2. Introducción 2
3. Estado de la Cuestión 11
4. Repertorio de fuentes 20
6. Conclusiones 98
7. Anexos 103
8. Bibliografía 109
1
2. Introducción
1
Foucault, Michael. Vigilar y castigar, 2009 [1975] pp 9-11.
2
Jeffreys, Sheila. La industria de la vagina. La economía política de la comercialización global del sexo,
pp 13-15. Paidós, 2011.
3
Jeffreys, Sheila. Op. Cit, pp 15-16.
2
asociados a la pornografía irrumpan fuera de los límites nacionales conformando una
nueva y permeable cultura sexual en la que el acceso a determinados cuerpos está
garantizado siempre que se disponga de dinero y conexión a internet. Aunque la categoría
de víctima no es intrínseca a la mujer como tampoco lo es a la prostituta, convendría
recalcar que el comercio sexual debe asociarse a una estructura de poder desigual dirigida
al público masculino y en la que generalmente el objeto de consumo es una mujer o un
sujeto feminizado. Los debates asociados a campos teóricos como el abolicionista, el
regulacionista o el del trabajo sexual se complejizan adoptando perspectivas multifocales
que no obstante pueden ser rastreadas en el tiempo. Si bien los conflictos entre
abolicionistas conservadores y liberales anticlericales de la España de finales del XVIII,
los debates higienistas en torno a la regulación de la prostitución o los incipientes
posicionamientos feministas asociados a figuras como Josephine Butler4 en la Inglaterra
decimonónica parecen muy alejados en el tiempo, más allá de lo formal el debate continúa
siendo el mismo. La asociación para promover la extensión de la “Contagious Diseases
Act” de 1866 contaba con el apoyo de los grupos conservadores: el de los militares y el
de los aristócratas. Aunque la regulación pretendía combatir el contagio de enfermedades
venéreas y frenar la prostitución juvenil, el objetivo principal no era tanto la disminución
del vicio como el control y la regulación de la actividad. Las autoridades aceptaban por
tanto la prostitución como lacra social, pero al mismo tiempo parte inevitable de la vida.
La aprobación final de la ley en 1869 conllevó las protestas de evangélicos, republicanos
y feministas, pertenecientes todos ellos a las clases medias a los que preocupaba la
situación de las mujeres trabajadoras, pero también imbuidas por un afán salvador5. Al
igual que los cambios que tuvieron lugar entre finales del XIX y principios del XX, en las
últimas décadas ha tenido lugar un profundo cambio social que ha despertado de nuevo
polémica en torno a la prostitución y las relaciones sexuales. El debate actual sobre la
prostitución se ha complejizado con la aparición de nuevos marcos teóricos como el
4
Josephine Butler ha sido asociada al movimiento feminista, pero esta asociación está basada en las causas
en las que ella estuvo involucrada. La propia Josephine Butler afirmó que sus razones para liderar la
campaña de derogación se dirigían a la protección de todos los ciudadanos y no a la defensa de los derechos
de la mujer. Entre sus motivos para iniciar una campaña contra las “Contagious Diseases Acts” estaba la
protección de las clases trabajadoras y es posible que algunos de sus posicionamientos abolicionistas
terminasen influyendo posteriormente en el partido laborista.
5
Megan, Carty, “The Contagious Diseases Acts and Joshepine Butler´s true reason for repeal”, pp 4-6.
Harding university.
3
abolicionista6 frente al del trabajo sexual e incluso ha producido fracturas en el seno del
movimiento feminista.
6
Muchos de los movimientos abolicionistas de los siglos XIX y XX, especialmente los más conservadores,
eran realmente prohibicionistas y perseguían tanto al proxeneta como a la prostituta. La postura
abolicionista se centra en clientes y proxenetas a los que considera culpables de la situación de las mujeres
prostituidas.
7
Gayle, Rubin. “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”. Biblioteca
Virtual de Ciencias Sociales, [1989], p.1.
8
En cambio, cada vez aparecen más denuncias por infracciones al reglamento y ejercicio de la prostitución
clandestina en las que los implicados son proxenetas masculinos. Si tenemos en cuenta que las casas de
citas y la prostitución en domicilios particulares aumenta sustancialmente frente a las tradicionales casas
públicas, puede observarse un número significativo de hombres implicados en el comercio sexual a lo largo
de los siglos XIX y XX.
4
condena moral de la prostitución y otras prácticas sexuales como el adulterio y la sodomía
se medicalizó: “La condena psiquiátrica de las conductas sexuales utiliza conceptos de
inferioridad mental y emocional, en vez de categorías de pecado sexual. Todas estas
jerarquías de valor sexual —religiosas, psiquiátricas y populares— funcionan de forma
muy similar a los sistemas ideológicos del racismo, el etnocentrismo y el chovinismo
religioso. Racionalizan el bienestar de los sexualmente privilegiados y la adversidad de
la chusma sexual9”.
La rápida extensión del modelo regulador francés —la publicación en 1847 del
Reglamento para la represión de los excesos de la prostitución en Madrid abría la puerta
a la prostitución reglamentada en España10— trataba de atajar los problemas suscitados
por el contagio de enfermedades venéreas y alejar el escándalo tanto del centro
administrativo de las ciudades como de la vista de una burguesía en auge preocupada por
la posible corrupción moral de hijas y esposas y la amenaza de la respetabilidad que debía
caracterizar a éstas frente a las mujeres de clases populares. Si la regulación existía se
debía a que, en última instancia la prostitución era aceptada de forma un tanto hipócrita
por las clases sociales hegemónicas como mal inevitable y necesario para el correcto
funcionamiento de la sociedad. El comercio sexual evitaba la corrupción de las mujeres
de la burguesía, que así no se veían “obligadas” a satisfacer el apetito sexual de sus
maridos. Es importante recordar que en esa época la tónica general era considerar que la
mujer carecía de deseos sexuales y que las relaciones maritales entre miembros de la
burguesía tenían muchas veces la reproducción como principal e incluso único objetivo:
“Ya se sabe que el sexo para el hombre es una fuerza natural, arrolladora e incontrolable
y mejor es encauzarla para que no derive donde no debe (…). Es el triunfo de la hipocresía
moral, que se hace patente en una actitud de paternalismo piadoso al mismo tiempo que
enmascara un cierto menosprecio por la bajeza en la que se encuentra la mujer caída que
se mueve en el cieno de su impureza y de propugnar su invisibilidad y ocultamiento11”.
La consideración de la prostituta y muchas veces de las mujeres trabajadoras como
anomalías por su iniciativa sexual y/o promiscuidad, fue instrumentalizada para
configurar a la mujer obrera como otredad sexualizada al mismo tiempo que celebraba la
domesticidad de la mujer burguesa como único modelo correcto de feminidad. El
9
Rubin Gayle, Op. Cit, pp 19-21. Ampliar información en anexo 1.
10
Guereña, Jean-Louis. “Los orígenes de la reglamentación en la España Contemporánea. De la propuesta
de Cabarrús (1792) al Reglamento de Madrid (1847)”. Dynamis: Acta hispanica ad medicinae
scientiarumque historiam illustrandam, Nº. 15, 1995, pp 401-441.
11
Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria. Ed Txalaparta, 2014, pp 26-27.
5
concepto de “ángel del hogar” se convirtió, especialmente en los países anglosajones, en
el elemento fundamental que sustentó el ideal de domesticidad decimonónico asociado al
proceso de construcción de la burguesía como clase, en oposición y contraste al
comportamiento de las mujeres de clase trabajadora. Sin embargo, autores como Nerea
Aresti cuestionan que el ideal de domesticidad en el contexto de la sociedad española
estuviese dotado de un significado de clase similar al de los países anglosajones,
empleados habitualmente como referente en los análisis: “El discurso del “ángel del
hogar” anglosajón difiere del referente descrito en los textos más emblemáticos del
ideario español de la domesticidad (…) pertenecientes a la tradición católica y
conservadora. Ambos modelos no fueron totalmente extraños entre sí, pero pertenecían a
tradiciones o corrientes ideológicas distintas12.” Mientras que el modelo anglosajón
presentaba una articulación armoniosa entre protestantismo y modernidad que pretendía
delimitar claramente la frontera entre el mundo público y el privado, en España la
modernización conllevó la desconfianza de los sectores más católicos y los discursos
sobre el “ángel del hogar” pretendían perpetuar la tradicional segregación de las mujeres
en el ámbito familiar. Los ideales evangélicos y protestantes de domesticidad que
formaron parte de la ideología burguesa se convirtieron en un elemento constitutivo
básico de la nueva sociedad burguesa, tanto desde el punto de vista social como
ideológico13. Por el contrario, el caso español difiere profundamente, la burguesía
española no logró imponer sus puntos de vista en la vida política y social, así como en el
mundo privado. Por otra parte, los discursos asociados a la iglesia católica fueron muy
beligerantes con el liberalismo y la modernidad y para Aresti, la pugna entre las clases
medias cercanas al ideario liberal y el conservadurismo católico situó a la mujer del lado
de la tradición, la ignorancia y el pasado mientras que la masculinidad quedaba asociada
a progreso científico perdurando hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo, parece
bastante claro que el lugar adecuado para una mujer ya sea entre la burguesía patria o la
extranjera, era el hogar y que los modelos de feminidad alternativos debían ser
controlados evitando que su influencia corruptora se extendiese al conjunto de las
mujeres.
12
Aresti, Nerea. “El ángel del hogar y sus demonios. Ciencia, religión y género en la España del siglo
XIX”. Universidad del País Vasco, pp 371-372.
13
Hall Catherine, White. Male and Middle Class. Explorations on Feminism and History. Nueva York:
Routedge, 1992, pp 78-81.
6
Las prácticas de supervivencia habituales entre mujeres solteras de clase obrera
como el recurso puntual a la prostitución eran aceptadas incluso por su propia comunidad,
pero fueron estigmatizadas por el progresivo endurecimiento de la regulación higienista
y confinaron a la prostituta en una identidad negativa situada al margen de la sociedad.
La marginación social de la prostituta no se produjo solo en lo simbólico, sino que
también se plasmó en el espacio. Aunque legalizadas y aceptadas como parte de la
sociedad eran expulsadas hacia los márgenes de las ciudades, o concentradas en distritos
concretos, ocultadas de la vista de otras mujeres, pero fáciles de localizar para los
hombres que accedían a este consumo. Este fue un fenómeno global en las ciudades
occidentales, si bien existen diferencias fundamentales en torno a la disposición de
espacios prostitucionales según países y ciudades: las discretas mancebías españolas
estaban exentas de los reclamos visuales que los llamados “red ligth districts”
norteamericanos ejemplifican a la perfección. No obstante, el objetivo era el mismo:
ejercer un control sobre los horarios y espacios dedicados a la prostitución separando los
“focos del vicio” del resto de la población14. Sin embargo, la marginación no fue del todo
efectiva, pues la reducción de las jornadas laborales, la mejora de la capacidad adquisitiva
entre las clases populares y la generalización de nuevos espacios de ocio generaron
figuras femeninas difusas como tanguistas, bailarinas y cabareteras. A medio camino
entre la prostitución y el espectáculo se popularizaron nuevos lugares de sociabilidad
como el “café cantante”, el cabaret o el teatro, en los que confluían hombres y mujeres
pertenecientes a un amplio abanico social desafiando el control ejercido por los rígidos
reglamentos de principios de siglo. Las relaciones entre hombres y mujeres fueron
perdiendo rigidez con el acceso de la mujer al mercado laboral, aunque la emancipación
femenina que ofrecieron las capitales a secretarias o telefonistas no es en modo alguno
comparable al caso estadounidense donde al calor de salas de baile y teatros se
generalizaron prácticas como el “treating”. Este fenómeno consistía en el intercambio de
favores sexuales con hombres pertenecientes a clases sociales más altas —que no
implicaban necesariamente relaciones sexuales completas — a cambio de bebidas, una
cena u otros gastos, pero nunca dinero. La fina línea que diferenciaba la prostitución del
“treating” no era muy clara para las autoridades, pero sí para las chicas de clase
14
A diferencia que en la vecina Francia donde los prostíbulos se anunciaban con carteles y farolillos rojos,
la normativa higienista española prohibía cualquier ostentación que denotase la ocupación de las casas
dedicadas a la prostitución de puertas hacia fuera. Debe señalarse la excepción de Barcelona, ciudad que
contó con un barrio chino. Véase Hubbard, Phil. Sexuality, Immorality and the City: Red-light districts and
the marginalisation of female street prostitutes, Gender, Place and Culture, pp 55-76. 1998.
7
trabajadora que lo practicaban, quienes regulaban su comportamiento en función del de
sus compañeras15. No está claro que en España se practicase el “treating” como tal ya que
el peso de la iglesia católica imponía unos códigos de comportamiento muy estrictos que
invalidaban para el matrimonio a las jóvenes que descuidasen su comportamiento. De
hecho, Miren Llona remarca en uno de sus estudios de caso que las mujeres trabajadoras
se enfrentaban a grandes dificultades para hacerse respetar y evitar acosos e
insinuaciones. El género melodramático de Novela Corta, vigente entre 1916 y 1925,
como proyecto de educación popular presentaba a menudo hilos argumentales
estereotipados en los que se vinculaba amor y sexualidad: “Se partía de una ecuación
fatal: la devaluación de la respetabilidad femenina conforme aumentaba la pobreza y el
sometimiento del honor de la protagonista a un acoso proporcional a su depauperización
(…) En algunos casos, el desenlace final conducía a la prostitución, en otros al suicidio
de la protagonista16”. Frente al trágico ideal romántico presentado por aquellas novelas
muchas mujeres de clase obrera hicieron frente al hostigamiento masculino al eran
sometidas las mujeres pobres desarrollando una fuerte hostilidad hacia las prostitutas y
desconfiando de las intenciones masculinas. La principal preocupación de modistillas y
criadas fue muchas veces evitar una posible identificación con las prostitutas ya que las
mujeres de clase obrera veían comprometido su honor por el mismo hecho de su
pertenencia de clase17.
