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simbólica que permita el desarrollo de los sujetos: “la patria / era que yo bebiese a sorbos el
café de mi madre / que volviera, tranquilo, con la tarde” (“Un soldado que soñaba con
azucenas blancas”, 39).
Del mismo modo, la relación que guarda la lengua poética con la identidad es también
compleja. Debe tenerse en cuenta que en el mundo árabe existe un fenómeno de diglosia: la
lengua hablada en el cotidiano no es la misma que la lengua oficial usada en política, en
medios de comunicación y en la literatura. Existe, además, un gran número de variaciones
dialectales desplegadas en el territorio. Como afirma el propio Darwix en un poema, “mi
lengua es esquirlas” (“El invierno de Rita”, 103). Existe una problematización constante del
lugar ambivalente que ocupa la lengua literaria en su condición homogeinizante a la vez
que fundadora de una identidad: “Cada vez / que abrazo la torre de marfil se escapan de mis
manos / dos palomas” (“El invierno de Rita, 105).
Téngase en cuenta que para un occidental periférico como el que escribe estas palabras la
noción de identidad árabe es difícil de abordar sin enfrentarse de alguna u otra manera con
los prejuicios orientalistas que Occidente ha construido sobre Oriente o, mejor dicho, de un
Occidente que se ha construido a partir de imaginar un Oriente. En fin, para este tipo de
lectores incautos, dentro de los que me incluyo, Darwix cuenta con uno que otro verso para
desactivar la lectura orientalista de su poesía: “¿Por qué has escrito blanco el poema si es
muy negra la tierra? He respondido: porque treinta mares desembocan en mi corazón. Y
han dicho: ¿Por qué te gusta tanto el vino francés? He dicho: Porque me merezco la más
bella de las mujeres” (“Me querían muerto”, 97).
Como vemos, el lugar del poeta es tremendamente importante en la configuración de la
identidad. Una identidad, sin embargo, que no está cifrada en las lógicas cartográficas de
occidente, sino que buscan su espacio simbólico a través de la lengua poética. Así, el poeta
se inviste también de profeta de una patria que, en el caso de Palestina, es una patria
cosmopolita, diseminada por el mundo, pero cuya relación con la tierra busca recuperarse
sin caer en la violencia territorialista. En Darwix, la poesía y la lengua son a la vez que
crean la patria.
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PREGUNTA II: “A PARTIR DE LA OBRA INCENDIOS …”
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En este sentido, el uso de las técnicas antes señaladas no es gratuito. La obra gira en torno a
la posibilidad de dar forma a una memoria cargada de violencia y horror. A mi entender,
son cuatro las soluciones que el texto sopesa para dar respuesta a este problema: el silencio,
el lenguaje, la imagen y la experiencia.
El silencio parece ser la postura tomada por Nawal en los cinco años que preceden a su
muerte. Ante el horror, parece sugerirnos esta postura, la única solución es callar. La
violencia es una experiencia tan sobrecogedora que solo cabe el silencio para enfrentarla.
El lenguaje, en cambio, es la posición que podríamos atribuirle a la Nawal anterior al
descubrimiento de la verdad sobre su hijo. Se trata de la Nawal que aprende a leer y a
escribir, la que enseña el alfabeto a Sawda, la que funda un periódico y la que afirma que
las veintinueve letras son “municiones” para enfrentar la guerra (103). Según esta
concepción, la violencia puede traducirse en lenguaje para mostrar sus consecuencias
negativas.
En cuanto a la imagen, su defensa puede atribuírsele a Nihad. Se trata de la posición más
perversa, en tanto busca capturar la dimensión espectacular de la violencia por sobre su
efecto político. No es coincidencia que Nihad se imagine a sí mismo como una estrella
norteamericana, un artista que se ha hecho famoso por capturar la violencia en su máxima
expresión. Con matices, esta concepción es bastante extrapolable a la violencia mostrada
por los medios de comunicación y las war-movies.
Finalmente, la experiencia parece ser la postura que está implicada en toda la obra y
encarnada en la presencia fantasmagórica y ordenadora de Nawal. Así, todo el trayecto de
Jeanne y Simon estaría mostrando una experiencia de reconstrucción de la memoria que
solo puede alcanzarse a partir de la indagación personal: “Hay verdades que no pueden
revelarse más que a condición de que sean descubiertas” (199).
Incendios estaría dando cuenta de las posibilidades de reconstrucción y búsqueda de la
memoria violentada a partir de un planteamiento fragmentario de la fábula que, sin
embargo, logra reconstruirse a partir de la búsqueda personal de los personajes. Se
cuestionan, de esta manera, los discursos hegemónicos que buscan museificar o
espectacularizar la memoria y la violencia que todavía marca a millones de personas.