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Universidad Nacional de Rosario

Historia Argentina ll

TALLER 3

Movimientos sociales, género y


mujeres en la Argentina
agroexportadora

Cesar Gabriel Alonso N° de Legajo A-2057/5


En la primera mitad del siglo XX, hay una resignificación de la política y de la
categoría de ciudadano, tras la crisis de 1890 y su posterior reordenamiento, entre los
puntos más importantes: el sufragio, con la sanción de la Ley Electoral N° 8871 o Ley
Sáenz Peña, en el año 1912. En el transcurso de la primera mitad del siglo XX se fue
modificando la definición de feminidad y ciudanía prevaleciente desde la mitad del
siglo XIX -el código civil de Vélez Sarsfield- y principios del XX. Fue una lucha política
(Socialismo, U.C.R, Conservadores, Justicialismo), entre teorías opuestas sobre la
participación política de la mujer en la ciudad. Estás teorías son: por un lado, la teoría
de feminismo de la igualdad o individualista, entiende la semejanza en capacidades de
ambos sexos, para reconocer la igualdad de los individuos ante la ley y garantizar así a
la mujer los mismos derechos y deberes que al hombre. Esta vertiente está basada en
el pensamiento de Stuart Mills, define la concepción abstracta de los derechos
individuales, la independencia o autonomía personal. Por otro lado, la teoría de
feminismo relacional o maternalista, valora la feminidad, la diferencia sexual y subraya
la complementariedad entre lo masculino y femenino. Pero cuando ya nos adentramos
en la década de 1940, nos encontramos con una “nueva teoría” sobre el feminismo
relacional o maternalista, cuyo pilar y defensa fue el partido justicialista.

La Historia Social del sufrago en la Argentina: Finales del siglo XIX y primera
mitad del siglo XX.

En el desarrollo del Estado Moderno, en la década de 1860, se sanciona el


nuevo Códigos Civil, gracias al trabajo del Ministro del Interior Vélez Sarsfield, en
materia tanto de matrimonio, como la cuestión de género, en este caso se catalogaba
a la mujer como inferior frente al varón. En el caso del matrimonio, la regulación civil
entendía que la mujer casada se hallaba sometida a la voluntad del marido, estando
impedida, además, de poder estudiar, desempeñar de forma independiente su
economía y de adquirir y administrar bienes materiales, ni realizar acciones judiciales
sin el consentimiento de su marido.

Frente a este ordenamiento jurídico, sobre la ciudadanía de las mujeres y los


hombres, se manifestaron los reclamos de los activistas feministas, catalogando al
código de atrasado. Los primeros antecedentes significativos a favor del sufragio
femenino, se encuentran, en la posición adoptada por Carlos Pellegrini en 1869,
cuando egresaba de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, con la
Tesis: “Derecho Electoral”, mostrándose a favor de la ciudadanía femenina, pero
veinte años después, siendo presidente, estas ideas no estuvieron presentes.

Al finalizar la década de 1890, el socialismo represento una alternativa al viejo


sistema su posición propone la renovación de la ley que sometía a la mujeres frente al
varón y propugnaba el derecho a la plena ciudadanía y participación pública del sexo
femenino. El socialismo manifestaba el atraso de la sociedad argentina. Es así, que
desde este partido político, se propicia el derecho al voto femenino en el Congreso
Femenino Internacional celebrado en Buenos Aires en 1910. Siguiendo la tradición
socialdemócrata europea, sostenía el socialismo argentino la igualdad jurídica en
materia de derechos políticos y civiles de la mujer; promoviendo el “principio
igualitario”, se convirtió en la principal causa: “la defensa del voto femenino”.

Además en esta fecha –finales del siglo XIX- surge la Unión Cívica Radical, y
como el Socialismo, disputa un nuevo estatuto ciudadano y la reformulación del pacto
político, el feminismo se ponía en práctica, con la actuación de las mujeres en los
partidos políticos, (U.C.R y Socialismo).

Año 1912: se sanciona la Ley Electoral N° 8871, que garantizaba el sufragio


masculino sin calificación, secreto y obligatorio en la presidencia de Roque Sáenz Peña.
La sanción de dicha ley, fue la preocupación de un sector de la elite gobernante, tras el
quiebre de legitimidad política, tras la crisis de 1890, al que se consideraba un régimen
corrupto. Para normalizar tal situación y asegurar elecciones ordenadas se estableció:
el uso del padrón de enrolamiento militar, el voto secreto protegiendo al sufragante
del voto cantado y estableció un sistema de lista incompleta para diputados y
presidentes y así asegurar un tercio de las porciones a la primera minoría electoral. La
estrategia era incorporar a las minorías en la participación política.

