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José Rubén Taramona H.

CAPITULO IV

OBJETO DE LA PRUEBA

1. CONCEPTO DEL OBJETO DE LA PRUEBA

Se ha definido la prueba como la obtención del cercioramiento del juzgador acerca de los
hechos necesarios para que pueda resolver el conflicto sometido a proceso, resulta lógico
considerar que el objeto de la prueba (thema probandum), es decir lo que se prueba son
precisamente esos hechos "objeto de la prueba ha escrito Camelutti es el hecho que debe
verificarse y sobre el cual vierte el juicio".

. El objeto de la prueba se delimita, pues, por los hechos afirmados por las partes. Pero en
el proceso civil no todos los hechos afirmados por las partes tienen que ser probados.
Entonces? ¿cuáles son los hechos afirmados que se deben probar? En principio, siguiendo
a Alcalá-Zamora, sólo requieren prueba los hechos afirmados que sean, a la vez,
discutidos y discutibles.

El objeto de la prueba es demostrar la verdad de estos hechos y no otros. Tal demostración


no puede ser producida con pruebas extrañas a esos hechos, no relacionado con ellos en
ninguna forma.

El artículo 188 del Código Procesal Civil dice "Los medios probatorios tienen por
finalidad acreditar los hechos expuestos por las partes, producir certeza en el Juez
respecto de los puntos controvertidos y fundamentar sus decisiones.

Los medios probatorios deben referirse a los hechos y a la costumbre cuando ésta sustenta
la pretensión. Los que no tengan esa finalidad, serán declarados improcedentes por el
Juez.

Esta facultad es muy delicada. La ley no puede regular específicamente los casos de
pertinencia o de impertinencia de la Prueba. Los autores establecen una regla muy
segura dentro de su generalidad. Ella consiste en suponer verdadero el hecho invocado
para examinar las consecuencias que se desprenderían de él, o sea, se influiría en uno u
otro sentido en el pronunciamiento del fallo. En caso afirmativo se deberá admitir la
prueba ofrecida sobre el hecho, por ser pertinente. En el caso opuesto, cuando el hecho,

. aún suponiéndolo probado, no tendría ninguna influencia sobre el sentido del fallo,
entonces la prueba es impertinente y debe rechazarse" .

2. PROCESO DE HECHO Y DE PURO DERECHO

El tema del objeto de la prueba busca una respuesta para la

pregunta "qué se prueba, qué cosa debe ser probada".

Nuestros códigos han distinguido los procesos de hecho de los de puro derecho. Los
primeros dan lugar a pruebas: las segundas no. Agotada la etapa de sustanciación,
directamente se cita para sentencia.

Esta división elemental suministra una primera noción para el tema en estudio:
regulannente, el derecho no es objeto de prueba: sólo lo es el hecho o conjunto de hechos
alegados por las partes en el juicio.

3. LA PRUEBA DEL DERECHO, PRINCIPIO GENERAL

Existe un estrecho vínculo entre la regla general de que el derecho no se prueba y el


principio general que consagra la presunción de su conocimiento: no tendría sentido la
prueba del derecho, en un sistema en el cual éste se supone conocido. El conocimiento,
se ha dicho, trae la obligatoriedad de la aplicación de la nonna, como la luz proyecta la
sombra.

La regla era la inversa en el derecho griego primitivo, en el cual el juez sólo podía aplicar
la ley invocada y probada por las partes. Para Aristóteles las pruebas eran cinco: "las
leyes, los testigos, los contratos, la tortura de los esclavos y el juramento".
Dichas nonnas tienen, sin embargo, algunas excepciones que son objeto de solución
especial. Así, por ejemplo cuando la

existencia de la ley es discutida o controvertida, se produce una interferencia entre el


campo del hecho y del derecho. En este ejemplo, la existencia o inexistencia de la ley,
que es sí misma derecho, puede derivar en un tema de hecho. Frente a la duda acerca de
la autenticidad de las ediciones oficiales, era menester producir prueba de hecho de la
existencia o de la inexistencia de la ley, acudiendo a los archivos del Parlamento y del
Ejecutivo, donde se encuentran los textos originales.

Una primera excepción, pues, al principio de que el derecho no es objeto de prueba, seria
la existencia o inexistencia de la ley. Conviene aclarar, sin embargo, que si las partes
hubieran discutido la existencia del derecho, sin producir prueba al respecto, ello no
obstaria a que el Juez decidiera igualmente el conflicto investigado por sus propios
medios, aun fuera del juicio, la ley aplicable.

4. PRUEBA DE LA COSTUMBRE

El Código adjetivo expresa en el numeral 190: "Los medios probatorios deben referirse a
los hechos y a la costumbre cuando ésta sustenta la pretensión".

