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ANTROPOLOGÍA DEL ENAMORAMIENTO Y NOVIAZGO

Autor: Mgtr. Nancy Estela Salazar


Profesora de filosofía - USAT
Capacidades a desarrollar:
a) Reconocer que el amor es la realidad más humana, más íntima, más profunda y más
universal del ser humano.
b) Reconocer la función de la afectividad en la vida humana y su necesidad de educarla.
c) Diferenciar el enamoramiento del verdadero amor y decidir prepararse adecuadamente para
una vivencia plena del amor en el matrimonio

1. El enamoramiento: ¿Un amor romántico o sentimental?


Algunos jóvenes se preguntan con frecuencia: ¿Por qué mi papá y mi mamá no se
quieren? ¿Por qué viven peleando? ¿Por qué mi papá tiene otra mujer? ¿Por qué mi mamá
engaña a mi papá?

Ante estas interrogantes, la respuesta es clara: porque se casaron sin conocerse y


por tanto sin amarse, se casó una mujer y un varón que no debían casarse. Pero, si mis
papás se casaron muy enamorados, replicaba una joven. Claro, seguramente muy
enamorados, pero sin amor. Se deduce, por tanto, que no es lo mismo estar enamorados que
amarse. Y ¿cuál será la diferencia entre estar enamorados y amar a una persona?

Para entender mejor esta diferencia empezaremos diciendo que el enamoramiento


se ubica en el plano sentimental, en el plano afectivo de la persona humana; es una
atracción sensible hacia otra persona por su condición sexuada. Se podría decir que es un
amor sensible que pertenece al nivel del apetito sensible, que produce una inclinación
apetitiva hacia algunas cualidades particulares de la persona que le ha cautivado; por eso se
constituye en un sentimiento muy agradable y bello que impulsa a la búsqueda incansable
de la persona, para tratarla y conocerla y posiblemente para amarla en un plano superior,
pleno.

Al respecto, Tomás Melendo dice: “Y, así, suele surgir el enamoramiento como “un
amor sentimental, un amor estético y afectivo o de simpatía: de atracción física unida a un
interés por la persona concreta de distinto sexo cuyas maravillas se comienzan a
vislumbrar, y que, cuando resulta correspondido, despierta en los implicados un afán casi
irresistible de verse y hablarse de nuevo, de saber más del otro, de relacionarse” (1).

Por tanto, el enamoramiento no es aún un amor real (amor de elección, amor en


sentido más profundo), se trata de un amor romántico que se vive solo a nivel de los
sentimientos, fundado únicamente en un conocimiento sensible, que se dirige solo a la
dimensión superficial de la persona, al cómo es externamente, a sus cualidades singulares,
que le cautivan enormemente; y por eso se podría decir que aún no hay el descubrimiento
del ser personal del amado, no se conoce realmente quién es.

Así también lo expresa el autor citado: “Mas en realidad, por cuanto deriva sobre
todo de la atracción sensible y el sentimiento, este tipo de afecto genera un conocimiento
recíproco todavía muy parco y periférico: al no trascender en sentido estricto el ámbito de

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la sensibilidad, conduce a conocer con cierta aproximación el cómo, pero no lleva a saber
quién es efectivamente aquel o aquella que nos vuelve locos; en consecuencia, no lo
podemos realmente amar (a él o a ella) tal cual en verdad es, pues su realidad personal más
profunda todavía no ha sido descubierta.” (2)

Con esto no queremos afirmar que este tipo de amor sentimental sea malo, al
contrario, sabemos bien que los sentimientos son buenos y necesarios en la vida humana,
pues su función es potenciar la capacidad y el vigor del entendimiento y de la voluntad para
dirigir sus actos a sus objetos propios con acierto. El amor sentimental mueve a los
enamorados a buscarse para tratarse y conocerse como personas, y solo este conocimiento
llevará a crear el amor de elección. Por tanto, por encima de los sentimientos está la
inteligencia y la voluntad que deben dirigir la vida humana, con todo lo que lleva consigo,
hacia la plenitud.

Un amor sentimental no puede ser el fundamento del matrimonio ni de ninguna


decisión importante en la vida, porque aquí no está presente en toda su plenitud la actividad
de la inteligencia y la voluntad. Una decisión tan importante, como es el matrimonio, no
puede fundamentarse en algo tan inestable, pasajero como son los sentimientos. El amor
verdadero (de elección) va acompañado de sentimientos, pero no podemos reducirlo solo a
estos, ni tampoco podemos afirmar que en el amor lo más importante sea los sentimientos.
El amor, en esencia, es el acto de la voluntad de querer el bien para el otro en cuanto otro;
pero este acto está acompañado del conocimiento sensible, conocimiento intelectual,
sentimientos, actitudes, hábitos, etc.

