La Revolución Libertadora
La experiencia desarrollista
La presidencia de Arturo Illia
La Revolución Argentina
Lanusse y el Gran Acuerdo Nacional
Tal como ocurriera con los golpes militares de 1930 y 1943, el alzamiento armado del
16 de septiembre de 1955 –autodenominado Revolución Libertadora– fue llevado a
cabo por una alianza integrada por civiles y militares nacionalistas y liberales. El golpe
fue apoyado por la mayoría de los partidos políticos que se habían opuesto al
peronismo, la Iglesia, la Sociedad Rural, las cámaras empresarias, la banca y la
embajada de los Estados Unidos.
El general Lonardi, que ocupó la presidencia de la Nación, representaba al sector
nacionalista, mientras que el sector liberal era liderado por el general Pedro Eugenio
Aramburu y el almirante Isaac Rojas.
EL DESARROLLISMO
Triunfante en las elecciones con 4.049.170 votos contra los 2.533.523 de la UCR del
Pueblo, Arturo Frondizi anunció un aumento salarial y de las pensiones del 60%, junto
con un congelamiento de precios. Simultáneamente, la Ley de Promoción Industrial
restauró el poder regulador del gobierno nacional sobre arsenales y tasas de cambio.
Estas medidas respondían a las expectativas de los numerosos peronistas que, al votarlo,
habían posibilitado su triunfo.
Los objetivos de Frondizi a fines de 1958 eran la consolidación del apoyo popular, el
establecimiento de una firme cabeza de puente entre los sindicatos y la neutralización de
la influencia de Perón imitando sus políticas.
Uno de los primeros pasos de la estrategia desarrollista fue intentar obtener el
autoabastecimiento del petróleo. Para ello, se firmaron una serie de contratos con firmas
petroleras extranjeras. Las empresas podían introducir sin pagar impuestos todo el
material que consideraran necesario para la explotación. La carga impositiva sería
abonada por YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), y el reintegro de las inversiones y
las ganancias de las empresas podrían ser girados al exterior con absoluta libertad. YPF,
por su parte, se comprometía a comprar todo el petróleo que extrajeran estas empresas.
Sin embargo, si bien se triplicó la producción petrolera, no se logró equilibrar la balanza
de pagos ni la comercial, porque el convenio aumentó notablemente el déficit.
En ese mismo año, el presidente adoptó medidas que no fueron bien recibidas por gran
parte de su electorado.
Una de las gestiones realizadas en el exterior fue la obtención de un crédito, por parte
del Fondo Monetario Internacional (FMI), de los denominados Stand by (véase
Vocabulario).
Los principales puntos del convenio con el Fondo Monetario Internacional consistían en
un aumento del 150% en las tarifas del transporte, aumento en las tarifas eléctricas,
aumento del 200% del precio petrolero, despido del 15% de empleados públicos y del
15% del personal ferroviario, eliminación de ramales, eliminación de todos los controles
de precios (a lo sumo, se mantendrían precios máximos para unos 10 artículos de
primera necesidad), congelamiento de salarios por dos años, unificación del mercado
cambiario y liberación del valor del dolar. Este convenio puso fin a la alianza de
Frondizi con Perón y los sindicatos. La nueva orientación socio-económica obligó a
atender posibles manifestaciones de descontento (la CGT pasó a una decidida
oposición).
El gobierno aplicó el llamado “plan Conintes” (Conmoción Interna del Estado) que le
otorgó al Ejército la facultad de arrestar, detener e interrogar a los gremialistas y
opositores en general denominados por los militares como “elementos subversivos”. A
partir de ese momento, el Ejército, convocado por el presidente, reapareció en la escena
política como un poderoso factor de poder que aprobaba o vetaba las políticas del
gobierno, y que de aquí en adelante no pudo ser controlado por este.
En 1959, y en el marco de un creciente descontento militar, el ministerio de Economía
fue ocupado por Álvaro Alsogaray, un economista de confianza de los grupos de poder
económico y avalado por los militares. A partir de ese momento, la política económica
se orientó a promover las exportaciones, limitar el proceso de industrialización en el
indispensable marco de la estabilidad monetaria y liberalizar las restricciones impuestas
a las importaciones, de modo que disminuyó considerablemente la capacidad expansiva
de la industria nacional. A la vez que se recomponía el sector agropecuario, se devaluó
el peso argentino y y se limitaron los aumentos salariales. Estas medidas provocaron
efectos negativos sobre los salarios reales y la disminución de la demanda global.
En diciembre de 1958 Frondizi adoptó otra trascendente decisión que pronto
convulsionaría a vastos sectores de la opinión pública. Su ministro de educación, el
doctor Atilio Del’Oro Maini impulsó la reglamentación del artículo 28 del decreto 6403
del año 1955. Este decreto establecía que “la iniciativa privada puede crear
universidades libres que estarán capacitadas para expedir los diplomas y títulos
habilitantes siempre que se sometan a las condiciones expuestas por una reglamentación
que se dictará oportunamente”. Muy pronto, lo que parecía una simple medida de
carácter educativo se convirtió en motivo de debate nacional. La sociedad argentina se
dividió en “laica”, o defensora de la enseñanza estatal, y “libre”, o partidaria del
funcionamiento de establecimientos educativos y universidades privadas con facultad de
otorgar títulos habilitantes.
