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Nombre: Argenis José Gómez Contreras Carrera: Historia

C.I: 23493720 Materia: América III

Resumen del libro: El Laberinto de los tres minotauros.


Capítulo I: La identificación americana con la Europa segunda
Al observarnos a nosotros mismos para reconocernos y saber quiénes somos, salta a la vista
que somos europeos, lengua y vestido, religión y arquitectura, arte e instituciones políticas,
escuelas y cementerio dan testimonio inequívoco de nuestra pertinencia al ámbito cultural
europeo. Para comprender nuestros gestos y ademanes, para asumir lucidamente nuestro
destino, debemos cobrar conciencia de lo que es Europa, de lo que significa para el mundo,
pues significa lo que ella es y significamos lo que ella significa. Si tuviéramos que asumir a
Europa con tres palabras, diríamos Razón contra Tradición. No queremos decir que en
Europa la razón se opone a la tradición como si esta fuera irracional. El hombre es un viviente
que construye su mundo y su conducta mediante el uso del lenguaje y del pensamiento.
Después de un siglo de etnología sabemos que toda cultura está presidida por una
racionalidad indiscutible. La forma en que se articula la racionalidad varia de pueblo a pueblo
y, en un mismo pueblo, a lo largo del tiempo. Heredamos razón y tradición sin poder
separarlas. En Europa, a partir de los griegos, se produjo una toma de conciencia de las
estructuras racionales.
La razón segunda por una parte y la tradición con su razón primera por la otra: la
construcción de modelos teóricos con la pretensión de describir y explicar la realidad se
distancia de la descripción y explicación contenidas en el mito. La discusión de opiniones
contrapuestas en un mundo desacralizado y la manía de exactitud condujeron a la
formulación de un nuevo concepto de verdad. La verdad no es más una revelación de origen
sobrehumano consagrada por la tradición, sino una cualidad de los modelos teóricos. Un
modelo teórico es verdadero en función de la coherencia de sus proposiciones entre sí. El
lenguaje ordinario sirve adecuadamente para las necesidades ordinarias de expresión,
coordinación y comunicación; pero las empresas de la dimensión teóricas no son ordinarias.
Al lenguaje corriente, históricamente constituido, instrumento de la tradición, se opone el
lenguaje técnico artificial y deliberadamente constituido, instrumento de la razón segunda.
En Europa, la razón se vuelve consciente de sí misma, se libera de la servidumbre
pragmática, se depura hasta presentar sus formas y operaciones esenciales, de tal manera
que intenta construir sistemas universales de referencias por encima de las racionalidades
propias de cada cultura. En cada cultura la razón primera articula el mundo de manera
peculiar y esta manera es para sus integrantes la manera verdaderamente correcta, justa,
racional; ante ella, las demás maneras aparecen equivocadas, bárbaras, amenazantes,
inferiores. No así los trabajos de la razón segunda: la botánica quiere describir, clasificar y
nombrar toda especie vegetal; la zoología quiere describir, clasificar y nombrar toda especie
animal. Es importante, observar que la dimensión teórica universal comenzó a manifestarse
en el seno de un pueblo constituido por estructuras mágico- religiosas de carácter teocéntrico.
Podemos hablar de una tradición segunda originada por la razón segunda e imbricada
progresivamente en la tradición primera, criticándola, modificándola, orientándola,
contradiciéndola, desarticulándola para substituirla. La Europa primera, la de mitos y ritos.
Fue invadida gradualmente por una Europa segunda que salía de las cortes, de los
monasterios, de las escuelas.
La primera conquista de Europa fue Europa aunque sobrevivían costumbres y
supersticiones, palabras y cosas prehelénicas, prerromanas, precristianas. La Europa segunda
es universal aunque no haya desplazado totalmente a la Europa primera que todavía la
contamina; vale decir: la tradición segunda es universal y puede llegar por la educación a
cualquier pueblo del mundo, aunque la tradición primera de Europa la contamina todavía y
aunque las tradiciones primeras de los otros pueblos le opongan resistencia todavía. En el
lenguaje corriente suele llamarse cultura a la Europa segunda, a la basada en la razón
segunda, de cuño académico; y tradición solo a la tradición primera de cada pueblo. La
cultura fundamentada en la razón segunda da lugar a un nivel superior ante el cual todas las
culturas silvestres quedan en el mismo plano, toman conciencia de su etnocentrismo
contingente y aspiran a la universalidad.
