Índice General
Prólogo.
NAPARSTEK, Fabián
Introducción.
NAPARSTEK, Fabián; “La era de la fiesta permanente”.
III) Alcoholismo.
Prólogo:
Partimos con la convicción de que el psicoanálisis de
orientación lacaniana es una herramienta que puede dar respuestas precisas y
efectivas en el tratamiento con toxicómanos y alcohólicos. Para demostrar esto
no nos sostenemos en la tentación de las estadísticas, sino que nos ajustamos
a la demostración fundamentada del caso por caso. En este camino el libro
recorre una serie de casos clínicos dirigidos por diferentes analistas que
muestran cómo se las arreglaron, o no, con cada caso y en cada ocasión. Así
como también el libro da vueltas sobre la práctica analítica en diferentes
instituciones.
Freud no dudó en contar sus casos clínicos para hacer avanzar el
psicoanálisis y dar un aporte en el campo de la salud mental. Tampoco dudó en
contar lo que él creía que eran sus fracasos terapéuticos. Ha tenido la valentía
de mostrar aquello que no funcionaba en su práctica fundacional con tal que el
psicoanálisis vaya construyendo respuestas cada vez mas precisas en la cura.
Así mismo, Freud se cuidó de dar recetas mágicas y únicas para todos los
casos por igual. De esta forma, como los síntomas de quienes nos consultan
van cambiando con la época, el psicoanálisis debe poder dar respuestas a
esas maneras novedosas del malestar en la cultura. En ese sentido el aporte
de Lacan es central en el modo de abordar la clínica contemporánea. Por eso
mismo hemos decidido ubicar como primer trabajo del libro una elaboración
que implica una óptica sobre nuestra época desde una mirada clínica.
3
1
- El presente trabajo es un extracto de la tesis para la maestría 1 en la Universidad de parís 8, presentada
y aprobada en 2007.
2
- FREUD, Sigmund: “Tótem y Tabú” (1913-1914), Obrass Completas, Ed. Amorrortu, 1976, Buenos
Aires. Tomo XIII, page. 142.
5
Esquema:
Goce. Ley. Padre muerto.
/-----------/-------------------------------------------------------------/ Cultura.
Así las cosas, el goce queda a un costado de la ley, como goce clandestino. La
psicosis muestra muy bien los efectos devastadores cuando el goce no se hace
clandestino e invade por todas partes. En ciertas tribus indígenas – como lo he
descripto anteriormente - la droga era parte de la cultura y fundamentalmente
de estas fiestas. La descripción de dichas tribus mostraba muy bien que el
consumo de droga estaba al servicio de ratificar el pacto con el padre, con la
autoridad, para revalidar la cultura dentro de la fiesta. Es la droga al servicio del
ritual religioso y de la cultura. Ordalías que sirven para hacer entrar al individuo
6
3
- FURST, P., Alucinógenos y cultura, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1980, p. 42–23.
7
4
- MILLER, J.-A.: “Una fantasía”, conferencia de Comandatuba, Inédita, 2004
5
- Op. cit., pagina 8.
6
- LAURENT, Eric, "La societé du symptôme", in Quarto 79, revue de l'Ecole de la Cause Freudienne,
Bruxelles, Belgique, 2004, pagina 9.
8
goce. La sobredosis tiene lugar siempre y cuando haya una medida sobre la
cual se sobre pasa la dosis. En cambio Eric Laurent desarrolla como en la
actualidad hay una búsqueda generalizada del goce total sin resto. Lacan decía
que se trataba del “ascenso del a al cenit de la civilización”7. Esto Miller lo
escribió como: a > I8. La prevalencia del a sobre el significante, sobre los
ideales, sobre el Nombre del Padre. La explicación que da Miller, ya no en
Comandatuba, sino en su curso del año anterior, es que el a cuestiona el
Nombre Del Padre. Y por eso a la última clase del seminario de la Angustia la
llamó "del a a Los nombres del padre"9. El a es lo que no se deja nombrar, lo
que resta a la función nominadora del nombre del padre y por eso lo cuestiona.
Cuestiona al padre universal. Miller dice: "cuestiona la unicidad del nombre del
padre"10.
Llegado a este punto se puede comparar el esquema de la civilización
descripta por Freud con un nuevo esquema que representa este nuevo estado
de la civilización. Es un esquema que describe una diacronía temporal invertida
respecto del anterior esquema. En la civilización freudiana – si se la puede
llamar así – la mayor parte del tiempo estaba regulada por la ley y sus
instituciones. Al costado teníamos esos pequeños excesos festivos cada tanto.
En la actualidad habría un empuje a una fiesta permanente con un intento de
hacer desaparecer el resto. A mi gusto, a un costado se encuentran los
defensores del Nombre del padre y de las creencias bajo la forma del
fanatismo.
Empuje al Goce. Dicatadura del a. NP. fanatismo
/------------------------------------------------------/-----------------------/
7
- LACAN, J.acques: Radiofonía & Televisión, Ed. Anagrama, 1977, Barcelona, pages 25-26.
8
- LAURENT, Eric: "La societé du symptôme", Op. cit., page 6.
9
- MILLER, J.-A., “Curse de laOrientation Lacanienne”, clase 19, 19-06-2004, Inédito. Ver Lacan, Le
séminaire, livre X, L'Angoisse, Ed. Seuil, Paris, 2004, page 375.
10
- MILLER, J.-A., “Curse de laOrientation Lacanienne”, clase 17, 12-05–2004, Inédito.
9
es una noción que Lacan utiliza para el hombre libre. Esos mismos sujetos
que no pueden zafar de esas libertades que lo dejan totalmente
desorientados. Por otra parte, el hombre libre según Lacan era el Loco. Lo
cual acerca nuestra clínica actual claramente a la locura. El daba un
argumento que apuntaba al mismo punto respecto del objeto a. El loco es el
que no está interesado por el Otro ya que él tiene el objeto a. Es libre
respecto del Otro ya que no le demanda el a. Sus voces lo demuestran,
dicía Lacan y agregaba11. "El tiene su causa en su bolsillo"12. Fuerzo la
frase y digo que la época actual pretende meternos la causa en el bolsillo
(con las múltiples significaciones que pueda tener) con el objeto fetiche de
la mercancía y nos deja en la locura de la libertad respecto del Otro. Se
entiende, tiranía del a, de un a suelto, y libertad respecto del Otro. Es la
lógica de la psicosis remarcada por Lacan. En este texto que vengo
comentando (“Pequeño discurso a los psiquiatras”) Lacan adelanta lo que
Miller llama la tiranía del a - adelanta con una increíble deducción para la
época – cuando dice que: “!Si hay uno de los frutos mas tangibles que
ustedes puedan tocar todos los días, de lo que devenga de los progresos de
la ciencia, es que los objetos a se meten en todas partes, aislados, solos y
siempre listos a sorprenderlos en el primer encuentro”, Se entiende aquí
que son los objetos a aislados, no enlazados de manera particular en el
fantasma de cada quien. Agrega Lacan: “Hago alusión a las mass-media, a
saber esas miradas errantes y esas voces caprichosas de las cuales están
destinados muy naturalmente a estar rodeados cada vez mas ..... se los
meten por los ojos y por las orejas”13. Se ve que nos metan esos objetos a
por los ojos y las orejas y eso tira abajo al Otro y nos deja en la
desorientación de un a que no hace punto de capitón singular.
En este sentido la sexualidad actual también recibe el impacto del cambio. A mi
gusto hay una tendencia hacia una sexualidad maníaca y desorientada. Para
Op. cit.,
12
- Op. cit..
13
- Op. cit..
10
14
- Lacan, J.: "Conferencia en Ginebra", En Intervenciones y textos 2, Ed. Mannatial, Bs. As. 1988, pag.
131.
15
- Freud, S.: "Tres ensayos de teoría sexual", Ed. Amorrortu, Bs. As., 1985, tomo VII, pag. 139.
11
16
- Miller, J._A.: Curso de la orientación lacaniana, clase 20, año 2003-4, inédito. Ver también
conferencia en Comandatuba.
17
- Laurent, E.: "La societé du symptome", en Quarto 79, revue de l'Ecole de la Cause Freudienne,
Bruxelles, Belgique, 2004, pag. 9.
18
- Miller, J.-A.: "Le neveau de Lacan", Ed. Verdier, Paris, 2003, pag. 165.
12
La caída de los emblemas paternos ha traído aparejado, entre otras cosas, esa
tendencia a la desaparición de las formas masculinas y unimorfas - la forma
"hommosexuelle", "hombresexual"19 - de acceder al sexo.
Ahora bien, estos cambios en la práctica sexual se correlacionan con un
consumo festivo: éxtasis, alcohol, cocaína, psico estimulantes, etc. Son todas
drogas que responden a una demanda de euforia. Diferente es el consumo de
heroína que es un psicodélico que permite suprimir la angustia y abstraerse del
mundo y que finalmente aniquila la sexualidad. O la marihuana que puede ser
mas un tranquilizante. Por otro lado, esto lleva hoy a lo que llamé una
sexualidad bajo influencia, a una sexualidad reforzada ya que además se
llega al acto sexual luego de la fiesta, luego del reviente, destruidos. La fiesta
de los DJ, son un ejemplo, de una sexualidad bajo el efecto del éxtasis. Por
otro lado, el viagra hoy es de consumo masivo y fundamentalmente para
jóvenes y no tan jóvenes. Lo que apareció como una droga supuestamente
para la gente mayor, hoy es de uso masivo. Se ve allí que se intenta
desconocer el límite fálico, pero no solamente como límite simbólico, sino
orgánico. Hay un consumo con un retorno a lo sexual, luego de una época
donde se intentó dejarla afuera. Este consumo masivo deja a los individuos
cada vez más solos. Efectivamente, está el goce globalizado y está la soledad
globalizada. La gran dificultad hoy es establecer lazos duraderos o fuertes
entre los diferentes sujetos y el encuentro entre los sexos se ve así alterado.
