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Aproximación al inconsciente:
 
 
Freud, Hesse y Schopenhauer
 
 
 
 
Carlos Javier González Serrano  / 5 Mayo, 2017  

M
ucho se ha discutido sobre si el legado
de Sigmund Freud(1856-1939) ha de
tildarse de médico, filosófico, cientí-
‘‘ No se debería permitir declarar que, aunque la
ciencia es un campo de la actividad mental hu-
mana y la religión y la filosofía son otros, ambos
fico, literario o, incluso, de meramente especula- poseen igual valor y que la ciencia no debería in-
tivo. En una de sus conversaciones, sin embargo, terferir en los otros dos ya que todas tienen el de-
con fecha de 1933, el propio Freud aseguraba de recho a reivindicar que son verdaderas y que
manera sorprendente que sus “descubrimientos todo el mundo tiene la libertad de escoger en cuál
no son esencialmente una cura para todo sino una fundamenta sus convicciones y en cuál deposita
base para una filosofía seria. Hay poquísima sus creencias.
gente que entienda esto porque hay poquísima
gente capaz de entenderlo”. El mismísimo Tho- En su condición de instrumento natural propia-
mas Mann no dudó en catalogar a Freud como mente humano, el lenguaje supone una de las he-
“médico psicólogo”, aduciendo que no le cabía rramientas sobre las que menos reparamos a la
dudas de que sus doctrinas psicoanalíticas descu- hora de ponerla en práctica. Incluso cuando refle-
brirían el camino “hacia un humanismo del fu- xionamos sobre las estructuras lingüísticas, sole-
turo que apena adivinamos pero que experimen- mos poner nuestra atención sobre sus aspectos
taremos” de manera extraordinaria: será un hu- más científicos y conscientes (gramática, sinta-
manismo -concluía Mann- “más intrépido, libre, xis, etc.), dejando a un lado las facetas más ocul-
jovial, productor de un arte más maduro que cual- tas e inconscientes.
quier otro producido en nuestro mundo neurótico, Ya Miguel de Unamuno nos ponía sobre la
dominado por el odio y el miedo”. pista, en En torno al casticismo (“La casta histó-
A pesar de que Freud se proponga en fecha rica Castilla”), cuando aseguraba que toda impre-
tan tardía como la aludida fundar el suelo de una sión, así como cualquier idea, se halla cargada de
“filosofía seria”, desde sus inicios como estu- un “nimbo” idiosincrático, de una determinada
diante siempre mantuvo una relación nada “atmósfera etérea” que rodea a aquéllas como una
amistosa con la filosofía, a la que hasta bien en- suerte de contexto vital. Y es que las palabras no
trada su vejez no dudó en catalogar de especula- sólo poseen un significado más o menos definido
tiva (en su acepción más peyorativa) e incluso de (o definible) a través y en virtud de los dicciona-
producto de la imaginación. En sus Nuevas con- rios de cada lengua, sino que, además, se encuen-
ferencias de introducción al psicoanálisis, Freud tran impregnadas de un sentido que en ocasiones
propugnaba que “la filosofía no es contraria a la escapa de lo que el propio hablante quiere decir
ciencia”, pero “se aleja, sin embargo, de ella al con ellas cuando las emplea. De esta manera, es-
aferrarse a la ilusión de que puede presentar una cribía Unamuno que “en nuestro mundo mental
explicación coherente y total del universo aunque flotan grandes nebulosas, sistemas planetarios de
sea una explicación que está condenada a derrum- ideas entre ellas, con sus soles y sus planetas, y
barse con cada nuevo avance de nuestro conoci- satélites y aerolitos y cometas erráticos también”,
miento”. Aunque acabaría por conceder una im- cada uno de los cuales orbitarían alrededor de una
portancia sumaria tanto a la filosofía como a la conciencia que, en su ejercicio, completaría el
religión: centro del universo que constituye nuestro yo.
De la mano de estas primeras reflexiones, po- inconsciente, que acaso constituya lo más pecu-
demos preguntarnos si en efecto esta conciencia liar de nuestro ser”. De este “peculiar ser” brota-
nos concede la prerrogativa, que se cree tan ex- rán, a juicio de Schopenhauer, todas nuestras co-
tendida, de poder expresar a través del uso de razonadas, nuestros presentimientos y, en fin, to-
la palabra lo que en realidad queremos decir. das nuestras acciones.
O de otra manera: ¿somos enteramente dueños Por su parte, si inspeccionamos el Capítulo
de cuanto decimos?, ¿es suficiente tener en 14 del segundo volumen de El mundo como vo-
cuenta el significado de las palabras y obviar su luntad y representación (“Sobre la asociación de
sentido? Y, en definitiva, ¿esconden las palabras pensamientos”), daremos allí con una expresión
un poder oculto que se reserva el derecho de de- que preconizan ciertas doctrinas freudianas: el
clarar lo que nosotros no nos atrevemos a revelar pensador alemán nos habla de “oscuras profundi-
–sea a nosotros mismos o a los demás–? dades” donde es “rumiado” el material que reci-
Partamos de un escasamente conocido frag- bimos del exterior, cuyo resultado serán nuestros
mento de Hermann Hesse, en el que nos propone pensamientos conscientes. Ya en su vejez,
comparar nuestro ser con un lago de gran profun- cuando Schopenhauer comenzó a ser leído y al-
didad pero de escasa superficie (que se corres- canzó gran fama, dejó escrito el siguiente texto:

