecuado para ellos y sus familias y ordenó que les apartaran cuarenta y ocho ciudades repartidas por
distintos rumbos donde construirían sus casas y podrían dar de comer a sus animales (35:1–3).
Alrededor de las murallas de estas poblaciones, proveerían pastizales para el ganado, con una
extensión de aproximadamente medio kilómetro. Aunque es difícil reconciliar la segunda descripción
con la primera, la mejor explicación parece ser que estos plantíos Ilegarían hasta los límites de los
terrenos que les asignaran, o sea, un kilómetro adicional al tamaño de la ciudad en sí (35:4–5).
Cada tribu tenía obligación de proporcionar esto, lo que dio un promedio de cuatro ciudades por
cada una. No obstante, las más grandes, debían dar más. Seis de estos asentamientos serían utilizadas
como refuglos (35:6–8)

CIUDADES DE REFUGIO 35:9–34


Eran para proveer asilo a las personas que hubieran asesinado a otra sin intención y donde podían
ampararse hasta que su caso fuera llevado ante los jueces de la congregación. Era costumbre que la
familia del occiso buscara al asesino para matarlo. Estos poblados no eran para proteger a los culpables,
sino a los inocentes. Se fundaron tres de estas ciudades a cada lado del. Río Jordán (35:9–15).
Como Dios no quería que se iniciara una matanza entre familias por accidente, hizo esta provisión.
En consecuencia, se reglamentó específicamente la manera en que debía determinarse si el crimen se
había cometido sin querer; pero aquél que lo hiciera premeditadamente, tendría que morir por su falta. Si
no había existido alevosía de por medio, la congregación tomaría la decisión final (35:16–24).
Si se encontrara que no había culpabilidad en la persona, se le restauraría y enviaría a la ciudad de
refugio para garantizar su seguridad, pero debía permanecer en ella hasta la muerte del sumo sacerdote
que estuviera en turno. Si trataba de abandonarla antes, el pariente podría vengarse sin que se le siguiera
juicio (35:25–28).
Se ha discutido mucho por qué tenían que quedarse allí todo ese tiempo. Wenfham ha sugerido que
se requería una muerte porque sólo así se podía expiar el asesinato, ya fuera por accidente o
intencionalmente. Sin embargo, la Biblia nunca explica esto, sólo estipula el requisito.
Dios expidió algunas otras leyes referentes al homicidio. Para juzgar a un criminal, tenían que
presentarse pruebas y testigos; pero uno solo no era suficiente (35:29–30).
Comúnmente, los paganos aceptaban que el ofensor diera una cierta cantidad a los afectados o a los
jueces para ser perdonado. No obstante, Dios determinó que jamás aceptaría esta alternativa para

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resolver estos problemas. Níngún precio podría evitar que el culpable pagara las consecuencias de sus
actos, ni lo libraría del tiempo que tenía que pasar asilado en los lugares previstos.
Todo lo anterior fue decretado por Dios y nadie tenía derecho- a cambiarlo. El concepto que se
manejaba era que la sangre derramada por alguien había contaminado la tierra que es posesión divina, y
para poder purificarla, era necesario hacer la expiación. Si no se hacían, Dios se consideraba el ofendido
(35:31–34).

PRESERVACION DE LAS HERENCIAS 36:1–12


Los derechos de sucesión también se estipularon convenientemente. Nadie podría despojar a ninguna
tribu de su herencia legítima. En caso de muerte de algún jefe de familia, sus posesiones pasaban a un
descendiente directo. En caso de que existiera alguna deuda, la propiedad debía devolverse en el año del
jubileo. Así que nunca se podría arrebatar a los herederos legales lo que les pertenecía lícitamente.
Cuando entendieron completamente Ia resolución divina pronunciada en el caso de las hijas de
Zelofehad, los israelitas descubrieron otro problema. Cuando un hombre muriera sin hijos, sus bienes
serían transferidos a sus descendientes femeninos. Pero cuando éstas se casaran y quedaran bajo la
autoridad del esposo, la propiedad pasaría a la tribu de él, y a la larga la progenie original no tendría
derecho sobre ella. La pregunta que surgió fue: ¿qué debían hacer en tales casos (36:1–4)?
El Señor aceptó este cuestionamiento como legítimo. ¿Cómo evitar el problema? La solución la dio
dando otro mandamiento para todas las doncellas de Israel: indefectiblemente tenían que casarse con
hombres de la misma tribu para que la tierra no se perdiera. Dios estaba interesado en que se garantizara
el patrimonio de cada tribu (36:5–9). Las hijas de Zelofehad obedecieron esta ordenanza porque
reconocían la autoridad divina (36:10–12).
CONCLUSION 36:13
El libro termina con un resumen de lo dicho anteriormente por el autor. Específicamente hace
referencia al contenido de los capítulos 34 al 36 porque es donde se encuentran más mandamientos y
preceptos. En un sentido más amplio, contiene el relato de todo lo que ocurrió en la meseta de Moab,
según está consignado en los capítulos 22 al 36. El texto indica claramente que estas instrucciones
provenían de Dios, no de ningún ser humano. Además, se habían transmitido al pueblo por medio de su
mensajero y siervo, Moisés. Debían aceptarlas como palabras enviadas por la autoridad del Altísimo.
Al fin terminó el largo y trágico viaje que pudo haber sido muy breve. No obstante, Dios siempre
permaneció fiel a su Palabra. Se había comprometido a llevarlos a una nueva patria. Ahora, por fin
estaban a sus puertas, listos para cruzar el río y tomar posesión de ella, en cuanto Jehová diera la orden.

