Esta teoría es propuesta por Cloward y Ohlin, pero primero debemos entender el concepto
de oportunidad diferencial “No siempre que una persona determinada experimente una
presión anómica acudirá irremisiblemente a utilizar medios ilícitos, ya que según
establecen estos autores, esos medios ilícitos no son igualmente accesibles para todos”. Es
decir, únicamente, en aquellos barrios donde exista una estructura de oportunidades ilícitas
que sirva de vía alternativa para conseguir los objetivos cultural y socialmente aceptados,
existirá la posibilidad de que un joven se inserte en una subcultura y aprenda los medios
para obtener dichos objetivos de manera ilícita. Esto dará lugar a una delincuencia de tipo
expresivo e instrumental.
a. La Subcultura Criminal
b. La Subcultura Conflictiva
También conocida en inglés como Broken Windows y es propuesta por Kelling y Skogan.
Explica el “círculo vicioso” que existe con la presencia de un control social débil, que da
lugar a actividades delictivas. Existencia de zonas donde hay basura, suciedad, ventanas
rotas, grafiti, prostitución, venta y consumo de drogas.
- Desorganización social
- Aumento de la ansiedad entre la población
- Menos actividad «normal» en la calle
- Menos vigilancia y control informal
- Más oportunidad para delinquir.
Esta teoría dice que no hay que intervenir una vez que se haya delinquido, sino mucho
antes, en un estadio lo más temprano posible para prevenir dichas conductas.
En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Phillip Zimbardo realizó un
experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos
idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una
zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de
California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y
un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada
sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser bandalizado en pocas horas.
Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y
lo que no lo destruyeron. En cambio, el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las
posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el
experimento en cuestión no finalizó ahí, cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba
deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un
vidrio del automóvil de Palo Alto.
El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y
el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.
No se trata tampoco de la pena de muerte ni del ojo por ojo ni siquiera de bajar la edad
penal, sino más bien un conjunto de ideas que debidamente aplicadas deberían resultar en
un beneficio para cualquier sociedad.
No es tolerancia cero frente a la persona que comete el delito, sino tolerancia cero frente al
delito mismo.
Esta teoría trata de explicar con la ayuda diferencial de los grupos, el proceso por el cual
una persona se hace criminal. Una persona se hace criminal cuando aprende más modelos
de favorecer la infracción de la ley, que modelos que la desaprueban.
Sutherland estudio al ladrón profesional y observo que el hurto profesional no era una
actividad individual y aislada, sino que era algo que se aprendía en contacto con otras
personas (en relación con otros ladrones que muestran cómo hacerlo: cuál es la técnica a
usar y, al mismo tiempo proporcionan ciertas actitudes que justifican la criminalidad del
acto).
Se aprecia, entonces, que lo de "diferencial" significa que (en la mayoría de los casos) un
individuo se vuelve delincuente al estar más frecuentemente en relación con modelos
criminales que con modelos no criminales (Sutherland, no habla de individuos, sino de
modelos, es decir: ejemplos, palabras, actitudes, valores).
Para Becker citado por García (p. 500), “el fenómeno del etiquetamiento, es una
manifestación de relación de poder, donde se comprende la conducta del desviado y
también está constituida por la acción de otros, que son aquellas personas que elaboran
las reglas de cuya violación fue encontrado culpable”, es decir, que el comportamiento
desviado es creado por la sociedad en el sentido, en que grupos sociales ocasionan ese
comportamiento, porque forman reglas, cuya violación constituye un comportamiento
desviado.
Las normas, como reglas del comportamiento que son elaboradas por los grupos sociales,
se caracterizan por si una persona viola estas normas grupales es considerada como
desviadas desde el punto de vista del grupo. La misma situación perversamente desde el
punto de vista del etiquetado como desviado, pueden ser o son considerados como extraños,
aquellas personas que elaboraron las reglas, de cuya violación fue encontrado culpable.
Siendo estos los puntos de vista del que impone la etiqueta y del etiquetado.
- No puede darse como enteramente cierto que esa gente realmente cometió un acto
de esa naturaleza, pues los procesos de señalamiento no son infalibles (seguros,
ciertos, verdaderos, firmes)
- La desviación es una transgresión que tiene lugar entre el grupo social y la persona
que es catalogada por ese grupo como transgresor.
