APLICACIÓN Y PERTINENCIA EN EL PROCESO DE DISEÑO, IMPLEMENTACIÓN, EJECUCIÓN Y EVALUACIÓN DE POLÍTICAS PÚBLICAS COMO NACIÓN Y SOCIEDAD
Las políticas públicas en su conjunto se pueden
considerar como un cristal a través del cual pueden visualizarse transformaciones de las relaciones entre el Estado y la Sociedad. A la luz de esta visión, se discurre que las políticas públicas son decisiones y acciones, intencionalmente coherentes, adoptadas por el Estado para abordar un problema políticamente definido como colectivo, en un marco institucional específico. Este conjunto de decisiones y acciones da lugar a actos formales, con un grado de obligatoriedad variable, tendientes a modificar la conducta de grupos sociales que, se presume, originan el problema colectivo a resolver. Esta noción de política pública incluye todo tipo de actividades normativas y administrativas, tanto reglas generales y abstractas como actos individuales y concretos, producidos durante la ejecución de las mismas. Por consiguiente, pensar, entonces, los procesos de gestión y de reforma desde este hábitat epistemológico requieren partir de los propios rostros humanos de quienes traducirán dicha política en la arena de la práctica cotidiana. Desde esta prerrogativa, a partir del presente ensayo se disertará acerca de la aplicación y pertinencia en el proceso de diseño, implementación, ejecución y evaluación de políticas públicas como nación y sociedad. A nivel mundial, se visiona que las naciones se están enfrentando actualmente ante una transformación del Estado y la sociedad, en donde el primero no posee la experticia, el conocimiento y los recursos económicos y políticos necesarios y suficientes para gobernar por sí sólo, y necesita entonces aunar esfuerzos con otros actores que hacen parte del escenario global. En estos términos, las múltiples interacciones sociales, los cambios en los sistemas políticos, la producción de redes a escalas globales, nacionales y locales, la aparición de organismos internacionales, la globalización, el cambio del paradigma económico, los reclamos de participación de la ciudadanía, los nuevos instrumentos de control de políticas públicas, la democratización política, entre otros numerosos cambios, han generado un nuevo escenario para llevar a cabo el arte de gobernar. Sin duda, este escenario es complejo y debe ser comprendido de manera sistémica e interrelacional. Es importante pues aseverar, que ante este escenario complejo se conjuga un nuevo orden institucional, que conlleva a que los Estados y sus instituciones contribuyan a alinear sus acciones, programas y políticas públicas con las exigencias del mercado globalizado. En este orden de ideas, los Estados ya no son los únicos sujetos estratégicos, ni siquiera los más importantes en el nuevo orden, sufriendo así profundas transformaciones en sus componentes institucionales esenciales. Según Sassen (2010), “la inserción de estos nuevos actores configura una nueva geografía de los procesos económicos mundiales, la cual se produce a partir de sujetos empresariales, de una infraestructura técnica e institucional necesaria (ciudades globales)” (p. 106), de esta forma se precisa que requiere de la actividad del Estado en la producción y legitimación de nuevos regímenes legales. Por lo cual, resulta simplista únicamente afirmar que la actividad o las funciones del Estado han sido reducidas o están desapareciendo; en cambio se refuerza la idea que el Estado se está transformando. Desde este argumento relacional, estos factores descritos pueden ser considerados, fundamentales para comprender el contexto político, económico y social en el cual surgen las nociones de estas condiciones o tendencias, por tanto, parafraseando a Castillo (2017, p. 163), contribuyen pues a promover un nuevo equilibrio entre las partes y, con ello, una nueva forma de entender la acción del Estado en las democracias actuales ante la crisis del modelo económico-social; el proceso de la globalización, que abarca no solo la esfera económica sino todas las esferas de la vida personal y social; la emergencia de una nueva base socio-tecnológica mucho más difusa que la del pasado; la revaloración de la sociedad civil en comparación con el Estado, en pro de su fortalecimiento y capacidad de exigir al Estado; la aparición de una sociedad de organizaciones como articuladoras del conocimiento de la sociedad civil y como formas de empoderamiento de la misma; y asimismo, las múltiples diferenciaciones, nichos o fracturas de intereses, culturas, ingresos, educación, capacidades, iniciativas, oportunidades, inserción laboral o social. Esta idea es interesante, por cuanto describe específicamente las aristas que materializan la efectividad o fracaso en el diseño de acciones y decisiones del gobierno como Estado, unas veces acertadas y otras desperdiciando la capacidad de diseñar e implementar políticas públicas, programas y proyectos, en unas condiciones determinadas por un contexto social, económico y político. A partir de este entramado discursivo, se comprende que las políticas públicas representan el conjunto de acciones y decisiones definidas y empleadas por una instancia gubernamental, con la ocupación y función de alcanzar objetivos considerados como deseables o necesarios, en pro de satisfacer asuntos de interés colectivo público, todo ello, a través de procesos destinados a transformar una situación problema detectada. Es decir, es una intervención de carácter pública. En consecuencia, a