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ABSTRACT:

En el presente trabajo se abordará de qué manera la existencia de una ideología que, de


manera evidente, propugnaba el exterminio físico y total de los judíos fue la base y fundamento
que dio lugar a la existencia Holocausto, es decir, a la persecución y aniquilación sistemática de
los judíos europeos por parte del Estado alemán nacionalsocialista y sus colaboradores. Este plan
sistemático se desarrolló durante el período que tuvo lugar entre el ascenso al poder del nazismo
en 1933, hasta la finalización de la Segunda Guerra mundial en 1945. Durante este período,
fueron asesinados 6.000.000 de judíos.
Para dar respuesta a la hipótesis planteada, se abordará cuáles fueron los antecedentes
ideológicos del Holocausto, cuál fue el contexto histórico dentro del cual Hitler llega al poder,
cuáles fueron las medidas adoptadas por el nazismo en contra de los judíos y, finalmente, qué rol
cumplieron los campos de concentración y de exterminio en el plan sistemático de aniquilación
de los judíos, haciendo fundamental hincapié en el campo de exterminio de Auschwitz.

INTRODUCCIÓN:

Como bien señala César Vidal: “Las manifestaciones iniciales del antisemitismo se
pierden en la noche de los tiempos. Es la Biblia la primera fuente histórica que hace referencia a
una serie de acciones que podríamos denominar antisemitas”1.
En el mundo clásico se osciló entre el desprecio hacia los judíos y el deseo de acabar
directamente con su existencia mediante una política de asimilación forzosa. A este antisemitismo
clásico en sus mejores momentos tolerante de los judíos como minoría de segunda, en los peores,
partidario del ataque directo contra los mismos, se añadiría pronto un nuevo elemento de signo
ideológico. Este sería el nuevo antisemitismo religioso como el de ciertos autores clásicos, pero
relacionado con una fe monoteísta. El cristianismo en sus orígenes no existió como una religión
diferenciada del judaísmo. Su fundador, Jesús, era un judío, así como fueron los judíos sus
seguidores exclusivos durante años. Judías eran asimismo las categorías de expresión ideológicas
utilizadas en el Nuevo Testamento. Según señala

1
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1, página 13.
Vida: “A finales del siglo I d. de C, sin embargo, este nexo de unión comenzó a quebrarse de
manera inequívoca. El cristianismo se iría gentilizando, al mismo tiempo que progresivamente
renegaría de sus raíces judías y contemplaría a su alma mater como a un enemigo(…) El
enfrentamiento directo entre judaísmo y cristianismo, teñido de tintes religiosos, fue adquiriendo
cada vez más, características de proscripción para el primero,(…) arrancando de las raíces
antisemitas propias del helenismo (…) una disyuntiva feroz para los judíos: o conversión y
asimilación o lealtad a su judeidad e intolerancia de diversos grados”2. El antisemitismo
religioso se irá extendiendo a lo largo de la Edad Media por todo el mundo cristiano. El
cristianismo, identificado decididamente con el mundo clásico pagano, irá desnaturalizándose y
realizando una relectura de sus orígenes en clave no pocas veces antisemitas. De esta manera,
comenzarán a ponerse en práctica prohibiciones entre el matrimonio y las relaciones sexuales
entre judíos y cristianos (Concilio de Elvira del 306), se vedará el acceso de los judíos a los
empleos públicos (Sínodo de Clermont, 535), se ordenará la quema de sus libros sagrados
(Concilio de Toledo, 538), se obstaculizará su acceso a la justicia (en el III Concilio de Letrán,
1179), se les recluirá en ghettos, se les forzará a la conversión y, finalmente se decretará su
expulsión en varios países como Inglaterra (1290), Francia (1306 y 1394), Alemania (1424 y
1438) y España (1492). Junto a
la condena ideológica vendrá la caracterización, falsa y maligna, de lo que se considera prototipo
judaico. Del judío no-cristiano se pasará a la imagen del judío anticristiano culpable de asesinato
ritual, de envenenar las fuentes o de provocar la peste. Del judío marginado sin piedad de la vida
social surgirá la imagen del judío usurero. Todas estas situaciones que no fueron ni coetáneas ni
continuas a lo largo del Medioevo, en mayor o menor medida se reprodujeron una vez tras otra,
transformando a los judíos en un colectivo satanizado, convirtiéndolo en periódico objeto de
agresiones directas y confinándolo progresivamente geográfica, social y laboralmente3.
El enorme impacto del antisemitismo
religioso implicaría que su virus calara en la mentalidad de los no-judíos independientemente de
sí eran o no creyentes. De esta manera, no siempre los movimientos sociales que invitaban a la
tolerancia influirían positivamente en la suerte de los judíos. En el caso de la Reforma protestante
por ejemplo, si bien esta implicó una liberalización de la suerte de los judíos siquiera por una
2
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1, página 16.
3
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1.
puesta en práctica de la libertad de conciencia, la influencia ejercida no fue igual en todas las
ocasiones. Lutero, por ejemplo, se manifestaría abiertamente como un portaestandarte del
antisemitismo no tanto religioso como nacionalista. Por el contrario, el calvinismo, se
manifestaría tolerante, incluso acogedor, para con los judíos, pero sin llegar a concederles un pie
de igualdad a los mismos. Con respecto a la Ilustración y a las
revoluciones liberales europeas, estas estuvieron, en mayor o menor medida, teñidas de
antisemitismo prácticamente hasta 1848. El episodio del caso Dreyfus (militar francés acusado de
traición y deportado, cuyo proceso desencadenó el affaire Drayfus, en donde se mezclaron
motivos sociales, políticos, raciales, religiosos, etc.) en la Francia republicana de finales del siglo
XIX, ponen de manifiesto que la patina antisemita de siglos no había sido arrancada por unas
décadas de liberalismo formalmente tolerante. Todos los aspectos que fueron desarrollándose en
torno al judío -el judío como ser distinto, el judío como conspirador mundial, el judío como
usurero- van a desempeñar un papel importante en la configuración ideológica del antisemitismo
hitleriano. Sin embargo, serían otras dos corrientes antisemitas diferentes, y aún más nocivas si
cabe, las que modelarían de manera específica la mente de Hitler. Estas corrientes son: el
antisemitismo científico y el antisemitismo ocultista o teosófico4.
Con respecto al primero, este tuvo lugar a lo
largo del siglo XIX y podría ser definido como un racismo que se presentaba con pretensiones de
cientifismo. Conceptos como el de la supervivencia y evolución del más apto, como el de la lucha
por la vida o el paso escalonado del animal al hombre resultaban fáciles de encajar en una
cosmovisión antisemita. Existían razas superiores -más evolucionadas- destinadas a imponer su
legítimo dominio sobre las inferiores, más cercanas al animal que al ser humano. Para conseguir
dicho objetivo, debían fortalecerse, combatir sin ningún tipo de concesiones morales y traducir al
terreno político lo que, supuestamente, enseñaba la naturaleza. De esta manera, esta forma de
antisemitismo no dejaba la más mínima salida al judío. Un claro ejemplo de este enfoque fue el
de Joseph Arthur, conde de Gobineau (1816-1882), para quien el antisemitismo dejaba de estar
vinculado a categorías religiosas e incluso socioeconómicas. Se trataba más bien, de una
manifestación legítima de la raza superior contra la inferior. En cuanto a la segunda corriente,
esta encuadró al antisemitismo dentro de visiones de tipo ocultistas y esotéricas. Como creadora
de esta corriente puede citarse a madame Blavatsky, personaje auténticamente novelesco que

