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Lc 1,57-80

Nacimiento y circuncisión de Juan el Bautista

Configuración del texto

57 Se le llegó a Isabel la hora de dar a luz, y tuvo un hijo. 58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor había
tenido con ella gran misericordia, y la felicitaban. 59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y le
querían poner el nombre de su padre, Zacarías, 60 pero su madre tomó la palabra y dijo: No; se tiene que llamar
Juan. 61 Le decían: No hay nadie entre tus parientes que tenga ese nombre. 62 Y preguntaban por señas a su
padre cómo quería que se le llamase. 63 Él pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Y todos quedaron
admirados. 64 En ese momento volvió a hablar y bendecía a Dios. 65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en
toda la región montañosa de Judea se comentaban todas estas cosas. 66 Todos los que las oían las guardaban en
su corazón, diciendo: Pues ¿qué será este niño? Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. 67 Zacarías, su
padre, quedó lleno del Espíritu Santo y profetizó con estas palabras: 68 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo, 69 y ha hecho brotar en favor nuestro una fuerza salvadora en la
familia de David, su siervo, 70 así como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas,
71 que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian; 72 que tendría misericordia
con nuestros padres y que recordaría su santa alianza 73 y el juramento que hizo a Abraham, nuestro padre; 74
que nos concedería poderle servir sin temor, libres de nuestros enemigos, 75 en santidad y justicia, en su
presencia todos nuestros días. 76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para
preparar sus caminos 77 y dar a conocer a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados. 78 Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará una Luz de lo alto, 79 a fin de iluminar a los que habitan en
tinieblas y en sombras de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz. 80 El niño crecía y su espíritu se
fortalecía. Vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación al pueblo de Israel.

La narración del nacimiento de Juan el Bautista se divide en tres partes: a) Narración del nacimiento del Bautista (vv.
57-58). b) Circuncisión, imposición del nombre (vv. 59-66) y alabanza hímnica de Zacarías (el Benedictus) (vv. 67-79).
c) Nota acerca del crecimiento del Bautista (v. 80).

La narración se detiene bastante en la circuncisión e imposición del nombre. En esta narración está incluido el himno
(vv. 67-79). Éste tiene, además de una introducción narrativa (v. 67), dos partes: a) Invitación a la alabanza y su
motivación (vv. 68-75). b) Manifestación del futuro de Juan (vv. 76-79).

Explicación del texto

VV. 57-58. Con el nacimiento de san Juan se debilita la tensión del arco que el lector sentía debido al anuncio que se
le hizo a Zacarías: se cumplió lo anunciado por el ángel. Los vecinos y los parientes reconocen en el nacimiento del
niño la acción de Dios. En el canto de alabanza que María entona nos llama la atención la palabra “misericordia” (o
piedad, cf. Lc 1,54). V. 59. De acuerdo con la ley judía, al niño se le practica la circuncisión al octavo día de haber
nacido (cf. Lv 12,3). Según la tradición del Antiguo Testamento, con su nacimiento el niño también recibe su nombre
(ver Gn 16,15; 21,3; 25,25-26; 29,32-35). La tradición de juntar el hecho de darle un nombre al niño con la
circuncisión se encuentra en el judaísmo desde siempre. No es usual darle al hijo el mismo nombre del padre; por
costumbre, el primer hijo llevaba el primer nombre del abuelo, pero existen excepciones.

V. 60. El hecho de que la madre sea la que escoja el nombre del hijo manifiesta una costumbre transmitida por el
Antiguo Testamento.

V. 61. Las objeciones de los parientes introducen un nuevo elemento de interés al texto.

V. 62. Lo que se acordaba a través de señales con las manos tenía validez jurídica en la tradición judía. La sordera y
la mudez van juntas con frecuencia, y el mismo término griego kofos puede significar “sordo” (cf. 7,22) o “mudo” (cf.
11,14).
VV. 63-64. La decisión por escrito de Zacarías elimina este último elemento de tensión y, al mismo tiempo, con ella
se posibilita el cumplimiento de la señal anunciada por el ángel. En hebreo, el nombre Juan significa “Yahveh es
misericordioso”, pero san Lucas no entra en detalles al respecto.