Por lo tanto, lo que Freud propuso respecto del lugar de la droga en su texto “El
malestar en la cultura”, creo que no se puede sostener hoy en día. Entiendo
que la época de Freud y la nuestra son diferentes y que, por ende, las
coordenadas cambian. En la época de Freud – como ya lo anticipé en otro
texto - la toxicomanía es un síntoma aislado, entre otros. En la actualidad, hay
una tendencia que lleva a una respuesta única y globalizada, se trata de un
goce unitario y para todos por igual, intentando barrer con todas las diferencias.
Esta tendencia parece diferente a la destacada por Freud en su malestar en la
cultura. Es una época donde priman los ideales y hay cierta preponderancia del
Nombre del Padre, por eso la droga se ubica - en el caso de ciertos alcohólicos
-, como posible partenaire. En ese momento, la toxicomanía – como ya lo dije
19
- Lacan, J.: "Seminario, libro 20, Aún", Ed. Paidós, Bs. As., Barcelona, México, 1985, pag. 103.
13
20
- SINATRA, Ernesto.: “La toxicomanía generalizada y el empuje al olvido", Más allá de las drogas,
Plural Editores, Bolivia 2000, página 39.
SINATRA, Ernesto.: “La toxicomanía generalizada y el empuje al olvido", Más allá de las drogas, Plural
Editores, Bolivie, 2000, page 39.
14
dolor moral
Pulsiones Superyó
renuncia pulsional
Relaciono esto con lo que Juan Carlos Indart planteó (5) al analizar las
referencias de Lacan con respecto al superyó, hablando de un funcionamiento
del mismo, destinado a negar la castración del Otro.
Es decir, la renuncia a las pulsiones (que es pérdida de goce) implica la
creencia en un Otro que ex-siste, en un “padre Todo goce”, como dice Indart
(6). Y se pregunta, y ella me parece apropiada para ilustrar este caso: ¿porqué
la muerte rodea al goce?. Es que la pulsión de muerte surge a partir de la
17
negación de un Otro castrado, del “fantasma del Otro del goce total” (7). Mario
se pregunta si no estará pagando las maldades que cometieron sus padres a
través de actos de ocultismo, de curanderismo, que sabe que realizaban. -“Le
hicieron mal a mucha gente”, dice.
El esquema de Miller nos permite ubicar los diferentes modos de goce
toxicómanos a los cuales hizo referencia en la segunda de sus conferencias
brasileñas sobre el síntoma (8), y relacionarlos con el superyó. Por un lado, el
ejemplo heroinómano, que apunta a la separación del Otro, mantiene con el
tóxico a distancia a ese Otro, tapando con su consumo la renuncia pulsional y,
por el otro, aquellos que, como Mario, en la vertiente de la alienación al Otro, el
funcionamiento superyoico, con ese Otro de goce absoluto en quien cree,
impone un gozar mortífero que se expresa a través de su oralidad.
Lo que Mario tampoco soporta es el mundo pulsional en donde reina la falta. La
sustancia misma “en juego”, la “mejor bebida”, el “mayor placer”, es el que
obtiene de un líquido que no falta (que reemplaza su Crush), y que calla en
cada jarra, en cada chupada, el decir castrado del sujeto.
La salida rápida, el cáncer, que cobró sentido a partir de lo que el sujeto
interpretó en un momento crucial de su historia, se esfumó dejando al frente lo
que para él, es la vía “lenta” a la muerte, vía que evita cuidadosamente los
baches de la pulsión. Pero el punto de fuga, ese Otro barrado presentificado en
su cuerpo, le reclama para ello agua como el tonel de las Danaides.
Miller decía hablando de la heroína que era la sustancia que reunía el llamado
“criterio lacaniano del goce toxicómano” (9), poniéndose en la vertiente de la
separación del Otro. Usando los significantes de Lacan, Miller define ese
criterio diciendo que “es patológico cuando es un goce que se prefiere al pitito
(petit-pipi)”(10).
La función de la droga según este criterio al que se alude, es promover, como
decía Miller, “la insumisión al servicio sexual”(11), al tiempo que aparece como
objeto de deseo, pero no objeto causa de deseo. Es mas bien un objeto de
demanda imperiosa y un objeto causa de goce (12).
Es precisamente en este caso cuando se aprecia que dicha función combina,
en un solo partenaire, el tóxico como escape al goce del Otro sexo imposible, y
como vehículo de una recuperación de goce que le da una inscripción en el
18
Otro, que le permite nombrarse como el “rebelde”, con una botella en el fondo,
en solitario.
Entonces, ¿ hay algo que pueda detener o modificar ese goce ? Lacan nos da
una respuesta en “Aún” (13): la “otra satisfacción”, la satisfacción de la palabra.
Eso podemos ofrecer los analistas al toxicómano: la posibilidad de restituirle
una relación más estrecha a su inconsciente, relación que él se encarga de
borrar con el tóxico.
En la clausura de las Jornadas sobre “El toxicómano y sus terapeutas”, Miller
condicionaba el éxito del análisis a que el analista se convierta en un “dealer”
de “la droga de la palabra” (14) e invitaba a introducirlo a ese goce: el de la
palabra, “la droga normal” (15).
Notas:
Las tres personas sobre las que les he de hablar tienen varios rasgos en
común:
Sufrieron un <accidente>
20
pretendía una y otra vez rechazar su responsabilidad respecto de los actos que
realizaba en su vida, utilizando cualquier recurso para lograrlo. Desde la
posición analítica yo no podía -ni debía-convalidar esa falla ética.
Consumir o ser consumido, tal el vel con el que se desplegaba en este sujeto
un fantasma de vampirismo. Por este sesgo no era infrecuente que al ofrecerse
como instrumento de goce del Otro, él pasara a transformarse en el Otro
propiamente dicho: ‘yo soy las banderas del kamikaze, el problema es cómo
entregar ese producto a otro’. Por lo cual, querer ser el Otro y dejar que el otro,
su semejante, finalmente se sacrificara por él, denuncia por este sesgo su
canallada: un ‘bien apetecible’, también del perverso.
asesinarlo con un cuchillo. Sus intentos por evitar esta muerte (que anticipaban
sus pesadillas y que mostraban sus fantasmas entre la vigilia y el dormir), se
habían transformado en una terrible obsesión que lo llevó a la realización de
complicados rituales, defensas secundarias contra la agresión tan temida.
El diagnóstico de neurosis obsesiva comienza a localizarse.
f)La locura de un padre mutante: De pronto, siguiendo el tenue hilo de su
memoria, surgió un recuerdo fundamental: tenía cinco años y el padre, cariñoso
y comprensivo con él (quien era hasta ese preciso día su hijo preferido) devino
un absoluto extraño, un sujeto despótico que podía pegarle sin razón alguna.
En ese momento no pudo precisar por qué. Fueron necesarias aún muchas
entrevistas para llegar a situar otro acontecimiento -también absolutamente
olvidado- y que precedió a tal modificación de carácter-: cuando él era niño su
padre había sido internado en un manicomio.
A partir de ese momento se presentaron en su memoria una larga serie de
recuerdos que daban cuenta de su desconcierto frente a la presencia
monstruosa de su padre. El no sabía qué le había sucedido a su padre para
cambiar tan abruptamente su modo de ser: de bonachón y cariñoso a despótico
y agresivo: ‘se transformó en un mutante’. Había sido a partir de ese momento
(sin ‘saberlo’) que su vida cambió: ya nunca más sería el mismo. El miedo a la
locura quedó así vinculado con el miedo a la muerte.
g) El hombre del cementerio: En ese momento surgió un nuevo recuerdo. Este
hombre, que parecía -según sus propias palabras- no tener historia propia,
tenía sin embargo un gusto muy singular. Desde chico, cuando podía, se
escapaba y recorría los cementerios: allí contaba las lápidas según un ritual
muy tipificado, finalizando su misión sólo cuando encontraba una tumba
(siempre de un desconocido) que debía llevar inscrita una fecha que superara a
la más antigua que hasta ese momento había encontrado en sus
peregrinaciones anteriores. El hombre-niño que no tenía que recordar,
conjuraba la muerte de este modo. La muerte, verdadero centro del tormento
sintomático del pensamiento de Pedro.
h) Los nombres de la droga: Finalmente, fue posible precisar el secreto de su
relación con las substancias tóxicas. El pudo situar la correlación entre el miedo
a su locura y el olvido de la internación de su padre en el manicomio. Las
pesadillas -que lo asolaban desde niño, y que no cesaban-, se habían iniciado
27
propio cuerpo (con un riesgo a menudo mortal para los usuarios), en lugar de
aquellas conversiones freudianas que ofrecían secretamente las huellas
corporales del olvido; conversiones que, a pesar de su compleja trama de
combinaciones significantes indicaban siempre historias de amor con
frecuencia no correspondidas, y que eran -finalmente- dóciles a la
interpretación.
De los amores secretos prohibidos de la moral victoriana -en la que los
síntomas eran dirigidos al Otro para su desciframiento- nos hemos deslizado al
goce cínico de los procesos de ‘segregaciones renovadas’ en la época de la
‘toxicomanía generalizada’.
Ya que no sólo existen las drogas prohibidas para adormecer o exaltar de un
modo artificial, sino que el consumo ofrece variantes innúmeras para intoxicar a
los individuos. Por ejemplo, las ofertas de innúmeros gadgets que explotan la
función de la mirada para hacer gozar a los individuos del goce contemplativo,
hasta prótesis farmacológicas que prometen –una vez más- una felicidad
química universal a cambio de una dócil (y estúpida) resignación frente al
aplastamiento del deseo singular.