4
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1.
nación en Rusia en 1831. Sus enseñanzas combinaban una gran mezcla de hinduismo,
orientalismo y espiritismo anglosajón, a la que se sumaban un antisemitismo, un anticristianismo
y un racismo cargados de agresividad. Madame Blavatsky desarrolló en su pensamiento la idea
de la existencia de razas superiores e inferiores, nombrando entre las primeras a la raza aria, cuyo
destino era dominar al mundo y poner fin a la funesta época marcada negativamente por la
presencia de cristianos y judíos. En 1891, presa del alcohol, el tabaco y las drogas muere, pero
sus ideas no morirían con ella5. Durante los años siguientes, la teosofía blavatskyana
comenzó a extenderse por Alemania y a adoptar una configuración específica que se ha
denominado como “ariosofía”. Personajes como Georg Lanz von Liebenfels (1872-1954) y
Guido von List (1865-1919), pulirían las ideas de la tesis de Madame Blavatsky conservando su
toque místico y su cosmovisión plagada de referencias a las razas superiores e inferiores, pero
añadiéndole al mismo tiempo una clara militancia política. El primero de ellos dirigía una revista,
Ostara, en la que denunciaba la "contaminación racial" y pedía un "Nuevo Orden" ario. Tanto
Lanz como List, tuvieron una enorme influencia en Hitler, quien era asiduo lectos de Ostara, y
conocía estas teorías en el período anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial. En 1919,
Hitler se expresaba ya, en favor de un antisemitismo de corte planificadamente estatal. Por el
mismo camino iba a discurrir su carrera política. Lejos de ser un proceso derivado de los
acontecimientos de los años treinta y cuarenta, el pensamiento que derivaría en el Holocausto ya
estaba plenamente forjado en los primeros años de este siglo y había sido formulado por Hitler de
una manera clara y coherente a finales de la segunda década del mismo6.
Lejos de ser un accidente en medio del desarrollo de la Segunda
Guerra Mundial, el Holocausto contó con diversos antecedentes ideológicos que habían ido
apareciendo de manera especialmente evidente en la segunda mitad del siglo XIX e inicios del
XX. Su caldo de cultivo no era el multisecular antisemitismo religioso o cultural que dio frutos
tan amargos a lo largo del siglo XIX, pero del que aún era posible huir con la apostacía o la
asimilación. Ahora se trataba más bien de un antisemitismo que pretendía tener una base
científica y mística. La primera abogaba, entre otras cosas, por la obligatoriedad de la lucha por la
existencia, la realidad de seres más o menos evolucionados o la distinción entre razas superiores e
inferiores. La segunda se traducía en la creencia en la superioridad espiritual y racial de los arios
frente a la inferioridad de eslavos, cristianos y, muy especialmente, judíos y en la necesidad de
5
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1.
6
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1.
comenzar un "Nuevo Orden" mundial regido por los arios o el llamado a someter y eliminar a los
débiles y los inferiores mediante las leyes, la esterilización y la guerra. Durante décadas las
cosmovisiones de este tipo no pasaron de las proclamas y los sueños. Sin embargo, a partir del
año 1933, un hombre embriagado en las mismas, haría todo lo posible para que el sueño de los
antisemitas científicos y ocultistas se hiciera realidad7.