Es la que surge de aquellos casos en los cuales la costumbre es fuente de derecho. Así
ocurre, por ejemplo, materia de medianería, de usos comerciales, de abordaje, de salarios,
etc.

En estos casos en que la costumbre es derecho, si fuera discutida o controvertida, habría


de ser objeto de prueba. Pero también en estos casos debe tenerse presente que, a falta de
prueba suministrada por las partes, . el juez puede hacer la investigación de la costumbre
por sus propios medios. En este caso más que de una carga de la prueba debe hablarse de
un interés en la prueba. La parte que apoya su derecho en la costumbre debe ser diligente
en producir la prueba de ésta. Pero si no lo hiciera, el juez

puede aplicar la costumbre según su conocimiento particular u ordenar de oficio los


medios de prueba pendientes a tal fin.

5. LA PRUEBA EN EL DERECHO EXTRANJERO


En relación con la prueba, se ha basado en la doctrina de Lessena de principio del siglo
actual, y ha exagerado el principio dispositivo en relación con la carga de la prueba de
dicho derecho, según ella, cuando las partes invoquen derecho extranjero, no sólo deben
probar su vigencia, sino, además su aplicabilidad a los hechos afirmados.

Es decir, las partes no sólo tienen la carga de probar el derecho invocado, sino también la
carga de demostrar que tal derecho es el aplicable, con lo cual prácticamente sustituyen
toda la actividad del juzgador en esta materia. Esta interpretación consagra y ratifica la
pasividad del órgano jurisdiccional, el cual no sólo debe ignorar el derecho extranjero,
sino que tampoco puede investigarlo, y, aún conociéndolo, no puede interpretarlo.

Según el autor Siqueiros, señala que para probar la existencia del derecho extranjero,
puede tomarse alguna de las siguientes medidas:

1.- Presentación del texto auténtico de la ley o ejemplar que contiene, con traducción
oficial en su caso:

2. - Dictámenes periciales, generalmente a cargo de Abogados con prestigio profesional


del lugar donde rija la ley extranjera;

3.- Certificados de cónsules en el exterior, apoyados en los dictámenes técnicos que


dichos funcionarios requieran; y

4. - Certificación que expida la Secretaría de Relaciones Exteriores después de consultar


lo conducente con las legaciones con consulados en este país. A ésta última, por ser
documento público con pleno valor probatorio, la Corte Suprema de Justicia ha
considerado medio idóneo para probar el derecho, lo mismo que el Código Civil.

Sin embargo, es menester aclarar que, con arreglo al Tratado de Derecho Procesal
Intemacional de Montevideo, de 1889, arts. 1 y 2 del Protocolo Adicional, el derecho de
los países signatarios no necesita ser objeto de prueba. Basta con que el

Juez se ilustre respecto de él, y lo aplique, sin necesidad de prueba.

6. LA PRUEBA EN EL DERECHO CONSUETUDINARIO


No siempre el derecho consuetudinario debe ser objeto de prueba. De acuerdo con el
Tratadista Pallares, dice la costumbre puede no requerir prueba en dos casos:

1) cuando sea un hecho notorio: y

2) cuando consta en sentencia dictada por tribunal.

La costumbre, fuera de estos dos casos puede ser probada mediante declaración de
testigos o dictamen pericial. Este último medio resulta el más idóneo.

La Jurisprudencia. No resulta muy explicable: la jurisprudencia tiene una importantísima


misión integradora como fuente de interpretación. En este punto consideramos,
justificación que hace el artículo III T.P. del C.P.C., segunda parte: en caso de vacío en
las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los principios generales del derecho
procesal y a la doctrina jurisprudencial correspondiente. en atención a las circunstancias
del caso.

Pero lajurisprudencia no puede ser una prueba y sí únicamente que se le refleje con
exactitud y se le cite con precisión, en cuanto a la fecha, tribunal del que emane.

7. LA PRUEBA DE LOS HECHOS

Como hemos expresado anteriormente. una de las manifestaciones específicas del


dispositivo que rige el proceso civil es que las partes fijen el objeto de la prueba (thema
probandum), los hechos por probar, a través de sus afirmaciones. De esta manera, por
regla, el juzgador tiene el deber de resolver secundum aldegata el probata a partibus
(según lo alegado y probado por las partes).

El objeto de la prueba se delimita, pues por los hechos afirmados por las' partes. Pero en
el Proceso CM! no todos los hechos afirmados se deben probar.

Esta conclusión se apoya en la norma que establece que las pruebas deben ceñirse al
asunto sobre que se litiga, y las que no le pertenezcan serán irremisiblemente desechadas
de oficio, al dictarse sentencia. Y los asuntos sobre que se litiga son, sin duda, aquellos
que han sido objeto de proposiciones contradictorias en los escritos de las partes.

