Primero hay que recordar cuales son los dos rasgos específicos de este movimiento,
siendo uno de naturaleza política y el otro cultural.
El hombre es la medida de todas las cosas y no un dios, tampoco una sociedad que
pretenda ser y producir la verdad en materia social, lo cual sería como deificar el
Estado que se convertiría en totalitario.
El que un Estado se afirme como laico, anticlerical, a-religioso o incluso anti-
religiosos, no cambia en nada su naturaleza antihumanista ni su clericalismo objetivo.
Somos racionalistas.
Esto no quiere decir para nosotros que la mente humana se tenga que limitar al único
juego de la razón. Somos plenamente conscientes de la importancia de los afectos y
del imaginario, así como de la estética. Sólo afirmamos que la búsqueda de la verdad
socialmente, cognitivamente y técnicamente válidas, le incumbe a la razón, por lo
menos en cuanto a su comprobación.
No vamos a negar que se puedan obtener verdades por otros medios que no sean
racionales, como los místicos, pero estas verdades no pueden, en nuestra opinión, ser
consideradas como pruebas o probabilidades que puedan ser adecuadamente
evaluadas por cualquier mente humana normalmente constituida, para que esta se vea
obligada a aceptarlas.
Para nosotros, la demostración se basa en la experiencia que se pueda repetir, en la
observación sistemática y múltiple, en la precisión del cálculo y en la coherencia
de la lógica probada en unos amplios debates sobre todos los factores involucrados
sin omitir ninguno de ellos. Nuestra regla metodológica es la de los hechos, no de los
hechos sin ideas.
Moralmente, el modo racionalista de búsqueda de las verdades en todos los campos
es un deber que debemos cumplir, de forma individual por espíritu y de forma
colectiva a través de la confrontación organizada, y pacífica de los espíritus entre sí.
Existe, por tanto, por una parte, una ascesis personal y por otra una disciplina social.
Si el método se aplica naturalmente para el conocimiento puro, también es válido
para la acción en la vida social. Genera incentivos para actuar así como razones para
entender mejor.
El método racional tiene por lo tanto, para los movimientos laicos y humanistas una
dimensión moral: es un deber así como lo son el rigor y la honestidad intelectual
en su práctica. Esta es nuestra versión de la imagen antigua e ideal del Sabio.
Como no todo el mundo es capaz de la indispensable reflexión crítica, todo el mundo
no puede juzgar con prudencia. Todo el mundo no está dispuesto a aceptar las
responsabilidades que esto conlleva. En su análisis de las causas del Holocausto,
Hannah Arendt llegó a la conclusión de que los peores criminales de la Alemania
nazi no eran esencialmente los malos. Eran personas comunes, que se habían
educado en el temor de Dios, pero que simplemente se negaban a hacer cualquier
juicio moral sobre los acontecimientos y el papel que desempeñaban en estos.
H. Arendt también advirtió que, entre sus colegas y amigos de la universidad,
aquellos con tendencia a aceptar una autoridad moral externa eran los mismos que
aceptaban con más facilidad las afirmaciones de Hitler.
Para aquellos acostumbrados a encontrar apoyo en una rampa, es la presencia de la
rampa lo que cuenta y no su naturaleza. ¡Cambiar una rampa por otra es la cosa
más fácil del mundo!
Y el autor concluye que, en tiempos difíciles, no hay que fiarse de los verdaderos
creyentes. Dentro del círculo de sus conocidos, los incrédulos y los escépticos son los
que resultan ser más de fiar porque están acostumbrados a ver las cosas de manera
crítica y decidir por sí mismos.
Por supuesto que reconocemos que el racionalismo, en sus aplicaciones prácticas y
cotidianas, no puede siempre prevalecer sobre el rigor científico o filosófico, incluso
no se puede aplicar siempre de manera sistemática. Este ejercicio de la razón, por
más presionado que esté por la exigencia ética, se ve alterado por la complejidad y el
entramado de los hechos inmediatos, por la frecuente brevedad del tiempo que queda
disponible en función del ritmo de la acción y por la escasa capacidad intelectual de
muchas mentes. Además, el método racional se aplica a menudo después de los
hechos para justificar acciones en gran parte espontáneas, apasionadas o abandonadas
al azar. Se trata entonces de racionalización.