1) CONTEXTO HISTÓRCO DENTRO DEL CUAL HITLER ASUME EL PODER

“La toma del poder por Adolf Hitler en 1933 constituye, sin lugar a la más mínima duda,
uno de los episodios más trascendentales de la historia contemporánea. Con ella, por vez
primera en la historia, se abría la posibilidad de llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias
un programa de ataque racial dirigido en primer lugar contra los judíos y, con posteridad,
contras otras etnias. Tal circunstancia resultaba cuando menos chocante en la medida en que, en
realidad, los judíos alemanes estaban asimilados a la cultura alemana que veían como propia y
pletóricos de patriotismo, habían derramado su sangre por Alemania en la Primera Guerra
Mundial. Por otro lado, y lejos de tratarse de una etnia rival, constituían una minoría (en torno
al 1 por ciento de la población) cuyo peso social había empezado a declinar en parte antes de la
llegada de Hitler al poder y que, en su inmensa mayoría, pertenecían a la clase media y no a los
círculos financieros con los que la propaganda antisemita gustaba de relacionarlos. En realidad,
si algo caracterizaba a los judíos alemanes en 1933 era su germanismo y su desvinculación
mayoritaria de organizaciones específicamente judías o, aún menos, sionistas”8.
En su discurso del 30 de enero de 1933, Hitler aseguraba que el resultado de una nueva
guerra mundial concluiría con "la aniquilación de la raza judía en Europa". Para el mes de abril
del mismo año, se produciría el desalojo de los judíos de amplios sectores importantes de la vida
alemana. Como medida previa imprescindible, se pasó a determinar quién era judío. Era definido
legalmente como no-ario aquel que tenía un padre o abuelo judío9.
Según lo planteado por Stanley: “Todas las ideas políticas de Hitler tenían su origen en la

7
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 1.

8
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 2, Páginas 28 y 29.
9
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 2.
Ilustración: el concepto de nación como fuerza histórica superior, las ideas sobre la soberanía
política superior derivadas de la voluntad general del pueblo y sobre las diferencias raciales
inherentes en la cultura humana. (…) El concepto mismo del nacionalismo como ‘la voluntad de
crear un hombre nuevo’ no era posible sino en el contexto del siglo XX como idea típicamente
moderna y antitradicional”10.
El espacio cronológico que va de finales de 1933 a las Leyes de Nüremberg de septiembre
de 1935, fue de fundamental importancia para la consolidación del poder nazi y para la
reorientación internacional de Alemania respecto de su política exterior. En el curso de 1934,
Hitler sentó los cimientos de una alianza con la Italia fascista, unió en su persona los cargos de
canciller del Reich y de presidente de la nación y, al año siguiente, se reimplantaba el servicio
militar obligatorio, denunciándose las cláusulas militares del Tratado de Versalles y llegándose a
un acuerdo naval con Gran Bretaña 11. De esta manera, según lo planteado por Stanley:”La
política exterior de Hitler (…) estaba a fin de cuentas dictada por la ideología (…) Cuanto más
lejos iba él, más compleja se hacía la extensión del sistema y del Estado nazis, y más
abrumadora era la influencia de la ideología. El ejemplo más claro de esto fue la Solución final.
La política anti judía se inició con no poca moderación durante la fase inicial de transacción del
régimen, pero más tarde se fue acelerando como objetivo final en sí mismo, como tentativa de
lograr un objetivo de revolución racial mientras se perdía todo lo demás” 12

2) MEDIDAS ADOPTADAS POR EL RÉGIMEN NAZI EN CONTRA DE LOS JUDÍOS

Hacia septiembre de 1935, se promulgó un conjunto de normas antisemitas conocidas