Por ello, entre las drogas existe otra diferencia. Mientras las drogas ilegales
parecen ser el recurso desesperado para algunas personas confrontadas con
la inexistencia del Otro, las drogas legales,‘milagrosas’, son el recurso con el
que los amos modernos intentan restablecer cínicamente al Otro por un sesgo
químico para reparar ‘científicamente’ las ‘injusticias’ subjetivas de género,
raza, condición socio-económica o credo.
Del amor al inconsciente freudiano, asistimos al cierre del inconsciente, en una
época donde se hace cada vez más evidente que no existe el Otro de las
garantías universales de las que los Dioses resguardaban el semblante, y que
cada vez menos existe el Otro de las garantías nacionales, de las que el
‘Estado protector’ constituía el semblante.
La pluralización de nombres de goce no regulados por el falo gira, en este fin
de siglo, entre el empuje al consumo desaforado y el olvido generalizado.
31
(El presente texto ha sido publicado anteriormente en "Mas Allá de las Drogas",
Editores Plural, La Paz, Bolivia, 2000 pagina 166.)
Presentado en Mesa Plenaria del X Encuentro Internacional del Campo Freudiano. Barcelona 1998
Publicado en el libro En las huellas del síntoma, Mauricio Tarrab, Editorial Grama Buenos Aires, 2005
32
Tengo que decir que fue para este hombre muy difícil entender
y soportar en nuestros encuentros la privación, la no
satisfacción de su demanda insistente, indomeñable –casi un
vicio, reconocerá tardíamente- de ser tratado como un pobre
infeliz. Un pobre infeliz que debía –además- ser castigado
34
Para quien está estorbado por el falo, dice Lacan en RSI23 una
mujer es un síntoma.
21
E.Sinatra Variantes del argumento ontológio en la modernidad. Sujeto,goce y modernidad I . Atuel-TYA 1993.
Buenos Aires
22
M.Tarrab Una experiencia vacía en este volumen
23
J.Lacan RSI Semianrio inédito
24
J.Lacan Cierre de las Jornadas de Carteles 1972
37
La droga-partenaire
Diana Wolodarsky
(El presente texto ha sido publicado anteriormente en Pharmakon 9, Editado
por TyA Barcelona, Publicación del Instituto del Campo Freudiano, 2002,
pagina 103)
Valiéndome de un caso en el que destaco ciertos momentos cruciales del
tratamiento, apunto a descifrar un interrogante: de qué goce se trata cuando se
dice “goce toxicómano”. El sujeto presa de este goce generalizable se
presenta, hasta tanto lo singular de su goce se sintomatiza, como un
irresponsable en términos éticos, un cobarde en sentido moral. En tanto la ética
concierne al ser parlante, decimos que un sujeto es irresponsable en la medida
en que no puede responder por sus propios actos. Cobardía moral como
rechazo o cierre del inconsciente a aquello que pudiera hacer eco de la falta, el
decir mismo.
En el año 74, Lacan nos enseña: “Todos inventamos un truco para llenar el
agujero en lo real… uno inventa lo que puede.”i Pero no se trata de la invención
inútil, sino de producir con ella un efecto de mutación, responder con un saber
hacer allí donde antes sólo respondía la repetición. El pasaje de lo necesario –
que pide más de una satisfacción imposible y que insiste hasta los límites de lo
peor- a lo contingente, abre a la posibilidad del amor y del deseo, atemperando
el horror que la castración impone a estos sujetos.
El caso
Un joven de 23 años llega a consulta en un estado de obligada abstinencia, ya
que su libertad civil “está en peligro” a causa de un hecho que protagonizó, “del
38
La matriz fantasmática
Relata una escena infantil, la cual da consistencia al fantasma: en diferentes
ocasiones es castigado con violencia por su hermano mayor, quien obedecía el
mandato materno. La madre le indicaba golpear a su hermano cuando éste
cometiera alguna falta. El hijo mayor satisfacía la demanda materna,
golpeándolo. El padre si bien se oponía al método de la madre, presenciaba
silenciosamente la escena sin intervenir. Esta escena presta la matriz
fantasmática que comandará la vida del sujeto.
El tratamiento transcurre en un primer tiempo construyendo las conexiones
entre los acontecimientos y la historia de este sujeto, quien pareciera ignorar
las razones de sus actos. Se compromete en el análisis, se asombra con las
construcciones y es permeable a la interpretación.
Es en ese clima de trabajo que un acontecimiento vendrá a sobresaltar a
nuestro sujeto. Ante los reiterados reclamos que realiza con el afán de obtener
una mejor posición en la empresa, su padre, desoyendo esta vez las
40
advertencias de su mujer y del hijo mayor, quien también trabaja junto al padre,
se autoriza y le otorga mayores responsabilidades.
La respuesta del sujeto a este desafío, que él mismo se propuso, no tardará en
hacerse oír.
La angustia que le causa la posibilidad de no estar a la altura de la
responsabilidad otorgada por el padre se actúa nuevamente: luego de un fin de
semana agitado pasa la noche bebiendo y regresa a su casa fuera del horario
establecido, haciendo un ostensible mostramiento de su falta.
El padre, acorralado entre los dichos maternos y del hijo mayor –quienes
presagiaban el fracaso del intento-, decide echarlo de la empresa sin dar lugar,
de ahí en más, a ningún intercambio de palabras entre ellos dos. El padre le
quita la palabra; sumiendo ese silencio a nuestro sujeto en un renovado
sentimiento de angustia, rabia e impotencia.
Esta decisión del padre de “cortarle el rostro” toma para el sujeto el valor de “un
golpe”, y el dolor que manifiesta va creciendo y alimentando un sentimiento de
odio cargado de fantasías feroces dirigidas hacia el padre, las cuales le
retornan en culpa.
Frente a la amenaza de la ley jurídica, la pérdida del “seguro” del padre, sin
dinero y sin droga, se siente encerrado y sin salida.
Asistiendo a las sesiones decaído, manifestando no encontrar sentido a la vida,
comienza a asomar un tono en su discurso que aligera la agresividad presente
hasta ese momento. Podemos ubicar allí el comienzo del pasaje del “no
pienso” al “no soy” soportado en la operación de transferencia, dando lugar al
discurso del inconsciente.
Si bien su queja se sostiene en el sentimiento de injusticia del cual se siente
víctima, comienza a hacerse oír cierta transformación de la culpa en
responsabilidad. Se contabiliza en los sucesos acontecidos como parte y
causa, y analiza las consecuencias de sus acciones intempestivas.
De la clase al síntoma
La necesidad de suponer un Otro castigador va cediendo y deja lugar a que el
sujeto constate que la actividad de la pulsión, en su ejercicio, demuestra que él
se basta a sí mismo en el gusto por “hacerse pegar”.
41
probé y no me gusta. Mi problema es el alcohol. Fue más intenso desde los 18,
llegué a consumir todos los días en cantidad”.
Desde los 22 años se fue de la casa, vivió con una pareja por años (Con
Carla, 8 años), luego con otras…llegó a alquilar un departamento para ir a vivir
con una de ellas y eso se frustró, regresó a vivir con sus padres hace tres años,
lo cual describe como insoportable, se pelea con ellos y se va a vivir en la casa
que había comenzado a reconstruir, la actual.
Allí comenzaron hace tres años sus “ataques de pánico”. Interrogado dice que
tiene como angustia, vacío, y se descompone físicamente: suda, tiembla, no se
puede mover. No se puede levantar de la cama, padece de un desgano total,
desde hace muchos años. Está sin trabajo hace meses, pero no puede buscar
otro ni tampoco sabe qué buscar. Mayormente se desempeñado en trabajos de
promoción, siempre por agencias…nunca tuvo un trabajo en relación de
dependencia. Interrogado, no encuentra explicación; más adelante dirá que es
más libre.
Vive muy mal, comenta, en su actual vivienda que lo “tira”, intenta
arreglarla él, con lo cual comienza a demoler una pared y no termina el trabajo;
se dirige a otro lugar de la casa, hace lo mismo con un ventanal y así, está toda
a medio terminar, con lo que vive en una situación que lo deprime, por lo que
toma antes de llegar a su casa, pues no tiene mayormente un lugar donde
estar cómodo y seguro. Tiene en “su casa”…un jeep destartalado, una moto
desarmada (con la que tuvo un accidente estando ebrio) y un auto con
problemas mecánicos que usa normalmente para trabajar. Sabe mecánica,
pero no termina de arreglarlo. Como no terminó el secundario, estudió algo
similar a maestro mayor de obras, pero sin recibirse, quería estudiar
arquitectura. Dice: “sé un poco de todo, pero no soy nada… Puedo hacer por
mi cuenta varias cosas, desde arreglar el auto hasta construir la casa, pero
jamás (lo dice enfáticamente) terminé nada, así como podría tener el auto
bueno que quiero, pero mantengo las tres cosas que no andan, jeep, moto y
auto viejo”.
A: su entorno, lo que lo rodea, sobre Ud., interiormente y su historia qué me
diría…qué lo trae aquí además de lo que me cuenta.
“Estoy muy mal, perdí mi trabajo, me desvincularon, no puedo ir a pedir otro a
la agencia para la que trabajé muchos años; no me puedo levantar ni hacer
45
que no poder hacer nada le produce culpa, que considera tener un problema de
baja autoestima porque sabe de todo, estar muy calificado para muchas cosas,
pero no puede hacer nada, empieza todo pero nada concluye, que por querer
todo y ya, se paraliza no hace nada. Sale con una mujer más de 10 años
menor que él, de quien dice no estar enamorado y no convenirle a ella como
proyecto de pareja, pues no le interesa tener hijos o formar una familia: “es un
compañía que me hace bien, me banca y a veces yo la banco a ella.” Pese a
algunos recuerdos de la infancia, siempre relacionados con la conflictiva
obsesión de su madre y la inconsistencia de la presencia de su padre, no
puede construir un relato novelado con alguna articulación con sus síntomas
que lo implique, así como muestra hasta el momento rechazo a tratar
cuestiones relativas a las mujeres y su sexualidad. Solo alude a “exigencias
morales” con sus parejas y esporádicas relaciones con prostitutas sólo cuando
está alcoholizado.
