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Toda la Escritura es inspirada (divinamente soplada, respirada) por Dios, y útil (provechosa,

ventajosa) para enseñar (adoctrinar), para redargüir (reprender, demostrar, argumentar,


hacer ver, convencer de pecado), para corregir (enderezar, rectificar los errores), para instruir
(educar, entrenar, disciplinar para regular el carácter) en justicia (en la rectitud), a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto (completo), enteramente preparado (equipado, terminado) para
toda buena obra (acción, esfuerzo, trabajo). (2Tim. 3:16-17)

Clase 1

EL LLAMADO DEL HOMBRE DE DIOS

A- La vocación divina al ministerio

Para ejercer el ministerio cristiano es necesario un llamado especial de Dios. En otras palabras,
si la obra es de Dios, lo más razonable es que sea El quien elija a sus propios ministros.

En el A.T. vemos que a nadie se le permitía entrar en el ministerio (profético) por sí mismo.

Deu 18:20 El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no
le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá.

Jer 23:30 Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis
palabras cada uno de su más cercano.

Ej:

1- En el NT siempre se habla de los ministros como elegidos por Dios:

a- Los apóstoles. Luc 6:13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce
de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:
b- Los setenta. Luc 10:1 Después de estas cosas, designó el Señor también a otros
setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él
había de ir.
c- Los pastores de Éfeso. Hch 20:28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño
en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del
Señor, la cual él ganó por su propia sangre.
d- Arquipo. Col 4:17 Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en
el Señor.

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e- Bernabé y Saulo (Pablo). Hch 13:2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.

2- El ministerio es un don especial de Cristo para su Iglesia. Efe 4:11-12 Y él mismo


constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y
maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo. Son dones dados por Dios en respuesta a las oraciones
de su pueblo. Mat 9:38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

3- El ministerio es un oficio que requiere un llamado personal de Dios.

a- No se elige como se elige un trabajo o una profesión (por gusto, inclinación,


conveniencia económica, etc.).
b- En el caso de un hombre llamado por Dios, sabe y siente que debe ocuparse en su
llamado (su conciencia lo obliga), y no puede dejar de hacerlo sin culpa.
c- Un trabajo cualquiera uno lo toma o lo deja cuando quiere, en el caso del ministerio se
sabe obligado y peca si lo abandona. 1Co 9:16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo
por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!

4- Dos errores comunes y opuestos, en cuanto al llamado de Dios:

- Creer que es una cuestión de elección personal por sentirse atraídos al ministerio.

- Creer que se debe recibir manifestaciones sobrenaturales (como una voz del cielo),
que genera luchas internas, y cuando no ocurre nada de eso, hombres que deberían
entrar en el ministerio se abstienen de hacerlo y se dedican a otra cosa. *Tanto el
llamado de Dios como la conversión son actos de Dios, y no necesariamente tienen
que ser espectaculares.

B- Cómo se manifiesta el llamado de un hombre de Dios.

El llamado del hombre de Dios tiene que manifestarse en el corazón del individuo, en la
convicción de la iglesia y en la providencia de Dios.

a) El llamado interior. Los tres elementos son:

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1. Un deseo fijo y fuerte de hacer la obra de Dios. 1Ti 3:1 Palabra fiel: Si alguno
anhela obispado, buena obra desea. Debe haber deseo, un entusiasmo que abarca
todo su ser. Es más que un amor o un gusto por predicar. Nace del amor a Cristo. Hch
20:24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo,
con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús,
para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

2. Una convicción permanente del deber de predicar el evangelio. 1Co 9:16 Pues si
anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad;
y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!

3. Una conciencia clara de debilidad personal e indignidad y confianza sincera en el


poder de Dios. 2Co 3:4-6 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no
que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo
ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la
letra mata, más el espíritu vivifica.

b) El llamado de la Iglesia. Es la convicción que tiene la iglesia de que ese hombre ha sido
llamado a predicar el Evangelio, y surge de 7 requisitos (o evidencias):

1. Verdadera conversión. Este requisito es de vital importancia. Es fatal para ese


hombre como para las almas que estén bajo su cuidado. No existe otro oficio que sea
tan peligroso como este. Stg 3:1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de
vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Mat 23:15 ¡Ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito,
y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.

2. Un nivel mayor de madurez espiritual. 1Ti 4:12 Ninguno tenga en poco tu juventud,
sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. 1Ti
3:6 no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.