10
Payne, Stanley G.; “El fascismo”, Alianza Editorial, Madrid, España, 1996, Capítulo 4, páginas 104 y 105.

11
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 2.
12
Payne, Stanley G.; “El fascismo”, Alianza Editorial, Madrid, España, 1996, Capítulo 4, páginas 101.
como "Leyes Nüremberg" mediante las cuales, se prohibía entre otras cosas el matrimonio entre
judíos y ciudadanos de "sangre alemana o afín" y se proscribía el empleo en casas judías de
mujeres de "sangre alemana o afín" de menos de cuarenta y cinco años. Como forma de recalcar
la exclusión de la ciudadanía impuesta a los judíos, se vedaba a los mismos la utilización de las
banderas y los colores del Reich, permitiéndoseles, por el contrario, llevar los colores judíos; así
mismo, se les había privado de la posibilidad de desempeñar tareas funcionariales. Por otra parte,
se les había arrancado el mundo del arte y de la prensa y se había limitado poderosamente su
libertad privada en terrenos como el de las relaciones familiares o la vida íntima13.
El 26 de abril de 1938 se exigió de todos los judíos (salvo los extranjeros) que evaluaran e
informaran acerca de sus propiedades en Alemania y en el extranjero. Sumado a todo lo anterior:
“En los próximos meses, se ordenó la clausura de los negocios judíos de servicios, se prohibió a
los judíos el ejercicio de la medicina y el de abogacía (…); se decretó el cierre de los comercios
judíos de venta al por menor y, finalmente, tras la Kristallnacht, (…) se estableció la potestad de
ordenar a los judíos que vendieran o liquidaran sus negocios en un período de tiempo
determinado”14. Con tales medidas, lo que se pretendía era liquidar los últimos vestigios del
supuesto poder judío en Alemania y entregar a su pueblo los bienes presuntamente usurpados por
el mismo. En términos generales, la casi totalidad de ese dinero fue dedicado a los gastos
militares de la inminente guerra.
En virtud de un decreto del 1 de diciembre de 1939, quedó establecido que todos los
judíos de más de diez años debían llevar en la manga derecha externa una banda blanca de diez
centímetros de ancho como mínimo, en la que figurara una estrella de David. Las infracciones a
esta norma serían penadas con prisión, multa o ambas sanciones a la vez. Una vez controlada la
presencia visible, se pasó a la fiscalización de movimientos. De esta manera, se prohibió a los
judíos cambiar de residencia y salir a la calle entre las nueve de la noche y las cinco de la
madrugada, así como usar los trenes salvo para desplazamientos autorizados.
Al mismo tiempo, tuvo lugar el establecimiento de Consejos judíos, quienes facilitaron el
control sobre la población judía y su posterior deportación hacia los campos de exterminio. Los
miembros de dichos consejos respondían de manera personal ante los alemanes, lo cual unido a
otros factores como la corrupción, el temor a sembrar el pánico o el gusto por el poder, los llevó a
13
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 2.
14
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 2, página 42 y 43.
ejecutar de manera puntual las directrices marcadas por aquéllos. Estas tres medidas fueron
fundamentalmente pasos previos indispensables al establecimiento de ghettos.
Entre 1939-1940, se fueron creando diversos ghettos en el seno de los territorios
anexionados, al mismo tiempo que se continuó procediendo con una política masiva de reclusión
de los judíos en los mismos. Como justificativo a semejantes medidas, se recurrió a acusar a los
judíos de extender el tifus e intervenir en el mercado negro. La existencia en los ghettos quedó
ligada indisolublemente al hambre, las enfermedades y el hacinamiento, tres circunstancias que,
lejos de disgustar a sus creadores, fueron contempladas por los mismos como ideales, en la
medida en que les permitían desembarazarse de los judíos.
La guerra contra la Unión Soviética constituyó el eje fundamental de la política exterior
de Hitler. En su territorio se encontraban las tierras que consideraba indispensables para la
expansión germana, el espacio vital (Lebensraum) que debería albergar a millones de colonias de
arios. La guerra con la URSS iba a significar, la entrada en un período de matanzas perpetradas
contra los judíos siguiendo un esquema de realización acelerado y masivo. Al territorio invadido
se enviarán unidades de la SS y de la policía, conocidas como Einsatzgruppen, que, bajo la
dirección de la RSHA (oficina de seguridad del Reich), tendrían como única finalidad la de matar
a todos los judíos que pudieran localizar.
El carácter de los Einsatzgruppen quedó establecido, sin ningún género de dudas, desde
antes de su puesta en funcionamiento. Así, en la orden del 4 de julio de 1941, Heydrich establecía
ya entre las metas de los mismos la práctica de ejecuciones masivas, incluida la de todos los
judíos que fueran miembros del partido comunista (PCUS) o funcionarios. Para hacer frente a las
órdenes del exterminio, se había diseñado una estrategia que se desarrollaba en dos fases.
En el curso de la primera, los Einsatzgruppen avanzaban pegados a las tropas alemanas y
procedían a realizar fusilamientos masivos antes de que la población judía pudiera percatarse del
peligro. Durante la segunda, otras unidades rastrillaban las bolsas de población dejadas atrás en el
fulgurante avance alemán para acabar con los judíos que hubiera en las mismas.
Las operaciones de exterminio dirigidas contra civiles indefensos sin distinción de edad,
sexo o condición obtuvieron un enorme éxito, y en los cinco primeros meses de la invasión el
número de judíos fusilados superó holgadamente el medio millón de personas. A las pocas
semanas de que los Einsatzgruppen entraran en funcionamiento, se pensó en la conveniencia de
poner en marcha dispositivos que resultaran aún más rápidos en la tarea de eliminación física de
los judíos. El 20 de enero de 1942, Gross Wannsee 56/58, en Berlín, se celebraría la conferencia
en la que se decidió la realización de un esfuerzo por parte de todos los componentes del edificio
administrativo nazi a fin de llevar a cabo lo que, eufemísticamente, se denominó "Solución
Final". Para principios de 1942, cada Einsatzgruppen recibió dos o tres camionetas preparadas
para causar la muerte mediante el gas.