Las intervenciones giran en torno de que se verifica que el problema
central no es el consumo de alcohol, muchas veces seguido de cocaína; que
en efecto tiene recursos y una baja autoestima, que su problemática se asienta
en gran parte en ese rasgo infantil de quererlo todo y ya. Con esto se construye
una “causalidad” que lo alivia; cede el consumo y comienza a disponerse a
buscar trabajo. De su decir se desprende el total rechazo a incorporar
medicación o realizar cualquier otro tipo de consulta. No falta a ninguna
entrevista, como hasta la actualidad.
Siempre comienza las entrevistas con “estoy bien y mal”; “algo bueno y algo
malo”, lo que quedará definido como su ambigüedad. Concurre un día con un
gran desánimo por el retorno de un consumo excesivo de alcohol en el bowling,
que él es un fracaso, no puede hacer nada, no tiene nada…no va a salir, etc.
A: “No estoy de acuerdo; mi experiencia, la que leo de Ud. aquí conmigo es
que tiene recursos y puede moverse, cedieron los ataques de pánico, hizo algo
por su casa, se dirige a buscar trabajo, disminuyó el consumo, viene
sistemáticamente al tratamiento…
una indicación de mi parte venció el miedo y articula que también tenía miedo y
desconfianza respecto de concurrir a la primera entrevista, pero mi llamado
ante su descompostura aún sin conocerlo, lo decidió. Agrega que el psiquiatra
le preguntó si había escuchado voces alguna vez, que le dijo que si. Recuerda
en la sesión que en la infancia, en esas pesadillas, ha visto imágenes, como
alucinaciones (sic) y ha escuchado gritos, que también tenía miedos y se
orinaba en la cama y dice: “ahora no soporto a mi madre, pero de chico era su
compañero, mi papa no estaba, mi hermano mucho mayor; tomó muchos años
anfetaminas y estaba como loca limpiando hasta las 4 o 5 de la mañana sin
parar, no se si mi problema para dormir y los excesos, puedan tener algo que
ver con esa locura de ella”.
A: Sí, una locura, pero de de ella.
Promoción de la responsabilidad.
Recientemente, con un consumo muy moderado, en que él calcula para no
incurrir en “exceso”, se ha establecido una nueva fase en la que predomina el
silencio del analista y la promoción del análisis de lo que plantea y la
puntuación de sus recursos propios. Trae como “dilema” dejar su trabajo
(actualmente el único y en relación de dependencia) porque no lo soporta, pero
no quiere ser otra vez un desocupado. Un gesto y la intervención Ud. en
cuestiones de trabajo sabe como moverse, lo lleva ironizar, incluso se riendo
dice “Quiero todo y ya!...no puedo resignar nada!”. Ante el silencio: “Me puedo
tomar un tiempo para evaluar…ir de a pasos…”. Le sigue un gesto de
asentimiento del analista, cerrando la sesión.
Colette Soler
25
Colette Soler, “Estudios sobre las Psicosis”. Ed. Manantial, pagina 64.
50
Cuando Norberto tenía siete años muere su madre. Poco después irá a vivir
con sus tíos, quienes se hacen cargo de él. A los veinte inicia una relación de
pareja que se sostendrá durante siete años con un hombre 15 años mayor que
él. A esa edad comienza a trabajar en “prostíbulos” y conoce a Mary como su
“empleadora”. Inicia en esa época el consumo de cocaína de manera
esporádica. Dos años más tarde comienza a trabajar de noche con Mary e
incrementa el consumo “para aguantar la noche”. Afirma respecto de esa
situación: “Ella me trajo la cocaína…empezó una caída que nunca levantó”.
A los veintiséis años muere su padre. Poco después recibe la noticia de que es
portador del virus HIV. Decide internarse en una comunidad terapéutica,
concluye su tratamiento y abandona el consumo de cocaína hasta los treinta y
cinco años. Durante esos años dejó de ver a Mary y señala al respecto: “no la
vi ni consumí”.
A pesar de ello, a los treinta y dos años se interna “por voluntad propia” en un
psiquiátrico debido a lo que refiere como “crisis de ansiedad”, describiendo que
“escuchaba música y miraba TV al mismo tiempo sin poder dormir durante
días”. Dos años después de esa internación breve, muere su hermana, y a los
pocos meses su tía. Dice: “volví a llamar a Mary, estaba muy solo, me sentía
devastado, ella se metió en mi vida…me casé”.
51
Dice al respecto:”Ella fue una muerte que me asedió. Como si hubiera sentido
todos los velatorios de las personas que se me murieron pero con una persona
viva.”
Mary queda así ubicada como un “verdugo”, una “telaraña letal”, según sus
dichos, y Norberto queda de este modo atrapado en las redes de la muerte.
Lo rechazado retorna a través de ese vínculo como un goce mortífero.
Se establece en relación a esta mujer una dimensión paranoide. Queda a
expensas de su intrusión, ella se torna “imparable”, “irrefrenable”, con efectos
de fagocitación, el sujeto se halla a su entera disposición, a expensas de un
poder que lo ingiere. Mary dice “ándate” y Norberto se tira por el balcón.
Dice: “Su voz me perturba el cerebro”, pero también habla su silencio: “Cuando
Mary se calla empiezo a pensar qué hay por detrás…ella estará tejiendo la
telaraña.”
En el silencio se teje una telaraña que lo atrapa. El silencio del Otro lo inquieta.
Se trata de un goce que no hace pausa, es asfixiante, no encuentra hendidura,
solo lo agujerea saliéndose de la escena, eyectado él por un balcón que lo
expulse. Ello lo posee o lo destruye y ese binario se muestra indialectizable.
Sin embargo, podría ubicarse que el sujeto hace algún uso de esta relación.
“Ella vivía como ella y yo vivía como ella”;”Cuando me casé con Mary me metí
en un envase equivocado”. La posesión que localiza en ella le presta un
envase, un borde, una ilusoria vivificación. De Mary toma prestada una trama,
pero rápidamente el tejido deviene telaraña. Un lazo que permite de algún
modo la vida: como vive ella, él vive, pero se trata de un vivir paradójico que se
le torna mortífero quedando a la vez ingerido por su envase.
A la vez, es posible ubicar otra función del tóxico en Norberto cuando Mary es
el “verdugo” y aparece de ese lado el veneno: “Mary me devasta el cerebro,
tomaba cocaína todo el día para olvidarme, tomando me ausento”. “Cuando
consumo pienso menos, me olvido”.
26 J. Lacan, El Seminario Libro 10, “La angustia” Clase 25, del 3 de Julio del 63. Pág. 363.
27Se desarrolla una reflexión sobre el tema en “Lo Uno y los Otros”, Nicolás Bousoño, Viviana Carew.
Publicado en “El Psicoanálisis aplicado a las toxicomanías” Publicación del TyA. Departamento de
Estudios sobre Toxicomanía y Alcoholismo del CICBA.
54
En una entrevista dice: “Acá el peso de Mary es menos…la voz de Mary pasó
de ser imperativa a ser sólo molesta”. Se interviene diciéndole que tal vez
ahora le cree menos. Se detiene y dice: “acá me volví a reír, estoy recuperando
mi identidad, yo le digo a ella que ustedes me imponen una distancia…hay
cosas que digo pero no las escucho, hay palabras mías que yo las niego, no
me llegan a mi mente, esta institución es un bunker, no quiero tomar decisiones
arrebatadas”. Se interviene entonces afirmando el acuerdo con él en la
necesidad de introducir una distancia y un tiempo.
Norberto logra escuchar esta intervención, la toma e intenta hacer uso de ella
en varias situaciones referidas a Mary y a su padecimiento: “muchas veces me
acuerdo de lo que me dijiste, tengo que creerle menos a Mary y tiempo,
tiempo…”
Como efecto de dicha intervención se abrió para el sujeto la posibilidad de
algunos enunciados que restan consistencia al decir totalizador del Otro,
quedando por momentos de su parte la posibilidad de hacer algún uso de
palabras que le provean un límite y que le armen una barrera. Se pone en
56
En otra entrevista pregunta: “¿Yo porqué me dejé tanto?” sin poder ubicar una
respuesta. Luego dice: “No hay otra salida que no sea conmigo mismo…ahora
fluyen mis miserias…mi verborragia, mi mente puede más que yo. Algo mío no
funciona bien…algo enfermo mío hay que me enganchó con una mujer
enferma…esa parte existe de mi.” Llora angustiosamente preguntando si esto
se cura.
Por otro lado se intenta el trabajo en relación a las muertes de sus familiares
para dar lugar a alguna tramitación del duelo vía la palabra, posibilitar algún
registro de la pérdida y de su tristeza.
En relación al dolor, hace uso del lazo de transferencia que le permite alguna
elaboración de saber y a la vez un despegue, cuando puede formular una
pregunta que le da un lugar. “¿Porque me dejé tanto?” Esta pregunta marca
una diferencia en relación a la devastación.
A partir de allí se intenta hacer algo que no lo “deje” tan tomado por el Otro al
ubicar el padecer en relación a sus pensamientos.