VV. 65-66. La reacción de admiración y gozo de los hombres con respecto a este suceso nos permite suponer que en
todo ello ven la presencia de Dios. La pregunta: “¿Qué será de este niño?” produce un nuevo elemento de tensión
que el evangelista eliminará mediante el relato sobre la aparición del Bautista (Lc 3,1-20).

Los VV. 67-79 corresponden al Benedictus.

V. 67. Este versículo es la introducción del Benedictus. Al igual que María, Zacarías está lleno del Espíritu. Es por eso
por lo que la alabanza es a la vez que discurso profético, discurso que pretende despertar a los oyentes para
llamarles la atención sobre la intervención oculta de Dios en lo que se relata. Por un lado es una advertencia para no
equivocar el camino correcto; por el otro, puede ser una invitación a confiar en la acción de Dios.

VV. 68-79. El Benedictus descifra el mensaje que el ángel Gabriel le da a Zacarías (Lc 1,15-17). Retoma las
afirmaciones del Magníficat y las amplía en su primera parte. En la segunda, tiene como tema el futuro del Bautista;
se mencionan las palabras clave, que, a su vez, son retomadas en el himno del Gloria (Lc 2,14).

V. 68a. La fórmula “Alabado sea el Señor” o “Bendito (barûk) sea el Señor” es un típico inicio de oración muy
conocido dentro de la tradición judía. “Bendito el Señor, Dios de Israel”: cf. Sal 41,13; 72,18; 106,48.

VV. 68b-69. El porqué de esta alabanza se encuentra en los siguientes tres enunciados: “Dios se acercó a su pueblo”,
“le trajo la salvación” y “le dio un poderoso salvador de la casa de David”. Estos enunciados narran las acciones de
Dios. Los conceptos utilizados por san Lucas se remontan a los sucesos del Éxodo y describen el acercamiento de
Dios a su pueblo, Israel, entonces oprimido (Ex 3,16; 4,31; 6,6; 13,19). “Porque ha visitado y redimido a su pueblo”:
cf. Sal 111,9. Ha hecho surgir una fuerza salvadora: cf. Sal 75,5; 18,2. El texto dice, al pie de la letra: “Porque hizo
surgir un cuerno de salvación”. Pero el “cuerno” significa aquí “fuerza”.

V. 70. Esa intervención de Dios desde hacía mucho tiempo había sido anunciada por los profetas, y es ahora cuando
se cumple.

VV. 71-75. En estos versículos, el poeta coloca en el centro de la narración sobre la acción de Dios con Israel, la unión
de Dios con Abraham (Gn 22,16-18). Esta idea de la unión de Dios con su pueblo está enmarcada en la frase “yo te
salvaré de tus enemigos” (vv. 71-74). Esta intervención incluye también a las generaciones anteriores (v. 72). Por
ello, Israel le puede servir a Dios con devoción y sumisión (v. 75). Así el Benedictus, en su parte narrativa, describe la
amplia acción de Dios para con Israel, acción que incluye todas las generaciones, tanto las pasadas como las futuras.

Veamos más de cerca las remembranzas bíblicas: “Su salvación nos libra de nuestros enemigos”: cf. Sal 106,10; el
sustantivo sôteria (“salvación”) es aposición al keras (“cuerno” o “fuerza”). “Y de la mano de todos los que nos
odian” (v. 71): cf. Sal 106,10. “Que tendría misericordia con nuestros padres y que recordaría su santa alianza y el
juramento que hizo a Abraham, nuestro padre”: cf. Sal 106,10; Sal 105,8-9; Gn 17,7; Lv 26,42. “Libres ya de la mano
de nuestros enemigos, le sirviéramos sin temor”: cf. Gn 22,16-18.

V. 76a. Explícitamente, al Bautista se le nombra “profeta del Altísimo”, haciendo alusión a Is 40,3 y Mal 3,1. El
Benedictus subraya así la actividad profética del Bautista mientras que su actividad de bautizar no se menciona.

VV. 76b-77. Según Is 40, Juan es profeta porque, como un nuevo Moisés, prepara un nuevo Éxodo (Dt 18,18).
Inicialmente el capítulo 40 del libro de Isaías se refiere a la salida de Babilonia. En Lucas, este texto se refiere a la
liberación de la opresión de la culpa y el pecado, liberación que se da a través de la predicación de penitencia del
Bautista (Lc 3,4-18). “Irás delante del Señor para preparar sus caminos”: cf. Is 40,3; Mal 3,1; Mt 3,3.

