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2. Descripción de la ira y situaciones que la suscitan y aumentan, según S. Bernardo
Bernardo equipara la ira con un dragón: “¡Ay de nosotros frente al dragón! Es una bestia
cruel, extermina cuanto alcanza su resuello incendiario, ya sean los animales de la tierra o
las aves del cielo. Y yo creo que no es otro sino el espíritu de la ira. ¡A cuántos, cuya vida
parecía sublime, hemos tenido que llorar por haber caído torpemente debajo de su boca,
abrasándose miserablemente con el resuello de este dragón! ¡Cuánto mejor hubiese sido
airarse contra sí mismos, y así no habrían pecado! La ira es una pasión natural del
hombre; pero, si se abusa de este don, se convierte en grave ruina y exterminio”8.
Para nuestro santo abad la ira es una energía: “El alma tiene por naturaleza tres
energías o potencias: la razón, la concupiscencia y la cólera. La razón discierne
naturalmente entre el bien y el mal, y también entre un bien mayor y otro menor, como
entre un mal menor y otro mayor. La concupiscencia desea y ambiciona naturalmente el
bien que discierne la razón, pero le agrava la molestia de la carne y la entorpece la
pesadez del cuerpo. Se necesita la contrapartida de la cólera que se rebela frente a esa
molestia y pesadez. Naturalmente, se irrita contra el mal y se aparta de él”9.
San Bernardo nos presenta varias alternativas para encausar la ira como Dios manda:
“Orientemos, hermanos, (la ira) hacia el bien, no sea que se lance al mal o a lo inútil”11.
“Yo os diré con quién debéis airaros. Irritaos contra quien sólo puede dañaros
consiguiendo que ninguna cosa os sirva para nada. ¿Queréis saber de qué se trata? De
vuestro propio pecado. Sí, arded de ira contra él. Porque no lo dañará adversidad alguna
a quien no le domine pecado alguno. Quien se enoje de lleno contra el pecado, no se
alterará por nada, pues todo lo asume”12.
“Es posible que en el mismo camino de la obediencia se te presenten situaciones duras y
8
BERNARDO DE CLARAVAL Sobre el Salmo 90, Serm. 13, 5, en Obras Completas de San Bernardo III,
BAC, Madrid, 1985, p. 581.
9
BERNARDO DE CLARAVAL, Tercera Serie de Sentencias, Sent. 105, en Obras Completas de San
Bernardo VIII, BAC, Madrid, 1993, p.279.
10
BERNARDO DE CLARAVAL, Sobre el Cantar de los Cantares, Serm. 42, 3, en Obras Completas de San
Bernardo V, BAC, Madrid, 1987, pp.569-571.
11
BERNARDO DE CLARAVAL Sobre el Salmo 90, Serm. 13, 5, en Obras Completas de San Bernardo III,
BAC, Madrid, 1985, pp. 581.
12
Idem
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ásperas. Debes asentir a órdenes a veces nada agradables, si bien muy provechosas. Si
comienzas a impacientarte, si criticas al superior, si murmuras en tu interior, aunque
cumplas exteriormente lo que te mandan, no ejercitas la virtud de la paciencia, sino una
malicia solapada. Es preciso que despunte el día de la paciencia, para que con tu conciencia
sosegada asumas esas situaciones duras y ásperas, juzgándote sin compasión a ti mismo y
reprendiéndote con crudeza, aunque te desagrade lo que conduce a la salvación. Contrasta
en tu conducta la norma de tu maestro, acusándote siempre a ti mismo en todo y tratando de
excusar al superior. Creo que en tal situación debes precaverte de la soberbia. Gran cosa es
vencerse por completo a sí mismo. Dice Salomón: Más vale la paciencia que la valentía; y
dominarse, más que conquistar ciudades. Considera cómo el profeta enseña la necesidad de
una humildad enraizada en la paciencia: Sométete a Dios, alma mía, porque él es mi
paciencia”13.
Tanto en el texto anterior, como en los que siguen a continuación, el doctor melifluo nos
da como remedio definitivo para curar el vicio de la ira, la poderosa virtud de la paciencia,
personificada insuperablemente en el “Gran Paciente”, nuestro Señor Jesucristo:
“Tres son las armas de los fieles: la plenitud de la sabiduría, que es la honda de David, y
lanza las piedras de las sentencias. La firmeza de la paciencia, que es el bastón de David, y
aleja a los lobos rabiosos. La capacidad del amor, que es el morral de David, del que
brota la oración”14.
“En la boca hay una doble lepra. Ante una contrariedad murmuramos, y aparece la lepra
de las palabras impacientes. Para limpiarnos de ella fijémonos en el cordero llevado al
matadero, y que como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Cuando le
insultaban no devolvía el insulto; mientras padecía no profería amenazas”15.
“…hay que inmolar un carnero, que simboliza la cólera, que provoca la apostasía y aleja
de Dios. El carnero instigado retrocede para atacar con más violencia. También la cólera
se distancia del orden y apostata de Dios para poder perjudicar más y lesionar. La cólera
debe inmolarse a Dios, porque se opone y destruye la vida común y social, la contradice y
disuelve lo que está unido”16.
“El recuerdo de aquella paciencia ¿no va a rechazar el placer? La consideración de
aquella humildad ¿no va a aniquilar la arrogancia? El amor auténtico absorbe de tal
modo la mente y el espíritu al meditarlo que anula el vicio de la curiosidad. La Pasión del
Salvador es un arma invencible”17.
13
BERNARDO DE CLARAVAL, En la Circuncisión del Señor, Serm. 3, 8-9, en Obras Completas de San
Bernardo III, BAC, Madrid, 1985, pp. 267-269.
14
BERNARDO DE CLARAVAL, Segunda Serie de Sentencias, Sent. 68, en Obras Completas de San
Bernardo VIII, BAC, Madrid, 1993, p. 83.
15
BERNARDO DE CLARAVAL En la Resurrección del Señor, Serm. 3, 2, en Obras Completas de San
Bernardo IV, BAC, Madrid, 1986, p. 103-105.
16
BERNARDO DE CLARAVAL, Tercera Serie de Sentencias, Sent. 116, en Obras Completas de San
Bernardo VIII, BAC, Madrid, 1993, p.339.
17
BERNARDO DE CLARAVAL, En el Miércoles Santo, 5, en Obras Completas de San Bernardo IV, BAC,
Madrid, 1986, p. 45.