15
Clement, Elizabeth Alice. “Love for Sale: Courting, Treating, and Prostitution in New York City, 1900-
1945”. University of North Carolina Press, 2006.
16
Llona, Miren. "Los otros cuerpos disciplinados. Relaciones de género y estrategias de autocontrol del
cuerpo femenino (primer tercio del siglo XX)”. Universidad del País Vasco, 2008, pp 97-98.
17
Llona, Miren. Op. Cit, pp 104-105.
18
Guereña, Jean-Louis. “El burdel como espacio de sociabilidad”. Hispania, 2003.
19
Moreno Mengíbar, Andrés, y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España contemporánea: un continente por descubrir”. Historia contemporánea, n.o 16, 1997, p.126.
8
reglamentos, denuncias y cartillas de registro este trabajo pretende dar respuesta a una
serie de interrogantes sobre la actividad prostitucional a partir de un estudio de caso
concreto: el de la Villa de Bilbao entre finales del XIX y principios del XX, ciudad que
no quedó fuera de estas dinámicas transnacionales de regulación y control sistemático de
los cuerpos de las mujeres. El período elegido puede corresponder bien con uno de esos
contextos en los que advierte Gayle Rubin que la tensión social repercute en el debate y
la alarma sobre las conductas sexuales.
Con el final de la última guerra carlista, en 1876, tuvo lugar en la Villa de Bilbao
y alrededores un aumento de población sin precedentes debido a un acelerado proceso de
industrialización asociado a la minería y la extracción masiva de mineral de hierro en un
primer momento y, posteriormente en torno a la creación de una potente industria
siderúrgica y naval en la margen izquierda del Nervión. La llegada masiva de inmigrantes
a Bilbao y el choque entre una economía de tipo gremial en vías de extinción y la
imposición de nuevas formas de explotación asociadas al modelo capitalista,
configuraron un panorama de crisis social abierta y colapso de los modos de vida
tradicionales que conllevó una rápida feminización de la pobreza. Frente al habitual
extendido y simplista estereotipo del inmigrante masculino, joven, pobre y analfabeto que
se desplaza del campo a la ciudad para mejorar sus condiciones de vida, aparece una
inmensa variedad de tipologías migratorias20.
9
trabajadoras, acercaron a ojos de la burguesía a las mujeres obreras a la estigmatizada
imagen de “mujer pública”.
Una de las cuestiones que el presente trabajo tratará de abordar son las estrategias
de resistencia desarrolladas por la clase obrera frente a su asimilación externa en torno a
la figura de la prostituta en paralelo a los discursos higienistas que insertaron las ciudades
españolas dentro del debate transnacional sobre la necesidad de regular o abolir la
prostitución. Por otra parte, se pretende realizar un análisis sociológico de los datos
recogidos en las cartillas de registro de las prostitutas atendiendo a factores cualitativos y
cuantitativos y representar espacialmente una geografía de la prostitución bilbaína que
establezca las redes de comercio sexual que hacían difusa la separación entre
clandestinidad y cumplimiento del reglamento. Si bien es fácil seguir el rastro que estas
mujeres y sus proxenetas dejaron en los registros, el gran ausente en las fuentes es el
consumidor. La premisa de controlar el contagio de enfermedades sexuales no incluía a
la población masculina, porque se consideraba a la prostituta como principal fuente de
contagio y enfermedad. A través de los poderes administrativo, sanitario y policial se
sometió a minuciosas revisiones médicas no solo a las prostitutas sino a las mujeres
sospechosas de dedicarse a la prostitución, evidenciando un trato desigual por razón de
género que retenía en hospitales a las mujeres contagiadas y daba libertad de movimiento
a unos hombres que posiblemente extendieron enfermedades como la sífilis entre otras
prostitutas y sus propias mujeres. El Ayuntamiento a través del Negociado de Higiene
ejerció un enorme control en las vidas de estas mujeres y para ello se sirvió de
funcionarios como, veladores nocturnos, guardias municipales, inspectores de higiene
especial y médicos higienistas e instituciones como las casas galeras dependientes del
asilo de dementes o los laboratorios y hospitales habilitados para el tratamiento de
enfermedades venéreas. Surgen interrogantes que posiblemente solo puedan ser
esbozados a partir de las fuentes de las que parte este trabajo: ¿A qué clases sociales
estaba dirigido el floreciente negocio en torno al sexo?, ¿fue posible controlar la actividad
de estas mujeres liberando el centro de la ciudad de escándalos morales? o ¿qué registros
dejaron los hombres infectados por la sífilis u otras venéreas en laboratorios y hospitales?
10
3. Estado de la Cuestión
La historiografía española se hizo eco tarde y muy parcialmente del interés que
sobre la prostitución en el pasado ya se había expresado en otros entornos académicos
como el francés, el inglés o el norteamericano desde finales de la década de 1970. Basta
recordar el balance que Andrés Moreno Mengibar y Francisco Vázquez García realizaban
en uno de los primeros estados de la cuestión sobre la historia de la prostitución en su
obra Prostitución y racionalidad contemporánea: un continente por descubrir: “Sobre
las características y evolución del hecho social de la prostitución en la España
contemporánea queda casi todo por saber. Se puede decir que conocemos mucho más el
desarrollo del fenómeno en las épocas medieval y moderna que en ese pasado que todavía
bulle bajo nuestros pies21”. De dicho diagnóstico ya han pasado más de veinte años y,
como se verá en este estado de la cuestión, los avances desde entonces no pueden generar
demasiado entusiasmo, aunque se hayan publicado algunos trabajos de cierto valor. En el
balance que aquí se presenta se dará cuenta primero de cuáles son las obras que en el
entorno internacional han realizado las propuestas más interesantes en el estudio de la
prostitución en los siglos XIX y XX. Seguidamente se hará un repaso de la producción
bibliográfica española, evaluando hasta qué punto han sido recogidas las corrientes más
innovadoras que sobre el asunto se han producido fuera. Se pondrá especial énfasis en los
trabajos realizados para el caso de estudio elegido, la villa de Bilbao, subrayando las
fortalezas y las carencias del conocimiento previo con el que se parte para nuestra
investigación. Si bien este trabajo parte de un estudio focalizado en torno a unos límites
geográficos concretos y determinado por unos archivos de carácter local y dado que los
estudios en torno a la prostitución en el País Vasco son escasos y se enmarcan en su
mayoría dentro del campo de la Historia Social, queda abierta la posibilidad de combinar
los estudios sociológicos precedentes con los enfoques urbanos y de género
predominantes en la historiografía anglosajona y francesa. Por otra parte, sería interesante
partir del análisis micro de caso a una perspectiva macro que permita insertar el caso
concreto de la Villa de Bilbao dentro de las transformaciones sociales, urbanas y
culturales características de la ciudad moderna. Es a partir de la década de los setenta
cuando se multiplicaron los estudios académicos en Europa y EE UU sobre prostitución
y regulacionismo fuera del ámbito médico. El auge de nuevos enfoques como la historia
21
Moreno Mengibar, Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad contemporánea:
un continente por descubrir”. Historia Contemporánea nº16,1997.
11
de la sexualidad o la historia de la vida privada, unidos a la institucionalización de la
historia de género en el seno de las universidades propició la aparición de un nuevo campo
historiográfico en el que destacan autores como Walkowitz, Corbin, Finnegan 22 o J.
Evans23. Tampoco deben olvidarse aportaciones desde el seno del movimiento feminista
como las de Gayle Rubin, quien abordó la cuestión de la trata de mujeres en su obra La
trata de mujeres: notas sobre la “economía política del sexo” a través del concepto del
Sistema sexo-género24.
Una visión muy extendida entre las feministas de los años 60 y 70 fue sin embargo
la de la prostitución como vestigio de las sociedades tradicionalmente dominadas por
hombres, que los nuevos tiempos y los avances en la situación de la mujer borrarían de la
faz de la tierra. En palabras de Kate Millet era “un fósil viviente, una forma de relaciones
esclavistas que subsistía en el presente25”.
22
Finnegan, Frances, “Poverty and prostitution. A study of victorian prostitution in York”, Cambridge,
1979.
23
J. Evans, Richard,” Prostitution, State and Society in Imperial Germany”, Past and Present, nº 70, 1976.
24
Se trató de la primera crítica feminista al planteamiento de Marx y Engels, en la que se reinterpretan las
relaciones de sexualidad, producción y opresión empleando el concepto del Sistema sexo-género, que
considera a las mujeres susceptibles de una opresión diferencia asociada directamente a sus órganos
reproductivos. Véase también Gayle, Rubin. La trata de mujeres: notas sobre la economía política del sexo.
1975.
25
Millet, Kate. Política sexual, ed. Rupert Hart-Davis, Reino Unido. 1970, pp 56-57.
26
Jeffreys, Sheila. Op. Cit, pp 11-12
27
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Tomo III La inquietud de sí. Ed Siglo XXI, 1987, pp 137-
173.
12
clases trabajadoras —a las que se califica de inmorales, promiscuas y descontroladas—
permite acercarse a los reglamentos higienistas y sus motivaciones. Moreno Megíbar y
Francisco Vázquez resaltan dos posibles métodos de análisis de los dispositivos de control
social apoyados en el concepto de institución total de Goffman 28 —molde interpretativo
que tiende a la conceptualización de las instituciones como formas de control social
total— y el método genealógico de Michel Foucault, que consideran preferible29. La
genealogía foucaultiana puede ser una herramienta óptima para analizar proceso como la
medicalización de la prostitución a mediados del XIX o las propias transformaciones del
sistema reglamentista asociadas a un proceso permanente de conflicto y negociación en
el que las estrategias de poder implicarían necesariamente una multiplicidad de
estrategias de resistencia por parte de los afectados por la reglamentación. Sin embargo,
el esquema interpretativo foucaultiano no debe entenderse como teoría global sino como
un método sumamente útil para conceptualizar ciertos aspectos del fenómeno
prostitucional.
28
Goffman Ervinng. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu, Buenos Aires,
1970.
29
Mengibar, Moreno Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España Contemporánea: un continente por descubrir”. Hª Contemporánea, nº 16 1997.
30
Walkowitz, Judith. Prostitution and Victorian Society. Women, Class and the State, Nueva York, 1980.
31
Corbin, Alain. “Women for hire. Prostitution and sexuality in France after 1850”. Canadian Journal of
Sociology,1991. Corbin, Alain. Les filles de noce. Misère sexuelle et prostitution au XIXe siècle.
Flammarion, 1978.
13
complementados por novedosos estudios que incorporan nuevas perspectivas centradas
en la transformación de las ciudades modernas y la emergencia de una nueva cultura
sexual que suscitó el pánico moral de una burguesía centrada en la defensa de la
respetabilidad de sus barrios32. En los últimos años se han publicado distintos trabajos en
torno a la diversificación del comportamiento y las conductas sexuales entre las jóvenes
estadounidenses pertenecientes a la clase trabajadora33 o a la conformación de una
geografía moral que regulaba la vida pública y los comportamientos. La existencia de
“red ligth districts” aceptados y defendidos por las autoridades como un medio para el
aislamiento del vicio hacen muy diferente la configuración de ciudades estadounidenses
y europeas, sin embargo la modernización de las ciudades, el enriquecimiento de todas
las clases sociales y las nuevas posibilidades de intercambio sexual que los
establecimientos de venta de bebidas alcohólicas permitían, hacen extrapolables a la
geografía española conceptos como el de la “Sporting class” que Mara Keire define como
grupo social heterogéneo conformado por los individuos característicos de la “cultura de
burdel” así como por miembros pertenecientes al mundo del espectáculo que combinaban
trabajos respetables y actuaciones en los establecimientos de entretenimiento34.
32
Israel, Ross Andrew. Urban Desires: Practicing Pleasure in the ‘City of Light,’ 1848-1900 .A dissertation
submitted in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy (History) in The
University of Michigan, 2011.
33
Clement, Elizabeth Alice. “Love for Sale: Courting, Treating, and Prostitution in New York City", 1900-
1945. Univ of North Carolina Press, 2006.
34
Keire, Mara L. “For Business and Pleasure: Red-Light Districts and the Regulation of Vice in the United
States, 1890-1933”. Johns Hopkins University Press, 2010.
35
Moreno Mengíbar Andrés y Vázquez García, Francisco. Op. Cit, pp 67-88.
14
reglamentos de higiene36 y un completo, aunque hoy anticuado, estado de la cuestión37
que compila las principales publicaciones en nuestro país. Sin duda debe atribuírsele el
mérito como precursor en el estudio de esta materia, aunque se haya centrado
exclusivamente en la documentación legal evitando cualquier aproximación a las posibles
resistencias suscitadas por la aplicación de la estricta normativa y a las vidas de las
mujeres dedicadas a la prostitución. A pesar de que aduce repetidas veces la necesidad de
incluir el enfoque de género e insertar el estudio de la prostitución dentro de la historia
de la sexualidad, sus obras carecen de ambos enfoques manteniéndose dentro del campo
de la historia social. Por otra parte, afirmaciones como: “la práctica prostitucional se ceñía
al período de fertilidad de la mujer (veinte-veinticuatro años)38” indican un profundo
desconocimiento de la fisiología femenina no indicándose con propiedad si se refiere
únicamente al periodo de desempeño de la actividad y no al período de fertilidad de la
mujer, mucho más amplio. A partir de los años ochenta se multiplicaron, con mayor o
menor acierto, las aproximaciones locales hacia el campo de estudio de la historia de la
prostitución partiendo de documentación primaria. Matilde Cuevas en colaboración con
Luis Enrique Otero Carvajal aborda la regulación de la prostitución en Madrid, estudio
que complementa con un acercamiento sociológico a la figura de la prostituta39. Aunque
centrados especialmente en el ámbito andaluz el filósofo Francisco García Vázquez y el
historiador Moreno Mengíbar, estudian la reglamentación y funcionamiento de la
prostitución en función de la demanda desde una perspectiva foucaultiana40. También han
abordado otras cuestiones relacionadas con la sexualidad como la construcción socio-
sexual del cuerpo femenino, el disciplinamiento de los cuerpos e incluso en colaboración
36
Guereña, Jean Louis. “Los orígenes de la reglamentación de la prostitución en la España contemporánea.