Pero lo rechazado del filo mortal del lenguaje retorna en lo real, en su inquietud
y aceleración que no logra mitigar: “Estoy avasallado por pensamientos que
fluyen permanentemente y me sacan de donde estoy”. “No pienso
emocionarme y me emociono…y no se de dónde me sale la emoción, mis
57
28
Colette soler, “Estudios sobre las Psicosis”. Ed. Manantial. Pág. 64
58
En una entrevista recuerda algunos años de su vida en los que dice haber
sabido vivir solo y no depender de otros: “nunca más voy a ser quien era, el
apuro no me deja pensar, no me deja escuchar, no me deja reflexionar, nada
me llena, todo tiene que ser ahora, vos me decís “tiempo” y para mi es como un
puñal.”
Norberto avanzó inexorable hacia el acto suicida, testimonio del fracaso del
punto de basta y del goce que sacrifica al organismo. Quedó arrojado fuera de
la vida, lanzado por la virulencia mortal de la manía.
cuenta la mirada de los otros, dice: “Cuando estoy medio tenso para
enfrentarme a los lugares que hay que socializar prefiero no hacerlo, no
voy…cuando estoy con mis amigos del fútbol yo hago oídos ciegos” le
pregunto: ¿oídos ciegos? Se ríe y le digo son dos cosas diferentes. Una cosa
es lo que se escucha y otra es lo que se ve. “Cuando me pasa esto, lo de
oídos ciegos, opto por irme a caminar con alguno de mis amigos, con los
que me siento más cómodo o no doy bola. Estoy logrando tener más
espacio”.
Para el paciente oído y mirada se juntan. Le supone a la mirada un decir.
De su etapa infantil relata que hasta los 3 años tomó la teta, hasta los 4 años
no habló y que hasta los 11 años no controló efínteres. Cuando le pregunto si
sus padres habían consultado por esto dice: “El problema es que yo era un
nene de mamá, un boludo”. Se puede pensar que ahí faltó una mirada, y
eso le vuelve de lo real. La mirada se le presentifica y lo remite a ser burlado
por el otro, ser el hazme reír del otro. El sujeto queda tomado como objeto de
goce del otro “el nene de mamá”, “el boludo”.
Por otro lado, relata un incidente sufrido en la casa de su novia, con quien
intenta comunicarse en la madrugada, primero por teléfono y luego
personalmente sin conseguir según sus palabras “que ella de la cara, que le
hable”. Sin embargo, su insistencia, hace que la madre de ésta convoque a la
familia de mi paciente para que lo vayan a buscar. Cuando los hermanos de
Andrés se hacen presentes, los hace entrar, dejando a Andrés afuera y
provocando así que rompa el vidrio de la ventanilla del auto de la familia de su
novia.
Este incidente da pie para que la familia de Silvia llame a la policía, hacen una
denuncia y le prohíben que se vean o se hablen. Intervengo diciendo que tal
63
vez esto sea lo mejor por el momento, y que este tiempo lo utilice para pensar
acerca de lo ocurrido.
A partir de aquí hay una sucesión de hechos extraños que ocurren. La madre
de Silvia comienza a dejar mensajes en el contestador de la casa de Andrés
diciendo que debe ser internado. Asimismo yo recibo un llamado de una
persona que se presenta como la psicóloga de Silvia preguntando si yo estoy al
tanto de lo ocurrido, me sugiere la internación dado que ella lo considera
riesgoso, e intenta interiorizarse del diagnóstico del mismo, a lo que le contesto
que estoy al tanto de lo ocurrido, al igual que el psiquiatra, y que dicha
sugerencia no me parece pertinente ya que ella no conocía a Andrés, que
además eso era algo que en última instancia evaluaríamos los profesionales
tratantes. Por último le informo que si quiere más información deberá acercarse
a la institución y hacer la petición que corresponda allí, ya que el teléfono al
que estaba llamando era mi celular.
A partir de esta intervención, cesan los llamados telefónicos que hace la madre
de Silvia, pidiendo que lo internen a Andrés.
En relación al llamado recibido por mí, mi paciente es anoticiado por una
comunicación que mantiene con su novia, y me interroga para saber si esto es
verdad y me pregunta qué le dije yo, de manera que le informo de la
conversación mantenida, tal cual había sido.
Frente a la decisión de dejarlo afuera sin lugar para escuchar lo que tiene para
decir, Andrés comete un acto vandálico, rompe el vidrio, hace un agujero como
un intento desesperado de llamado al Otro. Es en esta circunstancia que la
analista hace lugar a su decir, lo aloja en el dispositivo –que pasa a ser diario-
marcando la presencia de otro que supone allí a un sujeto, dando respaldo y
contención al mismo, haciendo lugar a la palabra y favoreciendo así el lazo
transferencial.
La maniobra analítica que intento hacer es procurar un límite al goce del Otro,
proponiéndome como significante ideal que a falta de la ley paterna, pueda
constituir una barrera al goce.
Luego de esto, el paciente acepta tomar la medicación indicada por el
psiquiatra, mientras que se trabaja con la familia de Andrés, acerca del efecto
calmante que la marihuana proporciona en él, indicando por lo tanto, la
posibilidad que tiene el paciente de fumar hasta un porro por día.
64
Miguel trabajaba (lo hace aún hoy) en la construcción, como pintor; tiene
dos hijas (en ese entonces de 2 y 3 años) y una relación muy conflictiva con su
mujer (D) de quien se separa entre la primera consulta y la segunda; consulta
que tiene lugar en la misma institución conmigo tres meses más tarde.
Las primeras semanas asiste esporádicamente, muy verborragico y
confuso, dice que se siente sin recursos, habiendo perdido cosas, “aislado de lo
que fue o hubiera podido ser”, en referencia a una separación de la que se
siente víctima y por la que debe dejar la casa en la que vivía con su familia para
volver a vivir con sus padres y su hermano. Dice no tener los medios para
investigar algo que en un principio no plantea con claridad.
En ese contexto es internado una semana en Open Door, luego intentar
agresivamente obtener una respuesta de D mientras estaban haciendo trámites
en una comisaría.
Esa internación lo sorprende, lo asusta y es a partir de ese episodio que
comienza a asistir regularmente a las entrevistas conmigo; las que han tenido
lugar desde entonces, con la sola interrupción de algunos meses en el año 1998
y que hoy se llevan a cabo en mi consultorio. La internación pone fin a un
tiempo que él describirá como de “verdadero descontrol”, que comienza cerca
del nacimiento de su primera hija y en el que, en un inicio, llegaba a romper
radios y televisores para evitar que le hablaran y que, luego de su mudanza por
la separación, lo empujaba a casa de D para exigirle respuestas.
A ese tiempo le sigue una larga serie de entrevistas en las que da
muchos rodeos intentando percibir si “sé algo”, si puedo darle una respuesta y
en las que, por que advierte que no, va ganando confianza; vueltas muchas
veces agotadoras, en las que las intervenciones apuntaban a situarlo, a acotar
su verborragia (ya que el silencio como respuesta lo hacía sentirse como una
máquina hablando sola sin poder parar). Tiempo en el que accede a contarme
la situación que lo decide a dejar su casa, a separarse y que constituye el
enigma que aspira a explicar desde entonces.
Una noche en la que dormía con quien era su mujer (D), se despierta con
la certeza de que le han aplastado un testículo. Este episodio es detallado
muchas veces a lo largo del tratamiento, siempre en un tono de confidencia y
casi siempre como si no lo hubiera contado antes. A veces lo relata como algo
que le ocurrió durante un sueño, otras veces como si hubiera sucedido en el
66
Saber leer.
(Un caso de alcoholismo)
De Jacquie Lejbowicz
Introducción:
Este caso tiene una particularidad que es necesario consignar a los fines de lo
que en la temática de T y A nos interesa: No se trata de una consulta motivada
69
El caso:
Me toca escuchar hace algunos años a una mujer de una gran fragilidad
subjetiva. Llega sumida en la melancolía, y en el rechazo del propio cuerpo,
particularmente de sus pechos.
Durante bastante tiempo es ella quien corta las sesiones y hay que maniobrar
para que pueda abordar ciertos temas, respetándola cuando necesita cortar e
irse. La vergüenza, la sensación de indignidad, y los estados de terror la
invaden.
termina su espalda, para –dice- recordar a su padre desde otro lugar. (Cuando
hasta poco tiempo atrás, esperaba ansiosa el momento de estar sola en su
cuarto, para beber en demasía y “mantener conversaciones” con el padre
muerto, antes de caer dormida).
Es decir, que consigue abandonar el circuito de maternidades y abortos en que
estaba sumida, para convocar la mirada de un hombre, aún sin mama.
Pero precisamente fue necesaria la amputación, el tributo real de la mama, allí
donde no hubo nombre del padre que opere separándola del goce materno, y
dándole lugar a un cuerpo vivo. Fue necesario el corte de la mama real para
hablar en análisis y producir un corte con la mirada de un Otro gozador.
Recién ahí las interpretaciones que antes no tenían efecto parecen operar.
Por la misma época, siente que varias de sus compañeras de escuela quieren
algo con ella, y le tocan su cartera y sus cosas.
El día del maestro de este año me manda un nuevo mensajito, aterrorizada por
el daño que su amante le produce con sus palabras. Le contesto que recuerde
que en esas ocasiones él suele beber y decir pavadas, y ella contesta que el
tema es que ella logre no dejarse destruir por las palabras de él; con lo que
acuerdo. Esto tiene que ver con saber leer, cosa que parece lograr, luego de
haber pasado por la escritura, y tal vez por mi lectura de sus mensajes.
-El nombre: Por un equívoco a raíz del mensaje que ella deja cuando me llama
por 1ra vez, yo la llamo de entrada por el diminutivo del que me enteraré
posteriormente es su segundo nombre. Lo particular es que a partir de ahí ella
se comienza a hacer llamar así, y me relata éste cambio de nombre que le
efectué sin saberlo, mucho después. (Siempre sus relatos y confesiones son
“después”).
