a. Existencia o peligro inminente de una grave circunstancia de anormalidad, cuyo
origen puede ser de naturaleza político-social, situaciones de fuerza mayor o crisis económica. Tales los casos de guerra exterior, guerra civil, revueltas, motines, revoluciones, cataclismos, maremotos, inflaciones, deflaciones, etc. b. Restricción transitoria de determinados derechos constitucionales. Dicha medida tiene alcance en aquellos ámbitos geográficos específicamente determinados en la norma instituyente del régimen de excepción. c. Control jurisdiccional en relación a la verificación jurídica de la aplicación de los principios de razonabilidad y proporcionalidad del acto restrictivo o suspensivo de los derechos fundamentales de la persona y del cumplimiento del íter procedimental exigido por la Constitución para establecer su decretamiento; así como el uso del control político por parte del Parlamento en lo relativo al cumplimiento de los principios de rendición de cuentas y de responsabilidad política. d. Finalidad consistente en defender la perdurabilidad y cabal funcionamiento de la organización político-jurídica. e. Imposibilidad de resolver las situaciones de anormalidad a través del uso de los procedimientos legales ordinarios. f. Aplicación, con criterio de proporcionalidad y razonabilidad, de aquellas medidas que se supone permitirán el restablecimiento de la normalidad constitucional. Dichas medidas deben guardar relación con las circunstancias existentes en el régimen de excepción. Por ende, como ha expuesto el Tribunal Constitucional en el caso Defensoría del Pueblo (Expediente Nº 0017-2003-AI/TC) dicha medida “deberá atender a criterios de utilidad, idoneidad y equilibrio respecto de tales circunstancias; es decir, no se trata de una cláusula habilitante para limitar en forma desmedida y absolutamente desproporcionada sino solo en cuanto resulta necesario y suficiente para superar las graves circunstancias que aquejan al Estado. g. Funcionamiento de los demás órganos estatales, pero sujetos a la posibilidad de que “sufran” transitoriamente un debilitamiento en algunas de sus competencias ordinarias. h. Determinación espacial del régimen de excepción. En ese sentido, la acción del Estado premunido de competencias reforzadas se hace presente en el lugar en donde se producen las situaciones de anormalidad. De allí que se precise que la medida tiene carácter nacional, regional, departamental o local.
i. Transitoriedad del régimen de excepción. Habitualmente, su duración se encuentra
prevista en la Constitución o en las leyes derivadas de esta; en su defecto, el régimen de excepción rige por el tiempo necesario para conjurar la situación de anormalidad. La prolongación indebida e inexcusable del régimen de excepción, a más de desvirtuar su razón de ser, vulnera la propia autoridad política, ya que, como señala Carlos Sánchez Viamonte [La libertad y sus problemas. Buenos Aires: Editorial Bibliográfica Argentina, s.f.], “lo único que hace tolerable la autoridad, más allá de su carácter representativo, es su carácter de servicio público y las limitaciones que impiden desnaturalizarla”