De la propuesta de Cabarrús (1792) al Reglamento de Madrid (1847)”. Dynamis: Acta Hispanica ad
Medicinae Scientiarumque. Historiam Illustrandam, vol. 15, 1995, pp. 401-41. El tiempo de la prostitución
reglamentada. Madrid (1847-1909). Servicio de publicaciones, Diputacion provincial, 1996.
37
Guereña, Jean Louis. “De historia prostitutionis. La prostitución en la España contemporánea”. Ayer, n.o
25: Pobreza, beneficencia y política social, 1997.
38
Guereña Jean-Louis. De historia prostitutionis. Op. Cit, pp.35-72.
39
Cuevas, Matilde y Otero Carvajal, Luis Enrique: “Prostitución y legislación en el siglo XIX.
Aproximación a la consideración social de la prostituta», en Ordenamiento jurídico y realidad social de las
mujeres. Siglos XVI a XX. Actas de las IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Madrid, 1986.
40
Vázquez García, Francisco. “Apuntes para la historia de la prostitución reglamentada
en la Andalucía contemporánea”, Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1991 y en
colaboración con Moreno Mengíbar, Andrés: “Documentos sobre el prostíbulo municipal de Sevilla. Siglos
XVI-XIX”, Ed. Revista de Filosofía, Sevilla, nº78, 1989, pp. 325-379; y “Pascual de Hontanón y la
prostitución gaditana del último tercio del siglo XIX: saber medico frente a moralidad pública”, Trocadero.
Revista de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad de Cádiz, núm. 2, 1990, pp. 217-230.
15
con Iñaki Bazán Díaz la prostitución y el control social en el País Vasco entre los siglos
XIII - XVI41.
Por su parte el caso donostiarra ha sido abordado por Berta Etxebarria Arquero,
cuya línea de investigación sobre la modernización de San Sebastián incluye un breve
artículo en el que trata la reglamentación higienista, los tratamientos profilácticos y la
incidencia de la consagración turística de la ciudad como uno de los principales incentivos
del auge de la prostitución, haciendo frente a las limitaciones derivadas de la ausencia de
fuentes significativas en el archivo municipal43. Otra de las obras reseñables es el libro de
Charo Roquero, Historia de la Prostitución en Euskal Herria, estudio dividido en dos
partes —antes y después del siglo XIX—que trata de hacer un breve recorrido por la
historia de la prostitución a través de la consulta de fuentes judiciales, abarca un amplio
período e incluye el caso de Navarra, así como las tres capitales vascas, aunque realmente
se dirige más a la divulgación que hacia un público investigador44. Si bien todas estas
obras aducen la incorporación de perspectiva de género, Miren Llona es la autora que
mejor combina desde la historia social un doble análisis de género y clase, partiendo de
41
Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García. Sexo y razón: una genealogía de la moral sexual en
España. Siglos XV-XX, Akal, 1997 en torno a control y disciplinamiento de los mismos autores “Historia y
control de la mujer en España: una estrategia en torno a la construcción del ideal de género. De la ilustración
al romanticismo”. VII encuentro: La mujer en los siglos XVIII y XIX: Cádiz, América y Europa ante la
modernidad/ Coord por Cinta Canterla, 1994 y Bazán Díaz, Iñaki, Mengíbar Moreno, Andrés y Vázquez
García, Francisco. “Prostitución y control social en el País Vasco, siglos XIII-XVII”. Sancho el sabio:
Revista de cultura e investigación vasca, nº18, 2003, pp 51-88.
42
Vergara Andoni. “Delincuencia, agentes urbanos y prostitución en Bilbao a finales del siglo XIX”,
Bidebarrieta, nº 23, 2012.
43
Etxebarria Arquero, Berta. “La prostitución en San Sebastián durante la época reglamentista:
manifestaciones "antiurbanas" en un proyecto de ciudad moderna”. Rúbrica Contemporánea nº5, 2016.
44
Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria. Ed Txalaparta. 2014.
16
la perspectiva de que estas dos identidades resultan realidades inseparables y
cuestionando la división establecida entre ambas esferas45. A través de sus artículos
analiza los roles de género durante el primer tercio del siglo XX en Bizkaia y la forma en
la que las identidades de las clases subalternas elaboraban estrategias de resistencia frente
a los discursos estigmatizadores de las clases dominantes46. Sus investigaciones se
estructuran en torno a tres campos de interés: la construcción de las identidades
contemporáneas desde una perspectiva nacional, de clase y de género en el País Vasco;
la historia oral y el análisis de la memoria desde una perspectiva cultural y el estudio de
las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Arantza Pareja Alonso y Karmele
Zagarra Sangroniz dedican un brevísimo apartado a la prostitución en su obra divulgativa
“Profesiones, oficios y tareas de las mujeres en Bizkaia”47. Además de señalar la
existencia de cartillas de inscripción dependientes del Negociado de Higiene Especial las
autoras señalan algunas semejanzas vigentes en el ejercicio de la prostitución desde el
siglo XIX hasta la actualidad, como una baja extracción social y el sector hostelero como
punto de partida habitual. Finalmente debe señalarse la obra de Sonia González García,
autora de un artículo titulado: “La prostitución en Bilbao. Último tercio del siglo XIX y
principios del XX”, en el que analiza el auge de la prostitución partiendo de la
modernización de la ciudad y la industrialización como marco cronológico referencial48.
Si bien la autora, que parte de una cronología y fuentes similares a las de este trabajo,
esboza conceptos interesantes como la existencia de una solidaridad específica de clase
entre estas mujeres o la posibilidad de que las prostitutas trascendiesen la identidad de
víctima para desarrollar estrategias de resistencia, apenas esboza la distribución espacial
de la prostitución en Bilbao dejando abierta la posibilidad de cartografiar sobre mapa una
verdadera geografía de la prostitución bilbaína.
Exceptuando algunos casos como los de Sonia González, Miren Llona — quien
presta particular atención a documentación jurídica y reglamentos — o Andoni Vergara
—que relaciona denuncias con robos, prostitución o conflictividad vecinal para
45
Véase Llona, Miren.” La construcción de la identidad de clase obrera en el País Vasco: género y
respetabilidad de clase, dos realidades inseparables”. Vasconia, cuadernos de Historia y geografía, nº35,
2016.
46
Llona González, Miren. “La prostitución y la identidad de la clase obrera en el tránsito del siglo XIX al
XX. Un análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia”. Historia contemporánea nº 33, 2006,
pp. 719-740.
47
Pareja Alonso, Arantza y Zarraga Sangroniz, Karmele. Profesiones, oficios y tareas de las mujeres en
Bizkaia. Imágenes de ayer y hoy. Diputación Foral de Bizkaia, 2006, pp 155-157.
48
González García, Sonia. “La prostitución en Bilbao. Último tercio del s. XIX y primeros decenios del
XX”. Eusko Ikaskuntza, Donostia- San Sebastián, 2006.
17
determinar la peligrosidad de ciertos barrios de Bilbao y alrededores, aunque sin aplicar
en absoluto un enfoque de género en su tratamiento de la prostitución— los trabajos
apenas emplean fuentes primarias y se reducen en muchos casos a meras reflexiones
bibliográficas.
49
Pallol Trigueros, Rubén; García Abad, Rocío. “Inmigrantes en la ciudad. Dinámicas demográficas,
mercados de trabajo y desarrollo urbano en la España contemporánea”. Rúbrica Contemporánea, 2017.
50
Pérez-Fuentes Hernández, Pilar. “Vivir y morir en las minas estrategias familiares y relaciones de género
en la primera industrialización vizcaína, 1877-1913”. Argitarapen Zerbitzua, Euskal Herriko Unibertsitatea,
1993.
51
Pallol, Rubén. “Con nocturnidad. La calle y el conflicto en el moderno Madrid, 1910-1920. La noche en
Madrid (1840-1936)”. Visión estelar de un momento de la Historia. UCM, 2015.
18
ejercía legal o clandestinamente la prostitución con la modernización y el crecimiento
urbano de la Villa de Bilbao. Tampoco se ha estudiado en profundidad, a pesar de la
existencia de análisis sociológicos a partir de las cartillas de registro de las prostitutas, el
papel que las corrientes migratorias tuvieron en el sustancial aumento del ejercicio de la
prostitución en unos barrios atestados por la afluencia de inmigrantes procedentes del
campo o el impacto del capitalismo en la prostitución tradicional de origen casi gremial.
Finalmente debe señalarse la ausencia de investigaciones académicas que aborden en
conjunto la prostitución en las tres capitales vascas o incluso la totalidad de la provincia
de Bizkaia.
19
4. Repertorio de fuentes
52
Se ha elegido 1873 como fecha de arranque dado que coincide con la publicación del primer reglamento
de higiene especial de la Villa de Bilbao y 1916 como límite por ser esta la fecha de publicación del último
reglamento impreso en la Casa de la Misericordia de Bilbao. Si bien hasta el parón abolicionista de II
República en 1935 continuó ejerciéndose la prostitución en las mancebías y casas de citas registradas como
tales, se desconoce el destino de los documentos relativos al comercio sexual a partir de 1916.
20
respuestas que un mero estudio de los artículos que componen el reglamento, por muy
detallado que sea, no podría desvelar. En primer lugar, aportan datos como la identidad
del denunciante y de la persona denunciada, así como el artículo del reglamento que había
sido infringido y la pena correspondiente. Los denunciantes fueron variados —veladores
nocturnos, alguaciles, médicos higienistas, inspectores de higiene especial e incluso otras
amas públicas — y su identidad desvela a quienes preocupaba especialmente el ejercicio
de la prostitución, el contagio de enfermedades venéreas o los escándalos que esta
actividad suscitaba. Por otra parte, el propio proceso administrativo que seguía a la
denuncia y que generalmente terminaba con la imposición de una multa o el ingreso de
la interesada en la casa galera si era declarada insolvente resulta de interés como prueba
del control ejercido por las autoridades. Finalmente, las direcciones que acompañaban la
denuncia permiten situar en el mapa los domicilios en los que fue practicada la
prostitución clandestina o donde convivieron prostitutas clandestinas con otras dadas de
alta.
21
la ocupación laboral de muchas mujeres que tenían trabajo fuera de sus hogares 53”. Las
cédulas personales que las prostitutas estaban obligadas a llevar en todo momento con
ellas y los registros aportan siempre el oficio al que se dedicaban anteriormente las
prostitutas, así como su estado civil, habitualmente solteras o viudas54. Cruzar cédulas y
registros con los datos del padrón permitirá establecer coincidencias entre las ocupaciones
previas más habituales entre las prostitutas — en cabeza el servicio, seguidas por “sus
labores” y las profesiones relacionadas con el sector textil: modistas, camiseras o
pantaloneras— y los volúmenes de las principales profesiones femeninas recogidas por
el padrón municipal.
Si bien este trabajo no incluye los sumarios judiciales entre las fuentes analizadas,
un proyecto de mayor envergadura debe incluir el estudio de fuentes judiciales
fundamentales para reconstruir cualitativamente gráficos y estadísticas. Al igual que las
denuncias, los procesos judiciales incluyen vivencias personales y detalles que escapan a
la fría lógica de los reglamentos. Las declaraciones permiten reconstruir o al menos nos
dan breves pinceladas de la mentalidad, los valores y las preocupaciones diarias de unos
sujetos cuya voz a menudo se pierde siendo sustituida por los sesgados discursos que
sobre ellos emitieron quienes sí tuvieron una voz con la que dejar constancia de sus
propias representaciones sobre unas clases subalternas de las que únicamente fueron
espectadores.
Frente a los 1064 resultados que arroja la sección municipal del archivo,
únicamente seis documentos pertenecen a la sección administrativa o Administración de
Bizkaia. Los seis documentos emitidos por el Negociado de la Policía Local muestran los
recursos de alzada promovidos por individuos descontentos frente a las multas que el
Ayuntamiento les había impuesto. La imposición de una multa, especialmente si el delito
era la prostitución clandestina, podía suponer un motivo de escarnio para el afectado e
incluso derivar en su expulsión del vecindario. Una lacra semejante podía acompañar al
multado durante el resto de su vida y posiblemente las demandas que a través de los
recursos de alzada se plantearon en los órganos administrativos no estuviesen motivadas
53
De Pedro, Álvarez Cristina. Lolitas, amancebados y busconas: Relaciones de género en los barrios
populares madrileños (1900-1936), pp 34-35. Trabajo de Fin de máster, UCM 2015.
54
En la elaboración de este trabajo solo ha aparecido registrada como casada una de las mujeres del registro,
sin embargo, es posible que algunas de las que aparecen como solteras o viudas estuviesen en realidad
casadas, aunque no lo mencionase el registro por omisión de la mujer o para evitar el escándalo.
