Historia Argentina ll
TALLER 3
La Historia Social del sufrago en la Argentina: Finales del siglo XIX y primera
mitad del siglo XX.
Además en esta fecha –finales del siglo XIX- surge la Unión Cívica Radical, y
como el Socialismo, disputa un nuevo estatuto ciudadano y la reformulación del pacto
político, el feminismo se ponía en práctica, con la actuación de las mujeres en los
partidos políticos, (U.C.R y Socialismo).
No obstante esta Ley Electoral, impuso un nuevo límite a las mujeres, porque el
orden liberal trazo una división entre el espacio público y privado, demarcación que se
basó en el principio de la división sexual del trabajo, relegando a la mujer a su misión
natural: la reproducción, el cuidado de la familia y los ciudadanos. Además, se sumaba
la “no” participación de los extranjeros en la política.
“Artículo 34. Son electores provinciales con derecho a participar en todos los actos
electorales los ciudadanos argentinos nativos o por naturalización de ambos sexos,
mayores de 18 años y domiciliados en la provincia”. San Juan. Las Constituciones
de San Juan. Honorable Convención Reformadora de la Constitución. San Juan, s/f.
(c.1928), p. 679.
Claro que los conservadores lo entendían como catastrófico, ya que creían que
la mujer no era apta para la política.
Década de 1940: Juan Domingo Perón, apoya la causa del sufragio femenino,
siendo posible una estrategia para ampliar el apoyo político. Primeramente en octubre
de 1944 se creó una sección la Secretaria del Trabajo y Asistencia de la Mujer. Eva
Perón dirigió una campaña entre enero y marzo de 1947, a favor de los derechos
cívicos de la mujer.
Este énfasis el rol maternal de la mujer, falta de egoísmo y desinterés, virtudes que
reorientadas a la acción política, supuso una ruptura con el ideal de individuo racional, que
persigue sus propios objetivos en el campo de lo económico y lo político. Así, los derechos
políticos de la mujer, redefinió la noción de ciudadano, el peronismo.
El peronismo exalto los rasgos específicos de la femineidad, como elemento positivo para la
participación en la política: la sensibilidad e intuición era una forma de conocimiento más
valiosa que la fundada en la “razón”. Estas características, propias de la femineidad, dotaban a
la mujer de ser votante y candidata. Así concebido, la incorporación política de la mujer,
constituía un componente significativo del anti-intelectualismo, característico del peronismo.
Las virtudes del feminismo maternalista, del peronismo, era la de la mujer del pueblo, la
obrera sin ningún interés pasional. Mientras que las debilidades o vicios, eran atribuidos, solo
a las mueres de la oligarquía. En los años de la década de 1930, el debate parlamentario era la
oposición entre verdadera femineidad y el feminismo, es decir, entre la mujer latina
comprometida con las obligaciones familiares y la anglosajona liberada de ello.
En el peronismo en cambio, había una nueva división, característico del discurso populista, la
oposición entre “mujer del pueblo” y “mujer de la oligarquía”. Dando valor a su femineidad,
atributos como la emoción, la pasión y los sentimientos, que los teóricos clásicos consideraban
un error, pasarían a ser considerados, por el peronismo como superiores al juicio racional.