Anda di halaman 1dari 492

Miguel Álvarez de los Ríos

Forma y estilo
del periodismo literario

Diseño libro Miguel Alvarez.ind1 1 18/5/07 22:43:50


Diseño libro Miguel Alvarez.ind2 2 18/5/07 22:43:50
Miguel Álvarez de los Ríos
Forma y estilo
del periodismo literario

Rigoberto Gil Montoya


Álvaro Acevedo Tarazona

CIENCIAS
DOCTORADO

EDUCACIÓN

RUDECOLOMBIA

Rudecolombia
Universidad Tecnológica de Pereira

Diseño libro Miguel Alvarez.ind3 3 18/5/07 22:43:55


Miguel Álvarez de los Ríos
Forma y estilo del periodismo literario

© Rigoberto Gil Montoya


© Álvaro Acevedo Tarazona
© De los textos originales Miguel Álvarez de los Ríos

1a edición, 2007

Rudecolombia
Universidad Tecnológica de Pereira

Diseño y coordinación editorial


Margarita Calle G.

ISBN

Impreso en Panamericana Formas e Impresos


Bogotá, 2007

Impreso en Colombia
Printed in Colombia

Diseño libro Miguel Alvarez.ind4 4 18/5/07 22:43:55


Gratitudes

A Diana María Rodríguez, Administradora del Medio Am-


biente, por la importante pesquisa que adelantó al recoger buena
parte de los testimonios y materiales escritos por Miguel Álvarez
de los Ríos en periódicos y revistas del país.
A la Academia Pereirana de la Historia, por su vinculación al
homenaje que la Universidad Tecnológica de Pereira le ofreciera
al escritor Miguel Álvarez de los Ríos, al recibir el título de Hono-
ris Causa como Licenciado en Español y Literatura.
Al escritor Miguel Álvarez de los Ríos y a su hijo Juan Miguel,
por la calidez conque siempre nos recibieron y estuvieron aten-
tos a resolver inquietudes o indicarnos la ruta hacia documentos
esenciales.
A Luz Inés Gutiérrez Betancourt, Mauricio Vallejo Ortega,
José Manuel Sánchez Suescún, Gerardo Mejía Navarro, Blanca
Jasned Velásquez, colaboradores de la Biblioteca Pública Muni-
cipal “Ramón Correa Mejía”, del Centro Cultural “Lucy Tejada”,
por su diligente y silenciosa labor.
A María Idalia Benavides, por su trabajo artesanal al cuidado
del texto.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind5 5 18/5/07 22:43:55


Diseño libro Miguel Alvarez.ind6 6 18/5/07 22:43:55
Contenido

Preámbulos 13

El reportaje como periodismo culto 19


Comunidad de huellas 47
El periodismo y la política 49
Comunidad de huellas 53
Las improntas intelectuales 57
De tiznados Leopardos 62
Una cuna extranjera, una paternidad liberal y una
educación conservadora 67
Pereira y el despertar de una vocación 71
Política y periodismo 74
Convicciones y deseos 75
Con acento teatral y dramático 79

Celebración académica 85

Efemérides 94
Memoria de mis días 95
Una imagen de infancia 98
En la ciudad, las letras 100
Cuando la ciudad me sobreviva 103
En estado de sitio 105
El Flâneur 107
Meridiano desde el puente grecolatino 110
El arte como rebeldía diabólica 113
Escribir y respirar: el cuerpo del periodismo y la política 115
Libros, locuras y mujeres 120
De la vida no, de la vida no me canso 124

Diseño libro Miguel Alvarez.ind7 7 18/5/07 22:43:55


Botella al mar con un mensaje de Antología 143
Reportajes: Encuentros con el país del siglo XX 146
Con Porfirio Rubirosa, el más famoso galán del siglo XX 146
Juan Lozano nos habla de la vida y de la muerte 151
Con José Umaña Bernal, el gran poeta
que brilló en la política 158
“La izquierda se pasó a la derecha”
Entrevista exclusiva con Germán Arciniegas 168
Las duras verdades de Forero Benavides 180
Consigna con Fernando Londoño,
el último de los grecolatinos 189
Los santos hermanos se confiesan 199
Despedida de poeta. La última polémica del
maestro Rafael Maya con Miguel Álvarez de los Ríos 205
Anton Szandor La Vey,
Papa Negro del satanismo mundial 208
Charla desvertebrada con Eastman.
Antirreportaje de Miguel Álvarez de los Ríos 220
Álvaro Pío Valencia, el marxista más puro de Colombia 227
Felipe Lleras Camargo anticipa sus memorias. De la
muerte del general Camargo al suicidio de Rendón 239
¡Villon es un satánico!
Luis Vidales traduce al primer poeta francés 256
La brujería de Gómez Valderrama 269
Entrevista con Jorge Rojas,
el enorme poeta del amor y de la soledad 283

Perfiles: La experiencia de los otros 293


Óscar Giraldo Arango: El caballero monumental 293
Eastman, visión trifásica 296
Gilberto Alzate: Su paisaje, su estilo, su lucha, su agonía 300
Aleister Crowley, el hombre más perverso de la tierra 307
Casanova: el rey eterno del amor erótico 314
Diciembre y enero son los meses de Verlaine 320
María Isabel Mejía, Roja Flor de la política 326
Héctor Escobar Gutiérrez 330
Ramiro Andrade Terán, 30 años de lucha 336

Diseño libro Miguel Alvarez.ind8 8 18/5/07 22:43:55


Gaviria: de Pereira a Palacio 345
Creadores de nuestra música. Villamil:
sentimiento del paisaje 354
90 años de José Macías, abuelo del bambuco 359
La extravagancia de Isabel Stewart Gardner,
eterna reina de Boston 363

Acercamientos:
Creencias, mitos, el drama de la historia 369
Las extrañas creencias de los gnósticos y su vigencia en
Colombia. Relaciones de luz entre el sexo y el espíritu 369
Brujos y demonios invaden el mundo,
hombres y mujeres ofician desnudos 373
¡Lovecraft está vivo! 379
Prende en Colombia la llama del satanismo 387
A propósito de “Halloween”.
La brujería no es cosa de niños 395
El rock‘n roll, esa revolución 401
Elvis tendría hoy 50 años 405
¿Qué hay detrás de la pornografía? 409
El arte de matar. 2000 años de “civilización” 417
En los ochenta años,
aproximación al hombre y al paisaje de Caldas 425
Medio siglo después Gardel es todo el tango.
Monumento al malevaje, el arrabal y las tragedias 433
El imperio mundial de los poderes ocultos.
Que los hay, los hay 444
Los amish: Secta paralizada en el tiempo.
Viven como hace tres siglos 456
50 años del canto de Escalona 462
Entre Heráclito y Ortega: ¿Amor fugaz? ¿amor eterno? 469
Sentido crítico de la historia:
Evocación cordial de don Elías Recio 472

Bibliografía 483

Diseño libro Miguel Alvarez.ind9 9 18/5/07 22:43:55


–¡Defínase!
–Es difícil. Tal vez con aquellos versos barbajacobinos:
“Soberbio, desdeñoso, pródigo y turbulento”;
probablemente con el símil de la brizna de hierba en las
manos de Dios, del doctor Laureano Gómez; quizá apelando a
los imponderables de mi signo astral, pues soy geminiano,
y también lo son el presidente Kennedy,
la actriz suicida Marilyn Monroe y el mamagallista
escritor inglés, Chesterton, a fuer de dos o tres
mediocampistas paraguayos.

Reportaje de Gonzalo Villegas Jaramillo.


La Crítica Nacional, 1973

Diseño libro Miguel Alvarez.ind10 10 18/5/07 22:43:56


Diseño libro Miguel Alvarez.ind11 11 18/5/07 22:44:00
Miguel Álvarez de los Ríos. Entrevista periódico La Tarde, 25 de enero de 2004

Diseño libro Miguel Alvarez.ind12 12 18/5/07 22:44:00


Preámbulos

Los materiales que componen los archivos de las historias


locales suelen ser tan diversos como curiosos y tan reveladores
como poco explorados. Basta intentar el acercamiento a una hi-
pótesis o la mirada a un proceso, para que el archivo se torne
problemático a los ojos de quien pretende indagar en sus docu-
mentos. Si el orden de estos materiales supone ya prescripciones
de carácter ideológico, intentar su cambio de lugar o su altera-
ción, presume también un desafío de carácter conceptual y una
confrontación de saberes. Cuando esto ocurre, el archivo se am-
plía y sus materiales se tornan inestables, ya porque desborden
las fronteras de la referencia local, ya porque sus implicaciones
temáticas vinculen estos materiales con otros ámbitos de la cul-
tura. Desde este lugar y tras una carga semántica que el propio
archivo contiene, afloran nuevas apreciaciones críticas.
Es aquí donde preferimos ubicar esta aproximación inicial a
la obra de Miguel Álvarez de los Ríos, en dos de sus variantes
más sólidas: el periodismo y el ensayo. Como periodista, Álvarez
de los Ríos ejerce una temprana actividad en medios locales de li-
mitado influjo, pero muy pronto se impone el reto de publicar en
medios de difusión nacional y esto le permitirá aportar al proce-
so de consolidación del reportaje como género, en un momento
en el que la crónica admitía una fuerte y variada tradición, inclu-
so local, en la que Carlos Echeverri Uribe, Ricardo Sánchez, Luis
Carlos González, Luis Yagarí y Gustavo Colorado Grisales avi-
van un catálogo que autores como Luis Tejada, Eduardo Zalamea
Borda, Gabriel García Márquez y Gonzalo Arango, convirtieron
en alta literatura y en cuadros vitales de una realidad que acos-
tumbra ser motivo para la pesquisa sociológica. Como ensayista,
Álvarez de los Ríos despliega un profundo conocimiento de los
grandes problemas de la cultura contemporánea, para lo cual su
recurso mayor es el ejercicio de un estilo personal y arriesgado
–hay quien lo señala como un grecolatino tardío–, y esto lo anuda

Diseño libro Miguel Alvarez.ind13 13 18/5/07 22:44:01


14 Miguel Álvarez de los Ríos

a una expedición de búsquedas individuales, donde es de rigor


mencionar, para el caso de Pereira, a Lino Gil Jaramillo, Jorge
Mario Eastman, Hugo Ángel Jaramillo, Julián Serna, Jaime Va-
lencia Villa, Eduardo López Jaramillo y Liliana Herrera.
En los profusos textos de Álvarez de los Ríos puede leerse
una compleja idea de Estado-nación; allí radica la pertinencia y
actualidad de su trabajo. Por una parte, su estilo se corresponde
con unos ideales estéticos y éticos que, sin dificultad, se empa-
rentan con los de sus personajes: Felipe Lleras, Forero Benavi-
des, Arciniegas, Londoño y Londoño, Umaña Bernal, Eastman,
Maya, Gómez Valderrama, Lozano y Lozano, Pío Valencia, Jorge
Rojas, esto es, daguerrotipos de una galería de personajes insig-
nes, cuyas ideas y destinos amalgaman un modelo de aleph, bajo
la forma de un prisma donde se proyecta buena parte de la his-
toria intelectual y política del país. De ahí que el periodista logre
con ellos una complicidad que escapa a las meras coincidencias
de un saber erudito, de herencias foráneas e intuiciones persona-
les, para convertirse en un escenario donde al lector se le ofrece
la representación de una vida pública y privada, como testigo y
promotor de un presente confuso.
Por otra parte, en Álvarez de los Ríos se pone en juego un co-
nocimiento específico de las transformaciones que operan en el
país a partir del Frente Nacional y cuyas coordenadas avisan los
nodos de una modernidad postergada, de inmutables desplaza-
mientos. La variedad en el horizonte temático desvela lo enmara-
ñado de la otra cara del aleph: las nuevas prácticas religiosas, los
flamantes conceptos que debieron preocupar y poner en alerta a
la ortodoxia católica de un país que por decreto le pertenecería
al Sagrado Corazón de Jesús (según la Ley 1ª. de 1952, firmada
por el presidente Roberto Urdaneta Arbeláez y por su ministro
de Hacienda y Crédito Público Antonio Álvarez Restrepo), en
razón de los “grandes beneficios y extraordinarias muestras de
la providencial protección del Salvador del mundo” a la “Nación
Colombiana”. Ese nuevo horizonte desvelaba la presencia del
gnosticismo entre nosotros, de la brujería y la magia negra, del
ocultismo y el satanismo. Más allá de los ríos Amazonas y Mag-
dalena –parecía anunciar el escritor– se podía advertir el modus
vivendi de los amish, como un ghetto que bien podría ubicarse en
un extramuro de Praga, donde a lo mejor se ilumina, de súbito, la
figura del Golem en una ventana ciega. Era necesario delinear los

Diseño libro Miguel Alvarez.ind14 14 18/5/07 22:44:01


Forma y estilo del periodismo literario 15

sinos trágicos de seres incomprendidos y rebeldes: Villon, Love-


craft, Verlaine, Isabel Stewart Gardner, Héctor Escobar Gutiérrez,
mientras en el mundo de la oscuridad oficiaban Aleister Crowley
y Anton Szandor La Vey, como la variante más perversa, tal vez,
del eros actuado por Casanova. La pornografía como una ten-
dencia a superar o embrollar toda gama de traumas derivada de
la mojigatería y el temor a explorar el cuerpo. Los modos insti-
tucionales de matar a los seres humanos como si fueran objetos
desechables, cuya larga historia el escritor-ensayista explora con
cierta morbosidad. Los mitos propios de la cultura de masas:
Presley y el rock’n roll, Gardel y el tango, Escalona y el vallenato,
Macías y Villamil, con sus aires autóctonos, inventando un país
desde la nostalgia.
En fin, en Álvarez de los Ríos subyace la defensa de la poesía
como una revolución pacífica y una avanzada idea de libertad
–muchos incautos la confunden con los discursos programáticos
de los partidos tradicionales– que el humanista defiende desde
una razón de “ser liberal”: firme ante la democracia, ajeno al des-
potismo y fiel a lo que él expresara de su amigo Eastman: “Un
liberal moderno, tolerante, comprensivo y austero”.
Archivo, historia local, documentos; los que forman parte de
este libro estaban dispersos en periódicos y revistas o en impre-
sos de escaso tiraje y circulación. Emprendimos la tarea de recu-
perar parte de esos materiales y medir su alcance en términos
estéticos y culturales. Al ordenarlos y clasificarlos fue claro para
nosotros que esos reportajes, perfiles y acercamientos críticos fir-
mados por Miguel Álvarez de los Ríos en Lecturas Dominicales
de El Tiempo, en la revista Contrastes del periódico El Pueblo de
Cali, en la revista Consigna de Bogotá, en el Diario de Occidente de
Cali, en el periódico El Imparcial de Pereira y en la revista Pereira
Cultural, exigían una estructura que permitiera hacer visible un
corpus narrativo amplio y exquisito, que derivara en un aporte al
conocimiento y divulgación de su obra. De la habilidad y pericia
de Álvarez de los Ríos para construir perfiles de figuras vincula-
das a la política o a la actividad comercial y cultural, dio cuenta
en su libro 22 personajes Apuntes para una futura geografía humana
de Risaralda, como antesala quizá de lo que podría considerarse
su esfuerzo mayor en este campo: Oliveros Perfil biográfico. De su
inclinación por estimular debates históricos queda su obra Perei-
ra La fuerza de una raza. De su interés por rescatar autores y textos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind15 15 18/5/07 22:44:01


16 Miguel Álvarez de los Ríos

que extienden la memoria escrita de la región, destacan sus pró-


logos, sus semblanzas y antologías poéticas, como aquella que
resulta emblemática de sus aventuras literarias: Poetas y Poemas
de Risaralda.
No obstante, quienes hemos seguido de cerca la trayectoria
periodística y de reflexión crítica de Álvarez de los Ríos y pre-
sentíamos que era inadmisible sospechar que entre la publica-
ción de uno y otro libro o artículo en su ciudad, este escritor y
humanista –proclive a contemplar desde su ático los inviernos
de Verlaine, a recorrer en silencio la Calle de la Linterna donde
aún cuelga el cuerpo de Nerval–, optara por dejar de teclear en
su Crown japonesa y se entregara tan sólo a la vida contempla-
tiva o a coleccionar estampas de cuando fuera político de oficio,
redactor de prensa, asesor de gobernantes o profesor de derecho,
sociología y literatura. La prueba de que no estábamos errados es
este libro, cuyo carácter de antología permitirá al lector hacerse
a una idea de lo que comprende la labor polifacética de Álva-
rez de los Ríos, acaso muy desconocida en la región, aunque eso
sí, exaltada y condecorada, en esa recurrencia por magnificar a
las personas por encima de sus obras, cuando ni siquiera existe
en el contexto un propósito serio, con miras a promocionar la
producción de sus escritores y artistas, a través de planes que
superen los atavismos locales y abran, por fin, las puertas hacia
unos diálogos con la modernidad y no sólo con la representación
borrosa que de ella suele hacerse en los mass media, para solaz de
quienes persisten en impedir procesos de renovación en torno a
las miradas sobre la cultura, como uno de los mayores textos en
el que podríamos reconocernos.
Por suerte, los perfiles humanos, los reportajes y ensayos de
Miguel Álvarez de los Ríos pueden ser leídos como una espe-
ranza de que vendrán tiempos mejores, tiempos de recepción,
para hostigar la “tranquilidad sugestiva de la aldea”, de la que
hablara el cronista Luis Tejada, a su paso por la ciudad que luego
inventaron, con humor y a su manera, Euclides Jaramillo Aran-
go y Luis Carlos González.
Si diciembre y enero son los meses que el poeta Verlaine
anuncia como los apropiados para la vida y la muerte, es de su-
poner que Miguel Álvarez de los Ríos reserve un especial apego
por ciertos meses del año, sobre todo él, tan inclinado a recrear
un ecosistema de relaciones sensitivas en su escritura profunda,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind16 16 18/5/07 22:44:01


Forma y estilo del periodismo literario 17

como si de ello dependiera la suerte de sus personajes. No sabe-


mos si sea junio, cuando celebra su nacimiento, o mayo, cuando
habrá de recordar que la ausencia de Eunice le hace más pene-
trante el frío de las madrugadas. Para nosotros será noviembre
del 2006, cuando al concedérsele el título de Honoris Causa como
Licenciado en Español y Literatura, se anunció que este libro, cu-
yos materiales que lo componen surgieron de una acuciosa labor
de pesquisa llevada a cabo durante muchos meses, haría parte
del homenaje. Ahora es una realidad, gracias al apoyo de la Uni-
versidad Tecnológica de Pereira, de su actual rector, el ingeniero
Luis Enrique Arango Jiménez y de Rudecolombia y su Doctora-
do en Ciencias de la Educación, Área de Pensamiento Educativo
y Comunicación.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind17 17 18/5/07 22:44:01


Diseño libro Miguel Alvarez.ind18 18 18/5/07 22:44:01


El reportaje como periodismo culto

Diseño libro Miguel Alvarez.ind19 19 18/5/07 22:44:01


Miguel Álvarez de los Ríos con Jorge Mario Eastman, 1981

Diseño libro Miguel Alvarez.ind20 20 18/5/07 22:44:02


Una lectura juiciosa y en perspectiva de los reportajes y en-
sayos de Miguel Álvarez de los Ríos –como jirón de una vida
dedicada a la escritura–, anticipa el escenario que aglutina, en
buena parte, las diversas tramas de un país proclive a cons-
truir su memoria, a esclarecer, a través de la palabra impresa,
las múltiples corrientes del pensamiento y las variadas opciones
estéticas y artísticas de sus creadores. Si ningún ser es una isla,
recluido en sí mismo y cada hombre es un pedazo del continente,
como enseña John Donne, la metáfora y la revelación del poeta
podrían funcionar como imagen para advertir, en nuestro caso,
que la obra crítica y periodística de Álvarez de los Ríos se anuda
a una región, a sus complejos culturales, a las búsquedas de un
colectivo y a su congruencia con un Estado-nación, que si bien
continúa estancado en unas prácticas políticas centralistas, apo-
ya su riqueza en la diversidad social y cultural de sus regiones.
Desde esta mirada, es preciso crear el contexto en el que la obra
de Álvarez de los Ríos supera los límites de la recepción local e
inspira la tensión con interesantes y ricos procesos de escritura
en el ámbito colombiano.
La década del treinta del siglo XX tiene para Pereira un sig-
nificado particular en cuanto a sus representaciones simbóli-
cas y a una complejidad que se hará memoria en sus primeros
registros impresos, muchos de los cuales, como lo enumera el
humanista Hugo Ángel Jaramillo, formaron parte de empresas
efímeras, pero no por eso intrascendentes en cuanto a la forma-
ción de los primeros escritores e intelectuales de la ciudad. Para
entonces circula el periódico liberal El Diario, fundado en 1929
bajo la tutela de Emilio Correa Uribe y aún es posible conseguir

. He aquí el nombre de algunas de aquellas publicaciones: El Esfuerzo, El


Gladiador, El Vampiro, Colombia intelectual, La crónica, Brotes, Aguijón, Pereira
comercial, El Surco, El Día, entre muchas otras. Véase, “El periodismo” Cap.
XVII, Hugo Ángel Jaramillo, en Pereira: proceso histórico de un grupo étnico
colombiano, Pereira, Club Rotario de Pereira, Gráficas Olímpica, 1983, pp.
453-497.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind21 21 18/5/07 22:44:03


22 Miguel Álvarez de los Ríos

ejemplares de las revistas culturales Variedades y Lengua y Raza,


publicaciones periódicas de mediano formato, inspiradas quizá
en las revistas capitalinas El Gráfico y Cromos. Se registra en estas
páginas una idea de mundo, cuya complejidad depende de la
pluma con la que los escritores de la época recrean los cuadros
de costumbres. Asimismo, los humanistas, líderes cívicos y pe-
riodistas también narran el progreso de su ciudad en términos
de ampliación y trazado de una urbe pensada por un pequeño
grupo de comerciantes e industriales, empeñado en la tarea de
edificar un espacio propicio para la naciente industria y para los
mercados e intercambios que se generan a través del negocio del
café, aprovechando las vías ferroviarias que comunican el pobla-
do con el Pacífico y el centro del país.
Aún se recuerda que en 1926 se comercializó la película Nido
de cóndores, producida por Máximo Calvo, bajo la dirección y ar-
gumento de Alfonso Mejía Robledo, como parte de una empresa
común liderada por la Sociedad de Mejoras Públicas. El rodaje
de esta producción exhibía un propósito: reconocer y mostrar el
espacio urbano “con todas sus mejoras locales”, al tiempo que
se pretendía “mostrar a los otros pueblos su valor material, en
industrias y en progreso”. La ciudad permanecía desligada de
los centros urbanos, ubicados a lo largo de un complejo sistema
montañoso escaso en vías terrestres y a merced de caminos de
herradura, de difícil acceso, como en su momento lo anotaron
en sus diarios los viajeros europeos. Caminos que fueron traza-
dos por los indígenas y más tarde empalizados por los arrieros
y marchantes, “pioneros colonizadores” como los denomina
Eduardo Santa, responsables de las “primeras trochas, sobre las
cuales vendría posteriormente la acción de los condenados a tra-
bajos forzados y la de los peones de las compañías contratadas
por el gobierno para la construcción de los mismos”.
La película registra en poco más de veinte minutos el progre-
so de la ciudad y por eso allí se insiste en mostrar, bajo el pretex-
to de un idilio amoroso entre una mujer nativa y un prestigioso
hombre de negocios de origen alemán, los nacientes complejos

. Variedades, Revista semanal e ilustrada, No. 49, Serie X, Volumen II, Pereira,
Departamento de Caldas, enero 23 de 1926.
. Eduardo Santa, La colonización antioqueña: una empresa de caminos, Bogotá,
Tercer Mundo Editores, 1993, pp. 122-123.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind22 22 18/5/07 22:44:03


Forma y estilo del periodismo literario 23

industriales y las bondades de una región dispuesta a permitir


la llegada de capital humano y económico foráneo: “Hemos teni-
do la fortuna de asistir a algunos ensayos de esta película y, por
ello, no vacilamos en manifestar que es una obra cinematográfica
admirable, esplendorosa, como quizá no se ha ejecutado todavía
ninguna otra en Colombia. Los más distinguidos elementos so-
ciales de Pereira han colaborado en ella con entusiasmo y filan-
tropía”.
Detrás de esta empresa propagandística sobresale la figura de
Alfonso Mejía Robledo (1897), un influyente comerciante nacido
en Villa María, Caldas, cuyas inclinaciones por la literatura lo lle-
varon a publicar en 1920 la obra El poema de mi vida, en los talleres
de la Imprenta Nariño de Pereira. Como empresario y miembro
activo de la Sociedad de Mejoras Públicas, Mejía Robledo tuvo
la preocupación por hacer circular en la ciudad libros, revistas
y toda suerte de publicaciones que podían ser adquiridas en su
Almacén Universal, ubicado en la Plaza de Bolívar y en la misma
vereda de la Catedral. Basta leer la publicidad de la época para
comprender lo que significaba poner en contacto a las gentes con
ediciones españolas y francesas y, en especial, con los autores que
entonces se admiraban: Dumas, Stendhal, Gracián, Carolina In-
vernizio, Carlota M. Braeme, algunas de cuyas obras fueron im-
presas por la Casa Editorial Maucci de Barcelona: “Visite usted
la gran librería que acaba de llegar al Almacén Universal, donde
encontrará selectas obras científicas y literarias; escogidas obras
poéticas y novelescas; famosos libros de arte y diversión”.
Mejía Robledo publica en 1926 la primera versión de su no-
vela Rosas de Francia y podría sospecharse que a partir de allí la
ciudad inaugura unos derroteros estéticos y establece con el país
ciertos nexos culturales que suelen clasificarse en las secciones de
revistas y periódicos de interés general, para una comunidad que
le da un fuerte valor a los recitales en los teatros, a las operetas, a
las presentaciones de malabaristas y magos, a las conferencias de
carácter histórico y médico, a las novelas por entregas, a las cró-

. Reinaldo de Montalbán, “A Escape”, en revista quincenal e ilustrada Lengua


y Raza, Pereira, junio 5 de 1926, año 1, No. 2, p.14.
. Revista quincenal e ilustrada Lengua y Raza, No. 4, Año 1, Pereira, julio 3 de
1926.
6. Alfonso Mejía Robledo, Rosas de Francia, (Novela Colombiana), París, Casa
Editorial Franco-Ibero-Americana, 222, Boulevard Saint-Germain, 1926.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind23 23 18/5/07 22:44:03


24 Miguel Álvarez de los Ríos

nicas de escritores españoles e ingleses y al estreno de películas


con ambientes pintorescos. Los teatros y en especial sus antesalas
y vestíbulos se convertirán en escenarios propicios para animar
la vida social y cultural de la naciente aristocracia. La novela de
Mejía Robledo descubre para la localidad un ambiente románti-
co algo decadente, a partir de los tránsitos de un poeta que busca
el amor y persigue un ideal por medio de su obra lírica. El ante-
cedente mayor de esta novela es María (1899), la obra del colom-
biano Jorge Isaacs y se comprende que lo literario, para la aldea,
nace por imitación y bajo el influjo de una corriente romanticista,
frente a la cual los integrantes de Los Nuevos serán críticos, en
virtud de sus deseos de renovación, a la manera de lo concebido
por León de Greiff y Luis Vidales en su labor poética y por Luis
Tejada en su trabajo periodístico. De hecho Ricardo, el personaje
creado por Mejía Robledo, se rebelará en contra de las nuevas
visiones estéticas que en virtud de los influjos del vanguardismo
literario, afloran para el país a mediados de los años veinte. En
la proclama inicial que el narrador hace del joven bardo, éste se
referirá a la sardónica y “zafia” juventud modernista, “descami-
nada y pletórica de sofismas y de doctrinas absurdas”.
A pesar de su temprana muerte y de una breve obra, Luis Te-
jada ejerció un fuerte influjo en el periodismo local. Sus crónicas,
publicadas en El Espectador y algunas en los periódicos de Pereira
–Glóbulo Rojo–, expresaron la visión de mundo de un artista me-
diado por el alto vuelo poético y el asombro frente a lo cotidiano,
en una relación original del cronista con los objetos, de modo que
al revelarse la circunstancia individual, la palabra que lo nombra
lo torna memorable, acaso porque en sus textos se suele presentir
el misterioso hecho estético, la mirada que da forma al presagio.
En Pereira ejerció por algunos meses como profesor de gramáti-
ca, en virtud de que su padre, Benjamín Tejada Córdoba, se había
radicado en la ciudad para fundar el Instituto Murillo Toro, uno
de los centros educativos que al decir de David Cuartas Ángel
–alumno de aquellos primeros centros educativos de Pereira en
los albores del siglo XX–, había sido respaldado por “numerosos

. Rigoberto Gil Montoya, “Rosas de Francia o la educación sentimental de la


aldea”, en Nido de cóndores Aspectos de la vida cotidiana de Pereira en los años
veinte. Una mirada cultural. Santafé de Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002,
pp. 123-155.
. Rosas de Francia, Op. cit., p. 9.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind24 24 18/5/07 22:44:03


Forma y estilo del periodismo literario 25

padres de familias pudientes, quienes aspiraban a que sus hijos


recibieran una educación distinta a la sempiterna educación cleri-
cal”. En su evocación, Cuartas Ángel le contará a Miguel Álvarez
de los Ríos que Luis Tejada defendía “ideas socialistas” y por eso
se vinculó en Pereira al grupo político denominado “La Golcon-
da”, uno de cuyos miembros fue el doctor Santiago Londoño. Por
otra parte, su porte y figura, su manera de vestir y sus ademanes,
ejercían en los otros una fascinación mezclada con curiosidad y
simpatía: “pequeño, flaco, vestido de negro”. Se había casado en
1922 con Julieta Gaviria en la iglesia de La pobreza –rememora
Cuartas Ángel– y destacaba en él su “eterno vestido de color luc-
tuoso, un enorme sombrero tras el cual desaparecía su semblante
aún imberbe, y el corbatín de lazo flotante”.
Eran nuevos aires para la práctica de un periodismo que de
pronto descubrió el humor y la epifanía como formas de narrar
un presente vertiginoso, transformado por los avances tecnoló-
gicos: el tren, el teléfono, el tranvía eléctrico, el cinematógrafo,
las imprentas, los vehículos a motor. Si los patricios y las pri-
meras familias empezaban a añorar la tranquilidad y simpleza
de sus aldeas, obnubilados frente a unas dinámicas del progreso
que se traducían en ruido, criminalidad, movilidad social, prisa
y ensanchamiento del espacio urbano, el periodismo se convirtió
en un medio efectivo para inventariar tales cambios e impulsar,
asimismo, la transformación de la vida en comunidad. En las
crónicas de Emilio Correa Uribe, Sixto Mejía, Lino Gil Jaramillo
y Ricardo Sánchez, se advierten las huellas de Tejada y ese placer,
no ajeno al asombro, por registrar desde lo cotidiano y desde
esa sensibilidad moderna e iconoclasta que defendieron Arlt y
Girondo en Argentina, De Greiff y Vidales en Colombia, lo que
empezaría a formar parte de los materiales de la historia local:

El cine, la luz eléctrica, el teléfono y el radio, son otros


tantos “chismes” que se vinieron a “tirar” la plancha. Mu-
chísimos mejores, más claros y sobre todo más baratos
eran los sustitutos que de todo eso teníamos antes de la
guerra. Al cine lo suplíamos con los “títeres” que nos da-

. Miguel Álvarez de los Ríos, “Colegios y educadores en Pereira; el escritor


Luis Tejada”, en La historia por dentro. Documentos inéditos, mecanografiados
y clasificados en el Área Cultural del Banco de la República, bajo el sello
Centro de Documentación Pereira (986.31/A59c), pp. 1-8.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind25 25 18/5/07 22:44:03


26 Miguel Álvarez de los Ríos

ban los Hormacitas, y que hacían mover por medio de


cuerdas, escondidos tras de una sábana (…) La luz eléc-
trica nos vino a hacer muy mal cuarto a los que solíamos
echar tarde de la noche nuestras “salidas” por los lados
de “recoveco” o la calle del cementerio (…) El teléfono
es otro de los “artefactos” que vinieron a acabar con la
tranquilidad del hogar doméstico. A los maridos “celo-
sos” les ha venido a “revolver” la bilis y cada vez que
sus señoras “agarran” el aparato, es pelotera segura (…)
El radio –o la radio- como han dado en llamar a “eso”
últimamente, es otro de los “aparatos” que nos mantiene
“fritos”. También debe de tener su participación la “Casa
Bayer”…Está uno bien tranquilo en su casa leyendo “El
Espectador”, cuando la niña casadera mueve la perilla y
coge la “estación”. Primero se oye un ladrido de perros y
luego una “pelea de gatos”(…) Definitivamente la civili-
zación nos ha venido a “complicar” mucho la situación,
sobre todo aquí en Pereira donde vivíamos tan tranquilos
y tan contentos.10

Al despuntar la década del treinta Pereira ha fortalecido su


imagen comercial y desde ella interviene su entramado urbano
y su relación con las demás ciudades colombianas. Lo que se lee
en el importante documento publicado con el título Memoria de
la gran exposición industrial y artística de Pereira y de la gran exposi-
ción de Bogotá…11, en tanto compilación de un evento de carácter
nacional en el que Pereira sirvió de vitrina, prueba cómo las dis-
tintas fuerzas cívicas, representadas en sociedades y agrupacio-
nes, tienen claro lo que desean fortalecer como improntas de un
desarrollo cívico y comercial que ya haría parte de su proceso de
fundación. En el plano de la escritura, los avances formales han
sido pocos. Circula el libro de Carlos Echeverri Uribe, Apuntes
para la historia de Pereira (editado inicialmente en 1909 y reeditado
en 1921) y las obras literarias de Alfonso Mejía Robledo, de cuya
recepción dará cuenta, décadas después, el cronista Euclides Ja-
ramillo Arango, cuando al informar sobre el sistema de venta
que el escritor Mejía Robledo utilizaba para hacer llegar por sus-

10. Ricardo Sánchez, Pereira 1875-1935, Manizales, Casa Editorial y Talleres


Gráficos Arturo Zapata, 1937, pp. 128-129.
11. Alfonso Mejía Robledo, Memoria de la gran exposición industrial y artística de
Pereira y de la gran exposición de Bogotá…, Bogotá, Editorial El Gráfico, 1931.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind26 26 18/5/07 22:44:04


Forma y estilo del periodismo literario 27

cripción sus obras a quienes quizá habían adquirido su novela


del año 26, se descubrió que los miembros del más prestigioso
club de la ciudad, donaron todos ellos su ejemplar nuevo de La
risa de la fuente.12 Esta anécdota, matizada por el humor de un
cronista de la memoria, podría interpretarse como el símbolo in-
augural del tipo de recepción que frecuentemente se hace de los
materiales impresos en los núcleos urbanos periféricos.
Este es el cuadro pereirano que enmarca el nacimiento de Mi-
guel Álvarez de los Ríos en 1935. Cuatro años después nacerá la
novelista Albalucía Ángel, autora de una de las novelas más re-
novadoras y experimentales sobre el tema de la violencia colom-
biana, Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón (1975). Entre
estos dos nacimientos, Ricardo Sánchez publica en la Editorial
Arturo Zapata de Manizales su libro de crónicas Pereira 1875-
1935 y se interpreta que surge el interés por dialogar con el pasa-
do reciente, desde la memoria del testigo que vuelve a recorrer
los solares de la infancia, obnubilado por un presente de cambios
abruptos. Bernardo Arias Trujillo publicará en Medellín su nove-
la emblemática Risaralda (1935), con un insinuante subtítulo que
recoge el furor que en América Latina se vivía por el cine: “No-
vela de negredumbre y de vaquería filmada en dos estampas. Es-
cenario y decoración 2 de octubre de 1935”.13 Luego publicará su
Diccionario de emociones (1938) y empezará a ser leyenda la vida
del escritor, sus experiencias de viajero, sus afinidades electivas,
la imagen de un artista incomprendido, un poco a la manera de
Vargas Vila. Alfonso Mejía Robledo sacará al mercado la segunda
edición de Rosas de Francia (1937), con el inusual detalle de que
el autor decide cambiar el final trágico de su novela, por uno
de corte feliz, como si sus fieles lectores le hubieran hecho ese
pedido. La publica en su propio sello editorial, Panoramas, en el
que un año después editará el libro de memorias de su esposa,
Rita Andrión, Mis recuerdos de colegio14, un importante documen-
to de carácter sociológico para comprender el tipo de educación
académica y sentimental que las damas de la época recibían en

12. Euclides Jaramillo Arango, ¡Terror! (Crónicas del viejo Pereira, que era el nuevo),
Armenia, Cosmográfica Ltda., 1984, p. 70.
13. Bernardo Arias Trujillo, Risaralda, Medellín, Ediciones Académicas Rafael
Montoya y Montoya, Bedout, cuarta edición, 1960.
14. Rita Andrión de Mejía Robledo, Mis recuerdos de colegio, Pereira, Editorial
Panoramas, 1938.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind27 27 18/5/07 22:44:04


28 Miguel Álvarez de los Ríos

colegios europeos. Con el nombre de Panoramas, Mejía Robledo


edita su revista, siguiendo un poco las directrices editoriales y
temáticas impuestas, una década atrás, por Víctor M. López en
su revista Lengua y Raza.
Por su estilo retórico y sus preocupaciones humanísticas, Me-
jía Robledo es tal vez el escritor de la ciudad que más vínculo
sostiene con los miembros de Los Leopardos, aquel grupo que se
hiciera famoso por su proselitismo político, enmarcado en una
oratoria y en una forma de ejercer el poder público que hiciera
carrera en el país republicano, tras las huellas de los gramáticos
estadistas. Las implicaciones de esta dinámica, para el desarrollo
social y cultural, remarcan la existencia de un tipo de intelec-
tual vinculado al ejercicio de la política y a la expresión de un
mundo grandilocuente, con referentes a tradiciones de la antigua
Europa. Este ambiente servirá de escenario para los inicios de la
labor intelectual de Miguel Álvarez de los Ríos, quien siempre
estará resaltando en sus artículos y reportajes, el valor estético y
literario de los humanistas del Gran Caldas, mientras defiende,
con altruismo y convicción, la posibilidad de edificar un mundo
de ideas desde la provincia y a partir de allí, animar un diálogo
con el afuera. No sorprende, por ello, que el trabajo de reportería
y periodismo literario que Álvarez de los Ríos ejerce con mayor
vigor a partir de la década del ochenta en las páginas del perió-
dico El Tiempo y la revista Consigna, vuelva sobre unos personajes
que empezaron a influir en la vida humanística e intelectual de la
Colombia posterior a la Guerra de los Mil Días.
No es fácil desligar en Colombia los procesos literarios de los
comprometidos con el periodismo. Otro tanto sucede en Amé-
rica Latina, cuando el escritor y el intelectual se hacen notorios,
primero, en las columnas de opinión y luego en las secciones
especializadas, con temas que pretenden aclarar un devenir,
animar un diálogo, siguiendo las nuevas dinámicas derivadas
de las luchas independentistas. El influjo de un legado europeo
se advierte con fuerza en las formas como se observa el contex-
to, lo inmediato, como si se tratara de lo “otro”, lo exótico, ese
“fuera de lugar” que genera extrañamiento en las apreciaciones
críticas. En este caso se distingue la figura de un Sarmiento que
busca dar sentido a lo “bárbaro” desde una mirada eurocéntri-
ca, aunque no exenta de esa ambigüedad que inyecta en su es-
critura lo inestable, en el campo de un género que se alimenta
de múltiples discursos. Para el cambio de noción en torno a la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind28 28 18/5/07 22:44:04


Forma y estilo del periodismo literario 29

realidad latinoamericana, el pensamiento de José Martí se erige


símbolo, cuando el viajero y poeta propone ver el mestizaje como
una “confluencia de tradiciones”, al subrayar que el gran proble-
ma en la fundación de las Repúblicas habría sido supeditarse a
“moldes extranjeros”.15
Los discursos se apoyan en ideas de renovación y ante la di-
ficultad de separar los oficios, el escritor se obliga a cumplir una
función social que lo compromete en los terrenos de la política,
y el periodismo sería el campo expedito para cumplir esa tarea.
Así, se comprende el temprano balance que Henríquez Ureña hi-
ciera en los años cuarenta, cuando al indagar por los orígenes de
la figura del intelectual en la América Hispánica del XIX y al re-
saltar, por esta línea, la labor comprometida de José Martí, expo-
ne que en el período posterior a la Independencia, los escritores
e intelectuales de aquella época de organización (1860-1890) po-
drían denominarse “luchadores y constructores”, continuadores
de las expresiones de Bello, Heredia, Sarmiento y Mitre, es decir,
“hombres que solían ver en la literatura una parte de su servicio
público, siguiendo la que era ya una de nuestras tradiciones”.16
A partir de esta época, los debates entre la creación de una lite-
ratura desligada de la política y de una función pública ajena al
ejercicio mismo de la literatura o cualquier otra expresión estéti-
ca, propia del hombre de letras, sería motivo de una preocupación
que, sin embargo, no logró desvanecer del todo la comunión
entre una y otra dinámica, en lo que Henríquez Ureña señala
como la “transformación social y la división del trabajo”. Por el
contrario, en ambas formas de ejercer una función pública, se de-
terminan los caminos de “nuestra literatura”, al decir del maes-
tro dominicano: “uno en el que persiguen sólo fines puramente
artísticos; otro en que los fines en perspectiva son sociales”.17
En la bifurcación de estos caminos, esto es, entre el grupo de
los últimos modernistas (Valencia, Chocano y Lugones) y los pri-
meros vanguardistas del XX (Borges, Neruda) surgiría una “ge-
neración intermedia” o de “transición” (escritores nacidos entre

15. Miguel Rojas Mix, “La cultura hispanoamericana del siglo XIX”, en Historia
de la Literatura Hispanoamericana. Del Neoclasicismo al Modernismo. Tomo II.
Luis Madrigal Iñigo (comp.), Madrid, Cátedra, 1999, pp. 57-58.
16. Pedro Henríquez Ureña, Las corrientes literarias en la América Hispánica,
Biblioteca Americana, Santafé de Bogotá, Fondo de Cultura Económica,
1994, p. 155.
17. Op. cit., p. 189.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind29 29 18/5/07 22:44:04


30 Miguel Álvarez de los Ríos

1880 y 1896), que si bien se apartaba de sus antecesores, asumía


un rol público bastante crítico y con fuertes implicaciones de
tipo político, como en el caso del Ateneo en México (1909-1914)
o el movimiento literario que se generó alrededor de la revista
Colónida (1915) en Perú o el Repertorio americano en San José de
Costa Rica. Estos hombres de letras, como lo sostiene Henríquez
Ureña, si bien causan revuelo en la esfera pública, ya no aspiran
a pertenecer a los gobiernos: lo que desean es ejercer la oposi-
ción, la crítica y defender doctrinas libertarias y filosóficas. Para
el caso de Colombia, Henríquez Ureña ubica en la “generación
intermedia” a José Eustasio Rivera, Luis Carlos López, Rafael
Maya, León de Greiff, Barba Jacob y Luis López de Mesa.18 Estas
serán algunas de las figuras con que el país del bardo Valencia
trazará los rumbos intelectuales en el siglo XX, sobre todo bajo
el fuerte influjo de la escuela romántica y de otras expresiones
de marcado acento local, como las expuestas por Carrasquilla y
por los integrantes de la Gruta simbólica, con Julio Flórez como
estandarte.
De sobremesa (1886-7), la novela de José Asunción Silva, tras-
luce desde la ficción los ambientes propicios para el debate in-
telectual, no obstante las diferencias espaciales y ambientales
que se desvelan entre las evocaciones y referencias del viajero
erudito y las realidades de una aldea que se hace pintoresca en
los cuadros de costumbres. Para José Fernández, el personaje
creado por Silva, el universo se hace concreto en la discusión de
las ideas, como efecto natural del contacto con el viejo continen-
te y con una serie de corrientes del pensamiento, herencia de la
Ilustración y de un espíritu de la modernidad que convoca la
aventura, el riesgo, lo experimental, a partir de una nueva sen-
sibilidad que de pronto llenará de ruido y vértigo los nacientes
centros urbanos, pero que, no obstante, seguirá nutriéndose de
esa clase de romanticismo que encarnara José Martí: “Acercarse
a la vida –he ahí el objeto de la Literatura: –ya para inspirarse en
ella; –ya para reformarla conociéndola. –Los románticos aman
los contrastes, cómico y trágico; mezcla: como en la existencia.
El romanticismo fue el lucero del naturalismo, y una especie de
realidad imaginaria”.19

18. Op. cit., p. 266.


19. José Martí, Cuadernos de apuntes, Obras Completas, Tomo 21, La Habana,
Editorial Nacional de Cuba, 1965, p. 227.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind30 30 18/5/07 22:44:04


Forma y estilo del periodismo literario 31

El tipo de intelectual prefigurado por Silva hará una fuerte


presencia en su país, dará las bases para el tránsito de un siglo a
otro, ambientará el escenario en que los aires renovadores de las
expresiones vanguardistas propiciarán expresiones estéticas que
harán bien a una joven literatura y a una tradición que desde el
Modernismo precisa otros horizontes, no sólo en lo concerniente
a las formas de escritura, sino también a las posturas políticas y
sociológicas frente a los contextos más próximos.
Es aquí donde se fortalece un tipo de humanista e intelectual
preocupado por interpretar un pasado reciente, por comprender
una idea de nación, por hacer de la política un nexo con lo pú-
blico y por defender posturas críticas frente a la construcción del
Estado: “El poeta –asevera Mario Rivero– no puede desvincu-
larse del proceso social y político. Hace parte de él. Vive dentro
de él. No es ajeno a los grandes cambios…”. Giovanni Quessep
interpreta la poesía como la luz que aclara el decurso histórico y
aporta en el conocimiento de ese destino. Umaña Bernal consi-
dera que la poesía participa en las “revoluciones” y en la “salva-
ción de los pueblos”, como lo prueba la revolución francesa. La
política, para Jorge Rojas, es esencial cuando se liga al desarrollo
humano y como la poesía, “analiza la psicología oculta en el es-
píritu humano”.20
En virtud de su formación humanista y de una memoria que
lo une a los compromisos de cambio animados en las luchas del
XIX, el nuevo actor se verá muy cerca de las esferas de poder
y desde allí intervendrá en debates que más allá de una efec-
tividad retórica, darán piso a las acciones de un país que em-
pieza a ser pensado en el marco de su historia y componente
social, a la manera de lo interpretado por Rafael Maya, Baldo-
mero Sanín Cano, Luis López de Mesa y Juan Lozano y Lozano
en sus ensayos críticos. Este es el modelo de intelectual que le
preocupará a Miguel Álvarez de los Ríos y con quien, más allá
de su compromiso como reportero, buscará estar al mismo nivel,
acaso porque con quienes establece contacto (Alzate Avendaño,
Lozano y Lozano, Gómez Valderrama, Felipe Lleras, Umaña Ber-
nal, Jorge Mario Eastman, Germán Arciniegas, Forero Benavides
y otros) despliega una afinidad en materia de referentes eruditos,

20. “Los poetas hablan de política”, en revista Consigna, Año 4, No. 139, Bogotá,
15 de junio de 1979, pp. 5-10.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind31 31 18/5/07 22:44:05


32 Miguel Álvarez de los Ríos

de preocupaciones temáticas, como prueba de unos destinos que


transitan por un mapa común de sensibilidades e inquietudes
especulativas:
En Colombia –elucida Álvarez de los Ríos– el periodismo
ha sido y será político, porque está obligado a reflejar, y a
interpretar, las vivencias más inmediatas del alma nacio-
nal. La historia del periodismo colombiano involucra tam-
bién la historia de los mejores hombres colombianos.21

Ahora bien, para llegar a esos niveles de diálogo y de réplica,


el país experimentará con las tendencias y promesas de varios
grupos, como en efecto sucediera con Piedra y Cielo, Los Nuevos,
Los Cuadernícolas, en algunos de los cuales se plantea el abordaje
de la realidad desde perspectivas distintas, más allá de la aún po-
derosa presencia de la escuela romántica, del estilo de Carrasqui-
lla, enraizado en lo popular, del verbo impetuoso de los herma-
nos Villegas, del artificio que opera en la poesía de Valencia, de
la arenga que cobra ritmo en Vargas Vila. Algunos de los perso-
najes seleccionados por Álvarez de los Ríos harían parte tanto de
unas formas de la cultura en que la gramática y el poder tuvieron
su propio pedestal, como de unas dinámicas de renovación en
cuanto a procesos de pensamiento y escritura, que los jóvenes
de entonces supieron recibir como parte de una tradición que se
animaba a buscar otros horizontes, en especial los que sugería la
época y cuyas marcas podrían precisarse, para Hispanoamérica,
en los ensayos de Ortega y Gasset sobre el hombre-masa y en la
indagación formal emprendida por Unamuno en sus obras lite-
rarias.
En tal sentido, los nombres de José Antonio Lizarazo, Álva-
ro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez convocan de in-
mediato una sucinta tradición en el oficio de las letras, donde
periodismo y literatura suelen mezclarse con feliz fortuna. En
La casa de vecindad (1930), la novela de Lizarazo, es indiscutible
la factura de crónica, producto de una labor de campo, que el
personaje narrador le da a su relato, a propósito de las miserias
de una casa de pensión, ubicada en el centro de la capital y habi-

21. Miguel Álvarez de los Ríos, “Eastman, visión trifásica”, en revista Consigna,
Año 5, No. 170, Bogotá, 15 de octubre de 1980, p. 21.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind32 32 18/5/07 22:44:05


Forma y estilo del periodismo literario 33

tada por unos seres arrinconados frente a los cambios que exhibe
la ciudad. Como miembro del Grupo de Barranquilla, Cepeda
Samudio convierte el periodismo en una variante de la literatura,
cuyo logro mayor, por esta vía, es la escritura de su libro de cuen-
tos Todos estábamos a la espera (1954) y lo que el lector podrá hallar
detrás de la complejidad en la estructura de estos relatos que sur-
gen de una labor experimental con las formas, bajo la impronta
de lo que Dos Passos inaugura en Manhattan Transfer (1925), un
escritor que gozaba de prestigio en el país como escritor realista y
a quien el cronista caldense José Gers tuvo ocasión de entrevistar
en 1948, a su paso por Cali.22 Se trasluce en el autor de Ciénaga
una poderosa influencia norteamericana, la misma que allanará
el camino del joven reportero Gabriel García Márquez.
Valga decir que el responsable de Macondo no sólo apostará
por una literatura que pretende alejarse del ostracismo que un
crítico agudo, Eduardo Zalamea Borda (Ulises), resaltara en su
columna “La ciudad y el mundo” (El Espectador)23, como parte
del estancamiento en los procesos de escritura en el país, sino
también por un tipo de periodismo más elaborado y cercano a
la estructura del texto literario, donde podría encontrarse la veta
que décadas después Gonzalo Arango, Castro Caycedo, Germán
Santamaría y el propio Álvarez de los Ríos explotarán a su mane-
ra. De esta primera época García Márquez publicará un reportaje
emblemático de los nuevos tiempos, “Caracas sin agua” (1958)
y una serie de crónicas sobre su experiencia en el Chocó, donde
incluso –confesará años después– se vio obligado a inventar el
escenario de sus reportes para ofrecer un ambiente más intere-
sante a la noticia y al mismo tiempo para darle un sentido de
protesta social a lo que ocurría en Quibdó como tierra de nadie.24

22. José Gers, “John Dos Passos, un gigante de la novela moderna”, en Crónicas
y Reportajes, Manizales, Biblioteca de Escritores Caldenses, Imprenta
Departamental, 1983.
23. Ángel Rama, Primeros cuentos de diez maestros latinoamericanos, Barcelona,
Planeta, 1975, pp. 233-234.
24. Gabriel García Márquez, “Historia íntima de una manifestación de 400
horas”, “Una familia unida, sin vías de comunicación”, “Aquí se aprende
a leer en el Código Civil” y otras, en Crónicas y reportajes, Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1976.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind33 33 18/5/07 22:44:05


34 Miguel Álvarez de los Ríos

Colombia, en la década del cincuenta, no había desarrollado aún


el género del reportaje; la idea es de García Márquez.25
Si se atiende a lo expresado por el Nobel colombiano, el re-
portaje precisa una breve historia en el ámbito nacional, lo que
luego será corroborado por Daniel Samper en el prólogo a su
clásica antología Grandes reportajes, cuando asevera que sólo a
partir de los años cincuenta esta variante del periodismo mo-
derno toma la categoría de género. Los antecedentes del mismo
podrían señalarse en algunas entrevistas realizadas por Juan
Lozano y Lozano, publicadas en el volumen Mis contemporáneos
(1944), en los relatos de Ximénez y en las recursivas entrevistas
de Emilia Pardo Umaña –inolvidable aquella en la que el per-
sonaje central es su propia madre y que ella escuetamente titu-
la “María Umaña de Pardo”– y esa forma suya tan profunda y
mordaz de recrear los acontecimientos más triviales, sin dejar de
lado el propósito de comunicar y compartir con los lectores una
mirada de mundo vinculada a la experiencia de la vida simple
–“El primer baile”, “Refugio para una neura”, “Al inquietante
palpitar del corazón”–.26
La naturaleza híbrida del reportaje, que cobra cuerpo entre la
crónica y la entrevista, su complejidad estructural, que se debe
en parte a las técnicas derivadas del cine y la materia maleable
de la que está hecho, en virtud de lo que el escritor construye y
recrea a través de atmósferas y ambientes íntimos, le conceden al
reportaje un carácter único en la evolución del periodismo y esto
se habría logrado en virtud de la existencia de un tipo de perio-
dista que decide dejar de lado la columna personal, de opinión,
para lanzarse, según Samper Pizano, a un trabajo de reportería
que exige una “cultura superior a la del promedio en el oficio,
una vocación por la narrativa contemporánea y un especial inte-
rés por el cine”.27

25. Gabriel García Márquez, “El olor de la guayaba”. Conversaciones con Plinio
Apuleyo Mendoza. Bogotá, Oveja Negra, 1982, pp. 27-28.
26. Emilia Pardo Umaña, La letra con sangre entra, Nota y compilación
“Camándula”, Bogotá, Colección Literaria, Vol. 3, Fundación Simón y Lola
Guberek, 1984.
27. Daniel Samper Pizano, Grandes reportajes, Bogotá, Intermedio Editores, 1990,
p. 19.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind34 34 18/5/07 22:44:05


Forma y estilo del periodismo literario 35

La formación intelectual del periodista le permitirá estar a la


altura del entrevistado o de la circunstancia que desea recrear.
Al subrayar la inclinación del reportero por la literatura contem-
poránea, Samper Pizano se refiere a la narrativa norteamericana
y en particular a la figura de Ernest Hemingway, acaso por lo
que el escritor y periodista habría puesto en riesgo para la con-
secución del archivo que nutre las obras Adiós a las armas (1929)
y Por quién doblan las campanas (1940). En materia de cine, basta
recordar lo que llegó a significar para el joven García Márquez
el neorrealismo italiano, representado en el trabajo cinematográ-
fico de Vittorio de Sica (Umberto D, Ladrón de bicicletas), cuyas
huellas se presienten en El coronel no tiene quién le escriba (1958).
Unos años después se percibirá el predominio de un tipo de pe-
riodismo que se mezcla riesgosa y sutilmente con la literatura y
en ello tendrá escenario lo que se dio en llamar el Nuevo periodis-
mo, cuya obra emblemática será A sangre fría (1965) y el modelo
de investigación que le da soporte como documento histórico.
Para los campos híbridos de la ficción, se torna modelo un tipo
de literatura difícil de clasificar, tanto por su carácter inestable,
como por las miradas con que los escritores deciden intervenir
sus contextos.
Para el caso latinoamericano, las obras de Rodolfo Walsh y To-
más Eloy Martínez remarcan una evolución en este rumbo. Son
los terrenos de la Non-Fiction, esa forma política por excelencia,
en la que la búsqueda de la verdad puebla el mundo de versiones
narrativas. Una manera de democratizar las miradas, desde una
de las variantes que se desprende, sin duda, del reportaje.
El propio Samper Pizano dará muestra de cuánto habría evo-
lucionado el reportaje en Colombia cuando en 1972 publica una
pieza magistral titulada “El día que envenenaron a Chiquinqui-
rá”28, a propósito de la muerte de más de sesenta personas que
habrían consumido pan mezclado con folidol, en la mañana del
25 de noviembre de 1967. Utilizando quizá procedimientos simi-
lares a los empleados por Capote para reconstruir el crimen de
la familia Clutter en Kansas, Samper Pizano decide investigar el
drama de Chiquinquirá cinco años después de los hechos, desde
una estructura coral que muestra la magnitud de una tragedia
que estaba destinada al olvido. El campo del reportaje será pro-

28. Ibid., pp. 198-208.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind35 35 18/5/07 22:44:05


36 Miguel Álvarez de los Ríos

picio para un tipo de escritor culto, ingenioso, recursivo y atento


a los diálogos con la cultura. Aquí es necesario destacar los re-
portajes de Castro Caycedo, Juan José Hoyos, Juan Mosca, Pli-
nio Apuleyo y, desde luego, Miguel Álvarez de los Ríos, cuyos
aportes al género del reportaje son varios –como se apreciará a
continuación–, en la medida en que el escritor habría recibido
desde temprano, y gracias también a su contacto directo con la
realidad norteamericana, los influjos renovadores del New jour-
nalism, como en efecto lo dilucidan sus opiniones:

No debe confundirse el periodismo de crónica con el


periodismo literario. Es este último la forma estética del
periodismo. De cierta manera participa de los elementos,
de la técnica del “New journalism” norteamericano. Usa
la crónica, usa la entrevista y usa el método de investi-
gación del reportaje. Puede recurrir a técnicas narrativas
literarias, como el “salto de voces”, como los “flash-back”
(o recuerdo escrito de lo que está hablando), como el diá-
logo y, en fin, otros recursos de la narrativa. Pero el obje-
tivo final del periodismo literario no es la interpretación
de los hechos, sino una propuesta artística diferente de la
narración (…) El periodista es una esponja, debe absorber
toda clase de conocimientos y verterlos en gotas o en can-
tidades, según donde le toque hacerlo.29

En el trabajo periodístico de Álvarez de los Ríos, lo que prime-


ro se hace evidente es la naturaleza específica del entrevistado.
Sus personajes pertenecen al campo de lo público y sus trayec-
torias los vinculan a momentos esenciales de la crónica republi-
cana, o bien en calidad de testigos, o bien como protagonistas de
unas decisiones que han marcado el rumbo de un país que du-
rante la primera mitad del siglo XX, pretendió alentar el tránsito
de lo rural a lo urbano, aunque la guerra desatada a partir del
año 48 aún remarque un atraso social y político, tras la muerte
violenta del caudillo liberal y la ira desatada en el cuerpo de su
verdugo. El país que presenció el asesinato de Gaitán, al decir
de Antonio Caballero, era “rural” y aldeano, “casi bucólico (al
menos en la superficie inmóvil de las cosas), de selvas ignoradas,

29. Alberto Rivera, “Miguel, faro del periodismo”, en Periódico El Diario del
Otún, Pereira, 8 de febrero de 2004, Sección C.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind36 36 18/5/07 22:44:05


Forma y estilo del periodismo literario 37

de vastos campos mal cultivados bajo el régimen del latifundio


heredado casi tal cual de la Colonia, en los que nada cambiaba,
en los que no pasaba nada”.30 No deja de sorprender que el país
inspire la masacre en las calles céntricas de la capital y desnude
el carácter agrario de las muchedumbres, justo cuando Europa
decide tomar distancia crítica frente al drama de la segunda Gue-
rra Mundial y las potencias apoyan los primeros ensayos de los
viajes espaciales.
En medio de estos acontecimientos revolucionarios, Colom-
bia se enfrasca en una guerra sin cuartel que deja al descubierto
sus crisis profundas, sus odios acendrados y atavismos cultura-
les. Vendrá después un gobierno militar que hará más confusa la
existencia en las provincias. Y Álvarez de los Ríos será un testigo
de excepción y aprenderá, desde muy temprano, el sentido de la
libertad bajo palabra, las implicaciones del pensamiento crítico:

Magnífica la idea de los periodistas. La de repudiar públi-


camente a los escritores públicos que vendieron su pluma
a la tiranía y contribuyeron –en una medida tremenda– a
consolidar la dictadura. Ciertamente fue doloroso obser-
var cómo la inteligencia de unos pocos –por fortuna– sir-
vió para atentar contra la libre expresión y contra el libre
pensamiento. Queda, no obstante, la satisfacción de que
no fueron los más ni los mejores. Y de que ellos mismos
–los Mosqueras, los Jorge Luises, los Rubayatas y los de-
más– firmaron su propia condenación (…)31

Este reportero, crítico y opuesto a todo régimen que vaya en


contra del liberalismo como doctrina y dinámica de vida, ha ido
en busca de unas voces que hablan desde la nostalgia y el asom-
bro de la experiencia. En ellas encuentra eco a sus preocupacio-
nes filosóficas, históricas y literarias. A cada personaje le da un
valor único y para cada uno despliega un estilo que busca estar a
la altura del estilo individual de quien de pronto se siente seguro
frente a un diálogo de iguales. Los visita en sus nichos familiares,

30. Antonio Caballero, “El hombre que inventó un pueblo”, en El saqueo de


una ilusión. El 9 de abril: 50 años después, Autores varios, Número Ediciones,
Bogotá, 1997, p. 74.
31. “Reloj de arena”, columna de Miguel Álvarez de los Ríos, firmada bajo el
seudónimo Twain. El Diario, Pereira, Caldas, 1 de junio de 1957.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind37 37 18/5/07 22:44:06


38 Miguel Álvarez de los Ríos

procura no importunarlos, pero al mismo tiempo insiste con su-


tileza en llevarlos a terrenos donde el personaje debe lanzar una
conjetura o revelar algo de su espíritu burlón y comprometido
con unos principios que los obliga a tomar partido. El diálogo
desemboca en confesión y el reportero aprovecha la intimidad
del momento para hurgar en la memoria del otro o en sus textos
o en su anunciada autobiografía. Aquí se revela su sagacidad y
el propósito de ubicar al lector en el ámbito de la conversación y
como no quiere confundir las voces, utiliza guiones para separar
sus ideas o se esconde tras un “yo” protagónico que le permite
ser digresivo y ampliar el espectro de la interlocución, cuando
considera que a través del empleo de esta técnica puede favore-
cer el retrato de su entrevistado:
Tratemos de reconocer en la siguiente parrafada, previa
advertencia de que los desaciertos de forma corresponden
al estilo desusado y frenético del reportero, jamás a la ex-
celente prosa de Gómez Valderrama (…) Gómez vuelve a
mirarme con ojos indulgentes. ¿Será que mi pereiranismo
lo conmueve? (…) Me asalta entonces la duda de que, tras
su apacible aspecto de burgués satisfecho, Gómez Valde-
rrama sea un auténtico brujo. Un witch, para decirlo en el
sonoro inglés que maneja el escritor. (El término proce-
de del sajón wica o wise, que quiere decir sabio, al igual
que sus equivalentes en sánscrito y griego antiguo, veda
y oida). Es un brujo -pienso- porque ha podido descifrar,
descendiendo hasta sus tinieblas, las claves del incons-
ciente, asiento cósmico de lo mágico.32
Álvarez de los Ríos sabe ubicar al personaje en el lugar de la
historia y desde allí el encuentro se convierte en algo revelador,
en la posibilidad de acercarse al otro para enaltecer sus ideas, en
la intención de recrear un pasado reciente de evocaciones y ba-
lances, donde se pone en juego la experiencia y un compromiso
ético frente a lo público, desde convicciones filosóficas y estéticas
que subrayan el cosmopolitismo del hombre de letras. Por eso el
periodista dirá que Gómez Valderrama fue “un cuadernícola” y
que formó parte de una “avanzada lírica”, de “poetas desigua-
les, intuitivos, estremecidos, a los que vincula exclusivamente la

32. Miguel Álvarez de los Ríos, “La brujería de Gómez Valderrama”, en Lecturas
Dominicales, periódico El Tiempo, Bogotá, noviembre 4 de 1984, pp. 4-5.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind38 38 18/5/07 22:44:06


Forma y estilo del periodismo literario 39

concepción dialéctico-energética del amor y la muerte”.33 De José


Umaña Bernal el periodista expresará que su poesía influyó en
Piedra y Cielo y con ella se habría iniciado “el desmantelamiento
de los andamios líricos, desgastados por el uso excesivo del ro-
manticismo decadente”.34 De Juan Lozano y Lozano, el periodis-
ta resaltará sus principios políticos: “Ha sido el suyo un liberalis-
mo de profunda raíz humanística, insular y agresivo y un tanto
arcaico respecto de las nuevas corrientes del pensamiento uni-
versal”.35 De Alzate Avendaño exaltará sus hábitos lingüísticos
de “reducir su método y su acción, tanto como sus preferencias
estéticas, a frases estelares”, para concluir luego que este hombre
jamás habría dejado de ser un “romántico”.36 Y en el diálogo de
memoria que anima con Felipe Lleras, el reportero se detiene de
pronto en sus gestos, en la manera como se pasa los dedos por la
barbilla, “es un gesto muy suyo”, informa, “para mí tengo que
hace táctil memoria de su chivera, tan ilustre en sus días de es-
plendor, como la de Trostky”.37
Pero en toda la labor que emprende el periodista en torno
a su personaje y más allá de sus propias concepciones e ideas
sobre la cultura, Álvarez de los Ríos está preocupado por aclarar
el perfil psicológico y el talante erudito de su invitado, sea por-
que lo tenga allí, frente a él, en la sala de recibo, en la biblioteca,
o sea porque intenta acercarse al personaje histórico desde una
recreación imaginativa y de ensoñación poética. Para lograrlo y
para delinear esas atmósferas de intimidad y confesión, Álvarez
de los Ríos construye y nombra espacios reales, los puebla de
referentes cultos y como lector de la poesía de Maya, de Rojas y
Carranza, inventa el calor, la lluvia, el frío lúgubre y vincula los

33. Ibid, p. 3.
34. Miguel Álvarez de los Ríos, “Con José Umaña Bernal el gran poeta que brilló
en la política”, en revista Consigna, Año 4, No. 145, Bogotá, 15 de septiembre
de 1979, p. 13.
35. Miguel Álvarez de los Ríos, “Juan Lozano y Lozano nos habla de la vida y
de la muerte”, en Revista Consigna, Año 4, No. 143, Bogotá, 15 de agosto de
1979, p. 6.
36. Miguel Álvarez de los Ríos, “Alzate Avendaño veinte años después de su
muerte”, en revista Consigna, Año 5, No. 173, Bogotá, 23 de noviembre de
1980, p. 31.
37. Miguel Álvarez de los Ríos, “Felipe Lleras Camargo anticipa sus memorias.
De la muerte del general Camargo al suicidio de Rendón”, en Lecturas
Dominicales, periódico El Tiempo, Bogotá, 7 de agosto de 1983, p. 6.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind39 39 18/5/07 22:44:06


40 Miguel Álvarez de los Ríos

estados de ánimo con los de su personaje, como Stevenson en Las


nuevas noches árabes, como Meyrink en El Golem. La literatura y su
ámbito de ilusión, podría acotar el periodista, sirven de recurso
para crear escenarios únicos y entrañables y en ellos, investir de
voz y cuerpo al invitado: “Llega la noche, y el poeta debe aten-
der a su esposa enferma. No lo dice, lo intuyo” (Umaña Bernal).
“Estamos en una sala de recibo cuya claridad la garantiza una
vidriera enorme por la cual llega hasta nosotros el sol indeciso de
septiembre” (Arciniegas). “Se levanta con lentitud y descorre las
cortinas. Por el cristal se cuela una claridad jadeante” (Lozano y
Lozano). “Verlaine murió, en efecto, a las siete de una noche llu-
viosa. (“El sol me causa náuseas, me aturde y me ciega y prefiero,
a la postre, el lúcido invierno”). Murió, entre los aspavientos de
la señora Krantz y el dolor manifiesto de unos cuantos que lo
amaron de veras (…) El viernes 10 de enero de 1896, el coche
funerario de Verlaine rodaba lentamente entre la lluvia; volaban
en el crepúsculo de invierno los primeros demonios de la noche”
(Verlaine). “En el número 69-31 de la Avenida Caracas de Bogotá,
habita desde hace años este Maese Pedro, jurista y literato. Los
necios se desengañarían al comprobar que sobre el viejo inmue-
ble, de tejado en declive –más próximo a la modesta arquitectura
‘fin de siglo’, que al clásico estilo georgiano o ‘colonial’– no pesa
ninguna maldición ancestral, ningún pretérito de disimulado
horror que pudiera apagar el vivo fuego de la racionalidad que
mantiene el espíritu de la casa en permanente combustión” (Gó-
mez Valderrama). “Providence –capital del más pequeño Estado
de la Unión Americana, Rhode Island– no es, hoy, muy distinta
a como fuera en tiempos de Lovecraft. Y por sus calles, en la alta
noche, muchos han visto el fantasma de un árabe enloquecido,
que lanza imprecaciones en un lenguaje hermético y tumultuo-
so, y corre a esfumarse en las galerías del viejo cementerio de
Swan Point” (Lovecraft). “Estamos en su buhardilla, a la hora del
ángelus, en este primer lunes de noviembre. Londoño me toma
afectuosamente del brazo, y ambos nos quedamos atónitos con-
templando el largo crepúsculo que empieza a caer sobre Maniza-
les” (Londoño y Londoño).38

38. Miguel Álvarez de los Ríos:


“Con José Umaña Bernal el gran poeta que brilló en la política”, Op. cit.,
p. 14.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind40 40 18/5/07 22:44:06


Forma y estilo del periodismo literario 41

En la recurrencia del escritor Álvarez de los Ríos por imaginar


ambientes y explicitar cuadros de situaciones accidentales, cobra
sentido su estilo adjetivado y el uso de unas expresiones que lo
ligan, como a sus contertulios, a una época de búsquedas forma-
les, anudadas aún al clima cultural que por tradición se compara
con las historias de Francia y Alemania. Y no se trata, como lo ex-
plicita el reportero, de una época cualquiera, sino de un tiempo,
como el de Umaña Bernal, de “singular brillo parlamentario”39,
propicio para combinar el ejercicio de la política con la labor de
las letras. Estos gestos imbrican en sus personajes y en el reporte-
ro mismo un halo romántico, de grandeza y suficiencia, en virtud
de un cosmopolitismo que los convirtió en atentos viajeros, en
emisarios y testigos de unas transformaciones sociales, políticas
y culturales que el país asumió con lentitud y cuya evolución
hizo propicio el surgimiento de obras intelectuales como Mito y
Eco o de expresiones perturbadoras como el Nadaísmo. En tanto
testigos y actores de esas transformaciones, se dimensiona el ob-
jeto del trabajo periodístico, cuando Álvarez de los Ríos se acerca
a humanistas e intelectuales “en su empeño de penetrar –como
queda expresado en la línea editorial de la revista Consigna– al
retiro voluntario de notables hombres de la política colombiana,
invitándolos a salir de su dignísimo silencio…”.40
Miguel Álvarez de los Ríos proviene de una región con voca-
ción humanística e intelectual. Si bien se trata de una tradición
intermitente, el Gran Caldas despliega un catálogo de escrito-
res e intelectuales con una obra muy variada en el asunto de los

“La izquierda se pasó a la derecha. Entrevista exclusiva con Germán Arcinie-


gas”, revista Consigna, Año 4, No. 146, Nueva Época, Bogotá, 30 de septiem-
bre de 1979, p. 26.
“Juan Lozano y Lozano nos habla de la vida y de la muerte”, Op, cit., p. 6.
“Diciembre y enero son los meses de Verlaine”, revista Pereira Cultural,
Corporación Biblioteca Pública “Ramón Correa”, Año 7, No. 7, Pereira,
octubre de 1987, pp. 23-27.
“La brujería de Gómez Valderrama”, Op. cit., p. 3.
“¡Lovecraft está vivo!”, Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 20 de abril
de 1980, p.5.
“Consigna con Fernando Londoño, el último de los grecolatinos”, revista
Consigna, Año 4, No. 149, Bogotá, 15 de noviembre de 1979, p. 74.
39. Miguel Álvarez de los Ríos. “Con José Umaña Bernal el gran poeta que brilló
en la política”, Op. cit., p. 14.
40. Ibid., p. 10.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind41 41 18/5/07 22:44:06


42 Miguel Álvarez de los Ríos

géneros y en las preocupaciones temáticas que abarcan todo un


paisaje de búsquedas individuales. Bernardo Arias Trujillo, por
ejemplo, publica una traducción de la obra de Wilde, “Balada
de la cárcel de Reading”, antecedido de un minucioso ensayo
en el que el novelista caldense coteja versiones en torno al tex-
to.41 Aquilino Villegas publica en el año 45 su libro Las letras y
los hombres42 y se observa allí sus afinidades con poetas como
Guillermo Valencia, Barba Jacob, pero al mismo tiempo registra
sus impresiones sobre la provincia e interpreta a personajes de
la historia o recepciona la producción literaria de sus coetáneos.
Por esta línea, Ernesto Gutiérrez Villegas reúne en 1958 una serie
de entrevistas hechas a escritores modernos (Azorín, Pío Baroja,
Jacinto Benavente, Somerset Maugham, Hemingway, Menéndez
Pidal, entre otros), como si su propósito fuera poner en contacto
a las gentes de Caldas con artistas de prestigio internacional.43 Lo
propio haría José Gers, por esa época, en las páginas de El País,
El Colombiano o Relator, al publicar sus entrevistas a personajes
tan disímiles como Rafael Maya, Adel López Gómez, Fernando
González o Doris Dana, la secretaria por más de una década de
Gabriela Mistral. En la amplia bibliografía de Lino Gil Jaramillo
se cuentan dos importantes obras de ensayos literarios, Escrito
en la arena (1948) y Unos y otros (1960)44, sobre escritores y poetas
de variada índole: Rivera, Castro Saavedra, Sanín Cano, Neruda,
Vallejo, Luis Tejada, Umaña Bernal, entre muchos otros. En 1966
Adel López Gómez decide darle formato de libro a una serie de
perfiles y acercamientos en torno a figuras literarias e intelectua-
les de la vida nacional, que primero nacieron como guiones ra-
diales.45

41. Bernardo Arias Trujillo, “Balada de la cárcel de Reading”, en Diccionario de


emociones, Medellín, Editorial Bedout, 1963.
42. Aquilino Villegas, Las letras y los hombres, Manizales, Biblioteca de Escritores
Caldenses, 1945.
43. Ernesto Gutiérrez Villegas, Las ideas de los otros, Manizales, Editorial
Cervantes, 1958.
44. Lino Gil Jaramillo, Escrito en la arena, Cali, Tipografía España, 1948.
------. Unos y otros. Ensayos literarios, Cali, Imprenta Departamental del Valle,
1960.
45. Adel López Gómez, Ellos eran así… Anecdotario de la literatura y la vida,
Manizales, Imprenta Departamental de Caldas, 1966.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind42 42 18/5/07 22:44:06


Forma y estilo del periodismo literario 43

En tal medida, la obra sociológica y periodística de Álvarez de


los Ríos surge en un clima propicio, alentado por los exponentes
de lo que con cierto desprecio se dio en llamar Grecoquimbayismo
–a quienes empieza a valorarse con distancia, como lo hiciera
Jaime Mejía Duque en un denso ensayo de corte ideológico46– y
por un ambiente en el que los escritores, tanto poetas como na-
rradores y periodistas, quisieron evaluar su pasado y participar
de los debates que los jóvenes historiadores de entonces, Germán
Arciniegas, Jaime Jaramillo Uribe, Antonio García, Juan Friede y
Luis Eduardo Nieto Arteta impulsaban en el país, desde nuevas
miradas historiográficas. Quizá por ello se comprenda que a sus
treinta años de edad Álvarez de los Ríos haya decidido enviar
un trabajo suyo al concurso de la celebración del Centenario de
la ciudad de Pereira, auspiciado por la Sociedad de Amigos del
Arte y la Asociación Procultura. Con el título Humana fundación,
Álvarez de los Ríos impulsa otra mirada menos localista al fenó-
meno de la creación de la ciudad, amparada, hasta entonces, en
la visión de cronistas como testigos de su tiempo y de personajes
que resaltaron por sus labores cívicas o prácticas comerciales. Lo
que destaca en el texto Humana fundación es un interés por apo-
yar intuiciones en voces autorizadas y por animar la discusión
desde otros ángulos, como quiera que es necesario interpretar
los litigios de tierras, los intereses de gamonales y terratenientes:
“Una crónica simple sobre Pereira no arrojaría luz suficiente so-
bre la portentosa realidad social y humana de la ciudad. Sería el
relato escueto de hechos intrascendentes, con profusión de nom-
bres y hechos, muy distante de interpretar el verdadero sentido
histórico de la fundación”47, subraya el escritor.
Habría que precisar, no obstante, que aunque Álvarez de
los Ríos se proponga defender nuevas miradas sobre la histo-
ria local y para ello recurra a una metodología avalada por la
historia social y económica, buscando apoyo en fundamentos
de la sociología, no abandona del todo, en su estilo y en su ca-

46. Jaime Mejía Duque, “Problemas de la literatura en Caldas. La cultura en la


provincia en el marco de ciertas condiciones sociales del ‹‹subdesarrollo››”,
en Literatura y Realidad, Medellín, Editorial Oveja Negra, 1969, pp. 89-114.
47. Miguel Álvarez de los Ríos, Humana fundación (Copia mecanografiada). Este
texto hace parte del volumen inédito compilado bajo el título Historia de
Pereira. Concurso Centenario de Pereira. Agosto 30 de 1963. Biblioteca Banco
de la República, seccional Pereira.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind43 43 18/5/07 22:44:07


44 Miguel Álvarez de los Ríos

rácter evocativo, e incluso en una visión familiar de la historia


próxima, lo que Echeverri Uribe, Ricardo Sánchez, Jaramillo
Arango y Lisímaco Salazar, entre otros, resolvieron en pos de
una escritura de la crónica, para dar cuenta de los avances de
su región. El sentido de estas búsquedas y propuestas –algunos
textos se encuentran matizados con la entrevista–, se advierte
muy bien en una serie de artículos de Álvarez de los Ríos y que
hoy forma parte de los valiosos documentos del Área Cultural
del Banco de la República, seccional Pereira, sobre la historia
de Risaralda, compilados bajo el título La historia por dentro. He
aquí su índice: “Abogados y jueces en Pereira”; “Arturo Valen-
cia Arboleda, testigo de su ciudad” Primera y Segunda parte;
“Noviazgos, fiestas, el mundo femenino”48; “Colegios y educa-
dores en Pereira; el escritor Luis Tejada”.
Miguel Álvarez de los Ríos, como muchos otros de su gene-
ración o de su tiempo, conocieron la poesía francesa y norteame-
ricana de primera mano. Contrario a lo que sucede en la genera-
ción más reciente, donde el conocimiento de los poetas, como en
el caso de Baudelaire, se hace a través de los ojos de Benjamin.
El ensayo actúa como intermediación y se trasluce el ámbito de
una modernidad que prioriza la interpretación, lo que otro sabe
y comparte. Aquellos intelectuales, en cambio, establecieron con
la poesía una relación directa y esto les habría permitido hacerse
a una idea de mundo en términos de conjura, al asimilar lo que
en el lenguaje vernáculo convoca la musicalidad y el ritmo, en
momentos en que el poeta descubre la dimensión del miedo y la
irrupción de fuerzas indescifrables que colocan al hombre en el
centro de un universo castigado, temeroso de su fatalismo, de su
ansia por trasegar lo recóndito. El acercamiento con los románti-
cos alemanes o los poetas malditos de origen francés o los rebel-
des norteamericanos de la generación beat, permitió continuar
con unos diálogos de influencias y derroteros estéticos. Uno de
los textos más emblemáticos de Álvarez de los Ríos, producto
de una afortunada combinación entre periodismo y ensayo, es
el que realiza con el poeta Luis Vidales. Hay allí un ambiente de
particular interés. Por un lado, se encuentra el acercamiento a la

48. Con este mismo título Álvarez lo publicó en el Magazín Dominical del
periódico La Tarde, edición No. 983, Pereira, 7 de septiembre de 2003, pp. 6-8.
Allí se informa que esta crónica data de 1985.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind44 44 18/5/07 22:44:07


Forma y estilo del periodismo literario 45

figura de uno de los poetas que habrían renovado, después de


Silva, la poesía colombiana. Por otra parte, se cuenta el interés
del poeta por traducir al “verdadero” Villon, ese artista elevado
a demonio por una sociedad conservadora. La figura de François
Villon le servirá al periodista para deslizar su conocimiento de
la historia europea alrededor del satanismo. Más que un repor-
taje o entrevista, Álvarez de los Ríos elabora aquí un ensayo. De
repente la intención de Vidales de traducir a uno de sus poetas
predilectos, es apenas el pretexto del reportero para dictaminar
“¡Villon es un satánico!”, desde una recurrencia que se hace tan
efectiva como el “Nunca más” en Poe. Y el periodista no deja de
lado su lucidez, al saberse en trance, en virtud de su profunda
relación con el poeta colombiano y ese afán suyo por hacer “ver-
dad” a un poeta francés, según él, mal comprendido: “Suspendo
mi perorata, sinceramente ruborizado. Nadie me había pedido
que fuera más allá de una simple referencia, y yo descendí, por
mi cuenta y riesgo, hasta el infierno. Como Rimbaud”.49
El encuentro con Vidales tuvo lugar en 1984, a finales de di-
ciembre, en un cafetín del centro de Pereira –¿Cómo olvidar que
diciembre y enero son los mejores meses para la vida y para la
muerte, según Verlaine?–. No están solos el periodista y el autor
de Suenan timbres. Están con ellos otros personajes: Eduardo Ló-
pez Jaramillo, traductor y poeta, quien hacía poco menos de un
año había publicado Los papeles de Dédalo, un curioso y complejo
conjunto de relatos, con un refinamiento que descansaba en las
huellas de Pound, Eliot y Borges. López Jaramillo publicará lue-
go sus versiones de la poesía de Cavafy, Poemas canónicos de Cons-
tantin Cavafy y de Ezra Pound, Poemas de amor del antiguo Egipto
(1990). En una de las sillas se encuentra Juan Guillermo Ángel,
un hábil político que durante su alcaldía inauguró algunas de las
colecciones literarias que aún sobreviven al vértigo del transpor-
te masivo, para una ciudad escasa en vías y aún nostálgica frente
al carriel, la ruana y las recuas de mulas. El otro contertulio es
Héctor Escobar Gutiérrez, en cuyos sonetos, escritos bajo el rigor
diabólico de las formas y en su propia figura de diablo encanta-
dor, el artista ha hecho de su vida una personificación del mal,

49. Miguel Álvarez de los Ríos, “¡Villon es un satánico! Luis Vidales traduce al
primer poeta francés”, en Lecturas Dominicales, periódico El Tiempo, Bogotá,
enero 29 de 1985, p. 6.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind45 45 18/5/07 22:44:07


46 Miguel Álvarez de los Ríos

ese tema que será parte del conocimiento erudito de Álvarez de


los Ríos en dos de sus variantes más conspicuas: el satanismo
y la brujería. Entre tanto, la ciudad se ha tornado compleja en
los poemas de Luis Fernando Mejía, se ha hecho nostalgia en las
crónicas de Euclides Jaramillo, se ha vuelto casta en las semblan-
zas de Luis Carlos González y rumor festivo en las fototipias de
Gustavo Colorado, mientras Álvarez de los Ríos se dedicará por
un buen tiempo a nutrir lo que él llama la “geografía humana
de Risaralda”, a través de una serie de perfiles sobre personajes
de la vida comercial y política de su ciudad, mientras publica
una antología de los poetas del departamento y decide ordenar
en su memoria los afectos de seres y lugares que han definido
su destino, entre una palabra que lo insta a perfilar un siglo de
ideas e inspiraciones, de escuelas y estilos y una acción política
que lo compromete a tomar partido, bajo el abanderamiento de
las doctrinas liberales. Justo aquí surge el polemista, el biógrafo,
el radical y su consigna se convierte en un estilo que revive una
amplia tradición humanística en el país50. Cuando esto sucede,
emerge el escritor y con él, una serie de reportajes y ensayos que
ahora nutren el cuerpo de una antología de singular factura y
que tal vez abra las puertas del debate en torno a Miguel Álvarez
de los Ríos, un escritor polémico y atrevido en sus opiniones,
autor de una obra dispersa y difícil de clasificar. La presente an-
tología pretende acercar al lector a una variedad de textos es-
critos por Álvarez de los Ríos, que hasta ahora se encontraban
diseminados en las frágiles y amarillentas páginas de periódicos
y revistas, cuyas colecciones se conservan, para fortuna de inves-
tigadores y curiosos, en los anaqueles de nuestras hemerotecas.
He aquí el valor cultural de este libro.

50. A propósito de esa tradición humanística, resulta memorable la que nu-


trieron en los primeros años de la década de los ochentas quienes ejer-
cieron una fuerte labor, tanto en periodismo como en ensayo y traduc-
ción, en torno a la revista Contrastes del periódico El Pueblo de Cali. Se
registran en sus páginas los excelentes trabajos de reportaje y crónica
de María Elvira Bonilla, Clarita Rojas de Lora y Claudia Blum de Bar-
beri; los ensayos de Fernando Cruz Kronfly sobre literatura y los de Um-
berto Valverde sobre cine. A esta lista de excelsos colaboradores habría
que agregar la de Juan Gustavo Cobo Borda, Rodrigo Parra Sandoval,
Aura Lucía Mera, Harold Alvarado Tenorio, Marta Traba, Sandro Romero
Rey, Ramiro Madrid Benítez, Álvaro Mutis y Miguel Álvarez de los Ríos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind46 46 18/5/07 22:44:07


Comunidad de huellas

Diseño libro Miguel Alvarez.ind47 47 18/5/07 22:44:07


Miguel Álvarez de los Ríos, a la izquierda con Fernando Londoño y Londoño
y a la derecha con Abelardo Forero Benavides

Diseño libro Miguel Alvarez.ind48 48 18/5/07 22:44:09


El periodismo y la política

Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable,


el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado,
lleva el sol negro de la melancolía.
Gérard de Nerval

A sus 71 años, cuando creía que la vida ya no le daría sor-


presas, Eunice se marchó. Desde entonces su casa de campo, ubi-
cada en una zona lluviosa que presiente el verde del Quindío,
está marchita, habitada de recuerdos. Ella sigue presente en las
sombras de la noche, en la ventana que golpea, en el grifo del
agua que se abre, en la ráfaga de aire que roza la piel. La casa se
lamenta. Eunice era su amiga, su amante, su bastón. Una especie
de “musa providente –aclaran sus amigos–, su guardiana y com-
pañera de todas las horas; su alter ego en las noches de vigilia”.
La partida del ser amado es un dolor que resiente cada fibra
de Miguel Álvarez de los Ríos y él lo hace saber; un dolor del que
cree no se va a sobreponer, pero también es un acicate para ha-
blar con desprendimientos, sin imposturas, con la claridad que
arrastra el sol negro de la melancolía. Sus relatos y testimonios
han alcanzado la reflexión y sensatez que llega con los años. Ha
accedido a hablar, aunque él siempre tendrá un auditorio, un es-
cenario para ser escuchado. Su hijo Juan Miguel lo acompaña en
aquella casa habitada por la evocación y el lamento. Asistir al
humor cáustico de su palabra es encontrarse con una memoria
encarnada de olores y gustos que se pasean con el café matutino,
la llamada telefónica de un querido amigo, los fríjoles que se le

. Alberto Herrera Ocampo, “La pesadumbre de un amigo”, Pereira, mayo de


2005.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind49 49 18/5/07 22:44:09


50 Miguel Álvarez de los Ríos

están quemando en la cocina o el espinazo de cerdo que revuelve


en la olla del sancocho, uno de sus platos predilectos.
A veces El Mono, embebido como nosotros, permanece mudo
en la sala, con los brazos cruzados, dejándose llevar por la pala-
bra del maestro y sus silencios. Si cada Quijote tiene su Sancho,
El Mono Aristizábal (Hernán Aristizábal Agudelo) ha sido su
compañero de andanzas desde que tenía cerca de seis años, una
especie de polo a tierra, de escucha indolente. En Miguel Álvarez
de los Ríos la erudición y la memoria son el matiz a una pecu-
liar forma de hilar los hechos, retratar personas y situaciones. Un
“escritor fantasma” o ghost writer –preferiría llamarse–, por los
tantos libros que ha hecho por encargo y tras la convicción de un
prestigio fortalecido desde el anonimato.
¿Cuáles y cómo son las tradiciones intelectuales de Álvarez
de los Ríos? ¿En dónde y en qué momento prefigura su estilo lite-
rario? ¿Es acaso el último de los grecolatinos? ¿Cómo desempeñó
el periodismo y la política? ¿Por qué todo en él rezuma gusto por
el clasicismo, refinación en la mesa, la buena vida y lo mejor de
la tradición de las artes y la literatura universal? Estas preguntas
marcan la ruta vital de Miguel Álvarez de los Ríos, los sentimien-
tos, las pasiones y por qué no, la ambigüedad de una existencia
digna de narrar en una prosopografía intelectual y política.
Hoy es evidente el desencanto que hay por las historias de
intelectuales y políticos. Tal vez porque ya no encontramos aque-
llos grandes intelectuales –advierte Gilberto Loaiza– “omnipre-
sentes en la vida pública, detentadores de hegemonía tanto en el
campo de la cultura como en el de la vida pública, como sucedió
con el papel casi monstruoso de Andrés Bello en la creación de
institucionalidad cultural y política de Chile”. El apelativo de
intelectual es también una palabra incómoda en estos tiempos,
más aún si está asociada con la política y, en especial, con la mala
política. Por esa tenue relación con el poder, el intelectual puede
ser un crítico o un reproductor de la dominación. Es cierto que
todos los individuos tienen el potencial de manifestar una acti-
vidad intelectual –explica Gramsci–, y por lo tanto contribuyen

. Gilberto Loaiza, “Los intelectuales y la historia política en Colombia”, en


César Augusto Ayala Diago (editor), La historia política hoy: Sus métodos y las
ciencias sociales, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2004, p. 58.
. Antonio Gramsci, La formación de los intelectuales, México, Grijalbo, 1967, p.
26.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind50 50 18/5/07 22:44:09


Forma y estilo del periodismo literario 51

en la sociedad a ampliar las visiones de mundo, seguir una línea


de conducta moral o suscitar nuevas ideas, pero también pueden
convertirse “en los ‘empleados’ del grupo dominante a quienes
se les encomienda las tareas subalternas en la hegemonía social
y en el gobierno político”. Es el intelectual orgánico que produ-
ce cada grupo social para mantener la hegemonía; el intelectual
abstracto es una entelequia, éste sólo puede existir asociado a
formas históricas, concretas.
Como un enunciador y modelador de opiniones, el intelectual
puede saltar fácilmente a la política. En el siglo XIX predominó
en Colombia y América Latina el intelectual político para la or-
ganización burocrática del Estado, la redacción de constituciones
y leyes o para mantener una “relación simbiótica” con los caudi-
llos militares. Al lado de este intelectual apareció en el país otro
tipo, entre los años de 1870 y 1930, que estableció una disputa en
términos generacionales con aquel que había detentado la insti-
tucionalidad. Era el intelectual crítico, de izquierda o de derecha,
representante ya de un sector de izquierda en el liberalismo o de
un grupo radical en el partido conservador. Muchos de ellos ter-
minaron subordinados al establishment, como fue el caso de Los
Leopardos que irían a influenciar notoriamente al joven Miguel
Álvarez de los Ríos. Otros, en cambio, evolucionarían hacia una
actitud distanciada de la política y más comprometida con un
papel crítico moralizante de la sociedad. Estos últimos fueron lo
intelectuales de las revistas Mito y Eco, cuya aparición en la esce-
na pública a partir de la segunda mitad del siglo XX, preludia el
surgimiento del Nadaísmo y la actitud de otro tipo de intelectual
y artista, iconoclasta, crítico del Estado, de los procesos cultura-
les, de los partidos políticos y de sus dirigentes, a la manera de
lo planteado por Gramsci. Ellos también influenciarían a Miguel
Álvarez de los Ríos, pero no de forma tan contundente como los
primeros.
Otro tipo de intelectual también aparecería en la escena pú-
blica del siglo XX en Colombia: el intelectual ideólogo, el com-
prometido y el subordinado. El primero se caracterizó por venir

. Ibid., p. 30.
. Ibid., p. 80.
. Ibid., pp. 84-85.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind51 51 18/5/07 22:44:09


52 Miguel Álvarez de los Ríos

de las profesiones modernas y de la secularización paulatina del


Estado (el ingeniero, el maestro de escuela) y por cumplir fun-
ciones de modelador de la racionalidad y la eficiencia con sus
derroteros pragmáticos y la enunciación de utopías éticas y po-
líticas; el segundo edificó una épica de la izquierda colombiana
(sacerdotes, profesores, estudiantes, subversivos) y a la postre un
elitismo ortodoxo; y el tercero fue y sigue siendo el típico intelec-
tual oficioso y controlador que administra y reproduce las nor-
mas y códigos de los grupos hegemónicos y del Estado.
¿En cuál taxonomía ubicar a Miguel Álvarez de los Ríos?
¿Acaso cumple, en estricto, con alguna de ellas? Más que ubicar
o desubicar la trayectoria intelectual y política de Miguel Álvarez
de los Ríos, lo importante es reconocer, de su lado, una propuesta
literaria e intelectual que surge de unas dinámicas en las que el
país se comprometió, a lo largo del siglo XX, a asumir diálogos
con una modernidad periférica y desfasada frente a los procesos
culturales europeos.
Como críticos o modeladores de la sociedad, los intelectuales
cumplen un papel de primer orden en los estados nacionales.
Ellos son una voz que anima la conformación o mutación de las
ideas y de las sociedades corporativas, ya sea en beneficio o en
oposición legítima al Estado. Sus opiniones también alientan el
derecho abstracto de la participación política y sus actuaciones
promueven proyectos culturales, de civismo o de ciudadanía.
De otro lado, sus acciones y opiniones pueden constituirse en
contramodelos que promueven la movilización de minorías in-
conformes.
El estudio de los intelectuales remite a estas prácticas sociales
que tejen vínculos de interacción y establecen relaciones de con-
fianza entre los actores o promueven nuevas reglas de juego en
la institucionalidad del Estado.

. Ibid., pp. 87-91.


. Jean-Pierre Bastian, compilador, Protestantes, liberales y fracmasones: Sociedades
de ideas y modernidad en América Latina, siglo XIX, 1ª reimpresión, México,
Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 8-13.
. Pilar González Bernardo de Quirós, “La “sociabilidad” y la historia política”,
en E. Pani, A. Salmerón, (coords.), Conceptualizar lo que se ve. François-Xavier
Guerra, México, Instituto Mora, 2004, pp. 419-460.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind52 52 18/5/07 22:44:09


Forma y estilo del periodismo literario 53

Comunidad de huellas

Hay tres textos cortos pero sustanciales que dan cuenta de la


dimensión intelectual del grupo de Los Leopardos y de su influen-
cia en una generación de hombres de letras y de políticos colom-
bianos. Uno de ellos fue escrito por Abelardo Forero Benavides,
con el propósito de retratar la personalidad intelectual de Au-
gusto Ramírez Moreno (el gótico), al lado de figuras no menos
importantes como las de José Camacho Carreño (el romántico),
Joaquín Fidalgo Hermida, Eliseo Arango (el romano) y Silvio Vi-
llegas (la inteligencia).10 Los otros dos textos fueron publicados
en la revista Nueva Frontera11 y como el anterior, se proponen ha-
cer un retrato de la personalidad, la dimensión intelectual y el
impacto político de los cinco Leopardos en el acontecer nacional
de los años veintes y treintas del pasado siglo.
Los miembros de este grupo también han sido adscritos a una
corriente de sello único en el Gran Caldas conocida como el Gre-
colatinismo, de poderosa influencia en las generaciones intelec-
tuales y políticas de esta región colombiana, entre los años trein-
tas y cincuentas. A esta comunidad de huellas, parafraseando al
historiador Marc Bloch, se denomina una generación, porque sus
contemporáneos tienen las mismas influencias, pero, antes que
nada, porque “su comportamiento presenta, respecto a grupos
sensiblemente más viejos o más jóvenes, rasgos distintivos por
lo común muy claros. Esto sucede hasta en sus desacuerdos que
pueden ser muy profundos. Apasionarse por un mismo debate,
aunque sea en un sentido opuesto, es todavía parecerse”.12
Miguel Álvarez de los Ríos se formó en el tradicional Institu-
to Universitario de la moderna Manizales de los años cuarentas;
una ciudad con nuevos caminos de herradura, ferrocarril y cable
aéreo. Su educación no escapó ni al influjo del Grecolatinismo ni al

10. Abelardo Forero Benavides, “El Leopardo Ramírez Moreno”, en Lecturas


Dominicales de El Tiempo, mayo 27 de 1984, p. 13.
11. María Teresa Herrán, “Los cinco Leopardos”, en Nueva Frontera, “Los cinco
leopardos: El ocaso de una generación rebelde”, febrero 19 al 25 de 1976, pp.
15-16 y Nueva Frontera, octubre 19 de 1974, pp. 5 y 16.
12. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, México, Fondo de
Cultura Económica, 2001, p. 171.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind53 53 18/5/07 22:44:09


54 Miguel Álvarez de los Ríos

de Los Leopardos. De ellos heredó el sello humanista y universal,


la militancia política, fruto de las convicciones de aquella lucha
bipartidista que se ha encargado de modelar un país de ideología
extrema. De Los Leopardos también recibió la forma particular de
las personalidades de este grupo para asumirse en el escenario
de la acción política, hasta constituirse en una especie de leyenda
de “valor civil y de arrogancia ciudadana”, que en su momento
compartió las mismas inquietudes intelectuales, la pasión lectora
y el movimiento de la Acción Francesa.13 En suma, una inquietud
común a una generación por el “buen estilo, elegante, atractivo y
novedoso”, recordaría Eliseo Arango poco antes de morir.14
Hay que leer y escuchar a Álvarez de los Ríos para reconocer
que en su momento también tomó distancia de la “literatura de
montaña”, para beber en las fuentes de la generación española
del 27 y del humanismo clásico, hasta lograr un sitial de protago-
nismo político en el acontecer regional del Gran Caldas. Desde
muy joven se destacó como un lector compulsivo de la gran li-
teratura: Shakespeare, Eugenio O‘neil y los clásicos españoles y
franceses fueron sus autores de cabecera. También leía literatura
colombiana que buscaba en las ferias de libros o junto a la gale-
ría de Pereira, donde compraba a dos pesos los clásicos que se
exhibían en las aceras. Por estas pesquisas conoció a Vargas Vila,
el radical, el combatiente de los gobiernos de derecha y de las
dictaduras. Como casi todos los de su generación, Álvarez de los
Ríos llegó a este autor panfletario, y a veces descuidado en la es-
critura, por pura curiosidad. Cuando tenía quince años ya había
leído Salomé, después leería Rosas de la tarde, La azucena roja, Ibis,
Pretéritas, Las lobas del capitolio. Vargas Vila fue un radical igual o
más combativo que aquellos del Estado republicano decimonó-
nico colombiano que defendieron una democracia económica y
política, mientras pugnaban por una Iglesia dedicada únicamen-
te al culto religioso y a la institucionalidad laica.15
Las influencias de la literatura clásica universal y colombiana,
del radicalismo del siglo XIX, pero también de los grecolatinos,

13. Nueva Frontera, “Los cinco Leopardos: El ocaso de una generación rebelde”,
Op. cit., p. 20.
14. María Teresa Herrán, Op. cit., p. 5.
15. Jorge Valencia Jaramillo, “José María Vargas Vila”, conferencia dictada en la
Academia Pereirana de Historia, octubre de 2006.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind54 54 18/5/07 22:44:10


Forma y estilo del periodismo literario 55

se deja rastrear en la obra de Miguel Álvarez de los Ríos, en su


pluma y oratoria de preciosismo humanista y en las apreciacio-
nes de una cultura política intelectual que clasificaba a los seres
humanos en pares de opuestos: los de personalidad ejemplar
con existencias únicas y vitales y los de personalidad monótona
con existencias mediocres. Cuenta Otto Morales Benítez que José
Mar, un escritor y orador boyacense, dio el nombre de grecolatinos
a esta generación presidida por la “insigne inteligencia” de Silvio
Villegas, la “excelsa oratoria” de Fernando Londoño Londoño
(Pico de Oro), y la “inmensa personalidad” de Gilberto Alzate
Avendaño.16 Al lado de este movimiento cultural también surgió
otro no menos vigoroso en Caldas, pero quizá de menos impacto,
que congregaba escritores de las capas medias y de los sectores
obreros, y que tuvo como órgano de difusión la revista Atalaya,
dirigida por el poeta Gilberto Agudelo.
En los años treintas la ciudad de Manizales también sería una
de las más importantes difusoras de las iniciativas de renova-
ción pedagógica y de impulso a la circulación del nuevo libro
pedagógico. Para Renán Silva, estas Sociedades Pedagógicas sin
duda fueron “la más extendida forma moderna de sociabilidad
magisterial”17, de un impacto cultural sin precedentes. Lo que
llama la atención es que una región de orientación conservadora
y clerical fuera, en este caso, la principal avanzada en reformas
de inspiración liberal.
En este ambiente cultural nació Miguel Álvarez de los Ríos
en la ciudad de Pereira. Cuando llegó a estudiar al Instituto Uni-
versitario en Manizales, la provinciana y próspera ciudad capital
del Gran Caldas, tenía ya una tradición propia tanto en el cultivo
del café como el de las letras.
Sin embargo, antes de que existiera el Grecolatinismo y Los Leo-
pardos –en aquel propósito suyo de dialogar con la cultura uni-
versal y moderna–, había existido una primera generación de in-
telectuales caldenses, descendiente de los colonizadores, que al

16. Albeiro Valencia Llano, Otto Morales Benítez: De la región a la nación y al


continente, Manizales, Federación de Aseguradores Colombianos, 2005, pp.
41-46.
17. Renán Silva, República liberal, intelectuales y cultura popular, Medellín, La
Carreta, 2005, p. 162.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind55 55 18/5/07 22:44:10


56 Miguel Álvarez de los Ríos

despuntar el siglo XX había dispuesto de fortuna y de dinero para


estudiar en las universidades de Bogotá y Medellín, y cimentar
“una aristocracia del talento que se encargaría de dirigir el joven
departamento de Caldas”.18 Los esfuerzos se dirigieron hacia la
fundación de centros educativos para el desarrollo económico y
social del recién creado departamento y hacia la gestión cultural
que dio inicio a los concursos literarios de los “Juegos Florales”
y abonó el terreno para las publicaciones de las revistas Nueva y
Motivos. La afición por las letras19, por la historia20 y la creación de
la Imprenta Departamental en el año de 1918, convirtió a Mani-
zales en una especie de “Meridiano Cultural” y allanó el camino
para que una segunda generación de intelectuales irrumpiera en
los años veintes alrededor de los diarios, las revistas especializa-
das y las tertulias y veladas literarias que se organizaban en Ma-
nizales, Salamina, Manzanares y Ríosucio.21 La Librería Moderna
y el Instituto Universitario son los dos centros donde convergió
esta intelectualidad de letrados, políticos y tinterillos de oficio,
que lucían el gorro frigio y se atrevieron a embestir contra Mon-
señor Darío Márquez, autoridad clerical de entonces, famoso por
las diatribas que solía armar desde el púlpito.
Pero si a esta tradición intelectual, que surgió entre 1910 y
1930 y que también se le conoce como la Generación del Cente-
nario, se suma el legado de la cultura política y literaria del siglo
XIX, con sus aciertos y sus lastres, es posible entender cómo la
figura intelectual de Miguel Álvarez de los Ríos pudo saltar de la
aldea hacia una figuración en el periodismo nacional, pero sobre
todo comprender sus herencias y distanciamientos de una época,
una generación.

18. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Manizales,


Universidad de Caldas, 1997, p. 34. En este grupo sobresalieron: José Ignacio
Villegas, Emilio Robledo, Daniel Gutiérrez Arango, Alejandro Gutiérrez y
Aquilino Bedoya.
19. En el año de 1910 se creó el Círculo Bergerac. El fundador fue Jorge S. Robledo
y le acompañaron Tobías Jiménez, Aníbal Arcila, Óscar Arana y otros.
20. Por sugerencia de la Academia Colombiana de Historia, en 1911 se creó el
Centro de Estudios Históricos de Manizales y de Caldas.
21. Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., p. 41.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind56 56 18/5/07 22:44:10


Forma y estilo del periodismo literario 57

Las improntas intelectuales

Si Miguel Álvarez de los Ríos ha creado su propio estilo en el


vestir, ha hecho apropiación de ademanes singulares –heredados
de su madre– para imitar personajes y describir villorrios, ciu-
dades o amadas urbes como Nueva York, pero sobre todo para
reírse de sí mismo; si ha asumido un particular histrionismo de
narrador fantástico de su existencia y cultivado la soberbia inte-
lectual del periodista erudito y hombre de letras, con la propia no-
ción disraelina de su destino (“La vida es demasiado corta para
empequeñecerla”22), lo mismo se podría decir de Los Leopardos,
que asumieron con ironía su aislamiento cultural y con cierta
arrogancia la contingencia de la política. Camacho, reconocido
orador y de temperamento ciclotímico; Ramírez, el más leopardo
de los leopardos, destacado por sus movimientos felinos y gestos
nerviosos; y Villegas, impulsivo, combativo y voluble, de una
memoria sorprendente, que fuera capaz de desafiar a Laureano
Gómez en un famoso editorial que tituló “El Papagayo”, en res-
puesta a un ataque realizado por Laureano Gómez a la adminis-
tración de Abadía Méndez. Los Leopardos fueron contemporáneos
de una generación de jóvenes liberales no menos combatiente y
rebelde, entre los que se destacaban Gabriel Turbay, Jorge Eliécer
Gaitán, José Joaquín Castro Martínez y Simón Bossa Navarro.23
Sin esta herencia intelectual tal vez Miguel Álvarez de los Ríos
no habría arrostrado con estoicismo “la disciplina para perros
que le impuso el partido liberal” –como él mismo confiesa– o no
habría “derramado sudor y lágrimas cargándole la pesada cruz
a Julio César Turbay”, o tal vez nunca hubiese tenido de modelo
a la generación romántica y realista de políticos del radicalismo
liberal como Aquileo Parra, Manuel Morillo Toro, Felipe y San-
tiago Pérez y el general Santos Acosta, que poseyeron fortunas
modestas, ocuparon cargos públicos o se dedicaron al periodis-
mo, y pretendieron derrotar, aunque fuera por un breve tiempo,
al clero y a los conservadores. Habrían de perder, eso sí, la ba-
talla más importante tratando de incorporar y adaptar ideales

22. Frase atribuida a Benjamín Disraeli que repetía con frecuencia el Leopardo
Augusto Ramírez Moreno; véase: Forero Benavides, Op. cit.
23. Nueva Frontera, “Los cinco Leopardos: El ocaso de una generación rebelde”,
Op. cit., p. 20.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind57 57 18/5/07 22:44:10


58 Miguel Álvarez de los Ríos

modernos, levantar puentes y construir carreteras y vías férreas,


para salir de la parroquia hacia los mercados de la “civilización”
europea.
La ejemplaridad o rectorado espiritual que ejerció el radicalis-
mo liberal de la segunda mitad del siglo XIX en Colombia, dejó
como consecuencia un estado débil dentro de una estructura de
dominio local y regional difícil de combatir.24 Pero, ¿quién dis-
cute los principios e ideales de aquella generación que, de otro
lado, legó una impronta de lucha contra el fanatismo, las des-
igualdades, las supersticiones y la ignorancia? Con este último
legado, el liberalismo de los años treintas del siglo XX, volvió a
desempeñar una dimensión cultural y partidista que tuvo como
sus mejores exponentes a López Pumarejo, Lleras Camargo y
Eduardo Santos.25
Sobre esta base de valores Aquileo Parra se erige como una
de las figuras políticas más evocadas por Miguel Álvarez de los
Ríos. La personalidad de este político y militar santandereano y
de otros de aquella región colombiana en el siglo XIX, lo lleva a
expresar con frecuencia que “Santander debería estar más cerca
de Risaralda”. Cree que Aquileo Parra ha sido uno de los más
grandes hombres de Colombia en todos los tiempos, porque era
un hombre de una gran fuerza de convicción que amaba a su
país. “Él mismo, con su plata y con sus hermanos que vendían
bocadillos veleños, se metió al Carare tratando de hacer una vía
para conectar a Santander con Bogotá y con el exterior”. Pero lo
que más admira Álvarez de los Ríos de Aquileo Parra es la in-
flexibilidad en sus convicciones, la seguridad en lo que pensaba,
no como los políticos de ahora –enfatiza– que cambian de ideas
y de partidos para que los nombren ministros, gobernadores, di-
rectores. “Santander huele a trapiche; Santander huele a rastrojo
quemado; Santander huele a historia patria”, afirma en cuanto
deja su pocillo de café en la mesa, antes de sumergirse en un
profundo silencio.
La ejemplaridad de Aquileo Parra, al lado de una clase de
políticos decimonónicos que fueron prolíficos, eruditos y formi-

24. Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., pp. 8- 9.
25. Marco Palacios, “Segunda parte: Desde 1875 hasta el presente”, en Marco
Palacios y Frank Safford, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, Bogotá,
Norma, 2002, p. 540.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind58 58 18/5/07 22:44:10


Forma y estilo del periodismo literario 59

dables gramáticos –con una amplia difusión fuera de Colombia–,


ha nutrido la idea de “una edad de oro”, conformada por lexi-
cógrafos, gramáticos, filólogos y letrados vernáculos.26 Tanto los
unos como los otros fueron políticos que conocieron la pobreza,
ascendieron en la escala social y política y murieron fieles a sus
ideas. Entre éstos, alcanzaron una figuración intelectual Miguel
Antonio Caro, José Manuel Marroquín y José María Vergara y
Vergara, quienes fueron miembros correspondientes de la Aca-
demia Española. Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo
escribieron una gramática latina, editada varias veces, de gran
estima en España. Marco Fidel Suárez y Miguel Abadía Méndez,
ostentaron títulos de gramáticos y católicos confesos, de igual
manera que Santiago Pérez y el propio Rafael Uribe. Todos ellos
fueron protagonistas de primera línea en la política nacional, y
a partir de 1885 algunos alcanzarían el solio presidencial: Marco
Fidel Suárez (1918-1921) y Miguel Abadía Méndez (1926-1930).
La cultura humanística, la erudición, el dominio de las leyes y
la preeminencia del saber práctico sobre el especulativo, serían el
componente esencial de la hegemonía conservadora desde 1885
hasta 1930. Esta hegemonía le heredó al país y a una generación
como la de Miguel Álvarez de los Ríos, el peso político y cultural
de la Iglesia, la censura a cualquier radicalismo liberal, la exal-
tación del pasado español, el nacionalismo, el antiimperialismo
y el discurso moderno.27 Un sistema de valores que también ha
sido denominado el espíritu neoborbónico –ausencia de compro-
miso y pericia en el saber práctico y científico–, un desprecio por
la riqueza, una ambición desmedida por el poder y un agudo
sectarismo que se manifestaría en la violencia de los años cuaren-
tas y cincuentas del siglo pasado, que, precisamente, caldearía
el espíritu liberal de Álvarez de los Ríos. Con razón también se
ha llamado a los contemporáneos de Miguel Álvarez de los Ríos
–los nacidos entre 1920 y 1930, con vigencia hasta 1950– la “gene-
ración de la violencia”.28 Aunque con humor Álvarez de los Ríos
prefiere reconocerse como modelo de la “generación tres pata-

26. Malcolm Deas, Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y
literatura, Bogotá, Tercer Mundo, 1993, p. 27.
27. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., p. 30.
28. Albeiro Valencia Llano, Otto Morales Benítez: De la región a la nación y al
continente, Op. cit., p. 208.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind59 59 18/5/07 22:44:10


60 Miguel Álvarez de los Ríos

das”, por referencia a los carros que en ese tiempo necesitaban


de la acción del embrague dos y tres veces, para que así pudiera
ingresar la palanca de cambios.
La prolijidad de la lengua no garantizó la tolerancia política
en el siglo XIX y tampoco en el XX. Doscientos mil muertos en
los campos y ciudades de Colombia durante los años cuarentas y
cincuentas del siglo pasado son una cifra contundente, un acon-
tecimiento tan dramático como la cifra de cien mil muertos que
dejó la guerra de los Mil Días –nos recuerda Albeiro Valencia
Llano– cuando el país apenas tenía unos cuatro millones de habi-
tantes.29 Esta última cifra sólo puede entenderse en el contexto de
una lucha partidista entre liberales y conservadores en la segun-
da mitad del siglo XIX, y en el contexto de la hegemonía política
y cultural que a partir de 1885 impuso el partido conservador y
la Iglesia católica. Ya desde 1863 la Iglesia, aliada con el partido
conservador, venía predicando que “el liberalismo era pecado”.
En esta lucha ideológica y de poder, el liberalismo había llegado
dividido a las elecciones presidenciales de 1876, entre los “inde-
pendientes”, a la cabeza de Rafael Núñez y los radicales, con la
candidatura de Aquileo Parra.
La derrota en las elecciones del partido conservador dio pie
a la guerra de 1876 y 1877, con un saldo a favor de los liberales
radicales que habían ganado las elecciones, pero que fortalecía al
mismo tiempo la alianza entre los independientes liberales y los
conservadores, hasta que lograron derrotar a los liberales radica-
les en la guerra de 1885, preámbulo de la Regeneración y de dos
guerras más (1895 y 1899-1902) en favor de los conservadores,
y el triunfo definitivo de un pensamiento que le guardaba culto
al pasado español, la religión católica y los valores intelectuales
y literarios de sus gramáticos. Con razón se ha dicho que esta
situación de intolerancia política “llevó a que el siglo XX here-
dara un sistema de valores y el ‘espíritu sectario agudo’ del siglo
XIX, lo que se manifestaría en la violencia cotidiana del presente
siglo”.30
Pero si se trata de ser más equilibrados con las herencias del
pasado, hay que decir que la Regeneración también fue una pro-

29. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual., Op. cit. p. 15.
30. Ibid., pp. 12-13.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind60 60 18/5/07 22:44:11


Forma y estilo del periodismo literario 61

puesta contra la violencia que se desató en muchas regiones libe-


rales del país y contra la inflexibilidad de su ortodoxia partidis-
ta, que fue intransigente e intolerante. No se puede desconocer
–advierte Frank Safford– que el liberalismo fracasó en “el ideal
republicano de difundir la educación y llevar la escuela al pue-
blo”.31 La pugna regionalista fue otro acicate para el fracaso de
este proyecto y con ella los efectos de las guerras civiles, el déficit
fiscal y el reformismo constitucional.
La Regeneración significó para el país una propuesta de es-
tabilidad política y económica con la centralización del Estado,
el control del capital financiero, el apoyo a los latifundistas, la
modernización de la producción cafetera y, por ende, la acumu-
lación de capitales y la primera etapa de industrialización del
país y la construcción de carreteras, caminos de herraduras y
vías férreas para consolidar un mercado nacional. El gobierno de
Rafael Reyes (1904-1909) asumió la reconstrucción del país luego
de la guerra de los Mil Días, trató de mediar entre los dos parti-
dos, profesionalizó el ejército y desmontó los poderes regionales,
recomponiendo el armazón geopolítico del territorio nacional.
Estas reformas eran previsibles, pues al entrar el país al siglo XX
–explica Frank Safford– “era palpable el escaso desarrollo del
capital humano, físico y financiero. Entre los países latinoame-
ricanos el país ocupaba uno de los últimos sitios de acuerdo con
los índices de alfabetización, dotación de ferrocarriles, caminos,
puentes, puertos; de urbanización, bancos y red de sucursales
bancarias”.32
Posterior a la Asamblea Nacional Constituyente que se con-
vocó en 1910, se esperaría que el país entrara en un ambiente
de concordia nacional, pero de nuevo los intereses partidistas
irrumpieron en la escena pública para conducir al país por un
clima de intemperancia política:

Se puede afirmar –dice Valencia Llano– que la reforma


de 1910 y la administración de Carlos E. Restrepo habían
creado las bases para una vida política más democrática y
laica, pero las administraciones de Vicente Concha y Mar-
co Fidel Suárez habían acentuado poco a poco, aunque

31. Frank Safford, Op. cit., p. 456.


32. Ibid., p. 469.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind61 61 18/5/07 22:44:11


62 Miguel Álvarez de los Ríos

manteniendo el carácter civilista y legalista del gobierno,


los elementos tradicionales que iban a contrapelo de la
evolución económica y social.33

Pese a este ambiente político tradicional, la Iglesia no pudo


sostener el monopolio del sistema educativo, y el estudio de al-
gunos grados de secundaria comenzó a considerarse como un
requerimiento de ascenso social; en las capitales nacían secun-
darias privadas laicas y escuelas de comercio.34 De manera que
hacia los años veintes el país entró en una especie de ascenso
cultural y económico sostenido como consecuencia de la expan-
sión cafetera, el crédito externo y los 25 millones de dólares por
la indemnización de Panamá. Fue en este contexto en el que na-
ció el grupo de Los Leopardos, y también el escenario para que el
país entrara en una etapa de cambios políticos y económicos que
muy pronto llevaron al partido liberal al poder en 1930 y a una
primera industrialización por sustitución de importaciones, en
el marco de la crisis económica mundial de los años treintas y las
reformas liberales en el gobierno de Alfonso López Pumarejo.

De tiznados Leopardos

Silvio Villegas fue una de las personalidades más represen-


tativas de Los Leopardos y de los grecolatinos. En el Instituto Uni-
versitario de Caldas –donde estudiaría el joven Miguel Álvarez
de los Ríos– Silvio Villegas conoció a Eliseo Arango, oriundo de
Bagadó (Chocó) y quien había ingresado a los once años al Insti-
tuto Universitario de Manizales. Más tarde, cuando Silvio Ville-
gas comenzó a publicar sus primeros escritos en La República, se
conoció con Augusto Ramírez Moreno, Joaquín Fidalgo Hermi-
da y José Camacho Carreño. El origen del nombre del grupo es
relatado por el propio Silvio Villegas:

En el periódico La República conocí a Augusto Ramírez y


a Joaquín Fidalgo Hermida. A José Camacho Carreño lo
conocí más tarde (…) Nos reuníamos en un apartamen-

33. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual., Op. cit., p. 20.
34. Frank Safford, Op. cit., p. 536.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind62 62 18/5/07 22:44:11


Forma y estilo del periodismo literario 63

to de la carrera 8ª entre calles 18 y 19 a discutir los más


variados temas de literatura y de política. El grupo fue
bautizado por Ramírez Moreno en memoria de tres ágiles
y combativos leopardos, auténtico orgullo de un circo de
fieras que visitaba entonces a Bogotá. Germán Arciniegas
fue quien primero lanzó el nombre al gran público. Au-
dazmente acepté el reto en un artículo del Nuevo Tiempo,
titulado ‘En la cueva de Los Leopardos’. Nuestra primera
manifestación conjunta fue un reportaje a La República,
editado en la edición de estreno de los nuevos talleres.35

Abelardo Forero Benavides trae a colación el origen del nom-


bre de este grupo para dar cuenta de la personalidad aguerrida
de sus integrantes y del papel que desempeñaron en los años
veintes, al constituirse como una novedad que rompía con las
tradiciones políticas del partido conservador, los modales y la re-
tórica tradicional. Los Leopardos irrumpieron en la escena pública
en un momento en el que ya se vislumbraba la caída del partido
conservador y cuando una juventud liberal de las mismas carac-
terísticas, encabezada por Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán,
se mostraba igual o más punzante.
El propósito de Los Leopardos era “sacar al partido conserva-
dor de la senescencia en la que había caído”. El llamado también
era a la unidad nacional en torno a las ideas tradicionalistas. Así
lo manifestaron en el artículo titulado “En la cueva de Los Leo-
pardos”. Un manifiesto de alcance nacionalista que llamaba a la
unidad del partido, a su progreso intelectual y a la defensa de
la libertad y el orden. Esto anotaría Eliseo Arango años después
(1976), a propósito de dicha declaración: “Era un manifiesto he-
cho para la época, es decir hace cincuenta años. Gérmenes de
Ideas. Ideas en agras. Pero insistíamos en el principio todavía vi-
gente de que las ideas conservadoras no son ideas atrasadas”.36
La furia de los “profetas conservadores del pasado” pudo ha-
ber sido un aliciente para continuar insuflando los ánimos del
grupo, pero éste se disolvió tan pronto como el partido conser-
vador perdió las elecciones presidenciales de 1930. El tinte de la
“furia amarilla leopardo” ya se veía desvanecer en el temporal

35. Abelardo Forero Benavides, Op. cit., p. 13.


36. María Teresa Herrán, Op. cit., p. 5.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind63 63 18/5/07 22:44:11


64 Miguel Álvarez de los Ríos

que sacudió al gobierno central los días 7 y 8 de junio de 1929. En


la ciudad de Bogotá se había convocado a un paro cívico ante las
denuncias del caos administrativo y la malversación del tesoro
municipal, con la aparente complicidad del presidente Miguel
Abadía Méndez. Las denuncias habían provenido de Luis Au-
gusto Cuervo, alcalde de Bogotá, por lo que fue destituido. En
las manifestaciones fue herido de muerte por la fuerza pública
el estudiante Gonzalo Bravo Pérez, hecho que fue reprobado por
los habitantes de Bogotá y contribuyó al deterioro del partido de
gobierno.37
Como era previsible, Los Leopardos aquella vez estuvieron de
parte de los manifestantes, por considerar justa la causa. Tam-
bién apoyaron las voces contra el régimen conservador por el pé-
simo manejo que le había dado a la huelga de las bananeras. Para
las elecciones de 1930 apoyaron la candidatura del intelectual
conservador Guillermo Valencia, contra la del general Alfredo
Vásquez Cobo. De otro lado, animaron a los liberales para que
lanzaran la candidatura liberal de Enrique Olaya Herrera, con la
esperanza de que los conservadores cerraran filas alrededor de
Valencia. Pero la jugada política se fue al traste porque los con-
servadores continuaron divididos y Olaya ascendió al poder.38
Este fue el fin de Los Leopardos. Cuando apenas iniciaban su
carrera política el partido conservador se desplomó. Para ciertos
contemporáneos, Los Leopardos no fueron más que unos “gatitos”
que pretendieron desconocer a tantos que brillaban en diversas
actividades decorosas, además de haber sido marionetas en la
crisis del 29 –como tantos otros jóvenes– de Luis Augusto Cuer-
vo, que procedió a destituir a un cuñado de Abadía, cuando supo
que en la gobernación cursaba el decreto de su propia destitu-
ción.39
Después de 1930, Los Leopardos desaparecieron como grupo.
Albeiro Valencia Llano aclara que “Fidalgo se esfumó de la es-
cena política, Eliseo Arango se opacó, Camacho Carreño apoyó

37. Historia de Colombia, “Movimientos estudiantiles”, en Historia de Colombia,


Bogotá, Oveja Negra, 1986, pp. 554-555.
38. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., pp. 45-
46.
39. Rafael Serrano, “Al margen de Los Leopardos”, en El Gráfico, No. 1012, enero
17 de 1931, p. 49.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind64 64 18/5/07 22:44:11


Forma y estilo del periodismo literario 65

la candidatura de Olaya Herrera y en 1931 se puso al lado del


presidente en su política petrolera a favor de las compañías ex-
tranjeras.40 Para el nacionalismo de Silvio Villegas la posición de
su amigo era una traición que lesionaba los derechos de Colom-
bia”.41 Una postura política que en su momento había sido con-
secuente con el pensamiento de Los Leopardos y de Silvio Ville-
gas, quien en 1931 pronunció un fuerte discurso en la Cámara de
Representantes contra el imperialismo económico, al discutirse
en segundo debate el proyecto de ley por el cual se aprobaba un
contrato de explotación de petróleos en la región del Catatum-
bo.42
En este discurso de connotadas referencias a los clásicos grie-
gos como Platón y Aristóteles, los pensadores ilustrados euro-
peos del siglo XVIII y los propios próceres y gramáticos colom-
bianos del siglo XIX, Silvio Villegas expresó no estar de acuerdo
con Camacho Carreño por la entrega de la soberanía nacional
al imperialismo económico norteamericano. Una nefasta políti-
ca que se constituía en el mayor drama de América Latina por
dejarse seducir ante tales “caricias de serpientes”, y que los mis-
mos inspiradores de la nación norteamericana condenarían por
la concentración monopolista de la producción. Silvio Villegas
le daba la razón a los argumentos de Marx que ya habían anun-
ciado la tercera fase monopolista del capitalismo, y recordaba
que ya siete años atrás él mismo, con Camacho Carreño y Eliseo
Arango, había proclamado el pacto nacionalista como un acto
perenne de fidelidad a la República.
Los investigadores de esta generación coinciden en que Los
Leopardos dejaron de existir después de 1930 y que la ruptura se
hizo definitiva con la “traición” de Camacho Carreño al mani-
fiesto nacionalista. También coinciden en afirmar que la opinión
pública se enfocó sobre la actividad intelectual y política de Au-
gusto Ramírez Moreno y especialmente de Silvio Villegas, quien

40. También fueron muy conocidos los enfrentamientos oratorios de


Camacho Carreño con Jorge Eliécer Gaitán. La tragedia le llegó a
Camacho Carreño el día en que se enfrentó a su cuñado y lo asesinó.
Se dice que acongojado por el crimen se lanzó al mar, en Puerto Colombia,
el 18 de junio de 1940; véase: Edmundo Gavassa Villamizar, “Personajes del
siglo XX”, en Nuestro Santander, Bogotá, Periódicos Asociados, 2005, p. 178.
41. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., p. 46.
42. Silvio Villegas, El imperialismo económico, Bogotá, Cervantes, 1931, pp. 1-40.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind65 65 18/5/07 22:44:11


66 Miguel Álvarez de los Ríos

regresó a la tribuna del diario La Patria para seguir proyectando


en Caldas su imagen de “ávido lector, devorador de libros y me-
moria prodigiosa”.
Camacho Carreño fue el orador por antonomasia del grupo y
Eliseo Arango la serenidad y discreción. De Los Leopardos alguna
vez también se escribió: “Eliseo Arango era el sustantivo, Silvio
Villegas el adjetivo; Camacho Carreño el verbo y Augusto Ramí-
rez Moreno la interjección”.43
Sin duda la personalidad y carácter de los miembros de este
grupo marcó la formación de Miguel Álvarez de los Ríos. Al
igual que personalidades como las de Gilberto Alzate Avenda-
ño y Bernardo Arias Trujillo. Álvarez de los Ríos aún recuerda
de Alzate, con admiración, la “madera de sus ideas, la pasión y
el sentido del humanismo, pese a la forma como éste promovió
la violencia en términos absolutos en una época en la cual na-
die podía escapar de ella”. De Silvio Villegas evoca también sus
profundas convicciones conservadoras y un texto, La canción del
caminante, “para cuando alguien esté triste o desolado, o de no-
che no pueda conciliar el sueño y le acometa la melancolía, una
frustración, un deseo, o para cuando alguien sienta que se le está
cayendo el mundo”.
De Bernardo Arias Trujillo, Álvarez de los Ríos reconoce la
formación intelectual de éste y su emoción profunda de las cosas,
aunque se distancia de la obra por su barroquismo y su escritura
un tanto empalagosa. Cree que Arias Trujillo escribió “cosas muy
bonitas pero ninguna profunda, un mal que aqueja a muchos
escritores de ahora que no estudian filosofía, historia o ciencias
políticas, y terminan haciendo cosas muy bonitas sin ninguna
profundidad”. Alguna vez Carlos Castro hizo un reconocimiento
de Arias Trujillo que él evoca: “Tierra de Arias Trujillo, señor de
los paisajes y la policromía, que nombraba una rosa y parecía
que toda la montaña era un rosal y que ese rosal amanecía”.
Álvarez de los Ríos le da su dimensión y sitio a los grecolati-
nos. No está de acuerdo con los intelectuales que les ha dado por
vituperar de esta corriente de la estética literaria. El argumen-
to es simple: la gente que quiera acceder a las letras debe tener

43. Abelardo Forero Benavides, Op. cit., p. 13. La cita es retomada de Jorge
Padilla.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind66 66 18/5/07 22:44:12


Forma y estilo del periodismo literario 67

una influencia grecolatina, debe haber leído La Ilíada y La Odisea,


pero también reconocerse en El Quijote, o haber leído alguna vez
El Capital de Marx, por señalar sólo unos referentes imprescin-
dibles.
Pero no sólo las herencias intelectuales moldean el estilo y el
carácter de una personalidad. No hay impronta más contunden-
te que la del seno familiar.