- Extraños también son los del grupo mayoritario en relación a quien ha sido
etiquetado.
Existen técnicas de neutralización para rechazar dichas etiquetas, los que se saltan las
normas usan cinco técnicas de neutralización:
a. «No soy responsable». En este caso, la persona que incumple la norma alega
que el responsable de ese incumplimiento es otra persona o que ha sido un
accidente. A menudo, esa persona se ve a sí misma como víctima en lugar de
perpetrador.
b. «No he hecho daño a nadie». Aunque el perpetrador admite que la acción es
ilegal, alega que no hubo víctimas, o que simplemente era un poco de diversión
sin importancia.
c. «Se lo merecía». En este caso, el perpetrador se ve a sí mismo como el vengador
que rectifica lo malo que pudiera haber hecho la víctima. Simplemente, lo deja
«en tablas».
d. «No tienes derecho a juzgarme». Con esta frase denuncian la hipocresía de sus
acusadores, que habrán hecho lo mismo o algo peor.
e. «Obedezco a un propósito superior». El perpetrador puede haberse limitado a
ser fiel a su banda o a «ayudar a un amigo».
Dada por Marshall, esta teoría postula que algunos niños no pueden inhibir su respuesta
agresiva a la hora de realizar conductas sexuales por una combinación entre patrones de
relación destructivos con sus padres, y porque tanto la agresión como el comportamiento
sexual tienen idénticas influencias biológicas, esto significa que ambas conductas se
procesan por las mismas vías neurológicas, lo que contribuye a su manifestación
conductual simultánea si no se ha producido un aprendizaje diferencial entre ellas.
La relación de apego está formada por dos componentes: uno de ellos es la imagen de los
demás, que me formo en función de la disponibilidad de mi figura de apego y en
mi apreciación de que es alguien de confianza; el otro componente es la imagen de
mí mismo que me creo en relación a cómo se comporta mi figura de apego conmigo, y
que dará lugar a que me sienta una persona digna de ser amada e interesante para
los demás. Del lugar en que cada sujeto se sitúe en estas dos dimensiones de intimidad
y autonomía, se derivan los patrones de relación que establecerá con personas significativas
de su entorno.
En el estilo seguro, para el niño, la figura de apego se percibe como una base de seguridad
que le permite concentrarse en otras tareas, ya que tiene la certeza de que, si fracasa en su
intento, estará ahí para ayudarle; además, ha contribuido en la construcción de su identidad
y del sentido de pertenencia que ha desarrollado, en cuanto a que no se encuentra solo en el
mundo, sino que esa persona es su referente, con claros vínculos emocionales. Si no se
establece este tipo de apego entre unos padres y su hijo, el niño aprenderá que esas figuras
no son de referencia, puesto que a veces están y a veces no, a veces le demuestran su afecto
y otras, su desprecio, independientemente de la conducta del niño. De esta forma, estos
estilos convierten al niño en una persona con una baja autoestima, falto de habilidades
sociales y de resolución de problemas, egocéntrico, puesto que sólo busca su propia
satisfacción y con dificultades en las relaciones sociales.
Cuando llega a la adolescencia, el niño puede utilizar el sexo como una forma
de afrontamiento ante la ansiedad, las frustraciones y/o el miedo, conducta que se
ve doblemente reforzada: por un lado, por la disminución de ese malestar emocional
previo y, por otro, por el propio placer sexual. Teniendo esto en mente, parece que está
claro que cualquier persona con estos antecedentes que se encuentre en una situación
personal estresante, o con determinados problemas mentales, tales como
depresión, ansiedad… no hará sino potenciar este mecanismo de adaptación que ha
aprendido a utilizar ante las dificultades. Como cualquier conducta humana, y poniéndolo
en relación con el tema que nos ocupa, podemos considerarlo un continuum en el que en el
extremo más leve podríamos situar la masturbación compulsiva y, en el más grave, las
agresiones sexuales seriales, de hecho, Marshall y su equipo han demostrado que los
agresores sexuales utilizan el sexo como principal mecanismo de afrontamiento.