VV. 78-79. Todo eso se logra por la misericordia de Dios (literalmente: “por el corazón misericordioso de nuestro
Señor”), dándose el colmo del amor divino en la llegada del Mesías. Lo que se llama “Luz de lo alto” (anatolê) es
título del Mesías: Estrella que trae la luz (cf. Nm 24,17; Mal 3,20; Is 60,1). El Mesías trae la luz divina liberando al
hombre de la oscuridad y de la muerte. Así, el Benedictus está entrelazando las actividades del Bautista con las del
Mesías. “Para iluminar a quienes habitan en tinieblas y en sombra de muerte”: cf. Is 9,2. “Para dirigir nuestros pasos
por el camino de la paz”: cf. Is 58,8; 60,1-2.
V. 80. La nota sobre el crecimiento del niño cierra adecuadamente la narración (ver Jue 13,24-25; 1 Sm 2,26). En este
contexto entra también el fortalecimiento de su espíritu.

El desierto evoca para un judío el sitio de la cercanía de Dios y de su protección; sirve también como preparación y
prueba (Dt 8,2(c)6; 15,16) y es lugar de tentaciones: cf. las tentaciones de Jesús en el desierto (Lc 4,1-13). Del
Bautista se volverá hablar hasta el momento en el que comience con su tarea de “profeta del Altísimo”. Este
versículo es una especie de estribillo (cf. 2,40.52; 1,66, y comparar con Hch 2,41; 6,7).

Pautas de acción

a) san Lucas sugiere al lector cristiano modelos con los cuales identificarse o compararse: es propio del discípulo
admirarse ante lo divino y conservar la experiencia de Dios en el corazón, como Zacarías, como Isabel, como María,
como la gente de las montañas de Judea. A la transmisión de esta experiencia debe Lucas su evangelio.

b) Acerca del Benedictus, podríamos decir que este texto poético de Lucas invita al lector a decir: “!Gracias!”. Invita
también a la esperanza: en medio de nosotros tenemos una “Fuerza Salvadora”, que Dios ha hecho surgir: es Jesús.

c) “Su salvación nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian”. Quien lee esto puede
pensar que el himno de Zacarías estaba hablando de la liberación de la esclavitud romana de aquel entonces. Pero
Jesús rechazó siempre ese papel de rey político (Jn 6,15; cf. Mc 11,1-11). El himno habla de otros enemigos más
sutiles. ¿Cuáles son? Cada lector tiene su propia respuesta.

d) La finalidad de la libertad cristiana es para que “le sirvamos sin temor, con una vida santa y recta en su presencia,
todos nuestros días”. ¿No encuentra aquí el lector sugerencias del evangelio para un proyecto de vida?

d) “Dios continúa actuando misericordiosamente con su pueblo”: éste es un mensaje del Benedictus. El lector es
invitado por el Benedictus a ver en la historia de la salvación, que es al mismo tiempo historia de la revelación, las
constantes de la actuación de Dios con el hombre. Esto equivale a un conocimiento más profundo del Dios de Israel y
de Jesús.

1. NACIMIENTO Y MANIFESTACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA (1,57-80)

1. Nacimiento de Juan el Bautista (1,57-58)

57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz y tuvo un hijo. 58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor
le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella.

Los versículos 57-58 son la continuación normal del v. 25, que contaba la concepción milagrosa de Juan. En el v. 25
se aludía al caso de Raquel en Gn 30,23: “Ella concibió y dio a luz un hijo; y dijo: ‘Ha quitado Dios mi afrenta’”, y en el
v. 58 se hace alusión al caso de Sara en el mismo libro del Génesis 21,6: “Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo
oiga se reirá conmigo”.

Siendo así, parece que Lucas hizo primero un relato continuado sobre la infancia de Juan, y solamente después lo
hilvanó con el relato de la infancia de Jesús24. Con sobriedad y rapidez cuenta Lucas el nacimiento de Juan. Los
vecinos y parientes, al oír que Dios había hecho gran misericordia a Isabel, se congratulaban con ella.