Una cuna extranjera, una paternidad liberal


y una educación conservadora

Cuando nació Miguel Álvarez de los Ríos en 1935, el partido


conservador había perdido el poder y el país asistía a las reformas
liberales de Alfonso López Pumarejo. El ambiente de formación
no pudo ser más extraño para este hijo de la provincia. La familia
materna de Miguel Álvarez de los Ríos era de filiación políti-
ca conservadora, mientras que su padre era un liberal confeso.
Sus abuelos españoles de Ríos Cock habían sido escritores y sus
tatarabuelos ingleses de Liverpool –Dick Cock y Mery William-
son–, también provenientes de una clase media intelectual. Estos
ancestros habían llegado a Riosucio, Marmato y Supía mediante
contratos mineros que les hizo el gobierno republicano después
de las guerras libertadoras. Su abuelo paterno, Juan Miguel Ál-
varez del Pino, provenía de Ríonegro Antioquia y su padre, Mar-
co Antonio Álvarez, había nacido en Manizales.
Miguel Álvarez de los Ríos todavía evoca el viaje que debie-
ron hacer los ancestros de su madre Mercedes, primero en barco
desde su puerto de origen hasta Cartagena, y luego hasta Mede-
llín y Marmato, a lomo de mula, siguiendo la abrupta ruta del
oro, para asentarse a explotar unas riquezas minerales, cuyas
remesas periódicas a la Metrópoli británica, hacían subir las ac-
ciones de la bolsa de Londres.44
Es reconocido que el apellido antecedido de la partícula “de”
no significaba noble cuna o abolengo. Pero hacia 1879 debemos
suponer que el bisabuelo de Miguel Álvarez, Juan de Dios de

44. Miguel Álvarez de los Ríos, “Yo, periodista”, en El imparcial, Año XXIX,
diciembre de 1977.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind67 67 18/5/07 22:44:12


68 Miguel Álvarez de los Ríos

los Ríos Duque, consolidaba una cierta fortuna en las nuevas tie-
rras de la colonización. Su nombre se registra en Marmato como
firmante de la Sociedad Minera de Libia y San Francisco, con
personas no menos distinguidas en el ámbito empresarial mi-
nero, como el coronel Clemente Díaz Morkum, Francisco Senén
Tascón, José de Jesús Hernández, Felipe Lenis, León Hernández
y Vicente de la Cuesta. En 1882 también se registra el nombre de
Juan de Dios de los Ríos en Supía (escritura 154 de 1882) en la So-
ciedad de Amalgamiento de Taborda, para beneficiar minerales
de plata, junto a los nombres de Clemente Díaz Morkum, Bar-
tolomé Chávez, Julio Richter y Francisco Stephens.45 Ese mismo
año Juan de Dios de los Ríos hace parte de la Sociedad de Amal-
gamación de Imurrá, junto con Jorge Tomás y Carlos Eugenio
Gartner, Zacarías Fortunato Cock y Vicente de la Cuesta.46
De esta corriente migratoria europea provienen otros apelli-
dos extranjeros hoy muy reconocidos en el Gran Caldas: East-
man, Branche, Styles, Nicholls, Gartner, Bayer y de la Roche, en-
tre otros. A estas familias extranjeras, que se mezclaron en Supía
y Marmato con gentes locales y también colonos provenientes
de Antioquia y del Tolima, se suman otras conformaciones cul-
turales heredadas de corrientes migratorias de origen diverso
en el Gran Caldas, que convierten a la región en una amalga-
ma de tradiciones culturales y étnicas muy difícil de agrupar:
antioqueños que habían penetrado masivamente por el norte,
desde Arma hasta Manizales; por el sur, antioqueños, caucanos
y tolimenses que penetraron desde Villamaría hasta Pereira y el
Quindío –además de los radicales liberales y de aquellos de la
guerra de los Mil Días que se asentaron en el Quindío–; por el
occidente, antioqueños que se asentaron en pueblos de indios;
y en el valle del Risaralda, negros huidos de las minas y de los
reclutamientos.47 Después de creado el departamento en 1905 los
dirigentes veían con enorme preocupación esta diversidad, por

45. Emilio Gutiérrez, Ángel Díaz Castellanos y los Díaz Morkum, 2006 (Documento
inédito).
46. Álvaro Gartner, Los místeres de las minas, Manizales, Universidad de Caldas,
2005, p. 355.
47. Albeiro Valencia Llano, Bernardo Arias Trujillo: el intelectual, Op. cit., pp. 33-
34.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind68 68 18/5/07 22:44:12


Forma y estilo del periodismo literario 69

lo que trataron de encontrar un proyecto unificado para impedir


la fragmentación. Lo que a la postre fue inevitable.
Esta diversidad cultural debió impactar la sensibilidad del
joven Miguel Álvarez de los Ríos. En Manizales había unas tra-
diciones intelectuales que sin duda marcaron su educación, pero
junto a estas formaciones elevadas del espíritu convivían otras
de raíces ancestrales y migratorias de origen popular. Las leyen-
das, historias de arrieros, anécdotas ingeniosas, el humor y la
picaresca, eran parte de la cotidianidad de su ambiente familiar.
Los relatos de la madre aún están presentes en su memoria, es-
pecialmente los que ella contaba de su niñez en Riosucio y Ma-
nizales.
Miguel Álvarez nació en Pereira, en la calle 26 entre carreras
séptima y octava, pero sus primeros años transcurrieron en la
calle 19 con carrera 5ª. Después fue trasladado a Belén de Um-
bría, a la casa de sus abuelos maternos, donde cursó sus prime-
ros años escolares, hasta que regresó de nuevo con su familia a
Pereira, para culminar la básica primaria en el Instituto Caldas.
La influencia de don Marco Antonio Álvarez fue moldeando su
espíritu, pese a los valores y tradiciones familiares conservado-
ras en las que era formado.
Su padre, no obstante, representó lo más imperativo de su
formación y espíritu liberal:

Mi padre era el menor de toda una familia, pero tenía


unas tradiciones y un sentimiento familiar como pocas
veces lo he visto. Él decía que el coronel Barrera Uribe
era un gran hombre. Don Carlos Barrera es hijo de este
personaje muy famoso a quien yo no conocí, pero que
históricamente sé que fue el jefe del partido liberal en
Caldas durante muchos años. El coronel Barrera Uribe
había conseguido ese título militar en la guerra civil, y
fue un hombre duro. He visto algunas fotos suyas; era un
hombre gordo, grande. Él mató a un magistrado del Tri-
bunal en Manizales, a bala, lo mató en la plaza, y enton-
ces lo condenaron, y estuvo en la cárcel mucho tiempo.
Yo estaba pequeño y mi papá, que era un gran liberal, iba
a Manizales a visitarlo a la cárcel. Mi papá decía que ése
era un gran jefe, que el hecho de que hubiera matado a
un señor no le quitaba nada, que ese tipo se había batido

Diseño libro Miguel Alvarez.ind69 69 18/5/07 22:44:12


70 Miguel Álvarez de los Ríos

en la guerra en defensa del partido liberal. El coronel fue


sobreviviente de Palo Negro, de las batallas grandes de
Uribe y de Herrera. Aún hoy su hijo, don Carlos Barrera,
me llama para que yo lo aconseje en algunas cosas, de
pronto en hacer una inversión. No tengo ninguna idea de
esas cosas de negocios, pero él cree que sí, y curiosamente
cada vez que le aconsejo algo le resulta bien.

Las imágenes y las historias de su padre y de su madre vuel-


ven una y otra vez. Pero si hay una imagen de Miguel Álvarez
que no sea familiar y que esté muy presente en sus evocaciones
es la de Gilberto Alzate Avendaño:

Él llegaba a mi casa los sábados, por allá en el año 47, en


plena época de violencia. En mi casa mi madre hacía los
sábados un sancocho delicioso, que llamaban de tres car-
nes –le echaban espinazo de cerdo, costilla de res y galli-
na de patio–. Alzate llegaba a las doce y media, cuadraba
el carro frente a la casa, donde hoy está la clínica Risaral-
da. Cuando él entraba, mi papá, que era muy sectario,
se salía por una puerta que la casa tenía por la carrera
quinta: “Uno bien liberal y esta mano de godos aquí en
la casa”. Recuerdo que una vez Alzate abrió la olla, era
una olla grande –porque nosotros éramos muchos y la
olla que usábamos era inmensa, de las que utilizan en las
cárceles–, y Alzate metió un tenedor y sacó un pedazo de
carne gorda. Alzate cogió esa carne y se chorreó toda la
corbata, y mi mamá, que lo quería mucho, le dijo: “Mira
Gilberto, cómo te volviste”. Ella se puso a limpiarle la
corbata, pero estaba muy engrasada, entonces mi mamá
le dijo: “No, no, no, esta corbata hay que lavarla”. “No,
no, no –respondió Alzate–, tengo que irme para el occi-
dente, para Belén”. Mi mamá le respondió: “No, no, no,
espera yo te saco una corbata de Marco” (de mi papá), y
le sacó la corbata, y él se la puso. Alzate se hizo frente al
espejo a hacerse el nudo y comentó: “Esta corbata me va
a ahorcar; una corbata de un liberal puesta en el cuello de
un godo como yo, ésta sí me va a ahorcar”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind70 70 18/5/07 22:44:12


Forma y estilo del periodismo literario 71

Pereira y el despertar de una vocación

Para Miguel Álvarez de los Ríos el “ser de Pereira” no es otra


cosa que pertenecer a una aldea, hoy una ciudad enclavada en
un punto de confluencias migratorias: caucanos, antioqueños,
tolimenses, boyacenses, santandereanos, entre otros. Para Álva-
rez de los Ríos esta condición es la que ha definido a sus gentes,
incluso a sus élites que “no tienen pretensiones de grandeza lite-
raria ni de estilo, como sí es el caso en Manizales”.
El periodista y escritor Álvarez de los Ríos está lejos de creer
que su ciudad de cuna sea sólo hechura de antioqueños. Poco
después de la dictadura de Rojas, cuando fuera secretario del
Concejo de Pereira en 1958, Álvarez de los Ríos tuvo la oportu-
nidad de leer los informes y actas de los libros del cabildo y allí,
en esas listas y protocolos, corroboró el carácter migratorio muy
particular de Pereira. Esto lo dice con la convicción de saldar una
polémica en la que los antioqueños “ni son los dueños de todo, ni
los progenitores del mundo”. En este sentido de la interpretación
histórica, Álvarez de los Ríos ha manifestado su interés de sellar
toda polémica con el intelectual Víctor Zuluaga Gómez, frente
al argumento del historiador según el cual Pereira Gamba enga-
ñó a los colonos, cuando éste habría donado unas tierras –para
fundar la ciudad en 1863– que no le pertenecían. Son varias las
razones que aduce el humanista para una factible polémica con
Zuluaga Gómez48, una de la cuales tiene que ver con la existen-
cia de un documento que Álvarez de los Ríos encontró en los
archivos del Concejo Municipal de Pereira. En este documento
Clemencia Fernández, la viuda de Pereira Gamba, dirigió un
memorial en 1910 solicitando un alivio económico por la pobre-
za en la que ella y su familia se encontraban. Una solicitud de
justicia y precedente cívico patriótico en nombre de la memoria
y honra de su esposo.49 ¿Si Pereira Gamba hubiese engañado a

48. Víctor Zuluaga Gómez, La nueva historia de Pereira: Fundación, 2ª ed., Pereira,
Litoformas, 2005.
49. Este dato y argumentos se corroboran en la última versión que sobre la
historia de la fundación de Pereira entregó Emilio Gutiérrez Díaz a la
Academia Pereirana de Historia. Véase: Emilio Gutiérrez Díaz, “La cesión de
tierras de Guillermo Pereira Gamba a los primeros pobladores de la ciudad
de Pereira”(estudio documentario, noviembre de 2006).

Diseño libro Miguel Alvarez.ind71 71 18/5/07 22:44:12


72 Miguel Álvarez de los Ríos

los colonos y a las autoridades que vivieron el proceso de fun-


dación –se pregunta Álvarez de los Ríos–, cómo era posible que
la viuda de Pereira Gamba estuviese haciendo tal solicitud, más
aún cuando los miembros de la Corporación municipal debieron
ser también protagonistas, o por lo menos, contemporáneos de
la fundación?
El talante de Miguel Álvarez de los Ríos le ha permitido tran-
sitar por temas de carácter histórico sobre su ciudad, sin dejar de
lado diversas preocupaciones culturales y sociales que lo vincu-
lan al campo del periodismo. Las entrevistas de intelectuales y
políticos y los temas raros y curiosos, plasmados en reportajes
–algunos de los cuales le han valido reconocimientos (Mención
en el Premio Simón Bolívar en la modalidad de Crónica y Re-
portaje, 1983)–, son la prueba de un espíritu creativo y sensible,
atento a leer los signos de la cultura contemporánea, sin que por
ello se hubiese desligado de una reflexión permanente sobre la
“mixtura” de su urbe:

Pereira no fue hechura de los antioqueños, aunque se


debe reconocer que ellos tienen mucho que ver en la con-
formación de esta ciudad, porque yo no voy a cometer
la torpeza de afirmar que no. Pero el origen de Pereira
no es exclusivo de la colonización antioqueña. Aún el
mismo poeta González, que era hijo de antioqueños, tie-
ne un bambuco que dice de Caldas: “Por los caminos de
Caldas llegaron las esperanzas de caucanos y vallunos,
de tolimenses y paisas que clavaron en Colombia, a gol-
pes de tiple y hacha, una mariposa verde que les sirvie-
ra de mapa”. Primero estuvieron los caucanos. Sin duda
Pereira tiene influencia antioqueña, pero desde que yo
era niño he conocido tolimenses, boyacenses, santande-
reanos, costeños. El doctor Roa Martínez, fundador de la
Universidad Tecnológica, era de Guateque, Boyacá. Tam-
bién he conocido médicos, ingenieros, abogados, poetas,
escritores, industriales y gente de sociedad y del común
que han venido de otras partes. Pereira ha sido una mix-
tura de gentes. A quienes han llegado a esta ciudad les ha
dado el “síndrome de Pereira”. Llegan pensando que se
quedarán por una temporada y de pronto eligen quedar-
se, echar aquí raíces.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind72 72 18/5/07 22:44:13


Forma y estilo del periodismo literario 73

De modo que Pereira ha sido un tema permanente en las evo-


caciones y apuntes críticos de Miguel Álvarez de los Ríos: de la
aldea íntima, sin aglomeraciones, “ni ‘trancones’ de tránsito”, a
la ciudad de hoy que sucumbe a “la piqueta ruidosa del progre-
so”, Pereira se extravió un poco, dice, “en sus noches bohemias
con estrellas y luna, en los malvas de los amaneceres con guir-
naldas, de músicas de guitarras en los balcones saledizos; con
sus canciones frívolas, sus modas anodinas e impersonales, vida
aquella sujeta a un orden metódico, ritualista y puntilloso, en-
tre sus lluvias impersonales”.50 Por este entrañable aprecio a su
ciudad es que ha querido hacer su historia, aunque no se sienta
historiador, sino literato, “con fallas en su formación y graves
defectos de estilo”, puntualiza el escritor.
Un paseante de las ciudades es también Miguel Álvarez de los
Ríos; después de Pereira sólo hay otra ciudad que ha recorrido y
amado como ninguna: Nueva York. En la ciudad de los rascacie-
los ha establecido relaciones espontáneas, dignas de narrar, con
fotógrafos, harlistas, aficionados al béisbol y ha logrado las entre-
vistas más inverosímiles, y en los momentos más inesperados:
en un café, a la salida de un restaurante, en el aeropuerto. A Nor-
man Mailer, uno de los grandes del periodismo norteamericano,
lo reconoció en el descansillo de una escalera y lo abordó, a su
modo. Las calles de Nueva York, para él, son entrañables como
las de Pereira. En ellas un vendedor de hot dogs le reveló dónde
se toma el mejor café del mundo, por supuesto, colombiano; un
anticuario le marcó la ruta del parque y del árbol en el que per-
manece grabado un poema con la firma de puño y letra del poeta
Walt Whitman. Como un coleccionista de lo curioso y lo extraño,
cada estación o cualquier paraje señalado en el mapa de sus ex-
travíos, se convierten de pronto en el pretexto para hilvanar una
historia y para exaltar un yo no exento de ironía y humor, sobre
todo cuando las circunstancias lo llevan a encontrarse con gente
anónima en las calles o en los aeropuertos o en las estaciones
de tren y basta una palabra, como diría el poeta, para continuar

50. Miguel Álvarez de los Ríos, “Sentido crítico de la historia: evocación


cordial de don Elías Recio”, en Carlos Arboleda González y Horacio Gómez
Aristizabal, Oradores del gran Caldas, Manizales, Instituto Caldense de
Cultura, Edigráficas, 2001, p. 67. (Discurso pronunciado en la instalación de
la Academia Pereirana de Historia, 30 de agosto de 2000).

Diseño libro Miguel Alvarez.ind73 73 18/5/07 22:44:13


74 Miguel Álvarez de los Ríos

construyendo ese mundo que en Álvarez de los Ríos vive po-


blado de fantasmas y seres con vocación artística, de voces que
han nutrido los cambios y transformaciones de un país que se ha
propuesto dialogar con la modernidad, más allá de sus conflictos
internos y sus impulsos de barbarie y aislamiento.

Política y periodismo

Tal vez Miguel Álvarez de los Ríos no pertenezca ni a la So-


ciedad de Mejoras Públicas, ni a los clubes Rotario o de Leones,
ni a la Cámara Junior, ni a ningún club social, pero ha recibido
medallas y honores de estas instituciones que lo reconocen como
un hombre de letras, con un fuerte espíritu cívico y social; ha par-
ticipado en diversos eventos culturales y ha prologado más de
una docena de libros, entre los que se cuentan reediciones de los
primeros cronistas de la ciudad, Echeverri Uribe, Ricardo Sán-
chez, Fernando Uribe. Sus preocupaciones intelectuales lo han
llevado a reflexionar sobre temas tan diversos y espinosos como
el satanismo, la homosexualidad, el gnosticismo, la pornografía,
la magia negra, el malditismo y la brujería. En su vocación pe-
riodística ha conocido y vivido el mundo de la política y de sus
élites, al tiempo que ha seguido de cerca la historia del vendedor
de frutas, del habitante de la calle, de los seres anónimos que
pueblan, en últimas, la galería de héroes que Álvarez de los Ríos
suele identificar en sus novelistas predilectos. El universo de lo
extraño y de la mujer han sido su pasión, como el arte de conver-
sar, en el que suele contar una serie de proyectos que parecieran
propios de la ficción o el desvarío. Y es allí donde surge el lite-
rato, ese “Gran escritor-duende”, como alguna vez lo nombrara
Roberto Posada García-Peña (D’Artagnan), cuyos temas se im-
ponen a medida que se sabe paseante y habitante de un mundo
en movimiento.
He leído un libro muy bello, Las muchachas de San Frediano
de Vasco Pratolini. El escritor allí se refiere a una cantidad
de muchachas que pasaron por su vida y cuyos destinos
fueron trágicos; una murió ahorcada, a otra el fachismo
la mató y así. Pero a él le interesó, más allá del sentido
trágico de la existencia individual, resaltar la belleza de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind74 74 18/5/07 22:44:13


Forma y estilo del periodismo literario 75

esas mujeres, su lugar en el mundo. Pratolini también tie-


ne una novela hermosísima, Crónica de los pobres amantes,
que narra la vida en un suburbio de Roma en la época
fachista, entre los años veintes y treintas. Esos libros son
difíciles de conseguir, pero yo he sido un paseante de las
librerías de viejo y esos libros, cuando menos lo espero,
se presentan a mis ojos. He conseguido libros en París, en
Nueva York, en Miami, en España, en Bogotá, en Cali, en
Pereira, libros de viejo, libros que originalmente costarían
mucho dinero, pero que en estos lugares de transacciones
casi clandestinas, los libros cuestan poco, porque general-
mente el librero de viejo es muy bueno para vender libros
viejos, pero no sabe catalogar el valor que éstos pueden
tener.

Convicciones y deseos

Si hay algo de lo que se arrepiente Miguel Álvarez de los Ríos


es de haber refundido el periodismo y la política. Él, como su
gran amigo Jorge Mario Eastman, pertenece a la denominada
“Generación del Estado de Sitio”. Un grupo humano –lo define
Eastman– que irrumpió desde la universidad contra la dictadura
de Rojas Pinilla y luego contra el pacto frentenacionalista. Si Los
Leopardos se hicieron visibles por su espíritu crítico, esta gene-
ración lo hizo buscando nuevas alternativas políticas en medio
de la violencia y la represión estatal. Pero el anhelo de aquella
juventud por encontrar una alternativa política democrática
pronto adquirió el matiz del pacto frentenacionalista, con la dis-
tribución paritaria de las cuotas burocráticas y la alternancia de
los dos partidos (liberal y conservador) en el gobierno durante 16
años. Si embargo, estos pactos poco animaron los ánimos exacer-
bados de los grupos ortodoxos y sectarios:
Hace años en el barrio Providencia, cuando había caído el
general Rojas Pinilla y se inauguraba el régimen paritario
–que quería decir de forma elemental que la burocracia se
dividía aritméticamente entre liberales y conservadores–,
dos borrachos, don José Mejía y don Arturo Sánchez,
estaban peleando porque el uno le había dicho al otro:
“Usted es un paritario”, y el otro le había respondido:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind75 75 18/5/07 22:44:13


76 Miguel Álvarez de los Ríos

“Es que usted me conoce mucho a mí don José, toda la


vida, y usted sabe que yo no he sido paritario nunca”.
Estaban peleando por esto, pero ninguno de los dos sabía
qué significaba ese término. Yo, que estaba a un lado to-
mándome un aguardiente, me acerqué a estos amigos –el
uno liberal y el otro conservador– y les pregunté: “¿Qué
entienden ustedes por paritario?”. “¡No, eso es un insulto
muy grande!” “¿Cuál insulto? –los interrogué. Paritario
quiere decir que participa o comulga de la idea de repar-
tir los puestos públicos en Colombia, pero eso no es in-
sulto”. “Ah –me confesaron– es que nosotros estábamos
pensando otra cosa”.

Álvarez de los Ríos se define como un doctrinario liberal, he-


redero del laicisismo que le disputó a la Iglesia Católica la di-
rección cultural del país. Defensor de la desamortización de los
bienes de manos muertas y de las causas populares de Alfonso
López Pumarejo. Heredero también de ese liberalismo que des-
de el siglo XIX fue tachado de socialista. De ese liberalismo que
Álvaro Tirado Mejía lo reconoce asociado a los intereses de pro-
letarios y campesinos, como lo expuso desde comienzos del siglo
XX Rafael Uribe Uribe.51
Hay quienes argumentan que Álvarez de los Ríos se dejó ten-
tar por las mieles del poder –¿acaso el intelectual orgánico del
que habla Gramsci?–, aunque él aclara que si entró en la lucha fe-
roz de la política, “fue por vivir en una gozosa crucifixión rosada
y por temor a que derivara hacia la lucha contemplativa”. Este
pensamiento liberal es el que le ha permitido ampliar su horizon-
te hacia otras corrientes y filosofías de pensamiento. Al creador,
al artista, Álvarez de los Ríos lo compara con un satánico, pues si
la facultad creadora es privativa de Dios, todo el que crea es un
satánico, porque está tratando de robarle parte del poder a Dios.
El poeta Héctor Escobar Gutiérrez, el “Papa Negro” del Satanis-
mo y uno de sus entrañables amigos, hace poco lo llamó en uno
de sus versos “un adepto de Azazel”.

51. Álvaro Tirado Mejía, “Colombia: siglo y medio de bipartidismo”, en Jorge


Orlando Melo, coordinador, Colombia hoy: Perspectivas hacia el siglo XXI, 15ª
ed., Bogotá, Tercer Mundo, 1995, p. 138.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind76 76 18/5/07 22:44:13


Forma y estilo del periodismo literario 77

En los últimos años Miguel Álvarez de los Ríos ha librado


muchas batallas. Hace poco, una contra cierta enfermedad de
pronóstico reservado que lo dejó por un tiempo impedido para
hablar, y la última, la más dolorosa, la partida de Eunice. Si en
política ganó muy poco, hay quienes dicen que por lo menos a
sus adversarios “los dejó tendidos en el campo con su pluma
dilacerante y su verbo prodigioso”.
Lo cierto es que la vida provinciana en Colombia no se ha
podido vivir fuera de la política. Hasta hace poco había ciudades
en las que se podía vegetar y pasar inadvertido, pero vivir fuera
de la política era casi imposible.52 Durante el siglo XIX, hasta los
tres primeros cuartos del siglo XX, ante la escasa presencia del
Estado y la prensa en las provincias, los conflictos y las violencias
hicieron tomar partidos, asumir posiciones. Nadie pudo escapar
a esto. Como bien lo señalan Fernán González y Jorge Orlando
Melo, el recorrido histórico por las guerras del siglo XIX impidió
el surgimiento y desarrollo de una nación común, de tal forma
“que la exclusión de medio país por el conflicto político termi-
nó por fortalecer la presencia de los partidos tradicionales como
elemento de identificación más fuerte que el propio Estado-na-
ción”.53 ¿Acaso se le podía pedir algo distinto a Miguel Álvarez
de los Ríos? Este estilo escindido de ciudadanía –llamado así por
Fernán González–, en el que la identificación pasa por uno de los
partidos tradicionales y el rechazo o exclusión del adversario, es
una constante en la cultura política colombiana.54
Si en política Álvarez de los Ríos se define como un doctri-
nario del liberalismo, en el periodismo como un “viejo” con más
de cincuenta años dedicados a un oficio que le ha permitido ser
testigo de las transformaciones políticas y sociales del país. Ha
sido auxiliar de rotativa, reportero, cronista y director de diarios.
Ha prestado sus servicios a los grandes periódicos del país, y fue
fundador, con Jorge Mario Eastman y Carlos Lemos Simmonds,
de la revista Consigna. Basta leer sus ensayos y reportajes para
advertir en su estilo las huellas de la escuela norteamericana, Ca-

52. Malcolm Deas, Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y
literatura, Op. cit., pp. 176-177 y 185.
53. Fernán E. González, Partidos, guerras e Iglesia en la construcción del Estado
nación en Colombia (1830-1900), Medellín, La Carreta, 2006, p. 189.
54. Ibid., p. 190.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind77 77 18/5/07 22:44:13


78 Miguel Álvarez de los Ríos

pote, Wolfe, Mailer y las improntas de las búsquedas latinoame-


ricanas, Sebreli, Borges, Sanín Cano, Gómez Valderrama, Lozano
y Lozano.
Álvarez de los Ríos persiste en considerar como un lamenta-
ble error el hecho de haber refundido en su vida el periodismo y
la política, pues esta fusión sólo es exitosa cuando se es empre-
sario de un gran diario industrializado. El reporterismo fue el
aspecto que más le apasionó del oficio. Le habría gustado ser un
cronista de policía, pero tal vez hubiese terminado por escribir
novela. El derecho y la sociología han sido auxiliares de su fun-
ción primordial: llenar cuartillas y leer, como una forma de darle
sentido a la existencia.
En retrospectiva, Álvarez de los Ríos presume que su prosa
angulosa y conceptual la heredó de su abuelo Ricardo, y el esti-
lo casuístico y fluido, “a veces preciosista, a veces dilacerante”,
de su tío Carlos de los Ríos. La vena del periodismo lo irriga
desde que cursaba bachillerato en el Instituto Universitario de
Manizales. Allá redactó con varios amigos una hoja estudian-
til y allí también fundó una revista poética con Hugo Ilián Bo-
tero. Cuando Emilio Correa le abrió las páginas de El Diario,
confiesa, empezó a escribir sobre todo lo divino y lo humano,
con una irresponsabilidad bastante próxima a la voluntad crea-
dora. Todavía se avergüenza de cierto poemario en el que vertió
las emociones pueriles de la adolescencia, y hasta el día de hoy
no olvida las palabras que el veterano Correa Uribe le expresó:
“Hombre Miguel, váyase de aquí, que aquí no llegará a ningún
Pereira”. De manera que se fue para Bogotá y para Cali. Vivió a
sueldo de la gran prensa. Alternó su oficio de reportero con el de
ensayista. Conoció por dentro los mecanismos del cuarto poder
y desde allí, por un denso período, presenció las dinámicas de
su partido en cabeza de López Michelsen y Turbay Ayala y el
caos de un país minado por la desmesura, la corrupción y la lu-
cha subversiva, mientras una frágil movilidad social, agenciada
por la inmoralidad de los partidos tradicionales, se hacía visible
con el narcotráfico y el paramilitarismo. Al volver a la provincia
se vinculó de nuevo a los diarios locales. Hizo un forzoso curso
como Jefe de Redacción de La Patria de Manizales55 y siempre
mantuvo columnas de opinión, como una manera de ejercitar un

55 Miguel Álvarez de los Ríos, “Yo periodista”, Op. cit.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind78 78 18/5/07 22:44:13


Forma y estilo del periodismo literario 79

estilo comprometido con la compleja realidad política y social


de un país que él ya hubiera querido que descansara, por virtud
de la poesía y la ficción, en los universos de Jorge Rojas y Pedro
Gómez Valderrama, mientras en sus casas de retiro, las figuras
eternas de Juan Lozano, Álvaro Pío Valencia, Umaña Bernal o
Germán Arciniegas, enriquecen con su experiencia el mundo de
las ideas.

Con acento teatral y dramático

Álvarez de los Ríos encarna una memoria prodigiosa que ca-


racteriza a ciertos hombres y mujeres del Gran Caldas. Sus relatos
son auténticos repertorios teatrales y dramáticos. Han sido horas
de conversación con esta personalidad arrolladora y no deja de
sorprender la forma como recita de memoria, a la par que evoca
una tarde de encuentro o una noche de bohemia, sonetos, sen-
tencias, décimas o esa capacidad tan suya de recordar los títulos
de los libros, con sus años de publicación, quizá herencia de su
breve paso por la Imprenta Departamental de Caldas. Hay en el
acento y en sus ademanes de caballero francés, unas historias tan
bien logradas que si no son ciertas, por lo menos merecerían ser-
lo. Pero Álvarez de los Ríos no es sólo un contador de historias,
es un romántico que declama sus propios versos o de los poetas
que lo han acompañado en sus noches de plenilunio y olor a sán-
dalo. No hay nada más fascinante que el universo de la mujer
–declara–, el mismo que imagina el cuerpo de Catalina Blake,
Marilyn Monroe y de las musas intemporales, hermosas, inteli-
gentes y cultas, que inspiran un poema, una canción, un silencio.
“Estas bellas que fueron antes”, parafrasea a Arturo Camacho
Ramírez, mientras sostiene la taza del café que él mismo se ha
preparado. Y se dispone un sitio, en sus evocaciones de figuras
y lugares, para brindar por “los colonos que supieron aclimatar
este árbol enano de cuyos frutos se extrae esa bebida que produ-
ce la felicidad, como la cercanía de la mujer que uno ama”.
El veterano escritor coloca la taza en la mesa central de la
sala, mira de soslayo hacia un lado de la pared –cuelgan allí unos
desnudos provocadores–; junta sus manos de líneas pronuncia-
das, repasa la solapa de su vestido y nos recuerda que la mujer
ha sido uno de sus temas predilectos. Basta leer el retrato de la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind79 79 18/5/07 22:44:14


80 Miguel Álvarez de los Ríos

dama de Boston, Isabel Stewart Gardner, para comprender la


fascinación que en él produce un tipo de mujer, cuya belleza se
emparenta con la inteligencia y la gracia. Tal vez por ello, y como
si se tratara de un mensaje cifrado, aparece en algunos de sus
textos el fantasma sensual de una de mujer, movida por el ideal
y el deseo, la de Catalina Blake.
La pulcritud de sus vestidos de paño, la atinada elección de
la corbata, el anillo de oro y la argolla de matrimonio, consiguen
darle un aire de caballero dispuesto a halagar, a ser el centro de
atención. El estilógrafo y las finas gafas en el bolsillo de su cami-
sa, descubren en él a un hombre que vive los tiempos modernos,
pero que toma distancia frente a la velocidad y el apremio: La
prisa de estos tiempos –escribió André Gide56– que nos mantiene
subyugados al acontecimiento y que ya ni siquiera permite el
juego de la inteligencia. Hay algo en su semblante, acaso una
sombra, una mirada melancólica. Está cansado, dice, y se sostie-
ne en el báculo de su memoria. Luego se mirará al espejo y tal
vez recuerde lo que atrapó el espejo del vestíbulo de Constantin
Kavafy. En su juventud, se presiente, fue un dandy, lo que solían
llamar un hombre bello que conquistó y amó a las mujeres que
envolvió en sus décimas e historias fantásticas. Tal vez porque
fuera consciente del juego de la sensualidad y la persuasión,
eligió iniciar su carrera de escritor –al promediar los años cin-
cuentas–, publicando un ensayo sobre la obra y figura de Oscar
Wilde, a propósito del centenario de su natalicio. Y tal vez con
Wilde, ahora subraye: “Por medio del arte y sólo por él podemos
lograr nuestra perfección; el arte y solamente el arte nos preserva
de los peligros sórdidos de la existencia real”.57
Álvarez de los Ríos proviene de una antigua escuela de pe-
riodistas. De espaldas a los claustros universitarios y críticos de
las formas con que ahora los jóvenes comunicadores se compro-
meten con el oficio, estos expertos se hicieron a pulso en las salas
de redacción y en la calle como escenario del acontecimiento. Sin
grabadoras, sin aparatos digitales ni cámaras audiovisuales, el
periodista se sabía fuerte en su amplia cultura, en su erudición y

56. Citado por Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, Op.
cit., pp. 45-46.
57 Oscar Wilde, “El crítico artista”, en Ensayos y Artículos, Biblioteca Personal
Jorge Luis Borges, No. 3, Barcelona, Hyspamerica, Orbis, 1986, p. 65.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind80 80 18/5/07 22:44:14


Forma y estilo del periodismo literario 81

en su malicia al preguntar o al descubrir el problema central en la


respuesta evasiva. No obstante –para el caso de Miguel Álvarez
de los Ríos– esa capacidad suya de acumular hechos, situaciones
y personajes en su memoria, negándose tal vez a sistematizar y
dar forma acabada a sus proyectos, podría manifestarse como
una debilidad. Sus libros inconclusos, sus proyectos a medio
hacer, harían parte del carácter de una personalidad “erudita y
diletante”, como subrayan algunos de sus críticos. “Un diletante
puro”, así también lo definen quienes no le perdonan tanto sa-
ber desperdiciado, acaso porque al intelectual y al erudito se les
censura su falta de pragmatismo: “Esas minucias de la erudición
–acota Marc Bloc– tan capaces de devorar toda una vida, merece-
rían ser condenadas como un absurdo derroche de energías”.58
Otros amigos suyos prefieren recordarlo como el joven de
fácil palabra, una suerte de enciclopedia de temas novísimos.
“Un joven arrogante, garboso y rubicundo enamorado del Ce-
menterio Marino de Paul Valery, de tertulias esquineras y tinto
bien conversado”.59 Hoy, cuando la memoria hace presencia en
un país cruzado por guerras y violencias, olvidos y prisas, per-
sonalidades como las de Miguel Álvarez de los Ríos adquieren
relevancia como presencia viva de un pasado que se actualiza
en la evocación o el recuerdo. Como bien lo señala Gonzalo Sán-
chez: “La memoria requiere del apoyo de la historia, pero no se
interesa tanto por el acontecimiento, la narración de los hechos
sino por las huellas de la experiencia vivida, su interpretación, su
sentido o su marca a través del tiempo”.60 La memoria es militan-
cia, pluralidad y reconocimiento de identidades. Ella es rastro y
mutación de la experiencia individual y colectiva, constructora
de nación. En tal sentido, la prosopografía, la historia de vida,
la biografía son documentos de la memoria y con ellos, nuevas
formas de representación del tiempo.
Esta es una primera aproximación a la huella de Miguel Ál-
varez de los Ríos y al estudio de su obra. Han quedado muchas

58. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio del historiador, Op. cit., pp. 45-
46.
59. Héctor Ocampo Marín, “Álvarez de los Ríos y sus coetáneos”, en El Diario del
Otún, Pereira, 31de julio de 2005.
60. Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia, Medellín, La Carreta, 2006, p.
22.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind81 81 18/5/07 22:44:14


82 Miguel Álvarez de los Ríos

cosas por decir, otras por explicar. La memoria pasa por la escri-
tura y la supera. Nada reemplaza la experiencia vital, el sentido
mismo del ser, la complejidad de una personalidad como esta.
En Álvarez de los Ríos, a veces, las apreciaciones tienen sólo dos
matices: blanco-negro, bruto-inteligente, feo-bonito. Por eso las
cosas pueden ser “inmundas o deliciosas, soberbiamente inte-
ligentes o brillantemente pobres”. ¡Cuántas cosas aún no habrá
revelado! ¡Cuántas cosas habrá dicho en sus silencios y habrá
preferido callar en estas conversaciones atravesadas por el dolor
y la melancolía! Los silencios en sus relatos pueden ser tan largos
como las digresiones, y, ay, del que se distraiga, pues con un tono
más alto llama al “orden”: “¿sí me está escuchando?”. Y el relato
prosigue antes de salir por la puerta.
Es pasado el mediodía. Ahora está hablando de comidas, de
vinos y del sancocho de gallina de patio que su madre solía pre-
parar. De pronto recupera una imagen y reconstruye para no-
sotros la noche aquella en que degustó un plato extrañísimo en
un restaurante en Holanda. De pronto recita un soneto de Luis
Carlos López y es inevitable la carcajada. Sus manos son flacas
y alargadas. Juega con ellas y matiza con ellas un subrayado, un
punto y coma, una gran parrafada. Una risa irónica se prefigura
en sus labios. Tiene razón: la vida es demasiado breve para asu-
mirla con tanta seriedad y el subrayado es nuestro. Nos ve desde
lejos, nos abandona y sabemos que ya es hora de salir a la calle,
para buscar el pálpito y el fragor de su ciudad y la de Eduardo
López y la de Luis Carlos González y la de Albalucía Ángel, ese
pedazo de ciudad que Álvarez de los Ríos todavía señala con la
nomenclatura de pueblo y que en los versos del poeta Luis Fer-
nando Mejía se vuelve misterio y escenario para la búsqueda que
pronto se tornará memoria:

Te busco
en
la ciudad de la infancia:

En los cicatrizados mapas vegetales


de sus árboles.
En el parque,
donde al vendedor de horóscopos
se le murió el lorito que sabía mi suerte.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind82 82 18/5/07 22:44:14


Forma y estilo del periodismo literario 83

En la calle,
donde a don Pedro le quitaron la esquina y las naranjas
por orden del alcalde.
En el domingo
–hélices de papel despedazando el aire–
Te busco
en
la ciudad del amor:

En el silencio oxidado de la primera palabra


que pronunció el instinto.
En mis dedos
que oyeron el crecimiento de tu edad.
En el inmerecido
día
del adiós.
En Dios
que era entonces puntual
a una hora cualquiera de la tarde.61

61. Luis Fernando Mejía, “Poema”, en Alquimia de los relojes clausurados, s/e,
s/f.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind83 83 18/5/07 22:44:14


Diseño libro Miguel Alvarez.ind84 84 18/5/07 22:44:14
Celebración académica

Diseño libro Miguel Alvarez.ind85 85 18/5/07 22:44:14


1

2 3

Ceremonia académica, entrega del título Honoris Causa Licenciado en Español y


Literatura, 2006, Auditorio “Jorge Roa Martínez”, Universidad Tecnológica de Pereira.
1. Mesa de Honor. De izquierda a derecha: Álvaro Acevedo Tarazona,
Álvaro Zuluaga Ramírez, Miguel Álvarez de los Ríos, Luis Enrique Arango Jiménez,
Carlos Enrique Marín Vélez y Juan Guillermo Ángel Mejía.
2. Miguel Álvarez de los Ríos hace lectura de su discurso Honoris Causa.
3. El rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Luis Enrique Arango Jiménez,
entrega el título Honoris Causa Licenciado en Español y Literatura
al escritor Álvarez de los Ríos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind86 86 18/5/07 22:44:16


En la noche del 23 de Noviembre de 2006, la Universidad
Tecnológica de Pereira, bajo la tutela de su rector, el in-
geniero Luis Enrique Arango Jiménez, hizo entrega del
título Honoris Causa Licenciado en Español y Literatura,
al humanista y escritor Miguel Álvarez de los Ríos. Esta
ceremonia significa, más allá del reconocimiento a una
vida comprometida con la labor intelectual y artística, la
revaloración de una memoria que avivan quienes desde
las artes, la ciencia y la historia, construyen una realidad
semántica susceptible de ser interpretada. Como prueba
de ese momento, señalamos algunos fragmentos de lo
que esa noche se expresó en acto solemne.

“Sin duda, sus ansias de libertad y autonomía; su condición


de pensador, de ideólogo, no le permitieron hacer carrera polí-
tica dentro de un partido o jefatura caudillista. El periodismo,
entonces, fue el refugio después de un largo periplo por diversos
cargos públicos. Éste le permitió armonizar sus dos pasiones –li-
teratura y política–, manteniendo una clara incidencia local pero
sin perder la concepción universal de los hechos, necesaria para
comprender la realidad nacional.
Es evidente que el ejercicio periodístico de Miguel Álvarez
de los Ríos ha sido complejo y polifacético. Desde sus prime-
ros ejercicios narrativos en las páginas de El Diario, hace más de
cincuenta años, hasta sus recientes investigaciones biográficas,
Miguel ha escrito cientos de páginas periodísticas y literarias en
una prosa ecléctica y ágil, ajustada a estrechas columnas que se
han extinguido día a día […]
En efecto, Miguel Álvarez de los Ríos perteneció a aquella
“edad de plomo” del periodismo colombiano, que describe Juan
Gustavo Cobo Borda. Periodismo con linotipo y máquina de es-
cribir ruidosos, lejos de la asepsia de hoy (con impresión offset
en colores, computador y prohibición de fumar en los espacios
públicos). Periodismo en franca militancia política, diferente al
actual que se esfuerza por ser veraz, objetivo y pluralista, así no

Diseño libro Miguel Alvarez.ind87 87 18/5/07 22:44:16


88 Miguel Álvarez de los Ríos

siempre lo logre. Periodismo trasgresor y literario (donde inclu-


sive se llegaron a publicar novelas), y al cual Alberto Lleras se
refirió como aquel de “tiempos heroicos en que los periodistas,
a la madrugada, dejaban el diario, luego de haberse intoxicado
de café, tabaco y política, y recibían el nuevo día hablando de
literatura por las calles de Bogotá”.
En este contexto Miguel Álvarez fue madurando como escri-
tor y periodista. Se desempeñó como redactor, reportero, jefe de
redacción, director y colaborador de diferentes medios de comu-
nicación escritos y radiales, entre los que se destacan los periódi-
cos El Tiempo, El Espectador, El País, La Patria, El Imparcial, El Dia-
rio de Occidente, El Pueblo, La Tarde y El Diario del Otún; las revistas
Consigna, Vea y Cromos; y las emisoras Pereira al Aire y La Voz del
País. Su pasión por la conversación, por la comunicación, se vio
plasmada en crónicas, reportajes y ensayos, en los cuales lograba
ir con agilidad del eterno retorno al rock o del tango a lo satánico.
Lo suyo era el reportaje en profundidad o gran reportaje, que
la literatura define como aquél donde los esquemas estilísticos
formales se rompen ante la personalidad del periodista-escritor,
y cuya calidad depende más de la cultura, sensibilidad y estima-
tiva de quien escribe, que de la grandeza o profundidad de lo
que se escribe.
Como la mayoría de periodistas literarios, no fue un comu-
nicador improvisado en la prensa, por el contrario fue un perio-
dista ilustrado que llegó a entrevistar a personajes de la talla de
Norman Mailer, Allen Ginsberg, Jorge Luis Borges, Germán Ar-
ciniegas, Juan Lozano y Lozano o Álvaro Pío Valencia. Sin hacer
uso de notas ni grabadoras para sus reportajes, Miguel Álvarez
de los Ríos penetraba con su retentiva en la subjetividad del en-
trevistado, para luego someterlo al severo examen de su pluma.
De esta manera, poco a poco fue forjando un estilo periodístico
donde la búsqueda de equilibrio entre el contenido y la forma se
convirtió en su reto creativo […]
Al hacer un repaso por su obra escrita, se encuentra que Mi-
guel Álvarez de los Ríos es ante todo un testigo del siglo vein-
te. En sus artículos los protagonistas de la historia reciente del
país se perfilan humanos, alcanzables, lejos de aquellos íconos
inorgánicos que aparecen en muchos libros de Historia, como si
fueran seres míticos y no individuos separados de nosotros tan
sólo por unas cuantas décadas. Tal es la intención del libro 22
personajes. Apuntes para una futura geografía humana de Risaralda.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind88 88 18/5/07 22:44:16


Forma y estilo del periodismo literario 89

Un texto que entrega un compendio de perfiles biográficos que


han terminado por convertirse en valiosos documentos históri-
cos acerca de la vida pública risaraldense de mediados y finales
del siglo XX.
Su periodismo es una reconstrucción literaria de los persona-
jes que se pregunta por las causas y motivaciones de sus compor-
tamientos y elecciones […]
En la obra de Miguel Álvarez de los Ríos también hay un in-
terés por reflexionar acerca de la historia local. Su libro Pereira.
La Fuerza de una Raza, escrito con Leonor Ramírez en el año 2002,
es prueba de ello, como también lo son el ensayo Humana Fun-
dación (elaborado con motivo del centenario de la fundación de
Pereira) y las compilaciones Poetas y poemas de Risaralda (1998) y
Anhelos. Poesía de Luis Carlos González (1986). Dicho interés lo ha
llevado a trabajar en el rescate y valoración de la producción cul-
tural regional. Círculos académicos y literarios como El Parnaso
Eje Cafetero, la Sociedad Bolivariana y la Academia Pereirana de
Historia se sienten honrados con su presencia.
Por otro lado, los sucesos y personajes que conmovieron al
mundo y a nuestro país no fueron ajenos a él. Desde el existen-
cialismo de Sartre, hasta el satanismo de La Vey a finales de los
sesenta, pasando por el rock’n roll, el hippismo y la literatura
macabra de Lovecraft, fueron fuente de inspiración para sus es-
critos.
El humanismo de Miguel Álvarez de los Ríos nunca olvidó
el referente de los clásicos universales. No obstante, tampoco se
opuso a las nuevas corrientes de su tiempo, y pudo presenciar,
casi en el mismo instante en que se producían los acontecimien-
tos, los personajes y las ideas que sacudían al mundo. Supo en-
tonces amar las nuevas propuestas que le llegaban, entender los
cambios y valorar las voces de quienes aún se estaban labrando
un nombre en la Historia. Pero también contempló con horror y
recelo las propuestas que comenzaban a conquistar el mundo y
que parecían ignorar la delicadeza de las formas bellas y el deber
de guía de los pueblos, correspondiente a los hombres entrega-
dos al arte y al pensamiento […]”

Ludatio
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector

Diseño libro Miguel Alvarez.ind89 89 18/5/07 22:44:17


90 Miguel Álvarez de los Ríos

vvvvvv

“Este plantel fue fundado o, mejor, inició tareas cuando yo,


novel escritor emborronador de cuartillas– y romo aprendiz de
filósofo, andaba en mis veinticinco años. Cuatro o cinco años an-
tes –hace ahora medio siglo– dilapidaba el tesoro de mi primera
juventud; tenía una estrella en la mano y ansiaba conquistar el
mundo. Con dos amigos del alma, escritores como yo, el estu-
dioso Hernán Toro Rivas y el inteligente Dukardo Hinestrosa
Castrillón y un abogado, mayor que nosotros en edad y prepa-
ración, Alonso García Bustamante, habíamos fundado en Pereira
un grupo “existencialista”. Nos apasionaban Sartre y Simone de
Beauvoir, sin conocerlos a fondo. De Sartre habíamos leído su
gran novela La náusea; novela amarga, metafísica, visión audaz y
conmovedora de la angustia heideggeriana; estábamos metién-
dole el diente a su pensamiento ontológico en su ensayo El ser y
la nada, y habíamos adoptado, como enseña de nuestro grupo, la
que Sartre proclamaba como divisa para el hombre: “Faire et en-
faisant se faire et n´eter rien que ce qu´il s´est fait” (Hacer, y al hacer,
hacerse, y no ser más que lo que él se ha hecho). En la angustia y
el absurdo Sartre no veía un obstáculo, sino, al contrario, un es-
tímulo a la actividad humana. Éramos, pues, existencialistas, sin
saber nada de Unamuno, único existencialista de raza y lengua
españolas, ni de sus temas obsesivos: la muerte, la inmortalidad,
la gloria, el ser uno mismo, la heterodoxia religiosa; e ignorando
a Gabriel Marcel, neoescolástico, católico, más literato que filóso-
fo. Sartre nos mostraba el mejor camino, de eso estábamos segu-
ros: el de una filosofía humanista de la acción, del gran esfuerzo,
del combate, de la solidaridad (“Une philosphie humaniste de
I´effort, du combat, de la solidarité”).
¿Fue este grupo una protesta contra la situación anómala que
vivía nuestro país? Es difícil asegurarlo. Todos teníamos concien-
cia histórica y comunidad de espíritu, pero distintos puntos de
vista frente al espectro político (aparte, otros dos amigos, conser-
vadores y católicos, los hoy respetables maestros Héctor Ocampo
Marín y Benjamín Saldarriaga, nos miraban con benevolencia e
inocultable curiosidad). Yo seguía con mi estrella en alto, con mi
rebeldía intelectual, urdiendo versos deplorables, o que hoy me
lo parecen, y leyendo con fruición todo lo que caía en mis manos,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind90 90 18/5/07 22:44:17


Forma y estilo del periodismo literario 91

no obstante que hartas urgencias e incontables requerimientos


atareaban mi vida, y como el triste personaje de cierta novela gó-
tica, a quien el mal acosaba, como un sabueso infernal, me hería
contra los filos de todas las dificultades […]
Empecé a leer siendo muy niño, inducido por mi padre, quien
me compraba, todos los sábados, una revista chilena denomina-
da El Peneca, en cuyas páginas aparecían, cercadas por textos tri-
viales, obras insignes por capítulos. El primer libro que leí, ya
presentado en volumen, fue El Conde de Montecristo, de la famosa
Ediciones Tor, o Molino, no lo preciso, en terso papel Edad Me-
dia. Me impresionó su protagonista, el marinero Edmundo Dan-
tés, traicionado, aherrojado y luego rehabilitado al convertirse en
Montecristo, un conde espurio pero rico, que hizo justicia por su
propia mano. Años más tarde examinaría, uno por uno, los per-
sonajes de aquella mágica novela y a su autor, Alejandro Dumas,
sobre quien escribí un ensayo, que publiqué, no recuerdo dónde,
si en La Patria o en El País. Dije yo que el viejo Dumas –bona-
chón, sanguíneo, epicúreo, tan diferente a su hijo– le aportó al
romanticismo –que es por esencia y potencia, inconformismo y
rebeldía– lo que también le aportaron, en grado más eminente,
Hugo, Byron, Lenau, Kleist: su grito condenatorio de todas las
injusticias. Leí luego a Charles Dickens, a Cervantes, a Calderón,
a Tirso, a Romain Roland, a Galdós, a Jorge Isaacs: lo hacía sin
orden ni concierto, pues nadie guiaba mis lecturas; devoraba li-
bro tras libro, con ansiedad, con voracidad. Mi padre me anunció
un día: “En lugar de una cultura, vas a adquirir una indigestión”,
una indigestión de libros. Lo dijo debido a que yo, niño todavía
impúber, no estaba en capacidad de seleccionar mis lecturas, en
cuanto se refiera a buena o mala calidad y en cuanto a si nutrirían
mi mente, apenas en agraz, o pudieran intoxicarla con “ateísmo”
o “inmoralidad”.
No recuerdo si la “indigestión” que me pronosticó mi padre
llegó a afectarme en realidad, pero sí tengo bien presente que
hubo un tiempo en que, por ese fenómeno llamado de suplanta-
ción, confundía a los autores que iba leyendo presuroso con sus
entes de ficción: a Dickens, con su Copperfield; a Cervantes, con
su Don Quijote; a Calderón, con su Pedro Crespo; a Tirso, con su
Don Juan; a Roland, con su Juan Cristóbal; a Dostoievsky, con su
Raskolnikov; a José Hernández, con su Martín Fierro; a Isaacs,
con su Efraín.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind91 91 18/5/07 22:44:17


92 Miguel Álvarez de los Ríos

Las criaturas de papel cobraban en mi imaginación una per-


sonalidad más densa, más recia, más acusada, que quienes las
habían creado, de cuyas vidas y milagros no tenía yo la menor
idea.
De todos modos, sin darme cuenta, a mis nueve años esca-
sos, había dejado por completo los bellos “cuentos para niños”,
de origen francés o alemán, la literatura infantil, con todos sus
ogros y gnomos, sus blancanieves y sus enanos, sus cenicientas
y sus hermanastras, sus caperucitas rojas, sus audaces gatos con
botas, sus sastrecillos valientes, sus pulgarcitos, sus patitos feos,
para ingresar al mundo encantado de lo que mi madre llamaba,
con un tono restrictivo y, claramente, de advertencia, “literatura
para adultos”[…]
El humanismo tiene para mí un modelo incomparable: Eras-
mo de Rotterdam, culminación de la inteligencia, cúspide de la
razón humana. Ninguna cosa de la vida le fue extraña a este ho-
landés, de fragilísima salud, de boca grande y fruncida en un ric-
tus que denuncia su enorme fuerza espiritual, de tristes cabellos
ralos, de ojos pequeños y escondidos, de feo semblante de asce-
ta, sin ningún rasgo de osadía, como dice de él Lavater. Erasmo
jamás se engañó acerca de nada ni de nadie. Su obsesión fue la
cultura, la educación sistemática, que, según su apreciación de
gran genio renacentista, acabaría con las guerras, con la violen-
cia, con la injusticia. Stefan Zweig, su mejor biógrafo, profesa que
su cerebro era una máquina de pensar absolutamente moderna,
de precisión insuperable y magnífica amplitud y alcance. Todo
el terreno del pensamiento fue trajinado e iluminado por aquel
cura sin parroquia, sin sotana, sin camándulas, que creía más en
la tierra que en las delicias del cielo. En todas las universida-
des se percibe su ardiente influjo, porque a todas las inspiró al
franquearles las puertas a la investigación y a las ciencias. Con
Erasmo, “luz del mundo”, suma de la sabiduría, el concepto de
universidad adquirió una más profunda, más definida relevan-
cia, y el idealismo académico, un valor nunca imaginado.
Hace tres años, en Rotterdam, visité la Universidad que per-
petúa su nombre y se inspira en sus ejemplos, situada frente al
vasto puerto (arrasado en 1940 por la aviación alemana y bella-
mente reconstruido, con gusto clásico y humanístico, en su anti-
gua arquitectura). Estuve allí con mi mujer y con mi hija mayor y
los tres nos sobrecogimos al ingresar a la biblioteca y sentir, casi

Diseño libro Miguel Alvarez.ind92 92 18/5/07 22:44:17


Forma y estilo del periodismo literario 93

palpar la presencia del gran humanista. Yo podría jurar que lo vi,


de pie ante su pupitre, envuelto en sus vestiduras de anchas y
gruesas mangas, guarnecidas con finas pieles, y tocada su cabeza
con birrete de terciopelo, como en uno de los retratos que de él
pintó Holbein el Joven.
Las universidades modernas, aunque imperen en su enseñan-
za la técnica y la tecnología (naturalmente, indispensables para
afrontar los desafíos de la actual civilización), no pueden echar a
un lado o repulsar al humanismo, que es la esencia de toda cultu-
ra, y al ir a la par con los tiempos, a causa de su dinamismo, hoy
confía en la democracia, en la razón y en la ciencia como fórmu-
las de solución para los problemas humanos. Así lo entiende e
interpreta nuestra Universidad Tecnológica, que conserva intac-
tas las fibras de su raíz humanística, y al concederme este título
en Español y Literatura, está afirmando los valores que desde el
fondo la sustentan […]

Lectio
Miguel Álvarez de los Ríos
Escritor

Diseño libro Miguel Alvarez.ind93 93 18/5/07 22:44:17


Efemérides

A Miguel Álvarez de los Ríos

Henos aquí, Miguel, justo a tu lado,


celebrando tu rol de periodista;
esos tus cincuenta años de prosista,
fiel al canon del arte, aquilatado.

Conmemorámoste hoy lo realizado,


ese tu oficio intenso sin arista;
pues tu eufónico estilo clasicista,
siempre ha sido por todos elogiado.

Aquí estamos, oh sí, con regocijo,


aplaudiendo con ánimo prolijo,
también tu obra ensayística, enjundiosa.

Recibe, en fin, de nos este homenaje,


por la gracia sin par de ese lenguaje
con que escribes, Miguel, tan noble prosa.

Héctor Escobar Gutiérrez

Diseño libro Miguel Alvarez.ind94 94 18/5/07 22:44:18


Memoria de mis días

Diseño libro Miguel Alvarez.ind95 95 18/5/07 22:44:18


Miguel Álvarez de los Ríos con Juan Lozano y Lozano, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind96 96 18/5/07 22:44:18


Su nombre se registra con frecuencia en el valioso do-
cumento cultural del Gran Caldas. Ningún inventario
que abone los terrenos de la literatura y el ensayo podría
dejarlo fuera o insinuarlo apenas en una nota al margen.
Es un escritor de pocos libros, aunque es el responsable
de una profusa obra dispersa en periódicos y revistas y
dueño de una capacidad evocativa que lo liga al desa-
rrollo social, cultural y político de la Pereira posterior a
la segunda mitad del siglo XX. Difícil comprobar la au-
toría de algunos de sus textos, porque a menudo acudió
a los seudónimos o a los editoriales sin firma o a las la-
bores del ghostwriter, en un ambiente en que los pudores
y limitaciones de ciertos personajes públicos los insta a
relatar su experiencia en el estilo de un artista a sueldo.
Estos detalles crean en torno suyo una leyenda sobre su
prolífica obra literaria que suelen alimentar sus amigos y
áulicos, o que el propio escritor se encarga de nutrir con
su grandilocuencia, o bien desde la ilusión –es un crea-
dor–, o bien desde la verdad –es un humanista.
Lo hemos visto caminar por la ciudad y su sola presen-
cia cautiva. Elegante, apuesto y observador, camina un
mundo cuando ha leído e inventado otro. Al saludarlo
se motiva el diálogo y no hay más remedio que escu-
charlo, porque en la evocación, en la cita memorable, en
la relación de nombres y situaciones, está solo, cuando
hace eco de unos tránsitos por anaqueles y archivos em-
polvados, por cafetines y barrios de viejo, en busca de
un dato o una glosa para las próximas cuartillas que es-
cribirá, como desde hace treinta años, en su vieja Crown
japonesa, una “máquina de escribir portátil”, emblema
de un ejercicio en la escritura y objeto caro al museo de
los veteranos periodistas y narradores que se resistieron
(quizá por un sentido ligado al misterio estético), a uti-
lizar los ordenadores mágicos, como si así fuera posible
preservar un mundo privado de la vertiginosidad de los
tiempos modernos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind97 97 18/5/07 22:44:19


Yo he tenido un amor casi morboso por mi nombre.
Adoro mi enseña bautismal, mis apellidos enraizados
en la mejor nobleza colombiana. Pero sobre todo mi nombre,
delgado y agudo y cortante como una espada.
No dejando de reconocer mi humilde condición humana,
que me detiene muchas veces en mis locos sueños de grandeza.
Ya lo dijo un ilustre tocayo mío, muerto
en olor de grandeza política y literaria:
“Me llamo barro aunque Miguel me llame,
barro es mi profesión y mi destino…”
(Tomado de la columna Reloj de arena, escrita por Miguel Álvarez de los Ríos,
bajo el seudónimo Twain. El Diario, Pereira, Caldas 1 de junio de 1957).

Una imagen de infancia

Nací en Pereira, el 6 de junio de 1935. Así que soy modelo “tres


patadas”, como le decían a los modelos antiguos que necesitaban
la acción del cross dos y tres veces para poder que ingresara la
palanca de cambios. En esa época apareció un tipo de carro o
automóvil, un Ford, que lo llamaban el Ford “tres patadas”; por
supuesto yo no lo conocí, pero sí por referencia histórica, porque
mi papá tenía uno de esos carros que tanto impacto produjo en
la aldehuela. Nunca pude saberlo bien, pero mi papá decía que
era un auto alemán y posiblemente sí, porque el inglés tiene que
ver mucho con ese idioma. El carro no tenía motor de arranque,
así que había un hombre empleado de mi papá, primo de mi
madre y él era el encargado de darle manubrio al vehículo para
que arrancara, una vez mi padre se instalara en el carro. No había
motores de arranque, todo se accionaba a través de una manive-
la. De esa época proviene mi primera imagen.
Mi padre se llamaba Marco Antonio Álvarez Botero, era de
Manizales. Su padre, Juan Miguel Álvarez del Pino, era de Rio-
negro, Antioquia, abogado. Mi madre se llamaba Mercedes de
los Ríos Barreneche. Nació en Riosucio, un pueblo ubicado en el
extremo occidental de Caldas. Su padre se llamaba Ricardo de
los Ríos Cock, era hija de español y de inglesa de Liverpool. Los
ancestros de mi madre llegaron a Riosucio, a Marmato y Supía
mediante contratos que les hizo el Gobierno Republicano des-
pués de la consolidación del Estado de las Guerras Libertadoras,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind98 98 18/5/07 22:44:19


Forma y estilo del periodismo literario 99

porque eran ingenieros de minas o trabajadores de minas. Todos


los apellidos de origen sajón o de origen francés que existen en
el antiguo departamento de Caldas, se localizaron en ese terrón
cósmico que abarca Riosucio, La Vega, Supía y parte de la zona
rocosa de Marmato. Porque los que llegaron allá eran europeos
expertos en minas que había contratado el gobierno, de acuerdo
con varios contratos que hizo Don Salvador Camacho Roldán,
como Ministro de Hacienda y del Tesoro. A mi abuelo no alcancé
a conocerlo, yo aún estaba muy pequeño cuando él murió.
Mi padre murió muy joven, a la edad de 55 años. Tristemente
las personas que más he amado se me han muerto muy ligero.
Mi madre sí murió hace poco, cuando cumplía 85 años. Era una
mujer sumamente inteligente, muy delicada, con muchos cono-
cimientos de literatura, de vida y rica en anécdotas. Ella solía
contarme de su niñez en Riosucio y en Manizales. Pertenecía a
una familia con padres y abuelos ricos y letrados. Ella recordaba
muy especialmente los engendros, las supersticiones de su niñez
y me los contaba, como dicen las cronistas sociales, con lujo de
detalles. Era muy minuciosa, dibujaba perfectamente a las perso-
nas, poseía una gran capacidad descriptiva. Sabía muchas coplas
de su niñez, algunas las descubrí después y supe que eran de
origen español y otras urdidas en su pueblo, aunque probable-
mente modificadas por mi abuelo, que era un hombre muy letra-
do y que había estado en el extranjero. Me contó una vez que su
padre estaba en Buffalo, una ciudad de la costa este de los Esta-
dos Unidos y tenía que ir a Nueva York y se montó en un tren.
Era 31 de diciembre y cayó una nevada que bloqueó las vías. Iba
muy poquita gente en ese tren, y los norteamericanos, sobre todo
los descendientes de ingleses e irlandeses, tienen por costumbre
en navidad, además preparar las tortas, viandas y ponches, leer
un cuento de navidad. Ninguno de los que estaba ahí tenía el
cuento. Como su madre era inglesa, él hablaba el inglés. No se
preocupen, les dijo, yo tengo un cuento de navidad muy hermo-
so: “En los tiempos del emperador César se ordenó un censo de
todos los israelitas que vivían en el imperio... gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres…”. Yo hice una crónica
sobre eso.
Fuimos una familia muy unida, recibimos una buena educa-
ción y todos nos criamos en el credo católico ortodoxo. Estuve
muy poco en ese asunto, pero de todas maneras conservo algu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind99 99 18/5/07 22:44:19


100 Miguel Álvarez de los Ríos

nas enseñanzas que pienso que son valederas, porque lo religio-


so es una formulación de carácter ético más que metafísico. La
religión siempre le crea a uno ciertas maneras de ser, y aunque es
verdad, como dice Petrovsky, que es un veneno lento, de todas
maneras hay venenos lentos que sirven. Como el whisky.

En la ciudad, las letras

Vivíamos en la 8ª con 23, al frente de donde hoy se ubica el


Diario del Otún. Pereira era muy pequeña y el complejo urbano
apenas lo conformaban casas de uno o dos pisos, de manera que
un avión pequeño podía perfectamente maniobrar muy bajo. Las
construcciones majestuosas eran la Catedral, el Gran Hotel y un
edificio nacional, donde funcionaba el tribunal, juzgados y los
correos, y el edificio de la 8ª con 19, donde por mucho tiempo
se localizó la Colombiana de Seguros. El edificio de la Alcaldía
lo estaban haciendo apenas. Lo demás eran ranchos. A partir de
ese momento empieza todo un despliegue urbanístico, si así se
puede decir, de la ciudad, que hasta ese momento estaba concen-
trada sólo en el centro, y las familias (Currutacas, como dicen en
Buenos Aires, las que son tradicionales, las más adineradas) vi-
vían en pleno centro, cuyo perímetro se extendía entre la 22 ó 23
con 6ª y hasta la 16 con 6ª. Tenía 3 años entonces y recuerdo que
mi papá llegó preguntando por mí y me dijo: “Camine a ver, que
van a tirar a un hombre de un avión”. Era en realidad un muñe-
co, pero yo no lo sabía. Me llevó hasta la 20 con 8ª. Había mucha
gente, pues era el 30 de agosto, el día tradicional y clásico de la
ciudad. Mi padre me aseguró en su cuello y vi cómo un avión
estaba dando círculos, volando muy bajo y desde allí tiraron un
muñeco de trapo, a quien las gentes apodaron “mazamorro are-
po”. Era un muñeco de la estatura normal de un hombre, y cayó
en la casa de don Roberto Marulanda, uno de los hombres más
ricos e influyentes de la ciudad, pues llegó incluso a gobernador
y ministro de Estado dos veces. Ahí, en una de las casas más
prestigiosas, fue a parar ese muñeco.
Tenía seis años cuando mi papá empezó a comprarme una re-
vista chilena muy famosa que se llamaba El Peneca. Allí empecé a
leer. De hecho ya sabía leer cuando entré a la escuela, porque mi

Diseño libro Miguel Alvarez.ind100 100 18/5/07 22:44:19


Forma y estilo del periodismo literario 101

madre se empeñó en el asunto. Quisieron inscribirme en una ins-


titución y por mi corta edad, según disposiciones del gobierno,
aún no podía cursar el primero. Estábamos por esa época en Be-
lén de Umbría. A raíz de que el maestro Guillermo Santacoloma
no permitió mi ingreso a su establecimiento educativo, mi padre
llamó a un peluquero para que su señora Tránsito Arroyave, que
había sido maestra, pusiera un kinder financiado por mi padre.
Allí estuve pocos meses. Apareció en el escenario mi tío Ricardo,
de profesión abogado, quien se enfrentó con el maestro. Éste se-
guía empecinado en que a mí me faltaban cuatro meses de edad
para empezar a cursar el primero y me tío lo conminó: “Al que
le faltan cuatro meses para estar en este puesto es a usted sino
me obedece ya. Basta con hacer una llamada”. De inmediato me
recibieron.
La revista traía series y allí leí por primera vez a Robinson Cru-
soe. Me gustaba tanto eso, la aventura del hombre aquel que en
una isla desierta domestica una cabra, siempre con un loro en
el hombro. Después vine a entender que ese destino también es
un símbolo de la soledad, del hombre en estado de naturaleza,
según Rousseau. Le dije a mi papá que quería leerme un libro y
me dijo: “Hay un hombre que le dicen “Cristo Viejo”, se llama
Gerardo Arias, él tiene unos libros y los alquila a 50 centavos
la semana. Dígale que se los enseñe”. Don Gerardo me instruyó
en su catálogo y lo primero que me alquiló fue El Conde de Mon-
tecristo. Ese fue el primer libro que leí. Aún me sé de memoria
muchos fragmentos y jamás podré olvidar su trama. Luego ven-
drían otros autores, cuando inicié mi bachillerato en Manizales,
entre ellos Vargas Vila, un escritor repudiado y cuyos libros papá
los quemó con el argumento de que “ese hombre no es católico”.
De modo que lo que podíamos leer en casa era la obra de Isaacs,
María, leída en voz alta por una de mis hermanas, mientras todos
llorábamos. Luego me dieron a leer el libro El Mártir del Gólgota,
escrito por un tipo que se llamaba Rafael Pérez, una estupidez
de libro.
Mi padre era muy inteligente, un hombre de pueblo y aunque
no era una persona ilustrada, sí tenía mucho sentido de las cosas.
Recuerdo que tenía diez años cuando un avión chocó en Nueva
York con el edificio del Empire State. Yo no podía entender cómo
un avión podía chocar contra una casa. Entonces él me explicó:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind101 101 18/5/07 22:44:51


102 Miguel Álvarez de los Ríos

“Esta casa de nosotros tiene dos pisos, pero en Estados Unidos


hay unas casas que no tienen dos, sino cuatro, ocho, nueve y
hay unas que tienen mucho más de cincuenta pisos. Luego, son
edificaciones muy altas”. Así comprendía las cosas más difíciles.
Cuando yo llegué la primera vez a Nueva York, lo primero que
hice fue ir a ver el edificio, y aún hoy voy a visitarlo. Es el edificio
de mi padre. Me paro siempre al frente, a verlo mover, porque
uno tiene la sensación de que se mueve y se va a caer, y es sim-
plemente la altura, tal vez el movimiento y el paso de las nubes
los que producen ese efecto.
En 1941, estaba yo pequeño, me llevaron a Belén de Umbría
porque allá vivía aún el abuelo materno. En este pueblo estu-
vimos dos o tres años y allí estudié los primeros años de la pri-
maria. En Pereira hice 4º y 5º de escuela primaria en el Instituto
Caldas, bajo la tutela de don Juan Suárez. Luego estuve en Ma-
nizales en el Instituto Universitario, que era un colegio grande e
importante, con una tradición que se inició en 1914. De ese cole-
gio egresaron una serie de individuos ilustres, una generación
anterior a la mía, por supuesto. Del Instituto Universitario es
Alzate Avendaño, Fernando y Jorge Mario Eastman, Pablo Oli-
veros y otros más. De allá ha egresado gente muy importante y
muy bien instruida; en esa época había un pensum educativo en
la secundaria que incluía el estudio de unas materias de carácter
obligatorio. Había que cursar el inglés, el francés y aprender raí-
ces griegas y latinas. Teníamos excelentes maestros. Manizales
era el Meridiano de la cultura y la educación en aquellos tiempos
era exigente. Recuerdo a don Andrés Trejos, padre de Bernardo
Trejos Arcila, escritor. Recuerdo también al filósofo Rogelio Esco-
bar Ángel y al maestro Hernando Muquini, gran poeta, profesor
de literatura. La enseñanza entonces era memorística y el que
perdiera tan sólo una materia perdía el año. De todos modos eso
correspondía a lo habitual en esos tiempos.
Estuve en el Instituto hasta quinto año de bachillerato y luego
mi papá, que era clarividente, dijo que yo tenía que salir bachiller
de Bogotá, porque un bachiller de pueblo no pegaba en la capital.
Me fui para Bogota y allá terminé el bachillerato en el Gimnasio
Universitario.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind102 102 18/5/07 22:44:51


Forma y estilo del periodismo literario 103

Cuando la ciudad me sobreviva

Hay que empezar por decir que Pereira es un eslabón roto en


la cadena de la colonización de Caldas, porque es que Pereira no
fue fundada por gentes de Antioquia sino por gentes del Cauca.
Los antioqueños llegaron mucho después, cuando esto ya esta-
ba fundado, cuando ya había gentes de todas partes. Los antio-
queños llegaron y abrieron unas fincas, acondicionaron terrenos,
pero muchos de ellos ya habían sido abiertos y tenían su propia
historia. En esto disiento un poco del historiador Víctor Zuluaga.
Creo que él está buscando cosas donde no se le han perdido, yo
nunca he discutido eso, eso de irse hasta España para venir a
decir que esta tierra no era del doctor José Francisco Pereira, eso
no tiene sentido, sobre todo porque yo he estado en Popayán y
conozco los papeles y manuscritos en que le ceden al doctor José
Francisco Pereira los terrenos donde hoy se erige la ciudad. Co-
nozco bien la historia del doctor José Francisco Pereira y conozco
la hijuela, el documento que le perteneció al hijo, Pereira Gamba.
La gente confunde a Pereira Martínez con Pereira Gamba. El doc-
tor José Francisco Pereira Martínez fue prócer de las guerras li-
bertadoras, sus hijos en cambio fueron usufructuarios de las glo-
rias y de los dineros y la hacienda del Padre. El doctor Guillermo
Pereira Gamba, Próspero Pereira Gamba, Nicolás Pereira Gamba,
Benjamín Pereira Gamba y la hermana de ellos, Blanca, eran ape-
nas herederos de él, herederos pero en gran medida. Guillermo
fue elegido diputado, es decir, senador al Congreso de la Unión
por el Cantón del Quindío. Próspero Pereira Gamba, localizado
en Bogotá, su hermano, era también senador por Cundinamarca
y Boyacá y fue uno de los fundadores de lo que llamaron El Mo-
saico, una sociedad de letrados que se reunía periódicamente a
tomar chocolate y confituras, y a veces vinos agrios importados
de Extremadura. Pereira Gamba era un hombre ilustrado, amigo
de Vergara y Vergara, de Eugenio Díaz, de los que constituyeron
El Mosaico en Bogotá. Este grupo tuvo una fuerte incidencia en el
país y en términos literarios y artísticos definía en buena medida
lo que tenía o carecía de valor cultural.
En Pereira tuve buenos amigos desde mi niñez y adolescen-
cia, por ejemplo, Jorge Mario Eastman, su hermano Gustavo,
que es el presidente de la Universidad del Área Andina, Héctor
Ocampo, que es académico de la lengua y Hernán Vallejo Mejía,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind103 103 18/5/07 22:44:51


104 Miguel Álvarez de los Ríos

que fue ministro de agricultura. En general, curiosamente y qui-


zá sin proponérmelo, casi todos los amigos míos tenían la vena
intelectual. Es posible que nos atrajera mutuamente el hecho de
que creíamos en unos valores muy parecidos en el orden del pen-
samiento, no necesariamente ideológico, y que por esta razón yo
me entendiera tan bien con Héctor que es conservador y rezan-
dero, cuando yo he sido todo lo contrario, y me entendiera ab-
solutamente bien con Hernán Vallejo, también conservador, or-
todoxo, jesuítico, de la misma manera que con Jorge Mario, que
es un liberal, con una raíz humanística insular y agresiva, que a
él le ha surtido en su vida y en su prestigio, y a mí más bien que
participo de esos mismos ideales, me ha sido ruinoso.
Recuerdo a Pereira desde que era un pueblo pequeñito, desde
el año 40. Lo recuerdo porque yo andaba de la mano de mi padre
por todas partes. Era un pueblo pequeño, de casas de bahareque,
confinado, de unos límites muy próximos. Evoco que por la ca-
rrera 7ª no se iba sino hasta la calle 34, donde había un circo que
se llamaba el circo Bengala, hecho justamente por don Alfonso
Jaramillo Gutiérrez, el abuelo de las Jaramillo. El tranvía pasaba
por ahí y llegaba hasta donde está hoy la Universidad Libre. Ese
lugar se llamaba “El sacatín”, porque ahí fabricaban el aguar-
diente y el ron viejo de Caldas. El tranvía subía por eso lados,
volteaba por la calle 29 hacia la 8ª. Seguía hasta la 21, bajaba por
la 21 hasta el parque Olaya Herrera, subía por la calle 19 y toma-
ba la 6ª. Eso luego con los años lo recortaron, le quitaron esa baja-
da al parque Olaya y la desviación de la 6ª hasta la 19, y siguieron
por la 8ª, desde el parque la Libertad. De allí subía hacia la calle
10, hasta la 9ª. En este lugar el travía volteaba, y llegaba hasta lo
que nosotros llamábamos “El dancing”, una confluencia entre las
carreras 9ª y 10ª con calle primera. Esa era la ruta del tranvía.
Por allá en los años 42 ó 43 existían dos o tres emisoras, La
Voz de Pereira que es la más antigua, La Voz Amiga y La Voz
del Pueblo. No existían las cadenas radiales; en la Voz de Pereira
tenía un programa un cómico antioqueño que se llamaba Raúl
Echeverri, quien había creado un personaje niño que se llamaba
Jorgito. El propio Montecristo dijo después que todo lo que él sa-
bía de humor se lo había aprendido a Raúl Echeverri. Porque yo
recuerdo que era muy chistoso, ese programa se llamaba la Hora
Sabrosa y era todos los sábados de 7 a 8 de la noche en radio
teatro. La emisora quedaba en la 7ª, al frente del antiguo edificio

Diseño libro Miguel Alvarez.ind104 104 18/5/07 22:44:52


Forma y estilo del periodismo literario 105

de la Cámara de Comercio y yo iba hasta las instalaciones de la


emisora, a las 7 de la noche, ya grandecito, porque allí tenía bue-
na relación con un locutor que me dejaba entrar. Luego supe que
se trataba de Julio Sánchez Vanegas.
La Voz de Pereira fue fundada antes de mi nacimiento, en el
año 1932, por don Mario Arango, que es tío del que es ahora ge-
rente del Ingenio de Risaralda. Posteriormente en el año 1938 fue
fundada la Voz Amiga por Luis Carlos González y Rodolfo Cas-
tro Torrijos. Ésta se la vendieron con el tiempo a Óscar Giraldo
Arango que fue el verdadero hombre de la radiodifusión en Co-
lombia. La radiodifusión grande nació en Pereira, aquí se formó
la primera cadena radial. Caracol se fundó aquí en Pereira, tenía
otro nombre pero aquí empezó, con la Voz Amiga, una emisora
de Manizales y otra de Medellín.

En estado de sitio

Sin duda pertenezco a la Generación del Estado de Sitio, la


que nació a partir de los años treinta. Una generación que llegó
a la mayoría de edad (21 años) con un país en la más absoluta
anormalidad institucional, sin vigencia de la constitución, con
leyes de ipso, con leyes inventadas y al arbitrio de unas autorida-
des abusivas. El país estaba en desorden. No sólo había una gran
violencia política en todos los campos sino que la ley funcionaba
absolutamente mal en todos los aspectos, en lo penal, en lo civil.
Los pueblos de Risaralda, de Caldas y norte del Valle, fueron
azotados por una violencia implacable. De manera que nosotros
llegamos a los 21 años sin ninguna orientación, sin ninguna po-
sibilidad de dedicarnos a cosa distinta que a la política como una
forma de sobrevivir.
El Estado de Sitio respondía a una fórmula constitucional in-
serta en el artículo 121 de la carta, por virtud del cual el presi-
dente de la república se investía de poderes omnímodos, y con
el pretexto de que tenía que mantener el orden público y la ar-
monía del país, entonces venían los abusos, metían a la gente a la
cárcel sin fórmula de juicio. A veces ni siquiera los jueces podían
ejercer, pues todo quedaba al arbitrio del inspector de policía y
de un capitán o de un teniente o un mayor, en fin, alguien con
rango en los aparatos de control.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind105 105 18/5/07 22:44:52


106 Miguel Álvarez de los Ríos

De modo que viví la etapa de la violencia cuando aún estaba


muy joven. El 9 de mayo de 1957 me encarcelaron y en un cuar-
to que servía de calabozo me colgaron como a un animal. Creo
que era Dámaso Alonso, el grande poeta español, el que decía:
“Yo ando con una ligera inclinación de nave”. Me dañaron un
hombro. Aquí había una junta revolucionaria luchando contra el
gobierno del General Rojas. Esa junta la conformaban cerca de 40
personas, la presidía don Federico Drews y yo era el secretario.
Teníamos un mimeógrafo y yo reproducía los escritos de Alberto
Lleras y de Luis Eduardo Nieto Caballero y todos los panfletos
contra el gobierno. Reproducía esos documentos en papel estén-
cil, porque no había fotocopiadora en esa época. Las autoridades
empezaron a seguir las pistas de quién distribuía esa propagan-
da, hasta que se dieron cuenta de que yo hacía parte de la Jun-
ta Revolucionaria. El 9 de mayo del 57 pasó una manifestación
rojista y yo estaba en mi casa de la 7ª, entre calles 22 y 23. Vi la
manifestación que pasó por ahí y salí. Eran las seis y media de la
tarde y me fui para El Páramo, un antro romántico que quedaba
en la 15 con 7ª. Iba llegando a ese sitio cuando vi una banqueta
del ejército y uno de los militares ordenó: “Échenle mano, éste
forma parte de la Junta”. Tenía 22 años entonces y me llevaron
hasta las instalaciones del Batallón San Mateo, delante de un co-
ronel que se llamaba Luis Eduardo Gil Martínez, era el coman-
dante del batallón y dijo: “No, a este tipo no lo necesito yo aquí
para nada, deben llevárselo para el SIC”. El SIC, Servicio de In-
teligencia Colombiano, era lo que es hoy el DAS, una institución
manejada políticamente, que igual, como la de ahora, resultaba
muy peligrosa. Los agentes del SIC eran “pájaros” al servicio de
la violencia política, lo sabíamos todos.
Cuando me llevaron al lugar de acuartelamiento, allí esta-
ba toda la Junta Revolucionaria. Estaba Álvaro Ocampo Posa-
da, Jorge Enrique Duque, don Gustavo Arango, don Federico
Drews, el doctor Drews Castro. Estaban ahí, en una sala y yo era
el último de la cadena, por eso era que me estaban buscando.
Estos señores que estaban ahí hicieron localizar a unos dirigentes
conservadores, entre ellos a don Lázaro Nichols y José Domingo
Escobar. Como a las 11 de la noche los soltaron a todos, menos
a mí. Cerca de las tres de la mañana, cansado de estar sentado
en el suelo, llegaron dos detectives que me llamaron en varias
ocasiones “Miguel de los Ríos”, y yo me quedé callado. Hasta

Diseño libro Miguel Alvarez.ind106 106 18/5/07 22:44:52


Forma y estilo del periodismo literario 107

que se enfurecieron y me insultaron. Les respondí que mi primer


apellido era Álvarez. No les gustó para nada mi ironía. Pensé
que me iban a soltar, pero me pasaron a una pieza contigua y
allí había un gancho grande con una soga. Comencé a temblar
y me dije, claro, me van a ahorcar. Pensé en Gérard de Nerval
e imaginé que estaba en la Calle de la Linterna en París, donde
el ilustre poeta se ahorcó. No me colgaron desde muy alto, pero
para efectos era lo mismo. Me colgaron de los brazos, y cuando
estaba en esa posición me quitaron la banqueta en la que estaba
apoyado y yo quedé colgando. Algo en mi cuerpo traqueó. Des-
de entonces uno de mis hombros permanece descolgado. Me lo
arreglaron luego, pero siento que no quedó bien del todo. A las
cuatro de esa madrugada, de esa noche funesta para mí, cayó la
dictadura de Rojas, y estos tipos de la SIC se volaron todos y me
dejaron colgado. Fue un vigilante, un cuidador de comercio de la
galería quien logró descolgarme del gancho.

El Flâneur

Me gusta la ciudad. Reconozco en cada portón, en cada pa-


red y en cada lámpara algo entrañable del mismo recuerdo que
sintetiza parte de la ciudad. Yo creo que esa no es una actitud o
una costumbre original mía, los grandes escritores lo han hecho
siempre. Un escritor de París, mediocre pero inteligente que se
llamaba Eugenio Sue, escribe Los misterios de París, como la sínte-
sis de sus recorridos urbanos. El propio Borges ha sido un cami-
nador de Buenos Aires, como otro argentino de mi generación, el
maestro Juan José Sebreli, que para mí es mucho más grande que
Borges en algunos aspectos. En cuanto al estilo literario Borges
es un preciosista, tiene un estilo deslumbrante, una capacidad de
síntesis para decir las cosas en pocas palabras. Lo que se llama en
términos de derecho “economía procesal”, él lo tiene en térmi-
nos de literatura, porque él, Borges, con una parrafada pequeña
dibujaba toda una situación, y a veces con un solo adjetivo daba
a entender una situación. En un lance de compadritos, de cu-
chilleros, habla de “un sigiloso cuchillo”. El adjetivo sigiloso da
a entender la clandestinidad, la parsimonia, el silencio con que
un arma puede ser cargada o con la que un arma puede operar.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind107 107 18/5/07 22:44:52


108 Miguel Álvarez de los Ríos

“Un sigiloso cuchillo”, así que el sigiloso no es el individuo sino


el cuchillo. Tal vez en una página en la que se refiere al sacrificio,
al asesinato de Julio César, a manos de unos conjurados, entre los
cuales está su hijo Bruto, que no era su hijo sino que en términos
históricos era su amante, Borges dice que “un cuchillo que derra-
ma brusca sangre”. He ahí una gran maestría para condensar con
una palabra toda una figura literaria que indica inmediatamente
cómo la sangre surge, brota en efusión y además alevosamente,
“brusca sangre”.
Sobreviví a la violencia política de mediados de un siglo que
hace poco se oscureció. Estaba muy pequeño en realidad. Nos
perseguían políticamente y de allí aprendí a sobrevivir, a hacer-
me fuerte. Sobreviví también en otros países, andando por sus
calles, por sus parques, andando en las noches de París, de Áms-
terdam, de Madrid, de Nueva York, de Washington, de Buenos
Aires, siempre de la mano de mi mujer. Y en cada una de esas
ciudades he tenido el cuidado de indagar por sus mitos, valores
y tradiciones, buscando asociaciones que luego alimentaran mi
pluma. Ahora recupero unas imágenes que me ubican en una
noche lluviosa de París. Siento el chapotear de mis zapatos y me
abriga la sensación de que alguien me sigue de cerca y quiere
acorralarme. De pronto me pongo en la tarea de hacer memoria
intelectual y recuerdo que en 1870, por esa misma calle, andu-
vo el Conde de Lautréamont, con todo su satanismo y su dia-
bolismo metido en el cuerpo. Y cuando ando por las calles de
Manhattan, no me imagino que estoy tocando los predios de la
familia Rockefeller, sino que estoy desandado los pasos del poeta
Whitman y del escritor Washington Irving. Manhattan, esa parte
de la ciudad de Nueva York moldeada por las aguas del Hudson,
es la ciudad de los rascacielos. Tiene la virtud de las ciudades
grandes, donde cada quien se siente pequeño ante la inmensi-
dad, ante la soberbia de la arquitectura. Los edificios oscurecen
las calles angostas. No suele bajar el sol hasta el asfalto. El sol se
pega en la pared y luego se esfuma y sólo queda la desmesura
del hormigón que me produce un placentero miedo, porque allí
se representa el avance del arte y su historia, allí está todo, lo
barroco, el Art Deco, lo ecléctico. Allí conviven todas las expresio-
nes de la cultura y de la subcultura. Es grato respirar allí.
A menudo me ocupa un reminiscencia, quizá sea sólo una
imagen de viajero: Me desprendo de mi mujer y mi hijo Juan

Diseño libro Miguel Alvarez.ind108 108 18/5/07 22:44:52


Forma y estilo del periodismo literario 109

Miguel. Es posible que esté sintiendo el aire grueso de Pennsyl-


vania. Quiero vagar, perderme y opto, en plena calle, por hacer
un giro a la derecha, sin apreciar la inclinación de la vereda. Son
las seis y media de la tarde. Me encuentro de pronto frente a una
casa que ya estaban cerrando. Veo una señora alta, flaca y beata,
como todas las sajonas. Le pido que me deje entrar, pues tengo
una corazonada. Asiente, atenta y dispone todo para que yo re-
corra algunos cuartos interiores. Descubro que esa casa la ocupó
Walt Whitman durante diez días y allí se reunió con el presidente
Abraham Lincoln. Una fotografía da cuenta de ese encuentro.
¿Por qué se reunieron?, me interrogo allí mismo, en medio de la
soledad de una casa antigua y bien cuidada. Pennsylvania fue
escenario grande de la Guerra Civil y Lincoln estaba recorriendo
esos parajes. Esa fotografía eterniza un sentido y un sentimiento
de cultura y de veneración hacia los grandes valores, que no exis-
ten en Colombia, que no han existido nunca y esa comprobación,
esa dolorosa comprobación, me regresa a mi propia realidad.
Y cuando me pierdo en las veredas de Madrid, creo que es-
toy tratando de encontrar las sombras de la generación del 98.
Presiento que en cualquier café de la Calle de Alcalá me voy a
encontrar con don José Ortega y Gasset y con don Ramón Pérez
de Ayala y doña Concha Espina y de pronto, si tengo suerte esa
tarde, con el poeta Juan Ramón Jiménez. Estuve en Granada, la
tierra de García Lorca, donde fue fusilado por la espalda. Allí
asociaba al poeta García Lorca, que tocaba la guitarra y a quien
le gustaba el Cante Jondo, con el músico don Manuel de Falla, por-
que parece ser que Lorca visitaba al genio musical de Falla y que
en presencia del poeta genial, el otro genio que era don Manuel
de Falla, escribió su Amor brujo y sobre todo esa parte del Amor
brujo que es inquietante por el contenido de su magia, La danza
ritual del fuego. Cuando ando por Buenos Aires siempre creo que
estoy desandando los pasos del poeta Borges y reconociendo la
ciudad que Juan José Sebreli, sociólogo y filósofo, pensó desde
sus entrañas y suburbios. En Chile olvidé que existía Pinochet,
cuando tenía muy presente en mis pasos que esa tierra vio cre-
cer las palabras de Neruda y Nicanor Parra y Violeta Parra. No
tengo recuerdos para los sátrapas y para los tiranos. Sólo para
los genios y espíritus claros que han sabido iluminar mis bús-
quedas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind109 109 18/5/07 22:44:52


110 Miguel Álvarez de los Ríos

Meridiano desde el puente grecolatino

Casi todos mis amigos de Manizales fueron personas eminen-


tes, muchos de mi generación y otros un poco mayores. Conocí al
filosofo y escritor José Vélez Sáenz, autor de dos libros cenitales,
Vivas de Caín y Las llaves falsas. Otro eminente amigo mío fue Jor-
ge Santander Arias, filósofo, escritor, pensador, absolutamente
autodidacta, autor de varios libros, uno de poesía que se llama
Óbice y otro de ensayos en los cuales uno no sabe qué admirar
más, si la capacidad de penetración que tiene tan honda en la
filosofía y en el destino humanos o su fidelidad a los valores per-
manentes del espíritu. Santander fue un lector infatigable, por su
puesto en edad cronológica mayor que yo, y probablemente en
edad intelectual. Otro amigo mío, pariente, Alberto Londoño Ál-
varez, médico y musicólogo, un prodigio de inteligencia. En rea-
lidad Alberto no era nacido en Manizales sino en Montenegro,
pero él se crió en Manizales y estuvo vinculado a la Universi-
dad de Caldas durante muchos años, un humanista, un hombre
grande, igual que Rodrigo Ramírez Cardona, filósofo educado
en París. En mi lista de amigos no podía faltar Arturo Gómez
Jaramillo, quien fue director de La Patria de Manizales. Ramírez
fue abogado, conservador, traductor de Paul Verlaine y de los
poetas malditos y, paradójicamente, un cantor de la virgen, lo
cual hablaba de su cultura mística. Recuerdo también al poeta
Hernando Mejía Mejía, oriundo de Salamina, pero radicado en
Manizales. Cuando yo fui director de la Imprenta de Caldas le
publiqué uno de sus libros. En mi memoria reposan imágenes
del abogado y escritor Samuel Ocampo Trujillo, un pensador
profundo, eso sí, conservador ortodoxo. Es que yo he sido una
isla roja rodeada de azules por todas partes, pues me declaro un
liberal doctrinario.
Algunos de estos amigos míos constituyeron en Manizales
un grupo intelectual muy importante, del cual yo no hice parte,
pues aún estaba muy joven y ellos eran mayores que yo. Ese gru-
po se llamaba Milenios. Todos hablaban más de un idioma, todos
se habían leído más de un libro, lo cual no ocurre con frecuencia
por estas cercanías. Entonces, ¿cuál es la razón histórica o socio-
lógica de que allá se hubiera producido un fenómeno intelectual
que apenas ahora está aflorando en Pereira? Pienso que eso tiene
unas razones sociológicas que hay que estudiar, en primer lugar

Diseño libro Miguel Alvarez.ind110 110 18/5/07 22:44:52


Forma y estilo del periodismo literario 111

razones telúricas, el paisaje, el clima, el confinamiento o el eleva-


miento de una ciudad en esos riscos, donde no se atrevían sino
las águilas y estos seres se arriesgaron, y el propio clima hacía
propicio la meditación y el trabajo intelectual.
Sería muy honroso para mí, desde el punto de vista de mi
formación intelectual, que efectivamente yo fuera un grecolatino,
porque la gente por lo general no entiende el término sino como
un significado peyorativo, la síntesis de una vinculación con una
cultura supra-abundante y barroca. Originalmente se les llamó
grecolatinos a unos personajes de Manizales, sumamente impor-
tantes desde el punto de vista de su formación e inteligencia, de
su estructura mental y, sobre todo, del énfasis y del requerimien-
to oratorio que hacía siempre relación a personajes, situaciones
y hechos de la edad clásica. Estos seres se subían, o mejor, se aso-
maban a la tribuna para tratar cualquier situación del pueblo o
para referirse a un personaje honorable o un asunto insignifican-
te. Pero ellos tenían la capacidad de remontarse a las épocas de
la cultura clásica y esto enaltecía sus gestos, sus intenciones retó-
ricas. Luego venían los aplausos de la concurrencia, después de
que se hacía alusión a Demóstenes, a Cicerón o Marco Aurelio.
En eso fueron muy conocidos no solamente los caldenses Silvio
Villegas, Fernando Londoño y Augusto Ramírez Moreno, habría
que recordar también a otros Leopardos, Joaquín Fidalgo Hermi-
da y José Camacho Carreño.
Alzate Avendaño, que fue diez años menor, habló siempre
de que él era un grecolatino arrepentido, y tiene una página muy
famosa que se llama justamente así: “Memorias de un grecolati-
no arrepentido”. Le tuve mucha admiración a Alzate Avendaño,
porque tenía el sentido del humanismo. Puede que no tuviera
mucho el sentido de la humanidad, pero del humanismo sí, él
era un intelectual. No creo que Alzate hubiera promovido la vio-
lencia en términos absolutos. El país era una hoguera hacía mu-
cho tiempo. Y como él era conservador, eso venía desde su cuna
y se vio envuelto en el caos. De él es una frase lacerante, que la
dijo en Cali, y es muy famosa: “Lo importante no es la paz sino la
victoria”. Un pensamiento un tanto fascista, como el del español
José Antonio Primo de Rivera. Él hablaba de esa forma. Alzate
pretendió ser fascista, es un hecho, pero en realidad no alcanzó
a serlo. Alzate era un guerrero, pero cuando tuvo que hacer la
paz se dedicó en realidad a hacerla y eso habría que reconocerlo
también.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind111 111 18/5/07 22:44:53


112 Miguel Álvarez de los Ríos

De manera que el calificativo grecolatino se refería específica-


mente a unas personas que hablaban en términos muy elevados,
haciendo citas de las culturas clásica, latina y griega, de perso-
najes de esas culturas, que yo suelo fusionar en una sola (de ahí
lo grecolatino) y con el tiempo, cuando a algunos les dio por vi-
tuperar o por execrar esa costumbre, entonces el término se per-
virtió y ya comenzaron a decir grecoquimbaya, pero eso fue una
forma peyorativa también de referirse a lo mismo. Ese fenómeno
cultural se extendió entre 1928 hasta los años 50, más o menos
y sería inaudito desconocer su influjo en nuestro crecimiento in-
telectual.
Me atrevo a decir que todo el mundo tuvo influencia de los
grecolatinos, menos el doctor Baldomero Sanín Cano que entonces
tenía ya una avanzada edad. Toda la gente tiene influencia greco-
latina, si tiene cultura y ha leído el mundo en la palabra impresa.
Ahí están los clásicos, Homero, Cervantes, Marx. El común de
la gente señala con el dedo diciendo “ese es un grecolatino”, sin
detenerse a pensar qué significa eso en realidad. De modo que
cuando se decía grecoquimbaya, era una manera de aludir a los
escritores de poca calidad que disimulaban su incapacidad para
penetrar los hechos, dilucidarlos o enseñarlos, y envolvían todo
a base de adjetivos. Un sustantivo quedaba perdido entre diez
adjetivos y de inmediato se suponía que el responsable de esa
mezcla era un grecoquimbaya; pero eso tampoco fue una verdad
absoluta ni una costumbre nociva de todas las gentes que escri-
bían, sobre todo en el centro matriz de Caldas. Verdaderos greco-
latinos fueron Silvio Villegas, Fernando Londoño y un poco Arias
Trujillo, que no tenía sin embargo la cultura que poseía Silvio
Villegas.
El Grecolatinismo es una corriente del pensamiento, no ideo-
lógico, sino de la estética y la estructura literaria, que ha creado
monumentos verdaderos en el mundo. De manera que lo greco-
quimbaya es una degeneración, en el criterio de algunos, de lo que
es el Grecolatinismo. Algunos amigos míos me dicen “el último
de los grecolatinos”. Como diría alguna vez Fernando Londoño
Londoño, no se puede repudiar así no más la filosofía, la litera-
tura y el arte de los griegos, y las ciencias jurídicas y políticas de
Roma, y la belleza de sus leyendas y sus mitos. Parafraseando
a Darío en su defensa del romanticismo, ¿quién que es, no es
grecolatino? Los grecolatinos de Caldas, a quienes se trató de vitu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind112 112 18/5/07 22:44:53


Forma y estilo del periodismo literario 113

perar tantas veces, sin ningún criterio valedero, estuvieron mejor


acompañados que las personas vacías que denigraban de ellos.
“Yo soy el último de los grecolatinos”. Qué bueno que lo fuera en
realidad, con semejantes sombras a mis espaldas, sombras que
no oscurecen sino que iluminan el camino de mi vida intelec-
tual.

El arte como rebeldía diabólica

En 1967 un hermano mío vivía en San Francisco y fui a visi-


tarlo. Allí leí en un periódico que esa noche se inauguraba un
templo satánico, para seguir remarcando las huellas de Aleister
Crowley, un neosatánico nacido en Leamington Spa, a quien de-
nominaban “La bestia negra”. Le gustaba que le dijeran Crow,
es decir, cuervo y es autor de unos extraños y fascinantes libros,
La hija de la luna y El libro de Thoth. Le gustaba parecerse a un
cuervo, que es un ave de presa, de mal agüero en la literatura.
Recordemos el gran poema de Poe. De modo que me fui a visitar
el templo y me encontré con la historia y las acciones de un loco
terrible que se llamaba Anton Szandor La Vey y que el mundo
empezó a conocer como el Papa negro. Era un individuo de San
Francisco, pero tenía una abuela gitana o rumana y él había sido
fotógrafo de la policía en San Francisco y alguna vez también
se desempeñó como domador de leones. Se atrevió a escribir, a
finales de los sesentas, un libro que tituló The satanic Bible. Fun-
dó luego otro templo en Los Ángeles y cuando hace cuatro años
estuve en Ámsterdam, descubrí que allí había otro de sus tem-
plos. Me puse en la tarea de traducir el libro de La Vey y le pasé
el texto a Héctor Escobar Gutiérrez, quien se tomó el asunto en
serio y montó toda una parafernalia en torno al culto de Satán,
justo en Pereira, un poblado provinciano y mojigato. Para esa
época yo estaba dispuesto a hacer escándalos de esa clase y como
para darle seriedad a la mise en scène, escribí en El Tiempo, en las
revistas Cromos y Vea unos artículos en los que me detenía a des-
cribir misas negras, donde imperan los rituales de compasión y
no de destrucción. Héctor y yo nos empecinamos en hacer misas
negras. Recuerdo que la primera de ellas fue hecha en el cuarto
piso de un bar famoso, El Tranvía, en una de las esquinas del par-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind113 113 18/5/07 22:44:53


114 Miguel Álvarez de los Ríos

que El Lago. La casa era de un amigo nuestro que ahora vive en


Nueva York, el escritor Zahur Zapata. Y ahí hicimos por primera
vez una misa, a nuestro modo. Pero eso no es el satanismo, sobre
todo el satanismo clásico, el antiguo, el medieval, donde el ritual
era acompañado de sangre y violencia. Más bien lo que hicimos
fue neosatanismo, y eso dista mucho del satanismo clásico. En
San Francisco las misas negras tienen más un sentido sexual.
Una muchacha se desnuda y la ponen ahí en la mitad, pero no
para matarla sino para poseerla y hacerla participar de orgías.
Escobar Gutiérrez, incapaz de matar una mosca, es un neo-
satánico y entiende la figura de Satanás como el gran rebelde.
Desde un punto de vista filosófico Satán es la parte oscura de
la personalidad del hombre, pero es al mismo tiempo su parte
creativa, ese impulso que lo induce a crear. De acuerdo con la
ortodoxia religiosa, se considera que el único ser en el que recae
el privilegio de crear es Dios. Él lo habría creado todo, la natu-
raleza, el mundo, el ser humano. Si uno pretende crear cosas, lo
que estaría tratando de hacer es emular a Dios, acercarse a su
poder. Luego, si uno está creando cosas es satánico, puesto que
fue Satán quien entró en rebeldía y se enfrentó a Dios.
Todo artista que lo sea de veras es una satánico, porque es
un creador, y la facultad creadora se considera que es privativa
de Dios. Luego, toda persona que no sea Dios es un satánico,
porque está tratando de robarle parte del poder a Dios, creando
cosas, no necesariamente en el orden artístico, en el orden arte-
sanal inclusive. Un modisto que crea un nuevo estilo de vestidos
es un creador, puede ser un artista en último término, un Dios,
a su modo.
Urbina, un famoso cura metodista de los Estados Unidos,
solía decir una frase célebre que yo suelo expresar en voz alta:
“Si quieres conocer al diablo, si quieres ver al diablo, mírate en
el espejo”. Satanás induce a ser rebelde. Estoy hablando en los
términos en que se entiende la filosofía satánica. Es posible que
esa no sea mi formación, pues mis preocupaciones por el camino
de la filosofía son, digamos, más profundas y por ello hice en mi
vida otro tipo de indagaciones.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind114 114 18/5/07 22:44:53


Forma y estilo del periodismo literario 115

Escribir y respirar:
el cuerpo del periodismo y la política

Desde que estaba muy joven me surgió la vena poética, no


creo que haya sido una rareza, porque mi abuelo materno era
poeta y escritor, además de ejercer la medicina y el derecho. Por
allá en 1950, cuando tenía poco más de quince años, me dio por
publicar un libro de versos con un nombre terrible, Ella, mi llan-
to y una campanada. En esa época nos iniciábamos en literatura
y en las cosas necias del humanismo. Como Neruda, “tenía 15
años y una estrella en la mano”. Unos años después empecé a
hacer periodismo. Escribí entonces algunas cosas en La Patria de
Manizales, pero fue en Pereira, gracias al apoyo y estímulo de
don Emilio Correa Uribe, fundador de El Diario, cuando empecé
escribir prosa. Hace poco menos de un año que cumplí 50 años
de ejercer el periodismo y recordé que con ocasión de haberse
celebrado el centenario de Wilde, a mí me dio por escribir una
nota sobre este escritor, a quien empezaba a admirar, sobre todo
por su novela El retrato de Dorian Gray. Don Emilo Correa Uribe
publicó ese artículo sobre Wilde. Creo que con ese texto de cele-
bración me inicié en el oficio de periodista.
Empecé a escribir una columna a la que bauticé Reloj de are-
na, bajo el seudónimo Mark Twain. Este nombre me recordaba
al gran escritor norteamericano, pero por asociación afectiva el
nombre me sonaba a Marco, como el nombre de mi padre.
Me metí al periodismo de noche, porque en esa época el perio-
dismo era como el trabajo de las trabajadoras sexuales: era noc-
turno. Cómo olvidar que también trabajé en El Imparcial e incluso
llegué a dirigir El Diario del Risaralda, cuya sede se localizaba en
la 8ª, entre carreras 15 y 16. Hablo del año 66 ó 67. Tengo para
mí que allá permanece aún empotrada la máquina impresora. El
dueño del periódico, que era Luis Guillermo Velásquez, quedó
debiendo una plata de arriendos y por eso no le quisieron entre-
gar la máquina. No era rotativa sino una rotoplana, que producía
cuadernillos de cuatro y ocho hojas para plegar. Eso sí, no era
una máquina antigua, como la Chamber, que manejaba don Emi-
lio Correa Uribe, que sólo editaba dos páginas. La rotoplana im-
primía cuatro páginas y plegadas. Ese periódico se acabó, como
se acaban todos los periódicos: por anemia económica.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind115 115 18/5/07 22:44:53


116 Miguel Álvarez de los Ríos

Mi inclinación por las letras me ha hecho la vida un poco más


amable. Recuerdo lo que una vez escribí por encargo en el sema-
nario El Fuete, un periódico humorístico e irónico, dirigido por
Néstor Cardona Arcila, cuyo seudónimo, CAN, se hizo famoso
durante décadas. Mi padre murió el 16 de noviembre de 1960 y
fui yo el encargado de conseguir el ataúd y los servicios funera-
rios. Me dirigí a una empresa de esas que funcionaba en pleno
centro de la ciudad. Se llamaba “Funeraria Juan Trujillo”, como
su propietario. Este señor había sido muy buen amigo de mi pa-
dre, porque mi padre también tuvo funerarias en el Occidente de
Caldas y en Pereira. Llegué a comprarle el ataúd a don Juan, y
no solamente el ataúd sino que ellos se encargaban de conseguir
y abrir la fosa. Era un servicio completo. Pero le quedé debien-
do una plata por toda la honra fúnebre y ocurre que un día me
encontré con el señor Trujillo en el Café Blanco y Rojo, donde
ahora funciona el Anarkos, en la peatonal de la 18. Don Juan me
abordó desde otra mesa y me dijo: “Miguel, tenemos que hablar
una cosita”, y yo inmediatamente pensé que me iba a cobrar la
deuda. Para evitar que él se viniera hasta mi mesa, me fui para la
mesa de él y de inmediato le dije: “A mí me da mucha pena don
Juan, pero es que no he tenido la plata para pagársela. Espéreme
unos días más y yo se la consigo”. Entonces era Secretario del
Consejo y tenía un sueldo mensual de mil doscientos pesos. Un
sueldo irrisorio con el que no podía cubrir ni mis deudas. Pero
don Juan frenó mi disculpa, diciéndome: “Mire Miguel, como
usted es tan inteligente y además es poeta, yo necesito poner un
aviso publicitario en el periódico El Fuete sobre los servicios que
presto en la funeraria. Pero quiero que sean unos versitos llama-
tivos. Si usted me los hace yo le rebajo la mitad de la deuda”.
“Ah, bueno”, exclamé y ahí mismo me fui hasta el mostrador y le
dije a una empleada que me regalara un pedazo de papel, con el
que envuelven el pan. Tomé mi estilógrafo y escribí una cuarteta
que entonces fue muy famosa en El Fuete: “Si al cielo quieres ir/
escucha este estribillo/ ordena tu mortaja/ en una hermosa caja/
de las de Juan Trujillo”. Le mostré los versos a don Juan y de re-
pente me dijo: “No me debe nada, mijo, no me debe nada”.
Hace mucho tiempo que no publico en revistas. Publiqué en
Cromos y en la revista Vea. Como tenía que vivir a veces me veía
obligado a redactar crónicas de sangre, que a mí me parecía que
era una vergüenza para una persona como yo el tener que hacer-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind116 116 18/5/07 22:44:54


Forma y estilo del periodismo literario 117

lo. En Vea me pagaban bien esas crónicas, unas más o menos de-
centes con el nombre mío, y otras tenía un seudónimo, Leonardo
Botero, allí ocultaba un poco mis escrúpulos. Había una prima
hermana de mi papá que se llamaba Leonarda Botero, entonces
decidí ocultarme bajo el nombre de Leonardo Botero. Los críme-
nes más atroces y las crónicas más feas e indignas de un escritor
las firmaba como Leonardo Botero en la revista Vea. Allí trabajé
con la ahora famosa Negra Candela.
Yo nunca usé grabadora, siempre me apoyé en la conversa-
ción, en el deseo de dialogar con el otro sobre temas y problemas
que a los dos pudieran interesarnos. Yo introduje una forma del
reportaje que bien podría catalogar de intelectual. El hecho es
que se crea un atmósfera donde uno penetra en la médula y en el
cerebro de la persona y se pone a su altura. Ahí se hace posible el
diálogo, la confrontación por vía de las ideas.
Me informo y busco libros y me gusta escribir sobre eso. Ad-
mito que la originalidad de un escritor, además del buen estilo
literario, consiste en buscar cosas distintas y proponer desde allí
otras miradas. Me gusta un escritor por lo que busca y propo-
ne. Aunque Kundera no es muy profundo ni escribe muy bien,
plantea cosas novedosas y distintas y esto lo salva y lo hace ac-
tual. Hace poco estuve en la ciudad portuaria de Corpus Christi
(Texas), a un lado de Houston, viendo el sepulcro de una can-
tante muy linda, una indiecita de origen mexicano pero norte-
americana, que se llamaba Selena Quintanilla. A ella la mató una
mujer madura, Yolanda Saldívar, que quizá se habría enamorado
de su hermoso porte y figura, aunque otras versiones hablan de
estafa y extorsión, es decir, un crimen por asuntos económicos.
La asesinó el 31 de marzo del año 95 y esta mujer fue condenada
a prisión perpetua. Recuerdo el juicio, pues lo vi por televisión
en los Estados Unidos y nunca olvidaré lo que se dijo entonces
de la cantante Selena. De ella rememoro una canción hermosa “I
could fall in love”, es decir, “Yo podría enamorarme”.Y allá la
han vuelto un mito y un icono. Entonces la gente va a la tumba a
pedirle favores al alma de Selena, le piden favores directamente
y uno escucha cuando la gente le pide una “manito”, una “em-
pujadita”. Creo que se le atribuyen algunos milagros. Todo esto
me motivó a viajar hasta Corpus Christi, esa ciudad situada junto
a la desembocadura del río Nueces. Quería visitar el cementerio
donde reposan los restos de Selena. Es un cementerio ecléctico,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind117 117 18/5/07 22:44:54


118 Miguel Álvarez de los Ríos

una mixtura de estilos, entre ellos algunos un tanto barrocos y


me sorprendió la cantidad de latinos que visitan esta tumba de
peregrinación. De este tipo de experiencia suele surgir una idea
para ese escritor que busca la novedad, que quiere intervenir la
realidad a su modo, que se obliga a pensar en los nuevos mitos,
mientras otros piensan, acaso, en la mejor manera de hacerse ele-
gantes.
En realidad casi todos los periodistas de Colombia han sido
políticos, me refiero a los muy eminentes que han alcanzado posi-
ciones importantes en la vida administrativa y en la vida del país
en general. La historia del periodismo colombiano, aún desde los
orígenes que tentativamente se le atribuyen a la circulación del
Papel Periódico Ilustrado de don Manuel del Socorro Rodríguez,
que era de origen cubano, casi todos los que han ejercido el pe-
riodismo han sido políticos, tanto de filiación o ideología libe-
ral, cuanto de ideología conservadora. Aún apenas apagándose
el fuego de las guerras libertadoras, se enciende la llama de los
periodistas políticos. Santander era político y era periodista y
pensador también, como lo fuera Bolívar. El periodismo muchas
veces se refunde con el oficio del magisterio, con el oficio de ser
maestro. Muchos grandes periodistas ejercieron como maestros
y educadores. Política, Periodismo y Educación, tres formas de
asumir el mundo de las humanidades. Todo el Olimpo radical
del siglo antepasado, los que llegaron a la jefatura del Estado, los
que manejaron la política radical y la política conservadora eran
periodistas. Ahí están don Manuel Murillo Toro, el Indio Uribe y
Antonio José Restrepo. Todos fueron senadores y parlamentarios
y ministros de Estado. El caso del general Rafael Uribe Uribe es
bien particular. El doctor Olaya Herrera fue soldado de la guerra
del 85, soldado de la guerra civil y presidente en el año 1930 y
fundó el Diario Republicano en Bogotá. Ahí está el caso también
de Miguel Abadía Méndez, conservador o en Manizales el caso
del doctor Aquilino Villegas, conservador, pero fundamental-
mente pensador, abogado y agresivo periodista. Todos los Gól-
gotas y los Draconianos que llamaban en el partido liberal fueron
periodistas.
No debe ser muy curioso que también una persona como yo,
cuyo abuelo fue periodista y además varios de sus tíos abuelos,
hubiera tenido esa inclinación hacia el oficio de escribir. También
se despertó en mí de una forma espontánea la escritura y simul-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind118 118 18/5/07 22:44:54


Forma y estilo del periodismo literario 119

táneamente el fervor, la pasión por la política. Posiblemente tendí


a ser liberal en principio porque mi padre lo era y porque en este
país se hereda, junto con las taras familiares, también la política.
No niego que por el hecho de que mi papá fuera liberal yo tam-
bién lo fui, pero más adelante pude tal vez galvanizar, acrisolar
ese criterio y esa ideología a través de la lectura y a través de los
estudios. Me di cuenta de que era bueno tener una mentalidad,
un espíritu y una formación liberales. De allí deriva mi vocación,
mi relación con el universo de las ideas.
Cuando desperté a la vida más o menos adulta, el país su-
fría una de sus peores crisis históricas, el quiebre o la fractura
por múltiples partes de la constitucionalidad y de la institucio-
nalidad. No había horizontes a la vista, todo era negrura, pavor,
miedo, no había posibilidad de uno desplegar sus capacidades
intelectuales, a menos que quisiera confinarlas en actividades
sumamente específicas, prudentes, recoletas; pero si uno quería
intervenir en la vida y en el manejo del Estado no podía, porque
eso estaba destinado y era exclusividad del partido gobernante
que había perturbado sensiblemente la vida del país y que la se-
guía perturbando desde todo punto de vista. Entonces, nosotros,
los muchachos de esa época, creíamos todavía que de pronto po-
día surgir una luz, una ceja en medio de la oscuridad, y todos
empezamos a luchar de diversas maneras para tratar de regresar
el país a la normalidad. Fue cuando decidí meterme a hacer po-
lítica. Desde directorios y corporaciones políticas hice una lucha
tenaz, y logré ser algunas cosas, concejal, diputado a la Cámara
de Representantes, y ocupar algunos cargos de gobierno. Unos
puestos de carácter administrativo, pero yo tenía, como tenían
las gentes de mi generación, una emoción, una pasión sincera y
valedera por la política. Ninguno de nosotros y quiero vincular
en este contexto a los conservadores también, llegamos a la polí-
tica a conseguir dinero. Todos llegamos con la emoción ferviente
de ser liberal, y en el caso de nuestros opositores, de ser conser-
vadores. Ninguno de los que estuvimos en esas lides se enrique-
ció, porque lo nuestro eran ideales, plataformas ideológicas que
defendimos con altruismo y gallardía.
De modo que he aplicado el criterio liberal en todos los actos
de mi vida: lo he aplicado en mi vida de relación, en mi vida
intelectual, en mis reflexiones, en mi auto examen psicológico,
en mi introspección y, sobre todo, en mi conducta civil, en la que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind119 119 18/5/07 22:44:54


120 Miguel Álvarez de los Ríos

he puesto a prueba lo que Juan Miguel, mi hijo menor sintetizó


en una frase célebre, mi “mansa civilidad pensante”. Sí, soy un
tipo de guerrero, un combatiente de las ideas y un combatiente
del talento. Combato con ideas, algunas son inocuas y algunas
crepitan como un proyectil, pero ante todo soy un hombre de
pensamiento, eso es lo que yo soy, y sigo creyendo en el libera-
lismo aún en las condiciones deplorables en que se encuentra en
el país, por culpa de muchos de sus dirigentes y por la intención
palmaria y manifiesta de algunos gobernantes que han querido
enterrar media historia de Colombia, para que se circunscriba
sólo a ellos. El partido liberal ha hecho la mitad de la historia
de Colombia. El partido liberal fue a las trincheras con un fusil
en la mano y a veces con un machete a defender unas ideas. El
partido liberal tiene una historia procera, y tiene además, como
los grandes valores de la colectividad, el sentimiento del servicio
a las clases populares.
Las grandes reformas en la vida institucional, en la vida po-
lítica y en la vida económica y en la vida social de Colombia, las
han llevado a cabo los hombres del liberalismo. Yo deploro que
muchos de los dirigentes liberales que se ven o que respiran por
estos cafetales, no tengan ni las veniales de lo que es ser liberal,
de la misión que tiene un liberal y de la esencia que contiene la
palabra liberalismo. Yo sigo siendo liberal y por su puesto res-
petuoso de las ideas ajenas. Recuerdo una frase famosa del es-
tadista mexicano Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es
la paz”.
El liberalismo es siempre liberalismo de justicia, de reforma,
de justicia social, de reforma administrativa, liberalismo inter-
vensionista para no dejar que el capitalismo salvaje destruya y
se coma a los más pobres y destruya la sociedad colombiana,
como está ocurriendo bajo este gobierno. Yo no he sido nunca
extremista político, yo he sido un liberal clásico, en el sentido de
que creo esencialmente en la libertad.

Libros, locuras y mujeres

Ah, el mito de las mujeres. En mi caso han sido figuras de


la historia. Me gusta una mujer que nació en Nueva Inglaterra,
en una población cercana a Boston, en Massachusetts; se llama-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind120 120 18/5/07 22:44:54


Forma y estilo del periodismo literario 121

ba Emily Dickinson. Escribía unos bellos poemas, breves, como


confites. Yo la he traducido, porque al hacerlo se me llena la sa-
liva de menta. Me gusta Victoria Ocampo, una grande escritora
argentina, tan grande como los novelistas y poetas que ha habi-
do en su país. Ella fue influida en su vida intelectual y aún en
su prosa magnífica, por una de sus amigas, la inglesa Virginia
Woolf. Victoria Ocampo y su hermana Silvina pertenecían a una
clase argentina muy inglesa. Se trata de un grupo social al que
se le denomina gentry, es gente rica, distinguida, pero que no es
noble, aunque pertenece a la aristocracia y que de cierta manera,
aunque tenga dinero suficiente, tampoco es de origen burgués.
Victoria Ocampo y Silvina eran la flor y nata de la gentry. Hubo
una escritora venezolana, Teresa de la Parra, que yo no conocí
porque murió por los años treinta, justo cuando yo estaba na-
ciendo. Pero he leído uno de sus libros, Ifigenia: diario de una se-
ñorita que escribió porque se fastidiaba y quedé deslumbrado por su
escritura, pero en especial por su belleza, cuando tuve ocasión
de apreciar una de sus fotografías. Hay otras mujeres muy her-
mosas que son también hitos para mí, por el gran respeto que
tengo sobre sus vidas y sobre su obra. Hay una genial, de origen
alemán, Marie Curie, Madame Curie, porque ella y su esposo
descubrieron y descifraron el Radio. Ella fue dos veces premio
Nobel, se trata de un caso excepcional. Este tipo de mujer habita
mi memoria y eso es estimulante, un gozo para el espíritu.
Debo confesar que he tenido devoción por algunas mujeres y
algunos seres humanos que vale la pena que uno los guarde en
la memoria. He tenido siempre admiración por la generación de
escritores surgidos alrededor del año 55, es decir hace medio si-
glo, en los Estados Unidos. Un poeta como Allen Ginsberg, como
el Kerouac de El ángel subterráneo, son valores muy grandes de
la nueva literatura. A Ginsberg, muerto hace unos cuantos años,
logré entrevistarlo en el aeropuerto de Newark, a un lado de NY.
Yo acababa de desembarcar, venía de Miami y desembarqué en
Newark. Me estaba esperando mi hijo Luis Miguel y de pronto
un hombre grande, calvo, barbado, mal vestido, con unas chan-
clas nazarenas, iba corriendo con una maleta ordinaria, y me dijo
mi hijo: “Papá, ese es Ginsberg, ese que va ahí”. Entonces lo atajé
y le dije, “Maestro, usted qué está haciendo acá en esta ciudad”,
y dijo: “Yo soy de acá, yo nací acá, mi padre, que es educador,
aún tiene un colegio acá”. “¿Para donde va con tanta prisa?”, lo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind121 121 18/5/07 22:44:54


122 Miguel Álvarez de los Ríos

interrogué. “A tomar el avión, porque voy para San Francisco”,


me respondió. Y era por supuesto un vuelo que atravesaría el
país de costa a costa; estábamos en la costa este y él iba para Ca-
lifornia. Logré hablar un rato con él, porque afortunadamente el
avión se demoró y logré comprometerlo de que viniera a Colom-
bia. Me dijo que sí, que él me avisaba. Estoy traduciendo en este
momento el gran poema que él escribió, que se llama Howl, es
decir, Aullido, es un poema terrible, espantoso, es una abomina-
ción, una laceración. Quiero dar mi propia versión de ese poema.
Está escrito en cuartetas y allí se siente la quejumbre, la protesta
de una generación, la de él, un poquito mayor a la mía, al tiempo
que se elogia el vicio, las perversiones. Pero es bueno traer este
tipo de expresión al español. Tal vez a la gente no le gusta esa
literatura que podríamos llamar de aguas negras, pero que tiene
una gran belleza, porque es una belleza espectral, una belleza
inquietante, siniestra, pero belleza al fin de cuentas.
“La generación perdida”. Es irónico, el sólo calificativo me
recuerda que yo formo parte de la generación del Estado de Si-
tio, con otro sino y otro drama. Fue una mujer quien en París
los denominó “La generación Perdida”, “The lost generation”.
Se trata en verdad de un grupo de escritores al cual perteneció
Hemingway, Scott, Steinbeck, Faulkner, Saul Bellow. Fue la épo-
ca en que Hemingway escribió unos libros extraordinarios y uno
en especial, París era una fiesta, un libro bohemio y bello. Hay que
incluir en esta lista a otro un poco escabroso, Henry Miller, autor
de Los Trópicos. Era un autor genial. De él conseguí uno de sus
libros maravillosos en una librería de viejo en NY, que se titula La
Crucifixión Rosada. El sólo título impone unas sugestivas conno-
taciones de erotismo. Estuvo casado con otra extraordinaria es-
critora que se llamaba Anais Nin, excelente poeta y extraordina-
ria escritora, dueña de una inspiración elevada y decorosa, como
la que estila en Corazón cuarteado o en su Diario de infancia. En un
diciembre, a instancias de Eunice, traduje un hermoso cuento de
Anais Nin, que quizá se encuentre entre los papeles de mi mujer
que solía guardar celosamente. No sé dónde estarán, porque aún
no me atrevo a esculcar en los lugares que fueron de ella, en su
vacío. Siento que se me queman las manos, terrible eso. Pero va a
llegar el momento en que tenga que vaciar sus armarios, sus ga-
vetas, dejarla ir, de algún modo. Estoy esperando a que pasen los
días, a que se vaya alejando un poco la ola trágica que envuelve
mi vida.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind122 122 18/5/07 22:44:55


Forma y estilo del periodismo literario 123

El poeta Ricardo Nieto escribió un poema que decía “Para


qué los libros, para qué Dios mío, si este amargo libro de la vida
enseña que el hombre es un pobre pedazo de leña, que arrastra
en sus ondas furiosas al río. Para qué los libros, para qué Dios
mío”. Y alguna vez oí que le pusieron música: “Leí tanto, tanto
/ leí tanto, tanto”, decía, “que al fin se cansaron mis ojos y se
llenaron de llanto”. Pero los míos no se han llenado de llanto,
salvo muy pocas veces en la vida. En la muerte de mi padre, en
la de mi madre hace siete años y en el desastre más grande que
he tenido, que fue la muerte de Eunice, mi mujer. Por esta razón
hay un famoso soneto de uno de los más grandes románticos
franceses, Gérard de Nerval. No estuvo a la par de Hugo, que
es el padre del romanticismo francés, pero probablemente fue
más grande que Alfred de Musset. Nerval, curiosamente decía
que no era hijo de su padre sino de Napoleón, porque su padre
era médico del ejército de Napoleón y andaba con las huestes de
campamento en campamento, curando los heridos y viendo los
enfermos de la guerra. El poeta contaba además que su madre
fue amante del estadista francés. Nerval era pequeño, gordo, ba-
rrigón, mofletudo y efectivamente tenía un parecido físico con
Napoleón, o por lo menos, como interpretan los artistas a Napo-
león. En cambio su padre era un hombre alto, espigado, diferen-
te a él. En 1855, presa de locura se ahorcó en una calle lóbrega,
misteriosa de París, la Calle de la Linterna. Tenía el sombrero
puesto cuando decidió ahorcarse y exhibía un corbatín de lazo
flotante. Lo acometió un tipo de locura cósmica muy extraña, en
un puente de París se paraba él a ver el cielo y tenía la impresión
y la sensación de que el cielo le caía encima. Yo me temo que eso
me esté pasando a mí, porque el cielo comenzó a derrumbárseme
cuando la muerte de mi mujer. Sufrió mucho el artista y tuvo
siempre la obsesión por las muchachas. Veía pasar a las amazo-
nas, como él las llamaba y las advertía lejos, sobre los caballos.
Fue autor de un libro extraordinario, Las hijas del fuego, en el cual
hace un elogio de las mujeres, de las muchachas, Aurelia, Octa-
via, jovencitas en plena flor, montadas a caballo. En medio de su
desolación Nerval escribió un soneto que ha sido muy analiza-
do por sicólogos, siquiatras y literatos, es decir, por gentes que
suponen que detrás de eso hay un magia, hay una significación
esotérica, pero yo no creo en tales presuposiciones. Me identifico,
es verdad, con ese soneto y con ello me basta:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind123 123 18/5/07 22:44:55


124 Miguel Álvarez de los Ríos

Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable,


el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi única estrella ha muerto, y mi laúd constelado,
lleva el sol negro de la melancolía.

Ese soy yo, el viudo, el inconsolado.

De la vida no, de la vida no me canso

Yo no hablo de que todo tiempo pasado fue mejor, pues aquí


se interpone otro elemento que es la tecnología, con la cual se
ha mejorado la vida, aunque también se la haya deteriorado. Es
un hecho que para vivir esta época de aglomeración tan grande
es necesario tener toda la tecnología de que se dispone. Pero en
otros tiempos, ¿como era posible que Balzac, el gran escritor de
hace 200 años, pudiera escribir con una pluma de ganso, alum-
brado tan sólo con una luz de esperma, y pueda registrar más de
cien novelas de su autoría? Nadie sería capaz de escribir hoy en
día el número de novelas que escribió Balzac con tanta maestría.
Me atrevo a decir que Balzac fue capaz de escribirlas porque en
esa época no había teléfono, ni automóvil ni televisión. No había
aviones, ni había carros, ni barcos de vapor. Su mundo era pe-
queño y él tenía sólo un sitio en la tierra. Hoy hay prisa, mucho
desplazamiento y distracción. Siento que en términos culturales
nos hemos minimizado. Ahí está el caso de Germán Arciniegas.
Murió casi centenario y no creo que haya escrito más de cincuen-
ta libros. Balzac escribía con una pluma de ganso. He ahí una be-
lla metáfora. Difícil explicar cómo llegó a producir tantos libros.
La única explicación que a uno se le ocurre es que le favorecía el
ámbito en que se hizo escritor. En ese caso, el otro tiempo traía
sus propias brisas.
Me gustaría haber sido un buen cronista de policía, pero pre-
sumo que tampoco daría la medida, tengo demasiada imagina-
ción y terminaría por escribir una novela absolutamente falsa,
respecto de la verdad específica del crimen del momento. Escribí
editoriales y comentarios de prensa con la misma facilidad y el
mismo gusto con que tomo mi diaria taza de chocolate. He sido
un ghostwriter, que no un espectro y esto me ha permitido bu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind124 124 18/5/07 22:44:55


Forma y estilo del periodismo literario 125

cear en estilos y sobrevivir desde el silencio de mi cuarto a las


penurias del afuera. Esta forma de relacionarme con la literatura,
que suele ser costumbre en los Estados Unidos, me ha permiti-
do en mi medio condensar la voz y la experiencia de los otros.
Esto tiene su valor, en el silencio de quien decide meterse en los
zapatos ajenos y pensar e idear y construir las vidas que no me
pertenecen.
No tengo ninguna melancolía ni ninguna frustración al ha-
cer memoria de la juventud. Me avergüenzo de algunas cosas.
Me avergüenzo de haber sido turbayista, no por la poca inte-
gridad intelectual del expresidente, sino por sus últimos actos,
contrarios a toda conveniencia pública y a todo decoro personal
y político. Me avergüenzo de muchos textos que escribí y que
revisados hoy, a la luz de una crítica más severa, que la tengo por
supuesto, los encuentro mediocres. Pero con una gran benevo-
lencia hago lo que hacen muchas familias, y es esconder el hijo
bobo, imprudente o feo cuando llegan las visitas. De la poesía
que escribí no me avergüenzo, me ruborizo, eso sí, un poco. Pero
hay gente que le gustan algunos sonetos míos y me piden que los
recuerde y declame:

No era su cuerpo ni era su estatura:


era su corazón, breve y exacto;
sentido, gusto, gracia, oído, tacto,
ardían en su voz y en su ternura.

El idioma carnal de su cintura


me hablaba de su amor puro, e intacto,
y yo la amaba en medio de mi abstracto
clima de soledad y de amargura.

En la noche total, en la agonía


de la luz otoñal, entre mis manos
su cuerpo dulcemente florecía.

Y hoy apenas su voz llega en la brisa,


a despertar mis pensamientos vanos,
con el aura sonora de su risa.