Puede afirmarse que en esta sencilla norma queda comprendida la teoría del objeto de la
prueba. Mediante ella se procura fijar, con la máxima exactitud posible, el conjunto de
proposiciones que quedan sometidas a verificación judicial. Si invirtiendo el texto del
precepto se dijera que los hechos no impugnados no son objetos de prueba, quedarían
expuestos los dos aspectos del principio.

8. HECHOS ADMITIDOS EXPRESAMENTE

La doctrina llama admisión a la circunstancia de no impugnar las proposiciones del


adversario. Los hechos admitidos quedan fuera del contradictorio y, como consecuencia
natural,

fuera de la prueba. Es inútil, decía el precepto justiniano a, ¡ probar los hechos no


relevantes: "frustra probatur que probatum non relevat".

Es necesario ver en esta fórmula una aplicación del principio de economía procesal, que
induce a realizar los fines del juicio con el mínimo de actos. Al concluir que los hechos
no impugnados se tienen por admitidos, se llega no sólo a la solución aconsejada por la
lógica de las cosas, sino a la que aconseja un bien entendido principio de ahorro de
esfuerzos innecesarios. Imponer la prueba de todos los hechos, aun de los aceptados
tácitamente por adversario, representaría exfgiruninútil dispendio de energías contrarias
a los fines del proceso.

Puede afirmarse, entonces, que esta expresión establece que la prueba debe recaer
solamente sobre los hechos controvertidos, representa una limitación, especie de
encuadramiento objetivo, de las proposiciones de hecho que han de ser objeto de prueba.
La determinación de los hechos controvertidos y no controvertidos es una función de
depuración previa, para saber qué hechos deben ser probados y qué hechos no deben serlo.

9. HECHOS ADMITIDOS TACITAMENTE

Hay necesidad, sin embargo, de fijar el alcance de esta doctrina,teniendo en cuenta


aquellos casos en los cuales la demanda no ha sido impugnada por imposibilidad jurídica
o material de hacerlo.
Así, en los casos de respuesta de expectativa, cuando ésta es legítima, el actor debe
producir totalmente la prueba, por aplicación del principio de que a él le incumbe la
prueba de sus proposiciop.es.

Otro tanto sucede en el caso en que el demandado es declarado rebelde: en este caso,
objeto de prueba son todos los extremos que invoca el actor, aunque el juez puede aplicar
menor rigor en la apreciación de esa prueba, en atención a la propia actitud del
demandado.

En el derecho antiguo, la rebeldía del reo relevaba totalmente al actor de la producción de


la prueba. No mediaba para tal fin el principio de hostilidad al rebelde, reflejado en los
preceptos los absents ent toujours tert y contra obsentes emnia jura clamant, sino, más
bien, el principio dogmático de que hecho impugnado era hecho admitido, llevado hasta
sus últimos extremos.

La solución del derecho moderno es diferente. El rebelde es admitido a producir prueba,


porque la ley establece contra él una serie de sanciones, pero entre ellas no se halla la de
privarle de la prueba. La privación de prueba al rebelde significa desnaturalizar uno de
los atributos del sistema probatorio: el de la recíproca oposición, en el debate y en las
pruebas, de ambas partes. El texto legal hace gravitar la prueba sobre los hechos que se
litigan: y los hechos que se litigan, aunque sean tan sólo los que invoca el actor,siempre
pueden ser objeto de contraprueba por parte del adversario.

Cuando la jurisprudencia se ha inclinado por la precedente solución, lo ha hecho


amparándose no sólo en las razones de principio enunciadas, sino también siguiendo su
línea de liberalidad y de tendencia a permitir que llegue al juicio el máximo de elementos
de convicción que benefician la obra de la justicia.

Todavía el principio de que los hechos controvertidos son objeto de prueba, exige nuevas
aclaraciones, porque detenninados hechos controvertidos no necesitan probarse.

No son objeto de prueba, por ejemplo, dentro de los hechos controvertidos, los hechos
presumidos por la ley, los hechos evidentes y los hechos notorios.

10. HECHOS PRESUMIDOS POR LA LEY

No necesitan prueba los hechos sobre los cuales recae una presunción legal.

Una presunción legal es una proposición normativa acerca de la verdad de un hecho. Si


admite prueba en contrario se dice que es relativa; si no admite prueba en contrario se
denomina absoluta. Como creemos haberlo demostrado en otra oportunidad, ni las
presunciones legales ni las judiciales son medios de prueba.

Así, por ejemplo, no es necesario probar que el demandado conocía cuáles eran sus
obligaciones jurídicas, porque todo el

sistema del derecho parte de la presunción del conocimiento de la ley. No hay tampoco
necesidad de probar en el juicio que el hijo nacido durante la existencia del matrimonio,
vivía de los padres de consuno, es hijo de esos padres. No hay necesidad de probar que el
fundo es libre y que no soporta gravamen, porque la ley lo presume así, etc.