22
tanto por motivos económicos como por la limpieza del nombre del acusado. En cualquier
caso, la totalidad de los recursos fueron desestimados por la comisión provincial
55
Véase anexo V.
23
VII. Prensa
56
«Los ricos y el vicio», La Lucha de Clases, diciembre de 1895.
24
VIII. Representaciones literarias
57
Veloso, Isabel. Tipos femeninos en las novelas del realismo y el naturalismo francés. Rapsoda, revista
de literatura nº1, UCM. 2009, pp 91-92.
58
Veloso, Isabel. Op. Cit, pp 101-102.
59
Zola, Emile. Nana, p. 439. Les Rougon-Macquart, 1880.
25
a ejercer la prostitución. A menudo se jugaba con la idea del matrimonio, pero el hilo
narrativo terminaba conduciendo a un final infeliz en el que la prostituta termina sola y
abandonada por todos. Estas obras, dirigidas a las clases trabajadoras, tenían un fin
educativo, pero al mismo tiempo recalcaban la imposibilidad de acoger a la “mujer caída”
en el seno de la clase obrera, estableciendo una infranqueable frontera entre prostitutas y
mujeres honradas. Si bien el imaginario burgués sobre la “femme fatale” difiere en sus
planteamientos de la imagen pasiva y victimista de la joven seducida por un miembro de
la clase alta, el final trágico de la protagonista era la norma: “Mujer de la vida soy y con
mi cuerpo comercio: mi fin será un hospital; cuando mi cuerpo esté muerto nadie me
vendrá a llorar60.”
Los tratados médicos son una fuente sumamente útil ya que reflejan la perspectiva
con la que se abordada la prostitución y los cambios que tuvieron lugar a finales del siglo
XIX antecediendo en el tiempo a los propios reglamentos que sin duda incluyeron muchas
de sus premisas. La literatura médica del siglo reconocía el comercio carnal como un mal
inevitable al que no se podía hacer frente, por lo que la reglamentación era el único medio
de atajar la propagación de enfermedades venéreas. La prostitución enfocada desde óptica
científica característica del XIX goza de una mayor tolerancia, se aceptaba como mal
menor y se regula a fin de evitar la propagación de enfermedades. Algunos médicos como
el donostiarra Justo María Zabala cargaron tinta contra el puritanismo y las doctrinas que
consideraban la sífilis como un castigo de origen divino, pero generalmente y aunque
exculpasen a las prostitutas de su situación, todo el control médico recaía sobre ellas.
Habitualmente las páginas de los tratados higienistas defienden la necesidad de la
reglamentación y el control de pupilas y mancebías a fin de evitar la propagación de
enfermedades venéreas, pero se olvidan de la parte masculina. A consecuencia de la
unanimidad de opiniones médicas, los reglamentos españoles, herencia del sistema
reglamentista francés, se asemejan entre ellos y aducen similares justificaciones a fin de
limitar el contagio, pero también el escándalo público.
60
La lucha de clases. 8-11-1921.
26
X. Planos del catastro.
27
5. Aproximación al objeto de investigación
El grueso del análisis formal parte de la selección de cuatro fuentes de las que se
parte con el objetivo de acercarse a los distintos aspectos que caracterizaron el ejercicio
de la prostitución en Bilbao y especialmente a los actores implicados tanto en el comercio
carnal como en la represión y control del mismo. Los sucesivos reglamentos que entre
1873 y 1916 rigieron esta actividad, han sido en demasiadas ocasiones separados de la
documentación cotidiana que acompañó a su expedición. Si las cédulas y especialmente
los registros permiten un acercamiento sociológico que pone nombre, edad y procedencia
a unas mujeres invisibles para los reglamentos, las denuncias resultan un material
extremadamente revelador ya que cuestionan por completo la racionalidad que
caracterizó a los reglamentos de higiene especial. El cumplimiento de las leyes no siempre
fue efectivo y la prostitución clandestina superó siempre al número de licencias
expedidas. Sería muy ingenuo plantearse que las autoridades no estuviesen al tanto de los
intercambios sexuales clandestinos y de que solo los proxenetas se enriquecieron
actuando al margen de la ley. Las infracciones del reglamento fueron perseguidas cuando
los sujetos implicados ponían en riesgo la salud del grueso de población masculino — el
contagio de enfermedades venéreas dentro de las clases hegemónicas rompía con los
ideales de domesticidad burgueses — o cuando la tranquilidad de los vecinos honrados
se vio turbada por comportamientos que atentaban contra la moral y el orden público. La
extensión del pánico moral a la temida “trata de blancas” implicó una revalorización de
los planteamientos abolicionistas, a la vista también de la imposibilidad de reducir los
contagios a través del estricto control de amas públicas y pupilas, e introdujo por primera
vez cierta protección laboral en los reglamentos. Numerosas voces, especialmente las de
los socialistas, denunciaron la juventud de las mujeres que ofrecían sus cuerpos en las
calles de la capital bilbaína y se restringió la edad de acceso al mercado prostitucional:
primero a diecisiete y posteriormente a veintitrés. Es cierto que se dotó de recursos legales
a las mujeres que viesen como sus bienes materiales eran requisados por unas amas
alarmadas por el continuo trasvase de pupilas que decidían ejercer de forma autónoma.
La inclusión de pequeñas mejoras influidas por una oposición cada vez mayor de la
opinión pública a las medidas regulacionistas, no ocultan el marcado carácter misógino
de unas leyes que estigmatizaron y aislaron a estas mujeres, que burlaron las trabas
impuestas por las coercitivas leyes a través de una solidaridad de clase muy específica. A
menudo migrantes, empobrecidas y libres de la autoridad de una figura masculina o una
28
red familiar que regulase su comportamiento, las prostitutas y amas públicas se vieron
obligadas a elaborar estrategias de resistencia jugando con las mismas herramientas que
el opresor, es decir: la normativa higienista. Finalmente, la inclusión de unos
rudimentarios mapas de elaboración propia, que de cara a una ampliación de la
investigación abordada en este trabajo podrían ampliarse e incluir comparativas con la
distribución de los focos prostitucionales en otras ciudades peninsulares, permiten
distribuir geográficamente los principales enclaves prostitucionales, racionalizar los
motivos de su localización y superponer prostitución clandestina y legal.
29
5.1. Discursos en torno a la figura de la prostituta. Abolicionismo o
regulación.
Tanto para las mujeres como para los hombres, las prostitutas ocupaban una
posición equívoca y de profundo simbolismo en un imaginario paisaje urbano. Las
mujeres de clase media organizaban su identidad en torno a la figura de la “mujer
caída”, una fantasía que remodelaban y manipulaban para explorar su propia
subjetividad. La mayoría de las mujeres aceptaba a la prostituta como a una “otra”
degradada, la envilecida alternativa sexualizada a la feminidad materna y doméstica.
61
Llona González, Miren. Género e identidad de clase. La construcción de la clase obrera vizcaína durante
el primer tercio del siglo XX. Historia social, nº 54, 2006, págs. 95-112
30
y la desnutrición62”. La moralidad de los habitantes de barrios obreros fue cuestionada a
través de una serie de discursos que dudaban de la moralidad de las mujeres de clase
trabajadora enjuiciando las condiciones de hacinamiento en las que vivían y
especialmente la ausencia de barreras físicas que separasen la vida de ambos sexos. Con
el endurecimiento del Reglamento de Higiene Especial de la Villa de Bilbao la moralidad
femenina proletaria fue cuestionada hasta el punto de asimilar mujer obrera y prostituta.
Desde 1882 la Guardia Municipal vio ampliadas sus atribuciones y se les encomendó la
vigilancia de aquellas mujeres que resultasen sospechosas, de forma que prácticamente
todas las mujeres trabajadoras quedaron bajo sospecha por el mero hecho de circular por
la vía pública pudiendo ser detenidas e interrogadas tanto en horario diurno como
nocturno. El hecho de que las mujeres de clase obrera fuesen objeto de observación por
parte de las normativas higienistas hizo de su comportamiento y apariencia uno de los
ejes fundamentales de la respetabilidad de la propia comunidad.
62
Díaz Freire, J. J., Cuerpos en conflicto. La construcción de la identidad y la diferencia en el País vasco
a finales del siglo XIX. 2017, Universidad del País Vasco
63
De Antequera Benedicto, “Reformas Sociales información oral y escrita. Información obrera”. Sesión
del 4 de enero de 1885. Citado en Llona, Miren. “La prostitución y la identidad de la clase obrera en el
tránsito del siglo XIX al XX. Un análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia”. Historia
Contemporánea nº33, 2006.
31
trataron de hacer frente a los discursos burgueses señalando que las causas estructurales
de la prostitución residían en la propia explotación de las clases trabajadoras. Se creó un
imaginario en torno a la figura de la prostituta que dejó de centrarse en “su pecado” para
atender a causas exógenas.
Como señala Llona, los populares folletines melodramáticos que tenían como
protagonista a una prostituta conducían generalmente a un desenlace final en el que
esperaba la muerte sola y abandonada por todos: “Mujer de la vida soy y con mi cuerpo
comercio: mi fin será un hospital; cuando mi cuerpo esté muerto nadie me vendrá a
llorar64”.
64
Las tragedias ignoradas. La lucha de clases. 8-11-1921
32
engendraban contagio, que ese era su oficio y que también podían ocultar la
enfermedad65.”
65
Walkowitz, J,” Sexualidades peligrosas”, en Georges Duby y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las
Mujeres en occidente, vol 4. P 403. El siglo XIX, Madrid, Taurus. 2000.
66
Op. Cit. Walkowitz, J. “Sexualidades peligrosas”. P 381.
67
Scott, Joan W. “La mujer trabajadora en el siglo XIX”, en Duby, George y Perrot, Michelle: Historia de
las mujeres en occidente. Madrid, Taurus, 2000, tomo IV, pp.428 -460.
68
Llona, Miren. “Las contradicciones de la respetabilidad. Género y cultura política socialista”. Historia,
Trabajo y Sociedad nº5,2014, pp 50- 51.
33
A su vez el contingente foráneo en las casas de lenocinio conllevó un doble
cuestionamiento de las trabajadoras inmigrantes; principal objeto de observación por
parte de los higienistas. Finalmente deben destacarse las campañas británicas y
estadounidenses contra la “esclavitud blanca”, que conllevaron cientos de prohibiciones
contra cualquier acto inmoral e indecente. A pesar de que la evidencia sobre redes de
prostitución que atrapasen jóvenes británicas resultase sumamente inverosímil69 el pánico
se desató entre la opinión pública y dio pie a leyes cada vez más restrictivas que si bien
elevaban la edad de acceso a la prostitución y trataban de proteger a los menores del
abuso, proporcionaron a la policía un control mayor sobre las mujeres de clase obrera.
69
Walkowitz, Judith."Male Vice and Feminist Virtue:Feminism and the Politics of Prostitution in
Nineteenth-Century Britain”.Oxford Journals, 1982, pp 81-83.
70
Walkowitz, Judith Op. Cit., pp 85-86.
71
Ley del Tráfico del Esclavo Blanco.
72
Gayle, Rubin.Op Cit, pp 4-5.
34
durante 1925 en varias ciudades españolas, especialmente en Barcelona. Estas
investigaciones encubiertas pretendían determinar el modo en el que se llevaba a cabo la
trata de mujeres, así como las nacionalidades y edades medias. Las fuertes movilizaciones
auspiciadas por organizaciones abolicionistas o de “represión de la trata de blancas”
llevaron a la Sociedad de Naciones a tomar cada vez más en cuenta la prostitución y las
posibles medidas de rehabilitación social de las prostitutas. Kinsie, enviado especial por
la SDN, debía recabar información acerca de la prostitución en España y seguir la pista a
posibles mafias de tráfico de mujeres hacia América del sur. Preocupaba especialmente
la existencia de prostitutas europeas que fuesen trasladas forzosamente hacia
Latinoamérica más que el destino de las prostitutas españolas73. Las adiciones en los
reglamentos de higiene de la Villa de Bilbao que hacían referencia a finales del XIX y
principios del XX a la trata de blancas y el énfasis en la devolución de los efectos
personales a las pupilas por parte de las amas de mancebía reflejan el arraigamiento del
temor al tráfico de mujeres y la evidencia de que por parte de los y las proxenetas eran
comunes actitudes coercitivas y amenazas. Por otra parte, las denuncias contra aquellas
mujeres que decidieron permanecer con sus hijos mientras ejercían la prostitución
aduciendo al peligro de trata para los pequeños solían desembocar en la pérdida de la
patria potestad para la madre al tiempo que se depositaba en una inclusa o maternidad a
los vástagos.
73
Guereña, Jean Louis. “La prostitución en España en 1925 según los informes de Paul Kinsie para la
sociedad de naciones”. Diálogos, revista electrónica de Historia. Universidad de Costa Rica, 2017.
35
compartían una prevalencia cultural de la iglesia católica, una precaria industrialización
y fuertes contrastes norte-sur74.
En cuanto a los antecedentes en nuestro país muchas ciudades entre los siglos XV
y XVII regularon el acceso de las mujeres a la prostitución a modo de profilaxis social75.