‘‘
pondería, en esta analogía, con la conciencia):
Como nuestro cuerpo en las ropas, está nuestro

‘‘ Al igual que el lago se compone de agua, nuestro


yo o nuestra alma (no importa la palabra) se
compone de miles y millones de partes, de un te-
espíritu encubierto en la mentira. Nuestro hablar
y actuar, todo nuestro ser es mentiroso: y sólo a
través de esa envoltura se pueden a veces adivi-
soro de posesiones, de recuerdos, de impresiones nar nuestros verdaderos sentimientos, como a
siempre creciente y cambiante. De todo ello nues- través de las ropas, la forma del cuerpo (Parerga
tra conciencia solo ve la pequeña superficie. El y Paralipómena I, V.).
alma no ve la parte infinitamente más grande de
su contenido. La conciencia resulta ser para Schopenhauer la
“mera superficie de nuestro espíritu” –de la que
Debemos asumir, además, el siguiente hecho: el no conocemos lo esencial, lo más íntimo, sino
lenguaje no se ciñe a su condición de elenco de sólo la corteza, pues la voluntad es en sí acognos-
palabras que pueden ser unidas, bajo el amparo citiva, se halla privada de conocimiento-. Así, en
de un sistema de gramática, con el fin de confec- sus palabras, “los pensamientos claramente cons-
cionar un mensaje que pueda ser entendido por un cientes son simplemente la superficie, mientras
receptor. Cualquier palabra de las que configuran que por el contrario la masa es lo borroso, el eco
nuestro vocabulario se halla impregnada, desde el de las intuiciones y de la experiencia en general,
mismo momento en que la escuchamos por pri- entremezclado con el propio temple de nuestra
mera vez, de una carga emocional que hace que voluntad, que es el núcleo de nuestro ser”. ¿Es
su uso futuro pueda –o no– encerrar determina- posible, entonces, adivinar el contenido oculto de
ciones que escapan de nuestras manos: “todos los la consciencia a partir de lo meramente aparen-
pasos de nuestra vida los damos movidos por el cial, sin el riesgo “de dañarnos de manera que
fondo primario de nuestra esencia, […] por im- ningún médico pueda ya curarnos” (Schopen-
pulsos inconscientes”, escribía también Hesse. hauer como educador? ¿Somos capaces de con-
Si echamos un vistazo a los manuscritos ber- fesarnos lo indecible, y más aún, de llegar a po-
lineses de Arthur Schopenhauer, encontramos nerlo en palabras?
un texto (redactado en 1829, cuando ya se habían En las primeras páginas de El malestar en la
cumplido más de diez años desde la publicación cultura, Sigmund Freud explicaba: “El término
del primer tomo de El mundo como voluntad y re- ‘cultura’ designa la suma de las producciones e
presentación) en el que el filósofo explica que instituciones que distancian nuestra vida de la de
nuestra consciencia es enteramente fragmentaria nuestros antecesores animales y que sirven a dos
y que “salta a la vista” que sólo una parte ridícula fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y
de nuestro ser cae bajo nuestra consciencia, “per- regular las relaciones de los hombres entre sí”. Y
maneciendo el resto en el oscuro trasfondo de lo
un poco más adelante: “La vida humana en co- de este movimiento, nuestro error consistiría en
mún sólo se torna posible cuando llega a reunirse confundir la importancia de tales actos con su
una mayoría más poderosa que cada uno de los mera apariencia, con su simple manifestación.
individuos y que se mantenga unida frente a cual- ¿Cuál es el motivo para que estos fenómenos
quiera de estos. El poderío de tal comunidad se acontezcan? ¿Por qué se produce un acto fallido?
enfrenta entonces, como ‘Derechos’, con el pode- Los actos fallidos suelen ir acompañados de otras
río del individuo, que se tacha de ‘fuerza bruta’. manifestaciones, o bien se asocian unos con
Esta sustitución del poderío individual por el de otros. Ahora nos preguntamos por el sentido de
la comunidad representa el paso decisivo hacia la su aparición. El psicoanálisis pretende ir más allá
cultura. […] Así pues, el primer requisito cultural de las explicaciones meramente físicas y/o fisio-