He vivido las distintas etapas de mi vida, no dijéramos con


sabiduría, que no la poseo, sino con método y paciencia. No ten-
go, como se dice en los libros sagrados, “dolor del bien ajeno”,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind125 125 18/5/07 22:44:55


126 Miguel Álvarez de los Ríos

es decir, no tengo envidias. Hay un tango antiguo, que me gusta


por dos razones, porque lo cantaba mi papá, que tenía una buena
voz y tocaba varios instrumentos y porque le pongo cuidado a su
letrilla y me doy cuenta de que encierra una verdad que yo pue-
do hacer mía: “Envidia, envidia siente el cobarde”, no más, yo no
siento envidia, “yo he nacido bueno, yo he nacido honrado, mi
cabeza altiva nunca se ha doblado. Para el compañero fui su bra-
zo amigo y estreché la mano del que fue enemigo”. Eso contrasta
un poco con alguna poesía demoledora que también yo tengo
como propia. Es de un poeta argentino muy poco conocido por
estos cafetales, pero que lo fue mucho en Buenos Aires. Se llama-
ba Benjamín Palacios y firmó siempre su poesía con el seudóni-
mo de Almafuerte, y más que poeta era filósofo, y daba lecciones
de entereza y de fortaleza moral ante los golpes del destino y,
sobre todo, ante los golpes que nos propinan los poderosos que
nos quieren vencer o doblegar. Dice Almafuerte en un soneto:
“Ten el sostén del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin sirve de
clavo, no la cobarde intrepidez del pavo, que amaina su plumaje
al primer ruido”. Y dice en otra parte: “que se enfrente, que se
haga matar, pero que no se doblegue y que si le cortan la cabeza,
que la cabeza rodando en el suelo esté lanzando maldiciones”.
Y precisa más adelante el poeta filósofo: “Que grite y vocifere
vengadora, ya rodando en el polvo la cabeza”. Quiero ver aquí
mi rebeldía, mi hado inconforme, la posibilidad de hallar en las
palabras una que otra respuesta a mis circunstancias:

Estás como una estrella, amada ausente:


en la exacta mitad de tu vacío;
tal, que de miel y azul el verso mío
vuelve a surgir, y lloro de repente.

Digo tu nombre, y amorosamente


tu recuerdo me inunda como un río
y tu voz como un tallo de rocío
crece sobre mi sangre dulcemente.

Para izar la bandera de su luto, para soportar la ausencia de


Eunice, me aplico a hacer sonetos, a escribir sobre la piel de los
días una palabra que me la devuelva o me refleje un haz de lo
que fue a mi lado:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind126 126 18/5/07 22:44:55


Forma y estilo del periodismo literario 127

Cómo olvidar tu nombre, si está escrito


en lengua de gramática pagana
sobre mi corazón, cuya campana
hoy celebra este amor en que palpito.
Cómo olvidar tu nombre, si es un grito
antes que el verso y la palabra vana;
si, cual néctar de edénica manzana,
desamarga mi espíritu contrito.
Tu nombre vive en mí: como un latido,
dulce, constante, clamoroso, ciego,
llena todo mi ser estremecido.

Beso sus breves letras ardorosas


y me calcino en ti: ardo en un fuego
avivado con pétalos de rosas.

Muchas cosas se me han ocurrido y procuro grabarlas, darles


algún lugar en mi memoria. “De lo que hice y de lo que no hice/
junto a tu hermosa alma desbordada,/ no puedo arrepentirme
porque cada/ acto o no acto fue de amor, Eunice”. Es que la de-
solación es mucha. Me quedo de pronto aquí, sentado y ya es
tarde en la noche y oigo ese reloj que no para. No tengo cerca a
ninguno de mis hijos, los advierto lejos, sé que están buscándole
un sentido a sus vidas, como yo, en otros inviernos, mientras
imaginaba el verano. Cuando cavilo la distancia con los míos,
voy hasta la cocina y preparo algo. Y la casa empieza a chirriar y
algo se mueve en los corredores y te embarga la sensación de que
alguien baja y sube las escaleras. Cuando abandono la cocina,
tengo la impresión de que otro se ha quedado allí y cambia de
lugar los platos. Me hago fuerte al pensar que siempre he sido
racional, que todo me lo estoy inventando, pero no dejo de sentir
angustia. “Vengo desde lo hondo de mí mismo,/ ya sin amor,
sin nada que me absorba;/ grazna en mi corazón un ave torva/
y oigo los aullidos de mi abismo”; terrible. Yo no tengo dolor de
juventud. Darío dice en algún poema: “Mi juventud, qué juven-
tud la mía, las flores aún me traen su fragancia, una fragancia de
melancolía”. Yo no tengo dolor de juventud y aquí están mis li-
bros, el deseo de publicar algunas de mis páginas inéditas y otro
deseo aún más grande: el de seguir alimentando mi memoria con

Diseño libro Miguel Alvarez.ind127 127 18/5/07 22:44:55


128 Miguel Álvarez de los Ríos

la experiencia de los otros. Respiro hondo y me sé aún vivo. Un


poco más tarde buscaré en mi máquina de escribir otro motivo
para esperar el alba.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind128 128 18/5/07 22:44:55


Miguel Álvarez de los Ríos con José Umaña Bernal, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind129 129 18/5/07 22:44:56


Con Abelardo Forero Benavides, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind130 130 18/5/07 22:44:57


Con Juan Lozano y Lozano, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind131 131 18/5/07 22:44:58


Con Germán Arciniegas, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind132 132 18/5/07 22:44:58


Con Hernando y Enrique Santos Castillo, 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind133 133 18/5/07 22:44:58


Miguel Álvarez de los Ríos con Felipe Lleras Camargo, 1983

Diseño libro Miguel Alvarez.ind134 134 18/5/07 22:45:00


Con Pedro Gómez Valderrama, 1984

Diseño libro Miguel Alvarez.ind135 135 18/5/07 22:45:00


Con el cantante Tito Cortés

Diseño libro Miguel Alvarez.ind136 136 18/5/07 22:45:01


Con el historiador Alberto Dangond Uribe, 2004

Diseño libro Miguel Alvarez.ind137 137 18/5/07 22:45:02


Con el abogado y escritor Marino Jaramillo Echeverri

Diseño libro Miguel Alvarez.ind138 138 18/5/07 22:45:03


Con el escritor Otto Morales Benítez
y con Diego Cortés Uribe, 2004

Diseño libro Miguel Alvarez.ind139 139 18/5/07 22:45:04


Miguel Álvarez de los Ríos, su hijo Juan Miguel y su esposa Eunice,
Pennsylvania, Estados Unidos, 1995

Diseño libro Miguel Alvarez.ind140 140 18/5/07 22:45:05


Con su esposa Eunice Ramírez Morales, 2004

Diseño libro Miguel Alvarez.ind141 141 18/5/07 22:45:06


Miguel Álvarez de los Ríos, Diario del Otún, 8 de febrero de 2004

Diseño libro Miguel Alvarez.ind142 142 18/5/07 22:45:07


Botella al mar
con un mensaje de Antología

Diseño libro Miguel Alvarez.ind143 143 18/5/07 22:45:07


El laboratorio de la escritura: Miguel Álvarez de los Ríos teclea en su Crown japonesa.
Facsímil, 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind144 144 18/5/07 22:45:09


Reunir las huellas de un estilo en busca de una obra no
es tarea fácil, sobre todo cuando el escritor ha optado por
crear su universo de ideas desde las márgenes y ha tra-
zado su propia cartografía narrativa en diversas fuentes
y medios del país. Esta pesquisa inicial arroja un número
significativo de textos, reportajes y artículos que conso-
lidan la dimensión humana e intelectual de un hombre
de letras.
Miguel Álvarez de los Ríos pertenece al tipo de escritor
cuya vida notable no está lejos de la ficción y la fábula
que suele ser materia del rumor y el panegírico. En ello
han aportado sus amigos y adeptos y quienes hemos caí-
do en las redes de su estilo complejo y barroco. Uno de
sus aliados, el poeta Héctor Escobar Gutiérrez, escribió
en 1986 que Miguel Álvarez de los Ríos tenía un libro en
prensa, cuyo título Mitos y Sombras, anticipaba el índice
de una “esmerada selección de sus reportajes y crónicas
más selectos”. Cada escritor tiene su duende y aquí es
factible sospechar que fue éste quien le extravió el libro
en uno de los talleres gráficos de su ciudad natal. Antes,
el mismo duende del linotipo y la tinta le había hecho
otra pasada: en la revista Consigna del 15 de noviembre
de 1979 (edición No. 149), se anunciaba un artículo de
Álvarez de los Ríos con el título “Cómo era Crowley
‘el hombre más perverso de la tierra’”. Ese texto nunca
apareció impreso en esa edición, pues no existen las pá-
ginas 38 a la 41 y de inmediato pensamos en el Borges
que nunca pudo hallar las páginas sobre Tlön en la En-
ciclopedia Británica, o en la página en blanco, mortífera,
del libro que Cortázar señala en algún punto de Escocia.
Para fortuna de sus lectores, ese texto sería publicado un
año después en la revista Contrastes del periódico El Pue-
blo de Cali. El mismo espíritu de ese duende es quizá el
responsable de este trabajo antológico y el primer sospe-
choso, para nosotros, del extravío del algún documento
indispensable.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind145 145 18/5/07 22:45:09


Reportajes:
Encuentros con el país del siglo XX

Con porfirio Rubirosa,


el más famoso galán del siglo XX*

Porfirio Rubirosa, el famoso play boy y diplomático domini-


cano, que frecuentemente es noticia en los periódicos del mundo
a causa de sus matrimonios con damas de distintas nacionalida-
des y tan afamadas como él, estuvo ayer durante cuarenta mi-
nutos en Calipuerto; el constellation de Avianca que lo llevaba, y
lo llevó finalmente a Quito, hizo escala en nuestro aeropuerto, y
Rubirosa, con la americana de paño gris colgando de su brazo
izquierdo, descendió por la escalerilla, afrontó sin protestar la
vaharada de fuego que le dio la bienvenida (a esa hora, doce y
media del día, la temperatura era de cocción, se la veía borboritar
en la transparencia del aire), y fue a sentarse, solo, frente a una
mesa de la cafetería. Sin aflojarse el nudo de la corbata, sujeto el
cuello por un gancho de oro, colgó la americana en el respaldo
de su asiento y pidió, con voz suave y acariciadora, como la del
cantante Tino Rossi, a quien imita bajo la ducha, según admitió
alegremente, un refresco escaso de azúcar. Le trajeron una bote-
llita de Canada Dry y un vaso con cubos de hielo.
La presencia de Rubirosa en territorio caleño pasó casi inad-
vertida. Si no hubiera sido porque este aprendiz de reportero,

* En los largos diálogos sostenidos con el escritor, Miguel Álvarez de los Ríos
aludió con cierta nostalgia a la breve entrevista que le hiciera a Porfirio
Rubirosa en el año 55. Y se comprende: era un periodista muy joven, de
escasos veinte años, que apenas comenzaba a hacer sus primeros trabajos
como reportero. Destaca, sin embargo, ya en este texto su fina ironía, su
capacidad para inventar un escenario en medio de la parquedad y aprensión
de su entrevistado, el amor como uno de sus grandes temas, la pertinencia
de sus acotaciones eruditas y librescas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind146 146 18/5/07 22:45:09


Forma y estilo del periodismo literario 147

libreta y lápiz en mano, se le acercó tímidamente y le pidió unas


cuantas palabras para El País, nadie lo hubiera identificado, ni
aun sus compañeros de viaje, la mayoría de los cuales volvió a
abordar la nave para continuar su vuelo; nadie hubiera reconoci-
do a esta auténtica celebridad, especie de Casanova del siglo XX,
que no tiene, sin embargo, el aspecto fascinante de un conquista-
dor de mujeres, sino que más bien parece un campesino caribeño
disfrazado de cachaco; con los dientes naturales, aunque no del
todo perfectos, reloj de oro rectangular (Longines u Omega, no
logré saber) en la muñeca derecha, camisa de marca francesa y
terno de corte inglés.
No sé cómo pudo informarse Raúl Echavarría Barrientos so-
bre la llegada a Cali del mítico Rubirosa. El hecho fue que me
envió, a las volandas, a entrevistarlo a como diera. Me entregó
una fotografía transmitida por la agencia U.P., en la que aparece
don Porfirio en una cancha de golf, con camisa vaporosa de ho-
lán blanco y manga corta, pantalones de gabardina y zapatillas
de caucho. “Con esto lo reconocerás”, me dijo: “No olvides que
él es también automovilista”. Y luego, en tono terminante: “¡No
regreses sin la entrevista!”.
Y heme aquí, frente a este maduro destrozador de corazo-
nes, viéndolo cómo toma su refresco, despacio, saboreándolo,
después del cual, para mi sorpresa, ha pedido un whisky “en
las rocas”. Se lo trae un mesero gordo, que tampoco sabe quién
es el individuo con quien converso, a quien empiezan a rodear
una decena de curiosos: de apenas mediana estatura, edad (¿45
años?), piel atezada por el deporte, delgada su complexión, aun-
que ancho y fuerte de espaldas, cabellos crespos castaño oscuro,
ojos pequeños color de almendra, manos cálidas con dedos cua-
drados y cuidadas uñas, que agita al compás de su voz, como un
director de orquesta guiando la música de Hoffmann.
Yo saboreo un “tinto”, que le cargan a su cuenta.
–Soy todo oídos, joven periodista; le advierto que no hablo ni
una palabra sobre la política de mi país, y que debemos apurar-
nos, porque me deja el avión –me dice, todavía sonriente.
–Pues a los lectores les interesa su vida amorosa, señor –le
respondo, y las palabras se me atoran en la boca.
–A la gente le interesa lo que no debería interesarle– dice, y
apaga su sonrisa.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind147 147 18/5/07 22:45:09


148 Miguel Álvarez de los Ríos

–Es que usted es un personaje casi de novela –contraataco


con el arma de mis recursos literarios–. A usted lo asocian con
Don Juan, el de Tirso Molina, el de Zorrilla, el de Byron, el de
Moliére. Y otros suponen de usted que es un moderno Casanova,
personaje este sí real, de hace justo doscientos años…
Está, realmente, enfadado, tiembla el vaso en su mano y go-
titas de whisky salpican su camisa y su corbata, color vino tin-
to. Veo su marca: “Tremblet”, comprada, sin duda, en “Picadilly
Center”. Pienso que su contrariedad se debió a mis ínfulas de
erudito, pero a él lo que lo mortifica es que lo comparen con Don
Juan o con Casanova.
Dice:
–En su enumeración donjuanesca le faltaron las obras musi-
cales de Mozart, de Gluck, de Ricardo Strauss. Pero yo no soy un
ente de ficción, como Don Juan. Soy un hombre de carne y hueso.
Tampoco soy un Casanova. Casanova era un pillo y un hombre
desaforado, sin sentido de selección frente a las mujeres: para él
era lo mismo una criada que una princesa…
–Usted se ha casado varias veces, señor –le digo con cautela.
–No sólo yo, millones de personas en el mundo. No soy la
excepción. Cuando uno no se entiende con su pareja, le queda el
recurso civilizado de la separación.
–¿Se ha casado siempre por amor?
–¡Por supuesto que sí!
–¿Cuántas veces?
–Verá usted, no llevo la cuenta. Me acuerdo únicamente de mi
primera esposa, Flor de Oro Trujillo, hija del general y presidente
de mi país, Rafael Leonidas Trujillo. Con ella contraje matrimo-
nio en 1933. Mi novia actual es francesa, Odile Rodín. Tiene 18
años. Con Odile me voy a casar.
–¿Para siempre?
–Espero que sí.
–¿Es bonita?
–Mucho más que eso: es una provocación pública.
Me arriesgo al decirle:
–Usted le lleva 27 años…
No pierde la calma.
–Sí, es cierto –responde–. Pero don Pablo Casals cumplió
ochenta años y la novia con la que va a casarse, Martita Mon-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind148 148 18/5/07 22:45:09


Forma y estilo del periodismo literario 149

tañez tiene tan sólo 18, igual que Odile. La diferencia de edades
es de 62 años. Ah, y Charles Chaplin, cuando se casó con Oona
O´Neill, andaba en los 55 años. Su novia tenía 18.
–Lo cual hizo que el padre rompiera relaciones con su hija– le
digo por decirle.
–Sí, claro. Pero es que don Eugenio, un dramaturgo genial
(por cierto, murió hace dos años), fue un hombre irascible, de
pésimo carácter. Sus biógrafos dicen que ni siquiera pudo en-
tenderse con su propio padre, tan malgeniado como él. En todo
caso, a las mujeres jóvenes les gustan los hombres maduros, se
sienten más seguras con ellos.
Reprimo la tentación de decirle que con él, con Rubirosa, nin-
guna mujer puede estar segura. Sus matrimonios han durado tan
poco. En cambio, le pregunto, suave:
–¿Usted se considera romántico?
– Ciento por ciento, sí, señor.
–¿Ha leído la novela María?
–No. No he tenido ese placer. Pero la semana antepasada, en
Nueva York, vi una película del mismo nombre y basada en el
mismo libro. Por cierto, con Romina Power (hija de Tyrone, mi
amigo) como la protagonista. Romina tiene cierto tipo latino,
pero es gringa por punta y punta. Me pareció curioso verla en-
carnar una heroína colombiana.
–Pues esa novela la escribió un poeta nacido en Cali y su es-
cenario fue la hacienda “El Paraíso”, que dista de acá unos pocos
kilómetros.
–Sería muy interesante leer la novela y conocer su escenario,
si usted me sirviera de guía. Prometo que regreso pronto con ese
único objetivo.
–¿Va a correr al Ecuador?
– No. No. Me estoy cuidando para Italia.
–¿ Y a Odile le gusta que usted corra?
–No. En eso nos diferenciamos. Yo no soy una luminaria del
automovilismo, pero he competido con los más grandes –Fan-
gio, Stirling Moss, Carrol Shelby, Jean Behra, Harry Schell, Mas-
ter Gregory, Phil Hill y otros más– y mis actuaciones han sido
buenas.
–¿Le gusta más casarse que pilotear?

Diseño libro Miguel Alvarez.ind149 149 18/5/07 22:45:09


150 Miguel Álvarez de los Ríos

Se para de su asiento; se anuda la corbata, se pone la america-


na; llama al mesero, le paga en moneda colombiana y le da como
propina un dólar. Me extiende su mano, vuelve a sonreír con de-
cisión, no responde a mi pregunta; se despide afablemente:

–Confío en que no me calumnie.
Y corre, a pasitrote, hacia su avión.

Periódico El País de Cali, […] 1955

Diseño libro Miguel Alvarez.ind150 150 18/5/07 22:45:10


Forma y estilo del periodismo literario 151

Juan Lozano nos habla de la vida y de la muerte

“Creo que jamás he dado un reportaje. No. No recuerdo. De


todos modos, si éste no es el primero, sí es, definitivamente, el
último que concedo. El último canto del cisne, diga usted”.
Sonríe sin énfasis. Y prosigue, haciendo fuerza sobre las pala-
bras: “Por varias razones: yo estoy retirado de todo: de la activi-
dad política, del periodismo, de la literatura, de la vida social. In-
cluso ¡ay!, de los amigos. Y estoy, también, absolutamente sordo.
Y casi ciego. Para mí son inútiles los audífonos y las gafas. Todo
esto, a mi edad, es una catástrofe...”.
El maestro Juan Lozano y Lozano habla a trechos. Si no fuera
irreverente con esta ilustre figura de la democracia y de la cultu-
ra, diría que hay que sacarle las palabras con ganzúa. Balbucea,
mejor. Eso sí, con una convicción perentoria y, para mí, dolorosa.
A sus dificultades ópticas y auditivas se suman las deficiencias
de carácter oral, consecuencia de las anteriores. En alguna par-
te leí que excepcionalmente, los sordos hablan fuerte y seguido,
pues carecen de la indispensable coordinación entre el oído y el
lenguaje. Sin embargo Lozano y Lozano parece llevar su situa-
ción con ese sentido hondo y reflexivo de su enorme sabiduría
pedagógica, que el país le reconoce y le admira. “La sabiduría se
hará ella misma su elogio, y se honrará en Dios, y se gloriará en
medio de su pueblo”, le digo, citando un versículo del Eclesias-
tés. No consigo ninguna respuesta, pero capto en su semblante
un gesto de asentimiento.
Para un individuo de tan ‘sincera conciencia religiosa’ como
Juan Lozano y Lozano, cuyos ideales políticos, fundados en una
larga experiencia personal de los hechos humanos, más que en
motivaciones accesorias, y en el concepto de la divinidad elevado
a la más alta jerarquía de los valores del espíritu para un hombre
así, con una fe cristiana perseverante y conmovedora, resultan
siempre oportunas las admoniciones bíblicas. A lo largo de su
vida no ha requerido de mucho esfuerzo para conciliar su fe de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind151 151 18/5/07 22:45:10


152 Miguel Álvarez de los Ríos

‘cristiano viejo’ con sus irrevocables principios políticos. Ha sido


el suyo un liberalismo de profunda raíz humanística, insular y
agresivo y un tanto arcaico respecto de las nuevas corrientes del
pensamiento universal; parapetado ese liberalismo polémico en
la noción primordial de la patria, en el culto a sus héroes, en el
ideal de un gobierno democrático, justo y tolerante, pero fuerte,
y por sobre todo, centrado en el concepto de Dios, que “suele
garantizar la libertad a los pueblos que la merecen”, según el
pensamiento de Gide. Lozano ha sido liberal de una sola pieza.
Sin repliegues ni fisuras. Sin concesiones a los extremismos de
derecha o de izquierda. Estos, a su juicio, se inspiran en el princi-
pio ateo y son materialistas o racionalistas.

“Los principios no pueden abandonarse”


Abro su libro editado en 1978 por Colcultura, y leo en las pá-
ginas 514 y 515: “No pueden abandonarse los principios en po-
lítica, si no se quiere avanzar insensiblemente hacia la barbarie
y la anarquía. Pero los principios mismos tienen una categoría y
una gradación; y en la escala ascensional de los principios hay
que llegar por lógica natural a uno final y supremo, que se cons-
tituya en origen de todos. Ese principio, cualquier nombre que
el capricho humano quiera darle, es lo que se llama Dios en el
lenguaje de los cristianos. Dios es el primer principio de los seres
y de las ideas”.
–Eso lo escribí hace mucho tiempo, observa con firmeza. Y no
retiro de ahí una sola línea.

“Mi testamento lírico”


Se levanta con lentitud y descorre las cortinas. Por el cristal se
cuela una claridad jadeante. El crepúsculo de agosto impregnado
de perfumes remotos, cae sobre Provenza. Lozano lo aspira. Y lo
ve o lo intuye. Dice: “Tardes así inspiran a los poetas...”
Y usted, maestro, ¿no las cantó alguna vez?, le digo.
–No. Yo escribí muy pocos poemas. Muy pocos. Mi testamen-
to lírico está en Joyerías.
Joyerías. ¿Habrá, para su infortunio, algún colombiano que no
haya paladeado trago a trago, es decir, verso a verso, el vino ca-
pitoso de estos poemas rizados de una melancolía sutil, aquella

Diseño libro Miguel Alvarez.ind152 152 18/5/07 22:45:10


Forma y estilo del periodismo literario 153

que exalta y caracteriza las verdaderas obras de arte? Joyerías,


según Max Grillo, es un “cofre de emociones amorosas”, pulido
y dado a conocer en Roma durante sus tiempos de estudiante.
Salvo el soneto a la Catedral de Colonia, generalmente aceptado
como una obra maestra de orfebrería lírica, monumental y arqui-
tectónica como el propio motivo que lo inspiró, y dos o tres más,
que resumen vivencias pasajeras de su “florida época de teniente
apasionado”, el resto del poemario “está consagrado a celebrar
el intenso amor de su vida”. El sol de las cinco y media, un sol
de tono naranja, vierte un chorro de luz muriente sobre el retrato
al óleo de doña Luisa Provenzano de Lozano, una criatura tan
tierna que parece suspirar desde su espacio celeste. El maestro
Ricardo Gómez Campuzano eternizó en colores discretos, y en
líneas seguras, la imagen apacible de aquella mujer de selección,
que más parece, allí, una gran dama del Renacimiento Italiano,
si no fuera por el aura de bondad que la envuelve y por la aris-
tocrática finura que fluye, sin esfuerzo, del instante vital captado
por el artista.
Hay además, en la amplia sala de recibo, dos obras originales
del pintor colonial Vásquez Ceballos: ‘Santos Justo y Pastor’ y
‘El Niño de la espina’. Sobre una mesa con cubierta de mármol
reposan dos fotografías enmarcadas en óvalo, del doctor Fabio
Lozano Torrijos y de su esposa. Lozano y Lozano advierte mi
curiosidad por sus pinturas y me informa que de Vásquez Ceba-
llos posee tres o cuatro cuadros más. “Los otros los tiene Mario
Laserna”, dice. Pero en otra habitación, contigua a la biblioteca
principal, donde reposa parte de los sesenta mil volúmenes ate-
sorados por el maestro durante más de sesenta años de irrefre-
nable lectura, cuelgan dos autorretratos de Tolousse Lautrec y
varias fotografías, pequeñas, que fingen daguerrotipos, de Bau-
delaire, de Verlaine, acaso de Nerval y de Musset.
–Un gran poeta de pocos versos.
Como poeta de pocos versos, Lozano y Lozano constituyó un
caso aparte en Colombia. No pertenece a escuela o grupo pre-
viamente clasificado. Su música poética es clara y natural, como
agua de montaña. Y la arquitectura de los dichos sonetos de Jo-
yerías responde al mismo criterio funcional y de síntesis que él le
atribuye a la magia de su estilo de prosador: “Yo digo la verdad;
la cosa como la veo, el hombre y la situación como los aprecio, el

Diseño libro Miguel Alvarez.ind153 153 18/5/07 22:45:10


154 Miguel Álvarez de los Ríos

concepto como lo entiendo; y lo digo todo en las ochenta pala-


bras, del lenguaje ordinario”. En cuestiones de literatura, como
en cuestiones de política, Lozano y Lozano sigue una línea in-
variable. El esfuerzo literario, como todo esfuerzo mental, es un
proceso de lo complejo a lo simple, había dicho antes. “Si eso
puede constituir un estilo, ese es mi estilo; y el estilo que yo re-
comendaría a quienes quisieran darme una sensación clara de lo
que están pensando”.

“Todo lo que tenía que decir, ya lo dije”


Juan Lozano y Lozano, no volverá a escribir. No hay amar-
gura en su voz al formular esta declaración lacónica. Desde el
día remoto en que Alfonso Villegas Restrepo le publicó en El
Tiempo su primer artículo, hasta hace cinco o seis meses cuando
dejó de aparecer en el mismo periódico su volteriano Jardín de
Cándido, Lozano ha escrito miles de páginas en su estilo terso y
raudo; páginas literarias y periodísticas, glosas sueltas, artículos
de ocasión, presentado todo eso en su forma peculiar de ‘decir
las cosas’. De Wilde, a quien leyó desde niño, le quedan algu-
nas de sus paradojas, y le queda, especialmente, la corrección
exquisita de ciertas atmósferas por él pintadas con certero trazo.
Y de D’Annunzio, por quien sintió siempre admiración fervo-
rosa, el ambiente húmedo y sensual que se respira en muchos
de sus escritos literarios. Lo demás es todo suyo. Como suya es
la voluntad de abandonar para siempre lo que ha sido el oficio
primordial de su vida.
¿No siente nostalgia, maestro?
–En absoluto. Todo lo que tenía que decir, ya lo dije. Lo de-
más, sería repetirme. Eso no tiene sentido.

“El periodismo, tremendo poder civilizador”


¿Qué ha sido para el país el periodismo?
–Una fuerza de tremendo poder civilizador. Colombia, sin su
prensa, se habría detenido. Me refiero a la prensa en sus diversas
manifestaciones.
¿Quiere usted decir que el periodismo colombiano es una do-
cencia?
–Más que eso: una palanca moral. Observe usted que todos
los prohombres colombianos lo han ejercido con orgullosa de-
voción.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind154 154 18/5/07 22:45:10


Forma y estilo del periodismo literario 155

“Alberto Lleras, compendio de mis admiraciones”


Entre estos prohombres, ¿a quién admira usted más?
–A muchos. Sí. A muchos. Admiré en su tiempo al general
Uribe. Lo conocí de cerca porque vivía vecino a mi casa. Y por-
que era amigo de mi padre. Admiré a López Pumarejo, un sujeto
de talento excepcional. Un constructor. Admiré al doctor Eduar-
do Santos, conciencia pulcra, magnánimo corazón, espíritu des-
prevenido y despojado de toda vileza: Santos vivió convencido
de que aún en el fondo del cerebro más oscuro y del corazón más
depravado, ardía una pequeña lucecilla de bondad, de verdad o
de belleza. Algo así dije de él. Admiré a Valencia. Admiré, inclu-
sive, a Laureano Gómez. No obstante, la suma, el compendio de
todas mis admiraciones, es Alberto Lleras. Alberto Lleras es una
culminación pasmosa, casi exasperante, de todas las virtudes de
la raza colombiana.
En fin, el testimonio sobre sus fervorosas admiraciones em-
pezó a redactarlo hace alrededor de cincuenta años. Y lo publicó,
por entregas, parte en El Tiempo y parte en la revista Sábado, que
dirigía su grande amigo Plinio Mendoza Neira. Se trata de sem-
blanzas de políticos y hombres de Estado. Dicho sea de paso, por
lo que hace relación a sus ‘contemporáneos’, es por lo menos ex-
traña la clarividencia de Lozano para vaticinarles su futuro. He
aquí, entonces, una virtud no analizada del maestro. Ese trabajo,
de laboriosa perfección, ha sido reeditado por Colcultura en su
colección Autores Nacionales. Ya fundido en un solo volumen,
se inicia con el ‘retrato de cuerpo entero’ de Enrique Olaya He-
rrera, un varón desmesurado de la historia colombiana del siglo
veinte, de quien Lozano y Lozano expresó por entonces que per-
tenecía “a una categoría superior que la del político”; y culmina
con una estampa cordial de Alfonso Araújo, aquel extraordinario
administrador, cuyo defecto parecía ser el de no haber adquirido
una eficaz conciencia política. Era, según su biógrafo, perfecta-
mente ‘apolítico’

“Olaya Herrera, un hombre que sabía gobernar”


Acaso porque Juan Lozano posee un estricto sentido del or-
den y de la disciplina (¿consecuencia de su formación militar?),
a él le han agradado sobremanera los hombres de gobierno, en-
tendida esta definición como referente a quienes saben manejar

Diseño libro Miguel Alvarez.ind155 155 18/5/07 22:45:10


156 Miguel Álvarez de los Ríos

con una decisión rotunda las palancas del poder. Olaya tuvo de
natural el dominio de gentes y situaciones difíciles. Lozano vuel-
ve a recordarlo:
–Fui, como todo el mundo sabe, su secretario. Y seguí muy de
cerca parte fundamental de su trayectoria. Era un tipo exquisito
y enérgico, desconcertante. Un hombre que sabía gobernar.
¿Quiere eso decir que los demás no lo han hecho bien?
–No. No, señor. Cada uno ha hecho su propia historia. El es-
tilo de mando, como todos los estilos, resulta personal e intrans-
ferible. Quiero decir que Olaya sabía gobernar el país que le co-
rrespondió gobernar. Con carácter y firmeza.

“Turbay es un mago sin trucos ni artificios”


También es firme y enérgico el Presidente Turbay Ayala, le
recuerdo.
–Turbay es un mago, sentencia en forma tajante. Y agrega:
–Es un mago sin trucos ni artificios. No se deja enredar. Cono-
ce todos los secretos del arte de la política y sabe aplicarlos, con
absoluta limpieza, con decoro, con inteligencia, a las funciones
de gobierno. Colombia, en manos de Turbay, se siente tranquila.
Yo, desde mi retiro, la veo marchar hacia un porvenir despejado
de toda amenaza.
El afecto de Lozano por Turbay es grande. Su confianza en él
parece no tener límites distintos a los de las naturales deficien-
cias humanas. Su turbayismo es de buena ley. Fundado en la ad-
hesión a la persona y al gobernante. En todo lo cual corresponde,
además, a su idea del orden y de la disciplina. Asistió al ‘Ban-
quete de la Paz’ justamente por las mismas razones. Realizó un
esfuerzo enorme, siempre impelido por su conciencia de liberal y
de demócrata. El otro esfuerzo suyo, reciente, consistió en haber
conducido parte fundamental de la campaña turbayista desde su
columna de El Tiempo. Muy pronto saldrá el libro que recogerá
esas páginas aleccionantes, con prólogo de Alberto Lleras.

“Un prólogo para Álvaro Gómez”


En apariencia, el último trabajo intelectual de Juan Lozano
lo constituyen las palabras preliminares escritas para un libro
del doctor Álvaro Gómez Hurtado. Se deduce que fueron dic-
tadas a su nuera, María Cecilia Letelier de Lozano Provenzano.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind156 156 18/5/07 22:45:10


Forma y estilo del periodismo literario 157

La dama, de nacionalidad chilena, guarda para con su suegro un


tierno afecto. Y, de continuo, acaricia la cabeza del grande escri-
tor, sabedora de que esta testa, todavía prodigiosamente lúcida,
es una de las más nobles de cuantas han alentado en esta ‘tierra
de mestizos intelectuales’.

“Las nuevas figuras importantes”


¿Qué opina el maestro Juan Lozano y Lozano de las nuevas
figuras del liberalismo? Eastman, Balcázar, Holmes, Santofimio;
Uribe Vargas...
–Son hombres muy importantes, que están en activo proceso
de maduración. Hay algunos muy impacientes, como Santofi-
mio. Todos tendrán mucho que hacer en el futuro. Hay que espe-
rar, tendremos que esperar, como decía Maeterlinck.
Juan Lozano y Lozano está sordo. Sordo, como uno de los
personajes evidentemente menos afines a sus predilecciones
políticas y estéticas, Charles Maurrás, el brillante teórico de la
estructura monárquica del poder, cuya sordera, a más de física,
se dice que era aparente con relación al mundo de su “tiempo,
“demacrado –a juicio suyo– por una irremediable pobreza ética”.
El oído derecho lo tiene totalmente bloqueado. Y el izquierdo,
apenas le vale. Y está casi ciego. Debe bastarle ahora, como a
Rilke, su propia ‘música interior’, y la visión indeficiente de los
paisajes del alma, que tanto amaba Francis James.
“La vida no tendría objeto sin la muerte”
¿Pensará en la muerte Juan Lozano y Lozano?
Abro, de nuevo, su libro, en la página 509; y leo:
“Yo pienso que la vida no tendría objeto, si faltase la muerte; y
como la muerte no falta a la cita, todos los pensamientos y todos
los actos de los hombres deberían producirse en función de la
muerte. La experiencia de la lucha de la vida no debería servir
sino para simplificarnos, para desasirnos, para libertarnos. Una
gradual tolerancia, una progresiva benevolencia, un afectuoso
desinterés por lo humano son los signos que yo he hallado en
aquellos varones que llegaron a la cumbre de los años, después
de una carrera de luchas y reveses. Ellos están serenos, y no con-
turbados… porque han entrevisto ya a Dios, desde el abismo”.
Revista Consigna, Año 4, No. 143,
Bogotá, 15 de agosto de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind157 157 18/5/07 22:45:11


158 Miguel Álvarez de los Ríos

Con José Umaña Bernal,


el gran poeta que brilló en la política

José Umaña Bernal trata de eludir el tema político; hace lo po-


sible porque el diálogo no desborde los caminos de la literatura y
el periodismo. Caminos paralelos en su caso, los cuales ha trase-
gado, con paso rotundo, a lo largo de sesenta años, o más.
A Umaña le agradan las personas que siguen el curso de su
conversación abundante de anécdotas, pues, para cada asunto
tiene un ejemplo elocuente y así va él abriendo para los demás su
mágica caja de sorpresas. La mayoría corresponde a experiencias
acumuladas durante su febril existencia de trotamundos. Hay
que advertir que Umaña le ha dado la vuelta al mundo varias
veces. Viajar ha sido su pasión, tanto o más que la política; cam-
biar de horizontes, experimentar emociones que han contribuido
a darle solidez a su cultura. Umaña Bernal es hoy uno de los
colombianos más viajados y más instruidos. Y, desde luego, una
gloria viva de la poesía intemporal; poesía hecha de materiales
eternos, irresistibles y resistente.
¿Por qué un hombre de tierra firme ha insistido tantas veces
en los temas marineros?
Umaña Bernal responde:
–Por lo que alguien llamó ‘la lujuria de viajar’. Yo la he goza-
do y padecido desde siempre.
¿Es usted más político que escritor?
–No. No creo. Fundamentalmente he sido un hombre de letras,
interesado por la suerte del liberalismo, al cual pertenezco por
raza y por convicción.

El caballero de la mano al pecho


Umaña es un caballero, y éste es el término que utiliza para
referirse a sí mismo. En 1943 publicó su poema ‘El Caballero de
la Mano al Pecho’, que no es propiamente un canto a la obra del
Greco, sino una manera lírica de expresar sus nostalgias:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind158 158 18/5/07 22:45:11


Forma y estilo del periodismo literario 159

Y el mar... ¿en dónde el mar de la sorpresa y la aventura?


Y el mar... ¿en dónde el mar de los salobres pensamientos?
Y el mar... ¿en dónde el mar para cortar bajo la dura niebla la
fina rosa de los vientos?

Y en 1945 escribió, en tierras lusitanas, su ‘Diario de Estoril’.


Es evidente que Umaña Bernal estaba acometido por aquella ex-
traña dolencia que los catalanes llaman ‘enyoranza’, mezcla de
llanto contenido y de añoranza irremediable. Y que los portu-
gueses han denominado con un vocablo más expresivo, saudade:
“¡Qué solo va el caballero
por tierras de Portugal!”
En sus Carnets de El Tiempo Umaña sustituye la palabra ‘ca-
ballero’ por la frase ‘el escritor’, otra forma de hablar en prosa
de sí mismo: “No escoge el escritor los motivos de su trabajo”; o
bien: “El escritor vive más del desdén que de la aceptación”; o,
finalmente: “El escritor sólo habla de las cosas que le parezcan
importantes”.

Los amigos de mis noches de insomnio


No obstante que tradujo a Rilke, ‘eso sí, del francés’, Umaña
Bernal revela unas preferencias literarias muy específicas: Wilde,
Juan Ramón Jiménez, Montherlant, don Eugenio D’ors, Valéry,
Anatole France, Apollinaire, Montaigne y Stendhal: “No hay es-
critores más confortables que Stendhal y Montaigne. Ni mejores
amigos para las noches de insomnio y escapismo”.
Stendhal fue periodista. Umaña recuerda que lo fue ‘de ma-
nera completa’, de 1822 a 1830. Es éste uno de los aspectos del es-
critor francés que más lo apasionan. El poeta colombiano ha sido
periodista hace más de sesenta años. Periodista de El Tiempo, con
muy escasas treguas:
Pocos saben, dice, que yo inicié en el periodismo con el doctor
Alfonso López Pumarejo. El doctor López compró un periódico
para combatir la candidatura del general Herrera, y yo lo acom-
pañé. Superada esa etapa, me vinculé a El Tiempo. Allí están y
estarán mis amigos, Roberto, los Santos, tantos otros...
¿Volverá a escribir, maestro?
–Vamos a ver... Sí... creo que sí...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind159 159 18/5/07 22:45:11


160 Miguel Álvarez de los Ríos

Los dos Umañas


Hubo dos Umañas Bernal: Francisco y José. O José y Francis-
co, para comprobar una vez más que el orden de los factores no
altera el producto.
De Francisco se dijo alguna vez que había contribuido a mo-
dificar el estilo de nuestra vida diplomática. Antes de ser Canci-
ller del gobierno de Ospina Pérez –en un expectante periodo de
transición política–, Umaña estuvo en la Liga de Ginebra. Los
agentes allí acreditados se formaron en dicha escuela. Eran tipos
de exquisito trato, de buen vestir y buen comer, magníficos cata-
dores de vinos, tolerantes. Ninguno, que se sepa, golpeó jamás
su pupitre con el zapato. Mucho menos Francisco Umaña Bernal,
heredero de una aislada aristocracia de sangre, cuyos orígenes
hay que buscarlos río arriba de la historia patria. Un abuelo re-
moto, don Joaquín Umaña, fue ejecutado en la plaza de la Villa
de Leiva, el 24 de abril de 1816. En cierto grabado se le represen-
ta, frente al pelotón de fusilamiento, blanco de tez y con el gesto
desdeñoso y severo de quien parece, a todo trance, superior a las
circunstancias. El padre de los Umaña, al decir de José “fue un
hombre elegante y fino”, que sólo escribió cartas de amistad y
de amor, y cuentas de trigos y ganados. No fue, pues, intelectual
como sus dos vástagos. Pero los poseedores de este apellido ilus-
tre –hombres y mujeres– son gentes de una traza humana muy
exclusiva, en la cual esplende la armonía de los rasgos físicos, no
menos que los signos externos de un talento superior.

“Se vestía mejor que el Aga Khan”


Francisco Umaña fue, también, un excelente diplomático, ya
se dijo. Un diplomático de carrera que accedió al puesto de Can-
ciller debido justamente a sus conocimientos en la materia, y a su
vastísima experiencia intelectual y política.
Fue, además, periodista de El Espectador, encargado de cues-
tiones internacionales; traductor y ampliador de cables, intér-
prete sagaz de los hechos de última hora; dueño de un agudo
sentido crítico.
Y un orador parlamentario de grave entonación. Lógico, frío,
continuo y brillante. Umaña, Canciller, es fama que cambió vo-
luntariamente los buenos vinos franceses por té sin azúcar y bo-
cadillos de convento. Metódico y cauteloso, no hay noticia de que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind160 160 18/5/07 22:45:11


Forma y estilo del periodismo literario 161

hubiese creado jamás ninguna situación de conflicto. El Ministro


era todo un caballero. Hombre de su tiempo tenía, sin embargo,
una educación y unos modales absolutamente victorianos. Y una
elegancia peculiar para llevar los finos trajes de corte inglés. Y las
corbatas ‘Tremblet’, de puntitos. Y el paraguas ‘Briggs’. Francis-
co Umaña Bernal se vestía mejor que el Aga Khan, concluyó una
publicación especializada de los años cuarenta.

El poeta José Umaña


José Umaña Bernal tiene las mismas condiciones personales
de su hermano, además del don poético, dulcificado por una sen-
sibilidad lírica que en él perdura, y que le ha permitido conser-
var su prestigio en este campo durante un lapso que ya va siendo
largo; un prestigio que arranca desde 1918. De esta fecha a 1934,
es su primera cosecha de versos, recogida por Juan Lozano y Lo-
zano en su colección de ‘Los Penúltimos’. Se trata de Itinerario de
fuga, publicado por Editorial Santa Fe como un suceso literario
de primer orden. Lo fue ciertamente en una época en que aún
alentaban Guillermo Valencia y Eduardo Castillo, los cuales, con
Silva, constituyen la egregia trilogía de su predilección. Los dos
primeros eran monumentos vivientes. El último era –es– una
sombra augusta, mucho más densa que la del ‘Nocturno’. Y esta-
ban vivos los ‘hijos de Musset’, Ricardo Nieto y Carlos Villafañe.
Y Porfirio Barba Jacob. Con todo, Umaña –fue notorio– le dio a
la poesía una nueva dimensión, un carácter especial; la some-
tió a una suavísima gimnasia de ritmo, e inspiró a la generación
posterior, a la de ‘Piedra y Cielo’ para iniciar, así, el desmantela-
miento de los andamios líricos, desgastados por el uso excesivo
del romanticismo decadente.

Los tres momentos


En 1975, la Editorial Kelly hizo una nueva edición de Itinera-
rio de fuga, con prólogo del maestro Rafael Maya. Maya señala
tres momentos estelares de Umaña en el dicho libro: el de los
sonetos galantes, vitales y sensuales, de corte perfecto; el de los
poemas de arquitectura ‘modernista’, reflejo de la vanguardia; y
el de los romances, que no tienen generales de la ley con los de
García Lorca y por los cuales viaja, apaciblemente, la sombra de
Góngora:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind161 161 18/5/07 22:45:11


162 Miguel Álvarez de los Ríos

Señora, la mal casada,


clavel en tallo de hastío...
Rota canción de los senos
en curvas de sacrificio...

Ya vendrá, sin embargo, su obra monumental, la que sitúa


definitivamente a Umaña en lo más alto del Parnaso americano.
Vendrán sus dos creaciones extraordinarias: el ‘Nocturno del Li-
bertador’, escrito en 1945, y ‘Cuando yo digo Francia’, que data
de 1941 y que constituye una magistral declaración de amor a la
tierra y la lengua de Racine.
Ese amor desmesurado, por lo menos igual al que siente por
la figura de Bolívar, se origina por las mitades de la primera con-
flagración mundial. El poeta, estudiante bartolino, vive en Bo-
gotá las angustias y expectativas de la guerra. La dulce patria
francesa, envuelta en el turbión bélico, le duele corazón adentro.
La guerre éclata en los sentimientos del novel escritor. Sabe fran-
cés y puede cantar:

“Allons, enfants de la patrie,


le jour de gloire est arrivé!”.

–El XIX fue un siglo francés, dice Umaña; comenzó y conclu-


yó en Francia. Entre los clarines de la revolución en el 89 y ‘La
Marsellesa’ del 14. La bella época desaparecía con los nocturnos
de Debussy, los primeros libros de Gide, de Claudel, de Valéry
y de Proust, el ramaje retorcido del art nouveau, y las mujeres de
largos trajes de otoño, y sombreros con alas de pájaro nocturno.
En el lodo helado de las trincheras se enterró la alegría y la gracia
de una Francia feliz.
–En Bogotá, en las aulas de San Bartolomé, los escolares de
entonces comenzamos a clavar banderitas de colores en el mapa
de Francia, bajo la vigilancia complacida del padre jesuita Lo-
uis Francoz, que también esperaba su llamada a filas. Y aprendi-
mos muchos nombres nuevos: El Marne, Le Chemin des Dames,
Verdún, Jofre, Clemenceau, Foch. Los que, más o menos, somos
compañeros de viaje del siglo XX, descubrimos entonces, en los
comunicados de guerra, un mundo desconocido. Y empezamos
a soñar en la douce France.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind162 162 18/5/07 22:45:11


Forma y estilo del periodismo literario 163

–Años después, ya en los bancos de la Universidad, conoci-


mos los primeros testimonios de la guerra: El fuego, de Barbusse;
Las cruces de madera, de Dorgeles; El sueño, de Montherlant; y los
poemas de Drieu La Rochelle:
“O guerre hallucinante
comme l’amour”.
Es probable que el sentimiento amoroso de Umaña y sus
compañeros de viaje estuviese vinculado a ‘cierta apetencia bo-
hemia’, más que a la noción de parentesco histórico de Francia
con nuestra libertad. Francia era París y París era Montmartre. El
Montmartre de los molinos y los guinguettes; el del Bateau á lavoir,
absurdo falansterio que habitó Picasso; el de Utrillo, quien bebía
a crédito y pagaba con sus cuadros; el de Verlaine, el de Darío,
el de Gómez Carrillo, historiador de La Tebaida y de la Rue de
la Paix ; el de Juan Gris, creador del Cubismo; el de Toulousse-
Lautrec, y, sobre todo, el de Apollinaire, genial exegeta del arte
nuevo. Como quiera que sea, es un amor eterno:
Mas soy fiel a su nombre, como
el vino a la copa,
como el grito al dolor, y a la
mano la espada...

“Los Nuevos”
El grupo de ‘Los Nuevos’, cuyo funcionamiento hay que si-
tuarlo entre 1920 y 1927, no admite un análisis muy a fondo en
relación con su valor de conjunto, pues fueron sus componentes
personalidades insulares, y algunas antagónicas entre sí, congre-
gadas en las tabernas por la época tormentosa.
En el viejo ‘Café Windsor’ de los Nieto Caballero, localizado
“en la calle 13, abajito de la Calle Real”, y en otro de las vecinda-
des, denominado ‘Rondinela’, ‘Los Nuevos’ bebían menta legíti-
ma de Marie Brizard, y desafiaban el poder y la influencia de la
‘Generación del Centenario’.
–Eso no es rigurosamente cierto, corrige Umaña Bernal. Nin-
guno de nosotros peleó jamás con los centenaristas, quienes eran,
por lo demás, los dueños e inspiradores de los medios de co-
municación en los cuales nos formamos todos. Era rivalidad de
caballeros, por cuestiones estéticas. No asunto de alquilar bal-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind163 163 18/5/07 22:45:11


164 Miguel Álvarez de los Ríos

cón. Usted no se imagina que yo pudiera pelear con el doctor


Eduardo Santos. O con don Luis Cano. O con el profesor López
de Mesa. Como tampoco se imagina una pelea de Alberto Lleras
con el viejo López...
Ocurre que José Umaña “nació entre dos aguas”, como lo
puntualiza Eduardo Caballero Calderón: “Cuando comenzaba a
escribir, estaba en plena madurez una generación que política-
mente se inclinaba a las soluciones del republicanismo, y litera-
riamente era ecléctica”. Tal vez esta circunstancia le imprimió el
equilibrio conceptual que le ha acompañado siempre, y que hoy,
en su madurez, es una de sus muchas virtudes.
Umaña sigue siendo galante. No usa guantes crema ni cla-
vel crepuscular en el ojal. Pero conserva las maneras del perfecto
caballero. Y el buen gusto en el vestir. A pesar de que, en sus
frecuentes viajes a Tunja, usa la clásica ruana boyacense. Proba-
blemente desde que descubrió que Carlyle, en su Sartor Resartus,
le dio a esa prenda ‘sitio en la literatura universal’.

El prestigio de Turbay
Pero, para quien fue dos veces presidente del Senado y otras
tantas de la Cámara de Representantes, en una época de singular
brillo parlamentario; para quien fue orador recursivo y rampante
en el curso de memorables debates, siempre en defensa de la doc-
trina y los programas del liberal partido; para quien ha sido, sin
interrupción, amigo cercano de los hombres que han hecho por
lo menos medio siglo de historia colombiana; para un individuo
como José Umaña Bernal, “sensible; y sensitivo”, como él mismo
se define parafraseando a Darío; un para hombre como él, viejo
actor y espectador de la vida nacional, no resulta fácil sustraerse
a los hechos y situaciones de la actualidad política que tienen,
ante todo, su ‘música de ideas’ y su ‘música de sentimientos’;
sus sonidos y leyes eufónicas. Umaña me enseña el ejemplar que
posee de su propio poema, ‘Cuando yo digo Francia’, que el pre-
sidente Turbay Ayala le envió, con afectuosa dedicatoria, antes
de viajar a Méjico y Europa. Es un bello trabajo editorial, en sus
versiones francesa y española, con tapas de cuero y letras de oro,
idéntico a los que recibieron como obsequio el presidente Valéry
Giscard d’Estaing y el alcalde Jacques Chirac. La coyuntura es
propicia, y Umaña la aprovecha para satisfacer mi curiosidad:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind164 164 18/5/07 22:45:12


Forma y estilo del periodismo literario 165

–Turbay Ayala, dice con absoluta convicción y cerrando los


ojos pequeños y vivaces, tiene un prestigio superior al del propio
gobierno, y bien merecido por cierto. Porque ese prestigio emana
de sus propias virtudes y se condensa y aquilata a través de sus
actos como mandatario. Observe usted lo que es una inteligencia
despierta y receptiva, como la del presidente. Yo le conozco des-
de que tenía algo así como veinte años, o menos. Cuando iba a
la redacción de El Tiempo, a departir con ‘Calibán’. El periodista
tenía por el joven político una sincera estimación. Turbay, como
hoy, sabía escuchar a las personas de experiencia. ‘Calibán’, con
esa inteligencia y esa perspicacia que le caracterizaron, con esa
admirable cosmovisión suya, le ponía ejemplos, le iba despejan-
do dudas e interrogantes. Más tarde, el presidente López Puma-
rejo fue su mentor político. Tuvo, pues, los mejores maestros...
››Un prestigio como el de Turbay Ayala, prosigue tratando
de redondear la idea, un prestigio tan bien fundamentado, es de
los que permiten suponer la aparición de un partido presidencial,
como ha ocurrido algunas veces en la historia... Eso no va a ocu-
rrir en Colombia, claro. Es una manera de ponderar el hecho.
Umaña Bernal, como diplomático experimentado, no cabe
duda de que sigue siendo cauteloso. En lo que atañe a la política,
creo entender que él no ha deseado jamás pertenecer a la ralea
de los ‘especialistas’, así llamados por Alberto Lleras; esto es, a
quienes han tenido por objetivo “hacerse elegir, sin una sola bre-
cha, sin un solo desfallecimiento, por treinta, por cuarenta años”.
Pero, vamos por partes.

López Pumarejo y la política


De todos modos las predilecciones de Umaña Bernal, por lo
que a Colombia respecta, han tenido que ver siempre con el pe-
riodismo y la política. La política liberal. Oigamos lo que dice de
Alfonso López:
“En Colombia, el siglo XIX se prolongó hasta que el señor
López llegó, en 1934, a la Presidencia de la República. Ese día
comenzó para el país una nueva centuria. Todo lo anterior fue fin
de siglo. López instauró un ensayo de república liberal. Lo que
no habían logrado mil días de guerra civil. Una república liberal
en que hubo mucho de evolución, y muy poco de revolución.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind165 165 18/5/07 22:45:12


166 Miguel Álvarez de los Ríos

López era un hombre de Estado, y sabía medir su paso histórico.


Se apresuraba lentamente, como los animales de raza. Y se negó
a quebrar la espina dorsal de la Constitución conservadora de
1886; pero realizó en el país la transformación necesaria. Sabía
que la política es el arte de lo posible; hizo lo posible; y lo indis-
pensable”.

Inteligencia y política en Alberto Lleras


Y de Alberto Lleras:
“En cualquier época de la historia de Colombia, Alberto Lle-
ras sería un hombre importante. Y, para el hombre de Estado,
esta prueba del tiempo es una ratificación indispensable. No se
mide el grande hombre únicamente en el paralelo de sus con-
temporáneos. Ni se es grande por mensualidades. La grandeza
auténtica debe someterse a una medida más vasta, en el tiempo,
y en el espacio; el tiempo histórico, y el ámbito humano. Para
llegar a la categoría clásica, necesita una vigencia permanente;
durar, perdurar, en la historia; y ser actual, antes y después. Re-
sistir la prueba, no sólo con los de hoy, sino también, y principal-
mente, con los de ayer. El hombre superior es el hombre de todos
los tiempos; está fuera del calendario; la grandeza no es relativa,
circunstancial, anecdótica; no es provisional, sino definitiva.
Es fácil imaginar a Alberto Lleras en cualquier tiempo de
Colombia. Y de América. Sin que su sitio personal cambie una
línea. Sería, como hoy, el conductor civil, el caudillo sin espa-
da, la ‘casaca negra’, puesta al desmán de la dictadura, y a la
violencia de los partidos. El intelectual en la política, el político
de la inteligencia, que no transige ni con la dictadura, ni con la
demagogia”.
Y de Calibán:
“Detrás de Calibán estaba Enrique Santos. Detrás del perio-
dista, el escritor. Con el sentido del escepticismo, virtud teologal
del periodista (...) Periodista de profunda y vasta cultura. Y la
gracia, la elegancia, el tono, del escritor de raza(...) Su liberalismo
era un modo de ser, en el sentido universal del vocablo. No en
la acepción aborigen(...) Sostenía el periodismo con la literatura.
Así fue el mejor periodista colombiano del medio siglo (...) Fue
lo que las gentes creen que fue; y muchas cosas más. Calidades
excelsas que su orgullosa sencillez ocultó siempre...”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind166 166 18/5/07 22:45:12


Forma y estilo del periodismo literario 167

Dos horas ha durado el diálogo con José Umaña Bernal; en su


casa de la calle 70. Llega la noche, y el poeta debe atender a su
esposa enferma. No lo dice, lo intuyo. Le pueden sus modales de
caballero. En la puerta nos despedimos. Umaña apaga las luces
del primer piso. Sube las escaleras:
“... Y se pierde en la sombra desgarrada el Caballero de la
mano al pecho”.
Revista Consigna, Año 4, No. 145,
Bogotá, 15 de septiembre de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind167 167 18/5/07 22:45:12


168 Miguel Álvarez de los Ríos

“La izquierda se pasó a la derecha”


Entrevista exclusiva con Germán Arciniegas

A la selecta galería de entrevistas exclusivas de Consig-


na llega hoy Germán Arciniegas, el fecundo escritor de
más de cuarenta libros, cronista de El Tiempo desde su
remota adolescencia. Comenzó a escribir en el diario de
los Santos en 1917. En esta conversación con nuestro co-
laborador Miguel Álvarez de los Ríos, Arciniegas habla
profundamente de la libertad, reclamando con énfasis
su condición de liberal de izquierda, aunque “detesta la
prosa marxista”, revela el secreto de su correspondencia
personal con Eduardo Santos que sólo podrá ser publi-
cada veinte años después de la muerte del ex-presidente;
ratifica la tesis de varias de sus obras acerca de la influen-
cia de América en Europa, sin la cual, en su opinión, el
antiguo continente hubiera sido un mundo limitado y
con poco uso de razón, pero advierte, eso sí, que Améri-
ca Latina está hoy en la cola del Tercer Mundo. Rico en
historia y en imaginación, queda este reportaje en manos
de los lectores de Consigna.

Para Germán Arciniegas –el grande escritor colombiano, pe-


riodista, historiador, sociólogo y filósofo social–, el asunto de la
libertad es lo más importante. De nada le vale al hombre con-
seguir el paraíso si pierde aquella garantía sublime por la cual
ha luchado ferozmente desde que tuvo conciencia de su propia
dignidad.
Este hombre, como su maestro Eduardo Santos, también está
“hecho de libertad”.
Libertad desde el punto de vista de pensar y hacer; libertad
de realizarse. La suya –la de Arciniegas– es una “libertad total”.
Una cosa múltiple. Algo inherente a la misma naturaleza huma-
na. Como la capacidad de raciocinio, por ejemplo. Sin embar-
go…

Diseño libro Miguel Alvarez.ind168 168 18/5/07 22:45:12


Forma y estilo del periodismo literario 169

“Sin embargo –aclara– la libertad sin responsabilidad es co-


bardía. Tirar la piedra o disparar un arma, y salir corriendo, no
corresponde exactamente a la noción que yo tengo de ese valor
que, en teoría filosófica es un valor absoluto, y en la práctica tiene
que acomodarse por lo menos a los límites de la decencia”.
–Esa libertad que usted pondera, ¿sí existe en Colombia?
“Sí. Sí existe. Más que en muchas partes. Para mí es fácil sa-
berlo. Estudie la situación de los demás países de la América La-
tina. Estudie usted la situación de ciertos pueblos de Europa y
Asia; la de las antiguas colonias africanas. Con relación a ellos
nuestro país sale ganando. Naturalmente, uno nunca podrá decir
que ha consolidado el imperio de sus bienes imponderables. Ni
la independencia. Ni sus propios derechos. Porque si todo estu-
viera conseguido habría terminado la razón de luchar”.
–Usted habla de una lucha sistemática, infinita...
“Claro. Eso no termina. Si así fuera, habría que inventarse
otros motivos, digamos otros pretextos, para continuar luchando
y por consiguiente para justificar de alguna manera la presencia
del hombre en el escenario vital”.
–Y usted, maestro, ¿se considera con entera libertad en Co-
lombia?
“Yo sí. Hasta el momento digo y escribo lo que quiero. El día
que eso me cree una situación difícil, pues la afronto. Yo entiendo
que quien hace uso de la libertad está obligado a ser responsa-
ble”.

Entre la libertad y el miedo


Durante tres horas he logrado conversar con Germán Arci-
niegas en su casa de la calle 92. Alto y sólido, rosado de tez, y
con una calva frailuna y unas manos grandes y expresivas, tiene
esa apariencia saludable de los escritores europeos de post-gue-
rra. Acaso el medio condicione mucho más de lo que se piensa.
Arciniegas ha vivido fuera del país por largos años, y si bien es
cierto que piensa y actúa en función de Colombia y de América,
también lo es que su cultura y sus modales, y su mismo aspecto
físico, son europeos. Él ha procurado, sin embargo, conciliar en
su prosa lo americano y lo europeo, y de ahí le nace justamente
ese criterio estructural de la libertad, cuyas raíces las encuentra
Arciniegas en la filosofía cartesiana:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind169 169 18/5/07 22:45:12


170 Miguel Álvarez de los Ríos

“Yo creo –observa– que de todo lo que se ha escrito sobre fi-


losofía en el mundo, lo mejor ha sido lo que se refiere a la duda
sistemática de Descartes. No concibo a un hombre sin el derecho
a disentir y a explorar todas las posibilidades de cualquier cosa.
No comprendo a un hombre con miedo; a un hombre que no se
atreva a dudar de lo que le presenten, con la más absoluta auto-
ridad sobre su conveniencia. Por eso aprecio que la revolución
más grande que ha habido en el juego de las ideas, ha sido la de
establecer el derecho a la duda sistemática”.

Pienso, luego existo


El escritor hace una pausa; se frota las manos, como satisfecho
de su descubrimiento; se levanta con increíble agilidad; sonríe
bondadosamente. Estamos en una sala de recibo cuya claridad la
garantiza una vidriera enorme por la cual llega hasta nosotros el
sol indeciso de septiembre. Se ve un patio de grama con asientos.
Y una alberca mínima. Adentro, porcelanas y cuadros. Casi todos
originales, excepto dos copias de Botticelli con el marco dorado.
Simoneta Vespucci, quien hizo de modelo para la Venus renacen-
tista, es personaje favorito de Arciniegas. Con su imagen bordó
hace años un suntuoso gobelino histórico-literario, El mundo de
la bella Simoneta. Esta Simoneta, que en la vida real fue una ve-
nus turgente, era pariente política de don Américo, el mareante y
cosmógrafo compañero de Colón. Por el camino mágico del arte
es también fácil descubrir las debilidades estéticas e históricas de
Germán Arciniegas. Posee dos pequeñas y raras acuarelas de Pe-
dro Nel Gómez, fechadas en 1923. Y un óleo de Botero, su pintor
predilecto. Se trata de “La Madre Superiora”, una monja gorda
que parece hacer esfuerzos para no eructar su santa indigestión
de albóndigas.
“En cierto modo –continúa– me parece que Descartes fue la
primera gran consecuencia del descubrimiento de América, y
que él mismo no descubrió nada, sino que registró el hecho de
que había muerto la autoridad indiscutible.
››Lo importante del descubrimiento de América está en que
dejó colgando de la brocha a los filósofos y a los padres de la Igle-
sia y a todo el mundo medioeval que negaba la redondez de la
tierra, y que creía que la tierra era el centro del universo. Me pa-
rece que ese es el legado fundamental que nosotros recibimos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind170 170 18/5/07 22:45:12


Forma y estilo del periodismo literario 171

››Volviendo a Descartes, no he escuchado un grito más des-


garrador en la vida de los hombres que el del filósofo francés,
cuando exclama: ”¡Pienso, luego existo!”. Hay gentes que quie-
ren existir sin pensar, lo cual, a mi juicio, encaja dentro del mun-
do puramente animal”.
Arciniegas advierte mi perplejidad, y se apresura a darme
una nueva explicación de su teoría:
“Sí. Así es. La persona que se resigna a que le entreguen una
fórmula hecha para resolver todos los problemas, está perdida.
En cierta forma deja de ser hombre”.

La izquierda, la zurda y la siniestra


Germán Arciniegas no es un sofista, aunque sus argumentos
puedan resultar discutibles y aparentemente individualistas. Se-
gún ha dicho, lo que más detesta es la prosa de los marxistas.
Pero es, y lo reitera, “un hombre de izquierda”.
Mi perplejidad aumenta.
–¿Hombre de izquierda usted, maestro?
“Sí. No lo dude. El otro día un estudiante me preguntaba que
por qué yo, que fui tan izquierdista en mi juventud, ya no lo era.
Le respondí: Yo he continuado mi misma línea. Lo que ocurre es
que hoy la izquierda se ha pasado a la derecha”.
Dirigiéndose a mí de nuevo, se hace esta reflexión:
“No puedo entender que un individuo se considere de iz-
quierda, y se entregue a una forma política cualquiera, que le
quite el derecho a dudar”.
Y luego, para rematar, con el mismo énfasis, recuerda:
“Alguna vez escribí un artículo donde traté de aclarar estas
cosas. De ese artículo no me acuerdo sino del título. Era muy
bueno: “La izquierda, la zurda y la siniestra”.

Rojo escarlata
Consecuente con su manera de pensar en filosofía y en po-
lítica, Germán Arciniegas confiesa sus preferencias por el color
rojo. Rojo escarlata. Este tono es el color del Renacimiento, se-
gún algún ocioso historiador a quien le dio por pintar de colores
las distintas etapas de la civilización humana. En este orden de
ideas, la Edad Media tuvo color de rata; y el siglo XVIII un acen-
tuado matiz de blanco curtido.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind171 171 18/5/07 22:45:13


172 Miguel Álvarez de los Ríos

Arciniegas es hombre de su tiempo. Del que le ha tocado vivir.


De manera que no hay lugar a suposiciones necias, en su caso,
con relación a aquel capricho cromático que el escritor explica de
una manera simple:
“Quiero el rojo como García Lorca quería el verde. En eso
también soy honesto. El color que hiere más es el rojo. A mí el
azul que me lo sirvan en cielo o en mar. Que no me lo den en
divisa”.
Admite y exalta su liberalismo de izquierda, el cual correspon-
de, según otro capricho de la cromática política, al mismo rojo es-
carlata. Aceptamos el caso reiterado de la coincidencia. De todos
modos las fijaciones sicológicas de un hombre de cultura tan no-
table están mucho más allá de cualquier apreciación superflua.
Oigamos lo que dice respecto a su ubicación doctrinaria:
“Para mí no encuentro otra fórmula distinta al liberalismo.
Desde luego, el liberalismo yo lo busco en la raíz misma de la pa-
labra. Inclusive le quitaría el ismo. Yo soy liberal, y punto. Cuan-
do se dice liberalismo, la palabra comienza a tener algo de enfer-
medad. El espíritu liberal tiene sus connotaciones en las distintas
épocas. En el siglo pasado, ser librepensador quería decir ser co-
mecuras. Lo cual ya le quitaba un poco de libre pensamiento al li-
brepensador. En otras épocas el liberalismo ha sido una doctrina
económica que condujo a aberraciones muy estériles. En mi caso
personal, soy mucho más liberal que hombre de partido”.

Historia de un escritor
“Entremos en la taberna de la historia. . .”
Esta invitación recuerda el primer libro de Arciniegas, El estu-
diante de la mesa redonda, cuya historia él la resume diciendo que
lo escribió porque ninguno de los tipos a quienes les propuso
que lo escribieran, quiso hacerlo. Pero su historia literaria y pe-
riodística viene de mucho más atrás, en el tiempo, y en El Tiempo,
del cual es probablemente el más antiguo de sus colaboradores
vivos.
Arciniegas maneja, en sus libros y en sus artículos, un estilo
de gran precisión idiomática; una prosa trabajada y noble, que
encuentra a la vuelta de cada esquina la expresión exacta, ro-
tunda, fulgurante. Todo eso supone una juiciosa experiencia en
el conocimiento del valor conceptual de los vocablos, no menos
que de la artesanía para ir fundiendo letras e ideas en una sola

Diseño libro Miguel Alvarez.ind172 172 18/5/07 22:45:13


Forma y estilo del periodismo literario 173

unidad expresiva. Puede, si se lo propone –y ello acontece casi


siempre– hacer surgir un mundo de asombros, un universo nue-
vo, por la sola virtud de acomodar en su justo sitio la palabra
adecuada. Es un taumaturgo del idioma. Con todo, detrás y en el
fondo de su prosa no vibra otra metafísica distinta a la metafísica
de la libertad.
Ha sido, por lo tanto, un escritor comprometido, no con lo
circunstancial sino con el ideal de un mundo abastecido y feliz,
un mundo culto, regido por un poder político tolerante y magná-
nimo; un mundo donde a cada quien se le respete su derecho de
ser. Los opresores, decía Carlos Lozano y Lozano, quieren siem-
pre una libertad para ellos solos, pero hay que dársela a todos.
He aquí, en gloriosa síntesis, el propio pensamiento de Arcinie-
gas.
Ha hurgado en la historia, porque la historia es la gran maes-
tra del presente y del futuro; y ha luchado, finalmente por la de-
mocracia, porque ésta no es, a la manera borgiana, una exagera-
ción de la estadística, sino la única atmósfera decente para vivir
el hombre.
En 1917 publicó en El Tiempo su primer artículo, referente a
cuestiones universitarias. Su título: “Cinco en conducta”. Arci-
niegas procuraba comprobar el hecho de que el estudiante así
calificado, era generalmente el peor. Fue por esa época que fundó
la Federación Estudiantil, cuya beligerante tradición se mantie-
ne. Eso sí, con cuatro en conducta. Y a veces con menos.

Su primer editorial
Hace alrededor de sesenta años publicó, también en El Tiem-
po, su primer editorial.
“Ese editorial –recuerda– tiene su historia…”.
Los ojos del grande escritor se iluminan con una luz recién
lavada en las aguas lustrales de la nostalgia. Lo veo, entonces, en
el total ejercicio de su autonomía espiritual. Un hombre que re-
cuerda, y que recuerda con gratitud, decía el tarambana de Ezra
Pound, es un hombre que se salva.
“Ese editorial –repite– es el comienzo de todo este tremedal
literario y periodístico en que ando metido hace tiempos.
››Yo andaba por los 18 años. Estaba en Panamá. Había via-
jado para que operaran a mi padre, y encontré que los ameri-
canos cometían allí toda clase de desafueros. Inclusive, habían

Diseño libro Miguel Alvarez.ind173 173 18/5/07 22:45:13


174 Miguel Álvarez de los Ríos

invadido una isla. A Panamá nadie la respaldaba en nada. Ni se


habían suscrito tratados que garantizaran por lo menos el respe-
to recíproco entre los Estados Unidos y el nuevo país segregado
de Colombia. A mí me parecía que la separación era un hecho
cumplido, al cual no había que darle más vueltas. Panamá lucha-
ba por consolidar su soberanía en medio de una insolidaridad
increíble.
››Entonces escribí un artículo, defendiendo la nueva situación
del Istmo. Mi tesis era un tanto audaz. La opinión unánime era
inversa. Le envié el artículo al doctor Eduardo Santos y, para mi
sorpresa, lo publicó en El Tiempo como editorial, con una nota
suya de introducción. Hoy comprendo que esa fue una de las
primeras satisfacciones de mi vida. Pero quiero destacar el hecho
de que, desde aquel día memorable para mí, comenzó mi fer-
vorosa admiración por Santos. No tanto por la circunstancia de
que me hubiera dado cabida excepcional en su periódico, cuanto
por haber descubierto en la subyugante personalidad de aquel
prócer su sólido criterio democrático y su sagaz percepción de
las realidades americanas.
››Por lo demás –agrega– ese espíritu de magnánima convi-
vencia que demostraba el doctor Santos, y que luego fue divisa y
programa de su gobierno, quedó incorporado como principio de
derecho internacional. Créame, hombres como Eduardo Santos,
en América, pocos, muy pocos”.

Cuarenta libros
Entre El estudiante de la mesa redonda y el más reciente y aún in-
édito, El revés de la historia, Germán Arciniegas ha publicado más
de cuarenta libros en un estilo que seduce por lo fluido y uni-
forme; varios de ellos han sido vertidos a casi todos los idiomas
cultos de occidente, en ediciones sucesivas. Su magistral Biografía
del Caribe apareció hace poco en rumano.
Para muchos, es el más grande escritor vivo de Colombia y
uno de los más grandes en idioma español. Él refuta esta apre-
ciación con una frase humorística:
“Si la grandeza se mide por el número de páginas, entonces
sí creeré que tienen razón. Pero, no hay que equivocarse, hay
mejores...”
“Yo he dicho –continúa– que mi mayor aspiración es llegar a
escribir un libro que me deje plenamente satisfecho. Eso, quién

Diseño libro Miguel Alvarez.ind174 174 18/5/07 22:45:13


Forma y estilo del periodismo literario 175

sabe si lo logre. Cada vez que releo los que tengo hechos les en-
cuentro deplorables defectos. Todo es una calamidad. ¿Usted
qué opina?
Opino, maestro, le respondo, que es una exageración de la
autocrítica. Un escritor, decía Balzac, no tiene derecho a juzgarse
a sí mismo. En cuanto a su obra, el veredicto “absolutorio” ha
sido dado de manera unánime.
“No crea –me replica–. Le voy a contar algo en relación con
mi primer libro: Yo pensaba hacer una obra que contara la vida
de los estudiantes en el mundo. Estaba seguro que podía ser un
tema sensacional. Pero no me atrevía a intentarlo personalmente.
Entonces traté de convencer a otros amigos de que lo hicieran, el
libro. Le dije a Rafael Maya. El proyecto quedó en el aire. En esa
época salí de Colombia, ¿sabe por qué? Porque estaba arruinando
a mi familia. Había perdido lo que tenía de plata. Recién casado
llegué a Nueva York, donde no conseguí trabajo. Incidentalmen-
te pasó por allí, de Presidente electo, el doctor Olaya Herrera;
Juan Lozano, que era secretario suyo, me consiguió un puesto
en el Consulado de Colombia en Londres. Allá me trasladé. El
titular del despacho era el doctor Alejandro López, a quien poco
le gustaba que yo hiciera nada distinto a las labores rutinarias de
oficina. En un movimiento de escapismo resolví escribir el libro
que no habían querido escribir los demás, El estudiante de la mesa
redonda. Sin mayor entusiasmo porque eso pudiera conducirme a
ser lo que soy. Mis amigos decían que yo podía servir para todo,
menos para escribir. Hoy pienso que tenían razón:
››Debí de haberme quedado en aquellas primeras emociones
de mi juventud intelectual, cuando fundaba revistas y periódicos
para que hablaran los demás, para que escribieran los otros; algo
así como lo que hacía Plinio Mendoza Neira...”
–¿Qué ocurrió con El estudiante…?
“Ah, sí. Le envié los originales a Puello, un editor español, y
no volví a saber nada. Transcurrió un año. Un día recibí un aviso
del correo. Había llegado mi libro, hecho en España”.

Uno se equivoca
Después de escuchar mis razonamientos sobre su elevada ca-
lidad literaria, siempre sonriente y escéptico, Arciniegas observa
filosóficamente:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind175 175 18/5/07 22:45:13


176 Miguel Álvarez de los Ríos

“Bueno, puede ser. Uno se equivoca a menudo, consigo mis-


mo y con los demás. Alguna tarde remota me paseaba con Alber-
to Lleras por el atrio de la Catedral. Lleras era periodista y escri-
tor, como yo. Me dijo: “¿Sabes? El doctor López me ha ofrecido
lo que yo quiera. Un Ministerio, una Embajada, la gobernación
de Cundinamarca…” ¿Y tú que le respondiste?, le dije. “Que nin-
guna de esas cosas; que quiero solamente ser Secretario suyo”.
Magnífico, le dije, vas a poder escribir sobre todo lo que ocurre
detrás del poder.
››Uno se equivoca, ya lo ve. Yo no me imaginé que mi amigo
Lleras llegara a ser lo que es. Son cosas, son cosas...”

En la cárcel
Germán Arciniegas estuvo en la cárcel, en Nueva York, por
cuenta del gobierno de Colombia. Prefiere no hablar de eso. Pero,
a instancias mías, y dado el hecho de que es lo único que ha es-
crito en inglés, accede a confesar que todo se debió a unas cartas
enviadas por él al The New York Times, acerca de la situación de
desastre que se vivía en Colombia.
Pero usted ha escrito libros en inglés, le digo.
“Ninguno –me responde–. Yo no sé inglés. La que sabe un
poco de eso es mi hija...”
Hay un libro de Arciniegas que registra once ediciones. Tiene
un título magnífico: Entre la libertad y el miedo. Es, si se quiere, la
mejor contribución suya a la lucha por la libertad y la dignidad
de los pueblos de América sojuzgados por las dictaduras.
“Ese libro –me dice–, cuando lo escribí era periodístico. Esta-
ba, lo que se llama, al día. Hoy sería un libro de historia. En cada
edición yo le fui agregando nueva documentación…Era un libro
que crecía”.

Las cartas de Santos


Arciniegas regaló sus libros y papeles importantes a la Bi-
blioteca Nacional; millares de volúmenes y documentos por él
acumulados durante más de cincuenta años reposan ahora en
los anaqueles y estantes de aquella institución oficial. Muchos de
esos volúmenes están minuciosamente subrayados por la mano
de un hombre cuya vida, ya larga, ha transcurrido en la doble
función de leer y escribir. Se reservó para sí muy poco. El escritor
habla de los inconvenientes que le ocasionaba el arrume monu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind176 176 18/5/07 22:45:13


Forma y estilo del periodismo literario 177

mental de literatura, filosofía, sociología, historia, por sus viajes


y largas permanencias en el exterior.
Hoy, quién creyera, apenas posee unos cuantos centenares de
libros, sin clasificación, acaso con el mismo descuido bohemio de
sus primeras épocas.
Entre el invaluable tesoro donado por Arciniegas a su país fi-
guran gran cantidad de dibujos originales de Rendón, de Alberto
Arango Uribe, de Trujillo Magnenat, de Ariza; la correspondencia
entre Sánchez de Tejada y Fernando Lorenzana, sobre el comien-
zo de relaciones con la Santa Sede; cuarenta poemas inéditos de
Silva; y decenas de cartas del doctor Eduardo Santos.
“En lo que respecta a las cartas de Santos hice una excepción
exigiendo que no se publiquen antes de veinte años. La razón es
obvia: son cartas confidenciales en que muchas veces la política
queda retratada por dentro, y no desearía herir susceptibilida-
des, siguiendo la misma línea confidencial en que fueron escri-
tas. Son cartas de muchos años. El doctor Santos tocaba en ellas
todas las intimidades nacionales. Claro que hoy se acostumbra
hurgarlo todo y revolverlo todo; y si algún día, antes del plazo,
se dieran a conocer cartas de este mismo tipo, de los contemporá-
neos de Santos, diga usted López, Ospina, Gaitán, los Canos, etc.,
no habría ningún inconveniente, creo yo, en que todos salieran
desnudos al ruedo. Pero soltar a uno solo no tendría sentido”.

La Cátedra de América
Germán Arciniegas enaltece hoy la Decanatura de Filosofía y
Letras de la Universidad de los Andes. En desarrollo de sus fun-
ciones, siempre novedosas, ha creado allí la Cátedra de América.
¿Qué es esto? Él mismo lo explica:
“Es una consecuencia de lo que yo vengo estudiando desde
hace unos diez años. Viviendo en Europa he llegado a la conclu-
sión de que nosotros hablamos mucho de las influencias de aquel
continente sobre el nuestro, y nos olvidamos siempre de que fue
el surgimiento de América lo que dio origen a los cambios más
profundos en el pensamiento, en la vida diaria, en las costum-
bres y en la cultura de Occidente. Sin América, Europa seguiría
siendo un mundo limitado, mágico, y con poco uso de razón. El
europeo cambió su personalidad el día en que se estableció en
América, y la contradicción más profunda que ha habido a lo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind177 177 18/5/07 22:45:13


178 Miguel Álvarez de los Ríos

que fue la cultura occidental, surgió de las experiencias comunes


de los europeos con las otras razas en América. Si uno se pre-
gunta por qué en los tiempos modernos nacieron en América la
democracia, los derechos del hombre, la independencia política,
el principio de que cada pueblo debe gobernarse por sí mismo,
la liberación de los esclavos, en fin, llega a entender que todo fue
resultado de la nueva circunstancia que le creó este continente a
todos los hombres.
“Los cambios más profundos se obtuvieron en los tres prime-
ros siglos después del Descubrimiento, y se generaron sobre toda
la América hispana. En los dos últimos siglos ha habido influen-
cia de Norteamérica, decisiva en lo que constituye la civilización
contemporánea; pero nunca tan honda como las que determina-
ron las cosas de esta América nuestra, que modificaron el pensa-
miento occidental”.

América Latina en la cola del Tercer Mundo


“Partiendo de esa idea general se impone la consideración,
hoy, de que la América Latina no existe, no tiene unidad conti-
nental, está desintegrada. Se hace sentir menos en las asambleas
internacionales que el África; ha entrado al tercer mundo para
situarse en la cola, y por eso yo he hablado de los estados desuni-
dos de la América Latina. Lo que yo trato de hacer en la cátedra
en cuestión es explorar, en primer lugar, el por qué la integra-
ción sigue siendo un interrogante, teniendo, como tenemos, mil
elementos de cohesión, como la poesía de que hablara Andrés
Holguín, o como lo que fue la América beligerante en la guerra
de independencia... Lo que trato de hacer es llamar a las gentes
más representativas del continente, para que aclaren este proble-
ma básico, y más particularmente, presentar el problema a los
estudiantes, y que los estudiantes lo juzguen. Considero yo que
a las nuevas generaciones corresponde hacer lo que nosotros no
hemos hecho: convertir en una realidad continental eso que has-
ta el momento no es sino el archipiélago de la anarquía.
››Creo que a los estudiantes lo que directamente les atañe es
la tierra y la gente que tienen entre sus manos, y que su grande
aventura no consiste en escapar a la consideración del problema
americano para meterse en asuntos extraños a lo suyo propio. Es
muy tentadora una filosofía remota, o una política sofisticada,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind178 178 18/5/07 22:45:13


Forma y estilo del periodismo literario 179

que tengan vida en otros continentes, pero esa participación en


las cosas que no nos importan, es una fuga irresponsable.
››Ahora bien: estoy seguro que no me he equivocado en este
planteamiento, porque el público que asiste a las conferencias
que se están dictando en la Academia de la Lengua, en su inmen-
sa mayoría, yo diría que en más de un ochenta por ciento, es un
público de estudiantes… He sido toda la vida un entusiasta por
la reforma universitaria, pero he concluido en que el punto de
partida de la tal reforma consiste en buscarle una filosofía propia
a la Universidad y un destino al estudio y a la investigación, en
que la materia central sea nuestro pueblo, nuestra tierra, nuestro
pasado, nuestra actualidad y nuestro futuro”.
Contra toda evidencia, Germán Arciniegas sigue siendo un
hombre tierno y soñador; se queja de vivir en las nubes, “porque
se me olvidan las cosas de la casa”; habla de su predilección por
las rosas; dice que quisiera saber bailar; tiene indulgencia para
los errores que cometen los demás; oye música de Beethoven;
sus héroes novelescos son Melquíades, Úrsula Iguarán y los
Buendía; sus poetas, León de Greiff, Luis Carlos López y Silva, y
su pájaro favorito, “el ave del paraíso perdido”; datos todos estos
que podrían servir de guía a quienes quieran intentar un estudio
sugestivo sobre la personalidad de este escritor enorme que ha
regresado a su patria con el deseo ferviente de quedarse en ella.
Porque, como él mismo lo repite, parafraseando a Eliot, “el
destino de un hombre es su propia casa, su fuego, y la cocina de
su esposa”.

Revista Consigna, Año 4, No. 146,


Nueva Época, Bogotá, 30 de septiembre de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind179 179 18/5/07 22:45:14


180 Miguel Álvarez de los Ríos

Las duras verdades de Forero Benavides

“El éxito de Turbay implica el éxito del Partido y por consi-


guiente la continuación del Sistema; si el liberalismo se hunde o
se reduce en las elecciones ‘de mitaca’, ese hecho sería de con-
secuencias catastróficas”, sentencia con voz pausada Abelardo
Forero Benavides.
Su tono profesoral adquiere un énfasis oratorio, para ampliar
más el concepto:
“Ni liberales ni conservadores –exclama– pueden fundarse
ilusiones sobre la perspectiva de un desastre; las ruinas caerían
sobre todos. . .”
Otra vez su acento baja varios decibelios:
“Estimo yo que hay que conciliar voluntades; alertar a la opi-
nión pública y utilizar todos los instrumentos de comunicación,
para informarla sobre lo que se ha realizado y sobre lo que se
piensa hacer. La consigna debería ser trabajar. Cada cual dentro
de su campo de acción. Y dejar de regocijarse malévolamente con
las dificultades del gobierno, que son las mismas del país”.
El orador hace una pausa, se estira cómodamente en su “recli-
nomática” y hace una aclaración pertinente:
“Nadie está más desinteresadamente interesado en el buen
suceso del gobierno del doctor Turbay Ayala que yo. Por plurales
razones. Pero no quiero invocar sino las patrióticas. . .”

Hombre de libros
El hombre que así habla tiene una vasta experiencia política.
Y una, todavía más vasta experiencia intelectual, vertida en más
de veinte libros, en su mayoría de carácter histórico. El último de
ellos, intitulado Grandes fechas, con el cual se inicia la colección
Escritores Parlamentarios patrocinada por la Cámara de Represen-
tantes, analiza esquemáticamente las efemérides patrias del 12
de octubre, el 20 de julio y el 7 de agosto, lo mismo que ciertas

Diseño libro Miguel Alvarez.ind180 180 18/5/07 22:45:14


Forma y estilo del periodismo literario 181

conmemoraciones azarosas de nuestro accidentado discurrir re-


publicano: la conspiración septembrina, el cuartelazo de Pasto, la
violencia en el Congreso, el 9 de abril y el 13 de junio, escrito todo
esto en un estilo que subyuga por la precisión de las ideas, la
excelente documentación y la atmósfera de atemperado lirismo
que Forero suele darle a sus relatos.
Antes había escrito sobre la Segunda Guerra Mundial, sobre
Cromwell y Rousseau, sobre Savonarola, sobre la Revolución
Francesa, sobre el enigmático mundo eslavo, y sobre don Anto-
nio Nariño y los Derechos del Hombre; sobre Bolívar, Santander,
Obando y Núñez. Su labor intelectual ha sido persistente y den-
sa, afincada en un conocimiento minucioso de hechos, nombres,
calendas y situaciones peculiares. Y ennoblecida por ese hondo
sentido de dignidad que él insiste en atribuirle al hombre.
¿Quiénes son sus maestros?
–Ante todo, los historiadores de la antigüedad clásica. He-
ródoto, Jenofonte y Suetonio. Y luego, Augusto Sorel. Toynbee,
Churchill, Morison y, en no escasa medida, Braudel. En otros
campos de su formación intelectual, parece evidente su influen-
cia de Stendhal, Flaubert, Balzac, Voltaire y Rousseau. De todos
los cuales conserva ciertos rasgos, ciertas actitudes, cierto precio-
sismo, que Forero no rechaza sino exalta como determinantes de
su propia personalidad.

Historiador contemporáneo
Además de recrear los acontecimientos del pasado, Forero
Benavides es un historiador de lo contemporáneo, como ya se ha
dicho. Algunos sucesos o insucesos colombianos lo han tenido
como testigo presencial, justamente por su vinculación a la acti-
vidad política, de la cual se desprende si no toda, por lo menos
parte considerable de la historia nacional.
Su relato sobre la muerte del representante Jiménez, en el sa-
lón de sesiones de la Cámara, es una obra maestra de crónica pe-
riodística y además, un testimonio imparcial sobre un episodio
inverosímil de la barbarie política de los años cincuenta.
Más recientemente escribió una reseña magistral del 13 de ju-
nio, con sus proyecciones hacia el futuro inmediato y la suma de
factores de varia naturaleza que hicieron posible ese movimiento
en apariencia restaurador. Forero desenreda la intrincada madeja

Diseño libro Miguel Alvarez.ind181 181 18/5/07 22:45:14


182 Miguel Álvarez de los Ríos

de falacias, liviandades y excesos urdida por los políticos enfren-


tados, y cuyo nudo –el de la madeja–, a juicio de Alberto Lleras,
sólo pudo cortarlo la espada.
Todos los personajes del 13 de junio son tratados por el his-
toriador con mucha cautela, con mucha discreción, excepto uno,
cuya conducta parece facilitar las cosas. Él mismo se sitúa en la
penumbra de la historia.
Es un caso único en la tradición de los golpes de Estado –ob-
serva Forero. Rojas Pinilla no necesitó para llegar al santuario
del poder, el forzar una puerta, el tocar un timbre, el hacer un
tiro. Entró como a casa propia y en el umbral el ex-presidente lo
recibió con la más amable de sus sonrisas.

La relatividad de la historia
La historia, sin embargo, es relativa. Los hombres hacen la
historia, pero no saben qué historia hacen.
¿Existe la verdad histórica? ¿Se puede atribuir un valor abso-
luto al juicio de un historiador sobre un fenómeno político, eco-
nómico, social?
Philippe Erlanger aprecia que todo historiador, por mucho
que se esfuerce para ser objetivo, por vastos que sean sus conoci-
mientos, por elevados que sean sus puntos de mira, no se libra de
ser prisionero a la vez del espacio y del tiempo. Su juicio, quié-
ralo o no, estará totalmente influido de los conceptos políticos e
intelectuales del medio que lo rodea.
Lo que es válido para las causas, lo es mucho más para sus
consecuencias. Éstas, en efecto, no cesan de prolongarse en el
tiempo, y a menudo revisten los aspectos más inesperados, lo
que da lugar a espectaculares revisiones en la mayor parte de los
juicios históricos.
A veces ocurre que las revisiones se producen muy rápida-
mente, como en el caso de los acuerdos de Munich en 1938. Da-
ladier fue considerado entonces como el salvador de la paz. Pero
la guerra se desató un año después. Lo más frecuente es que se
precisen varias décadas, y hasta varios siglos, para revisar un jui-
cio histórico; y luego, esta revisión podrá ser puesta en litigio.
Luis XV no fue censurado por sus contemporáneos por haber
abandonado la India y el Canadá. Cien años más tarde, en vista
del éxito del Imperio Británico, los lectores de Michelet le atri-
buían a aquellos abandonos la categoría de crimen de Estado.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind182 182 18/5/07 22:45:14


Forma y estilo del periodismo literario 183

Muchos años después, es decir, actualmente, las desventuras de


las potencias coloniales inspiran a los lectores no ya las reaccio-
nes de Michelet, sino las de Voltaire.
Forero Benavides se cuida de emitir juicios. O los formula
siempre con beneficio de inventario. En la mayoría de sus pági-
nas históricas se advierte esa precaución suya, ese exquisito cui-
dado en el tratamiento de los hechos y los personajes que hacen
la historia:
“En asocio del doctor José María Bernal –dice en alguna parte
de su relato sobre el 9 de abril– me trasladé a Palacio, en cuan-
to fui autorizado para ello por el señor Presidente y en cuanto
las circunstancias lo permitieron. El doctor Ospina seguía muy
preocupado con la situación del doctor Gómez cuya empresa de
El Siglo y cuya mansión de “Torcoroma” habían sido totalmente
aniquiladas por el fuego. Siguió pensando que era desaconse-
jable trasladarlo a Palacio y que su deber era buscar la manera
de ponerlo a cubierto contra todo peligro; me comisionó para
proyectar su traslado a Medellín y al efecto concertar llevarlo en
avión y ponerlo bajo el cuidado del gran amigo de don Gabriel
Vélez Isaza”.
Forero no es historiador profesional, con remisiones a pie de
página; Forero reseña. Pocas veces interpreta. Y casi nunca juzga.
He ahí, a mi modo de ver, su gran acierto.

Bolivariano y Santanderista
¿Cómo ha podido conciliar Abelardo Forero Benavides su ta-
rea intelectual con su tarea política?
“Ambas actividades –dice – no son antagónicas en absoluto.
Yo he escrito sobre historia. La historia es el conocimiento de los
hombres. Si yo no hubiera tenido desde siempre una vocación
política, tampoco le hubiera encontrado su verdadera significa-
ción a las figuras de la historia”.
Acaba de entregar a su editor los originales de un nuevo libro,
Las cartas infidentes. Naturalmente, de intención y fondo históri-
cos. La obra se refiere a todo lo que acontece en 1830, desde la
llegada de Bolívar a Bogotá, después de la campaña del Perú,
hasta su muerte.
Para Forero Benavides, el Libertador es la grande figura de
América. Respecto a Santander tiene dos puntos concretos:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind183 183 18/5/07 22:45:14


184 Miguel Álvarez de los Ríos

Primero: el hecho de que se le hubiera ocurrido ir a las gue-


rrillas de Casanare.
“Eso –recalca– facilitó la creación de un núcleo que fue la
cuota humana para que Bolívar emprendiera, y culminara, su
empresa. Sin Santander, hubiéramos sido libertados por los ve-
nezolanos”.
Segundo: la organización civil del país:
“Santander fue un administrador sorprendente. Sus siete
años de gobierno inicial fueron de admirable eficacia. Todo sa-
cado de la nada...”

Geminiano “vidente”
Abelardo Forero Benavides nació en Facatativá, en 1912, un
5 de junio, bajo el signo de Géminis, al igual que el Presidente
Turbay Ayala, si es que este dato sirve para que los astrólogos
encuentren el origen de sus profusas devociones.
Los geminianos, o son escritores, o son estadistas, o son artis-
tas, a juicio de un experto en la materia, el doctor Rudolf Tomas-
chec, quien, dicho sea de paso, estudió la posición de los astros
en las fechas correspondientes a 134 terremotos (terremotos de
carácter telúrico y terremotos de carácter político), y comprobó
una extraña similitud en la del planeta Urano durante los sis-
mos.
Geminiano fue Kennedy. Geminiano es el doctor Santofimio
Botero. También lo fue Marilyn Monroe. Sin embargo, Géminis
es un signo positivo, masculino y diurno. La piedra del gemi-
niano es el topacio. Que simboliza la paz, la convivencia, la tole-
rancia, la alegría, la elocuencia, en fin, toda una serie de valores
y fijaciones sicológicas que encuentran su expresión humana en
este cartesiano político e intelectual que es Forero Benavides.
Las cartas astrológicas no lo dicen, pero parece ser que los
geminianos poseen muy acentuado el don de la clarividencia.
Forero Benavides no es la excepción.
En 1951 escribía que sólo “un gran movimiento nacional” po-
dría ser el contrapeso adecuado a las corrientes disolventes que
minaban por la base y por el centro la estructura jurídica y moral
del país. Pocos años después se instauró el Frente Nacional. A
Gilberto Alzate le pronosticó que Urdaneta sería el Designado y
por consiguiente el Encargado del poder ejecutivo. Así ocurrió.
Al representante Jiménez intentó disuadirlo, “haciéndole suave-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind184 184 18/5/07 22:45:14


Forma y estilo del periodismo literario 185

mente fuerza en el hombro”, para que se abstuviera de provocar


a quien minutos después se convirtió en su victimario.
Forero, aseguran algunos de sus más cercanos amigos, tiene
un sexto sentido. Él replica que se trata del sentido común.

Espíritu convivente
También se dice de él, desde hace más de treinta años, que
es un “hombre fuerte”, porque predica reconciliación, paz y ar-
monía. Semanalmente lanzaba sus ofensivas de paz desde las
páginas de su célebre revista Sábado en peligrosas épocas de exa-
cerbación.
Hoy actúa con el mismo criterio, acaso porque jamás ha sido
un revolucionario sino, lo que dirían los marxistas, un reformista
burgués de la escuela López, con acción en el jockey. En fin, para
muchos es el hombre más parecido a su país.
En 1951 hablaba de convivencia en los siguientes términos:
“El país es de todos. Y para siempre, los conservadores y los
liberales, ellos y sus hijos, y los hijos de sus hijos, están obligados
a vivir en el mismo lote que nos dieron el destino y la historia. No
puede existir en ninguna colectividad el propósito de entregar o
recibir una magra herencia de cenizas…”
Su vocación de diálogo le es reconocida por todo el mundo.
Al igual que su arraigada noción de la tolerancia, que Forero ha
aplicado a la administración pública con magníficos resultados.
Esta conducta suya no parece estrategia. Corresponde más bien
a una calidad superior de su espíritu; a su concepción filosófica
del liberalismo.
Es escéptico respecto al presunto origen bolivariano de los
partidos liberal y conservador, cuyos primeros programas los
redactaron don Ezequiel Rojas y don Mariano Ospina, ambos
conspiradores septembrinos.
“Entonces –observa– no se puede decir que los partidos na-
cen con Bolívar; al contrario, nacen contra Bolívar”.

Libertad y seguridad
Hay un problema de fondo, que no es colombiano sino uni-
versal. Se sintetiza en el hecho de que la mayor parte de los pue-
blos, entre la seguridad y la libertad, optan por la seguridad…

Diseño libro Miguel Alvarez.ind185 185 18/5/07 22:45:14


186 Miguel Álvarez de los Ríos

“Cierto –dice Forero Benavides. Pero, entre nosotros, el par-


tido liberal ha tenido una vieja subsistencia porque los colom-
bianos son remisos a abdicar su condición de seres libres. El
gran problema es el conciliar la libertad con la eficacia adminis-
trativa y con el progreso social. Se usa, por ejemplo, con mucha
frecuencia, la palabra desarrollo. Desarrollo de qué, desarrollo
para quién, desarrollo por qué. Se trata del desarrollo moral,
intelectual y económico del hombre. Porque, desde el punto de
vista solamente económico estamos viendo un desarrollo inusi-
tado. Pasamos de ser paupérrimos a ser falsa y ostentosamente
millonarios. Nuestro desarrollo intelectual no corre parejo con
ese clandestino desarrollo económico. Entre otras cosas, porque
toda la sociedad de consumo está basada en la incitación. Vivir
es comprar. Vivir no es leer, ni meditar, ni gozar de las delicias
del campo. Es comprar. En la mayoría de las mentes no queda
sino un valor: el dinero. La cantidad de artefactos que produce
la sociedad de consumo es impresionante. Además, la dignidad
del hombre y del hogar de que forma parte está fincada en la
posesión de esos artefactos. La posición social está determinada
por la posesión del betamax y del B.M.W. En esas condiciones,
la propaganda ha contribuido a alimentar insatisfacción en los
felices y desesperación en los infelices”.

Peligros supuestos o reales


–Usted ha hablado, maestro, de reales o supuestos peligros
para la democracia colombiana. ¿Por qué?
“Cuando uno tiene experiencia de la vida y de la historia,
posee ese sentido de lo que llaman los ingleses feeling, presenti-
miento de lo que podría ocurrir. En este caso no es difícil advertir
los síntomas de la tempestad y la descomposición. Hay una serie
de factores conspirativos, el primero, el alto costo de la vida, la
ruina de la moneda, que es la única riqueza del pobre. La mone-
da se envilece más en el bolsillo de quien no tiene sino moneda
y a quien nada se le valoriza con la inflación. Esto establece un
contraste con la prosperidad inaudita de los negocios ilícitos, cu-
yas sumas son colosales. En frente de ellas, son paupérrimas las
grandes industrias. De un lado, hay una clase atenazada por la
inflación; y del otro, una clase que boga en la abundancia y en
el dinero millonario. Esto es lo primero. Lo segundo es la falta
de conciencia de los partidos sobre la gravedad de la hora. Se ha

Diseño libro Miguel Alvarez.ind186 186 18/5/07 22:45:15


Forma y estilo del periodismo literario 187

olvidado el programa y la mística. La mayor parte de la gente no


tiene fe. Por eso se concentra en la burocracia. Pero los partidos
sin ideales no pueden subsistir”.

La universidad
A la Universidad oficial le atribuye Forero Benavides buena
parte de culpa en su esquema de la crisis:
“La Universidad oficial –dice– no está dando la plenitud de
sus rendimientos, y los jóvenes que acuden a ella malbaratan
amargamente su tiempo. Por otra parte, la justicia obtiene la ma-
yoría de sus funcionarios de ese ambiente en el cual no existen
investigación científica, ni cátedras magistrales, ni la predicación
de una ética. La primera reforma de la justicia debería empezar
por la reforma de la Universidad”.

Satisfacciones al pueblo
Habla, además, de lo que él denomina “las satisfacciones del
pueblo”, porque “el problema social es hondo y grave. Y dentro
de él, hay temas prioritarios, como el de la salud”.
“Estoy seguro, por ejemplo, que el alcalde de Bogotá, doctor
Durán Dussán, estaría en capacidad de fundar en los distintos
barrios de la ciudad, treinta o cincuenta puestos de salud, sen-
cillos, modestos, que presten los primeros servicios, para evitar,
así, la acumulación humana frente a los hospitales, que están to-
dos en el sur. Ese es un problema prioritario. Ahora bien: todos
los esfuerzos que se hagan para reabrir en toda su capacidad el
hospital de San Juan de Dios, serían muy bien recibidos por la
opinión”.
El otro problema es el de las clases políticas, “que se preocu-
pan esencialmente por la burocracia”.
“Un partido –dice Forero– es ante todo un programa en movi-
miento. La tarea programática, en consecuencia, tiene prelación
sobre las otras. ¿Para qué estamos unidos los liberales? Para rea-
lizar una obra de transformación, previamente definida, y para
colaborar con el gobierno en sus propósitos cardinales. La solida-
ridad no debe ser pasiva; no basta con decir respaldamos al go-
bierno, sino respaldarlo de hecho, con autonomía de juicio para
hacer sugerencias”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind187 187 18/5/07 22:45:15


188 Miguel Álvarez de los Ríos

Hay que variar los rostros en el gabinete


–Haga usted una sugerencia, maestro.
“Con mucho gusto. El doctor Alfonso López decía con fre-
cuencia: hay necesidad de darle satisfacciones a la opinión pú-
blica, y variar los rostros. Los ministros están instituidos preci-
samente para que se desgasten y para que no desgasten la figura
central del Jefe del Estado. López sintetizaba su pensamiento así:
los ministros se pueden caer; el que no se puede caer es el Presi-
dente. Porque, digo yo, la estabilidad se halla en la persona del
Primer Magistrado, y la variedad en sus colaboradores”.

Revista Consigna, Año 4, No. 148,


Bogotá, 30 de octubre de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind188 188 18/5/07 22:45:15


Forma y estilo del periodismo literario 189

Consigna con Fernando Londoño,


el último de los grecolatinos*

No hay, en Caldas, un individuo más importante que Fernan-


do Londoño. Y, probablemente, en el país actual muy pocos se le
asemejen. Este varón excepcional está vivo y goza de cabal salud.
Sin embargo, pertenece a una especie muy exclusiva, a una espe-
cie en vía de extinción, cuya inteligencia y cuyo carácter marcan
una época de singular brillo en Colombia.
El viejo y noble departamento desmembrado logró alguna
vez amplia resonancia, a través de la vida y ejecutorias de unos
hombres que hicieron historia por sí mismos; que tenían de na-
tural la vocación literaria y política y que se expresaban, en la
tribuna o el foro, con abundantes citas de la antigüedad clásica.
Se les apodó grecolatinos, con inocultable intención peyorativa.
Andando el tiempo, el término vino a aplicarse, sin excepción,
a quienes por su cultura y por su estilo lo eran efectivamente, y
a otros, cuya manifiesta incapacidad para escribir, y para hablar,
los hacía incurrir a menudo en deplorables excesos, en burda
imitación de los valores auténticos.
Muertos Alzate Avendaño y Silvio Vallegas, no hay duda de
que Londoño es ahora el mayor de su raza y de su gente.
Lo es por su preparación exquisita, que abarca plurales ver-
tientes del intelecto; por la elegancia de su espíritu, sometido
desde siempre a un activísimo proceso de perfeccionamiento, y
sobre todo, por el decoro de su existencia en la cual, de seguro,
no es posible encontrar una falla del carácter o un defección ideo-
lógica.

* Una primera versión de este reportaje fue publicada en Lecturas Dominicales


de El Tiempo, el 4 de enero de 1980, pp. 10-11, bajo el título “Con Fernando
Londoño y Londoño: ¿Hubo alguna vez ‘grecolatinismo’ caldense? Una
excursión sin espacio ni tiempo por el terreno de la más grande literatura”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind189 189 18/5/07 22:45:15


190 Miguel Álvarez de los Ríos

Este hombre de aspecto ascético, de ojos vivaces tras los grue-


sos espejuelos, de nariz prominente y manos expresivas, es, to-
davía, una reserva moral e intelectual de la patria.
Vive en Manizales, en su casa del Carretero, rodeado de li-
bros y de recuerdos: algunos amargos, como los de su prolon-
gado cautiverio en manos de malhechores; otros felices, como
los de sus triunfos profesionales y políticos, y otros más, a los
cuales alude con notorio desgano, pues se refieren a situaciones
peculiares de la política de su partido, cuando su nombre fue
excluido del abanico de candidatos conservadores a la Jefatura
del Estado, en el último tramo de la alternación. Todo lo cual
forzó su retiro de la vida pública, e impidió por segunda vez (la
primera ocurrió cuando la muerte se llevó a Alzate, que estaba a
dos brazadas del poder), e impidió, digo, que Caldas tuviera su
primer Presidente.

Empezó temprano
Londoño empezó temprano. Nació en 1910, al igual que Al-
zate, y a una cuadra de distancia de donde vino al mundo el
propio Gilberto. Fueron amigos desde niños; hicieron juntos la
primera comunión (por ahí hay una foto en que ambos aparecen
de la mano), y juntos se iniciaron en la vida, en la literatura y en
la política, aunque Londoño jamás fue alzatista y a Alzate se lo
dijo tantas veces cuantas fue necesario.
“Tenía sí –dice– un alzatismo hondo, alma adentro, huesos
adentro, nacido del ferviente afecto por el compañero; eso no en-
traba en la política, correspondía a una calidad del espíritu”.
Siguiendo el método plutarquiano de la comparación, tam-
bién recomendado por Ortega para la adecuada ponderación de
la historia, el mismo Alzate se encargó de alinderar su propia
parcela humana con relación a la de su amigo Londoño.
“Londoño –dijo Alzate– es un apolíneo. Yo soy un dionisía-
co. Su mismo trance oratorio revela una embriaguez serena, el
predominio de la lógica sobre la indisciplina de los sentimientos.
Londoño no abandona la dialéctica nunca, aun en los períodos
más amplificados, ciceronianos, en que se necesita contenido de
relleno. Londoño es clásico, sujeto a norma, sin arrebatos excesi-
vos. Yo, en cambio, cuando no ejerzo mi ‘self control’, y me dejo
llevar un poco por el dominio de la elocuencia, aparezco como

Diseño libro Miguel Alvarez.ind190 190 18/5/07 22:45:15


Forma y estilo del periodismo literario 191

un tribuno romántico, a pesar de la novedad del léxico y el con-


tenido ideológico”.
A juicio de Fernando Londoño, Alzate tomaba lo apolíneo
y lo dionisíaco en el sentido todavía local del alma griega, sin
la ampliación de la antítesis hacia lo “fáustico”, que es ya una
medida universal en el lenguaje precursor de Spengler. Según
ella, una lógica serena y eficaz habría de ser la entraña del cla-
sicismo, llamado apolíneo; mientras, el desborde de la emoción,
la embriaguez de Dionisos, sin clausuras de espacio y tiempo,
alcanzarían el sentido “fáustico” de la vida dentro del cual cabe
cómodamente el romanticismo.
Londoño no ha sido escritor, a pesar de su soberbio estilo, y
de eso se duele.
¿Por qué?
–Porque yo he desempeñado cuatro oficios que excluyen los
textos escritos: he sido profesor de literatura y de francés, para
lo cual no se necesita escribir nada; he sido abogado penalista:
para defender ante jurado hay que hacerlo verbalmente; he sido
parlamentario, y en el parlamento no se puede perorar con papel
escrito de antemano, y he sido orador, y la oratoria, forzosamen-
te, para que lo sea de veras, es asunto de improvisación.
No ha escrito libros, ciertamente; pero son muchas las pági-
nas magistrales que Londoño ha producido, sobre aspectos li-
terarios o políticos, o cívicos. El civismo es otra de sus virtudes
que, acaso, tenga mucho que ver con su sentido republicano de
la política.

Grande orador
No sé si a alguien se le ha ocurrido, pero tengo para mí desde
hace tiempos que Londoño es una versión conservadora de Car-
los Lozano y Lozano. Igual sabiduría, igual “talante”, igual an-
gustia patriótica, e idéntica capacidad oratoria, además de cierta
similitud física y cierta aureola de formalidad y lejanía, que en
Lozano provenía, según su hermano Juan, de una invencible ti-
midez, y que en Londoño es más bien una apariencia, por el res-
peto que suscita su personalidad, severa y aplomada.
Es un grande orador. Ramírez Moreno, en su original tridi-
visión de la elocuencia, lo encasilla –a Londoño– en la melódica,
que va desde el canario hasta el gallo de riña, pasando por el sin-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind191 191 18/5/07 22:45:15


192 Miguel Álvarez de los Ríos

sonte y el turpial, junto a Eduardo Santos, Carlos Lozano, Forero


Benavides, Silvio Villegas, José Umaña Bernal, Manuel Serrano
Blanco, Guillermo León Valencia y Joaquín Estrada Monsalve.
Según “el leopardo”, la melódica es la forma auténtica de la
oratoria y en su subsuelo descubriremos siempre la gran cultura
o el certero instinto literario.
Hace más de treinta años, en una encuesta hecha por El Es-
pectador, sobre oratoria, Londoño obtuvo el primer lugar, con un
27 por ciento de votos populares a su favor, seguido por Gaitán,
Carlos Lozano y Alberto Lleras, lo cual hizo que Juan Lozano
escribiera sobre él, en El Tiempo, una de sus grandes páginas lite-
rarias y políticas.
Y también, como en el caso de Carlos Lozano, los viajes y la
experiencia intelectual, han acumulado en Londoño y Londoño,
por sedimentación, una segunda naturaleza de buen gusto. En
su casa, decorada con sobria elegancia, tiene siempre un minuto
para atender a quienes la visitan, y para hablar, con su estilo ca-
racterístico, de libros, de café, del Viejo Caldas, de los problemas
de la cultura y de los de Colombia; todo eso con una ponderación,
con una finura, con una delicadeza que conmueven, porque son
rasgos suyos absolutamente espontáneos. Aun la misma dispo-
sición de su retiro doméstico, donde lee y medita, una especie de
buhardilla desde la cual puede observar lo mismo al transeúnte
apurado por la complicación actual de la vida de Manizales, que
a los largos crepúsculos que caen sobre la ciudad, aun eso, revela
la exquisitez de su espíritu, porque todas las cosas están en su
sitio, sin el descuido bohemio que es notorio en otras gentes de
pensamiento.

El problema cafetero
Retirado de la vida pública, prácticamente confinado en su
casa de habitación, Londoño ha asumido, sin embargo, la de-
fensa de los caficultores colombianos, “siguiendo la cavilosa he-
rencia de mi padre, Justiniano Londoño, quien fue un caficultor
mediano y un líder irreductible de los campesinos”.
“En esta actitud mía –reitera– interviene mucho más la voz
de la sangre”. Y agrega:
“A Caldas y a las comarcas vecinas donde el grano se pro-
duce, las alentó el café para su desarrollo; las ha sostenido físi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind192 192 18/5/07 22:45:15


Forma y estilo del periodismo literario 193

ca y moralmente, al sustituir los bosques primitivos por estos


bosquecillos de artificio, que defienden la tierra y resguardan
al hombre, creando, además, una tradición y un estilo de vida.
Por estas cosas, si se entienden en su honda significación social
y humana, vale la pena luchar. Yo no he salido de la vida pública
y del ámbito de mis libros para enceguecerme detrás del valor
económico de unas cosechas, sino para seguir en el seno de una
sociedad campesina el curso de una de las corrientes de nuestra
historia contemporánea. Los millones de labriegos del café de-
ben tener no sólo quien los defienda. Sino quien, al convivir con
ellos, los interprete y represente, siendo de alguna manera su voz
en el escenario nacional. En la medida de lo posible, yo les estoy
prestando la mía”.

Visión espectral
Le pido a Londoño que concrete sus puntos de vista en rela-
ción con el café, puntos de vista que lo han conducido a disentir
de la política oficial en la materia y de la conducción de la misma
política por parte de la Federación Nacional del ramo. He aquí
su respuesta:
–Los datos que no pueden perderse de vista son los siguien-
tes:
En el censo de 1970 aparecen 306 mil propiedades cafeteras,
con lo que se tiene una población de más de dos millones de
personas vinculadas al café y dependientes de su suerte. A esto
habría que agregar toda la mano de obra exigida por su propia
explotación, y ampliando el círculo, la dependencia de esta in-
dustria, en beneficio, transporte, trilla y comercio, para deducir
qué porción demasiado importante de la población colombiana
está comprometida directamente en el café. Así, cuando se tienen
sumas aproximadas a los 40.000 millones de pesos, como proba-
ble valor interno de la cosecha, se piensa que es esta una rique-
za exorbitante, capaz de soportar todo género de limitaciones y
castigos tributarios. Pero, cuando a ese dividendo se le aplica el
divisor de las 300.000 familias, se verá cómo el cuociente resulta
increíblemente bajo para los costos de la producción, el rendi-
miento razonable del capital invertido y el esfuerzo del caficul-
tor, sobre todo del minifundista. Ocurre, además, que de estas
300.000 propiedades sólo 267 corresponden a dueños de más de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind193 193 18/5/07 22:45:15


194 Miguel Álvarez de los Ríos

100 hectáreas, que son los capitalistas del café, casi todos neo-
caficultores provenientes de la industria y el alto comercio, que
en los últimos tiempos han diversificado allí su economía, espe-
cialmente por razones tributarias. Son los que dan la apariencia
de un capitalismo cafetero, al que apuntan con injusticia y con
encono la crítica económica y el fiscalismo insaciable. Sin reparar
que en el otro extremo más de 200.000 propiedades pertenecen al
minifundio de una hectárea, y otras a la pequeña propiedad que
alcanza a las cuatro hectáreas, dejando también campo para la
caficultura mediana que es, por definición, la que suele padecer
mayores estrecheces y dificultades. Periodistas desinformados,
políticos fuera de órbita y ministros de hacienda desajustados de
la realidad, apuntan también hacia los 267 millonarios del café,
para herir así, en lo más sensible, a una inmensa porción de la-
briegos o de gentes de clase media acosadas por todo género de
infortunios.
“En materia de café nos estamos quejando por el hecho de
que excepcionalmente nos han puesto por fuera de las leyes, y
nuestros patrimonios y nuestros derechos están siendo tratados
con criterio arbitrario, dándole la espalda al orden jurídico y a las
garantías constitucionales”.
¿Por qué razón?
–Porque los impuestos al café, que en principio se originaron
en la ley, que es única fuente posible, pasaron luego a ser trami-
tados por el decreto legislativo, que también es válido; pero más
adelante por el decreto ordinario, que ya no tiene poder, y luego
por la resolución de una junta, y ahora por una simple manipu-
lación de precios de referencia, para desembocar en el contrasen-
tido lógico de una retención que no retiene, de una retención en
política de plena oferta, atendida además por un ilegítimo mono-
polio de compras, puesto en cabeza de la Federación Nacional de
Cafeteros. En esas condiciones, estamos dispuestos, ya que no se
nos oye a niveles de Federación ni de gobierno, a llevar el asunto
a los Tribunales Contenciosos y a la Corte, para que se decida so-
bre la notoria invalidez de las medidas de opresión conque está,
ahora, castigada la industria básica.
“Por otra parte, y finalmente, quiero hacer la afirmación de
que empieza un descenso peligroso en la producción de café, en

Diseño libro Miguel Alvarez.ind194 194 18/5/07 22:45:16


Forma y estilo del periodismo literario 195

momentos en que podría ser el desarrollo de la industria un desi-


derátum económico de nuestro porvenir. La incapacidad de los
cultivadores para abonar oportuna y suficientemente sus plan-
tíos, las mermas en una recolección inadecuada y la incapacidad
para renovar con tiempo las plantaciones, empiezan a menosca-
bar este primer renglón de agricultura exportable, cuando po-
dría esperarse que el café despejara para el país la perplejidad en
relación con los combustibles y sus necesidades de crecimiento
económico. Los caficultores no sabemos si es que nuestra honra-
da producción de divisas no necesita tenerse en cuenta, porque
la sustituya la manchada economía que en la ventanilla siniestra
monetiza el delito, en sustitución de la ímproba labor de los cam-
pos colombianos”.

El último grecolatino
Caldas es, en el centro geográfico del país, la más afortunada
creación de un nuevo estilo de vida. El caldense de verdad es
un hecho nuevo, en el que pueden reconocerse predominantes
influencias de Antioquia, pero muchas otras calidades del modo
de ser y de reaccionar del Cauca Grande y del Tolima Grande, re-
unidos dentro de una singular hechura política. El tipo caldense
se magnificó en dos figuras cenitales: Aquilino Villegas y Silvio
Villegas. Alzate es más universal, y pudo haber sido de cualquier
parte. Y a otros, como a Fernando Londoño y Londoño, se les
nota residuos de antioqueñidad o de caucanismo, no suficien-
temente absorbidos en una nueva resultante cultural. Pero es lo
cierto que Caldas asumió un papel en la vida nacional, que co-
rrespondía tanto a sus condiciones de ser punto de convergencia
y punto de partida para nuevos hechos, como por la vocación de
sus tierras y el destino manifiesto de sus grupos pobladores. En
lo político los caldenses fueron, y son, preponderantemente de
estilo republicano. Allí tuvo auge el republicanismo de Carlos E.
Restrepo y de Tomás O. Eastman; allí funcionó con éxito la coa-
lición de Valencia, la concentración de Olaya, la unión nacional
de Ospina y el nacionalismo de los grecolatinos. En general los
caldenses, en política, aspiraron siempre a modelos de gobiernos
sobrios, honestos, progresistas, justicieros, con una definición,
repito, de tipo republicano.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind195 195 18/5/07 22:45:16


196 Miguel Álvarez de los Ríos

Los grecolatinos, particularmente, hicieron la imagen más co-


nocida de Caldas, una imagen de acentuado matiz intelectual,
a pesar de que el auge del café, como lo anotaba Nieto Arteta,
comenzaba a cambiar la fisonomía espiritual del hombre. La cul-
tura colombiana, humanista y abstracta, en especial localizada
en la Sabana de Bogotá, comenzó a resentirse del impacto ocasio-
nado por la economía de exportación, que obligaba a abandonar
el estudio del griego y del latín, para concentrarse en el análisis
de los hechos económicos. A juicio de Nieto Arteta, tenía que rea-
lizarse una “racionalización” del Estado colombiano.
En Caldas, no obstante, la proliferación cafetera coincide con
la irrupción de un grupo humano –escritores, poetas, oradores y
políticos– que en torno al diario La Patria y a la Editorial Zapata,
hicieron gran parte de la vida pública comarcana, con resonancia
nacional que aún perdura.
Fernando Londoño y Londoño es el último de los grecolatinos
vivos, y desde luego uno de los más conspicuos. A él hay que
recurrir en busca de información sobre el significado de aquel
movimiento político-literario, y en procura de que lo defienda,
porque, de nuevo, cunden las críticas sobre la presunta inefica-
cia de lo que entonces, con manifiesta improbidad, se denominó
“escuela”.

Pruebas al canto
Londoño, es evidente, se encuentra en trance oratorio, y habla
largo, tendido y fluido sobre la materia, para comprobar que los
grandes autores europeos fueron de alguna manera grecolatinos
en el mejor sentido de la palabra. Lo fue el Dante en el “Canto
IV” de la Divina Comedia, y Camoens en el versículo 30 del Canto
1o. de Las Lusiadas; y Cervantes, en Los Trabajos de Pérsiles y Segis-
munda; y Rabelais, en el capítulo XII de su Pantagruel; y Racine,
en Iphigénie en Aulide, y Maquiavelo, en su Discurso sobre Tito Li-
vio; y Goethe, en su Segundo Fausto, y Erasmo, en el capítulo 1o de
su Elogio de la Locura, y Torcuato Tasso en el Canto IV, versículo
V de La Jerusalén libertada; y Montaigne, en sus ensayos, al hacer
la defensa de Séneca y Plutarco, y Renán, en su Oración sobre la
Acrópolis; y D’Annunzio, en el tomo II, p. 157 de El Fuego; y Kier-
kegaard, en el capítulo II de su Tratado de la Desesperación; y Be-
nedetto Croce, en el capítulo II de la Aesthetica In Nuce; y Proust,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind196 196 18/5/07 22:45:16


Forma y estilo del periodismo literario 197

en El Caso Lemoine y Montesquieu, en su Grandeza y Decadencia


de los Romanos, y André Chenier, en sus Bucólicas; y Spengler, en
su Decadencia de Occidente, y León Bloy, en la primera parte de El
Desesperado; y François Villon, en Le Grand Testament:

Dictes moy ou n’en que pays


Est Flora la belle Romaine,
Archipiades, ne Tahis
Et meure Paris ou Heleine
Quiconque meurt, meurt á douleur
Telle qu il Pert vent et aleine.

Y Paul Fort, en Philomele; y Shaskespeare, en la escena pri-


mera de Hamlet, y Apollinaire, en La Chansón Du Mal Aimé, y
Mauriac, en el Cantique a Cybele; y Max Jacob, en Villonele; y Le-
compte de Lisie, en Heracles au Taureau; y Sully Proudhome, en
Les Danaides, y Taine, en su Filosofía del Arte; y Ronsard, en el libro
II de sus Odas:

Tes boccages soient tousjours pleins


D’amoureuses brigades
De Satyres et de Silvains
La crainte des Naiades.

Y Gerardo de Nerval, en Les Chiméres; y Fenelón, en Las aven-


turas de Telémaco; y Alfredo de Musset, en Ballade a la lune; y Char-
les Baudelaire, en El arte romántico; y Paul Valery, en El cementerio
marino; y Ortega y Gasset, en Sobre los estudios clásicos, tomo 1o.:
“Sin la disciplina helénica el hombre sólo hubiera sido una po-
sibilidad más hacia lo humano... Fue preciso que llegara la cla-
ridad de Grecia para que los nervios del antropoide alcanzaran
vibraciones científicas y vibraciones éticas, en suma, vibraciones
humanas”. Y...
El orador interrumpe su prolongada enumeración de obras y
autores, con los cuales ha querido demostrarme que los grecola-
tinos de Caldas no anduvieron muy mal acompañados, y que las
polémicas que de tiempo en tiempo resucitan para enjuiciarlos,
no alcanzarán jamás niveles apreciables, por falta de contenido,
y porque se les acusa de todo, con peor enfoque y ausencia de ob-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind197 197 18/5/07 22:45:16


198 Miguel Álvarez de los Ríos

jetividad. Parafraseando a Darío, Londoño se pregunta: “¿Quién


que es, no es grecolatino?”.
Estamos en su buhardilla, a la hora del ángelus, en este pri-
mer lunes de noviembre. Londoño me toma afectuosamente del
brazo, y ambos nos quedamos atónitos contemplando el largo
crepúsculo que empieza a caer sobre Manizales.
“Dígale a Eastman –me dice– que Caldas, su tierra, espera
mucho de él, de su inteligencia y de su buen sentido. Al fin y al
cabo él es también grecolatino...”

Revista Consigna, Año 4, No. 149,


Bogotá, 15 de noviembre de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind198 198 18/5/07 22:45:16


Forma y estilo del periodismo literario 199

Los santos hermanos se confiesan

Para Calibán la política era en gran parte una ciencia experi-


mental. Y su liberalismo –alguien lo dijo– un modo de ser. Creía
al universo indiferente al hombre, ni benévolo ni hostil; y sabía
que la historia está determinada por un fatal encadenamiento de
causas materiales y de factores económicos, por la influencia de
los grandes pensadores, la voluntad de los hombres de acción
y las novedades técnicas. Discípulo de Renán, de Montaigne y
de Anatole France, Calibán supuso de buena fe durante muchos
años que el régimen ideal era el del siglo XVIII, fundado sobre
la afirmación de la persona y los derechos del individuo. Pero, al
fin y al cabo hombre de su tiempo, acabó por aceptar con entu-
siasmo la evolución liberal en función de la soberanía popular y
de las necesidades de la mayoría.
Santos, el presidente, fue un espíritu finísimo, un carácter gal-
vanizado por el patriotismo y una inteligencia permeable a todas
las novedades importantes de la época, incluso –como se sabe– a
las formas más puras y acaso menos ortodoxas del existencialis-
mo: fue amigo y partidario de Camus; en cuanto Camus repre-
sentó el ala liberal del movimiento. Sartre –marxista– exaltaba la
brutalidad; Camus se comprometió con la libertad y la dignidad
del hombre. Todo esto para referirme de alguna manera a la fiso-
nomía intelectual y moral del doctor Eduardo Santos, tan grata
a quienes no solamente conocemos de él sus ejecutorias como
gobernante, y sus virtudes de político, uno de los más austeros,
laboriosos y respetables de la historia nacional.
Santos –podría decirse– fue la densidad: Calibán, la intensi-
dad. Ambos hicieron de El Tiempo lo que es desde hace muchos
años; la más formidable empresa de opinión en Colombia. Sin
El Tiempo –lo han dicho quienes tienen por qué saberlo–, el país
sería mucho menos de lo que es y de lo que significa; y es muy
probable que su historia careciera del dinamismo que ha venido
a incorporarlo a la gran corriente del mundo contemporáneo.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind199 199 18/5/07 22:45:16


200 Miguel Álvarez de los Ríos

Aún hay una luz en la poterna…


Calibán, el más grande periodista del medio siglo, murió hace
nueve años, y Santos, el prócer liberal, hace seis. El periódico
suyo –de ellos– quedó huérfano de su asistencia física, mas no de
sus luces espirituales, que parecen eternas.
Este aserto lo corroboran dos de sus orientadores de hoy, los
hermanos Santos Castillo, Hernando y Enrique, o a la inversa,
para comprobar una vez más que el orden de los factores no alte-
ra el producto. Hijos de Calibán y sobrinos de Santos y por consi-
guiente periodistas de raza, comparten con don Roberto García-
Peña la responsabilidad de conducir una de las más complejas
empresas en su género de la América Latina, cuyas dificultades
radican no en sus mecanismos financieros, perfectamente orga-
nizados, sino en otros mucho más sutiles y delicados, puesto que
se refieren a las conveniencias públicas y a la suerte misma de la
democracia colombiana. Lo que se escriba o lo que se diga en El
Tiempo tendrá siempre una insólita fuerza expansiva, mucho más
si se trata de cuestiones políticas.
¿Qué sensación se tiene frente a semejante compromiso?
La pregunta se la formulo a los hermanos Santos Castillo,
reunidos en la subdirección del periódico para atender amable-
mente un requerimiento de Consigna. Hernando, elocuente y es-
pontáneo, responde primero:
–A mí, lo confieso, me produce una sensación de terror. Cada
día me levanto con una dosis aumentada de miedo. Sé que me
corresponde parte fundamental de una gestión decisiva y deci-
soria para la vida del partido liberal en particular y del país en
general, y eso me abruma; y recuerdo entonces lo que me dijo el
presidente Santos para anunciarme discretamente que yo sería
uno de sus sucesores en El Tiempo:
“Tú vas a quedar muy bien, pero la nueva situación te va a
hacer sufrir mucho”.
–Ciertamente –tercia Enrique– es una responsabilidad muy
grande la nuestra. Conservar la línea de El Tiempo y correspon-
der así a la confianza de su inspirador, es un compromiso de san-
gre pero también uno más ineludible con Colombia. Parte de esa
carga, sin embargo, la llevan mis hijos y los hijos de Hernando,
con decisión y alegría, y todo dentro de un concepto radical de
servicio a los intereses nacionales y a las ideas que son la razón
de ser del periódico desde su fundación.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind200 200 18/5/07 22:45:16


Forma y estilo del periodismo literario 201

¿Una dirección plural?


De nuevo Hernando Santos toma la palabra para satisfacer
una curiosidad del reportero, fundada en la creencia generaliza-
da de que El Tiempo tiene una dirección plural, constituida por el
presidente Alberto Lleras, don Roberto García-Peña y los herma-
nos Santos Castillo:
–No exactamente, corrige. La dirección la tiene Roberto, la
comparte conmigo, consultamos con mi hermano Enrique, y el
doctor Alberto Lleras, quien, como diría el presidente Turbay
Ayala, “nos acompaña permanentemente”, dispuesto siempre a
aconsejarnos.
–Jamás el presidente Lleras –dice Enrique– le ha impuesto a
El Tiempo un solo punto de vista suyo. Pero su asistencia espiri-
tual resulta imprescindible y para nosotros es muy honrosa.

Una sola línea


A ustedes, les digo, mucha gente les censura su excesivo ofi-
cialismo...
Y Hernando, apuntándome con su índice derecho, responde:
–El Tiempo tiene capacidad suficiente para diluir muchos pro-
blemas, no agravar otros y mantener siempre esa sutil y mate-
mática situación que se llama equilibrio, que es la que conviene;
al liberalismo y a Colombia. Te anoto unos ejemplos: nosotros
pudiéramos haber tumbado a Valencia; podríamos haber ahon-
dado la crisis de López. Pero la responsabilidad de El Tiempo es
con el país y con la democracia. Además, en la defensa de los pre-
sidentes liberales, no nos hemos desviado una sola línea del pen-
samiento de Eduardo Santos. Recuerdo a propósito que Santos le
pidió a papá (a Calibán), que suspendiera sus virulentos ataques
contra López Pumarejo: “Sobre las cenizas de un presidente –le
dijo– es muy poco lo que se puede edificar”.
Todo lo cual explica muchas actitudes mías en el tratamiento
y satisfactoria solución de las últimas crisis políticas.
–Tal vez por eso –agrega con una convicción perentoria– se
me tache de oficialista, una calidad que yo acepto y exalto en la
medida de su más noble significado. Sí. Espero sacar un master
de oficialismo antes de morirme. El oficialismo, perdóname el sí-
mil, es una cruz muy difícil de llevar. De ahí que yo me ría de los
“independientes”, de los que siempre están protestando. Porque

Diseño libro Miguel Alvarez.ind201 201 18/5/07 22:45:50


202 Miguel Álvarez de los Ríos

sé que nosotros hemos tomado siempre el camino más difícil, el


que conduce inevitablemente a la llamada impopularidad. A mi
juicio, el mérito grande es el de ser oficialista, mucho más frente
a un gobierno liberal y a un presidente liberal...
–A muchos se les olvida –observa Enrique– la lucha de El
Tiempo por la libertad y la democracia; una lucha vieja de años
que registra, sin embargo, ciertos hitos históricos, antes y des-
pués del 9 de abril y antes y después de Rojas. Ahora bien: frente
al conflicto liberal, todo el mundo sabe que El Tiempo acompañó
a Carlos Lleras en su empeño por obtener la nominación presi-
dencial dentro del mecanismo libérrimo creado por el Consenso
de San Carlos. Resuelta la controversia en favor de Turbay, ad-
herimos inmediatamente a su candidatura, porque era lo lógico,
lo liberal y lo justo. Por otra parte, Turbay ha hecho un gobierno
magnífico, pese a las dificultades derivadas de la inflación, a la
cual se le viene dando el tratamiento que la técnica y la prudencia
aconsejan, y pese a los intentos de la subversión, que ha dejado
de ser un mito para convertirse en una verdadera amenaza. La
inflación y por consiguiente los altos precios no son inventos de
Turbay ni del régimen liberal; son fenómenos, uno dependiente
de otro, que perturban la economía y la vida social del casi todos
los países del mundo.
–Finalmente, yo que soy viejo amigo de Turbay, abrigaba el
equivocado temor de que podría actuar con debilidad respecto
a determinadas situaciones, para las cuales se requeriría una de-
cisión heroica. Y el país vio, con admiración, cómo fue de firme
e inteligente su proceder frente a problemas tales como la sus-
tracción de las armas del cantón norte y la captura violenta de la
embajada dominicana. Con sensatez y con energía el Presidente
sacó al país de una encrucijada peligrosa.