La doctrina ha insistido siempre en las proyecciones de la presunción sobre la carga de la


prueba. Pero parece indispensable aclarar que esos efectos sobre la carga de la prueba,
que serán más adelante considerados, son apenas una etapa consecutiva de los efectos que
ese fenómeno proyecta sobre el objeto de la prueba.

La presunción legal absoluta significa consagrar una exención de prueba de los hechos
presumidos. No sólo se declara inútllla prueba contraria, sino que también se declara inútil
la prueba favorable. Cuando la ley presume que la cosa juzgada refleja la verdad, no sólo
priva de eficacia a la prueba dirigida a demostrar la mentira de la sentencia, sino que
también consagra la inutilidad de la prueba dirigida a demostrar la verdad de la sentencia.

La disposición legal que establece que "toda presunción legal exime a la persona en cuyo
favor existe, de probar el hecho presumido por la ley", consagra, ante todo un precepto
del objeto de la prueba. El hecho presumido no necesita prueba; no es objeto de ella.
También lo es el hecho objeto de una ficción legal.

La presunción y la ficción, en este sentido, más que medios de prueba son subrogados de
prueba. Son razones de políticajurídica, algunas de ellas connaturales con la vigencia
misma del derecho, que instan al legislador a consagrar detenninadas soluciones de la
índole de las expresadas. La elim1nación del campo de la prueba no es sino la
consecuencia natural de su elim1nación del campo del debate.

De acuerdo con Couture, en el supuesto hecho de hechos presumidos por la ley hay que
distinguir tres elementos: a) un

hecho conocido; b) un hecho desconocido; y c) una relación de causalidad entre ambos


hechos. Las presunciones legales sólo excluyen (cuando son absolutas o revelan) cuando
son relativas de la carga de la prueba del hecho desconocido. Es necesario. por tanto
probar el hecho del cual se presume.
Lo que en realidad queda fuera del campo del objeto de la prueba son los dos últimos de
esos elementos: el hecho desconocido y la relación de causalidad.

Pero nada sustrae de la actividad probatoria la demostración del hecho en que la


presunción debe apoyarse. Para que funcione la presunción de verdad que emana de la
cosa juzgada, debe probarse plenamente la existencia del fallo ejecutoriado; para que se
presuma la filiación del hyo de familia es menester la prueba del matrimonio.

Admitido lo que precede, que fija las relaciones del hecho presumido con la teoría del
objeto de la prueba, queda planteado el problema de saber cómo influye esta construcción
sobre el tema de la carga de la prueba, al provocar una verdadera inversión en el sistema.

El desarrollo del tema se hará en el momento oportuno al 11.

LOS HECHOS EVIDENTES

También está fuera del objeto de la prueba la demostración de los hechos


evidentes.

A nadie se le exigiria probar, por ejemplo, el hecho de que haya llegado primero ante sus
sentidos, los efectos de la luz que los efectos del SOnido,que la luz del día favorece la
visión de las cosas y la oscuridad, la dificultad, etc. En esos casos la mentalidad del juez
suple la actividad probatoria de las partes y puede considerar

se innecesaria toda tentativa de prueba que tienda a demostrar un hecho que surge de la
experiencia misma del magistrado.

En este punto, vuelve la teoría de la prueba a tomar importante contacto con la génesis
lógica de la sentencia. La exención de

prueba de los hechos evidentes, no constituye sino un aspecto del problema más vasto del
saber privado del juez como elemento integrante de su decisión. Tanto en el derecho
inglés, como el alemán, como en el italiano, se ha hablado de la prueba prima facie,
considerando tal a aquella que permite extraer la prueba de los principios prácticos de la
vida y de la experiencia de lo que generalmente ocurre en el natural desarrollo de las
cosas.
En nuestro derecho, las disposiciones relativas a presunciones judiciales, "confiadas a las
luces y a la prudencia del magis

trado", consagran la posibilidad de que éste supla las faltas de prueba de las partes, con
su normal conocimiento de las cosas y su experiencia de la vida. Si de la prueba producida
surge que un automóvil corría a 140 kilómetros por hora, no es necesario probar que no
pudo ser detenido por su propia acción mecánica en un espacio de dos metros. La
experiencia, el común conocimiento en el estado actual de información que poseemos,
nos enseña que tal cosa es imposible. La evidencia, prueba prima facie, hace inneceSaria
otra demostración.