Muchas ciudades castellanas organizaron la apertura de lupanares públicos alejados del
centro urbano que delimitaban claramente los espacios ocupados por las “mujeres viles”
evitando que las “mujeres honestas” fuesen contaminadas por las costumbres licenciosas
de las prostitutas. Como las prostitutas debían recibir un permiso oficial previo a su
admisión en una casa pública, se consideró la posibilidad de emplear este requisito para
someterlas a una inspección previa. Posteriormente algunos reglamentos pasaron a
introducir revisiones sanitarias periódicas. En cambio, en el País Vasco, al igual que en
toda la cornisa cantábrica y en la montaña navarra, cualquier intento de establecer una
reglamentación resultó fallido antes del siglo XIX. En estas regiones posiblemente no
arraigó el sistema de tolerancia y regulación imperante en otros espacios peninsulares
porque la conducta sexual y la prostitución se regulaban a través de formas de control
informal ajenas a los cauces oficiales. No se requerían enclaves prostibularios
reglamentados por la autoridad debido a que una serie de convenciones tácitas definían
el perímetro de lo sexualmente permitido en cada espacio. Esta particularidad hace que a
pesar de que Bilbao y el resto del norte peninsular no quedasen al margen de las nuevas
corrientes higienistas, la reglamentación a mediados del XIX supusiese una novedad
frente al resto de enclaves peninsulares76.
74
Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España Contemporánea: un continente por descubrir”, pp 76-77, Historia Contemporánea nº16, 1997, pp
76-77.
75
Se consideraba preferible un mal menor que además rendía beneficios, que toda una serie de desórdenes
que iban desde la extensión pandémica de la sífilis hasta las violaciones y deshonras provocadas por jóvenes
solteros incapaces de contener sus pulsiones sexuales.
76
Moreno Mengíbar, Andrés, Vázquez García, Francisco y Bazán Díaz, Iñaki. “Prostitución y control social
en el País Vasco, siglos XIII- XVII”, Sancho el sabio: Revista de cultura e investigación vasca, nº18, 2003,
pp 51-88
36
reglamentos hasta 191677. En total se analizará el contenido de cuatro reglamentos
correspondientes a 1873, 1889, 1894 y 1916 además del anexo que en 1882 se añadió al
primer reglamento. Los artículos divididos por secciones recogen las preocupaciones que
acuciaban a las autoridades respecto a la prostitución y la forma de abordarlas. Se
pretendía atajar dos tipos de contagio: físico y moral. Como se verá más adelante la
burguesía temía tanto contraer enfermedades asociadas a la degeneración de las clases
populares como la normalización de modelos transgresores de feminidad y
comportamientos sexualmente activos entre sus propias mujeres:
“Ya que, por desgracia, son necesarias, lo que se puede hacer es que se
las vea lo menos posible; así, al permanecer en la sombra podemos olvidarnos de
ellas y hacer como si no existieran, no ofendiendo por consiguiente la vista y la
moral de las personas decentes y honestas78”
77
Todos ellos por duplicado se guardan en la sección de higiene especial del Archivo Histórico de la
Diputación de Bizkaia.
78
Introducción al reglamento de higiene especial de 1873. AHDB. Bilbao tercera 0050/045.
79
Edward Said, Orientalism, pp 3-7, Nueva York, Vintage books, 1979. Sayad, Abdelmalek, La double
absence. Des illusions de l’émigré aux souffrances de l’immigré. Paris : Éditions du Seuil,1999.
37
márgenes de la ciudad, allí donde no alterasen las aspiraciones cosmopolitas de un Bilbao
en expansión:
80
Op. Cit, Introducción al Reglamento de Higiene Especial de 1873.
81
Citado en David Ascoli, The Queen´s peace : The origins and development of the Metropolitan Police
1829-1879, p 196, Londres, Hamish Hamilton, 1979.
82
Díaz Freire, J. J., “Cuerpos en conflicto. La construcción de la identidad y
la diferencia en el País vasco a finales del siglo XIX”, El desafío de la diferencia: representaciones
culturales e identidades de género, raza y clase, Universidad del País Vasco, Bilbao, 2003.
38
“La prostitución, lo mismo que la miseria, es una forma específica de la
clase proletaria, manteniéndose de ella y de sus desgracias y lacerías (…) Me he
dilatado más de lo que exigen los límites de este trabajo en la exposición de esta
llaga social, porque mejor que ninguna y más ostensiblemente patentiza la
condición del proletariado, del cual la prostitución es en consecuencia, la última
y más degradante83.”
Los propios reglamentos especifican con claridad que su objetivo, dado que no es
posible terminar con la prostitución, es reducir en la medida de lo posible los efectos
perniciosos sobre la población evitando el contacto entre mujeres honestas y prostitutas.
Con cada reglamento, las prostitutas vieron como sus libertades se restringían bajo la
legitimización de un discurso médico que no afectaba por igual a los hombres que
accedían a sus servicios.
83
de Anquera, Benedicto. Reformas sociales información oral y escrita practicada en virtud de la Real
Orden de 1883. Ministerio de trabajo y seguridad social, p 86. 1985, citado en Llona, Miren. Op. Cit.
39
apenas modificaciones. Todos ellos emplean un tono de carácter restrictivo y apenas
reconocen los derechos de amas y prostitutas, siendo el objetivo principal regular todos
los aspectos de la vida de estas mujeres a las que el apelativo de “públicas” negaba
cualquier tipo de intimidad respecto a su cuerpo. Los reglamentos regulaban la
prostitución como cualquier otra actividad económica y recogían las tarifas asociadas a
la categoría de cada prostíbulo.
Artículo 2484
Pueden ser toleradas dos categorías de casas de prostitución
1. Las casas donde las prostitutas tengan morada fija.
2. Las de citas, donde son admitidas las prostitutas aisladas.
Artículo 25
Cada una de estas categorías estaba subdivida en tres clases.
En la primera se comprenden las casas cuya tarifa es de cinco pesetas o
más.
En la segunda aquella cuya tarifa sea de dos o más pesetas y menor de
cinco.
En la tercera aquella cuya tarifa es menor de dos pesetas.
84
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículos 24 y 25.
40
Artículo 7785
“Los inspectores de higiene prestarán los diferentes servicios que les están
encomendados sujetándose a las instrucciones y órdenes que les comunique el
médico higienista o el Negociado de Higiene a cuyo efecto y a fin de regularizar
el servicio y alcanzar mayores resultados en las pesquisas que practiquen, se
dividirá la villa en dos secciones, margen derecha y margen izquierda de la ría,
en cada una de las cuales prestarán servicio alternativamente y por meses.”
Los inspectores de higiene prestaron servicio de forma muy activa tal y como
puede seguirse en las denuncias presentadas ante el negociado de higiene durante estos
años, colaborando activamente con otros cuerpos como el ya mencionado de los veladores
de noche o con los guardias municipales. Otra figura fundamental era la del médico
higienista que trataba semanalmente a las prostitutas para descartar enfermedades
sexuales y especialmente la temida sífilis. El procedimiento de inspección sanitaria estaba
profundamente impregnado por prejuicios tanto de clase como de carácter sexual y como
resalta Walkowitz en su análisis de la misma figura en el Londres victoriano, en el juego
combinado de factores como la ideología, el temor, la agitación política o las reformas
legales, la práctica médica contó con un peso determinante que terminó afectando a la
propia conducta sexual de las prostitutas86.
Parece bastante probable que a finales del siglo XIX en Bilbao se diese un
aumento de los contagios de enfermedades de transmisión sexual o que existiese una
mayor conciencia respecto a los riesgos que dichas enfermedades acarreaban. Así parece
indicarlo el encargo de instrumental para mejorar el laboratorio bilbaíno que las
autoridades dedicaban al tratamiento de la sífilis. El tratamiento difería profundamente
en función del sexo o la extracción social del paciente, reservándose el trato más
humillante para las prostitutas, consideradas las únicas responsables del contagio. El
doble código de moralidad sexual, que justificaba el acceso de los hombres al consumo
de prostitución al tiempo que regulaba todos los aspectos de la vida de estas mujeres fue
una constante en todos los países occidentales en los que se aprobaron reglamentaciones.
Como señala Walkowitz refiriéndose a la Ley de Enfermedades Contagiosas aprobada en
85
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículo 78.
86
Walkowitz, Judith. “Male vice and feminist virtue”. Op Cit.
41
1864 en Inglaterra (seguida por las leyes de 1868 y 1869) la prostituta se convirtió en
objeto del interés oficial como forma peligrosa de actividad sexual, cuyos límites debía
definir el estado. La negativa a regular y controlar la sexualidad del cliente hace necesaria
una lectura en clave de género:
87
R. Walkowitz, Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Narraciones sobre peligro sexual en el
Londres victoriano, pp 58-59. Ed. Cátedra. Universitat de València, Instituto de la Mujer. 1995
88
Judith R. Walkowitz. “Prostitution and Victorian Society: Women, Class, and the State”, Nueva York,
Cambridge University Press, 1980.
42
Por supuesto el Negociado de higiene supervisaba las estancias en el hospital de
las mujeres infectadas por venéreas, su tratamiento y la salida del hospital tras una
inspección previa:
Artículo 1889
“Ninguna figura era más equívoca y, sin embargo, más importante para el
paisaje urbano estructurado del paseante masculino, que la mujer en un lugar
público. Se daba por supuesto que, al encontrase en público, las mujeres estaban
en peligro y, al mismo tiempo, eran una fuente de peligro para los hombres que se
congregaban en las calles (…) Como símbolos de exhibicionismo conspicuo o de
perturbaciones sexuales y de clase inferior, ocupaban una posición simbólica
polivalente en este paisaje imaginario90”.
89
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículo 18.
90
Walkowitz, R. Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Op. Cit, pp 54-55. Véase también P. Ryan,
Women in Public: Between Banner an Ballots, 1825-1880, Baltimore, Johns Hopkins University Press,
1990; Mulvey, Laura, “Visual Pleasure and Narrative Cinema”, pp 6-18, Screen 16, nº 3, 1975.
43
Una amplia parte del reglamento estaba dedicada a regular el comportamiento de
las prostitutas, controlando sus espacios de sociabilidad y tratando de evitar cualquier
contacto entre mujeres públicas y mujeres honradas. Sin embargo, los comportamientos
censurados por el reglamento estaban lejos de ser atribuibles únicamente a las mujeres
involucradas en la prostitución y suponían una restricción de libertades del conjunto de
las mujeres en el espacio público. Entre otras conductas perseguidas por el reglamento se
prohibía a las prostitutas asomarse a puertas, balcones y ventanas, salir a la calle vestidas
de forma indecorosa o en estado de embriaguez, formar grupos en la vía pública o
perseguir a los transeúntes ofertando sus servicios. También se sancionaba el ejercicio de
la prostitución en calles muy frecuentadas, cerca de colegios o de edificios dedicados al
público. El reglamento también se ocupaba de los espacios menos transitados y por tanto
más proclives al tráfico de prostitución clandestina, recomendando no descuidar la
vigilancia para evitar escándalos morales:
44
III. Cuidarán de que en los sitios públicos poco concurridos no se
dediquen las mujeres por la noche al vicio, ni a molestar al transeúnte con
escándalo de la moral.91
La cuestión clave que se abría con estos artículos era distinguir cuando uno de
estos comportamientos era susceptible de ser perseguido como un acto de prostitución y
cuando el comportamiento de una mujer considerada decente comenzaba a resultar
sospechoso. La arbitrariedad estaba servida y dejaba un amplio margen para establecer
qué gestos eran obscenos o cuándo un traje era poco decente. ¿Toda mujer que invitase a
un hombre a su casa era una prostituta?, ¿y qué hay de aquellas que se presentasen en el
espacio público embriagadas? Aunque no fuera así, la reglamentación parecía abrir la
puerta a que se sancionara a las mujeres que trasgrediesen las normas sociales o bordeasen
los límites de la indecencia. Pero lo más importante es que no existía una reglamentación
equivalente que sancionase conductas similares de los varones en el espacio público. La
postura regulacionista, que en España despertó inicialmente las iras de los conservadores,
no buscaba la supresión de la prostitución, al contrario. Vista como una actividad
inherente a la naturaleza humana se justificó su control con el único fin de desplazarla
hacia los márgenes de la sociedad e invisibilizarla. De esta manera los apetitos sexuales
masculinos no pondrían en riesgo a las mujeres honradas y los ayuntamientos pasaban a
sacar provecho de una muy rentable actividad económica. Mientras que las pupilas que
residían en las casas públicas apenas recibían poco más que las propinas de sus clientes,
algunas amas disfrutaron de cuantiosos ingresos que compartían con la administración al
verse obligadas a pagar tasas por la expedición de las licencias y por cada visita del
médico higienista.
91
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. De las prostitutas: Se temía que la inmoralidad y el comportamiento
de estas mujeres pudiese ser imitado induciendo a la corrupción de otras mujeres. Aunque la mujer obrera
se preocupaba especialmente de no ser confundida con una “mujer de vida airada” fueron las clases
burguesas las más preocupadas de mantener a sus mujeres alejadas de cualquier influencia perniciosa.
45
y se penaba el comportamiento de aquellas prostitutas que habiendo sido eliminadas del
registro se prostituyesen de nuevo.
92
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Capítulo II, De las prostitutas.
93
En caso de contraer matrimonio desaparecía cualquier sospecha sobre la conducta de esta mujer al
considerarse que pasaba a estar “bajo la vigilancia” del marido. De hecho, entre los datos recabados en el
AHDB rarísima vez aparecen prostitutas cuyo estado civil sea el de casadas.
46
En 1882 se añadió un anexo que ampliaba la clasificación de prostitutas y sus
categorías correspondientes adscribiendo a las mujeres que prestaban sus servicios al
margen de las dos categorías que recogía el Reglamento, es decir: en casas de citas o en
sus propios domicilios. El reconocimiento de una nueva categoría conllevó la creación de
un nuevo registro en el que se inscribió a las prostitutas “ambulantes”, que debieron
aportar una cuota mensual y someterse a las mismas visitas higienistas que sus
compañeras internas.
Artículo 3º
Artículo 4º
94
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VII: Disposiciones generales. Artículo 49.
95
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo II: De las prostitutas. Artículos 3º y 4º.