75
-Lo rubio y el hijo que sí tiene: Cuando el hijo que sí tiene empezaba su
escolaridad y el tratamiento de C. recién se iniciaba, el marido insistía con que
C. le cortara el pelo a su hijo, que por entonces tenía una larga cabellera rubia.
Decisión que a C. le costó mucho tomar. Significo ahora que era horror lo que
la idea de ese corte le producía.
Cuando por la quimioterapia quedó pelada, C. eligió para sí una peluca rubia,
“ahora soy rubia”, dijo. Su amante tiene pelo rubio, también lo es el cirujano
que le está haciendo la reparación mamaria, entre los insultos que me dirigió
en los tiempos de “mensajitos” estaba el de “rubia tilinga”. Su padre era rubio.
Un rasgo del objeto que retorna en el insulto. Y en la elección amorosa.
III) Alcoholismo.
UN ALCOHOLICO EMPEDERNIDO.
Luis Darío Salamone
(El presente texto ha sido publicado anteriormente en Pharmakon 6, Editores
Plural y TyA, La Paz, Bolivia, 1997, página 113.)
de esta de que aceptaba ser cortejada, la golpeó. Fue la primera vez, pero no la
última. Torturado por las sospechas contrató un detective que le recomendó
intervenir el teléfono. Si bien el detective no logró conseguir evidencias, lo alentó
a proseguir con la investigación, ya que Pedro le había confiado a su mujer que
iba a poner a alguien para que la vigile, motivo por el cual no resultaría extraño
que, los presuntos amantes, hubieran comenzado a cuidarse. Esto le produjo un
estado de incertidumbre que no lo dejaba dormir.
El cliente vivía en una casa próxima y, en apariencia ignorante de la
situación, volvió al negocio una vez más; Pedro arremetió contra él con
amenazas y empujones. Si bien el sujeto no apareció más por la vinería, en una
oportunidad, al encontrarlo en la calle, algo en su mirada le hizo suponer que éste
había andando con su mujer. Ese algo, acerca del cual lo interrogué, se trataba
de cierta dureza.
Su mujer, cansada de los acosos, le había confesado que hasta el
momento con el vecino no había pasado nada, pero que, gracias a su insistencia,
el joven estaba comenzando a agradarle. Luego de ser brutalmente golpeada,
ésta lo abandona diciéndole, y no sin cierta razón, que con lo único que él podía
llevarse bien era con una damajuana. Después de varios días de verificar dicha
cuestión, fue internado, presentando un aparente cuadro de "delirium tremens".
En dicho lugar se produce el encuentro con el psiquiatra
que lo convence para que me consulte.
2- Los tratamientos.
Pedro había tenido dos intentos de resolver su adicción. El primero
concurriendo al grupo de Alcohólicos Anónimos que funcionaba en la parroquia
de su barrio, donde obtuvo un éxito relativo. Consiguió dejar de tomar un par de
meses, hasta que un buen día, luego de discutir con su mujer, volvió a la bebida
de una forma feroz. El segundo intento de resolver su problema lo llevó a una
iglesia pentecostal; dejó de beber hasta que, según sus palabras, el diablo metió
la cola. Luego de una celebración se sirvió un vaso de vino y volvió a la
compulsión.
En ambas oportunidades le llamó la atención que durante la abstinencia no
sentía tentación alguna sino más bien nauseas. Motivo por el cual no podía
77
4- Culpas y sospechas.
El alcohol, al igual que otras drogas, suele ofrecer serios problemas en lo
que respecta a la cuestión diagnóstica. La sustancia tóxica puede llegar a
escamotear la estructura del sujeto, provocando cierta opacidad, particularmente
en quienes han llegado al extremo de padecer delirios suscitados por la
78
5- "El encopao".
Si bien el análisis de un toxicómano o un alcohólico no dista de cualquier
otro, resulta de importancia en estos casos poder dirimir que función viene a
cumplir la sustancia en cuestión, el alcohol en esta ocasión, en la economía
psíquica del sujeto.
En principio la relación de Pedro con la bebida guarda un punto de
identificación con su padre. En una oportunidad se reconoce con un rasgo que
considera, a la vez, como una virtud y como un defecto: la perseverancia. Su
madre le decía siempre a su padre que era un "cabeza dura", que tenía la cabeza
dura como una piedra, lo que se le metía en ella nadie podía sacárselo. En esto
él era igual a su padre. Aprovecho la ocasión para dejar escapar el significante
"empedernido", con el cual se presentara en nuestro primer encuentro, buscando
poner al descubierto algo del orden de esa identificación.
Esa noche, al volver a su casa siente ganas de beber. En lugar de hacerlo,
decide llamarme para pedirme una entrevista, en la cual se queja de que el
análisis le parte la cabeza. A lo cual le contesto con una broma: "Será porque no
era tan dura". Se ríe y me muestra un obsequio que me trajo: una geodita que
pertenecía a una colección de piedras que guarda desde su adolescencia. La
geodita es una piedra, rústica por fuera, y que partida, revela un interior con
matices claros y oscuros, con algunos cristales que brillan a la luz. Plantea que se
trata de algo grosero e impenetrable y que adentro encierra cosas luminosas.
Parece dura por fuera, pero en realidad es hueca. "Usted a sido muy duro
conmigo", me dice, posiblemente eso permitió cierto cambio que advierte en su
personalidad. Si antes alguien le insinuaba que había estado bebiendo, lo
agredía. A un amigo, en cambio, le comentó divertido que ahora le dicen "el
encopao". "El encopao" es un tango, que trata del vínculo de alguien con el
alcohol, y que pese a que nadie parece comprenderlo, sin embargo responde a
ciertas razones. "Yo quería ahogar mi rabia en el vino." Evitando caer en lo mera-
80
mente imaginario, a esta altura del caso, podríamos decir que la relación de
Pedro con la bebida responde a una determinación significante.
Pudimos comprobar que el alcohol para Pedro tenía además la función de
hacer algo con esa culpa que lo atormentaba y que no era tan inconsciente, así el
vino se ponía al servicio de la represión. Ya que no se podía sacar eso de la
cabeza, procuraba olvidar por medio de la bebida; recurso tampoco ajeno al de
su padre.
Hay también otra función que se fue perfilando, y es la de un intento fallido
de escapar de su impotencia, en medio de la embriaguez no se preocupaba
demasiado por mantener relaciones sexuales, y en todo caso si fracasó cuando lo
intentó, fue por culpa de la bebida. Así que ésta, no sólo le permite un respiro al
olvidarse de la cuestión, sino que se ofrece como una materia dispuesta a asumir
la responsabilidad del asunto. Procuro quebrantar esto preguntándole a Pedro si
no padecía de impotencia aun antes de comenzar a beber, e interrumpo la sesión
sin esperar una respuesta que insiste en darme.
La próxima entrevista Pedro llega sumamente molesto sin saber muy bien
porqué. Ya no fue su relación con la bebida lo que ocupó el centro de la escena,
sino la angustia porque cada vez que últimamente había tratado de mantener
relaciones, se había enfrentado a su impotencia. Quería ahora deshacerse de la
misma. De todas formas el romance (y este es el nombre que él mismo le da) de
Pedro con la bebida no ha terminado. Se emborracha de tanto en tanto, y
especialmente lo hizo luego de algunos fracasos amorosos. Sólo que ahora no le
cuesta tanto parar. Eso, según nos dice, lo separa de lo que antes le pasaba y,
sobre todo, de lo que le pasó durante toda su vida a su viejo. La identificación a
un padre, más allá de alcohólico, impotente, comienza así a tambalearse.
Introducción
El título de esta formulación es clásica: nombra la curación -aunque adjetivada
de espontánea- y refiere la existencia de un paciente al que se califica de
alcohólico. A partir de este caso particular intentaré cuestionar la legitimidad de
los supuestos que el uso de estos términos conllevan en su generalización
conceptual.
La depresión
Un hombre joven acude a mi consulta por atravesar un penoso trance
depresivo en el que ingería abundante alcohol; medicado por años con
antidepresivos se encontraba ahora en una situación límite: al no encontrarle
sentido a la vida quiso matarse, pero no se atrevió.
La tristeza era un rasgo de Sergio -descendiente de la aristocracia rusa, cuya
familia se exilió en Argentina en la época de la revolución bolchevique-. El
nunca se consideró 'un ser como los demás' ya que no podía estudiar ni
trabajar con continuidad pues desde siempre largos intervalos de tristeza y
silencio interrumpían su vida.
En las entrevistas preliminares produce un lapsus. A partir del apodo con el que
lo nombraban -conde- se despliega otro término -esconde- significante que lo
representará a partir de lo que él confesará: su 'ser engañador'.
La depresión y el engaño demostrarán en el curso de estas entrevistas estar
conectados por medio de una identificación de Sergio a su madre. Ella había
logrado mantener en vilo a toda su familia -especialmente al padre de Sergio-
en torno de sus caprichos. Sólo a ella Sergio no podía verdaderamente
engañar. Esta línea de pensamiento asociativo lo llevó a confesar -no sin
reticencias- algo que jamás había dicho a nadie: había colaborado con su
madre en la realización del último deseo de ella, dejar de existir. Un recuerdo
persiste de un modo tenaz: el de su cuerpo acostado e inmóvil con las arrugas
de sus ojos y una placidez que lo sobrecogió.
Sólo en este momento del relato relaciona el pacto de muerte con su madre y
el inicio de su postura taciturna.
El engaño del Otro
Decido en ese punto darle entrada en análisis. Surgen recuerdos infantiles que
se organizan en torno del significante es-conde. Una manifiesta mejoría se
produce en su estado anímico. Hata que a partir de una pregunta que me dirige
82
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
1- FREUD, Sigmund - Obras Completas , 'El malestar en la civilización'; Ed.