La doctrina del saber privado del Juez, de aquello que él conoce por ciencia propia, admite
al estudiar la fonnación de la sentencia, la aplicación de las llamadas máximas de
experiencia. Estas son normas de valor general, independientes del caso específico, pero
que, extraídas de cuanto ocurre generalmente en múltiples casos, pueden aplicarse en
todos los otros casos de la misma especie. Tanto para la prueba prima facie, como para las
máximas de experiencia, no rige la prohibición común de no admitir otros hechos que los
probados en el juicio. La-máxima quod non est in actis no est in mundo no es aplicable
para esos hechos que no podrá negarse sin negar la evidencia.

Pero se debe aclarar que no esto supone la prohibición de una prueba contraria.

Los hechos tenidos por evidentes caen ante nuevos hechos o nuevas experiencias
que los desmienten o contradicen.

Una máxima de experiencia habría hecho innecesaria para un juez romano del tiempo de
Augusto, la prueba de que una misma persona pudo haber estado presente el mismo día
en Atenas y en Roma: hoy habría que admitir una cosa distinta. La máxima de experiencia
apoya en la velocidad del automóvil, en el ejemplo más arriba propuesto, habría rechazado
hace cuarenta años, hasta la posibilidad de que un vehículo de esa índole llegara a correr
a 140 kilómetros por hora: la imposibilidad de detenerse en un espacio de dos metros,
admisible en el momento actual, podrá no serIo dentro de algunos años.

Del desmoronamiento de máximas de experiencia y de hechos evidentes está hecho el


progreso científico y técnico. Una prohibición de probar lo contrario de los hechos tenidos
por evidente, carecería de toda justificación científica.

12. LOS HECHOS NORMALES


La tesis de que lo evidente no necesita prueba, admitida por los autores antiguos, ha tenido
en la doctrina una extensión o prolongamiento de muy especial interes.

Tanto la doctrina como la jurisprudencia aceptan que a falta de prueba, los hechos deben
suponerse conforme a lo normal y regular en la ocurrencia de las cosas.

Frecuentemente los tribunales suplen las faltas de pruebas de las partes, admitiendo que
los hechos deben haber ocurrido como suceden naturalmente en la vida y no en forma
extravagante o excepcional. Aquel a quien la noción normal beneficia, es relevado de
prueba. Su adversario es quien debe probar lo contrario.

Este tema es considerado habitualmente como una cuestión , atinente a la carga de la


prueba, ya que aparentemente significa

eximir de la prueba a una de las partes (la que sostiene lo normal) y gravar con ella a la
otra (la que sostiene lo extraordinario). Pero, parece fácil de percibir que tampoco se halla
aquí en juego un principio de distribución de la carga probatoria entre las partes. Lo que
está en tela de juicio es el punto de saber si los hechos evidentes, regulares y normales
son objeto de prueba.

La regla, en el sentido que acaba de exponerse, es la de que los hechos normales no son
objeto de prueba. El conocfmiento de éstos, forma parte de esa especie de saber privado
deljuez, que éste

puede invocar en la fundamentación de la sentencia. Lo contrario de lo normal es, eso sí,


objeto de prueba. La parte que sostenga que la visibilidad era perfecta durante la noche, o
que una casa nueva y bien construida amenaza ruina, o que el acto del comerciante fue a
título gratuito, o que el presunto padre era impotente, o que el consentfmiento fue
arrancado por dolo, etc.. deberá producir la prueba de ese extremo. Pero nada impone al
que alega la defectuosa visibilidad de la noche. la solidez de la casa reciente, el carácter
lucrativo del acto de comercio, la aptitud de generación del presunto padre, el valor
obligatorio del consentfmiento, etc., dirigir su actividad probatoria hacia esos hechos que,
por normales y constantes, se deben tener por admitidos hasta prueba contraria.

La doctrina más reciente ha venido perfeccionando la noción de standard juñdico,'


definiéndola como "una medida media de conducta social, susceptible de adaptarse a las
particularidades de cada hipótesis determinada". El standard es una gran línea de
conducta, una directiva general para guiar al juez; un verdadero instrumento de técnica
juñdica diariamente aplicado, la intuición y la experiencia, se dice, señalan al magistrado
la aplicación empírica del standard. La misma doctrina pone como ejemplos de esa medida
de conducta social la b.uena fe en los negocios, la diligencia del buen
padre de familia en la noción de culpa. El reasonable service facilities en el derecho de
los servicios públicos.

Una noción semejante domina el derecho en materia probatoria. El standard es la


suposición absolutamente natural de que los hombres mantienen su línea habitual de
conducta; que los hechos se desenvuelven de acuerdo con las previsiones regulares de la
experiencia; que los actos se inspiran en los móviles que se reflejan en el mundo exterior.

El relevo de prueba de esas circunstancias, como consecuencia natural de lo evidente y


normal, se apoya tanto en un principio lógico (el principio de causalidad), como en una
regIa empírica (el normal conocfmiento de la vida y de las cosas).