3) ROL QUE CUMPLIERON LOS CAMPOS DE CONCETRACIÓN Y EXTERMINIO EN EL


PLAN SISTEMÁTICO DE ANIQUILACIÓN DE LOS JUDÍOS. EL CAMPO DE
AUSCHWITZ

El primer campo de concentración abierto por los nazis fue Dachau (22 de marzo de
1933), en el que encarcelaron y trataron de forma brutal a todos aquellos considerados opositores
al régimen: comunistas, socialistas, dirigentes sindicales y todo aquel que era visto como una
amenaza.
Un campo de exterminio masivo es un campo de concentración con equipos
especialmente diseñados para asesinar en forma sistemática. Existieron seis campos de esta clase:
Auschwitz - Birkenau, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor, Treblinka. Todos estaban ubicados
en Polonia15.
Los campos fueron diseñados para acabar con la oposición y atemorizar a la población,
asegurándose de que no habría más opositores. Dachau se convirtió, de esta manera, en el campo
donde se entrenarían los guardias de las SS. Su primer comandante, Theodor Eicke, sentó los
antecedentes de la brutalidad que habría de ser norma en otros campos. Otros campos abiertos
después de Dachau fueron Buchebwald, Mauthausen, Neuengamme, Ravensbruck,
Sachsenhausen, Bergen-Belsen. También fueron encarcelados aquí quienes eran considerados
problemáticos por motivos sociales (homosexuales, Testigos de Jehová, delincuentes comunes,
combatientes republicanos en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil en España).
Los trabajos forzados fueron un componente del sistema de los campos convirtiéndose
con el tiempo en parte central del mismo. Muchos prisioneros murieron a causa de las inhumanas
condiciones de trabajo, la crueldad del personal y las terribles condiciones físicas en las que se
encontraban los prisioneros16.
15
Cfr. http://www.museodelholocausto.org.ar/la-shoa/que-fue-la-shoa/
16
Cfr. http://www.museodelholocausto.org.ar/la-shoa/que-fue-la-shoa/
De manera casi paralela, tenía lugar la aparición de campos cuya finalidad fundamental no
sería la reclusión y explotación de los reclusos hasta la muerte, sino directamente su ejecución
inmediata. Auschwitz se convertiría rápidamente en el paradigma de la "Solución final". “De
hecho, Auschwitz trascendería de la clasificación como campo de exterminio, para convertirse
en una combinación de los peores aspectos del nazismo: el exterminio masivo e industrializado y
la explotación del trabajo esclavo con la complacencia de la gran industria alemana”.17
El término “Solución Final” se refiere al plan alemán que consistía en asesinar a todos los
judíos de Europa. El término fue utilizado en la Conferencia de Wannsee (Berlín, 20 de enero de
1942) donde los oficiales alemanes discutieron acerca de su implementación. Se acordó que el
plan se llevaría a cabo en campos especiales, los campos de exterminio, ubicados en Polonia,
hacia donde se trasladaría progresivamente a todos los judíos de Europa oriental que aún no
habían sido “tratados” y a los de Europa occidental. Miles de judíos fueron asesinados por los
nazis o murieron como resultado directo de las medidas discriminatorias instituidas en su contra
durante los primeros años del Tercer Reich. Sin embargo, la ¨Solución Final¨, el asesinato
sistemático se inicio con la invasión alemana a la ex Unión Soviética, en junio de 194118
Al igual que en los otros campos de exterminio, el método fundamental para la prácti ca
del asesinato en masa sería el gas, ya utilizado con éxito en las operaciones de exterminio
llevadas a cabo con enfermos mentales por orden expresa de Hitler. Las instalaciones para
ocasionar la muerte por gas fueron ampliándose y disponiendo de una estructura más sólida con
el paso del tiempo. “La simple estancia en el campo constituía de por sí un cúmulo de
padecimientos. Para empezar, los reclusos judíos que habían logrado superar la ‘selección’ eran
privados de todas sus pertenencias y recibían unos harapos miserables para cubrirse”.19
En ocasiones, el recluso que sobrevivía a la "selección" no contaba con el pobre aliciente
de ser sometido al trabajo esclavo, sino que se le destinaba a ser objeto de experimentos médico,
práctica, por otro lado, no limitada a Auschwiz. Puede verse en este tipo de acciones la
concreción de una ideología que consideraba infrahumanos a determinados hombres y mujeres
sólo en razón de su pertenencia racial.20
No existían instalaciones sanitarias, ni ningún tipo de ropa cama y los internos se veían

17
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 7, página 105.
18
Cfr. http://www.museodelholocausto.org.ar/la-shoa/que-fue-la-shoa/
19
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 7, página 109.
20
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 7.
apiñados en planchas de madera; todo esto junto con el hambre, el frío, el trabajo agotador, el
hacinamiento, la suciedad extrema, la carencia de higiene y las enfermedades, eran también una
de las principales causas de las muertes.
“En el momento de la llegada de los transportes a la estación de tren del campo de
exterminio de Auschwitz, y de otros campos en general, se realizaba la separación de los
considerados aptos para el trabajo (hombres y mujeres jóvenes y sin hijos) de aquellos
destinados al exterminio (niños, buen número de mujeres, ancianos y enfermos”)21. Tal capacidad
de eliminación de vidas humanas planteó el problema de disponer de los cadáveres. En un
principio, los mismos fueron sepultados en fosas comunes, pero el sistema resultó lento e
insuficiente, con lo cual la solución llegó con la instalación progresiva de hornos crematorios.
Como bien señala Víctor Frankl: “(…) El silbato de la locomotora tenía un sonido
misterioso, como si enviara un grito de socorro en conmiseración del desdichado cargamento
que iba destinado a la perdición. Entonces el tren hizo una maniobra, nos acercábamos sin duda
a una estación principal. Y, de pronto, un grito se escapó de los angustiados pasajeros: ‘¡Hay
una señal, Auschwitz! Su solo nombre evocaba todo lo que hay de horrible en el mundo: cámaras
de gas, hornos crematorios, matanzas indiscriminadas. El tren avanzaba muy despacio, se fuera
posible, la atroz constatación: ¡Auschwitz! A medida que iba amaneciendo se hacían visibles los
perfiles de un inmenso campo: la larga extensión de la cerca de varias hileras de alambrada
espinosa; las torres de observación; los focos y las interminables columnas de harapientas
figuras humanas, pardas a la luz grisácea del amanecer, arrastrándose por los desolados
campos hacia un destino desconocido. Se oían voces aisladas y silbatos de mando, pero no
sabíamos lo que querían decir. Mi imaginación me llevaba a ver horcas con gente colgando de
ellas. Me estremecí de horror, pero no andaba muy desencaminado, ya que paso a paso nos
fuimos acostumbrando a un horror inmenso y terrible. A su debido tiempo entramos en la
estación. El silencio inicial fue interrumpido por voces de mando: a partir de entonces íbamos a
escuchar aquellas voces ásperas y chillonas una y otra vez, en todos los campos. Sonaban igual
que el último grito de una víctima, y sin embargo había cierta diferencia: eran roncas, cortantes,
como si vinieran de la garganta de un hombre que tuviera que estar gritando así sin parar, un
hombre al que asesinaran una y otra vez... Las portezuelas del vagón se abrieron de golpe y un
pequeño destacamento de prisioneros entró alborotando. Llevaban uniformes rayados, tenían la