Frondizi rompió con el añejo monopolio estatal de la enseñanza, obteniendo el respaldo
de la Iglesia Católica pero perdiendo la simpatía de los sectores medios de tradición
liberal y anticlerical y de la mayoría del movimiento estudiantil.
En política exterior, Frondizi intentó acordar con Brasil una política internacional
basada en los principios de la no intervención y autodeterminación de los pueblos.
Incluso en la Conferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en
Punta del Este en enero de 1961, el canciller argentino se opuso a la exclusión de Cuba
del sistema interamericano. El representante cubano Ernesto Guevara, luego de la
Conferencia, se entrevistó con Frondizi en Buenos Aires.
Al ejército le cayó muy mal la reunión y obligó al presidente a cambiar su política con
respecto a Cuba y a romper finalmente las relaciones diplomáticas con La Habana.
En el marco interior, Frondizi levantó la desautorización de la existencia de los partidos
llamados neoperonistas. El nombre neoperonistas se originaba en que, si bien los
candidatos y sus militantes eran peronistas, por la vigencia del decreto 4161 no podían
identificarse como tales ni usar los símbolos partidarios. Los triunfos electorales de
Catamarca y Santa Fe en 1961 y en Formosa y La Rioja a principios de 1962
ilusionaron al oficialismo.
Luego de la renuncia de Alsogaray en 1961, con el estudiantado, los empleados
públicos, obreros y sindicatos en la oposición y ante elecciones cada vez más próximas,
el presidente se decidió a dar un nuevo vuelco. Un hecho anterior obligaba a estar
atento: en las elecciones legislativas del 27 de marzo de 1960, el voto en blanco
peronista había obtenido el 25% de los sufragios mientras que el paritdo de Frondizi, la
UCRI había alcanzado solo el 20%.
Los comicios de 1962 fueron un duro despertar. El peronismo ganó 10 de las 14
gobernaciones, entre ellas la estratégica provincia de Buenos Aires. Frondizi dispuso
entonces la intervención de esa provincia. Pero no fue suficiente. Pocos días después, el
29 de marzo Frondizi fue destituido por las Fuerzas Armadas.
La revolución argentina
El 28 de junio regresaron los militares al poder, esta vez de la mano del general Juan
Carlos Onganía, quien venía a realizar, según sus palabras, la “Revolución Argentina”.
Onganía adhirió a la Doctrina de la Seguridad Nacional difundida en América latina por
los Estados Unidos frente al peligro del ejemplo cubano. Esta teoría ponía el acento en
la persecución de los opositores; y, según ella, los enemigos estaban fronteras adentro
de los países latinoamericanos.
En ese contexto, el ministro de Economía que se desempeñó durante el mayor tiempo de
la gestión de Onganía fue Adalbert Krieger Vasena. El agitado clima gremial de los años
anteriores a 1966 llevaron a los representantes del capital internacional y al gobierno
mismo a pensar en medidas que impusieran la disciplina sindical y laboral.
Estas medidas, en un primer momento, tuvieron éxito por la positiva impresión que el
programa económico de Krieger Vasena tuvo en los ambientes económicos
internacionales. De este modo, la inflación fue controlada e incluso pudo alcanzarse
cierta reactivación económica.
Los principales beneficiarios del programa económico fueron los grandes empresarios y
las más importantes empresas industriales, muchas de ellas multinacionales. No todos
estuvieron conformes: el agro pampeano fue perjudicado al ser devaluada la moneda en
un 40% y simultáneamente al aumentarse los porcentajes de retención a las
exportaciones agropecuarias. La supresión de medidas proteccionistas perjudicó a
productores regionales del Chaco, Tucumán y Misiones.
Onganía implantó una rígida censura que alcanzó a toda la prensa y a todas las
manifestaciones culturales como el cine, el teatro y hasta la lírica, como en el caso de la
ópera “Bomarzo”, de Manuel Mujica Láinez y Alberto Ginastera, que fue prohibida.
En lo educativo, Onganía decretó la intervención a las universidades nacionales y la
“depuración” académica, que consistía en expulsar de las casas de altos estudios a los
profesores opositores, sin importar su nivel académico. Las universidades nacionales
fueron intervenidas y ocupadas militarmente el 29 de julio de 1966, en el episodio que
se conoce como la “noche de los bastones largos”, en la que cientos de profesores,
alumnos y no-docentes, que ocupaban varios de los edificios de las facultades de
Buenos Aires en defensa de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra, fueron
salvajemente golpeados por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía Federal,
enviados por Onganía. La consecuencia de esta noche negra para la cultura nacional fue
el despido y la renuncia de 700 de los mejores profesores de las universidades
argentinas, que continuaron sus brillantes carreras en el exterior.
Los años que van de 1955 a 1966 fueron, sin duda, los del auge de la investigación
científica en las universidades argentinas. De esas casas de estudio, salieron en esos
años figuras de la ciencia y de la cultura que prestigiaron la Argentina en todo el mundo.
Sin embargo, la “noche de los bastones largos” dio comienzo a una verdadera “fuga de
cerebros” y a una etapa de crisis en los claustros académicos de la cual estos no se
recuperarían nunca.
La oposición sindical
El Rosariazo y el Cordobazo