13. LOS HECHOS NOTORIOS

De acuerdo con el Código Procesal Civil, los hechos notorios pueden ser invocados por
el juzgador, aunque no hayan sido alegados ni probados por las partes. Esto significa que
no sólo se excluyan de prueba los hechos notorios, sino que, además, no requieren ser
afirmados por las partes para que el juzgador los pueda introducir al proceso.

En una definición ya clásica, Calamandrei precisó que son notorios los hechos cuyo
conocimiento forma parte de la cultura moral de un determinado sectQr social al tiempo
de pronunciarse la resolución. La notoriedad es un concepto esencialmente relativo: no
existen hechos conocidos por todos los hombres sin lfmitación de tiempo ni de espacio.
Además, la notoriedad de un hecho dentro de un determinado ámbito social, significa
conocimiento efectivo del mismo por todos aquellos que integran ese sector y ni siquiera
conocfmientos efectivos del mismo por parte de la mayoña de aquéllos.

Sin embargo, este principio exige una serie de aclaraciones, tendientes a demostrar con
mayor precisión posible, qué hechos deben considerarse notorios.

Por lo pronto, el concepto de notoriedad no puede tomarse como concepto de generalidad.


Un hecho puede ser notorio sin ser conocido por todos. En ese sentido, se comprende que
sea notorio el hecho, por ejemplo, de que a fmes de 1945 fue inventado el procedimiento
de división del átomo, creándose así una nueva fuente de energía. Pero ese hecho no es
conocido de todos, pues no lo es de las personas que viven fuera de los
centros de información. Sin embargo, por la circunstancia de que haya gran cantidad de
personas que lo , ignoran. no debe deducirse que el hecho no sea notorio.

Tampoco equivale a conocimiento absoluto, sino a conocimiento de carácter relativo. Así,


es notorio el nombre de los afluentes del río Amazonas. aunque quien debe responder no
se encuentre en el acto en condiciones de repetir sus nombres de memoria, bastaría para
recordados con acudir a una sencilla información.

Tampoco notorio quiere decir conocimiento efectivo, es decir, conocimiento real. Nadie
duda de la ocupación de París por los ejércitos alemanes en 1940 y su ulterior liberación,
aunque no se tenga un conocimiento real o efectivo derivado de la contemplación de ese
hecho. En ese sentido, pues, notoriedad no es tampoco efectivo conocimiento, sino
pacífica certidumbre; una especie de estado de seguridad intelectual con que el hombre
reputa adquirida una noción.

y por último, tampoco lo notorio puede interpretarse en un sentido tendiente a abarcar el


conocimiento por todos los hombres de un mismo país o de un mismo lugar. Así, por
ejemplo, dentro de un mismo país. Un hecho podrá ser notorio para unos hombres y no lo
será para otros. Las ferias ganaderas o agrícolas, son notorias para los hombres del campo
y desconocida para los hombres de la ciudad; ciertos actos culturales o artísticos lo son
para éstos y no para aquéllos.

El concepto de notoriedad procura, sin embargo, dos altos fines de política procesal. Por
una parte, un ahorro de esfuerzos al relevar a las partes de producir pruebas innecesarias.
En este sentido significa un homenaje al principio de la economía, oportupamente
expuesto. Por otra parte, procura prestigiar la justicia evitando que ésta viva de espaldas
al saber común del pueblo y su arte, consista, como se ha dicho, en "ignorar jurídicamente
lo que todo el mundo sabe".

La conclusión a que se debe llegar, luego de cuanto queda expuesto, es la de que pueden
considerarse hechos notorios, aquellos que entran naturalmente en el conocimiento, en la
cultura o en la información normal de los individuos, con relación a un lugar o a un círculo
social y a un momento determinado, en el momento en que ocurre la decisión.

La aplicación del concepto desarrollado con relación al juicio civil conduce a resultados
como los que se pasan a proponer.

Si el actor y el demandado han celebrado un convenio por virtud del cual se establece que
uno pagará a otro una suma de dinero "el día en que cambie el actual gobierno", la
exigibilidad de la obligación depende de un hecho que es, sin duda, notorio con relación
al medio o círculo social en que el juez y las partes actúan. No será necesario, en
consecuencia, la prueba de que un nuevo gobierno asumió el poder, una vez que ese hecho
haya ocurrido.

