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EL ESTRÉS ¿Qué es realmente el estrés?

En las últimas décadas la palabra estrés ha sido una de las más mencionadas, tanto por los profesionales de la salud
como por la población en general. Puede ser la causa de muchos síntomas y enfermedades pero también se lo
responsabiliza de una gran cantidad de trastornos orgánicos que no tienen precisamente su origen en esta patología.

¿Qué es el estrés? El estrés ocurre cuando percibes que las demandas externas a las que estás sometido, son
mayores que los recursos con los que cuentas. Es la reacción física y psicológica que aparece ante estas situaciones
de desbalance. Puede durar 10 minutos o varios años, y puede ser causado por una infinidad de factores, incluyendo
hechos pasados, presentes o futuros, positivos o negativos, agudos o crónicos.
Desde las cosas más simples de la vida cotidiana, hasta los eventos de importancia crucial, pueden desencadenar
una crisis. Los detonantes de origen psicológico y físico van desde la falta de sueño hasta someterse a una
operación riesgosa. Los factores psicológicos más comunes incluyen aquellas condiciones que evocan emociones
negativas tales como el odio, el miedo, el enojo y la tristeza.
Los detonantes del pasado, son eventos que ya ocurrieron -como por ejemplo una experiencia traumática en la
niñez- pero que continúan manifestándose en el presente de alguna forma. También existen eventos estresantes del
presente -como retos laborales o personales- y otros que aún no han ocurrido pero que son motivo de preocupación.

También existe el estrés positivo, el cual ocurre como consecuencia de un evento de connotación positiva -como la
graduación o la boda- . El negativo, en cambio, aparece tras situaciones molestas o perjudiciales para la persona o
para algún familiar cercano a ella. Los detonantes clasificados como agudos, son aquellos que aparecen de repente
y que duran relativamente poco tiempo. Los crónicos son los que se extienden en el tiempo y nos dan la impresión
de que nunca acaban. Es muy importante tener en cuenta que el efecto de cada uno de estos factores varía de
persona en persona. Lo que resulta estresante para ti no necesariamente lo es para tu amigo o vecino, lo cual
depende en gran medida de las herramientas con que cada individuo cuenta para enfrentar las situaciones y eventos
que aparecen la vida.
En 1930 un estudiante de medicina de la Universidad de Praga llamado Hans Selye advirtió que todos aquellos
enfermos que él estudiaba referían síntomas comunes como pérdida de apetito, descenso de peso, cansancio,
taquicardia, independientes de la enfermedad de base. Surge así el término “Síndrome de estar enfermo”.
Tiempo después Selye se graduó de médico y comenzó a desarrollar distintos experimentos con ratas
comprobando la elevación de catecolaminas (ACTH, adrenalina y noradrenalina) y la presencia de úlceras
gástricas. Este conjunto de alteraciones fueron llamadas “estrés biológico”.

Se define entonces al estrés como la respuesta no específica del organismo a cualquier demanda o amenaza
del exterior, sea real o ficticia. Estos mecanismos se activan para facilitar la adaptación del ser humano a su
entorno y lograr una respuesta más adecuada a los distintos estímulos ambientales a los que se expone una
persona cada día. Es un hecho habitual en nuestras vidas y no puede evitarse. Muchas situaciones cotidianas
como el aislamiento, ruidos, peligros, hacinamiento, son fuente de estrés. Tanto los sucesos negativos como los
positivos (como por ejemplo el ascenso en el trabajo que podría interpretarse como un hecho positivo en la vida
de una persona) desencadena estrés por las nuevas responsabilidades que significa el cambio de status.

Se puede dividir el desarrollo del estrés en 3 fases:

· Reacción de alarma: el organismo activa glándulas como hipotálamo e hipófisis localizadas en el cerebro, y
las glándulas suprarrenales ubicadas sobre los riñones. Cuando se presenta un estado de alarma o riesgo el
cerebro estimula al hipotálamo que libera sustancias llamadas mensajeros. Un mensajero conocido es la
hormona ACTH, que una vez que sale del hipotálamo se traslada hasta la glándula suprarrenal y se liberan
otras hormonas llamadas corticoides. La médula suprarrenal libera también adrenalina, responsable de la
mayoría de los síntomas. De esta forma respondemos adecuadamente a los estímulos que tanto interna como
externamente recibimos.

