Los expertos coinciden que en la mayoría de los casos la persona realiza una
regresión y pretende volver a la adolescencia. Se ubica alrededor de los 40 años
y suele coincidir con la etapa en que el individuo comienza a cuestionarse el
curso de la existencia.
Preguntas existenciales del tipo ¿he conseguido mis metas? ¿he cumplido todos
mis sueños de la juventud? ¿me ha caído bien el paso del tiempo?
Interrogantes sin fin se nos cruzan por la mente, y si estas preguntas alcanzan
respuestas engañosamente negativas, puede sobrevenir la afamada crisis de
mediana edad.
Los expertos coinciden que en la mayoría de los casos la persona realiza una
regresión y pretende volver a la adolescencia. Cirugías que pretenden imitar el
rostro que ya no es, salidas con amigos hasta altas horas de la noche o tratar de
empatizar con sus hijos de forma excesiva y exagerada, son algunos de los
síntomas.
Tomarlo con calma es fundamental para atravesar esta etapa con éxito. Es decir,
ser coherente con las nuevas posibilidades que ofrece este ciclo de la vida. A
esto se refería el psicólogo Carl Jung en un ensayo llamado “Las etapas de la
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vida”, escrito alrededor de 1930, cuando ofrecía la clave para ser feliz: “No
trates de vivir en la tarde de la vida de acuerdo con el programa de la mañana.”
Bajo este contexto, muchas veces sucede que los padres no aceptan el paso del
tiempo propio y desean la juventud de sus hijos. Así, es frecuente observar como
padres o madres intentan ponerse a la altura de los adolescentes tratando de
imitarlos tanto en su aspecto físico como en las actividades que realizan.
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La clave para atravesar con éxito esta etapa y no sucumbir en el intento, no es
más que tener paciencia y llevar con alegría y dignidad el paso del tiempo.
“Tomar conciencia de que ya no existe todo el tiempo por delante es el mejor
motor para una vida saludable. Hay que vérselas con el espejo, que nos devuelve
una imagen diferente de la esperada. Aprender a adecuar la sensación de
potencia física e intelectual con las variaciones que registra el aspecto físico,
valorizar nuestra nueva imagen como de alguien maduro y renunciar a la
imagen idealizada de nuestra juventud”, recomienda el Lic. Montero.