Parece necesario. todavía, aclarar con relación al concepto de notoriedad, que el principio
de que lo notorio no necesita prueba no es aplicable en aquellos casos en los cuales la ley
exige la notoriedad como elemento determinante del derecho. Así ocurre con la posesión
notoria del estado civil; la sufici~ncia notoria; la incapacidad notoria; la notoria mala
conducta, a que las leyes aluden reiteradamente. Si se fueran a aplicar irreflexivamente
las ideas que se acaban de exponer, se debería llegar a la conclusión de que el hijo que
disfruta de posesión notoria no necesita producir prueba de ese extremo. Esta petición de
principio sería absurda, porque lo notorio es, en tal caso, el propio hecho controvertido, y
la condición necesaria para la existencia del derecho. Es, entonces, objeto de prueba, por
cuanto lo que se discute es, justamente, su existencia o inexistencia.

14. DETERMINACION DE LAS PRUEBAS PERTINENTES Y ADMISIBLES.

La teoría del objeto de la prueba procura, como se ha visto, señalar cuáles son
las proposiciones de las partes que deben probarse y cuáles no requieren demostración.

Pero cuando el intérprete ha fijado con mayor exactitud posible los puntos que quedan
dentro de la actividad probatoria y los que quedan fuera de ella, encuentra a su paso una
regla de carácter general cuyo sentido requiere una apreciación.

El precepto complementario en materia de objeto de la prueba es el de que si bien sólo


requieren demostración los hechos controvertidos y no se admitirá prueba, en ningún
caso, sobre los hechos que no son objeto de ella, las. que no pertenezcan (al litigio) serán
irremisiblemente desechadas de oficio al dictarse sentencia.

El problema se plantea, entonces, frente a los textos citados,

en los siguientes términos: .

a) La prueba que no corresponde al debate, puede ser desechada in limine, desde el


momento mismo de su producción.

b) Por el contrario, debe ser admitida, sin peIjuicio de no apreciar su eficacia sino en el
momento de dictarse sentencia.
La importancia de la solución que se adopte, radica en que ambas fórmulas entrañan
peligros de verdadera consideración dentro del desenvolvimiento del juicio. De elegirse
la primera de ambas soluciones, creando la posibilidad de que el juez rechace de plano la
prueba que considere innecesaria, se crea el grave riesgo del prejuzgamiento; el
magistrado, guiándose por impresiones superficiales, sin un conocimiento real y profundo
del asunto, privaría a una de las partes de demostrar la exactitud de sus afirmaciones. Más
de una vez, la jurisprudencia ha rechazado esta Solución apoyándose en tales argumentos.
Pero si se adopta la solución contraria, se consagra la posibilidad de que los litigantes
aporten al juicio un cúmulo de pruebas inapropiadas, inútilmente costosas, hasta ofensivas
del derecho del adversario de la propia autoridad de lajusticia: se adjudicaría, así, al
magistrado, dentro de esta etapa del juicio, un papel pasivo e inerte, impropio de su
función.

Para abordar el estudio de este problema es menester anticipar una cuestión de léxico.

En este sentido corresponde distinguir la pertinencia de la admisibilidad de prueba.

Prueba pertinente es aquella que versa sobre las proposiciones y hechos que son
verdaderamente objeto de prueba. Prueba impertinente es, por el contrario, aquella que
no versa sobre las proposiciones y hechos que son objeto de demostración. Una prueba
sobre un hecho no articulado en la demanda o en la réplica por el actor, o en la contestación
y en la dúplica por el demandado, es prueba impertinente. También lo es la que versa
sobre hechos que han sido aceptados por el adversario. Se trata, como se ve, de la
aplicación apropiada de los principios del objeto de la prueba, que acaban de exponerse.

Nuestro derecho adjetivo dice: Los medios probatorios deben referirse a los hechos y a la
costumbre cuando ésta sustenta la pretensión. Los que no tengan esa finalidad, serán
declarados improcedentes por el Juez. Son también improcedentes los medios de prueba
que tiendan a establecer:

l. - Hechos no controvertidos, imposibles o que sean notorios o de pública evidencia.

2. - Hechos afirmados por una de las partes y admitidos por la otra en la contestación de
la demanda, de la reconvención o en la audiencia de fijación de puntos controvertidos.

Sin embargo, el Juez puede ordenar la actuación de medios probatorios cuando


se trate de derechos indisponibles o presuma dolo o fraude procesales;

3. - Los hechos que la ley presume sin admitir prueba en contrario; y,


4.- El Derecho nacional, que debe ser aplicado de oficio por los Jueces. En el caso del
derecho extranjero, lá parte que lo invoque debe realizar actos destinados a acreditar la
existencia de la norma extranjera y su sentido.

La declaración de improcedencia la hará el Juez en la audiencia de fijación de


puntos controvertidos. Esta decisión es apelable sin efecto suspensivo. El medio de prueba
será actuado por el Juez si el superior revoca su resolución antes que se expida sentencia.