· Estado de resistencia: se desarrolla cuando la persona es sometida a agentes físicos, químicos o sociales en
forma constante. En este momento el organismo continúa adaptándose. Se produce en este punto un equilibrio
entre el medio interno y el ambiente externo, pero las glándulas suprarrenales, la hipófisis y el hipotálamo
pueden llegar al agotamiento si esta situación persiste durante mucho tiempo.

· Fase de agotamiento: sobreviene cuando una situación de estrés que perdura durante mucho tiempo logra
que la persona no pueda hacer frente a las demandas del ambiente exterior.

¿Qué sucede en cada lugar del organismo? En el aparato digestivo se estimula la actividad y la motilidad
intestinal con la producción de diarreas. En el sistema nervioso se liberan catecolaminas y hormonas que
desencadenan respuestas emocionales y físicas. Mantienen en estado de alerta a la persona pero disminuyen
la capacidad de poder resolver situaciones complejas.

En el aparato circulatorio y respiratorio la frecuencia cardíaca y la presión arterial aumentan. Se acelera la


respiración. El flujo de sangre se redistribuye hacia los órganos donde es más necesaria la oxigenación: los
pulmones, músculos y cerebro. La piel se torna fría por la acción de las catecolaminas y la disminución de la
irrigación. Si la situación de estrés se mantiene durante mucho tiempo sin poder alcanzar un estado de
relajación luego de una situación de alerta repercutirá en cada uno de los órganos llegando a producir daños
físicos y psicológicos.

Muchas enfermedades de la piel responden a situaciones sostenidas de estrés, como el acné, la psoriasis y los
eccemas. Existe una mayor tendencia a contraer infecciones porque el sistema inmune se deteriora con
disminución de los glóbulos blancos. Se postula también la aparición de ciertos tumores relacionados con
situaciones de estrés.

El peso también se encuentra alterado: en algunas personas disminuye el apetito con pérdida de peso y otras
personas tienden a las ingestas compulsivas aumentando peso. Las variaciones en el peso se encuentran
también ligadas con los trastornos en el aparato digestivo. Pueden aparecer diarreas, constipación y distensión
abdominal. En el estómago es habitual la presencia de gastritis o úlceras.

La repercusión en el corazón se traduce con la aparición de elevación de la presión arterial, arritmias, angina de
pecho e infarto de miocardio, lo que puede llevar a la muerte. La circulación en otros órganos importantes como
el cerebro se puede deteriorar y producir accidentes cerebrovasculares. Las cefaleas tensionales son producto
del estrés crónico secundarias a las contracturas musculares que también provocan dolor de espalda y cuello.

Otro aspecto importante es la repercusión en el sueño. Las situaciones de tensión y estrés crónico llevan a
padecer insomnio de conciliación, es decir dificultad para dormirse, o insomnio de fragmentación: despertarse
varias veces durante la noche. La actividad sexual se encuentra normalmente alterada en situaciones de estrés
y son frecuentes las irregularidades menstruales y la alteración de la fertilidad.

La concentración se altera y la pérdida de memoria hasta puede ser permanente. Es importante establecer un
diagnóstico diferencial entre las distintas enfermedades que tienen síntomas similares al estrés. Los trastornos
por estrés post traumático provocados por episodios como un asalto, accidente, etc. repercuten en el ritmo del
sueño, existe falta de concentración y cambios en el humor.
En la depresión también se encuentran síntomas similares al estrés como los cambios en el apetito,
alteraciones en el sueño y la memoria. Los trastornos de ansiedad simulan un estado de estrés con alteraciones
en la frecuencia cardíaca, cefaleas, síntomas gastrointestinales y dolor de pecho.