No obstante esta Ley Electoral, impuso un nuevo límite a las mujeres, porque el
orden liberal trazo una división entre el espacio público y privado, demarcación que se
basó en el principio de la división sexual del trabajo, relegando a la mujer a su misión
natural: la reproducción, el cuidado de la familia y los ciudadanos. Además, se sumaba
la “no” participación de los extranjeros en la política.

Es así, que en la reforma electoral de 1912, el ciudadano ideal no era


indiferente a los asuntos públicos, reconciliando la sociedad civil con la política, era
una habitante alfabetizado, con una educación formal y valores europeos, es lo que
demandaba el liberalismo político. Una comunidad política compuesta por varones,
únicos sujetos capaces de ser ciudadanos racionales y promover la racionalidad.

Esta desigualdad de derechos se sustentaba en una ideología de género, que


diferenciaba funciones diferentes al hombre y la mujer sobre la base de sus diferencias
sexuales, restringiéndola la mujer a la esfera doméstica. En el pensamiento liberal, esta
distinción es fundamental para trazar la división entre lo público y lo privado.

Si bien, la maternidad, era la base de la identidad cultural de la mujer, no era


definida en términos religiosos tradicionales, sino que ahora sería la ciencia y en
particular la medicina, la que lo fundamentaba.
Nuevos proyectos: fueron a causa de las transformaciones sociales e ideológicas
ocurridas a nivel mundial y nacional en las tres primeras décadas del siglo XX. Fue un
contexto de crisis cultural y política de la primera posguerra, la llamada crisis de la
democracia liberal, ello llevo a un cambio de estatus jurídico de la mujer a nivel
internacional, al otorgar el voto femenino, una vez finalizada la primera guerra
mundial. Fueron los países anglosajones, que trasformaron y legalizaron los derechos
políticos de las mujeres, frente a la resistencia de los países latinos en el
reconocimiento político y cívico de la mujer.
En el caso nacional, el cambio fue gradual y en particular en el ámbito provincial, como es el
caso de la provincia de San Juan, cuando el 10 de febrero de 1927, la convención constituyente
de la provincia de San Juan, con un bloque de mayoría en el Congreso, perteneciente al partido
de la U.C.R, aprueba una nueva Constitución. Con un punto importantísimo, se sanciona el
“derecho a sufragio a las mujeres”. Las mujeres sanjuaninas, tenían en adelante, los mismos
derechos y obligaciones electorales que los hombres a nivel provincial y municipal. Dice así la
constitución sanjuanina:

“Artículo 34. Son electores provinciales con derecho a participar en todos los actos
electorales los ciudadanos argentinos nativos o por naturalización de ambos sexos,
mayores de 18 años y domiciliados en la provincia”. San Juan. Las Constituciones
de San Juan. Honorable Convención Reformadora de la Constitución. San Juan, s/f.
(c.1928), p. 679.

Esta reforma, si bien no modifico costumbres, si lo social ingresa en el mundo


de la política, provocando en la provincia una redefinición de la política y de la
categoría de ciudadano, en oposición a lo que había predominado hasta ese momento,
consagrado por la Ley Sáenz Peña. Porque la mujer en su condición social de madre,
esposa, jefa de hogar, es que garantiza su inclusión. Para Privitellio en: 2Los límites de
la abstracción: individuo, sociedad y sufragio femenino en la reforma constitucional de
San Juan, 1927”; la reforma provoco una “redefinición de los términos de ciudadanía
que ahora imagino otros ciudadanos y otra polis”. Totalmente alejado de la reforma
constitucional nacional por medio de la ley electoral N° 8871 o Ley Sáenz Peña. La
sociedad sanjuanina, dejaba de ser pensada en términos de puro individuos, para ser
entendida en función de una organización social.

A nivel nacional, el partido socialista, se convirtió en el principal promotor de la


causa del feminismo, desde fines de la década de 1920, el énfasis del socialismo recae
en la igualdad intelectual de hombres y mujeres, con una retórica anti clerical,
responsabilizando a la Iglesia Católica Apostólica Romana, de la subordinación jurídica
y cultural de las mujeres.