Muchos han visto en el cristianismo una fuerza conservadora de la tradición primera y
opuesta a la explicación de las formas racionales y a su uso en la ampliación y aplicación
del conocimiento. No otra cosa se colige de la afirmación del dogma, la supresión de la
libertad de pensamiento y la persecución encarnizada contra investigadores, descubridores
e inventores en la medida en que solo obtenían resultados no compatibles con el sistema de
pensamiento oficial. El cristianismo, aliado con el imperio, reprimió, suprimió, desplazo,
sustituyo y absorbió las diversas religiones y los varios sistemas de magia de la Europa
primera hasta crear un campo mítico-ritual unificado y común. La abigarrada heterogeneidad
espiritual de la Europa primera dio paso, gracias al cristianismo, a la homogeneidad
fundamental que alimenta los ideales de la Europa segunda. Por otra parte, no se concibe
como religión de la humanidad. Por influencia del pensamiento griego, se intelectualizo y
construyo, sobre los dogmas de la fe, un edificio complejo y coherente para dar cuenta del
universo, del principio y el fin, del sentido de la historia, del valor de las prácticas y ritos, de
la necesidad de la jerarquía eclesiástica, de su misión universal. Hizo su casa sobre la piedra
de la fe, pero con materiales y técnicas de la razón segunda. No hay, no puede haber,
suficientes ejércitos, tribunales, cámaras de tortura, patíbulos, ni suficientes entretenimientos
para mantener encadenada a largo plazo la razón segunda cuando ya se ha constituido la
dimensión teórica.
Tradicionalmente los pueblos creen, con silvestre ingenuidad, que su organización social,
sistema de instituciones, modos de producción, jerarquías y sus prácticas mágico-religiosas
devinieron por voluntad divina, o surgieron por la sabiduría de legisladores y la fuerza de
héroes sobrehumanos. El orden social es la forma humana del orden cósmico. Los resultados
del trato comercial y bélico con hombres de lengua y atuendo sorprendentes bajo el imperio
de otros Dioses; todos esos resultados, manipulados por la reflexión teórica, van causando la
desmitificación y la desacralización del orden social tradicional. El individuo toma
decisiones ante las alternativas que le ofrece el orden colectivo en las encrucijadas de la
vida personal. En general es sumiso; a veces es rebelde; casi nunca es libre. La posibilidad
de enfrentarse al orden social como un todo se le ofrece solo cuando la dimensión teórica ha
sido desarrollada. La razón primera construyo, de manera espontánea, la organización social
más adecuada en cada caso a la supervivencia de la especie y a la manifestación de sus
potencialidades. La razón segunda va más allá: puede examinar en el nivel teórico todos los
tipos de organización social no solo los conocidos, sino también los posibles y diseñar
modelos de simulación que luego intentara aplicar en el nivel real. Se propone construir una
sociedad nueva y un individuo nuevo, mediante la adquisición del conocimiento intelectual,
la aplicación de ese conocimiento en el diseño y la difusión controlada de ese conocimiento.
El paso de la sociedad primera a la sociedad segunda se llama progreso. La razón primera no
es un estadio previo de la razón segunda; no se va de la primera a la segunda por ningún tipo
de evolución o desarrollo necesario. No hay nada en el quehacer ordinario y espontaneo de
los hombres que obligue a ver la aparición de la razón segunda, esa aparición significa una
ruptura, que ocurrió en Grecia y que ha marcado a Europa. La aparición de la razón segunda
coincide con la aparición de la historia, esta es el paso del mito al conocimiento racional
segundo del hombre. La historia es historia de ese progreso. Podemos considerar a la Europa
surgida de la revolución industrial como culminación de lo europeo.