Pero estas advertencias se pueden aplicar a todas las formas de búsqueda de la
verdad. Los enfoques no racionales - místicos o mágicos - están sujetos a los mismos
defectos en el mejor de los casos. La superioridad del enfoque racional se caracteriza,
sin embargo, siendo iguales todas las condiciones de cualidades humanas, por el
rechazo de todo arbitrario mental. La clave para el racionalismo frente a la vida
práctica está en incorporar a su forma de pensar y de actuar el máximo posible de
rigor racional. Y esto también es un comportamiento moral.
EL LENGUAJE SIMBÓLICO
Hay que advertir que la actividad intelectual del cerebro humano como tal consiste
en agenciar significativamente representaciones simbólicas de la realidad, las
cuales permiten una adaptación eficaz de las acciones al mundo tal y como está, y
para que cambie.... Es la versión humana de la conducta de adaptación, mientras
que en las demás especies vivientes - al menos sin simbolización generalizada y
sistemática- dominan las conductas llamadas instintivas o puramente repetitivas, que
llevan a una selección objetivamente empírica donde juega su papel el azar y donde
lo que está en juego es la supervivencia del individuo, sometida a la quiniela de los
hechos y no, como en el caso de los seres humanos, al grado de exactitud de las
simbolizaciones intelectuales.
La actividad intelectual simbolizante del cerebro humano se traduce necesariamente
en un código consciente que no es otro que el lenguaje utilizado, ya sea internamente
por el individuo, ya sea en la comunicación interpersonal la cual permite la
búsqueda conjunta, codificada, a su vez, de los arreglos simbólicos más adecuados a
una acción en el entorno físico y social.
Conviene mirar cuales son las OBJECIONES de nuestros adversarios con los
objetivos de nuestros adversarios:
Nuestra respuesta:
A esto se podría contestar que la primera cualidad de nuestra ética es, precisamente,
la de no constituir un sistema de valores ya construido y listo para usar.
Su característica es la de estar en constante devenir y mejora siempre que se
respeten, por una parte, las reglas del ejercicio de la razón y por otro lado, las
referencias a la humanidad y a lo humano, al bien de la especie y a los derechos
Humanos. También deben aplicarse las reglas sociales del pluralismo, del diálogo y
de la democracia. Estas normas, por su potencial en corregir errores, permiten poder
prescindir de la dirección autoritaria de la conciencia.
Nuestra respuesta:
¿Sería cierto que, como realistas, como materialistas, estemos amputados de toda
espiritualidad, que no tengamos vida espiritual, seamos incapaces de una meditación
desinteresada?
Para responder a esta pregunta, primero tenemos que eliminar la confusión entre la
espiritualidad y el espiritismo, algo cuidadosamente mantenido en los ambientes
religiosos y de la filosofía Trascendental.
EL ESPIRITUALISMO
El espiritualismo es la corriente de pensamiento en la cual prevalece el espíritu como
entidad absolutamente heterogénea a la materia y que representa al ser vivo, en
particular y al mundo en general, como objetos materiales regidos por la acción
creadora de unas fuerzas espirituales.
El espiritualismo se basa en la premisa de que el espíritu puede existir sin soporte
material y es independiente de la materia. Sin embargo, puede actuar sobre ella
incluso puede reorganizarla y hasta crearla.
El individuo está "animado": lo dirige su alma. Del mismo modo, a nivel global, todo
lo que existe sería producto o, al menos, regido por un anima mundi, un ser
inmaterial. Espíritus individuales han hablado de "alma" y de alma del mundo, han
hablado de Dios o de "El Gran Arquitecto del Universo" o de "El Gran Relojero".
Estos son inmortales puesto que escapan de las leyes de entidades materiales.
