ALUMNOS:
ANDAHUAYLAS - PERÚ
CONTRATOS BANCARIOS
Así, por ejemplo, el contrato por el que un banco alquila a una empresa un local
comercial no tendría el carácter de bancario, a pesar de la intervención de una
entidad de crédito.
b) Los Bancos.
Los principios básicos que han de inspirar la regulación relativa a la protección de los
consumidores de productos financieros, a fin de conseguir su mayor eficacia, según
el abogado D. José Manuel García Crespo, «Las entidades financieras ante la
jurisdicción», Cuadernos de Derecho Judicial XX-2003, «Contratos Bancarios», son
los siguientes:
Señala Vicent Chuliá -Cuadernos judiciales XXIII, 1993- que "El contrato bancario
aparece en el tráfico con una serie de caracteres generales" que podemos
sistematizar, siguiendo literalmente a dicho autor, en los siguientes:
3. Operaciones Neutras. Son operaciones mediante las que las entidades prestan
otros servicios a sus clientes sin que exista crédito a favor o en contra de ninguna de
ellas.
Los contratos bancarios, al igual que la inmensa mayoría de los contratos que
suscriben las grandes empresas con sus clientes, no se negocian individualmente en
sus aspectos generales, sino que la libertad de la otra parte consiste simplemente en
aceptar el contenido contractual que se le ofrece o en rechazarlo. Dependiendo de
las circunstancias concretas de la negociación en cada caso podrán establecerse las
condiciones específicas que acuerden las partes. Por tanto, partiendo de que los
contratos bancarios contienen condiciones generales de la contratación y de que los
potenciales clientes sólo podrán aceptar o rechazar en conjunto el documento que
se les ofrece (de ahí la relevancia de que exista una competencia efectiva entre
entidades, para que los potenciales clientes puedan elegir la opción que más les
interese) dichos contratos han de cumplir una serie de requisitos y formalidades, de
conformidad con la Ley de Condiciones Generales de la Contratación (Ley 7/1998,
de 13 de abril). Así, para la incorporación de las condiciones generales, el cliente
debe firmar el contrato, siendo necesario que éste aluda a las condiciones generales
incorporadas, y se le facilite un ejemplar de las mismas. Las cláusulas generales
deberán ajustarse en su redacción a los criterios de transparencia, claridad,
concreción y sencillez. No quedarán incorporadas las condiciones generales que el
cliente no haya tenido oportunidad real de conocer de manera completa al tiempo de
la celebración del contrato, ni las cláusulas ilegibles, ambiguas, oscuras e
incomprensibles.
En lo esencial, estas obligaciones se reiteran, con mayor intensidad aún, cuando con
quien se contrata es un particular que no interviene en el desarrollo de una actividad
empresarial o profesional, en la regulación protectora de consumidores y usuarios
(Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, y otras leyes autonómicas).
En todo contrato bancario se pueden distinguir tres elementos, que son los
personales, el objeto y la forma del contrato.
Los elementos personales del contrato son la entidad de crédito que, a través de la
sucursal o agencia, contrata la prestación de determinado servicio financiero
relacionado, generalmente, con la entrega de dinero, y el cliente, en sentido amplio,
sea empresario o consumidor.
El contrato de pasivo
Es aquél en el que la entidad de crédito recibe del cliente fondos, que la entidad
podrá aplicar a sus fines propios. El cliente, por la entrega de dichos fondos, ostenta
un derecho de crédito frente a la entidad, en virtud del cual podrá reclamar la
devolución tanto del principal como de los intereses generados. La devolución al
cliente de los fondos depositados será inmediata, en el supuesto de los contratos de
pasivo a la vista (cuenta corriente, libreta de ahorros) o diferida, en los casos en que
la entrega haya sido para su devolución transcurrido un plazo determinado
(imposición a plazo fijo), salvo que el cliente acepte satisfacer una penalización por
obtener la disponibilidad inmediata del dinero.
Hoy día sobre los rasgos del contrato de depósito tienden a prevalecer los del
contrato de comisión, por los servicios de caja que la entidad de crédito presta al
cliente (ordenar a través de una cuenta a la vista pagos a terceros, o recibirlos), por
los que ha de satisfacerse comisiones a la entidad por tal servicio (comisión de
mantenimiento, comisiones por operaciones concretas, como ocurre con las
transferencias ordenadas por el cliente o el abono en cuenta de cheques firmados
por terceros).
En los contratos de pasivo surge la posibilidad de que por una situación de iliquidez
coyuntural o insolvencia de la entidad, ésta no pueda restituir al cliente los fondos
depositados, por lo que para mitigar este riesgo existen el Fondo de Garantía de
Entidades de Crédito (Real Decreto-ley 16/2011, de 14 de octubre). El importe
garantizado de los depósitos tendrá como límite la cuantía de 100.000 euros o su
equivalente en divisas, por depositante y entidad.
Debe precisarse que esta garantía solo rige para los productos que adoptan la forma
de depósito, no siendo aplicable para otros productos tales como participaciones
preferentes, pagarés u obligaciones subordinadas, razón por la que estos últimos
productos suelen ofrecer un interés superior a los depósitos, pues de su reintegro
solo responde la solvencia de la entidad financiera.
En otro sentido, la Ley 5/2015, para facilitar el acceso a liquidez por los empresarios
y procurar una menor dependencia del canal de financiación bancario, incentiva que
las empresas puedan emitir bonos para su suscripción directa por los inversores, y,
para cantidades más modestas, regula las conocidas como plataformas de
financiación participativa (“crowdfunding”), que se sujetan a rigurosos requisitos y a
la supervisión por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y, en menor medida,
por el Banco de España.
Por último, el contrato neutro o de servicios es aquel que tiene por objeto la
prestación de un servicio bancario por la entidad de crédito, siendo remunerado por
el cliente mediante el pago de una comisión. Este tipo de contratos y servicios están
hoy en expansión. Como ejemplos puede hacerse mención del depósito y la
administración de valores, la transferencia bancaria, la cuenta corriente bancaria (en
la medida en que sirva para ordenar y recibir pagos, prevaleciendo los caracteres de
la comisión sobre los rasgos del depósito), el alquiler de cajas de seguridad, etc.
Hay otros contratos que, si bien la legislación mercantil no exige que reúnan
determinada formalidad, la normativa de transparencia y protección de la clientela
requiere que se formalicen por escrito (apertura de cuenta corriente, libreta de
ahorros o emisión de medios de pago vinculados a dichas cuentas), con
determinado contenido (inclusión de la TAE, por ejemplo), e incluso con determinada
estructura contractual (préstamos hipotecarios para adquisición de vivienda, según la
Orden EHA/2899/2011).
Los empresarios, según la definición del Texto Refundido de la Ley General para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios (Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de
noviembre), no se pueden beneficiar en sus relaciones bancarias de las ventajas
que tienen los consumidores, que son las personas físicas o jurídicas que actúan en
un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional, es decir, que son
destinatarios finales de bienes y servicios.
Sin embargo, puesto que en las relaciones de la empresa con sus clientes éstos
serán generalmente consumidores, es oportuno dar cuenta, aunque sea
brevemente, de algunas características de la contratación con consumidores, que sí
se deberán tomar en consideración.