2. Su nombre es “Juan” (1,59-66)

59 Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, 60 pero su
madre, tomando la palabra, dijo: “No; se ha de llamar Juan”. 61 Le decían: “No hay nadie en tu parentela que
tenga ese nombre”. 62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. 63 Él pidió una
tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Y todos quedaron admirados. 64 Y al punto se abrió su boca y su
lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. 65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea
se comentaban todas estas cosas; 66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciéndose: “Pues
¿qué será este niño?” Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.

El interés de este relato está centrado en la imposición del nombre al recién nacido. Todo gira en torno a esa
escena.

1. El rito y el nombre (1,59-61)


Según las normas de la Ley, los recién nacidos debían ser circuncidados al octavo día (Gn 17,12; Lv 12,3). En
esa ocasión, se daba el nombre a los pequeños. Ordinariamente se ponía al primogénito el nombre de su
abuelo, no el de su padre. Al querer llamarlo Zacarías, tal vez se quería indicar la edad avanzada de su padre.
Isabel se opone enérgicamente: “¡No, sino que se llamará Juan!”.

2. Intervención de Zacarías (1,62-64)


Si le hacen señas a Zacarías, quiere decir que además de mudo había quedado sordo. El adjetivo griego
“kofós” se emplea en ambos sentidos (cf. Lc 7,22; 11,14).

Zacarías escribe en una tablilla el nombre que debe recibir su hijo: ¡Juan! Este nombre, que significa
“Yahveh ha hecho gracia”, es todo un símbolo y una síntesis del inminente cumplimiento de las promesas de
Dios a su pueblo. Ha llegado el momento de la realización del plan salvífico de Dios anunciado en las
Escrituras.

El acuerdo inesperado de Zacarías con Isabel llena de admiración a los circunstantes, los cuales ven en ello
un “signo” de la voluntad divina. El tenor del relato parece indicar que Zacarías no había comunicado a su
esposa la orden del ángel (1,13).

En el Antiguo Testamento hay casos en que el padre da el nombre al recién nacido (Gn 16,15; 17,19; 35,18;
Éx 2,22); y casos en que es la madre quien lo da (Gn 29,32-35; 30,6.24; 35,18; Jue 13,24; 1 Sm 1,20; 4,21). En
el Evangelio de Lucas, Zacarías debe dar el nombre a su hijo (1,13); y María lo da a Jesús (1,31).
Probablemente con esto el evangelista quiere hacer alusión a que la concepción de Jesús fue una concepción
virginal.

Al obedecer en fe la indicación del ángel, Zacarías recupera milagrosamente la facultad de hablar (y de oír),
prorrumpiendo de inmediato en una bendición a Dios.

3. Efecto entre la gente (1,65-66)


El temor reverencial ante la presencia de las intervenciones divinas invadió a los presentes. Todo lo
guardaban en su corazón. El corazón es la sede de los sentimientos profundos del hombre y de sus más
íntimas reflexiones.

La gente se preguntaba: “¿Qué, pues, será este niño?”. Con esta interrogación el evangelista quiere seguir
atrayendo la atención sobre Juan, figura máxima de la Antigua Alianza (Lc 7,28).

Juan es objeto de especial protección divina: “En efecto, la mano del Señor estaba en él”. Ésta es una frase
bíblica que expresa el amparo de Dios y su favor sobre el pequeño (1 Cor 4,10; Sal 80,18; 139,5); y también la
acción poderosa de Dios sobre los profetas (1 Re 18,46; Ez 1,3; 3,14.22).

4. El cántico de Zacarías (1,67-79)

El cántico de Zacarías, o el “Benedictus”, paralelo al “Magníficat” de María, es una pieza poética que viene o de la
piedad judía, o tal vez mejor de la comunidad cristiana primitiva de Jerusalén. Debió nacer en un contexto de culto
sagrado. Tras el texto griego se adivina un original semítico25.
Lucas ha tomado este salmo, lo ha retocado y lo ha insertado al fin de su relato en prosa. En los vv. 76-77 se puede
descubrir una añadidura del evangelista para adaptarlo a las circunstancias concretas.