Biblioteca Nueva, pg. 3046.-
2- LACAN, Jacques - Momentos cruciales de la experiencia
analítica,'Proposición del 9 de octubre de 1967...', Ed. Manantial, pg.22.-
3- LACAN, Jacques - Seminario XXIII -inédito-, clase del 10/2/76.-
4- QUINE, Willard - Desde un punto de vista lógico, 'Acerca de lo que hay', Ed.
Orbis-Hyspamérica.
Carolina Zaffore
Introducción
Examinaremos a partir de un breve fragmento clínico una función posible de la
droga que indica no una lógica de ruptura sino de anudamiento frente a la
coyuntura de elección sexual.
En esta oportunidad haremos una lectura de un caso de histeria, atendido en
un Centro asistencial.
Intentaremos así iluminar ciertos aspectos de los modos actuales de hacer
lazo, donde el examen de la posición sexuada cobra especial relieve.
El consumo de drogas puede ser considerado hoy una práctica de gran
presencia en nuestros consultorios e instituciones asistenciales. Y este caso es
paradigmático de ciertas subjetividades amarradas al consumo, que no
cuestionan el consumo ni plantean fracaso alguno del toxico como solución. Al
contrario, la consulta pasa por otro lado y la relación con la sustancia no es
problemática.
En este contexto y con este eje que orienta el recorte, pasamos al material.
Motivo de consulta
Una muchacha de 21 años que llamaremos Luz consulta en el Equipo de
Adolescentes con una motivación clara, “quiero saber qué me pasa con las
85
La primera conexión que Luz encuentra escuchando sus dichos es que el inicio
de sus relaciones homosexuales coincide temporalmente con el inicio del
consumo de importantes cantidades de cocaína que mantiene hasta el
momento de la consulta. Cabe señalar que no es el consumo de cocaína un
problema en su vida. Lejos de consultar en el Equipo de Adicciones que
funciona en la misma institución, ella resalta los beneficios de la sustancia:
“puede ser una cagada pero me encanta, está buenísima: esa es mi única
verdad. Con coca encima soy dinamita”. Pese a lo cual por momentos – muy
esporádicamente - la inquieta algo que se presenta en la vía del exceso: “a
veces me da miedo descontrolarme del todo, me gusta tanto que siento que
voy a morir tomando cocaína, una noche coimeé a un cana y me gasté el
sueldo de un mes en un rato“.
Estos son los trazos iniciales con los que se presenta Luz a la consulta. Ahora
intentaré dar cuenta de algunos indicios que advierten sobre la relación entre el
consumo y su elección sexual. El interrogar la función del toxico resultó
importante para establecer esta relación.
Desencadenamientos y anudamientos
86
Interpretación y diagnóstico
Aislaré solo dos intervenciones que permiten vislumbrar el diagnóstico: La
primera es la conexión entre dos significantes, o mas bien evocar una pareja
(significante): conejito de indias y conejita de play boy. La segunda es una
indicación sobre el tono sistemáticamente infantil con el que se dirigía a sus
partenaire sexuales y que reproducía en voz activa y con mucha gracia en su
relato.
La respuesta subjetiva a dichas intervenciones irá configurando dos elementos:
1) un sueño de angustia en el que despierta con la imagen de una niña en un
ataúd y 2) el recuerdo semi-olvidado del modo en que el padre se dirigía a ella
de niña: mi conejita.
88
Conclusiones
Bibliografía
De Nicolás Bousoño
90
una nueva versión de su madre, con otro lugar para el hombre, “Fui a la casa
de ella, vi cosas que siempre están pero nunca había visto. Tiene unas cajitas
de música que son una parejita, y en un hueco de la chimenea hay un trofeo
que ganó mi papá cuando era joven”. Un recuerdo infantil la ubica esperando
al padre con un libro en las manos. Recuerda que entre sus 6 y sus 10 años él
“estaba pero no estaba” formulación denegatoria que ubica una ruptura en una
historia fragmentaria y eficaz. Un sueño ubica un movimiento, dice “antes
soñaba con Soledad; ahora con Virginia, otra amiga del trabajo, mi alma
gemela, le prestaba una campera y una maestra decía, ese agujero que tenés
en la campera lo vas a tener toda la vida”. Movimiento de ser la mierda que
tapa el agujero del Otro o el agujero mismo a tener un agujero en su vestido.
VIVIANA CAREW
Como ustedes podrán ver en el esquema que sintetiza esta clase, vamos a
partir hoy de lo que Mauricio Tarrab sitúa como un problema paradigmático de
nuestra época, problema que radica en cómo articular -desde el psicoanálisis
aplicado a la clínica de las toxicomanías- la lógica del discurso del Otro Social
con la particularidad de goce de cada sujeto que acude a la consulta.
Orientadas por esta lógica del Otro Social existen políticas cuyos efectos
inciden en el campo de la Salud Pública. Entre ellas, podríamos destacar las
Políticas de Control Social, las Políticas de Mercado y en tercer lugar, las
Políticas en Salud Mental.
Art. 14. Será reprimido con prisión de uno a seis años y multa de ciento doce
mil quinientos a dos millones doscientos cincuenta mil australes el que tuviere
en su poder estupefacientes. La pena será de un mes a dos años de prisión
cuando, por su escasa cantidad y demás circunstancias, surgiere
inequívocamente que la tenencia es para uso personal.
Art. 17. En el caso del artículo 14, segundo párrafo, si en el juicio se acreditase
que la tenencia es para uso personal, declarada la culpabilidad del autor y que
el mismo depende física o psíquicamente de estupefacientes, el juez podrá
dejar en suspenso la aplicación de la pena y someterlo a una medida de
seguridad curativa por el tiempo necesario para su desintoxicación y
rehabilitación. Acreditado su resultado satisfactorio, se lo eximirá de la
aplicación de la pena. Si transcurridos dos años de tratamiento no se ha
obtenido un grado aceptable de recuperación, por su falta de colaboración,
29
Ley 23.737 Régimen Penal de Estupefacientes. Buenos Aires, 21 de Septiembre de 1989. Boletín
Oficial, 11 de octubre de 1989.-Ley Vigente- (Ver en la sección Legislación de la página Web de la
Práctica de Investigación: La psicología en el ámbito Jurídico. Facultad de Psicología.UBA
www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/practicas_de_investigacion
/775/index.htm )
97
30
Referencia a la Ley 24.240, Ley de Protección del Consumidor promulgada el 22 de Setiembre de
1993 y al artículo 42 de la Constitución Nacional de la República Argentina cuya reforma fuera
promulgada el 19 de Agosto de 1994. Encontramos una interesante reflexión sobre el tema en el texto del
historiador Ignacio Lewkowicz “Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez” Ed. Paidós,
Primera Parte, “Del ciudadano al consumidor. La migración del soberano”, pág. 19 a 39.
31
Del hacer al Decir. La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo. Ed.Plural, año 1998. Eric Laurent,
Conferencia. Pág. 61
98
Debido a la insistencia con la que fracasa este ideal, han surgido en las últimas
décadas, lo que se nombra como políticas de Reducción del Daño, en las que
ya no se aspira únicamente a la abstinencia sino a prevenir y cuidar de los
riesgos concomitantes a las prácticas de consumo, intentando intervenir sobre
las conductas que pueden dañar al propio sujeto que consume o a la
comunidad. El uso de drogas no desaparece pero se disminuyen sus efectos
dañinos. Las políticas de Reducción del Daño se implementan acercándose a
las zonas de riesgo, a las villas de emergencia, a las zonas marginales, sin el
objetivo de que los sujetos accedan a un tratamiento, pero en cambio se les
enseña a usar correctamente las jeringas a quienes consumen por vía venosa
, se les entregan jeringas descartables y profilácticos para evitar por ejemplo
el contagio del HIV, etc., estrategias que surgen como un modo de responder
al fracaso del ideal médico-social de abstinencia.
Tomamos entonces como punto de partida aquello que está situado mas allá
del objeto droga. Y si nuestra dirección nos conduce hacia la ubicación del
drama subjetivo al que la droga viene a responder, un texto paradigmático será
“El malestar en la cultura” donde Freud hará una referencia precisa al
consumo de tóxicos, como uno de los modos más eficaces de respuesta al
malestar. Una vez más encontramos allí -y ya desde el año 1929- una valiosa
orientación para nuestra práctica.
Cito a Freud: “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos
dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir
32
Más allá de las drogas- Estudios Psicoanalíticos. Ed. Plural, año 2000. Mauricio Tarrab, Las salidas de
la toxicomanía. pág.148.
100
de calmantes. Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos
hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la
reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas.”
