(1632-1704)
§ 8. Las ideas de la reflexión vienen después, pues requieren nuestra atención. Así se
explica que la mayoría de los seres humanos sólo consigan tener ideas de las operaciones
de sus propias mentes pasada la niñez (aunque muchos no consiguen tener en toda su
vida una idea clara o perfecta de la mayor parte de lo que piensan); porque, aunque están
ahí todo ese tiempo, como visiones flotantes, la impresión que dejan no es lo bastante
profunda como para producir en sus mentes ideas claras, distintas, duraderas, a las que el
entendimiento pueda atender, sobre cuyas operaciones pueda reflexionar, que pueda
convertir en objetos de su contemplación. En nuestra infancia, nos vemos rodeados por un
mundo de cosas nuevas que, al reclamar continuamente la atención de nuestros sentidos,
atraen a la mente constantemente hacia ellas, a que nos demos cuenta de ellas, y a que
disfrutemos con tal variedad de objetos cambiantes. Así, solemos emplear nuestros
primeros años en mirar afuera; nuestro asunto es familiarizarnos con lo que está afuera, y
al tener que crecer prestando una atención constante a las sensaciones halladas afuera,
rara vez podemos reflexionar sobre lo que pasa dentro de nuestro interior, al menos hasta
llegar a una edad más madura (aunque haya quien nunca lo consiga).
§ 9. El alma empieza a tener ideas cuando empieza a percibir. Preguntar cuándo empieza
un ser humano a tener ideas es preguntar cuándo empieza a percibir, pues tener ideas y
percibir son una misma cosa. Sé que existe la opinión de que el alma siempre piensa, y de
que contiene la percepción de las ideas desde siempre y mientras exista; y de que pensar
es tan inseparable del alma como la extensión lo es del cuerpo, lo que si fuera cierto
implicaría que investigar sobre el origen de las ideas de un ser humano sería lo mismo que
investigar sobre el origen de su alma; pues, según esta perspectiva, el alma y sus ideas,
como el cuerpo y su extensión, empiezan a existir al mismo tiempo.
§ 10. El alma no piensa siempre; bien, esto hay que demostrarlo. Si el alma existe antes
de, al tiempo que, o algún tiempo después de los primeros rudimentos de la organización,
o los inicios de la vida en el cuerpo, es una discusión que dejo a quienes hayan reflexionado
más sobre esa cuestión. Yo confieso tener una de esas almas normales, que no se percibe
a sí misma contemplando ideas siempre; ni puede concebir como más necesario para el
alma estar siempre pensando que para el cuerpo estar siempre en movimiento, pues (según
lo entiendo yo) la percepción de las ideas es al alma lo que el movimiento es al cuerpo: no
su esencia sino una de sus operaciones. Y por lo tanto, aunque supongamos que pensar
es una acción propia del alma, no es necesario suponer que ésta tenga que estar siempre
pensando, siempre activa. Quizá ése sea un privilegio reservado al Autor infinito, al
Conservador de todas las cosas, que "nunca cesa de atender y nunca duerme", pero no es
posible con los seres finitos, con la mente humana. Sabemos por experiencia que a veces
pensamos; y así es cómo podemos concluir sin miedo al error que en nosotros existe algo
que tiene el poder de pensar. Sin embargo, por los datos que nos ofrece la experiencia, no
podemos saber si esa sustancia piensa de forma continua o no. Decir entonces que pensar
es esencial al alma, e inseparable de ella, es evitar lo que se está cuestionando, no es
probarlo con la razón; y necesitamos probarlo a menos que sea una proposición evidente
en sí misma. Pero si esto, "Que el alma siempre está pensando", es una proposición
evidente en sí misma, que todo el mundo acepta al oírla por primera vez, permitidme decir
algo. Yo no sé si pensé anoche o no. Como la cuestión es relativa a un hecho, se comienza
por aportar como prueba del mismo una hipótesis, que es precisamente lo que se tiene que
probar: por qué medio alguien puede probar algo, y resulta que es suponiendo que todos
los relojes, mientras funcionen, piensan, y que por tanto queda suficientemente probado,
más allá de toda duda, que mi reloj pensó anoche, toda la noche. Sin embargo, quien no
quiera engañarse, tendrá que construir su hipótesis con hechos, a partir de la experiencia
sensible, en lugar de presuponer los hechos partiendo de que su hipótesis es correcta: ¿qué
es lo que prueba que yo necesariamente estuve pensando anoche, toda la noche?, ¿que
otro presupone que yo estoy pensando siempre, aunque yo mismo no puedo percibir que
esté haciéndolo siempre? Sin embargo, los seres humanos que aman sus opiniones no sólo
presuponen lo que está en cuestión, sino que además alegan hechos erróneos. ¿Cómo, si
no, podría alguien atribuirme la inferencia de que algo no es porque no lo percibimos cuando
dormimos? Yo no digo que los seres humanos no tengan alma porque no la perciban
mientras duermen, pero sí digo que no pueden pensar, estén despiertos o dormidos, sin
percibir que están pensando. Que seamos sensibles a esto sólo le es necesario a nuestros
propios pensamientos, pero para ellos lo es, y siempre lo será, hasta que podamos pensar
sin ser conscientes de ello.