21
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 7, página 106.
cabeza afeitada, pero parecían bien alimentados. Hablaban en todas las lenguas europeas
imaginables y todos parecían conservar cierto humor, que bajo tales circunstancias sonaba
grotesco. Como el hombre que se ahoga y se agarra a una paja, mi innato optimismo (que tantas
veces me había ayudado a controlar mis sentimientos aun en las situaciones más desesperadas)
se aferró a este pensamiento: los prisioneros tienen buen aspecto, parecen estar de buen humor,
incluso se ríen, ¿quién sabe? Tal vez consiga compartir su favorable posición. Hay en
psiquiatría un estado de ánimo que se conoce como la "ilusión del indulto", según el cual el
condenado a muerte, en el instante antes de su ejecución, concibe la ilusión de que le indultarán
en el último segundo. También nosotros nos agarrábamos a los jirones de esperanza y hasta el
último momento creímos que no todo sería tan malo. La sola vista de las 20 mejillas sonrosadas
y los rostros redondos de aquellos prisioneros resultaba un gran estímulo. Poco sabíamos
entonces que componían un grupo especialmente seleccionado que durante años habían sido el
comité de recepción de las nuevas expediciones de prisioneros que llegaban a la estación un día
tras otro. Se hicieron cargo de los recién llegados y de su equipaje, incluidos los escasos objetos
personales y las alhajas de contrabando. Auschwitz debe haber sido un extraño lugar en aquella
Europa de los últimos años de la guerra, un lugar repleto de tesoros inmensos en oro y plata,
platino y diamantes, depositados en sus enormes almacenes, sin contar los que estaban en manos
de las SS. A la espera de trasladarlos a otros campos más pequeños, metieron a 1100 prisioneros
en una barraca construida para albergar probablemente a unas doscientas personas como
máximo. Teníamos hambre y frío y no había espacio suficiente ni para sentarnos en cuclillas en
el suelo desnudo, no digamos ya para tendernos. Durante cuatro días, nuestro único alimento
consistió en un trozo de pan de unos 150 gramos. (…) Esperamos en un cobertizo que parecía
ser la antesala de la cámara de desinfección. Los hombres de las SS aparecieron y extendieron
unas mantas sobre las que teníamos que echar todo lo que llevábamos encima: relojes y joyas.
Todavía había entre nosotros unos cuantos ingenuos que preguntaron, para regocijo de los más
avezados que actuaban de ayudantes, si no podían conservar su anillo de casados, una medalla
o algún amuleto de oro. Nadie podía aceptar todavía el hecho de que todo, absolutamente todo,
se lo llevarían. (…) en ese momento toda la verdad se hizo patente ante mí e hice lo que
constituyó el punto culminante de la primera fase de mi reacción psicológica: borré de mi
conciencia toda vida anterior. De pronto se produjo cierto revuelo entre mis compañeros de
viaje, que hasta ese momento permanecían de pie con los rostros pálidos, asustados,
debatiéndose sin esperanza. Otra vez oíamos gritar, dando órdenes, a aquellas voces roncas. A
empujones, nos condujeron a la antesala inmediata a los baños. Allí nos agrupamos en torno a
un hombre de las SS que esperó hasta que todos hubimos llegado. Entonces dijo: ‘Os daré dos
minutos y mediré el tiempo por mi reloj. En estos dos minutos os desnudaréis por completo y
dejaréis en el suelo, junto a vosotros, todas vuestras ropas. No podéis llevar nada con vosotros a
excepción de los zapatos, el cinturón, las gafas y, en todo caso, el braguero. Empiezo a contar:
¡ahora!’ Con una rapidez impensable, la gente se fue desnudando. Según pasaba el tiempo, cada
vez se ponían más nerviosos y tiraban torpemente de su ropa interior, sin acertar con los
cinturones ni con los cordones de los zapatos. Fue entonces cuando oímos los primeros
restallidos del látigo; las correas de cuero azotaron los cuerpos desnudos. A continuación nos
empujaron a otra habitación para afeitarnos: no se conformaron solamente con rasurar nuestras
cabezas, sino que no dejaron ni un solo pelo en nuestros cuerpos. Seguidamente pasamos a las
duchas, donde nos volvieron a alinear. A duras penas nos reconocimos; pero, con gran alivio,
algunos constataban que de las duchas salía agua de verdad...Nuestra única posesión: la
existencia desnuda Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se nos hizo patente:
nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos (incluso sin pelo); literalmente
hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda. ¿Qué otra cosa nos quedaba
que pudiera ser un nexo material con nuestra existencia anterior? Por lo que a mí se refiere,
tenía mis gafas y mi cinturón, que posteriormente hube de cambiar por un pedazo de pan. A los
que tenían braguero les estaba reservada todavía una pequeña sorpresa más. Por la tarde, el
prisionero veterano que estaba a cargo de nuestro barracón nos dio la bienvenida con un
discursito en el que nos aseguró bajo su palabra de honor que, personalmente, colgaría ‘de
aquella viga’ —y señaló hacia ella— a cualquiera que hubiera cosido dinero o piedras preciosas
a su braguero”.22