El Tiempo es el partido liberal


En mi provincia del Viejo Caldas, por los días aciagos de la
violencia, le oí a muchas personas decir que El Tiempo era vir-
tualmente el mismo partido liberal, y que si aquel –el periódi-
co– llegara a desaparecer, con él desaparecería la organización
política que había hecho por lo menos media historia colombia-
na, aunque subsistiera, claro, la teoría filosófica y doctrinaria sin
posibilidad alguna de manifestarse en un fenómeno dinámico
de masas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind202 202 18/5/07 22:45:50


Forma y estilo del periodismo literario 203

Le anoto esto, con aprensión, a los Santos Castillo, y Hernan-


do, sin ninguna duda aparente, dice, tajante:
–Pues yo estoy casi de acuerdo con esa apreciación. A nivel
de difusión política y de organización partidista, si El Tiempo no
es totalmente el partido liberal colombiano sí es por lo menos su
noventa y nueve por ciento.
Pero, les inquiero, ¿cuáles son los principios doctrinarios que
el periódico sustenta como valores permanentes?
–Los tiempos –responde Hernando– han modificado las no-
ciones arcaicas de liberalismo y de democracia. Esta última, por
ejemplo, ha dejado de ser un artificio formal y semántico para
volverse una alternativa real que garantiza la dignidad humana
en todos los órdenes y a todos los niveles. Yo diría, además, que
El Tiempo cree en una libertad política absoluta y en una libertad
económica dentro de la cual, naturalmente, el Estado debe y tie-
ne que intervenir, de seguro cada día con mayor amplitud. En-
carna, además, El Tiempo si así puede decirse, un sentimiento y
una fuerza liberal de carácter ecuménico que lucha, sin descanso,
contra todas las formas del totalitarismo.

Colombiano ideal
Más de una hora ha durado esta saltuaria conversación con
los Santos Castillo, frecuentemente interrumpida por el teléfono
que repica sin pausa y por la atención que ambos deben prestar a
sus respectivas esferas de trabajo. El Tiempo es un complejo inve-
rosímil que solamente ellos hacen funcionar con una eficacia pas-
mosa. Desaparecidos los viejos talleres y transformada la sede
del periódico en un vasto laboratorio electrónico, les manifiesto
francamente mi nostalgia por la antigua atmósfera saturada de
tinta de imprenta, dentro de la cual el periodismo se ejercía con
un sentido más romántico y bohemio.
–Sí –dice Hernando–. Tienes razón. Yo estoy seguro que no
soy el mismo sujeto que vivía prácticamente en los talleres ha-
ciendo, como era forzoso, el periódico desde allí. El contacto del
periodista con los equipos de la imprenta, vengo a confirmarlo
hoy, es más hondo de lo que se cree. Como en los mitos clásicos,
hombre y máquina forman un consorcio de hermandad impre-
sionante. No obstante, los adelantos técnicos no afectarán para
nada la estirpe, la fisonomía de El Tiempo; que no es, ni mucho

Diseño libro Miguel Alvarez.ind203 203 18/5/07 22:45:50


204 Miguel Álvarez de los Ríos

menos, una máquina de hacer dinero sino una fábrica de buenos


propósitos.
–Sí –abunda Enrique–, porque también los adelantos técnicos
tendrán para nosotros un tope, hasta donde sea posible; verbigra-
cia, seguiremos prefiriendo al redactor con sus cuartillas, frente a
la máquina de escribir. Nos aterran esos tableros electrónicos que
sustituyen los originales y efectúan allí mismo las correcciones.
No, definitivamente, creo que hasta allá no llegaremos.
A Hernando Santos, quien dejó de escribir su leída colum-
na “Detrás de las noticias” porque –me dice– ha trasladado sus
opiniones al espacio editorial, le pido que me señale dos fechas
inolvidables en su ya largo trajín periodístico.
–Las tengo muy vivas –contesta con un aire solemne–. Hay
una muy amarga: el día nefasto de 1952, cuando recorrí el edi-
ficio incendiado de la carrera séptima. Y una muy feliz: el día
en que me di cuenta que el presidente Eduardo Santos confiaba
plenamente en mí.
Por todo lo que hemos conversado, le digo, me doy cuenta
que el doctor Santos es para usted su “personaje inolvidable”...
–Bueno, sí –responde con énfasis–. Pero si me preguntaras
cuál sería para mí el tipo de colombiano ideal, te diría que, de ser
posible, haría una mezcla de tres hombres ilustres: el presidente
Santos, mi padre y Alberto Lleras.
Enrique Santos Castillo sonríe afirmativamente.

Revista Consigna, Año 5, No. 161,


Bogotá, 30 de mayo de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind204 204 18/5/07 22:45:50


Forma y estilo del periodismo literario 205

Despedida de poeta.
La última polémica del maestro Rafael Maya
con Miguel Álvarez de los Ríos*

Cuatro o cinco días antes de que le llegara la muerte, llamé


por teléfono al maestro Rafael Maya y le dije que quería hacerle
un reportaje para Consigna. Le dije, además, que él era un escritor
clásico o que, por lo menos así se le consideraba en Colombia
desde hacía cuarenta años.
–Usted está equivocado– me respondió con una voz macilen-
ta. Yo no he sido más que un romántico.
Lo dijo con desgano, como por salir del paso. Una ráfaga lírica
me refrescó la memoria. Recordé dos de sus sonetos más caracte-
rísticos, “Olvido” y “Seremos tristes”, los cuales, efectivamente,
pueden tener esa marca. No me di por vencido.
Herbert Read –le repliqué– considera que lo “clásico” y lo
“romántico” no son términos dialécticamente opuestos; son la
raíz y el tallo, la cáscara y la almendra. “Hay un principio de
vida –aprecia Read– y es el espíritu romántico; hay un principio
de orden, de medida, de represión y es el espíritu clásico”. Us-
ted, maestro Maya, ha cultivado el orden y la medida hasta la
exasperación.
–Mire, no sigamos con ese cuento que es un cuento de nunca
acabar, como el del gallo capón –me dijo con las palabras amon-
tonadas por un acceso de tos–. Eso que usted me dice lo leí hace

* El presente texto sobre Rafael Maya, el periodista Álvarez de los Ríos lo


reproducirá en la revista Contrastes del periódico El Pueblo de Cali, el domingo
13 de diciembre de 1981, edición No. 57, bajo el título ¿Maya romántico?. La
única diferencia entre uno y otro texto se establece en el cierre: Álvarez de los
Ríos decide transcribir otros versos del poeta Maya: “Oye, seremos tristes,
dulce señora mía…/ Nadie sabrá el secreto de esta suave tristeza:/ tristes
como este valle que a oscurecer empieza,/ tristes como el crepúsculo de una
estación tardía…”

Diseño libro Miguel Alvarez.ind205 205 18/5/07 22:45:51


206 Miguel Álvarez de los Ríos

mucho tiempo. También leí a Ortega. Él dijo: “Si el romanticismo


es nostalgia, el clasicismo será actualidad”.
Fue otro pretexto suyo para cortar el diálogo. Entonces insis-
tí:
Usted es un escritor muy actual, usted no pasa de moda. Y,
echándole otra moneda de veinte centavos a la alcancía del telé-
fono público, le mencioné varias páginas suyas, y varios poemas,
reputados de clásicos por muy severos antologistas.
–Bueno, vamos por partes –me dijo, reposado–. No sé si fue
Guillermo de Torre o algún otro crítico quien dijo que la desig-
nación de “clásico”, rectamente aplicada, debiera significar un
mero límite temporal más que un juicio de valor. Y agregaba el
tal crítico (después lo leí en Gide), que el clasicismo es una in-
vención francesa cuyo valor conceptual empieza y termina con
Racine. Observe usted –y ésta es tesis de Gide– que ni Pascal, ni
Rabelais, ni Villon, son clásicos. ¿Por qué habría de serlo yo, un
colombiano de Popayán que no ha hecho cosa distinta a correr la
aventura literaria?
Su nueva respuesta me sirvió para argumentarle con una con-
vicción perentoria:
Guillermo de Torre también dijo: “Siempre estaremos dis-
puestos a ver mayores posibilidades de clasicismo en la aventura
que en la tradición”.
–Sí, sí, pero eso es otra cosa –me replicó con impaciencia–. “El
único experto en prenderle una vela a Dios y otra al diablo en el
altar literario, fue Jean Cocteau”. Póngale comillas a esta frase
porque no sé si es mía o ajena.
Era evidente que el maestro Rafael Maya no deseaba que el
diálogo telefónico se prolongara más de lo razonable. No suelo
ser impertinente y lo fui sin darme cuenta. Le pedí una cita para
hablar de literatura, para escucharlo, sobre este tema, mejor. Y
me la concedió. Convinimos en que yo lo visitaría en su casa, el
sábado 26 de julio.
Me di entonces a cavilar sobre la manera de darle cauce a una
futura conversación que, sin duda, habría sido muy fructífera
para mí y muy importante para Consigna. Maya tenía de natural
el gesto amable que invitaba a abordarlo sin timidez. Pero era
exigente y concreto en la materia escogida. Con él era arriesgado
andarse por las ramas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind206 206 18/5/07 22:45:51


Forma y estilo del periodismo literario 207

Además, alguna vez le oí decir que estaba harto de que le


preguntaran por el grupo de Los Nuevos, sobre el cual escribió en
1976 una reseña concluyente: “Sin manifiestos ni programas –dijo
entonces– esa generación (sic) justifica ampliamente su nombre.
Con ella acaban casi por completo, los temas convencionales o
son tratados de distinta manera”.
¿Tendría razón el maestro?
Sí, en parte. Jaime Mejía Duque le atribuye el dudoso mérito
de haber erradicado “la utilería de la falsa erudición grecolati-
na”. Y en parte también respecto al talante y a las motivaciones
y vivencias de la Generación del Centenario. Pero el mismo Maya
admite que dicho grupo “oscilaba entre el misticismo perverso
de Verlaine y el alto y puro satanismo de Baudelaire”.
Pudo ser un despistado el analista latinoamericano –no sé si
fue Rama o Rodríguez Monegal quien sugirió que Los Nuevos o
algunos de sus integrantes –los más característicos– fueron tar-
díos exhumadores de los restos del Simbolismo.
Yo no digo nada pero me confundo. Sin embargo, en Maya es
pertinente reconocer –y exaltar– su ejemplo de sublimación lite-
raria; porque, como Mallarmé, representa la conciencia artística
más decorosa y digna del movimiento. Así como De Greiff –otro
de Los Nuevos– encarna la conciencia vital puesta a la máxima
tensión de rebeldía “con una orla voluntariosa de visionario”.
Como Rimbaud.
¿Le hubiera chocado al maestro Maya que yo le dijera estas
necedades? ¡Quién sabe! Los años enseñan la tolerancia, reza el
más obvio de los aforismos chinos. Y ahora, releyendo a Maya,
pienso que tal vez no fue por salir del paso que me dijo, por telé-
fono, que él no había sido más que un romántico:

Volver a verte no era sólo


un ligero y constante empeño
sino anudar dentro del alma
el hilo roto del ensueño.

Revista Consigna, Año 5, No. 165,


Nueva Época, Bogotá, 30 de julio de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind207 207 18/5/07 22:45:51


208 Miguel Álvarez de los Ríos

Anton Szandor La Vey,


Papa Negro del satanismo mundial

Cinco meses después de que los negros revolucionaron el ba-


rrio Watts de Los Angeles, y exactamente nueve días después de
que en Houston se implantara un corazón artificial ­en el pecho
de un ser humano, un alto, barbado y a si mismo proclamado pe-
cador, Anton Szandor La Vey, afeitó su cabeza, se puso una capa
negra sobre los hombros y gritó a voz en cuello:
¡Desde este momento, declaro solemnemente fundada la igle-
sia de Satanás!
El año 1966 dio comienzo a la nueva era satánica que, según
La Vey, durará dos mil años.
La Vey es el sumo sacerdote, el Papa Negro de una religión
tan antigua como el hombre pero cuya sistematización a él se le
debe: La Vey le dio forma y contenido, si bien se mira.
Durante 15 años, el neosatanismo de La Vey ha sido un escán-
dalo tolerado en los Estados Unidos, aunque es lo cierto que en
los últimos tiempos el aparato ritual es mucho más discreto. Por
lo menos la comunión satánica ha dejado de ser lo que fue: un acto
de perversión sexual con mujeres desnudas que impregnaban la
hostia en sus propios fluidos antes de colocarla en la lengua de
los fe­ligreses.
La Vey tampoco reza ya el padre nuestro al revés. Sin embar-
go, insiste en que ciertas violaciones a la Ley de Dios, como los
Siete Pecados Capitales, no son pecados sino virtudes: la codicia
es una virtud en la medida en que induce el dinamismo humano.
Un hombre sin capacidad de codicia es un hombre negligente,
incapaz, dejado de sí mismo. También la lujuria es una virtud
muy personal y muy satisfactoria a juicio de La Vey, porque le
permite a quien la siente o la disfruta saber que está vivo.
Todo lo cual demuestra que La Vey fue siempre un magnífico
promotor de novedades, varios de cuyos años juveniles los in-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind208 208 18/5/07 22:45:51


Forma y estilo del periodismo literario 209

virtió en la farándula, como empleado de Policía e investigando


obras de ocultismo.
El extraño satanismo practicado por La Vey y sus seguidores
en la famosa casa negra del opulento sector de Sea Cliff de San
Francisco, atrajo en principio a miles de curiosos, entre ellos sa-
cerdotes de religiones ortodoxas. Todo esto sirvió de argumento
a Look Magazine para su crónica de bandera en 1966. Y de inspi-
ración a escritores y músicos. Los Rolling Stones admiten que
su pieza de éxito, Simpatía por el diablo, tiene la marca de Anton
Szandor La Vey y su Templum Palladicum. De análoga manera se
pronuncia Led Zeppelin, respecto a su disco “Pro Satán”; además
de Santana y King Crimson, quienes confiesan paladinamente
que su música fue penetrada por los rayos diabólicos que pro-
yecta La Vey desde su altar negro en California.
La Vida amorosa de Anton Szandor La Vey involucra a famo-
sas estrellas del cine, entre ellas Marilyn Monroe y Jayne Mans-
field, y su reputación de hombre influyente en Hollywood, es
indiscutible. En películas sobre temas diabólicos como El bebé de
Rose Mary, de Polansky, La Vey hizo al demonio. Pero, vamos por
partes.
Un año después de su ruidosa aparición, La Vey fue invitado
al Tonight de Jhonny Carson; y poco después de haber apareci-
do en Time, en junio de 1972, el jerarca infernal desapareció en
una actitud tan planeada como la fundación de su propia Iglesia.
Desapareció porque estaba hastiado de la prensa; aburrido de
que los periodistas no entendieran la magnitud de su mensaje.
“Descubrí que nuestros esfuerzos de carácter ético-filosóficos
eran distorsionados y atraían a infinidad de curiosos, a personas
que todavía creen que el diablo tiene cuernos, pezuñas y cola
puntiaguda, pero no a la gente seria”.
La Vey, un hombre buen mozo en su estilo mefistofélico, con
sus mostachos manchurianos y su chivera nos dice:
“Llamar a Satán es simplemente invocar los poderes de sí
mismo. Yo no acepto la imagen medieval del demonio como un
ser antropomorfo. Esa es la noción de la cristiandad utilizada por
sus magos blancos para aterrorizar a las gentes y mantenerlas den-
tro de su Iglesia. El satanismo es una religión de la carne, no una
religión del espíritu. Por eso sus altares son mujeres desnudas y
no en actitud artística sino en posturas obscenas”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind209 209 18/5/07 22:45:51


210 Miguel Álvarez de los Ríos

Nuestra charla con el jefe satánico se efectuó en la biblioteca


de su casa, decorada con cabezas de demonios. La biblioteca se
comunica con los sótanos por medio de puertas secretas de me-
canismo electrónico; muy cerca está el bar, que tiene dos órganos
enormes. La Vey ejecuta a Bach.
Esta casa de San Francisco es una de las tres que posee en
los Estados Unidos el pontífice negro. Tiene otra en Hollywood,
donde La Vey permanece mucho tiempo del año dedicado a ase-
sorar a directores de filmes ocultistas. Y otra más en una colina
con vista al Valle de la Luna en Sonoma, en California. Esta última
fue propiedad del escritor Jack London, un intelectual satánico.
La llamada casa negra a pesar de su nombre, no está pintada
de ese color. Ni los miembros de la Iglesia participan en orgías
públicas como en los primeros tiempos. Pero el sexo es parte fun-
damental de los ritos. Hay unos muy especiales que se reservan
para eventos de la misma índole. El más expresivo de ellos es
el que se efectúa en honor del demonio Babalon, por inspiración
del mago Aleister Crowley. Es una orgía inconcebible en que la
mayoría de sus participantes buscan su propia satisfacción. Mu-
chas luminarias del cine –hombres y mujeres– son adeptas de la
ceremonia en honor de Babalon, un demonio de origen remoto,
babilónico, el sumum de la perversión sexual.

El satanismo es una cosa seria


La fundación de la iglesia de La Vey data del 30 de abril de
1966, la noche de las Walpurgias. Inspirado por varias glorias,
que él ha denominado “viejos satanistas”, como Nietzsche, los
Caballeros Templarios, Fausto (el personaje de Goethe) y el ce-
lebrado mago inglés, Crowley, La Vey diseñó un nuevo credo
basado en los instintos naturales del hombre.
“He dado origen –dice– a una religión dedicada al mundo
real, al mundo de los sentidos; y he erigido sitios (templos) don-
de la gente puede venir y pedir por sus deseos materiales, por
sus deseos carnales, aún los más recónditos o que parezcan un
disparate de la imaginación. De todos modos nuestra filosofía
está mucho más cercana de la realidad”.
La Vey acepta que, en principio, él procuró llamar la aten-
ción mediante recursos publicitarios: bellas muchachas desnu-
das, bailando, con música a alto volumen en el interior de una
cámara pintada de rojo sangre y negro carbón. Y el clásico signo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind210 210 18/5/07 22:45:51


Forma y estilo del periodismo literario 211

del Bafomet en su versión de Eliphas Levi, sentado en un trono,


encima del mundo. Un macho cabrío, pues.
Los cambios ocurrieron gradualmente. La Iglesia atrajo a mu-
chas personas distinguidas de la sociedad de San Francisco que
creían –y creen– seriamente en los ritos de la magia negra, pero
también a centenares de bohemios, sujetos anormales y fantasio-
sos que quisieron hacer de La Vey un gurú.
“Entonces –dice La Vey– formé un programa de dos nive-
les. Expulsé a los locos y a los bohemios, y bajó la publicidad.
La prensa, con su tendencia sensacionalista, no comprendió los
cambios efectuados por la Iglesia; la prensa sólo quería que yo le
proporcionara material pornográfico ¡vivo! Y les hice pistola”.
El doctor Marcelo Truzzi, una autoridad en ciencias ocultis-
tas, decano del Departamento de Sociología de la Universidad
de Michigan, conoce a La Vey desde hace muchos años, y afirma:
“Sin duda han ocurrido cambios importantes en el satanismo,
desde que se ha ocultado y carece de sitios públicos. Sus miem-
bros actuales son gentes muy exclusivas. ¡Y hay que ser muy ‘pu-
diente’ y muy ‘in’ para ser aceptado como satánico activo!”.
En el mundo entero, pero en especial en los Estados Unidos,
hay suficientes satanistas para hacer de La Vey un hombre muy
rico. Su firma editorial, Avon Books, subsidiaria de la Hearst Pu-
blications, informa que la venta de los libros del Papa Negro es
excelente. De la primera obra, The Satanic Bible, se han vendido
más de 500.000 copias en idioma inglés; de la última complemen-
taria, The Satanic Rituals, algo así como 200.000 o más.
Para el doctor Truzzi, la de Satán es una Iglesia en lugar de un
culto. Los términos difieren. Es una Iglesia con una organización
burocrática y una estructura jerárquica. El individuo admitido
como satánico tiene que someterse a exámenes muy completos.
Pero –dice Truzzi– lo curioso es que la Iglesia ya no depende del
indudable carisma de su fundador. La Vey dejó la parte operacio-
nal de la Iglesia a sus ministros, los cuales cumplen religiosamente
con los deberes del culto. Y continúan practicando ritos sexuales,
sin cansarse.

Alta indulgencia
“La más importante de todas las fiestas del satanismo –obser-
va La Vey con una convicción perentoria– es la del cumpleaños
de uno mismo. Nosotros adoramos la individualidad; nos que-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind211 211 18/5/07 22:45:52


212 Miguel Álvarez de los Ríos

remos a nosotros mismos, en lo cual somos consecuentes con las


realidades, y sinceros a más no poder. Los satanistas somos gente
linda, usted sabe.
»Aquí no caben ni el lumpen, ni el desaseado. Cuando en
ceremonia un satánico imita a Onán, Profeta y Patriarca de la
masturbación, cumple consigo un acto de elevada indulgencia
que enaltece, entiéndame muy bien, señor, que enaltece las cosas
de la carne. Es una ofrenda a la belleza de nuestros sentidos. Si
somos pequeños y sucios, lo seríamos mucho más si permane-
ciéramos con los piojos bíblicos haciéndonos ronchas por todas
partes, y no nos decidiéramos a disfrutar de todo lo que tenemos
al alcance de la mano.
Pero todo esto hay que hacerlo sin mortificar a los demás. Se
trata de ser felices ¿entiende?, pero no a costa de los otros”.
La Vey no oculta su amor por el arte, especialmente el arte
musical, y su debilidad por los carros lujosos, la buena comida
y los buenos vinos, la lectura. “Mucha gente –dice– requiere mi
atención, pero yo la evito hasta donde es posible. Otros desean
compartir mi tiempo. Yo los tolero a todos y de vez en cuando me
gusta que me busquen; pero vivo muy ocupado, no puedo darles
gusto, y eso me contraría”.

La Puta de Babilonia
De toda la “mitología” judaico-cristiana Anton Szandor La
Vey prefiere un personaje muy sugestivo: La Gran Puta de Babi-
lonia, madre de todas las prostitutas que en el mundo son y han
sido, a quien se menciona con lujo de detalles en el Libro de las
Revelaciones. Se dice que cabalgó en la Bestia Roja, un monstruo
de siete cabezas y diez cuernos, en cuyo lomo se escribieron to-
das las frases acuñadas por el erotismo bíblico.
La Sagrada Ramera usó ropas púrpuras, transparentes, sin
nada más debajo que su propia piel pulida por la fornicación
reiterada; lució joyas radiantes y bebió todas las abominaciones
en un cáliz de oro purísimo. La Vey la admira y hace de ella su
mito preferido, porque simboliza el gran poder del mundo para
el goce sexual.
En cuanto al “Anticristo”, su criterio es el de que “está aquí,
entre nosotros, enmascarado bajo ciertos personajes de la televi-
sión” norteamericana. La Vey está seguro que el Anticristo es un
mito, pero usa la imagen de la Biblia para referirse a la contra-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind212 212 18/5/07 22:45:52


Forma y estilo del periodismo literario 213

dicción en que incurren quienes pretenden salvar las almas, de


un lado, mientras predican el fin de todo lo material, con la otra
mano.
“Al revivir el diablo y atemorizar a la gente con la amenaza
de un infierno para idiotas de remate, esta gente está creando
imperios financieros y construyendo bases de poder, para influir
en las elecciones y manipular a su modo la Legislación”. La Vey
alude a algunos personajes de la TV de los Estados Unidos, que
dirigen programas religiosos.
“Si hay algún ejemplo de satanismo en el peor de los senti-
dos, ahí está el de quienes dicen que, hay que ‘salvar todas las
almas’ de los otros y no cuidan la propia, comida por todos los
vicios y todas las vilezas. En ese campo preferiría la vieja religión
de los curas de misa y olla, con su vieja honradez y su vieja ig-
norancia.
“Yo sonrío con sonrisa de diablo, se me dice que cincuenta
millones de norteamericanos ‘han nacido otra vez’, o que Billy
Graham atrajo una masa de 337.000 personas para su cruzada
en Singapur. El movimiento nacer otra vez es lo mejor que nos ha
podido ocurrir a nosotros”, observa con firmeza La Vey.
“No niego que algunas personas crean sinceramente que reen-
carnaron, o que el bautismo las hace nacer de nuevo. Pero dudo
que la gente llegue a ser cristiana, por ejemplo, escuchando a
estos equívocos emisarios de la Divinidad”.
La Vey cree firmemente que los Billy Graham, los Robert
Schullers y los Jim Bakers son vendedores de muerte electrónica.
Y dice que el “Anticristo a que ellos se refieren, es el mismo que
ven todos los días en el espejo, cuando se afeitan”.

Sus héroes religiosos


Los verdaderos héroes religiosos a los ojos del jefe neosatá-
nico son hombres como José Smith, fundador del Mormonismo,
Rasputín, y el cura Paul D. Lindstrom, pastor de la Iglesia de la
Libertad Cristiana de Chicago. La Vey admira a Smith porque
amaba el sexo y no lo ocultaba: se acostaba con varias mujeres
a la vez, en nombre de Dios; a Rasputín, un monje renegado de
la Rusia zarista, porque encontró los placeres del sexo, y se dio
cierto status en los sótanos del palacio imperial; y al reverendo
Lindstrom, porque hace poco propuso el envío de un batallón

Diseño libro Miguel Alvarez.ind213 213 18/5/07 22:45:52


214 Miguel Álvarez de los Ríos

a Rodesia para reabrir las misiones que se habían clausurado a


causa de la guerra.
Sobre este último, dice: “Yo no sé por qué me gusta tanto ver
a un cura de Biblia contradiciendo a su propio inspirador, Jesu-
cristo”, dice La Vey, y agrega:
“Si no fuera hipocresía, yo mandaría a varios miembros de la
Iglesia de Satán a Rodesia; porque necesitamos gente que busque
poder y gloria personal y muchos maestros en el arte de la mani-
pulación. El satanismo exige estudiar; no adorar”.

Bajo el signo de Aries


Nacido en Chicago, bajo el signo de Aries, La Vey atribuye
mucho de lo que es y de lo que ha llegado a ser a su abuela ma-
terna, Luba Lupescu-Primakov, nacida en Transilvania, de padre
gitano y madre judía. Ella introdujo a su nieto en las leyendas y
supersticiones de una tierra que inspiró el más celebrado trozo
de literatura de vampirismo, Drácula, de Bram Stoker.
Pasados los 17 años, Tony abandonó la escuela secundaria y
se enroló en un circo, como ayudante del domador Clyde Bea-
ty. Empezó como limpiador de cubiles, dando agua y comida a
los grandes felinos. En un tiempo muy breve aprendió todos los
trucos de Beaty, inclusive el de hacer subir a los animales a los
cubos de la pista, utilizando un látigo y un taburete. En octubre
de 1947, La Vey se vinculó a otro circo, el Craft’s 20 Big Shown,
como ejecutante de órgano. Su habilidad de concertista le permi-
tió trabajar en dos de las más populares casas de comedias de
Los Angeles –The Mayan y The Burbank– por los días otoñales de
1948. Tenía poco más de 19 años.

Estrellita de Hollywood
En la Mayan el oficio de Tony era ejecutar música para que las
chicas se desvistieran muy lentamente. Una de las ‘striptiseras’
más codiciadas por la clientela era una mujer voluptuosa, de 22
años, quien decía llamarse Marion Marlow. Se la conocía con el
nombre artístico de “Estrellita de Hollywood”. La futura Mari-
lyn Monroe atravesaba una época malísima. Había filmado su
primera película en que hizo de desnudista, Ladies of Chorus, y
su contrato no fue renovado.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind214 214 18/5/07 22:45:52


Forma y estilo del periodismo literario 215

La Monroe aceptó el trabajo en Mayan porque necesitaba di-


nero para continuar como miembro del Hollywood Studio Club,
una institución para aspirantes a estrellas del cine. “Ese club te-
nía cierto prestigio –aclara La Vey– y desde él uno se podía pro-
yectar hasta el Central Casting”. Sin embargo, es notorio que este
demonio millonario en dólares no quiere darle mucha importan-
cia ­a sus enredos amorosos con la diosa del sexo.
“Marilyn no era nadie en ese tiempo, y no se pensaba que se-
ría famosa. Éramos –ella y yo– solamente dos jóvenes que juntos
buscaban el placer. Eso era todo”. La Vey insiste en que no le
agrada hablar de los muertos.
–¿Usted la tuvo por primera vez?
“No. Ella había perdido su virginidad desde muy niña, creo
que a los seis años”.
La actriz quería a La Vey porque éste la estimaba y sabía que
no deseaba ser una cualquiera sino alguien con estilo. Para Ma-
rilyn era difícil cantar canciones vulgares como Pistol Pack’n
Mama. La Vey ejecutó entonces canciones románticas para que
ella bailara desnuda pero con cierto decoro, como Deep Nigth
y Dream Lover. El empresario se enojó. También la clientela de
viejos verdes. Y ambos fueron expulsados del trabajo.
“Ella –acepta La Vey– era lo que se llama una ‘Chaindragger’,
esto es, alguien que actúa y baila mucho mejor que desnudarse.
Era incapaz de imitar actos eróticos sólo por darle gusto a un
empresario barrigón. Lo hu­biera hecho por su gusto. Y lo hizo
muchas veces. Mostró todo, ya lo creo”.

Un poquito sucia
En septiembre de 1948, la Monroe debía tres meses al Ho-
llywood Studio Club. Para mantener su anonimato al­quilaba
una habitación en el Oban Hotel. Allí se instaló con La Vey.
“Ella era magnífica para hacer el amor; tenía carro propio y
ganaba dos dólares diarios. Yo no me ganaba uno sólo”, confiesa
La Vey.
“El carro era un viejo Pontiac, convertible. Marilyn llevaba
todos sus efectos en el baúl, en cajas de cartón. Era de muy mal
carácter esta mujer, su carro era un desastre y ella era pésima
conductora”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind215 215 18/5/07 22:45:52


216 Miguel Álvarez de los Ríos

Marilyn se entregó a los estudios ocultistas con su amante.


Mentalismo, astrología, hipnotismo, qué se. “A ella le fascinaba
todo lo misterioso”, observa La Vey.
Diez años después de que partieron cobijas, Marylin llegó a
ser lo que fue: un mito esplendoroso. Pero continuó escribiéndo-
le a La Vey. Le decía “mi bello demonio”, “mi brujo”, “mi adora-
do Lucifer”.
“A ella –recuerda La Vey– le gustaba caminar por los cemen-
terios. Tenía esa obsesión; especialmente por el cementerio Fo-
rest Law y por el pequeñito de Sunset. También le gustaban las
casas embrujadas”.
Marilyn era física y químicamente la tipa para La Vey: rubia y
voluptuosa, desorganizada en sus costumbres personales. Muy
parecida a La Vey en lo del descuido.
“Marilyn embutía sus ropas sucias en una caja, y las llevaba
en carro, de hotel en hotel. Para ella valía más la apariencia que la
realidad. Le gustaba vestirse para incitar a los hombres y llamar
la atención. Se forraba en sus vestidos. Debajo nada tenía. Era
una escultura.
»La voz baja que ella adoptó en sus películas era muy distinta
a la voz de niña que en realidad tenía. Marilyn, ¡pobrecita!, fingía
un acento de estibador, de obrero de bote, que no tenía. Quería
llamar la atención. Ser princesa, ser dama o algo por el estilo.
Pero, inútil. Siempre parecía una puta. Bella como nadie, pero
puta. Y no sólo parecía. Lo era. En busca del sexo hacía lo que
fuera.
»Tenía algo de chica mortificadora en eso de hacer el amor. Y
era muy, dijéramos, muy imaginativa y recursiva. Creía que el
sexo era más divertido en un taburete, detrás de un carro, en el
sanitario, bajo el muelle de un puerto, en una oficina, con algo de
riesgo, donde alguien pudiera sorprenderla. Lo importante para
Marilyn era entregarse como fuera, eso sí, siempre con varones;
de lesbiana no tuvo nada. Y hacerlo en mil formas distintas y
raras. Oiga, señor le cuento:
»Alguna vez nos fuimos a Venice. El carrito se nos varó. Eran
las tres de la mañana y sólo había un medio para regresar a Los
Angeles, el tren del Pacífico llamado los Carros Rojos. En esa
época prestaba servicio desde la gran ciudad hasta San Bernardi-
no y otros burgos del oes­te. El tren de tres carros iba casi vacío.
Llevaba al motorista y a un par de borrachos. Los borrachos se

Diseño libro Miguel Alvarez.ind216 216 18/5/07 22:45:52


Forma y estilo del periodismo literario 217

sen­taron en el primer carro, junto al hombre del timón. Nosotros,


Marilyn y yo, nos trepamos atrás. De pronto –algo muy típico de
su alborotada sexualidad, de su incontrolable lujuria– me tocó.
Imagínese. La madrugada, y así. Entonces nos besamos larga-
mente. Y luego... Dése cuenta. Oígame. Usted ha experimentado
el vaivén del tren, el movimiento de un vehículo en marcha a cien
kilómetros por hora. Bueno...Marilyn subía y bajaba... Imagíne-
se, con el mismo ritmo del vehículo. Y hacía lo posible porque
nos vieran, los borrachos, y nos vieron. Al igual que el motorista,
por el retrovisor. A ella le gustó. Fue como un incentivo. Porque
emitió un largo alarido de satisfacción”.
“La Monroe no tuvo problemas sexuales. Pero acrecentó los
gestos de teatralidad en el momento de entregarse. Ya le he dicho
que le gustaban las cosas bien raras. En un sitio oscuro del teatro,
o contra un árbol, o haciéndolo como perros. De todos modos
ella se ajustaba a todos los deseos del hombre. Y gruñía, como un
cerdo, y castañeteaba los dientes ...Dése cuenta”. La Vey trató de
que cambiara el hábito de chocar sus dientes. Pero no podía. Ella
no podía. Era su forma de manifestarse en un clima de alta luju-
ria... “Pobrecilla, comenta de nuevo La Vey, era como una campe-
sina recién llegada a la ciudad, llena de pequeños defectos”.
Después de la Monroe, La Vey, siempre oportunista comenzó
a salir con otras muchachas. Con una sobre todo, cuyo padre era
dueño de un banco; una niña que tenía carro nuevo y mucho di-
nero para gastar. De Los Angeles, La Vey se trasladó a San Fran-
cisco. Allí re­comenzó como pianista de bares. Luego se metió al
Departamento de Policía, como fotógrafo. Y, en 1955, empezó a
estudiar ciencias ocultas. Organizó el “Círculo Mágico”.

Jayne Mansfield
La Monroe no alcanzó a meterse de lleno al satanismo. Por-
que murió a destiempo, envenenada con píldoras, acribillada
por la soledad. Pero otra rubia y voluptuosa diosa del sexo –Ja-
yne Mansfield– durante su visita a San Francisco en el otoño de
1966, buscó a La Vey, se hizo su “amiga” y entró al satanismo con
todas las de la Ley. “Jayne –dice La Vey– me saludó y, de inme-
diato, me dijo: ‘Quiero acostarme en tu infierno, Szandor’. Y yo
le di gusto. En esa época tuvo problemas con su ex-marido, Matt
Cimber, quien le había quitado la custodia de sus hijos. Yo le hice

Diseño libro Miguel Alvarez.ind217 217 18/5/07 22:45:52


218 Miguel Álvarez de los Ríos

un rito de maldición contra Cimber. Y, a poco, la Corte le entregó


a sus muchachos...”
“Jayne no fue simplemente coqueta. Ella fue prostituta total.
Y bruja. Le gustaban los machos grandes y musculosos. Ella creía
que eran buenos amantes. Y tuvo la manía de estarse mostrando
desnuda, o casi desnuda, en centros nocturnos. Lo hacía adrede.
»Me dijo un día que quería ser recibida como ‘Hija de Sata-
nás’ . Yo accedí. Y Jayne con valor, entró al Templum Palladicum,
desnuda, con una túnica de color sangre, transparente, con el
cáliz de la abominación, y en medio de la consternación de sus
agentes publicitarios y de su Estudio.
»Jayne era feliz con el sexo. Acaso como nadie lo ha sido. Un
poco vulgar también. Y perversa a más no po­der.
»Alguna vez tuvo problemas con su abogado, Sam Brody,
quien también fue su amante. Brody me detestaba a mí, porque
sabía que Jayne hacía el amor conmigo, en mi ‘infierno’, con mú-
sica de Bach, y otras gentes desnudas. Jayne me pidió una maldi-
ción para Brody.
»El profesor Edward G. Moddy, de la Universidad de Irlanda
del Norte, atestigua esto, óigalo:
»Yo tomé un pedazo de cuero de oveja; le puse el nombre de
Brody, y lo quemé, invocando las fuerzas in­fernales. Le dije: Bro-
dy, tienes un año, menos, ocho meses de vida. Entonces, llamé a
Jayne y le dije que se cuidara de ese hombre, que estaba conde-
nado a muerte.
Ella no siguió mi consejo. A las dos y veinticinco minutos de
la madrugada del 29 de junio de 1967, seis meses después de que
‘condené’, Jayne y Brody rodaban por la carretera US 90, cerca
de Nueva Orleans, en un coche manejado por Ronnie Harrison,
hijo del dueño de un super club de Missisipi. Harrison manejaba
rápido. Había neblina en la vía. Y chocaron contra un camión.
Todos murieron destripados”.

La iglesia hoy
La Vey ha dejado, pues, el manejo de la Iglesia de Satán a sus
ministros. La Iglesia ha sido reconocida oficialmen­te por el Pen-
tágono. En el Museo de Ateísmo de Moscú hay un retrato grande
de La Vey con la Biblia Satánica en sus manos.
En estos días, el jefe demoníaco gasta su tiempo viajando, le-
yendo, escribiendo y trabajando en Hollywood. Las últimas ase-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind218 218 18/5/07 22:45:53


Forma y estilo del periodismo literario 219

sorías suyas han sido para los filmes “Poor Devil” y “The Omen”
y para otra más dramática, “Masacre en Texas”, con sierras de
gasolina. Como Gran sacerdote La Vey todavía preside algunos
rituales, para ayudarle a algún miembro de la Iglesia que esté en
dificultades. Pero jamás ha vuelto a maldecir a nadie. Después
del marido de Jayne Mansfield.
Este “demonio del siglo XX” se cree un hombre de bien. Tra-
baja con la policía, la asesora en la investigación de crímenes con
huellas de brujería. No fuma. Pero bebe lo mejor. Y disfruta de las
más bellas mujeres, especialmente rubias, de cuerpos enormes.
Un poco lejos de los escándalos de los años 60, La Vey quiere
hacer del mundo un lugar grato a los sentidos, a la carne, a los
apetitos del amor desbordado. Un lugar para regodearse el de-
monio. “Nosotros los satanistas –me dice, mirándome fijamente,
con gran seguridad– estamos orgullosos de ser damas y caballe-
ros –pecadores quizás–, pero sin embargo damas y caballeros”.

Revista Contrastes, periódico El Pueblo de Cali,


Año 1, No. 18, domingo 15 de marzo de 1981

Diseño libro Miguel Alvarez.ind219 219 18/5/07 22:45:53


220 Miguel Álvarez de los Ríos

Charla desvertebrada con Eastman.


Antirreportaje de Miguel Álvarez de los Ríos

“El futuro del mundo depende de que sea viable la siguiente


ecuación: desarrollo en paz y con libertad es igual a: redistribu-
ción de la riqueza y del ingreso, tanto a nivel de la comunidad
internacional como a niveles nacionales”.
Quien así se expresa es el Embajador de Colombia en los Es-
tados Unidos, Jorge Mario Eastman.
Eastman regresó al país y me llamó a El Pueblo, desde Hato-
grande. Quería que nos reuniéramos en Pereira al día siguiente,
en casa de sus padres, sin lagartos bogotanos ni lugareños. Solos,
a tomarnos un trago. A hablar de nada. De versos y mujeres, tal
vez. De la común nostalgia.
Vamos a “Matecaña” a recibir una periodista chilena que in-
siste en reportearlo. Allí está, en el muelle. Alta. Escueta. Magní-
fica. Anteojos neutros con montura de metal, mocasines de Guc-
ci, medias opacas; blusa de seda fría, color tormenta, tras de la
cual se adivina el sujetador pequeñísimo.
Yo no tengo ojos sino para un recuerdo mucho más alto. Tanto
o más que la torre de las letanías. Así que los dejo solos, y voy al
bar. Tengo que reparar los estragos de la noche anterior. Me cae
bien un bloody mary con sal, pimienta, salsa Worcestershire y rá-
bano picante. Un vaso enorme cuyo contenido lo bajo aplacando
la respiración. Regreso donde me esperan.
–Miguel –pronuncia ella con voz ronca–. Miguel Álvarez.
–Soy yo– digo en un sobresalto.
–Es mi hermano– tranquiliza Eastman.
Entonces agarro el volante del Renault 6, y regresamos al cen-
tro por entre la niebla trémula.
–Estábamos hablando de desarrollo con paz y libertad –co-
mento en voz alta, dirigiéndome a la extranjera. Como tú eres
periodista de Harvard entiendes la vaina mejor que yo–. La miro
por el espejo retrovisor. Se está mordiendo un labio, y el recuerdo
me da más duro. No es que se parezca. En absoluto...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind220 220 18/5/07 22:45:53


Forma y estilo del periodismo literario 221

“No me cabe duda –corta Eastman– respecto a la necesidad


de presentar nuestro continente como un todo integrado, en es-
pecial frente a los beneficios del desarrollo. Mientras exista una
América con un indiscutible y merecido predominio tecnológico
y económico, y otra América, debatiéndose entre fuerzas tota-
litarias de derecha e izquierda... “ No termina la frase. Nuestra
adorable colega austral atraviesa en el camino de su discurso un
impedimento poético:

¡Fui sola como un túnel,


de mí huían los pájaros!

–Es Neruda– dice Eastman inoficiosamente. –Nos tiene toda-


vía jodidos.
Y pega un salto sobre el obstáculo lírico:
–Desde un punto de vista geográfico, histórico, político y es-
tratégico, Estados Unidos y el resto de América son y deben ser
socios naturales. Sin embargo, para que este ideal se concrete es
menester que nuestros términos de intercambio en todos los ór-
denes pasen de la igualdad jurídica, hoy vigente, a la igualdad
real.
Creo que no lo escucho; creo que no voy manejando un carri-
to de clase media sino que estoy en algún lugar extraviado de la
memoria, bailando con mi “recuerdo”.
–Lo que nos tiene jodidos son los boleros– le respondo con
una convicción perentoria, y él queda estupefacto–. Fabito Loza-
no Simonelli escribió hace poco en Diners, ahondando en la so-
ciología del bolero, ese aire siempre romántico y a veces también
canallesco...
–Lozano– reprocha Eastman, hace una gloriosa apología de
Los Panchos: “Sin ti...no podré vivir jamás” y concilia el tiempo
que dista entre ese trío y Manzanero, a quien moteja de Neruda
barato. Pero se olvida criminalmente de Leo Marini, de seguro
porque le considera turbayista...
–No lo es, le digo–. Leo Marini es argentino y, en su época fue
peronista. Eso lo sabe Lozano. La generación del estado de sitio,
nosotros, nos quedamos enredados para siempre en el bolero, en
su abrumadora atmósfera de sentimientos y disparates.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind221 221 18/5/07 22:45:53


222 Miguel Álvarez de los Ríos

Hombre consecuente
Sin darnos cuenta llegamos a casa. La periodista de Viña del
Mar (porque es de Viña del Mar, según me previene para que yo
no crea que es de Santiago, donde está Pinochet, o de Temuco
en el sur, de donde era el Neruda ferroviario), la mujercita ésta
ha tomado ya en serio su misión. Se aplica un coñac cerrero y no
le sale ni una lágrima. Eastman desea vino blanco, chileno. Voy
a buscarlo con Julio Eastman –el padre solícito– y traemos uno
envasado en Cali o en Cartago. Hay protestas. Pero todo se nor-
maliza cuando le mezclamos agua mineral en cantidades.
Yo no dejo mi whisky. Para mí es lo único decente que le que-
da al mundo.
Eastman vuelve sobre los pasos de su disertación:
–La administración Reagan está haciendo énfasis en la ayuda
bilateral y no a través de las instituciones multilaterales de cré-
dito. Los embajadores latinoamericanos nos quejamos por la re-
ducción del aporte norteamericano al BID. Ya hay una respuesta
a la carta. Todo permite pensar que dicha actitud será revisada.
Para el Embajador Eastman, el presidente Reagan ha sido un
hombre consecuente en el sentido de que pretende ejecutar lo
que prometió a lo largo de su campaña. Consecuente y consisten-
te en su posición doctrinaria: ya empezó a reducir la intervención
del Estado en la economía. Seguramente le dará un viraje a la
más sólida de las estructuras en la democracia del dólar.
(La imagen suya de ella es una fijación: tan completa, tan ín-
tegra, que desvirtúa el hilo de mi propio raciocinio, lo desbarata
y lo convierte en un manantial de canciones):

Arrancaré de tus dedos todo lo que te encadena,


todo signo que oscurezca tu piel
y no habrá más sortijas que tus venas

–Eso es de Jorge Rojas, dice Eastman con inspiración, y conti-


núa el poema de manera saltuaria:

Yo soy el que tú, de niña,


habías oído navegar entre los caracoles...
El que en el día de tu primer espanto
puso amapolas en tu lecho...
Piénsame, hasta que el sueño
se te vaya llenando de golondrinas...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind222 222 18/5/07 22:45:53


Forma y estilo del periodismo literario 223

Quiéreme, hasta que los ojos


se te llenen de lágrimas...
Porque un día ha de ser.

Yo también, consecuente
Quiero ser consecuente yo también, les digo.
A Jorge Mario y a la periodista. Entonces hablo así:
–Pienso que Reagan lo que desea es desvirtuar las profecías
según las cuales el capitalismo habrá de morir ¿...?
–Marx, continúo, lo desahució desde el siglo pasado, debido
al cáncer inevitable de su propia expansión. Moriría, de muerte
política en el caso de que los desposeídos, unificados, destruye-
ran a los privilegiados y dieran origen a la sociedad sin clases.
O de muerte económica, cuando las empresas supergigantes no
tengan a quién venderle y tengan que comerse su propia produc-
ción. En este caso lo matará un colapso abdominal.
–En l943, Joseph Schumpeter vaticinó también su desapari-
ción absoluta, a causa de dos males nefastos: el odio de los in-
telectuales, que es una enfermedad de naturaleza cultural; y la
inflación, que es una enfermedad de naturaleza estructural. Des-
de luego, el “odio” de los intelectuales al capitalismo –como lo
recuerda de manera pertinente Mariano Grondona– no les im-
pide disfrutar de todas sus ventajas, aún de las más frívolas. Es-
criben con la izquierda pero toman champaña y comen langosta
a la termidor, con la derecha; usan zapatos de Saint Laurent, de
doscientos dólares, y camisas cuya seda ha sido laboriosamente
tejida por gusanos asiáticos.
–Galbraith (The New Industrial State, Hougton Mifflin Com-
pany, 1967), supone en cambio que el capitalismo morirá debido
a su propia evolución: evolucionará hasta el punto en que dejará
de ser él mismo.
–Pero, Galbraith predice otra muerte simultánea: la del comu-
nismo. Y la consecuente convergencia de ambos hacia una nueva
estructura política, que podría denominarse “social democra-
cia”.
–Reagan sabe que en épocas de inflación es mucho más mar-
cada la intervención del Estado en la economía, y piensa que re-
duciendo dicha intervención ataca los gérmenes inflacionarios,
por lo menos desde un punto neurálgico, para una mentalidad
conservadora como la suya.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind223 223 18/5/07 22:45:53


224 Miguel Álvarez de los Ríos

Le suelto todo ésto a Eastman con el coraje que me prestan


cinco tragos altos del mejor whisky del mundo, así, on the rocks.
Me mira fijamente. Acepta que puedo estar bien informado.
Pero él vuela en la onda del subdesarrollo. Así que continúa:
–El problema de los países subdesarrollados es el de que nin-
guno de ellos saldrá de su postración, aunque le llueva maná del
cielo, si no se efectúa en su favor una transferencia de tecnolo-
gía.
–Algo parecido, le digo, dijo Carl Sandburg...
–Jamás oí que Sandburg dijera tal cosa, responde, herido en
su vieja vanidad de erudito. El poeta estuvo cantando entre el
humo denso de Chicago, entre la polución apocalíptica de sus
fábricas; cantando con su lira de rapsoda. No le quedó tiempo
para pensar en otra cosa. Mucho menos en nosotros.

Por un montón de dólares


–Aun así, comprendo a Reagan, le replico.
Reagan quiere reducir la creciente tasa de inflación, que se
mantiene en los Estados Unidos a un nivel anual del diez por
ciento. Y quiere demostrar que es posible, con sus métodos cine-
matográficos, administrar la economía interna en lo que respecta
a precios y salarios y al mantenimiento de una tasa de crecimien-
to que estimule el desarrollo de las economías de otros países...
–Reagan no es economista, pero aparentemente tiene la inspi-
ración de Friedman, un genio vivo del monetarismo, gestor de la
escuela de Chicago, quien considera que la inflación es un pro-
blema monetario. De manera que controlando el crecimiento de
la oferta de dinero, se controla la inflación. ¡Quién sabe!
–Pero, además, también propugna un retorno a la economía
natural de la libre competencia, con un gobierno fuerte y estable
que garantice una dirección monetaria a largo plazo...
Eastman no responde. Se toma otro vino dulcete, que lo hace
sufrir. Hace caras. Se acomoda arbitrariamente en la reclinomá-
tica. Come rebanadas de mango pintón con sal que le sirve Car-
lina Vélez, su madre. Entonces, me da a mí por pensar por qué
somos liberales, y no otra cosa. Por qué no somos, por ejemplo,
comunistas, para seguir la moda de todos los intelectuales que
se ufanen de serlo.
Sale en mi ayuda Carlos Lozano y Lozano:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind224 224 18/5/07 22:45:53


Forma y estilo del periodismo literario 225

–Somos liberales, dijo el gran colombiano en memorable con-


ferencia, porque la generación de Santander, de Azuero y de Soto
estableció un Estado de derecho, una república de leyes, un go-
bierno vinculado a las instituciones, no a los hombres, una de-
mocracia sin arbitrariedad y sin opresión, igualitaria y austera.
–Y, porque la generación de José Hilario López y Manuel Mu-
rillo Toro, cercenó la tripa que nos ataba a la Colonia, libertó a los
esclavos y postuló la emancipación de las conciencias...
Eastman es liberal de este tipo y de este corte. Un liberal mo-
derno, tolerante, comprensivo y austero. Sensitivo y sensible a
las dolencias populares...
–Qué hay de vainas con Santofimio, le digo.
–Con Santofimio tengo muchas coincidencias. Todas las que
nacen del hecho mismo de ser miembros de una misma genera-
ción. Sin embargo no he tratado con él nada que no pueda ser
ventilado a la luz pública. Ni Alberto ni yo jugamos al escondite
en política. Eso distingue a nuestra generación, la del estado de
sitio: que no tiene recovecos, ni trastiendas, ni repliegues...
No. No los tiene nuestra generación de la cual es exponente
conspicuo este amigo del alma con quien toda la vida he partido
un confite; y en esta misma casa donde –como en el poema de Pa-
yan Archer– si él tuvo un pan fue nuestro pan. No porque haya
estado a dos brazadas del poder, cuando la lucha por la Desig-
natura, Eastman mira a Santofimio de igual a igual. Es porque se
encuentran a un mismo nivel. Locuaz el uno y cauteloso el otro.
Ambos tienen cultura. A Eastman le sobra para ser manzanillo.
Ambos padecen el desenfreno sensual de la política. Y, “han sido
humanos, demasiado humanos”.
Eastman puede ser una alternativa presidencial.
Le digo eso y le digo que es tesis mía pero también del “loco”
Bejarano. Y de muchas personas más.
La chilena ha venido anotando con letra nerviosa –no con
grabadora– todo lo que hemos hablado.
–Yo siempre he dicho, dice Eastman, que la política no es una
carrera de velocidad sino de resistencia.
He aquí en apretada síntesis todo un compendio de aspiracio-
nes “dosificadas”, como diría Stevenson.
–Hablemos de poesía, de nuevo, dice con apremio la chica
de los mocasines de Gucci. Se ha quitado las gafas. Son diáfanos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind225 225 18/5/07 22:45:54


226 Miguel Álvarez de los Ríos

sus ojos. Pero, para mí, hay otros más altos. Cae la tarde mansa-
mente. Y me despido con los versos de Carlos Martín, para que
tengan tema:

Celeste en la espuma del alba,


azul de ala y cielo en la espada de luz del
mediodía,
dorada al oro del crepúsculo,
te amo territorio de frágil presencia,
de miradas caídas como ríos de espanto…

 
Revista Contrastes, periódico El Pueblo,
Cali, 17 de mayo de 1981

Diseño libro Miguel Alvarez.ind226 226 18/5/07 22:45:54


Forma y estilo del periodismo literario 227

Álvaro Pío Valencia,


el marxista más puro de Colombia
Reportaje-semblanza*

Marzo de 1983. Primeras lluvias de un año indescifrable. El


viento navajero sopla, cortante, desde el Puracé; pela los árboles
ateridos y abrillanta el verdín de las estatuas. (La de Julio Arbo-
leda avanza en el lúgubre atardecer, entre azaleas agónicas, hacia
el encuentro de la tormenta).
Se oye, lejana, la quejumbre litúrgica de un esquilón. ¿Será el
secular toque de Angelus –glorificado por Rafael Maya–, eficaz
para ahuyentar las nubes tempestuosas; ¿o una eventual convo-
catoria vespertina a elevar preces por los fieles difuntos?
En la vieja casona del maestro Valencia, de espaldas al pan-
teón familiar donde duerme inmortal sueño el inconmensura-
ble poeta de Ritos, mezclados sus despojos a los muy amados
de su esposa Josefina; frente al paisaje turbio que se deslíe en
grumos de neblina flotante en los zócalos y pasamanos del Puen-
te del Humilladero, a Álvaro Pío Valencia lo inspira, sin duda,
este Eolo impertinente, que barre con terquedad iracunda las
piedras silenciosas de Popayán. El hidalgo supérstite, a quien
todos aprecian como al más importante de los caucanos vivos,
y cuyo solo aspecto es un canto a la mansedumbre humana, a la
inerme civilidad pensante, ha accedido a deshojar para Lecturas
Dominicales la flor múltiple y fina de sus más caros sentimientos.
Valencia habla de la paz, de la vida y de la muerte; de su padre,
el glorioso apolonida, y de su hermano, el gallardo Presidente de

* Con este reportaje Miguel Álvarez de los Ríos obtuvo una Mención de Honor
en el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Actuaron como jurados
Fabio Lozano Simonelli, Germán Vargas Cantillo, Alberto Dangond Uribe,
Tulio Ángel Arbeláez, Reinaldo Ramírez García y Antonio Ramírez Caro (El
Tiempo, Bogotá, jueves 28 de julio de 1983, p. 8A).

Diseño libro Miguel Alvarez.ind227 227 18/5/07 22:45:54


228 Miguel Álvarez de los Ríos

la copa para todos llena. Obstinado hombre de izquierda, insiste


en la fórmula heroica de la “revolución constructiva”; revolución
“inevitable”, que habrá de trazar una línea de igualdad debajo
de los pies, “para que todo el mundo nazca a la vida con un mí-
nimo de garantías”. De ahí en adelante, “cada quien dará la me-
dida de su personalidad”. En cuanto a la paz de la que tanto se
habla –entendida esta paz como la recuperación de los supuestos
de la vida civil y el disfrute de una libertad tranquila–, la opi-
nión de Valencia es la de que el desorden y la inconformidad en
Colombia tienen su origen en las leyes “clasistas” y, sobre todo,
en “ese monumento arqueológico” que es su Constitución cen-
tenaria. Por consiguiente, sólo un fuerte movimiento nacional,
que de todos modos será revolucionario, podrá imponer una paz
duradera y fecunda. Todo lo anterior, sin perjuicio de que deba-
mos aprovechar la “tregua de comprensión” que le ha venido
ofreciendo al país el Presidente Betancur.

Política y dialéctica
El colombiano cree en la paz como un “don de Dios”; como
algo que se funda en supuestos metafísicos y no en posibilidades
sociales y jurídicas. Como diría Ortega, la paz es un deseo ge-
neral pero sus teorías lucen falsas, abstraídas, utópicas. Le digo
esto a Álvaro Pío, tratando de darle cauce y forma a un fallido
reportaje, que deviene, a la postre, en mera charla sin orden ni
concierto. Está ahora frente a mí; gafas inútiles, manos en reposo,
sonrisa indulgente. Valor indiscutible del humanismo materia-
lista (¿será esto un pleonasmo?), Valencia no es un político; no lo
es en el sentido más usual del vocablo. Tampoco lo fue el maestro
Valencia, cuyas alas de albatros le impidieron avanzar más allá
de lo previsible sobre la superficie falaz de la política. En cambio,
sí lo fue, con todas sus características, inclusive con su cultura
exigua y fragmentaria –aun cuando en él alentaran la lealtad
y el sentimiento poético del mundo–, el mayorazgo Guillermo
León. Entonces, ¿es filósofo Valencia? A su juicio filosofía y po-
lítica apenas difieren en su esencia. La filosofía es profunda en
la medida en que es dialéctica; la lógica dialéctica permite pene-
trar los secretos de la naturaleza, sus grandes leyes inmutables,
cuyo descubrimiento e interpretación han abierto los horizontes
del progreso humano. (No hace Valencia la pertinente distinción

Diseño libro Miguel Alvarez.ind228 228 18/5/07 22:45:54


Forma y estilo del periodismo literario 229

entre los términos filósofo y philosophe. Para Henry S. Commager,


historiador del Iluminismo y su florecimiento práctico en la cul-
tura norteamericana, dicha diferencia no surge del análisis o la
definición sino de la interpretación y la descripción. El filósofo
busca una verdad a la vez universal y permanente; el philosophe
se interesa más en la sociedad que en el individuo y más en las
instituciones que en las ideas. El criterio de Álvaro Pío es integral
y unificador. En él cabe, por ejemplo, Einstein, como filósofo y
político. Einstein prosternado ante el altar de Newton, desechó
la matemática establecida, creó sus propias fórmulas y su propio
sistema y dio origen a la tecnología más inquietante de la histo-
ria). Sin embargo –es mi opinión– Einstein, tanto como Bergson y
Teilhard de Chardin, oponen al cientificismo neto una filosofía de
la ciencia, que pretende animar a la misma ciencia con una vida
interior, lejos de reducir el contexto del espíritu a la estructura
material. Ahora, la política, en su definición clásica, es la ciencia
de organizar la vida de la población, de la ciudad. “Este concepto
no ha sido modificado por la dialéctica marxista”, dice Valencia.
“A la inversa. Lo que ha hecho el marxismo es plantear la organi-
zación social dentro de los parámetros dialécticos de Aristóteles,
para construir el gran Estado socialista nacional y universal, que
tiene como punto de partida el hombre, como ejecutor el hombre
y como objetivo el hombre”.
“Pude –dice, mientras confirma con la mirada los objetos del
austero aposento que ocupa en Casa Valencia y que su sincera
modestia ha convertido, además, en oficina y despacho; pues
este Valencia, mayordomo del propio inmueble de altos techos,
viejo de casi trescientos años, donde nació él, donde nació su her-
mano el Presidente de la paz, donde nacieron sus tres hermanas,
y donde, probablemente, el desmesurado artista que fue su pa-
dre, concibió la sutil orfebrería de sus pentámetros filiales, sus
mórbidos sonetos de inspiración pagana, sus hondos cantos de
reivindicación proletaria–; pude despejar mi mente de misterios
y prejuicios y ver con claridad la tarea fundamental del hombre:
que consiste en crear lo útil, ser solidario con sus semejantes y
amar la vida individual y colectivamente”.
–¿Y entonces?...
“Abominé sin remordimiento, de las tradiciones del poder, de
la riqueza, de la filosofía metafísica e idealista; y opté por la lógi-
ca dialéctica, que carece de autores, en el sentido de que quienes

Diseño libro Miguel Alvarez.ind229 229 18/5/07 22:45:54


230 Miguel Álvarez de los Ríos

la ordenaron en su sabiduría, han sido sólo intérpretes de todo


cuanto la naturaleza realiza en el maravilloso universo de su fun-
ción dinámica. Claro que de Sócrates a Aristóteles, de aquí al He-
gel dialéctico, y desde esta cumbre, a los cerebros prodigiosos de
Marx, Lenin y Mao, cruza la parábola del pensamiento filosófico,
iluminando este oscuro camino de la lucha del hombre, en busca
de la igualdad, de la justicia y de la plenitud de la existencia”.

Dificultades de la paz
Filósofo, científico o político en el mejor sentido de la palabra,
Valencia es un radical. Ser radical es tomar las cosas por la raíz,
y la raíz para el hombre es el hombre mismo. Álvaro Pío recobra
el hilo de mi inquietud, y agrega esto otro al conciso diagnóstico
anterior sobre las dificultades de la paz:
a) –Sin resolver el gran problema de la tierra, es difícil la paz.
(Valencia considera que las relaciones tradicionales de poder
sólo podrán alterarse mediante una reforma agraria estructural,
integrada a un proceso nacional de transformaciones revolucio-
narias);
b) –El consumismo a ultranza y la especulación mercantil
desaforada, dificultan más aún la coexistencia pacífica entre un
pueblo sin trabajo, hambriento e ignorante, y el exiguo grupo
social abastecido hasta la hartura, que ha venido de espaldas a su
triste destino. (Valencia recuerda a Maquiavelo; “Pueblos ricos
son los que viven como pobres y piensan más en lo que necesitan
que en lo que les hace falta”.
c) –Conspira también contra el ideal de paz el hecho de haber-
se desarrollado en el país un complejo monopolístico –industrial,
bancario, financiero–, que ha conducido la moneda a desempe-
ñar un papel contrario a su propia función lógica, transformán-
dola en bien productivo y quitándole su carácter fundamental de
signo de cambio, y
d) –Betancur representa seguramente la última posibilidad
para hacer autorreflexión sobre el futuro de Colombia. (Sin em-
bargo, los generosos esfuerzos del Presidente nacional podrían
resultar muy débiles frente al criterio imperante sobre riqueza,
abuso de poder y satisfacciones egoístas).
–El gobernante que quiere hacer una cosa, la hace; el que no
quiere o desea dilatar el asunto, transfiere su responsabilidad a

Diseño libro Miguel Alvarez.ind230 230 18/5/07 22:45:54


Forma y estilo del periodismo literario 231

un comité. Eso dijo Clemenceau. Yo soy referente –le digo a Va-


lencia.
–Sí. Eso dijo Clemenceau –aprueba Álvaro Pío.
–Pero no olvide que era la dictadura. Aquí estamos en una
democracia...
–Supongamos que Betancur fracase –le insisto, con cautela.
(“Lo peor que se le puede hacer a un ser humano, es sembrarle
la duda sobre algo”, me ha dicho antes –a despecho de Descartes
y de Marx–, como para que no quepa ninguna duda acerca de su
firmeza conceptual).
Me parece ver un brillo de indignación en sus ojos. Valencia
coge las palabras en el aire, responde con desusada energía:
–Entonces vendría la rebelión incontenible y catastrófica del
pueblo raso, con palos y piedras, como en los tiempos primiti-
vos. Acuérdese de lo que ocurrió en Francia... Pero no hay que
alarmarse: Betancur es un hombre superior,
–¿Tanto así?
–Yo creo que la superioridad radica en la sinceridad conque
el hombre expresa sus ideas; en la lealtad y los sentimientos al-
truistas. En cada ser humano existe la capacidad de poseer esa
grandeza. Uno lo comprueba diariamente hablando con las gen-
tes más humildes.

Los altos nombres


Álvaro Pío Valencia tiene ahora 72 años. Hace poco más de
siete obtuvo el status de jubilado; sirvió como catedrático a la
Universidad del Cauca durante más de cuatro décadas en ma-
terias tales como economía, sociología, filosofía del derecho y
derecho internacional. Fue además, y durante muy breve lap-
so, rector de las universidades Santiago de Cali y Autónoma de
Occidente. Su apego a Popayán no le ha permitido alejarse de
la ciudad más que unos cuantos kilómetros. Valencia ama a su
tierra; conoce cada grieta de su historia, cada resquicio de su pa-
sado, tanto como las hojas de sus árboles, sus caminos, sus largos
crepúsculos. Sufre con sus desventuras y exalta sus conquistas.
Hombre y paisaje forman un todo indivisible; ningún consorcio
más impresionante que este de Álvaro Pío con la ciudad procera,
adherida a su ser, como en el hallazgo dramático de Spengler.
Ha escrito Valencia miles y miles de páginas. Y no ha publica-
do ningún libro. “Temo al hombre de un libro”, repite con Quin-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind231 231 18/5/07 22:45:54


232 Miguel Álvarez de los Ríos

tiliano, aunque Quintiliano pensara en otra cosa cuando dijo su


frase. Pero si alguien, con su venia, emprendiera el útil trabajo
de recopilar sus ensayos, conferencias y artículos de prensa, for-
maría con ellos numerosos volúmenes y, de paso, prestaría un
insigne servicio a la cultura colombiana. Valencia mantiene ideas
muy concretas acerca del hombre ante el arte, del hombre ante
el universo, del hombre ante la religión y ante la historia; todo
lo cual ha vertido en elegante prosa, próvida de recursos idio-
máticos. Fundó y dirigió hace años un semanario, El Demócrata,
de circulación importante pero de vida fugaz. En sus eruditas
páginas –se recuerda a propósito– volaban como menudas aves
rapaces los himnos de Zaratustra. A los caudillos e intelectuales
conservadores, en especial a Guillermo Valencia, quien lo des-
cubrió para los colombianos; y a Silvio Villegas y Eliseo Arango,
quienes reivindicaron la influencia de Nietzsche, a la par que la
de Maurras, en su formación política; a todos ellos, les subyugó
desde un principio la atormentada figura del Solitario del Águila
y la Serpiente. Ese exasperado individualista, que redujo toda filo-
sofía a términos sicológicos y cuya férvida pasión fue el espíritu
de la tragedia griega; iluminado por el dolor, exegeta del esteticis-
mo heroico, constituyó la fuente de inspiración y vida para dos o
tres generaciones de connacionales radicalizados. Pero ¿por qué
Nietzsche en la mente y el corazón de este Valencia dialéctico?
Responde el humanista:
–Yo leí a Nietzsche desde mi juventud; me apasioné en leerlo.
Me liberó de incontables prejuicios. Otra cosa que produjo en
mí: la elevación del concepto de la palabra. ¿Usted recuerda algo
como esto?:
El hombre es una cuerda tendida sobre un abismo...Un pe-
ligroso avance...Un peligroso retroceso...Lo grande que hay en
el hombre es que es un puente y no un fin...Lo que puede ser
amado en el hombre es que es un tránsito y un descenso...Amo a
aquellos que, como el relámpago, anuncian la tempestad y des-
aparecen, porque esos pasarán a la otra orilla...
–En su nietzschismo –le reprocho– hay influencia de su pa-
dre...
–En parte sí y en parte no –responde, escéptico pero con ma-
yor precisión.
–Nietzsche me dejó una profunda huella pero no me mostró
el camino.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind232 232 18/5/07 22:45:55


Forma y estilo del periodismo literario 233

El camino, en efecto, se lo mostraron otros. En primer lu-


gar, los dialécticos; desde Heráclito hasta Marx. A los cien años
de la muerte del genio, Valencia, descendiente de aristócratas,
próceres civiles y oligarcas de la tierra, es el marxista más puro
de Colombia. Lo es en profundidad, justamente porque es un
dialéctico. Marx –recuerda– reconstruye la filosofía de Hegel, y
descubre, él sí, la estructura secreta del universo en el cual el
proceso de cambio es real y no aparente. Hegel niega el cambio
real. El universo para él es la Idea Absoluta. Y la dialéctica, la
Idea, desarrollándose ella misma. Marx –lo dijo Engels– planta
sobre sus pies la dialéctica de Hegel, que hasta entonces andaba
con la cabeza.
¿Será improcedente –e irrespetuoso– decir que parte del mar-
xismo de Valencia se afianza en la idea de que el materialismo
histórico tendrá que culminar forzosamente en un humanismo
liberador?
Marx, no se olvide, quiso reemplazar la forma lacia y vulgar
del materialismo mecanicista del siglo XVIII, por un materialis-
mo superior, histórico y dialéctico, a fin de sumergir de nuevo al
hombre en la profunda corriente de la historia natural, despojar-
lo de sus quimeras y liberarlo de sus servidumbres reales. “Los
filósofos –dijo Marx– no han hecho sino interpretar el mundo; se
trata ahora de transformarlo”. Esta es la praxis. Y en esta trans-
formación, el hombre entero aparece comprometido. Pensamien-
to y acción. Ser individual y colectivo. Filosofía total. Humanis-
mo completo. Álvaro Pío, pues.
Sentado este frágil precedente, por el cual pido excusas a
Valencia, veamos cuáles son, en segundo lugar, los altos nom-
bres a los cuales atribuye Álvaro Pío parte también importante
de su formación intelectual: ¡Platón, Aristóteles, Dante, Esquilo,
Shakespeare, Tagore y Dilthey!
Una nómina de lujo, como dicen los cronistas sociales; pero
a ella hay que agregarle cierta cuarteta de excepcional significa-
ción en la historia de la cultura humana: un músico: Beethoven.
Y tres pintores: Miguel Ángel, Rembrandt y Goya. Ninguno de
los cuales le mostró el camino de la profundidad mental –¿o sí?–,
pero es evidente que todos se lo han hecho más grato, al poblarlo
de imágenes y sonidos en cuyo fondo vibra “la persistencia de
una memoria más profunda que la vida”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind233 233 18/5/07 22:45:55


234 Miguel Álvarez de los Ríos

Salomón y Catalina Blake


¿Tiene preferencias poéticas el hijo del más universal y culto
de los poetas colombianos?
Contra toda evidencia, Álvaro Pío no hace mención de la obra
monumental de su padre, cuyo perfecto lenguaje y absoluta pu-
reza la sitúan al mismo nivel de las dos o tres más del modernis-
mo americano. Es consciente de su densidad y su peso específico,
de su intemporalidad. De suerte que la pregunta sobre sus prefe-
rencias poéticas es sometida por él a un rápido proceso mental,
que la convierte en algo específico, concreto y deslumbrante; en
un solo poema-síntesis, que condensa todas sus apetencias líri-
cas. Se trata de la Imagen de la Amada, de Salomón, en versión
española de Pedro Guirao. Valencia empieza a declamarlo, con
amorosa delectación, como si saboreara el edénico fruto inme-
morial, poniendo en cada palabra resplandeciente un énfasis que
brota de la propia naturaleza sensual del canto; mientras yo pro-
curo recoger con desesperación el aroma de una nostalgia que
me devuelve en fragmentos dorados la imagen huidiza de Cata-
lina Blake, el aura de su piel desnuda como un tibio aliento sobre
mi vida:

¡Cuán hermosos son tus pies,


hija de estirpe de reyes!
Los contornos de tus muslos
son columnas que se elevan
y es tu ombligo como taza
que a beber convida en ella.
Mira hacia arriba la esbelta
torre ebúrnea de tu cuello.
Es tu redonda cabeza
sagrado monte Carmelo
y es tu cabello esparcido
túnica de vestido regio.
Es tu talle el de una parra
que con gracia se cimbrea;
son tus pechos los racimos
que néctar de vida encierran
y es tu boca el alambique
que destilado lo entrega.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind234 234 18/5/07 22:45:55


Forma y estilo del periodismo literario 235

A la parra subireme
como atrevido chicuelo
y, agarrado a los racimos
néctar beberé del Cielo.

Los ojos de Nietzsche


–Guillermo Valencia conoció a Nietzsche –insisto ante Álvaro
Pío, luego de la pausa poética, buscando respuesta a una antigua
curiosidad intelectual.
–Mi padre –precisa– buscó a Nietzsche en su apartada casa de
Siels-Maria. (Casa de doble planta, nueve ventanas por el frente
y varias otras por los costados, dos chimeneas; rodeada de altos
árboles). Allí estaba el gigante, en la fina de su delirio. Le daban
hidrato de cloral para dormir. La señora Forster, hermana de Nie-
tzsche, le permitió verlo, a través de una vidriera; en la agonía
de un verano tenaz, que empezaba a disolverse, sin embargo, en
cenizas de luz dorada y vagos resplandores espectrales. Sentado
en el suelo como un niño, escribía en el piso y en las paredes. Im-
precaciones, sentencias, apotegmas, frases desconcertantes; todo
lo cual era recogido y conservado por la señora Forster, con amor
y admiración. Nietzsche, por supuesto, no se daba cuenta de que
un hombre de raza distinta a la suya, procedente de un país tro-
pical y remoto, lo contemplaba, perplejo. De pronto su hermana
golpeó el vidrio, para llamarle la atención. Y él levantó la pode-
rosa cabeza. ¡Fue como una conmoción del espíritu! ¡Como una
exasperación de los sentimientos! Muchos años después mi pa-
dre nos dijo –a Guillermo mi hermano y a mí–:
“¡Nietzsche me miró con sus ojos azules y profundos; con sus
ojos que irradiaban una fuerza venida de todos los espacios!”.
¿Qué puede haber significado para un vate apolíneo como
Valencia, en el esplendor de su juventud, el encuentro con el trá-
gico Dionisos en los días que precedieron a su muerte?
Permítasele a este necio reportero una última digresión.
A la vista de Nietzsche, Valencia sufre sin duda “un profundo
menoscabo de la voluntad y el entusiasmo”; así lo habría con-
fesado a su amigo Sanín Cano. El fin de aquella gloriosa vida
estaba próxima. En Siels-Maria, el ambiente que rodea la locu-
ra progresiva del filósofo no es la enervante y húmeda de cierto
personaje d’annunziano, que declama a Zaratustra y se constitu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind235 235 18/5/07 22:45:55


236 Miguel Álvarez de los Ríos

ye por sí mismo en estímulo vital para espíritus descaecidos.


Nietzsche está solo. Trágicamente solo. La soledad es la patria de
los fuertes, asegura en alguna parte el Abate Ravaignac. Y Nie-
tzsche conserva la suficiente lucidez para entender el significado
de dos circunstancias imprevistas e irremediables: primera, que
su Superhombre está destinado a reinar en el Nihilismo, entre el
caos apoteósico de las grandes conflagraciones. Y, segunda: que
él mismo, Nietzsche, deberá morir con “la suave despreocupa-
ción” conque morían los héroes de la tragedia griega, penetrados
del espíritu dionisíaco; para ser consecuente con su propia ética
que excluye el pesimismo, porque “la destrucción parcial no ha-
brá de afectar la vida de la voluntad, que es eterna”.
El genio crucificado mira con curiosidad a Valencia. Agoniza
el siglo XIX, con la filosofía desesperada de Schopenhahuer, los
versos de Verlaine, el naturalismo victoriano. El siglo XX, cuyas
cortinas se desgarran en lugar de abrirse, exhala un acre olor a
sangre, a flores mancilladas. En la lejana patria del poeta se cavan
de nuevo las trincheras. Y en algún lugar del mundo, Aleister
Crowley, buscador de lo desconocido a través del ocultismo y los
disparates sexuales, empieza a hundirse gozosamente, en el mis-
terio, la voluptuosidad y la muerte. Valencia pugna por sostener
la mirada de Nietzsche. Tiene entonces la sensación de que flota
en una sustancia de desesperación y desconcierto, en una memo-
ria carente de imágenes vitales, en la que la bruñida cabeza del
sármata aparece coronada de adormideras, bañada por una luz
nefasta disociadora del tiempo. En su mirada “largamente azul”,
Valencia capta el mensaje apocalíptico. Nietzsche es entonces el
medium entre dos épocas: el pasado que muere sin remedio, en-
tre “una paz que comienza a aburrirse de sí misma”, y el aciago
futuro, que será “la verdadera edad clásica de la guerra”. El poe-
ta recreará más tarde aquella instancia desgarradora:

¡Oh soledad de todos los que dan!


¡Oh silencio de todos los que brillan!

–Sí. Nietzsche era un ser de paso en la Tierra; venía segura-


mente de otros abismos estelares –aprueba Valencia el sobrevi-
viente, después de escuchar mi insustancial perorata.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind236 236 18/5/07 22:45:55


Forma y estilo del periodismo literario 237

Y las “altas ternuras”


Finalmente ¿cómo fueron las relaciones personales entre Ál-
varo Pío, su padre y su hermano?
La pregunta afecta de alguna manera la sensibilidad de Va-
lencia. Vacila el dialéctico entre su rigorismo científico y la sú-
bita acometida de la nostalgia, que es la efusión menos discreta
del sentimiento humano. Entre lo sublime y lo ridículo hay ape-
nas, como diría Carranza, “una distancia de melancolía”. Pero la
nostalgia es también ternura, dolencia incurable de los espíritus
selectos. Este Valencia no es romántico; pero ¿quién que es ha
podido sustraerse no tanto a sus “relumbrantes exageraciones”
cuanto al uso emocional de la palabra para comunicar el sentido
de la vida, que es expresión cierta del romanticismo? Guillermo
Valencia y Guillermo León Valencia son en el corazón de Álvaro
Pío dos cultos inextinguibles. La sombra formidable del padre y
la menos densa pero más concreta y dulce en el afecto del her-
mano, presiden todos los actos de su vida. Prefiere hablar de este
último y, tangencialmente, del primero. En todo caso algo muy
íntimo y amado se reconstruye en su voz, cuando responde:
“Cuando estaba de Presidente, me llamaba por teléfono, de
noche, con alguna regularidad. Me preguntaba: ‘¿Qué has oído
decir de este gobierno?’. Era evidente su preocupación por los
resultados administrativos, en una época en la que los mayores
esfuerzos de la autoridad tenían que dedicarse a la pacificación.
Yo le respondía: ‘La gente piensa esto y esto’. ‘Bien’, asentía. ‘¿Y
qué piensas tú?’: ‘¿Yo? Pues, pienso esto y lo de más allá’. Enton-
ces me decía: ‘¿Por qué no vienes a Bogotá?’. Lo hice varias veces;
me hospedaba en una pensión cercana a Palacio, naturalmente
de tarifa reducida. Una noche me dijo que me quedara a dormir
allí, en la casa presidencial. Lo miré a los ojos. Estaba desolado.
Aún así traté de defenderme. ‘No tengo ropa de dormir’, le dije.
‘Y, además, la maleta la dejé por ahí, en una pensioncita’. No se
dio por vencido. Me prestó piyama, me hizo servir un trago ce-
rrero para el frío; puso en mis manos con una sonrisa triste, un
ejemplar de Naturalismo evolucionista, de Roy Wood Sellars. ‘¿Ya
lo leíste?’, me dijo, y siguió haciendo la alcoba. Tomé el libro, me
dispuse por lo menos a hojearlo de nuevo: coloqué dos almoha-
das bajo mi cabeza y, al hacerlo, miré sin proponérmelo hacia el
ángulo de su cama. ¡El Presidente de Colombia estaba de rodi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind237 237 18/5/07 22:45:55


238 Miguel Álvarez de los Ríos

llas, rezando! Igual a como lo hacíamos, él y yo, de niños, bajo el


apremio de nuestra madre. Una banda de luz pálida proveniente
de las lámparas exteriores atravesaba su postrada figura. Me sen-
tí conmovido por la terquedad de su fe; por la fidelidad consigo
mismo, en lo cual radica el misterio de la personalidad, según
la definición kantiana. No sé cuánto tiempo esperé, inmóvil, en
suspenso, esperando el susurro piadoso de su voz, su débil res-
piración que tenía el ritmo sonámbulo de la fatiga”.
“Lo ví por última vez dos o tres días antes de su viaje a Nueva
York. Vino a despedirse de mí; se sentó ahí mismo, donde usted
está sentado. Quería decirme algo, pero estuvo silencioso du-
rante largo rato, mirando las fotografías colgadas en las paredes
(Marx y Engels, Lenin, Stalin, Mao, Camilo Torres, Guillermo Va-
lencia y su esposa). Me dijo: ‘Tengo el presentimiento de que voy
a morir en este viaje’. Me sentí confundido. ‘No, no vas a morir’,
le respondí en forma automática. ‘Al contrario, te vas a curar’.
Y luego, para darle ánimos: ‘Todos te necesitamos. La familia te
necesita, el país te necesita, tus copartidarios te necesitan’, le dije.
Intentó sonreír. Tuve entonces la sensación de un hundimiento
irreparable. Sacó un papel de su bolsillo. Dijo: ‘He estado pen-
sando en todos, y todos están bien, relativamente. Todos. Menos
tú, querido Álvaro’. Le dije que no se preocupara; que ni nuestro
padre, ni él ni yo, habíamos conseguido dinero. ‘Estamos acos-
tumbrados a la pobreza, Guillermo’, le dije, y me eché a reír. Me
entregó el papel. ‘De todos modos –dijo– he comprado este segu-
ro... ¡para ti!’. No contesté nada. Como alguien dijo, si una cuerda
de guitarra puede sentir dolor, yo fui esa cuerda...”.
Álvaro Pío se quita las gafas. Finge que las limpia. Me mira
con aprensión. ¡Y descubro en sus ojos toda la humedad de la
ternura!
Salgo de Casa Valencia sin despedirme, fresco el luminoso
aire del crepúsculo.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 17 de abril de 1983

Diseño libro Miguel Alvarez.ind238 238 18/5/07 22:45:55


Forma y estilo del periodismo literario 239

Felipe Lleras Camargo anticipa sus memorias.

De la muerte del general Camargo al suicidio de Rendón

“Memorias... ¿Memorias, dices? ¿Escribir mis “memorias”?


Hombre, me estoy acercando a los 85 años... Mi vida es una vida
ofensivamente larga, con escasos aspectos de interés... En su ma-
yoría, mis compañeros de viaje descansan ya en la tierra prometi-
da... Me llevan, si mucho, tres palmos de ventaja... Cuando me
apoyo en mi bastón y uso mi mano como visera, puedo ver al
fondo de un horizonte próximo el “apacible país de los párpa-
dos cerrados”... Sin embargo, todos mis recuerdos permanecen
vivos... Los inmediatos y los remotos... Los que me desgarran de
nuevo con sus zarpazos de nostalgia y los que me envuelven en
una fragancia fuerte y honda y le comunican a mi espíritu una
perturbadora complacencia... “.
Felipe Lleras Camargo ha accedido a anticipar, para Lecturas
Dominicales, lo que podría constituir la parte sustancial de sus
memorias –si se decidiera a escribirlas– a lo largo de setenta años,
o más. No me fue difícil convencerlo, pues durante dos años él y
yo nos turnamos en la escritura de farragosos editoriales para un
ingrato periódico de provincia y tuvimos oportunidad de cono-
cernos a fondo. Tiene Felipe la misma característica odontológica
de su único hermano y el mismo aspecto huesudo y “pedregoso”
de la estirpe, que Alberto Lleras destaca en su esbozo biográfi-
co del abuelo común: constitución fragilísima, talla menos que
mediana, pómulos salientes, boca desdeñosa, bigote rectangular,
ojos grises, grandes orejas de elefante, más ostensibles aún a cau-
sa del glabro cráneo, del cual brotan apenas algunas hilachas de
pelo pajizo. Nacido en la antesala trágica de la guerra De los Mil
Días, la capacidad evocatoria de Felipe Lleras desborda el marco
temporal de tres generaciones. No son muchos los colombianos
que puedan ufanarse de poder hacer algo semejante; sobre todo
con la lucidez, el sentido crítico y la perspicacia de este Lleras,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind239 239 18/5/07 22:45:56


240 Miguel Álvarez de los Ríos

diligente y sarcástico, cuyas dimensiones corporales, de suyo re-


ducidas, parecen disolverse a la sola vista de su esposa, Tulia
Montaña, acaso porque en la vida común de la pareja, el apellido
de la noble dama es más que una casualidad: Felipe se convierte
en una sombra dulce, como la de un manzano silvestre, y uno
tiene la sensación de que puede mimetizarse, con sus gafas y su
bastón y su anacrónico sombrero de desecho, tras el aire lumino-
so de agosto.
“Todos mis recuerdos tienen un indeleble sentido político”,
dice Lleras, después de convenir conmigo en que yo, que no po-
seo grabadora ni suelo tomar muchos apuntes para mis repor-
tajes, vierta en mi propio “idioma”, menos ilustre que el suyo,
la suma lineal de sus reminiscencias. Por si a alguien le interesa,
pues, los desaciertos de estilo son míos, no de Felipe.

Los días iniciales


Mi padre –lo sabe el país entero, porque Alberto, mi hermano,
se ha encargado de difundirlo en sus escritos– era campesino;
tomaba en arriendo, a falta de propias, negras tierras de cultivo.
Puedo hacer memoria de tres de aquellas haciendas de alquiler,
que sus dueños desertores cedían por un canon ni siquiera com-
pensatorio de su rendimiento normal, para ir a morirse a la ciu-
dad: Boyerito y Hatogrande, en la Sabana, con sus sembrados de
papa y trigo, su viento gélido y devastador, su cobertizo para los
caballos que mi padre cuidaba con indecible ternura, uno de los
cuales, más gordo y lento que los demás, se destinaba a tirar del
coche familiar, de dos asientos y cuatro ruedas, que rara vez nos
llevaba a Bogotá, por entre campos de maíz, vacas lanudas, bue-
yes de yunta, ovejas que pastaban entre la niebla gélida, cercados
en zig-zag con muros de barro y piedra; y Saritana, en Chipaque,
donde la vocación rural del viejo Felipe Lleras Triana –opuesta
a la de su padre, don Lorenzo María, típicamente urbana y ci-
tadina– se regodeaba entre animales limpios y bien cuidados, y
cosechas óptimas, a veces también disminuidas por los tiempos
calamitosos. Fue en Saritana donde, una noche helada de octu-
bre, sorprendí a mi padre arrancando remolachas a la luz de la
luna. Se disculpó poéticamente: me dijo que no lo dejaba dor-
mir el rumor desesperado de las raíces. “Las plantas herbáceas
son como las mujeres a punto de dar a luz”, dijo, satisfecho de
su propio hallazgo. “Hay que ayudarlas a parir en el momento

Diseño libro Miguel Alvarez.ind240 240 18/5/07 22:45:56


Forma y estilo del periodismo literario 241

menos pensado”. Pero yo sabía que él sólo procuraba salvar sus


tallos y tubérculos de una inminente oleada glacial. Obviamente,
no recuerdo a La Alianza, finca de caña, en La Vega, de donde
mi madre me sacó, a lomo de borrico, hasta Facatativá. Era la
guerra. A mi padre se lo habían llevado preso, para Bogotá, por
los desfiladeros del páramo, los abusivos agentes del gobierno
conservador. Lo metieron al Panóptico. Allí, en la cárcel, encontró
a muchos de los jefes liberales insurrectos y, desde luego, a su
hermano Santiago Lleras, periodista beligerante, el primero que
encerraban cada vez que las autoridades tenían noticia de una
real o presunta subversión. Con este pariente Lleras –romántico,
imaginativo, generoso, alegre, original– mis hermanos y yo tuvi-
mos una larga relación afectuosa, especialmente después de que
murió nuestro padre, en agosto de 1915.
En 1907 a la muerte del general Sergio Camargo, pariente mío
por la línea materna y un legendario y adolorido varón de ges-
ta, a quien la mala suerte parecía perseguir, como a Obando, el
tío Santiago, rompiendo su hermetismo en materia política para
con sus sobrinos, pugnó por hacerme entender, a mi edad, que
con Camargo moría también el último de los verdaderos liberales.
Era una exageración, como muchas de las suyas. La Federación
Radical se había hundido para siempre, años antes, en los tre-
medales de La Humareda. Allí perecieron, a órdenes del general
Camargo, mi tío carnal Luis Lleras, sabio como Caldas, y mis tíos
políticos, Pedro José Sarmiento y Nicolás Herrera, cuñados de
mi padre. Pero el liberalismo, en la primera década del siglo, era
ciertamente un partido silencioso y disperso, con dos jefes im-
portantes, Uribe y Herrera. A ambos los conocí, sin que ellos me
conocieran, en los últimos días de 1913. Un año después, por la
época turbulenta en que mataron al general Uribe, publiqué mi
primer artículo en la Gaceta Republicana, que dirigían Olaya He-
rrera y Arturo Manrique. Yo tenía la impresión de que el Estado
colombiano, recién salvado de la última guerra –bajo la dictadu-
ra paternalista del general Reyes o la paz republicana de Carlos
E. Restrepo– seguiría siendo un Estado absolutista y oligárquico,
represivo e inepto, fundado en la noción histórica acerca del se-
ñorío sobre la tierra, las jerarquías, los valores, la riqueza y el
trabajo; y de que mi partido y el de mis gentes –el liberalismo,
deshecho– era una revoltura caótica de lesseferismo económico,
racionalismo constitucionalista y romanticismo trágico, a lo Julio

Diseño libro Miguel Alvarez.ind241 241 18/5/07 22:45:56


242 Miguel Álvarez de los Ríos

Flórez, en nada apto para modificar el statu quo conservador, y la


estructura del poder político, inserto en el sistema piramidal de
la sociedad dividida entre aristócratas latifundistas, burgueses
satisfechos y pueblo raso desposeído. Propuse, en consecuencia,
en mi artículo, la fundación del Partido Obrero, como apertura de-
mocrática autónoma no sólo para trabajadores urbanos sino tam-
bién para peones, minifundistas y campesinos sin tierra, cuya
posibilidad de participar en los exiguos bienes, no del inexistente
desarrollo sino de la vida ordinaria, era ninguna. Por supuesto,
muy contadas personas hicieron caso de mi ingenua propuesta
política, y como a falta de pan buenas son tortas, sin renunciar a
mi izquierdismo de buena ley, y antes por el contrario, estimula-
do por las conferencias de Uribe, viejas ya de diez años, “regre-
sé” al liberalismo; a tiempo que obtuve matrícula, por concurso,
en la Universidad Republicana, con el ánimo ilusorio de apren-
der por lo menos rudimentos de jurisprudencia y de economía.
Era ya consciente de que mi ignorancia enciclopédica, me había
vuelto pedante y presumido.

Los días de la esperanza


En 1917 no supe por qué, el general Benjamín Herrera me es-
cogió como secretario suyo. Por esos días irrumpió la candidatura
de coalición del maestro Guillermo Valencia. Eran días difíciles
para la humanidad. Desde agosto de 1914 se había prendido la
Primera Guerra Mundial. El eco horrísono de las batallas llegaba
hasta nosotros, dulcificado por la emoción de un himno trémulo,
La Marsellesa. Un poeta en armas –Drieu La Rochelle– cantó en-
tonces: “La guerra es tan bella que no parece cierta”. Pero lo era.
Sin lirismo y con crueldad. En las trincheras fragorosas moría,
estrujada, la flor de la juventud europea. Y los colombianos, un
poco ingenuamente, temíamos que el caos apocalíptico pudie-
ra propagarse a todos los rincones de la Tierra. Valencia surgió
entonces como alternativa democrática amplia ante la candida-
tura litúrgica de Suárez, promovida por la jerarquía. La Iglesia
actuaba como un núcleo ideológico conservador –todavía colo-
nialista– con evidentes aspiraciones a una disfrazada monarquía
teocrática; como la Iglesia de Méjico, belicosa y rapaz, que sólo la
Revolución vino a meter en cintura. El señor Suárez, un huma-
nista ortodoxo, de origen más que humilde, era señuelo e instru-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind242 242 18/5/07 22:45:56


Forma y estilo del periodismo literario 243

mento dócil del clero alebrestado. Pero, muchos pensábamos que


el país, aún en su aparente tranquilidad (la tranquilidad venía
de tranca), no podría manejarse en el futuro con el retoricismo
escolástico, que era una peste recurrente de los colegios, las aca-
demias y las corporaciones públicas; y el terror metafísico, que
volaba desde la boca de los predicadores, para llevarse –bajo sus
membranosas alas– las almas cándidas e inermes.
La proclamación de Valencia se efectuó en la Plaza de Nariño.
Allí estaba el glorioso apolonida; de pies, sereno el porte, las ma-
nos cruzadas a la altura del pecho, al viento de la tarde la melena
elocuente y la suntuosa capa, de revés escarlata. El general He-
rrera, Olaya, Santos, Lozano Torrijos y Laureano Gómez, jefes de
la coalición, escuchaban los discursos al pie de la estatua del Pre-
cursor. Hablamos, entre otros, Jorge Eliécer Gaitán y yo. El cau-
dillo en ciernes, con una voz de metales desconocidos, dijo que el
problema de Colombia era la inexistencia de una alternativa ins-
titucional de cambio, capaz por sí misma de impedir en el futuro
una subversión generalizada e inducida por la insolencia repre-
siva del Estado. A su juicio, Valencia significaba en ese momento
de la vida nacional la integración estratégica de las fuerzas de
cambio, y más adelante, como presidente, garantizaría, sin duda,
una transformación estructural, sin sobresaltos. Yo, pronuncié un
discurso frenético. El primero de mi vida, dictado por la “musa
vociferante de la democracia”. Dije, en resumen, después de citar
a Renán, en su diagnóstico telúrico y sentimental sobre la nación,
que había que aprovechar la alta tensión histórica desatada con
la movilización de nuevas fuerzas políticas y sociales, alrededor
de nuestro máximo poeta, quien interpretaba mejor que nadie
el espíritu de renovación inspirado por la guerra mundial. Al
terminar mi discurso, fatigado y tembloroso, confundido en un
abrazo con mi amigo Gaitán, miré por encima del hombro frater-
no al insigne candidato y al quinteto de notables que auspiciaba
su candidatura progresista: Valencia continuaba impertérrito,
sumergido en su propia grandeza, de seguro poniéndole orden
a sus sentimientos, para impedirles su interferencia con el juego
dialéctico de las ideas, que expresaría minutos después y a lo lar-
go de su fulgurante campaña; el general Herrera sonreía bonda-
dosamente; Olaya, alto y distante, contemplaba el cielo brumoso;
Santos meditaba, sosteniéndose el mentón con su mano derecha;
Lozano tenía cara de compasión hacia mí; Laureano me miraba

Diseño libro Miguel Alvarez.ind243 243 18/5/07 22:45:56


244 Miguel Álvarez de los Ríos

con sus ojos acerados de halcón. En las elecciones fuimos derro-


tados. Pero a mí me quedó algo inestimable, además de la expe-
riencia en la difícil empresa de “hacer” un presidente: la amistad
con el maestro que duró hasta su muerte, y por mediación suya,
la del maestro Sanín Cano. En Popayán, donde estuve varias ve-
ces como huésped de Valencia, pude medir la grandeza de este
hombre, y su prestancia universal, avalada, años después, para
mi sorpresa, por el genio de D’Annunzio. Podemos alterar el or-
den cronológico de estos recuerdos sin importancia, en favor de
la anécdota. En 1933 llegamos a Benalcázar, refugio campestre del
maestro, como invitados suyos, Alberto Lleras, Carlos Lozano y
yo; los tres acompañábamos a López Pumarejo, en su campaña
presidencial, por el sur. Ante un retrato con dedicatoria del Prín-
cipe de Monte Nevoso, Valencia me dijo: “Como supongo que
López lo enviará a Europa cuando asuma la presidencia, vaya
a visitar a D’Annunzio y llévele mi saludo”. Eso es imposible,
le respondí. Valencia me entregó una tarjeta, sonriendo. Al año
siguiente, en efecto, hacía yo mi primera experiencia consular, en
Marsella. Tuve ocasión de viajar a Roma; recordé la recomenda-
ción de Valencia, y me dirigí al Victoriale, la villa ostentosa que
Mussolini le había regalado a D’Annunzio y en la cual, a mi pare-
cer, se fundían en consorcio de nostálgica belleza la arquitectura
medieval y la renacentista. Era más fácil ver al Duce prepotente,
a quien de todos modos se le distinguía en los despliegues mili-
tares, o en la tribuna, frente a las multitudes, que a D’Annunzio,
en lo que yo suponía su atmósfera húmeda y sensual. Además
de su guardia pretoriana, el grande escritor tenía un secretario
lacónico e infranqueable. Le enseñé mi pasaporte diplomático,
y me dijo: “El Príncipe no recibe a los diplomáticos”. Le hice ver
mi carné de periodista, y casi a gritos me dijo: “¡Recibe mucho
menos a los periodistas!”. Desesperado, le entregué la tarjeta de
Valencia y le rogué que se la llevara a su soberbio señor. Regresó
a los pocos minutos, me hizo una venia; me dijo: “Excelencia, el
Príncipe lo recibirá”. Yo imaginaba a D’Annunzio como un her-
moso caballero otoñal, alto, de ojos melancólicos, con un senti-
do pagano de la vida y de las cosas bellas, rodeado de mujeres
voluptuosas, ebrio de vino del Rhin; porque lo miraba a través
de sus novelas, de sus dramas, de sus amores escandalosos y
de sus hazañas guerreras. Me decepcionó su aspecto personal.
En la enorme sala, decorada con tallas toscanas y lombardas, del

Diseño libro Miguel Alvarez.ind244 244 18/5/07 22:45:56


Forma y estilo del periodismo literario 245

“trecento”, y cuadros luminosos con muchachas frágiles a punto


de transformarse en aves paradisíacas, que atribuí, sin ningún
fundamento crítico, a Benozzo Gozzoli, sólo por la alegría pri-
maveral de la pintura, apareció un viejito calvo, no más alto ni
fornido que yo; había perdido su ojo izquierdo en la batalla de
Fiume y trataba de ocultar su defecto con unos lentes oscuros de
armadura de carey. Me dio una mano mezquina; me preguntó
si hablaba italiano. Le dije, con rabia vindicativa, que prefería la
lengua inmortal de Racine. Entonces, en un idioma que a mí me
pareció de la alta comedia francesa, me dijo, en tono irreparable:
“¡Lo he recibido a usted sólo porque viene de parte de Guillermo
Valencia!”. El Príncipe me volvió la espalda, deshizo sus pasos
sobre la alfombra, tambaleante, desapareció al fondo, detrás de
una gruesa cortina de color celeste. Y su acucioso secretario, con
una sequedad apremiante, me dijo: “L’interviú est finita, signo-
re”.

Los días difíciles


De 1918 a 1924, con una interrupción de dos años –1920/1922–,
durante los cuales estuve en Europa, estudiando técnicas educa-
tivas e idiomas, por cuenta de la Escuela Ricaurte, me dediqué a
la enseñanza; en mí renació súbitamente, juzgo que por necesi-
dad, la tradición pedagógica de la familia, rota en casi medio si-
glo por la tercera pasión campesina de mi padre. Fui profesor en
el Colegio de Ramírez, y su vicerrector ocasional, circunstancia
que facilitó el aplazado ingreso al plantel de Alberto Lleras, mi
hermano menor. Posteriormente lo fui en el Colegio Araújo y en
la ya dicha Escuela Militar de Ricaurte, donde también avanzó
en sus desordenados estudios, Alberto; y finalmente, en el Gim-
nasio Moderno. Por mis manos pasó, rauda, la tropilla imberbe
de la oligarquía bogotana, que no lo era, sin embargo, en térmi-
nos rigurosos. Recuerdo de forma saltuaria, en las aulas, frente a
mí, a Jorge Zalamea, Sanz de Santamaría, López Michelsen, Klim,
su hermano Eduardo, en fin: los años transcurridos me impiden
recordar a la totalidad de mis alumnos; pero tengo la certidum-
bre de que fui maestro de todos los Samperes y Caballeros que
produjo la buena tierra sabanera en el primer cuarto de siglo, y
en materias tales como retórica, castellano, francés, ortografía y
otras muchas de dudosa utilidad práctica. Mis estudios en el ex-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind245 245 18/5/07 22:45:56


246 Miguel Álvarez de los Ríos

terior, trataba de decir, fueron interrumpidos por la muerte súbi-


ta y para todos dolorosa de mi hermano Ernesto, quien proveía,
en mi ausencia, a las necesidades primarias del clan Lleras Ca-
margo. Ernesto, a quien yo llamaba afectuosamente el “hermano
burgués”, porque era serio y aplomado y no parecía tener incli-
naciones a la vida bohemia, ya notorias por lo menos en mí, fa-
lleció a consecuencia de una pulmonía fulminante. La catástrofe
familiar me hizo regresar, antes de lo previsto, trayendo un texto
denominado “Hacia la escuela nueva”, cuya sola mención, hecha
poco después de mi llegada por amigos y colegas de magisterio,
suscitó la ira santa del hermano Estanislao, rector del Colegio La
Salle. Aún me embargaba un fraternal sentimiento luctuoso, y no
obstante, consideré un deber, y un derecho, responder al ataque
exagerado que me lanzaba el religioso, sin fórmula de juicio, por
mezquina pasión de partido. En el periódico La República, de Al-
fonso Villegas Restrepo, publiqué una ofensiva nota aclaratoria.
La nota llevaba en el fondo, como una espina sangrante, la amar-
gura por la pérdida de mi hermano. Al día siguiente, el arzobis-
po Herrera Restrepo, jefe de la Iglesia y virtual jefe del Estado, le
ordenó al propietario de la Escuela Ricaurte, padre Luis Gómez
Brigard, que me destituyera del puesto. Yo era “ateo y volteriano,
un discípulo de Rousseau”, según el purpurado; por algo llevaba
el apellido Lleras. Villegas Restrepo me dio, entonces, generoso
asilo en su periódico, y a poco, la pequeña publicación murió en
mis manos, por anemia económica aguda, cuando se me confió
su dirección y por consiguiente su gerencia.
En abril o mayo de 1924, varios amigos del Jockey Club, in-
dignados por la estafa de que los había hecho víctimas en el jue-
go cierto aventurero internacional con pasaporte diplomático, y
aún más por el hecho de que ninguna publicación quiso hacerse
eco de la queja generalizada entre los socios de ese centro social,
resolvieron revivir el famoso periódico de Palacio Uribe, “Gil
Blas”, y me propusieron que lo hiciera sobre la base de adquirir
la imprenta de La República, que estaba en venta y que consis-
tía en un decrépito linotipo, una prensa plana, y dos chibaletes
con tipos de titulación de madera. Me comprometí con el gru-
po a sacar el periódico, una vez que se formalizó la negociación
del equipo editorial, con Villegas Restrepo. Pero, al solicitar la
licencia de rigor en el Ministerio de Gobierno, encontré que “Gil
Blas” no podía aparecer sin autorización de la familia del doctor

Diseño libro Miguel Alvarez.ind246 246 18/5/07 22:45:57


Forma y estilo del periodismo literario 247

Carlos Adolfo Urueta, a cuyo nombre se encontraba registrado.


De forma casual le hablé del inesperado obstáculo a un amigo,
conservador, Alberto Vélez Calvo, y éste me allanó el camino, di-
ciéndome: “No hay problema: ponte el nombre de Ruy Blas, que
es un personaje de Víctor Hugo y que representa la misma cosa
que representaba Gil Blas”. El periódico, cuya manchette era más
que una provocación, una advertencia (“Este diario no publica
rectificaciones pero acepta desafíos”), duró dos años. El gobierno
expidió un estatuto de prensa, a la carrera, con nombre propio,
para sacarlo de la circulación; y las funciones de censor y juez
le fueron adscritas al célebre juez Lombana, sujeto reaccionario,
más experto en textos de moral equívoca que en derecho público,
el mismo que ordenó cubrir la Rebeca del Parque del Centenario,
por parecerle impúdica.
Lombana tenía facultad para imponer multas hasta de qui-
nientos pesos, que resultaban confiscatorias y era severo e in-
flexible, como un converso. Nos aplicó la primera, a la vista y
lectura de un editorial, titulado “Rengifo ad portas”. Se trataba
de una crítica mordaz al hombre fuerte del régimen, general y
doctor Ignacio Rengifo, titular del Ministerio de Guerra y simul-
táneamente Designado a la Presidencia de la República. Mis ami-
gos y socios, al ser notificados de la fuerte sanción pecuniaria, se
cotizaron, y se pagó la multa. En la siguiente edición publiqué
otra vez el artículo sulfuroso, con nuevos ataques al ministro
Rengifo, quien me llamó y me dijo: “Si me sigues atacando, te
van a cerrar el periódico, pero yo seguiré siendo tu amigo, e iré
a visitarte a la cárcel”. No hubo con qué pagar la segunda multa,
y el juez, gustoso, me la convirtió en arresto, no recuerdo en qué
proporción “legal”. Preparé mi maletín, mi máquina de afeitar,
mi piyama, y esperé tranquilamente la visita de las autoridades.
Llegaron a las siete de la noche, tres agentes de policía. “¡Usted
debe acompañarnos!”, dijeron al unísono. Les respondí, con aire
teatral: “¡Estoy listo a sacrificarme por la democracia!”. Era una
noche apacible, con viento escaso. Un vecino tocaba una guita-
rra; recuerdo que cantaba una canción pasada de moda: “Mujer,
apiádate de mi dolor”, decía. Me llevaron al Panóptico, al mismo
lugar tenebroso donde habían estado presos mi padre y mis tíos
y los jefes liberales, a fines de siglo. El director del establecimien-
to, un señor de apellido Granados, con una cara clerical, muy
conveniente en esos tiempos, me recibió amablemente, dándole

Diseño libro Miguel Alvarez.ind247 247 18/5/07 22:45:57


248 Miguel Álvarez de los Ríos

vueltas tras las gafas a sus ojillos de ratón, y me dijo con voz
chillona: “El doctor Rengifo me ha ordenado que le dé a usted
la mejor habitación, y como la única decorosa es la mía, pues se
la cedo con el mayor gusto”. “Muchas gracias, don ratón, por su
madriguera”, intenté decirle. En ese momento llegó, a visitarme,
tal como lo había prometido, el ministro Rengifo, atareado con
tres botellas de brandy y abundante provisión de cigarrillos, y
a recomendarme personalmente a las autoridades de la prisión.
Rengifo, atragantado de risa, y poniéndome su dedo índice en el
pecho, me dijo: “¡Te lo advertí! ¡Te lo advertí!”. Diez días estuve
preso. Mi cautiverio, que yo deseaba más prolongado, para ex-
plotarlo políticamente, no lo fue tanto, debido a la intervención
ante las autoridades de mis colegas congresistas. Yo había sido
elegido representante a la Cámara, uno o dos meses antes. En mi
caso, procedía la inmunidad parlamentaria. Finalizaba el mes de
junio de 1926.

Los días de vino y rosas


Lleras suspende su relato: se pasa dos dedos por la barbillla;
es un gesto muy suyo, pero para mí tengo que hace táctil me-
moria de su chivera, tan ilustre en sus días de esplendor, como
la de Trostky. Me dice, aprensivo, que tal vez estos recuerdos no
sean otra cosa que un tumulto atropellado de insensateces. Repi-
te, una y otra vez, para que no me quepa duda, que su lopismo
es algo patológico. Los gérmenes se los inoculó a su abuelo, don
Lorenzo, el primer López, Ambrosio. “José Hilario acabó de con-
tagiarlo”, dice. “Mi lopismo es por eso una condición ancestral.
Nací lopista como nací Lleras. No tengo remedio. Estoy ‘enlo-
pecido’ para siempre”. Lo fuerzo a que reanude la historia. Que
cómo fue aquello de “Los Nuevos”, se pregunta a sí mismo. Y se
responde:
Mi generación fue presa de la bohemia sentimental. Las ex-
cepciones individuales fueron mínimas. Gaitán, por ejemplo, no
bebía, pero hacía todo lo demás, inclusive, ¡ay! versos. Usaba,
como la mayoría de nosotros, corbatín negro de lazo flotante,
pipa, cabello largo, hasta capa española; se tocaba con un som-
brero negro de anchas alas. En el café Windsor de la calle 13, co-
menzó a crecer, al igual que la de la cerveza batida que muchos
apuraban con deleite (yo tomaba menta legítima, de Brizard), la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind248 248 18/5/07 22:45:57


Forma y estilo del periodismo literario 249

espuma insurgente de la intelectualidad. Al enumerar a los con-


tertulios de aquella época tormentosa, algunos excluyen delibe-
radamente ciertos nombres, en ocasiones el mío, acaso por insig-
nificantes; jamás los de Alberto Lleras, Jorge Zalamea, Umaña
Bernal, Juan Lozano, Luis Vidales, Alberto Ángel Montoya, Ra-
fael Maya, Luis Tejada, Ciro Mendía, León de Greiff, Gabriel Tur-
bay, Gaitán, Ricardo Rendón, probablemente porque éstos justi-
fican y exaltan a la luz de la historia reciente, el llamado grupo de
“Los Nuevos”, en el cual alternamos políticos, periodistas, poe-
tas, dramaturgos, artistas, algunos con criterios ideológicos opues-
tos, dueños todos de una perfecta autonomía personal; aunque
todos oscilábamos, al decir de Maya, entre el misticismo perver-
so de Verlaine y el alto y puro satanismo de Baudelaire. Todos
teníamos, ciertamente, “un fondo lírico espectacular”. A Alberto,
mi hermano, le subyugaba Rimbaud: recitaba “El barco ebrio”,
con esa voz honda e inconfundible, que el país aprendió a cono-
cer mucho después, apta para amainar tempestades políticas. A
los “Leopardos” conservadores –Eliseo Arango, Silvio Villegas,
José Camacho Carreño y Augusto Ramírez Moreno–, que acerca-
ban sus mesas a las nuestras, y eran, tanto o más que nosotros,
enemigos del régimen, les fascinaba el tradicionalismo estético
de Barrés, su culto mágico del yo, su prosa suave y diáfana. A
Rafael Maya, Ricardo Rendón y yo, Mallarmé, Montherlant y
Lautréamont, respectivamente. Nos sentíamos iconoclastas;
creíamos que éramos los intrépidos descubridores de un mundo
nuevo, surgido de la guerra europea, y de la revolución rusa, con
el dadaísmo de Tristán Tzara, el futurismo de Marinetti y el su-
rrealismo de André Breton. Alberto Lleras y yo editamos una re-
vista, Los Nuevos, en cuyas páginas el grupo quiso sepultar para
siempre, el pretérito muerto, airear los aposentos viciados de la
cultura patria. El nuestro era una especie de heroísmo ignorado
y magnífico. El general Herrera, jefe del liberalismo, vivía en el
hotel Franklin, situado en los altos del café Windsor. Jamás nos
acompañó en nuestras tertulias; pero a veces llegaba a su hospe-
daje, cogido de la noche, precedido y escoltado por correligiona-
rios fidelísimos: se detenía en la puerta del café, como para tomar
aire, nos miraba a todos, y sonreía paternalmente por entre sus
barbas. La muerte de Herrera, el 29 de febrero de un año bisiesto,
me hizo recordar, de pronto, que mi destino no podía ser la lite-
ratura decadente sino la política activa, y mi oficio, el periodis-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind249 249 18/5/07 22:45:57


250 Miguel Álvarez de los Ríos

mo. Ya había hecho la experiencia de El Tiempo; ya había sido


secretario privado, y asistente, del doctor Eduardo Santos; ya ha-
bía dirigido las Lecturas Dominicales, cuando el doctor Arango
Vélez tuvo a bien incluirme en su lista para Cámara, con Gaitán.
Fui elegido en 1926 y reelegido en 1928. Aquella corporación era
un remedo del Senado romano. Asistían, por el conservatismo:
Guillermo Valencia, Laureano Gómez, Vásquez Cobo, y los de-
butantes, Serrano Blanco, Camacho Carreño, Silvio Villegas, Ra-
mírez Moreno, Alejandro Cabal y Primitivo Crespo, entre otros;
y por el liberalismo: Antonio José (Ñito) Restrepo, Luis Zea Uri-
be, Laureano García Ortiz, Max Grillo, y Carlos Lozano, Gaitán,
Turbay, Regueros Peralta, Mario Galán y Mario Ruiz Camacho,
que yo recuerde. Es decir, la plana mayor de tres generaciones de
ambos partidos históricos. La Cámara, así constituida, fue esce-
nario de debates memorables. Como el de las Bananeras. Habla-
ron Gaitán, Camacho Carreño, Ñito... Veinte oradores de primera
línea –dialécticos, elocuentes y melódicos–. Y... yo. La última par-
te del debate se efectuó un viernes. La opinión estaba formada
para acusar ante el Senado al general Rengifo como responsable
de la masacre. A las doce de la noche subí a la tribuna; nadie ha-
blaba desde la curul. Hice un elogio de quienes me habían prece-
dido en el uso de la palabra, y exclamé, como Saint Jus: “Aquí no
hemos venido a hacer jurisprudencia sino a cometer un regici-
dio, en la persona del ministro de Guerra”. Se levantó la sesión.
El tiempo que yo gasté en conseguir mi puesto en el Capitolio, lo
gastaron otros amigos –Jorge Uribe Márquez, su hermano To-
más, Moisés Prieto, José Mar, y varios generales que se decían de
extrema izquierda– en darle precaria vida al Partido Socialista
Revolucionario. Pero en 1929, mientras el mundo empezaba a
crujir desde Wall Street, en vísperas de la gran hecatombe econó-
mica, López llegó a la convención liberal, como delegado por el
Tolima. y fue aclamado jefe, en unión de los generales Cuberos
Niño y Samper Uribe. Pronunció López en aquella ocasión su
profética frase, de que el partido debía prepararse para asumir el
poder, y liquidó de paso, sin esfuerzo y sin proponérselo, al na-
ciente socialismo, algunos de cuyos líderes adhirieron al también
naciente Partido Comunista. Los demás formamos, de nuevo, en
el liberalismo, fascinados, sin duda, por los tres gritos exultantes
de López... ¡Viva el partido liberal!; ¡Viva el partido liberal! ¡Viva
el partido liberal! Vino la candidatura de Olaya Herrera, y su

Diseño libro Miguel Alvarez.ind250 250 18/5/07 22:45:57


Forma y estilo del periodismo literario 251

posterior elección como presidente, en 1930. Yo no voté por el


dominante prócer de Guateque. No lo hice, porque Olaya, en La
Habana, había adoptado una posición que a mí me pareció blan-
dengue, frente al imperialismo norteamericano. Proclamé, en
cambio, en el Teatro Municipal, como candidato a la presidencia
de la República, al camarada Alberto Castrillón, sobreviviente de
las Bananeras. Actué sin mucha convicción. Mientras leía mi dis-
curso, recuerdo que navegaba por un piélago incierto de la ima-
ginación, guiado por los ojos tiernos y la piel diáfana de Teresa
de la Parra, la novelista venezolana a quien no conocía personal-
mente, pero cuya fresca belleza asomaba en periódicos y revistas,
estremecida por un hálito de doliente patriotismo. Esa misma
noche, no sé si por coraje político, o por la nostalgia “teresiana”
me embriagué, con Alberto Ángel Montoya y Ricardo Rendón.
Bebimos, sin medida, “lauro candente”, un anisado de fabrica-
ción furtiva, dulce y eficaz. Sólo en la madrugada me di cuenta
de que había despuntado en el ojal de mi solapa una rosa encar-
nada; me la habían prendido, en capullo, en la ruidosa proclama-
ción del Municipal. Ángel Montoya lucía un clavel ambiguo, y
dijo de pronto: “¡Felipe, esa rosa merece una mujer!”. Rendón
objetó: “Desde que a un poeta alemán lo mató una rosa, prefiero
las gardenias pálidas. Una rosa se me parece a una herida”. Yo
pensé: “Muy pocas mujeres son dignas de una rosa, a las cinco de
la mañana”. (Disiento de Felipe; lo interrumpo, le digo, en frag-
mentos de emoción retrospectiva: en los labios de Catalina Blake
ardía una rosa... Yo me acercaba a ella, con la lentitud exasperan-
te de quien camina en un sueño... No alcanzo a precisar el mo-
mento en que mis sentidos se llenaron hasta los bordes y sucum-
bí al fuego de su rosa de amanecer... Estoy seguro que nací sólo
para ser devorado por aquella candela fragante..). Felipe, perple-
jo, continúa: “Aquella madrugada tomé una resolución heroica”.
“Vamos para Las Cruces”, dije. Había en el viejo barrio una calle,
llamada De las Escaleras y en la calle, una casa; la misma que
Ángel Montoya inmortalizó en un romance terso y sugerente:
“Romance de la casa que asustaba por fuera”. Porque, por den-
tro, “era el amor”. La dueña de la mansión tenía un nombre ca-
sual pero inapropiado para su oficio. María Santamaría. Era fuer-
te, acuciosa y sabia. Tocamos suavemente a su puerta, una, dos,
tres veces. Todo en vano. A los tres caballeros nos había sorpren-
dido el “alba inútil”, chapaleando entre el hielo de un invierno

Diseño libro Miguel Alvarez.ind251 251 18/5/07 22:45:57


252 Miguel Álvarez de los Ríos

interminable. No me desanimé. Traje a dos músicos de la cuadra;


hice que rasgaran sus guitarras. Sólo entonces abrió su ventana
una muchacha pálida, con una expresión de incredulidad en sus
ojos. Murmuró algo con insensata rapidez, acerca de algún pai-
saje lluvioso donde se había perdido su corazón. Nos dimos
cuenta que soñaba despierta. Entonces me acerqué a ella y le
prendí la rosa a su cabello. La casa se iluminó súbitamente; el
fuego de la rosa obró el prodigio de prender de nuevo la fiesta. Y
en medio de las guitarras, avanzando por el zaguán de adoqui-
nes, improvisé mi glosada jaculatoria:

¡Oh María Santamaría


–calle de las escaleras–
do llega Felipe Lleras,
cuando va clareando el día!
No me cobró López el esguince que le hice a la candidatura
de Olaya. Esguince fue el magnánimo eufemismo utilizado por
él: para mis malquerientes constituyó una verdadera deserción
ideológica. Cuando amigos y enemigos daban por terminada mi
carrera, el gran jefe me llevó al Senado como segundo suplente
suyo. El primero, Luis Samper Sordo, falleció a los ocho días de
haber ocupado su curul. La presidencia del Directorio Liberal de
Cundinamarca, me la tomé por asalto. Pienso, a propósito, que
la política tiene mucho de piratería, pues, para hacerme miem-
bro de ese directorio, yo mismo había empleado la estrategia del
abordaje: di codazos y empellones y puse zancadillas, todavía
desprovisto de un objetivo plausible y concreto. Aprendí a dife-
renciar el romanticismo del manzanillismo, que es en lo que fallan
los intelectuales doblados de políticos: por lo general hablan y
escriben con mucha propiedad, pero ignoran la carpintería elec-
toral, el fino tacto que se requiere para manipular al delegado
pueblerino, maravillosamente analfabeto, antes de que nos trai-
cione por un plato de sancocho. La convención del treinta y uno,
en Cundinamarca, la manejé yo. Carlos Lleras Restrepo, aspiran-
te a la Cámara, se presentó muy bien apertrechado. No había
un líder juvenil más respetable que él, desde los días trágicos
de Bravo Pérez. Su prestigio impredecible se extendía a varios
barrios del sur de Bogotá. Era, además, diputado a la Asamblea
Departamental. Lleras trabajaba con disciplina, minuciosamen-
te; como lo hacía su padre con el microscopio, en su casa-labo-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind252 252 18/5/07 22:45:57


Forma y estilo del periodismo literario 253

ratorio de La Candelaria. Sabía desde entonces para dónde iba


en su vida. Pero... le faltaban dos años para alcanzar la edad exi-
gida por la norma constitucional, en los representantes. Yo se lo
hice saber. Le dije que su curul se perdería, en el caso inevitable
de que la demandaran. Naturalmente, esto no podría ocurrir si
el candidato fuera otro Lleras. Alberto, periodista de El Tiempo,
quien tenía los dos años que le faltaban a Carlos. Creo que Lle-
ras Restrepo entendió la situación: se retiró discretamente; siguió
trabajando por el liberalismo, movilizando ideas audaces, siem-
pre imaginativo, en una lucha ambiciosa y tenaz, que lo condujo
a la Presidencia de la República y, que, más de medio siglo des-
pués, no parece tener fin. En cuanto a Alberto, había regresado
al país, luego de su largo errabundaje por el sur del Continente y
por Europa. El doctor Eduardo Santos se topó con él, en Madrid,
donde se encontraba como corresponsal de La Nación, de Buenos
Aires, y se encargó de repatriarlo, con contrato de trabajo para
su periódico. Con la venia de López, quien hacía preparativos
para viajar a Londres, como embajador de Olaya, logré incluir a
mi hermano en la plancha de excepción, encabezada por Arango
Vélez y de la cual también hacían parte, Gaitán, Jorge Bejarano,
Germán Arciniegas y Carlos Lozano y Lozano. Alberto fue ele-
gido representante a la Cámara, en las elecciones de mayo, a los
veinticinco años de su vida, en medio del júbilo de sus amigos y
para regocijo de mi corazón apaciguado.
En mi larga vida, he conocido a muchos genios, o a personas
que se reputan de tales. En algunos casos apenas pude acercarme
a ellos, después de muertos. En París visité las tumbas de Mus-
set, de Baudelaire y de Verlaine y en cada huesa ilustre deposité
una rosa roja. Considero que sigo en deuda con esta trilogía de la
bohemia y la literatura finiseculares. A Unamuno lo escuché en el
Ateneo, de Madrid; a Ortega le oí defender su razón vital, en Bue-
nos Aires; a Bertrand Rusell lo vi, gesticulante, en Londres, en un
alegato desesperado sobre el pacifismo; en Roma logré saludar,
en su “villino”, a Papini. El enorme escritor toscano, de bruñida
cabeza, alcanzó a decirme algo en relación con su hipótesis pos-
terior, sobre la salvación del diablo; a Picasso lo vi, pintando una
muchacha con pelo de cola de caballo, en su palacete de invierno.
El Minotauro trabajaba con apenas una camiseta de hilo y unas
calzonetas de lino, que parecían calzoncillos ordinarios. Ningu-
no de estos genios verdaderos pudo impresionarme tanto y de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind253 253 18/5/07 22:45:58


254 Miguel Álvarez de los Ríos

forma tan duradera, como Rendón, un genio de entrecasa, cuyo


arte magnífico contribuyó en gran parte al derrumbamiento de
la hegemonía conservadora, en 1930. Tal vez el hecho fortuito y
desgraciado de que haya tenido que ver de alguna manera con
su muerte, ha acrecentado, con el paso de los años, mi admi-
ración por aquel artista singular, compañero del alma. Era un
espectáculo de maravilla ver su mano deslizarse, con el lápiz,
sobre la cartulina, en perfecta coordinación con su mente; que
le iba dictando las más demoledoras ideas sobre el régimen ve-
tusto, que tocaba a su fin, y sobre los individuos, cansados, que
le servían de alzaprimas. En el fragor de aquella batalla eterna y
desigual, las caricaturas de Rendón explotaban, como petardos,
al pie de la acosada fortaleza conservadora. Pero, el liberalismo
conquistó el poder, de un momento a otro, y Rendón comenzó
a pasar angustias. Él era, a su modo, hombre de pelea. Estaba
hecho para la oposición. De pronto, se quedó sin tema. No podía
atacar a Olaya, es decir, a su propio partido, en el ejercicio de un
gobierno difícil, que procuraba avanzar en medio de graves con-
flictos económicos y políticos. El magistral artista –pálido, me-
lancólico, buenmozo, con su corbatín de seda silenciosa, a veces
rojo, casi siempre negro; invariablemente tocado con un sombre-
ro ostentoso, de alas de pájaro de mal agüero–, llegó a un período
crítico de alcoholismo irreversible. Comenzó a sufrir delirios de
persecución. Decía que alguien andaba detrás de él, para matar-
lo. Un día de octubre me dijo: “Acompáñame, necesito comprar
un revólver, antes de que me ‘tome’ la plata”. “Vamos”, le res-
pondí. A dos pasos de El Tiempo funcionaba el almacén Richard.
Vendían allí toda clase de armas, exhibidas en las vitrinas. Le
escogí una pistola pequeña, de bolsillo, marca “Browing”; costó
cuarenta y cinco pesos, con una caja de veinticinco proyectiles.
Se la enseñé a manejar. Se la entregué, con mil recomendaciones.
Nos tomamos dos cervezas, en el café Rivier. Y nos despedimos.
Era sábado. Yo me fui para mi casa de Chapinero. Allá me llegó,
dos o tres días después, la noticia desgarradora. El maestro se
había pegado un tiro, en el interior de “La Gran Vía”, un amable
establecimiento de tertulia de intelectuales, en la séptima. Estaba
solo. Sufrió, al parecer, una mínima contrariedad. Eso le bastó
para matarse. Su sensibilidad delicadísima andaba en busca de
cualquier pretexto, para abandonar voluntariamente este mun-
do, en el cual –decía– se encontraba de sobra; sin un lugar para

Diseño libro Miguel Alvarez.ind254 254 18/5/07 22:45:58


Forma y estilo del periodismo literario 255

su desconcierto en el espacio y en el tiempo. No murió instantá-


neamente; lo llevaron a la Clínica de Peña, lo operaron. Dejó de
existir horas después, a las siete de la noche. Yo alcancé a verlo,
agonizante. En el ojal de su estropeada americana sobresalía una
gardenia mustia, con salpicaduras sanguinolentas. Pude, enton-
ces, comprobar, con horror, como lo pensaba Rendón, que una
herida de bala, en la sien, es como el estallido en púrpura de una
rosa de sangre. ¿Qué mujer podría ser digna de esta pávida flor
imponderable?, me dije, con el corazón estrujado.
Los “Nuevos” –los amigos de Rendón– escogimos a Alber-
to Lleras para que llevara la palabra en el entierro. En nuestra
casa, en poco más de una hora, Alberto escribió el más grandioso
texto de literatura funeraria, que yo haya conocido. Lo leyó, en
el cementerio, “bajo un temblor de lágrimas y de hojas”; con la
voz, la entonación, el ademán procero, la incorruptible seriedad
que lo han caracterizado a lo largo de su vida pública. En aquel
acto luctuoso la figura de mi hermano comenzó a adquirir, a mis
ojos, una dimensión inusitada, un irrefrenable ímpetu de vuelo;
algo que me dio alas para pensar, tiempo después, cuando Olaya
nos dio orden de buscar un presidente liberal para la Cámara y
yo monté la combinación parlamentaria para elegir a Alberto,
que con mis manos de maestro de escuela, con mi propio barro
elemental y simple, yo estaba reconstruyendo parte de la historia
nacional que mi abuelo dejó trunca. El tiempo me dio la razón.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 7 de agosto de 1983

Diseño libro Miguel Alvarez.ind255 255 18/5/07 22:45:58


256 Miguel Álvarez de los Ríos

¡Villon es un satánico!
Luis Vidales traduce al primer poeta francés

François Villon
Escuchad, lectores, el canto que se forja: al lirida
truhán huyendo con su alforja
colmada de miserias, testamentos y odas,
y que otrora fuera el rey de los rapsodas.
Fue François Villon un pillo acontista,
pulió la melopea con talante de artista,
contrastó el argot con giros novedosos
y compartió su vino con vagos apestosos.
Fue también el errátil amo del suburbio,
mezcló la ambrosía con el ajenjo turbio,
vagó su sombra por la canícula y la nieve;
era el lis del hampa, por su sonrisa aleve.
En riñas y asaltos esgrimió su cuchillo,
en otras tantas lides le guiñó el ojillo
a las damas de antaño y a la gorda adorada,
y a la cual, el muy pillo, exaltó en su balada.
Héctor Escobar Gutiérrez

Luis Vidales llegó a Pereira; prendió un pequeño fogón de


amigos, con el alcalde Juan Guillermo Ángel, el poeta Héctor Es-
cobar y el humanista Eduardo López Jaramillo, y como si fuera
menuda empresa y no compleja obra de especialistas, entre sor-
bo y sorbo de coñac de buena marca anunció que se propone tra-
ducir a Villon, “víctima indefensa de tanto traduttore traditore”.
Para el maestro Vidales, Villon es el primero y más grande
poeta en lengua francesa; más importante, sin duda, que Baude-
laire y su espectral cohorte de poetas malditos, de todos los cua-
les es precursor aquel desmesurado Maestro en artes, cuya virtud

Diseño libro Miguel Alvarez.ind256 256 18/5/07 22:45:58


Forma y estilo del periodismo literario 257

excepcional radica en haber sido “moderno” cuando nadie lo era


o podía serlo, porque Francia vivía aún en el medroso letargo
de la Edad Media. En tanto que en gran parte de Europa una
fecunda corriente renovadora sacude las fibras más sensibles del
espíritu humano y da origen a expectativas culturales y científi-
cas que alcanzarán posteriormente un extraordinario desarrollo,
en Francia, hasta bien avanzado el siglo XV, la vida es poco me-
nos que la misma –cruel y supersticiosa– del período carolingio.
Brumas de ignorancia y espanto se interponen entre el hombre
y la naturaleza, entre el hombre y el universo, entre el hombre y
el arte, y de modo muy especial, entre el hombre y Dios. La poe-
sía de Villon, hecha de diáfanos metales, parece ser lo único que
vibra y resplandece en medio de las tinieblas pavorosas de su
tiempo. Tiene esta poesía, como diría Chateaubriand, la mágica
virtud del ritmo y de la novedad. Villon rompe el artificio de los
juegos retóricos y eleva el lenguaje de relación a la cúspide de la
materia lírica, al mezclarlo con vocablos y giros del idioma culto
de la cité; también con la confusa germanía de la delincuencia
alebrestada. Era de alguna forma, su diabólica respuesta al uso
inveterado del latín por escribas eclesiásticos y prosistas de con-
venio, su rechazo al humanismo desarraigado de su circunstan-
cia y de su tiempo.
¿Por qué un poeta marxista como Luis Vidales –riguroso y
analítico– resuelve verter al español a un poeta medioeval, sufi-
cientemente traducido y, por añadidura, sujeto de mala índole,
satánico impune, pillo de siete suelas, como Villon?
Vidales levanta su trago cerrero, lo examina a través de la luz
en fuga de diciembre; responde:
–Porque lo que más aprecio en la literatura y en la vida, es la
claridad.
(El verano crepita en un rescoldo de cenizas doradas, y el
poeta de Suenan timbres –pequeñito, nervioso, efusivo– se echa a
la gorja su licor de mandrágoras con una decisión inquebranta-
ble. En sus ojos prolijos la luz se descompone en gotas infinitas).
Pero la opinión suya –de Vidales– vale exclusivamente para
la obra del enorme poeta francés, no para su vida, envuelta en
sentimientos tan extraños y contradictorios –¡tan antimarxistas!–
como la misma atmósfera social de su época, en la que sólo dis-
frutan de ofensivos privilegios los obispos rapaces, y la burgue-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind257 257 18/5/07 22:45:58


258 Miguel Álvarez de los Ríos

sía próspera, que preserva y aumenta los suyos mediante una


poderosa organización corporativa.
(La burguesía, es, esencialmente, el conjunto de los hominis
pacis, y la paz de la ciudad –pax ville–, ley inexorable y derecho de
excepción consagrados por los monarcas Capetos desde el siglo
XII, en favor de purpurados y oligarcas). El esplendor verbal de
Villon –su iluminado lirismo que abre para su patria un camino
de imprevisibles grandezas en el arte poético– contrasta con los
oscuros repliegues de su alma. En ellos vive el crimen como el
ojo en su cuenca. François de Montcorbier, llamado François Vi-
llon, rijoso y ladrón, deambula a la deriva por las rúas de París.
Es bachiller y doctor en Letras; ha iniciado, además, estudios de
Derecho Canónico, a instancias de su protector eclesiástico. Pero
su vocación es el delito, la vida tumultuosa, ebria de vino, de
lujuria, de sangre. Villon es un goliardo extraviado en el siglo
XV, como Galterio de Chátillon lo fue con todo derecho del siglo
XII. Antes que se le despoje de sus privilegios de clérigo, el poeta
renuncia a las privanzas y sinecuras que, de seguro, le reportaría
el ser hijo adoptivo del canónigo Guillaume de Villon, y da en la
flor de mezclarse con la gente proclive, con el bandidaje alevoso
que bebe en sórdidas tabernas y roba y mata porque no tiene más
remedio.
En 1455, fiesta de Corpus, Villon hiere de muerte al clérigo
Philippe Sermoise, y recibe, a su turno, una herida en el labio.
Líos de faldas. Catalina de Vauselles –una mujer bella, sagaz, vo-
luntariosa– es la manzana de la discordia. Son testigos el sacer-
dote Gilles, el maestro Jehan le Mardie y una dama nombrada
Isabel. Ninguno habla del lance trágico. Tampoco lo hace el pro-
pio Sermoise, antes de morir. Pero no falta quien identifique al
victimario. Es, desde luego, François Villon, clerici vagante, cuya
carrera de malhechor avanza a la par de su carrera literaria; a
propósito de lo cual muchos observan que el poeta se complace
en establecer curiosos nexos entre ambas, como si la una fuera
consecuencia de la otra, o como si se produjera entre ellas la me-
tabiosis de los vasos comunicantes. Como quiera que sea, un año
más tarde, el 24 de diciembre de 1456, Villon asalta el Colegio de
Navarra, en París, y se apodera de mil quinientos escudos de oro.
Esa misma noche, de sens ressis, escribe su burlesco y glorioso
Legado. A mediados de 1457, el poeta, descubierto por las autori-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind258 258 18/5/07 22:45:58


Forma y estilo del periodismo literario 259

dades, huye a Angers; escapa de la justicia, pero le da a su fuga


una falsa y dolida motivación de amor:

Me prendió la mirada de aquella


que me fue traidora y dura
sin que yo haya faltado en nada,
desea y dispone que yo muera
y que no viva más
no veo más salvación que huir…
¡Adiós! Me voy a Angers.
Y al profuso legado le otorga una justificación lírica, en “la
necesidad de partir” y en la “la ninguna seguridad del regreso”.

