La Torre, desde que se estableció en Pampas, soñaba
frecuentemente con una hermosa mujer que llegaba a la puerta
de su casa y le solicitaba posada a cambio de trabajo. . Ella le decía que venía de ultramares visitando a los pueblos andinos, y quería quedarse definitivamente en Pampas, y cuidar a los pampinos como si fueran sus hijos verdaderos, y velar permanentemente por ellos.
Y, siguiendo el hilo de sus inducciones y deducciones, llegó a ver
clarito que la dama de sus visiones tenía el mismo semblante de la Madre de Jesucristo. . Entonces se convenció que la forastera que ayer nomás había llegado a su casa era la imagen exacta de la mismísima Virgen Purísima, de quien él era fiel devoto y oraba ante Ella allá en la madre Hispania.
Seguro de sus convencimientos, alegre y entusiasta por las
circunstancias que estaba viviendo en aquellos momentos, el bueno de don Feliz tomó dinero de su arca, buscó a un amigo suyo, que viajaba a España, y pidió que le hiciera el favor de comprar una imagen de la Virgen Purísima y se la trajera a su regreso. . Simultáneamente, mandó construir la iglesia, cuyas paredes, según dicen los testimonios, por aquel entonces tenían dos varas de espesor y estaba ubicada en la misma plaza a poca distancia de la actual iglesia Matriz.