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07 ABRIL, 2011

Ahorro y atesoramiento
(Tomado del sitio http://cartasliberales.blogspot.com.ar)

Por George Reisman

Ahorro es el uso de beneficios o ingresos por parte de un individuo o una empresa para fines distin-
tos del gasto en bienes (o servicios) de consumo. Es el beneficio o ingreso que no se consume.

Como lo que se ahorra no lo gasta el ahorrador en consumo, ha crecido la falacia popular de que
ahorro es sinónimo de atesoramiento (es decir, retención de dinero a la manera de un avaro). Esta
falacia no es difícil de entender cuando la comete gente con poca formación, que no sabe de estos
asuntos más allá de lo que le dicta su propia experiencia. La mayoría de ellos son asalariados, que
normalmente no tienen personalmente otro tipo de gastos que los gastos de consumo. Al faltarles
un conocimiento más amplio, les es fácil considerar al gasto de consumo como único gasto y así
concluir que lo que no se gasta en consumo sencillamente no se gasta. Pero la falacia también preva-
lece en la prensa, que persiste en igualar el incremento en la tasa de ahorro con el decrecimiento en
el gasto en bienes. Por ejemplo, siempre que se informa de que se ha producido un incremento en la
tasa de ahorro, la prensa concluye que el efecto debe ser como mínimo una rebaja en la confianza
económica.

Y lo que es aún peor, la falacia de que ahorrar es atesorar prevalece entre los economistas profesio-
nales (notablemente entre los keynesianos y neokeynesianos), que habitualmente describen el aho-
rro como una "fuga" de la "corriente del gasto". Son estos economistas quienes han enseñado a pe-
riodistas esta falacia.

De hecho, ha sido tan completa la división intelectual del ahorro y el gasto que, durante muchas
décadas, se ha enseñado sistemáticamente en las aulas universitarias no sólo que lo que se ahorra
simplemente desaparece del gasto y deprime la economía, sino también que lo que se invierte no
viene virtualmente de ningún sitio y estimula financieramente la economía. Es un estado de confu-
sión que sería comparable a creer que las semillas que siembra un agricultor sencillamente desapa-
recen y que la cosecha que aparece después no viene de ninguna parte. Ese estado de confusión es el
corolario de creer que ahorro es atesoramiento. Si se entiende que la inversión proviene del ahorro,
habría que reconocer nada menos que el ahorro se dirige a la inversión, que ambos son simplemente

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dos aspectos diferentes del mismo fenómeno. En ese caso, no se entendería el ahorro como depresor
ni la inversión como estimuladora.

La doctrina del atesoramiento como ejemplo de la falacia de la composición

Debería tenerse en cuenta que mientras que cualquier individuo podría ahorrar acumulando lo aho-
rrado a sus existencias de efectivo (es decir, "atesorando"), no es posible que el sistema económico
como un todo lo haga. En realidad, la creencia de que el sistema económico como un todo pueda
ahorrar mediante atesoramiento es un ejemplo de la falacia de la composición, la misma falacia que
aparece en relación con la creencia de que no sólo una industria individual o un grupo de industrias
puede sobreproducir, sino que también el sistema económico como un todo puede sobreproducir.

La razón de que un individuo pueda ahorrar atesorando efectivo, pero el sistema económico como
un todo no, es que sea cual sea el efectivo que un individuo añada a sus existencias, otro individuo
tendrá que sustraerlas de las suyas. Si por ejemplo vendo mis bienes por 1.000 dólares y decido
retener esa suma en forma de efectivo, es cierto que aumento mi ahorro en efectivo en 1.000 dóla-
res. Pero en el mismo periodo los individuos a quienes he vendido mis bienes han tenido que redu-
cir sus existencias de efectivo y por tanto sus ahorros en forma de efectivo, por ese mismo total de
1.000 dólares. Tengo 1.000 dólares más en forma de efectivo, pero ellos tienen 1.000 dólares menos
en forma de efectivo. Al sumar no sólo mi posición sino asimismo la suya, resulta que en el sistema
económico como un todo no hay incremento alguno en los ahorros en forma de existencia de efecti-
vo. Lo que algunos individuos ahorran añadiéndolo a sus existencias de efectivo otros individuos lo
tienen que desahorrar.

La situación de los estudiantes en un aula ofrece un estupendo ejemplo de esta proposición. En un


momento dado, los miembros de la clase tienen una cierta cantidad de efectivo en su poder. Si se
cerraran con llave las puertas de la clase y ésta se convirtiera en un "sistema económico cerrado"
durante una hora o algo así, con todos sus miembros realizando algún tipo de producción y compa-
rando y vendiéndose entre sí, cualquier estudiante concreto podría incrementar sus ahorros aña-
diéndolos a su existencia de efectivo durante ese plazo de tiempo. Pero, en ese caso, el resto de la
clase debe disminuir sus ahorros en forma de existencia de efectivo hasta exactamente la misma
cantidad. No hay manera de que la clase como un todo pueda incrementar sus ahorros aumentando
sus existencias de efectivo.

De aquí se deduce que, si no hubiera ahorro en el sistema económico como un todo (es decir, un
incremento en los ahorros de algunos o todos los miembros del sistema económico que no se com-
pense con el decrecimiento de los ahorros de otros miembros del sistema económico), la única ma-
nera de que se produzca es en forma de un incremento en activos distintos del efectivo. El incre-

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mento de los ahorros en el sistema económico como un todo debe tomar la forma de aumento de
bienes de capital, como factorías, equipos o inventarios.

La única excepción al principio de que el sistema económico no puede ahorrar mediante el añadido
a sus existencias de efectivo, es hasta ahora el incremento de la cantidad de dinero. Si durante un
periodo de tiempo la cantidad de dinero en el sistema económico se incrementa, entonces, en esa
proporción, puede haber un aumento en la existencia de efectivo que no implique una disminución
equivalente en la existencia de efectivo de otros. Pero ésta es la única excepción y es obvio que no
reduce el gasto. Más aún, es innegable que el nuevo dinero adicional debe añadirse a las existencias
de efectivo de alguien y que de esa forma constituirá parte de sus ahorros.

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