¿Existen personas más propensas a padecer estrés? Aquellas personas que se encuentran aisladas o sin
contención familiar o de amistades son más propensas a padecer estrés. La personalidad también predispone,
ya que aquellas personas con personalidad tipo A agresiva, irritable, están más expuestas al estrés. Ciertas
profesiones tienen predisposición a padecer esta patología si no se alcanza una adaptación al medio. La
genética también jugaría un cierto papel, ya que algunas personas por factores heredados son más vulnerables
a sufrir los efectos del estrés.

¿Cómo se trata? Es difícil llevar adelante un tratamiento eficaz contra el estrés. Se logran buenos resultados
cuando se aplican distintas técnicas intentando identificar la fuente del estrés, poniendo en práctica estrategias
para poder manejarlo y disminuirlo, como estados de relajación que permiten atenuar los síntomas.

En muchas terapias se le indica a la persona en tratamiento que anote en un cuaderno las actividades diarias,
poniendo en primer lugar aquellas tareas que generan en la persona mayor irritabilidad o ansiedad o
desencadenan síntomas como acidez. Una vez identificada aquellas posibles fuentes de estrés se intenta
alternar aquellas actividades desagradables con las que provoquen placer.
Se estimula la práctica de ejercicio físico y de trabajos manuales junto con cambios de ciertos hábitos como el
consumo excesivo de café o alcohol. Las técnicas de relajación como la incorporación de respiraciones
profundas en lugar de las respiraciones rápidas y superficiales que provoca el estrés forman parte del
tratamiento, junto con la práctica de yoga que facilita la relajación muscular.