… Vivir es incierto,
y después de muertos
ningún remedio hay;
me voy a un país remoto,
por eso establezco este legado…

¡Villon es un farsante!

Es verdad que ha sido exonerado de cargos en el homicidio de


Saint Benoit le Bientourné, agotado en la persona de Sermoise, en
virtud de “carta de abolición” que asimila su caso a uno de “legí-
tima defensa” y revela, de paso, a favor del sindicado, la condi-
ción peligrosa de la víctima. Pero el robo perpetrado en Navidad
a un plantel religioso –de cuya capilla desaparecieron, además,
copones, formas sagradas y elementos del culto–, lo pondrá bajo
el rigor de la temible lex-ville, abundosa en castigos corporales:
horca, decapitación, emasculación, suplicios innumerables. Es
ésta la causa de su afanosa huida. Guy Tabarie, compinche suyo,
lo delata, a la tercera vuelta del torno al que lo amarran de pies
y manos. Mucho tiempo después el propio Villon, montado en el
potro de tormento, confesará su crimen y prometerá devolver al
Colegio de Navarra su parte del botín.
Ahora bien: El testamento es redactado por Villon, en 1461,
luego de recobrar su libertad. (Lo saca de prisión la amnistía que
se promulga con motivo del advenimiento de Luis XI, hijo de
Carlos VII, a quien colma de elogios: estrofas VII, VIII y IX). El

Diseño libro Miguel Alvarez.ind259 259 18/5/07 22:45:58


260 Miguel Álvarez de los Ríos

poeta se retira a Saint-Généroux cerca de Parthenay. Tiene treinta


años, mal vividos. Y viene, macilento, devastado más que por
la penuria por el rencor, del tenebroso castillo de Meun. Allí su-
frió largo encierro, por voluntad del obispo de Orleans, Thibaut
d’Aussigny, Villon odia al prelado. (“Si es obispo y bendice, yo
niego que lo sea mío”, concluye en la primera estrofa de su Testa-
mento, cuya escritura inicia con manifiesta intención vindicativa,
“No es mi señor, ni mi obispo… No le debo fe ni homenaje”,
reitera en la segunda, con su gallarda letra de pendolista). Villon
odia a Thibaut, porque, antes de arrojarlo a que se pudra en la
soledad (“…todo un verano con una hogaza de pan por alimento
y muy escasa agua, salvo la que filtran pisos y paredes…”) lo ha
sometido al suplicio de Tántalo, y ha amenazado con reducirlo
en su inequívoca condición de varón –después de privarlo de
su condición clerical–, blandiendo una afilada navaja. Pero, hay
una cosa más inquietante para esta mutua execración. Thibaut
d’Aussigny, a quien algún artista de la época pinta con dientes
de jabalí –metido en casulla negra con capirote escarlata–, parece
ser el único que logra descubrir en los procaces ojos del poeta la
diabólica naturaleza de su espíritu sin sosiego.
¡Villon es un hijo de Lucifer!
Se lo increpa Thibaut, con la convicción irreparable de que
tiene delante de sí a una criatura del Averno. La herejía Valdense
cubre ya el norte de Francia y avanza en dirección múltiple por
entre viñedos y pasturas, como un ejército de idólatras que man-
cilla y confunde toda fe. Thibaut d’Aussigny sabe cómo tratar a
estos demonios. Lo aprendió de Simón de Montfort y sus cru-
zados, en la trágica historia de los cátaros. Y se lo recuerdan por
si acaso, las tres feroces bulas de Gregorio IX. En Arras y Lille,
dos años antes, más de uno confesó sus “encuentros” con Satán,
bajo el apremio crudelísimo de este obispo de corazón duro y
pequeños ojos amarillos, cuyo acceso a la dignidad episcopal, en
1450, coincide históricamente con el comienzo del llamado “ciclo
fáustico”, y con el Siglo del Diablo, que habrá de prolongarse
hasta 1550.
Villon nada responde. Izado de los pies a un armatoste pro-
visto de poleas –vientre deprimido y brazos exangües–, su cuer-
po sube y baja, a voluntad de Thibaut, sin que su ávida boca
alcance la tinaja de agua fresca. Sólo cuando el obispo prueba
en un pelo el filo de la barbera, Villon hace conciencia de su si-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind260 260 18/5/07 22:45:59


Forma y estilo del periodismo literario 261

tuación y pone a prueba sus recursos diabólicos. Él es hombre


espiritual, desengañado de la realidad íntima de las mujeres;
todas sus preocupaciones han sido punto menos que metafísi-
cas. Hasta sus sueños resultan concisos, pobres y lacónicos, dice.
Ahora, no puede afirmar lo propio de su compañero, Colín des
Cayeux, a quien ha procurado reformar con la ayuda de Dios
y el ejemplo de su virtuoso ministro Thibaut d’Aussigny; pues
ha de saber Su señoría Ilustrísima que lo ha sacado de un lecho
turbulento, a despecho de dos rameras gordas y un maricón que
con él retozaban en saturnal inconcebible: si el señor obispo lo
ignora, Cayeux practica un sexo extraño, con un móvil herméti-
co, que él, Villon, hijo y protegido del santo canónigo maese de
Villon, no ha logrado descubrir, pero que suele culminar en un
estallido colectivo de alegría maléfica. La amistad suya con este
hombre, y su misma vinculación a cierta comparsa –en cuyas re-
presentaciones irreverentes Dios desciende a personaje bufo– es
mero pretexto para inducirlo a que devuelva al templo de Santa
Gertrudis de los Tulipanes de Flandes el cáliz y la custodia de
oro que aún conserva en su poder y con los cuales ha celebrado
ceremonias sacrílegas.
Colin des Cayeux es llevado entre gritos a la horca; Villon “lo
despide con una plegaria al diablo”. (H. Claudio Marco, Literatu-
ra universal, Edit. Bedout, Medellín, 1959, p. 33).
¡Villon es un satánico!
¡No es posible!, responde una voz unánime, por encima del
tiempo.
¡Lo es con toda probabilidad!
A los veinticinco años se le atribuye el liderazgo de Los caba-
lleros del puñal, pandilla de violadores asesinos, que se disuelve
en la absoluta impunidad; antes de los treinta, aparece asociado
a la cofradía criminal de Les Coquillards, de la cual poco se sabe,
salvo que alterna la depredación con las prácticas goeticas de
quién sabe qué pavorosos nigromantes adoradores de Lucifer:
“¡No entréis jamás a nuestra cofradía!”, advierte Villon en una
de sus baladas; como quien dice: “¡Desgraciado de quien abra
esta puerta!”, que es la paremia o parénesis escrita por rabinos
cabalistas en el frontispicio de las antiguas sinagogas destinadas
a la magia negra. Un mediocre escritor romántico avanza en la
hipótesis:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind261 261 18/5/07 22:45:59


262 Miguel Álvarez de los Ríos

“¡Quien lo creería! Villon celebra misas negras con el mismo


entusiasmo confuso y febril con que roba y atraca y por supues-
to con igual inspiración a la que emplea para bruñir sus versos
en homenaje a Dios, y a su gloriosa Madre le sirve de altar el
cuerpo desnudo de Catalina de Vauselles, musa y amante pre-
dilecta, quien sigue sus tortuosos pasos… ¿Catalina ha descen-
dido a estos abismos alucinantes sólo por amor al mágico poeta
delincuente, o porque ella misma es una bruja que reclama la
voracidad purificadora de la hoguera?”
(Phillippe Bordeaux, Magos y brujos de la edad media. Ed. No-
veaux, París, 1857, p. 47)

vvvvvv

El 26 de octubre de 1440, las campanas de Nantes se echan


a vuelo. Ligas de penitentes se agrupan en el atrio del templo,
recitan jaculatorias. La multitud responde en coro ululante. Gil
de Rais, el último demonio de la Edad Media, el más ominoso, va
a ser ¡quemado vivo! Dos tribunales lo hallaron culpable de plu-
rales delitos: prácticas de magia negra, agresión a una iglesia y a
un religioso, Juan de Ferrón; rebelión contra la autoridad ducal;
¡violación y muerte de más de doscientos niños!
Once años antes, en 1429, Orleans sufre el asedio que decide
la suerte del rey de Bourges. Gil de Rais, con sus mesnadas gue-
rreras, pelea bajo el estandarte flordelisado del Delfín. Al lado de
Juana de Arco, se hace héroe. Carlos VII, el Victorioso, lo exalta
como mariscal de Francia. Rico, inteligente, enamorado de todo
lo grande, es incapaz, sin embargo, de sofrenar sus pasiones. Y
llega a ser el criminal más odiado del siglo XV.
Amo y señor de Tiffanges –plaza fortificada defendida por
quince torres sobre una arista granítica en la confluencia del Se-
vre y el Crume–, entre muros de tres y medio metros de espesor,
Gil de Rais, apodado “Barba Azul” a causa de los destellos de
su florida capilaridad facial, invoca a Satán y a sus demonios, en
busca de la piedra filosofal que transformará los metales viles en
oro. Con sus magos y cómplices –Francisco Lombard, Antonio
de Palermo, Lenano de Ceva y Eustaquio Blanchet– traza un cír-
culo mágico en el piso, y llama a la jerarquía infernal:
–¡Satán! ¡Belial! ¡Belcebú!

Diseño libro Miguel Alvarez.ind262 262 18/5/07 22:45:59


Forma y estilo del periodismo literario 263

¡Nadie responde! Se inmolan gallos, pichones blancos, perdi-


ces, tal cual gato negro; Gil de Rais escribe con su propia sangre
su llamado a Satán. ¡En vano!
El verdadero demonio aparece en 1438. Lo trae Blanchet, de
Florencia, se llama Francisco Prelati.
–Señor, aconseja al mariscal, el diablo reclama la sangre de
niños...
Apenas crece el horror. Desde 1432 han ocurrido escenas atro-
ces en los sótanos de Chantoce y de Machecoul; que continúan
bajo las torres almacenadas de Tiffauges. Gil de Rais está poseído
por el demonio de la pederastia... El rastrillo de la barbacana se
levanta para franquear la entrada de míseros párvulos que sus
padres envían a mendigar al castillo. Nadie volverá a verles. Las
casas cierran sus puertas, los senderos se vacían, al oír el trepi-
dar de las cabalgatas que lanza hacia el rapto el insaciable Gil de
Rais. Un nombre terrible suena en todas partes: “¡Barba Azul!”.
Cada vez son más tenaces los rumores acerca de lo que ocurre
en el interior de la fortaleza.
“Barba Azul” se refugia en Machecoul, para eludir una visita
de inspección del Delfín ( el futuro Luis XII) a sus dominios.
Pero no es sino a comienzos de septiembre de 1440 cuando el
duque Juan V, abrumado por las súplicas llorosas de campesinos
y aldeanos, decide enviar a Machecoul a un capitán bretón, Juan
Abbe, con la orden perentoria de prender al delincuente.

La ejecución es una cita multitudinaria


A tardo paso de mulo hicieron jornada desde París el canóni-
go Guillaume de Villon y su protegido, de nueve años, François.
Allí está el patíbulo, en la plaza, rodeado de empalizadas a
base de estacas con puntas, unidas por gruesas tablas. Enfrente, a
poco más de treinta metros, se levanta la tarima para autoridades
e invitados. El viento de la tarde sopla en dirección opuesta.
Gil de Rais quiere ser el primero en subir a la hoguera para
dar ejemplo a sus compañeros, Poitu y Griart. Por respeto a su
familia y a su nobleza, el duque Juan dispone que se estrangule
al condenado y que su cuerpo se retire antes que sea devorado
por las llamas.
–¡En absoluto! protesta el señor de Tinfauges.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind263 263 18/5/07 22:45:59


264 Miguel Álvarez de los Ríos

Su castigo no admite el “Retentum”, justamente por el origen


de su sangre.
¡Exige que se le incinere!
El duque hace un gesto afirmativo.
Gil de Rais es atado al poste central con una cadena de hierro.
El verdugo hace justicia; incendia la pira por todos lados.
Las llamas crepitan; el populacho lanza maldiciones y escu-
pitajos. “Barba Azul” sonríe sin rencor entre la chamusquina; su
rostro adquiere por un instante la serena expresión de los márti-
res creyentes.
“¡Son front est rayonnant de gloire et d’espérance!”
Silencio súbito y expectante. La muchedumbre prorrumpe:
–¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
Todo el mundo cae de rodillas.
–¡Es un santo de Dios!, gritan las mujeres enloquecidas, y ti-
ran besos al fuego.
¡Sit tibí terra levis!, exclama un cura con alarma.
Tres siluetas se retuercen entre la candela; sus ataduras al rojo
vivo.
Después manos devotas recogen con fervor las cenizas del
“demonio”, como si se tratara de reliquias sagradas.
Maese de Villon observa cuidadosamente a su hijo, en me-
dio del estupor generalizado; procura descubrir algo en los ojos
del pequeño François. El niño permanece inexpresivo y distante.
Pero algo muy íntimo cruje en su corazón.

vvvvvv

París, otoño de 1462, caen las hojas ateridas.


Laciniado y astroso, el poeta hace su última tornadura.
“Dedícase (en esta oportunidad) a la jorguinería, en busca de
cambiar su mal destino”, dice de él, en tono condescendiente,
más de cien años después, el primer consejero de Luis XIII, Pierre
de Loyer. Villon sigue siendo un ser extraño, envuelto en un aura
de perdición que parece suscitar la tragedia; su vida es una es-
trecha ventana en cuya tronera permanece agazapado, como no
podría estarlo en un guantelete de justa. A poco se le acusa de ha-
ber participado en una trifulca callejera en la que hubo heridos.
Su mala conducta saca de paciencia a los jueces ¡Es condenado

Diseño libro Miguel Alvarez.ind264 264 18/5/07 22:45:59


Forma y estilo del periodismo literario 265

a morir en la horca! Pronto “scaura mon col que mon cul poise”
(sabrá mi cuello cuánto pesa mi culo), dice. Y escribe su patética
ballade des pendús. Desde la prisión, sin embargo, pide clemencia
al rey. Luis XI, desde luego, tiene noticias suyas; sabe que ha pon-
derado sus reales virtudes y que le ha deseado tanta vida como
tuvo Matusalén y tanto honor y gloria como los de Salomón. El
monarca lo llama a su presencia. En el gran salón de Palacio, se
mece una enorme jaula de madera y dentro de ella, como un si-
lencioso papagayo, está el cardenal Le Value. Luis XI lo conside-
ra enemigo de la unidad nacional y ha decidido mantenerlo pri-
sionero en tan humillantes condiciones, hasta que “cante”. Villon
se prosterna. No le importa la triste suerte del jerarca, amigo y
benefactor de su padre. Le importa la suya propia.
–Señor– dice con voz trémula después de impetrar el favor
para sí mismo –es sabia justicia tener a este hombre enjaulado, si
se ha atrevido a dudar de vuestra grandeza.
El rey sonríe de buena gana.
Y el Parlamento le conmuta a Villon la pena de muerte por la
de destierro.
“¿Auténtico creyente, verdadero cristiano?”
Vaya... vaya...
Así hablaba Zaratustra: “Si alguien me dice que los poetas
mienten demasiado, yo le respondo: sí, los poetas mienten de-
masiado”. En alguna parte Camus alude a la “falacia del poeta”,
que impide penetrar su alma aun a los genios de la instropección
y del análisis sicológico. Un poeta jamás dirá la verdad –mucho
menos en materia religiosa– asegura el abate Renard en su injus-
ta acusación a Rimbaud. Debido a su espíritu cambiante y con-
tradictorio, Platón no le encuentra cabida a los poetas en su Re-
pública. Mienten los intelectuales y las mujeres de lance, de ahí su
propensión a corromperse, dijo uno que sabía más que los otros.
Villon conoce el agua que lo moja o el fuego que podría abrasar-
lo. Su rezumante misticismo lírico es hábil estratagema para ga-
nar indulgencia de príncipes y prelados. En la Edad Media es tan
arriesgado disentir del cura y del profuso santoral católico, como
atentar contra el rey que encarna, fundamentalmente, la potes-
tad divina; mucho más a partir del año 1229, en que el Concilio
de Toulouse pone en funciones el tribunal del Santo Oficio, cuyo
objetivo primario es castigar la herejía. En Francia las hogueras
se encienden desde el siglo XIII.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind265 265 18/5/07 22:45:59


266 Miguel Álvarez de los Ríos

¡Villon es un satánico!
El poeta ama la vida, aunque la haya vivido trágica y peligro-
samente. O acaso por eso mismo. (Nietzsche, que todo lo sabe,
dirá siglos después: “Vivir peligrosamente, ¡eso es vivir!”)… Es
la convicción de que más vale estar vivo, así sea en las miserables
condiciones del poeta, que “pudrirse en rico sepulcro”…
“La lírica de Villon es una exaltación de la vida temporal, la
invitación al deleite inmediato, al gozo cierto”, admite Andrés
Holguín. ¡Atención a la segunda afirmación diabólica!: “Satán
represents vital existence, instead of spiritual pipe dreams!” (The
Satanic Bible, Edit. Avon Chicago, U.S.A., 1969, p. 25).
En Villon, decía, el terror de la muerte –su visión obsesiva
de la destrucción de la carne es una magnificación de la existen-
cia en la cual se complace, porque ninguna cosa es mejor, ni es
más alta y deleitosa, que amar. Y ¡amar es vivir! De todos modos,
la noción cristiana de la muerte difiere radicalmente de lo que
François Villon expresa en sus baladas. El creyente sabe que la
muerte es un tránsito feliz hacia Dios. Para el poeta, en cambio,
la muerte es una fatalidad inevitable y terrible, porque implica
ante todo la disolución de los elementos vitales. La muerte sigue
siendo la más grande abstinencia; la vida, la más grande satis-
facción. ¡Finge y vive! Lo dice probablemente el código secreto
de Les Coquillard, en un prodigio de síntesis satánico–filosófica
tan valedera hoy como en el crepúsculo medioeval. Fingir muy
poco cuesta. La vida todo lo vale. ¿Qué mucho, entonces, que a
Villon se le exigía la alabanza constante al Dios del cielo y a los
poderosos de la tierra, si en esto le va ganancia sin riesgo alguno
de su parte?
Hoy, finalmente, un hecho histórico; Villon es producto de un
siglo al que apenas rescata de su ignominia al Descubrimiento de
América; siglo de penurias, de guerras, de convulsiones, de ¡bru-
jería! El mismo año de su nacimiento (1431), sube a la hoguera
Juana de Arco y viene al mundo Alejandro VI, es decir, Rodrigo
Borgia, y en la misma década (1439), es coronado por fanáticos
el antipapa Felix V. En Francia mueren por causas apocalípticas
cincuenta mil personas: en Arras y Lille el fuego inquisitorial de-
vora por igual a prostitutas y burgueses, “culpables” e inocentes.
Villon, infante, es alimentado “con nabos y maldiciones” ya en
edad escolar, “sólo sabe de látigos y azotes”. Michelet lo subra-
ya: “¡Así se hace un demonio en la Edad Media!”…
Suspendo mi perorata sinceramente ruborizado.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind266 266 18/5/07 22:45:59


Forma y estilo del periodismo literario 267

Nadie me había pedido que fuera más allá de una simple re-
ferencia, y yo descendí, por mi cuenta y riesgo, hasta el infierno.
Como Rimbaud.
Luis Vidales me mira con semblante afligido; no puedo cal-
cular el esfuerzo que hizo para soportar mis ínfulas de erudición
vituperable. El alcalde Ángel Mejía invita a brindar con vitriolo
francés, ¡para satánicos! Eduardo López Jaramillo sonríe silen-
ciosamente. Sólo el poeta Escobar, por ser quien es, expresa con
desenfado su complacencia.
–¿Qué te parece un gin tonic?, me dice el alcalde.
–Suficiente con el agua tónica.
Vidales me entrega un papel mecanografiado, con tachadu-
ras de su puño y letra; con enmendaduras. Tiene, ahora, un aire
tolerante.
–Esta es mi versión “diabólica” de La gorda Margot, espero
que te guste1.
–¿Quieres jugo de toronja?
–Tanto como comer vidrio, le respondo a Eduardo López.
–¡Qué suerte!, dice, confundido, Vidales.
Villon es el primero de los poetas malditos, el más consecuen-
te y radical de todos. Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, murieron
arrepentidos. Villon desapareció de París, con el diablo adentro,
una mañana de enero; jamás se supo de él, aunque Rabelais lo
“descubre” años después (¿en 1584, oficiando la misa negra?) en
una aldea meridional, concluyo, como si no fuera suficiente.
–Bueno, prendía una vela a Dios y otra al diablo, dice, conci-
liador, Juan Guillermo Ángel.
–Como Cocteau, murmura Eduardo López.
–Estaba más cerca del diablo, dice con énfasis Escobar Gutié-
rrez.
El viento es cálido y húmedo, tarde en la noche. Empuja y dis-
persa unas nubes espectrales. Dios es inaccesible e incognoscible,
pienso. Por eso, el demonio está más cerca del corazón del artista
que su propia vena yugular. Es lo cósmico y humano: la rosa y
la piedra, el viento, la nube, el fuego, el agua, la mirada de una
mujer; los ojos de maleza quemada de Catalina Blake, desnuda,
bajo la luz en ascuas de diciembre...

vvvvvv

Diseño libro Miguel Alvarez.ind267 267 18/5/07 22:46:00


268 Miguel Álvarez de los Ríos

1. Balada de la gorda Margot

En desagravio al poeta, víctima de


tanto traduttore traditore.

A Margot, la muy gorda prostituta


de buen grado le sirvo por la paga.
Al cliente dóile queso, pan y fruta.
Por ella ciño amor, escudo y daga.

Con cliente bueno, viento en popa vamos.


Y van el agua, el pan, la fruta, el queso.
Volved, le digo, cuando estéis en celo.
En el burdel por esto trabajamos.

Mas si Margot en soledad se acuesta


su traje y su camisa bota al diablo.
A la nariz me lanza lo que encuentra,
que en el burdel por esto trabajamos.

“¡Anticristo!”, me grita furibunda


mientras yo calladito me desvisto.
Y jura y patalea la iracunda.
y otra vez me moteja de Anticristo.

Al fin viene la paz. Suelta un gran pedo.


mis muslos acaricia con su mano:
“go-go”, dice, y dormimos como zuecos.
En el burdel por esto trabajamos.

Al despertar, el erotismo manda.


Su mole monta en mí, y así nos vamos,
yo debajo más liso que una tabla.
Que en el burdel por esto trabajamos.

François Villon
Traducción de Luis Vidales
Pereira, 28 de diciembre de 1983

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 29 de enero de 1984

Diseño libro Miguel Alvarez.ind268 268 18/5/07 22:46:00


Forma y estilo del periodismo literario 269

La brujería de Gómez Valderrama

La de Gómez Valderrama es una obra distinguida


y digna, cuya interpretación podría intentarse
a partir de las sucesivas categorías de un
ritual de salvación.

No es fácil que Pedro Gómez Valderrama acceda a hablar de


brujería y otras “muestras del diablo” y en general de todo su
trabajo literario realizado con tenaz dedicación a lo largo de cua-
renta años, o más. El escritor rehúye la curiosidad en torno a su
redonda persona, acaso porque muchos lo suponen dedicado a
prácticas absurdas de jorguinería, y piensa que su obra, ya vas-
ta y enjundiosa –fragmentos de su memoria y de sus sueños–,
debe responder por sí misma en términos de calidad y peso es-
pecífico de belleza. ¡Ahí están mis libros! ¡Lo demás soy yo, y
no importa!, parece prevenir con una decisión inquebrantable.
Como el Conde de Keyserling, quien demandaba ser tenido en
cuenta por su filosofía y no por sus títulos de rielante nobleza.
O, al modo de Matthew Pipps Shiel, aquel extraño novelista del
ocaso victoriano, de bruñido estilo, cuyos diabólicos relatos –en
muchos de los cuales regresa de la tumba un muerto vindicativo
que trastorna el sentido de la vida ordinaria, y hay estrépito de
olas y aguas infernales– le abrieron el camino hacia una fama in-
deseada y comprometedora. “Yo no soy sino mis cuentos”, decía.
“Estoy todo en ellos”. (Y era bien poco dicho sea de paso, por dos
razones: primera, porque el muerto, desterrado de la literatura
y de la superstición popular por el racionalismo de siglo XVIII,
y vuelto a incorporar a la novela por el romanticismo, empeza-
ba a pudrirse definitivamente al culminar el siglo XIX, a tiempo
que brotaban los primeros gérmenes malsanos de un nuevo tipo
de terror indescifrable, el cósmico. Y segunda, porque al fin de
cuentas cualquier relato con personaje cataléptico o cadáver es-
capado de su ataúd, fue siempre sospechoso de pertenecer a la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind269 269 18/5/07 22:46:00


270 Miguel Álvarez de los Ríos

pavorosa estirpe de Poe, cuyos biógrafos rechazan por sistema


a los parientes pobres del poeta, bien entendido los literarios).
Visto al fondo de sus ojos –quise decir antes de extraviarme en
los meandros de la digresión impertinente– Gómez Valderrama
es un alma sin repliegues que ha acumulado por sedimentación
una segunda naturaleza de introspección y escepticismo; en lo
externo es sujeto de aspecto bondadoso, de voz suave y discreta,
de sonrisa espontánea.
En el número 69-31 de la Avenida Caracas de Bogotá habita
desde hace años este Maese Pedro, jurista y literato. Los necios
se desengañarían al comprobar que sobre el viejo inmueble, de
tejado en declive –más próximo a la modesta arquitectura “fin de
siglo” que al clásico estilo georgiano o “colonial”– no pesa nin-
guna maldición ancestral, ningún pretérito de disimulado horror
que pudiera apagar el vivo fuego de racionalidad que mantiene
el espíritu de la casa en permanente combustión. La biblioteca
principal (porque hay otra, sin duda) alberga además de libros
cuidadosamente surtidos en las estanterías, algo así como dos
veintenas de pequeños grabados de inspiración francesa, colo-
cados en caprichoso orden. Cuando, a poco de acudir a nuestra
cita Pedro Alejo Gómez nos anuncie que su padre no tardará en
recibirnos, con Héctor Escobar Gutiérrez, el poeta satánico, esta-
remos presenciando –al fondo de uno de estos cuadros evanes-
centes– el desigual combate de San Antonio con los demonios
de la tentación: sorda lucha del espíritu ascético, potencialmente
puro, con la profusa materialización del mal. El santo se defien-
de con un sigiloso crucifijo; delgados ángeles de luz pugnan por
ayudarle.
¿Cómo y cuándo inició Pedro Gómez Valderrama su carrera
literaria?
El maestro aparece de improviso; se acomoda con dificultad
(el asiento apenas le vale): porte monumental, manos elocuentes,
gafas de gruesa montura; iluminado el rostro de nariz inequívo-
ca por la luz de una cultura amplia, asimilada, vuelta carne de
espíritu.
–Empecé como todo el mundo, por la poesía, después de leer
a Verne, Salgari y Dumas –dice con cautela, como buscando a
tientas en su memoria la causa inconsciente de un delirio remo-
to–. Y publiqué un cuaderno de versos de cuyo nombre no quie-
ro acordarme...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind270 270 18/5/07 22:46:00


Forma y estilo del periodismo literario 271

Sus manos sostienen un peso ilusorio.


–Ese cuaderno se llamaba Norma para lo efímero– le recuerdo.
Mi hallazgo lo sorprende; sonríe. El peso cae de sus manos.

Generación del Caos


Gómez fue “cuadernícola”; con Gaitán Durán, Álvaro Mutis,
Cote Lamus, Rogelio Echavarría, Payán Archer, Fernando Arbe-
láez, ¿Belisario Betancur? –por designar apenas el estado mayor
de una avanzada línea que irrumpe en Colombia hace cuarenta
años, justo en la antesala de una gran tragedia nacional–; poetas
desiguales, intuitivos, estremecidos, a los que vincula exclusiva-
mente la concepción dialéctico-energética del amor y la muerte.
Pues, hubo en dicho grupo toda clase de poetas: desde los de
metro y rima –cultores a ultranza de la estrofa tradicional– be-
neficiarios de la vieja estructura rítmica, hasta obstinados geó-
metras de cierta línea rapsódica simbolista-modernista, que for-
zaron a suponer un eventual retorno del ultraísmo europeo, y
finalmente, poetas de escritura criptográfica, ansiosos de celebri-
dad pero perdidos en un laberinto de símbolos, de asociaciones
inconexas y disociaciones oníricas. Generación del Caos se la de-
nominó, no tanto por sus presuntas o reales deficiencias líricas,
cuanto por la circunstancia de haber sido testigo de un ofensivo
fenómeno de barbarie, sin antecedentes en la historia colombia-
na. Estos poetas, sin embargo, podrían reclamar el mérito de ha-
ber enseñado a sus compatriotas a enfrentar la nueva desolación
–desolación catastrófica producida por la desestabilización de
los valores éticos y políticos en una sociedad acosada; desolación
ignominiosa de la violencia y la muerte–, con la exultante fuerza
expansiva del amor físico que lleva en sí misma la animación
de la vida; porque rehabilitaron, por medio del canto, el sentido
último profundo de lo erótico y le dieron al mismo erotismo el
acento trágico y místico que lo aproxima a la muerte. Amo, luego
existo, puede haber sido la divisa anticartesiana de aquel difuso
grupo que cantaba al sexo deleitoso, entre el caos institucional y
la desesperación generalizada como una peste y para el cual la
exaltación del erotismo fue una forma de catarsis colectiva, no
sólo el término mágico del sujeto en el instante en que trasciende
su propia individualidad y se identifica con el universo.
Gómez Valderrama escucha todo esto sin un entusiasmo con-
creto y reparador. Es evidente que jamás aceptó para él y sus más

Diseño libro Miguel Alvarez.ind271 271 18/5/07 22:46:00


272 Miguel Álvarez de los Ríos

selectos compañeros de viaje el apelativo de “cuadernícolas” y


que prefiere, en cambio, el de militantes del grupo de la revista
Mito en el que alternaron –además de sus fundadores Jorge Gai-
tán Durán y Hernando Valencia Goelkel– García Márquez, Cote
Lamus, Jorge Eliécer Ruiz, Fernando Arbeláez, Álvaro Mutis y
Rafael Gutiérrez Girardot, entre otros, inclusive León de Greiff,
un genio intemporal e inclasificable, viejo vikingo, sobreviviente
de dos generaciones hundidas en el piélago del tiempo. El tér-
mino “cuadernícola”, con el cual resolvió Hernando Téllez un
problema de análisis literario que exigía mayor profundidad,
desapareció al promediar el año de 1955, absorbido por el cre-
ciente prestigio de Mito. Pero, si bien es cierto que en Mito no
estuvieron todos los que eran (pues simultáneamente comenzó a
adquirir prestancia intelectual y política un distinguido grupo de
analistas e historiógrafos: Liévano Aguirre, Jaime Posada, Jaime
Jaramillo Uribe, Otto Morales Benítez, Danilo Cruz Vélez, Carlos
Restrepo Piedrahíta, en fin), también lo es que en el “cuaderni-
colismo” no eran todos los que estaban; por lo cual la arbitraria
generalización de Téllez hizo que poetas en absoluto “cuaderní-
colas”, como Andrés Holguín, Jaime Ibáñez y Fernando Charry
Lara, en realidad pospiedracielistas vinculados a la revista Cán-
tico y cuyo mensaje lírico fue definido por ellos como el intento
de conciliar la vigilia y el sueño, la conciencia y el delirio, resul-
taran involucrados en la trama de lo que pudo ser la más sagaz
exégesis de la crisis poética del medio siglo, y devino a la postre
en malévolo inventario de la vanguardia lírica de entonces –su
instrumentación, su utilería verbal, su heteróclita composición
humana–, con el consiguiente toque de sarcasmo característico
de Téllez sobre la presentación tipográfica y formal de sus tra-
bajos, de donde procede, por si alguien lo ignora, el calificativo
insubstancial de “cuadernícolas”.
“Mito tuvo importancia como publicación y como grupo –dice
Gómez Valderrama con una sonrisa absolutoria– porque suscitó
notables cambios en la mentalidad conformista de su época. Sal-
vo los periódicos tradicionales, Mito fue probablemente el único
medio de expresión más o menos libre que logró funcionar en
aquella etapa turbulenta de la vida nacional. Las colaboraciones
eran solicitadas, principalmente las extranjeras. Escritores lati-
noamericanos y españoles expresaron allí sus opiniones, a veces
opuestas entre sí; difundieron su mensaje humano o estético, le

Diseño libro Miguel Alvarez.ind272 272 18/5/07 22:46:00


Forma y estilo del periodismo literario 273

dieron vida y prestigio a la revista en cuyas páginas además apa-


reció lo mejor de la literatura y el pensamiento de esa Colombia
desgarrada y amarga a que usted se refiere. Ahora como grupo,
Mito dio origen a una conciencia crítica entendida en función
de trabajo intelectual serio, riguroso, insobornable. Es difícil que
un experimento semejante pueda repetirse en los días actuales,
sobre todo, como fue en nuestro caso, con las ventajas derivadas
de una influencia recíproca entre compañeros de generación”.
»Sin embargo, no hay que exagerar. Alguien dijo que Mito nos
enseñó a escribir. Y aún más, a pensar. Es inexacto, por lo menos
en lo que a mí respecta. Nací y me formé en un ambiente inte-
lectual. Mi padre fue periodista, hombre de graves disciplinas y
sólidas convicciones. Varios parientes lo son, con inteligencia y
dignidad. Yo también, desde joven. A algunos les consta que sigo
perseverando en el oficio, en Nueva Frontera y El Espectador. En
una época de expectante transición política, dirigimos con Mario
Laserna un diario vespertino bipartidista, El Mercurio. Y muchos
años antes, cuando andaba por la mitad incierta de mi bachi-
llerato, gané un premio literario por alguna ingenua traducción
que hice de Proudhon; actuó como jurado único de aquel con-
curso memorable, don Antonio Gómez Restrepo. Muy temprano
encontré, entonces, que parte fundamental de mi vida sería la
escritura en general y la literatura en particular. Usted que es
escritor, debe entenderme: nadie está en capacidad de enseñar a
escribir a nadie”.

Escritor histórico
La obra literaria de Gómez Valderrama revela –como se pre-
dica de la de cierto clásico francés contemporáneo– un noble
sentimiento en busca de unos nobles actos; un sentimiento vi-
vaz, constante, activo, consubstancial con su propia razón de ser.
Difícilmente se hallaría como definitorio en esta obra esplendo-
rosa el ingrediente del mal. Y, a diferencia de García Márquez,
cuyas ficciones más simbólicas suponen por lo menos actos au-
tónomos de su imaginación, las ficciones de Gómez Valderrama
–en el ensayo y en la narrativa, en sus recreaciones de la his-
toria– son reveladoras de una eficaz inquietud intelectual que
pugna por afirmar la existencia de un hombre y su destino de
artista. Puntualicemos los supuestos de este juicio trivial: a) En
Gómez Valderrama se descubre, como se descubre en Valencia

Diseño libro Miguel Alvarez.ind273 273 18/5/07 22:46:00


274 Miguel Álvarez de los Ríos

Goelkel –el analista más complejo y denso de Mito– la presencia


de una pasión auténtica, esclarecedora e históricamente perti-
nente; b) En García Márquez, según el crítico Jaime Mejía Duque,
ha hecho crisis la desmesura; c) La de Gómez Valderrama es una
obra distinguida y digna, cuya interpretación podría intentarse
a partir de las sucesivas categorías de un ritual de salvación y, d)
En términos marxistas, Gómez Valderrama es un escritor menos
ideológico que García Márquez y, por tanto, sus motivaciones
resultan dilacerantes y conmovedoras. Gómez desea comprobar
que no es heroico ni mítico sino simplemente, que es abrumado
por el trágico sentido de la irrealidad del mundo; el escritor in-
siste en un respeto absoluto a la complejidad de las sensaciones y
sentimientos humanos. Por eso es un escritor histórico. Y liberal.
Tratemos de reconocerlo en la siguiente parrafada, previa ad-
vertencia de que los desaciertos de forma corresponden al estilo
desusado y frenético del reportero, jamás a la excelente prosa de
Gómez Valderrama:

En Europa cambió la perspectiva de mi literatura. Opté


por la narrativa –novela y cuento– aunque insisto con
regularidad en el ensayo, como una disciplina de escla-
recimiento. Todos mis relatos están vinculados de alguna
manera con la historia. En este orden de ideas pienso que
es difícil separar la historia de la novela, la ficción de la
realidad. Cuando tropiezo con un tema histórico del cual
surge un enigma aparentemente inescrutable, procuro re-
solverlo sin desnaturalizar su sentido último fundamen-
tal. La poesía sigue adherida a mi ser como una segunda
naturaleza; en mi libro Los ojos del burgués, compendio de
crónicas escritas con ocasión de mi embajada en Moscú,
hay un poema que yo le atribuyo a un estudiante colom-
biano. En realidad es mío: lo pensé, antes de darle for-
ma, al pie del monumento a Mayakovski, metido entre
el bloque de hielo translúcido de una mañana de otoño
(graznidos de pájaros salvajes, triángulos grises sobre un
cielo de viento congelado en ráfagas azules, ocres, ber-
mejas); lo pensé en el momento en que una de aquellas
esbeltas aves migratorias caía abatida por una muerte
súbita lejos, tras una renegrida cúpula, frente al desnudo
horizonte…

Diseño libro Miguel Alvarez.ind274 274 18/5/07 22:46:01


Forma y estilo del periodismo literario 275

Me gusta Kavafis (ese “caballero griego, con sombrero de


paja, que permanece inmóvil, en actitud oblicua con re-
lación al resto del universo”). ¡Kavafis! Lo encontré en el
Cuarteto de Alejandría, y le seguí los pasos por calles irrea-
les y nostálgicas. Kavafis es el poeta de la ciudad que, a
base de reminiscencias, con partículas del cuerpo y del
alma, reconstruye un paisaje difuminado y vacuo en que
parece flotar él mismo, con sus devaneos y excentricida-
des, en un petrificado paroxismo de deseo sin lumbre, y
cuyas tabernas, puertas y ventanas descaecidas, exhalan
un lento vaho de escepticismo lírico…
Escribir, para mí, es una urgencia; como respirar. ¿Dice
usted que cómo concilio mi oficio de abogado con mi vo-
cación de escritor? ¡Vamos! El Derecho posee un aspecto
crítico y analítico que sirve de freno a la imaginación. La
dualidad me ha sido propicia. Me siento satisfecho de ha-
ber estudiado para ser abogado y de trabajar como abo-
gado. Más a menudo de lo que se piensa, el Derecho hace
causa común con la literatura; digamos que se justifican
y complementan. Las grandes novelas así lo confirman.
El jurista y sociólogo Henry Levy-Bruhl, encuentra una
especial armonía entre los hechos jurídicos y los hechos li-
terarios…
Es verdad. Soy un escritor histórico, en los términos en
que usted lo supone, pero no un jurista de la escuela his-
tórica. Prefiero a Montesquieu, para quien el Derecho es
la razón humana en cuanto gobierna a todos los pueblos
de la Tierra; por cuya razón las leyes políticas y civiles
de cada nación no deben ser sino casos particulares de
aplicación de esta razón humana. Y no a Savigny, teórico
de una pluralidad de derechos particulares que se repe-
len entre sí, tanto más perfectos cuanto más estrictamente
nacionales y de un Derecho que parece encontrar su di-
namismo en lo puramente instintivo… No sé si en otros
lugares ocurra lo propio, pero en Colombia ha existido
una prevención sin fundamento contra el escritor-aboga-
do. Recuerdo, a propósito que, cuando asumí funciones
de Consejero de Estado, los demás magistrados temían
que en mis ponencias la lógica jurídica sucumbiera a los
dudosos intereses literarios. Nada de esto ocurrió. Todos
mis proyectos fueron siempre descarnados, sobrios, cere-
brales, ceñidos a Derecho…

Diseño libro Miguel Alvarez.ind275 275 18/5/07 22:46:01


276 Miguel Álvarez de los Ríos

–La literatura es eterna; el Derecho dejará de existir, pues es


una institución temporaria –le digo buscando su sensibilidad li-
beral.
–¡Marx! –exclama, bebiendo lentamente, mirándome por en-
cima de su taza de café.
–¡Hegel! –le corrijo con calculada terquedad.
–¡Marx! –insiste con una convicción inalterable. Hegel lo ins-
pira (¿a quién no inspira Hegel?), pero es Marx quien no concibe
el Derecho sin el Estado. Ambos, a su juicio, son instrumentos de
dominación –invenciones de una sociedad jerarquizada y dividi-
da en clases–; y deben ser destruidos.
No me desanimo.
–En 1800 –le digo– Hegel abomina del Estado. Su ideal he-
lénico –que establecía la unidad inmediata de lo universal y de
lo singular– se desvanece después del Terror, porque la codicia
económica subordina al Estado y éste se corrompe bajo la pre-
sión de los negociantes del Directorio. Pero, el filósofo tiene una
conciencia muy profunda de la realidad histórica y se abstiene,
en consecuencia, de proponer “las evasiones y rebeldías abstrac-
tas del romanticismo”. Desconfía del orden burgués instaurado
por la Revolución Francesa, y de Napoleón y empieza a odiar el
Estado por su manifiesta incapacidad para establecer una nueva
armonía entre el hombre y el mundo. Entonces predice la degra-
dación del Estado y finalmente su desaparición, aunque decide
reconciliarse con el mundo real, y, como él mismo lo dice, “aullar
con los lobos”.
Gómez vuelve a mirarme con ojos indulgentes. ¿Será que mi
pereiranismo lo conmueve?

Tradición mágica
Ha publicado diez o doce libros. El penúltimo –Los infiernos
del jerarca Brown– subraya la línea histórico-mágica que caracte-
riza y define a los anteriores, y posiblemente al último –La nave
de los locos– que apareció hace dos semanas en España. Brown,
un negro trotamundos, le cuenta su vida, su larga vida de hom-
bre fugitivo de su propia piel; desde que, niño aún, se embarca
subrepticiamente en un pesquero que leva anclas desde el lago
Michigan, hasta que el mar lo arroja como resto de naufragio a
playas colombianas. A Brown se le encuentra en El Havre, en

Diseño libro Miguel Alvarez.ind276 276 18/5/07 22:46:01


Forma y estilo del periodismo literario 277

el parís de la Belle époque, en Londres, en Liverpool, en plurales


lugares de suntuoso prestigio, y también en las selvas inexpug-
nables del Putumayo y el Amazonas, junto a hombres feroces
que despedazan indios inocentes a golpes de machete; y nadie,
mucho menos Mother Brown –que es apenas una tierna nostal-
gia desdibujada entre la niebla densa de Chicago– logra saber
qué es lo que quiere el negro. Pero, hay también en dicho libro
una excelente versión de “Near Perigord”, poema fundamental
en la obra alucinante de Ezra Pound, en cuyos tres segmentos
perfectamente diferenciados, el traductor recurre a su propia
magia para acercarse al hechizo lírico del enorme poeta norte-
americano. Me asalta entonces la duda de que, tras su apacible
aspecto de burgués satisfecho, Gómez Valderrama sea un autén-
tico brujo. Un witch, para decirlo en el sonoro inglés que maneja
el escritor. (El término procede del sajón wica o wise, que quiere
decir sabio, al igual que sus equivalentes en sánscrito y griego
antiguo, veda y oida). Es un brujo –pienso– porque ha podido
descifrar, descendiendo hasta sus tinieblas, las claves del in-
consciente, asiento cósmico de lo mágico. (Es aquí, en este fondo
donde habita el Yo antiguo y desde el cual brotan como floracio-
nes lunares los difusos sentimientos registrados en el plano de
la conciencia en las categorías de tiempo y espacio; es aquí, en
la parte mas plástica de nuestra vida síquica, donde el verdade-
ro artista suele encontrar los elementos para construir una obra
perdurable: Freud establece que en el inconsciente afloran los
instintos, los deseos recónditos, las tempestades crepusculares
que de repente subvierten nuestro destino, lo que él denomina
una voluntad primordial que se precipita contra nosotros…Toda
esta carga subterránea, súbitamente incorporada a la estructura
superficial de los sentidos –y sublimada por una mentalidad es-
tética– puede dar origen a la obra de arte).
Y bien. Gómez Valderrama, venía diciendo, es un mago, por-
que posee la capacidad racional e inconsciente para darle vida,
pasión y justa muerte a sus personajes, y establecer situaciones
en las que la palabra adquiere por sí misma el brillo ineludible
de la magia…
–La magia… La magia… El tema me sigue interesando –dice
Gómez Valderrama– con sorpresivo entusiasmo. Y luego, con
acento grave:

Diseño libro Miguel Alvarez.ind277 277 18/5/07 22:46:01


278 Miguel Álvarez de los Ríos

–Más que en mi estilo literario lo mágico ha influido en la


concepción de mi narrativa. Y en su técnica. Soy un escritor “his-
tórico” –usted lo ha dicho de mejor forma–, y la historia de Amé-
rica es en gran parte magia. En el Brasil no existe una frontera
definida entre lo mágico y lo real; lo mismo acontece en México,
en Centroamérica, en el Perú. En Colombia, la línea divisoria es
poco menos que irreconocible. Los Indios, por ejemplo: es im-
posible identificarlos cultural, antropológicamente, si no se les
asocia a sus mitos, a su magia, a su “brujería”. De ahí que los
cronistas de Indias mezclen a menudo la realidad con la fantasía,
lo positivo con lo inverosímil; como si el espectáculo de la albo-
rotada naturaleza les hubiera hecho perder no sólo el sentido de
las proporciones sino la percepción concreta y monumental del
universo…
–¿Y la literatura…?
Corta mi pregunta, la adivina, responde:
–El problema de la literatura latinoamericana es el de que
ha debido asimilar en 500 años treinta siglos de civilización. Ha
marchado, por consiguiente –esa literatura–, a saltos. Los saltos
dejan vacíos. Y los vacíos hay que rellenarlos con mitos.

Y la brujería
¿De dónde nace el interés de Pedro Gómez Valderrama por
la brujería?
Sin duda, del hecho mismo consagrado por la historia ameri-
cana; pero, de modo particular –según confesión propia– de su
estadía en Europa.
En Inglaterra, al promediar el siglo, abunda la brujería (magia
y brujería son, en teoría literaria, términos afines y aun sinóni-
mos, aunque difieran sustancialmente a la luz de la historia y
la semántica. Magos, brujas, hechiceros, demonios, aquelarres,
pactos con el diablo, misas negras, resurgen de improviso de sus
cenizas en el convaleciente Reino Unido y confirman el aserto de
que la brujería en sí misma, y en sus resultados, no es más que
un aspecto de las crisis sociales. (Hay, efectivamente, una extraña
correlación entre ciertos hechos políticos –guerras civiles o inva-
siones enemigas– y ciertas perturbaciones económicas –pestes,
epizzotias, hambres–, con los fenómenos de brujería, por lo me-
nos entre la Edad Media y finales del siglo XVII). Sin embargo, la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind278 278 18/5/07 22:46:01


Forma y estilo del periodismo literario 279

brujería, propiamente dicha, registra plurales connotaciones en


los tiempos modernos.
–Para Margaret Murray, la brujería es una simple supervi-
vencia de lo que ella denomina culto diánico –observa Gómez
Valderrama–.
–En cambio, para Joan Wescott se trata de una religión alta-
mente ritualista, a veces profunda y rica, a veces trivial y vacía,
como todas las religiones –murmuro sin mayor seguridad–.
Y para muchos otros estudiosos –dice el poeta Escobar Gutié-
rrez– la brujería sigue siendo un culto híbrido de origen panteís-
ta y precristiano –una constante imploración a las supervivencias
de los dioses paganos– cuyo ritual arranca del reconocimiento de
la sexualidad como principal dinamismo cósmico. Es ya muy no-
table que existan más brujas que brujos. Michelet lo dijo: “Para
un brujo, diez mil brujas”.
Pero, ¿cree en brujas y brujerías el escritor colombiano que
más conoce el sugestivo tema?
–Empecemos por el principio –responde el escritor–. Mucha
parte de la brujería no es más que metafísica, fenómenos mal ex-
plicados, debidos al magnetismo, al hipnotismo y a otras fuerzas
desconocidas del subconsciente. Una frase de Jules Boi pretende
resumirlo todo: “La magia es el hipnotismo ritualizado”. Más
claro: hay en la brujería, entendida en términos de magia, una
serie de asociaciones posibles, opuestas a lo que suele apreciarse
como normal: fenómenos perfectamente comprobables, como la
“transmisión del pensamiento”; facultades excepcionales, como
las de los “videntes”, quienes captan el aura de las personas y
pueden, en determinado momento, decir cosas que desconcier-
tan y asustan; y hay, también, sujetos dotados de “poderes” pa-
rapsicológicos aptos para “ver” hacia delante y hacia atrás en
el tiempo. Pero, repito, pienso que todo esto corresponde, más
que a la franja inescrutable del misterio, a las posibilidades in-
finitas de la mente, en gran medida inexplorada, más aun si se
aprecia –como lo aseveran algunos biólogos, entre ellos André
Bouthoul– que “las mutaciones espontáneas” visiblemente ter-
minadas en las especies animales, continúan produciéndose en
el encéfalo humano y ampliando, por consiguiente, el potencial
del cerebro…
La brujería hipnótica tiene origen egipcio. Así se infiere de
las pinturas murales que reproducen gestos de oblación, de im-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind279 279 18/5/07 22:46:01


280 Miguel Álvarez de los Ríos

ploración, de consagración –brazos extendidos, manos abiertas


sobre cabeza y nuca–, gestos típicos de magnetizadores. Se atri-
buye también a los egipcios las prácticas corolarias del embru-
jamiento, o sea, el arte nefasto de trasmitirle a un individuo los
maltratos y lesiones que se han infligido a un monigote. Y se le
atribuye –junto a sumerios y caldeos y babilonios– la paternidad
de la brujería o magia astrológica de carácter adivinatorio. Acla-
remos de paso que la información relativa a los misterios de la
“iniciación” egipcia data de la época en la cual las tradiciones
indias, caldeas, judías y neoplatónicas, fermentaban en la Ale-
jandría grecorromana de los Ptolomeos. En cambio la brujería
vinculada a la bruja es un producto típico de la Edad Media, en
que se mezclan y se yuxtaponen la represión, la miseria sexual,
la superstición generalizada y la figura astada y anárquica de
Satán, como fuerza liberadora de los instintos y de las injusticias
sociales. Las “damas errantes” vuelan en sus escobas desde el
siglo XIII; cruzan el cielo del Renacimiento y, en su gran mayo-
ría, son conducidas a la hoguera luego de hacer confesión de sus
periódicos contactos con el diablo, no importa que la confesión
de la bruja y la descripción de las cosas referidas por ella, sea
producto de su histeria o de su visión onírica, y la transposición
del aspecto social y sexual en modo demoníaco. Todo el mun-
do sabe, después de los trabajos de Freud, que los sueños están
cargados de sexualidad. Y el aquelarre, delirio onírico, es evi-
dentemente la transposición de los deseos carnales más o menos
reprimidos en estado de vigilia.

vvvvvv

El libro “iniciático” Muestras del diablo, lo escribió en Lon-


dres.
“Ese libro fue el resultado de ampliar un breve ensayo, que
había escrito para Mito”, dice.
Se trata de una obra de gran valor documental, por sus refe-
rencias a las prácticas y desarrollos de la brujería europea y por
sus aportes históricos respecto a la presencia y la acción de la
brujería en Cartagena.
Gómez cursaba por entonces (1954) estudios de especializa-
ción en la London Economic School, un plantel menos ilustre que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind280 280 18/5/07 22:46:01


Forma y estilo del periodismo literario 281

el oxoniense de donde egresaron, rebeldes y escépticos, Roger


Bacon en el siglo XII y Thomas Moro en el XV, pero de un sólido
prestigio intelectual aureolado por dos sombras formidables: la
de Keynes, de un lado, y la de Bertrand Russell, del otro.
En Londres escribió también su primer libro de cuentos, El
retablo de maese Pedro.
Vinieron luego: La procesión de los ardientes, Invenciones y
Artificios. Más arriba del reino, y la historia novelada La otra raya
del tigre. Todos estos libros rezuman la nostalgia perseverante
de un mundo mágico que se resiste a desaparecer, porque es un
sentimiento dominante en la conciencia creadora del escritor.
No desaparece, en efecto, y antes bien se ilumina y expande por
virtud de la brujería literaria de Gómez Valderrama, buceador
en las profundidades del alma humana, portador de luz a las
honduras más inquietantes del ser.
“Tenía yo 3 ó 4 años, y había en casa una sirvienta que me
asustaba mostrándome los carbones encendidos del fogón. Me
decía: ¡Así es el infierno! Este recuerdo y el de una película muda
cuyo protagonista se recortaba contra una ventana, por la cual
pasaban sombras de diablos, son las más antiguas referencias
que yo tengo acerca de lo demoníaco”.
El alma infantil intuía probablemente los horrores abismales
de que sería testigo el escritor como habitante del siglo XX; la Se-
gunda Guerra Mundial, la desintegración del átomo, el hombre
mismo vuelto a su condición de criatura acosada por el miedo, el
hambre, la desesperación y la muerte.
Gómez Valderrama se frota las manos, y mira por la vidrie-
ra, sin interés, el aire blanco del invierno, la tarde engolfada en
una sustancia de estupor; un largo crepúsculo envolviendo len-
tamente los cerros.
“Escúcheme esto –dice con sigilo–. Mi hija que pasaba vaca-
ciones en la Costa Azul, quiso fotografiar a una simpática familia
africana, a gusto y con permiso de sus miembros. Hizo funcionar
su cámara dos veces en previsión de fallas, y sin que el grupo
cambiara de posición o fuera engrosado por otras personas. Sa-
lieron dos fotografías absolutamente nítidas y muy semejantes,
sólo que en la segunda era visible la cara pintada de un brujo; de
un brujo que no estaba allí, que no posó, que no hacía parte de la
familia y de quien nadie supo dar noticias ni antes ni después”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind281 281 18/5/07 22:46:02


282 Miguel Álvarez de los Ríos

Con todo y esto, Pedro Gómez Valderrama es un escritor rea-


lista, cuyas vivencias las expresa como arte y no como doctrina,
en símbolos estéticos perfectamente integrados en el contexto de
un trabajo honorable, que es la recreación alegórica del gran dra-
ma de la vida y de la muerte.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 4 de noviembre de 1984

Diseño libro Miguel Alvarez.ind282 282 18/5/07 22:46:02


Forma y estilo del periodismo literario 283

Entrevista con Jorge Rojas,


el enorme poeta del amor y de la soledad

“Magno poeta, superior a toda crítica”, dijo de Rojas Juan Lo-


zano y Lozano.
Hace sólo cuatro inviernos, con apenas el pretexto de su in-
decible belleza, Catalina Blake vino a esta noble casa. Rojas y
yo lo sabemos, pero Rojas cree que yo no lo sé y piensa que la
música que aún inunda de nostalgia los grandes aposentos, la
sigilosa biblioteca, el florecido corredor, los árboles de azuladas
hojas suspirantes, es una magia de las cítaras del viento y no la ti-
bia efusión de un alma de mujer que deseaba encontrarse con su
propia ternura, entre versos suntuosos, y aquí dejó su melodiosa
huella. Sería indigno imaginarlo de otra forma: debió llegar con
las primeras lluvias de junio, en su carroza reluciente, en el cre-
púsculo. El poeta la vio apearse sin desmedro de la minuciosa
armonía, recogiendo el largo traje de blonda de un rosa pálido, y
avanzar hacia él, con paso inmaterial, Catalina, la diáfana, como
en un sueño: Plena mujer. La siesta diluía / en sus huesos de flauta
melodiosa,/ frutos y miel. La arteria rumorosa / bajo la piel sus cálices
corría. Entonces, descorrió el cerrojo de su armella de acero: la
puerta quedó abierta, como una boca asombrada. La vio cruzar
el jardín de alelíes y caléndulas, bajo sauces llorones, y luego las
otras puertas, francas a su designio, y entrar en el gran salón or-
nado de marfil y sentarse frente a la espineta, entre lilas y lirios,
junto a la ventana, en la tarde fulgurante de las primeras llu-
vias de junio. La oímos (yo distante, junto a otra ventana abierta;
húmeda, desesperada, la tarde); la oímos tocar una sonata, en
ofrenda al enorme poeta, que le prendió del cabello una rosa en-
carnada. (¿Será de aquella tarde o de su boca húmeda / el aroma que el
viento acerca en su rumor?), me pregunto con Rojas, ahora, cuando
quiero reconstruir el ámbito del clausurado edén, en mi euforia
de abandono. Tiendo la mano hacia el olvido; toco su aroma, sus

Diseño libro Miguel Alvarez.ind283 283 18/5/07 22:46:02


284 Miguel Álvarez de los Ríos

labios: me humedece los dedos su saliva de menta; gimo en su


pelo tibio...
Sólo un color de lirios y una dura tibieza
se hacen de repente carne del corazón.

Estamos bajo los árboles, el aire embalsamado de fragancias


botánicas; caen las hojas secas. Contra uno de estos árboles trope-
zó en mala hora, el maestro Pedro Nel Gómez, y cayó hacia atrás,
ensangrentada la procera cabeza. Rojas hace memoria mientras
se sacude las hojas con un movimiento aleteante de la mano,
como rasgando una guitarra. Ecuánime el semblante, dice:
–Usted, Miguel, sueña despierto y habla soñando, igual que
los poetas de Piedra y Cielo. ¿Sabe que nosotros no hicimos sino
eso, soñar? Soñar con el amor, con la esquiva felicidad, con la
ilusión de una patria culta, abastecida y pacífica: la patria es un
sueño, cuyas regiones apacibles, herbáceas y frutales, son el pa-
trimonio de los poetas, no el terreno del crimen.
Leí en alguna parte que lo que importa en un creador no es de
dónde viene, sino a dónde ha llegado. Rojas procede del roman-
ticismo decadente, del mismo modo que Flórez procedía de las
peores instancias románticas, dulcificadas por la música tersa del
Simbolismo. Sin duda, este origen imprime a su obra un tono, un
carácter, una dirección, pero no determina ni limita su grandeza.
Y Rojas es, hoy, sin proponérselo, una prodigiosa culminación de
la poética en lengua española. Lo es, ante todo, por la armonía
soberana, las proporciones infalibles, la pureza, la incompara-
ble seguridad de su arquitectura lírica. Sorprende y desconcierta
esta flotante armazón de palabras e imágenes, porque es un raro
equilibrio entre la hondura conceptual, la alada gracia y la esbel-
ta, sedosa, desnuda belleza. Los especialistas sitúan a Rojas en
una soledad ilimitada y absoluta. ¡Es el más grande poeta vivo
de Colombia!, dicen. Y están vivos Pardo García, Vidales, Álva-
ro Mutis, Rogelio Echavarría, Payán Archer, Fernando Arbeláez,
Fernando Charry Lara, Octavio Gamboa, Mario Rivero...
¿Rojas, romántico?
–Naturalmente. Soy un poeta romántico, por la simple razón
de que soy un hombre romántico. Así lo dejé escrito en la en-
tornada puerta de mi Cárcel de amor. Por igual me seducen el
movimiento y la imaginación: el ritmo de mi vida se ha sometido

Diseño libro Miguel Alvarez.ind284 284 18/5/07 22:46:02


Forma y estilo del periodismo literario 285

única y totalmente al ritmo incesante del trabajo. En más de me-


dio siglo no he tenido reposo; sólo que hay dentro de mí, otro yo,
que ahonda en el pasado y escruta el porvenir, con las doradas
claves de la nostalgia y el sueño. Y así han quedado impresos
en mi poesía, la pasión por la Naturaleza y la mujer; el trémulo
recuerdo de la infancia, el mandato de la sangre, la pávida cer-
tidumbre de la muerte, y el fervor por la patria, la religión y la
lengua. Un poco a lo Whitman, he rodado por caminos difíciles,
amorosamente, con gentes de toda condición; he cruzado ríos de
espanto y recorrido llanuras infinitas; he ayudado a parturientas
y moribundos, haciendo vibrar mi corazón al compás del patéti-
co péndulo barresiano de las cunas a los sepulcros... Y, parodian-
do al Estagirita, me aventuro a decir que nada hay en mi poesía
que antes no haya pasado por mi vida...
Interrumpo el discurso del poeta: le recuerdo en mi latín de
apóstata, a Locke y su tesis fundamental del sensualismo: “Nihil
est in intellectu, quod non prius fuerit in sensu”. Pero el poeta –
bartolino y javeriano– sonríe con un aire de conclusión abrupto y,
no obstante, reposado, antes de sentenciar en tono conmovedor:
–¡Mis oídos han escuchado todas las quejas: desde los trenos
bíblicos, hasta los salmos fúnebres de la Gruta Simbólica!
Oigo a Rojas a través de la agreste eufonía, pero sigo a la deri-
va; sobre aguas de delirio donde el tiempo se mide en gotas que
fluyen de la memoria, doradas y fugaces.
–Hablemos de música y de árboles –le digo al maestro, so-
ñando.
–¡Y de soledades! ¡Y de rosas y doncellas de agua! –celebra
Rojas, desde su vecindad de niebla, entre los árboles.
Lejos, llueve. Los rayos cuartean el horizonte; las nubes remo-
tas estallan en una apoteosis de púrpura. Sobre nosotros empieza
a soplar la brisa luminosa de junio.
Nos recogemos junto al hogar: ávido el fuego de leños fra-
gantes. El vino precipita la sangre, exaspera los sentidos. Mi co-
razón, macerado por la contradicción, por la duda, por el sordo
combate interior, se disuelve en latidos dispersos; sangra en un
rito fervoroso.
El poeta resplandece en su prestancia física:
Talla mediana; macizo cráneo en cuyo interior la inteligencia
hierve, armoniosa y sagaz; mentón voluntarioso de hombre en
quien la confianza en sí mismo es el rasgo más sorprendente de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind285 285 18/5/07 22:46:02


286 Miguel Álvarez de los Ríos

su totalidad humana; ojos con lumbre de otoño. La soledad le


clava espinas a su corazón.
–Si no fuera poeta –dice Rojas, con una convicción obsesiva–
sería músico. Por lo menos músico ejecutante. En la Edad Media
hubiera tocado la guzla, sí señor. ¿Sabe usted que la guzla, ese
mágico instrumento de los ilirios, sólo era dócil en la alta noche
a los dedos del trovador enamorado? Pienso también que en el
siglo XVIII hubiera sido un virtuoso del clavicordio. De todos
modos, tengo la sensación de que la música es anterior en mí a
toda relación consciente con el universo; creo que la escucho des-
de que mi ser incipiente flotaba a ciegas en las linfas maternas. ¡Y
vivo dentro de ella como en otra dimensión de mi soledad!
Rojas baja la voz para confiarme que sus poemas tienen una
música monumental, anterior y distinta a la música estructural
del verso.
El poeta escribió “Nostalgia en el atardecer”, mientras es-
cuchaba la II Sonata de Beethoven y “La doncella de agua” –la
parte de la Consagración de la cosecha– tiene toda la música de
fondo del Canto de los antepasados de la Consagración de la prima-
vera, de Stravinsky.
En cuanto a La ciudad sumergida, Rojas aclara que la escribió
no inspirado en “La catedral sumergida” de Debussy (que cierta-
mente se la había escuchado la noche anterior al maestro Antonio
María Valencia), sino en el poema sinfónico “Preludio a la siesta
de un fauno”, del mismo Debussy, cuyo evocador estilo marca
una sensible renovación del lenguaje musical, semejante a la re-
novación del lenguaje poético que trajo consigo Piedra y Cielo; y
cuyos preludios y dramas líricos están recorridos por el mismo
fuego de vibrante erotismo que arde en los poemas de Rojas.
Borges dice: En Dante, como en Shakespeare, la música va siguien-
do las emociones, le digo.
–Sí, pero mi caso es a la inversa, replica. –La música precede
todos mis sentimientos, le da sentido a todas mis aficiones.
No a todas. Rojas, quién lo creyera, es ¡abogado javeriano!
Y, que se sepa, jamás ha intentado examinar siquiera las rela-
ciones de la interpretación jurídica y la interpretación musical,
como antes lo hicieran Maurois, Carnelutti, el jusfilósofo argenti-
no Carlos Cossio y más recientemente el humanista colombiano
Carlos Restrepo Piedrahita.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind286 286 18/5/07 22:46:02


Forma y estilo del periodismo literario 287

El mundo poético de Jorge Rojas, es el mundo vasto, difuso y


contradictorio del amor.
“De tanto pensar en el amor, de tanto querer el amor, me fui
volviendo un místico del amor... Y he cantado no tanto a las cria-
turas, cuanto al amor mismo”, dice Rojas, con las aguas del cora-
zón en sosiego. Amor y soledad son en este poeta desmesurado
dos fijaciones sicológicas en íntima conexión; dos pasiones lar-
gas, conscientes, idealizadas, cuya fusión se realiza en el fondo
de cada emoción personal o de cada estrategia lírica:

Es soledad la miel que dora el seno


y soledad la boca que conoce
su entregado sabor de fruto pleno.

Cada instante que pasa, cada roce


del bien apetecido, queda lleno
de soledad, al tránsito del goce.

Hay que hacer, sin embargo, ciertas precisiones. En Rojas,


como en Neruda, el acento sobre lo erótico tiene la vibración pro-
funda de un grito de liberación, entendida dicha liberación como
la escogencia que el hombre puede intentar entre muy pocas po-
sibilidades. “Fuera del cuerpo sólo hay desesperación”, podría
repetir Rojas con Miller, si Rojas, como Miller, solamente aspi-
rara a una metafísica de la sensualidad. Pero nuestro poeta no
cree que la vida del espíritu surja dialécticamente del mundo de
la existencia material, y aspira a formas de amor de una pureza
esencial y manifiestamente sagrada.
–Creo –dice– que he podido expresarlo en algunos logros muy
característicos de mi “Suma Poética”; como, por ejemplo, En su
clara verdad: en cuya ofrenda expiatoria el hombre que soy y he
sido renuncia a sus cinco sentidos, para ir hacia el amor desnudo
de toda impureza:

Perdóneme el Amor, siendo tan puro;


haberlo amado en la caída sombra.
que limita la piel de las criaturas,
y haber vertido en sus oscuros ríos
mi sangre de campanas navegantes
y mi gozo que abría las mañanas

Diseño libro Miguel Alvarez.ind287 287 18/5/07 22:46:02


288 Miguel Álvarez de los Ríos

azules, en los ojos del rocío,


para fundar la luz sobre la hierba...

–El amor –sigue diciendo el poeta– llega a convertirse en un


ser, sobre cuyos hombros uno reclina el espíritu, gozoso o adolori-
do. Es nuestro gran dios; nos abruma con el peso de sus pruebas,
sus juramentos, sus vicisitudes; nos somete, a veces con amarga
dureza y a veces con sus mieles terrenales. Y, vamos pasando de
encontrar su dominio en las criaturas racionales, a otras formas
milagrosas de la Creación, que también nos son propicias: las
bestias, las bestezuelas, los árboles, el agua...
–¿Y la mujer?
Rojas oye la noche; busca en el recuerdo una piel tibia, un
olor aturdido desde el primer día del hombre, la avidez de un
amor que, de nuevo, se abre como una flor de místicas sorpresas.
Responde:
–Toda la carga ancestral, toda la potencia retrospectiva, toda
la fuerza de la ternura y la pasión humanas, se concentra en la
mujer. Estamos sometidos al femenino imperio, por un aciago
designio, por pecado y salvación. En mi Nocturno de Adán qui-
se expresar justamente la delectación del hombre eterno ante la
mujer eterna; la culpa compartida, la expiación que a ambos tor-
tura, la soledad, y la vuelta de los ojos esperanzados a la mujer,
ofrecida por el Pacto y la Redención:

Estoy desde hace siglos despierto sobre el mundo


mirándote, tendida a mi lado, extenuante
hoguera de perfumes, de sonrisas, de frutos,
y si busco tu sombra me vigilan los ángeles.

–¿Por qué la soledad en Jorge Rojas?


–Porque la soledad es sustancia de mí mismo, de mis hue-
sos, de mi espíritu. Me fui volviendo materia de soledad desde
muy niño, debido a mi fatal condición de hijo único. Mis padres
no me dejaban meter con nadie; abrigaban la equívoca ilusión
de preservar mi inocencia a toda costa. Y llegaron al extremo de
que, viviendo en Bogotá, no bien estuve en edad de ir al colegio,
me internaron en San Bartolomé: allí, en medio de quinientos
muchachos, temeroso de los estigmas dejados en las piedras por
las pezuñas del diablo, sobrecogido por los ruidos nocturnos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind288 288 18/5/07 22:46:03


Forma y estilo del periodismo literario 289

de los fantasmas de la Colonia, yo seguía siendo el mismo niño


atribulado por el drama de su irremediable soledad; que, debajo
de las cobijas, a la luz de una linterna, buscaba la “consolación
poética” en las Rimas de Bécquer y en los lúgubres versos de
Julio Flórez. Más tarde, esta soledad mía fue como espinas que
brotaban del efímero rosal de los amores contrariados: entonces,
los parajes solitarios, los parques en los días francos, eran sitios
dilectos para repetir un nombre de mujer, deshojar una flor, mu-
sitar algún verso pegado a la memoria. Finalmente, la magia de
los nombres en los poemas de Lope, de Góngora, de Machado,
me indujo a designar con el nombre de Soledades la sensación de
sentirme abrumado por la desolación del Universo o del cora-
zón. En todo caso, la soledad es en mí una sustitución, nacida de
las silenciosas profundidades donde se destila y libera el vino
amargo de los sentidos:

El vino que sobró de mi alegría,


entre la soledad de mi interior,
se fue tornando amargo: era la vida
y fue mi corazón.

¡Soledad!
Rojas ha sido y sigue siendo fiel a este nombre evanescente;
tiene dos tomos de poemas denominados Soledades I y Soledades
II y prepara en la actualidad un tercero, que también se llamará
Soledades.
“No sé –dice– hasta dónde pueda el hombre buscar la sole-
dad, como un elixir deleitoso, como un refugio del alma, como
una voluptuosidad; pero, de mí puedo decir dos cosas: primera,
pese a que mi espíritu está hondamente aferrado al amor de los
seres y a los prodigios reiterados de la Creación, suelo hacer abs-
tracción de lo que me rodea, para experimentar esa sensación
ambigua entre el placer y el dolor, que es la soledad; y segunda:
mi soledad se expresa no en un verso, no en uno o varios poe-
mas, sino en el contexto de una obra, acaso ya ofensivamente
larga, sobre la cual flota la soledad como una niebla húmeda y
sensual, como un vaho de ternura...
–¿Y la muerte?
Rojas no responde; deja el campo propicio a mi digresión im-
pertinente.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind289 289 18/5/07 22:46:03


290 Miguel Álvarez de los Ríos

La muerte –pienso en voz alta– es la abstinencia absoluta; su


pesadumbre puede aliviarla apenas la fuerza imponderable del
amor... En el submundo onírico, la muerte es una noche perpetua
y cerrada, o un abismo de llamas sobre el que debemos saltar, es-
pantados, para precipitarnos en un vacío sin fondo... Del punto
de vista filosófico, perdura para mí la “exigencia moral” de Hei-
degger, quien afirma la condición finita y la concreta existencia
del hombre y nos induce a sobrepasar el plano de la existencia: a
pensar al hombre no únicamente en la angustia de su desespera-
ción sino en la expectativa creadora que nace de esa angustia, en
la potencialidad humana de erigir un mundo de valores provisto
de significados espirituales y eternos.
Rojas me mira con curiosidad. Subjetivamente atrapado por
las Manos de Dios, católico y sentimental como el Marqués de
Bradomín, este poeta guarda en su corazón vastas regiones cán-
didas y pueriles. Como creyente, puede ser que imagine a la
muerte igual al interior de una esfera impalpable, llena de cán-
ticos litúrgicos y de una luz –la del Espíritu Santo– que se filtra
por los cristales de unas ventanas infinitas. Como poeta de la
tierra y del hombre, la muerte tiene para Rojas un sentido trágico
y romántico que excluye toda referencia metafísica y se justifica
dialécticamente como antagonista del amor:

Sólo el Amor detuvo mi partida


y alargaba el camino a la llegada
pero ya va, la vela desplegada
del párpado, a la muerte sometida.
(“Inminencia de la muerte”)

Por eso con la proa hacia la nube


pasó algún día la barca de tu muerte
y te dejó tendida
bajo cruces de brazos titilantes
y azules cementerios...
(“Tu muerte verdadera”)

Poeta religioso (religión viene de re-ligar o unir, relación cons-


ciente del hombre con el universo). Rojas entiende sin duda que
la esencia religiosa se halla en la aprehensión del sentido cósmico
de la existencia, y que lo divino puede ser también el conjunto de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind290 290 18/5/07 22:46:03


Forma y estilo del periodismo literario 291

imágenes y procesos integradores del mundo físico, desgarrado


y contradictorio.

Magno poeta
“Magno poeta, superior a toda crítica”, dijo de Rojas Juan
Lozano y Lozano. Lozano enmendó de esta suerte un anterior
veredicto suyo según el cual la poesía “‘piedracielista’ era dé-
bil, morbosa, extraviada, disociadora, decadente, erostrática; un
galimatías sin originalidad, sin duración”. “Rojas es un poeta
mayor”, sentenció Hernando Téllez, a tiempo que quiso ensa-
yar una analogía entre sus versos eróticos, botánicos, cósmicos,
con la pintura suntuosa de algunos genios del Renacimiento. Y el
mismo Rojas acabó por admitir que Boticelli se le parece. Tal vez
así parezca, si comparamos las doncellas letárgicas del poeta con
la Simonetta del Nacimiento de Venus. Pero, a mi juicio, la poesía
de Rojas puede encontrar una respuesta plástica bella y digna en
la pintura de Magritte; en la mirada deslumbrada, perdida, “en-
cantada”, que lanza sobre el mundo el genio belga; en su visión
exaltada, obsesiva y erótica: la mujer desnuda, de pie, ofrecida
y vulnerable, objetivada y estatuificada; el hombre mítico y so-
brevestido; los elementos: el cielo, las nubes, las manzanas, los
árboles (metamórficos en el caso de Magritte), la puerta que se
abre hacia la noche... Todo un catálogo sistemático de imágenes
y formas, detrás de lo cual está el drama de la soledad, el grito de
rebelión de un alma pasional contra el absurdo del mundo.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 14 de julio de 1985

Diseño libro Miguel Alvarez.ind291 291 18/5/07 22:46:03


Miguel Álvarez de los Ríos con José Umaña Bernal, 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind292 292 18/5/07 22:46:04


Perfiles:
La experiencia de los otros

Óscar Giraldo Arango:


El caballero monumental

Mi compañero Libardo Gómez tiene un extraño sentido de la


gratitud y, por lo que a mí respecta, de la oportunidad: ha apro-
vechado mi transitoria estada en Pereira, para pedirme que re-
dacte unas líneas sobre Óscar Giraldo Arango, aquel caballero
monumental cuya existencia cortó, hace varios años, una mano
ominosa, acaso sin quererlo y desde luego sin saber que con su
acto criminal se llevaba de cuajo más que a un hombre con es-
tatura de árbol, según el acierto lírico de Whitman, sino a una
figura simbólica, como las que solía analizar el genio de Emerson
en su manía de asociar a ciertos hombres con los fenómenos más
significativos de su tiempo.
Emerson, más que un filósofo con rudimentos de marxismo,
era un grande escritor que vendimiaba en las últimas ramas de
un romanticismo que a su tierra llegó transplantado, súbitamen-
te, cuando ya en Europa no tenía nada qué hacer. Lo cual le per-
mitió extraerle sus últimas, generosas esencias. ¿Influencia de
Longfellow, de Wordsworth, acaso? Tal vez de ambos. Lo cierto
es que las gentes que hicieron patético desfile en sus esbozos bio-
gráficos fueron las mismas que hicieron la verdadera historia de
su patria. Faltó a Emerson una figura delicada, a quien los retra-
tistas pintan con cara de virgen renacentista y nariz “retroussé”:
Emily Dickinson, una poetisa de corazón transido y pluma fácil,
a la cual se atribuye la escritura de la “Balada del Tío Sam”:
“Venid, venid, todos los hombres de la tierra, venid que el Tío
Sam es rico y pródigo y a todos os dará su gorda bolsa…”
Algo parecido a esta reiterada exhortación fue lo que hizo en
su tiempo y en Pereira, Óscar Giraldo Arango. Desde sus micró-
fonos, Giraldo se convirtió en el primer relacionista de la ciu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind293 293 18/5/07 22:46:04


294 Miguel Álvarez de los Ríos

dad en ciernes, con su peculiar estilo, un tanto excesivo, y claro


está, muy de acuerdo con la mentalidad pueril que prevalecía
por entonces. En todo caso, Giraldo Arango interpretaba mejor
que nadie el alma elemental de un conglomerado en trance de
mutación, y eso hacía que su mensaje impregnara de humanidad
todos los compartimientos del espíritu, con el sabor sápido de
las cosas obvias y frívolas. “Meta su plata en Pereira, que es una
sólida alcancía”, repetía Óscar Giraldo desde su “Voz Amiga”,
con el deliberado ánimo de erosionar un tanto el espíritu cicatero
de nuestros potenciales hombres de empresa, y de atraer a otros,
de seguro más audaces, pero todavía perplejos ante los altibajos
de una política incierta, movible, erizada de presagios funestos.
“Pereira, la ciudad sin puertas, la noviecita de Colombia, te es-
pera con los brazos abiertos”, era otro texto cuyo sentido último
fue captado por quienes dieron en la flor de acercarse a nuestros
linderos y fundar aquí, para siempre, casa y solar.
Óscar Giraldo Arango fue el precursor de la radiodifusión re-
gional, cuando aún no había cadenas radiales y las programacio-
nes debían confiarse al talento vernáculo. Pero la radio, en ma-
nos suyas, no fue sólo un puntal de la industria latente, sino un
efectivo medio de comunicación con todas las personas de buena
voluntad, que constituyeron siempre la enorme mayoría. Tam-
bién Óscar era un romántico sin remedio y desde luego con todas
las virtudes inherentes a la vida bohemia, que él supo cultivar a la
manera barbajacobiana: con delectación y sabiduría y con esa per-
sistencia de quien voluntariamente se va acercando al abismo y
de quien se acerca hasta el punto crítico del peligro para capturar
una flor silvestre y quedarse con su perfume.
Era un jovial caballero del buen vivir: le gustaban los pañue-
los fragantes, las comidas exóticas, los vinos magníficos: agrios
de Extremadura, rojos de Borgoña, pálidos del sur de Chile, y las
mujeres espléndidas y las ropas importadas de Picadilly Center,
y los lujosos automóviles, y las mujeres espléndidas de cabellos
largos y ojos de encrucijada, y los largos crepúsculos que iban
invadiendo de tenaz melancolía las calles de nuestro pueblo, que
a la sazón flotaba en la cuerda sutilísima de un romanticismo
tardío, que algún poeta anacrónico se obstinaba en cultivar para
uso y abuso de ebrios perplejos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind294 294 18/5/07 22:46:04


Forma y estilo del periodismo literario 295

Óscar Giraldo murió joven, como dicen que mueren los ama-
dos de los dioses. Él lo fue en grado sumo. Oficiante de ritos
báquicos, su corazón hedonista se sabía perecedero y bombeaba,
por tanto, su líquido vital a más alto ritmo que la mayoría de
los corazones a quienes su voz y su inteligencia puso siempre a
vibrar, en función de las cosas, el paisaje, los valores auténticos
de su comunidad.

Periódico El Imparcial,
Pereira, 16 de junio de 1978

Diseño libro Miguel Alvarez.ind295 295 18/5/07 22:46:04


296 Miguel Álvarez de los Ríos

Eastman, visión trifásica*

Son muchos los aspectos que enaltecen la personalidad de


Jorge Mario Eastman. “Lo que más le admiro a Eastman –dice
Abelardo Forero Benavides–, es su vocación intelectual, su apego
a los eternos valores del pensamiento y del arte”. Yo, que soy su
gris compañero de viaje, puedo señalarle otras virtudes aún más
sobresalientes, como la lealtad, la honradez, el aplomo, la con-
fianza en sí mismo y en los demás. En Eastman no se sabe dónde
empieza el hombre práctico y dónde el idealista, y esta extraña
conjunción, a juicio de los sicólogos, puede dar la medida del
líder nato.
Eastman no ha hecho nada fácil. Esa costumbre suya de atri-
buírselo todo a su “buena estrella”, es un mero decir, acaso para
reducir, por seriedad que debe entenderse, la magnitud de sus
tres últimos triunfos, por unanimidad: Presidente de la Cáma-
ra, Presidente de la Dirección Nacional Liberal y Presidente del
Parlamento Latinoamericano. Al contrario. Su áspera voluntad
de lucha lo induce a menudo a enfrentar dificultades, porque en
vencerlas encuentra su propia justificación vital. “La vida es be-
lla cuando la vida es lucha”, decía Spengler. Nacido en solar po-
bre, en una provincia colombiana que hasta hace pocos decenios

* En su libro 22 personajes. Apuntes para una futura geografía humana de Risaralda


(Fondo Editorial de Risaralda, Pereira, 1994), Álvarez de los Ríos reescribe
el perfil sobre Jorge Mario Eastman, su amigo y compañero de empresas
periodísticas e intelectuales, con un tono confidente y nostálgico, propio de
quien se busca en el espejo del Otro, como si así el escritor pudiera burilar una
confesión: “Escribir sobre Jorge Mario Eastman, es, en parte, escribir sobre
mí mismo, incurrir en lo autobiográfico, que es acto de impudicia intelectual
(…) Con Eastman ‘hicimos’ el mundo; su mesa fue mi mesa; bebíamos a
grandes sorbos el mismo trago –a veces un oscuro licor de mandrágoras,
‘testigos son la luna y los luceros’–, en noches dilatadas y hondas, hasta
que el ‘alba inútil’ nos acupunturaba con sus hielos acerbos. No sé por qué,
invariablemente cercanos a muchachas frágiles y nostálgicas.
Hoy pienso que si no concreté todos mis sueños, como Eastman, sí viví todas
mis pasiones”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind296 296 18/5/07 22:46:04


Forma y estilo del periodismo literario 297

fue zona marginal y selvática, sin parientes ilustres (salvo un tío-


abuelo remoto, Tomás O. Eastman, sabio sí pero tan provinciano
como él y del cual sólo tuvo noticia en sus estudios de ciencia po-
lítica), Jorge Mario hubo de aceptar desde el comienzo el hecho
evidente de que debería abrirse camino por sus propios medios.
Si fuera menos orgulloso y menos emprendedor, si careciera de
imaginación, estaría ejerciendo de juez en cualquier encrucijada
municipal del Viejo Caldas, “con el alma pegada de un inciso”,
como diría Alzate, y abrumado por pequeños desastres y reve-
ses. Sin embargo, ese primer choque entre la ilusión y la realidad,
entre el férvido deseo y el mundo objetivo de sus posibilidades
restringidas, dejó huellas profundas en su carácter, algunas, en
apariencia, francamente hostiles a la actividad política, y centra-
das otras en actitudes externas, que también se prestan a equivo-
caciones, pero que definen de todos modos su temperamento y
su estilo. Eastman es, entre las gentes menores de cincuenta años,
el no-conformista por excelencia, con una apasionada filosofía
de la vida, la cual entiende, ante todo, como un compromiso. Es,
pues, romántico sin caer en la utopía, al igual que Carlos Lozano
y como éste puro e integérrimo.
Político por formación y por convicción, pocos como él tan
dados a esa ciencia compleja y contradictoria. Y, sin embargo,
este brillante desertor del manzanillismo, sobrio, comunicativo, un
tanto melancólico, podría haber triunfado en quehaceres menos
ingratos, lejos de los libros y del estudio ponderado de los proble-
mas públicos. Posee estampa de varón consular, traza opuesta al
tipo medio de humanidad colombiana en que resaltan los rasgos
de nuestra primera base demográfica. La suya denuncia en cam-
bio, una selecta expresión de raza sometida, desde luego, al com-
plejo proceso de mezcla que caracteriza a la estirpe antioqueña.
Nariz prominente y voluntariosa. Frente amplia. Barbilla inequí-
voca. El atuendo sencillo y estricto. Decía el Conde de Keyserling
que la elegancia consiste en vestir a la penúltima moda. Eastman
parece que siguiera esta recomendación, pero es notorio que su
elegancia corresponde en mayor grado a una calidad intrínse-
ca, a la sedimentación de todas sus experiencias intelectuales y
mundanas. Espléndido escritor, dotado del mismo aliento lírico
que se advierte en los mejores letrados del Viejo Caldas, ha venido
sacudiendo de su prosa todo lo que estima superfluo, y así no es
de admirar que ahora redacte extensos informes o conceptuosos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind297 297 18/5/07 22:46:04


298 Miguel Álvarez de los Ríos

ensayos, en un estilo desprovisto de utilería retórica, sólo por


un exceso de respeto al público. De análoga manera, su antiguo
estilo oratorio, de excelente construcción, vibrante y metálico, ha
devenido en la exposición fría y razonada, en este caso por res-
peto a la historia.
¿Hombre de izquierda? Lo es en el mejor sentido de la pa-
labra, con un criterio seguro acerca de la democracia evolutiva,
como Dewey. Bien se ha dicho que la izquierda proviene de que
los pueblos son por definición democráticos y amantes de su libertad.
Entre el anarquismo liberal igualitario de Rousseau, el Estado
leviatánico que Frederick Hayek apreciaba inevitable, y las exa-
geraciones del cesarismo soviético o chino, Eastman procura si-
tuar su teoría de un Liberalismo Social, que distribuya ingreso y
riqueza con libertad y justicia. Muchos consideran que esta pue-
de ser la alternativa política para un medio como el nuestro, tan
adverso al sobresalto y al desorden, y vinculado sin remedio a un
cerrado sistema familiar del cual deriva el pueblo colombiano su
arisca conciencia de la individualidad.
Desde muy joven, casi desde niño, Eastman se aficionó por
las Ciencias Humanas, y a través de éstas, por el periodismo crí-
tico, como herramienta intelectual y política. Fundó periódicos y
revistas, algunos tan notables como Voces Nuevas, que alcanzó el
honor de ser clausurado por la Dictadura. Conmigo tuvo dos o
tres radioperiódicos en cierto soleado burgo de Caldas, el noble
departamento desmembrado, y juntos luchamos contra cierto sta-
tus lugareño, estólido y perenne, cuyos supérstites beneficiarios
pretendieron cobrarle tardíamente lo que se llama en términos
de derecho, una deuda imposible. Pero, cualquiera de las plura-
les ciencias por él estudiadas, con dedicación, con dignidad, con
un hondo sentido de servicio a la República, derecho, economía,
sociología, administración pública, periodismo, literatura, cual-
quiera de ellas le habría dado mejores satisfacciones que ese ter-
co empeño suyo, viejo de años, de convertir a su partido en una
seductora opción ideológica. ¿Utópico o idealista? Quién sabe.
Eastman es, fundamentalmente, un periodista, ilustrado y per-
severante. Y por serlo con la mayor intensidad, con decoro y con
grandeza, es por lo que ha debido inmiscuirse en asuntos que
parecen diversos, y aun antagónicos, y que no lo son. En Colom-
bia el periodismo ha sido y será político, porque está obligado

Diseño libro Miguel Alvarez.ind298 298 18/5/07 22:46:04


Forma y estilo del periodismo literario 299

a reflejar, y a interpretar, las vivencias más inmediatas del alma


nacional. La historia del periodismo colombiano involucra tam-
bién la historia de los mejores hombres colombianos. El señor
Eastman, metido desde siempre en esa empresa confusa y varia
de la inteligencia, es sin duda uno de ellos.

Revista Consigna, Año 5, No. 170,


Bogotá, 15 de octubre de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind299 299 18/5/07 22:46:04


300 Miguel Álvarez de los Ríos

Gilberto Alzate:
Su paisaje, su estilo, su lucha, su agonía*
 
A los cincuenta años –justamente cumplidos muy escasos
días antes de su muerte–, Gilberto Alzate Avendaño conservaba
la totalidad de sus potencias físicas e intelectuales; acrecentadas
estas últimas por el exasperante rigor del estudio, por las sun-
tuosas cavilaciones en torno “a la suerte final de la cultura”, de su
partido y del país, y por esa pasmosa capacidad de asimilación,
que hacía de su mente un formidable arsenal de conocimientos,
ideas e iniciativas. La erudición libresca de Alzate Avendaño, su
disposición de ánimo para la investigación y el análisis, para la
aprehensión de toda fenomenología cósmica, no tienen contra-
partida en ninguno de sus coetáneos; ni siquiera Silvio Villegas,
vinculado a la generación inmediatamente anterior, de cultura
desconcertante y, según Juan Lozano, uno de los más grandes in-
telectuales y uno de los más grandes artistas que haya producido
nuestro medio, se le asemeja. Alzate es un caso insular, mucho
más en la esquiva región de la cual es oriundo; “una individua-
lidad áspera, solitaria y orgullosa”, aunque en el fondo román-
tica y tierna. Y, sin embargo, es difícil encontrar a alguien más
parecido a su raza y a su gente; alguien que, como él, desborde
la medida del arquetipo caldense, lo contraríe, lo exalte y lo re-
suelva en sí mismo.
“Predestinado al goce del alma y del sentido”, este hombre,
en su aspecto externo, era una fiesta sorprendente de la biología;

* Álvarez de los Ríos delineará, al mismo tiempo, un perfil más intimista


de Alzate Avendaño para la Revista Consigna (Año 5, No. 173, Bogotá,
noviembre de 1980), bajo el título “Alzate Avendaño, veinte años después
de su muerte”. Este mismo perfil será recogido, junto con ensayos y estudios
de escritores como Gerardo Molina, Hernando Téllez, Alberto Dangond
Uribe, Jorge Mario Eastman, en el libro Alzate Variaciones en torno a un hombre,
publicado en la colección Biblioteca de Escritores Caldenses, Manizales,
Imprenta Departamental de Caldas, 1980.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind300 300 18/5/07 22:46:05


Forma y estilo del periodismo literario 301

con su desmesurado volumen, su pelada cabeza, su piel tostada


por el fuego meridional de un espíritu en permanente combus-
tión, su mentón voluntarioso de individuo nacido para dominar,
y sus grandes manos expresivas, con las cuales daba sentido, ar-
monía, eficacia destructora a su locución. En el trance oratorio,
o en la charla pueril y amistosa a que era tan dado, Alzate, tanto
como Gaitán, adquiría de súbito una prestancia majestuosa, una
terrible superioridad; algo inequívoco, patético y sobrecogedor,
como esa sensación de aplastante grandeza que se experimen-
ta frente a la estatua del “Condottiero” en su plinto de Venecia,
“implacable en su ambición, indiscutible en el mando, avanzan-
do sorda y ciegamente hacia el propio destino”.

El hombre y su medio
Nacido en Manizales, el 10 de octubre de 1910, “por las inme-
diaciones del Parque de Caldas”, Gilberto Alzate tuvo de natural
la vocación literaria, a la par que el pathos demoníaco de la polí-
tica, dos aficiones misteriosamente consustanciales al individuo
caldense, no se sabe si por la influencia telúrica, en cuanto el pai-
saje es una prolongación spengleriana de sí mismo, del hombre;
o por la tumultuosa exaltación de la sangre, que recoge la remota
y triple llamada de su origen. Para estudiar la vida y la obra de
Alzate, para dar una visión aproximada de sus dimensiones, es
forzoso situar al sujeto en el medio geográfico y humano en que
se formó; reconstruir idealmente su ámbito social e histórico.
Porque estos elementos incoercibles son los que habrán de mo-
delar su alma y su espíritu.

vvvvvv

Manizales es un enclave portentoso de la fecunda hazaña


colonizadora, que abre e incorpora el núcleo caldense a la his-
toria económica y humana del país. Le correspondió a los ma-
nizaleños y, desde luego, a los demás pobladores del resto del
noble departamento desmembrado –antioqueños en su mayor
parte, caucanos y tolimenses–, aclimatar ese árbol enano, cuyo
fruto –dorado y oblongo– constituye nuestro primer renglón
de agricultura exportable, y del cual se extrae la bebida mágica
que produce “una cosa parecida a la felicidad”. A juicio de Nieto

Diseño libro Miguel Alvarez.ind301 301 18/5/07 22:46:32


302 Miguel Álvarez de los Ríos

Arteta, el predominio de la producción del café responde a una


fatalidad geográfica, pues sólo en las vertientes andinas prospera
dicho cultivo con resultados remuneradores. Caldas, en su por-
ción territorial más considerable, ofrece características topográfi-
cas, geológicas y térmicas aptas para el florecimiento y desarrollo
de la rubiácea. Sus suaves ondulaciones y la uniformidad de su
suelo, compuesto por cenizas volcánicas, y su alta precipitación,
originan y particularizan el área cafetera más importante de Co-
lombia. El café –como cultivo primordial de colonos, y posterior-
mente como industria básica, la más importante, la más decisiva,
la más difícil, la más delicada–, produjo hondas transformacio-
nes en la vida social y económica del país, y en Caldas, además,
tuvo marcada influencia en la aparición de su especialísimo tipo
de humanidad.

Productos del café


El hombre caldense, por razones de edad, jamás tuvo una cul-
tura humanista y abstracta, como sí la tuvo el hombre del alti-
plano, y el del oriente, para seguir las juiciosas observaciones de
Nieto Arteta, según las cuales –por esa causa– ni en el oriente, ni
en Bogotá, pudo formarse una sociología colombiana. Caldas y
su hombre son productos típicos del café; tienen su misma edad,
tienen sus mismas virtudes, y adolecen de sus mismos defectos,
si así puede decirse. Si la de Antioquia es la raza maicera por
antonomasia, la de Caldas –que no tiene exactamente su mismo
origen–, es la raza cafetera por excelencia.
Allí, en Caldas (para el efecto no se toleran las novísimas di-
visiones político-administrativas), el grano prodigioso y las pri-
meras formas de cultura florecieron de manera simultánea; una
cultura hecha de materiales bien simples, con cierto arraigo en
lo indígena y una notoria exaltación de sus tradiciones campesi-
nas; una cultura no precisamente desconectada de las realidades
ambientales. El “grecolatinismo” no fue una expresión de cultu-
ra, en el sentido humano e histórico; fue una actitud intelectual
que, por lo que respecta a Alzate, y a Fernando Londoño y Lon-
doño, el más grande de los caldenses vivos, cuya vida es para-
digmática –tan alta y majestuosa como la torre de la Basílica de
Manizales–; por lo que a ellos respecta, se nutrió en las canteras
del romanticismo francés y español, y en las propias vivencias e
imágenes tutelares. Londoño despeja cualquier duda, si es que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind302 302 18/5/07 22:46:32


Forma y estilo del periodismo literario 303

subsiste: “Todos nosotros fuimos románticos. Nuestras arengas


tribunicias eran un eco tropical de Mirabeau en la Asamblea y
de Vergniaud en la Convención”. Letra de Aristóteles y música
de Espronceda: “... Y no olvidéis jamás –exclama Mirabeau, el 21
de febrero de 1791– que si la regeneración de los imperios sólo
puede hacerse por la explosión de la fuerza del pueblo, ella no
habrá de mantenerse sino en el recogimiento de las virtudes de
la paz. Pensad que el reposo y el silencio de una nación victorio-
sa sobre tantos complots dirigidos en perjuicio de su libertad y
su dicha son la más temible resistencia contra la tiranía que aún
intentase reconstruir sus acosadas murallas; y que nada descon-
cierta más eficazmente las maquinarias de los perversos, que la
augusta tranquilidad de los corazones egregios”. Fragmento de
un discurso de “ampulosa sonoridad”, que bien pudieron haber
pronunciado Alzate Avendaño o Londoño y Londoño en Sala-
mina o en Pereira, a la sombra de los plátanos “grecolatinos”,
compañeros inseparables del café.
La peripecia vital de Alzate, su esfuerzo, su angustia, son las
de un hombre enfebrecido en busca del poder. Para alcanzarlo,
para capturar eso que él mismo denominó imperium, renovando,
de paso, un viejo voquible que acaso no sugiera igual idea, pulió
todas sus armas, con la sigilosa constancia de un combatiente
solitario que, eventualmente, pudiera fortalecerse. Jamás supuso
que la política semejara un ajedrez dialéctico, ni un interminable
lance galante, ni una trémula justa de soneteros. Por el contrario,
“La política –expresó en ocasión memorable– es un conflicto de
poderío, un campear sin tregua, una agonía en el sentido clásico
de lucha”.
Por lo demás, ninguna de sus conquistas le fue concedida
graciosamente, como merced o como dádiva. “El destino me dio
algunos atributos. El resto, lo he conseguido a zarpazos”, res-
pondió al funcionario de instrucción en un acápite de su famosa
indagatoria.
Era cierto. Pero, además, Alzate quiso siempre avanzar a con-
trapelo de cualquier situación que le pudiera resultar favorable.
“No me parece imposible –observa Fernando Londoño– que ese
haya sido un método consciente de entrenamiento y disciplina,
buscado para afinar sus defensas mentales y emotivas...”
Comoquiera que sea, en sus mocedades universitarias de An-
tioquia hizo todo lo posible por atraerse la animadversión del

Diseño libro Miguel Alvarez.ind303 303 18/5/07 22:46:32


304 Miguel Álvarez de los Ríos

general Berrío, a quien, justo es decirlo, rendía ardiente y secreto


culto; más tarde, en Manizales, mantuvo a raya al genio impre-
decible y tempestuoso de Aquilino Villegas. “Todos mis contac-
tos con Aquilino Villegas fueron choques. Era un alma vecina y
hostil, con quien sostuve siempre querellas de medianería. Acaso
pertenecíamos al mismo linaje de espíritu, pero nuestras ideas
resultaban contrapuestas”, escribe Alzate en el más difundido de
sus “altorrelieves”.
Y, por último, a partir de 1935 –recién instalado el gobierno de
López, en el umbral de las grandes reformas–, vivió en continua
pugna con el liberalismo; con su propio partido, al cual motejó
de “vacuo y esclerótico”, y con el caudillo máximo de la derecha
colombiana, Laureano Gómez, “de quien pudo ser su segundo y
finalmente su reemplazo”. En gracia de discusión puede argüirse
que la innata rebeldía de Alzate difiere un poco de su propio cri-
terio, en el sentido de que “la vida es milicia”, pues ésta supone
disciplina y sujeción. En rigor, Alzate no tuvo ninguna de estas
virtudes. Ni se sujetó a nadie, ni fue disciplinado, salvo en su
laboriosa tarea intelectual y política, que no quiso dividir, como
si ambas funciones fueran una sola, o por lo menos consecuencia
la una de la otra, sin orden ni concierto.

El estilo es el hombre
El estilo de Alzate, un mucho o un poco barroco, de perío-
dos breves y cláusulas severas, fundado sobre un conocimiento
inaudito del idioma, rampante y preciosista, “grecolatino” en
suma, le sirvió lo mismo para escribir una erudita página litera-
ria, como aquella de las campanas, o aquella otra, en que parece
que se agota el abundante manantial estético y humano del arte
negro, que para redactar un manifiesto partidista, un belicoso
panfleto o un editorial de combate. Alzate no diferenciaba la es-
critura periodística de la escritura literaria, en lo cual sus críticos
encuentran un defecto de apreciación. Y, por lo que respecta a sí
mismo –a Alzate–, es notoria su desconfianza sobre la calidad,
sobre el peso específico de su trabajo artístico. Sin embargo, ese
estilo y esas páginas, son el trasunto de su espíritu arrebatado,
de su alma en permanente forcejeo, de sus pasiones flamígeras
y sus espléndidas alegrías. El alzatismo, que no pudo ser jamás
una ideología, nació del estilo de Alzate, de la actitud de Alzate,
de los ademanes de Alzate. No tuvo, pues, un cuerpo de doctri-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind304 304 18/5/07 22:46:33


Forma y estilo del periodismo literario 305

na, un idearium, una plataforma, una base de sustentación hu-


manística o científica. Por eso se extinguió con su fundador y
único propietario, aunque subsista, a veces, como una nostalgia
de poder, en ciertos intelectuales de clase media –no sólo conser-
vadores, valga la verdad– para quienes el caudillo caldense fue
siempre un ejemplo de enardecido coraje, de desalada fuerza, de
desesperación creadora.
Subsiste también en la profusa y extensa fraseología del líder
que algunos recopilan de manera saltuaria, para uso y abuso de
gentes sin imaginación. “Yo no soy en el fondo más que un gordo
benévolo”, respondió con una convicción perentoria a cierto gru-
po hostil que le reprochaba su “peligrosidad”, “el país va a ente-
rarse con sorpresa de que yo soy, ¡quién lo creyera!, un hombre
sensato”, dijo cuando, finalmente, se allanó a las fórmulas con-
ciliadoras del Frente Nacional; “la cultura es lo que nos queda
después de que olvidamos todo lo que aprendimos”, sentenció
casi al término de su Introducción a las memorias de un grecolatino
arrepentido; “señores alzatistas, el alzatismo ha muerto”, exclamó
para amonestar a sus amigos impacientes, durante la triunfante
coalición de sus fuerzas con las fuerzas de Ospina. La flor de
la paradoja de gusto wildeano, para afirmar una razón o dejar
flotando una duda.
De todos modos, el bastimento doctrinario de Alzate puede
quedar como recurso dialéctico para quienes se esfuercen en es-
tudiarlo más a fondo. De mí sé decir que he encontrado siempre
flagrantes contradicciones a lo largo de su extenso predicamen-
to. ¿Bolivariano? Respondamos con sus propias palabras: todo
el mundo lo es en este país mientras no se demuestre lo contra-
rio. ¿Devoto de Barrés? Desde luego. Pero sólo en cuanto a la
prosa magnífica, al culto al ego y al dosificado paganismo del
francés. En apariencia, fue partidario de la Acción Francesa; pero
Maurras era monárquico y ateo, y Alzate católico y, a su modo
republicano, adherente fervoroso de la fórmula de equilibrio de
Núñez. De Maurras le subyugó de preferencia su lucha estéril y
tenaz. Por momentos denostaba la institución parlamentaria de
origen popular, y a continuación, las emprendía contra los críti-
cos de Montesquieu y su tridivisión del poder. Parecía halagarle
el corporativismo de Oliveira, o el fascismo de Mussolini, y, sin
embargo, jamás concibió una Colombia armoniosamente organi-
zada, sin una clase política visionaria y fuerte, sin una oposición

Diseño libro Miguel Alvarez.ind305 305 18/5/07 22:46:33


306 Miguel Álvarez de los Ríos

actuante, sin una remuda orteguiana de las generaciones. De la


Falange española, acaso sólo le quedó la emoción de su himno,
de fragorosa alacridad; y del nazismo, probablemente apenas le
sedujo su ingrediente estético y filosófico; las “cabalgatas trepi-
dantes” de Wagner, la soledad de Nietzsche, su ascética resisten-
cia al dolor.

Un barco que se hunde


Murió sin haber sido alcalde, gobernador, ministro o geren-
te de instituto descentralizado; “león” o “rotario”; cuando estaba
“a dos brazadas” de un poder que seguramente le pertenecía,
por prescripción adquisitiva de dominio, o que se pudo haber
tomado diez años antes, desde el Parlamento, utilizando la es-
trategia heroica del abordaje; el 26 de noviembre de 1960 (las del
alba serían), escotero de toda investidura, con el alma en reposo
“y el corazón en calma”. Era, como él mismo lo dijo del general
Berrío, nada menos que todo un hombre, en el sentido unamu-
niano. Y también toda una raza. Algo crujió con estrépito en la
sensibilidad nacional: tuvo entonces sentido aquella frase suya,
de inspiración polvaleriana:
¡Yo soy un barco que se hunde con las luces encendidas!

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 23 de noviembre de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind306 306 18/5/07 22:46:33


Forma y estilo del periodismo literario 307

Aleister Crowley,
el hombre más perverso de la tierra

Un día cualquiera, tal vez un 12 de octubre, entre 1875 y 1880,


nació en Leamington, Warwickshire (Gran Bretaña), Eduard Ale-
xander Crowley, quien habría de ser mundialmente conocido con
el sobrenombre de Aleister (propiamente Alistair, forma gaélica
de Alexander) y cuya vida se reputa como una de las más extra-
ñas e intensas de cuantas han hecho historia en el siglo veinte.
Crowley, llamado a sí mismo “el hombre más perverso de la
tierra’’ y “la gran bestia 666” (por alusión a una leyenda apoca-
líptica), fue poeta de resonante inspira­ción, clarividente, menta-
lista, historiador a su manera, obseso sexual y, sobre todo mago,
acaso el más grande, el más inquietante, el único mago que ha
tenido el mundo occidental, a juicio del especialista Robert Ama-
dou.

¿Farsante genial o demonio auténtico?


A los treinta y cuatro años de su muerte, ocurrida en Hastings
el 1° de diciembre de 1947, un denso misterio parece rodear la
personalidad de este individuo, venido al mundo en el reposado
esplendor de la era victoriana (jus­tamente por los días en que
había fallecido el francés Eliphas Levi, otro oculista ilustre), edu-
cado conforme a la más rigurosa ortodoxia, y terco buscador de
lo desco­nocido por medio del ocultismo y de las experiencias
eróticas.
Nadie, en efecto, ha logrado dilucidar el enigma de aquella
existencia disparatada y errante, a la cual se le abona el haber
presentado la actitud mágica bajo una forma conceptual y reivin-
dicatoria. Crowley se empeñó en hacer de la magia un camino
hacia la luz, con el resul­tado de que él mismo se cubrió de som-
bras, aunque al­gunos aseguran que pudo trascender las fronteras

Diseño libro Miguel Alvarez.ind307 307 18/5/07 22:46:33


308 Miguel Álvarez de los Ríos

del misterio absoluto y emitir desde allí optimistas o sombríos


pronósticos en relación con el futuro de la humanidad.
Veamos algunas muestras de su sabiduría intolerable: vatici-
nó la Segunda Guerra Mundial diez años antes, en 1929, lo mis-
mo que su estruendoso epílogo en 1945, mediante el uso de un
arma devastadora, desconocida hasta el momento; habló desde
1920 de una droga prodigiosa (probablemente la penicilina), con
la cual se curarían las infecciones más tenaces; predijo la expul-
sión de Rusia y el posterior asesinato en el extranjero de León
Trotzky; reveló la fecha y la hora en que sería depuesto el rey
Miguel de Rumania; y, en fin, fueron muchos los aciertos de ca-
rácter ecuménico obtenidos por Crowley, formu­lados todos con
notorio desgano, pues sus objetivos eran muy diferentes a los de
intervenir en cuestiones políticas o en la suerte personal de los
jefes de Estado.
Hay quienes, sin embargo, vinculan su nombre a los servicios
de espionaje alemán, después de improbables entrevistas suyas
con Hitler. No existe prueba de esta aseveración. El mago sólo
pensaba en la “proyección as­tral” y en la apertura, para él y sus
acólitos, del mundo ‘’existente” detrás del velo de la materia.

Poeta y deportista
En 1895 Aleister ingresó en el Trinity College de Cambridge,
a estudiar –¡quién creyera!– Ciencias Morales. Había perdido a
su padre desde los once años, pero recibió de él una herencia de
40.000 libras esterlinas. Vivía por consiguiente una vida muelle.
Estudiaba poco desde el punto de vista académico. En cambio,
leía bastante, y es­cribía poemas, a la vez que se entusiasmaba
por el montañismo. Hasta 1898 viajó con regularidad a los Alpes
para practicar este deporte.
Según lo dijo después, se encontraba en Estocolmo cuando
tuvo la “clara visión” de que debía dedicarse por entero al cul-
tivo de la magia negra. Entonces, se aplica a la lectura de todo
lo que encuentra a su paso en este campo. De regreso a Londres
conoce a George Cecil Jones, miembro de una secta ocultista de-
nominada Hermetic Order of the Golden Dawn.
Presentado por Jones a la misteriosa comunidad, Crowley es
admitido como neófito. Rápidamente escala todas las posiciones
jerárquicas. En mayo de 1899 ya era Philosophus y, en apariencia,
ejercía dominio absoluto sobre la organización.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind308 308 18/5/07 22:46:33


Forma y estilo del periodismo literario 309

Publicó por entonces varios libros de poemas: Aceldama, Songs


of the spirit, Jezebel y White Stains, este último un breviario lírico
de pornografía, cuya belleza formal y conceptual no alcanza a
ser desvirtuada por su intención escandalosa. Para Crowley, los
excesos eróticos de tipo mágico, incluso las aberraciones freudia-
nas, y los atentados contra Natura, serían algo tan indispen­sable
como el oxígeno, sobre todo –en su caso– porque a través de tales
actos la totalidad de su ser se proyectaría hacia “un plano supe-
rior”.

Esplendor mágico
En la Golden Dawn Crowley fue conocido primero como el
hermano Perdurabo. Con esta personalidad pasa a las verdade-
ras prácticas reservadas a los miembros del Segundo Orden; los
del Primero, cuya última categoría era la de Philosophus –ya con-
quistada por Crowley– prac­ticaban exclusivamente ritos esotéri-
co-cabalísticos.
La Golden Dawn llegó a tener alrededor de ciento cincuenta
miembros de notoria influencia en la sociedad, la cultura y la po-
lítica, entre ellos el mediocre pero famoso escritor Bram Stoker,
creador de Drácula.
Al despuntar el siglo la extraña congregación posee por lo
menos tres lugares de reunión: el Ahathoor en París; el Templo
de Isis Urania, en Londres, y el de Horus, en Bradford.
Crowley arrienda un piso en Chancery Lane y adopta una
nueva personalidad: la del conde Vladimir Svareff, de supues-
to origen eslavo. Viste como un aristócrata ex­céntrico y come y
bebe de lo mejor. Se inicia, además, en el consumo de drogas:
opio, cocaína y haschisch. Por esta misma época empieza su es-
peluznante vida sexual. Nadie, como él, será capaz de agotar las
infinitas posibi­lidades de la aventura erótica.

Viajes y excesos
Entre 1901 y 1903, Crowley viaja a la India, Ceylán y El Cairo
y se dedica al estudio de viejos “grimorios”: el Enchiridion Leonis
Papae y el Nuctemerón de Apolonio, entre otros. Se traslada a París
y regresa a Inglaterra. Contrae matrimonio con Rose Kelly, mujer
de noble cuna y de indiscutibles encantos físicos. Ya había funda-
do en Escocia, cerca del lago Ness, un nuevo templo para ofi­ciar
los rituales prescritos por Abra-Melin en su Magia Sacra.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind309 309 18/5/07 22:46:33


310 Miguel Álvarez de los Ríos

Vuelve con su esposa a El Cairo, y la convence para que pase


con él una noche en la Cámara Real de la Gran Pirámide. Des-
nudos y drogados, evocan al dios Toth. En esta oportunidad
Crowley viola a su mujer con el falo pétreo de una deidad es-
cabrosa, a tiempo que él mismo la posee de manera arbitraria.
En “acto” de agradecimien­to para con Rose, quien empieza a se-
guirle la corriente a su marido, marchan ambos a Ceylán, donde
Crowley le escribe el poema “Rose of the world”. De nuevo en
El Cairo el mago negro se transforma en el Príncipe Chioa Khan
y toma en arriendo una planta contigua al Museo Boulak, para
reanudar sus ritos en honor de Toth.
Se dice que en el curso de una de aquellas sesiones, Rose tuvo
la visión de Horus, y la del número 666, la cifra de Crowley, la
misma de “La Bestia”. Animado por este descubrimiento, Aleis-
ter invoca entonces a su “Ángel Guardián” Aiwass, una versión
personal del mismo demonio. Aiwass le dicta los rituales secre-
tos, profecías y referencias a diversos dioses egipcios, que apa-
recen en su obra The book of de Law. Con este libro insólito, según
Crowley, se inaugura para la humanidad una nueva era que du-
rará dos mil años.

Guerra de magos
En el otoño de 1910, por motivos que de todos modos se
originan en rivalidad profesional, Crowley y S.L. Mac Gregor
Mathers, otro poderoso ocultista vinculado a la Golden Dawn, se
trenzan en una guerra ruidosa por el control absoluto de la or-
ganización. Mathers le envía a Crowley una legión de demonios
para que lo destruyan; sus sabuesos mueren misteriosamente y
su propio criado se vuelve loco tratando de matar a Rose. Esta
adquiere de pronto una fuerza brutal, casi inhumana, una fuer-
za que es impropia de una mujer. Y antes de que el criado pue-
da evitarlo, ya tiene su propio cinturón en torno al cuello. Rose
aprieta con una furia exquisita. La lengua del criado va a saltar.
Sus ojos se desencajan. Grita, suplica:
–¡No! ¡Piedad! ¡No! ¡NOOOO!
El demonio femenino parece no oírlo, pero sí lo oye Crowley.
Armado con un arpón de pescar atunes, rescata a su criado y lo
encierra en el sótano. De allí es sacado por la policía.
A continuación, Crowley evoca a las fuerzas goéticas y res-
ponde al ataque de Mathers. Lo hostiliza, implacable, en su resi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind310 310 18/5/07 22:46:33


Forma y estilo del periodismo literario 311

dencia de Montmartre. Mathers se defiende con sus artes mági-


cas, pero es evidente que sus poderes son inferiores a los de su
enemigo. Se bate en retirada y muere de una enfermedad desco-
nocida y dolorosa en 1918.

Mujeres, y ¡hombres!
–¿Cuántas mujeres tuvo Crowley? Es difícil saberlo. Con Rose
vivió una pasión ardorosa, una vida caótica, una orgía ininte-
rrumpida. Rose fue acometida muchas veces por tres hombres
al mismo tiempo, en presencia de Crowley, quien, a su vez, eje-
cutaba actos de sodomía, todo en medio de un ambiente místico.
Para Aleister el sexo no tuvo sentido sino como un complicado
ritual mágico.
La esposa de un coronel, una viuda, la esposa de un abogado
norteamericano, una actriz célebre, la hija de un diplomático ale-
mán, damas de la más encopetada sociedad, además de numero-
sas prostitutas, participaron en sus ritos, especialmente en el de-
nominado Babalon, en homenaje al demonio del mismo nombre,
que consistía en un acto de autosatisfacción de Crowley, lento y
metódico, mientras visualizaba la imagen de la “Mujer escarla-
ta” del momento. O del “Hombre escarlata”. En sus ceremonias
eróticas Crowley fue bisexual hasta las últimas consecuencias.
Lo propio le ocurrió con el tiempo a Rose. La antigua Lady de
la aristocracia londinense, hermana de Sir Gerald Kelly, purita-
na y reposada, llegó a convertirse en una voraz sacerdotisa del
amor lesbiano. Durante su permanencia en los Estados Unidos,
Crowley no utilizó mujeres para sus prácticas místico-sexuales,
excepto a su propia esposa. “Las mujeres norteamericanas son
animales y no es posible obtener con ellas energía ni entusiasmo”,
dijo. Utilizó hombres, entre ellos un joven compañero, estudiante
de Harvard, quien encarnó para Crowley la “Mujer escarlata”.
El mago erigió en la Plaza Washington de Nueva York un al-
tar a los dioses de la lujuria. Rose era atacada por todos los flan-
cos por varones desaforados. A todos los vencía, después de diez
horas de incesante acrobacia. Hizo de Afrodita y de Eleusis, de
Friné y de Lamia. Crowley introdujo en sus rituales invocaciones
griegas y egipcias y llegó a dominar los misterios de la corriente
sexual, un aspecto del Kundalini o Serpiente del Poder, que se
manifiestan a través de centros ocultos del cuerpo o chakras.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind311 311 18/5/07 22:46:34


312 Miguel Álvarez de los Ríos

Rose le dio a Crowley dos hijas: Lilith, así bautizada en honor


a uno de los siete demonios de la Cábala, y Lola Zaza. Su mente
y su organismo, sin embargo, no resistieron el trajín. Antes de
empezar la Primera Guerra Mundial, alcohólica y delirante, fue
recluída en un hospital para enfermos mentales.
Su aberrante esposo no se desanimó. La reemplazó primero
con la violinista australiana Leila Waddell, a quien apodó Her-
mana Cibeles, y pos­teriormente con Mary D’Esté Sturges, com-
pañera de Isadora Duncan.
Precedido de enorme fama viajó a Moscú, antes de la Revolu-
ción. Y luego a Nueva York, donde habría recti­ficado su desapa-
cible concepto sobre las mujeres norteamericanas. Pues, incor-
poró a su colección de “mu­ñecas voluptuosas” a Jane Foster, a
quien llamó Hilarión; Anna Katherine Miller (La Perra) y Roddie
Minor (El Camello). Tres muchachas de aspecto cándido y cos­
tumbres irreprochables, las cuales, en poco tiempo, eran hábi-
les sacerdotisas del Amor Múltiple. Con ellas viajó a Vancouver.
Allí conoció a Doris Gómez, de origen latino y ojos de encrucija-
da; Gerda María Von Kothek, una rubia de procedencia sajona, a
quien apodó La Lechuza, y Helen Hollis (La Gata golosa), oriun-
da de Pennsylvania.

Ritos escabrosos
De todas los ritos mágico-sexuales de Crowley, el más prolijo
y escandaloso parece ser el que denominó Most Holy Trinity en el
cual el mago jugaba un papel pasivo, con Walter Gray, un músico
negro y bohemio, de tamaño descomunal; Crowley, a su vez, se
unía a Ana Miller o a Roddie Minor, en tanto que otros diez indi-
viduos, desnudos y ejecutando actos de onanismo, hacían corro
a la tripleta.
El acto tenía variantes caprichosas: Gray trocaba su papel por
el de Crowley, y la mujer buscaba su propia satisfacción. Al final,
todos brindaban con un elixir de amor, hecho de fluidos huma-
nos y de yerbas fragantes, e invocaban a Júpiter, consumiendo
opio, también denominado Our Lady of Dreams.

Thelema y el santuario erótico


Al promediar el año de 1920, Crowley fundó en la isla de
Cefalú la Abadía de Thelema. Eligió ese lugar porque el clima
le iba bien a su salud quebrantada. La villa disponía de cinco

Diseño libro Miguel Alvarez.ind312 312 18/5/07 22:46:34


Forma y estilo del periodismo literario 313

habitaciones localizadas todas frente a una sala central. En ésta


se efectuaban los ritos. Muy pronto, el santuario erótico se llenó
de fieles ansiosos. Crowley, experto en recursos tántricos, podía
satisfacer a cinco hombres y cinco mujeres. Su potencia parecía
inagota­ble. Sin embargo, tres años después el gobierno italiano
lo expulsó del país con toda su “trouppé”, cuando comprobó que
varias “hermanas” habían enloquecido y se hallaban hospitali-
zadas.
Viajó entonces a Berlín y editó dos revistas, a tiempo que ini-
ció la escritura de su última obra, The Book of the Toth, que publicó
en 1944.

Verdadero maestro
–¿Fue Crowley un mago verdadero, un verdadero iniciado?
La respuesta parece afirmativa. De hecho, se asegura, tuvo
poderes extraños. En Cambridge, durante su época de estudian-
te, apagaba velas a diez metros de distancia con la sola fuerza de
su voluntad. En Cefalú predijo la muerte de una de sus mujeres,
“Muñeca Voraz’,” la de su discípulo Raúl Loveday, y el suicidio
del profesor Norman Mudd. Estos dramas se cumplieron en fe-
chas y horas señaladas previamente por Aleister. Y, en París de-
rrotó, en memorable partida, al maestro de ajedrez Tarta­kower.
Crowley apenas si sabía mover las piezas.
También fue expulsado de Francia, como antes lo había sido
de Italia. Por los años cuarenta y pico empezó su descenso. En-
fermo y viejo se recluyó en una pequeña pensión en Hastings,
al sur de Inglaterra. Su soledad afec­tiva era total, como total su
pobreza. Antes de morir, el primero de diciembre de 1947, sólo
pudo decir: ¡Estoy perplejo! Un viento iracundo sacudió la mo-
desta habitación. Crowley llegó, por fin, al absoluto mundo de
las sombras.

Revista Contrastes, periódico El Pueblo de Cali,


Año 1, No. 12, domingo 1º de febrero de 1981

Diseño libro Miguel Alvarez.ind313 313 18/5/07 22:46:34


314 Miguel Álvarez de los Ríos

Casanova: el rey eterno del amor erótico

Un coche se detiene frente al mejor burdel de París. De él des-


ciende un hombre espléndido. Luce traje de terciopelo con cha-
leco de encajes, sombrero de plumas y espadín de acero inglés.
Es alto y joven, saludable. Cuando avance por el salón espacio-
so, entre la codicia de las mujeres y la envidia de los hombres
–que a esa hora beben apacibles vinos del medio día, y sueltan
risitas lascivas–, este hombre magnífico cruzará sus manos sobre
el pecho para que todo el mundo vea que de su cuello pende
una insignia equívoca, bordada en diamantes y que sus manos
–largas, finas manos de concertista– no tienen un solo dedo libre
de la coyunda de las sortijas. Alguien se atreverá a decir, en un
susurro cobardón:
–Es Casanova! ¡El caballero de Seingalt!
El caballero se pone cómodo y exige licor de sello muy ex-
clusivo; sonríe, y deja al descubierto una doble hilera de dientes
blancos y perfectos. Pronto abrirá su tabaquera y ofrecerá rapé a
dos o tres contertulios próximos. No es un vicioso del vino. Bebe
poco y despacio. Es, sí, un virtuoso del arte erótico, un formida-
ble acróbata de alcoba.Ya tendrán oportunidad de comprobarlo
las tres ninfetas sobrecogidas que ahora lo acompañan, y cuyo
tímido perfume no alcanza a confundir la fragancia de rosas que
exhala el cuerpo del extranjero. Los cuatro estarán muy pronto
en una habitación confortable, decorada con pornografía rena-
centista; sobre un tálamo que será propicio al refinamiento, el
vértigo, la confusión, el eros de la conducta sexual.

Homo eroticus
A pesar de sus 250 años bien cumplidos, Juan Jacobo Casano-
va –encarnación y símbolo universal del homo eroticus– aún fasci-
na a las mujeres, acompleja a los hombres y suscita la curiosidad
de los médicos y de los genios de la introspección del análisis si-
cológico. Su vida ofrece cierta prestancia demoníaca, la envuelve

Diseño libro Miguel Alvarez.ind314 314 18/5/07 22:46:34


Forma y estilo del periodismo literario 315

un aura diabólica, acaso sea por haberla vivido en la impostura y


el fraude; pero, además, por haber poseído Casanova la clave del
Gran Arcano o magia sexual, lo que intensificó sus vibraciones
áuricas y desarrolló en él poderes extraordinarios. Esto, a nuestro
juicio, le permitió ser un magnífico amante y un eficaz iniciado al
servicio de las sociedades masónicas de su campo.
Subsisten dudas respecto al papel que cumpliría este hombre
en los tiempos actuales, tan distintos a los que precedieron a la
Revolución Francesa. Sin embargo, el eterno femenino, por ser-
lo, no ha variado mucho con el paso de los años y el proceso de
la cultura. Al contrario. Los expertos destacan su refinamiento y
refuerzan su creencia acerca de la persistente debilidad de las da-
mas ante el asedio amoroso, sobre la cual los clínicos como Mara-
ñón y los poetas como Musset, fundaron parte importante de sus
teorías en relación con la mujer en el mundo del sexo y en el de
los sentimientos humanos, cuya interpretación correspondería a
la magia poética, más que a la ciencia absurda del sicoanálisis,
según Maurois.

La “Historia de mi vida”
En la Historie de ma vie (Edition integrale, F.A Brockhaus,
Wiesbaden, Librairie Plon París, 1960), Casanova relata minucio-
samente su espléndida existencia. Esas páginas autobiográficas
fueron escritas en el castillo del Conde de Waldstein, en Bohe-
mia, cuando el viejo fauno, vencido por la edad, “esa enferme-
dad cruel e inevitable que me obliga a estar bien a pesar de mí
mismo”, hubo de refugiarse en sus recuerdos. Empieza Casano-
va sus cuatro mil páginas memoriosas comentando sus enferme-
dades, aunque no se refiere a las numerosas infecciones venéreas
que contrajo en sus citas mercenarias y a las hemorroides que
adquirió durante su cautiverio en la cárcel de Los Plomos, debi-
do seguramente a que la naturaleza de dichos males no se avenía
muy bien con su prestigio de seductor. En cambio, hace pública
confesión de sus indigestiones crónicas causadas por la alimen-
tación suculenta, y de una herida de bala que recibió durante un
duelo en Polonia, de la cual se restableció sin ayuda médica ni
tratamiento específico. En apariencia, tal hecho lo indujo a prac-
ticar la medicina, “compensando con su labia la falta de prepa-
ración” y tomándola como un nuevo expediente de su habilidad
amatoria. “La locura –dijo alguna vez ante un selecto auditorio

Diseño libro Miguel Alvarez.ind315 315 18/5/07 22:46:34


316 Miguel Álvarez de los Ríos

femenino– proviene de la abstinencia sexual, pero en mayor gra-


do de la fidelidad”.