Ciertamente, uno puede ser espiritual y deista, a la vez que laico y humanista. Pero la
corriente espiritualista, en su conjunto, rechaza este compromiso pero, al menos,
emite un juicio que desvaloriza más o menos deliberadamente conceptos no
espiritualistas. Estigmatizan cualquier forma de materialismo, el ateísmo, el
agnosticismo, el marxismo como modos de pensamiento no sólo inferiores en
calidad, pero incapaces de crear morales cuyas reglas se puedan imponer a la acción
humana.
En el fondo, el espiritualismo se proyecta en una concepción dual de la naturaleza
humana, compuesta por alma y cuerpo, siendo el auténtico individuo inmaterial pero
estando colocado, durante su vida, dentro de una envoltura mortal. Este diseño
incluye, por ejemplo, las variantes cristianas, hindúes, islámicas o para la pura
metempsicosis.
LA ESPIRITUALIDAD
La espiritualidad es otra cosa: es un caminar psico-intelectual que expresa la
necesidad humana de situarse en relación con el Todo existencial, intentando definir
cómo se conecta a ese Todo. El hombre plantea de ese modo el problema central del
sentido de su vida y de la vida. El que toma realmente conciencia de esta cuestión y
se esfuerza en elaborar su respuesta (ya sea acudiendo o no a sistemas existentes),
accede a la espiritualidad, porque, más allá del mero conocimiento de lo existencial,
está buscando con su espíritu y en su espíritu, mediante un proceso de
concentración internalizada (la meditación), el sentido del ser. Sea la que sea la
naturaleza de sus conclusiones, por ejemplo espiritualistas o materialistas, religiosas
o positivistas, está desarrollando un propósito espiritual.
Por el contrario, el que accede a una creencias espiritualista mediante algo inculcado
y no sometido a su propia crítica, hágase por costumbre o por medio de ritos, no
participa de ninguna de las maneras a la espiritualidad -tampoco entre nosotros los
racionalistas - lo mismo que el que afirma sus convicciones espiritualistas sin
haberlas realmente experimentado desde un propósito espiritual.
En consecuencia, los laicos y humanistas pueden reclamar su propia espiritualidad,
incluso aquellos que rechazan las tesis espiritualistas de una manera radical. Ellos,
también, tienen una mirada al interior.
Para los laicos, hacer unos juicios de valor llenos de la sabiduría es el propósito
humano más extraordinario y el más espiritual de todos. Combina las cuatro
habilidades espirituales siguientes en una una gloriosa actividad maestra:
* requiere un pensamiento creativo;
* Una visión sana del mundo, que reconoce la importancia del papel de la
humanidad en el proceso de evolución;
* requiere un sentido moral que aspira a la justicia, a la paz y al orden en las
relaciones humanas así como al mantenimiento de la vida en nuestro planeta
* requiere el respeto a la verdad y al punto de vista científico.
Queda la objeción según la cual la moral laica y humanista sólo sería capaz de
justificar y de regular las prácticas en sociedad. Al carecer de fundamentos
trascendentes e incondicionales, sería inoperante frente a elecciones de carácter
excepcional o frente a sacrificios supremos... ... Los resortes de la moral no
confesional sólo podrían ser los del deseo de responder a las normas vividas en la
sociedad y en sus grupos, la aspiración a ser reconocido y estimado, a estar bien
integrado en su comunidad y, para los mejores, la búsqueda de ser aprobado por su
propia conciencia, en definitiva, una forma de conformismo y de confort social e
individual. También... una respetabilidad.
Lo que se ha dicho acerca de nuestra moral, es que toma por referencia los criterios
de la razón que trata que las acciones vayan en beneficio de la especie humana
(que se ha vuelto objetivamente interdependiente en cada una de sus partes) y en pro
de la realización personal, necesaria para la felicidad de todos, y que enriquezcan a la
comunidad con sus contribuciones sin menoscabo del respeto mutuo. Hemos visto
que la moral laica se proyecta socialmente en el modelo político de la democracia
pluralista.