4) EL FINAL DE LA GUERRA Y EL DESMANTELAMIENTO DE AUSCHWITZ

Durante la primera mitad de 1942, las noticias relacionadas con las matanzas de judíos en
el Este de Europa siguieron saliendo a la luz generalmente a través de medios de comunicación
en países neutrales como Suecia a los que difícilmente se podía acusar de querer atizar la
propaganda de guerra contra Alemania.

22
Frankl, Victor E.; “El hombre en busca de sentido”, Editorial Herder, Barcelona, España, 1991, Pág 18 a 29.
A la luz de los datos conocidos, no se podía dudar de que Alemania pretendía ''aniquilar a
todos los judíos de Europa'' y de que se encontraba cerca de conseguirlo a medio plazo. A pesar
de la gravedad de la situación, los Aliados poco contribuyeron, en realidad, a paliar la desgracia
de las víctimas. La situación sólo podía alterarse bien por vía militar, bien por vía diplomática. En
cuanto a la primera, la realidad era que Alemania seguía ganando la guerra en todos los frentes.
En cuanto a la segunda, los esfuerzos, realizados tanto por los Estados Unidos como por otros
gobiernos y encaminados a que el Vaticano condenara públicamente las atrocidades nazis
cometidas contra civiles, resultaron totalmente infructuosos.
El hecho de que el año 1943 se hubiera saldado con repetidas derrotas alemanas, hacía
prever el curso de la guerra en los meses siguientes. La dificultad de la situación,
paradójicamente, no sólo no detendría la máquina exterminadora sino que la destinaría a la tarea
de acabar con las poblaciones judías que, hasta entonces, habían tenido una cierta posibilidad de
sobrevivir a la guerra23.
El proceso de retirada comenzado en la Unión Soviética en julio de 1943 había resultado
imposible de detener para las fuerzas alemanas. Hungría y Rumania, aliados del Reich, preveían
el desenlace del conflicto e iniciaron conversaciones secretas con los aliados. No obstante, el 19
de marzo de 1944 los alemanes ocupaban Hungría, siendo el objetivo fundamental de Hitler
terminar su plan de exterminio de los judíos europeos. Dado que en Hungría no sólo existía una
población judía nacional, sino que además, se había producido desde 1941 la recepción de judíos
de Eslovaquia, Rumania y Polonia, la tarea iba a revestir dimensiones extraordinarias. La
mayoría de los judíos fue deportada a Auschwitz24.
La retirada alemana en todos los frentes y, especialmente, los avances del Ejército Rojo,
obligaron a plantear el cierre de los campos de exterminio. Para finales de 1944, sólo Auschwitz
continuaba funcionando como campo de exterminio. Sin embargo, sus días estaban contados.
Rumania y Hungría se encontraban ya fuera del alcance de los alemanes, Bulgaria les había
declarado la guerra, los ejércitos soviéticos estaban peligrosamente cerca y un buen número de
jerarcas nazis estaban ya pensando en la mejor forma de sobrevivir a la derrota.
“El 25 de noviembre se ordenó la desmantelación de las instalaciones de exterminio de
Auschwitz. El 17 de enero se destruyó el bloque médico de este campo y se pasó lista por última

23
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 9.

24
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 9.
vez en el mismo. (…) Un destacamento de las S.S. fusiló a doscientas judías y después voló los
edificios donde se encontraban los crematorios I y II. La IG Farben, por su parte, destruyó sus
archivos. Durante los días subsiguientes, las S.S. continuaron asesinando prisioneros y
destruyendo las instalaciones del campo. A la una de la madrugada del día 27 procedieron a
hacer explotar el único crematorio que quedaba, el IV, que se había estado utilizando hasta
último momento. Por la tarde, hicieron su aparición las tropas soviéticas, quienes en media hora
controlaron Auschwitz”.25
2Sólo quedaban en pie seis de los treinta y cinco alemanes del campo. En ellos, como
testimonio de las personas que habían sido exterminadas, se apilaban 368.820 trajes de
hombres, 836.255 de mujer, 5.525 pares de zapatos de mujer, enormes cantidades de dientes,
dentaduras postizas, etc”.26 Entre centenares de cadáveres que yacían en cualquier sitio, se
encontraban siete mil supervivientes. Sin embargo, por desgracia para miles de judíos, el final de
Auschwitz no significó la interrupción de las muertes o del padecimiento de los reclusos. En
condiciones terribles, en viajes que duraban de tres días a una semana, los alemanes procedieron
a transportar a los presos no abandonados a Sachsenhausen, Gross Rosen, Mauthausen y
Buchenwald. A este último campo, fueron deportados, por ejemplo, más de veinte mil judíos
entre mayo de 1944 y marzo de 1945. Los alemanes no estaban dispuestos a permitir que nadie
sobreviviera a su derrota. 27 Finalmente, el triunfo de las fuerzas aliadas en abril de 1945 permitió
salvar los destinos de desdichados prisioneros, cuya suerte habría sido una muerte segura en
manos de los alemanes.