67 Y Zacarías, su padre, fue lleno de Espíritu Santo, y profetizó, diciendo.

El “Benedictus” es una acción de gracias al Señor, Dios de Israel, por la salvación mesiánica anunciada en las
Escrituras, que ha comenzado a realizarse. Lucas, que ha puesto el salmo en labios de Zacarías, subraya que éste “fue
lleno de Espíritu Santo”.

Como Isabel, también Zacarías es invadido por el Espíritu Santo, y gracias a esa plenitud pudo “profetizar”, cantando
y bendiciendo el plan salvífico de Dios.

El cántico comienza con la palabra “Bendito” y termina con la palabra “paz”. Estos dos términos engloban el cántico.
Cuando el hombre experimenta el amor y el poder de Dios, se dirige a él para alabarlo y bendecirlo; y Dios responde
a esa alabanza infundiendo el don de su “paz” en los corazones.

El cántico, como se lee actualmente, puede dividirse en cuatro estrofas26.

– Primera estrofa: El Mesías davídico (1,68-71).

68 “Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo, 69 y nos ha suscitado una
Fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, 70 como había prometido desde tiempos antiguos, por boca de
sus santos profetas, 71 que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian”.

Esta estrofa es una bendición al Señor, Dios de Israel, por su visita, esto es, por su intervención llena de misericordia
(Gn 21,2; 50,24-25; Éx 3,16; Sal 111,9; Lc 1,78; 7,16; 19,44; 1 Pe 2,12).

Esta visita ha consistido en haber obrado la “liberación” de su pueblo, al suscitar “una Fuerza de salvación en la
familia de David, su Siervo”, es decir, la aparición del Mesías. Si el cántico es de origen cristiano, el verbo griego
“suscitó” podría ser una alusión a la resurrección de Jesús. El original griego, en vez de “Fuerza de salvación”, escribe
literalmente “cuerno de salvación”. “Cuerno” es una imagen bíblica para indicar el poder y la fuerza (1 Sa 2,10; Sal
89,25; 132,17).

Los profetas habían anunciado al Mesías (Is 7,14; 9,1-6; 11,1-9; Jr 23,5-6; Miq 5,1). A través de éste, Dios salvaría
nuevamente a su pueblo, como en otro tiempo ya lo había liberado de la opresión egipcia (Sal 106,10).

– Segunda estrofa: El cumplimiento de las promesas (1,72-75)

72 “Ha realizado la misericordia con nuestros padres y ha recordado su santa alianza 73 y el juramento que juró a
Abraham, nuestro padre, de concedernos que, sin temor, 74 libres de la mano de los enemigos, podamos servirle
75 en santidad y justicia, delante de él todos nuestros días”.

Al enviar a su Mesías, Dios no ha hecho sino manifestar su bondad y cumplir las promesas de alianza santa y el
juramento hecho a Abraham, el padre de la raza, y renovado a través de la historia (Gn 17,7; 22,16-18; 26,3; Éx 2,24;
Lv 26,42; Miq 7,20; Jr 11,6; Sal 105,8-9; 106,45; 111,5).

El nuevo Israel, libre de opresiones, podrá dar a Dios un culto auténtico y continuado “en santidad y justicia” (Jos
24,14).

– Tercera estrofa: La misión del pequeño Juan (1,76-77).

76 “Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos 77 y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados”.

Estos versículos, añadidura de Lucas, anuncian la misión del pequeño precursor de Jesús, en términos que recuerdan
tanto la aplicación de los oráculos proféticos al Bautista (Is 40,3; Mal 3,1), como el kerigma de la Iglesia primitiva
(Hch 2,38; 5,31; 10,43; 13,38; 26,18).
– Cuarta estrofa: El Astro de lo Alto (1,78-79).

78 “Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, nos visitará un Astro de lo Alto, 79 para iluminar a los que
viven en tiniebla y sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”.

Gracias a la gran misericordia de Dios, nos ha visitado “el Astro de lo Alto”. El término griego “Anatolé” es un título
metafórico del Mesías. “El Sol levante” es el Mesías anunciado en Números 24,17 (cf. Mal 3,20), que trae la luz e
ilumina a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte (Is 9,2; 42,7; 58,8; 60,1-2).