es el de la justicia”. Sin embargo, Freud nos avisa lógicas (influencia del contexto, influjo de los
casi inmediatamente después: “el anhelo de liber- nervios, etc.), que considera explicaciones váli-
tad se dirige contra determinadas formas y exi- das pero en ningún caso suficientes. Para los psi-
gencias de la cultura, o bien contra ésta en gene- coanalistas, el acto fallido posee la estructura de
ral”. un acto psíquico completo y, además, no es fruto
De esta manera, el fundador del psicoanálisis de la casualidad: su significado puede ser inda-
pone su punto de mira en la cultura como pro- gado –y averiguado–. Este tipo de actos esconden
ducto genuinamente humano, en el que ha de in- una intención que nos cuenta algo del psiquismo
sertarse una realidad previa a la propia cultura: la del sujeto que lo lleva a cabo (por ejemplo, decir
libertad. El problema central en el que nos su- lo contrario de lo que se quería decir o emplear
mergimos a través de los anteriores textos es el de una expresión de sentido antitético), aunque en
cuestionar si existe un equilibrio entre lo común ocasiones la equivocación no es lo fundamental
(entre el espacio público –digamos, el ágora–, (como cuando se vocaliza mal una palabra). De
propio de la palabra y de la discusión pública) y este modo, el psicoanálisis establece dos momen-
el régimen privado (el ámbito de lo individual). tos en el acto fallido: una intención que se ma-
Ahora bien, para estructurar y fraguar una co- nifiesta y otra que queda latente, sumergida.
rrecta relación entre ambos espacios, es necesario En definitiva, se da una oposición entre dos ten-
emplear el lenguaje, esa “red agujereada y vieja dencias: la de una idea perturbada y una idea per-
por la que escapan los peces tras quedar atrapa- turbadora. Ahora bien, ¿son ambas conscientes?
dos. Quizás sea preferible el silencio” (como sos- El psiquismo es presentado, así, como
tiene Virginia Woolf en el relato “La velada”). un campo de batalla, en el que la palabra consti-
Tal vez en virtud de este desajuste, tanto lingüís- tuye un simple contendiente que puja por poner
tico como político, puedan explicarse algunos en claro nuestro propia conciencia ante nosotros
conflictos que hoy vivimos tan de cerca entre la mismos y ante los demás. ¿Somos libres, en este
clase política y el pueblo, en quien –se dice–, re- sentido, de decir lo que queremos, o más
side el poder. bien somos dichos por estructuras ocultas de
Como he dejado escrito en el libro Galería de las que solo somos responsables parcialmente?
los invisibles, el ser humano es un animal dotado Arthur Schopenhauer explica a lo largo de
de una memoria de la que puede rescatar una y toda su obra magna, El mundo como voluntad y
otra vez hechos pasados para revivirlos en su con- representación (léase con atención, por ejemplo,
ciencia, pero a la vez “topa continuamente con la el Capítulo 19 del volumen segundo), que la vo-
necesidad de imprimir un sentido a una exis- luntad considerada en sí es un apremio incons-
tencia que no sólo se sitúa en un presente que de ciente, ciego e irresistible: ella es el corazón
manera constante se le escapa de las manos, sino mismo de la naturaleza, de todo lo existente, de-
también en un pasado y un futuro que se hallan finición estrechamente emparentada con la libido
lejos de su influencia”. freudiana. ¿Encontramos en Schopenhauer un
Mucho tiene que ver todo esto con lo que el joven preludio, un pionero en sentido estricto de
psicoanálisis denomina “acto fallido”, conside- las indagaciones psicoanalíticas?
rados por la mayor parte de nosotros como accio-
nes nimias, sin importancia. Pero ¿por qué centra En el texto “Una dificultad del psicoanálisis”, fe-
el psicoanálisis su atención sobre ellos? A juicio chado en 1917 (ver Obras completas, Biblioteca
Nueva: Madrid, 1972-1975, Vol. VII, p. 2.436), también el mecanismo de represión, no pueden
leemos: atribuirse a mi conocimiento de sus teorías, pues
no he leído a Schopenhauer sino en una época