CONCLUSIÓN

25
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 9, páginas 146 y 147.
26
Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 9, página 147.
27
Cfr. Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulo 9.
Como conclusión de todo lo anteriormente expuesto, puede decirse que si bien el nazismo
de Hitler fue una forma de antisemitismo, éste trascendió por mucho no sólo al antisemitismo
cultural que ya existía varios siglos antes de nuestra era, sino también al religioso que se
manifestó con violencia desde los inicios de la Edad Media.
En el nazismo, el judío no tenía escapatoria, no podía asimilarse culturalmente así como
tampoco podía ''convertirse'' religiosamente. Sólo le quedaba un camino, el cual conducía hacia la
identificación como tal, la discriminación, la marca, el ghetto, la deportación y la muerte.
Si bien antes de los primeros meses de 1933, habían existido actos antisemitas por parte
de el NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) que habían incluido docenas de delitos
de sangre, existieron sin embargo, dos diferencias fundamentales con lo que sucedería años más
tarde: por un lado, estas acciones aún seguían situadas al margen de la ley, y por otro lado, al no
poder ser impuestas desde la cúpula del poder estatal, su radio de acción era considerablemente
limitado. Con la llegada de Hitler al poder, la ideología de esa minoría se convirtió en el principio
motor de toda una sociedad en la que los judíos se encontraban totalmente integrados y
constituían, aproximadamente, el 1% de la población. La ocupación de Polonia permitió
establecer gigantescos ghettos en los que la población judía moría de hambre, hacinamiento y
enfermedades. La posterior invasión de Rusia, abrió el camino para los fusilamientos masivos
realizados por los Einsatgruppen, los asesinatos con las camionetas de gas y los primeros campos
de exterminio.
Es importante destacar que los nazis contaron con tres elementos fundamentales que
permitieron que la realización del Holocausto fuera posible: el primer elemento fue la semi-
pasividad de las potencias extranjeras incluyendo a la Santa Sede frente a lo que estaba
sucediendo con los judíos. Fuera de algunas declaraciones de condena o de simbólicos y
reducidos gestos, nadie quiso recibir a los judíos que aún podían escapar de Alemania antes del
estallido de la guerra, y menos aún durante el período de la misma. El segundo elemento fue la
ignorancia casi general de las víctimas a cerca del destino que les esperaba, así por ejemplo, los
judíos de Polonia y otros países ocupados creían que se les deportaba para trabajar y no para ser
exterminados. Y, finalmente, el tercer elemento fue la colaboración que los nazis recibieron. En el
caso de los consejos judíos, la misma fue indispensable para el funcionamiento interno de los
ghettos, para la elaboración de la lista de los deportados y para el buen orden de las
deportaciones. No obstante, mucho más decisiva fue la colaboración prestada por las autoridades
y por las poblaciones locales en relación con los planes nazis de exterminio.
De esta manera, el hecho de que el Holocausto llegara a plasmarse en un horrible y trágico
episodio histórico que costó la vida de seis millones de inocentes, se debió no sólo a la falta de
resistencia frente al mismo, la cual emanó del funcionariado alemán, de las fuerzas armadas
alemanas, de la población civil alemana, las instituciones y las poblaciones de las naciones
amigas, neutrales e incluso enemigas, sino fundamentalmente, a la existencia de un aparato
ideológico que funcionó como soporte y fundamento de dicho genocidio, y sin el cual éste no
hubiera sido posible de llevarse a cabo.
Por último, es importante destacar que la indiferencia del mundo frente a la matanza y la
injusticia cometidas contra los judíos y tantos otros seres humanos que fueron sometidos a
terribles padecimientos seguidos de muerte la inmensa mayoría de ellos, implica no sólo el
despertar necio de un racismo basado en el odio y en la muerte como sus pilares fundamentales y
cuyas raíces profundas se pierden en la historia, sino también, un camino que la humanidad ha
comenzado a transitar lentamente y en donde la vida humana ha pasado a un segundo plano,
reinando por encima de ella la discriminación, la indiferencia, la intolerancia y el más mortal de
todos los egoísmos.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

 Frankl, Víctor E.; “El hombre en busca de sentido”, Editorial Herder, Barcelona, España,
Duodécima Edición, 1991, Capítulo 1, Páginas 18 a 29.

 http://www.museodelholocausto.org.ar/la-shoa/que-fue-la-shoa/

 Payne, Stanley G.; “El fascismo”, Alianza Editorial, Madrid, España, 1996, Capítulo 4.

 Vidal, César: "El Holocausto", Alianza, Madrid, España, 1995, Capítulos, 1, 2, 7 y 9.

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