partir de la perspectiva etimológica concebida por Petrizzo (2010), en su libro “Los estudios contemporáneos de políticas públicas”, donde señala, que las políticas públicas “son el instrumento principal de la actuación gubernamental. Asumiendo ésta última como la acción de conducir los destinos de un país, las políticas públicas son el timón a través del cual se conduce” (p. 45). Sin embargo, aunque suele señalarse que las políticas públicas se orientan a la resolución de problemas, está claro que más allá de ese fin inmediato, persiguen la detección y la corrección de desigualdades producto de otras acciones gubernamentales. Además, las políticas públicas obran también como acelerador o como freno, de la nave, operan como catalizadores o dilatadores de los procesos políticos. En relación con los procesos implicados, el Estado ceñido a sistemas de planificación y a procesos de rendición de cuentas, en sincronía con una sociedad corresponsable, configura la dimensión postmoderna de la gestión pública. Desde la postura que aquí se parte, si bien entonces, se reconoce un rol sustantivo al Estado en términos de políticas públicas, el producto es fruto de los expertos que conforman el aparato estatal, lo que en el lenguaje de Peter Evans (1996), con sus discursos universalizantes portando un saber técnico exento de presiones o demandas societales donde las agendas de gobierno se escinden de las agendas públicas las denomina “autonomías insuladas” (p. 140). Sin embargo, este autor, entiende que las fuerzas sociales que interactúan en ese espacio llamado Estado, pueden elaborar también, “autonomías enraizadas o imbricadas” a partir de incorporar al análisis la importancia de los espacios institucionales (formales e informales) en la formulación e implementación de las políticas públicas. Y, es la evaluación de políticas públicas, la llamada a determinar en qué medida la intervención pública produce una mejora en la satisfacción de las necesidades colectivas impostergables. De allí, esta investigación consolidada en un ensayo con perspectiva crítica, cuyo objetivo es el análisis de los instrumentos que permitan consolidar la evaluación de políticas públicas en Venezuela en coherencia y pertinencia con los parámetros internacionales establecidos. Con carácter previo, interesa puntualizar acerca de un hecho insoslayable que permite otorgar perspectiva a los temas que se requiere analizar. Sin duda, las características de la relación entre Estado y Sociedad mediante el diseño, implementación, ejecución y evaluación de las políticas públicas en el país se fueron transformando durante las últimas décadas. Desde el retorno de la democracia hacia el año 1958, hasta la actualidad, se puede identificar distintas etapas asociadas, naturalmente, a los momentos políticos en los cuales se inscriben, que representan diversas estrategias de actuación del poder ejecutivo y modos variados de ejercer la regulación estatal. No obstante, se sostiene que las experiencias progresistas que gobernaron a Venezuela y en la región a partir de los años dos mil impulsaron un nuevo modelo de Estado y de intervención estatal que produjo cambios significativos en la orientación de las políticas públicas. La implementación de estas políticas públicas refleja que, durante las últimas décadas, la planificación estatal no se limitó al sostenimiento del sistema a través del financiamiento destinado a solventar los gastos de funcionamiento, que, desde luego, insumen una proporción mayoritaria del gasto total debido a la magnitud del sistema económico y social, y que, por otra parte, también revelan un compromiso con la recomposición de los niveles salariales de los trabajadores, sino que, por el contrario, avanzó en una nueva direccionalidad de las políticas para el sector, que pretendieron configurar un novedoso paradigma de políticas públicas, con acento en la planificación y la autonomía responsable, relación que supone la conjunción entre las necesidades del Estado como representante del interés público, la satisfacción de las demandas del conjunto de la sociedad y su rol fundamental como promotora de la construcción de un proyecto nacional. En esta línea de consideraciones, parafraseando a Azocar (2011) citado por Finol (2013), quien describe detalladamente que las políticas públicas aplicadas en Venezuela durante el período 1959-1998, marcaron la diferencia social en la población venezolana, por cuanto dicha situación hizo agudizar el descontento de la población venezolana, con los resultados económicos- sociales alcanzados hasta ese momento, razón por la cual se consideró la necesidad de construir, en bien del pueblo y la Nación, unas políticas públicas realizables para dar respuestas al soberano. A partir de allí, se inició un proceso de cambios en Venezuela, fundamentado en un proyecto socio- político, cuyo objetivo se trataba de lograr un modelo de economía humanista, competitiva y autogestionaria, donde se pretendía alcanzar en líneas generales el Desarrollo Económico y Social de la Nación. Además, puntualiza el autor citado, que la estructura político-social de Venezuela, está en un estado de transición, donde se facilite el proceso de organización y conformación de las estructuras del poder popular o comunitario, capaz en el futuro, de asumir el control de los procesos sociales para formar parte del sistema de planificación, producción y distribución orientado hacia el autodesarrollo de las personas y comunidades, razón por la cual