§ 11. No siempre es consciente de ello. Concedo que el alma, en un hombre que esté
despierto, no está nunca sin pensamiento, pues es ésta la condición de la vigilia. Pero si
dormir sin soñar no es una afección del hombre completo, tanto la mente como el cuerpo
merecería ser considerada por el hombre despierto, siendo difícil concebir que pudiera
pensar algo y no ser consciente de ello. Si el alma pensara en un hombre dormido que no
es consciente de ello, pregunto si, durante tal pensar, éste siente dolor o placer, o si es
capaz de felicidad o tristeza. Estoy seguro de que no, no más que la cama o la tierra sobre
las que reposa, pues ser feliz o estar triste sin ser consciente de ello me parece literalmente
incoherente e imposible. O si fuera posible que el alma puede, mientras el cuerpo duerme,
disponer de su pensar, de lo que la hace disfrutar, de sus preocupaciones, de sus placeres
o penas, aparte, sin que ese hombre sea consciente de ello y sin que en ello participe,
entonces sería cierto que Sócrates dormido y Sócrates despierto no podría ser la misma
persona, sino su alma cuando duerme y Sócrates el hombre, compuesto de cuerpo y alma,
cuando estuviera despierto, por lo que sería dos personas, puesto que el Sócrates que está
despierto no tiene más conocimiento de, o preocupación por esa felicidad o tristeza de su
alma –que disfruta sola cuando él duerme, sin percibirla–, que por la felicidad o la tristeza
de un hombre de las Indias a quien no conoce. Y es que, si eliminamos toda consciencia
de nuestras acciones y sensaciones, especialmente del placer y el dolor y los asuntos que
los acompañan, será difícil saber dónde ubicar la identidad personal.
Libro II, Capítulo 12. De las ideas complejas
§ 1. Construidas por la mente de ideas simples. Hasta aquí hemos considerado aquellas
ideas en cuya recepción la mente sólo permanece pasiva: son las ideas simples, que
recibimos de la sensación y la reflexión como mencionamos anteriormente, de donde la
mente no puede crear ni una por sí misma, ni tampoco tener ninguna que no esté formada
totalmente por ellas. No obstante, aunque la mente reciba de manera totalmente pasiva
todas sus ideas simples, ejerce varios actos por sí misma, mediante los cuales, a partir de
estas ideas simples, y tomándolas como materiales y fundamentos del resto, se forman las
otras. Los actos de la mente, por los que ésta ejerce su poder sobre las ideas simples, son
principalmente estos tres:
1. Combinar varias ideas simples en una compuesta; así se forman todas ideas complejas.
2. El segundo es juntar dos ideas, ya sean simples o complejas, poniéndola una junto a la
otra, para poder verlas al tiempo sin haberlas fundido en una; así logra todas sus ideas de
relaciones.
3. El tercero es separarlas de todas las otras ideas que las acompañan en su existencia
real, a lo que se le llama abstracción; así es cómo se construyen las ideas generales.
Esto demuestra que el poder del ser humano y sus formas de operar son básicamente las
mismas en el mundo material y en el intelectual: no teniendo los seres humanos el poder
de crear o destruir los materiales de ambos mundos, todo lo que pueden hacer es unirlos,
ponerlos unos junto a otros o bien separarlos totalmente.
Empezaré aquí considerando el primer caso relativo a las ideas complejas, y trataré los
otros dos en su momento. Al igual que se observa que las ideas simples pueden existir
unidas en diferentes combinaciones, la mente tiene el poder de considerar varias de éstas
unidas en una idea, y no sólo tal y como aparecen unidas en objetos externos, sino también
tal y como la mente las una. A las ideas que así se componen de varias ideas simples que
han sido juntadas las llamo complejas; tal es el caso de la belleza, la gratitud, un ser
humano, un ejército, el universo, éstas, aunque formadas por varias ideas simples, o siendo
ideas complejas formadas por las simples, pueden ser, cuando le plazca a la mente,
consideradas cada una en sí mismas como un algo completo, y significadas con un nombre.
§ 2. Construidas voluntariamente. Por esta facultad de repetir y unir ideas, la mente tiene
gran poder para variar y multiplicar los objetos de sus pensamientos, infinitamente más allá
de lo que recibió de la sensación o la reflexión; aunque todo aún confinado a esas ideas
simples que recibió de esas dos fuentes, y que son los materiales últimos de todas sus
composiciones. Pues las ideas simples proceden todas de las propias cosas, y de éstas la
mente no puede tener más ni otras que no sean las que le son sugeridas. No puede tener
ninguna otra idea de las cualidades sensibles que las que le vengan del exterior a través
de los sentidos; ni ninguna idea de otro tipo de operaciones de una sustancia pensante que
las que encuentre en sí misma. No obstante, cuando dispone ya de estas ideas, la mente
no queda confinada a la mera observación, y a lo que recibe del exterior, puede, por su
propio poder, juntar esas ideas que tiene para construir nuevas ideas complejas que nunca
recibió en ese estado de unión.