Para pulir un cuerpo


La técnica amatoria de Casanova se surtía de audacia, rapi-
dez y cinismo. Stefan Zweig, autor de la mejor biografía de este
individuo prodigioso, observa que pocas veces la naturaleza
ha dado a un maestro un instrumental tan perfecto, como dio
a Casanova. Otros biógrafos ponderan su líbido de­saforada con
ejemplos muy elocuentes. Reconstruyamos uno de éstos, sin exa­
gerar la nota.
Casanova viaja con urgencia a Nápoles, en tiro de tordos.
Probablemente en misión de espionaje. Se detiene, de noche, en
una posada caminera. Bebe un vino ener­vante y devora un fai-
sán en su salsa. Se dispone a reanudar la afanosa marcha, de la
cual dependerá el éxito de una operación secreta, pero equivoca
la salida, de seguro en forma deliberada. Pues su olfato de ani-
mal de presa le indica que en alguna habitación se desnuda a esa
hora una mujer. ¿Cómo será ella? ¿Tendrá la piel diáfana, los ojos
vivaces, el cuerpo pleno y rotundo, la boca como un abecedario
de mieles tropicales? No importa. A él lo ex­cita un denso olor de
carne, el fuerte efluvio de unos cabellos desanudados; un cuerpo
impregnado de un perfume joven y violento, trastornador, como
el de los jazmines en el crepúsculo. La puerta del aposento está
entreabierta. Casanova la empuja y se detiene con fingido estu-
por. En el centro de la alcoba, envuelta en el aura fragante de
su juventud, una mujer de senos oteantes y de piernas blancas,
largas y adorables, hace lo posible por cumplir sus deberes con-
yugales con un oficial húngaro, anciano. Están en el preludio de
una luna de miel que no se anticipa promisoria. Alta y soberbia,
la mujer vuelve los ojos hacia la figura del intruso.
En ellos no hay espanto ni sobresalto. Apenas un abandono
dulce y lejano, y un gesto luminoso que sigue los pasos de Casa-
nova y adivina sus deseos. Casanova procura excusarse y se in-
clina ante la pareja con una amorosa cortesía extranjera. Algo lo
induce, sin embargo, a prolongar la reverencia. Toma la mano de
la desposada y la besa largamente. Después baja los ojos, e inten-
ta desandar los pasos. Pero el capitán es un marido consecuente
y recursivo, dispuesto a suplir sus propias deficiencias, como la
ocasión lo disponga. Hace un gesto de asentimiento.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind316 316 18/5/07 22:46:34


Forma y estilo del periodismo literario 317

Casanova procede de inmediato. Es su oficio. La esposa del


oficial se le resiste, también con fingimiento. El capitán la mira,
contrariado, y se enrosca las puntas del bigote. Entonces la mujer
entiende, y su cuerpo se afelpa, se vuelve tierno, se desbarata en
sollozos dispersos. La misión de Casanova se interrumpe. Adiós
es­pionaje, adiós diplomacia, adiós misión secreta. Él es un com-
batiente siempre vic­torioso. Pero en el lecho. Que es su campo
de batalla.

Pujante macho
Alto de cuerpo, de nariz grande y ojos profundos. Moreno
“de verde luna”. Viste lujosa, ostentosamente, y se adorna a más
no poder. El príncipe Carlos de Ligne dice de él que sería muy
buen mozo si no fuera por su fealdad. “¿Sabéis que sois un ga­
llardo mozo?”, le dice Federico el Grande, en 1764. Como quiera
que fuese. Su es­tampa concertaba la admiración de las mujeres y
despertaba la envidia de los varones, “por representar Casano-
va, de alguna manera, cierto equívoco, galante y turbulento ideal
que alienta secretamente en el alma de los hombres”.
Los técnicos casanovianos desvirtúan la presunta semejanza de
su héroe con el mito de don Juan, que se originaría en Maquia-
velo, Tirso de Molina y Moliére; fundados en la circunstancia de
que el aventurero veneciano no destrozó corazones como el per-
sonaje de Zorrilla, sino que dio placer a cuanta dama se cruzó en
su camino. Además, observan, Casanova vivió y murió en su ley,
esto es, ajeno a cualquier sentimiento espiritual o religioso. Don
Juan, por el contrario, sinceramente arrepentido, fue sepultado
bajo un rosal en Sevilla.
Tampoco parece acertada su compa­ración con famosos aman-
tes de la lite­ratura real, Como Pushkin, Lord Byron o Benjamin
Constant, reconocidos como puritanos en medio de su frívola y
exal­tada pasión. Casanova los contraría, inclusive, como se ha
dicho, en la escogencia de sus amantes, la mayoría de ellas mu­
jeres inexpresivas o francamente ordi­narias, como las “grand-
trottoirs” de París o las “frauleins” de Viena. Pero es lo cier­to
que Casanova no distingue. Casanova no hace diferencia. Para
él es lo mismo una princesa que una camarera. Aunque tiene un
tope en la edad, Casanova no lleva a su lecho a mujeres de más
de cuarenta años. A Casanova le causa miedo el medio día vital
en las damas. Mucho más la edad crepuscular. Casanova no se

Diseño libro Miguel Alvarez.ind317 317 18/5/07 22:46:34


318 Miguel Álvarez de los Ríos

parece a nadie, como no sea a sí mismo; es un individuo fuera


de serie, un fenómeno de la charlatanería y el fraude, y, claro, la
concreción humana más viva de los vicios, esplendores y farsas
del sunt­uoso siglo XVIII.
Ovidio, a juicio de los casanovianos, se anticipó muchos siglos
a lo que posteriormente escribirían sobre el aventurero del amor
Stekel, Boehm, Spranger, Marañón y Martí Ibáñez: “Hombres
–decía el poeta latino– que sólo se cuidan de sus atavíos y de su
belleza...Desconfiad de ellos, mujeres. Lo que os digan lo han re-
petido ya mil veces; su amor vagabundo no se fija nunca...¿Qué
puede hacer una mujer cuando un hombre tiene más amantes
que ella misma?”.

Sicosexual hipoviril
Don Gregorio Marañón, que clasificó el amor donjuanesco
dentro de una conducta sicosexual hipoviril, rindió también su
diagnóstico sobre el Caballero Casanova –justamente el nombre
de su libro–, al considerarlo “dentro del tipo morfológico euno-
coide de reducida potencia sexual”. Su tesis la reforzó con ciertas
pruebas, a su juicio históricas, en el sentido de que ninguna de
las mujeres seducidas por el galante impostor lo acompañó por
segunda vez al lecho. No es exacto. Casanova no se prodigaba
más de una vez, con las mujerucas.
Repetía sí con las aristócratas. En lo de no repetir estaba su
deseo infinito de conocer a cuantas mujeres le fuera posible, en
una lucha desesperada contra el tiempo. Tiene también defenso-
res de oficio, como Havelock Ellis, para quien Casanova, “lejos
de ser víctima de estados morbosos y perversidades, se nos pre-
senta como el hombre natural in excelsis”.

¿Apátrida, sin nobleza?


Se le moteja, a Casanova, de apátrida, de carecer de senti-
mientos, de ser un alma vaciada de nobleza. Y se le vincula de
alguna manera a otros dos personajes de su tiempo, Cagliostro y
el misterioso Conde de Saint Germain. Inclusive, de haber sido
agente de ciertas organizaciones políticas que empujaron algu-
nos resortes históricos hasta producir la caída estrepitosa de las
monarquías europeas. Puede ser o no cierto. Pero la paradoja
salta a la vista. Pues, si Casanova coadyuvó al éxito de la Revolu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind318 318 18/5/07 22:46:35


Forma y estilo del periodismo literario 319

ción Francesa, demos por caso, también fue una de sus víctimas,
aunque su cabeza no hubiera rodado bajo la guillotina.
Como bibliotecario del conde Waldstein en Dux, anciano y
achacoso, debió soportar las impertinencias de la servidumbre
contagiada de jacobinismo. Ya no le quedan ni los estoperoles de
su remoto esplendor. Ni la fuerza elemental de sus fibras sensi-
tivas.
Una doncella pasa frente a él y se alza las faldas y le muestra
las posaderas; otra le trae una bebida caliente y deja que un seno
se le escape; otra se sienta mal delante suyo. Casanova intenta
“funcionar”, Casanova persigue a las muchachas en flor, pero le
crujen los huesos, se le desbarata el corazón en un manantial de
frases impúdicas que despiertan la risa de las muchachas, más
que su rechazo o su escándalo.
Casanova no lee ya a su amigo Voltaire ni a su tocayo Rous-
seau; ni siquiera a los enciclopedistas. Escribe largo y tendido en
sus páginas autobiográficas que más de veinte años después se-
rán publicadas, en su estilo denso, sofocante, descarnado, mien-
tras maldice a Robespierre que ha permitido el acceso al poder
de la menuda, de la ínfima canalla; la misma que lo mortifica
hasta el final en 1798.
En fin. A pesar de que en París se fundó hace muchos años la
Societé Canoviennne “con el fin de someter a estudio minucioso
todo papel o billetito escrito por sus manos” (por las de Casa-
nova) y a pesar de que miles de estudiosos han analizado las
múltiples facetas de su vida, nadie ha dicho la última palabra
sobre esta figura apasionante, cuyas hazañas de alcoba y cuyas
pillerías, que llegaron al colmo cuando estafó a Cagliostro, cons-
tituyen el libro mas delicioso de su tiempo. Por lo pronto convie-
ne recordar lo que a propósito de la fascinación que despierta su
nombre –inmune a las costumbres y los vicios del tiempo, por lo
visto– escribió el doctor Félix Martí Ibáñez:

“Todos los hombres se dividen en tres grupos: los que creen


que pueden llegar a ser Casanovas, los que creen que han sido
Casanovas y los que creen que hubieran podido serlo; pero que
no les interesó”.

Revista Contrastes, periódico El Pueblo de Cali,


Año 1, No. 15, domingo 22 de Febrero de 1981

Diseño libro Miguel Alvarez.ind319 319 18/5/07 22:46:35


320 Miguel Álvarez de los Ríos

Diciembre y enero
son los meses de Verlaine

El miércoles 8 de enero de 1896, en la casa de la señora Krantz


–casa número 39 de la calle de Descartes–, murió Paul Verlaine. El
poeta, en su última noche, se cayó del limpio y compartido lecho.
Y la buena señora Krantz, a la que no amaba ni poco ni mucho
(pues, según Barrés, sólo Esther, la prostituta, tenía el poder de
avivar los últimos rescoldos del ambiguo corazón de Verlaine); la
señora Krantz, jubilada bailarina de Montmartre y ahora obrera
entrada en carnes de La Belle Jardiniere, no fue capaz de levantar
la exánime humanidad de ese huésped suyo, mísero y sublime,
a quien –ella sí– ha venido amando con todas las fuerzas de su
arrebatado corazón. Barrés dice: “...Ella no pudo levantarle para
devolverlo a su lecho y fue por eso por lo que murió al día si-
guiente, a las siete de la tarde”.
Verlaine murió, en efecto, a las siete de una noche lluviosa.
(“El sol me causa náuseas, me aturde y me ciega y prefiero, a la
postre, el lúcido invierno”). Murió, entre los aspavientos de la
señora Krantz y el dolor manifiesto de unos cuantos amigos que
lo amaron de veras y que por él sintieron fervorosa y perseve-
rante admiración. François Coppée, su compañero de infancia,
entre ellos. (“Vos, querido Coppée, alcanzaste la gloria; yo, tengo
pobre gloria en un ajenjo efímero”). Y Mauricio Barrés, inspirado
escritor y disidente a ultranza de la III República, cuyos com-
promisos políticos jamás le impiden atender las angustiosas de-
mandas de Verlaine. Se conocen desde 1884. Verlaine publica ese
año sus Poetas malditos, y Barrés, provinciano de veintidós años,
recién llegado a París, dirige y redacta una revista literaria –Man-
chas de tinta–, en cuyo primer número –con el mismo estilo des-
lumbrante en que habrán de fundirse el culto del yo y la pasión
nacionalista– exalta la obra, ya densa, de quien, a los cuarenta

Diseño libro Miguel Alvarez.ind320 320 18/5/07 22:46:35


Forma y estilo del periodismo literario 321

años, tras Hugo y Baudelaire, se ha convertido en el “Príncipe


de los Poetas” franceses. Verlaine le da las gracias, en carta del
26 de diciembre de 1885. (He aquí un dato curioso, para uso de
astrólogos o meteorologistas con sentido poético: las más expre-
sivas cartas de Verlaine aparecen fechadas, invariablemente, por
los gélidos meses de diciembre y enero; también lo más selec-
to de su vendimia lírica: lo cual reforzaría la peregrina tesis de
Mauriac, de que, a la poesía vagarosa y huidiza del Simbolismo,
a esa poesía alada, aérea, evanescente, cuya esencia impregna de
suave melancolía el mundo crepuscular de fin de siglo, ha de
corresponder un clima de exigua temperatura). “Le manifiesto
–escribe Verlaine a Barrés– la gran complacencia que me ha cau-
sado su artículo sobre Baudelaire (el propio Verlaine, de joven,
había escrito una página excelente sobre el desolado autor de Las
flores del mal), así como la parte que usted reserva a mi persona-
lidad literaria en este estudio tan curioso”). Había entre ellos, a
juicio de Villiers de L’lsle-Adam (“Villiers, como ha elegido ya te
saludaremos...”), el arraigado sentimiento del paisanaje lorenés,
y desde luego, la mutua simpatía que suele vincular a dos almas
gemelas, a dos espíritus por igual “sensibles y sensitivos”. (Feli-
pe Barrés recuerda que al poeta le subyugaba la serena persona-
lidad de su padre, Mauricio, en quien adivinó desde un principio
“sus dotes de colega decidido a no dejarse maltratar por la vida”.
“Es usted, Barrés, un intelectual muy bien armado para las gran-
des luchas”, observa Verlaine, en carta del 18 de enero de 1886).
En todo caso, hay que excluir la supuesta identidad de objetivos
políticos, que algunos atribuyen al escritor y al poeta como de-
terminantes de su respetuosa amistad. Barrés ha sido, sin duda,
un conspirador romántico, enemigo de la “paz humillante” que
nace del Tratado de Frankfurt y sobre la cual tambalea, hasta
1879, la III República. Es, si se quiere, un espíritu subversivo, fino
y atormentado, en busca de la fórmula política que devuelva a su
patria el perdido norte de la dignidad nacional; pero jamás sería
–y así lo manifiesta de forma perentoria– un anarquista irracio-
nal, dando palos de ciego contra el régimen burgués que pugna
por afianzarse. Verlaine, en cambio, es el desorden encarnado en
un cuerpo de fauno, viejo de vicios: un sentimiento de anarquía,
sórdido y trágico, es la marca que define las sucesivas instancias
de su vida. Pasional y desenfrenado, instintivo y violento, quiere

Diseño libro Miguel Alvarez.ind321 321 18/5/07 22:46:35


322 Miguel Álvarez de los Ríos

encontrar lo nuevo a cualquier precio. Baudelaire le ha enseñado


el terrible camino:

Plonger au fond du gouffre,


Enfer ou Ciel, qu’importe?
Au fond de l’ Inconnu
pour trouver du nouveau!

En 1871 es acusado de dar asilo a varios fugitivos de la “Co-


muna”, o de ser él mismo enlace importante de una conjura pos-
terior a la sangrienta restauración del orden en París. Vistas las
circunstancias personales del poeta (Verlaine es ya un escombro
a la deriva), la acusación parece un despropósito; es, como si a
un ruiseñor estropeado por la tormenta, se le acusara de intentar
derruir la catedral de Notre Dame. Pero Verlaine, temeroso, huye
al exilio. Lo acompaña Rimbaud. Juntos han avanzado muchos
pasos hacia el infierno. Van, primero, al Londres victoriano. Un
dibujo de la época los muestra astrosos, errantes por las calles de
la ciudad envuelta en la calígine. Verlaine provee a la pitanza,
dictando clases de francés. Riñen con frecuencia; se separan ai-
rados. Muy pronto habrán de hacerlo para siempre, en Bruselas.
Verlaine anticipa sus lágrimas:

II pleure daus mon coeur


Comme il pleut sur la ville...

París, invierno de 1884. Los campos ateridos, los árboles sin


follaje, blancos. La ciudad, entre el hielo, se la mira a través de un
vitral empañado, como en los cuadros de Van Gogh; la odiada to-
rre Eiffel en construcción tirita entre el paisaje de nieve. Arrebuja-
do en su gabán, las nobles manos sobre el braserillo, Víctor Hugo
es aún el “Emperador de la florida barba”, sin cuyo permiso no
se mueve una hoja en el espeso bosque de las letras francesas. En
la penumbra del café Vachette, Verlaine departe con bohemios y
cocottes; la cabeza pelada, las barbas en hilachas. En nada cree,
menos en su obra, trémula luz que confunde el poderoso fulgor
del romanticismo inextinguible. Pero Barrés, intuitivo, sabe ya lo
que podrá aportar de mágico y vigoroso a la literatura “realista”,
que aspira a desplazar con su aliento descarnado el tibio espíritu
romántico, ese cándido fauno de ojos ardientes y nariz aplastada,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind322 322 18/5/07 22:46:35


Forma y estilo del periodismo literario 323

arrastrando como un fardo inútil su pierna reumática... Su frente


reclama los cuernos festonados de pámpanos y flores, dice de él
Eugenio Carriere, el mismo a quien Verlaine dedica, en 1866, sus
Poemas saturnianos:

Eugenio: revelan los más viejos


grimorios,
que a los hombres nacidos
bajo el signo Saturno,
les toca mucha parte
de amargura y desgracia...

Verlaine murió en 1896, a comienzos de enero; a una hora


en que apenas empezaban a agitarse las aspas voluptuosas del
Moulin Rouge (Esther, la prostituta, no es bailarina en su pista-
escenario de can-cán: es ágil cigarrera, con fuego en la piel, luces
en el escote y un demonio frenético en los boleros del faldellín,
cuando atruena la música de Offembach y Orfeo, con su cítara en
llamas, desciende a los infiernos en busca de Eurídice).
“Yo quisiera morirme –había confiado Verlaine a Robert de
Montesquiou, durante el sepelio de un amigo común–, en di-
ciembre o en enero. Créame, querido Montesquieu: son los mejo-
res meses para la vida y para la muerte”.
Murió Verlaine, menos pobre de lo que había vivido; no en
completo abandono, la verdad sea dicha. Desde dos años antes,
Barrés conforma un grupo de quince personas notables y pu-
dientes, a quienes exige un aporte de diez francos mensuales
por cabeza, para subvenir a las mínimas necesidades del poeta.
Es trágica burla del destino que, quien ha sobrevivido a cárceles
tenebrosas, como la de Bruselas, de donde trajo su reumatismo,
y a los tétricos hospitales de París, “¡mis palacios de invierno!”,
esté, en París, a punto de morirse de hambre. Y de frío. El grupo
de donantes lo integran, además, de Barrés, la duquesa de Ro-
han, la condesa de Greffulhe, la condesa de René Bearn, François
Coppée, Henri Bauer, Paul Brulat, León Daudet, el doctor Julien
(“Savatíssimo doctori, que habéis sabido a los dolientes curar...”),
Jules Lemaitre, Magnard, Octave Mirbeau, Jean Richepin, Robert
de Montesquiou y Sully Prudhomme. Y el fondo lo administra,
y lo invierte con exagerada pulcritud, la señora Krantz; quien ni
siquiera se cobra por derechas la justa paga del amor abnegado

Diseño libro Miguel Alvarez.ind323 323 18/5/07 22:46:35


324 Miguel Álvarez de los Ríos

que le entregó a Verlaine. La señora Krantz lo baña, lo viste, lo


cuida... lo ama. Amor que se reparte “en besos, lecho y pan”;
amor que es subrepticio apenas para ella misma; la buena señora
Krantz lo supone invisible tras su honorable delantal de casera.
A Barrés le dice, entre lágrimas, respondiendo a un reclamo que
nadie le hace:
“¡Yo empleaba muy bien el dinero de vosotros. Le había com-
prado un buen traje completo en “La Samaritaine”. Está ahí, do-
blado aún!”.
Era cierto. También lo era que Verlaine tuvo su cena de año
nuevo. La señora Krantz trajo vino rojo del sur y un enorme
pavo impregnado de miel de manzanas y especias. En lugar de
vino digestivo, el poeta exigió, sin respuesta, una gran copa de
Pernod. El pavo se le antojó un albatros baudeleriano; acaso él
mismo, metamorfoseado, con su pierna a rastras, en tierra de an-
tropófagos. Devorarlo no dejaría de ser un horrendo acto de ca-
nibalismo. Pero comió y bebió, como no lo había hecho desde los
días apacibles en que su padre, oficial del ejército republicano,
presidía la mesa familiar, abastecida de mostos, carnes y legum-
bres. Y tuvo ánimos para zanjar por mitades la situación de pug-
na de sus dos últimas mujeres. Esther, la prostituta, vino hasta su
puerta. Era, según Verlaine, quien tenía por qué saberlo, diosa
perversa y mágica en los abismos de la carne. La señora Krantz
también lo sabía, por referencias. Y armó menudo escándalo a la
vista de la intrusa. “¡Déjenme morir en paz!”, gritó el poeta fuera
de sí, arrojando sobre ellas su aguamanil de porcelana.
Para sus escépticos coetáneos, la muerte de Verlaine fue tam-
bién la muerte de su obra lírica; excepto para Coppée, que predi-
jo larga vida a la poesía verleniana, y para Anatole France, quien
exclamó, al paso del desfile funerario:
“¡Este pobre insensato ha creado un arte nuevo!... ¡Era un
poeta como no los hay ni uno por cada siglo!”.
Pero, ¿a quién importa hoy el Simbolismo?
Es posible que a nadie, si damos por sentado que a nadie le
interesa la música celeste. Lo cual es, por lo menos, una exage-
ración. Y el Simbolismo es música. Su estética es aquella del Arte
Poética, que Verlaine dedica a Carlos Morice: “De la musique avant
toute chose...”. Música indescriptible, que se escucha como una
brisa de atardecer y repercute, sin embargo, en lo más íntimo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind324 324 18/5/07 22:46:35


Forma y estilo del periodismo literario 325

del ser, trémulos cuerpo y alma, acuciados por el demonio de la


melancolía y el deseo.
Jules Lemaitre dijo de Verlaine que tenía “una música en el
alma”. Esa música obró el prodigio de convertir el francés en len-
gua de absoluta capacidad lírica, en tanto que el alma atribulada
de Verlaine descendía a los infiernos.
El viernes 10 de enero de 1896, el coche funerario de Verlaine
rodaba lentamente entre la lluvia; volaban en el crepúsculo de
invierno los primeros demonios de la noche.

Revista Pereira Cultural,


Corporación Biblioteca Pública “Ramón Correa”,
Año 7, No. 7, Pereira, octubre de 1987

Diseño libro Miguel Alvarez.ind325 325 18/5/07 22:46:36


326 Miguel Álvarez de los Ríos

María Isabel Mejía,


Roja Flor de la política*

En la Cámara de Representantes, donde ocupa una curul a


nombre del liberalismo de Risaralda, María Isabel Mejía Maru-
landa tiene el esquivo prestigio que allí sólo conceden la inteli-
gencia y la esmerada dedicación a la tarea parlamentaria.

Frágil, nerviosa, con una voz suave y honda de actriz de ca-


rácter, la señorita Mejía asume sus deberes de congresista con
verdadera seriedad, como si el electorado hubiera depositado
en ella una delegación sagrada e irrevocable. Para María Isabel
Mejía, el Congreso de la República no es un cuerpo inoperan-
te y costoso, mediocremente constituido, como lo califican sus
eternos enemigos, sino el santuario que guarda los más sensibles
instrumentos de nuestra democracia.

Llamado de sangre
Nieta por línea materna de don Roberto Marulanda, Gober-
nador de Caldas y Ministro de Estado de los años cuarenta e in-
dividuo que, al decir de Silvio Villegas, tenía no solamente un
gran talento sino un gran criterio de gobierno; hija y nieta de
médicos ilustres y pariente cercana por línea paterna de Cami-
lo Mejía Duque, quien dominó durante cuarenta años, hasta su

* En su libro 22 personajes. Apuntes para una futura geografía humana de Risaralda


(Fondo Editorial de Risaralda, Pereira, 1994), Álvarez de los Ríos se ocupa
de nuevo de María Isabel Mejía Marulanda y amplía considerablemente el
perfil de la líder liberal: “La mano fina se ahueca sobre el mentón: esta mujer
reflexiona, pone en orden sus pensamientos; mira hacia ninguna parte, acaso
hacia el interior de su rebelde corazón: vierten sus pupilas una luz de argento
que ilumina, a ráfagas, la belleza del rostro geométrico y envuelve toda su
persona en una transparente claridad”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind326 326 18/5/07 22:46:36


Forma y estilo del periodismo literario 327

muerte, el escenario de la contienda partidista en el antiguo De-


partamento desmembrado, María Isabel Mejía Marulanda posee
una rotunda vocación política, que contrasta de alguna forma
con su delicadeza personal y que en ella responde a un inexora-
ble llamado de la sangre.
En las elecciones de 1966, María Isabel Mejía logró su pri-
mer triunfo de significación al obtener, a su nombre, una curul
en la Cámara de Representantes. En cualquiera otra región de
Colombia, conseguir por la vía del voto universal un puesto de
legislador, sería un hecho normal: resultado de un esfuerzo per-
severante, de una inversión económica más o menos cuantiosa,
de un trabajo de equipo, de una compleja estrategia eleccionaria.
En Risaralda no; en Risaralda (o en el Quindío), hacerse elegir
para el Congreso, aún, allí, mediando la conjunción de las cita-
das circunstancias, es una proeza digna de figurar al lado de los
grandes hechos que amojonan la historia de la región, pues el
fenómeno de la concentración del poder político en unas pocas
manos, ha marcado dicha historia a lo largo de medio siglo, o
más.
A lo cual debe agregarse la circunstancia, difícilmente modi-
ficable, del exiguo cupo parlamentario (en Risaralda se eligen
solamente tres senadores y cinco representantes), y la circuns-
tancia más inmodificable aún, de que el Departamento alberga
una población en su mayor parte de origen campesino y, por con-
siguiente, conservadora. Todo esto lo sabía María Isabel Mejía,
cuando, sin ayuda de nadie, dio en la flor de embarcarse en la
insegura nave de la política, en el restringido medio risaraldense
donde proliferan las cosas innecesarias y de donde desaparecie-
ron, lamentablemente, las virtudes cívicas y la delicadeza y el
respeto reverencial que todo el mundo tenía para con los ancia-
nos desvalidos, los invidentes, las mujeres y los niños.

Flor de la política
A María Isabel Mejía, que es una flor exquisita, no le tocó por
eso ser reina de un jardín de ilusiones, en medio de poetas que
templaran sus liras frente a la lumbre en ascuas de sus ojos, sino
vivir y luchar en un medio abrupto y desconsolador; cuando
muy pocos sujetos le ceden el andén o el asiento del bus a las
damas, y cuando a ciertas damas como María Isabel Mejía, que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind327 327 18/5/07 22:46:36


328 Miguel Álvarez de los Ríos

no debieran tocarse ni con el pétalo de una flor, aluden ciertos


caballeros en términos desobligantes o inequívocamente soeces.
Razones muy respetables deben obrar en el corazón de la
gran dama que es María Isabel Mejía, para haber descuidado sus
haberes, sus objetos de arte, su salud, su ropero, y haber empren-
dido, forrada en bluyines descoloridos, la extenuante tarea de
convencer a los Trejos de Quinchía, al sindicato de areneros de La
Virginia, a los cosecheros de lulo de Pueblo Rico y a los zorreros
de Pereira, de que ella quiere servirlos con honradez y lealtad;
de que es capaz de hacerlo porque para eso está suficientemente
preparada; de que, como diría su jefe López Michelsen, no está
buscando un puesto en la burocracia municipal, que no lo necesi-
ta, sino un puesto de comando en la política, y de que, por fortu-
na, no tiene parientes pobres para colocar, por lo cual es persona
en quien pueden confiar quienes sí aspiran a devengar del tesoro
público, a nombre del glorioso Partido Liberal.
¿Cuáles son esas razones?
Responde la doctora María Isabel Mejía Marulanda:
“A la política me vinculan lealtades de raza; tú mismo has re-
cordado varias veces que procedo de familias con hondas raíces
liberales y amplia figuración pública. Mis abuelos fueron políti-
cos, mi padre lo fue a su modo y lo fueron casi todos mis parien-
tes por la rama paterna.
››Ya dentro de la política, surgen otras razones que te hacen
permanecer en la política. Por ejemplo, la obligación en que to-
dos estamos de contribuir al estudio y solución de los agobiantes
problemas populares. La situación del país es delicada; segura-
mente se requieren cambios profundos que eviten o reduzcan los
dolorosos desgarramientos que produciría una inconformidad
generalizada. Pienso que el liberalismo tiene mucho que hacer
en el campo de las rectificaciones históricas, si es que aspira a
sobrevivir más allá del siglo que agoniza.
››Y tengo razones de afecto. Yo amo la tierra que me cupo
en suerte habitar con los míos; la amo profundamente, como la
amaron mis abuelos que prácticamente se la arrebataron a la sel-
va. Me choca todo lo que la perjudique y celebro y exalto todo
cuanto tienda a hacerla más grande, más agradable, más propi-
cia a las esperanzas y esfuerzos del hombre”.
¿No le temes al fracaso?

Diseño libro Miguel Alvarez.ind328 328 18/5/07 22:46:36


Forma y estilo del periodismo literario 329

“No. Alguien dijo, creo que fue el novelista Osorio Lizarazo


en su candente libro sobre Gaitán, que en política el fracaso y el
éxito son conceptos eventuales y efímeros, y también que todo
en la política es porvenir, porque el pretérito se diluye en la insig-
nificancia y el presente es esencialmente precario y veleidoso”.

Revista Consigna, Año. 12, No. 349,


Bogotá, 30 de agosto de 1988

Diseño libro Miguel Alvarez.ind329 329 18/5/07 22:46:36


330 Miguel Álvarez de los Ríos

Héctor Escobar Gutiérrez

Voy a tratar de presentarles al poeta Héctor Escobar Gutié-


rrez, en su conjunción de hombre y artista. Pienso que puedo
hacerlo porque a ambos –al artista y al hombre– los conozco de
antiguo; y aunque me asalta el temor de que en el curso de esta
nota pueda incurrir en las “vitandas alabanzas” de que hablara
el místico latino, pienso también con Anatole France que no ha
habido ni hay crítica objetiva, puesto que no hay arte objetivo.
Todo el mundo sabe que a Escobar Gutiérrez me atan lazos fra-
ternos desde hace largo de treinta años y es natural que tema
exagerar con relación a la obra de un sujeto tan cercano a mis
afectos. Sujeto, por lo demás, excepcionalmente dotado para el
canto; sujeto bueno, en el mejor sentido de la palabra bueno,
como diría Machado; y útil, en la medida en que lo han sido los
precursores y los profetas. Alguien dijo, y si no lo dijo lo digo yo
ahora, que no hay que inhibirse ante personajes que merecen la
pena, así estos personajes los tenga uno en alta estima. Lo que
interesa en la obra de arte es justamente aquello que la hace obra
de arte, es decir, su calidad. Héctor Escobar Gutiérrez y su obra
merecen el lauro porque tienen excelente calidad humana y artís-
tica. Y vamos a comprobarlo.
Destacaba yo el otro día la exclusiva dedicación de Escobar
al ejercicio lírico y decía que, a mi juicio, era ése uno de sus ma-
yores méritos. No he variado el concepto, pero acaso convenga
dejar en claro que la constancia de Escobar en su oficio de poeta
es mérito admirable, mucho más si se aprecia que contadas per-
sonas tienen su estoica aptitud para sacrificar bienestar en aras
de ese dios terrible y devorador que es el arte. (El arte nos mal-
trata, dijo Malraux; el arte no nos compensa). De Escobar sí que
puede decirse, a la manera valenciana, que sacrifica un mundo
para pulir un verso. El resto de la humana tribu puede continuar
en esfuerzos más remunerativos, que Escobar no menguará la
lucidez en su absorbente función poética. Rolland de Réneville le

Diseño libro Miguel Alvarez.ind330 330 18/5/07 22:46:36


Forma y estilo del periodismo literario 331

enseñó que la hechura de un poema puede ser igual a la génesis


de un mundo; y en los Diarios íntimos de Baudelaire aprendió que
se debe tener una conciencia, una voluntad del trabajo literario,
con rigor y sin pausa. “Eso que piensas decir algún día –dice el
desmesurado poeta de Las flores del mal– dilo ahora mismo, que
la vida entera no habrá de alcanzarte para decirlo, y sólo el tra-
bajo constante puede dar testimonio de tu afán para lograrlo”.
Escobar vive en función de poesía, como otros viven en función
de negocios. Hombre desposeído de toda suerte de bienes ma-
teriales, ni los ambiciona, ni los busca; la riqueza, el poder y la
gloria no han sido ni serán jamás sus objetivos: a él le bastan para
regodearse los oscuros metales de la noche. Su caso es aún más
extraño cuando se sabe que, para ser él mismo, para realizarse
como artista –uno de los artistas más notables que haya produci-
do nuestro medio– no ha tenido necesidad de evadirse del entor-
no familiar, ni de inventarse otro mundo distinto al mundo trá-
gico y desgarrado en que le ha tocado vivir. Escobar es un poeta
sin torre de marfil, sin desdeñoso refugio para pulir su soledad,
sin castillo de piedra o de nubes, porque es un poeta que en lugar
de pelearse con el mundo, procura interpretarlo en su grandeza
abrumadora. ¿Cómo podrá un poeta contradecir al mundo, si su
sola intuición profética le permite vislumbrar la esencia prístina
de las cosas? Escobar, como criatura, se considera “punto” de un
universo que sabe fenomenal pero no caótico. Oigámoslo:

Soy lo mínimo, lo máximo, soy el punto del universo,


soy el arcano sin nombre...
soy la causa primordial, soy la nada, soy el hombre.

Tampoco es Escobar un rebelde con o sin causa. Escobar re-


comienda cabalgar sobre la ola, como Nietzsche recomendaba
aullar con los lobos. Detesta a los políticos y habla bien de los
políticos; el fútbol no le parece como a Montherlant una bella
gimnasia de ritmo, sino un juego sin casta, y sin embargo lo co-
menta y lo elogia. El mundo es nuestro ámbito irremediable, dice
Escobar parodiando a Bernárdez; debemos convivir con sus cria-
turas, en su mayoría perversas, santas algunas pocas, pero todas
humanas. Si el amor es un desafuero, parece decir, gocemos los
desafueros del amor; si ha de llegar la destrucción apocalíptica,
esperémosla cantando, y luego, sigamos “cantando en la ceni-
za”. Al mundo no hay que contrariarlo. ¿Para qué? El mundo es

Diseño libro Miguel Alvarez.ind331 331 18/5/07 22:46:36


332 Miguel Álvarez de los Ríos

una prisión. Escobar, como el preso condenado a cadena perpe-


tua, en cárcel de altos muros, es consciente de que todo intento
de fuga será inútil. Pero no se duele, como Santa Teresa, de los
hierros en que el alma está metida, porque Escobar es un poeta
cósmico, un poeta del cuerpo y de las sensaciones, y el alma que
es un supuesto metafísico, es apenas una segunda naturaleza de
su cuerpo. “¿A dónde huir, a dónde?”, gime Mallarmé. Y Esco-
bar, invirtiendo los términos de la confesión de Rimbaud, dice: Je
m’évade? Non me cherche.
He dicho que en la obra poética de Escobar conjugan armo-
niosamente la razón y la magia, la duda cartesiana y el misterio.
El poeta, como Daumal, demanda de la magia algunas claves
del conocimiento. No es raro que así ocurra. Eduardo Azcuy ob-
serva que el ocultismo descubre un universo yuxtapuesto al de
la ciencia, en el que la casualidad es sustituida por la analogía y
donde sus leyes, prescindiendo del marco témporo-espacial, se
expresan en términos de correspondencias simbólicas o de cam-
pos de sincronicidad, como los nombra Jung. Pero, ¿no habíamos
quedado en que el mundo de Escobar es el mismo mundo en que
todos gozamos y padecemos? Sí. Desde luego. Escobar responde:
“Mi reino es de este mundo”. Y agrega: “Amo al mundo como a
mí mismo porque soy absurdo”. Es absurdo el amor, tanto como
el crimen, y no obstante, parecen las cosas más lógicas del mun-
do. Es absurdo el intento de explorar las estrellas, que nada nos
ofrecen distinto de su luz. “Amo todo lo ilógico”, repite Escobar,
a tiempo que descubre que lo absurdo es lo lógico en un mundo
carente de valores reales.
La poesía de Escobar se refiere al presente, y suscita el futu-
ro, a través del pasado. En Escobar, la poesía no es nostalgia: es
el mundo, el tiempo, la palabra, el misterio. Es también poesía
que conjuga la elación erótica con la pesadumbre erótica, en un
empeño reflexivo y consciente. Poesía que a veces no es pasión,
sino creación pura. Escobar ha pretendido liberar el arte poético
del estatismo. De ahí que en su poesía más característica imá-
genes y metáforas sean dos elementos que muy poco definen.
Hay que aprender a leer esta poesía, sin prevenciones de retó-
rico, porque es seguro que tropezaremos con insólitos versos o
giros desusados. La poesía es investigación y no cántico y des-
cubre hechos tan positivos como los habituales en la exploración
científica, dijo alguna vez Ortega; aunque luego afirmara, tal vez

Diseño libro Miguel Alvarez.ind332 332 18/5/07 22:46:37


Forma y estilo del periodismo literario 333

en su memorable estudio sobre Góngora: “La poesía es metáfo-


ra; la ciencia usa de ella nada más; también podría decirse nada
menos”. La ciencia excluye la metáfora, que es mero ornamento;
en cambio la magia la incorpora a su virtualidad. Ya dije que
Escobar se surte de ciencia y magia en su poesía. El poeta maneja
la metáfora y la imagen con exquisito cuidado, como el herrero
maneja sus hierros al rojo vivo; se sirve de una alta temperatura
lírica, para moldear sus materiales, para templarlos, para darles
consistencia y peso específico de belleza. Pero el fuego de imáge-
nes y centelleos no será elemento definidor, sino auxiliar, en esa
poesía suya, patética; poesía que se columpia sobre el abismo,
según decía Coleridge de la de Blake; poesía potencializada por
un nuevo credo de comunión cósmica, más allá del cual sólo se
encuentra el misterio.
La rima, en la poesía de Escobar, casi siempre sorprende por
lo novedosa. “La rima es piedra maestra del arco poético cuando
éste se concibe dentro de una arquitectura orgánica”, se lee en un
denso estudio sobre la obra de Darío. Y el mismo Darío apunta
en sus Prosas profanas: “Como cada palabra tiene un alma, hay en
cada verso además de la armonía verbal, una melodía ideal. La
música es sólo de la idea, muchas veces”. Escobar suele desechar
la rima obvia o presentida y también la fácil asonancia que re-
sulta de “ensamblar un eco en otro” –técnica de versificadores–,
para emplearse en un apasionante trabajo de arqueología idio-
mática, fruto del cual son los tersos hallazgos de música verbal,
audibles en algunas de sus composiciones más celebradas. “En
el principio está la palabra como manifestación de la unidad infi-
nita, pero ya conteniéndola”, dice Ortega, de cuya mano es grato
caminar por las amplias avenidas del universo estético. La pala-
bra no es en sí más que un signo o una combinación de signos;
mas lo contiene todo por su virtud demiúrgica.
En un mismo plano de interés analítico, hay que colocar la
“poesía matemática” de Escobar, que es un intento suyo por fijar
ciertas estructuras con base en la misteriosa noción del espacio
visual. (Dichas estructuras no parecen producto del capricho,
o mera presunción estilística; para mí tengo que identifican un
sistema indescifrable de numerología mántrica con arraigo en la
antigua Cábala: fueron justamente los cabalistas quienes aporta-
ron la idea de que la imagen es el espíritu de la forma y de que
todo lo que existe expresa un ente numérico). Ahora, dentro de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind333 333 18/5/07 22:46:37


334 Miguel Álvarez de los Ríos

lo estrictamente literario, hay que admitir que la poesía matemá-


tica puede surtir efectos de sonoridad más definidos que los de
la poesía silábica. Como quiera que sea, este ensayo de Escobar
merece tenerse en cuenta como una nueva fórmula poética car-
gada de posibilidades.
Finalmente, por lo que se refiere al último o más reciente de
sus libros –Estetas y Heresiarcas–, tampoco parece caprichosa su
estructura formal: su división en cuatro compartimientos con
quince poemas cada uno y la identificación de dichas divisiones
con nominativos zodiacales, sugiere intenciones mágicas: más
aún cuando se piensa en un conjunto de personajes famosos, al-
gunos de ellos signados por hados terribles y envueltos todos en
un aura de inmortalidad. La obra así conserva la ecléctica unidad
que caracteriza la inspiración escobariana. Al lado de los artis-
tas más exquisitos, como Homero, Beethoven y Miguel Ángel,
están los retratos de sujetos insólitos y discordes, como el abate
Guibourg, el conde de Cagliostro y el mago Crowley. No es cu-
rioso, entonces, que el libro culmine con un retrato lírico de su
propio autor, si ya se sabe del parentesco suyo con muchas de
las sombras que circulan por esta galería de Estetas y Heresiarcas,
que adquieren vitalidad y presencia gracias al verbo iluminado
del artista, a su superior facultad de intuición mágica, de sonam-
búlica penetración en el misterio.
Bien. Con ser diversa y abundosa, la poesía de Escobar con-
serva cierta extraña uniformidad. Se expresa esta poesía en un
lenguaje de símbolos arcaicos: los extrae el poeta de las canteras
más profundas del idioma. Su consciente actitud frente al mis-
terio poético, induce a Escobar al ensayo sistemático de nuevas
formas de expresión. El lenguaje se torna instrumento apto para
establecer sus propias analogías con el universo que pretende
escrutar. Poseer genio verbal es tener “fundamento del ser”, se
aprende en las hipérboles de Heidegger. En la palabra dinámica
o hermosa radica parte importante del secreto tan buscado en las
grandes obras poéticas. Su carga conceptual o emocional hace
que el vocablo se vuelva signo o contenido, según Guillermo de
Torre, y Escobar posee genio verbal; las palabras, en su boca, son
signo y contenido.
A lo largo de un cuarto de siglo, o más, se han dicho de Esco-
bar Gutiérrez las más grandes exageraciones (yo sé que lo son,
porque no podrían ser otra cosa y porque, como dije antes, co-
nozco la apacible intimidad de sus sentimientos, donde no caben

Diseño libro Miguel Alvarez.ind334 334 18/5/07 22:46:37


Forma y estilo del periodismo literario 335

ni la crueldad, ni la perfidia, ni siquiera la codicia, de la cual el


satanismo predica que es una virtud y no un pecado). Tales in-
fundios aluden a la supuesta o real existencia de una iglesia des-
tinada al culto del demonio, en cuyo altar sombrío actúa como
oficiante cierto abate Guibourg, que es el propio Escobar, y en
cuyo recinto, plantado sobre los escombros de un espurio con-
vento de ursulinas, se alza un doble oratorio festonado de ser-
pientes, para rezar al Bafometo y a la estatua desnuda de Venus
Astartea. Conviene hacer una nueva aclaración, en el sentido de
que el satanismo de Escobar Gutiérrez no es una estratagema de
su frivolidad, sino muy razonable actitud existencial en cuanto
Satán, al decir de Baudelaire,”tiene los hilos que mueven nues-
tras vidas”. El diablo que tú temes tiene tu misma cara, le dice
el exorcista al personaje de London que busca al demonio en el
espejo frente al cual se masturba. Al diablo puedes verlo todos
los días, cuando te afeites, o cuando te pintes los labios, dice a
sus feligreses, desde el púlpito, el teólogo Urbina de la iglesia
metodista. El diablo es la parte oscura y creadora de ti mismo, no
la criatura terrible, provista de cuernos, garras y pezuñas, que te
mete miedo desde la Edad Media, enseña, innecesariamente para
Escobar Gutiérrez, el papa negro del neosatanismo, Anton Szan-
dor La Vey. He dicho que Escobar es un artista, esto es, un crea-
dor, y todo creador, por serlo, es un satánico. Nuestro poeta lo es
en el más amplio sentido de la palabra, inclusive en el de tener
una conciencia muy plástica sobre la satisfacción de las pasiones.
Escobar, como La Vey, proclama a los cuatro vientos: “No hay
un Cielo donde la gloria resplandezca, ni un infierno donde los
pecadores se abrasen. ¡Es aquí, en la Tierra, donde están nuestros
tormentos! ¡Es aquí, en la Tierra, donde sentimos nuestros goces!
Elige este día, esta hora, pues no existe redentor alguno!”.
El poeta es consecuente consigo mismo: fiel a su propia na-
turaleza terrena; leal al limo amargo de que está hecho. Por eso
su satanismo tiene que ver con su propia fe en el hombre; con la
capacidad del hombre para bastarse a sí mismo, bajo la luz indi-
ferente de las estrellas.

21 Personajes
Apuntes para una futura geografía humana de Risaralda.
Pereira, 1990. s/e
Fuente: Biblioteca Banco de la República, sede Pereira

Diseño libro Miguel Alvarez.ind335 335 18/5/07 22:46:37


336 Miguel Álvarez de los Ríos

Ramiro Andrade Terán,


30 años de lucha

Ramiro Andrade libra en la actualidad una lucha más ardua


y llena de riesgos que la que emprendió hace largo de treinta
años, cuando decidió abandonar el periodismo, en el que había
cosechado resonantes triunfos y era ya profesional ampliamente
acreditado en las páginas de El Tiempo, para meterse al barro de
la política.
Hay que recordar que Andrade trabajaba como inmediato del
maestro Camargo Gámez, en la sección destinada al registro de
los hechos políticos: era deber suyo, entre otros varios, entrevis-
tar a sujetos ansiosos de figurar en la renaciente vida pública;
abundaban, después del interregno forzado por la “guerra civil
no declarada” y el gobierno de facto del general Rojas. Le corres-
pondió, pues, cubrir las informaciones relativas al nacimiento y
los primeros pasos del M.R.L y de allí nació su amistad con los
más señalados dirigentes de la insurgencia liberal.
Por esos mismos años, Andrade había sido secretario de la
comisión encargada de estudiar las causas de la violencia; había
recorrido el país, conocía al dedillo sus lugares aciagos, sus ulce-
radas zonas de conflicto, las razones que algunos invocaban para
mantener el desorden y la subversión.
Renunció a El Tiempo y se embarcó en la nave revolucionaria
de López Michelsen. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué dejó “el oficio
más hermoso del mundo” y derivó hacia una función anticon-
vivente, cuyos enemigos suelen denostar calificándola de san-
guinaria y rapaz (Molke definía la guerra como la política que
continúa en campo diverso), actividad mezquina con relación a
los demás quehaceres del hombre civilizado?
Probablemente, como diría Juan Lozano, porque en nuestro
país la sola actividad intelectual es la política –que supone un
mínimo de esfuerzo intelectual–, y en la política convergen quie-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind336 336 18/5/07 22:46:37


Forma y estilo del periodismo literario 337

nes hubiesen preferido ceñir los lauros que verdecen en el árbol


de las letras. Tal el caso de Eduardo Santos, el de Alberto Lleras,
el de Alzate, el de Hernando Olano Cruz, para no ir muy lejos;
el de tantos…
¿O sería que Andrade alcanzó a vislumbrar que la prensa,
arma del pensamiento, del progreso y de la libertad, en manos de
los neo-absolutistas terminaría por convertirse en instrumento
de persecución, prefirió, como el personaje de Haertes, la deser-
ción a la complicidad?
Como quiera que haya sido, luego de una larga experiencia
parlamentaria, cuyos días dorados fueron aquellos en los que
conquistó simultáneamente la presidencia de nuestra Cámara
de Representantes y la del Parlamento Latinoamericano; y de
una no menos larga experiencia diplomática, que lo condujo por
paisajes incitantes, bajo remotos cielos, y lo acercó a monarcas li-
berales en la fastuosidad de sus vidas, tanto como a déspotas in-
munes al dengue recurrente de la democracia, Ramiro Andrade
Terán ha vuelto a su tierra como profeta del clamoroso evangelio
santofimista. Lo asisten hoy las mismas ideas que lo llevaron a
militar en el M.R.L, en la década del sesenta: una noción muy
clara sobre la soberanía nacional y sobre la necesidad de cambiar
las vetustas estructuras que constituyen y articulan la sociedad
colombiana, y el deseo de contribuir a la ampliación del espacio
político para partidos y grupos distintos a los tradicionales.
Ciertas iniciativas de estirpe izquierdista, que el Compañero
Jefe hubo de abandonar junto a las puertas historiadas de la Casa
de Bolívar, Andrade parece reconocerlas en la plataforma ideoló-
gica de Alberto Santofimio; naturalmente, vertidas en otro estilo,
y mezcladas a otras consignas con las cuales el candidato de la
Alternativa Popular, enfrentado revolucionariamente al sistema,
viene movilizando al pueblo raso.
Pero las circunstancias son distintas.
En 1960, bajo la tierra desbaratada por la violencia, fecundaba
la semilla de una paz duradera. Florecían, de nuevo, las virtudes
magnánimas del pueblo colombiano. Volvía a respetarse la vida.
Los hombres andaban otra vez por los caminos y los pueblos sin
ángel de la guarda. En el Tolima volvieron a pescar de noche: es
célebre la historia del hombre que, a bordo de su barca, pescó
un lucero en las aguas del Combeima y, feliz, lo llevó a su bo-
hío. Había dejado de ser peligroso el ejercicio de la política. La
protesta intelectual del M.R.L. apenas si turbaba el sueño de una

Diseño libro Miguel Alvarez.ind337 337 18/5/07 22:46:37


338 Miguel Álvarez de los Ríos

burguesía satisfecha y sin sobresaltos desde 1936, porque esta-


ba segura de que el M.R.L. era un nuevo partido revolucionario
“de tipo convencional”, autorizado para hablar de revolución a
trueque de que no tuviera intención de hacerla; así se generalizó
el criterio de que aquella protesta era mera válvula de escape de
una sociedad compactada alrededor del Frente Nacional, con su
hegemonía bipartidista y su paridad burocrática y presupues-
tal. Andrade regresó a Cali. Encontró los primeros cinturones de
marginalidad, debidos al enorme desplazamiento de masas du-
rante la violencia; cinturones incipientes, explosivos pero no re-
volucionarios, ninguno con capacidad de desbordar y desquiciar
la estructura urbana. Y encontró a Barberena, un líder de estam-
pa romántica con una meticulosa diligencia de organizador, que
hablaba entre gallos y media noche de fundar una democracia
pluralista en la que el hombre fuera el verdadero fin de la activi-
dad económica y política.
Este Barberena, sin mucha formación científica, creía en la
ideología como una fuerza motivadora apoyada en propósitos
de esclarecimiento de los procesos sociales. Para Andrade, por
su parte, la democracia liberal estaba en crisis por la gravitación
política de las estructuras tradicionales de poder y por la inca-
pacidad de autonomía de las clases medias. Entablaron estre-
cha colaboración. Si en Bogotá Andrade había sido un ilusorio
quinto renglón de Cámara en las listas de López, en el Valle, con
Barberena, ocupó un tercer lugar efectivo; la votación fue sor-
prendente.

Hoy todo es distinto


Andrade viene del Uruguay. País europeo, sin indios y con
exigua población de negros, adoptó desde principios de siglo
la “vida civilizada”, con parlamentarismo, universalización del
voto, libertades personales y pluralismo partidista; pudo así
construir un nuevo sistema de empresas de Estado, una econo-
mía de relativo bienestar y una vida política como la deseaban
sus clases medias, bajo la inspiración de Rodó y de Batlle y Or-
dóñez. No pudo, sin embargo, controlar los movimientos migra-
torios; más de la mitad de su acervo demográfico se concentra
en la ciudad metropolitana; su tasa de desocupación oscila entre
el 20 y el 22 por ciento de la población activa y la suma de in-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind338 338 18/5/07 22:46:37


Forma y estilo del periodismo literario 339

dividuos dependientes de estructuras públicas y de seguridad


social representa más del 50 por ciento de dicha población activa.
Ahora bien: extinguida la subversión de los “Tupamaros” y apa-
rentemente aquietados en sus cuarteles los militares, el Uruguay,
cuya clase dirigente ha confundido siempre el crecimiento en
términos estadísticos y la modernización con el desarrollo, sigue
padeciendo estancamiento en sus procesos de industrialización
y de cambio institucional. La industria no avanza más allá de lo
que se lo permite la estacionaria producción del agro en general
y, especialmente, la ganadera, de carne y lanas. Uruguay es un
país endeudado. Primero se endeudó a largo plazo. Cuando lle-
garon los vencimientos y no pudo pagar, porque la insuficiencia
de sus exportaciones no se lo permitía, empezó a endeudarse a
mediano plazo. Después, a corto plazo. Después a brevísimo pla-
zo. Hoy tiene el agua al cuello. Los generales, que por la vía de
la fuerza se habían desembarazado del Parlamento, los partidos
políticos y todo lo que pudiera amarrarles las manos, abandona-
ron la averiada nave del gobierno antes de ahogarse como sus
colegas argentinos. Sin embargo…
Sin embargo, las cosas en Colombia parecen peores.
Y Andrade lo sabe.
Pero es hombre de fe.
Fe irracional de labriego, como la de Andrade en este caso, es
lo que se requiere para creer que aún es posible mantener nues-
tro liberal esquema de Estado de Derecho y de República Re-
presentativa, y efectuar dentro de tal esquema los cambios que
demanda el pueblo colombiano.
Veamos:
El Estado de Derecho y la República Representativa teórica-
mente se fundan en el voto universal, en la independencia de los
órganos del poder público y en el reconocimiento y protección
de las libertades sociales y personales. Excepto el voto, que jamás
ha alcanzado a ser universal entre nosotros, pues sólo lo ejerce
un porcentaje cada vez más reducido del potencial eleccionario
y en ciertas etapas de nuestra vida política ha sido derecho ex-
clusivo de uno o dos partidos, excepto el voto, los dos supuestos
ideales restantes no existen en la realidad. Es, por ejemplo, una
falacia eso de la separación de las tres ramas del poder públi-
co: los poderes del Estado los concentra en sus manos, hoy en
día muy ineptas, un presidente que legisla, que tutela e intimida

Diseño libro Miguel Alvarez.ind339 339 18/5/07 22:46:38


340 Miguel Álvarez de los Ríos

al Congreso, que ejerce presión indebida sobre los jueces y que


manipula a su gusto un profuso abanico de poderes despóticos,
por medio del estado de sitio, del estado de emergencia y de las
facultades extraordinarias. Y en cuanto a las libertades políticas
y sociales, éstas se hallan discrecionalmente en manos de un re-
presivo aparato policial. Ha crecido la economía, pero a expensas
del progreso social: más de la mitad de nuestra población está
fatalmente alinderada entre una pobreza inhumana y una mise-
ria clamante. La tasa real de desocupación anda por encima del
20 por ciento (las cifras inferiores que suministra el Dane a este
respecto, como todas las suyas, no son menos espurias que los
resultados de ciertas encuestas sobre preferencias de candidatos
presidenciales). En un barrio de invasión de Cali pudo establecerse
un coeficiente de desempleo superior al 35 por ciento, en tanto
que la mayor parte de su población ocupada aparece vinculada,
exclusivamente, a un cuadro indigente de actividades margi-
nales. Y, atención a este dato horripilante: ¡Cada cinco minutos
muere en Colombia un niño menor de cinco años, de física inani-
ción! (Refiriéndose al caso global de la América Latina, Eduardo
Galeano sentencia: “Si un niño muere de hambre cada hora, o de
enfermedades absolutamente curables, no hay democracia, aun-
que haya elecciones, partidos y Congreso”).
Semejante estructura de relación social, según los especialis-
tas, es lo que está favoreciendo el proceso de descomposición
de la nación colombiana, y es, sin duda, la raíz de la subversión,
de la violencia, de la inseguridad generalizada y del derrumba-
miento de la moral.
Ramiro Andrade proclama que Alberto Santofimio es el único
dirigente que ha sabido captar las señales de esta situación opro-
biosa. Como Gaitán en su época nefanda, este hombre pequeño,
nervioso, impulsivo, poseedor de una inteligencia deslumbrante,
encauza y encarna un enorme clamor de nuestro pueblo, ya este
pueblo desesperanzado aspira a insuflarle un alma y un espíritu
nuevos.
Juzga Ramiro Andrade que Santofimio es un humanista que
ha profundizado en los estudios sociales y ha llegado a compren-
der que la equidad social es la viva expresión de una democra-
cia auténtica; dentro de la cual las mayorías no pueden seguir
viviendo en torno a los principios abstractos de una doctrina
política, mientras agonizan de hambre, sino que necesitan acon-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind340 340 18/5/07 22:46:38


Forma y estilo del periodismo literario 341

dicionar su vida para las necesidades modernas, defender los


elementos de su dignidad humana y disfrutar, siquiera en parte,
de los beneficios de la civilización.
Dueño perfecto de sus nervios, sus sentimientos, sus pasiones
y sus ideas, Andrade, excelente reportero, responde una pregun-
ta tácita aunque obvia:
“No ha sido fácil –dice– llevar a las gentes las ideas de Alber-
to Santofimio, y abrirse paso en medio de las baronías tradicio-
nales del Departamento. Una persona que, como yo, no está en
el Congreso, carece de auxilios parlamentarios, no tiene puestos
en la administración pública ni tiene fondos tan bien cimentados
como los de otros directorios, está forzada a una lucha política
con grandes dificultades. No obstante, hemos logrado constituir
un movimiento de consideración en el Valle; tenemos ya funcio-
nando alrededor de dieciocho comités santofimistas, y hemos
hecho un acuerdo electoral con la Unión Patriótica que, estimo,
puede dar buenos resultados”.

La inteligencia es lírica o es crítica


La lírica se expresa en el poema; la crítica corresponde al pen-
samiento racional. Es en la crítica, en la demolición, donde se
ejercita el espíritu libre para preparar la renovación, el progreso.
Andrade, naturalmente, es un espíritu crítico.
He aquí, de forma saltuaria, algunas de sus apreciaciones:
–Hay que cambiar los partidos, y el partido liberal, al cual
pertenezco, de forma especial. Uno no puede declararse amigo
de las causas populares sin realizar acciones concretas para prac-
ticar esa política. Carlos Lleras, Alberto Lleras, el mismo López
Michelsen, Germán Arciniegas en un reportaje reciente para El
Tiempo han coincidido en que el partido liberal atraviesa la peor
crisis ideológica de su historia; carece, efectivamente, de una lí-
nea ideológica que promueva una auténtica y colectiva solida-
ridad; las disputas liberales en los departamentos y territorios
de Colombia, no lo son por la aplicación de una reforma agraria
más o menos radical, o por la manera como deba dirigirse y en-
rumbarse el desarrollo industrial, sino por determinar a quién
corresponde la Gobernación, la Alcaldía, las Empresas Públicas
Municipales; en fin, el control presupuestal y burocrático que sir-
ve, a la vez, para amarrar los votos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind341 341 18/5/07 22:46:38


342 Miguel Álvarez de los Ríos

Interrumpo a mi amigo para abundar con mi opinión:


Todo esto es muy grave, digo, en cuanto traduce la falta ab-
soluta de una idea orgánica sobre la organización del Estado, en
cuanto revela desconocimiento de los problemas o falta de pa-
triotismo para estudiarlos y resolverlos, con un criterio de jus-
ticia, con un criterio político-liberal. Pero lo más alarmante para
mí es que el Partido Liberal, que hace medio siglo promovió y
llevó a la práctica grandes reformas sociales y políticas y que ha
defendido como propios elevados principios de dignidad huma-
na, por los cuales peleó bravamente en los campos de batalla,
aparezca hoy como un archipiélago de hordas liberticidas, que
sugieren y aplauden fórmulas fascistas para sacar de en medio
a supuestos o reales enemigos, y esté decidido, como parece es-
tarlo, a derrumbar los últimos y débiles soportes del Estado de
Derecho, si eso conviene a la perpetuación del régimen criminal
de privilegios que predomina en el país.
Andrade continúa:
–Creo que hay darle al país una nueva Constitución, ojalá por
la vía de una Asamblea Nacional Constituyente, en la cual no
sólo participen los notables de los dos partidos sino todas las
fuerzas nuevas de la sociedad colombiana.
–Es indispensable cambiar el modelo económico actual, que
únicamente ha servido para la concentración del capital en pocas
manos, por otro sistema que tenga en cuenta a los millones de
marginados en el campo laboral y social y que permita hacer la
paz en el país. Me explico: uno no puede pedirle a los guerrille-
ros que dejen las armas para que vengan a las ciudades a engro-
sar las filas del desempleo y a congestionar más aún los barrios
marginados.
–El Congreso, en el cual he pasado tantos años, tendrá que ser
objeto de una reforma radical. Pienso que no se pueden conser-
var los llamados auxilios parlamentarios sin detrimento del ya
menguado prestigio de la institución.
Bien. Escuchemos a Andrade en relación con su vida diplo-
mática; ¿cómo fue todo aquello?
–Mi primera experiencia en el servicio exterior fue en Cuba.
Colombia no tenía relaciones con este país desde hacía largos
años, cuando el presidente Alberto Lleras las rompió abrupta-
mente. Yo había escrito un libro sobre el proceso insurrecional
cubano, prologado por López Michelsen, quien ya en la presi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind342 342 18/5/07 22:46:38


Forma y estilo del periodismo literario 343

dencia estimó más conveniente designarme embajador para re-


anudar esas relaciones interrumpidas durante tanto tiempo, que
la satisfacción de cualquier otro deseo que yo hubiese tenido.
Cuba fue una confrontación muy importante con lo que yo había
concebido, había visto en mis frecuentes viajes a la Isla, antes y
en el proceso revolucionario, y lo que pude ver en 1974 que fue
una etapa especialmente dura para la nación. No es lo mismo ob-
servar una revolución en un país de cultura distinta y lengua ex-
traña a la propia, que observarla en español y poder comprobar
sus pros y sus contras, por boca de sus propios protagonistas.
–Del socialismo pasé a la monarquía, y fui nombrado por el
presidente Turbay embajador ante el Mercado Común Europeo y
el Reino de Bélgica, con sede en Bruselas, una ciudad que parece
más una esquina que una urbe, por la que pasan millares de ale-
manes, franceses e ingleses. Allí pude aprender mucho sobre las
relaciones internacionales, la discriminación a que son sometidos
los productos básicos de la América Latina y las entretelas de la
organización del Mercado Común, que ha convertido a Europa
unida en uno de los más democráticos y poderosos bloques eco-
nómicos y políticos del mundo, y demostrando algo que los la-
tinoamericanos no hemos comprendido: o este Continente pasa
de la retórica integracionista, para uso de los presidentes en los
fines de semana, o se rezaga más de lo que está en este proceso
evolutivo de comienzos del siglo XXI.
–Con interregnos en la vida política y participación en los de-
bates parlamentarios volví de nuevo a ser designado embajador
por Belisario Betancur, ante el gobierno español. Fue otra expe-
riencia extraordinaria. Allí pude apreciar al PSOE haciendo su
dramática convergencia hacia la social democracia, abandonan-
do viejos esquemas que hubieran hecho levantar de su tumba
a don Pablo Iglesias. Fue aquella una verdadera Perestroika a
la española, que se anticipó a la rusa y que demuestra que los
partidos deben renovarse ideológicamente, actualizarse con las
situaciones sociales de la época, o sencillamente, desaparecer.
Fui amigo del Rey Juan Carlos si es que uno puede ser amigo
de los monarcas, y gocé del privilegio de su mesa, en muchas
ocasiones y en mi despedida de mis funciones en Madrid. Estoy
convencido de que este personaje es uno de los más importantes
de Europa y que su papel en la vida española es el de una fuerza
aglutinante y decisiva para la transición democrática, como que-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind343 343 18/5/07 22:46:38


344 Miguel Álvarez de los Ríos

dó demostrado con el abortado golpe militar de Tejeiro, que el


Soberano manejó con talento y valor.
–Mi vida diplomática concluye en Montevideo, donde termi-
né por ser presidente de la Aladi –Asociación Latinoamericana
de Integración–, lo cual me permitió volver a una de mis viejas
preocupaciones: la integración efectiva de este maltrecho conti-
nente nuestro, agobiado por la dependencia, por la desigualdad
social y la insularidad en que se mantienen los países que lo for-
man. De ahí saldrá un nuevo libro, que espero publicar cuando
concluya este apremiante debate electoral.

vvvvvv

Ramiro Andrade Terán, nacido en Cali, es uno de los valores


más auténticos de la generación que irrumpió a la vida política e
intelectual en los días que precedieron a la caída de Rojas. Estu-
dió en los colegios Santa Librada y Villegas y en la Universidad
del Cauca; pero, fundamentalmente, ha sido un autodidacta; le
debe más a los libros que a la academia. Orador elegante y con-
ceptual, no sacrifica la dialéctica a la música. Hizo sus armas de
escritor en el periodismo, y ha venido llenando su estilo de den-
sidad, para hacerlo compatible con el análisis, el ordenamiento
y la interpretación, a medida que avanza en sus estudios cientí-
fico-sociales.
Es curioso: el apellido Andrade “Andorg-da”, según los ru-
dimentos de onomatología del profesor López de Mesa, traduce
algo así como “laderas de la colina”. Y junto a una ladera de la
Avenida de Circunvalación, vive hoy en Cali este distinguido
hombre público, en medio de libros y cuadros modernos.
Afuera, en el corredor, alcanzo a distinguir una litografía de
Magritte. Magritte fue un mágico pintor belga, un poco “pop”,
que inauguró desde 1926 una metafísica de la trivialidad con
manzanas enmascaradas, cornetines en llamas, mujeres desnu-
das y vulnerables, troncos de rostro humano, casas con sus puer-
tas abiertas hacia la noche. Detrás de lo cual vibraba la protesta
de un alma generosa contra el absurdo del mundo.

Diario de Occidente,
Cali, domingo 25 de febrero de 1990

Diseño libro Miguel Alvarez.ind344 344 18/5/07 22:46:38


Forma y estilo del periodismo literario 345

Gaviria: de Pereira a Palacio*

Funciona desde hace años en Pereira –en la peatonal de la 18,


abajito de la carrera séptima–, una cantina llamada con ostensi-
ble esfuerzo de inventiva “La Taberna”, en cuyo local, apenas
alumbrado, difícilmente logran acomodarse el mostrador con
barra, la surtida estantería y alrededor de 15 mesas con tres o
cuatro asientos cada una. En este cubil insidioso, que madres y
esposas de dos generaciones execran, entre baladas y rancheras
y ayes desgarradores de Sandro y Leonardo Fabio, entre el in-
cierto vocerío de la joven clientela, flota mi más vivo recuerdo
del señor César Gaviria Trujillo. (El más antiguo data de cuando
enseñé literatura colombiana en el renombrado colegio donde él
iniciaba sus estudios; o, tal vez de más atrás en el tiempo, cuando
su padre, cabildante liberal, y yo, secretario de la Corporación,
asistíamos al Primer Concejo Municipal elegido paritariamente
después de la caída del general Rojas, y coincidíamos en reunio-
nes políticas, algunas de ellas efectuadas en la finca de la familia
Gaviria, en el vasto paraje de Colombia).
Evoco una noche de feral invierno, en las postrimerías de la
administración Lleras Restrepo; la ciudad extraviada en los labe-
rintos de la lluvia, deshaciéndose la noche en jirones de viento y
niebla. A salvo como yo, como otros muchos, del tiempo de pe-
rros, Gaviria pontificaba en la penumbra de “La Taberna” frente
a dos de sus más caros adeptos: el ingeniero Gustavo Orozco
Restrepo y el impetuoso poeta Luis Fernando Mejía.

* El perfil sobre César Gaviria Trujillo encabezará años después, con leves
modificaciones, la lista de su libro 22 personajes. Apuntes para una futura
geografía humana de Risaralda (Pereira, Fondo Editorial de Risaralda, 1994), al
lado de figuras como Jorge Mario Eastman, Luis Carlos Villegas, Luis Carlos
González, Emiliano Isaza Henao, Óscar Vélez Marulanda, Juan Guillermo
Ángel, entre otros.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind345 345 18/5/07 22:46:38


346 Miguel Álvarez de los Ríos

(Convengamos de paso en que, si a dicho trío se le suman hoy


en día Jorge Mario Eastman, Hernán Vallejo, Bernardo Ramírez,
Juan Guillermo Ángel, Alberto Rojas Puyo, lván Marulanda,
Héctor Ocampo, Byron López, Luis Carlos Villegas y Jaime Gri-
sales, tendremos a la vista la pléyade humana más importante
que jamás brilló en el nítido cielo risaraldense. Estas figuras este-
lares, con algunas otras, muy contadas, que aún rielan en una ne-
bulosa de indecisión, como Juan Manuel Buitrago, Óscar Arango
Gaviria, Fabián Arboleda y Fabio Fernández, cierran, para lo que
resta del siglo, el mapa de la inteligencia regional).
El señor Gaviria recién salido de la Universidad, empezaba
ya a afrontar una incisiva fama de sujeto inteligente y polémico.
Habíamos hablado con anterioridad dos triviales palabras,
y ahora, desde la barra, yo lo veía gesticular –el índice derecho
martillando un abanico, la melena bohemia y juvenil, más de líri-
co decadente que de economista moderno, tapándole la mitad de
las orejas–. Un ramalazo de lluvia me corrió de sitio y, sin pensar-
lo, fui a dar con mi curiosidad a aquella mesa de escogidos.
Tomé un trago. Y otro. Y otro más.

Escucha y decide
No pontificaba Gaviria; en alegre camaradería comentaba con
sus contertulios asuntos diversos, la mayoría relativos a la situa-
ción política del departamento en las manos irreductibles del se-
nador Mejía Duque, casado con su tía Josefina Trujillo; algunos
pocos de su especialidad y, entre estos (es feliz mi memoria) un
muy reciente libro de Galbraith, El nuevo Estado industrial, libro
de moda entre estudiosos y diletantes, que predecía la simultá-
nea desaparición del comunismo y el capitalismo en recíproca
convergencia hacia una nueva concepción económica y política,
que podría ser la socialdemocracia.
El ingenio del poeta Mejía atizaba aquel chispeante “fogón”
de amigos; afuera, en cambio, la borrasca diluvial barría todo
germen viviente. Como el tono del coloquio era apto a mi contri-
bución, aventuré, con cautela, que creía en el vaticinio de Schum-
peter según el cual el capitalismo habrá de morir por causa de
dos males, uno de ellos ciertamente curioso: el odio de los inte-
lectuales, cada vez más acerbo, y la plaga inflacionaria que des-
medra a Occidente y no sólo en estricto sentido monetario: tam-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind346 346 18/5/07 22:46:39


Forma y estilo del periodismo literario 347

bién debido a la forzosa intervención del Estado en la economía


carcomida por la inflación.
Gaviria escuchaba con interés. Una de sus virtudes es la de
que sabe escuchar. Escucha, sopesa y decide, divulgan sus aseso-
res. Como quiera que sea, al término de mi exposición puso las
cosas en su sitio (cortando con su voz afilada la mísera nostalgia
del “otario” que, sin importarle ni el clavel ni la rosa, liviana-
mente había sacado provecho de un verano en el mar, y años
después, desde el tocadiscos de una melancólica taberna colom-
biana, era incapaz de olvidar la muelle arena solitaria, el néctar y
el dolor, la llama clamante en el paroxismo del deseo, aquel viejo
café y aquel pájaro herido que entibiaste en tus manos), y nos
dio una perfecta lección de historia de la economía, reforzada
con argumentos originales de mucho alcance. Me sorprendieron
su copiosa erudición, su imaginación, su responsabilidad inte-
lectual (que para mí es la primera cualidad humana, tanto como
su carencia el más grave de los defectos: La Iglesia ha dicho que
el pecado contra la inteligencia es el único que no sería perdo-
nado); su facilidad para encontrar la relación armoniosa de las
ideas. Trajo ejemplos perentorios, desdeñó zafias leyendas; de-
tuvo su atención en un autor exótico, Max Weber, cuya teoría
sobre el origen del capitalismo vinculado al fenómeno histórico
de la secularización examinó con mucha claridad; y advirtió, fi-
nalmente, que es pueril engañarse respecto a su “muerte inevita-
ble”, a la del capitalismo. De Stuart Mill a Keynes, dijo, está más
que comprobada su capacidad de adaptación –de innovación,
mejor–, lo cual le ha permitido sobrevivir a las peores catástrofes,
y sin duda le seguirá otorgando una prodigiosa vitalidad.
(Yo sabía de antes que el capitalismo no es una ideología, ni
siquiera un sistema referido a la racionalización económica, al
imperio de la ganancia, a la libertad del mercado, sino una etapa
de la humanidad, aún en curso; y desde luego, una forma de civi-
lización nacida, según Sombart, de un profuso fenómeno mental,
cuyo espíritu, traducido a términos artísticos, produce el milagro
del Renacimiento, y aplicado a la política, la maquiavélica razón
de Estado. Sin embargo, las explicaciones de Gaviria arrojaron
claridad sobre puntos oscuros de mi entendimiento. Años des-
pués leí con avidez la tesis de Raúl Prebisch, sobre la falacia del
“capitalismo periférico” y su relación con los movimientos de
inconformidad. Pero este es otro cuento, que aquí sobra).

Diseño libro Miguel Alvarez.ind347 347 18/5/07 22:46:39


348 Miguel Álvarez de los Ríos

Durante el tiempo en que la tormenta nos mantuvo alejados


de la calle, pasamos revista con Gaviria a otros temas importan-
tes, como el de la evolución histórica y el del mejor régimen po-
lítico. Con relación al primero, probablemente acordamos que el
hombre ejerce decisiva influencia sobre el curso de la historia, y
no es lógico, por tanto, adoptar la posición de quienes pretenden
poseer el secreto de su desarrollo y quieren arrastrarnos hacia un
destino fijado de antemano. Alrededor del segundo tema, discu-
timos con entusiasmo. Yo, amigo y partidario (como lo fui hasta
su muerte reciente y dolorosa) de Carlos Holmes Trujillo, dije
que concebía un régimen de economía planificada con un máxi-
mo de libertad individual. Y en punto a la soberanía popular, dije
que este no es apenas un principio, sino un hecho que se afirma
periódicamente, por lo cual no puede desconocerse. Gaviria fue
concluyente. Me inclino a creer, dijo, que el mejor régimen es
el que salvaguarda la libertad. Pero –se preguntó con evidente
preocupación– ¿cómo tener en cuenta los hechos nuevos y las
tendencias nuevas, en el plano de las instituciones y en el de las
costumbres, sin degradar o abolir al hombre?

Disidencia lugareña
Arriba de cinco o seis veces no he conferenciado con el señor
Gaviria, en los últimos años, durante los mismos en que nuestro
amigo se ha dedicado por completo a la función política. Recuer-
do haber hablado con él (y con los señores Eastman y Vélez Ma-
rulanda), ocasionalmente, en las oficinas de la Revista Consigna,
hace una década, sobre un tema concreto: la necesidad en que
estaba la nación (en que quizá se encuentra todavía), de reelegir
a López; hablamos luego, deliberadamente, bajo el cielo de nues-
tro común paisaje familiar (...).
Gaviria era ya, de tiempo atrás, uno de los jefes indiscuti-
bles de “Unidad Liberal”, movimiento fundado en Pereira des-
de 1970 por el señor Óscar Vélez Marulanda, para oponerlo a la
vieja empresa eleccionaria del señor Camilo Mejía Duque; había
ingresado a la disidencia con la convicción de que era necesario
cambiar los términos y los personajes de la política lugareña, y a
contrapelo de su familia, con la que el senador Mejía Duque tenía
generales de la ley.
Hay que recordar que el congresista Mejía dominó a Caldas y
a Risaralda, por largo de cuarenta años. Su autoridad fue absolu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind348 348 18/5/07 22:46:39


Forma y estilo del periodismo literario 349

ta; su popularidad, apoteósica. Sin su consentimiento no se mo-


vía una sola ficha del ajedrez político y burocrático. Individuo de
laxas inquietudes intelectuales –apenas forzado lector de perió-
dicos–, Camilo Mejía Duque suplió su deficiencia con el cultivo
que hizo de tres virtudes nada comunes: la honradez personal, la
astucia política y la incesante laboriosidad. Extraño cacique este,
con un mesiánico sentido del poder; cree encarnar al liberalismo,
como Luis XIV al Estado: el partido es él y –¡ay de quien se atreva
contra sus leyes, contra sus amigos, contra el orden despótico
por él establecido!–. Posee una inteligencia clara, un espíritu re-
suelto, una extraordinaria capacidad ejecutiva. Es fuerte su ca-
rácter; su energía tranquila y permanente. No divaga, no conoce
el ensueño; carece de imaginación creadora. Su mentalidad es
realista. En los hechos no ve sino lo que hay en los hechos, los
grandes personajes de la historia liberal –Uribe, Herrera, Olaya,
López, Santos–, son los únicos que ejercen profunda fascinación
sobre su alma, en el fondo, sencilla y primitiva.
Durante ocho lustros –con el trágico interregno de la violen-
cia–, nadie podrá ser mejor político en Caldas, porque nadie in-
terpreta como él las realidades de su entorno, ni conoce, como él,
el carácter y la idiosincrasia de sus coterráneos. Este hombre, de
espesa figura, de magnífica cabeza mulata, de alta frente com-
bada, de nariz abrupta con abiertas ventanas, de boca de labios
gruesos y dientes firmes y separados, de ojos benevolentes tras
los cristales con enorme montura de carey, de mentón vigoroso y
alegre, de tez cetrina, de trajes impecables, de muy escasos ami-
gos íntimos, este hombre, excelente esposo y jefe de hogar, tiene
una intuitiva facultad de discernimiento sobre lo que cree bueno
y lo que cree malo, y actúa en consecuencia.
La codicia, la vanidad o la ambición de los demás, son sus
mejores aliados, así como también su comprobada voluntad de
servicio a las gentes humildes, que en su redor circulan como una
masa gris, y tiemblan cuando sobrevienen sus iras. Mejía Duque
es honorable hasta el ridículo, como ya se dijo: lo son también,
sin duda, unos cuantos de sus inmediatos: ninguno se echará al
bolsillo un sólo peso que no sea suyo. Pero, a la vista de todo el
mundo cunde la rebatiña, no sólo por las curules y los puestos
oficiales, que él reparte conforme con su personal criterio de la
equidad política, sino por los contratos que otorga la administra-
ción municipal, y la departamental; contratos relativos a obras

Diseño libro Miguel Alvarez.ind349 349 18/5/07 22:46:39


350 Miguel Álvarez de los Ríos

públicas y servicios personales que, a menudo, ni se ejecutan ni


se prestan y con los cuales suele retribuirse a quienes contribu-
yen considerablemente al “fondo” del directorio camilista.
De forma injusta y cruel, a Mejía Duque se le imputaron faltas
y defectos que nunca tuvo: fue largamente vejado, aún por indi-
viduos que, a su sombra, se habían vuelto ricos y temibles. Ade-
más, desde la capital de la República los grandes jefes hicieron
lo posible por reducir su fuerza electoral, ya inventando “asocia-
ciones” ambiguas, especie de bajeles que navegaban paralelos a
su curtida embarcación política, para que desde ellos trataran de
capturar el poder sus enemigos, por el sistema del abordaje; ya
designando para Pereira y Risaralda a funcionarios francamente
hostiles a su vetusto liderazgo.
Infructuoso empeño. Nadie logró derrotarlo. Murió invicto,
en ejercicio de su senaturía y de su perpetua jefatura; apenas sal-
picadas de lodo canallesco sus gastadas sandalias de viejo faraón
del liberalismo.

Travesía paciente
En 1969 César Gaviria inicia una lucha subrepticia y tenaz –en
el café, en el club, en el ambiente hostil y caviloso de la calle–,
contra la dictadura de su pariente Mejía Duque. Consigue sus
primeros adeptos entre las gentes tradicionalmente opuestas al
caciquismo, que les impide su acceso al servicio público. Traba-
ja con pasión y con fe. El senador, dormido sobre sus laureles,
no levanta la cabeza; su fortaleza electoral es inexpugnable: nu-
merosas conjuras ha descubierto y desbaratado desde los años
cuarenta, y sigue tan campante. Estos nuevos enemigos, toda-
vía desperdigados, hablan, sin embargo, un lenguaje sutil cuya
inteligencia fuerza a que se les escuche en círculos gremiales y
académicos políticamente fríos.
Mejía Duque se preocupa, y es fama que actúa con sigilo para
quitarse un estorbo que lo es más en su pecho que en la plaza pú-
blica, sin lesionar las relaciones familiares. Súbitamente, Gaviria
es nombrado en Planeación Nacional, como segundo de Roberto
Arenas, y el agraciado recibe su designación con curiosidad y
sorpresa.
Hay versiones distintas; pero cualquiera que haya sido el ori-
gen de su nombramiento, el funcionario escogido parece inme-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind350 350 18/5/07 22:46:39


Forma y estilo del periodismo literario 351

jorable. Lo dice el romántico profesor Latorre, me lo confirma el


sabio Mario Laserna. Pocos alumnos tan brillantes como Gaviria
en la Universidad de los Andes; escasos se han graduado en su
aula máxima con iguales honores a los de este pereirano locuaz,
de estatura poco imponente, de abundantes cabellos, de mestizo
rostro en el que sobresalen la intrépida nariz y la abierta sonrisa
con dientes sanos y enormes.
Gaviria vuelve a Pereira e ingresa a “Unidad Liberal”, ya en
marcha esta nueva organización, dentro de la cual comienza a
montar su propia empresa política, con personas de su absoluta
confianza. Gaviria Trujillo, como Turbay Ayala, no se equivoca
en la escogencia de sus amigos. Veinte años aguardará, sin pre-
cipitarse, sin hacer ostentación de su vasto poder burocrático,
antes de probar suerte electoral por sus propios medios, sin el
padrinazgo de Óscar Vélez Marulanda, aunque sí con la eficaz
ayuda de un nuevo líder, Juan Guillermo Ángel Mejía, un técnico
extraído a regañadientes de la dirección universitaria y probado
y hallado apto en el Concejo, en la alcaldía, en las movilizacio-
nes políticas de plaza, de vereda y de suburbio, en la tribuna;
líder imperioso, contundente y enérgico, con un raro temple de
alma y de cuya integridad nadie sospecha, porque viene de bue-
na cuerda y en él la fuerza del carácter va unida a una honradez
exagerada.
Gaviria es elegido concejal, y luego, para sucesivos períodos,
Representante a la Cámara. Su implacable pariente Mejía Duque
lo vetará más tarde para la Gobernación de Risaralda; pero Gavi-
ria, como dicen nuestros campesinos, le echará travesía, hacién-
dose nombrar, contra la voluntad del senador –enfermo ya de
gravedad–, alcalde de Pereira.

Malicia glacial
Al saber lo llaman suerte. Gaviria Trujillo no recién aparece
en la actividad política: más de veinte años lleva fabricándose
el destino que al país, sin razón, asombra. De sangre le viene su
cerrero liberalismo. Los apellidos de su padre –Gaviria Londo-
ño– identifican en el Gran Caldas a familias de muy marcada
tradición radical. Don Néstor Gaviria Jaramillo, tío-abuelo suyo,
fue notorio dirigente liberal y dos veces alcalde de Pereira. Otro
de sus tíos-abuelos, el doctor Santiago Londoño, fundó, también

Diseño libro Miguel Alvarez.ind351 351 18/5/07 22:46:39


352 Miguel Álvarez de los Ríos

en Pereira, antes del año veinte, con Jorge Uribe Márquez y Jesús
Antonio Cardona, un núcleo socialista llamado “La Golconda”.
Gavirias y Londoños contribuyen a sus expensas al famoso
cementerio libre de Circasia. Su mismo padre, Byron Gaviria
Londoño, fue concejal y congresista. A Gaviria hay que admirar-
le, en primer término, la malicia indígena con la que ha realizado
su extraordinaria carrera.
En la Cámara, por ejemplo, actuó durante varios años con un
criterio exclusivamente técnico; era allí, en la abundante compa-
ñía de los políticos rasos, el representante que sabía de economía.
Esta circunstancia, seguramente, le abrió aún más el camino ha-
cia la presidencia de la Corporación, y ya le había evitado proble-
mas de rivalidad con el resto de la gallada.
Políticamente, Gaviria es el sujeto más semejante a Turbay;
tiene su mismo tino, su mismo olfato; a ambos los supera el tema
literario. Técnica e ideológicamente, se aproxima a López. La su-
presión de la doble tributación, su obra cumbre en el Ministerio
de Hacienda, tiene la marca del ex presidente.
Su temperamento glacial lo pone a salvo de cualquier traición
de su ser afectivo. Es un apolíneo; en él predomina la lógica. Y
un philosophe, en el sentido que el Iluminismo le concedió a la
palabra, para diferenciarla de filósofo, que alude, por lo gene-
ral, a un humanista. Philosophe es alguien a quien no le interesan
las ideas en abstracto, sino por su capacidad de reflejarse en los
hechos y modificarlos. Gaviria, como Turbay, no casa peleas in-
útiles, no se ensaya en escaramuzas, no pierde tiempo y energías
en responder agravios; ya estamos viendo cómo se reserva para
batallas a fondo; sigue apaciblemente el curso de toda controver-
sia y procura decir la palabra final, cuando ya los demás se han
desgastado en el debate. Eso sí, y esto será difícil para quienes
pretendan imitar al prócer risaraldense, sin ceder un centímetro
en el terreno de sus convicciones.

Paloma del diluvio


Gaviria vive su momento estelar.
Será, sin duda, el presidente cuya sabiduría y cuya audacia le
permitirán plantar al país en el siglo XXI, como López, inspirado
por su padre, acabó de plantarlo en el siglo XX.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind352 352 18/5/07 22:46:39


Forma y estilo del periodismo literario 353

Para mi hija Carmen Pilar, que es clarividente, y arraiga en


su afecto y en el de su esposa, Gaviria puede ser la paloma de la
paz, no después sino en medio del diluvio.
Yo apenas opino. Soy su paisano y su amigo –aunque con él
conservo respetable distancia, tal y como lo ordena Helenita Var-
gas, la cantante del pueblo–, y lo he visto trabajar en busca del
poder, con una resolución heroica, con honorabilidad, con visión
del futuro. Pero aún así me atrevo a asegurar, aunque no pueda
predecirlo nadie, que Gaviria será la luz potente que traerá clari-
dad a la patria en esta hora de tinieblas.
Gaviria tiene el talento de López, la habilidad de Turbay y
la comprobada eficiencia de Jaime García Parra. Si esta mágica
mezcla sirve al país, el pueblo tendrá la palabra.

Revista Consigna, Año 12, No. 391,


Bogotá, 31 de julio de 1990

Diseño libro Miguel Alvarez.ind353 353 18/5/07 22:46:40


354 Miguel Álvarez de los Ríos

Creadores de nuestra música.


Villamil: sentimiento del paisaje

El maestro Jorge Villamil, nacido en Neiva el 6 de junio de


1929, ha creado una obra musical de hondo sabor colombianista,
en cuyas esencias terrígenas se consolida un fenómeno que tiene
significación en el orden sociológico y en la esfera pura del arte:
de una parte, patentiza un sentimiento regional, vigorosamente
marcado en su letra y en su música; y de la otra, hace evidente el
sentimiento nacional que subordina al regional, sin desnaturali-
zarlo ni hacerle perder los rasgos de su identidad primigenia.
En casi todas sus canciones, además de referirnos con admi-
rable lenguaje una amarga historia de amor, Villamil nos da el
croquis lírico de su comarca de origen. Era lo que hacía Rivera:
trasladar a sus sonetos la naturaleza viva de su escenario nativo.
El alma, según Spengler, sólo sabe proyectar el mundo que la
circunda. Pero, aunque no fuera así, aunque el ánimo del artis-
ta distara de esa intención y no urgiera ese resultado, de algún
modo las canciones del maestro Villamil traerían a la memoria el
bello paisaje del Huila, al igual que los efluvios de aquel jardín
de Colombia donde la naturaleza se confunde con el hombre en
impresionante consorcio, y este recibe de aquella, rico en gérme-
nes vitales, su influjo avasallador. Tersa letra, hermosa música,
la obra de Villamil constituye en la actualidad el más expresivo
símbolo de su tierra de promisión; es hoy la fuerza que convoca,
entre las gentes huilenses, un sentimiento común de orgullo y
solidaridad.
Ahora bien: siendo dicha referencia tan genuina, tan explí-
cita, siendo tan inconfundibles los caracteres “opitas” en el arte
de Villamil (salvo dos o tres de sus temas: Si pasas por San Gil,
Luna roja, etc., también con fondo regional, pero referido a otros
campos, de Santander y de Arauca), esta música y estos versos
muestran en su totalidad la pura imagen de la patria: delinean

Diseño libro Miguel Alvarez.ind354 354 18/5/07 22:46:40


Forma y estilo del periodismo literario 355

sus contornos, abren su entraña palpitante, porque poseen su


encanto, su hondura, su melancolía, los signos de su carácter;
todo lo que hace del nuestro –aun con sus días aciagos, con sus
guirnaldas de muerte asustando en las ciudades, en las aldeas
paupérrimas, en las vueltas de los caminos– el mejor país del
mundo; por supuesto, uno de los pocos en que vale la pena vivir.
La obra de Villamil, tan nítida, tan intensa, ya está inscrita en ese
plano de excepcional trascendencia donde sólo se acomodan las
verdaderas obras de arte.

Amor de buen tono


Villamil es un creador subjetivo y objetivo: romántico y pai-
sajístico; o mejor, “dulcemente erótico”, como se decía de Musset,
e imbuido del sentimiento de la plena naturaleza. Todo músico
lo es, y casi todo poeta, pero en este compositor el sentimiento
amoroso es de fina consistencia: su amor no es sólo avidez frente
a la mujer vulnerable; para él, la mujer no es la hembra cuyos en-
cantos florecen como lotos de pecado: es la “íntima aspiración”
del alma y de los sentidos; a ese ser hay que acercarse, como a
una imagen sagrada, con respeto y devoción; es vaso de oro que
contiene la más pura esencia del mundo; es casi, la mujer-urna,
“llena de místico perfume, como Annabel, como Ulalume...“,
que eternizó en sus Rondeles el poeta León de Greiff.
En consecuencia, el amor que el maestro Villamil poetiza y
musicaliza, es pasión caballerosa, adornada con las flores de la
antigua galantería. Gardenia fresca en el ojal, ramo de rosas en
la mano. Es “el amor de buen tono” (que desdeñaba Stendhal,
infortunado en amores), no platónico o incoloro, sino el que bien
armoniza el espíritu y la carne; amor que exalta y dignifica la
potencialidad del alma, no menos que los placeres del otro gé-
nero de amor; amor que conserva fresca la flor de la cortesía:
de ahí que hasta los reproches que recuerdan la ruptura tengan
suavidad de suspiro, porque ni el más leve roce hiera la sensibi-
lidad de quien ha significado la energía y la emoción del corazón
enamorado:
No vuelvas a decirme
que me quisiste
más que a tu vida,
con palabras perdidas
que el viento se llevó…

Diseño libro Miguel Alvarez.ind355 355 18/5/07 22:46:40


356 Miguel Álvarez de los Ríos

Ruptura sin violencia; pero con notificación

Me llevarás en ti
aunque no quieras…
como llevan las rosas
las espinas…
Y ternura en la despedida; la duda, que es certidumbre:

Tal vez me extrañarás


tal vez yo soñaré
con esos ojos verdes
como mares

Amor, en fin, que no deja heridas, por lo menos no incura-


bles, y sí una dulce nostalgia; fruta en apariencia seca que uno
exprime en el recuerdo y suelta un chorro de miel; grato sabor de
hierba tierna en la tarde del corazón:

Han pasado los años,


mis sienes se han blanqueado;
sabor de mejorana
sólo recuerdo yo.

Revelación del yo íntimo. El poeta que es Villamil vuelve de
nuevo a comprobar que su arte es remembranza, nostalgia, de-
cantación; que las emociones más tiernas, tanto como los paisa-
jes, son mucho más entrañables cuando son evocación.
Y el maestro Villamil, como hacen los grandes líricos con muy
pocas excepciones, sólo canta lo distante: la esencia de su liris-
mo es totalmente nostálgica. Por consiguiente, su música tiene
el tono melancólico –no propiamente elegíaco, sino ondeado de
tristeza como los lagos en otoño– que traen las recordaciones.
Recordación del amor, recordación del paisaje. Ese tinte color lila
de los crepúsculos remotos, esas tardes que regresan al espejo de
la memoria y lo llenan con las figuras de las mujeres amadas y
los destellos lumínicos de su instante y de su entorno, tienen su
correspondencia en el espectro melódico. Nuestro artista no se
conforma con contemplar el paisaje, no crea el valor autónomo
de su sola contemplación; lo sitúa en correlación con los senti-
mientos internos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind356 356 18/5/07 22:46:40


Forma y estilo del periodismo literario 357

Y el buen tono del paisaje


El paisaje y el amor, en la obra de Villamil, se funden hasta
formar un compuesto indivisible. El paisaje: que es cañamazo,
marco, trasfondo, perspectiva; y no apenas sugerencia. El paisa-
je; sus elementos: El río (claro, el Magdalena), cuyas “aguas fu-
gitivas” son “espejos tembladores”, en los cuales viaja y se mira
el paisaje deslumbrante; el Cerro del Pacandé, “al sur, al sur, al
sur…” (al sur del cual, de esta eminencia geológica, está “la tierra
bonita, la tierra del Huila” que vio nacer al artista); los guadua-
les, que “lloran, porque también tienen alma”; y el sol y el viento,
elementos que se asocian a la porfía del amor; más el gorjear de
las aves, el susurro de la brisa, la salmodia de las aguas; toda esa
agreste orquestación que, refundida en sus matices y en la varie-
dad de sus tonos, forma el alma del paisaje, suena en las notas de
Villamil con un rumor recóndito y diáfano. El artista corporeiza
las imágenes más abstractas y abstrae las más concretas. Les da
una realidad lírica. He aquí otra de sus claves. Exalta lo natural,
incluso, como ya se dijo, hasta las líneas geológicas. Y el “tono de
confianza cósmico”, refundido en lo subjetivo, hace brotar de la
música del maestro Villamil esa melancolía íntima que contribu-
ye a que su obra represente lo que es: una delicada porción del
conjunto del universo.
En 1951 Villamil creó su primera página, en ritmo de san-
juanero. No asomaba aún la garra del magno compositor. En el
bambuco Adiós al Huila, que data de fecha posterior, está ya el ar-
tista en embrión. Pero es con la cantiga Espumas, en 1957, que su
númen llega a besar la frente de los luceros. Para ascender a esas
alturas –como lírico aeróstato–, ha ido botando lastre; ha someti-
do letra y música a un riguroso pulimento. La primera adquiera,
al fin, un poder comunicativo que acrecienta su belleza; la últi-
ma, aprehende en sus notas otra dimensión eufónica; es como si
el propio paisaje se hubiera disuelto en música. Y el compuesto
será una joya de la canción popular, de cuyos acordes fluye una
florida onda expansiva, “igual que las espumas que lleva el an-
cho río… Espumas que se van, bellas rosas viajeras… Se alejan
en danzantes y en pequeños copos, ornando el paisaje…”.

Pertenece a todos
Suntuosa canción, Espumas, voló por los aires del mundo; aún
es llevada en andas por las cítaras del viento. Javier Solís la can-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind357 357 18/5/07 22:46:40


358 Miguel Álvarez de los Ríos

tó, con su voz entrecortada, con su estilo que respondía al flujo


de una confidencia íntima. A esta siguieron otras de no inferior
inspiración: Los guaduales, Llamaradas, Oropel, Sabor de mejorana…
pasillos, bambucos, guabinas, que franquean de par en par la
bella alma del artista, a tiempo que nos precipitan, con nuestro
espíritu exaltado, a sus grandiosos paisajes.
Más que un prestigio legítimo, sustentado en un trabajo con
belleza formal y plástica, el hombre que es Villamil se ha for-
mado una conducta rigurosa, pero afable, es un sujeto modesto
al que su genio rodea con una aura de grandeza. No se ufana,
porque sabe que su obra ya es anónima y le pertenece a todos.
Pero el ejercicio del arte no ha colmado por sí solo la copa de sus
sentimientos. Buscador de la belleza, tiene del compañerismo y
de la solidaridad un noble sentido humano. Gran parte de lo que
es hoy Sayco, como organismo que protege a autores y composi-
tores, se le debe a su entusiasmo, a su espíritu gremial, a su afán
de organización.
Jorge Villamil Cordovez es médico doctorado por la Univer-
sidad Javeriana. Sus primeros años de infancia transcurrieron en
Garzón, ciudad situada en el sur del Huila, donde la naturaleza
tiene forma y simetría. Hizo allí sus primeras letras y empezó su
intimación con el paisaje tropical, hasta transfundir su conciencia
en el ámbito de su tierra.
“¿Y quién, cuando yo muera, consolará el paisaje?”, se pre-
guntaba, adolorido, José Eustasio Rivera. El sumo artista de La
vorágine y de Tierra de promisión, falleció en New York en 1929, y
no pudo imaginar que, casi a la misma hora, nacía Jorge Villamil
en su mismo país huilense.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 9 de enero de 2000

Diseño libro Miguel Alvarez.ind358 358 18/5/07 22:46:40


Forma y estilo del periodismo literario 359

90 años de José Macías,


abuelo del bambuco

El maestro José Macías (José de J. Mazo Martínez) –hombre


casi legendario en la historia de nuestra música–, cumplió noven-
ta años. Es un viejo de alta estatura y noble cabeza nevada que,
cuando pulsa la guitarra, nos recuerda a Carl Sandburg. Macías
reside en Cali desde 1950 y desde hace cuarenta años ocupa con
su familia un inmueble en el sector de San Bosco; en su balcón
saledizo toma el sol todos los días y ve nacer las estrellas. (La
tarde que fui a visitarlo pudimos ver desde allí, por encima del
caserío, el crepúsculo que es trasfondo de algunas de sus cancio-
nes diluyéndose en escarlatas, oros pálidos, violetas; maravillas
de la luz, que sólo en el Valle enciende todo el horizonte). Pero
no fue en esta casa, sino en su albergue de la calle 26, con carrera
15 –zona entonces más tranquila–, donde el artista compuso la
mayor parte de su obra, según él lo admite, en los ratos que le
dejaban su vida trasnochadora y su adicción a la bebida.
Hoy, recogido en sí mismo, con severas limitaciones físi-
cas e intelectivas, sólo acierta a recordar las tabernas de bambu-
queros que hicieron época en Cali, cuando Cali era más pequeña,
y en las que vino a encallar, después de un largo periplo, la nave
de su bohemia: Bar Calandria, Aquí es Miguel, El bambú y hasta
el Café Bola Roja, duplicado en sus espejos, que sobresalía am-
pliamente en la zona “de las galerías” por su extenuante limpie-
za y sus bonitas mujeres. Un ayer tanto más remoto cuanto más
cercano en el tiempo. Aquellos antros nocturnos, idealizados por
las novias y odiados por las esposas, guardaban las claves secre-
tas de la vieja ciudad romántica. Clientela asidua, distinguida:
empresarios, periodistas, profesionales, empleados. Afluían allí
los músicos con sus cordófonos a cuestas; bebían en todas las
mesas; ensayaban serenatas. Las escenas se desdibujaban entre
el vapor del alcohol y el humo de los cigarrillos, tras la urdimbre
que iba tejiendo la música de guitarras.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind359 359 18/5/07 22:46:40


360 Miguel Álvarez de los Ríos

Valor y vigencia
Macías, buen guitarrero, como muchos de sus colegas tuvo
por vocación la noche; de esta fue estrella radiante. Entre copas y
mujeres, y bambucos melancólicos, el alba lo sorprendía con sus
agujas de hielo. Solo o con acompañante (durante 27 años for-
mó con Octavio Ríos el dueto Ríos y Macías) o como compositor,
conquistó fama y prestigio, pero ninguna fortuna en términos
económicos. Su música, que empezó a oírse en suave ritmo de
bambuco, que es su mejor expresión, hace más de medio siglo,
y que alcanzó su esplendor en la década del sesenta, permanece
aún inserta en el alma popular, con raíces tan profundas como
las de los grandes árboles, de los cuales también posee lo que
Nietzsche denominaba “el sentido de la tierra”, que es apenas
la lealtad hacia nuestro espacio cósmico, más la disposición fer-
viente, común a todo creador, para encontrar la relación entre su
realidad física y su entraña espiritual. Hoy, esta música se escu-
cha con la misma emoción ferviente que produjo su aparición
en una época ya remota de la vida nacional, porque sus valores
estéticos no se han deteriorado y está intacta su capacidad de
penetración sicológica.
El prestigio de Macías se funda, pues, en cien canciones, mu-
chas clásicas en su género (Muchacha de risa loca, Las moras, Ojos
miradme, Alma y vida, Bonita, Copito de yerbabuena, de su absoluta
inspiración, y La ruana y Mi casta, que son pequeñas joyas líricas
del poeta Luis Carlos González, a las que puso una bella música),
y hace tiempos desbordó las fronteras nacionales. Miles de vo-
ces provenientes de los países limítrofes y de España y la franja
hispana de E.U., siguen aclamando a Macías como a un “abuelo
preclaro” de la música colombiana; como el genio creativo que
trasladó al pentagrama, con auténtica pasión y en un tono que es
sólo suyo, las más hondas vibraciones del sentimiento popular.
Vibraciones frente al amor y vibraciones frente al paisaje; el pai-
saje como símil:
Bonita como el lucero
que alumbra la madrugada,
como la flor perfumada,
como la luna en desvelo…

Versos claros, sin pretensiones; versos de sobria belleza. Aun-


que a veces nos sorprenda la magnitud del hallazgo. En la can-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind360 360 18/5/07 22:46:41


Forma y estilo del periodismo literario 361

ción Alma y vida, la cuarteta que comienza: “Tu belleza que no


engaña,/ que trastorna y que embelesa”, con versos carentes de
brillo, la cierran dos versos suntuosos, de auténtica joyería líri-
ca:
Tiene la frescura impresa
del arrojo en la montaña.
Y la flor de la metáfora:
blanca flor hecha de fuego,
sensitiva, perfumada…
O la visión alegórica: aquí es más viva la estrofa en trance de
madrigal:
La luz que en tus ojos arde,
si los abres, amanece
y, si los cierras, parece
que va muriendo la tarde…
Sin que falte la flor del ego:
bonita cual los rumores
de mi bambuco sentido…

Todo esto son sentimientos que el compositor ha exaltado,


en su más tierna realidad, bajo el influjo del amor o a la vista
de la belleza; los ha transmutado en arte; fluyen de su inspira-
ción, plenos de luz y color, como paisajes del alma. Macías es un
romántico, de la manera en que lo somos la mayoría de los co-
lombianos: con conciencia del amor y con pasión por el paisaje.
(Rafael Maya ha distinguido entre dos romanticismos: el de es-
cuela, ya arqueológico, que fue un intenso rechazo contra la pe-
trificación de la literatura y el arte en las formas del clasicismo; y
este otro romanticismo, al cual estamos adscritos, que es entrega,
sentimiento eterno, lenguaje del corazón: condición suprema del
alma, que ha impregnado con sus azúcares, con sus sustancias
terrígenas, el cuerpo de nuestro folclor, hasta hacer que en este
resuene, se aquilate y se condense el alma de la nación.
¿Quién era José Macías, cómo fueron sus comienzos? Na-
ció en Morrón (que luego vino a ser Samaria), jurisdicción de
Filadelfia, en el fértil norte de Caldas. Allí la luz y los vientos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind361 361 18/5/07 22:46:41


362 Miguel Álvarez de los Ríos

gradúan los tonos del paisaje y el mundo flota entre gasas azu-
les, verdes, grises vagos y lampos de oro bruñido. La abundante
naturaleza dispensa el agua y el pan a los buenos campesinos,
esforzados, de yantar sobrio, con un estoico sentido de la vida.
Hijo de labriegos humildes, trabajaba como peón en la parcela
que su padre, después de ingentes esfuerzos, le había arranca-
do a la selva, ya en los últimos jadeos de la colonización. Hacía,
además, de mandadero, repartiendo en las cercanías las sencillas
golosinas que su madre elaboraba para reforzar los ingresos del
presupuesto familiar.
En 1926, con ocasión de su cumpleaños, su madre le regaló un
tiple y, en posesión del instrumento, la vida de José Mazo (que
se trocó en José Macías, sin duda como homenaje a Macías el
Enamorado, trovador español de comienzos del siglo XV, cuyas
estrofas galantes hacen parte del tesoro del Cancionero de Baena,
y cuya vida de aventuras inspiró a otros poetas, incluso a Lope
de Vega), registró un alegre cambio. De día, sus manos conti-
nuaban en las faenas de los encargos maternos; de noche, en el
corredor florecido de begonias, rasgueaban el instrumento, los
dedos buscando a tientas, entre las notas remisas, la aún oculta
melodía.
Trabajo duro y constante; años y años de aprendizaje, sin es-
cuela, sin maestros. La madre observa que en su hijo pugnan la
pasión artística, aunque todavía indefinible, y la función que le
imponen el medio y las circunstancias. Lo aconseja y lo conforta;
le recuerda que el destino suele moldear en hormas trágicas la
vida de los artistas; le repite una frase extraña, que parece de su
invención: el ideal es el antídoto para la desesperación. Y él, de-
finitivamente, decide “cambiar de piel”, esto es, hacerse músico
y, por supuesto, poeta. Ya llegará a comprender que el mundo
del sentimiento, tanto como el del paisaje, se construyen en ar-
monías, y aparecerá su música, rústica pero no plebeya, aérea
edificación hecha de tenues acordes, de notas simples y puras,
que vibra con rumor nostálgico en las playas de la memoria y
aún se prende a los balcones, como lírica enredadera, en noches
de luna y guitarras, con aquella misma frescura “del arroyo en
la montaña”.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 23 de abril de 2000

Diseño libro Miguel Alvarez.ind362 362 18/5/07 22:46:41


Forma y estilo del periodismo literario 363

La extravagancia de Isabel Stewart Gardner,


eterna reina de Boston

Boston–. Mucho tiempo después de su muerte (dejó de existir


en 1924, a los 84 años), Isabel Stewart Gardner es aún la mujer
más famosa de Boston y una de las figuras más célebres de la
historia extensa norteamericana. Hoy es casi una leyenda, pero
fue ardiente realidad. Todos descubrían en ella –en sus actuacio-
nes, en sus excentricidades, hasta en su gracia felina al caminar–,
un dinamismo fuera de lo común y, por supuesto, un fuego difí-
cil de apagar. Su energía parecía fluirle por un cauce distinto al
de los demás. Isabel poseía una inteligencia clara; no divagaba,
no conocía el ensueño; su mentalidad era resuelta, realista; era
evidente que, con relación al resto del rebaño, estaba aferrada
al mundo por una sensibilidad más intensa y vigorosa. Moral y
socialmente, representó una reacción concreta, una rebeldía que
se alzaba desafiante frente a los valores exiguos del mundillo en
que vivía. En el ocaso de su vida, muchos llegaron a considerarla
una verdadera reina, y le dieron este título (antes la habían apo-
dado con otros apelativos igualmente majestuosos, aunque me-
nos delicados: ‘Tornado’, ‘Vendaval’, ‘Torbellino’, nunca se supo
si con ánimo ofensivo o laudatorio. La discusión la cerró el histo-
riador Henry Adams. Después de conocerla y de tratarla en una
cena de cumpleaños, y de haber caído en las redes de su encanto
personal, expresó enfáticamente que estaba seguro de que Isabel
era un ser venido de otro mundo. “La prueba –dijo–, es que ni el
halago la complace, ni el escarnio la mortifica”.
Ciertamente, el odio y el menosprecio que la acosaron duran-
te tantos años apenas rozaron su piel, no abrieron surcos hondos
en su alma. Su historia, naturalmente, la idealiza la leyenda: ésta
trasciende como un perfume de cierto impudor fascinante que
fue el signo de aquella dama, de sus desplantes apoteósicos, de
su juventud combativa, y embalsama el aire estirado de la ciu-
dad más señorial de E.U.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind363 363 18/5/07 22:46:41


364 Miguel Álvarez de los Ríos

Nacida en Nueva York en 1840, hija de un próspero comer-


ciante, y educada en los mejores planteles de París, Isabel con-
trajo matrimonio en 1860 con John Lowell Gardner, miembro de
una de las familias más linajudas de Boston. Para pertenecer a
aquella sociedad restringida, cuyos integrantes se envanecían de
no tener en sus venas ni siquiera una burbuja de mezcla o de bas-
tardía y de ser la flor y nata del primer núcleo británico que dio
origen a las estirpes más granadas de Massachusetts, no bastaba
ser rico ni ser noble: era indispensable, en primer lugar, ser nati-
vo de Boston, ciudad en la que subsistía –y aún subsiste podero-
samente– el embrujo del pasado; descender de padres y abuelos
igualmente nacidos en Boston, y, lo que hoy parecería ridículo o
por lo menos exagerado, someterse a los preceptos de un estra-
falario código social, que hacía obligatorio, desde ser adepto de
la Iglesia Unitaria o Episcopal, hasta el uso permanente de ropa
interior larga y pegada al cuerpo.

Mosca en la leche
En esta exclusivista y puritana sociedad, a la que había ingre-
sado por su matrimonio, Isabel fue vista desde el principio como
una mosca entre la leche. Era rica de nacimiento, pero no noble,
y procedía de Nueva York, una ciudad, según decían, “terrible-
mente democrática”. A todo lo cual se agregaba su insoportable
liberalidad. “Hago lo que quiero y lo que me gusta”, era su divi-
sa. Y actuaba, efectivamente, conforme a su voluntad. Las gran-
des damas de Boston tomaban té todas las tardes, según la añeja
costumbre inglesa. Isabel detestaba dicha infusión tanto como
cualquier costumbre y, a cambio, bebía cerveza en grandes jarros
de porcelana. Aquellas mismas señoras, fieles a su gazmoñería,
paseaban por las calles únicamente en coches cerrados. Isabel lo
hacía a pie, a lo largo de la calle Tremont, llevando del cabestro a
un león amaestrado. Cuando decidía pasear en coche, utilizaba
un landó con capota descubierta ornado con herrajes de oro y se
hacía preceder de dos lacayos a pie; éstos tenían instrucciones
de hacer relinchar los caballos para llamar la atención. La buena
reputación de las damas de la época se juzgaba, entre otras cosas,
por la modestia en el vestir y la ninguna ostentación, especial-
mente de joyas. Isabel encargaba sus trajes a París, y salía de visi-
ta o de paseo cargada de collares y pulseras y anillos de piedras
finísimas, y en sus cabellos relucían dos espléndidos diamantes.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind364 364 18/5/07 22:46:41


Forma y estilo del periodismo literario 365

Un día predicó por todas partes que se había vuelto budista e


hizo colocar en su alcoba una estatua de gran tamaño del Solita-
rio de los Zakyas; y dos meses después anunciaría con el mismo
alboroto que había resuelto regresar a su iglesia unitariana. Las
damas recibían a sus invitados en la puerta de sus casas. Isabel
delegaba la recepción en uno de sus sirvientes y esperaba a sus
invitados a veces a medio vestir y en los sitios y posturas más
sorprendentes: acostada en una poltrona, imitando el impudor
de la Maja vestida de Goya; o en posiciones de yoga; o balan-
ceándose en las ramas de un árbol de su jardín; o bajo la ducha
caliente, cantando un aria operática. Jamás asistió a un concierto;
los músicos más famosos actuaban en su propia casa, a costos
exorbitantes; al pianista Paderewski Isabel le pagó varias veces
sumas hasta de treinta mil dólares, por tocar únicamente para
ella y una o dos de sus amigas.

Retrato de la dama
Isabel Stewart, mujer extraordinaria por tantos títulos, no fue,
sin embargo, una Venus. Más bien de baja estatura, con ojos de
un verde intenso y cabellos rubios rojizos, solamente su cuerpo
elástico, su piel de oro macizo y su resolución perentoria ante la
vida, la hacían aparecer hermosa. Muchos artistas de renombre
ejecutaron su retrato sin que ella se los pidiera. Pero en 1888 Isa-
bel accedió a posar para John Singer Sargent, con un vestido muy
escotado y un suntuoso collar de perlas. Tenía 48 años. La pro-
testa fue general. En lugar de sofocar los rumores maledicentes,
Isabel los avivaba exagerando sus licencias. Al final, su marido
resolvió retirar el retrato, que permanecía en exhibición en un
club muy exclusivo.
En 1863 Isabel dio a luz un niño, que murió dos años después,
y para alivianar su pena se embarcó con su esposo para Europa.
Visitó sus grandes ciudades y, a su regreso, trajo la idea de trans-
formar la sociedad conservadora en que vivía en un activo centro
de cultura. Hizo primero de su casa una ilustrada academia; allí
acudían con regularidad las personalidades más egregias de su
tiempo: William James, su hermano Henry, el enorme poeta Walt
Whitman, el filósofo del Trascendentalismo, Emerson, el mismo
maestro del pincel Singer, en fin. Poco a poco, las familias que le
eran francamente hostiles comenzaron a mirarla con otros ojos,
tal vez porque a Isabel la visitaban los jóvenes más prestantes,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind365 365 18/5/07 22:46:41


366 Miguel Álvarez de los Ríos

entre los que las muchachas casaderas podrían encontrar un


buen partido, o acaso porque, rehusando una invitación a la casa
de la Gardner, el renuente podría quedarse sin conocer la última
noticia literaria o artística. Como quiera que haya sido, la enco-
nada ojeriza de que era víctima, dio paso a una entusiasta admi-
ración, y la aristocracia de Boston no sólo terminó por aceptar
complacida a la advenediza de medio pelo, sino que finalmente
la proclamó como ‘Reina de la alta sociedad’.

Pasión por el arte


De 1867 en adelante, Isabel comenzó a interesarse por el arte.
En muy corto tiempo llegó a poseer el mayor acopio particular
de pinturas con firmas inmortales: Tiziano, Boticelli, Rafael, Tin-
toretto, Holbein, Velásquez, Rubens, Rembrandt. Por seguir su
ejemplo, los potentados Morgan y Mellon gastaron grandes for-
tunas formando sus propias colecciones. En 1891 murió su pa-
dre, dejándole casi cinco millones de dólares; y en 1899, murió
también su marido, dejándole otra suma superior. La muerte de
John la dejó tan deprimida, que los médicos le aconsejaron que
insistiera en sus ‘entretenimientos’ artísticos; y el que escogió en
una oportunidad dejó perplejo a todo el mundo. Compró en Ve-
necia un palacio del siglo XV y lo hizo traer pieza por pieza a
Boston, para reconstruirlo y destinarlo a sede de su colección de
cuadros. En la ciudad solemne corrió la voz de que centenares de
cajas repletas de mármoles, columnas, balcones julietescos, fuen-
tes, muebles, habían salido de Italia dirigidas a la señora Gar-
dner. Los periódicos dijeron que se trataba de otro enigmático
capricho de “la más fascinadora viuda norteamericana”, e Isabel,
por su parte, mantuvo herméticamente su secreto. El área donde
debía ser transplantado el edificio, llamada Fenway Court, de
propiedad de Isabel, fue rodeado por un alto muro para aislarla
de los curiosos. Y empezaron, en firme, los trabajos, supervisa-
dos por la propia Isabel.
El ‘palacio’ estuvo nuevamente armado y listo para su inau-
guración la noche del primero de enero de 1903. Fue algo apoteó-
sico. A las 10:50 el telón se levantó sobre el soberbio espectáculo.
Toda la remilgada sociedad de Boston, que durante más de cua-
renta años se había mostrado implacable con la “insolente neo-
yorquina”, estaba allí para rendirle vasallaje. En orden, una tras
otra, las más rancias familias desfilaron ante Isabel; y ésta, senta-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind366 366 18/5/07 22:46:42


Forma y estilo del periodismo literario 367

da en un gran sillón diseñado como trono, vestida toda de negro,


con numerosos diamantes insertos en los cabellos, contestaba a
los saludos, las zalemas, los besamanos, mientras la orquesta
sinfónica ejecutaba un programa escogido por ella misma, con
Beethoven, Mozart y Chopin, y una sinfonía de Brahms, quien
acababa de morir y cuyo lirismo profundo, acentuado por los
chelos, parecía subyugarla. Cuando terminó el concierto, Isabel
hizo una seña; se abrió entonces un gran espejo junto a la cáma-
ra de música, y los selectos invitados tuvieron ante sus ojos un
espectáculo fantástico: vieron un patio encantado con un jardín
encendido de flores primaverales, y cayendo desde los balcones,
como una lluvia de estrellas entre los hielos de enero, centenares
y centenares de luces multicolores.
Con los años, y a medida que iba surtiendo mucho más su im-
portante pinacoteca, la popularidad de Isabel fue cada vez ma-
yor. En su homenaje, una cadena de montañas fue denominada
“la cadena Isabel”. Pero en 1919 fue atacada de parálisis y aun-
que no dio el brazo a torcer, de allí en adelante, para movilizarse,
hubo de utilizar un cochecillo. Poco antes de su muerte dispuso
en su testamento que sus herederos tendrían la obligación de ir a
la iglesia por lo menos dos veces al año: en Navidad y el día de
su cumpleaños. Estableció, además, que en su suntuoso centro
artístico todo debería permanecer como ella lo dejara, bajo pena
de restituir la totalidad de las obras a sus países de origen. Hoy,
77 años después, ningún objeto ha cambiado de lugar.
Y, a su dorada leyenda, le nace una nueva flor. En ciertas no-
ches de invierno, un elegante fantasma da vueltas por el museo.
Viste una larga túnica blanca, calza zapatillas de oro y lleva en
los rubios cabellos varios diamantes relucientes. Se detiene mo-
rosamente frente a las obras de arte, las observa; va luego a una
mesa y toma una copa de champaña, la bebe; desaparece envuel-
to en un largo suspiro. Es el fantasma de Isabel Gardner, la eterna
reina de Boston.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 2 de septiembre de 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind367 367 18/5/07 22:46:42


Miguel Álvarez de los Ríos con Álvaro Pío Valencia, 1983

Diseño libro Miguel Alvarez.ind368 368 18/5/07 22:46:43


Acercamientos:
Creencias, mitos, el drama de la historia

Las extrañas creencias de los gnósticos


y su vigencia en Colombia.
Relaciones de luz entre el sexo y el espíritu

Noche fría de agosto. Viernes. En uno de los muchos templos


gnósticos de Colombia se realiza una curiosa ceremonia. Hom-
bres y mujeres forman un círculo, con las manos entrelazadas.
Algunos lucen vestimentas exóticas. Y todos pronuncian, alar-
gando las vocales, los nombres de los médicos legendarios: Es-
culapio, Hipócrates, Galeno. No es un murmullo, es un largo so-
nido ululante, que se suspende súbitamente cuando alguien, el
que parece conducir el rito, indica que es el momento de recitar
los “mantrams” alusivos a la Cadena Magnética de Curación.
Se trata, en efecto, de un ceremonial destinado a procurar que
uno de los miembros de la comunidad mágico-religiosa, recupe-
re la salud quebrantada. Consigna asistió a éste y otros actos de
la liturgia gnóstica y pudo penetrar en algunos de sus misterios,
que no lo son tanto si bien se mira, aunque es la verdad que to-
dos sus fieles –si así pueden o deben llamarse– están seguros de
haber encontrado la clave del conocimiento.

La totalidad cósmica
El vocablo griego “gnosis” significa conocimiento. Un cono-
cimiento que se refiere al Ser en su totalidad cósmica y a las po-
sibilidades de la conciencia humana para abarcar los diferentes
niveles de manifestación de la energía material y espiritual.
Los gnósticos pretenden, así, unificar en la mente del hombre
la dualidad fundamental de la vida, para producir la irrupción
de la luz interior.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind369 369 18/5/07 22:46:43


370 Miguel Álvarez de los Ríos

Históricamente –a juicio de sus adeptos– la gnosis representa


la doctrina secreta de Cristo impartida a sus discípulos y difun-
dida por éstos entre ciertos grupos de elegidos, razón por la cual
el número de gnósticos no es muy considerable. En Colombia
llegan a veinte mil.

Gnósticos negros
Para los gnósticos cristianos, que parecen ser la mayoría, el
mundo es irremediablemente malo y tendrá que ser sustituido
por el Reino de Dios. De ahí que exalten la destrucción de lo que
ellos denominan “el cosmos tenebroso”.
Sin embargo, no siempre fueron blancos los seguidores de este
credo extraño, en cuya simbología se funden elementos religio-
sos ortodoxos con mitos y supersticiones ancestrales. Hubo –y
seguramente hay– gnósticos licenciosos.
Cierta secta alejandrina que, según cuentas, pretendió atra-
par en sus redes al casto San Epifanio, efectuaba ritos perversos
junto a los cuales las orgías satánicas parecen retozos cándidos.
Fibionitas y barbeliotas erigieron el desenfreno como método
de elevación espiritual. Algo así como la “prostitución sagrada”,
común a ciertos cultos orientales en los que predomina la figura
ambivalente de la Madre.
El libro secreto atribuido a Noria, presunta mujer de Noé,
habla de las delicias de la vida sensual y de las “diez y seis”
maneras de apaciguar los ardores de una hembra encabritada,
en virtud de la alquimia seminal. Este libro desvirtúa la creencia
generalizada de que el primer gnóstico fue Cristo.
Como quiera que sea, fundamentalmente la palabra gnóstico
identifica al individuo que se “cristifica” mediante la trasmuta-
ción sexual de las energías “crísticas”, o sea el semen del varón
trasmutado en luz durante el connubio.
Estas enseñanzas parten del principio de que el ser humano
es una entidad dividida en hombre y mujer, y sólo alcanzando el
estado del andrógino primordial puede la pareja elevarse hasta
el Padre, es decir, hasta el Verdadero Yo, síntesis del hombre y de
la mujer, de lo positivo y de lo negativo, de la luz y las tinieblas.
Los gnósticos afirman que practican la unión sexual con fina-
lidades estrictamente espirituales, y enseñan que sólo en el sexo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind370 370 18/5/07 22:46:43


Forma y estilo del periodismo literario 371

se encuentra la verdadera realización del ser humano. Lo cual


es rebatido por otras sectas, incapaces de conciliar el mundo de
la carne con el mundo del espíritu, y aconsejan, por el contrario,
una vida macerada y ascética como medio para llegar hasta la
Luz indeficiente.

Misterio de la alquimia
El alma humana –decía el patriarca Zózimo– es por esencia
una parte separada del alma divina. Esta doctrina fundamental
de la gnosis vuelve a encontrarse en la alquimia, que trata de
obtener, para contemplarla, la encarnación de la Luz Divina, del
“Logos” en la materia tenebrosa.
A su turno, un partidario moderno de la alquimia tradicio-
nal, Rene Alleau, procura aclarar el objetivo iluminador de ese arte
oculto:
Los esfuerzos que exigía la elaboración de la Gran Obra, dice,
parecen haber estado dirigidos a producir, por una parte, la pro-
yección de la ciencia en estado de vigilia sobre el plano de un
estado trans-racional; y, por otra parte, el ascenso de la materia
hasta la luz ígnea constituye su límite.
La alquimia así entendida –y no la que buscaba en la Edad
Media la piedra filosofal– es la clave del amor mágico en los tex-
tos hindúes. Es el “tantrismo” que practican y dominan como
cosa propia los satánicos.
El líquido seminal, en lugar de ser expulsado por el frenesí
erótico, se transmuta en luz y por consiguiente en nueva ener-
gía.

Cristo y Satanás
Los gnósticos colombianos, y probablemente los de todo el
mundo, giran alrededor de la figura de Cristo. Es su inspiración,
su luz y su guía. En apariencia, quien no adore a Cristo no podrá
penetrar en el mundo pausado de la gnosis. No obstante –y he
aquí lo extraño desde el punto de vista de la ortodoxia religio-
sa– tienen también una “especial consideración” por el diablo, a
través de la figura medieval del Bafomet.
¿Por qué?
Porque el Bafomet, al cual se representa como un macho ca-
brío sentado en un trono, encima del mundo, es el entrenador

Diseño libro Miguel Alvarez.ind371 371 18/5/07 22:46:43


372 Miguel Álvarez de los Ríos

sicológico, la sombra de Dios, y quien conduce al iniciado en sus


prácticas sexuales. El diablo simboliza los instintos de la materia
y la energía sexual. Para disfrutar del sexo en toda su plenitud,
se deduce de la filosofía gnóstica, hay que ser también un poco
diabólico.
Los gnósticos han incorporado, además, al elenco de sus ins-
piraciones tutelares a Anubis, una remota deidad egipcia con
cuerpo y cabeza de lobo, el cual es Supremo juez del karma.
Finalmente, en sus altares es frecuente distinguir la fragua
encendida del dios Vulcano, que simboliza el trabajo sexual; al
igual que los veintidós arcanos mayores del Tarot, que condensan
el camino desde el estado primario hasta la realización supre-
ma.

En Colombia
La gnosis fue revelada en Colombia por el gran iniciado ale-
mán Krum Heller, esotéricamente conocido como el maestro
Huiracocha. Fue él quien difundió las verdades esenciales me-
diante conferencias y libros. De estos últimos pueden citarse La
iglesia gnóstica, La novela rosacruz y El Tatwametro.
Más adelante dos de sus más conocidos continuadores fueron
Israel Rojas y Víctor Manuel Gómez. Este Gómez, quien adoptó
el nombre de Samael Aun Weor, retomó las enseñanzas de Hui-
racocha y, profundizándolas, organizó en el país, desde 1950, el
Movimiento Gnóstico Cristiano Universal.
En las principales ciudades del país hay templos gnósticos
que funcionan regularmente. Pero el Santuario Supremo –así
llamado efectivamente– fue construido en la Sierra Nevada de
Santa Marta, entre las rocas.
Samael, máximo jerarca de los gnósticos colombianos, murió
el 24 de diciembre de 1977. Fue reemplazado por dos de sus in-
mediatos. Durante su vida el bogotano Víctor Manuel Gómez, es
decir, Samael Aun Weor, escribió varios libros en los que desa-
rrolla la doctrina gnóstica y sistematiza las bases perdurables de
esta enseñanza. De ellos merecen citarse: El matrimonio perfecto,
La revolución de Bel, El misterio de áureo florecer y Alquimia sexual.

Revista Consigna, Año 4, No. 147,


Bogotá, Nueva Época, 15 de octubre de 1979

Diseño libro Miguel Alvarez.ind372 372 18/5/07 22:46:44


Forma y estilo del periodismo literario 373

Brujos y demonios invaden el mundo,


hombres y mujeres ofician desnudos

Trece personas –hombres y mujeres– se desnudan en el sóta-


no de una casa de Louisville, para oficiar ante el altar del demo-
nio. “Esta noche –dice quien parece ser el jefe– uno de nosotros
será elegido Gran Sacerdote del Bafomet”, y a continuación toca
en ambos hombros con una espada de cobre al más cercano de
sus compañeros; éste echa incienso en un caldero, las llamas se
avivan y el humo asciende.
En Oakland, California, en plenilunio, un grupo de indivi-
duos –todos profesionales– se concentra en un valle espectral,
para desnudarse y bailar la danza de las brujas. En cualquier ofi-
cina de New Jersey hay siempre una recepcionista que preten-
de eliminar a su rival enrollando hilo alrededor de una muñeca
vudú. En Nueva York y Chicago, y desde luego, en San Francisco,
funcionan escuelas donde se aprende brujería antigua y ceremo-
niales de magia negra.
El imprevisto resurgimiento del ocultismo a través de todas
sus modalidades, en el mundo entero, es asunto que preocupa
a los sociólogos, y es la nota predominante de la década que se
inicia. Salvo el fútbol, ninguna manifestación de la hiperestesia
colectiva alcanza sus límites.

Una fascinación
El ocultismo es una fascinación, apuntan quienes se abstie-
nen de profundizar en el tema; y eluden, por previsión, formular
cualquier diagnóstico acerca de lo que casi todo el mundo consi-
dera un misterio indescifrable.
En los Estados Unidos comenzó con el auge de la astrología,
reducto del mundo inmaterial de Babilonia. Los horóscopos, que
carecen de fundamento científico y se afincan, a menudo, en ge-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind373 373 18/5/07 22:46:44


374 Miguel Álvarez de los Ríos

neralidades inocuas, constituyen un servicio de la prensa escrita


–y aun radial– en todos los idiomas; al igual que los consultorios
sentimentales y grafológicos, cuya seriedad es casi ninguna, pero
cuya demanda desmesurada hace forzosa su inserción en cual-
quier medio publicitario.
Serios investigadores de la parapsicología se mezclan cada
vez más con los devotos del ocultismo, para explorar las más
extrañas posibilidades de la mente humana. De hecho, la palabra
ocultismo, que se refiere a conocimientos sobre artes secretas, o a
fenómenos en apariencia inexplicables, ya no es suficientemente
expresiva. Pues si algunos de sus practicantes siguen siendo her-
méticos, mucho de lo que antes parecía oculto, ya no lo es.