América es resultado de la expansión de Europa y nosotros somos europeos en América. No
es correcto hablar de determinismo geográfico porque el hombre ha demostrado una gran
capacidad de adaptación a condiciones geográficas disimiles y una gran capacidad de
transformación del medio. No vive en un hábitat, sino en un mundo, configurado en gran
medida por la acción cultural. Sin embargo, es lícito hablar de un condicionamiento
geográfico. Los recursos disponibles de cada región, el clima y el relieve, así como la flora y
la fauna, favorecen y entorpecen el desarrollo de cada sociedad e influyen poderosamente
sobre la formación de patrones de conducta económica, emocional, arquitectónica y artística.
Las culturas autóctonas de América fueron todas culturas primeras. Sus relaciones con la
naturaleza, el universo, el tiempo y la muerte se articulaban en patrones de conducta donde
lo sagrado tenía un papel preponderante. El mundo de la representación estaba gobernado
por el mito. Las culturas autóctonas de América eran todas culturas de razón primera. Cada
una con su racionalidad propia, esclerosada, inevitablemente etnocentrica, limitada a un
territorio pequeño y a sus pormenores, fiel a dioses locales, en relación bélica o comercial
con vecinos de igual tipo. Decir negros y decir indios confiere a los habitantes autóctonos
de África y América una unidad que estaba solo en los ojos y en las palabras de los europeos.
No solo no había unidad: se trataba de multitud de culturas etnocentricas, ni siquiera hubo
solidaridad ante el invasor que la expolio, las esclavizo y las destruyo a todas por igual: gran
parte de la trata de esclavos en África fue hecha por príncipes negros que los vendían a
mercaderes europeos, y es notorio que los indios se aliaban a los españoles para destruir a
sus rivales locales, hechos sin el cual la conquista hubiera sido imposible.
Los inmigrantes europeos que colonizaron este continente y constituyeron los países que se
encuentran aquí actualmente eran diferentes unos de otros no sólo y principalmente en cuanto
al país origen, sino también en cuanto a las motivaciones y objetivos de la inmigración. En
un extremo estaban los que querían constituir un mundo distinto del europeo, un mundo en
el cual los hombres no fueran oprimidos en su desarrollo por formas tradicionales. La
tendencia era hacia un mundo secularizado. Estos inmigrantes eran, pues, impacientes de la
Europa segunda que no querían esperar su triunfo allá, sino comenzar a realizarlo aquí. En
el otro extremo estaban los que habían avizorado con repugnancia el crecimiento de la Europa
segunda y la mengua de la Europa primera. Además, esa menguante Europa primera que
amaban, en la medida en que perduraba, no tenía sitio para ellos o sólo tenía sitio secundario,
muy inferior a sus aspiraciones. Vinieron entonces a América para afianzar en ella a la Europa
primera y para afianzarse a sí mismos en las posiciones más ventajosas. Construyeron pues
sociedades señoriales y feudales donde el trabajo era hecho por encomendados o por
esclavos, pues eran hombres de ocio y altivez que no querían envilecerse con la práctica de
oficios útiles. Odiaban la igualdad y crearon un régimen de castas, pues eran hombres de
privilegio y siempre herederos o ancestro de un esclarecido linaje aristotélico.
Todo pueblo es adecuado para la razón segunda por el simple hecho de ser humano. Al
conquistarse la independencia política nos encontramos con poblaciones muy heterogéneas
en todo sentido, que va desde indígenas puros en pleno ejercicio de sus culturas primeras
pasando por todos los escalones de la casta hasta la clase de Francisco Miranda, Simón
Bolívar y Andrés Bello.
En la mayoría de los pueblos civilizados, la conducta colectiva está regida por leyes escritas
y las instituciones, guía la acción por canales previstos, sirve de referencia para enfrentar los
conflictos y dispone correcciones para la infracción. La racionalidad consiente del sistema
de leyes de un país norma la vida social a partir de valores colectivos y hacia fines comunes.
Es como si todo individuo al nacer se comprometiera a cumplir un contrato social anterior a
su nacimiento y comenzara de una vez a disfrutar de sus prerrogativas, ventajas, beneficios
y derechos, mientras se prepara a cumplir con sus deberes. El complejo aparato de las leyes
sigue dos caminos: o bien se aplica minuciosamente con fanatismo fetichista y en tal caso
obstaculiza y entorpece toda gestión multiplicando las instancias, los requisitos, las esperas,
los tramites, las firmas, los documentos, los pagos, las multas, las visitas a oficinas diversas,
la entrevistas con funcionarios de interminable escaleras jerárquicas, o bien, se aligera se
atenúa, desaparece ante la presión del poder político, la amistad, el compadrazgo, la simpatía,
la belleza o el soborno. Con frecuencia ocurre que se pretende conciliar lo arbitrario con lo
legal; se cambia reglamentos, leyes hasta constituciones enteras para complacer una voluntad
poderosa.
