Anda di halaman 1dari 4

REPORTE DE LECTURA

CIENCIA VERSUS RELIGION: UN FALSO CONFLICTO

Gould Stephen Jay

En este libro de Stephen Jay, se confronta el supuesto conflicto que ha


existido desde el renacimiento hasta nuestra actualidad, donde diferentes
campos, los intelectuales se enfrentan y proponen que, en vez de seguir
escogiendo entre ciencia y religión, se opte por un punto medio que
reconozca la dignidad de ambas ciencia. Es decir, que la ciencia defina el
mundo natural y la religión, y que ambas puedan coexistir respetuosamente.
Para sustentar su propuesta, el autor se sumerge en la historia de la ciencia y
asedia las figuras de científicos y líderes morales que, a lo largo de los
tiempos tuvieron que enfrentarse a dilemas de fe y razón. En este trabajo, se
tratará de plasmar aquellos puntos de gran relevancia del libro que nos llevan
a comprender de manera sucinta este falso conflicto.

El autor divide su libro en tres partes, en forma de capítulos, en la primera


parte y al inicio de esta, deja en claro un principio, que, en casi todo el libro
va retomando, nos referimos al MANS. Puesto que, el autor comienza
apelando a la estrategia de separación respetuosa de las ciencias como la
mejor solución para el supuesto conflicto, propone que la relación entre la
ciencia y la religión sea de no superposición. En el preámbulo del libro,
como el autor lo denomina, es donde propone el principio MANS
(Magisterios que No se Superponen), en el cual define un magisterio como
un ámbito en el que una forma de enseñanza posee los utensilios adecuados
para el discurso y la resolución significativos. La ciencia y la religión se
dedican a campos o dominios diferentes, de forma que no debe existir
conflicto mientras no violen el espacio que le corresponde al otro: “Cada
dominio de indagación enmarca sus propias reglas y cuestiones admisibles,
y establece su propio criterio para el juicio y la resolución

El autor para fundamentar su principio MANS, toma como ejemplo a Tomas


Burnet, (aunque también se basa en el discípulo Santo Tomás “el incrédulo”
pero no de la forma profunda como lo hace con Burnet) ya que, como
sacerdote y científico, realizó los dos magisterios (ciencia y religión) y los
mantuvo separados, donde cada magisterio puede hacer su trabajo de manera
autónoma sin contradecir y rechazar al otro. Burnet atribuyó todo el mundo
natural a la ciencia, pero sabía también que su estilo de indagación no podía
adjudicar temas cuya ilustración se hallara fuera del poder de la información
objetiva, y en ámbitos en los que no se plantean cuestiones de la ley natural.
Burnet concede toda la historia de la tierra a la ciencia, pero reconoce que
cualquier tiempo anterior a la creación de la materia, y cualquier historia
después del juicio final, no pueden encuadrarse dentro del magisterio del
saber natural. Burnet está claro de sus presupuestos religiosos pero sabía que
con la ayuda o más bien desde el campo de la experimentación podía indagar
los presupuestos de la fe; en su obra la teoría sagrada de la tierra trata de
explicar desde la ciencia los escritos de la biblia, esto le llevo y le ha llevado
a ganarse muchos enemigos (“científicos”).

En el capítulo dos, el autor lleva otra vez a reafirmar la validez de su


principio, para eso, primero dice que hay cosas que la ciencia no puede
abarcar ni mucho menos sondear y, es ahí, donde la religión realiza su
trabajo. Con esto fortalece el principio de MANS. En el corazón del
razonamiento, el autor, estipula dos propiedades básicas sobre MANS: la
equivalencia y la independencia de los magisterios. Por un lado, los dos
ámbitos poseen un valor equivalente para una vida completa y se sitúan en
un mismo nivel jerárquico; por el otro, tanto el tema como la metodología de
cada magisterio son diferentes. En conclusión, no existe un magisterio de
dominio universal, por lo que es obligatorio atender a ambos. Gould llega a
afirmar que los seres humanos deben aspirar a una plenitud a través de
decisiones morales y científicas, por lo que deben integrar en su juicio tanto
la ciencia como la religión.

En el resto del segundo capítulo y todo el tercero, el autor, analiza escenarios


históricos debatidos que se suelen esgrimir como modelos de conflicto, en
los que no encuentra una causa directamente relacionada con el discurso y la
metodología de la ciencia o de la religión. Así, se fija en las interacciones
entre el Papado, en las figuras de Urbano VIII, Pío XII y Juan Pablo II, con
respecto al caso de Galileo o el de Darwin. Si Urbano VIII se había limitado
a tolerar las nuevas teorías cosmológicas en cuanto hipótesis meramente
matemáticas, Pío XII aceptará la teoría evolutiva como posibilidad real,
aunque limitada a la explicación del origen el cuerpo físico, y dejando el
problema del alma en el terreno de la religión. Finalmente, Juan Pablo II
mostrará, a su parecer, la posibilidad de conciliar su fe con la plena potestad
de la ciencia sobre el hecho objetivo de la evolución. Y no solo la concilia
con este suceso, sino, también tiene un documento donde el Santo papa, da
más razones de la conciliación de estas ramas.