La democracia es gobierno de la mayoría tras un debate libres e igualitario de los
"partidos" (en el sentido más amplio) libremente constituidos. Pero pluralista añade
el hecho de que la mayoría debe respetar a la o las minorías, y abstenerse alterar su
carácter específico. También debe facilitarle unas oportunidades normales para
poder sobre la opinión pública actuar y convertirse en mayoría según las reglas del
juego democrático, ya sea en lo que se refiere a la gestión general del Estado o a una
legislación particular.
Esta moral, ejercida por personas que no quieren necesariamente ser autónomas y
responsables, es un código de modos de acción, y no una nomenclatura inamovible
e integrada, de valores de acción y de prescripciones.
Nuestras referencias, aunque sean una orientación obligatoria en lo que se refiere a
los valores centrales, siguen siendo sin embargo generales: el bien de la especie y los
Derechos Humanos. Estos son los términos de referencia, y no unos modelos dados
e inmutables.
Nuestra ética es, por naturaleza, una búsqueda constante.
En la acción, sólo puede significar un esfuerzo constante de superación. En casos
particulares, esto puede alcanzar extremos y, en el nombre de la justicia, puede llegar
hasta el sacrificio supremo como la historia lo ha demostrado ... .. Porque nosotros
también tenemos nuestros héroes y nuestros mártires.
Nuestra respuesta:
En cuanto a la reducción de la ética a su referencia racional que la privaría de las
ricas aportaciones de la emoción, de la espontaneidad y del imaginario, en realidad se
trataría de una crítica hacia cierto tipo de racionalismo estrecho, relacionado en
general con actitudes sectarias.
Este jacobinismo filosófico identifica la razón con una lógica combinatoria y formal
que excluye cualquier otro componente intelectual como factor venido de fuera y que
abriría las puertas a todas las doctrinas irracionalistas ...
Pero no podemos definir al hombre por el único carácter lógicamente racional, es
decir, por el único juego intelectual de la lógica simbolizante.
La razón, en realidad, está hecha también de intuición y de imaginación. Las
perspectivas globales e inmediatas así como la "poesía" creadora de nuevas imágenes
de lo real son unas formas primordiales, a menudo concluyentes, de la aprehensión
de lo existencial. Confundir la razón con la única facultad combinatoria
operatoriamente consciente, con la única lógica formal y el resultado es simplemente
aberrante.
¿No es la intuición, en su espontaneidad, la que inventa las hipótesis de trabajo del
científico, sin que todos los elementos se hayan hecho conscientes y "lógicos"? ¿No
es la imaginación la que le permite, por etapas cada vez más concienciadas,
extrapolar los resultados de los experimentos y observaciones en unos sistemas
teóricos? Pero la razón clásica sigue siendo sin duda un instrumento indispensable de
verificación.
Seguimos apegados a la idea del progreso, una de las orientaciones más importantes
de nuestro pensamiento históricamente hablando. Pero ya no creemos, con el
optimismo ingenuo del siglo XIX, que este sea el producto de una evolución
automática.
Hoy sabemos que la humanidad es mortal así como lo son las civilizaciones ... Sin
embargo seguimos apegados a la idea de progreso en el sentido en que se considera al
hombre responsable del desarrollo de la especie y que nuestra apuesta - que ya no se
centra en la salvación individual, como la de pascal Pascal, sino en la de toda la
humanidad – invita a apostar por la irreductible voluntad de sobrevivir de los
hombres.
El hombre hace su "juego" y hace la historia.
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Referencias
“Espiritualidad y laicidad”
Colección « Outils de réflexion « n° 2 ( novembre 1999 )
* Un sentido para la vida
Lucette Schouters - Decroly : Doctor en medicina
* Espiritualidad y laicidad.
Luc Ferry : Profesor y filósofo
* ¿Seguimos todavía adhiriendo a unos valores espirituales?
Marthe Van de Meulebroecke : Profesor honorario de moral laica
* Humanidad y humanismo
Henri Janne : Profesor y rector en la U.L.B.
* Una visión laica de la espiritualidad
Hutcheson Pat Duffey: Sociólogo, "profesor de educación" en Vancouver (Canadá)