Todas las actividades que ayuden al cerebro a distraer la atención de las actividades cotidianas, de los
pensamientos y preocupaciones disminuyen la respuesta al estrés y mejoran la calidad de vida.
Alimentación y el estrés
El estrés influye en nuestra manera de comer de tres formas: nos incita a hacerlo constantemente o, por el contrario,
nos reduce el apetito o definitivamente lo hace a un lado. Lo mejor es no dejarnos dominar por ninguno de ellos,
mantener el control y alimentarnos sanamente, como a continuación sugerimos.
Cuando el organismo se somete a esfuerzo intenso y tensión, se ponen en marcha una serie de mecanismos
metabólicos que modifican el comportamiento para adaptarse a esa situación de estrés. Lamentablemente no
siempre los cambios son lo más recomendable para afrontar el momento y, por el contrario, pueden afectar la salud,
tal como sucede con la conducta alimenticia, la cual puede sufrir tres tipos de trastornos:
Hiperfagia (comer más de lo habitual para reducir la ansiedad).
Hipofagia (comer menos).
Anorexia (falta de apetito y distorsión de la imagen que se tiene de uno mismo).
Cualquiera de estos descuidos alimenticios trae como consecuencia principal la baja de nutrientes (comer
mucho no siempre es alimentarse), lo que a su vez acarrea disminución en la capacidad inmunológica, es decir,
nuestro cuerpo es más propenso a padecer enfermedades infecciosas. Pero no sólo eso, ya que también se reduce
la capacidad de reparación de tejidos, se pierden minerales y se altera el equilibrio del colesterol bueno (HDL), el
cual se reduce, mientras que el malo (LDL) tiende a incrementarse.
Comer para seguir adelante
El estrés encuentra muchas formas de manifestarse, siendo las más comunes irritabilidad, angustia, fatiga, dolores
musculares, de estómago y cuello e insomnio, y de prolongarse por varios días es detonador de gripe, asma, úlceras,
estreñimiento, así como diarrea, infartos, presión alta, alteraciones en la piel y caída del cabello.
Lo primero, entonces, es fortalecer al sistema inmune consumiendo vitamina C y zinc, presentes en cítricos
como guayaba, mandarina, naranja, limón y toronja, así como en carne roja, yema de huevo, productos lácteos y
mariscos.
No menos importante es incrementar los niveles de energía, mediante carbohidratos, que en poca cantidad y
con frecuencia proporcionan además efecto tranquilizador muy confortante. Como usted sabe, los podemos consumir
a través de pastas, pan, arroz, legumbres, papas y azúcares, principalmente.
El complejo B colabora también en la recuperación de vitalidad, de manera que es conveniente consumir
vegetales de hojas verdes, legumbres, frutas frescas y secas, cereales integrales (arroz y trigo, principalmente),
huevos, carne magra (sin grasa) y aves. Particularmente la B5 (ácido pantoténico) participa en los procesos para
mantener en buen estado memoria y concentración, en tanto que la deficiencia de vitamina B6 a nivel del cerebro
puede desencadenar conductas agresivas e hiperactividad.
Se sabe que el chocolate, en pequeñas cantidades, es estupendo promotor del optimismo y la felicidad, ya que libera
la hormona llamada endorfina, que entre otras funciones brinda sensación de bienestar. Pero, cuidado, si se
consume en exceso puede generar angustia, ya que este producto es rico en sustancias como cafeína, teobromina y
otras que irritan el hipotálamo (región del cerebro que controla la función de las glándulas).
Ahora bien, si está usted siendo presa de la ansiedad, lo mejor es comer fruta fresca, especialmente naranjas
y limones; también se sugiere tomar un vaso con leche y azúcar, pues de esta manera se estará consumiendo
triptófano, compuesto que estimula la producción de serotonina (sustancia antidepresiva). Pero, si el problema es ira
o enojo y necesita calmarse, coma cereales, lácteos, galletas integrales y miel en el desayuno, y pasta, arroz, pan,
legumbres y papas a lo largo del día, pues son alimentos que contienen carbohidratos, que, entre otros de sus
beneficios, aumentan los niveles de la misma serotonina y logran efecto sedante en los nervios.
Como se mencionó líneas arriba, el estrés es detonador de estreñimiento, lo que provoca presencia de toxinas de
origen animal en el colon, por tanto, lo indicado es comer productos que contengan fibra, ya que ésta aumenta el
bulto fecal y lo hace suave, disminuyendo la presión de las heces sobre la pared intestinal y acelerando la
evacuación y el desecho de toxinas. Particularmente, manzana y cítricos son aconsejables, así como granos y
cereales que conserven su capa exterior (es mejor consumir pan integral que el elaborado con harina refinada) y las
partes duras de vegetales y legumbres, en otras palabras, comerlos crudos.
Qué no comer
Como usted puede ver es muy importante saber qué comer para no desequilibrar la nutrición, pero igualmente
destacado es conocer qué productos debemos dejar de lado, como:
Irritantes. Té negro, refresco de cola, cigarro, café y alcohol contienen compuestos que alteran el estado de ánimo si
se consumen en exceso.
Comidas procesadas. Principalmente las elaboradas con considerables cantidades de grasa alteran el buen
funcionamiento del sistema digestivo.
Sal y azúcares. Compuestos que en demasía son causantes de presión arterial alta, el primero, y obesidad y caries,
el segundo. En contraparte, lo que los nutriólogos recomiendan es tomar por lo menos dos litros de agua cada día,
comer despacio y hacer cuatro o cinco comidas ligeras en lugar de tres muy abundantes, con lo que aprovecharemos
de mejor manera los nutrientes.
No está por demás recomendar practicar ejercicio moderado, como caminar, aeróbicos de bajo impacto, natación y
un poco de bicicleta, entre otros. Asimismo, procure tiempo para actividades que lo relajen, como escuchar la música
que le proporcione placer, ver una buena película o leer algún libro que lo haga sentir mejor.
Tome en cuenta todas estas recomendaciones para ponerlas en práctica con algún otro miembro de la familia que
atraviese por una situación de estrés, por ejemplo, los hijos en periodo de exámenes escolares, quienes igualmente
pueden llegar a sentirse angustiados o irritables.
Fuente: Salud y Medicinas.com Por: Olga Silva

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