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Cómo atravesar con éxito la crisis de mediana edad

Por Eugenia Plano | www.vidapositiva.com

Los expertos coinciden que en la mayoría de los casos la persona realiza una
regresión y pretende volver a la adolescencia. Se ubica alrededor de los 40 años
y suele coincidir con la etapa en que el individuo comienza a cuestionarse el
curso de la existencia.

Preguntas existenciales del tipo ¿he conseguido mis metas? ¿he cumplido todos
mis sueños de la juventud? ¿me ha caído bien el paso del tiempo?
Interrogantes sin fin se nos cruzan por la mente, y si estas preguntas alcanzan
respuestas engañosamente negativas, puede sobrevenir la afamada crisis de
mediana edad.

Los expertos coinciden que en la mayoría de los casos la persona realiza una
regresión y pretende volver a la adolescencia. Cirugías que pretenden imitar el
rostro que ya no es, salidas con amigos hasta altas horas de la noche o tratar de
empatizar con sus hijos de forma excesiva y exagerada, son algunos de los
síntomas.

Esta situación ha sido llevada al absurdo por numerosas producciones


cinematográficas. Estereotipos de hombres y mujeres que llegada esta etapa
comienzan a desvirtuar su vida hasta entonces conocida. Desde comprar un auto
deportivo último modelo a comenzar a salir con alguien a quien podemos doblar
en edad. Y mientras el absurdo sucede, muchas veces quienes padecen esta
crisis luego de estos episodios pueden padecer cuadros de depresión, ansiedad,
fobias o ataques de pánico, derivados de la crisis de mitad de la vida.

El Lic. Guillermo Julio Montero, autor de “La travesía de la mitad de la vida”,


explica las características de esta etapa vital: “La crisis de la mitad de la vida
implica el pasaje, el tránsito desde la juventud hacia la madurez. Por esto,
ineludiblemente la crisis lleva también a un replanteo acerca de la identidad
individual, y sería a la vez una crisis de identidad: entre la identidad joven y la
identidad madura, mediada por esta crisis de la edad adulta”.

Tomarlo con calma es fundamental para atravesar esta etapa con éxito. Es decir,
ser coherente con las nuevas posibilidades que ofrece este ciclo de la vida. A
esto se refería el psicólogo Carl Jung en un ensayo llamado “Las etapas de la

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vida”, escrito alrededor de 1930, cuando ofrecía la clave para ser feliz: “No
trates de vivir en la tarde de la vida de acuerdo con el programa de la mañana.”

Montero apunta cómo el contexto familiar de la persona a veces favorece a la


crisis. “Quien es padre deja progresivamente de proteger y los hijos comienzan
a desafiarlo. Entonces, la persona en crisis, mira hacia atrás y ve que su
adolescencia se fue hace muchos años y trata de evaluar los años que pasaron;
pero a la vez mantiene un ojo atento al futuro, porque ese futuro ya no vive
como ilimitado, es algo que ya existe, algo que tiene un punto de llegada”.

En la crisis se experimenta como el futuro ya llegó y se ha perdido aquella


sensación de juventud en la que todo era posible. “Durante la crisis la persona
siente que ya no tendrá el tiempo para realizar todo lo que pretende, a veces
sentirá que el tiempo no le alcanzará para nada. Esto podría definirse también
como la sensación de vivir con límites en oposición a ese tiempo joven que era
vivenciado como ilimitado. Ese tiempo joven quedará, entonces, delegado en
los hijos para que el sujeto pueda seguir evolucionando”, explica el autor de “La
travesía de la mitad de la vida”.

Bajo este contexto, muchas veces sucede que los padres no aceptan el paso del
tiempo propio y desean la juventud de sus hijos. Así, es frecuente observar como
padres o madres intentan ponerse a la altura de los adolescentes tratando de
imitarlos tanto en su aspecto físico como en las actividades que realizan.

En este contexto de desesperación por la vuelta a un pasado que no es, ¿cuál es


el sentimiento que embarga a la persona? “Definitivamente es el miedo y el
abandono. Las características de la crisis de la mitad de la vida pueden
sintetizarse en el temor a la muerte, miedo a las enfermedades y miedo a la
vejez. Asimismo, esta crisis aumenta el número de ansiedades de abandono del
sujeto: el sujeto se siente abandonado por su destino, por la vida, por sus padres,
etc. Se siente solo frente una realidad que no sabe cómo abordar”, explica
Montero.

Además, se suma el componente social y cultual. La sociedad actual realiza un


culto excesivo de la juventud y el mercado ofrece infinidad de mecanismos
funcionales a quien padece la crisis de la mitad de la vida. Cirugías estéticas,
tratamientos rejuvenecedores, terapias físicas o productos cosméticos que
prometen convertir al adulto en un adolescente. La industria ha sabido convertir
en un muy buen negocio la obsesión por la eterna adolescencia.

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La clave para atravesar con éxito esta etapa y no sucumbir en el intento, no es
más que tener paciencia y llevar con alegría y dignidad el paso del tiempo.
“Tomar conciencia de que ya no existe todo el tiempo por delante es el mejor
motor para una vida saludable. Hay que vérselas con el espejo, que nos devuelve
una imagen diferente de la esperada. Aprender a adecuar la sensación de
potencia física e intelectual con las variaciones que registra el aspecto físico,
valorizar nuestra nueva imagen como de alguien maduro y renunciar a la
imagen idealizada de nuestra juventud”, recomienda el Lic. Montero.

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