En caso contrario. el superior la actuará antes de sentenciar. (Art. 190 e.p.e)

En cambio. de prueba admisible o inadmisible se habla para referirse a la idoneidad o


falta de idoneidad de un medio de prueba determinado para acreditar un hecho. No se
trata ya del objeto de la prueba. sino de los medios aptos para producida. Así. puede

,sostenerse que es prueba inadmisible. por ejemplo la de testigos para acreditar la pericia
de un sujeto en un arte u oficio detem1inado; las cartas misivas dirigidas a terceros.
cuando se trata de acreditar obligaciones; la exhibición general de los libros de comercio
fuera de los casos previstos en la ley mercantil; la prueba de documentos que debió haberse
presentado con la demanda y no

se presentó: la prueba de posiciones a cargo de un menor de edad. etc. En estos casos.


como se ha dicho. no se halla en juego la pertinencia o impertinencia de la prueba. sino la
idoneidad del medio utilizado para producida.

Lo que la norma legal en estudio posterga para el momento de la sentencia es la


apreciación de la pertinencia o impertinencia de la prueba; no su admisibilidad.

La propuesta. una prueba aparentemente impertinente. no corresponde debatir in limine


sobre su incorporación o su alejamiento del proceso. El Juez debe postergar siempre esa
calificación para la sentencia definitiva.

Lajurisprudencia ha reservado. sin embargo. a los jueces. una especie de válvula de


seguridad. para aquellas pruebas notoriamente impropias. o escandalosas. o cuyo costo
desproporcionado excede de las exigencias del litigio, o escrito improcedentes, etc. Pero
estas soluciones no pueden considerarse inherentes a la prueba sino de verdadera
diSciplina judicial. tendiente a evitar los excesos de litigantes notoriamente maliciosos.
Fuera de esos casos, y aun en la duda, la conducta que corresponde asumir, conforme al
derecho vigente. es reservar el pronunciamiento para el instante del fallo.
Un ejemplo de la solución precedente, destinado a aclarar su alcance. sería el siguiente
juicio de responsabilidad civil; se solicita la prueba de testigos para acreditar la falta de
actitud del demandado para el manejo de un automóvil; esa prueba puede adolecer de dos
vicios: uno. consistente en el hecho de que tal falta de habilidad no fue invocada por el
actor ni en la demanda ni en la réplica; otro derivado del hecho de que la ineptitud para
manejar automóviles sólo puede ser apreciada por peritos. El primero de esos defectos
constituye un problema de pertinencia; el segundo. un problema de admisibilidad. El juez
no podrá rehusarse a admitir la prueba invocando su impertinencia. pero podrá denegar
su diligenciamiento aduciendo la inadmisibilidad del medio elegido para demostrar el
hecho.

15. FACULTAD DEL JUZGADOR PARA ORDENAR LA PRACTICA DE PRUEBAS.

De acuerdo con el artículo 196 e.p.e. cuando los medios probatorios ofrecidos por la partes
sean insuficientes para formar convicción, el Juez en decisión motivada e inimpugnable,
puede ordenar la actuación de los medios probatorios adicionales que considere
convenientes. Excepcionalmente. el Juez puede solicitar la comparecencia de un menor
de edad siempre que sea mayor de doce años, a la audiencia de prueba o a una especial.

Este precepto faculta al juzgador para ordenar de oficio. es decir. sin necesidad de
proposición de parte la práctica de los medios de prueba que estima conducentes para el
conocimiento de la verdad sobre hechos controvertidos. Es claro que esta amplia facultad
rebasa el contenido de las tradicionales "diligencias para mejor proveer" que eran las
medidas probatorias que el juez podía decretar, también de oficio. para mejor
conocimiento sobre los hechos controvertidos. pero sólo una vez que hubiese concluido
la práctica de las pruebas propuesta por las partes y que éstas hubiesen formulado sus
alegatos.

La clara redacción del artículo 196, permite que la facultad del juzgador para ordenar de
oficio las pruebas. puede ser ejercida "en todo tiempo". es decir. desde la iniciación de la
fase probatoria hasta antes del pronunciamiento de la sentencia. Asimismo. tal facultad
no tiene porqué reducirse sólo a ordenar la ampliación de la prueba ya propuesta y
practicadas por las partes. sino que también comprende la ordenación de la práctica de
pruebas no ofrecidas por las partes. con tal de que conciernan a los hechos debatidos y de
que en la ejecución de tales pruebas se respeten los derechos procesales
de las partes (particularmente. el derecho de participar en el desahogo de tales pruebas y
de objetar su valor probatorio.

La facultad contenida en el artículo 196. que resulta acorde con las tendencias modernas
en materia probatoria. no excluye en definitiva las regIas de la carga de la prueba. pero sí
intenta evitar el conocimiento del juzgador sobre los hechos controvertidos.

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