‘‘ Sólo una minoría entre los hombres se ha dado


clara cuenta de la importancia decisiva que su-
pone para la ciencia y para la vida la hipótesis
muy avanzada ya de mi vida.

Freud reincidirá en el parentesco intelectual que


de procesos psíquicos inconscientes. Pero nos existe entre su doctrina y la del filósofo de Dan-
apresuramos a añadir que no ha sido el psicoa- zig, pero siempre insistirá en que no conoció su
nálisis el primero en dar este paso. Podemos ci- pensamiento hasta después de redactar lo princi-
tar como precursores a renombrados filósofos, pal de sus obras. Leamos un último testimonio
ante todo a Schopenhauer, el gran pensador cuya del fundador del psicoanálisis (Vol. V, p. 1.900):

‘‘
“voluntad” inconsciente puede equipararse a los
instintos anímicos del psicoanálisis, y que atrajo En la teoría de la represión mi labor fue por com-
la atención de los hombres con frases de inolvi- pleto independiente […] y durante mucho tiempo
dable penetración sobre la importancia, desco- creí que se trataba de una idea original, hasta
nocida aún, de sus impulsos sexuales. que un día O. Rank nos señaló un pasaje de la
obra de Schopenhauer […] en el que se intenta
Así pues, Freud mismo tiene a Schopenhauer hallar una explicación de la demencia. Lo que el
como maestro de sus propios pensamientos. Pero filósofo de Danzig dice aquí sobre la resistencia
¿fue esta relación tan fácil? Desde luego que no. opuesta a la aceptación de una realidad penosa
Que Freud reconozca a Schopenhauer como “pio- coincide tan por completo con el contenido de mi
nero” no quiere decir que lo considere a la vez concepto de la represión, que una vez más debo
como una musa inspiradora. En el mismo tomo solo a mi falta de lecturas el poder atribuirme un
de sus Obras Completas, encontramos el si- descubrimiento. No obstante, son muchos los que
guiente fragmento (p. 2.971): han leído el pasaje citado y nada han descu-

‘‘
bierto. Quizá me hubiese sucedido lo mismo si en
Las amplias coincidencias del psicoanálisis con mis jóvenes años hubiera tenido más afición a la
la filosofía de Schopenhauer, el cual no sólo re- lectura de los autores filosóficos
conoció la primacía de la afectividad y la extra-
ordinaria significación de la sexualidad, sino

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