Cada hombre llega a ser como es a consecuencia del acondicionamiento recibido durante el
proceso de socialización y aculturación y reforzado continuamente por los estímulos del
sistema socia. El hombre es condicionable en mayor grado que cualquier otro ser vivo, con
el surgimiento de la razón segunda, es posible diseñar técnicas deliberadas de
condicionamiento. La educación sistemática dirigida por el estado es el instrumento más
eficaz de acondicionamiento, esta debe abarcar por igual toda la población infantil y
adolescente para impartir una formación homogénea garantizar igualdad de oportunidades y
dar la base común de comunicación a los futuros ciudadanos, debe ser laica, el estado no
debe identificarse con ninguna doctrina o secta religiosa ni de fomentar el fanatismo, la
superstición, el obscurantismo y reforzar actitudes discriminatorias típicas de la tradición
primera que es justamente lo que tratamos de combatir, debe tener como contenido el
conocimiento racional segundo grabado de acuerdo con la edad del educando, debe
impartirse de tal manera que el aprendizaje, el ejercicio de la razón segunda, el cultivo de
habito, actitudes, enfoques, inclinaciones, aspiraciones a fines de la Europa segunda, debe
ser socio céntrica, el interés colectivo debe predominar claramente sobre el interés individual.
Al educando debe quedarle claro para siempre que nada sería sin la comunidad y que el
sentido de su breve transito vital está dado por la utilidad y el servicio que preste a los demás,
debe ser democrática, en el sentido que rehace toda elite y toda formación de elites. El
educando debe aceptar y aspirar solo una aristocracia: la del talento creador puesto al servicio
de la comunidad ejercicio en función social, ya que de otra manera el talento mismo puede
convertirse en un azote. Esta es la educación que propugnamos los europeos segundos de
América. Un porcentaje todavía insuficiente, pero creciente de los dineros públicos se dedica
a la educación; el conocimiento segundo constituye el contenido fundamental de los
programas de estudio. Sin embargo, la educación espontanea ejercida por la familia, la calle,
el acontecer político, la realidad social contrarresta poderosamente los logros incipientes de
la educación sistemática. Otro grabe inconveniente es la deficiente preparación de maestro y
profesores, quienes además de obedecer a las incitaciones del sistema social han de ser
preparados para su trabajo con grosero apresuramiento debido a la creciente demanda
impuesta por el aumento demográfico y la mayor atención presupuestaria del estado a la
educación.
Estos pueblos primero oscilan entre la anarquía y despotismo. Tanto las democracias como
las dictaduras propugna ardientemente la europeización segunda; las grandes masas aspiran
a los beneficios del progreso. Los déspotas han reforzado todas las características del sistema
que se quiere cambiar, ni siquiera dan significado a la nación. Por su parte, los partidos
tradicionales no representan al pueblo ni al progreso sino a viejas y nuevas oligarquías. Los
dirigentes son viejos o nuevos ricos o arribistas que han hecho de la política su profesión o
su negocio y la entiende como arte de integrar y de manipular multitudes y terminan a
menudo poniéndose de acuerdo en “alto” nivel para repartirse prebendas, privilegios, poderes
y disfrutar con abyecta alegría el salario de la traición a los ideales. Somos pioneros de la
Europa segunda nuestros ancestros vinieron de otras partes, el hombre no es autóctono de
América. En nuestro pasado ancestral colectivo hay siempre un viaje por mar hacia lo
desconocido, una separación voluntaria forzada del mundo originario, y algo del dolor del
hechizo de ese viaje sobrevive en todos nosotros como presencia silenciosa del gran trauma
original. Los primeros pobladores, los ancestros de los indios, vinieron de otras latitudes con
culturas ya formadas; los europeos y africanos vinieron después, también con culturas ya
formadas. Este es un continente de inmigrantes. Era un continente sin hombres cuando ya los
otros continentes estaban poblados y aun ahora hay vastas regiones donde jamás ha vivido
comunidad humana alguna. Mientras los indios conservaron noticias históricas de sus