47
La prostituta que en cualquier sitio público promueva escándalos,
pronuncie palabras mal sonantes o use de modales indecentes, pagará una multa
de 10 a 25 pesetas.
Artículo 9º:
Artículo 10.
Artículo 11
Artículo 12
96
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las amas; sus casas y clases. Artículos 9 a 12.
48
por debajo del umbral de la pobreza que se debatían entre la sordidez de la habitación
única, la casa de recibir y la hostilidad de la calle. En el Artículo 81 del VIII Capítulo del
Reglamento, se establecían las tarifas exactas que amas de casas públicas y prostitutas
debían satisfacer en función de cada categoría, las tasas por patente o autorización para
abrir una casa de nueva creación y los estipendios que amas y prostitutas debían pagar
por su traslado a un nuevo burdel o casa de citas.
Las pupilas dependían de las amas que les ofrecían a costa de su libertad un hogar
y seguridad frente a los peligros que podía suponer el ejercicio de la prostitución en
solitario. La relación entre ama y pupila recuerda a las relaciones entre maestros y
aprendices características del sistema gremial. Sin embargo, los reglamentos alertaban de
una práctica que parecía tener lugar de forma habitual y que consistía en el chantaje al
que las amas públicas sometían a sus pupilas para evitar que abandonasen la mancebía o
simplemente para remarcar su control sobre las pertenencias e ingresos de las prostitutas:
Artículo 2397:
97
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las amas; sus casas y clases. Artículos 23-24.
49
“Las reclamaciones que sobre retención de ropas o efectos tengan que
hacer las pupilas o amas, las harán ante el Sr Juéz competente.”
Se ofrecía de esta forma, como señala Sonia González, un mecanismo legal que
evitaba que se viesen obligadas a ejercer en un prostíbulo concreto en contra de su
voluntad: “Finalmente uno de los artículos más destacables del Reglamento alertaba de
una práctica que parecía tener lugar de forma habitual y que consistía en el chantaje al
que las amas públicas sometían a sus pupilas para evitar que abandonasen la mancebía o
simplemente para remarcar su control sobre las pertenencias e ingresos de las prostitutas:
Parece ser que adornos, ropas y otras posesiones suscitaron agrias discusiones entre amas
y pupilas. A menudo las amas alegaban que las ropas y adornos eran un préstamo que
permitían utilizar a sus pupilas para mejorar su aspecto y por tanto pertenecían al negocio.
Por mucho que las pupilas se afanasen por contentar a los clientes, el dinero terminaba
siempre en los bolsillos del ama, que, además de quedarse con la mitad de lo que percibían
de los clientes, les cobraban la comida, el lavado, el planchado y otros servicios98. Las
pupilas tenían siempre deudas con las amas de prostíbulo y terminaban quedando atadas
a ellas. Por otra parte si una pupila resultaba rentable para el negocio, como señala el
reglamento, el ama trataba de retenerla recurriendo a todos los medios a su alcance, por
lo que continúa el reglamento advirtiendo lo siguiente respecto a las retenciones de
objetos:
Artículo 24
“Bajo ningún concepto han de oponerse las amas a que las pupilas varíen
de domicilio, cuando así lo tengan por conveniente, ni retenerlas prenda alguna
de su equipo y vestuario sin mandamiento judicial, siendo obligación de las
mismas amas el participar inmediatamente a esta Alcaldía la salida o ingreso de
nuevas huéspedes a las cuales se prohíbe terminantemente recibir visitas, hasta
después de cumplida dicha formalidad, bajo la multa de veinticinco pesetas”.
98
Roquero, Charo, Op Cit, pp 96-98.
50
los oficios99. El control establecido sobre estas mujeres tenía únicamente como objetivo
el encauzamiento de la prostitución hacia conductas consideradas aceptables por el poder
instituido y nunca mejorar la situación de las prostitutas. Cualquier enfermedad
contagiosa que padeciesen las prostitutas, aunque no fuese venérea, debía ser tratada en
el hospital donde a la enferma se la mantendría en cuarentena y alejada de su trabajo,
especialmente si afectaba a la piel. Llama la atención que comienza a darse importancia
a otros síntomas como el aspecto exterior y que frente a cualquier sospecha se retiraba
del tráfico y se ponía inmediatamente a la mujer en observación:
Capítulo IV100
Del facultativo
Artículo 29
Artículo 30
Artículo 31
99
En general y desde la edad moderna se produjo una sustitución de los saberes femeninos asociados al
cuerpo de la mujer y especialmente a la maternidad por un discurso médico que estigmatizaba a figuras
como la matrona. El ejercicio de poder sobre el cuerpo de las prostitutas ejercido por los médicos higienistas
puede considerarse un paso más en el dominio de la propia intimidad femenina.
100
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: Del facultativo. Artículos 29-32.
51
y se tomaban las medidas necesarias para impedir que realizase nuevamente la actividad.
Una práctica común fue trasladarlas a sus pueblos natales alejándolas de la Villa:
Artículo 35
Inquirirán con la discreción que tan delicado asunto requiere, todo lo que
sobre las denuncias o por sí propios observen en contraposición al Reglamento,
dando conocimiento al Negociado y consultando acerca de las dudas que se les
ofrezca, para que en su consecuencia adopten las medidas que procedan.
Cuidarán que en los sitios públicos poco concurridos no se dediquen las mujeres
por la noche al vicio, ni molesten al transeúnte, con escándalo de la moral.
101
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo V: Inspección y vigilancia. Artículo 35.
52
Conducirán al Hospital las mujeres enfermas. Recogerán al Hospital a las
mujeres enfermas. Recogerán, para llevarlos al Negociado, los partes, volantes,
etc, que se extiendan por el Médico higienista y sean necesarios para anotar las
alteraciones en los registros, no pudiendo recibir por este ni por ningún otro
servicio, gratificación alguna.
102
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VII: Disposiciones generales. Artículos 46 a 49.
53
Aumenta la burocracia en torno al pago de tasas y la extensión de cédulas y
volantes evidenciando un endurecimiento de la reglamentación tal vez motivado por el
temor al contagio. El propio reglamento viene acompañado por un expediente en el que
se especifica que las deficiencias observadas en el reglamento de higiene y el deseo de
subsanarlas habían llevado a la Comisión de Gobernación a estudiar y redactar uno nuevo
que mejorase el control ejercido sobre las amas de casas públicas y prostitutas:
“Exmo señor:
Artículo 2º
103
AHBD Bilbao tercera, 0036/18. Introducción al reglamento de higiene especial.
104
AHBD Bilbao tercera, 0036/18. Capítulo II: Administración del servicio de Higiene especial. Artículos
2 a 14.
54
La Higiene especial dependerá directamente de la Alcaldía, pudiendo
informar cuando convenga la Comisión de Gobernación.
Artículo 3º:
Artículo 4º
Artículo 5º
Artículo 7º
55
Las cuotas que por reconocimientos extraordinarios satisfagan, según
tarifa, las prostitutas, corresponderán por partes iguales al Municipio y al Médico
higienista.
Entre otras novedades se prohibía a las prostitutas prestarse unas a otras las
cartillas sanitarias, evidenciando que posiblemente esta fuese una práctica común en caso
de extravío o cuando se quería esconder alguna enfermedad que impidiese ejercer la
actividad:
Artículo 14
Artículo 21
“Cuando una prostituta de las inscriptas como tales, vaya a vivir a casa
de un particular, no por eso queda libre de reconocimiento, a no ser que dicho
individuo haga constar en el Negociado de higiene, sus medios de subsistencia y
se constituya garante de la conducta de la mujer, si se considerase necesario”.
56
Ni siquiera se daba una consideración especial a las amas de casas públicas, que
siempre que no rebasasen los cincuenta años, edad a la que una mujer pasaba a
considerarme sexualmente inactiva, estaban obligadas a someterse a los mismos
exámenes médicos que sus pupilas. Las mujeres que trabajasen como sirvientas en las
casas de tolerancia debían a su vez someterse a examen en el caso de no superar los
cincuenta Se cuestionaba por tanto el comportamiento sexual y la moralidad de cualquier
mujer que pisase este tipo de establecimientos dudosos. Todos estos dispositivos de
control muestran el temor social que existía hacia unas mujeres que gozaban de una mayor
autonomía y la necesidad de ejercer un férreo control sobre su comportamiento.
Artículo 40
Huelga decir que seguramente muchas de las mujeres inscritas en las cartillas
mintiesen respecto a su edad. Resulta curioso el hecho de que mientras la regulación más
incidía sobre la edad mínima de acceso a la actividad no se regulase sobre la edad a la
que los jóvenes accedían por primera vez a un prostíbulo. Muchos jóvenes, incluyendo
miembros de la burguesía, eran iniciados al sexo y a la cultura de sociabilidad masculina
de burdel a edades muy tempranas Se pretendía con ello acelerar su paso de niños a
105
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas.
Artículos 40 a 45.
57
hombres y evitar que sus recién despertados impulsos sexuales perjudicasen a las mujeres
de su clase. Por otra parte, las prostitutas vieron regulados incluso los aspectos más
íntimos de su vida, imposibilitándose para ellas cualquier resquicio de privacidad e
incluso la maternidad de las prostitutas fue sometida a un férreo control obligándolas a
dar a luz en hospitales y maternidades106.
Es cierto que no se restringían las idas y venidas de las pupilas, pero cabe
imaginarse el espacio cerrado, oscuro y agobiante en el que pasaban la mayor parte de las
horas del día, escondidas de la vista del ciudadano decente.
106
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las prostitutas. Artículo 16.
58
Capítulo V107
Medidas sanitarias
Artículo 64
Artículo 75108
Artículo 44109
107
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo V: Medidas sanitarias. Artículo 64.
108
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VI: Inspección de vigilancia. Artículo 75.
109
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: De la prostitución y las casas de citas. Artículo 44.
59
5.2.4. Reglamento de Higiene Especial 1916
Artículo 43110
110
AHBD Bilbao duplicados. 0034/003, Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas. Artículo
43.
111
Thompsom, Kenneth. Moral panics. Routledge, London, 1998.
60
parece descabellado afirmar que las críticas abolicionistas de feministas y socialistas
influyesen en un mayor control sobre las edades de las jóvenes que accedían a la
prostitución.
Artículo 51
Artículo 52
112
AHDB Bilbao duplicados.0034/003. Capítulo V: Del facultativo. Artículos 51 y 52.
61
Además, se enfatizaba la minuciosidad con la que se debía llevar a cabo este
servicio indicándose la gravedad que tendría cualquier falta o negligencia que el
facultativo pudiese cometer y que previo expediente podría llevar a su suspensión. A su
vez se encomendaba a los dos inspectores de higiene elegidos por el Ayuntamiento actuar
con especial discreción, poniendo cualquier duda que les surgiese en conocimiento de la
alcaldía:
Artículo 74
113
AHDB Bilbao duplicados 0034/003. Capítulo VI: Inspección de vigilancia. Artículo 74.
62
5.3. Denuncias y expedientes
63
perseguía especialmente la prostitución clandestina, tanto en casas situadas en la zona de
Bilbao la Vieja y Cortes, como en establecimientos de venta de Txakolí situados en la
zona de Alameda de San Mames en los que se penaba también la venta de alcohol fuera
del horario permitido. En cuanto a las denuncias a título particular se ha seleccionado a
tres denunciantes: un alcalde de barrio, los vecinos de todo un bloque de viviendas y un
grupo de amas públicas pertenecientes a la categoría I recogida en el reglamento hacia las
amas de la categoría II, que de forma extensa denunciaron el comportamiento ilícito y
fraudulento de las segundas. Parece bastante claro que generalmente el principal
denunciante fue la propia administración, primero a través de los celadores nocturnos y
posteriormente a través de los inspectores de higiene pública. Otras denuncias proceden
de los médicos higienistas, que a menudo encontraban en las casas de tolerancia
prostitutas enfermas. Frente a los casos aislados en los que las denuncias procedían de
particulares y vecinos, la regulación de la prostitución preocupó especialmente a las
autoridades, fieles representantes de los intereses de las clases hegemónicas. Entre los
motivos que empujaron a las autoridades a emplear cuerpos de seguridad específicos, con
el gasto que su mantenimiento implicaba, estaba el mantenimiento de la moral en el
espacio público, la lucha contra la extensión de enfermedades venéreas y unos ingresos a
través del pago de tasas que sin duda superaban los estipendios de médicos e inspectores.
La regulación del comercio prostitucional conllevó sin duda importantes ganancias a
través de los arbitrios que cobraba el Ayuntamiento a las casas de tolerancia, era
realmente todo un negocio ya que de alguna manera eran las propias autoridades las que
actuaban como proxenetas participando indirectamente de los beneficios asociados al
comercio sexual. A pesar de que los reglamentos condenan con dureza a los facultativos
o inspectores que aceptasen cualquier tipo de soborno, la condena no se extendía hacia
cargos más altos de la administración y la aparición de una denuncia en la que aparece
recogido un posible caso de corrupción que indignaba a inspectores de higiene y veladores
nocturnos, evidencian posibles tratos de favor. No deja de ser curioso que la
administración, como primera denunciante por excelencia, cejase en su celo y cerrase un
expediente en torno a un ama que infringía el reglamento de forma manifiesta y pública.
Si bien la principal denunciante era la propia administración, muchos vecinos defendieron
el mantenimiento de la decencia y el decoro público en sus barrios y protestaron
enérgicamente para pedir la expulsión de las vecinas que transgrediesen los límites de la
moral e incluso hubo amas públicas que denunciaron a otras, posicionándose como
cívicas cumplidoras del mismo reglamento que controlaba la vida de estas mujeres.