A PESAR DE LA INCREDULIDAD Y DESOBEDIENCIA DE SU PUEBLO,


DIOS PERMANECIO FIEL Y CUMPLIO TODO LO QUE HABIA PROMETIDO
¡PENSEMOS!
¿Qué debemos aprender del ejemplo de Israel como
aparece en el libro de Números? 1 Corintios 10:1–13 nos
anima a analizarlo. La duda y rebelión todavía son una
trampa para los hijos de Dios, pues nos impiden gozar de la
comunión con él y entender el plan que tiene para nuestra
vida.
Sin embargo, él es fiel. Aun cuando no confiemos en sus

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verdades, provee todo lo que nos falta y nos protege. Espera


pacientemente a que regresemos al redil y utiliza la
disciplina para hacerlo. Es por ello que es conveniente
estudiar lo que ellos hicieron para que no cometamos los
mismos errores.
Nuestra situación no se parece a aquella pero los
principios bíblicos son inmutables. Dios demanda que
confiemos y que acatemos sus mandamientos. ¿Qué pide de
usted? ¿Está dispuesto a hacerlo? ¿Qué paso debe dar
primero?

REPASO DEL LIBRO


El viaje de Egipto a la Tierra Prometida podía hacerse en once días, pero a los judíos les tomó
cuarenta años (Deuteronomio 1:2–3, 26, 29–32) de deambular por el desierto debido a su falta de fe y
contumacia. En este libro, que “no debió haberse escrito”, Moisés explica por qué era necesario que
aprendieran esa lección.
Empieza su relato donde terminó Exodo. En ese momento se encontraban en Sinaí, desde donde
Dios se les había revelado directamente, indicándoles que serían sus escogidos y que él sería su
protector; siempre estaría en medio de ellos. Estas promesas hicieron a esa nación única en el mundo
porque les dio una ley por la que debían normar su conducta. En medio de un mundo pagano, serían
distintos. Sólo a ellos se les entregó el tabernáculo, la residencia del Señor, donde podrían adorarlo
directamente.
Ahora deseaba conducirlos al lugar que había asegurado a sus antepasados que les daría. No
obstante, por sus pecados, esto se pospuso, mientras moría toda la generación rebelde. Números cuenta
del fracaso y retraso resultantes. Concluye diciendo que los judíos se encontraban en la ribera oriental
del Río Jordán, esperando y preparándose.
Este libro revela dos propósitos principales: primero, explica las deplorables consecuencias que traen
la incredulidad y la inconformidad, aun para el pueblo de Dios cuando falla en esos aspectos. Una de
ellas es que se interrumpe la comunión con el Señor. Con excepción de Josué y Caleb que siempre
fueron leales, nadie logró entrar en la tierra.
Segundo, pone de manifiesto la constancia divina, que a pesar de las múltiples equivocaciones de
Israel y de las medidas disciplinarias que tuvo que aplicarles, entre ellas permitir que murieran, de todos
modos ejecutó sus designios. Los protegió constantemente en el yermo, proveyó a todos sus
requerimientos, los guió constantemente y defendió de sus enemigos.
El tema del libro es bastante claro. Aunque el Señor tenga que corregir a sus hijos, sigue amándolos
y muestra su consistencia de muchas maneras. La bendición divina siempre viene sobre quienes aceptan
su voluntad sin restricciones. Por el contrario, la falta de sometimiento trae resultados negativos.

AUNQUE DIOS DISCIPLINA A LOS SUYOS


CUANDO NO ACEPTAN SUS DECRETOS,
SU FIDELIDAD Y AMOR NUNCA CAMBIAN

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El libro de Números se divide en tres secciones principales:


Preparación para entrar en la tierra 1–14
Movilización de Sinaí a Canaán
Preparativos previos
Incredulidad y desobediencia
Retraso en el desierto 15–19
Cuarenta años de deambular
Consecuencias de la rebeldía
Fidelidad comprobada de Dios
Movilización definitiva 20–36
Restauración del pueblo
Repetición de los preparativos

¡PENSEMOS!
Con la ayuda de este resumen y del cuadro sinóptico que
aparece al principio de este comentario, piense de nuevo en
su contenido y medite en las implicaiones que tiene para su
vida.
Escriba una lista de las principales lecciones que Dios
quiere enseñarle de la historia de Israel. ¿Qué pasos debe
dar antes de terminar este estudio? Tome unos minutos para
conversar con el Señor en oración. Pregúntele qué quiere
que usted haga a la luz de lo aprendido y pídale que el
Espíritu Santo haga esto una realidad en su vida.

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