Verdadera alquimia
Parte considerable de esta actividad se manifiesta en las libre-
rías que, con frecuencia, ofrecen cursos y servicios subsidiarios
sobre la materia. Una de las que más vende, en San Francisco,
es el Centro Metafísico. Cada mes realiza el 70 por ciento de su
existencia. En dicho centro se dan clases de cartomancia, y qui-
romancia y sobre proyecciones astrales, numerología y Cábala.
Funciona allí también una tienda de regalos donde es posible
adquirir túnicas rituales, ropa interior para mujer, muy sofistica-
da, amuletos fálicos, incienso hecho de yerbas fragantes, bolas de
cristal para “mirar” el porvenir de diferentes tamaños y precios.
Los textos diabólicos y de brujería en general, han desalojado
de sus estantes a las viejas obras de filosofía escogida y literatu-
ra escogida en las grandes librerías de Nueva York y París. Lo
propio acontece, parcialmente, en las de Méjico, Buenos Aires y
Bogotá.
De cierta manera, el ocultismo ha descubierto lo que los al-
quimistas buscaron durante siglos: el poder de transformar los
metales viles en oro. A todo lo cual contribuye, además, la pu-
blicidad sobre toda clase de productos, menjurjes, y aptitudes
personales de quienes a sí mismos se reputan de magos o vi-
dentes. En términos de derecho, la intención y los efectos de la
publicidad, que ahonda en el subconsciente, cabe dentro de la
calificación de dolus bonus, y no parece posible encontrar la lí-
nea divisoria entre lo lícito y lo ilícito. He aquí otra argucia de la
brujería.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind374 374 18/5/07 22:46:44


Forma y estilo del periodismo literario 375

Brujería y brujerías
El ocultismo suele confundirse con la brujería, que es un tér-
mino genérico, y ésta, a su turno, involucra numerosas prácticas,
que van desde el satanismo y la hechicería, hasta los límites de
la ciencia experimental y la tecnología, como las experiencias de
percepción extrasensorial que efectuó el astronauta Edgar Mit-
chel, a bordo del “Apolo XIV”.
Una revista mensual, The Occult Trade Journal, inserta en sus
páginas anuncios muy sugestivos, como la Tournée psíquica a la
Gran Bretaña, ofrecida por una línea aérea de prestigio. Incluye
una visita a un centro síquico curativo, una sesión de espiritismo
en Londres y un día en Stonehenge con el jefe de los Druidas.
Cada turista recibe su propia ficha astronumerológica, y las fe-
chas de los vuelos se planifican astrológicamente para que resul-
ten favorables.
En las más exclusivas perfumerías se venden, hoy, lociones y
aguas fragantes que consultan los intereses astrológicos del com-
prador. El jacinto corresponde al geminiano y la verbena al nativo
de Leo, por ejemplo. Con las piedras preciosas sucede algo seme-
jante. Un Tauro no podrá lucir un reluciente topacio; le vendrá
mejor la esmeralda. Hay brasieres para las de Libra y “tangas” de
uso exclusivo de las Piscis. La especialización, que es una tenden-
cia inevitable de nuestro tiempo, ha invadido también el mundo
alucinante de la franja lunática.

Más brujas que brujos


A juicio de Jean Palou, la brujería fue siempre una constante
imploración, en el mundo occidental, a la supervivencia de los
dioses paganos y, de alguna manera, una protesta contra las re-
ligiones establecidas. En el medioevo fue, además, la esperanza
de los rebeldes. Los obispos y los grandes señores descubrieron
bien pronto que la miseria estimulaba las prácticas hechiceriles.
Se recurría al demonio en vista de que Dios no parecía responder
a las demandas de sus dolientes criaturas.
Y, en todas las épocas, la influencia de la sexualidad se mezcla
a los fenómenos brujeriles. Hay más brujas que brujos. Michelet
lo dijo: “Para un brujo, diez mil brujas”.
La patología explica el origen de las crisis alucinatorias de
quienes fueron conducidos a la Inquisición, como perturbaciones

Diseño libro Miguel Alvarez.ind375 375 18/5/07 22:46:44


376 Miguel Álvarez de los Ríos

multiplicadas a favor del choque sicológico resultante de su en-


carcelamiento, de la comparecencia ante el tribunal y sobre todo
de la tortura. Pero no explica, de acuerdo con Palou, la forma
revestida por ese género de apariciones demoníacas, impuesto a
la acusada por la naturaleza del medio en que vive, que es un me-
dio miserable y represivo. En la confesión de la “bruja”, y en la
descripción de las cosas referidas por ella, hay mucho de histeria
pero, también, de visión onírica, y la trasposición del aspecto so-
cial en modo diabólico. El aquelarre es, entonces, la trasposición
de los deseos carnales sometidos a la compulsión.
En la actualidad, sociólogos y filósofos sociales buscan una
explicación satisfactoria al resurgimiento inusitado de toda clase
de magos, brujas, demonios, súcubos, íncubos, aquelarres, sa-
bbats, pactos con el diablo, misas negras, adivinos, alquimistas
y quirómanos, como producto aparente de la angustia generali-
zada y de los intentos de liberación del individuo, y se adentran
en el estudio de Kierkegaard y de ásperos textos científicos. En
algunos, se repite, la angustia es generada por las dificultades
económicas, y en otros, por los deseos eróticos insatisfechos.
Como quiera que sea, hay consenso en el hecho de que la bru-
jería es fenómeno que crece con los días, y que es aprovechado
hábilmente por la sociedad de consumo, a través de la publici-
dad, que es la más sutil y efectiva de las brujerías.

Aquí y allá
En Francia, Madame Soleil da consejos amorosos por radio,
con fundamento en los rasgos personales del solicitante; la misa
negra se celebra en Lyon. En los Estados Unidos, la bruja Sybil se
ha llenado de dólares fumando el tabaco y descifrando el porve-
nir; y en Bogotá, proliferan los pitonisos y videntes como Regina
XI, líder de un movimiento de fanáticos que se ha atrevido, in-
clusive, a presentarse en pruebas electorales.
El periodista alemán Horst Knaut estima que por lo menos
tres millones de sus compatriotas occidentales son adeptos del
ocultismo, y probablemente ocho millones más simpatizan con
las ciencias secretas. En Suiza abundan las sectas esotéricas, los
hechiceros y adivinos. En Italia no es tanto la cantidad cuanto la
calidad del ocultismo. Durante muchos años fue una manifesta-
ción de la cultura campesina meridional. Hoy, el ocultismo ha

Diseño libro Miguel Alvarez.ind376 376 18/5/07 22:46:44


Forma y estilo del periodismo literario 377

avanzado hacia el norte e involucra en sus profusas prácticas a


industriales, ingenieros, médicos y abogados de las clases altas.
Para Joan Wescott, la brujería, tal como se practica en Inglate-
rra, es una religión altamente ritualista, y los mismos brujos la
consideran de origen pagano, panteísta y precristiano. No tiene
relación con la magia negra ni con el satanismo. Y para Margaret
Murray, representa simplemente un retorno al culto diánico. De
todos modos es un culto híbrido, cuyos diversos componentes,
algunos extraídos de la francmasonería y de la Cábala, se ajustan
perfectamente a sus principios fundamentales.
En América Latina, además de la magia vudú, característica
de Haití y de otras islas antillanas, y de ciertas manifestaciones
de magia muy comunes en algunas regiones del Brasil, hay sata-
nismo clásico en Colombia y en Venezuela.
En rigor, no hay manera de establecer los límites entre las di-
versas y aun antagónicas prácticas implícitas en los términos de
ocultismo y brujería, pues todas se fusionan a nivel colectivo y
nadie parece interesado en desligarlas, o por lo menos en encon-
trarles sus diferencias.

Un mundo vastísimo
Leer las cartas de la baraja, o las líneas de las manos, o las
de los pies; fabricar y vender amuletos y talismanes; leer signos
inquietantes en los ojos; adivinar la suerte; mezclar sangre, pelos
púbicos y recortes de uñas de determinada persona, para “obli-
garla” a aceptar requerimientos amorosos; al igual que vender
prendas de vestir, perfumes, dijes y aretes, con “poderes” ex-
traordinarios, todo eso corresponde al mundo vastísimo de la
brujería, y todo eso ha dado vida a poderosas industrias, cuyos
negocios se rigen por leyes cartesianas. El ansia de utilidad eco-
nómica no se detiene ante nada, y si el mundo quiere magia, ma-
gia se le sirve, según un conocido fabricante de artículos exóticos
para mujer.
Para la prensa internacional, especializada o no, la brujería
seguirá aumentando en esta década, como consecuencia de las
grandes crisis económicas que se avecinan. Contra ella, de segu-
ro, no podrán ni la religión, ni la filosofía racional, ni la ciencia
experimental, ni el marxismo... ni la policía. Sobre todo si apa-
rece respaldada por las palabras del científico C.G. Jung, el más

Diseño libro Miguel Alvarez.ind377 377 18/5/07 22:46:44


378 Miguel Álvarez de los Ríos

ilustre de los sucesores de Freud. En su opinión, la civilización


nada gana y puede estar perdiendo mucho con el “menosprecio
conque trata y difama” las artes secretas, que “rehuyen toda ex-
plicación razonable y confían exclusivamente en la intuición y el
misterio”.

Revista Consigna, Año 4, No. 155,


Bogotá, febrero de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind378 378 18/5/07 22:46:44


Forma y estilo del periodismo literario 379

¡Lovecraft está vivo!

La venta inusitada de sus libros y la serie de conferencias


programadas sobre su obra, indican que este año será el año de
Lovecraft en los Estados Unidos. Lovecraft, fallecido en 1937,
empieza a interesar a los críticos y a los expertos en sciencie-fic-
tion, no menos que a los editores, todos los cuales coinciden en
que ese individuo, neurótico y contradictorio, de quien alguna
vez se dijo que tenía orejas puntiagudas, cuernos y pezuñas; ese
sujeto, anguloso y atormentado como las colinas que circundan
la legendaria ciudad de Arkham, hostil a la sociedad y, en vida
inadvertido por el gran público; ese hombre, es el más grande
escritor en su género después de Poe, a quien, dicho sea de paso,
supera categóricamente en muchos de sus relatos.

El que susurra en las tinieblas


Hasta hace relativamente poco tiempo, Lovecraft era un ilus-
tre desconocido; alguien con una mezquina ficha bibliográfica
en la Universidad de Brown; tal vez un vago recuerdo entre las
gentes viejas y puritanas de Nueva Inglaterra: gentes que tuvie-
ron la virtud de tolerar sus excentricidades, su dogmatismo arbi-
trario, las cóleras que brotaban como flores malsanas de su cena-
goso corazón, acaso porque todo esto reflejaba mejor que nada el
íntimo modo de ser y de sentir de una comarca norteamericana
con historia y tradiciones muy peculiares.
Hoy, vertido a todos los idiomas cultos de Occidente, Love-
craft vende tanto o más que Faulkner o Bellow, y, desde luego,
mucho más que Poe o Whitman, dos genios literarios a los que
suele compararse con notoria impropiedad el terrorífico creador
de Los mitos de Cthulhu, El que susurra en las tinieblas, La sombra
más allá del tiempo y otro medio centenar de leyendas, igualmen-
te famosas por lo mórbidas y sobrenaturales. Varios de sus re-
latos más característicos han sido llevados al cine, y su obra en

Diseño libro Miguel Alvarez.ind379 379 18/5/07 22:46:45


380 Miguel Álvarez de los Ríos

general se discute, se analiza, se disecciona implacablemente, en


foros eruditos donde no falta quien la rechace, por “antilitera-
ria y monstruosa”. En rigor, Lovecraft no aspiraba a tanto, pues
si bien es cierto que confiaba en las calidades intrínsecas de su
obra, también lo es que la sabía reducida a unos límites especia-
les demasiado razonables.

Un pagano anhelante
¿Cuál es, entonces, la magia de Lovecraft?
Lovecraft posee una magia perturbadora, una magia que no
fluye ciertamente de su estilo, a veces irregular y por lo general
ampuloso; ni mucho menos de su estrambótica actitud existen-
cial, que lo impele a vivir en la ilusión de un tiempo que no es
el suyo: ama el siglo XVIII anglosajón y se considera asimismo
súbdito supérstite de la Corona. “Siempre he abrigado el senti-
miento subconsciente de que a partir de ese siglo –el XVIII– todo
es irreal y caricaturesco”, dice. Su anglofilia incurable lo fuerza a
marchar a contrapelo de una época convulsa, en que parece in-
evitable el agrietamiento del Imperio. Cuando sus compatriotas
gritan, exultantes, “¡América! ¡América!”, él responde iracundo,
desde su entornada ventana: ”¡Eh, malditos, ni siquiera habéis
nacido, ni lo haréis hasta dentro de siglo y medio! ¡Dios salve
al Rey; y a su colonia de Rhode Island!”. Y en alguna página de
su Silver key, se lee: “... Durante la Primera Guerra Mundial odié
amargamente al Presidente Wilson por no haber hecho interve-
nir a los Estados Unidos en la guerra, en el bando británico, en
lugar de mantenerse neutral durante dos años y medio”.
Lovecraft es ateo y reaccionario. De niño, y de joven, reempla-
za sistemáticamente las imágenes religiosas de la Iglesia Nacio-
nal Inglesa, por las deidades escabrosas del paganismo clásico.
En lugar del Dios Uno y Trino de la ortodoxia cristiana, entroni-
za en el altar de su aposento, a Pan, a Artemisa y al “benévolo
Saturno”. “Si un cristiano me dice que ha sentido la realidad de
su Jesús –declara alguna vez con intención burlesca–, yo puedo
contestarle que he visto, danzando, al Pan de pezuñas hendidas
y a los hermanos de la hespérica Phaethusa”. Lo cual no descon-
cierta a quienes procuran encontrar en el subfondo de su alma,
“un profundo anhelo religioso”, una sociedad metafísica que
pugna por sublimarse a través del arte. Ni a quienes, como An-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind380 380 18/5/07 22:46:45


Forma y estilo del periodismo literario 381

ton Szandor La Vey –difusor de un nuevo credo diabólico– con-


sideran que Lovecraft, como el Satán de Milton, opta por reinar
en el Infierno en lugar de servir en el Cielo. Pero, las criaturas
de Lovecraft no son símbolos del bien o del mal: oscilan entre
la benevolencia y la crueldad. Y, aun suponiendo que Lovecraft
sea un exegeta de la amoralidad satánica, ¿cuál será el contenido
esotérico de los ritos en Innsmouth, R’lyeh o Leng? A mi juicio,
la confusa filosofía lovecraftiana recuerda únicamente que la hu-
manidad está a un solo paso de la bestialidad.

Una lógica sobrenatural


Ahora bien: afirmar que la magia, la formidable magia de Lo-
vecraft surge de su arte, del hecho artístico indiscutible que es
su obra en conjunto, es incurrir puerilmente en lo obvio y axio-
mático. Es mejor admitir, en gracia de discusión, que Lovecraft,
mediante un complicado proceso de sedimentación, logra per-
feccionar un tipo de miedo distinto al que estremece el espíritu
cándido del romanticismo; un miedo que se asocia fatalmente a
cierta atmósfera de expectación, a ciertas fuerzas tremendas y
desconocidas; un miedo cuyo poder sicológico es capaz de de-
rrumbar las leyes inflexibles de la Naturaleza. ¡He ahí su magia!
Al trocar lo fantástico en verosímil, el mundo de la superstición
en una sobrecogedora posibilidad científica, Lovecraft desvirtúa
el sistema racional de las ideas y da origen a una lógica sobrena-
tural dentro de la cual los seres humanos padecen y sucumben.
Lovecraft perfecciona ese tipo de miedo, no lo crea. Pues, el
mérito que resulta de desnaturalizar la noción de miedo vincula-
da literaria y sicológicamente al fenómeno ordinario de la muer-
te, y al muerto mismo –corporizado o vuelto fantasma, espectro
o ruido en la alta noche– parece que corresponde por igual a Ar-
thur Machen, un escritor ocultista galés del período victoriano
por quien Lovecraft sentía admiración fervorosa, y a Edward
John Moreton Drax Plunkett, octavo en la serie del presuntuoso
baronato Dunsany. A Lord Dunsany le subyugan las criaturas
monstruosas, los mitos de los bosques medievales, los tenebro-
sos misterios de ciertos seres protoplasmáticos, ciertas masas
abominables y pútridas, vivas, sin embargo, y ciertos hombres
rudimentarios que habitan la pavorosa ciudad de Bethmora en
el desierto; vertido todo eso en una prosa trabajada, minuciosa y

Diseño libro Miguel Alvarez.ind381 381 18/5/07 22:46:45


382 Miguel Álvarez de los Ríos

brillante; llena de expectativas y sorpresas. Machen, a su turno,


ensaya dos fórmulas literarias: la de producir un horror absolu-
tamente desconectado de la oscuridad, de los cementerios y de
los cadáveres que recuperan la vida en sombríos recintos, y la de
exhumar, en virtud de una tenaz labor de arqueología fantásti-
ca, los mitos y leyendas que pueblan la prehistoria de la región
de Gwent, hasta la dominación romana, con sus ritos bárbaros,
sus dioses terribles, su magia alucinante y ominosa.
Lovecraft retoma de Machen y de Dunsany todo lo que pue-
de servir a sus propósitos de urdir –contra toda disposición fi-
listea– una trama general, en que perduren las deidades aristo-
télicas y en que se sugiera a cada instante una amenaza y un
riesgo malévolos; lo refunde con los recursos más imprevisibles
de la tradición gótica y comienza, así, a darle contenido, peso y
dimensión a lo que se denomina, en términos convencionales,
horror cósmico. Más tarde habrá de incorporar a su catálogo
de horrores la cauda represada de sus pesadillas y sus propias
deducciones de carácter científico, hasta erigir un profuso mito
de insólita fuerza expansiva, que expresa –según Jacques Ber-
gier– “la grandeza y el terror del cosmos no sólo en la escala del
hombre, sino para toda inteligencia, aunque su forma exterior no
se parezca a la nuestra”.

Terror de los espacios infinitos


¿Es Lovecraft un profeta de la ciencia?
Probablemente sí, en la medida en que lo fue Verne, respon-
den muchos entusiastas. En absoluto, corrigen los escépticos. Lo
cierto en todo caso es que, con posterioridad a la muerte de Lo-
vecraft, la ciencia ha confirmado que existen, en efecto, enormes
extensiones del espacio y del tiempo; y ha establecido, además,
que el universo –visualizado sin remedio a través de aquellas
formas apriorísticas que atormentaban a Kant en su ansiedad
por aprehender la cosa en sí– es infinito y no limitado y curvo,
como lo suponía Einstein.
Por lo demás, el terror que Lovecraft redescubre “en imáge-
nes de sueño o de locura apocalíptica”, ¿será el mismo “terror
de los espacios infinitos” que estrujaba el alma bondadosa de
Pascal? Nadie lo cree, pero es posible.
De todos modos no es extraño que un poeta como Lovecraft,
apoyado en la nueva física relativista, haya aludido a los mundos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind382 382 18/5/07 22:46:45


Forma y estilo del periodismo literario 383

insondables y latentes que vibran en los abismos planetarios. El


miedo y la curiosidad ante el espacio y el tiempo, y el auscultar
los astros en la noche tratando de descifrar sus mensajes y su
influencia en la vida terrena, no sólo es un reducto del mundo
inmaterial de Babilonia, que pretende erradicarse desde el siglo
de Pericles: es, ante todo, una marca de las más viejas literaturas.
Los poemas de la India legendaria, inclusive los del hedonista y
astrónomo Omar Khayyam hablan del terror de los hombres al
acercarse la noche. ¡Sol desaparecido! ¿Volverás? Lucrecio edifi-
có todo un sistema cosmogónico. Y más cerca de nuestro tiempo,
Anatole France, abrumado por la mediocridad de su condición
humana, confía en que en otros planetas “los seres vivos sean
más hermosos que los que pueblan la Tierra, y sus inteligencias
más vastas”. Pero el mérito de Lovecraft radica en su capacidad
para racionalizar sus propias percepciones oníricas. De ahí que
sus viajes en el tiempo y sus demonios del espacio fuercen a creer
en una verdad científica objetiva.

La silenciosa y luctuosa madre


La vida de Howard Phillips Lovecraft es una vida extraña
y contradictoria. Los elementos esquemáticos que la forman
–su paisaje natal, sus hábitos, aun su “materialismo mecanicis-
ta opuesto a su irracionalismo compensador”– están vinculados
de alguna manera a su propia obra y forman, de ese modo, una
unidad indestructible. Por otra parte, el horror arquetípico de
Lovecraft –el que vierte en sus libros– a juicio de Rafael Llopis,
deriva del juego dialéctico entre la fascinación que en él ejerce
todo lo arcaico y su rechazo racionalista a la regresión; y en su
caso personal, a juicio de los sicólogos, el horror cósmico parece
provenir del horror al vacío y éste, a su vez, resulta inducido
por una educación “aristocrática y ramplona”, y una protección
excesiva.
Hijo único de un viajante de comercio, Winfield Scott Love-
craft, quien muere loco, a los cuarenta y cuatro años de edad, en
1898, y de Sarah Susan Phillips, una mujer neurótica, Lovecraft
nace en Providence (Rhode Island) el 20 de agosto de 1890. Su
madre le inculca desde niño desusados prejuicios, y da en la flor
de decirle que es un “chico feo”. La verdad es que ambos se pa-
recen como dos gotas de agua. Lovecraft tiene los ojos castaños
y la mandíbula prognática, es alto y huesudo; también lo es su

Diseño libro Miguel Alvarez.ind383 383 18/5/07 22:46:45


384 Miguel Álvarez de los Ríos

madre, enfundada siempre en largos trajes luctuosos. El niño y


la dama aristocrática venida a menos, vivirán el uno para el otro:
contagiándose recíprocamente sus manías exasperantes, su fri-
gidez sexual, sus largos silencios, su indescriptible soledad que,
por lo menos en el caso de la madre, perdurará hasta su falleci-
miento, en 1921.
En estricto sentido académico, Lovecraft estudia poco. Lo
hace, en cambio, en su casa, guiado por preceptores que siguen
rigurosamente las instrucciones familiares, no sólo de su madre
sino de sus dos tías solteronas, y de su abuelo, Whipple Van Bu-
ren Phillips, en cuya biblioteca, dotada de dos mil volúmenes,
a escondidas, Lovecraft empieza a acumular ese asombroso co-
nocimiento experimental del universo, a adquirir esa conciencia
crítica de la vida individual, esa intolerable sabiduría que abarca
materias tan disímiles y opuestas como el jazz y la astronomía,
la civilización azteca y la metafísica inglesa de la Edad Media, y
a aceptar, a regañadientes, la desoladora certidumbre de que las
ideas filosóficas y políticas del siglo XVIII han hecho crisis, pero
sólo para ampliar su cobertura racionalista.

Odio el frío de los inviernos
A los treinta años, en 1920, Lovecraft es uno de los hombres
más cultos del primer cuarto de siglo: domina como propios nu-
merosos idiomas, entre ellos cuatro africanos: damora, swahili,
zulú y zani, y alrededor de quince dialectos ásperos e impene-
trables, y es pasmosa su versación en matemáticas, cosmogonía
relativista, genética, química orgánica, y sobre las culturas más
remotas de la Tierra. Y he aquí la más protuberante de sus con-
tradicciones: a medida que avanza en su rigorismo científico,
Lovecraft empieza a extraviarse en el misterio y el mito, a causa,
probablemente, de su propio drama interior. “Él se sentía solo,
destrozado, en pugna con la sociedad”, observan sus amigos.
Entonces, en lo más oscuro de su ser, allá, donde no penetran
siquiera los genios de la introspección y del análisis sicológico,
puede haberse efectuado la trasposición de su angustia, al des-
atarse los mecanismos freudianos de la huida que conduce al en-
simismamiento, al misterio o a la torre de marfil.
Lovecraft odia la luz del día, odia el mar debido, según se
dice, a que contrajo una enfermedad digestiva después de comer
pescado; odia a los seres humanos que están más allá de su ven-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind384 384 18/5/07 22:46:45


Forma y estilo del periodismo literario 385

tana y que no tienen, como él, estirpe anglosajona; odia el frío de


los inviernos, al cual es hipersensible; odia la democracia, y repi-
te de continuo que “el colmo del idealismo es pretender mejorar
la situación del hombre”.

Explorador de extraños posibles


En 1924, Lovecraft desposa a Sonia Haft Shifirkin Greene,
diez años mayor que él y, por supuesto, una mujer muy fina y
abnegada, que procura comprender el genio disperso y contra-
dictorio de su marido, sin lograrlo. La unión se disuelve por mu-
tuo consentimiento dos años después. Pero, ya desde la muerte
de su madre, Lovecraft ha intentado ganarse la vida escribiendo
cuentos macrabros o como corrector de estilo de escritores anó-
nimos. Cultiva amistades intelectuales –con August Derleth, con
Robert Bloch, con Frank Belknap Long, entre otros muchos– y
durante un lapso que se prolonga hasta el fin de sus días, hace
visibles esfuerzos por modificar “este modo de ser mío que sólo
miseria y contrariedades ha podido traerme”. Cambia, en efecto,
la dureza de su carácter, su misantropía, su introspección, inclu-
sive su criterio exclusivista con relación a las razas que consi-
dera “inferiores” y, por consiguiente, su restringida visión de la
política contemporánea. Su fascismo teórico lo cambia por un
liberalismo de honda raíz humanística; de avaro y amargado se
transforma en amable, generoso y tolerante. Mas no cambia para
nada su manera peculiar de explorar las más extrañas posibi-
lidades de la mente humana; ni los motivos de su inspiración,
que son sus propios sueños, sus propias pesadillas, además de
los mitos prehistóricos y los avances de la tecnología, todo lo
cual trasplanta, bajo distintos nombres, al paisaje de Providence,
aún más, al de Nueva Inglaterra, en cuyas regiones rurales par-
ticularmente aparecen, de súbito, esas criaturas suyas, amorfas y
repulsivas, y esos fenómenos indefinibles, venidos de quién sabe
dónde, que desatan fuerzas aciagas y devastadoras, y que relum-
bran, se retuercen, hieden, zurran y crepitan malévolamente con
un cromatismo caótico y desconocido.

“Al Azif” o el Necronomicon


Lovecraft murió, de cáncer intestinal, hace cuarenta y tres
años, en el Jane Brown Memorial Hospital. Sobre su vida y su

Diseño libro Miguel Alvarez.ind385 385 18/5/07 22:46:45


386 Miguel Álvarez de los Ríos

obra se han tejido las leyendas más desconcertantes, ninguna de


las cuales se aproxima a las realidades objetivas de su aspecto
humano, salvo, naturalmente el excelente trabajo biográfico de
Sprague de Camp, cuya versión española corresponde a Edicio-
nes Alfaguara de Madrid. Con el tiempo, la mayoría de los mis-
terios lovecraftianos ha sido dilucidada a la luz de la sicopatolo-
gía y en virtud de los estudios que se hacen sobre la influencia
de las leyes físicas y geométricas sobre la siquis; no así el princi-
pal de todos, el más enigmático e inquietante, según sus amigos
supervivientes: el cual misterio versa sobre un libro imaginario,
el Necronomicon, escrito en Damasco por un árabe loco, Abdul
Alhazred, en el año 730 de nuestra era, con el título original de
Al Azif. Ese libro, vertido supuestamente al griego por un tal
Theodorus Philetas, en el año 1050; vuelto a traducir al latín por
Olaus Wormius, en 1228, e incinerado públicamente cuatro años
más tarde por orden del Papa Gregorio IX, logró salvarse, sin
embargo, en una de sus copias, de la cual se hizo una ficticia ver-
sión al español en la primera década del siglo XVII. De acuerdo
con la leyenda, Lovecraft tuvo acceso a dicho libro, calificado de
impío y execrable y cuya lectura conduce a la demencia, y de sus
páginas habría extraído la parte fundamental de sus fantasías,
aquella que insiste en que, “este mundo estuvo habitado en otros
tiempos por una raza que vive esperando el día en que tomará
otra vez posesión de la Tierra”.
El espantoso Necronomicon puede resultar tan irreal como su
propio “autor” de origen oriental, lo que no impide que millares
de lectores pregunten por su ficha en las más grandes bibliotecas
del mundo.
Providence –capital del más pequeño Estado de la Unión
Americana, Rhode Island– no es, hoy, muy distinta a como fuera
en tiempo de Lovecraft. Y por su calles, en la alta noche, muchos
han visto el fantasma de un árabe enloquecido, que lanza impre-
caciones en un lenguaje hermético y tumultuoso, y corre hasta
esfumarse en las galerías del viejo cementerio de Swan Point.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 20 de abril de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind386 386 18/5/07 22:46:46


Forma y estilo del periodismo literario 387

Prende en Colombia la llama del satanismo

¡Diii... aaa... blo! ¡Diii... aaa....blo!


El oficiante recita el “mantram” del ritual de iniciación o de
apertura de conciencia para una nueva discípula del demonio.
Un recinto sombrío, de techo bajo, alumbrado apenas por la
luz macilenta de trece velones negros. Al fondo, el altar orna-
do con el Pantáculo de la Sexualidad, cuyos emblemas son un
triángulo invertido, un caduceo y un cáliz dentro de un círculo,
todo lo cual significa la fusión de lo masculino y lo femenino, en
una ofrenda cósmica del amor. A la derecha, una figura luciferina
esculpida en yeso, y a la izquierda, una cabeza de macho cabrío,
con ojos saltones y lascivos y un aire malvado. Tendida sobre
una manta a rayas, una mujer joven, perfectamente desnuda, se
somete a un exorcismo prolijo, “para liberarse de los influjos kár-
micos negativos y penetrar sin tropiezos los arcanos del Mal”.
Completan el elenco, la sacerdotisa Zhora, el monaguillo Ragde
y dos turiferarios –hombre y mujer–, igualmente desnudos. El
oficiante levanta los brazos en gesto invocatorio y estalla enton-
ces un himno ardoroso, cantado al unísono por sus subalternos.
¡Gloria in profundis Satani! ¡In profundis Satani gloria!
La asistencia, en su mayor parte femenina, permanece expec-
tante. La sala se ilumina gradualmente, a medida que los cirios
desgastan su parafina. En las paredes resaltan ilustraciones vo-
luptuosas del Zohar y el Sepher Berschit, dos viejos mamotretos
de la sabiduría cabalística. El oficiante toma en sus manos el cetro
fálico y el disecado Pez Lucífugo o Mandrágora Abisal, un extra-
ño engendro marino del cual se dice que es la materialización de
un poderoso demonio oceánico. Con ellos toca a la muchacha. La
frente, la boca y los senos, primero; el sexo y las nalgas, después.
Luego recita las estrofas del Pactum. Es un poema laudatorio en
corte de soneto, no exento de cierta recóndita melancolía, aquella
que produce la certidumbre de los bienes perdidos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind387 387 18/5/07 22:46:46


388 Miguel Álvarez de los Ríos

A un ademán imperceptible del oficiante, Zhora, la sacerdoti-


sa de cabellos largos y rubios, quien luce casulla bordada con hi-
los de oro, antifaz negro y anillo de serpiente enroscada, prende
el braserillo. Un denso aroma de verbena aturde la habitación. La
mujer desnuda levanta la pierna derecha y recibe del monaguillo
acucioso una calavera humana desprovista de su maxilar infe-
rior y sobre la cual una vela permanece encendida. La coloca en
su vientre con exquisito cuidado. Los demás, salvo el oficiante, se
ponen en cuclillas. Repiten en coro: “Introibo ad altare del nostri
Satani. Ad Deun qui nunc oppressus resurget et triumphabit”. El
oficiante, a quien Zhora se dirige como al “muy amado embaja-
dor de las tinieblas”, dice, tajante:
“Dadle, ¡oh Satán!, a esta mujer el poder mágico del amor;
que su sexo sea un centro dinámico del magnetismo libidinal,
que subyugue y haga dominar la voluntad del varón más obs-
tinado”.
El cronista se pone a pensar si todo lo visto y sentido no obe-
dece más bien a una torpe alucinación, sustentada por los vahos
mefíticos y la noche delirante de septiembre. Pero no. Allí están
los símbolos siniestros; están los ángeles réprobos y está la mujer,
dispuesta para la consagración. Ojos profundos, nariz oteante,
boca resuelta, teticas de limón, piernas mórbidas y un monte de
Venus, bordado por una pelusilla de durazno, como el de las mu-
jeres que empiezan a asomarse no a los misterios del satanismo
sino a los de su propia transición. Bella, sin embargo. Tal vez
perpleja. Pero en todo caso dócil a las exigencias e instancias del
rito.
Pero, ¿por qué la mujer?
¡Ah!, porque la mujer, sufriente y desposeída de formación
religiosa, engendró al diablo, según Fabre D’Olivet. La mujer
impera en los abismos alucinantes de la carne, porque el espíri-
tu del Mal la devasta, se agazapa dentro de ella, aprovecha sus
entrañas para convertirse en un ser vivo, agrega Jules Bois. Sólo
que el diablo no acepta el exclusivo papel de hijo, que supone
una dependencia sentimental y limita la expresión abyecta de
sus sentidos. Exige un vínculo más profundo, un contrato pe-
renne sin cláusulas de reserva. Pues no quiere seguir medrando
solamente en su etéreo espacio, envuelto en llamas legendarias.
Ambiciona el seno del que ha brotado y al que debe regresar,
victorioso y fecundador.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind388 388 18/5/07 22:46:46


Forma y estilo del periodismo literario 389

La posesión diabólica
La iniciada se arrodilla y alza los brazos frente al altar, en ac-
titud de ofrenda. Sus ojos son ahora débiles fulgores contra un
fondo triste, de un rosa triste en el que parece llamear el infierno.
Vuelve a su anterior posición. El oficiante se coloca a horcajadas
sobre ella. La mujer jadea, ni extática ni dormida. Apenas hip-
notizada. Y permite que se dibuje en su vientre el Pantáculo de
la Sexualidad, con la pluma de los pactos mojada en sangre de
cerdo.
“Desde este momento –murmura el oficiante– yo te bautizo
con el nombre de Isis. Yo te bautizo, Isis, en nombre de Agla; yo
te bautizo Isis, en nombre de Aum; yo te bautizo, Isis, en nombre
de Tetragrammatón”.
La mujer quiere retroceder, empujada por el estupor. Un ins-
tante apenas. Su esfuerzo es vano. Sus fuerzas parecen escapar
desde sus huesos con un crujido lúgubre. Le abandonan sus de-
fensas instintivas. Él se inclina, dispuesto a crispar todas las fi-
bras de este cuerpo perfectamente receptivo. Su beso sobre los
labios exangües resuena hasta en el vientre. Ella gime lángui-
damente y levanta la casulla del oficiante y desliza su mano y
se siente abrumada por un peso real y oprimente. Luego parece
derretirse en su propio jugo de animal indefenso, mientras cede
a las tretas del juego convulso y terrible, y ambos empiezan a
navegar sin fingimiento en una oleada plácida.
Los asistentes se encrespan. La mujer se estremece, picada
por los clavos de su sangre. Lanza gritos sin énfasis, y cada vez
la concurrencia repite, Laus Satani. De repente, como locos, todos
se lanzan hacia el altar. El oficiante los aplaca con su mirada, y
sus ayudantes musitan en coro:
“Oh Satán, santo e impío, símbolo del universo, tú que sabes
y tú que gozas, penetra para siempre en el alma y en las carnes
de esta mujer”.

Los hermanos de la sombra


Los hermanos de la Sombra han reanudado su liturgia en el
Templum Palladicum de Pereira. A su juicio, la época es propicia
para extender el círculo de las iniciaciones satánicas. El tiempo
está signado por un fatum diabólico. En todo se advierte la fuerza
de una entidad maligna como un desafío para quienes todavía

Diseño libro Miguel Alvarez.ind389 389 18/5/07 22:46:46


390 Miguel Álvarez de los Ríos

excluyen de su catálogo de ideas fijas esta de Lucifer, tanto o más


evidente que las que responden a una concepción ideal del ra-
zonamiento, alimentadas por la fe, mas no por una certidumbre
rotunda.
La extraña hermandad, única en su género en Suramérica y
constituida por elementos de una clase media intelectual, salvo el
jefe o pontífice, en quien es fácil descubrir una notable formación
humanística, fundamenta su credo en antiquísimas tradiciones
cabalísticas, según las cuales el demonio no ha sido derrotado en
ningún momento, y no es, como se presume, un enemigo de la
humanidad, sino un aliado poderoso en la búsqueda e interpre-
tación de las leyes más complejas de la naturaleza y del ser.
Aunque conserva en su rito los elementos esenciales del sa-
tanismo medioeval, aparentemente originados en el año Mil o
Año de la Desesperación, cuando el hambre devastó a Europa y
los hombres desenterraron a los muertos y devoraron asados a
los niños, las fórmulas consagratorias de la logia negra han evo-
lucionado, y ahora se propende a un trabajo más a fondo en la
conciencia individual, antes que a la puesta en escena de una
teatralidad cruenta.
Esta cofradía rinde culto al Bafomet de Mendes, un mito re-
moto que originariamente representaba los instintos, la libre efu-
sión de los apetitos sexuales y la plenitud de la vida. El Bafomet
era un ser andrógino que participaba, además, de una doble na-
turaleza: la animal y la divina. El símbolo fue adoptado por los
griegos bajo el nombre de Dios Pan. Siglos más tarde, el cristia-
nismo retomó la misma idea, pero en sentido opuesto, esto es, la
convirtió en una deidad perversa, en la personificación del agen-
te dañino por excelencia. No obstante, la verdadera identidad
del Bafomet fue reconocida por las primitivas sociedades masó-
nicas, hasta el momento en que la persecución religiosa obligó a
los Templarios a ocultarlo, quedando sólo a la vista de sus más
altos jerarcas.
Los satanistas colombianos se ufanan de poseer evidencias
respecto a la materialización demoníaca, entre ellas el esqueleto
del diablo. Así como suena. Para los espíritus cartesianos cual-
quier tipo de materialización, incluso las que efectúan las socie-
dades espiritistas, el fenómeno es inconcebible; pero la tradición
científica indica que no siempre basta el sentido común para
aprehender la realidad, y en el mundo alucinante de la magia

Diseño libro Miguel Alvarez.ind390 390 18/5/07 22:46:46


Forma y estilo del periodismo literario 391

todo es factible. En sentido ocultista, dicho esqueleto es un sím-


bolo de enormes poderes, entre otras cosas porque su aparición
coincide con la iniciación de los tiempos caóticos, o del Kaly Yuga,
profetizados en el Apocalipsis.
“El que tenga entendimiento –dice San Juan– que cuente el
número de la Bestia, porque es el número del hombre, y el núme-
ro de ella es el 666”. Esta es la clave para descifrar al diablo.

El arcano XV
El Pontífice Satánico es un hombre todavía joven, inteligente,
optimista a su manera. Cuando oficia, se mueve con ademanes
densos y efectistas. Tiene el pelo escaso y triste, pero sus ojos
brillan de una forma particular. En cambio, fuera de escena –si
así puede decirse– resaltan su vigor físico, su paso franco, su pa-
labra metálica.
“Un esqueleto –observa– es una evidencia científica. El es-
queleto del Bafomet ha sido reconstruido íntegramente en virtud
de estudios realizados por investigadores serios del ocultismo,
decididos a demostrar objetivamente la realidad del mito bíbli-
co”.
Lo constituyen quince piezas óseas, auténticas, de serpiente.
El 15 es un número cabalístico que, según el Tarot, corresponde
al “Arcano 15”, es decir, al diablo. La suma mágica de dicho ar-
cano da como resultado 6; este número, elevado potencialmente
a los tres mundos de la Cábala, reproduce el 666 a que alude la
leyenda apocalíptica.
Sin duda, el esqueleto constituye un hallazgo sorprendente
de la paleontología fantástica. Sus partes forman con prodigiosa
exactitud el macho cabrío o mito del Bafomet. Su cabeza simula
la estrella de cinco puntas invertida, que significa la potencia ins-
tintiva y el talento al servicio de la materia. Tiene (¿o tuvo?) bra-
zos humanos, senos femeninos y falo masculino, y por lo menos
los vestigios óseos inclinan a creer en patas caprinas. Finalmente,
ostenta una cola rudimentaria. La cola es denominada por los
ocultistas el órgano Kundertiguador.
El jerarca diabólico asegura que dicha reliquia llegó a sus ma-
nos “de manera misteriosa” y, desde luego, consecuente con la
virtualidad esotérica que practican él y sus adeptos. Pero explica
también que la escritura y frecuente declamación de cientos de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind391 391 18/5/07 22:46:46


392 Miguel Álvarez de los Ríos

“mantrams”, sirvieron de vehículo para la materialización del


esqueleto del diablo.
La secta posee también el esqueleto de un demonio hembra
formado, al igual que el del Bafomet, por un número preciso y
cabalístico de piezas óseas de serpiente, cuya correspondencia
se establece en otras interpretaciones mágicas. La región pélvica
confirma el sexo de este desconcertante hallazgo. En la profusa y
a veces contradictoria teoría del ocultismo, Satán suele encarnar
en la mujer, con todas sus virtudes de magnetismo físico y con
esa vestimenta sin edad, sin moda, ajada y rutilante al tiempo.
He ahí otra de sus falacias.

El pez Lucífugo
Pero, sin duda, lo más interesante del museo ocultista de Pe-
reira (existe en realidad por el acopio que de muestras diversas
han venido haciendo los satánicos), es un raro ejemplar mari-
no, cuya clasificación no aparece en ninguna obra especializada
sobre la fauna acuática. Su aspecto fuerza la imaginación más
allá de la simple deducción lógica. El especimen sería conocido
en el Necronomicon –un texto escabroso y ficticio de la hechicería
clásica– con los nombres de Pez Lucífugo o Mandrágora Abisal.
A falta de referencias bibliográficas, resulta forzoso acudir a una
referencia sui generis.
Según la leyenda, en los abismos oceánicos habita un pez fa-
buloso. De él se asegura que es la materialización de un demonio
acuático, dotado de poderes terribles sobre el líquido elemento y
sobre todas las especies que en él se desarrollan. Este pez habría
sido conocido por los primitivos arios con el nombre de Makara.
El texto sugiere que es la forma biológica de una raza de seres
que poblaron la tierra antes de la aparición del hombre, y que
de él evolucionaron en el curso de millones de años las primeras
criaturas humanas que se asentaron en el planeta.
El ejemplar de propiedad de la hermandad satánica mide
exactamente 51 centímetros y fue encontrado muerto en una isla
del Pacífico. En esta rara pieza zoológica (?) pueden observarse
caracteres anatómicos muy distintos a los de los peces conocidos,
ya que las extremidades inferiores –porque las tiene– dan la im-
presión de que podría caminar erecto como un animal bípedo.
Por la extensión y disposición de su cola, se infiere que podría

Diseño libro Miguel Alvarez.ind392 392 18/5/07 22:46:46


Forma y estilo del periodismo literario 393

desplazarse horizontalmente en el agua, y por la forma peculiar


de sus aletas, se concluye en que está provisto de un sistema de
locomoción semejante al de los peces voladores.

¿Y el satanismo literario?
“Un artista que no tenga alguna familiaridad con el diablo,
no puede ser un verdadero artista”, puntualizó Papini en sus
“Apuntes para una futura diabología”, que terminaron por ser
la más documentada defensa de oficio del Gran Enemigo. El jefe
de la iglesia satánica de Pereira es un poeta en cuya inspiración
serpentea un aura demoníaca. Canta en las sombras no con el
delgado caramillo de Garcilaso, sino con el cuerno de hierro de
los magos de Atlante.
Lo seduce el misterio, lo obsede lo tenebroso. Es el tercer hom-
bre de Caldas que afina su instrumento al compás de la sonata
infernal. Antes lo hicieron Gonzalo Ocampo Trujillo (“Gritos en
la Hoguera”) y Bernardo Pareja (“Arcilla Iluminada”), pero qui-
zá no lograron ese acento frenético, esa sonoridad silbante, esa
entonación melancólica y espectral que riza de pavor la obra ya
abundante del llamado Profeta de la nueva oscuridad.
A lo largo de la historia de la cultura, han sido precisamente
los poetas quienes han despertado la imaginación respecto a la
presencia evidente del diablo. Ocupan, al decir de un pensador
católico, el puesto dejado por los teólogos desertores. El “emba-
jador de las tinieblas” –que así le denomina su sacerdotisa predi-
lecta– escribió hace varios años veintisiete odas a los más carac-
terizados aedos luciferinos. Allí están en su retablo lírico, entre
otros, el Conde de Lautréamont, François Villon, Rimbaud, Bau-
delaire, Huysmans, Poe, Barba Jacob, inclusive León de Greiff.
El escepticismo racionalista respecto a la existencia del de-
monio, ha ido cediendo en los últimos tiempos. Después de un
interregno de medio siglo, durante el cual el mundo se olvidó
prácticamente de su “gigantesca figura”, el diablo se manifiesta
nuevamente. El arte literario y cinematográfico procura trans-
mitir algunos de sus mensajes innumerables. Y la aparición de
sectas destinadas a su culto son pruebas de que, por lo menos
quiere hacerse más notorio, esclavizante y maléfico. “La más be-
lla astucia del diablo es la de persuadirnos de que él no existe”,
dijo Baudelaire, el de las “Letanías”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind393 393 18/5/07 22:46:47


394 Miguel Álvarez de los Ríos

La frase no resulta muy acertada hoy.


En cambio, un genio indulgente podría aplicarles a los jóve-
nes diabólicos de Pereira, otra frase más diciente de Huysmans,
un diabólico converso:
“Como es muy difícil ser un santo, queda el hacerse un satá-
nico”.

Revista Consigna, Año 5, No. 170,


Bogotá, 15 de octubre de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind394 394 18/5/07 22:46:47


Forma y estilo del periodismo literario 395

A propósito del “Halloween”.


La brujería no es cosa de niños*

Para Jean Palou, un erudito en la materia, hay una sugestiva


correlación entre ciertos hechos políticos –conmoción civil inter-
na o invasiones enemigas– y ciertos quebrantos económico-so-
ciales –pestes, hambre, desempleo–, con la proliferación de bru-
jas y brujos. Algo de esto insinúa Michelet en uno de sus curiosos
libros, y más recientemente, algunos analistas de historia econó-
mica y social se inclinan a creer que la brujería estuvo (¿está?)
vinculada, tanto a la circunstancia de las tribulaciones colectivas,
como al proceso de cambio en todos los órdenes, o al menos a la
esperanza de que dicho cambio sea posible.
Por lo que se refiere al Medioevo y al Renacimiento, la tesis
parece inobjetable.
La brujería de Arras, en Flandes, coincide con una amarga
etapa de incertidumbre política, y cobra numerosas víctimas en-
tre prostitutas, artesanos, comerciantes y gentes del común. El
exterminio se suspende por orden de Felipe El Bueno, Duque de
Borgoña, no por reatos de conciencia sino a causa del “receso eco-
nómico” producido por la matanza. Nadie quería traficar libre-
mente con individuos que, de la noche a la mañana, podían ser
encarcelados o subir a la hoguera. Y, a La rebelión de los descalzos de
Normandía, en 1639, le sigue una implacable persecución por sor-
tilegio, especialmente dirigida contra los cuidadores de ganado,
cuyo oficio nómade, a juicio del gobierno, los hacía transmisores
de consignas subversivas. Hubo, así, “rebelión y brujería “ en
la llamada Cruzada de los pastorcillos, que movilizó desde el cen-

* Una versión de este ensayo fue publicada en El Diario del Otún de Pereira el
31 de octubre de 2005.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind395 395 18/5/07 22:46:47


396 Miguel Álvarez de los Ríos

tro de Francia hasta Bourges, a millares de niños y adolescentes.


Con ellos perecieron tres “brujos” reputados de Berry.
Según Ignacio Roger, las revueltas populares, los frecuentes
brotes de inconformidad, eran prueba de que las gentes, deses-
peradas, estaban dispuestas a sacrificarse “por conseguir el cam-
bio”.
Los obispos y los señores descubrieron bien pronto que la
opresión y la miseria engendraban la brujería, o la estimulaban,
en cuanto ésta significaba el recurso de apelación a un poder
que se suponía más alto, por lo libérrimo, el demoníaco. ¡Dios
no escuchaba ya el prolongado clamor de sus dolientes criatu-
ras! Entonces Satán –símbolo de la libertad, de la naturaleza, de
los terrenos apetitos, y desde luego del odio contra “el estableci-
miento”–, se convirtió en un personaje político.
Fue lógico, por consiguiente, que las autoridades reprimieran
las sublevaciones con todo el rigor que exigía un enfrentamiento
con las presuntas fuerzas diabólicas agazapadas en el alma de
cada insurgente. “Cada vez que se dejaba oír la voz de la liber-
tad, las clases dirigentes, el gobierno mismo, consideraban esa
manifestación como obra de Satanás”. Y la brujería, que en sí
misma pudo no haber sido más que un aspecto de las crisis so-
ciales, se asimiló oficialmente a hecho punible, desde el punto
de vista jurídico y desde el punto de vista religioso. Los gober-
nantes se endurecieron aún más en el espantoso castigo de los
brujos. Y Europa comenzó a arder en una colosal llamarada “pu-
rificadora”.
Aún así, la brujería siguió –y sigue– obsesionando a los des-
poseídos. Sin embargo, a partir del siglo XVII su hechizo logra
contagiar a grupos sociales y a individuos que lo tienen todo,
acaso porque muchas angustias personales no son susceptibles
de remediar con la exclusiva ayuda del dinero. Se recurre a la
brujería para encontrar paliativos sicológicos de dudosa eficacia,
o en busca de respuestas para cualquier enigma que abrume los
sentimientos. Lo “brujo” emerge así del inconsciente humano y
se apoya en una lógica irracional que obviamente excluye en su
mensura los métodos usuales del razonamiento científico.

Brujería y religión
Pero la brujería, que es un término genérico dentro del cual
caben cómodamente las plurales variantes del ocultismo, pese

Diseño libro Miguel Alvarez.ind396 396 18/5/07 22:46:47


Forma y estilo del periodismo literario 397

a que muchas difieren en su contexto y en sus objetivos, pues la


magia propiamente dicha “apunta a una verdadera explicación
del universo”, la brujería, digo, es tan antigua como el hombre
y, por supuesto, encontró siempre la abominación de Dios. Por
boca de Moisés, el Señor advirtió a su pueblo sobre los castigos
que habría de infligir a quienes tuvieran tratos de cualquier natu-
raleza con el Demonio o sus intermediarios, en este caso los bru-
jos. A Manasés, rey de Judá, se le atribuyeron entre otros muchos
crímenes el de “haberse dado a las adivinaciones y a observar
los agüeros”, y efectivamente, protegió a phytones y nigroman-
tes, “haciendo el mal delante de Dios, e irritándole”. Y, en “Los
hechos de los apóstoles”, se alude a Simón de Samaria, cuyos
prodigios efectuados a la vista de San Pedro, hicieron que éste
lo recriminara. Jacques A. Pauduit observa que, al repasar los
textos bíblicos, se advierte que los poderes de los magos y de los
profetas no se diferencian de los que se atribuyen los ocultistas,
y sostiene la hipótesis de que magia (brujería) y religión, tienen
una diferencia muy sutil. “Vista desde cierto ángulo –puntuali-
za– la religión podría ser considerada como una magia oficial,
reservándose el término de magia para denostar una religión ex-
tranjera, o una creencia sumergida por otra creencia”. Esta riva-
lidad pudo haber sido también una nueva causa de la represión
inquisitorial.

Anatomía de la brujería
Existen o han existido más brujas que brujos. “Para un brujo,
diez mil brujas”, dijo Michelet. No tanto. El supuesto se funda
no en estadísticas históricas sino en la leyenda bíblica, según la
cual la mujer, desde el Génesis, hizo el “primer pacto” con el De-
monio; y porque, según Jules Bois, la mujer, vaciada de religiosi-
dad, engendró en sus entrañas al espíritu del Mal. Pero hubo –y
hay– infinidad de brujos del sexo masculino, si así puede decirse.
El Santo Oficio no hizo distinción a este respecto, aunque las mu-
jeres llevaron la peor parte por su notoria indefensión frente a la
suspicacia colectiva y por el ingrediente de sexualidad que lleva
implícita la brujería. ¿De dónde proceden las brujas, qué hay de
cierto y de falso en relación con ellas a través de la historia de la
cultura?

Diseño libro Miguel Alvarez.ind397 397 18/5/07 22:46:47


398 Miguel Álvarez de los Ríos

En el siglo XIII, cuando la figura del Demonio adquiere una


inequívoca prestancia, aparecen las “damas errantes”, o brujas
propiamente dichas, a bordo de sus escobas voladoras. Asisten
a las asambleas malditas presididas por Satán, después de fric-
cionarse el cuerpo con unturas narcóticas, compuestas de man-
drágora, yerbamora, cicuta y beleño. Margaret Murray, en su
libro The witch cult in western Europe, menciona un ingrediente
especial, hecho a base de belladona, que ocasiona el delirio, y
otro más, cuya materia prima es el acónito, “que produce un rit-
mo cardíaco irregular”. En consecuencia, las visiones espantosas
de algunas “brujas” pueden atribuirse hoy a visiones oníricas
causadas por las pulsaciones saltuarias del corazón, que dan la
sensación de “caída en el vacío”. De ahí las crisis alucinantes de
las supuestas brujas, en lo que hace relación a su “vuelo”, que
servían de pretexto a los jueces para disponer su incineración
pública.
Ahora bien: según los sicoanalistas freudianos, el aquelarre
tuvo mucho que ver con la transposición de los apetitos sexuales.
La “bruja” –dicen– vería danzar en medio de sus sueños absur-
dos al hombre que deseaba. Y, durante el juicio, comprometería
en sus declaraciones arrancadas a la fuerza al varón indolente
o ajeno a su pasión, para obligarlo a compartir el suplicio. Pero
brujas sí hubo (y hay) y aquelarres también. En cuanto a las pri-
meras, lo único que parece dudoso es la eficiencia práctica de sus
medios de transporte. En cuanto a lo segundo, desde la Edad Me-
dia hasta bien avanzado el Renacimiento, las asambleas danzan-
tes se efectuaron en un claro del bosque, durante el plenilunio.
Hoy se celebran en recintos cerrados, en cualquier apartamento
burgués de Londres, Nueva York o Bogotá. El “diablo” que las
preside es invariablemente un sujeto adinerado que sufraga los
gastos de la fiesta.
Y brujos, desde luego. Cagliostro, un farsante genial del si-
glo XVIII, jamás negó su presunta relación con los poderes de
la sombra. Pero, ¿desde cuándo la brujería se convirtió en una
práctica niveladora de las clases sociales? No hay noticias muy
precisas en este sentido. Se sabe sí que hubo siempre monarcas
y príncipes muy dados a prácticas misteriosas; y es famosa la
historia de Gilles de Lavai, barón de Rais, cuyos múltiples crí-
menes perpetrados con un fondo de brujería, en sus castillos de
Tiffauges y Chantocé, lo condujeron a la hoguera. De todos mo-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind398 398 18/5/07 22:46:47


Forma y estilo del periodismo literario 399

dos, historiadores no muy ortodoxos aprecian que el hecho de


que la brujería hubiese dado el salto desde las casas míseras del
común, hasta los salones y recámaras reales, influyó en algo para
que su represión, antes organizada por la coalición de Estado e
Iglesia, quedara a cargo de esta última, bajo su exclusiva respon-
sabilidad.

Gritos en la hoguera
No todas las brujas fueron quemadas. Si bien es cierto que la
mayoría de ellas –y de ellos– se consumió en la pavorosa hogue-
ra prendida, casi simultáneamente, en varios países de Europa,
también lo es que algunas –no muchas– murieron ahorcadas. Las
de Salem, en Nueva Inglaterra, por ejemplo, cuyo ajusticiamien-
to hizo retractar, y arrepentir, con posterioridad, a jueces y ver-
dugos. O las de Hastings, que fallecieron durante las torturas.
Semejantes al “Malleus Maleficorum”, redactado por Jacob
Sprenger y Heinrich Kranmers en 1478, fueron muchos los ma-
nuales de inquisidores que se editaron en Europa para perfeccio-
nar las torturas de los autos de fe. Además de la pira, los dichos
manuales recomendaron las agujas de acero, para atravesar los
cuerpos de los “herejes”, las tenazas para apretar los testículos en
el caso de los “brujos”, y los falos monstruosos provistos de púas
para destrozar los órganos genésicos presuntamente entregados
a la concupiscencia del Diablo.

Todos son uno


Ni las torturas refinadas, ni el fuego reparador, pudieron aca-
bar con la brujería y sus oficiantes. Por lo menos una tercera parte
de la humanidad pertenece, todavía, a la llamada franja lunática.
Magos, hechiceros, videntes, astrólogos, quirólogos, adivinos,
hipnotizadores, inclusive espiritistas, todos los cuales tienen su
dominio específico, caben, hoy, dentro de la denominación un
tanto arbitraria de “brujos”. Y todos, sin excepción, se asimilan
a farsantes y embaucadores de la credulidad general. Pero los
brujos, y desde luego las brujas, hay que tomarlos como lo que
son, excluyendo de su estudio el racionalismo, que se funda en
la observación del mundo exterior.
Porque la brujería se mueve en un ámbito que no alcanza a
calibrarse con la sola ayuda de los sentidos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind399 399 18/5/07 22:46:47


400 Miguel Álvarez de los Ríos

El dicho popular de que “brujas sí hay, pero no hay que creer


en ellas”, es un contrasentido que se origina naturalmente en la
intolerancia dogmática de las religiones establecidas, pero im-
plica también el reconocimiento de que más allá de lo previsto y
ordenado, más allá de lo permitido por la ortodoxia cartesiana,
hay un mundo extraño en el que posiblemente actúan fuerzas
nefastas o bienhechoras. ¡Quién sabe! Cada país, cada región, tie-
nen su catálogo de supersticiones, algunas de ellas no totalmente
dilucidadas y por consiguiente inmersas aún en el tremedal del
misterio.
Partiendo del hecho de que la brujería ha existido desde épo-
cas inmemoriales, se pueden aventurar toda suerte de hipótesis
con relación a su verdadero alcance, a sus motivaciones, a sus
recursos; pero nada ni nadie será capaz de desvirtuar lo que la
arraiga en el alma del hombre.
Eso es también un misterio.
Es un misterio el duende casero que vierte tierra sobre los
alimentos y trastorna el orden de la vida doméstica. Y son un
misterio los ruidos insidiosos que se perciben en el interior de
muchas viviendas, de donde se han erradicado las alimañas;
los pasos categóricos en sus corredores desiertos; los incendios
en las sementeras; los “males” que se infieren a otras personas,
como el “de ojo”, en perjuicio especialmente de los niños; los
“hechizos” y “encantamientos” que tienen, por lo general, una
motivación amorosa, y, en síntesis, todas las brujas desgarbadas
y macilentas que todos hemos visto cruzar, raudamente, el aire
trémulo de los sueños.
Frente a la ciencia experimental y objetiva, que se surte de
métodos sui generis y procura inclusive reducir la filosofía a siste-
mas geométricos, la brujería encuentra el desdén absoluto, y se la
cataloga como impostura e invención de “gentes engañosas”.
Como quiera que sea, la brujería no pudo ser jamás un juego
de niños. Ni lo es.

Revista Consigna, Año 5, No. 171,


Bogotá, 30 de octubre de 1980

Diseño libro Miguel Alvarez.ind400 400 18/5/07 22:46:48


Forma y estilo del periodismo literario 401

El rock’n roll, esa revolución*

Hace un cuarto de siglo, sin anuncio, como una explosión sú-


bita e impredecible, nació el rock’n roll.
Lo trajo al mundo Elvis Presley, un individuo de facciones
equívocas –camionero, cantante, guitarrista, bailarín– a quien, de
niño, por disciplina de familia y hábito congregacional, le tocó
cantar salmos de alabanza a Nuestro Señor, y música himnaria,
en el coro de una iglesia metodista. Cuando murió de un colapso
cardíaco, en el verano ardiente de 1977, en Memphis, tenía 43
años, cien millones de dólares, una mujer espléndida de pelo res-
plandeciente y ojos de encrucijada, una granja de clima salutífero
en las primaveras perpetuas de Arizona, una mansión de veinti-
cinco cuartos en Beverly Hills, un palacete volante de treinta si-
llas, y diez automóviles, entre ellos cuatro Rolls-royce fabricados
especialmente para él; los demás de diferentes marcas y colores:
uno verde mar, otro rosado y negro, un tercero azul cruzado de
pentagramas blancos, otro más, violeta, y dos escarlatas, con mo-
tores de persecución, Ferraris.
A los diez o doce años, Elvis Presley cantaba en la escuela
acompañándose a la guitarra, canciones de Cole Porter. Más tar-
de aprendería a bailar a la usanza campesina, guiado por un pa-
riente sedentario: música sincopada de exiguo diseño melódico,
monocorde, reiterativa, con seis u ocho compases repetidos hasta
la exasperación; la cual, a juicio de la ortodoxia musical de enton-
ces, fue el origen cierto e indudable del rock. Aquella música de
desastre –dijeron– no fue nada distinto a las rústicas canciones

* Una segunda versión de este texto Álvarez de los Ríos la publicó en Lecturas
Dominicales de El Tiempo, el 3 de febrero de 1985, bajo el título “Elvis tendría
hoy 50 años”. Basta cotejar ambas versiones para apreciar el riguroso trabajo
de reescritura en el que se empeña el autor, como si de entrada hiciera divisa
la consigna de que ningún texto jamás está acabado y la materia que lo
compone es maleable.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind401 401 18/5/07 22:47:27


402 Miguel Álvarez de los Ríos

que se danzan, del Medio Oeste norteamericano: canciones sim-


ples, superficiales, carentes de liturgia, hillbilly. Eran ya viejas,
sin duda, cuando a Presley –cuya cuna fue mecida por las brisas
fragantes del Mississipi– le dio por cantarlas, dislocadamente,
con su boca de chicle, situando los acentos en el cuarto tiempo
del compás de 4/4, y bailarlas, como el jitterbug de los años trein-
ta, meneando el torso y las nalgas, como una mujer.

Rock’n roll... ¿música afroamericana?


En absoluto, corrigen sus enemigos. Nada tuvo que ver con
la música del negro de los Estados Unidos, música de origen
campesino y fluvial y con referencias muy específicas: boat song,
corn song, negro spiritual, balades, shout, blues. Cantos y danzas con
“mensaje”, cuyo origen parece ser el mismo de la vida nómade
y triste de la raza de Cam, violentamente trasplantada a la órbi-
ta cultural norteamericana. Dolorida carne de esclavitud. Pena
sonora del desarraigo. La negredumbre rueda por los caminos
del agua, hasta asentarse en las enormes ciudades fabriles. Vo-
ces trémulas, implorativas, que se desbaratan en un manantial
de sollozos. Gemidos ululantes, en alabanza cierta al esfuerzo
del músculo. Cantos, en fin, penetrados del acre espíritu de la
liberación.
El negro recrea el verso bíblico, lo altera de forma instintiva,
para que adquiera la medida de sus sueños y sus esperanzas. Y
musicaliza –para cantarlos y bailarlos– sus deseos más íntimos
y fervorosos. Exalta a Dios y a la mujer. Al enigma metafísico y
al sexo deleitoso. Ningún canto negro se origina en la ciudad.
Todos proceden del río y de la campiña. Hasta el blue, expresión
máxima del genio musical del hombre de color. Un canto amargo
y bello, con estrofas de tres versos, sin coro. Y la guitarra, que
estruja las notas con una quejumbre desgarradora.
Sí. Es probable que el rock no tenga generales de la ley con la
música afroamericana, salvo en cierta energía liberatoria que am-
bas músicas exhalan como un vaho persistente, y que en la una
tiende a producir –y produce en efecto– una revolución univer-
sal, y en la otra, apenas, un crujir de cadenas. Pero ¿no tendrá pa-
rentesco el rock con el jooking, ese modo interpretativo, descuida-
do, de la guitarra, que es exclusividad negra, al igual que lo es el
barrel-house en el estilo pianístico? No puede darse una respuesta

Diseño libro Miguel Alvarez.ind402 402 18/5/07 22:47:28


Forma y estilo del periodismo literario 403

plausible. De todos modos, etnólogos y antropólogos coinciden


en que, aun en las danzas y los cantos más exacerbados y eróticos
del negro, predomina el sentido religioso de la música, del gozo
de anegarse en ella, hasta la sustancia última del alma y de los
huesos. El negro posee a la música, “como si se tratara de una
mujer morena”; la penetra, sin embargo, con una pureza íntima y
esencial. El rock, más que una música o una danza, fue ante todo
un fenómeno social.
El rock ha ocasionado una catástrofe, el verdadero despelote
universal, dice un punto de vista tenido por tendencioso: ¿Ten-
dencioso? Sin duda, así ha sido. Es producto de dos guerras –la
Segunda Guerra Mundial, y la del Vietnam–, que se libra entre
pantanos pestilentes– y del probable y consiguiente agotamiento
de una cultura. Las grandes civilizaciones han declinado en me-
dio de espectáculos disolutos. El rock, en fin, para los espíritus
ortodoxos, es el símbolo de la relajación de la vida, que suscita,
inclusive, impulsos exaltados de delincuencia.
¿Qué fuerza extraña y poderosa poseyó desde un principio
esta música de pesadilla, que a su ritmo maléfico la sociedad co-
menzó a agrietarse sin remedio, hasta ser sustituída, con brus-
quedad, por otra, cuya calificación aún no procede de alguna se-
guridad? Presley, su exponente arquetípico, liberó sus instintos
públicamente e indujo la liberación de los instintos de los demás,
sacudidos todos por la reiteración melódica y rítmica; envueltos
en el turbión irreparable del frenesí, que adviene cuando el es-
quema mental de la música se convulsiona ante la imagen epi-
léptica del danzante.
Presley primero y Los Beatles luego, son los elementos del de-
sastre. Al conjuro de sus voces y de sus guitarras, al ritmo de su
baile, hombres y mujeres pierden el juicio para siempre. Es una
magia todopoderosa; algo muy distinto al charleston, al black-bo-
ttom, al mambo, al cha-cha-cha, a la conga, a la cumbia, a nuestros
modestísimos Carrangueros de Ráquira. Los hombres se dejan
crecer el pelo y las barbas, todos los hombres, hasta los guerrille-
ros de izquierda; comienzan a usar vestimentas equívocas, que
apellidan funcionales y cómodas; a consumir drogas alucinantes,
a la par con las mujeres cuyos matrimonios tambalean, y se de-
rrumban, inducidos por la dinámica sísmica de esta música de
Satán, que deshoja la flor de la virtud de los jardines más secretos

Diseño libro Miguel Alvarez.ind403 403 18/5/07 22:47:28


404 Miguel Álvarez de los Ríos

y la reemplaza por la modesta margarita... Rock significa bambo-


learse, entre otras varias cosas de su misma estirpe, y roll, rodar,
girar, alisar con un rodillo, en fin. Lo que hacía Presley, y más que
éste, sus sucesores, Los Beatles, y los Rolling Stones, ante la epi-
lepsia generalizada de un público cada vez más joven, más ner-
vioso, más inseguro, más trastornado por su propia liberación.

Revista Consigna, Año 6, No. 220,


Bogotá, diciembre de 1982

Diseño libro Miguel Alvarez.ind404 404 18/5/07 22:47:28


Forma y estilo del periodismo literario 405

Elvis tendría hoy 50 años*

Eran ya viejas, sin duda, cuando a Elvis Presley, cuya cuna fue
mecida por los vientos eternos del Mississippi, le dio por cantar-
las, dislocadamente, con su boca de chicle y bailarlas, meneando
el torso y las nalgas, como una impúdica mujer. Sin embargo,
“That´s all right mama”, la primera canción que graba Presley
(en honor de su madre) es una pieza de ritmo y blues, posible-
mente deformada en su ejecución por la incorporación de la gui-
tarra como primer instrumento orquestal, y por la simplificación
del ritmo, al situar obsesivamente los acentos en el cuarto tiempo
del compás de 4/4.
Rock and roll… ¿Música afroamericana, entonces? ¡En ab-
soluto!, protestan sus perseverantes enemigos. Nada tiene que
ver el “desastroso” rock con la música del negro de los Estados
Unidos, música de origen campesino y fluvial, con referencias
específicas: boat: boat song, corn song, work song, negro spiritual,
balades, shout, rhythm and blues. Cantos y danzas con “mensaje”
cuyo origen parece ser el mismo de la vida nómade y triste de
la raza de Cam, violentamente arrancada de su paisaje tórrido y
propicio y conducida, entre hierros, bajo el fuego silbante del lá-
tigo, hasta los mismos umbrales de la desesperación y la muerte.
¡Dolorida carne de esclavitud! ¡Clamante pena del desarraigo!
La negredumbre rueda por los caminos trémulos del agua, los
va llenando con las notas de su quejumbre desgarradora. Voces
implorativas. Sollozos. Gemidos ululantes. Y en las noches hir-
vientes, sonora exaltación de músculo y del esfuerzo cotidiano.

* En virtud de que se ha puesto a prueba un estilo y una forma en la escritura,


ofrecemos de nuevo al lector este acercamiento a una de las leyendas del rock,
previendo que estuviera interesado en cotejar los modos y procedimientos
que Álvarez de los Ríos utilizaba, en ocasiones, para reescribir o reelaborar
sus artículos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind405 405 18/5/07 22:47:28


406 Miguel Álvarez de los Ríos

Cantos, en fin, penetrados del acre espíritu de una improbable


liberación.
El negro recrea el verso bíblico, lo altera de forma instintiva,
para que se ajuste a la sutil medida de sus sueños. Y musicaliza
–para cantarlas y bailarlas– sus devociones más fervientes. Canta
a Dios y a la mujer. Al enigma metafísico y al sexo deleitoso. No
cree que la muerte será un terrible evaporarse en la nada –pues
desconoce el existencialismo como filosofía heideggeriana de lo
finito–, sino la certidumbre de despertar en alguna floresta del
Paraíso sembrada de hierba tierna, donde será dichoso cantar
bajo el agua dura de las estrellas. Ningún canto negro tiene ori-
gen urbano. Ni aun aquellos que supuestamente nacen, igual que
flores negras, en los ghettos de las grandes ciudades industriales,
como el rhythm and blues. Todos proceden del río y la campiña.
Hasta el blue, máxima expresión del genio musical del hombre
de color. Un canto amargo y bello, con estrofas de tres versos, sin
coro. Y la voz de la guitarra, que estruja las notas con un dolor
antiguo, inconsolable.
Sí. El rock no tiene parentesco con la música afroamericana,
salvo el que pudiera deducirse de cierta energía liberatoria que
ambas músicas exhalan como un vaho persistente, y que en la
una tiende a producir –y produce en efecto, por su dinamis-
mo, su extroversión, su capacidad para canalizar la rebeldía de
la juventud– una verdadera revolución universal, y en la otra,
apenas, un crujir de oxidadas cadenas. Pero, ¿no tendrá paren-
tesco con el jooking, ese modo interpretativo, descuidado, de la
guitarra, que es también exclusividad negra, como lo que el ba-
rrel-house en el estilo pianístico? Es difícil ensayar una respuesta
plausible. De todos modos, etnólogos y antropólogos coinciden
en que, aún en las danzas y los cantos más exacerbados y eróticos
del negro, predomina el sentido religioso de la música; aunque
el negro posee a la música “como si se tratara de una mujer more-
na”, y ambos se funden en abrazo de impresionante connubio, el
hombre la penetra, no obstante, con una pureza íntima y esencial
y con la música se funde hasta la sustancia última de su alma y
de sus huesos.
El rock, en cambio, carece de significación religiosa ortodoxa,
y ha ocasionado una catástrofe de magnitud incalculable. Pro-
ducto de dos conflagraciones apocalípticas –La Segunda Guerra
Mundial, y la del Vietnam, que se libra entre pantanos pestilen-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind406 406 18/5/07 22:47:28


Forma y estilo del periodismo literario 407

tes–, y el consiguiente agotamiento de un ciclo cultural bien de-


finido, es, para las almas puritanas o tendenciosas, un fenóme-
no social que por sí mismo suscita una constelación de males.
Los sociólogos marxistas (Juan José Sebreli, Armand Mattelart y
Leonardo Acosta, entre otros), comparten dicho punto de vista,
como para comprobar una vez más que los extremos se juntan.
Y lo complementan con estos dos criterios concomitantes: a) La
música rock en definitiva no es revolucionaria sino conformista,
y b) El “sistema de ídolos” (por directa alusión a Elvis Presley,
ídolo arquetípico de la música rock), es manipulado por el apa-
rato superestructural de la burguesía: en consecuencia, los ído-
los, al mantener la ilusión capitalista de que “cualquiera puede
llegar”, atraen a su alrededor la rebeldía juvenil, como el foco
de luz a los insectos, y reducen el conflicto de la sociedad a un
conflicto orteguiano de generaciones, con lo cual escamotean la
lucha de clases.
Bien. Pero si el rock no es revolucionario en términos marxis-
tas, ¿qué fuerza extraña y poderosa poseyó desde un principio
esta música de pesadilla, que a su maléfico influjo la sociedad
comenzó a agrietarse sin remedio, hasta ser sustituida por otra
cuya calificación aún no procede de manera cabal? Presley, pri-
mero, y los Beatles con posterioridad, son los causantes del de-
sastre. Al conjuro de sus voces y de sus guitarras, al ritmo de su
baile, hombres y mujeres pierden el juicio para siempre, sacudi-
dos por la ola de la reiteración melódica, envueltos en el turbión
irreparable del frenesí que adviene cuando el esquema mental
de la música se distorsiona ante el aura epiléptica del danzante.
El rock es una magia todopoderosa; sin parangón posible con
el charleston, el Black Botton, el Jitteburg, el mambo, el cha-cha-cha,
la conga, la cumbia o la música “guasca” de nuestros ingenuos
Carrangueros de Ráquira. Los hombres se dejan crecer el pelo y
las barbas, todos los hombres, hasta los guerrilleros de izquierda,
comienzan a usar vestimentas astrosas, que apellidan funciona-
les; a meter drogas alucinantes, a la par con las mujeres cuyos
matrimonios tambalean y se desbaratan, inducidos por el dina-
mismo sísmico de esta música del demonio, que deshoja la flor
de la virtud de los jardines más secretos y la reemplaza por la ic-
térica y alcahueta margarita… Rock significa bambolearse, entre
otras varias cosas de su misma estirpe, y roll, rodar, girar, alisar
con un rodillo, en fin. Lo que hacía Presley, y más que éste, lo que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind407 407 18/5/07 22:47:28


408 Miguel Álvarez de los Ríos

hacían –y hacen– sus sucesores: los Beatles, Los Rolling Stones,


Michael Jackson (un negro con ansias injustificadas de ser blan-
co), Boy George, Shelia y el más reciente de todos, Prince (otro
negro que canta como blanco), ante la locura generalizada de un
público cada vez más joven, más nervioso, más inseguro, más
trastornado por el drama expectante de su propia liberación.
Elvis Presley… Si este joven de tez pálida sobre un fondo de
trajes luctuosos, o blancos, o verdes botella con detalles de oro;
con camisa negra de fascista anacrónico y corbatas y calcetines
de color rojo tomate; si este absurdo individuo, de largas patillas
victorinas, estuviera vivo, habría celebrado a comienzos y a fina-
les de enero de este año impredecible, dos aniversarios: su me-
dio siglo de vida y los treinta años de haberle dado a su música
la imagen visual que la empujó por el mundo llevando consigo
el germen de una revolución que no termina. Presley rondaría,
pues, como nosotros los de la Generación del Estado de Sitio, los
límites de la vejez y, sin embargo, seguiría siendo el mito vivo
de una juventud hirsuta, que hace el amor por hacerlo, sin amor,
con negligencia, y chapalea en el submundo de los paraísos arti-
ficiales, sin haber leído a Baudelaire, ni a Rimbaud, ni a Verlaine,
ni al Conde de Lautréamont. Ni a nadie.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 3 de febrero de 1985

Diseño libro Miguel Alvarez.ind408 408 18/5/07 22:47:29


Forma y estilo del periodismo literario 409

¿Qué hay detrás de la pornografía?

No menos de trescientas mil personas ven diariamente pe-


lículas pornográficas en Colombia (en teatros convencionales,
cines-bares, y en la televisión –en la calma nocturna y propicia
de los hogares– mediante la ayuda de ese endiablado aparato de-
nominado betamax); y otras tantas miran –y leen– publicaciones
incitantes del mismo género, con una perseverancia admirable.
Los espectáculos vivos de desnudos más o menos pornográfi-
cos proliferan en Bogotá y las ocho ciudades que le siguen en
importancia: Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Perei-
ra, Manizales, Cartagena y Cúcuta. En el comercio (no sólo en
los sanandresitos) se expenden libremente toda clase de objetos
importados, adminículos de discutible eficiencia práctica cuyo
atractivo radica, sin embargo, en su evidente intención pornográ-
fica, obscena o erótica: anillos fálicos, vibradores a base de pilas,
penes y vaginas de caucho, muñecas inflables para hombres so-
litarios, preservativos erizados, artificios diversos, en fin. Como
en el resto del mundo civilizado en el crepúsculo inquietante del
siglo veinte, nuestro país es presa de una envolvente sexualidad
demoníaca: el pueblo danza en torno al becerro de oro del sexo,
pese a las medidas represivas e inocuas que suelen adoptar de
cuando en cuando las autoridades (como clausurar salones de
cine o decomisar e incinerar revistas), con fundamento en nin-
guna disposición distinta a la ingenua doctrina del Consejo de
Estado, que comprometió el esfuerzo intelectual y jurídico de
los cuatro magistrados de su Sección Primera, Samuel Buitrago
Hurtado, Mario E. Pérez Velasco, Jacobo Pérez Escobar y Roberto
Suárez Franco: doctrina según la cual Colombia está obligada a
reprimir la pornografía, al tenor de lo acordado en la Conven-
ción Internacional de Ginebra, aprobada por la Ley 47 de 1933:
“Las partes contratantes –reza el documento anacrónico– se
comprometen a adoptar todas las medidas conducentes a descu-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind409 409 18/5/07 22:47:29


410 Miguel Álvarez de los Ríos

brir, perseguir y castigar a toda persona que se haga culpable de


cualquiera de las siguientes contravenciones: 1) Hacer, producir
o poseer escritos, dibujos, impresiones, pinturas, impresos, cua-
dros, carteles, emblemas, fotografías, películas cinematográficas
de carácter obsceno con fines o por medios comerciales, o para
exhibirlos al público. 2) Con iguales fines o por iguales medios,
importar, transportar o exportar, o hacer importar, transportar o
exportar cualquiera de dichos objetos, o ponerlos en circulación
en cualquier forma que fuere. 3) Ejercer, o participar en negocios,
sean públicos o privados, relacionados con cualquiera de dichos
objetos, o negociar en dichas cosas u objetos en cualquier forma
que fuere”.
Pues, la pornografía como figura delictiva desapareció del
Código Penal desde hace varios años. Y el gobierno, al reglamen-
tar el Comité de Clasificación de Películas, en virtud del decreto
055 de 1977, dispuso que “sólo podrán ser prohibidas las que
inciten al delito o hagan su apología”.

Películas, revistas...
En el período 1980-1983, el país gastó alrededor de veinticinco
millones de dólares en la adquisición de películas pornográficas
extranjeras, para ser exhibidas en por lo menos el 15 por ciento
de los 600 teatros que funcionan en el territorio nacional (la cifra
excluye naturalmente los recintos clandestinos de proyección,
que se proveen de material introducido de contrabando); y poco
más de cinco millones de dólares en la compra de revistas de
igual naturaleza, material procedente de los Estados Unidos y
Europa.
El “cine rojo” atrae y nivela multitudes. En Bogotá funcio-
nan veinte teatros “pornográficos” y por lo menos uno de ellos
–el Novedades, de la calle 12 con carreras sexta y séptima– ofrece
al espectador, contiguo a su platea, una alternativa de strip-tease
vivo y la posibilidad de experimentar en carne propia todos los
disparates eróticos contemplados en la película de turno. En el
teatro Esmeralda de la carrera séptima con calles 22 y 23, que dis-
pone de 320 sillas, es difícil encontrar asiento en cualquiera de
las seis tandas diarias de proyección continua, que comienza a
las once de la mañana. Lo mismo acontece en el teatro Tequen-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind410 410 18/5/07 22:47:29


Forma y estilo del periodismo literario 411

dama de la carrera 13. Además –ya lo dijimos– existen 300 cine-


bares, un centenar de locales subrepticios con pantallas gigantes
que funcionan con betamax, e incontables clubes nocturnos cu-
yos empresarios se esfuerzan por brindar a su clientela platos
fuertes de extraviada sexualidad: escenas prolijas de amor lés-
bico, múltiple u homófilo, y exhibiciones genitales de hombres
ostensiblemente bien provistos, en su mayoría de raza negra.
En Cali son tres los teatros destinados a la pornografía cine-
matográfica: el Isaac y el Alférez (cercanos entre sí) y el Calles de
oro, que hace parte de un complejo comercial en un sector turbu-
lento de la ciudad. Y en Pereira dos: el Pereira y el Cinema 1; aun-
que frecuentemente el Napóles y el Caldas ocupan sus pantallas
con cintas perversas, cuya proyección es rotatoria en el circuito
que controla el negocio del cine en la región.
Para llegar a la taquilla “pornográfica” en cualquiera de las
ciudades de este triángulo arbitrario –que puede ofrecer, no obs-
tante, una medida nacional en la materia– hay que hacer cola,
detrás de viejos y jóvenes. La “morbosidad” es un curioso rasero,
excepto del punto de vista sexual: porque, en rigor, las mujeres
que asisten a este tipo de cine público constituyen una minoría, y
van siempre acompañadas de “su” hombre.
Ahora bien: si se aprecia que el año anterior entraron al cine
69 millones de colombianos, basta una simple operación aritmé-
tica para encontrar el número aproximado de quienes contribu-
yeron con su óbolo de 60 pesos (valor del boleto) al sostenimiento
de la industria multinacional de la pornografía peliculera: algo
así como 10 millones de almas no propiamente pías.
En cuanto a publicaciones editoriales, el negocio parece más
notorio aunque menos productivo en términos absolutos. Apar-
te de las historietas y colecciones fotográficas –full color– suecas
y danesas (en algunas de las cuales el ingrediente pornográfico
alcanza límites de enfermiza aberración, pues incluye bestialis-
mo, paidofilia, violencia, azotes y sangre), circula profusamente
en Colombia una veintena de revistas, costosas, norteamericanas
unas, inglesas otras, de la España del “destape” las más (Play-
boy, Hustler, Penthouse, Clud, Mastia, Macho, Pimienta, etc.), con
material de texto regularmente escrito, y fotográfico, servido por
modelos muy versátiles y carentes por completo de inhibicio-
nes.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind411 411 18/5/07 22:47:29


412 Miguel Álvarez de los Ríos

Escritores porno
En este tremedal de “sexo y saxofón” sobreagua visiblemente
un recursivo escritor: Hernán Hoyos, autor de treinta títulos ve-
dados a toda timorata curiosidad; algunos tan expresivos como
Un alegre cabrón y El club del beso negro. Hoyos se da el lujo de vi-
vir cómodamente de unas historias noveladas a vuela máquina,
en las que sus personajes procuran agotar las posibilidades y va-
riantes de la lujuria, con barroquismo y teatralidad; poco o nada
le importa la crítica de los “especialistas”, menos la de quienes,
sin conocimientos a fondo, proceden inducidos por una moral
antisexual que sólo admite como conducta humana el macerado
ejemplo de San Agustín o Tertuliano. Hoy, parece decirse el no-
velista Hoyos, se imponen al sujeto otras exigencias y en todo
caso en lugar de ascetismo se le demanda capacidad de goce. La
moral cambia. Si es un valor absoluto en el campo de la filoso-
fía, no lo es, ciertamente, en el campo social. Cambia, por consi-
guiente, al modificarse las condiciones de trabajo del hombre. Y
Hoyos, místico de la pornografía novelística, se considera obli-
gado a llenar con su literatura parte por lo menos de las horas
francas y muertas de una clase media-baja intelectual, paulatina-
mente liberada de la antigua esclavitud laboral que favorecía la
modalidad capitalista de producción.
¿Es Hoyos un clásico del porno-erotismo?
No tanto. Digamos, en honor a la verdad, que es el escritor
popular colombiano de temas libidinosos de mayor éxito com-
probado, a través de ediciones sucesivas que se consumen como
pan caliente. Los inmortales del asunto son otros; entre ellos, Al-
fredo de Musset –en la cúspide gloriosa del romanticismo fran-
cés–, con su novela Gamiani o Dos noches de placer; D.H. Lawrence,
a quien algunos críticos entusiastas colocan a la cabeza de las
letras inglesas contemporáneas, con Joyce: “...Tomó los senos en-
cantadores y pesados de Constanza, uno en cada mano, y los
oprimió contra sí, frenéticamente, inmóvil y tembloroso bajo la
lluvia. De repente, la levantó y cayó con ella en el sendero, en
el silencio rugiente de la lluvia, y prestamente, prontamente, la
poseyó allí como un animal... “ (El Amante de lady Chatterley, Bol-
silibros Bedout, vol. 150, Medellín, 1978, p. 259).
Vladimir Nabokov: “...También comprendí que la niña, mi
niña, se sabía observada, que gozaba con la lujuria de esa mirada

Diseño libro Miguel Alvarez.ind412 412 18/5/07 22:47:29


Forma y estilo del periodismo literario 413

y hacía un alarde de risas y jugueteos, la perra inmunda y adora-


da. Como perdió la pelota al querer atraparla, cayó de espaldas,
pedaleando con sus jóvenes piernas obscenas en el aire...” (Lolita,
Editorial Sur, Buenos Aires, 1959, p. 235).
Y Henry Miller (Trópico de cáncer, Trópico de capricornio, Pri-
mavera negra, La crucifixión rosada, Sexus). Miller, prohibido en
su país durante muchos años, es agresivo: el objetivo suyo fue
derribar las murallas de lo convencional y mojigato. Y lo logró,
seguramente. Lawrence también, vetado en su patria, es un nos-
tálgico del edén perdido, para quien la liturgia y los instrumen-
tos del amor físico tienen un carácter sagrado. Ambos reivindi-
can la condición terrena del amor, los intereses fundamentales
de la vida, que son de aquí y de ahora: “El amor no existe sin la
cópula”, dice Lawrence. “Fuera del cuerpo sólo impera la deses-
peración”, sentencia Miller. Para ellos, observa Aldo Pellegrini,
el acento sobre lo erótico tiene el significado de un grito de libe-
ración del hombre. Nabokov y su Lolita son otro asunto. La no-
vela se tilda de “aberrante y morbosa”, porque es la epopeya de
la paidofilia, la cual, a su turno, está incluida en la denominada
“pornografía fuerte”, invariablemente delictuosa. Parece claro,
en cambio, que Lawrence y Miller son escritores eróticos y no
pornográficos; pero, aquí surge un nuevo enredo sobre la cues-
tión medular que nos ocupa.

¿Qué es la pornografía?
¿Qué es al fin y al cabo la pornografía, qué es lo que involu-
cra esta palabra equívoca, terror de beatas supérstites y martillo
propicio de inquisidores de nuevo cuño? El término suele con-
fundirse con los de “obscenidad” y “erotismo”, y aún con el de
“perversión’’, porque el límite entre todos es en apariencia muy
sutil e indeciso a los ojos de muchos, más todavía para quienes
preconizan rigurosos modelos de censura. De hecho, la porno-
grafía es la parte del vasto complejo sicosexual. Y el intento de
definir el contenido pornográfico resulta tremendamente difícil.
Depende, sin duda, de los factores religiosos, educativos y filosó-
ficos a los cuales responda la moral del juzgador.
“Los adultos necesitan pornografía como los niños precisan
cuentos de hadas para liberarse de la fuerza opresiva de las con-
venciones”, dice Havelock Ellis.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind413 413 18/5/07 22:47:29


414 Miguel Álvarez de los Ríos

Para el lingüista colombiano Armando Bernal, la palabra por-


nografía viene realmente del griego pórnee, literalmente “mujer
mala” y en sentido figurado, “prostituta”. De ella se derivan por-
neúo, “yo fornico”, “me vuelvo idólatra”, “apóstato” y porneía,
“prostitución”, adulterio, idolatría”. Pero el problema no es de
semántica. El vocablo “pornografía” posee la extraña virtud de
suscitar una pluraridad de imágenes que se superponen unas a
otras o que se suceden, en espiral freudiana, como en un sueño.
Tanto es así, que el presidente del Senado danés, doctor Franz
Marcus, en informe al gobierno sobre la inocuidad de la porno-
grafía y su ninguna relación con hechos punibles y estadísticas
criminales, avanza sin moverse sobre el terreno incierto.
“Los conceptos de obsceno y perverso –dijo Marcus, apoyado
en investigaciones de Sheldom y Eleonora Gluch– son difícil-
mente determinables en su significado y, además, éste está su-
jeto al cambio de los tiempos y por lo tanto no es posible hoy en
día una respuesta clara al problema de la pornografía”. A juicio
del profesor alemán Anton-Andreas Guha, la primera dificultad
consiste en demarcar los linderos entre la pornografía y el arte
que adopta la sexualidad humana como tema de creación.
El Renacimiento, en efecto, redescubre el cuerpo humano; los
ojos, “alargados” por el gótico, regresan al universo de formas
de la tradición grecolatina. Y el arte resulta, así, erótico y, si se
quiere, pornográfico, porque el erotismo –que es amor por la
vida– fluye de cada poro como un agua perversa. Al respecto
observa Lawrence: “En el arte –como en la vida– a lo erótico se
le cuelga el rótulo de pornográfico, y las expresiones normales y
directas de lo sexual son consideradas obscenas. Y a la inversa:
ciertas deformaciones francamente pornográficas, revestidas del
disfraz del decoro, pasan por eróticas”.
En consecuencia, el arte erótico –o “pornográfico”– ha sido
– y es– víctima de la moral establecida: desde los vasos etruscos
con crudas escenas de amor físico, pasando por los frescos pom-
peyanos, hasta los cuadros de François Bucher, y los murales de
Pedro Nel Gómez en Medellín.
Pornografía es, en últimas, un término normativo: expresa lo
que una sociedad desea que se interprete o catalogue como “des-
honesto”; no importa, por ejemplo, que para griegos y romanos,
esa misma pornografía fuera una forma de manifestar el placer

Diseño libro Miguel Alvarez.ind414 414 18/5/07 22:47:29


Forma y estilo del periodismo literario 415

y la alegría de vivir. Y que para el hinduísmo –una religión al-


tamente evolucionada– el elemento pornográfico constituya el
núcleo de su acervo religioso y cultural.

¿Un país enfermo?


El hecho de que la ola pornográfica alcance hasta los niveles
más insospechados de la sociedad colombiana, y multiplique su
difusión cada día, ¿será signo de decadencia moral o alarmante
expresión de relajamiento de las costumbres? En absoluto, grita
una voz unánime por encima del tiempo. La historia de la cul-
tura nos enseña que la curiosidad generalizada por el sexo es
tan antigua como la misma humanidad, y es elemento inherente
a todas las sociedades; al igual que las quejas y reclamos que
dicha atmósfera suscita en los moralistas de todas las genera-
ciones. Sólo que en los últimos años el ingrediente pornográfico
implícito en sexualidad se ha visto favorecido por el auge de la
tecnología –desarrollo asombroso de la fotografía y el cine, cu-
yas posibilidades de perfecta reproducción desbordan los límites
apenas razonables de la obra de arte pornográfica, además res-
tringida en su estrategia de venta y en su mercado.
Ahora, a nivel individual ¿es dañosa la pornografía? Aparen-
temente no. Las investigaciones efectuadas en los Estados Uni-
dos, Alemania Federal, Italia y Dinamarca, concluyen en que no
sólo nada tiene que ver con la criminalidad, sino que, difícilmen-
te la pornografía escrita o gráfica podría cambiar la orientación
del instinto sexual, teniendo en cuenta que esa orientación “ya
está fijada para siempre a la edad de 5 ó 6 años”.
De todos modos la pornografía, como parte importante de
la “revolución sexual”, tiende a influir en la transformación del
Estado, después de convertirse en artículo de consumo, o en pa-
lanca comercial; de forma directa, como acontece con las pelí-
culas, las revistas y los libros “perversos”, o mimetizada tras la
imagen polivalente de la juventud –femenina y masculina–, que
explota cada día con más audacia la publicidad. Pero el Estado,
decíamos, al dejar sin efectos penales la pornografía en todas sus
manifestaciones –a pesar de la ingenua doctrina del Consejo de
Estado a que nos referimos en principio– ha tomado conciencia
de que no es misión suya velar por la moral sexual de las gentes
adultas, mientras no se atente contra el orden público.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind415 415 18/5/07 22:47:30


416 Miguel Álvarez de los Ríos

No violan, pues, la Ley ni la Constitución los que van a cine


rojo o leen revistas “picantes” o compran cada mes un nuevo
libro escandaloso de Hernán Hoyos; ni mucho menos los intelec-
tuales puros que conservan en su biblioteca la literatura erótica
de Terencio, Cátulo, Ovidio, Apuleyo, Horacio, Marcial, los so-
netos de Aretino o la “Oda a Príapo” del cardenal Pietro Bembo.
A la postre la pornografía, asegura Anton-Andreas Guha, es un
problema individual del antipornógrafo moralista, cuya sexuali-
dad reprimida le induce a perseguir a quienes se deleitan cándi-
damente con la pornografía, porque, en secreto, sin que él mismo
tome conciencia, desearía participar en “esos bocados selectos”,
y eso no le está permitido.

Revista Consigna, Año 8, No. 251,


Nueva Época, Bogotá, 30 de abril de 1984

Diseño libro Miguel Alvarez.ind416 416 18/5/07 22:47:30


Forma y estilo del periodismo literario 417

El arte de matar.
2000 años de “civilización”

Una alusión a presuntos casos de tortura en Colombia


y Perú, hecha por Amnistía Internacional (Consigna nú-
mero 251, abril 30 de 1984, sección Se dice que..., p. 5), la
electrocutación del convicto James Adams, en la prisión
de Starke, al norte de la Florida, donde se encuentra en
capilla el colombiano Luis Carlos Arango García, y el re-
chazo de éste a la posibilidad de que se le permute la
pena de muerte por la de cadena perpetua, han servido
de inspiración a Miguel Álvarez de los Ríos para la rese-
ña histórica que se lee en las páginas siguientes, sobre el
suplicio corporal y la pena de muerte.

Para llegar al pelotón de fusilamiento, a la silla eléctrica o a la


cámara de gases que son, sin duda, los métodos más eficaces de
matar “legalmente”, la justicia humana ha efectuado un recorri-
do tanto o más tortuoso que el de la propia delincuencia. Matar
a sus semejantes –en acto que parezca compensatorio del crimen
que se castiga– fue siempre para el hombre un arte meticuloso en
cuya técnica ha venido avanzando con indiscutible virtuosismo.
Prevalece el espíritu del suplicio acaso porque en él, más que en
la muerte misma, va implícita la verdadera pena.
Pero hay un hecho evidente. Aunque se la practique en la
sombra, a contrapelo de la ley, la tortura corporal ha sido susti-
tuida por formulismos judiciales y administrativos en virtud de
los cuales se le anuncia al condenado, con fría premeditación, el
día y la hora de su ajusticiamiento; se le toman medidas para el
traje infamante que deberá lucir en el momento de despedirse de
este mundo –como culminación de una ceremonia terrible con
invitados especiales–, o para ver si corresponden dichas medidas
a las del mueble ofensivo en que será ejecutado.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind417 417 18/5/07 22:47:30


418 Miguel Álvarez de los Ríos

O, finalmente, se le dilata su capilla, con el pretexto de llenar


un insospechado resquicio de procedimiento por el cual pudiera
esfumarse el prestigio del aparato judicial que todavía conserva
aquella institución punitiva, de seguro contraria al derecho natu-
ral. Del potro de tormento a la electrocutación o al vaho mefítico
que exhala el cianuro de potasio en una jaula de cristal herméti-
co, hay, pues, dos mil años de “civilización”; aunque subsiste la
duda sobre el poder preventivo de la pena máxima, defendida
por los “retencionistas”, y aún del derecho que asista al Estado
para imponerla. Veamos de todos modos cómo han funcionado
algunos dispositivos de tortura y muerte “legal” en un largo tre-
cho de la historia:
En épocas de bárbaras naciones, bajo la ley del talión, el pro-
blema de ejecutar a un reo no era ninguno. Entre los hebreos,
el populacho enfurecido procedía sobre el terreno al castigo del
culpable, real o presunto; por lo general se le lapidaba. La cos-
tumbre de hacer justicia por mano propia no fue, sin embargo,
exclusivamente judía: pertenece por igual al conjunto de los pue-
blos orientales. Los árabes la practicaron durante muchos años.
El oficio de verdugo aparece con una civilización más “avan-
zada”. Es curioso. A reyes y señores no les tiembla la mano para
firmar sentencias de muerte, pero repugna a su delicadeza man-
chárselas ambas de física sangre. En su obra Las nubes, Aristó-
fanes exalta un procedimiento común a la justicia de la austera
Atenas: se ata al sindicado sobre un caballete; se le azota, se le
despelleja vivo y finalmente se le vierte vinagre en sus fosas na-
sales. Era infalible como método para inducir confesiones.

Roma y Mesopotamia
La legislación romana perfeccionó la tortura, como forzoso
preámbulo de muerte. Se aplicaba a individuos de condición
servil; los poderosos no sufrían sino la coacción pecuniaria. Tito
Livio relata cómo a los humildes se les destrozaba en público,
con un látigo de puntas metálicas, o se les mutilaba con el hacha.
La cruz, la horca y la muela estuvieron reservadas a los esclavos.
Las adúlteras eran empaladas. Y el efebo “infiel” al César homo-
sexual, era apaleado, entregado después a varios hombres quie-
nes lo atormentaban sin descanso con las puntas de su perversi-
dad y tirado por último, envilecido hasta el escarnio, como una

Diseño libro Miguel Alvarez.ind418 418 18/5/07 22:47:30


Forma y estilo del periodismo literario 419

piltrafa, a un nido de víboras. En cuanto a parricidas, fratricidas


e infanticidas, está comprobado que gozaron de un tratamiento
especial: eran introducidos en un saco, con un gallo, un gato y
una serpiente venenosa, y arrojados al mar. En el crepúsculo del
Imperio, la crueldad oficial se refinó más aún: se quemaba vivos
a los extranjeros, a los tránsfugas, a los incendiarios y eventual-
mente a los esclavos.
Caldeos, sumerios y babilonios rivalizan en la dureza y efica-
cia práctica de sus castigos, especialmente cuando logran “com-
probar” que la víctima anda en tratos secretos con Utug, rey
de los demonios; en cuyo caso el condenado es solemnemente
abierto en canal, vísceras y apéndices arrojados a los perros y el
resto de sus carnes expuesto a la intemperie. Los asirios utilizan
sus carros de cuchillas giratorias. El reo es colocado –en sitio pú-
blico– de modo que la máquina pueda alcanzarlo sin dificultad;
entonces las afiladas cuchillas lo cortarán en rebanadas innume-
rables.

Oscura Edad Media


La Edad Media se inspira en la antigüedad clásica y sigue sus
ejemplos depredatorios. La tortura cunde por doquier a la par
del fanatismo y la miseria. Arden las piras de la Inquisición. Dios
no escucha sino a obispos y señores. El pueblo invoca, por tanto,
a Satán. El terror generalizado habita en las casas sombrías, de
techos de capirote y ventanucos claustrales. Un largo grito ulu-
lante recorre las callejuelas enfangadas. París, invierno de 1358.
¡Ahí llevan a un condenado! Es Juan el porquerizo, viejo y en-
fermo. Se ha rebelado contra su señor. Lo espera la horca, en un
claro del bosque. Va en la tartana de su ejecutor, como lo ordena
la ley. A su lado, un fraile lo exhorta a la resignación. Descalzo,
vestido de andrajos, se cuece en su propia fiebre. Ocultas tras las
puertas claveteadas, las gentes espían el tardo paso de la carreta
de la muerte. Se abre una ventana contra expresa prohibición.
Gime una mujer. Grita un niño. Dobla a muerto una campana.
El verdugo en el pescante guarda silencio. Llegados a lo alto del
patíbulo, pone la cuerda al cuello del reo y de un empujón inob-
jetable lo precipita al vacío.
El tormento físico para arrancar confesiones, o el más prolon-
gado y severo que debe conducir a la muerte, son una institución

Diseño libro Miguel Alvarez.ind419 419 18/5/07 22:47:30


420 Miguel Álvarez de los Ríos

explícita en todas las legislaciones medioevales. Hace parte sin


duda del derecho “divino”, en nombre del cual actúa el sobera-
no; pues el Estado tiránico arraiga en bases morales inspiradas
por los grandes teólogos de la época. En el siglo V, el rey de los
Burgondas, quien gobierna a las Galias con un burdo remedo
de la juridicidad romana, decreta la tortura y la muerte con la
mayor naturalidad, haciendo énfasis en que los culpables de tal
o cual delito deberán sufrir una mutilación corporal absoluta y la
pérdida de los ojos por extracción.
Ocho siglos más tarde –en momentos en que España avanza
en la recepción del derecho justiniáneo– Alfonso X, Emperador
de Occidente, llamado El Sabio, hijo de Fernando III El Santo,
y a quien se atribuye el célebre código de “Las Siete Partidas”,
ensaya con entusiasmo la apología de la tortura como recurso
lícito de la autoridad encarnada en la Corona, la justifica y reco-
mienda.

Técnica y variedad del suplicio


En la profusa variedad del suplicio físico, apenas se registra
uno tenido por benévolo: consistía en montar al delincuente en
un asno, de espaldas a la cabeza del animal, y hacerlo recorrer las
calles en medio de la rechifla y los escupitajos del público. Fue
común en Francia, Alemania y Holanda, pero adquirió por lo vis-
to un carácter universal. (El Patriarca de García Márquez lo puso
en práctica con el nuncio apostólico, cuando éste, “con un tono
dulce pero irreparable”, le hizo saber al dictador que la impronta
dejada en la sábana de lino por madre mía Bendición Alvarado
no era cosa de milagro sino obra de un pintor muy diestro en las
buenas y en las malas artes. Sobre bases tan deleznables sería por
consiguiente muy difícil iniciar el proceso de canonización de la
“primera dama”: “...Las turbas de fanáticos a sueldo asaltaron el
palacio de la Nunciatura Apostólica... Lo sacaron (al nuncio) a
la calle, se le cagaron encima, mi general, imagínese... Pero él ni
siquiera parpadeó cuando le vinieron con la novedad mi general
de que al nuncio lo estaban paseando en un burro por las calles
del comercio bajo un chaparrón de lavazas de cocina...” El otoño
del patriarca, Ed. Bruguera, 1980, p. 185).
Se aplicaba este castigo a los defraudadores de la fe pública,
en especial a los panaderos que reducían la calidad o el tamaño

Diseño libro Miguel Alvarez.ind420 420 18/5/07 22:47:30


Forma y estilo del periodismo literario 421

del producto, y a los voyeristas, adictos a espiar la intimidad de


las personas; en cuyo caso el culpable debía cabalgar desnudo,
como compensación a las desnudeces por él vistas, y recibir a
su paso, desde los balcones, una lluvia ignominiosa de malas
aguas.

Las torturas “menores”


Entre las torturas “menores”, esto es, las que no tenían por
objeto causar la muerte del individuo sino lesionarlo de por vida
o inutilizarlo, como escarmiento, fueron frecuentes en Europa
Central las siguientes: la marca con hierro al rojo (sobre el hom-
bro, en la frente o en el pecho), para “abajar el falso orgullo” de
los serviles; la amputación de una o ambas orejas y de la lengua,
a los chismosos; la extracción total de la dentadura, con tenaci-
llas, y de los ojos, cuyas cuencas se rellenaban con plomo fundi-
do, a los falsarios; el arrancar de cuajo los testículos, a quienes
miraran con malos ojos a la esposa o la hija de su señor; la ampu-
tación de las manos a hombres y mujeres sorprendidos en prác-
ticas de masturbación, y la introducción por salva, sea la parte
de un pene artificial erizado de púas, a quienes dieran muestras
evidentes de inversión sexual.
Fueron famosos, además, el tormento de “las botas”, para
fracturar en pedacitos los huesos de los pies, y el “torniquete”,
que primero distendía los miembros, luego rasgaba los tejidos
musculares y finalmente desbarataba toda la armazón ósea.
El “interrogatorio”, un expediente bárbaro, era aplicado en
Francia en toda investigación relativa a saqueo, traición, herejía,
violación, sacrilegio, incendio y desde luego homicidio. Había
“interrogatorio previo”, que se practicaba antes del juicio para
obtener la confesión del acusado; e “interrogatorio preliminar”,
destinado a lograr que el reo denunciara a sus cómplices. No
ofrecían variación apreciable. El individuo, atado de pies y ma-
nos y sujeto, además, a un mecanismo de poleas que permitía a
los verdugos estirar su cuerpo o levantarlo a voluntad, era obli-
gado a ingerir agua en grandes cantidades; se le metía un em-
budo en la boca y se le apretaba la nariz para forzarlo a tragar el
líquido, vertido gota a gota.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind421 421 18/5/07 22:47:30


422 Miguel Álvarez de los Ríos

Decapitados, hervidos y descuartizados


En Francia, la decapitación fue dudoso privilegio de los gran-
des señores. Se efectuaba con el hacha o con la denominada “es-
pada de la justicia”. En todo caso se erigía un cadalso. Y en su
centro se colocaba un tajo. El reo era obligado a arrodillarse y a
agarrar el tajo con ambas manos. Venía luego el golpe del ver-
dugo. A veces certero. A veces torpe. Pierre Deux recuerda que
hubo nucas que resistieron tres o cuatro golpes, entre los alaridos
del condenado y los aspavientos de la multitud.
La crónica de París da cuenta de dos ejecuciones espectacu-
lares. La primera tuvo lugar el 9 de noviembre de 1527. Yon de
Lescat, supuesto comerciante en gemas y en realidad hábil fal-
sificador de moneda, fue hervido a fuego lento en el mercado
de cerdos, sus carnes adobadas con especiería y hojas tiernas de
laurel. Frente a la caldera de la monstruosa cocción, los miem-
bros del jurado que profirió la sentencia presenciaron su lento
cumplimiento, comiendo salpicón de vaca con cebolla rociado
con sorbete de rosas. La segunda se llevó a cabo el lunes 28 de
marzo de 1757.
Roberto Francisco Damiens, un perturbado mental que atacó
por sorpresa a Luis XV y le causó una herida sin importancia
con un cuchillo de pelar papas, fue descuartizado en la plaza de
la Gréve por cuatro potros encabritados que tiraron al unísono
de cada brazo y pierna. André Bouton, biógrafo de Damiens, re-
cuerda que el suplicio sin antecedentes duró más de dos horas y
que en él tomaron parte dieciséis verdugos vestidos de gala. Uno
de ellos echó azufre hirviente en la mano derecha del condenado;
otro, con sus cortantes tenazas de acero, le arrancó pedazos de
carne de los muslos, las nalgas y las tetillas; otro, con una larga
cuchara de hierro, vertió en cada una de las heridas un caldo
de pez, cera y plomo fundidos en aceite de puerco. Y los demás
prepararon la hoguera.
Consumado el descuartizamiento, el verdugo de Lyon alzó
el torso y la cabeza del despedazado, como un ferviente cazador
ante la pieza increíble, ensangrentada y temblorosa, y los mostró
a la multitud, que rompió en aplausos. Los fragmentos de Da-
miens fueron incinerados y sus cenizas esparcidas al viento.
Ahora bien: aunque la Revolución Francesa hizo famosa la
guillotina, se tiene por cierto que con un aparato similar fue de-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind422 422 18/5/07 22:47:31


Forma y estilo del periodismo literario 423

capitado en Alemania, en 1268, el último de los Hohenstaufen,


Conradín. Y con otro, de características análogas a las del eficaz
“invento” del doctor Guillotín, llamado “maiden” (la doncella),
fueron ejecutados en Escocia el marqués de Argyle, en 1651, y su
hijo, en 1685.

Un problema complejo
Cualquier reseña histórica sobre la tortura y el cadalso, será
de todos modos incompleta; podrá dar apenas una exigua visión
del asunto, cuya complejidad suscita el interés de penalistas, fi-
lósofos, teólogos y políticos. Los así denominados por don Al-
fonso El Sabio, “recursos de la autoridad”, parecen infinitos no
en su naturaleza sino en su variedad. Lo son en la medida en que
reyes y legisladores han afilado sus garras para producir el tor-
mento corporal y la muerte, con fines de profilaxia social, como
castigo por la comisión de delitos, o por mezquinos motivos de
religión o de política. El hombre, dijo alguien, se ha convertido
en la especie asesina de la Creación. Los animales, en cambio,
poseen una inhibición instintiva respecto a sus congéneres. Ma-
tar a un hombre es matarlo, diría Perogrullo. Pero lo dijo Ber-
trand Russell, refiriéndose al hecho de que fundamentalmente
es lo mismo el garrote vil, la horca infamante, el fusilamiento o
la silla eléctrica.
Acaso esta sea la razón por la cual la pena de muerte ha sido
cortada de raíz en casi todos los países de Europa Occidental. En
Austria, fue abolida en 1950; en Bélgica en 1863; en Dinamarca,
en 1933; en los Países Bajos, en 1870; en Noruega, en 1905; en
Suecia, en 1921; en Suiza, en 1942; en Portugal, en 1967; en Italia,
en 1890; restablecida por Mussolini en 1931, fue abrogada por
segunda vez en 1944; Finlandia la suprimió desde 1826, y Alema-
nia del Oeste, en 1949. Irlanda y Grecia no la practican. Francia,
inspirada por Mitterrand, la eliminó en 1982.
Inglaterra la conserva para quien mate alevosamente a un po-
licía (los policías ingleses andan desarmados). Y la Unión Norte-
americana le permite a cada Estado su propia legislación penal,
siguiendo el criterio de Montesquieu, de que las leyes deben
ajustarse al medio social como el guante a la mano. Como quiera
que sea, hay en los Estados Unidos alrededor de 1.000 hombres
en la antesala del patíbulo. Muy pocos escaparán a la muerte.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind423 423 18/5/07 22:47:31


424 Miguel Álvarez de los Ríos

Las tesis liberales


Para Amnistía Internacional, la pena capital carece de toda
justificación. Y la tortura, es una práctica nefanda que envilece
al hombre. Si la persona es una entidad sagrada, cualquier acto
atentatorio de su integridad será esencialmente un acto perverso
que nada puede legitimar, dicen los moralistas. Puesto que los
medios y los fines forman un sistema indivisible, el fin también
se degrada cuando el medio es malo, agregan los filósofos socia-
les.
El hombre, aterrorizado por la metafísica, la miseria y la ti-
ranía, no es más que una bestia temblando en la espesura de su
propia iniquidad. De ahí que la lucha contra la tortura y el cadal-
so la libren los escritores liberales con la convicción de que son
delitos premeditados, y por lo menos el último, institucionaliza-
do y revestido de una imposible legalidad. Si el derecho penal es
tutela de la vida, la pena de muerte, tanto como la tortura, niegan
el contenido y la esencia tutelar de ese derecho. Pero otra cosa
piensan los escritores y juristas conservadores.

Revista Consigna, Año 8, No. 254,


Bogotá, junio 15 de 1984

Diseño libro Miguel Alvarez.ind424 424 18/5/07 22:47:31


Forma y estilo del periodismo literario 425

En los ochenta años,


aproximación al hombre y al paisaje de Caldas*

Dentro de la división de la “gran familia colombiana”, el


caldense constituye un especialísimo tipo de humanidad cuyas
condiciones más características difieren en alguna forma de las
del resto de sus compatriotas, inclusive de las del antioqueño, al
cual suele asimilársele de manera exclusiva y por tanto arbitra-
ria. Es verdad que este último grupo predomina en la formación
de la “raza caldense”(1), pero también lo es que gentes oriundas
del Cauca Grande, del Tolima y aun de Boyacá, han dejado su
impronta de sangre –además de muchos de sus hábitos, usos y
costumbres–, en la comarca caldense, que suscita la curiosidad
general por la manera como ha irrumpido en la historia nacional
de los últimos decenios y por la parte que le cabe en la estructu-
ración de la economía y de la cultura del país.
No es, no podría ser el caldense un tipo humano homogé-
neo. Tampoco lo es el antioqueño(2); ni ninguno otro de los que
pueblan la vastedad del territorio de Colombia. Blancos, indios
y negros, en persistente mezcla, han dado origen a su biotipo
característico. Y el crisol antropogeográfico revuelve, todavía,
atavismos en forma atropellada, bajo la apariencia de las aristo-
cracias de alto o mediano coeficiente europeo. Por lo demás, en la
conquista y dominio de los baldíos caldenses intervinieron todos
los tipos de transición.

* Este texto servirá de base al discurso que Álvarez de los Ríos pronunciara
al recibir el Premio “Bernardo Arias Trujillo” (1985), de manos del entonces
gobernador de Risaralda, Luis Carlos Villegas Echeverri. El premio, como
lo recuerda el propio Álvarez de los Ríos al inicio de su intervención, había
sido recibido, en años anteriores, por Hugo Ángel Jaramillo y Eduardo
López Jaramillo. El discurso de aquella ocasión se publicará en la revista
Sociedad de Mejoras de Pereira (Año 4, No. 2, diciembre de 1985), con el título
“Aproximación al hombre y al paisaje de Caldas”.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind425 425 18/5/07 22:47:31


426 Miguel Álvarez de los Ríos

James J. Parsons, en su obra medular La colonización antioque-


ña en el cccidente de Colombia(3), alude a la circunstancia racial del
caldense en términos inobjetables: “En el nuevo departamento
(de Caldas), ambos censos, el de 1912 y el de 1918, muestran una
preponderancia de mestizos y mulatos”.
Y don Ramón Franco, en sus atinados estudios antropogeo-
gráficos, se encarga de establecer las diferencias ya planteadas
entre caldenses y antioqueños: “No son, sin embargo –obser-
va– el antioqueño y el caldense exactamente iguales, ni forman
las dos familias un bloque racial unitario. Apenas se aproximan.
El caldense es producto de la fusión de tres regiones disímiles
cercenadas a Antioquia, Cauca y Tolima, con sus núcleos de po-
blación inicial y aunque en él predomina la herencia antioqueña
con sus atributos específicos, exhibe también sus características
diferenciales que lo apartan de las cepas originarias”.
El triétnico caldense no resulta, en rigor, muy distinto al que
es génesis del prodigioso hibridismo indoamericano. El caldense
(para el efecto no cuentan las subdivisiones risaraldense y quin-
diana, porque no rompe la organización política lo que ha man-
tenido unido la geografía y la sangre con un poderoso cohesivo
telúrico), sería lo que denomina Haya de la Torre un “mestizo
triunfante” de octavo o noveno grado; algo así como una mues-
tra patética del “hombre cósmico”, según el arquetipo sociobio-
lógico de José Vasconcelos.
Subsisten, sin embargo, mesnadas raciales (indios y negros),
que confirman la regla lejos de desvirtuarla. Los primeros cons-
tituyen una tenaz supervivencia de la base demográfica hallada
por los españoles en el siglo XVI. Su presencia es aún evidente
en las regiones de Supía, Riosucio, Guática, Quinchía, Mistrató
y Pueblo Rico, y se explica por el acoso crudelísimo a que fue-
ron sometidas las tribus primigenias por el invasor peninsular,
especialmente durante la Colonia. Los últimos, se localizan en
los lugares donde existieron reales de minas e intenso tráfico flu-
vial. Y, aunque es notorio su “cruce” –particularmente en la zona
limítrofe con el Chocó– muchos conservan los rasgos de una so-
matología primordial.

El medio físico
El territorio caldense se sitúa de occidente a oriente, entre el río
Magdalena y la vertiente chocoana de la Cordillera Occidental,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind426 426 18/5/07 22:47:31


Forma y estilo del periodismo literario 427

y de norte a sur a lo largo de los macizos montañosos de la zona


andina. El límite septentrional del antiguo departamento des-
membrado –en la banda occidental del río Cauca– está demar-
cado por el Macizo de Los Mellizos, a cuyo oriente el profundo
cañón del río Arma constituye otro límite natural, al lado de la
alta vertiente oriental de la Cordillera Central. Las formaciones
cordilleranas ofrecen notables diferencias entre sí y marcan y
alinderan por consiguiente sus distintas regiones geográficas.
Zona eminentemente tropical, la configuración morfológica
de su clima –vario y disperso– se advierte influida por el fenó-
meno orográfico. A poco andar son ostensibles sus diferencias
climáticas respecto de la distribución de sus pisos térmicos. Pue-
de afirmarse que la temperatura “es el factor meteorológico bási-
co para las tierras altas, así como la humedad es la característica
fundamental de las áreas bajas”(4).
Los estudiosos de la socioeconomía caldense suelen dividir
en siete zonas geográficas su accidentado territorio, cada una
con características propias en su orografía e hidrografía. Estas
últimas particularidades, unidas al clima y a la estructura geo-
lógica, determinan una morfología y un paisaje con condiciones
económicas muy especiales.
No obstante, en nuestro caso podríamos excluir dos: la del
Macizo Volcánico de la Cordillera Central y la del denominado
Macizo de Los Mellizos. La primera da origen a zonas paramu-
nas altas, hostiles al desarrollo de la vida humana, y la última
sirve apenas como límite arcifinio entre los departamentos de
Antioquia y Caldas. En todo caso, ninguna de ellas es útil al pro-
pósito de buscar la relación telúrica con el individuo caldense.
En cambio sí lo son las demás: El Quindío cuya ubicación,
extensión y estructura están definidos por el cordón magistral
de la Cordillera Central, que en forma semicircular se aproxima
a la artesa del río Cauca, quebrando sus estribaciones hacia esta
parte y cubriéndola con materiales volcánicos. El conjunto de ta-
les factores, a juicio de Ernesto Guhl(5), particulariza esta área
cafetera, donde se localiza el núcleo de población más grande del
departamento; el Valle y el Cañón del Cauca, que es una prolon-
gación hacia el norte del valle del río Cauca propiamente dicho,
en la zona de Apía y Risaralda; la región gélica de San Félix; la
región del valle del Magdalena, que ocupa la zona de transición
entre la parte selvática hacia el norte y la húmeda del centro; y la

Diseño libro Miguel Alvarez.ind427 427 18/5/07 22:47:31


428 Miguel Álvarez de los Ríos

región de la Cordillera Occidental, que tiene como eje el cinturón


magistral de la citada Cordillera y cuyas condiciones naturales
han vuelto propicias las formas más curiosas de colonización es-
pontánea.
En general, el marco geofísico de Caldas presenta una estruc-
tura armoniosa, pese a sus variantes geográficas y de clima, las
cuales, por sí mismas, no modifican sustancialmente la unidad
espacial y antes, a la inversa, parecen consolidarla como propicio
ámbito a las esperanzas y esfuerzos del hombre.

Hombre y medio
La cultura en general y la economía en particular son, en la
fórmula de Spengler, el resultado de la acción solidaria de dos
fuerzas, hombre y medio. Y en Caldas han coincidido el medio
ambiente físico propicio por sus virtudes inherentes de morfolo-
gía, recursivas y climáticas, con una comunidad que en su proce-
so histórico ha llegado a formas técnicas muy elaboradas y a un
alto estadio de cultura.
A todo lo cual han contribuido las vías de comunicación; que
estuvieron limitadas, durante el transcurso de su desenvolvi-
miento histórico, a las trochas y caminos de herradura. Caldas
fue paso obligado para el comercio entre Sur (Cauca, Valle del
Cauca y Nariño), y el Norte, que en el pasado siglo mantuvo un
intenso tráfico de ganado, cacao y otros productos, con destino
a Antioquia, principalmente; y paso igualmente forzado para las
comunicaciones entre el Occidente y el Oriente. Esta circunstan-
cia hizo posible la Colonización por parte de los antioqueños;
o, mejor, la favoreció, para no incurrir en el error de reducir las
dimensiones de su hazaña. Los colonizadores eran campesinos,
buscadores de tierras libres para reemplazar las suyas, agotadas
por las siembras reiteradas. Y, además, fugitivos de las guerras
civiles. Estamos en 1834. Aguadas ya ha sido fundada desde
1812. También lo han sido desde el siglo XVI, Marmato, Anser-
ma y Supía, y desde el siglo XVIII, Mistrató. Fermín López y José
María Hurtado, los jefes de la expedición, curtidos y barbados
como los patriarcas del Antiguo Testamento, marchan adelante.
Los siguen hijos, primos y mujeres. Se establecen primero en Sa-
banalarga (Salamina). Y empieza, así, el capítulo más importante
de la historia colombiana después de las guerras libertadoras.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind428 428 18/5/07 22:47:31


Forma y estilo del periodismo literario 429

Los colonos descuajan la selva, “hacen claros” entre la insidio-


sa vegetación, siembran el plátano, la yuca, raíces y tallos salutí-
feros, crían animales útiles y descubren, por fuerza de amargas
circunstancias, que su destino es el de fundar pueblos, no el de
montar fincas rurales; a lo cual se ha opuesto desde un principio
el legítimo propietario de los extensos territorios que se inician
en el Cañón de Arma y cubren hasta la hoya del río Chinchiná,
don José María Aranzazu, un cortesano favorito, quien los obtu-
vo en virtud de Capitulación Real de 1801. A propósito, observa
Otto Morales Benítez: “Los colonizadores no llegaron con más
amparo que su hacha descuajadora y su ruana. En cambio los
otros (los propietarios), estaban custodiados por la Cédula Real
y sus defectos”(6).
El proceso de la colonización de Caldas, en su doble aspecto
de habilitación de tierras y fundación de pueblos continúa, casi
sin interrupción, en lo que resta del siglo XIX y aún se prolonga
hasta los primeros años del actual, con iguales o similares ca-
racterísticas. No son más favorables las condiciones en que se
realiza en los últimos días de la pasada centuria, respecto de las
jornadas de mitad de siglo. El colono seguirá enfrentado, sin re-
medio, a los indiscutibles títulos de propiedad, nacidos del pri-
vilegio. Era, según la frase del profesor López de Mesa, “la lucha
del hacha contra el papel sellado”. En 1889, Jesús María Ocampo,
apodado “Tigrero”, da comienzo a la fundación de Armenia y
más adelante a la de otros municipios de la región quindiana.
“Tigrero”, un colonizador nato, obtuvo su alias luego de la tarea
depredatoria por él emprendida para librar la zona de la fauna
salvaje. Levantó modesta casa y hubo de resistir durante mucho
tiempo las acciones de desalojo iniciadas contra él por “La Buri-
la”, una abusiva compañía de propiedad raíz, fundada en Ma-
nizales desde 1884 y única poseedora de títulos en regla sobre
los terrenos mejorados por la Colonización. Alfonso Valencia
Zapata, en su libro Quindío Histórico, relata que “Tigrero”, al ser
amonestado por “La Burila” para que exhibiera sus títulos de
propiedad, resolvió el problema mostrando a jueces y alcaldes su
colección de cueros de tigre (7).
“Tigrero” había nacido en Salamina, en 1849, pero al Quindío
llegó procedente de Anaime, en el Tolima, y con personas nacidas
en este departamento llevó a cabo su empresa de colonización de
la zona. Años atrás, Pereira había sido fundada por gentes de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind429 429 18/5/07 22:47:32


430 Miguel Álvarez de los Ríos

Cartago, en el Cauca Grande, jurisdicción a la cual perteneció


toda la región quindiana, hasta 1905 (año de fundación de Cal-
das), lo mismo que los varios municipios del sector occidental
(Marmato, Supía, Riosucio, Anserma, Guática y, en general, la
casi totalidad de los territorios explorados durante la Conquista
por don Jorge Robledo, lugarteniente de Belalcázar).
Pueblo Rico, poblado en su mayoría de indios y negros, hizo
parte, hasta la misma fecha, es decir, hasta 1905, del Chocó; en
tanto que la zona del Valle del Magdalena y las municipalidades
de Manzanares, La Victoria, Marquetalia, Pensilvania y Samacá,
estuvieron vinculadas al Tolima. Con lo cual quiere decirse nue-
vamente, que la población de Caldas no fue jamás homogénea
y que su individuo medio se resiente de las influencias de las
varias regiones colombianas que concurrieron a la formación de
dicho departamento. Hay que acelerar el paso, en gracia de la
brevedad, para anotar el hecho de que el proceso de unificación,
a partir de la ley que le dio vida al departamento, coincide con la
expansión de las siembras cafeteras, en un proceso de ajuste de
todas las estructuras dinámicas para articular al nuevo ente jurí-
dico una osatura caótica. La vertebración es un trabajo lento que
lleva implícito, además, el germen de su propia dispersión po-
lítica, como sucede, en efecto, más adelante. Pero se logra como
consecuencia de la evolución de las leyes geográficas, económi-
cas, sociales y culturales, tales como el relieve, el desarrollo y la
efectividad de los sistemas de transporte y de las vías de comu-
nicación, la explosiva demografía, y desde luego, por la comu-
nidad de intereses económicos vinculados a su primero y único
renglón de agricultura exportable.
Si sus varios aspectos sociogeográficos imprimen un carácter
unitario al espacio vital, tal como se ha pretendido explicar aca-
so sin éxito, el paisaje condiciona al hombre y le comunica una
especial sicología.
Caldas fue y sigue siendo una región campesina, no sólo por
las modalidades de su economía y por su estructura geográfica,
sino por el reflejo del medio en sus formas de cultura, entendida
ésta como la herencia social del grupo, manifiesta en sus tradicio-
nes, costumbres, instituciones, implementos, creencias, y a pesar
del creciente fenómeno del desplazamiento rural, que afecta por
igual a todas las regiones colombianas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind430 430 18/5/07 22:47:32


Forma y estilo del periodismo literario 431

La subcultura del café


Quienes se interesan por escudriñar el alma y el carácter na-
cionales, podían haber hablado de la subcultura del café para
referirse al caso específico de Caldas. No lo han hecho, excepto
el profesor Nieto Arteta, quien trató de aproximarse al tema en
sus estudios de sociología. En realidad, no existe una “cultura
caldense”, como no la hay en Colombia y como, probablemente,
tampoco la haya en la zona tropical del Continente.
Mas es notorio el florecimiento de ciertos rasgos espirituales,
muy comunes a todo el conglomerado, a la sombra de los cafetos
en flor. En la literatura, el exceso retórico no fue cosa distinta a la
efusión de los sentimientos y vivencias fundamentales de la raza.
El caldense, embrujado por la magia telúrica, devino en idealista,
y he aquí, entonces, otra característica que lo apartaría de sus
cepas originarias. En el arte pictórico, sus incursiones resultan
saltuarias, y en lo que respecta a expresiones más complejas del
pensamiento, ningún aporte ha suministrado al contexto general
de la cultura colombiana. Lo cual no quiere decir que no haya en
su población un nivel medio de cultura, si ésta se asocia, como
suele hacerse, a formas menores de esa misma cultura.
De todos modos, más consecuentes con la índole patriarcal y
romántica del temperamento del hombre caldense, parecen ser
sus tradiciones musicales de “tono menor” que reflejan –ellas
sí– la autenticidad de su alma.
Para identificar al individuo caldense, dijo alguien, bastan
sólo dos elementos: el café y el bambuco; esto es, la bebida que
produce una felicidad semejante al beso de los labios amados, y
la música mestiza, que vibra al unísono con la palpitación ele-
mental de la tierra.

Notas
(1) Aquí se habla de raza no en el sentido de una que lo sea de veras por
sus rasgos somáticos, su particular origen y su historia desvinculada de la de
los demás colombianos, sino de sentimientos de comunidad espiritual y por la
presencia de ciertos rasgos comunes del carácter. Nota del autor.
(2) “En Antioquia la raza, tan mezclada como en cualquiera otra parte, no es
un factor determinante”. Eduardo Caballero Calderón, en Historia privada de los
colombianos. Ed. Antares, 1960, p. 99.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind431 431 18/5/07 22:47:32


432 Miguel Álvarez de los Ríos

(3) Obra citada, traducida al español por el doctor Emilio Robledo Correa.
(4) Caldas –Memoria explicativa del Atlas socioeconómico. Edic. Ministerio del
Trabajo, 1955, p. 19.
(5) Caldas –Estudio de su situación geográfica, económica y social. Edic. Emp. Nal.
de Publicaciones, p. 29.
(6) Testimonio de un pueblo, Colección Antares, edición de 1951, p. 56.
(7) Vol. 17 de la Biblioteca de Escritores Caldenses. Imprenta Deptal. de Cal-
das, segunda edición, p. 161.

Revista Consigna, Vol. 9, No. 274,


Bogotá, abril de 1985

Diseño libro Miguel Alvarez.ind432 432 18/5/07 22:47:32


Forma y estilo del periodismo literario 433

Medio siglo después Gardel es todo el tango.