Claro que los conservadores lo entendían como catastrófico, ya que creían que
la mujer no era apta para la política.

Década de 1930: precisamente en el año 1932, es cuando se da el primer


debate parlamentario a nivel nacional, sobre la sanción del voto femenino.
La postura conservadora en el Parlamento entendía que debía seguir el modelo
latino y no el anglosajón. Con ideas nacionalistas de derecha, entendían que el modelo
de comportamiento femenino tenía que respetar la herencia cultural hispánica.
Además los conservadores, afirmaban que el desarrollo del feminismo en el país era
fruto de una minoría extranjerizante, ya que el sufragio femenino derivaría en un
conflicto de sexos, ajeno a las tradiciones nacionales. Es asi, que los conservadores solo
restringían el voto a los alfabetos, en virtud de la preocupación por la cultura política,
entonces, si bien discriminaban a la mujer sobre la base de sus diferencias biológicas, si
la ponían en pie de igualdad en lo que respecto a lo intelectual, si estas estaban
educadas, dejando de lado las cuestiones típicas del feminismo maternalista de los
años de la década de 1910-20.

En cambio los socialistas, defendían una igualdad jurídica entre hombres y


mujeres, la defensa de principios liberales y laicos, frente a los prejuicios católicos que
obstaculizan la acción del Estado, en favor de los derechos de la mujer. Entendían una
“mujer argentina “universitaria, profesional y trabajadora, en contra del hispanismo,
del pensamiento conservador que insistía en la mujer latina y catolica

El voto femenino y obligatorio, sin restricciones, gano por mayoría en la cámara


de diputados, pero no se trató finalmente en el senado. Por lo tanto la ley quedo sin
efecto.

Década de 1940: Juan Domingo Perón, apoya la causa del sufragio femenino,
siendo posible una estrategia para ampliar el apoyo político. Primeramente en octubre
de 1944 se creó una sección la Secretaria del Trabajo y Asistencia de la Mujer. Eva
Perón dirigió una campaña entre enero y marzo de 1947, a favor de los derechos
cívicos de la mujer.

Al igual que el partido Radical y el partido Socialista, Perón y los legisladores


peronistas, argumentaron que la Argentina, como miembro de las naciones modernas,
no podía dilatar más, el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres,
debiendo cumplir con las disposiciones de las instituciones internacionales como La
Organización de Estados Americanos y las declaraciones de la conferencia sobre
problemas de la guerra y la paz de Chapultepec de 1945.

Se aprueba el sufragio femenino de la cámara de diputados, el 9 de septiembre


de 1947. Se impone la igualdad de derechos cívicos para la mujer, cumpliendo así la
tendencia democratizadora a nivel internacional.

Si bien las mujeres lograron participar en la política, sobre la base de una


retórica maternalista, su movilización quedo subordinada al Estado, además el
peronismo cuestiono el liberalismo reformista de la Ley Sáenz Peña de 1912.
El sufragio femenino era un reconocimiento a la igualdad entre hombres y
mujeres, igualdad no en tanto a avances de conocimiento científico, sino, de igualdad
espiritual que se reconocía a personas de distinto sexo en la doctrina de la Iglesia
Católica Apostólica Romana. Es decir, la igualdad de derechos, seguía una orientación
católica. Desde esta perspectiva, el peronismo se enfrentaba a la posición sostenida
por el socialismo durante las dos décadas anteriores.

Pero si bien el peronismo, afirmaba la igualdad en el campo espiritual, reforzaba la diferencia


de roles, desde la perspectiva biológica, que hombres y mujeres debían cumplir en la sociedad.
En tal sentido, este movimiento, retomo y fortaleció, los planteos de maternalismo, al
legitimar la participación política de la mujer como una extensión de su papel maternal. Los
conservadores alertaban, por las consecuencias de la llegada de la política al mundo
doméstico, es decir, la vida familiar, ya que la mujer era identificada con la misión natural de
la maternidad. Para el peronismo, en cambio, hablar de política en el seno familiar, era un
requisito para garantizar el triunfo de la justicia social.

La valorización de un mundo familiar politizado, llevaba a la igualación entre hombres y


mujeres para expresar sus posiciones políticas. El hogar, la familia, debía ser democratizada
para garantizar la igualdad de los cónyuges. La participación política de la mujer fue definida
como una extensión de su rol maternal, de familia y perteneciente a la comunidad nacional.