Por eso dirá Charbonneau «No se construye un hogar sobre la gracia de una sonrisa,
sobre el atractivo de un rostro, sobre la ternura de un instante. Se construye un hogar sobre
todo lo que es esencia misma del yo: los pensamientos, los deseos, los sueños, las
decepciones, las penas, las esperanzas, las alegrías, las tristezas. El amor implica la puesta
en común de todo eso; por ello las relaciones enderezadas a consolidar el amor y a preparar
la unión indefectible, deben desarrollarse en ese plan, y exhibir ante el otro ese fondo
secreto de sí mismo, cada uno de cuyos elementos favorecerá o perjudicará la futura unión»
(3).

Los enamorados si solo se dejan llevar por los sentimientos nunca llegarán a
conocerse realmente cómo son, no llegarán a descubrir al ser personal que hay en ellos; y
por tanto, nunca podrán amar a quien no conocen. Solo verán lo que ellos quieren ver en la
persona, seguramente con una inteligencia ofuscada por alguna cualidad que les encanta,
les fascina y que les produce mucha satisfacción.

Al respecto Robinson afirma: «Durante el estado de enamoramiento quedan


notablemente alteradas las facultades perceptivas y deductivas en todo lo que se refiere a la
persona amada. Los defectos que existan en dichas personas no se perciben, las cualidades
se subliman. La mente ya no está equilibrada sino profundamente inclinada hacia el objeto
del amor. El enamorado idealiza a la persona amada y la convierte en el centro de sus
aspiraciones. La fascinación que ejerce en ti la persona idealizada puede ofuscarte y
ocultarte la realidad. Podéis quedar totalmente ciegos para ver datos y circunstancias que
desaconsejan totalmente seguir adelante. La fascinación puede ser engañosa. El amor de

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un hombre y una mujer es algo muy serio y tiene que construirse sobre cimientos muy
sólidos. La fascinación es hermosa, pero pasará pronto. Lo que quedará es la vida. Y esa
vida, si la construís con el corazón y con la razón, puede ser todavía mucho más hermosa»
(4).

Por eso, este tipo de amor sentimental aún no se centra en el “otro en cuanto otro”,
sino en el yo, en el me gusta, me atrae, me hace sentir bien; y lo busco no por él, sino por lo
que me produce, por lo que me da. Con este tipo de amor lo único que busca la persona es
su propia satisfacción personal, su felicidad. Por eso, no es de extrañar la respuesta de
muchos novios cuando se les pregunta ¿Por qué quieres casarte?: “porque quiero ser feliz a
su lado”. Cuando en realidad, si esa relación estuviera fundamentada en un amor profundo,
verdadero, la respuesta sería: “porque quiero hacerlo feliz, quiero ayudarle a conseguir su
máximo perfeccionamiento como mujer o como varón, como madre o padre, como
persona”.

De ahí que sea importante que los enamorados que han decidido llevar una relación,
deban procurar tratarse como personas para conocerse en una dimensión más profunda,
dejándose ver sus perfecciones, pero también sus defectos que todos tenemos; ver si son
capaces de aceptarse como son en realidad para tomar la decisión de amarse hasta que la
muerte los separe.

Como en todo lo humano, la razón siempre debe encauzar los sentimientos,


ordenándolos, no dejando que estos dominen y obnubilen la razón. Por tanto, aquellos
sentimientos no debidos, o dirigidos a personas que no son las indicadas, la razón debe
presentarlos a la voluntad como dañinos o verdaderos males que harán sufrir mucho a las
personas involucradas e incluso a seres inocentes como son los posibles hijos. En cambio
los sentimientos dirigidos a personas que constituyen un verdadero bien para ellos y los
demás, deben ser alimentados por la voluntad.

Sin embargo, vemos en la actualidad, donde predomina el hedonismo y


sentimentalismo, que la mayoría de personas se dejan llevar por sus sentimientos,
anteponiéndolos a su razón y presentándolos camuflados a la voluntad, ésta los acepta y se
dejan dirigir por ellos. Por este motivo, es que la mayoría de matrimonios de hoy a los
pocos años de casados terminan destruidos y destruyendo a las personas que lo componen,
con sus grandes implicancias negativas en los hijos, seres inocentes que no tienen por qué
sufrir los errores de sus padres.

Solo desde esta óptica se podrá dar respuesta a las interrogantes que nos planteamos
al inicio de este apartado.

2. El noviazgo, proceso para crear el amor

El noviazgo es la etapa de preparación para el matrimonio, caracterizado por ser


un proceso de conocimiento progresivo de los futuros cónyuges con el fin de cultivar el
amor entre ellos para decidir unirse plenamente, en cuerpo y alma en el matrimonio. Se
trata de un proceso de educación mutua, donde cada uno saca lo mejor de sí por amor y
para amar.

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2.1. Sentido verdadero del noviazgo

El noviazgo se presenta como una etapa imprescindible para conocerse y madurar el


amor; haciendo que ese amor sentimental se convierta en un amor real, basado en un
conocimiento verdadero de la persona; de tal manera que cuando llegue el momento de
unirse en matrimonio lo hagan de la forma más libre y responsable; sabiendo a quién se
está aceptando para amarle hasta que la muerte los separe, con sus virtudes, sus defectos y
sus peculiaridades personales.

Por eso se podría decir que el noviazgo es un proceso para crear el amor verdadero,
basado en un conocimiento inteligente de la persona, en todas sus dimensiones.