64
El volumen de las denuncias, generalmente dirigidas contra el ejercicio de la
prostitución clandestina, evidencia que el reglamento nunca pudo regular la actividad.
Los casos de prostitución clandestina, generalmente situados en los mismos barrios en los
que se ejercía la prostitución reglada, triplicaban en número a las casas de tolerancia
reconocidas por la administración. Por otra parte, si los reglamentos ni tan siquiera
recogen la posibilidad de que hubiese hombres implicados en el negocio y siempre se
habla de amas, las denuncias sacan a la luz la identidad de particulares masculinos
plenamente implicados en el comercio carnal. Muchos hombres emplearon sus domicilios
como casas de citas y más comunes aún fueron los mesoneros y dueños de
establecimientos de venta de Txakolí que hicieron uso de las trastiendas de sus negocios
para sacar un dinero extra con el ejercicio clandestino de la prostitución y la venta de
alcohol fuera del horario permitido por el Ayuntamiento de Bilbao. Mesoneras y mozas
de taberna han sido siempre en Euskadi figuras equívocas a las que tradicionalmente se
adjudicaba un comportamiento licencioso que se plasma en consejos y advertencias
populares: “Ostatuko neskatxa musugorriarekin eta bide ondoko arbolarekin, kontuz”;
“tabernako neskatxa ederrakin eta abenduko izarrakin, ez fiatu114”.
114
“No hay que fiarse de los besos de la posadera, como tampoco de los árboles del camino, de las estrellas
de diciembre”. Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria, Txalaparta, 2014, pp 52-53.
65
es de nuevo un hombre quien reza y nos lee la Biblia. Nos llevan ante magistrados que
son hombres, y ¡nunca escapamos de las manos masculinas hasta el día de nuestra
muerte115!”. En efecto, hombres de toda clase social y condición fueron consumidores de
la prostitución en todos sus niveles: Desde los ricos y el mundillo de “las mantenidas” de
los ricos a las que ponían piso, pasando por lujosos burdeles en los que se negaba la
entrada a los clientes que no fuesen del gusto del ama, hasta los “potreros” con
habitaciones indecentes y puercas, y las tabernas destinadas a los obreros. También fueron
hombres quienes redactaron una normativa higienista que hacía a la mujer responsable
del contagio de enfermedades venéreas. La proliferación de anuncios en los periódicos
masculinos en los que se ofertaban novedosos métodos de protección:
“PRESERVATIVOS, Catálogos. Calle San Francisco 33”. O también: “Consulta de
Médico. Discreción, profesionalidad, VENÉREAS, piel y secretas” e incluso los más
explícitos “Aceite inglés, todo el mundo sabe para qué es. Aceite inglés, parásito que toca,
muerte es”, prueban que como era de esperar los clientes se convirtieron también con
sustanciales focos de contagio. De ellos, sin embargo, no da pista alguna la
documentación relativa a la sección de higiene especial. Incluso se culpaba antes, como
se verá en una de las denuncias incluida en este trabajo, a las madres prostitutas, a las que
no se permitía conservar a sus hijos, de posible corrupción moral y tráfico de blancas —
principal temor de la época — que al cliente. Algunos médicos, como el donostiarra
doctor Zavala condenaban tajantemente que hubiera prostitutas por debajo de los 19 años
y cargaba contra la doble moral de una sociedad que protegía a los niños de la explotación
laboral a una edad temprana, pero olvidaba proteger a las menores abocadas a la
prostitución: “Por todas partes de escuchan voces que piden la protección para los niños
y la exclusión de estos de las fábricas y talleres. Se hacen informes sobre cómo proteger
a los niños y evitar que se les ponga a trabajar a edad temprana, sin que tengan fuerzas y
desarrollo para soportar las fatigas del trabajo. Se ha legislado sobre esto, apartando a los
niños de los talleres, de las fábricas y de los circos ecuestres: pero nadie se ha ocupado
en apartar a las niñas de la prostitución. Todos ustedes habrán visto circular libremente
por las calles y plazas prostitutas que a lo sumo habrán llegado a la pubertad: semejante
abuso no tiene nombre116”. El ejercicio clandestino de la prostitución y las infracciones
fueron castigados a través de las multas que estipula el reglamento y que iban de las
115
Citado en Butler, Josephine. The garrison towns of Kent. Shield, 9 de mayo de 1870. Ediciones Cátedra,
1995.
116
Citado en Zavala, j. M. La prostitución y sus reglamentos. Madrid, 1891.
66
quince a las cincuenta pesetas. Frecuentemente se dieron casos de mujeres incapaces de
hacer frente a las multas, que iban acumulándose hasta que la denunciada era declarada
insolvente y recluida como castigo en la casa galera de la Villa de Bilbao durante el
tiempo correspondiente a su deuda.
Este terminó siendo el caso de Ignacia Otaegui a quien, en primer lugar, en 1885
los veladores nocturnos le impusieron diez días de arresto y una multa de cincuenta
pesetas por dedicar su domicilio a la prostitución clandestina. La pena consistió en diez
días de arresto y una multa de cincuenta pesetas.
Se trata de una denuncia muy habitual, ya que la mayor parte de las infracciones
al reglamento estaban relacionadas con la práctica de la prostitución clandestina. Lo
curioso es que a la afectada en los años sucesivos le fueron impuestas nuevas multas (en
una de las ocasiones tras ser cogida in fraganti mientras acompañaba a su mancebía a
varias parejas de hombres y mujeres menores de veintitrés años) por tráfico clandestino
de prostitución en diferentes direcciones. No es el único nombre que se repite en las
denuncias con diferentes direcciones, evidenciando que unas pocas personas copaban
espacios amplios en un mismo barrio y que las ganancias que el tráfico de prostitución
les aportaba eran mayores que las pérdidas económicas suscitadas por multas periódicas.
De hecho, en 1890 se le impone otra multa por la desaparición de una de las pupilas de
un burdel situado en Bilbao la Vieja que estaba en período de observación médica.
Evidentemente no pudo haber escapado sin el permiso de la dueña de dicha casa de
prostitución, lo cual además de infringir el reglamento muestra que la misma persona
concentraba prostíbulos declarados y casas de citas clandestinas, lo que también infringía
la normativa:
117
AHDB. BILBAO TERCERA 0010/003
67
el reglamento lo ponen en conocimiento de las autoridades. Se impone a Ignacia
Otegui, que habitaba en la calle de las Cortes letra A y piso 3º , que viene
dedicándose al tráfico de la prostitución en infracción manifiesta de lo que
determina el artículo 8º del reglamento, recibiendo citas en una habitación y por
lo tanto proponen imponerle una multa de cuarenta pesetas118.
Sin embargo, la mencionada Ignacia Otaegui no siempre fue capaz de afrontar las
multas que le fueron impuestas y en 1885 fue declarada insolvente tras negarse a pagar
en dos ocasiones. Aclaraba incluso a los agentes del orden que trataron de imponer la
multa que en su casa hacía aquello que ella creía conveniente sin verse obligada a dar
explicaciones a nadie. El jefe de veladores nocturnos refiere lo siguiente al alcalde:
“Se niega abiertamente a pagar la multa impuesta y aun es más que dice
en su casa puede hacer lo que le dé la gana sin tener que dar satisfacción a nadie.”
118
Arch. BILBAO TERCERA 0032/002
119
Roquero, Charo. Op. Cit pp 87-88.
68
populares, psiquiátricos estigmatizaron a la prostituta como antinatural y contraria a la
naturaleza femenina. No resulta extraño que su reclusión médica en los hospitales fuese
acompañada por una reclusión psiquiátrica para aquellas amas o prostitutas declaradas
insolventes. De hecho, el cuarto de los grandes conjuntos estratégicos que despliegan a
propósito del sexo dispositivos específicos de saber y poder y que Foucault sitúa a partir
del siglo XVIII, fue la psiquiatrización del placer perverso. El instinto sexual se aisló
como un instinto biológico y psíquico autónomo. Al mismo tiempo que se analizaban
todas las anomalías que pudiesen afectar al sistema sexual, se prestó atención a la
normalización y patologización de la conducta al tiempo que se busca una tecnología
correctiva de dichas anomalías120. Si las relaciones sexuales extramatrimoniales de
carácter heterosexual eran una muestra de los irrefrenables impulsos sexuales masculinos,
la prostituta fue objeto de una patologización que separaba su comportamiento del de las
féminas que cumplían las expectativas de madre y esposa. Sus antinaturales pulsiones
sexuales eran sin embargo fundamentales para el correcto funcionamiento de una
sociedad que ya no requería la limitación del sexo a su papel reproductor.
120
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Tomo I: La voluntad de saber. Siglo XXI, 1977, pp 230-
139.
121
AHDB. BILBAO TERCERA 0027/063
69
Barrio de la Fuente122, quien propone que se inspeccione el domicilio de una vecina
sospechosa de albergar a mujeres de vida airada en su casa ilustra a la perfección la fina
línea entre el tráfico o el ejercicio de la prostitución, las conductas ambiguas o los
equívocos suscitados por cercanía a focos de prostitución:
Frente a la vecina Donosti, donde las prostitutas no podían pasear más que en unos
espacios determinados y siempre al anochecer, en Bilbao se dejó una mayor libertad de
122
Los alcaldes de barrio son figuras elegidas por un período no superior a un año. No percibían salario
alguno por sus servicios y funcionaban más como figuras de autoridad a nivel local que como cargos
públicos al uso. Dependían del concejo y tenían su propio reglamento. Los alcaldes de barrio fueron
desapareciendo paulatinamente a comienzos del siglo XX, siendo relevados por los cuerpos policiales de
ámbito local, provincial y estatal. El incremento de población en Bilbao y la especialización de los agentes
terminaron abocándolos a la extinción.
123
AHBD BILBAO CUARTA 0027/066.
124
Pallol Trigueros, Rubén. “Conquistar, democratizar y domesticar la noche en la ciudad moderna.
Modernización, desigualdad y conflicto en Madrid a comienzos del siglo XX”. Universidad Complutense
de Madrid, 2017, pp 150-151.
70
movimiento a las prostitutas que podían transitar por donde quisiesen y a plena luz del
día siempre que se comportasen como exige el decoro, es decir escondiendo su condición
de prostitutas.
“El Cabo de este cuerpo Don Ezequiel Sotelo, con fecha de ayer me dice
lo siguiente: Que el Guardia Domingo Domínguez de servicio en la calle de la
Fuente me participa de que Doña Josefa Reyes, dueña de la casa de prostitución
nº8 de dicha calle, tenía dentro de la misma a las dos de la mañana, un fuerte
escándalo consistente en cantar, tocar y bailar, habiendo sido anteriormente
amonestada sin que hiciera caso alguno a la advertencia. Lo que tengo el honor
de trasladar a v.d para su conocimiento sobre la repetición de dicha falta por la
que ha sido amonestada y multada en otras ocasiones125.”
Da la impresión de que son los horarios de descanso del vecindario lo que los
inspectores de higiene intentaban proteger. Frente a la incidencia del reglamento sobre la
vestimenta o las conductas indecorosas el reglamento no recoge nada mientras que las
denuncias, a menudo remarcaban lo avanzado de la hora y las molestias suscitadas por el
jolgorio. Posiblemente fueron los vecinos quienes elevaron sus quejas al Ayuntamiento
dando pie a numerosas multas y amonestaciones contra este establecimiento. Siendo sin
embargo la calle de la Fuente un enclave prostitucional por excelencia cabe preguntarse
por qué las denuncias se dirigían siempre contra la misma persona, si pudo deberse a una
125
AHBD BILBAO QUINTA 0534/070.
71
estrategia de eliminación de la competencia o sí el resto de amas públicas del vecindario
seguían con celo las directrices del reglamento sin quebrantar los horarios de queda ni
promover el escándalo.
La afectada devolvía sin firmar los requerimientos de forma continuada hasta que
la situación se hizo insostenible y fue internada, al igual que Ignacia de Otaegui, en la
casa galera de Bilbao:
72
Una vez declarada insolvente la afectada, se efectuó su detención durante
veinticinco días, es decir el tiempo correspondiente a la suma requerida:
126
Al parecer vivía en una zona dedicada principalmente a la prostitución en la que posiblemente se diese
una fuerte competencia.
73
los que suscriben y mucho más por ser de la individua que se expresa por ser la
que con más escándalo infringe el Reglamento.127”
Una carta dirigida por el jefe de la guardia municipal al alcalde hace de nuevo
referencia a la afrenta que suponían los alardes de esta mujer y alerta del peligro que la
conducta de esta mujer podía suponer. Posiblemente se temiese que su conducta fuese
imitada por otras amas públicas.
Señor alcalde:
“Decreto: visto y quede sin progreso ulterior este expediente por haberse
dado instrucciones a los Inspectores de higiene respecto a este particular129.”
127
AHDB Bilbao Tercera 0023/055
128
AHDB Bilbao Tercera Op. Cit.
129
AHBD Bilbao Tercera Op. Cit.
74
La documentación deja algunas incógnitas abiertas: ¿Cuáles fueron las
instrucciones dadas a los inspectores?, ¿fue castigada la conducta de esta mujer o por el
contrario se hizo “la vista gorda” ante una situación delictiva?, ¿estamos ante un caso de
tratos preferentes y corrupción?