Este énfasis el rol maternal de la mujer, falta de egoísmo y desinterés, virtudes que
reorientadas a la acción política, supuso una ruptura con el ideal de individuo racional, que
persigue sus propios objetivos en el campo de lo económico y lo político. Así, los derechos
políticos de la mujer, redefinió la noción de ciudadano, el peronismo.

El peronismo exalto los rasgos específicos de la femineidad, como elemento positivo para la
participación en la política: la sensibilidad e intuición era una forma de conocimiento más
valiosa que la fundada en la “razón”. Estas características, propias de la femineidad, dotaban a
la mujer de ser votante y candidata. Así concebido, la incorporación política de la mujer,
constituía un componente significativo del anti-intelectualismo, característico del peronismo.

Las virtudes del feminismo maternalista, del peronismo, era la de la mujer del pueblo, la
obrera sin ningún interés pasional. Mientras que las debilidades o vicios, eran atribuidos, solo
a las mueres de la oligarquía. En los años de la década de 1930, el debate parlamentario era la
oposición entre verdadera femineidad y el feminismo, es decir, entre la mujer latina
comprometida con las obligaciones familiares y la anglosajona liberada de ello.

En el peronismo en cambio, había una nueva división, característico del discurso populista, la
oposición entre “mujer del pueblo” y “mujer de la oligarquía”. Dando valor a su femineidad,
atributos como la emoción, la pasión y los sentimientos, que los teóricos clásicos consideraban
un error, pasarían a ser considerados, por el peronismo como superiores al juicio racional.

En Conclusión: el peronismo defendía el voto universal, secreto y obligatorio para el hombre


tal como establecía la Ley Sáenz Peña aquel. El ideal de ciudadano culto, moderado, según el
deseo de los reformadores de la ley electoral N° 8871. Pero, el peronismo modifica estos
términos y da paso paso a un modelo de ciudadano con intuición, el apasionamiento y la
determinación para defender el bienestar familiar. Es la inclusión de la mujer en el electorado,
replanteando el modelo de ciudadano culto y racional de la tradición liberal y reformista. Ser
instruido ya no constituía un prerrequisito para convertirse en ciudadano, puesto que se
reconocía una conciencia ciudadana ya desarrollada, entre los hombres y mujeres que
“trabajan”.
Fuentes:

* PALERMO, Silvana, “El sufragio femenino en el Congreso Nacional: ideologías de género y


ciudadanía en la Argentina (1916-1955)” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y
Americana Dr Emilio Ravignani, Tercera Serie, Nº 16/17, Buenos Aires. 1998.

* VALOBRA, Adriana (autora) “Feminismo, sufragismo y mujeres en los partidos políticos en la


Argentina de la primera mitad del siglo XX” en @mnis, Revue de civilisation contemporaine de
l’université de Bretagne Occidentale (UBO, Brest), 2008. Disponible en:
http://amnis.revues.org/666

* PRIVITELLIO, L. de (2011). Los límites de la abstracción: individuo, sociedad y sufragio


femenino en la reforma constitucional de San Juan (1927). PoLHis, 4(7), 59-77. Recuperado de:
http://www.historiapolitica.com/datos/boletin/polhis7_privitellio.pdf.

* BARRANCOS, Dora; “Ciudadanía femenina en la Argentina. Debates e iniciativas en las


primeras décadas del siglo XX” en BIAGINI, Hugo y ROIG, Arturo, El pensamiento alternativo
en la Argentina del siglo XX: identidad, utopía, integración (1900-1930), Buenos Aires: Biblos,
2004.

* PALERMO, Silvana; “Sufragio femenino y ciudadanía política en la Argentina, 1912-1947”,


en BARRY, Carolina; Sufragio femenino. Prácticas y debates políticos, religiosos y culturales en
Argentina y América Latina, Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2011.

- Santa Fe. Constitución de 1921. Artículos: 36 y 144.

- Santa Fe. Ley Orgánica de Municipalidades 1927. Artículo 57.

- San Juan. Las Constituciones de San Juan. Honorable Convención Reformadora de la


Constitución. San Juan, s/f. Artículo 34. - “La democrática conquista del voto femenino en las
elecciones municipales deberá ser mantenida y ampliada” La Acción, 20/11/1927. Primera
página.

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