3. Sano en la fe. No sólo tiene que retener la sana doctrina, sino también hablar de
acuerdo a ella. 2Ti 1:13 Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe
y amor que es en Cristo Jesús. Tit 2:1 Pero tú habla lo que está de acuerdo con la
sana doctrina. (Ej: las Doctrinas de la Gracia). *el púlpito no es nuestro, ni de la
iglesia sino de la Palabra de Dios. No tenemos derecho a usarlo para predicar o
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enseñar doctrinas “de moda” o “nuevas revelaciones”. 2Ti 2:16-18 Más evita profanas
y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra
carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de
la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos.

4. Capacidad intelectual, educación y conocimiento bíblico. 2Ti 2:15 Procura con


diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. No hay que olvidar que la parte
principal del ministerio es de carácter público. Las cualidades morales y
espirituales no pueden compensar la falta de conocimiento.

5. Aptitud para enseñar. La Palabra de Dios debe encargarse a “hombres fieles que
sean idóneos para enseñar a otros” (2 Tim 2:2). 2Ti 2:24-25 Porque el siervo del
Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar,
sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les
conceda que se arrepientan para conocer la verdad. No sirve el conocimiento sino
tengo habilidad para comunicarlo. 1Ti 3:2 Pero es necesario que el obispo sea
irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto
para enseñar; Hch 14:1 Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de
los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y
asimismo de griegos.

6. Sabiduría práctica y capacidad ejecutiva. Saber organizar y poner en su trabajo


todas sus capacidades. Tener iniciativa.

7. Buen testimonio de los de afuera. Nadie escapa de la crítica. Si somos fieles a Cristo
seremos perseguidos o difamados, pero siempre ha de ser a causa de nuestro buen
testimonio y no por nuestras faltas morales. 1Ti 3:7 También es necesario que tenga
buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
2Co 6:3 No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio
no sea vituperado; 2Co 4:2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no
andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de
la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. Sin esta
pureza en nuestras vidas y acciones vamos a fracasar. No seremos creíbles.

El llamamiento de la iglesia se basa en la evidencia de que el hombre cumple con estos


requisitos o por los menos están empezando a florecer en él.
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Generalmente, como uno no puede llamarse a sí mismo ni por un individuo, la convicción de
la iglesia es una prueba esencial del llamado divino y su decisión debe ser considerada final.

c) El llamamiento de la Providencia. Es la interpretación de las circunstancias de la vida a


la luz del llamado de Dios.
Algunos erróneamente creen que los obstáculos o adversidades (puertas cerradas) son
evidencia de que no hay un llamado de Dios, y muchas veces es lo contrario. Sucede que
dichas adversidades son parte de la escuela de disciplina y preparación del carácter de un
hombre de Dios. La fortaleza de carácter que se necesita para cumplir con el llamado de
Dios suelen forjarse en el fuego de las pruebas y luchas que tenemos antes de responder a
ese llamado.

Dios ha prometido su dirección a quienes se la piden. Sal 37:23 Por Jehová son
ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. Stg 1:5 Y si alguno de vosotros
tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche,
y le será dada.

Al hombre de oración, el llamado la Providencia le viene en los acontecimientos de su


vida, los que, interpretados bajo la guía del E.S., son como señales que le dicen: “Este es
el camino”. Nadie debe entrar al servicio sagrado sin esta convicción. Porque:

1. Se mete en una misión a la que no fue llamado y comete pecado de presunción.


Dios no la ha enviado, por lo tanto no tiene ninguna autoridad ni mensaje para dar.
Está bajo advertencia de condenación. Stg 3:1 Hermanos míos, no os hagáis
maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

2. No puede hablar a conciencia como un representante de Cristo. 2Co 5:20 Así


que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de
nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. La verdadera
audacia en el ministerio viene de la convicción de haber sido llamado por Dios para
predicar su palabra.

3. Nada, aparte del llamado, puede inspirar y animar al hombre de Dios, en las
fatigas del ministerio y para sostenerlo en sus pruebas. Vienen desalientos y
todo tipo de contrariedades para los cuales debe apoyarse y consolarse en el hecho
de que él es siervo de Dios y llamado específicamente para el ministerio. Sin esto,
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no podrá aguantar las presiones de todo tipo. *Lutero dice: “Todo ministro de la
Palabra de Dios debería estar seguro de su llamamiento; que delante de Dios y de
los hombres puede estar con intrépida conciencia de que predica el Evangelio
como uno que es enviado; y aun como el embajador de un rey, gloriarse y jactarse
de esto: que el no viene como un particular, sino como embajador de su Rey”

TAREA:

1- Hacer un breve resumen de la clase 1. Anotando las preguntas e inquietudes que surjan de
la lectura.

2- ¿según 1 Tim 6:11-14 que 5 cosas debe hacer el “hombre de Dios”? Explique
brevemente cada una de ellas según el texto.

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