sale al paso e interrumpe nuestro camino doliente; detiene a la viuda (la Iglesia) y, mirándola con compasión le
recuerda (en nuestro hoy es un recordar lo que ya dijo antes): “No llores”. Una vez más, detiene a los portadores del
féretro (la Iglesia misma), toca el féretro y ordena al muerto (los jóvenes actuales): “¡Joven, a ti te digo, levántate!”.
Aún más, el Evangelio nos ofrece otro pasaje donde Jesús devuelve la vida, o más bien, despierta a una joven, la
hija de Jairo, un jefe de la sinagoga (Mc 5,21-24.35-43). En esta ocasión, Jesús, al ser informado de la muerte de la
joven, anima a Jairo: “No temas; basta con que tengas fe”, una actitud que hemos perdido, hoy día, puesto que creemos
que con ser Iglesia, la fe, como por arte de magia, está en nosotros. Al llegar a su casa, encuentran una escena típica
de un suceso semejante: “todos la lloraban y se lamentaban”, quizá la Iglesia que llora y se lamenta la pérdida de la
juventud, pero que no hace más, ni siquiera por recobrarla. Sin embargo, la declaración de Jesús suena muy desafiante
y hasta osada: “No lloren, no ha muerto; está dormida”; se trata de un desafío, darnos cuenta que nuestros jóvenes no
están muertos, sino sólo dormidos. Se suscitan burlas y desprecio: cuántos niegan esta realidad, y hasta presumen la
cantidad de jóvenes que hay en las parroquias, grupos juveniles y movimientos. Por eso, Jesús exige que se retiren
los incrédulos, aquellos que no dejan actuar, pero que tampoco actúan, especialmente aquellos que no creen en la
muchacha. Y nuevamente, Jesús da una orden a quien se presume muerta: “Talitá Kum”, es decir, “¡muchacha, a ti
te digo, levántate!”; curiosamente las mismas palabras que al joven, hijo de la viuda del pasaje anterior. Y llama la
atención el tratamiento final: “les dijo que le dieran de comer”; alimentar al recién despierto: el alimento verdadero,
Eucaristía y Palabra; somos Iglesia, no un grupo de autoayuda, somos Iglesia, no un despacho de psiquiatría, ni una
organización de couching… somos Iglesia, nuestra misión es evangelizar, no ideologizar y, mucho menos, manipular.
¿Comprendemos la lección?, ¿comprendemos esta “actualización” del misterio? Jesús nos ofrece una vez más
una nueva oportunidad: ¡Levantarnos nuevamente a la vida!
ACTUAR
Resucitar a los jóvenes de hoy, para “revitalizar” la “pastoral juvenil” es un darle (o devolver) a los jóvenes una
voz propia, a partir de los principios cristianos, para que ellos griten y armen lío, y promuevan ese cambio de
mentalidad eclesial que desde hace cincuenta años se ha intentado.
Y por eso, tenemos que usar las nuevas armas (la tecnología digital, sobretodo), renovando las ambiciones de
Cristo, y con el mismo mensaje de siempre -éste nunca puede cambiar-: el Dios que ama, salva y lleva de la alegría a
la verdadera felicidad. Dejar de mirar al Cristo y Apóstoles viejos y adustos, para redescubrir a esos jóvenes del primer
siglo que revolucionaron el mundo con la alegría de anunciar el Evangelio.
Sabemos que vivimos tiempos muy similares a la época de Cristo, guardando la debida distancia histórica y ahora
con una sabiduría eclesial de veintiún siglos, lo que sería realmente volver a las fuentes. Buscamos, entonces, una
Iglesia joven para un mundo viejo que necesita ser rejuvenecido, jóvenes que evangelicen a los jóvenes, con un
lenguaje juvenil y con esa vitalidad que les es característica.
Sólo espero que ellos se lo crean y le crean a Dios...