llegadas y sus versiones míticas del origen extra continental se confunde con las leyenda
generales del origen; en tanto que los africanos, aunque recuerda la migración pasiva y
conserva viva de muchas maneras la tradición de su abolorio, perdieron la comunicación
voluntaria y sus vínculos políticos con las culturas de donde procede; los europeos en cambio,
conservaron el recuerdo, la comunicación y los vínculos con las metrópolis de modo tal que
podían alimentar la conciencia de ser europeos en América, conciencia de continuo reforzada
por contactos de todo género. Los europeos primeros convirtieron sus recuerdos en realidad
sociales, reproduciendo en lo posible las condiciones de Europa. Los europeos segundos
emigrados construyeron la Europa segunda en América, entiéndase los del norte los que
triunfaron, los que convirtieron su aspiración en realidad social. Nosotros somos europeos
segundos de América que no hemos triunfado y nos encontramos en lucha contra la Europa
primera en América, contra las otras culturas primeras que hay en América y contra los
diversos sincretismos a que ha dado lugar su encuentro. Aunque todo hombre tiene un cierto
aire de exiliado como si no perteneciera a este planeta, el americano lo tiene con más fuerza,
en los indígenas se acentúa por las pérdidas de su cultura y sus tierras, para los de origen
africano se acentúa porque el nuevo mundo no les ofrece puesto alguno que no sea subalterno
o marginal, para los mestizos de abigarrada estirpe, se acentúa y se enmascara al mismo
tiempo por su insegura ubicación de metecos ambiciosos, confusos y osiantes, para los
europeos primeros se mitiga en la medida en que están instalados como dueños y han
reproducido aproximadamente el modelo ancestral y se acentúa en la medida en que los
penetramos inferimos y perturbamos para cambiarlos a la razón segunda; en los europeos
segundos triunfantes se mitiga en la medida en que han construido la Europa segunda en
América y se han instalado poderosamente en ella y la han instalado en sus fueros internos,
pero no deja sin embargo de molestar como umbilical herida de separación y se manifiesta
en ese turismo casi religioso a la Europa de más allá del mar. No somos europeos segundos
por la carne ni por la sangre sino por el espíritu del mundo somos el nuevo espíritu del mundo.
Las calles tradicionales son insoportables para el europeo segundo de esta América, porque
le recuerda a cada paso lo que falta por hacer pero un café, con mueble, con bebidas como
en parís, con un galpón uniformado lo transforma inmediatamente a la ciudad de las luces y
le permite conversar como si estuviera allá. Guerra a la nostalgia debe ser nuestra consigna.
Nuestra existencia está comprometida con la tarea de realizar la Europa segunda en nuestro
suelo y esa tarea nos define esencialmente, manifestándose en dos actitudes
complementarias, el activismo incesante y la nostalgia militante: la primera aptitud nos hace
operar siguiendo programas de acción transformadoras sobre la realidad social, mientras que
la segunda nos lleva a utilizar fetiches y ritos sutilmente psicotrópicos para inducir la ilusión
de la llegada y el encuentro.
Nuestros países fueron incorporados al sistema económico mundial en cálidad de productora
de materias primas y consumidores de productos industriales. Un intercambio que de por sí
no tenía por qué generar retraso, miseria y dependencia; lo que debió surgir solo
interdependencia, cosa normal previsible y aceptable. Necesitamos nosotros su mercado para
sus productos; necesitan ellos el nuestro para los suyos, la estrategia es sencilla, consciente
de que nuestros productos son indispensables para el funcionamiento del sistema económico
mundial, debemos aliarnos con los países que tenga nuestra misma especialización
productora, recobrar la posesión y administración de nuestros recursos hacer valer su
importancia para obtener precio justo. Precios justos quiere decir precio de venta
proporcionado al que tenemos que pagar cuando compramos. Financiamos la revolución
industrial sin darnos cuenta contribuimos decisivamente, sin saberlo, a la formación del
crecimiento y poder de las grandes potencias.

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