(…) “Empero, los métodos más interesantes de precaver el sufrimiento son los
que procuran influir sobre el propio organismo”. (…) “El método más tosco,
pero también el más eficaz, para obtener ese influjo es el químico: la
intoxicación.” (…) “Lo que se consigue mediante las sustancias embriagadoras
en la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la miseria es apreciado como
un bien tan grande que individuos y aún pueblos enteros les han asignado una
posición fija en su economía libidinal. No solo se les debe la ganancia
inmediata de placer, sino una cuota de independencia, ardientemente
anhelada, respecto del mundo exterior. Bien se sabe que con ayuda de los
quitapenas es posible sustraerse en cualquier momento de la presión de la
realidad y refugiarse en un mundo propio, que ofrece mejores condiciones de
sensación. Es notorio que esa propiedad de los medios embriagadores
determina justamente su carácter peligroso y dañino. En ciertas circunstancias,
son culpables de la inútil dilapidación de grandes montos de energía que
podrían haberse aplicado a mejorar la suerte de los seres humanos.” 33
33
Sigmund Freud, Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu Editores. El Malestar en la Cultura, año
1929. Cap. II, págs. 75 a 78.
34
Idem 4, pág. 147
101
Otra orientación que nos brinda el texto de Mauricio Tarrab refiere a “estar
advertidos y no ser tragados por los discursos que circulan en las
instituciones”, “dejarse sorprender y apostar, sin garantías”. 36 Resulta
dificultoso para quienes trabajamos en el ámbito institucional, interactuando
permanentemente con otros discursos –médico, jurídico, social, etc.- no quedar
mimetizados a los mismos y poder articular nuestra posición y nuestro marco
teórico con prácticas y lógicas sostenidas por una concepción de sujeto
diferente a la propuesta por el psicoanálisis. “Dejarse sorprender” es una
indicación que nos sitúa en la perspectiva ética, una posición desde la que
hacemos lugar a la destotalización y a los puntos de inconsistencia
estructurales del saber previo que enmarca nuestra intervención; una posición
35
Estas consideraciones son desarrolladas en extensión en el texto de Viviana Carew: Acerca de las
patologías que nombran. Reflexiones éticas. (Ver en la sección Textos y Artículos de la página Web de la
Práctica de Investigación: La psicología en el ámbito Jurídico.Facultad de Psicología. UBA
www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/practicas_de_investigacion
/775/index.htm )
36
Idem 4, pág. 147
102
que hace posible escuchar al sujeto que consulta, más allá de ese nombre que
lo trae y lo marca, haciendo lugar a su particularidad.7
37
Idem 4, pág. 151 y 155.
38
Idem 4, pág. 146.
39
Idem 4, pág. 155
103
40
Idem 3, pág. 66
104
Llegado este punto quisiera hacer referencia a dos citas del texto de Fabián
Naparstek que van a dar en parte, el marco conceptual al material clínico que
voy a presentar.
Respecto del Otro barrado dirá:”Toda la idea de Lacan en este texto es, que
depende de cómo encarnamos ese Otro, se verá si podemos llevar esa
pregunta -la pregunta del sujeto- a un despliegue que permita un análisis. En
conclusión, lo que él va a decir es que el analista es el capitán de su barco,
pero propone no ejercer el poder que ese capitán del barco tiene. Es decir,
41
Idem 3, pág. 66
42
La dirección de la cura en la toxicomanía y el alcoholismo; su efectividad en instituciones. Fabián
Naparstek. En Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo. Grama Ediciones. Año 2005.
pág.133
105
según Lacan, se dirige la cura pero no se dirige a los pacientes. (…) Y la única
manera de llevar esa pregunta a que se despliegue es que en el Otro haya un
hueco, haya un agujero, haya un deseo, y esta es toda la idea, a mi gusto, de
este texto. La tesis de Lacan es que la posibilidad de que hagamos aparecer un
sujeto barrado depende únicamente de que en el lugar del Otro haya un Otro
barrado.”43
Y luego cita a E. Laurent para ubicar algo que me parece interesante para
pensar estas dos lógicas o dimensiones diferentes que operan en una
institución: “El analista más que un lugar vacío, es el que ayuda a la civilización
a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales. El
analista tiene que ayudar, pero con otros, sin pensar que es el único que esta
en esa posición, (…) ayudar a impedir que en nombre de la universalidad o de
cualquier universal, ya sea humanista o anti-humanista, se olvide la
particularidad de cada uno.”44
43
Idem 14, pág. 129
44
Idem 14, pág. 134
45
Idem 14, pág.135
106
Un material clínico
El “no decir nada”, el “estar fuera”, el “no saber de que lado ponerse”, y su
relación al “tener” y al “perder” quedan enunciados en su primera entrevista y
serán puntos recurrentes en los dichos de M. a lo largo de los siguientes
encuentros.
A partir de esos puntos entonces, está organizado el recorte del material clínico
de M durante los cinco meses siguientes de su tratamiento, hasta que se
interrumpen las entrevistas debido a mi renuncia al cargo que ocupaba en la
institución.
M. dice: “A los 12 me enteré que mi papá tenía otra familia, después veía en la
casa de él los juguetes y la ropa que me faltaba…en mi casa él era un
visitante.”
“Desde los cinco años mi papá me manoseaba, yo creía que era un juego.
Tuvo relaciones sexuales conmigo cuando yo estaba drogada, a los 14.”
“A los cinco años es el último recuerdo de los cinco juntos, después mi mamá
empezó a estar siempre en la cama y nosotros a salir a la noche con mi papá,
a una plaza para que nos cansemos y nos vayamos a dormir.” “Mi papá era un
cachivache, pero levantabas la voz y estabas en el piso, en la ducha de agua
fría o con un cachetazo…después esa figura se me cayó.”
Interesado por dicha situación, pide que le amplíe con más detalles lo que pasó
con esos dos pacientes que decidieron fugarse: la escena fue como la describe
M, yo estaba de guardia eran las doce de la noche, los pacientes ya estaban
descansando, y ella se había quedado fumando en la sala contigua.
Repentinamente bajan esos dos pacientes de sus cuartos, con sus buzos
cerrados tapando la mitad de sus rostros, se paran con las piernas abiertas
contra la puerta, con actitud amenazante y me dicen “Viviana danos las llaves,
nos vamos a ir por las buenas o por las malas”.
Era la primera vez que debía responder a una situación de ese orden en la
institución, no estaba habituada a hacer guardias, y la primera respuesta que
se dibujó en mi rostro frente a esa intimidación fue una mezcla de risa y temor.
La risa tuvo que ver con cierto efecto que me provocó verlos en esa puesta en
escena, serios, queriendo asustar, pero fue algo no calculado, producto de la
sorpresa y de no saber como iba a manejar la situación. Eran las doce de la
noche y yo tenía que decidir y calcular cierto riesgo que podrían correr esos
jóvenes al dejarlos irse de la institución.
111
Mis primeras palabras enunciaron que yo no les iba a impedir que se fueran,
pero que tenía que cumplir con las normas que enmarcaban mi trabajo como
psicóloga de guardia, y que necesitaba que firmen en sus historias clínicas que
se hacían responsables de lo que les pudiera pasar en la calle y que si ellos no
hacían esto me comprometían a mí en mi profesión y en mi función en la
institución.
Fue evidente como este pedido los descolocó, y desde una posición un poco
más floja me dijeron “bueno esta bien, pero rápido, no nos des vueltas, nos
queremos ir”. Las historias clínicas estaban en un consultorio en el piso
superior, y esa escalera me brindaría algo más de tiempo para pensar como
seguir con esa situación. Me acompañaron, tomé las historias clínicas y
empecé a escribir el texto que ellos iban a firmar, y como había un teléfono allí,
ellos tenían miedo a que hiciera un llamado, con lo cual mientras escribía, se
sentaron a modo de escolta, uno de cada lado; la escena para entonces se
había tornado casi grotesca.
Yo no percibí que M seguía toda la escena, ella estuvo a distancia observando.
En un momento uno de ellos me dice “bueno si te vamos a hacer kilombo a
vos, déjame que llamo a mi viejo, le voy a decir que me venga a buscar”;
acepté su pedido, habló con su padre quien en menos de una hora lo vino a
buscar, firmó el abandono del tratamiento y se retiraron, no sin agradecerme “la
ayuda” que le había dado en los meses de entrevistas, dado que era yo quien
lo escuchaba en su espacio de terapia individual.
El otro paciente, desorientado por la nueva posición de su compañero, me pide
hablar con el auditor de su Obra Social, que era quién estaba a cargo del
tratamiento, dado que tenía ocho causas judiciales y carecía de familiares
responsables. El auditor le dijo que si quería se fuera, y que en menos de 24
horas seguramente iba a estar preso. El paciente entendió que no le convenía
irse y decidió quedarse y se fue a dormir. Luego de ese desenlace logré
tranquilizarme, sin saber muy bien que fue lo que allí me orientó ni cómo había
logrado revertir la situación.
Al día siguiente M pide que sea yo su terapeuta y es en ese punto donde
Fabián Naparstek señala -lo que debemos considerar como una lectura posible
de la situación- que algo de lo que allí presenció M, fue lo que abrió la
posibilidad de que pueda pasar de la posición de silencio, de su negativa a
112
M comienza a hablar, pasando del goce del silencio al goce “del blanqueo”,
empieza a desenmascarar a quienes la rodean y a si misma ubicando así
algunas cuestiones de su historia. El material fantasmático, su novela familiar,
comienza a situarse a partir del escenario que propicia el ámbito institucional.
La ubicación de estas líneas para empezar a pensar el caso fue facilitada por el
escenario institucional. Tal vez, si M hubiera iniciado un tratamiento solo a
través de entrevistas individuales, sin la introducción del escenario institucional,
de las normas institucionales, de las transgresiones a las mismas y de la
relación con sus compañeros de tratamiento, hubiera pasado mucho tiempo
para que M pudiera empezar a enunciar, en el marco del consultorio, la
fantasmática que sostiene su síntoma.
ubicar allí la posición del sujeto. Pensar ese dispositivo conductual, necesario
para algunos casos, como aquel que posibilita poner en escena su
problemática. Se trata entonces de servirnos del marco institucional -y no de
oponernos al mismo- a los fines de la dirección de la cura. La intervención del
psicoanalista en la institución será entonces la que intenta suplementar la
dimensión normativa y moral propiciando la dimensión del sujeto y su
particularidad, introduciendo la perspectiva ética que orienta nuestra práctica.
Resulta evidente que el tema del consumo no fue central en este tratamiento,
pero si fue ciertamente el recurso fallido al tóxico lo que hizo que M fuera
escuchada -en su silencio y en su hacer- primero por su madre, quién
respondió recurriendo a una instancia legal, y luego por quienes allí
intervinieron ubicando una menor en riesgo, riesgo que no pareciera referir
para entonces a su práctica de consumo pero si a sus acciones. El marco
normativo-institucional y la intervención del analista propiciaron en M la
posibilidad de pasar del hacer al decir.
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