El Mesías “guiará nuestros pasos por el camino de la paz”. La paz, “shalom”, es plenitud de vida y es el don por
excelencia de los tiempos mesiánicos (Is 9,6; 59,8; Miq 5,4). La “paz” es también un tema preferido de Lucas, el
evangelista (2,14.29; 7,50; 8,48; 10,5-6; 11,21; 19,38.42; 24,36).

4. Vida oculta de Juan el Bautista (1,80)

80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía y vivió en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

Este versículo sirve de conclusión a la “Infancia de Juan Bautista”. “El niño crecía...” es un refrán frecuentemente
usado para describir la infancia de grandes héroes bíblicos: Isaac, Sansón, Samuel (Gn 21,8; Jue 13,24; 1 Sm 2,26).
Este estribillo será igualmente aplicado por Lucas a Jesús niño (2,40.52), y a la infancia de la Iglesia (Hch 2,47; 5,14;
6,7; 12,24; 16,5; 19,20).

24 de junio.

NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

Hoy celebramos a uno de los santos más extraordinarios, el Precursor de Cristo, el Bautista, san Juan. Se puede decir
que a este santo lo "canonizó" Jesús cuando le dedicó repetidas alabanzas: "Es profeta y más que profeta", "es el
mayor de los nacidos de mujer"...

A los demás santos los recordamos en el día de su muerte, su dies natalis. Sólo de tres personas celebramos el
nacimiento: de Jesús, de la Virgen María y de san Juan. También celebramos su muerte como mártir el 29 de agosto.

3. Lucas 1,57-66.80: "Se va a llamar Juan"

Escuchamos la hermosa escena del nacimiento de Juan y la imposición de nombre el día de su circuncisión. Son
páginas que leemos en el Adviento, poco antes de la Navidad, en una serie paralela de lecturas sobre el nacimiento
de Juan y de Jesús.

El nombre "Juan" significa "Dios es misericordioso o compasivo". No sólo lo es para aquella pareja de ancianos a los
que les concede la alegría de la paternidad, sino para el pueblo de Israel y para toda la humanidad, porque Juan es el
anticipo del Salvador, la aurora que anuncia el pleno día.

Ya se ve, en esta página, lo grande que va a ser Juan, no por sus propios méritos, sino por la elección de Dios: "¿Qué
va a ser este niño? Porque la mano de Dios estaba con él".

La fiesta de hoy, con sus lecturas, nos ayuda a reflexionar en varias direcciones sobre nuestra identidad como
cristianos y como testigos del evangelio en el mundo de hoy.

a) Es Dios quien elige a sus profetas. No se arrogan ellos la misión. Dios los llama ya desde el seno materno: como al
Siervo de que habla Isaías, como a Jesús, como a Juan. No estamos celebrando tanto lo grande que fue Juan, sino
cómo en él se mostró el plan salvador de Dios, correspondido, eso sí, por Juan con una actitud de fe y de firmeza. En
el prefacio decimos a Dios: "Al celebrar hoy la gloria de Juan el Bautista, proclamamos tu grandeza".

También a nosotros nos ha elegido Dios. Desde nuestro Bautismo y Confirmación, somos personas que tienen en
este mundo no sólo la misión de ser fieles a Dios, sino de darlo a conocer y de preparar el camino a Jesús. La
salvación no la conseguimos nosotros, sino que nos la da Dios.
b) La misión del profeta es hermosísima, como la de Juan: preparar al pueblo a la acogida del Mesías, señalarlo ya
presente en medio de ellos y mostrar a todos quién es el Cordero que quita el pecado del mundo. O sea, preparar el
camino a Jesús, ser su precursor y pregonero.

El prefacio de hoy enumera expresivamente las diversas facetas de san Juan que se deberían reflejar en nuestra vida,
cada uno en su ambiente, desde el Papa hasta el último confirmado:

- "Juan el Bautista, precursor de tu Hijo

- y el mayor de los nacidos de mujer...

- El saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres,

- y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos.

- Él fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes al Cordero que quita el pecado del mundo.

- Él bautizó en el Jordán al autor del bautismo

- y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres.

- Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo".

c) El profeta no sustituye a Dios. Juan no era la luz, sino testigo de la luz. No era la Palabra, sino el pregonero de la
Palabra, a veces en la soledad del desierto. No era el Mesías, sino su "telonero" y preparador. "Yo no soy el que
vosotros pensáis, sino que detrás de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias". Juan es "el amigo del
Esposo". Es el mayor de entre los nacidos de mujer, pero sólo es Precursor: el Salvador es otro. "Irás delante del
Señor a preparar sus caminos".

Juan supo estar en su sitio y apuntar claramente hacia Cristo. Vio cómo algunos de sus discípulos se pasaban al grupo
de Jesús y se alegró. "Conviene que yo disminuya y que él crezca".

Nosotros, profetas y testigos, no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo. Se puede decir de nosotros lo que
uno de los himnos de la Liturgia de las Horas canta de Juan: "Pastor que, sin ser pastor, al buen Cordero muestras;
precursor que, sin ser luz, nos dices por dónde llega...".

d) Juan fue recio en su testimonio. Asceta en el desierto, humilde ante la aparición del Mesías, decidido y fuerte en
el anuncio y en la denuncia cuando su palabra resultaba incómoda, mártir de la verdad que proclamaba.

Experimentamos dificultades en nuestro camino. Sin llegar a ser encarcelados y decapitados, pero sabemos lo que es
la fatiga y el desánimo en nuestra misión evangelizadora de este mundo distraído. Podemos pensar como el Siervo
del que habla Isaías: "En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas". Pero no puede ser esa
nuestra última palabra. Debemos seguir adelante, con la confianza puesta en Dios, generosos y firmes, como el
Siervo, como Juan, sobre todo como el mismo Jesús, que dio testimonio a lo largo de toda su vida y también en su
muerte.

e) Una última consideración: el nacimiento de Juan fue motivo de alegría para todos. Varias veces las lecturas ponen
de relieve esta alegría mesiánica, y lo repiten las oraciones de la misa y de la Liturgia de las Horas. El que parece
profeta adusto, el hombre del desierto, el que predica una radical conversión, en el fondo está anunciando la alegría.

¿Somos personas que saben comunicar alegría, y no sólo exigencias y deberes? No se trata de la alegría externa, de
la que la fiesta de san Juan está muy llena, por las verbenas y los bailes. Sino, sobre todo, de la alegría interior, hecha
de fe y de esperanza. La alegría de sabernos salvados por Dios. La oración de este día pide a Dios: "Concede a tu
familia el don de la alegría espiritual".

Al acercarnos a la comunión en la Eucaristía de hoy, pondremos especial atención a las palabras de Juan el Bautista,
que siempre se nos recuerdan en este momento, señalando al Jesús a quien vamos a recibir: "Éste es el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo". Y, después de comulgar, podríamos rezar serenamente el himno que Lucas
pone en labios del padre de Juan, el Benedictus: "Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo...".
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Hoje celebramos um dos mais extraordinários santos, o Precursor de Cristo, o Batista, São João. Pode-se
dizer que este santo foi "canonizado" por Jesus quando lhe dedicou repetidos elogios: "Ele é um profeta e
mais que um profeta", "ele é o maior dos nascidos de mulheres" ...
Nos lembramos dos outros santos no dia de sua morte, o natal deles morre. Apenas três pessoas celebram o
nascimento: de Jesus, da Virgem Maria e de São João. Também comemoramos sua morte como mártir em
29 de agosto.

A celebração de hoje, com suas leituras, ajuda-nos a refletir em várias direções sobre nossa identidade como
cristãos e como testemunhas do Evangelho no mundo de hoje.

a) É Deus quem escolhe seus profetas. Eles não se arrogam a missão. Deus os chama desde o ventre: como o
Servo de quem Isaías fala, como Jesus, como João. Não estamos celebrando tanto o quão grande João foi,
mas como ele mostrou o plano salvífico de Deus, correspondendo, sim, a João com uma atitude de fé e
firmeza. No prefácio dizemos a Deus: "Ao celebrarmos hoje a glória de João Batista, proclamamos sua
grandeza".
Deus também nos escolheu. Do nosso Baptismo e Confirmação, somos pessoas que têm neste mundo não só
a missão de ser fiel a Deus, mas de o fazer conhecer e preparar o caminho para Jesus. A salvação não é
nossa, mas Deus a dá para nós.