Posteriormente, el autor, pasa a considerar aspectos sociológicos como


causas que se dan en el seno de las religiones, pero de naturaleza no
estrictamente religiosa: el dogmatismo, la lucha por el estatus y el poder
político, o la identificación de áreas de indagación comunes. En este sentido,
se detiene a analizar, en el tercer y último capítulo, los ejemplos de Cristóbal
Colón y del actual creacionismo americano, como falacias o violaciones de
la relación legítima entre ciencia y religión. De hecho, hay muchos que le
atribuyen a la religión (cristianismo) de considerar a la tierra como plana por
muchos siglos, algo que no fue cierto solo fue un bulo de cierto personaje,
desde este mal entendido, se ha generado una pugna contra la religión. Se
puede decir, que muchas veces se crean falsos enfrentamientos o conflictos
en la mente de varias personas.

A lo anterior, el autor, centra las causas psicológicas en una supuesta


problemática que le plantea al ser humano su comprensión de la naturaleza.
El contraste entre el orden moral humano y la conducta del mundo natural,
al parecer, genera una conflictividad al intentar darle un sentido a aquélla.
Las alternativas psicológicas oscilan entre la aceptación y descripción
científica de ese mundo, o la inadaptación y el deseo de superar y ordenar la
naturaleza. Ambas posturas encuentran apoyo respectivo en la ciencia y la
religión, de modo que se crea artificialmente un conflicto, que es
independiente de la metodología y ámbito de cada magisterio. Gould busca
en Darwin una resolución ejemplar de este conflicto falso, mediante tres
ideas: a) Las realidades de la naturaleza son lo que son y no pueden, en
principio, resolver cuestiones sobre Dios, el significado o la moralidad b)
no existe equiparación objetiva entre nuestros deseos sobre la naturaleza y
el comportamiento de ésta; c) la naturaleza no tiene connotación moral, por
lo que no puede reflejar nuestras preferencias morales o estéticas.

En definitiva, Gould sostiene reiteradamente la opinión según la cual, ciencia


y religión con compatibles, pues la primera no puede decir nada sobre la
existencia o inexistencia de Dios y otros preceptos de la religión.
Ciertamente, en estricto sentido, la ciencia no puede pronunciarse sobre la
existencia o inexistencia de Dios. Hasta ahora, la ciencia no ha encontrado
evidencia para afirmar la existencia de Dios, pero Gould insiste en que eso
no es motivo para negar lo divino, pues es perfectamente posible que, en
dimensiones desconocidas inaccesibles a la ciencia, se encuentre Dios. Por
otro lado, la ciencia no tiene capacidad para negar la intervención de Dios en
el universo ni puede por sí misma dotar de sentido la vida humana. Más aún,
la ciencia no puede ir más allá, en cuanto al orden moral, de la constatación
de meros hechos psicológicos sin poder normativo. Esto es así porque
cualquier hecho es compatible con cualquier forma de normatividad moral:
la norma puede ir, sin error de su lógica interna, en contra del hecho objetivo.

En conclusión, podemos decir que este autor sostiene arduamente su postura


de que, la ciencia y la religión operan dentro de comportamientos separados,
abordando diferentes tipos de preguntas y, por tanto, no puede haber
virtualmente conflicto entre ellas por definición. Además, Gould sostenía
que la ciencia trata con hechos, mientras que la religión aborda cuestiones
de ética, valor y propósito. Dicho todo lo anterior, yo estoy, en parte de
acuerdo y en parte, no. Estoy de acuerdo que cada campo tiene una
autonomía, sus fines son diferentes, no tienen las misma preguntas, tal vez
algunas sí, pero en lo que difieren es en la forma de dar sus respuestas,
también estoy de acuerdo de que, no existe ningún conflicto, solo veo odio
hacia la religión, por alguna experiencia desagradable, y desde eso, se
retoman algunas diferencias que hubo en el pasado para crear un “clima
conflictivo”. Bueno, también muchas de las veces hay personas que a fuerzas
quieren pasar los presupuestos de la fe por el método experimental o más en
cambio, comparan literalmente sucesos científicos con religiosos y a fuerzas
quieren que sean iguales los resultados, cosa que no pasará, arrojando
consigo la desacreditación de la religión. En lo poco que no estoy de acuerdo,
es que el autor no fue más profundo a la hora de trata de conciliar los dos
campos, solo se quedó en el respeto del uno con el otro, pensaba que
propondría algo como Santo Tomás de Aquino, una relación de armonía,
donde las dos ramas se complementan.

Ya para finalizar, quiero terminar con una frase del físico estadunidense,
Robert Andrews Millikan, para reiterar, con un personaje cientifico, el falso
conflicto y la causa de este:
“Los hombres que saben muy poco de ciencia y los hombres que saben muy
poco de religión se pelean, los espectadores imaginan que hay un conflicto
entre ciencia y religión, mientras que el conflicto es solo entre dos especies
diferentes de ignorancia”

Anda mungkin juga menyukai