Monumento al malevaje, el arrabal y las tragedias

Carlos Gardel pereció calcinado como consecuencia del in-


cendio producido por el choque de dos aviones en tierra, la tarde
del 24 de junio de 1935, en el campo de aterrizaje (así se decía en-
tonces) Guayabal de Medellín.
La historia de la catástrofe –sus antecedentes, sus espurias
o reales causas– es historia que todo el mundo parece conocer,
tanto o más que la parábola de superación descrita por el formi-
dable artista, pues se ha venido repitiendo a lo largo de medio
siglo; y no hay, por lo menos en Colombia, persona que no pre-
suma de saberla hasta en sus detalles más exiguos, escandalosos
e improbables.
El mito Gardel –multiplicado hasta la exasperación bajo el in-
flujo de los mass media– no surgió de las cenizas del F-31 que pi-
loteaba Ernesto Samper Mendoza y a bordo del cual iba el “Zor-
zal” de América; se había erigido de mucho tiempo atrás, tal vez
desde el estallido de la Primera Guerra Mundial, o antes.
En este orden de ideas tenemos que admitir que las gentes
nacidas en la década expectante del treinta al cuarenta, no so-
mos la excepción en el culto a la vida y a la muerte de un sujeto
que difícilmente podría ser espejo para una generación como la
nuestra –la del Estado de Sitio–, generación olvidadiza y contra-
dictoria pero, sin duda, generosa y antimachista. Por consiguien-
te, los cincuentones de hoy –llegados a la vida cuando Gardel la
abandonaba aparatosamente– guardamos perdurable devoción
por ese mito, que ni nos personifica ni nos interpreta; cuyas can-
ciones recrean tragedias íntimas que apenas logran conmover a
zapateros nostálgicos venidos a menos en esta época de triun-
fante revolución sexual, y al fondo de cuya perpetua sonrisa de
dentífrico cualquier sicólogo descubrirá la necesidad en que es-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind433 433 18/5/07 22:47:32


434 Miguel Álvarez de los Ríos

taba ese hombre de ser, de afirmarse, aunque sólo fuera sobre los
muñones de su propia tristeza emasculada.
(El problema de afirmarse en el mundo, principalmente en los
héroes de la farándula, es un problema vinculado a su misma
circunstancia sexual. Freud pudo decirlo –¿o lo dijo?– así).
El gardelismo, decíamos, es en nosotros herencia recibida sin
beneficio de inventario; no hicimos nada para merecerla, salvo
ser hijos de nuestros padres. A estas horas, sin embargo, sería un
inútil acto de hipocresía su repentina abominación.
De Gardel no heredamos ni siquiera el sombrero (nuestra ge-
neración impuso definitivamente la moda del sinsombrerismo, al
igual que el uso frecuente del champú anticaspa y los desodo-
rantes, inclusive el talco para los pies; sin aludir a la rebeldía,
que es lo más distinto al tango que se pueda concebir). Y nuestro
compromiso sigue siendo con la historia y no con una nostalgia
bohemia, que tampoco debería estrujarnos el corazón porque
está fundada en emociones muy remotas y en todo caso ajenas a
nuestra circunstancia vital.
Pero, Gardel y el gardelismo son casi todo el tango y el tango
ha dado origen en Colombia a una curiosa subcultura, que val-
dría la pena examinar a la luz entre romántica y canalla de sus
proyecciones sociológicas. No hay tiempo para esta seductora
empresa; otra vez podría ser, naturalmente con discos de Carlitos
Gardel, luz de candil y alta botella de grappa. Por ahora, procu-
remos avanzar en lo que nos propusimos: una reseña trivial para
espíritus desprevenidos.

Era una danza


¿Son efectivamente Gardel y gardelismo todo el tango? De-
pende de la pregunta podría responderse con alguna seguridad
luego de hacer historia sobre este asunto triste de los “gotanes”.
En sus comienzos nebulosos, el tango pudo haber sido danza y
canto de negros.
Lo fue, de seguro, de criollos de mala sangre y mala vida,
después de 1870: danza prolija, de pasos largos, acentuados, o
minuciosa y acrobática, asexuada, de filigrana. Pero, volvamos a
su presunto origen negro.
Ezequiel Martínez Estrada, Ricardo Rojas, Borges, Sábato,
Puig, Sebreli, el propio Hornero Manzi, admiten cada uno la hi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind434 434 18/5/07 22:47:32


Forma y estilo del periodismo literario 435

pótesis con ligeras variantes. De todos modos coinciden en que,


a fines del siglo XVIII, la negredumbre del Sur de Buenos Aires
dio en la flor de incorporar a sus costumbres de franquicia cierto
baile indecente que, a poco empezó a ser imitado por la negramen-
ta del Norte; el cual baile se hacía al toque de tambor. (En 1778 la
población de la incipiente capital argentina llegaba a 22.000 ha-
bitantes, de los cuales por lo menos 6.000 eran de raza negra, sin
mezcla: “Esclavo y ciudadano, el negro en las Américas”, Frank
Tannenbaum, Revista de América, marzo de 1948, p. 366). Las
autoridades españolas prohibieron, de forma terminante dicho
baile. A juicio del virrey Arredondo y de sus gobernadores del
Plata, era atentatorio de las buenas costumbres porque se practi-
caba en lugares cerrados denominados “tambos”, “hasta donde
no llega el ojo de la Ley”. Lo “decente” y permitido eran los bai-
les públicos, “pues las parejas no tienen ocasión de rozarse o de
hacer piruetas obscenas que lastiman el pudor de las gentes de
bien” (Historia y genealogía del tango, varios autores, Ed. Libertad,
Buenos Aires, 1930, p. 48). Estamos en 1786. En lo sucesivo las re-
uniones bailables se seguirán efectuando en sitios abiertos, bajo
vigilancia policial. Esto no evitará que prosiga el “fandango” en
los tambos clandestinos. “Tambo” es ya un término referido a la
danza negra y al recinto en que se ejecuta. Y, según Ricardo Ro-
dríguez Molas, “de tambo a tango hay un solo paso”.
Entre 1811 y 1826, los negros argentinos consiguen su liber-
tad. Y se organizan en flamantes “naciones” de tipo monárquico,
con “reyes” y “reinas”. Algunas de estas naciones adquirieron
celebridad: Conga, Angola, Banguela, Mina, Cabunda... Puro
africanaje decir. Su lugar de confluencia fue el sector apodado
“Mondongo” (entre las parroquias de Concepción y Montserrat),
que también se llamó Barrio del Tambor. Allí se oyó por primera
vez el exultante canto ancestral:
Cum-tango,
aram-cum-tango...
Cum- tango,
caram-cum-tam...

Tango y tango
Hay que avanzar no menos de medio siglo, hasta encontrar
la danza llamada tango entre los matarifes de la Convalescencia

Diseño libro Miguel Alvarez.ind435 435 18/5/07 22:47:32


436 Miguel Álvarez de los Ríos

o del Alto, sector denominado posteriormente “de los Corrales


Viejos” (hoy Parque de los patricios); y avanzar aún más en el
tiempo (¿1903, 1905?), para hallar esa danza temeraria de forma
y fondo, en los peringundines, trinquetes y cuartos de “chinas
cuarteleras” de Buenos Aires.
El hombre que baila este tango no es un “compadrito”; es un
apaisanado “corralero”, con chambergo de alta copa, pañuelo
anudado al cuello, bombachas grises y botas de media caña. Y
la mujer no es una “pebeta” de arrabal; es una “china” o una
“prienda”, que se dejará hacer, gustosa, cuando el de los Corra-
les la requiera:
–¿Bailamos el tango, prienda?
El “compadrito” aparece más tarde con el auge del maleva-
je. La nación argentina, entre tanto, se ha ido articulando en su
vertebración institucional, sobre Las bases de Alberdi; el Facundo
de Sarmiento, con su pluralidad de géneros perfectamente in-
terconectados, expresa la conveniencia patriótica de unificar la
vida y la poesía en busca de la raíz de los grandes problemas
nacionales, y el tango, vuelto canción y danza, pisa más ciudad y
empieza a subvertir el alma y la vida misma de Buenos Aires.
Ahora bien, el candomble afroamericano, la habanera del
Caribe, el tango andaluz o tanguillo y la milonga “clásica” con
sabor ciudadano –cuyo mejor intérprete será José Betinotti (1878-
1915) –, además de la polca y la mazurca europeas, que le darían
un patrón refrenado adhesivo, se reputan como fuentes ciertas
del tango argentino, a medida que éste “salva los tramos crono-
lógicos de su intensa evolución” y se va enriqueciendo en sus
estructuras expresivas y simbólicas.
¡Tango argentino!
¿Solamente argentino? Quién sabe. Daniel Vidart, ensayista e
historiador uruguayo, no lo cree así y reivindica para su país la
condición de cuna alterna y legítima del tango. Toda la historia
de esta pieza se observa en su denso trabajo “El Gardel nuestro
de cada día” –está repleta –”sembrada”– de uruguayos; desde
los antecesores da Francisco (Pacho) Canaro –Gobbi y Villoldo,
entre otros– a los que llegaron después de Julio Sosa, justamente
nombrado el Varón del Tango. Borges lo reconoce de modo pe-
rentorio: “El tango –dice– es afromontevideano” (El idioma de los
argentinos, Ed. Sur, Buenos Aires, 1928, pp. 38 y s.s.). Pero Borges,
cantor de cuchilleros, tanto como de espejos y magias, es enemi-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind436 436 18/5/07 22:47:33


Forma y estilo del periodismo literario 437

go del tango, y su aseveración de que “el tango es afromontevi-


deano”, tiene probablemente un sentido despreciativo.
“Nació en los Corrales Viejos allá por el año ochenta”, canta
el poeta Miguel A. Camino; o, mejor:

La cosa jue por el sur


y aconteció n’el ochenta,
ayá en los Corrales Viejos,
por la caye de l’Arena...

Allá fue seguramente, entre cuchilleros y destazadores. Pero


Vidart tiene razón en gran parte. El tango, como danza, se apren-
de –y se baila– en las academias de Montevideo, al mismo tiem-
po que en los quilombos de Buenos Aires y en las canguelas de
Rosario. Francisco García Jiménez, en su obra El Tango –historia
de medio siglo, 1880/1930, puntualiza: “En la capital uruguaya fi-
nisecular eran ‘milongas’ o ‘milongones’ los motivos melódicos
que eran tangos en Buenos Aires, con una notoria bifurcación de
estilos.
Los bailarines de aquí preferían las figuras de pasos cortos, en
contraposición con las de pasos largos, características de los de
Montevideo. En famosos ‘bailongos’ porteños descubríase de esa
manera la presencia repentina de algún bailarín de la otra orilla;
y si tenía quilates, no tardaba en oírse el homenaje voceado:
¡Abran cancha, que baila un oriental!”
(Op. cit. Ed. Universitaria, Buenos Aires, 1965, pp. 14 y 15).

Canción-música-danza
Como quiera que sea, el tango se vuelve canción y, funda-
mentalmente melodía, sin que muchos sepan cómo ni cuándo. Es
un proceso lento como sus primeros compases. Subsiste también
como danza, acaso por el brillo sin parangón que le imprime un
“bailarín compadrito”, apodado El Cachafaz (Benito Blanquet),
procedente del Abasto, en cuyo Salón A.B.C., ataviado a la usan-
za maleva, con los pies abotinados en negra cabritilla charolada
con caña de gamuza gris y taco militar, somete cuerpo, volun-
tad y espíritu a una prodigiosa gimnasia de “corridas”, “ochos”,
“vuelos” y “quiebres”. El Cachafaz vence en espectacular “duelo
de piernas” al dominador de Palermo, “el pardo” Santillán; con-
solida un prestigio que nadie osará disputarle durante el resto de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind437 437 18/5/07 22:47:33


438 Miguel Álvarez de los Ríos

sus días, y muere, en su salsa, mientras baila El cholo, con figuras


de su exclusiva invención y resueltas “sobre el pucho”, de un
colapso cardíaco.
El virtuosismo orquestal de Canaro, Troilo y Fresedo, inclu-
sive el de Astor Piazzola, perseverante difusor de la Novísima
Guardia, le da, por fin, al tango su melodiosa estructura, y lo
aparta de la Vieja Guardia, cuya música se reduce a la de violines,
flautas y guitarras.
El bandoneón se incorpora como instrumento “decidor” en
las orquestas milongueras. Es puntal y voz del tango. Juan de
Dios Filiberto, inspirado autor de “Caminito” (que el tiempo ha bo-
rrado, que juntos un día nos viste pasar), escribe en sus pentagramas
música para el fuelle rezongón. Y se reinicia la tradición ilustre
de sus ejecutantes, tradición que empieza con Sebastián Ramos
Mejía, descendiente de esclavos, y culmina prodigiosamente con
Aníbal “Pichuco” Troilo; sin olvidar a Eduardo Arolas, apodado
“El Tigre”, quien muere joven, después del año veinte, en agrio
olor de malevaje.
En su tentativa de buscar el incierto origen del tango-can-
ción, Eduardo Vidart apunta en su ensayo gardeliano: “Cuando
el bandoneón y la orquesta se hacen presentes con su estudio
fraseo, la palabra cantada encuentra campo propio”. Duda, sin
embargo, a continuación:
“De pronto –dice– las cosas sucedieron al revés y la música se
hizo más pausada para escuchar la palabra, adaptando el instru-
mento a la cadencia de la voz humana”.
Angel Villoldo, “con pinta de criollo pobre”, surge a la fama
tanguera al despuntar el siglo. Villoldo es el más posible precur-
sor de la “canción ciudadana”; compone la música rauda de El
choclo y la letra de La morocha, sobre música del pianista Enrique
Soborido. Y canta y baila el tango este Villoldo –de frondosos
mostachos y cortito chambergo– con la mística convicción de que
la melodía porteña va a conquistar el mundo.

Y Carlitos Gardel
¿Basta todo lo anterior para entender e interpretar el “mito
Gardel”? No. No basta. Gardel es casi todo el tango, y el tango es
un universo profundo y difuso, con límites, leyes, gentes procli-
ves, frustración y miseria; algo así no se explica en unas cuantas

Diseño libro Miguel Alvarez.ind438 438 18/5/07 22:47:33


Forma y estilo del periodismo literario 439

cartillas sin método de análisis, un fichero, una auténtica voca-


ción de “compadrito”.
Para empezar, habría que situar al hombre en su espacio y en
su tiempo. Gardel es un inminente típico; uno de los centenares
de miles de inmigrantes que invaden súbitamente la capital ar-
gentina y a los cuales denota Julián Martel con su nacionalismo
de criollo exasperado.
Llamábase en realidad Charles Roumaldo Gardés, hijo de pa-
dre desconocido y de una madre planchadora (¿o lavandera?),
doña Berta. Todo un tango en sus comienzos, su vida y su que-
hacer irán a transcurrir bajo esa marca; sólo que, en su caso, la
marca se irá ennobleciendo como la de todo producto comercial
que persevera en el mercado, y al final tendrá un mágico –y trá-
gico– esplendor.
José Sebastián Tallón (El tango en su etapa de música prohibida,
1959), Julio Cortázar (Bestiario, Edit. Suramericana, 1951), Juan
José de Soiza Reilly (Crónicas de amor, de belleza y de sangre) y Juán
José Sebreli (Buenos Aires vida cotidiana y alienación), entre otros
muchos, describen con eficiente patetismo el ambiente lumpen
de las zonas ambiguas de Buenos Aires (el arrabal, las “orillas”),
donde la parte urbana se confunde con la rural, en un modo de
interpenetración cultural y humana que favorece la aventura y la
delincuencia. Allí nació el tango, como queda dicho; y allí nació
a la vida del arte popular, Gardel.
Gardel es, pues, un producto de “la orilla”, con una voz emo-
tiva, ancha, de versátil registro: todo el arrabal se identifica en ese
cantante, “de estilo nasal, apurado, agresivo, intrépido en su des-
valimiento”; con sus casas de pensión, figones, teatrillos, casas
de remate, puching-balls, orquestas callejeras, organitos, marine-
ros ebrios (los inmortaliza Héctor Pedro Blomberg), conventillos,
prostíbulos; matones, “guapos”, “compadres” (los canta Evaris-
to Carriego: “El barrio le admira. Cultor del coraje,/ conquistó a
la larga, renombre de osado;/ pues todo el Palermo de acción le
respeta/ y acata su fama, jamás desmentida”: Poesías, colección
Los libros del mirasol, Buenos Aires, 1964, p. 78); putas, mari-
cones, estafadores, percantas formayinas, otarios esgunfiadores, pun-
guistas engayolados, batilanas chivateadores, fumadores de opio...
La orilla más turbulenta será La Boca y el Dock Sur. Gardel,
del Abasto, será boquero bravo durante mucho tiempo...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind439 439 18/5/07 22:47:33


440 Miguel Álvarez de los Ríos

El morocho liquida la etapa milonguera de los payadores, re-


pentistas recursivos, analfabetos, rurales. Tipos como Betinot-
ti o de Eseiza, nada tienen que hacer cuando aparece el cantor
que representa la dramática transición de una sociedad que se
agrieta, puja, se revuelve en sí misma con un temblor sísmico:
la inmigración (1886-1889) subvierte el orden público, complica
los registros demográficos, sus estimativos lógicos y probables...
Aparece en las calles de la ciudad congestionada un personaje
típico, el “atorrante”, proliferan los crímenes, las asociaciones
delictivas, los suicidios, las violaciones, el robo a mano armada:
es el malevaje, que da origen al “guapo” y al “compadre”; que
destroza el idioma, porque supone que de esta forma empieza
a destruir el orden social: el lunfardo, esa germanía de presidio,
logra lo que no logran los árabes durante siete siglos en España,
deformar una lengua que se creía inmune a toda perversión.
Bien. Carlos Gardel (¿de Tolosa de Francia, de Tacuarembó
en el Uruguay, del propio Buenos Aires?), es uno de los contados
“malevos” que logra llegar por sí mismo, al solo conjuro de su
voz: “Gracias a ella, y solamente por ella, lo que canta es acepta-
do como arquetipo cultural, como mensaje verosímil”. El tango,
de origen lumpen, asciende en la escala social: se vuelve melodía
y “mensaje” de clase media. Sebreli amplía el concepto:
“A la alegría desenfrenada del tango de la Guardia Vieja, si-
gue la melancolía del tango lento, que acompaña la soledad de
la clase media: Cadícamo y Discépolo y después Manzi serán
sus poetas. La incomunicación sexual será el tema casi predomi-
nante, junto a otros típicamente pequeño-burgueses: la vuelta al
hogar, la juventud disipada, el honor perdido, la caída, la infide-
lidad conyugal”.
Gardel es el tipo de Buenos Aires, su juglar por excelencia,
su cantor por antonomasia. Hay, no obstante, a su lado, otro in-
mortal: Enrique Santos Discépolo (Discepolín). Ambos –Gardel
y Discépolo– son los dos revolucionarios del asunto, sin serlo
naturalmente desde el punto de vista humano e histórico. En un
momento dado, Discepolín logra captar toda la amarga frustra-
ción que hay en el tango y se convierte en su glorioso letrista,
porque lo traduce al lunfardo y lo “abaja” hasta los pies, para
subirlo luego hasta la boca. Y hasta el corazón. El tango es un
pensamiento triste que se baila, dirá en frase perentoria este bar-
do de arrabal y conventillo...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind440 440 18/5/07 22:47:33


Forma y estilo del periodismo literario 441

Gardel no lo secunda. Ni Discépolo. Los dos son una sola tris-


teza artística y humana:

“Cuando estén secas las pilas


de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...”
(Yira, Yira)
“Esta noche me emborracho,
me mamo bien mamao
pa’no pensar...”
(Esta noche me emborracho)
“Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que mata y el que jura
o está fuera de la ley... “
(Cambalache)
“Vos resultás haciendo
el moralista,
un disfrazao sin carnaval.
Lo que hace falta es empacar
mucha moneda, rifar el alma,
vender el corazón,
tirar la poca decencia que te
queda...”
(Que vachaché)
“Chorra, me robaste hasta el amor,
ahora tanto me asusta una mina
que si en la calle me afina
me pongo al lao e’l botón...
-Lo que más bronca me da
es haber sido tan gil...
Si hace un mes me desayuno
con lo que he sabido ayer,
no era a mí que me cachaban
tus rebusques de mujer:
Hoy me entero que tu mama,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind441 441 18/5/07 22:47:33


442 Miguel Álvarez de los Ríos

noble viuda de un guerrero,


fue la chorra de más fama
que pisó la 33.
Y he sabido que el guerrero,
que murió lleno de honor,
ni murió ni fue guerrero
como me engrupiste vos:
está en cana, prontuariado
como agente e’la camorra,
profesor de cachiporra,
malandrín y estafador...”
(Chorra)

He aquí la plebeyez literaria, la parda filosofía de estos dos


“compadritos”, Gardel y Discépolo. Las otras canciones de Gar-
del, las que no escribió Discépolo, salvo “Tomo y obligo” y dos o
tres “gotanes” de “pura calidad”, son fuleras.
Discepolín pudo también ser alguien, como Gardel, pero se
lo tragó la noche, que era su verdadera vocación: la noche de
suburbio, lechosa de niebla, apenas alumbrada por el farolillo
vagabundo de la esquina. Sobrevivió al “Zorzal” 16 años; murió
anónimo y pobre, en 1951, cantándole a Perón...
Gardel, vuelto cenizas hace ya cincuenta años, sigue siendo
víctima de los sociólogos marxistas, que lo sindican de aventure-
ro y oportunista: “Sólo se preocupó por la estabilidad de su pro-
pia situación ligándola con la estabilidad de la sociedad”, dicen.
Su vida, así tratada, fue también un tango burlón. Juan José
Sebreli es dilacerante:
“La compadrada de Gardel ingresando en los salones exclusi-
vos, más que un desafío constituye una confesión de impotencia,
el reconocimiento vergonzante de que se está fuera de la reali-
dad, de que la realidad son los otros, los burgueses honrados,
las familias legítimas, los que poseen fortuna y apellido, los que
tienen títulos, entre quienes Gardel no pudo adoptar sino la acti-
tud insolente del intruso”.
La misma compadrada acaba de hacerla en el Jockey Club de
Bogotá el tanguista Juan Carlos Godoy (El Tiempo, lunes 27 de
mayo de 1985, p. 8-C). Algo –mucho– va de Gardel a Godoy. Gar-
del es todo el tango. Nadie importa en su vasto pero exclusivo
mundo: ni Magaldi, ni Charlo, ni Irusta, ni Hugo del Carril... Lo

Diseño libro Miguel Alvarez.ind442 442 18/5/07 22:47:33


Forma y estilo del periodismo literario 443

demás en el tango es “el cabaret”, el fonógrafo, la orquesta típica,


la calle Corrientes...
–Maestro– le dije en Bogotá a Jorge Luis Borges. Usted dijo
una vez “esa ráfaga.... el tango”...
–Sí– me respondió. Pero yo estaba pensando en una milon-
ga.
¿Qué más? Muy poco. Tal vez responder con Barba Jacob, en
verso que parece de tango:
“Lo demás de mi vida no es sino aquel fatal amor...”

Revista Consigna, Año 9, No. 277,


Bogotá, junio de 1985

Diseño libro Miguel Alvarez.ind443 443 18/5/07 22:47:33


444 Miguel Álvarez de los Ríos

El imperio mundial de los poderes ocultos.

Que los hay, los hay

Satanismo, hechicería, brujería, magia de todos los colo-


res… Un mundo confundido, campo apropiado para la
profusión de rituales esotéricos y misteriosos, y sectas y
creencias en poderes y seres ocultos e, incluso, maléficos.
Luego de permanecer en E.U., el periodista y sociólogo
pasa revista a la proliferación inquietante en el mundo y
el país de supercherías y demonismos.

Jersey City, N. J., octubre 31 de 1996. Tétrica luna. Viento.


Caen, herrumbrosas, las hojas. Un frío con mil navajas taja la can-
tinela de la chiquillería: “Tri…cky…Tri…cky…Hallo…ween”.
Fiesta de brujas. Cruzan, en bandadas, la noche de New Jersey,
mujeres plenas, deslumbradoras, no esperpentos de Goya.
Y de brujos. Es medianoche. Un maduro ingeniero y su es-
posa reciben en su apacible casa victoriana una extraña visita.
Damas y caballeros de distintas edades. Elegantes atuendos de
penúltima moda; coches muy exclusivos, de marcas europeas. Es
gente rica y distinguida.
“¿Serán antisamperistas en el exilio? “, pregunto sigiloso.
“No”, me aclara el poeta Allan Bow, de Springfield, con quien
deambulo esta noche por la ciudad, que flota entre la niebla.
“¡Son brujos! “. Hacen parte, en efecto, de la hermandad del Sa-
cred Phallum, una de las muchas sectas neosatánicas que funcio-
nan en E.U, bajo la protección de la ley federal. En el portón de
los Summer –W. H. Summer, y Jill, padres de un abogado que
ejerce en Nueva York–, en lugar de la gorda calabaza con la vela
encendida adentro, ondea un banderín color naranja, atravesado
por un tridente negro. El grupo baja al sótano. Se abre allí un sa-
lón en penumbra con paredes forradas en crespón rojo. Brilla, al
fondo, un altar: sobre el ara perfuman tres macetas de rosas rojas

Diseño libro Miguel Alvarez.ind444 444 18/5/07 22:47:34


Forma y estilo del periodismo literario 445

y blancas, y en su centro, como en la mesa lírica del poeta Ángel


Montoya, el vino se rebosa de sus doradas copas. Un órgano in-
fructuoso toca a Bach. ¡Atención! ¡La señora Verano se dispone a
oficiar! Desnuda, sin más prendas que una pulsera de oro en su
muñeca izquierda y dos aros de esclava en sus tobillos. ¡Hem-
bra satánica! Lejos están sus días de juventud; en sus ojos azules
pugna una luz de otoño y aún son firmes sus carnes y turbadora
su belleza. Los pletóricos senos. La cadenciosa grupa. La larga y
rubia cabellera. Es la bruja mayor, la gran prostituta de Babilonia
toda ella encendida por un fuego diabólico.
¡Ah, sus manos de seda, sus dedos musicales y perversos! Mr.
Summer pregunta, desgarradoramente: “¿Oh, quién me devol-
verá a mi Jill?”. Es la parte sensible del ritual. Mientras tanto,
los demás se desnudan, lentos, meticulosos, delante del demonio
Babalon: una figura abyecta, que parece avanzar entre el humo
fragante del braserillo; energética y ufana, como un guerrero de
alcoba, con un arma descomunal.
“¡Señor, hénos aquí! “, dice la bruja Summer en tono teatral.
Al sur de Maryland, una recepcionista ahorca con hilaza a una
muñeca vudú y le clava agujas en el pecho, diciendo: “¡Qué dul-
ce es la venganza! “. La muñeca fue confeccionada con los panta-
loncillos de la presunta víctima. Pierre Ardau, –El houngan más
famoso de Long Island–, garantiza que una vudú–ragdoll, de las
que él elabora por encargo, jamás falla en el cobro de una deuda
de amor. Noches de plenilunio. Grazna, lúgubre, el cuervo. En
Oakland (California), en una antigua casa de suburbio, se dan
cita los Hijos de Casandra, para bailar, desnudos, la Danza de las
brujas y moler hasta la exasperación el grano fermentado de una
antigua canturia: “EKO, EKO Azarak, EKO, EKO Zomelak…”.
En Chicago funciona, desde hace treinta años, una extraña
academia: The pagan way school. Allí se aprende hechicería “con
artes de encantamiento” y ceremoniales de magia negra. El curso
dura seis meses. La Pagan ha “graduado” a más de mil perso-
nas del sólo estado de Illinois. En Detroit, hacen nubes las brujas
y los brujos; interpretan los sueños, las líneas de las manos, el
iris de los ojos y el “cuncho” del café o del chocolate. Mrs. Lucy
Quevedo, una atractiva vendedora de carros, los entrega “em-
brujados”, a gusto y satisfacción del comprador. En Lancaster
(Pennsylvania), entre incontables brujos, algunos de los cuales

Diseño libro Miguel Alvarez.ind445 445 18/5/07 22:47:34


446 Miguel Álvarez de los Ríos

afirman ser espectros de soldados de la guerra civil, sobresalen


Ted Sullivan. Hábil onicomántico, lee el futuro de los niños en los
trazos o yaz de las uñas, untadas previamente de aceite de hollín.
“Escuchad las palabras de la abuela, a quien los hombres llaman
Astarté, Melusina, Afrodita…”.
La brujería, como religión, aparece de nuevo en el Reino Uni-
do. Diferente y aún opuesta a la que se practica en los pueblos
africanos y en algunas aldeas del Mediterráneo, esta curiosa bru-
jería cuenta entre sus adeptos a médicos, abogados, maestros,
funcionarios oficiales e infinidad de amas de casa. Es una bruje-
ría como lo manda el diablo: predominantemente femenina (ya
decía Michelet: “Para un brujo, diez mil brujas”). Y feminista.
A los hombres se les prohíbe comer carne, beber vino y hacer el
amor con mujeres distintas a las propias. Las señoras, en cambio,
disfrutan de oprobiosas libertades: pueden incluso embriagarse
y tener varios amantes a la vez. Brujas y brujos oran todos los
días a la hora del Ángelus, y creen ciegamente en una vida eter-
na, si bien la imaginan de diversa manera: unos están seguros de
que, después de muertos, volverán a vivir en el cuerpo saludable
de otra persona; otros, más preocupados por el alma, proclaman
que la suya vivirá para siempre, fundida con la esencia de un po-
der absoluto y universal. Esta última creencia es, seguramente,
la misma de la “vuelta del espíritu en Dios”, en cuyas sombras
densas se disuelve en la nada la religión egipcia de la era faraó-
nica. La “ley contra las brujas”, que regía desde 1735, se abrogó
a mediados de este siglo. Hoy, en la Gran Bretaña, ningún rito
o creencia es ilegal.

Manera de vida
Durante los reinados de Jacobo I y de su hijo Carlos, Ingla-
terra quemó y llevó a la horca a setenta mil brujas. La última en
subir a la hoguera, al promediar 1648, fue Mary Alice Mollards,
una dulce muchacha que decía escuchar la voz de las estrellas.
Tres siglos y medio después, en esta nueva época isabelina, la
patria de Locke sigue discriminando a hebreos e irlandeses, po-
lacos e italianos, y a un millón de negros inmigrantes, no sólo
jamaiquinos sino pakistaníes. Para todos reserva los mismos
adjetivos: lazy, dirty, troublemaker, ignorant. Pero en cambio ce-
lebra y recomienda a trescientos mil brujos entreverados en su
población. “Somos una nación subordinada a las cosas peores, y

Diseño libro Miguel Alvarez.ind446 446 18/5/07 22:47:34


Forma y estilo del periodismo literario 447

nos dominan brujos y farsantes”, dice el crítico Ed Barker en su


famoso libro Servant Nation.
En Inglaterra, como en todo el mundo, la brujería y las para-
creencias parecen refundirse. Veamos estos botones: Alex San-
ders, preparador de filtros amorosos, reside en Motting Hill y
ha conseguido con su industria fama y fortuna. Los druidas, al
igual que hace mil años, llaman al Sol desde Parliament Hill: le
piden que abandone su palacio de nubes y bendiga a los hom-
bres con su mano amarilla. La Spook enterprise, que agremia a
los brujos y ocultistas de Ealing, anuncia en los periódicos de
Londres “armas muy efectivas contra vampiros y muertos exe-
crables que rondan en la noche”. La Aetheris society, con sede en
Liverpool, además de preciarse de haberles transmitido a los
Beatles sus mágicas canciones “que proceden del cielo”, afirma
que recibe instrucciones de dioses del espacio, para hacer que la
Tierra no sufra ningún daño, cuando Mercurio y Venus lleguen
a posiciones astrológicamente peligrosas. Cierto grupo de rock,
denominado Magik, dedica su trabajo a dos espíritus opuestos:
el arcángel Miguel y el demonio Asmodeo; cada una de sus pie-
zas musicales, tiene largos fragmentos en el supuesto idioma que
se hablaba en la Atlántida.
En las grandes ciudades, tanto como en las villas que bro-
tan de las landas, los espejos de los lagos y los verdes bosques
melancólicos, hay magos y hechiceros como arroz: yoguistas, ca-
balistas, espiritistas, quirománticos, “lectores” de la ceniza del
tabaco, intérpretes de los simbolismos mágicos y echadores de
cartas, especialmente del Tarot (en Manchester, donde es muy
ostensible el prejuicio racial contra los negros, “ejerce” Mark Ste-
vens, un brujo de color que goza de amplio prestigio entre los
blancos. Su principal receta es la “loción de olvido”; repugnante
cocción en miel de abejas de partículas de uñas y cabellos de la
misma persona que quiera sepultar un amor insufrible). Los es-
critores-brujos, no todos excelentes, venden su producción a bue-
nos precios; y en las enormes librerías de Londres se agotan las
sucesivas ediciones de los libros que escribió Aleister Crowley,
apodado así mismo “La gran bestia”, un aberrante brujo, escri-
tor y poeta decadente, quien falleció en Hastings hace cincuenta
años. El científico “ateo” Herbert Milowis Crawford protesta,
disgustado: “¡Vivimos en un mundo completamente loco! “.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind447 447 18/5/07 22:47:34


448 Miguel Álvarez de los Ríos

Según Germain Bazin, en la Francia de hoy no hay casi car-


tesianos; allí impera lo oculto, lo brujo, lo sobrenatural, no la
“diosa razón”. Aquel paraíso equívoco, cuestionado por el racio-
nalismo, es para los franceses, “único y fascinante”. Solamente
en París, dice Bazin, hay 11 mil astrólogos, videntes y hechice-
ros y no menos de cien sectas satánicas. Cerca de 10 millones
de alemanes, o son brujos auténticos, o partidarios de cualquier
forma de brujería. A esta conclusión ha llegado Horst Knau, no-
table antropólogo y sociólogo de Berlín y escritor habitual del
Die Zeit. Lo propio ocurre en Suiza, donde la brujería es pan y
queso diarios; en Polonia y los Países Bajos. En Holanda hay dos
templos para el culto a Satán, uno de ellos en Amsterdam. El otro
se levanta en Rotterdam, muy cerca de la estatua pensativa de
Erasmo, quien recomendaba la “Locura protectora” en lugar de
la “odiosa sabiduría”.
En Italia, la brujería compromete a ricos y pobres, a nobles y
plebeyos. (Al sur, en Sicilia, lo religioso se junta con lo brujeril.
Y es raro. Algunas personas invocan un profuso santoral, no en
el dialecto itálico común, sino en un inglés simple. Por ejemplo:
en una estancia oscura, y frente a un esqueleto bamboleante, así
se le reza a San Jorge: “…como salvaste la hija del rey del dra-
gón, aparta de mí la malevolencia”). La brujería caracterizaba la
zona meridional de Italia. Hoy avanza triunfante hacia el norte.
En Centro y Suramérica, el vudú es usual en Haití y otras islas
antillanas; lo mismo que los ritos, también de estirpe negra, en
ardientes regiones del Brasil. Pero la brujería tradicional hormi-
guea en toda el área.
Y según C.H. Wallace, autor de Brujería hoy en el mundo, quien
estudió los casos de Norteamérica y los de Panamá, Ecuador, Ar-
gentina y Bolivia, la brujería no podría erradicarse de esta por-
ción del globo como malsana planta alucinógena, porque es con-
substancial al alma popular y en casi todas partes se ha vuelto
un way of life.
Aquí y allá. En la clásica Europa y en la barroca América. En
el Asia. En el África. En la embrujante Oceanía, la brujería es flor
de todo clima, negra flor de misterio. Misterio de la vida y de la
muerte. En Roma, un hombre enfermo viola una sepultura, por-
que cree que su cuerpo sanará si toca por tres veces la mano de
un muerto; en tanto que en Circasia y Montenegro, en el Surocci-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind448 448 18/5/07 22:47:34


Forma y estilo del periodismo literario 449

dente de Colombia, pandillas reputadas de satánicas, asaltan los


cementerios de ambas poblaciones y realizan actos de hechicería,
con cráneos y huesos que exhuman de las tumbas.
En un jardín de Melbourne, alguien encuentra un corazón de
oveja erizado de espinas; y en la parte opuesta del mundo, en
León (Nicaragua), un gato degollado pendiente de una estaca se
desangra en la vuelta de un camino…

Mundo lunático
La fascinación por la brujería envuelve al mundo entero; ya
no hay persona o cosa que escape a su dominio. Después de lar-
gos años de su aparente desaparición, el fenómeno vuelve con la
postguerra: resurge, vigorosa, la astrología –rezago del mundo
inmaterial de Babilonia–, que se expresa rudimentariamente en
los horóscopos y, de modo más amplio, en las cartas astrales;
y reflorece el arte adivinatorio en sus mil modalidades. Pero la
brujería es un mundo infinito; para los analistas, va desde el sata-
nismo, que sacraliza el sexo, y la más primitiva hechicería, hasta
las prácticas “extrasensoriales” que efectuó el astronauta Edgar
Mitchell, a bordo de la Apolo XIV.
En E.U parte apreciable de esta actividad parece concentrarse
en las llamadas “librerías de brujos”. Una, muy prestigiosa, es el
Metaphysical Center de San Francisco, que vende cada mes el
setenta por ciento de su existencia. Allí, entre los libros, se dictan
clases de cartomancia y quiromancia y sobre “proyecciones as-
trales”, numerología y cábala; y allí también funciona una exóti-
ca tienda, con un amplio surtido de túnicas rituales, ropa interior
muy sexi (para brujas y brujos); amuletos, inciensos, perfumes
“hechizantes” y bolas de cristal de diferentes precios y tamaño.
Por otra parte, la creciente demanda de obras esotéricas, ha he-
cho que librerías tradicionales hayan modificado el género de su
mercancía.
La Scribner de Manhattan, por ejemplo, dedicada por mu-
chos años a vender textos de filosofía y de literatura religiosa, ha
matizado visiblemente sus estantes con libros de magia negra y
de brujería en general.
¿Le agradaría a usted viajar a Gran Bretaña en una excursión
de brujos? Puede hacerlo desde Nueva York. En las páginas de
The Occult Trade Journal se invita con regularidad a participar en

Diseño libro Miguel Alvarez.ind449 449 18/5/07 22:47:34


450 Miguel Álvarez de los Ríos

la gran Tournée síquica al Reino Unido, que auspicia una empresa


de aviación. Esta gira turística incluye una visita a un “centro
síquico curativo” en el país de Gales, una sesión de espiritismo
en Edimburgo y un día en Stonehenge con el jefe de los drui-
das. Cada excursionista recibe su ficha astronumerológica, y
las fechas de los vuelos se planifican astrológicamente para que
resulten seguros y divertidos. En términos comerciales, dice un
artículo de Time, la brujería descubrió lo que los alquimistas bus-
caron durante siglos: el poder de transformar los metales viles
en oro. “Es cierto, es un gran negocio”, admite el profesor Owen
Rachleff, autor de varios libros de ocultismo y quien dirigió un
curso sobre “Brujería, magia y astrología” en la Universidad de
Nueva York. “Pero a la brujería no puede mirársele por ese único
aspecto. Ni tampoco por el de la superstición ni la charlatanería;
su esencia es religiosa, además de que representa el más antiguo
intento del hombre por llegar a ser como Dios”.
En la antigüedad y en la época moderna; en Sicilia o en Nue-
va York, en París o en Bogotá, lo religioso y lo brujo se refunden
sin remedio. La diferencia es imperceptible y los magos suelen
borrarla cuando les dan a ambos asuntos un tratamiento igual o
conciliatorio. De todos modos, dirán, religión y brujería compar-
ten un mismo origen.
He aquí dos ejemplos, de allá y de aquí, o de aquí y allá; Sybil
Leek, la bruja más famosa de Miami, invoca simultáneamente en
sus oraciones a Cristo y al diablo, a la Virgen María y a la bruja
Artemisa. Y Regina XI, la colombiana, ahora tras las rejas, sigue
al pie de la letra a su colega norteamericana y le agrega, como
ella dice, “otro pitico de paganismo”: tiene en su sede de Bogotá
(calle 13, carreras 69 y 70), una tersa estatua de sí misma, desnu-
da, al pie de la cual meditan o rezan sus “iniciados”.
Más a menudo, sin embargo, la brujería se amalgama con
seudorreligiones y seudociencias y en ocasiones forman un todo
indivisible. Según el especialista Alejandro Vignate, el ciclo co-
mienza con las innumerables sectas que se desprenden de la Bi-
blia (un antropólogo alemán enumera más de 2.600 en el mundo)
y desciende hasta el curanderismo por métodos distintos a los de
la medicina clásica o natural. Miremos dos casos muy especiales:
el de George Roux y el de la Madre Jemanjá. Roux –un humilde
empleado de los Correos de Avignon– sorprendió un día a sus
amigos diciéndoles que él era el mismo Cristo redivivo; le creye-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind450 450 18/5/07 22:47:34


Forma y estilo del periodismo literario 451

ron y fundó, desde 1954, la hoy poderosa Iglesia Cristiana Uni-


versal. Sus “pastores” dicen curar el cáncer, la epilepsia y el sida,
que no son sino demonios metidos en el cuerpo de los enfermos.
A Roux lo han imitado en los últimos años otros cuarenta “Cris-
tos”, algunos de raza negra y la mayoría tan ignorantes, que no
inspiran amor o respeto sino compasión.
Por su parte, la “Madre Jemanjá”, Señora de las aguas, es objeto
de una veneración inequívocamente brujeril, con fiesta aparato-
sa la noche de San Silvestre, en el puerto de Dos Santos, en Brasil.
A Jemanjá se la identifica como mujer de Olurum, un dios tor-
mentoso y ubicuo, pues se le encuentra en los cuatro elementos,
cuyo edípico hijo, Orungan, creció y se hizo amante de su propia
madre. Jemanjá, la deidad femenina mayor de los cultos negros,
es bella, cimbreante, de cabellos verdosos, como algas. Pero ja-
más se le ha ocurrido hacerle un mínimo milagro a uno siquiera
de los 500 mil creyentes que imploran su bendición y sus favores
cada 31 de diciembre al filo de la medianoche, y arrojan, para que
ella las recoja, sus alhajas y monedas al mar.

En Colombia
En Colombia, la brujería prolifera como la verdolaga familiar;
es planta ruderal que prende y fertiliza entre los escombros del
amor y los intersticios de la política; aunque mejor parece ador-
midera, en cuanto su adicción conduce a una mentalidad irracio-
nal, muy favorable al pensamiento carente de rigor, coherencia y
objetividad, a la literatura sin contenido y, sobre todo, al mundo
profuso y difuso de los negocios.
Vamos otra vez con ejemplos: Cierta marca de jabón de to-
cador promete “el embrujo del mar Caribe” a quienes recojan
y envíen el mayor número de sus envolturas; se habla, en tér-
minos literarios, de la “magia del estilo”, de los “ojos brujos”
de una mujer, de que alguien “es un mago” para hacer dinero
(a los denominados narcotraficantes también se les ha llamado
de mejor manera: “mágicos”). Magia y brujería son, para este
efecto, términos afines y aun sinónimos, aunque difieran a la luz
de la semántica.
Ahora bien: como se trata de convertir en oro la escoria bruje-
ril que nos rodea y nos inunda, la industria y el comercio obran
en consecuencia y de consumo y los “vivos”, por su lado, hacen
su agosto.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind451 451 18/5/07 22:47:35


452 Miguel Álvarez de los Ríos

La vasta mina áurea que se funda sobre los supuestos de la


brujería –sin paralelo posible en el negocio convencional o que
presuma de servir las conveniencias prácticas–, ofrece entre no-
sotros, como en el resto del orbe, dos vertientes perfectamente
diferentes: la una, la constituyen los empresarios honorables
que apelan al expediente brujeril como delus bonus en su afán de
activar un mercado cada día más competido; la otra, la forman
los aprovechadores de varia suerte y condición. En el corchete
que abren los primeros, están insertos: los perfumes que, por su
misma naturaleza, son “mágicos” o “brujos”; cierta esencia muy
concentrada, para mujer, se denomina justamente magia negra;
joyas (anillos, dijes, aretes, pulseras, labrados con signos zodia-
cales), amuletos y talismanes con figuras de divinidades mito-
lógicas o de supuesta procedencia indígena; piedras preciosas
(hay un completo lapidario que va desde la tímida ágata, muy
favorable a las personas nacidas bajo los signos de Géminis y
Escorpión, hasta el equívoco zircón, que confiere habilidad en
los negocios, pasando por el diamante, exaltado en el Libro de
Ezequiel como símbolo de la tenacidad de los hebreos, pero fun-
damentalmente garantizado para preservar el amor y la felici-
dad; y la verde esmeralda, propicia a los nativos de Tauro, Cán-
cer, Libra y Sagitario y no tan favorable, como se ha visto, a los
mineros que la sacan de su pétreo seno en Boyacá); camisas y
blusas marcadas con emblemas brujeriles, ropa íntima femenina
con iguales características, para la magia o brujería sexual; lápi-
ces de labios, esmaltes para las uñas, pinturas y afeites diversos
(sombras, pestañinas, delineadores), capaces de transformar la
cara de una ingenua secretaria en la de una verdadera “bruja”;
bicicletas estáticas, para conservar la “magia” de la silueta, auto-
móviles, cajas de música, discos y casetes (grabados por el “bru-
jo” bisexual Michael Jackson, el “brujo” británico del “travestis-
mo” Boy George o la “bruja” negra Dona Summer); muebles,
lámparas, “apliques”, manjares “afrodisíacos” y, en suma, una
compleja totalidad de artículos, muchos de los cuales se reputan,
con razón de “brujos”, porque estimulan la vanidad o enervan
los sentidos.
En el segundo corchete se agolpan, en inevitable confusión:
yerbateros, mentalistas (como el “maestro Rondín”, de la carrera
9ª, No. 17-46 de Bogotá), grafólogos (que no lo son en el sentido

Diseño libro Miguel Alvarez.ind452 452 18/5/07 22:47:35


Forma y estilo del periodismo literario 453

técnico, como el llamado “profesor Kendur”, quien analiza la


caligrafía del consultante para luego aconsejarle sobre amigos,
enemigos y mujeres); el “Indio Ducuara” en Bogotá; el también
“aborigen”, “Indio Amazónico”, ahora con consultorio y bouti-
que en New York; el maestro Lester, vendedor del amuleto “Zi-
gurat”; la “Cruz magnética del gran poder”; los brazaletes “te-
rapéuticos” de cobre; los cursos de hipnotismo de veinte horas
y los de “sicotrónica”; el “Dije de los siete metales”, que vende
Gabriel Agudelo Velásquez en Bogotá; los grupos “mentalistas”
“Homero Serna”, Kalú, Jacusi, Marvela y Lovis, el “Profesor Ka-
lifa”, el “profesor Drackman”, la “Profesora Remediana”, todos
los cuales se comprometen a hacer regresar un amor ingrato o fu-
gitivo en nueve días; los neosatánicos de Pereira y los satánicos
del Quindío; los Krishnas, vendedores de incienso, con cabeza
rapada y balandranes de color curuba (sedes en las principales
ciudades del país y finca rural para meditaciones a un lado de
la carretera, cerca de Silvania, Cundinamarca); y los Yogas que,
junto con los Krishnas, prometen un tipo de resurrección distin-
to al que predican los brujos británicos (en este caso, la ascen-
sión del corpus gloriaficationis, el cuerpo sutilizado, en estado de
incorruptibilidad; la angelóloga Pilar Vargas, la astróloga Diana
Castro, la maga con espejos Elsa Vanegas; el tarot y sus “lecto-
res”; las lociones con insectos (cantáridas); los “ajos machos” (en
sarta, para el cuello de los niños con parásitos, y en el bolsillo de
atrás del pantalón, para hombres que aspiren a dominar varias
mujeres); los rosacruces; la aritmancia (adivinación por los nú-
meros); los “gregorianos” (seguidores de Gregorio Hernández,
el “Siervo” venezolano); o los vendedores de lotería que ofre-
cen invariablemente el número 13 o el que coincide con la fecha,
y sus compradores convencidos con el mismo expediente; los
bibliománticos; los gnósticos, difusores (¿y practicantes?) de la
alquimia sexual; la necromancia; los “gracias Espíritu Santo por
los favores recibidos”, en fin.
A esta, por supuesto, incompleta enumeración, habría que
agregarle las abundantes formas míticas que persisten en la ima-
ginación popular, porque, según el criterio totalizador de la an-
tropología moderna, también hacen parte de la brujería. Cite-
mos unas cuantas, de las incorporadas al folclor: el “Duende”,
de origen vasco, llamado en dicha región “Iretso” o “Iratxo”; ser

Diseño libro Miguel Alvarez.ind453 453 18/5/07 22:47:35


454 Miguel Álvarez de los Ríos

travieso y burlón que jamás causa males irreparables, aunque


trastorna el orden de la vida doméstica; la “Madremonte” y la
“Patasola”, que todavía meten miedo en los montes de Antio-
quia y el Gran Caldas; el “Muan” o “Mohán”, del Tolima y las
orillas del Magdalena; el “Cura sin cabeza”, de las carreteras y
algunos pueblos de Cundinamarca; la “Llorona loca”, que dicen
“sale en una calle de Tamalameque, con un tabaco prendido en
la boca” y el “Hombre-caimán”, cuyo prestigio pavoroso des-
bordaba los límites de Plato (Magdalena), antes que Lovecraft lo
multiplicara en los hombres saurios y mutantes de un apestoso
puerto de Massachusetts.
El progreso incontrolable de la brujería es, para muchos, un
retroceso que atribuyen a la desesperanza ante la quiebra ma-
nifiesta de las estructuras morales y sociales de nuestro tiempo.
Es consecuencia de la gran crisis: los valores desaparecen o se
subvierten y la humana criatura recurre a todas las fórmulas, de
preferencia a la brujería, para evadirse o consolarse. Sólo que la
brujería crea un mundo alucinante, cuyas “instituciones” o ti-
pos de “civilización” responden aún menos a las expectativas y
problemas del hombre. Para el sociólogo marxista E. Toreau, el
renacer de la brujería y su indudable consolidación en el crepús-
culo del siglo XX, es un fenómeno de alienación en la sociedad
capitalista, cuyo florecimiento fue imposible en la revolución.
Y los brujos se justifican en términos nietzschianos: “el poder
–dicen– es la razón fundamental de cualquier búsqueda mágica.
La brujería da libertad de hacer y de buscar lo que se quiera. Lo
demás, es sumisión. En la brujería uno tiene el control”. Final-
mente, la Iglesia Católica y, desde luego, la Protestante, son radi-
cales en su diagnóstico: “¡Todo es obra del demonio!”, gritan al
unísono. Probablemente tienen razón. Juan Pablo II, apoyado en
el Evangelio, recuerda que el diablo posee dos virtudes especia-
les: la de ser multitud (“…y Jesús le preguntó: ¿cuál es tu nom-
bre? Y él le dijo: ‘Legión es mi nombre porque somos muchos’”).
Y la de ser simpático. Satán es una figura llamativa para todo
el mundo. El poeta Milton lo convirtió en héroe. Mefistófeles,
amigo infernal del doctor Fausto, es uno de los más grandes pro-
tagonistas de la literatura universal. Pedro Gómez Valderrama
fue muy expresivo al mencionarlo: “Siempre tuve interés por el
diablo. Me pareció siempre un tipo muy especial, muy elegan-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind454 454 18/5/07 22:47:35


Forma y estilo del periodismo literario 455

te”. Y los Rolling Stones, apodados “sus satánicas majestades”,


lo invocan antes de dar comienzo a sus largos conciertos. Una de
sus piezas más celebradas se denomina justamente Simpatía por
el diablo. Como quiera que sea o pueda ser, el diablo mantiene y
afianza cada día su poder sobre el mundo de los hombres. Un
poder que comienza en edades remotas, que se acentúa en la
Edad Media y el Renacimiento y que, por lo visto, es hoy más
formidable que nunca.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 25 de mayo de 1997

Diseño libro Miguel Alvarez.ind455 455 18/5/07 22:47:35


456 Miguel Álvarez de los Ríos

Los amish:
Secta paralizada en el tiempo.
Viven como hace tres siglos

Celebración en la granja de Sam Euler, decano de los


amish. En marzo se conmemoró la llegada de la extraña
comunidad a E.U.

Gasas de niebla envuelven la ciudad y los campos que la


asedian, y el paisaje aterido se ve como a través de un cendal
transparente. Muy pronto, sin embargo, con el retorno de la pri-
mavera, el cielo se pondrá de un azul suave; las flores brotarán
hasta de los pantanos y las piedras, los árboles recobrarán sus
luminosas hojas verdes; el aire volverá a surtirse de trinos; y, más
tarde, entre el esplendor vivo del verano, las grandes plantacio-
nes de maíz cubrirán palmo a palmo las tierras de labranza hasta
los horizontes remotos.
Cabriolés y carretas han venido rodando –saltando por cami-
nos bloqueados por el hielo– antes de detenerse junto a la enor-
me casa, de falso estilo georgiano, que trata de ocultarse entre un
bosque de abetos; casa de doble planta, ventanas inexpresivas y
ancho portón de madera claveteada. En su interior es vulgar y
monótona, carente de personalidad, pero esta noche de conme-
moración, a la luz titubeante de innumerables velas, parece que
estuviera estrenando alma, y su atmósfera es tibia y francamente
acogedora.
El festín se aproxima. La mesa de banquetes, hecha de tosco
pino, desbordada de primores gastronómicos (salmón relleno
con crema de cangrejo, gelatina de pavo, pernil de cerdo sazona-
do en almíbar con ciruelas, en fin, un verdadero alarde de sabi-
duría y gracia en ese arte sutilísimo de la buena cocina); además,
gran variedad de quesos importados, tortas de chocolate y de
vainilla, confites, gollerías, uvas de California, bananos del Cari-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind456 456 18/5/07 22:47:35


Forma y estilo del periodismo literario 457

be colombiano, y para completar esta delicia, suficientes botellas


de un apacible vino color ámbar, del que algo me dice que es la
especialidad de la casa. Los invitados, hombres y mujeres, toman
asiento en puestos previamente señalados con sus nombres, y el
viejo Euler, antes de sentarse a manteles, alto y flaco, “su figu-
ra finge lo espiritual”, de inextricables barbas, y en un dialecto
arduo mitad slang inglés y mitad holandés, da gracias al Señor
“por los inmerecidos beneficios” que ha concedido a la “familia
amish” e implora, con voz lenta, su misericordia para los parias
que andan a la deriva por el mundo sin alimento y sin abrigo y,
sobre todo, sin esperanzas.
Todos comen con mucha convicción, y hablan, en el mismo
dialecto del patriarca, sobre temas sin importancia (la última tor-
menta de nieve, el potro que nació el día en que Bush asumió la
Presidencia, una boda cercana; aunque la mayoría maneja con
propiedad un alemán corriente, sólo usa este idioma en las horas
de la noche, para leer la Biblia). En todo caso, nadie habla de
política, ni de ciencias abstractas, ni de técnicas distintas a las
rudimentarias del campo, no porque a dichas cosas las presuman
inútiles o perjudiciales, sino porque los amish consideran que
ningún ser humano tiene derecho a saber más de la cuenta; la
sabiduría, dicen, es algo privativo de Dios.

Secta suiza
Los amish proceden de los mennonitas; la secta fue fundada
por el obispo suizo Jacobo Amman, al promediar 1693. Los men-
nonitas, sujetos saludables, laboriosos, pacíficos, con un alma
benévola que los ha sustraído del ritmo utilitario y pagano en el
que gira el resto de los hombres, encarnan para muchos analistas
religiosos, la quintaesencia, el extracto más puro que es posible
encontrar de la Reforma luterana después de transcurridos poco
menos de quinientos años. Deben su nombre a quien fundó el
movimiento y adoctrinó a sus primeros catecúmenos: el relapso
holandés Menno Simonsz, más conocido por sus detractores, e
inscrito en los registros negros del Vaticano, como ‘Mennon el
Pérfido’. En cambio, su conservadurismo de puerta cerrada y
trancada por dentro lo atribuyen los mismos analistas al hecho
de que los primeros mennonitas, que supuestamente eran más
liberales, buscando fortalecerse ante un enemigo poderoso cada

Diseño libro Miguel Alvarez.ind457 457 18/5/07 22:47:35


458 Miguel Álvarez de los Ríos

día más fanático e intolerante, se refundieron en una sola agru-


pación con el segmento más reaccionario de los anabaptistas de
Amsterdam. Los amish son los hijos ricos de los mennonitas po-
bres, así como los nativos del Gran Caldas somos los hijos pobres
de los antioqueños ricos.
Desde el crepúsculo del siglo XVII, y hasta ya bien altas las
luces del XVIII, sus creencias y prácticas se difundieron por Eu-
ropa, en medio de la más encarnizada oposición. Centenares de
amish acusados de herejes fueron quemados vivos o desollados
y untados con sal revuelta con vinagre, o empalados, o metidos
en sacos de estameña y arrojados al mar. Unos cuantos miles lo-
graron huir de Suiza y buscaron refugio en el Palatinado. Pero la
Guerra de los Treinta Años, que fue cruel e interminable, el acoso
sin tregua de que siguieron siendo víctimas en el exilio, la peste
que asoló al Valle del Rhin hasta dejar convertido aquel paraíso
en un valle de lágrimas, y un diccionario completo de enferme-
dades endémicas que empezaron a pulular en el campo aban-
donado de la miseria y la desolación reinantes, redujeron esta
noble humanidad a una minoría hambrienta y zarrapastrosa, y
peor aún, sin patria. Los amish pudieron haber llegado al límite
de su resistencia física ante los embates del dolor y el sufrimien-
to, mas conservaban intactas sus defensas interiores, las raíces
espirituales de una fe tan extrema que parece irracional. Así que
decidieron emigrar por segunda vez, en esta oportunidad, hacia
el Nuevo Mundo.
Se hicieron a la mar el 5 de diciembre de 1729, y el 2 de marzo
de 1730, casi medio siglo antes de que Jefferson redactara e hi-
ciera aprobar de las 13 colonias sublevadas contra el despotismo
británico, su gloriosa Declaración del 4 de julio; y más de cien
años antes de que la formidable poetisa Emily Dickinson pulsara
su lira de oro –tan pura y melodiosa como la de Garcilaso y como
la de éste, intimista y afectiva y plena de vigor en la exaltación de
la tierra–, para entonar aquella histórica balada en la que incita a
los hombres del mundo a venir de todos los confines a pedirle su
bolsa al Tío Sam, porque “el Tío Sam es rico y a todos os puede
dar su bolsa”, los amish sobrevivientes, tocados con sus negros
sombreros de ala plana, el dedo índice metido entre las hojas de
la Biblia, y ellos y sus mujeres y sus hijos con la trémula flor de
una oración en los labios, desembarcaron en la bahía de Mas-
sachussetts.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind458 458 18/5/07 22:47:36


Forma y estilo del periodismo literario 459

Una rareza
Hoy, al cabo de 271 años de haberse establecido en lo que
poco tiempo después de su llegada fueron los Estados Unidos,
los amish norteamericanos pueden ser más de un centenar de
miles de individuos distribuidos en prósperas colonias, princi-
palmente en los estados de Pennsylvania, Ohio, Illinois, Kansas
y Missouri.
Su modelo de vida es, ciertamente, una rareza. A muchos nos
sigue sorprendiendo que en tanto tiempo de residir en un país
cuya filosofía liberal dista tanto de parecerse a la suya, esta gente
no haya modificado en lo más mínimo ni sus normas de conduc-
ta, ni sus costumbres, ni la moda de sus vestidos, ni su criterio
acerca de la riqueza y la ganancia, ni mucho menos sus princi-
pios religiosos. Viven como en el siglo XVII. El progreso material
es para ellos un fenómeno que se opone al progreso espiritual.
Postulan que todas las cosas que rodean a la humana criatura,
deben permanecer inmutables, en tanto esa sea la voluntad de
Dios. Excelentes agricultores, dueños de considerables extensio-
nes que cultivan y hacen rendir al máximo con métodos anticua-
dos que exigen un gran esfuerzo personal, jamás enajenan sus
propiedades y, por el contrario, adquieren nuevos predios cada
vez que sus ahorros se los permite.
Pero una de las cosas que más sorprende en la vida econó-
mica de estos campesinos, es que venden lo que cosechan, por
ejemplo el maíz que recogen en cantidades incalculables, a un
precio más bajo que su costo. Los amish observan a este respecto
que el valor de su trabajo, que es el que no agregan a sus pre-
cios de venta, apenas representa un pequeño aporte que todos
los miembros de la comunidad están obligados a hacer para la
empresa que ellos estiman más importante: la salvación de sus
almas. Son malos compradores y, por tanto, es muy exiguo el
monto de lo que suelen adquirir en el mercado en ropa, efectos
personales y subsistencias, y sus gastos excesivos, como los que
ha ocasionado la recepción de esta noche, no son frecuentes. Por
lo demás, los amish consumen parte importante de lo que pro-
ducen sus granjas: cereales, fríjoles, verduras, raíces salutíferas,
tallos suculentos, frutas, ganado, leche, cerdos, pollos, gallinas,
huevos; otra parte, la intercambian entre ellos, y los últimos ex-
cedentes de producción, los venden libremente. De modo que

Diseño libro Miguel Alvarez.ind459 459 18/5/07 22:47:36


460 Miguel Álvarez de los Ríos

desenvuelven sus actividades dentro de un sistema de economía


cerrada en el que el dinero no es absolutamente indispensable.
En materia de religión, siguen aún al pie de la letra las ense-
ñanzas de Lutero. Ningún poder, ninguna coacción civil o mili-
tar sería capaz de doblegar el alma de los amish o torcer el nor-
te de sus convicciones profundas. Ninguna provocación altera
su ecuanimidad. No aceptan intermediarios entre el hombre y
la Divinidad. Ni fundan o erigen templos para rituales que no
practican. Condenan la guerra, la pena de muerte y los juramen-
tos que pongan por testigo a Dios. Y, bajo ninguna circunstancia,
ni compelidos por ningún apremio, toman las armas. De ahí que
en las distintas conflagraciones en que E.U. ha intervenido, los
amish hayan sido destinados a unidades no combatientes.
Cuando el visitante llega a sus extensos territorios, descubre
con perplejidad una humanidad de otros tiempos extraviada en
el presente. Seres excéntricos que odian la electricidad y, por su-
puesto, la totalidad de inventos que requieren dicha energía. En
sus casas no hay radios, ni televisores, ni refrigeradores, ni estu-
fas, ni ventiladores, ni aire acondicionado. Detestan el teléfono
y ni siquiera conocen el fax. No pueden leer ningún libro, con
excepción de la Biblia. Execran los aviones y los automotores.
Para su transporte, y para las faenas del campo, utilizan vehícu-
los tirados por robustos caballos. Los carros “particulares’ de los
jóvenes son cabriolés descubiertos; los de las personas mayores,
coches cerrados; todos construidos de forma rudimentaria, con
un modelo invariable de coches antiquísimos y pintados todos
de un mismo color.
El aspecto personal, y sus atuendos, en hombres y mujeres
traducen también su tradicionalismo o, mejor, su puritanismo
exagerado. Los varones llevan el pelo largo. Si están solteros,
pueden afeitarse con regularidad; si contraen matrimonio, están
obligados a dejarse la barba. Sus pantalones y chaquetas carecen
de forros, y seguramente para significar la voluntad de quien los
usa de no poseer nada o muy poco, carecen, además, de bolsillos
exteriores. En el invierno, jóvenes y viejos se tocan con sombre-
ros de fieltro negro, y en el verano, con sombreros blancos, de
paja. Las mujeres se visten todas igual. Para sus trajes no usan
sino tres colores: negro, azul oscuro y gris. Las casadas llevan
delantales blancos con rayas negras; las jóvenes, los mismos de-
lantales, completamente blancos. Ninguna puede cortarse los

Diseño libro Miguel Alvarez.ind460 460 18/5/07 22:47:36


Forma y estilo del periodismo literario 461

cabellos o rizárselos. Todas deben hacerse un peinado sencillo y


cubrirse la cabeza con gorros idénticos. Naturalmente, todas lle-
gan vírgenes al tálamo nupcial. Las joyas están prohibidas para
hombres y mujeres. Inclusive los relojes. Si los amish desean sa-
ber la hora, deben calcular por la situación del sol o la densidad
de la bruma.
Cada mes tiene para los amish una específica destinación.
Enero, para la compra de tierras; febrero, para la confección de
vestidos; marzo, para las labores del campo; abril, para intensi-
ficar las plegarias; mayo, para la reparación de sus casas y sus
elementos de trabajo; junio y julio, para emprender nuevas cons-
trucciones en sus granjas, si son necesarias; agosto, para la re-
colección de las cosechas; septiembre, para los rodeos con toros
y caballos cerreros, y octubre, noviembre y diciembre, para la
celebración de matrimonios y la organización de reuniones fa-
miliares.
Las normas de conducta, los reglamentos estrictos y los usos
sociales de los amish, se transmiten de padres a hijos desde hace
trescientos años. Quien no los respete, es expulsado de la comu-
nidad. Son muy contadas, sin embargo, las deserciones o los ca-
sos de desobediencia. La sentenciosa gravedad, las constantes
alusiones a los pasajes bíblicos y el tono de predicadores que
adoptan los padres para dirigirse a sus hijos, no alteran la armo-
nía ni las relaciones hogareñas. Formadas con la misma mentali-
dad, sometidas todas a invariables condiciones de existencia, en
las generaciones amish no se producen rupturas, ni se registra el
histórico “pleito” común en las demás sociedades.
La cena ha terminado. Antes de retirar los platos para lavar-
los en el barreño situado a continuación del comedor, cantan
himnos en los que evocan, con voces dolientes, las persecuciones
sufridas por sus ancestros, antes de haber encontrado el camino
de América. Se encargan a continuación del aseo general y, por
último, empiezan a desfilar hacia sus coches, en perfecto orden,
con la conciencia tranquila y seguramente felices de poseer este
hermoso refugio que, a fuerza de trabajo y de fe en el Señor, han
logrado edificar en medio de la crueldad y la miseria del mun-
do.
Lancaster (Pennsylvania)
Lecturas Dominicales de El Tiempo,
Bogotá, 13 de mayo de 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind461 461 18/5/07 22:47:36


462 Miguel Álvarez de los Ríos

50 años del canto de Escalona

Según su brillante biógrafa Consuelo Araújonoguera, Escalo-


na compuso los primeros cantos (y algunos de sus mejores) antes
de 1950, cuando el artista le sacaba el jugo a su rumbera juven-
tud y, para conseguir unos fines no propiamente académicos:
“Como yo no tengo diploma de bachiller / en el Valle dicen que
no puedo enamorar…”, pugnaba por coronar sus estudios de se-
cundaria; pero en la parte andina de Colombia, que los aclamó
fervorosamente y desde donde se proyectaron al resto del mun-
do, dichos cantos sólo empezaron a escucharse del 50 al 60. Ya se
conocían, por supuesto, desde hacía poco, las canciones –propias
y ajenas– de Buitrago “La víspera de año nuevo”, “Las mujeres
a mí no me quieren”, “El huerfanito”, “La hija de mi comadre”,
“El ron de vinola”, “Compae Heliodoro”, en fin, la explícita y
pegajosa “Dame tu mujer, José”, contra la cual tronaban desde
los púlpitos, y en el estilo y el tono del músico cienaguero, la
primera versión memorable de “La gota fría”, con el impropio
nombre de “Qué criterio”.
Días acerbos. Luto. Desolación. La violencia, esa bestia apo-
calíptica, dejaba su ominosa huella en los campos y en las ciuda-
des. En el Caldas todavía intacto (entonces nadie hablaba de ‘Eje
Cafetero’, cognomento atribuible al ruinoso monocultivo y que,
en rigor, englobaría una mayor porción geográfica), continuába-
mos trillando el mismo grano melódico de nuestros padres antio-
queños, caucanos y tolimenses, esto es, el mestizo bambuco, con
sus características esenciales, la síncopa y el rasgueo del tiple, y
el aculturado pasillo. Sus notas recogían el natural melancólico
de la raza (infiltrada para siempre de la trágica solemnidad del
monte), y a última hora también, la indignación que nos causa-
ban el crimen y el oprobio cotidianos, todo lo cual gemía en los
diapasones con amargos temblores, con clamorosas lágrimas.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind462 462 18/5/07 22:47:36


Forma y estilo del periodismo literario 463

Un día sonó en la radio, y se multiplicó en los bailaderos y las


cantinas y su oleaje melódico y rítmico llegó hasta la penumbra
de los clubes sociales, cierta cancioncilla, alada y ligera:

Yo vengo a darte mi despedida


con este merengue sentimental,
para que sepas Maye querida
que yo me voy de Valledupar...

Era “La Maye”, ofrenda y notificación; su encanto, como el de


la flor –flor que volaba con el viento–, nacía no sólo de su belleza,
sino de su sencillez, de su perfecta elaboración. Letra sin piruetas
prosódicas, sin filigranas culturales; logro genuino e inimitable
de sobriedad expresiva, con las fórmulas naturales y consuetu-
dinarias del hombre; música viva, a borbollones, como agua de
surtidor, o en abanicos de cristal, con un exacto timbre en sus
notas, con una cadencia y un ritmo envolventes.

Ponte mi Maye ese trajecito


que tú te ponías cuando me esperabas,
ese que tiene flores pintadas,
dos mariposas y un pajarito.

Apoteosis de la ternura. Ella y su traje inocente. Cielo que


vibra entre los dardos y las ráfagas del verano. La avidez, su
acuciante ardor. Nostalgia que se anticipa en miel de frutas tro-
picales. Meses más tarde oiríamos “El testamento”, otra página
primorosa, de rara originalidad. Los expertos, al escucharla con
mejor percepción crítica, coincidieron en afirmar que estábamos
asistiendo a un nuevo amanecer de la lírica popular:
Oye, morenita, te vas a quedar muy sola
porque anoche dijo el radio
que abrieron el Liceo.
Como es estudiante, ya se va Escalona,
pero de recuerdo te deja un paseo...

En medio de la zozobra reinante, estas hermosas canciones,


dotadas de una desbordante fuerza poética, abrieron una brecha
de alegría. Fueron cual lluvia de rocío sobre las almas marchitas
por la cal negra de la muerte. Tras ellas, todos adivinamos no

Diseño libro Miguel Alvarez.ind463 463 18/5/07 22:47:36


464 Miguel Álvarez de los Ríos

otro espíritu trémulo, indeciso como el nuestro, estupefacto ante


el dolor de la patria martirizada, sino un espíritu enhiesto, vivaz,
lleno de esplendor y tenuemente rizado, como el agua de los la-
gos, por ondas luminosas de elegante melancolía.
Después de “La Maye” y “El testamento” siguieron afluyen-
do al país andino otras muchas composiciones que se identifica-
ban entre sí por una misma línea de inspiración, por un mismo
colorido y una misma intención afectuosa o de crítica social. Las
difundían las radiodifusoras, las repetían en los establecimientos
públicos, las ejecutaban las orquestas en los centros más exclu-
sivos, las silbaban los transeúntes, y en menos que canta un ga-
llo, terminaron por integrarse, con su alegre desenfado y la tersa
geometría de sus tiempos y compases, al monótono repertorio
musical de nuestras gentes. Tales fueron, entre otras: “Miguel
Canales”, “El gavilán cebado”, “La custodia de Badillo” (“... Se
la llevaron, se la llevaron / se la llevaron, / ya se perdió. Lo que
pasa es que la tiene un ratero honrado, / lo que ocurre es que un
honrado se la llevó...); “El playonero” (“... Yo dejé una playonera
/ ay, llorándome en el Playón, / pero me traje su huella / hom-
be, pintada en el corazón...” ), y la suntuosa “Casa en el aire”, el
primero de dos cantos (el otro es “Rosamaría”, también llamado
“El manantial”), en los que crepita el encendimiento de la entre-
ga paternal; “Casa en el aire”, decía, de insuperable arquitectura,
hecha con materiales de ilusión, y con la ayuda de Dios y de sus
ángeles, con un contenido espiritual y una coruscante gracia, di-
fícilmente repetibles:
Te voy a hacer una casa en el aire
y solamente pa’ que vivas tú:
después le pongo un letrero bien grande
con nubes blancas que diga Ada Luz.
El que no vuela no sube
a ver a Ada Luz en las nubes;
el que no vuela no llega allá
a ver a Ada Luz en la inmensidad...
Entonces sí, la curiosidad general –que se había empeñado
en lograrlo– pudo identificar al compositor: se llamaba Rafael
(Rafael Calixto) Escalona Martínez y era un hidalgo y joven hom-
bre oriundo de Patillal y residente en Valledupar. Cuyos versos y
cuya música traían especialmente nítido un mensaje geográfico

Diseño libro Miguel Alvarez.ind464 464 18/5/07 22:47:36


Forma y estilo del periodismo literario 465

todavía incomprensible para los nativos del interior. ¡El Valle de


Upar! Allá, en las delirantes extensiones del Magdalena. Tierras
de fábula, de ensueño, de ardiente voluptuosidad. Vastas pra-
deras lujuriosas. Fértiles campos de labranza, aureolados hasta
el crepúsculo por horizontes de fuego. Tierras de prodigio y de
magia, muchos años después abiertas a la curiosidad del mundo
por una de las más grandes epopeyas literarias del siglo XX. Tie-
rras de cuya luz deslumbradora y de cuyos ríos opulentos emer-
gía, como un vaho incesante, el tropel de los bellos mitos, alma y
materia de su folclor. (No sé si a otros les ocurra, pero a mí suele
acontecerme que, aun después de haber conocido su ubicación
planetaria, de saber de sus riquezas y sobre el noble abolengo
del grupo humano que la habita, o acaso por esto mismo, que ya
es una enormidad en términos sociológicos, cuando pienso en
el Cesar, y en toda la costa Caribe, me domina la fantasía. Una
neblina alucinante cubre mi imaginación, y no la veo cual es, con
sus fallas y sus ventajas, como cualquiera otra región del terri-
torio nacional, o en su trágica realidad de provincia maltratada
por los poderes centrales, sino en su transfiguración de comarca
de leyendas, nimbada por los resplandores de una portentosa
novela y por el embrujo enervante de su arte musical).
Además de haber plantado la bandera de su música en todos
los puntos del país (incluso en el Valle del Cauca y, especialmen-
te en su capital, la salsa ha cedido terreno ante el empuje del
vallenato), Escalona es el creador de una lírica popular que sor-
prende por sus hallazgos, su precisión, su graficidad:
...Lo mismo que la del toro
cuando pisa en el playón,
deja su huella en el lodo
en forma de corazón...
O bien:
... Solamente me queda el recuerdo de tu voz
como el ave que canta en la selva y no se ve…
Una lírica cristalina, dúctil, pictórica, fulgente; lírica que adop-
ta el paisaje como espejo y proyección de los sentimientos huma-
nos, sin agrandar ni disminuir el tamaño de las imágenes que
encarnan o simbolizan sus fijaciones sicológicas:
... En las aguas del Orinoco,
en las aguas del Orinoco

Diseño libro Miguel Alvarez.ind465 465 18/5/07 22:47:37


466 Miguel Álvarez de los Ríos

y en las aguas del Amazonas,


le dirán que andaba Escalona
más desesperado que un loco,
pues mi amor es más tormentoso
que las aguas del Amazonas...
Su idea fundamental es la exaltación de lo común, de lo ha-
bitual, de lo cotidiano, al mismo rango expresivo de lo erudito y
aristocrático. Para esta lírica singular, no hay voces nobles y vo-
ces plebeyas, vocablos ‘ricos’ y vocablos ‘pobres’; en la sociedad
de su léxico no impera un régimen de clases y categorías eufóni-
cas: las palabras todas son iguales en su valor y en su eficiencia,
y todas, o casi todas, resultan insustituibles en la armoniosa or-
ganización que es cada una de las canciones en que se expresa y
eterniza. Esta lírica tiene el sonido, y jamás excede el color –que
es el color de la tierra, de la proximidad, de las emociones san-
guíneas, según el discurrir de Spengler–, de las palabras usuales
y sustanciales de la existencia: hombre, mujer, deseo, amor, do-
lor, trabajo, animal, agua, fuego, viento, alegría, nostalgia, cuya
acuñación poemática le confiere el habla común una inusitada
prestancia. El gran orfebre –el taumaturgo– que es Escalona, no
desdeña ningún vocablo en su estupenda joyería lírica; aun el
término más prosaico, o el burdo neologismo, tienen para él un
valor único, una carga conceptual que no posee ningún otro:
...Qué animal, qué animal tan
bronquinoso,
qué animal, qué animal tan buscapleito.
Seguro si fuera otro,
los seis tiros se los meto...

Escalona tampoco encubre su condición de ser humano en su


vida particular, ante ninguna exigencia familiar, social o artística.
La realidad es el hombre mismo, opina con el filósofo. De ahí
que su romanticismo, en relación con la mujer, lo haya vivido y
padecido terrenal e impetuosamente. A lo largo de los años, su
amor estuvo signado por el fátum de la brevedad. Sin embargo,
no ha sido un don Juan, el individuo obsesionado por afirmarse
vitalmente sobre las ruinas del amor o los apremios del instinto.
Las mujeres le fueron llegando, y fueron pasando por su vida, y
en cada una encontró un fragmento de ese amor rutilante y único

Diseño libro Miguel Alvarez.ind466 466 18/5/07 22:47:37


Forma y estilo del periodismo literario 467

que él buscaba agónicamente, no como valor abstracto o catego-


ría filosófica, sino real, palpitante, personificado en la hembra,
en la mujer de carne y hueso; convencido hasta el desengaño de
que no hay un sólo amor, ni existe el amor eterno: hay uno y
otros amores, fugaces y sucesivos, cambiantes, alternativos, a los
que arrastran en cada caso las aguas tristes del olvido o las aguas
pálidas de la muerte.
Bien. Aunque no es el inventor del género musical que hoy se
llama ‘vallenato’ y que, según los especialistas, involucra cuatro
ritmos: paseo, son, merengue y puya, los cuatro con el mismo
clima, aunque con diferente pulsación, sí es, y nadie lo discute, el
más inspirado cultor, el más eximio de los creadores que hayan
sido o que lo sean, de este arte mágico, incomparable; el gran
cronista musical de su tierra maravillosa, cuyas figuras y cuyos
hechos ha trasladado a sus canciones. Canciones que, aunque di-
bujan un ámbito determinado y unas historias ocurridas en dos
o tres puntos geográficos del gran espacio nacional, son luz y
música de toda Colombia, porque en todas ellas resuena el alma
sencilla de la nación; y porque en todas nuestras latitudes, aquel
ámbito circunscrito se asimila al ámbito propio y aquellas gratas
historias se consideran como ocurridas en cada localidad. El úni-
co de nuestros ‘aires’ con audiencia internacional, es el grandioso
vallenato, en primer lugar el de Escalona. García Márquez escu-
chó las notas de Miguel Canales, en una estación de tren checa;
Carranza fue sorprendido, en un café de Lisboa, con las notas de
“La brasileña”; Alfonso Bonilla Aragón, en Buenos Aires, alcanzó
a oír, con música y letra, el doliente merengue “Honda herida”.
... Ay, ay, ay, ay, me estoy muriendo,
ay, ay, ay, ay tengo un dolor,
como tú sabes que te quiero,
por eso te ves de ocasión...
Y el escritor de esta nota y Eu, su mujer, escucharon emocio-
nados, a principios del reciente junio, en un cenadero de Amster-
dam, en un español empedrado pero con música suavísima, la
“Elegía a Jaime Molina”:
Recuerdo que Jaime Molina
cuando estaba borracho,
ponía esta condición:
que si yo moría primero él me hacía un retrato,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind467 467 18/5/07 22:47:37


468 Miguel Álvarez de los Ríos

o si él se moría primero yo le sacaba un son.


Ahora prefiero esa condición,
que él me hiciera el retrato
y no sacarle el son…
El maestro Rafael Escalona, por su sentimiento poético –por
su hermosa alma desbordada–, por la fuerza de su carácter, por
la fe emersoniana en sus propios ideales y por su amor a la liber-
tad, es una fuerza concentrada, vehemente de la raza. Y, como se
ha dicho de otros, acaso con menos razón, una egregia culmina-
ción del espíritu nacional, de la que brota una luz intensa que ha
alcanzado a iluminar todos los paisajes de la patria.

Lecturas Dominicales de El Tiempo,


Bogotá, 11 de noviembre de 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind468 468 18/5/07 22:47:37


Forma y estilo del periodismo literario 469

Entre Heráclito y Ortega:


¿Amor fugaz? ¿Amor eterno?*

Hablando sobre Escalona recordaba yo en El Tiempo algo aflic-


tivo sobre el amor y, acaso también, sobre la mujer; y al cabo de
las quinientas, una buena amiga mía, a quien no veo desde hace
años, me llamó para reprocharme mi “equivocado concepto” so-
bre la pasión amorosa y el adorable sexo débil que la inspira y la
simboliza.
Mi amiga ha amado con locura, ama y no dejará de amar. Mo-
derna Eugenia Grandet, su ser desborda de amor –de un amor
firme, integral, invulnerable al olvido y a los vaivenes del cora-
zón–; dentro de su alma ardiente, dentro de su sicología, no cabe
sino la imagen del amor perdurable y único. Me ha pedido una
explicación y, ex toto corde, voy a dársela.
La sentencia sobre el amor que ha motivado su protesta, la
de que no hay un amor eterno sino amores sucesivos, fugaces,
contradictorios y superpuestos unos a otros, que afectan ser uno
solo en el curso de nuestra vida, no es de este exiguo pensador,
ni es tampoco del autor de los cantos vallenatos, que han puesto
un toque de luz al rostro fusco de la patria; es de alguien más
ilustre, el ensimismado Heráclito, y se encuentra, entremezclada,
en el caudal de su ciencia, sobre la mutabilidad de los seres y las
cosas –en las aguas de su río, amargas, vertiginosas–. Todo fluye,
todo cambia. No hay sentimientos eternos y el del amor no es la
excepción…

* Apostilla: Confiando en esa herencia que Álvarez de los Ríos recibiera


de Funes el memorioso, esta breve exposición sobre el tipo de amor que
defendió Ortega y Gasset, habría sido publicada en Lecturas Dominicales
de El Tiempo, meses después, quizás, de su artículo dedicado a la figura de
Escalona. El documento original forma parte de los archivos del autor. He
aquí un buen pretexto para continuar la pesquisa documental de la obra de
Miguel Álvarez de los Ríos.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind469 469 18/5/07 22:47:37


470 Miguel Álvarez de los Ríos

¿Puede alguien imaginar que este pensamiento es mío? ¡Im-


posible volar tan alto! Mis alas son de jilguero, no de águila real.
Además, antes que al sabio de Efeso y su acerbo discurrir,
y antes que al Estagirita, quien tenía de la mujer la más inicua
opinión (opinión no menos peor que la que de ella expresó más
de dos mil años después ese espeleólogo síquico conocido como
Freud), en literatura de amor y en filosofía amorosa yo prefiero
a Ortega y Gasset. Sus Estudios sobre el amor y su Breve excursión
hacia ella, incluida en su obra póstuma, son textos de alcance
científico con calidad literaria, por la prosa en que están escritos
–rica, sinfónica, clara, como agua de manantial– y por el ardor
inexhausto y la suma perplejidad que el suave y hondo filósofo
siente frente a la mujer. Paisaje con alma, la llama: paisaje inmer-
so y secreto, de cuyas profundidades –trayéndose su raíz desde
el piélago abisal de su íntimo ser femenino–, viene el brillo de su
mirada (para Ortega, como para el Dante, a quien guió hasta el
Empíreo la mirada de Beatriz: “Beatrice tutta nella eterne rote/
fissa con gli occhi stava; ed io in lei/ le luci fisse, di lassu remo-
te”; por supuesto, para Bécquer: “Hoy la he visto,/ la he visto/
y me ha mirado:/ hoy creo en Dios”; y para Antonio Machado:
“Dulce Petenera mía./ En tus ojos me he perdido…/ Era lo que
yo quería”; lo primero en el amor es la mirada del otro ser); y la
de la mujer que amamos o que podríamos llegar a amar es mi-
rada plena que emerge, cargada de algas y de perlas, con todo el
paisaje oculto que es la mujer verdadera. Mujer profunda, abis-
mática.
Prefiero a Ortega y Gasset antes que a Heráclito de Efeso;
incluso cuando sentencia que el hombre suele enamorarse del
contenido irracional que es y define a la mujer, de lo que tiene
de corza ese ser maravilloso; con lo cual quiso decir que poco
le interesa al hombre el que la mujer de sus sueños sea o no in-
teligente, posea o no sindéresis: se trata del amor humano, y en
el amor todo es absurdo; le basta con que sea bella o que él crea
que lo es. El talento de la mujer, su nobleza, su abnegación, son
para Ortega, o para Olmedo, personaje de su invención que le
sirve de parachoque, “calidades imponderables”, que buscamos
y enaltecemos en nuestra madre, en nuestra esposa, en nuestra
hermana, en nuestra hija. Pero, en tratándose de amor, uno ha de
caer rendido, suplicante, agonizante, ante la “corza emboscada”
que hay dentro de la mujer.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind470 470 18/5/07 22:47:37


Forma y estilo del periodismo literario 471

La que en el coloquio amoroso oye que la llaman “corza”, pre-


guntará que qué es eso; y tendremos que responderle que corza
es igual que gacela, un esbelto y ágil antílope, de tiernos e in-
quietos ojos, que los poetas asocian con las mujeres hermosas,
con las muchachas en flor; y al hacerle la aclaración, ella abrirá
más aún sus ojos, de belleza casi animal, y el hombre sólo podrá
optar por besar esos ojos húmedos en cuyas aguas se refleja toda
la ansiedad de su amor.
En amor, que es de lo que hablamos, Ortega no es, pues, he-
racliano. Cree en un amor diuturno y, mucho más, inmortal. Y
cree también Ortega en el llamado “amor de bóbilis”, esto es, en
el no recíproco: quien ama, espera que lo amen; pero si no llegan
a amarlo, él persistirá en amar a la persona que no lo ama. Este
amor recalcitrante, amor sin contraprestación, ¿será el auténtico
amor? Lo es, sin duda, para Ortega, quien da a entender que el
no-amado seguirá ardiendo de amor, aunque el otro ser lo igno-
re, lo rechace o lo desprecie.
Si la vida es soledad, el amor es el intento de “canjear dos
soledades”. Cada quien hará el esfuerzo por “desoledadizarse”
(el neologismo es de Ortega), asomándose al otro ser: deseando
darle su vida y, a cambio, recibir la suya.
Porque el amor busca un “tú”: en la soledad de su yo el hom-
bre nunca se integra. Un reflexivo poeta lo dijo de mejor manera:
Dicen que el hombre
no es hombre
hasta que escucha su nombre
de labios de una mujer...
Distingue nuestro filósofo el “amor” del “enamor”. Para al-
gunos, “eso es lo mismo”. Pero hay que diferenciar. No se ena-
mora cualquiera. El amor es, ante todo, totalidad absoluta. Otra
cosa es el enamor, pasión mediocre, parcial, con más bajo rango
erótico; es amor a media máquina. A éste lo llama Ortega “esta-
do de estrechez mental”. Mas, hablando del genuino amor dirá
a continuación que lo mejor y más grande que puede ocurrirle
a un hombre es que una mujer se prende de él (que ella sienta
que en ese hombre está todo su destino), y lo lleve en todo su ser,
hasta en la cal de sus huesos, hasta más allá de la muerte.
Lecturas Dominicales de El Tiempo,
Bogotá, […], 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind471 471 18/5/07 22:47:37


472 Miguel Álvarez de los Ríos

Sentido crítico de la historia:


Evocación cordial de don Elías Recio

Un discurso

La Academia Pereirana de Historia que me honro en presidir,


me encomendó que redactara y leyera en esta ocasión solemne
una oración alusiva a la efemérides que estamos celebrando. En
cuanto a pronunciarla, aquí estoy ante vosotros, procurando su-
plir con mi buena voluntad las notorias deficiencias de dicción y
de estilo, de armonía y de interpretación, que en mí, a mi edad
y bajo el peso oneroso de mis dolencias, acaso no tengan reme-
dio. En cuanto a elaborarla, os confieso que me fue difícil no su
redacción, que resultó, como todo lo mío, mero trasunto de mis
limitaciones intelectuales, sino la escogencia de un tema específi-
co entre la vasta pluralidad de aspectos que ofrece, a los ojos del
estudioso, el intenso periplo cumplido con Pereira en lo que va
corrido de su existencia; o entre los que pudieran desprenderse
de comparar en sus distintas contexturas, en sus disímiles pro-
yecciones, en la varia sicología de sus gentes, tarea apasionante
que nadie ha emprendido y que yo desearía acometer (para lo
cual, ciertamente, no me limitaría, como otros, a recoger anéc-
dotas desgastadas por el uso reiterado en la tradición oral y a
transcribir, con puntos y comas, textos escritos por cronistas de
la época acerca de nuestros próceres civiles o nuestros aconte-
cimientos trascendentales, sin descubrir en los primeros sus
enormes dimensiones como fuerzas impulsadoras de los ideales
comunitarios y trivializando a los últimos, hasta hacerles perder
su profunda significación, por la ninguna exaltación espiritual
que de ambos se hace, la ninguna investigación realizada sobre
el caso humano y el caso social, inseparables a la luz de la so-
ciología, el ningún análisis crítico, la ninguna visión esencial de
la historia; sino que emplearía métodos modernos, renovadores,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind472 472 18/5/07 22:47:37


Forma y estilo del periodismo literario 473

con base en lo más avanzado del pensamiento científico, hasta


asimilar sus resultados a una totalidad dialéctica e histórica), de
comparar, decía, las fundaciones y asentamientos surgidos por
voluntad de la Corona Española en el siglo XVI, cuya estructura
espacial colonial se conservó, con escasas modificaciones, tanto
en sus jerarquías regionales como en su distribución geográfica,
hasta mucho después de las guerras libertadoras, y cuya fun-
ción principal fue la de ser centros intermediarios entre la polí-
tica imperial de la Metrópoli y el sistema productivo –mineral o
agrícola o pecuario– de sus territorios, con las villas o caseríos
levantados por el brazo incansable del colonizador criollo, va-
rón de esfuerzos y agonías, llegado a su destino después de va-
dear ríos torrentosos, por entre la manigua pululante de ínfimas
alimañas, tan lesivas o más que las fieras de mayor tamaño, de
voraces mandíbulas y poderosas garras, y aire cundido de in-
sectos inoculadores de una muerte lenta y penosa, y por agrios
vericuetos licuados por las lluvias –hacha al hombro y machete
guindado a la bandolera–, a quien seguían, en sumisa procesión,
hijos, hermanos, sobrinos y, por supuesto, su mujer –hembra de
un solo hombre–, que había cambiado presto la muñeca de tra-
po por otras de carne y hueso, la última de las cuales sollozaba
prendida del pezón inexhausto.
Este colonizador, diverso en su expresión de raza –ora barba-
do y hermoso, como los patriarcas del Antiguo Testamento; ora
de pómulos salientes y rala pilaridad facial, que denunciaban
su mestizaje indio; ora como los hermanos Tapasco, auténticos
sobrevivientes aborígenes del exterminio de la Conquista–, no
provenía sólo de Antioquia, de atrás de sus murallas de basalto,
sino, además, del Cauca Grande, con olor a pólvora y a libertad,
a historia patria, como Boyacá y Santander, y a miel de caña y de
ciruelas, a manjares terrígenos inimitables, tierra desmesurada
donde un guerrero romántico, ya de regreso de los campos de
batalla, que había leído a Chateaubriand en la biblioteca de su
padre, escribió un libro puro, con pluma de ganso si no de ángel,
y, sin duda, con su propia sangre, como Nietzsche lo recomenda-
ría más adelante; libro gestado y cincelado como un monumento
a la literatura, a la vida y a la muerte, a orillas del Dagua, donde
el poeta dedicábase a oficios civiles, entre el fragor del río y el
estruendo de los árboles al caer derribados y el estampido de

Diseño libro Miguel Alvarez.ind473 473 18/5/07 22:47:38


474 Miguel Álvarez de los Ríos

la pólvora que desmigajaba las rocas, y no en su Paraíso, bajo


un cielo de argento y en medio de un paisaje abrumador por su
belleza y su feracidad, para darle vida perpetua en el arte y en el
sentimiento de los colombianos a una delicada figura femenina,
la más tierna de todas, arquetipo de la Doncella bíblica y encar-
nación del amor sin mácula. Y también proveniente aquel coloni-
zador a que venía refiriéndome, de las laderas y encrucijadas del
Tolima, “tierra firme”, como la llaman sus hijos, entreverados al
paisaje en consorcio de hermandad impresionante, tierra donde
inclusive a las noches trágicas, desesperadas de la guerra, las en-
vuelve un viento terso que pasea entre sus alas el rumor melan-
cólico del sanjuanero y del bunde.
Pensé, también, en mi dilema, reconstruir un tramo reciente
del transcurrir de Pereira, uno que yo hubiera vivido en los años
de mi infancia o de mi primera juventud; por ejemplo, los Cin-
cuenta: con sus calles casi solas, a las que apenas sobresaltaban
las noticias de la Violencia, que cundían como las de hoy, y el
rodar estrepitoso del tranvía eléctrico, cuyos rojos carromatos se
arrastraban en su recorrido de occidente a oriente y de oriente a
occidente, sus ruedas sacando chispas, para espectáculo gratuito
de nido, en las que actuaban, además, estrellas del canto y de la
farándula; con sus retretas dominicales, nocturnas, en el Lago
Uribe Uribe; con sus peluquerías tradicionales; con sus emble-
máticos cafés: el Ástor, de la Plaza de Bolívar, el Blanco y Rojo
y el Nogal, de la calle 18, el Poker, de la 16, el Globo, de la 14,
esquina suroriental del Parque de la Libertad, y el Riobamba y el
Águila Negra, en realidad sórdidas tabernas del sector pestilente
de las “galerías”, duplicadas en sus espejos y a cuya turbia clien-
tela le abultaba bajo la ruana el arma sigilosa, homicida; con sus
restaurantes populares, en cuyas mesas sólo humeaban los man-
jares de la tierra (fríjoles y mondongos y sancochos y “secos” con
arroz blanco, carne frita o “sudada”, tajadas de plátano maduro,
lentejas y “blanquillos”, anillos de cebolla y rodajas de tomate).
¡Ah! ¡El restaurante El Fortín de la calle 15!; frente a sus curtidos
manteles nos sentábamos los hombres de mi generación, inclu-
sive los que años después conquistaron justo prestigio, a tomar
“caldo peligroso”, o “ caldo de ojo”, que, como lo indicaba su
nombre, era un líquido grueso de tanto hervir dentro de él la
vianda, sobre el que flotaba un opaco fanal de buey, potaje del

Diseño libro Miguel Alvarez.ind474 474 18/5/07 22:47:38


Forma y estilo del periodismo literario 475

que se decía que obraba milagros en la restauración de las fuer-


zas perdidas por el trasnocho o por los desafueros del amor.
Aquella aldea lenta, íntima, sin aglomeraciones ni “tranco-
nes” de tránsito, pobremente iluminada con una luz ictérica, al-
dea con sus locos, sus bobos, sus pordioseros familiares, hechos
todos de la mejor pasta, como los que pintaban Murillo o Zu-
loaga, sucumbió a la piqueta ruidosa del progreso; se extravió
para siempre en sus noches bohemias con estrellas y luna, en los
malvas de los amaneceres con guirnaldas de música de guitarras
en los balcones saledizos; con sus canciones frívolas, sus modas
anodinas e impersonales, vida aquella sujeta a un orden metódi-
co, ritualista y puntilloso, entre sus lluvias interminables. Todo
lo cual es hoy una hermosa arquitectura sentimental, que flota
en mi recuerdo entre un vaho fragante de mangos maduros y
jazmines crepusculares.
Estuve, pues, tentado de revivir aquella época, en la que ya
comenzaban a cuartear las paredes los primeros embates de la
transición inevitable, tal vez con un criterio opuesto al de hacer
de la historia un recuento al menudeo como el de los textos es-
colares, sino tratando a sus elementos radicalmente, esto es, to-
mándolos por la raíz, exprimiéndolos, como diría Toynbee, para
extraerles el jugo vivo de los acontecimientos. Su bagazo queda-
ría para uso y abuso de los historiadores de similor. No insistí en
esa tentativa, por varias razones: en primer lugar, porque dicho
pasado está muy cerca del presente y carece de perspectiva, los
muertos todavía se confunden con los vivos, y en términos pic-
tóricos, el resultado hubiera sido una acuarela desvaída bañada
por la luz de la nostalgia. Y, en segundo lugar, porque cada vez
que se me ocurre investigar un tema histórico, hago conciencia
de que yo soy, con mucho, un literato y no un historiador y de
que la historia es ciencia y la literatura arte, y eso me llena de
aprensiones, me intimida, me aleja de la idea. Creo que fue el
maestro Rafael Maya quien dijo que la historia es una investiga-
ción de los móviles interiores que han determinado el carácter de
los acontecimientos, para lo cual se auxilia de la psicología, de los
postulados fundamentales de la especulación sociológica, de los
principios éticos y religiosos, y de la misma esencia contradicto-
ria del hombre. El historiador no puede desvirtuar los hechos, ni
deformar su naturaleza, ni reducir el sentido místico y esencial

Diseño libro Miguel Alvarez.ind475 475 18/5/07 22:47:38


476 Miguel Álvarez de los Ríos

de la historia a mínimos datos anecdóticos y superficiales, hasta


el punto de explicar la Revolución Francesa por la peluca de Luis
XVI o el collar de María Antonieta, o la independencia de las na-
ciones bolivarianas por las amantes del Libertador y sus proezas
de alcoba, o por su talla y su figura humanas y los callos innume-
rables que le sacaron sus cabalgaduras en salva sea la parte. El lite-
rato, en cambio, pese a que el arte es también “una combinación
de formas preexistentes”, es dueño de una mayor libertad, y aun
cuando recree con su pluma personajes, o situaciones, o pasajes
históricos, su trabajo siempre aparecerá nimbado por un aura de
fantasía, envuelto en los tules armoniosos de la irrealidad. Sólo
en casos egregios de la literatura universal, digamos Shakespea-
re, digamos Winston Churchill, historia y arte parecen formar
una unidad indestructible.
Entonces, deshojando la flor de las posibilidades en busca de
argumento para redondear esta deshilvanada oración, volví a
reencontrarme con la imagen sencilla de Don Elías Recio, per-
sona eficiente si las hubo en los días anteriores y posteriores a
la fundación de Pereira, par de su fiel amigo y compañero don
Jesús María Ormaza, inteligencia lúcida y versátil, no deforma-
da por ningún acopio de cultura excesiva, sino librada al jue-
go de la inspiración propia. Ormaza hizo de él el mejor elogio,
en el discurso que pronunció con ocasión del regreso brevísimo
de Recio en 1912: “Usted, Elías, es un hombre bueno y útil, y el
mejor amigo que yo haya tenido en mi ya larga vida”. Eran pai-
sanos y coetáneos, nacidos en Cartago en 1847, los más jóvenes
acompañantes del padre Cañarte en su histórica expedición a los
dominios selváticos del doctor José Francisco Pereira Martínez,
en 1863, y ambos tierna devoción en el corazón del levita. Eran,
además, los dos únicos “intelectuales” insertos en el grupo fun-
dador. De ahí que, a poco de haberse iniciado la vida civil en el
caserío, debieran repartirse los pocos cargos de responsabilidad
en el servicio público, a gusto y contentamiento del vecindario
rural. Ambos fueron miembros del Comicio o Cabildo, y Recio
fue también su secretario. Más adelante, Ormaza asumió las fun-
ciones de maestro de escuela y Recio las de Notario. Existieron
entre ellos fuertes nexos de hermandad y cooperación, como si
el uno dependiera del otro, o como si entre ambos, como suele
ocurrir entre gemelos, se hubiera producido la metabiosis de los
vasos comunicantes.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind476 476 18/5/07 22:47:38


Forma y estilo del periodismo literario 477

Muchas son las facetas dignas de recordarse en la personali-


dad de este frágil caballero, cuya conciencia moral, sin embargo,
parecía templada cual cordaje de acero. Pues no toleraba ni la
injusticia ni la deshonestidad ni la vida desordenada, y aún jo-
ven, en la villa incipiente, era visto por todos como un vivo mo-
numento a la inerme civilidad pensante. Pido permiso a vosotros
para referirme a una de tales facetas, la de su fácil versificación,
o a dos si bien se mira: su versificación en torno de los hechos
corrientes de la vida aldeana, a la aparición de las primeras for-
mas delictuales y de la consiguiente aplicación del Derecho y
de la Justicia en nuestro medio. Debéis perdonarme el que, en
lugar de haber realizado un mínimo esfuerzo de interpretación
de datos conocidos en la crónica regional y de remoción de es-
combros en los hontanares de la historia vernácula, para daros
así una visión más real de lo que fueron nuestros orígenes como
comunidad laboriosa, ordenada y pacífica, tarea que muy segu-
ramente hubiera sobrepasado mis capacidades y mis fuerzas, ya
sensiblemente agotadas, quiera echar por este atajo entrañable
de mi delirio pereiranista.
Opté por este tema, señoras y señores, como un testimonio
de ferviente recordación a aquel denodado triunviro de la fun-
dación de la ciudad; como tributo de amistad a sus distinguidos
descendientes que hoy nos acompañan, y para hacerles cordial
ofrenda a mis ilustres colegas, los varios jurisconsultos que enal-
tecen a esta Academia.
Y, parafraseando el comienzo de cierto libro suntuoso, entre-
mos ahora sí en la taberna de nuestra historia.
En 1925, derrengado por los años, en su residencia de Buga,
Recio empieza a rimar recuerdos sobre la vida de Pereira en el
último tercio del siglo XIX, del que ha sido testigo, y con su fina
letra de notario va perpetuando en versos irregulares aquel des-
angelado acaecer, peleas de vecinos, lances de arrieros, desas-
tres ocasionados por los desbordamientos del río Otún; huellas
simples de un pueblo sobre cuyas colinas florecidas de adelfas
vierten su agua fecunda las estrellas. En Julio de 1865, Tiberio
Morales hiere con arma contundente, en la cabeza, a Crispiniano
Sierra:
Por una mujer hermosa,
parece que fue la cosa...

Diseño libro Miguel Alvarez.ind477 477 18/5/07 22:47:38


478 Miguel Álvarez de los Ríos

Culmina la estrofilla, pareada, de Recio, el memorioso. Fue,


sin duda, la primera denuncia por Lesiones Personales que reci-
bió el corregidor Francisco Hernández, quien había asumido el
cargo el 6 de octubre de 1863. El funcionario dio curso a la que-
rella penal y ordenó la captura del sindicado. No había policía.
Ni cárcel. Morales fue sacado a rastras de su casa por paisanos
voluntarios y amarrado de los tobillos a un horcón de guayacán.
Dos días después se les remitió, con la fórmula ritual de “las de-
bidas seguridades”, a las autoridades superiores de Cartago.
En estrofa de siete versos dejará nuestro poeta su registro so-
bre un caso de hurto de aves de corral:
No había terminado el año,
cuando Sebastián Montaño
llegó ante el Corregidor,
a quejarse de un señor
llamado Pedro Salinas,
quien le robó seis gallinas
y un gallo reproductor.

El tercero se refiere al asalto de la Alcaldía; individuos des-


conocidos saquearon sus oficinas el 2 de julio de 1871, y Recio
registró el caso con dos versos pareados:

De media noche p’al día.


Se robaron la alcaldía.

Versificará después sobre unos pocos casos más: una tentativa


de estafa, de que se hizo víctima a don Juan Crisóstomo Ángel en
1885. Al sindicado, Arturo Laverde Ulloa, se le identificó como
a un viajante de comercio domiciliado en Cali y de tránsito en
Pereira. Una nueva reyerta callejera, que involucró a los señores
Evaristo Manrique y Agapito Arias. Un hurto de ganado mayor,
al despuntar el año 1890, en perjuicio de don Canuto Mejía. Y el
embargo de la plaza principal y de la única escuela del poblado
que dirigía don Jesús María Ormaza, que estuvieron a punto de
ser rematadas en pública subasta, por virtud de decisión judicial
dentro del negocio incoado contra el ya Distrito de Pereira, por
Pedro Ramírez, “vecino de Manizales, en el estado Soberano de
Antioquia, y mayor de edad”. El país carecía de legislación sobre
inembargabilidad de bienes de uso público, los cuales corrían

Diseño libro Miguel Alvarez.ind478 478 18/5/07 22:47:38


Forma y estilo del periodismo literario 479

la suerte de los demás para todos los efectos judiciales. Pedro


Ramírez exigía, “sin más dilaciones, señor Juez”, el pago de una
suma importante: cincuenta y cuatro pesos oro; o sea, el exce-
dente del valor de un contrato suscrito con don Delfín Cano, pre-
sidente del Cabildo y representante legal del Distrito; contrato
relativo a la ejecución de las primeras obras de acueducto, que el
demandante Ramírez, carpintero de oficio, había celebrado a su
vez con los “oficiales” Víctor Gómez y Ezequiel Henao.
El Juez, don Wenceslao Gallego, mediante auto de 20 de octu-
bre de 1882, dispuso la comparecencia a su despacho del Procu-
rador, Crispiniano Suárez, para, en su presencia, notificarle man-
damiento de pago al señor Cano. Embargadas plaza y escuela,
el demandante, con todo derecho, nombró avaluador al señor
Melitón Villegas, y el Procurador Suárez, a don Juan María Ma-
rulanda; el Juez, por su parte, designó depositario de bienes a un
honorable ciudadano, cuyo nombre era más que una casualidad:
Severo Fierro Palacio.
Hubo, seguramente, arreglo satisfactorio entre las partes, se-
gún la estrofa incuestionable de don Elías Recio:
... Y se llegó hasta el extremo
de embargar plaza y escuela;
pero el pleito se arregló
cuando el Distrito pagó.
Regresaron a estudiar
los niños, y quien los asistió
a la escuela
se ganó
una soberana pela.
En cuanto al caso de Laverde Ulloa, se hizo éste atender por
abogado expresamente traído de la ciudad de Cartago. El fla-
mante jurisperito, nombrado en actos civiles y en autos judicia-
les Teodomiro Palomeque, asumió sus deberes profesionales con
una convicción perentoria. Todo fuerza a imaginarlo con aspec-
to de usurero: el fúnebre levitón, los ojillos huidizos, las manos
blancas y mezquinas, haciendo toda clase de aspavientos frente a
un funcionario judicial visiblemente impreparado y temeroso.
Este doctor Palomeque
no era joven ni vejete,

Diseño libro Miguel Alvarez.ind479 479 18/5/07 22:47:38


480 Miguel Álvarez de los Ríos

pero todo lo sabía


en cuanto a la abogacía.
Dice don Elías Recio en su rimada descripción del litigante.
Como quiera que haya sido, Palomeque obtuvo la libertad de
su defendido, al plantear, con pericia, que el conatus o el delito
tentado (para el caso de la Tentativa de Estafa), no constituía tan
siquiera un rudimento delictuario, por cuya razón su punibili-
dad no procedía. (Es posible que el Juez hubiera tenido a la mano
el Código Penal vigente de 1873; pero es aún más verosímil que
desconociera la por entonces reciente doctrina del maestro Ca-
rrara, sobre el “riesgo corrido”, cuya tipificación recomienda,
sacándola del sigiloso arsenal donde siguen proliferando ciertas
conductas ambiguas y lesivas, que los juristas sin inspiración in-
sistimos en llamar, con negligencia, “dispositivos amplificadores
del tipo”.
La memoria de don Elías andará en lo sucesivo a salto de
mata, cazando aquí y allá el inocuo detalle o el pasaje cordial
o festivo que recordarán sus años en Pereira; son cual ráfagas
de ternura que avivan los rescoldos de su apagado corazón. Es-
cribirá entonces su Recuerdo historial, “para sus queridos hijos y
nietos”: versos arduos, irregulares, pero sinceros y suyos. Los
publica la Tipografía Cauca, de Cartago, en noviembre de 1928.
Dos años después, encadenado a febriles tinieblas, trémulo y
silencioso en su vieja mecedora de mimbres, hundida entre los
hombros la desnuda cabeza, derramada la barba sobre el pecho,
desgonzados los sarmentosos brazos, mientras crujen los ci-
mientos de la economía mundial y Colombia se prepara para el
advenimiento de un nuevo régimen, entre el recuerdo humeante
de una guerra devastadora, el noble anciano se fuga de la vida,
“guiado sólo por los ojos del Salvador que me llama”.
En su casa de Buga marca el reloj la una de la tarde el 7 de
agosto de 1930. Señoras y señores:
Ya habéis comprobado lo que os advertí desde un principio:
que no soy historiador, sino literato, con fallas en su formación
y graves defectos de estilo. Me salvo únicamente, como decía
Barrés, por lo leal y grato. Grato, como el francés, con los vivos y
con los muertos. Especialmente con estos últimos, a quienes mu-
cho le debemos. Ya lo dijo en hermosos versos el poeta argentino,
que “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepul-

Diseño libro Miguel Alvarez.ind480 480 18/5/07 22:47:39


Forma y estilo del periodismo literario 481

tado”. Y yo os digo hoy que a don Elías Recio le adeuda Pereira


gran parte de su grandeza espiritual, de su tolerancia democráti-
ca, de su hidalguía, de su hospitalidad, virtudes que hacían parte
de su alma y que él nos dejó a todos como único legado.
Hay un largo silencio en su tumba de Buga. Pero yo estoy
seguro que adentro, en su espacio de sombra, sus huesos siguen
destilando azúcares de inmortalidad.

Discurso de instalación de la Academia Pereirana de Historia,


30 de agosto de 2000.
Reproducido en Oradores del Gran Caldas.
Carlos Arboleda González y Horacio Gómez Aristizábal,
Manizales, Instituto Caldense de Cultura, Edigráficas, 2001

Diseño libro Miguel Alvarez.ind481 481 18/5/07 22:47:39


1 2

Miguel Álvarez de los Ríos:


1. En la sala de redacción del periódico El Espectador, Bogotá, 1967
2. Como asistente de dirección del Diario de Occidente, Cali, 1992
3. En su estudio en Pereira, 2007

Diseño libro Miguel Alvarez.ind482 482 18/5/07 22:47:41


Bibliografía

General

Andrión de Mejía Robledo, Rita. Mis recuerdos de colegio, Pe-


reira, Editorial Panoramas, 1938.
Ángel Jaramillo, Hugo. Pereira: proceso histórico de un grupo ét-
nico colombiano, Pereira, Club Rotario de Pereira, Gráficas Olím-
pica, 1983.
Arias Trujillo, Bernardo. Risaralda, Medellín, Ediciones Aca-
démicas Rafael Montoya y Montoya, Bedout, 4ª edición, 1960.
------. Diccionario de emociones, Medellín, Editorial Bedout,
1963.
Autores varios. Historia de Colombia, Bogotá, Oveja Negra,
1986.
Ayala Diago, César Augusto (editor). La historia política hoy:
Sus métodos y las ciencias sociales, Bogotá, Universidad Nacional
de Colombia, 2004.
Bloch, Marc. Apología para la historia o el oficio del historiador,
México, Fondo de la Cultura Económica, 2ª edición, 2001.
Caballero, Antonio. “El hombre que inventó un pueblo”, en
El saqueo de una ilusión. El 9 de abril: 50 años después, Autores va-
rios, Número Ediciones, Bogotá, 1997.
Deas, Malcolm. Del poder y la gramática y otros ensayos sobre
historia, política y literatura, Bogotá, Tercer Mundo, 1993.
García Márquez, Gabriel. Crónicas y reportajes, Bogotá, Institu-
to Colombiano de Cultura, 1976.
------. “El olor de la guayaba”. Conversaciones con Plinio Apuleyo
Mendoza, Bogotá, Oveja Negra, 1982.
Gartner, Álvaro. Los místeres de las minas, Manizales, Univer-
sidad de Caldas, 2005.
Gavassa Villamizar, Edmundo. Nuestro Santander, Bogotá, Pe-
riódicos Asociados, 2005.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind483 483 18/5/07 22:47:41


484 Miguel Álvarez de los Ríos

Gers, José. Crónicas y Reportajes, Manizales, Biblioteca de Es-


critores Caldenses, Imprenta Departamental, 1983.
Gil Jaramillo, Lino. Escrito en la arena, Cali, Tipografía España,
1948.
------. Unos y otros. Ensayos literarios, Cali, Imprenta Departa-
mental del Valle, 1960.
Gil Montoya, Rigoberto. Nido de cóndores Aspectos de la vida
cotidiana de Pereira en los años veinte. Una mirada cultural, Santafé
de Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002.
González, Fernán E. Partidos, guerras e Iglesia en la construc-
ción del Estado nación en Colombia (1830-1900), Medellín, La Ca-
rreta, 2006.
González Bernardo de Quirós, Pilar. “La “sociabilidad” y la
historia política”, en E. Pani, A. Salmerón, (coords.), Conceptua-
lizar lo que se ve. François-Xavier Guerra, México, Instituto Mora,
2004.
Gramsci, Antonio. La formación de los intelectuales, México,
Grijalbo, 1967.
Bastian, Jean-Pierre (compilador). Protestantes, liberales y fra-
cmasones: Sociedades de ideas y modernidad en América Latina, si-
glo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1ª reimpresión,
1993.
Gutiérrez Villegas, Ernesto. Las ideas de los otros, Manizales,
Editorial Cervantes, 1958.
Henríquez Ureña, Pedro. Las corrientes literarias en la Améri-
ca Hispánica, Santafé de Bogotá, Biblioteca Americana, Fondo de
Cultura Económica, 1994.
Jaramillo Arango, Euclides. ¡Terror! (Crónicas del viejo Pereira,
que era el nuevo), Armenia, Cosmográfica Ltda., 1984.
López Gómez, Adel. Ellos eran así…Anecdotario de la literatura
y la vida, Manizales, Imprenta Departamental de Caldas, 1966.
Madrigal Iñigo, Luis (comp.). Historia de la Literatura Hispa-
noamericana. Del Neoclasicismo al Modernismo. Tomo II, Madrid,
Cátedra, 1999.
Martí, José. Cuadernos de apuntes, Obras Completas, Tomo 21,
La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1965.
Mejía Duque, Jaime. Literatura y Realidad, Medellín, Editorial
Oveja Negra, 1969.
Mejía, Luis Fernando. Alquimia de los relojes clausurados, s/e,
s/f.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind484 484 18/5/07 22:47:41


Forma y estilo del periodismo literario 485

Mejía Robledo, Alfonso. Rosas de Francia, (Novela Colombia-


na), París, Casa Editorial Franco-Ibero-Americana, 222, Boule-
vard Saint-Germain, 1926.
------. Memoria de la gran exposición industrial y artística de Perei-
ra y de la gran exposición de Bogotá…, Bogotá, Editorial El Gráfico,
1931.
Melo, Jorge Orlando (coordinador). Colombia hoy: Perspectivas
hacia el siglo XXI, Bogotá, Tercer Mundo, 15ª edición, 1995.
Palacios, Marco y Safford, Frank. Colombia: país fragmentado,
sociedad dividida, Bogotá, Norma, 2002.
Pardo Umaña, Emilia. La letra con sangre entra, Nota y compi-
lación “Camándula”, Bogotá, Colección Literaria, Vol. 3, Funda-
ción Simón y Lola Guberek, 1984.
Rama, Ángel. Primeros cuentos de diez maestros latinoamerica-
nos, Barcelona, Planeta, 1975.
Sánchez, Ricardo. Pereira 1875-1935, Manizales, Casa Edito-
rial y Talleres Gráficos Arturo Zapata, 1937.
Sánchez, Gonzalo. Guerras, memoria e historia, Medellín, La
Carreta, 2006.
Santa, Eduardo. La colonización antioqueña: una empresa de ca-
minos, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993.
Samper Pizano, Daniel. Grandes reportajes, Bogotá, Intermedio
Editores, 1990.
Silva, Renán. República liberal, intelectuales y cultura popular,
Medellín, La Carreta, 2005.
Valencia Llano, Albeiro. Bernardo Arias Trujillo: el intelectual,
Manizales, Universidad de Caldas, 1997.
------. Otto Morales Benítez: De la región a la nación y al continen-
te, Manizales, Federación de Aseguradores Colombianos, 2005.
Villegas, Silvio. El imperialismo económico, Bogotá, Cervantes,
1931.
Villegas, Aquilino. Las letras y los hombres, Manizales, Bibliote-
ca de Escritores Caldenses, 1945.
Wilde, Oscar. Ensayos y Artículos, Biblioteca Personal Jorge
Luis Borges, No.3, Barcelona, Hyspamerica, Orbis, 1986.
Zuluaga Gómez, Víctor. La nueva historia de Pereira: Fundación,
2ª ed., Pereira, Litoformas, 2005.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind485 485 18/5/07 22:47:42


486 Miguel Álvarez de los Ríos

Documentos especiales

De Montalbán, Reinaldo. “A Escape”, en revista quincenal e


ilustrada Lengua y Raza, Pereira, junio 5 de 1926, Año 1, No.2.
Forero Benavides, Abelardo. “El Leopardo Ramírez Moreno”,
en Lecturas Dominicales de El Tiempo, mayo 27 de 1984.
Gutiérrez Díaz, Emilio. Ángel Díaz Castellanos y los Díaz Mor-
kum, 2006 (Documento inédito).
------. “La cesión de tierras de Guillermo Pereira Gamba a los
primeros pobladores de la ciudad de Pereira”(estudio documen-
tario, noviembre de 2006).
Herrán, María Teresa. “Los cinco Leopardos”, en Nueva Fron-
tera, “Los cinco leopardos: El ocaso de una generación rebelde”,
febrero 19 al 25 de 1976, pp. 15-16 y Nueva Frontera, octubre 19 de
1974, pp. 5 y 16.
Herrera Ocampo, Alberto. “La pesadumbre de un amigo”,
Pereira, mayo de 2005.
Lengua y Raza, revista quincenal e ilustrada, No. 4, Año 1, Pe-
reira, julio 3 de 1926.
“Los poetas hablan de política”, en revista Consigna, Año 4,
no. 139, Bogotá, 15 de junio de 1979, pp.5-10.
Serrano, Rafael. “Al margen de Los Leopardos”, en El Gráfico,
No. 1012, enero 17 de 1931.
Valencia Jaramillo, Jorge. “José María Vargas Vila”, confe-
rencia dictada en la Academia Pereirana de Historia, octubre de
2006.
Variedades, Revista semanal e ilustrada, No. 49, Serie X, Volu-
men II, Pereira, Departamento de Caldas, enero 23 de 1926.

Publicaciones y documentos inéditos de


Miguel Álvarez de los Ríos

“Yo, periodista”, en periódico El imparcial, Año XXIX, diciem-


bre de 1977.
“La Tercera Profecía”, en El hombrecito y otros cuentos. Antolo-
gía, Primer Concurso de Cuento “Jorge Roa Martínez”, Univer-
sidad Tecnológica de Pereira, Departamento de Bibliotecas, Serie
Arte y Cultura, No. 3, Pereira, 1977.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind486 486 18/5/07 22:47:42


Forma y estilo del periodismo literario 487

“Colegios y educadores en Pereira; el escritor Luis Tejada”,


en La historia por dentro. Documentos inéditos, mecanografiados
y clasificados en el Área Cultural del Banco de la República, bajo
el sello Centro de Documentación Pereira (986.31/A59c), pp. 1-
8.
Humana fundación (Copia mecanografiada). Este texto hace
parte del volumen inédito compilado bajo el título Historia de Pe-
reira. Concurso Centenario de Pereira. Agosto 30 de 1963. Biblio-
teca Banco de la República, seccional Pereira.
“Pablo Oliveros Marmolejo. Educador, pensador y hombre
de ciencia”. Colección Arte y Cultura, Fundación Universitaria
del Área Andina, Bogotá, Identidad Gráfica, 2006, 35 p.
Isla de Robinson. Nombre de la columna sobre temas de litera-
tura, política y cultura, escrita por Miguel Álvarez de los Ríos en
el periódico El Imparcial de Pereira, 1976.

Reportajes

“Con Porfirio Rubirosa, el más famoso galán del siglo XX”.


Periódico El País de Cali, […] 1955.
“Juan Lozano y Lozano nos habla de la vida y de la muerte”.
Revista Consigna, Año 4, No. 143, Bogotá, 15 de agosto de 1979.
“Con José Umaña Bernal el gran poeta que brilló en la políti-
ca”. Revista Consigna, Año 4, No. 145, Bogotá, 15 de septiembre
de 1979.
““La izquierda se pasó a la derecha”. Entrevista exclusiva con
Germán Arciniegas”. Revista Consigna, Año 4, No. 146, Nueva
Época, Bogotá, 30 de septiembre de 1979.
“Las duras verdades de Forero Benavides”. Revista Consigna,
Año 4, No. 148, Bogotá, 30 de octubre de 1979.
“Consigna con Fernando Londoño, el último de los grecolati-
nos”. Revista Consigna, Año 4, No. 149, Bogotá, 15 de noviembre
de 1979.
“Los Santos hermanos se confiesan”. Revista Consigna, Año 5,
No. 161, Bogotá, 30 de mayo de 1980.
“Despedida del poeta La última polémica del Maestro Rafael
Maya con Miguel Álvarez de los Ríos”. Revista Consigna, Año 5,
No. 165, Nueva Época, Bogotá, 30 de julio de 1980.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind487 487 18/5/07 22:47:42


488 Miguel Álvarez de los Ríos

“Anton Szandor La Vey, Papa Negro del satanismo mundial”.


Revista Contrastes, periódico El Pueblo de Cali, Año 1, No. 18, do-
mingo 15 de marzo de 1981.
“Charla desvertebrada con Eastman. Antirreportaje de Mi-
guel Álvarez de los Ríos”. Revista Contrastes, periódico El Pueblo
de Cali,17 de mayo de 1981.
“Álvaro Pío Valencia, el marxista más puro de Colombia. Re-
portaje –Semblanza”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá,
17 de abril de 1983.
“Felipe Lleras Camargo anticipa sus memorias. De la muerte
del general Camargo al suicidio de Rendón”. Lecturas Dominica-
les de El Tiempo, Bogotá, 7 de agosto de 1983.
“¡Villon es un satánico! Luis Vidales traduce al primer poeta
francés”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 29 de enero
de 1984.
“La brujería de Gómez Valderrama”. Lecturas Dominicales de
El Tiempo, Bogotá, 4 de noviembre de 1984.
“Entrevista con Jorge Rojas el enorme poeta del amor y de la
soledad”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 14 de julio
de 1985.
“Aspirantes a la alcaldía de Cali (II). Federico Renjifo Vélez”.
Diario de Occidente, Cali, 4 de marzo de 1990, p. 3B.

Perfiles

“Óscar Giraldo Arango: el caballero monumental”. Periódico


El Imparcial, Pereira, 16 de junio de 1978.
“Eastman, visión trifásica”. Revista Consigna, Año 5, No. 170,
Bogotá, 15 de octubre de 1980.
“Gilberto Alzate: su paisaje, su estilo, su lucha, su agonía”.
Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 23 de noviembre de
1980.
“Alzate Avendaño veinte años después de su muerte”. Revista
Consigna, año 5, No. 173, Bogotá, noviembre de 1980.
“Aleister Crowley El hombre más perverso de la tierra”. Re-
vista Contrastes, periódico El Pueblo de Cali, Año 1, No. 12, do-
mingo 1º de febrero de 1981.
“Casanova: el rey eterno del amor erótico”. Revista Contras-
tes, periódico El Pueblo de Cali, Año 1, No. 15, domingo 22 de
Febrero de 1981.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind488 488 18/5/07 22:47:42


Forma y estilo del periodismo literario 489

“Diciembre y enero son los meses de Verlaine”. Revista Pe-


reira Cultural, Corporación Biblioteca Pública “Ramón Correa”,
Año 7, No. 7, Pereira, octubre de 1987.
“María Isabel Mejía, roja flor de la política”. Revista Consigna,
Año. 12, No. 349, Bogotá, 30 de agosto de 1988.
“Ramiro Andrade Terán 30 años de lucha”. Diario de Occiden-
te, Cali, domingo 25 de febrero de 1990.
“Gaviria: de Pereira a Palacio”. Revista Consigna, Año 12, No.
391, Bogotá, 31 de julio de 1990.
“Creadores de nuestra música. Villamil: sentimiento del pai-
saje”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 9 de enero de
2000.
“90 años de José Macías Abuelo del bambuco”. Lecturas Domi-
nicales de El Tiempo, Bogotá, 23 de abril de 2000.
“La extravagancia de Isabel Stewart Gardner eterna reina de
Boston”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 2 de septiem-
bre de 2001.

Aproximaciones

“Las extrañas creencias de los gnósticos y su vigencia en Co-


lombia. Relaciones de luz entre el sexo y el espíritu”. Revista
Consigna, Año 4, No. 147, Bogotá, Nueva Época, 15 de octubre
de 1979.
“Brujos y demonios invaden el mundo. Hombres y mujeres
ofician desnudos”. Revista Consigna, Año 4, No. 155, Bogotá, fe-
brero de 1980.
“¡Lovecraft está vivo!”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bo-
gotá, 20 de abril de 1980.
“Prende en Colombia la llama del satanismo”. Revista Con-
signa, Año 5, No. 170, Bogotá, 15 de octubre de 1980.
“A propósito del “Halloween” La brujería no es cosa de ni-
ños”. Revista Consigna, Año 5, No. 171, Bogotá, 30 de octubre de
1980.
“El Rock’n roll, esa revolución”. Revista Consigna, Año 6, No.
220, Bogotá, diciembre de 1982.
“Elvis tendría hoy 50 años”. Lecturas Dominicales de El Tiempo,
Bogotá, 3 de febrero de 1985.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind489 489 18/5/07 22:47:43


490 Miguel Álvarez de los Ríos

“¿Qué hay detrás de la pornografía?”. Revista Consigna, Año


8, No. 251, Nueva Época, Bogotá, 30 de abril de 1984.
“El arte de matar 2000 años de ‘civilización’”. Revista Consig-
na, Año 8, No. 254, Bogotá, junio 15 de 1984.
“En los ochenta años aproximación al hombre y al paisaje de
Caldas”. Revista Consigna, Vol. 9, No. 274, Bogotá, abril de 1985.
“Medio siglo después Gardel es todo el tango. Monumento al
malevaje, el arrabal y las tragedias”. Revista Consigna, Año 9, No.
277, Bogotá, junio de 1985.
“El imperio mundial de los poderes ocultos. Que los hay, los
hay”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 25 de mayo de
1997.
“Los amish: secta paralizada en el tiempo. Viven como hace
tres siglos”. Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, 13 de mayo
de 2001.
“50 años del canto de Escalona”. Lecturas Dominicales de El
Tiempo, Bogotá, 11 de noviembre de 2001.
“Entre Heráclito y Ortega. ¿Amor fugaz? ¿Amor eterno?”.
Lecturas Dominicales de El Tiempo, Bogotá, […], 2001.
“Sentido crítico de la historia: evocación cordial de don Elías
Recio. Un discurso”. Discurso de instalación de la Academia Pe-
reirana de Historia, 30 de agosto de 2000. Reproducido en Orado-
res del Gran Caldas. Carlos Arboleda González y Horacio Gómez
Aristizábal, Manizales, Instituto Caldense de Cultura, Edigráfi-
cas, 2001.

Prólogos

Gómez, Jorge. Uno bajo el signo de escorpión (testimonio de un


homosexual). Pereira, Editorial Sigma, 1977.
Uribe Uribe, Fernando. Historia de una ciudad. Pereira. Crónicas
–Reminiscencias. Colección de Clásicos Pereiranos, No. 4, Pereira,
Editorial Papiro, 2ª edición, 2002.
Vernaza, José Ignacio. Vida del Doctor José Francisco Pereira.
Homenaje a Cartago en el IV centenario de su fundación 1540 – 1946,
Colección de Clásicos Pereiranos, No. 5, Pereira, Editorial Papi-
ro, 2ª edición, 2002.
Herrera Ocampo, Alberto. Columnario. Notas de vida, de pasión
y de muerte, Fondo Editorial del Departamento de Risaralda, Pe-
reira, 2003.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind490 490 18/5/07 22:47:43


Forma y estilo del periodismo literario 491

Libros

(Compilador) Anhelos. Poesía de Luis Carlos González. Go-


bernación de Risaralda, Pereira, 1986.
21 Personajes. Apuntes para una futura geografía humana de Risa-
ralda, Pereira, ¿1990?
22 personajes. Apuntes para una futura geografía humana de Risa-
ralda, Pereira, Fondo Editorial de Risaralda - Risaralda Cultural,
1994.
(Compilador) Poetas y poemas de Risaralda. Voz y sentimiento de
la comarca, Pereira, Fondo Editorial de Risaralda, 1995.
Pereira. La Fuerza de una Raza. Alcaldía de Pereira, Postergra-
ph, 2002 (Martha Leonor Ramírez Beltrán, coautora).
Oliveros. Perfil biográfico. Fundación Universitaria del Área
Andina, Colección de Arte y Cultura, Santafé de Bogotá, Pana-
mericana Formas e Impresos, 2006 (Trabajo de campo y edición
Juan Miguel Álvarez Ramírez).

Sobre Miguel Álvarez de los Ríos

Álvarez de los Ríos, Miguel. “El oficio del periodismo, el más


hermoso del mundo”, en periódico El Imparcial, Pereira, 20 de
junio de 1977, p. 5.
Arias Bonilla, Luis Francisco. “‘Duende’ de medio siglo”, en
El Tiempo Café, Eje Cafetero, 9 de febrero de 2004.
Buitrago, Juan Manuel. “El periodista”, en periódico El Impar-
cial, Pereira, 20 de junio de 1977, p. 5.
Escobar Gutiérrez, Héctor. “Miguel Álvarez de los Ríos”, en
Dominical del periódico La Tarde, Pereira, 27 de julio de 1986.
------. “Efemérides”. Poema dedicado a Miguel Álvarez de los
Ríos, en periódico La Tarde, Pereira, 24 de enero de 2004.
Gómez Gómez, Libardo. “Miguel Álvarez de los Ríos. Diez
lustros cultivando las letras”, en El Volandero, satélite del perió-
dico El Impacto de hoy, Pereira, enero de 2004.
“Escritor fantasma apasionado por la lectura”, en periódico
La Tarde, Pereira, 25 de enero de 2004.
Ocampo Marín, Héctor. “Álvarez de los Ríos y sus coetáneos”,
en periódico El Diario del Otún, Pereira, 31 de julio de 2005.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind491 491 18/5/07 22:47:43


492 Miguel Álvarez de los Ríos

Rivera, Alberto. “Miguel, faro del periodismo”, en periódico


El Diario del Otún, Pereira, 8 de febrero de 2004, Sección C.
Alberto Herrera Ocampo. “La pesadumbre de un amigo”, Pe-
reira, mayo de 2005.
Villegas Jaramillo, Gonzalo. “El que regresa es porque fue a
alguna parte. Reportaje con Miguel Álvarez de los Ríos”, en pe-
riódico La Crítica Nacional, Pereira, febrero de 1973, p.5.
Vásquez Botero, Fabio. “Álvarez de los Ríos: alta figura moral
e intelectual”, en periódico El Imparcial, Pereira, 20 de junio de
1977, p. 5.

Diseño libro Miguel Alvarez.ind492 492 18/5/07 22:47:43

Anda mungkin juga menyukai