b) A missão do profeta é bela, como João: preparar o povo para receber o Messias, aponte-o para fora e
presente entre eles e mostrar a todos que é o Cordeiro que tira o pecado do mundo. Em outras palavras,
prepare o caminho para Jesus, seja seu precursor e pregador.
O prefácio de hoje lista expressivamente as várias facetas de São João que devem ser refletidas em nossas
vidas, cada uma em seu ambiente, desde o Papa até o último confirmado:
- "João Batista, precursor do seu filho
- e o mais velho dos que nasceram de mulheres ...
- Ele pulou de alegria no ventre de sua mãe, quando o Salvador dos homens chegou,
- e seu nascimento foi uma fonte de alegria para muitos.
Ele foi escolhido entre todos os profetas para mostrar o povo ao Cordeiro, que tira o pecado do mundo.
- Ele batizou o autor do batismo no Jordão
- e a água viva tem, desde então, o poder de salvação para os homens.
- E ele deu, finalmente, seu sangue como testemunho supremo para o nome de Cristo ".

c) O profeta não substitui Deus. João não era a luz, mas uma testemunha da luz. Não era a Palavra, mas o
pregador da Palavra, às vezes na solidão do deserto. Não foi o Messias, mas o seu "ato de abertura" e
preparador. "Eu não sou o que você pensa, mas atrás de mim vem um quem eu não mereço desatar
sandálias." Juan é "o amigo do marido". Ele é o mais velho entre os nascidos de mulheres, mas ele é apenas
um Precursor: o Salvador é outro. "Você irá diante do Senhor para preparar seus caminhos."
João sabia estar em seu lugar e apontar claramente para Cristo. Ele viu alguns de seus discípulos se
mudarem para o grupo de Jesus e ficou feliz. "É conveniente que eu diminua e que ele cresça".
Nós, profetas e testemunhas, não pregamos para nós mesmos, mas para Cristo. Você pode nos dizer o que
um dos hinos da Liturgia das Horas John canta: "Pastor, que, sem ser pastor, as boas amostras de cordeiro;
precursor sem luz, nos dizem onde começar ..." .

d) João foi forte em seu testemunho. Ascética no deserto, humilde diante do aparecimento do Messias,
determinada e forte no anúncio e na denúncia, quando sua palavra era desconfortável, mártir da verdade que
ele proclamava.
Nós experimentamos dificuldades em nosso caminho. Sem ser aprisionado e decapitado, mas sabemos o que
é fadiga e desânimo em nossa missão evangelizadora deste mundo distraído. Podemos pensar como o Servo
de quem Isaías fala: "Em vão me cansei, no vento e em nada gastei minhas forças". Mas isso não pode ser a
nossa última palavra. Devemos seguir em frente, com confiança em Deus, generoso e firme, como o Servo,
como João, especialmente como o próprio Jesus, que deu testemunho ao longo de sua vida e também em sua
morte.

e) Uma última consideração: o nascimento de Juan foi motivo de alegria para todos. Várias vezes as leituras
ressaltam essa alegria messiânica, e as orações da Missa e da Liturgia das Horas a repetem. Aquele que
parece um profeta austero, o homem do deserto, aquele que prega uma conversão radical, está realmente
anunciando a alegria.
Somos pessoas que sabem como comunicar alegria e não apenas exigências e deveres? Não é sobre a alegria
externa, da qual a festa de São João é muito cheia, para as festas e danças. Mas, acima de tudo, de alegria
interior, feita de fé e esperança. A alegria de nos conhecermos salvos por Deus. A oração deste dia pede a
Deus: "Conceda a sua família o dom da alegria espiritual".
Quando nos aproximamos do comunhão na Eucaristia de hoje, vamos concentrar-se nas palavras de João
Batista, que sempre vai se lembrar, neste momento, apontando para Jesus, a quem vamos receber: "Este é o
Cordeiro de Deus que tira o pecado do mundo ". E após a comunhão, poderíamos tranquilamente rezar o
hino que Lucas coloca nos lábios do pai de John, o Benedictus: "E tu, menino, serás chamado profeta do
Altíssimo ..."

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