2.2. La importancia del saber esperar en el noviazgo

Si bien es cierto, que en el enamoramiento está presente la atracción sexual, pero


para que éste se convierta en un amor esponsal cabal se requiere de un buen tiempo para
madurar, para perfeccionarse, a través del trato y conocimiento mutuo; esforzándose por
ver a la persona en su ser más profundo y no solo en lo atractivo para los sentidos. En
consecuencia, no es bueno para los novios, dejarse llevar por esa atracción sexual porque
ese amor naciente se convertiría en un amor puramente pasional, donde lo único que se
busca es el placer egoísta; destruyendo la posibilidad de crecimiento del verdadero amor
que exige dominio de sí mismo y pensar más en el bien de la persona amada que la
búsqueda del propio placer.

Por otro lado, las relaciones sexuales previas al matrimonio generan un


apasionamiento de la inteligencia, impidiendo el conocimiento real de la persona, por
tanto, en este caso, la inteligencia y la voluntad no se dirigen al ser mismo de la persona
con toda su riqueza ontológica sino solo atiende a lo que me puede producir placer
personal. La persona queda reducida a una cosa y a las cosas no se les puede amar con
amor verdadero, solo son queridas como medios que sirven para una utilidad concreta, para
producir placer.

Por eso, se afirma que la castidad en el noviazgo permitirá a los novios juzgar con
objetividad si él o ella es la persona a quien deben elegir para entregarse totalmente en el
matrimonio o de lo contrario ver que no es la indicada. Además, que la castidad, les
permitirá a los novios aprender a tener dominio de sí mismos, por amor; y esto repercutirá
favorablemente en la creación del auténtico amor esponsal, ya que esto también será una
forma de prepararse para vivir el amor plenamente en el matrimonio, que también se
requiere de la virtud de la castidad para vivir la fidelidad.

En el matrimonio la entrega sexual tiene otro sentido, tal como nos dice Tomás
Melendo: “el matrimonio exige algo más que una simple posesión de gozo. Reclama
también sacrificios y renuncias y recursos frecuentes al «no», que son justo los que otorgan
a la espera una fecunda tensión, al término muy jugosa, y una plenitud de sentimientos que
conducen hasta la felicidad del otro y la recíproca fidelidad” (5)

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Por tanto, no se trata aquí de una anulación o supresión del ejercicio de la
sexualidad, sino de hacer uso adecuado de la inteligencia y la voluntad, ejerciendo su
dominio sobre sus facultades inferiores, ordenándolas al amor y por amor; es la forma más
perfecta de vivir el amor y prepararse para esa entrega total y exclusiva, y por tanto
muchísima más gozosa, en el matrimonio.

2.3. ¿Seguridad de estar eligiendo a la persona adecuada?

Si bien es cierto que el noviazgo es un proceso de conocimiento mutuo para darse


cuenta quién es la persona que constituirá el objeto de su aceptación para compartir su vida
hasta que la muerte los separe; sin embargo, es imposible tener la plena seguridad que esa
persona será la más conveniente para uno; ya que nadie conoce lo que sucederá en el futuro
con certeza absoluta; lo que se trata es que los novios estén dispuestos a conocerse y
amarse realmente, y poner todo de su parte para hacerse felices mutuamente; ya que todo
acto libre tiene cierto riesgo, pero vale la pena arriesgar ante tanta dicha que nos espera.

De hecho que en el matrimonio irán conociéndose más y más, pero si hay un


verdadero amor ese conocimiento les llevará a un mayor amor, y este amor a un mayor
conocimiento. Se descubrirán más virtudes, así como también defectos, pero, por amor,
estos últimos causarán misericordia más que rechazo o crítica. Habrá también muchas
dificultades, propias de la convivencia, y si están dispuestos a amarse, siempre habrá una
feliz solución. Por tanto, lo realmente importante es el amor que se tengan los cónyuges.
De aquí sacarán todas las energías y fuerzas necesarias para comprenderse, amarse y
perdonarse cuando se comete un error.

El matrimonio es, por consiguiente, un compromiso libre y voluntario para amarse


toda una vida, hasta que la muerte los separe; a pesar de todos los problemas o dificultades
que se les puede presentar en la vida cotidiana, que muchas veces serán pueden estremecer
la relación conyugal pero jamás destruirla si se mantiene esa firme decisión de seguir
amándose.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Melendo, Tomás; Millán Puelles, Lourdes; Asegurar el amor: antes y durante todo
el matrimonio, Editorial RIALP; S.A., Madrid, 2002, p.16.
2. Ibidem. p. 18.
3. B. Charbonneau: Noviazgo y felicidad, Vll, 5. Ed. Herder. Barcelona, 1970
4. Robinson: Educación sexual y conyugal, 3º, ll, 4. Ed. Mensajero. Bilbao
5. Melendo, Tomás; Millán Puelles, Lourdes; Asegurar el amor: antes y durante todo
el matrimonio, Editorial RIALP; S.A., Madrid, 2002,, p. 37

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