Venezuela se orienta en la construcción del Socialismo del Siglo XXI, a través de las directrices del Proyecto Nacional Simón Bolívar. Ciertamente, en los últimos años, Venezuela representada por el Estado, ha considerado, diseñado, implementado, y ejecutado, una serie de planes a los cuáles se les ha denominado “Planes Socialistas de la Nación”, cada uno comprendiendo una duración de siete años, los cuales incluyen una gama de políticas públicas dirigidas a todos los sectores o ámbitos del país. No obstante, reflexionando con respecto al desarrollo de estos planes, desde la postura fenoménica de la autora, se discurre que tales instrumentos de gestión gubernamental, no han contado o emprendido la importante fase de evaluación, lo que ha coadyuvado a la no pertinencia, y fracaso de los planes subsecuentes, pues la profunda crisis por la cual atraviesa actualmente el país, es el reflejo inconmensurable de equivocadas políticas enmarcadas en posturas ideológicas más que estrategias encaminadas a un efectivo y eficaz desarrollo de la nación y de la sociedad. Al hilo de lo expuesto, es inminente que se formularon una serie de decisiones en materia de política pública que constituyeron una toma de posición por parte del Estado que, a través de su actuación, no privilegió el requerido desarrollo de políticas orientadas al fortalecimiento y autonomía institucional del sistema, al aseguramiento de la calidad y la pertinencia social de las instituciones y en menos sentido, no ayudaron a garantizar la participación de todos los sectores de la sociedad que conforman la nación, incluyendo al empresariado público y privado. Vinculado al contexto especificado, en el proceso de transformación desarrollado por el Estado venezolano en los últimos años, se evidencia que las organizaciones gubernamentales no han fortalecido sus aspectos de funcionamiento, como por ejemplo, su capacidad de gestión, si no por el contrario, ha ido en detrimento y hasta el hecho de desaparecer muchas instituciones de orden público, y esa cobertura negativa ha producido el cierre y emigración de importantes empresas privadas en el país, pues han generado un proceso que tiende a anular las especificidades de las organizaciones y a enlentecer los procesos de toma de decisiones y de ajuste de los programas a las necesidades locales. Es necesario destacar, que la atención puesta en el Estado, tal como se constata en este ensayo, ha sido dirigida a elementos que eran centrales en la formulación de políticas públicas, que no debieron ser entendidas como una apología de populismo económico, ni de estatismo tentacular que termina devorándose la esfera de lo público. Desde este horizonte de comprensión, es indispensable asumir una postura con carácter de criticidad pero también optimista, de manera que se fundamenten ideas visionarias en beneficio de una mejor conducción del país a partir de la participación activa de la sociedad en la elección de los mejores representantes para ejercer la dirección estratégica y política de la nación. A tal efecto, se revela fundamental asimismo para reconstruir la esfera de las políticas públicas, reconstituir el entramado social fuertemente golpeado, elevando la competitividad con la participación activa y verdaderamente protagónica de un cúmulo de actores, factores y estrategias, u de igual manera, fortaleciendo la presencia organizativa y distributiva del Estado resultando indispensable para la reinserción activa en el mercado internacional, pues desde la especificidad de la democracia, la misma exige tanto el fortalecimiento y recuperación de las capacidades institucionales del Estado como de una sociedad civil vigorosa que amplíe constantemente los límites y densidad del espacio público conformado por el conjunto de asociaciones vecinales o consejos comunales, los sindicatos, los partidos políticos, los medios de comunicación, en fin, las organizaciones de la sociedad civil en general. Sin lugar a dudas, la ciudadanía organizada puede generar grandes impactos e incidencias en el escenario y el ejercicio de la gobernabilidad, a través de su participación en las políticas públicas. Sin embargo, aún los mecanismos de participación ciudadana son incipientes, torpes, asistencialistas, y en algunos casos no se encuentran institucionalizados, no son obligatorios para el gobierno y, por ende, si el gobierno toma en cuenta o no a la ciudadanía es algo que depende del gobernante de turno o de los funcionarios del plan, proyecto o programa de gobierno. Sin duda, es importante trabajar en el desarrollo de lo que se entiende por participación real y efectiva que fomente la gobernabilidad. Posiblemente, los casos exitosos de participación en las políticas públicas puedan acercar a múltiples formas en que la participación de la comunidad contribuya al ejercicio de un gobierno por parte del Estado, que constituya y consolide verdaderas soluciones para el mejoramiento de las condiciones de la sociedad. Falta mucho por desarrollar al respecto, sin duda es necesario activar la participación de los actores sociales, económicos y políticos, de manera que puedan combinarse para encontrar la fórmula adecuada direccionada a alcanzar políticas públicas efectivas, eficientes y exitosas para el beneficio de la nación. Bibliografía
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El Gran Aporte de Taylor Fue El Haber Propuesto Desarrollar Una Ciencia Del Trabajo y Una Administración Científica A Partir de Los Siguientes Principios