§ 3. Las ideas complejas son ideas de modos, de sustancias o de relaciones. Las IDEAS
COMPLEJAS, al margen de cómo se compongan y descompongan, aunque su número sea
finito y su variedad infinita y llenen y entretengan los pensamientos de los seres humanos,
pueden ser todas, pienso, agrupadas bajo estos tres encabezamientos:
1) MODOS.
2) SUSTANCIAS.
3) RELACIONES.
§ 4. Ideas de los modos. En primer lugar, llamo "modos" a las ideas complejas que, al
margen de cómo estén compuestas, no contienen en sí mismas la suposición de subsistir
por sí mismas, sino que son consideradas como dependientes de o afecciones de las
sustancias. Tal es el caso de ideas significadas por las palabras triángulo, gratitud,
asesinato, y demás. Y si en esto empleo la palabra "modo" en un sentido algo distinto al
normal, me disculpo: es inevitable que los discursos que difieren de las nociones recibidas
ordinariamente o bien inventen palabras o bien empleen las existentes con una suerte de
nuevo significado; la última, para nuestro caso, es la opción más tolerable.
§ 5. Los modos simple y mixto de las ideas simples. De estos modos, existen dos tipos que
merecen una consideración distinta:
— En primer lugar, existen unos que son sólo variaciones o combinaciones diferentes de la
misma idea simple, sin la mezcla de ninguna otra, como 'docena' o 'veintena', que no son
más que las ideas de tantas unidades distintas sumadas las unas a las otras. A éstos los
llamo "modos simples" pues están contenidos dentro de los límites de una idea simple.
— En segundo lugar, existen otros compuestos de ideas simples de varios tipos, juntadas
para hacer una idea compleja, como 'belleza', que consiste en cierta composición de color
y figura que causa deleite a quien la contempla, 'robo', que es el cambio secreto de la
posesión de algo producido sin el consentimiento de su propietario, y que contienen, como
se ve, una combinación de varias ideas de varios tipos. A éstos los llamo "modos mixtos".
§ 6. Las ideas de sustancias, simples o colectivas. En segundo lugar, las ideas de
sustancias son las combinaciones de ideas simples que se entiende que representan cosas
particulares distintas que subsisten por sí mismas; la supuesta y confusa idea de sustancia,
tal y como es, es siempre la primera y principal. Así, si a la sustancia se le añade la idea
simple de un cierto color blanquecino, con ciertos grados de peso, dureza, ductilidad y
fusibilidad, tenemos la idea de plomo; y si a la sustancia se le añade una combinación de
las ideas de un cierto tipo de figura, con la capacidad de movimiento, pensamiento y
razonamiento, tenemos la idea ordinaria de un ser humano. Sobre las sustancias existen
también dos tipos de ideas: una de sustancias simples, que existen separadamente, como
'hombre' o 'cordero'; la otra de varias de ésas juntas, como 'ejército de hombres', o 'rebaño
de ovejas'; las ideas colectivas de varias sustancias así reunidas son cada una una idea
simple, tanto como la de un hombre o una unidad.
§ 7. Las ideas de relación. En tercer lugar, el ultimo tipo de ideas complejas es el que
llamamos de relación, que consiste en la consideración y en la comparación de una idea
con otra. Trataremos estos varios tipos en su momento.
§ 8. Las ideas más abstrusas que podemos tener proceden todas de dos fuentes. Rastrear
el progreso de nuestra mente observando con atención cómo ésta repite, suma y une sus
ideas simples recibidas de la sensación o la reflexión nos puede llevar más lejos de lo que
cabría imaginar en un principio. Y, si observamos cuidadosamente los originales de
nuestras nociones, encontraremos, pienso, que incluso las ideas más abstrusas, por
alejadas que nos parezcan de los sentidos o de cualquiera de las operaciones de nuestra
mente, son con todo tan sólo lo que el entendimiento forma en sí mismo mediante la
repetición y la unión de ideas que tenía procedentes de los objetos de los sentidos o bien
de sus propias operaciones sobre éstos; por lo que incluso esas ideas grandes y abstractas
derivan de la sensación o de la reflexión, y no son otra cosa que lo que la mente, a través
del uso ordinario de sus propias facultades, ocupada en las ideas recibidas de objetos de
los sentidos o desde las operaciones que observa en sí misma sobre éstos, puede y
consigue alcanzar.
— Intentaré demostrarlo respecto a las ideas que tenemos del espacio, el tiempo, lo infinito
y unas cuantas más que parecen muy alejadas de esos originales.