La única denuncia entre las seleccionadas en la que los denunciantes son los
vecinos de la afectada tuvo en 1905. Aduciendo a las sospechas que circulaban en el
bloque y a las molestias causadas por el paso de personas de vida airada y actitud poco
decorosa, la totalidad de los vecinos del bloque solicitan que se le imponga la pena
correspondiente a la prostitución clandestina y que fuese expulsada del bloque a fin de
que la tranquilidad y la honradez de los habitantes fuesen restauradas de nuevo:
Año 1905: Carnicería vieja 29. Multa a Trinidad López por dedicar su
casa al tráfico de la prostitución clandestina. Los que firman como vecinos que
son de la casa nº29 de la misma calle. Certifican que Doña Trinidad, soltera y que
en la actualidad ocupa el piso tercero derecha, hace algún tiempo que se dedica
a los ejercicios privados por las autoridades encargadas de la higiene admitiendo
en su domicilio citas con personas de vida airada, habiéndose comprobado ya lo
que antecede y dado el aviso correspondiente al que hoy procura dicha habitación
para que la citada señora Doña Trinidad López sea expulsada y castigada como
se merezca con el fin de que en dicha finca pueda reinar la tranquilidad y
honradez de sus habitantes hoy perturbada por las poco decorosas acciones de la
citada. (Firman nueve vecinos). Es multada con 50 pesetas130.
Hay dos noticias que adquieren especial relevancia, una de ellas alude a uno de
los principales temores de la época: el tráfico de blancas131 y otra revela una puja entre
dos formas de entender la prostitución completamente distinta.
130
Arch. BILBAO CUARTA 0400/005
131
A nivel global puede hablarse de pánico moral. No puede especificarse hasta qué punto era infundado o
no.
75
exceptuando los casos en los que podía hacerse cargo algún familiar. Las condiciones que
acompañaban al embarazo y las del propio abandono hacían mínima la supervivencia de
los niños. Además, la mortalidad infantil en las inclusas durante finales del XIX y
principios del XX era muy elevada, aproximadamente entre un 80-90% de los niños
morían debido a las enfermedades y la desnutrición. Esta situación dio pie a profundos
debates en los que se cuestionó duramente la eficacia de inclusas y hospitales planteando
que funcionaban como una forma de infanticidio encubierto. Sin embargo, lo llamativo
de la siguiente denuncia es que aduciendo al riesgo que suponía la influencia corruptora
de la madre sobre la niña de nueve años con la que vivía, se pide la retirada de la patria
potestad encauzando la denuncia a través del reglamento vigente sobre tráfico de blancas,
es decir que se consideraba a la madre susceptible de terminar prostituyendo a su propia
hija. Posiblemente el temor a la corrupción de menores por parte de su propia progenitora
se debía a la expansión del pánico moral asociado a la trata de blancas, así como a una
especial preocupación por la corrupción del menor expuesto a conductas sexuales
peligrosas. Para Jeffrey Weeks el pánico moral cristaliza temores y ansiedades muy
extendidos enfrentándose a ellos no con ánimo de buscar las causas reales de los
problemas, sino desplazándolos a los “tipos diabólicos” de un grupo social concreto
asociado con la inmoralidad y la degeneración. La sexualidad juega un importante papel
en tales pánicos y los desviados sexuales se convierten en chivos expiatorios132. No
resulta descabellado pensar que las prostitutas fuesen consideradas influencias
perniciosas y por tanto apartadas de sus hijos, como le sucedió a Engracia Ruíz a la que
se privó de la patria potestad:
Año 1906: Calle Mirivilla 27. Denuncia contra Doña Engracia Ruíz por
tener en su compañía una hija de 9 años a pesar de que se dedica al tráfico de la
prostitución. La acusada se dedica a la prostitución clandestina y tiene en su
compañía una hija de 9 años, a la que por malos ejemplos y conducta de su madre
Engracia, se ponía en peligro de corrupción de costumbres, incitándola a malos
hábitos por la educación inmoral que está recibiendo. Resolución del Gobernador
Civil de la Provincia: Como el caso que se denuncia cae de lleno , a juicio de la
alcaldía, dentro de las prescripciones del artículo 171 del Código Civil que
previene que los Tribunales puedan privar de la patria potestad a los padres en
132
Weeks, Jeffrey. Sex, politics and society: The regulation of sexuality since 1800. Longman, 1989, pp
14-15.
76
el caso de que diesen a sus hijos ejemplos corruptos, me veo obligado a trasladar
a v.d por si considerara pertinente (…) del Ministerio Público o Juzgado
Municipal el expediente de Privación de la Patria Potestad (de conformidad a lo
dispuesto en la R. O. de 31 de Enero de 1903, sobre trata de blancas133.
Una de las denuncias más relevantes contaba con varias páginas de duración en la
que las amas de varias casas públicas de renombre en Bilbao denunciaban conjuntamente
las flagrantes violaciones al reglamento de higiene que de forma continua tenían lugar en
las casas de citas. Quienes suscribían esta denuncia eran las amas de casas de mancebía
con pupilas internas en oposición a las amas de casas de citas o de recibir134.
133
AHDB BILBAO QUINTA 0463/073
134
Adscritas las amas de casas de mancebía con pupilas internas a la primera categoría recogida en el
artículo 8º del reglamento de higiene especial y adscritas las amas de casas de citas o de recibir a la segunda
categoría del Reglamento de Higiene de la Villa de Bilbao.
77
muchas veces las redes familiares de las que estas mujeres carecían. Sin embargo, la
libertad de movimiento y un mayor beneficio económico llevó muchas veces a que las
pupilas decidiesen abandonar la seguridad del burdel para aventurarse en el mundo de las
casas de citas y los pisos de alquiler, que las alejaba definitivamente del sistema familiar
que distinguía la organización socioeconómica de las clases obreras y aumentaba
sustancialmente la peligrosidad de su oficio. Además, el sistema del lupanar cayó
gradualmente en desuso. Un observador francés señalaba que “El lupanar había sido
víctima de un cambio de gusto del consumidor. El público ha perdido su apetito por los
recursos que se le ofrecen oficialmente135”. Por lo tanto y a pesar de las continuas
alusiones a la higiene y la moral, así como al peligro que suponían las enfermedades
venéreas, lo que realmente preocupaba a estas amas públicas no era sino la competencia
económica a la que se veían forzadas a hacer frente y especialmente al trasvase de pupilas
internas a este tipo de establecimientos que estaba minando sus recursos económicos.
135
Walkowitz, Judith. Sexualidades peligrosas. Op. Cit, pp 402-403.
78
reconocimientos encomendados al Señor Médico Delegado de Higiene; llevamos
con todo rigor y exactitud los libros de registro, estamos provistas de nuestra
correspondiente licencia; las casas que habitamos y en las que damos pupilaje a
las internas, son capaces y bien ventiladas, para lo que nos imponemos cuantiosos
sacrificios pecuniarios; cuidamos, sin cometer la más mínima tolerancia, de que
las alumnas no estén en los balcones y ventanas de las casas; que guarden siempre
la debida compostura y menos el que se reúnan en las puertas; satisfacemos
puntualmente las cuotas que se nos ha señalado; y en una palabra, cumplimos con
todas las prescripciones reglamentarias, cuidando del exterior recato, sosiego y
tranquilidad que garantiza la imposibilidad del más pequeño escándalo, ¿y en
cambio , que hacen las amas de recibir o de citas y las externas sueltas que acuden
a estas casas?, ¿cuál es su conducta?, ¿Cuáles sus procedimientos?. Da
vergüenza referirlos. Sin embargo, como nuestro deber es el denunciarlo, hemos
de decirlos.
Hay casas de citas que viven en el más misterioso sigilo, encubiertas por
quienes debieran de vigilarlas y descubrirlas. Hoy, apenas hay en Bilbao (es
público) calle donde no se halla instalado alguno de estos antros de la más
sublime hipocresía, donde la virtud de la mujer sufre los verdaderos ataques,
donde todo se opera fuera de la acción gubernamental de las autoridades, y donde
Dios sabe los males que puedan emanar. No por eso dejan de ser lugares de
prostitución real y efectiva, que en absoluto burlan los propietarios que tienden a
repudiar las consecuencias funestas de su vida, más peligrosa cuanta menos
franca es. Y hay casas de citas y recibo, que, si bien resultan sujetas al reglamento
municipal de higiene pública porque oficialmente están calificadas como tales,
tienden a albergar en ellas pupilas o prostitutas sueltas, y además admiten otras
que nunca han sufrido reconocimiento, así que sus nombres no aparecen
registrados en el libro especial de la casa, ni en el del médico higienista, al que
se le oculta.
El gran mal, el daño que penetra hasta en lo más recóndito de los dobles
respetos, que es el propósito de la vigilancia reglamentaria, está en las
consecuencias que ha producido y producen las libertades que se toman
79
(contrariando ordenanzas y escarneciendo lo preceptuado) las amas de las casas
clasificadas con el nombre de casas de recibir o de citas a donde concurren hoy,
no solamente las externas, sino las que siempre han sido internas y dejan de serlo
para tomar este nominativo y vivir a sus anchas, en vista de la impunidad que
parece se las otorga fuera de los loables esfuerzos de las dignas Autoridades. Este
mal es el siguiente: Las prenombradas casas de citas y Aparecen estas en los
balcones o ventanas según les place, se reúnen con las mismas amas en las puertas
de dichas casas y no solamente llaman a los transeúntes haciendo proposiciones
indecorosas y publicando su mercancía, sino que continuamente ocurren casos de
forzarlos (en el sentido de guiar a los hombres a las casas de las “exponentes”)
cogiéndolos del brazo y llevando a sus lupanares a quien o quienes se habían
dirigido a nuestras casas. ¿Y qué resulta de todo esto?: Lo que no puede menos
de suceder, que nuestros intereses y el de nuestras pupilas se perjudican,
fomentándose el de las que infringen los reglamentos; que esto consentido o
tolerado, produce mayor ganancia con más libertad a las pupilas que emigran de
nuestras casas para convertirse en prostitutas libres de casas de citas, que
nosotras, que pagamos nuestra contribución, matrículas y rentas para tener
albergues higiénicos y reglamentarios y que no traspasamos un ápice de lo
ordenado, sufrimos toda clase de gabelas (…) y que por último todo esto trae
aquellas propagaciones funestas en el mal de la prostitución que se quiere evitar
en su vigilancia, sin que sea nada exagerado vaticinar que si a tamaños y tan
perjudiciales abusos no se pone un pronto y fuerte correctivo, es bien seguro que
Bilbao en breve se verá invadido por una perniciosa plaga conocida por
enfermedad venérea y calificado como la Babilonia moderna bajo el punto de
vista de la prostitución que no se recoge en las vallas de la decencia y del público
decoro136.
136
Expediente: desconocido/traspapelado. Transcrito directamente.
80
practicar un reconocimiento ordinario a sus pupilas sin que se recoja la causa del
conflicto:
11 de Enero de 1990
Son varias las denuncias en las que los médicos higienistas daban parte del
tratamiento irrespetuoso al que amas públicas y pupilas les habían sometido durante las
visitas ordinarias. Aunque generalmente en la documentación no se recogían los insultos
que estas hubieran podido proferir al facultativo, en algunos casos si aparece la causa del
conflicto:
Decreto:
137
AHBD BILBAO TERCERA. 0027/049.
81
Pase este expediente al jefe de la Guardia Municipal para que proceda a
la exacción de la indicada multa, haciendo entrega a la interesada de certificación
autorizada de este decreto138.”
21 de Enero de 1990
No puede saberse a ciencia cierta que motivó el enfrentamiento con los médicos
higienistas, es posible que se ejerciese de pronto una mayor presión sobre amas y
prostitutas en el cumplimiento del reglamento y que esto motivase su descontento.
También pudo darse por el contrario una pérdida de autoridad por parte del Negociado
que multiplicó la antipatía hacia un sistema de control incapaz de hacer frente a los nuevos
entretenimientos sexuales que escapaban a la lógica del burdel. Otra duda que suscitan
los insultos de estas mujeres hacia médicos e inspectores es la posibilidad de que estos
abusasen de su autoridad coaccionando o ejerciendo algún tipo de violencia contra ellas.
De haberse dado este tipo de abuso, no quedó ningún rastro documental del mismo.
En último lugar se recoge una agresión física al inspector de higiene especial Don
Blas Osés cuando vigilaba una casa de huéspedes de la calle Ronda sobre cuyo dueño
recaían las sospechas de los inspectores de higiene. El dueño de la mencionada casa de
huéspedes agredió de forma violenta al inspector hasta el punto de que este último se vio
obligado a guardar cama:
138
AHBD BILBAO TERCERA, 0027/052.
139
AHBD BILBAO PRIMERA, 0341/010.
82
------------------- puesto que interviene el juzgado en el asunto
Firmado el alcalde.
140
Generalmente eran mujeres quienes regentaban los locales de prostitución, en los registros de mancebías
de la villa puede verse que todas las casas de tolerancia tenían un ama pública al frente. Sin embargo, la
figura de chulos y proxenetas va cobrando fuerza al margen de la legalidad. La diversificación de la oferta
prostitucional conllevó una progresiva extinción de las relaciones entre amas y pupilas, así como una
efectividad cada vez menor de las estrategias de control.
141
Muchas de las mujeres que se dedicaban a la prostitución decidían hacerlo clandestinamente no sólo
como una forma de esquivar el pago de tasas, sino con el fin de asegurar una respetabilidad que
posteriormente les permitiese contraer matrimonio.
83
5.4. Una geografía de la prostitución
El Bilbao del siglo XIX estaba conformado por el Casco Viejo142 que a su vez
incluía los barrios del Mercado, el primitivo núcleo urbano de las Siete Calles y el de
Santiago. El moderno ensanche, cuyo primer proyecto se remonta a 1801 fue inicialmente
un proyecto de la anteiglesia de Abando, por aquel entonces vecina y rival de Bilbao. Sin
embargo, hasta 1876 no comenzó la edificación del Ensanche de Abando. Con su
construcción Bilbao se expandiría definitivamente en la margen izquierda de la Ría
abarcando San Vicente, San Mames y los arrabales —San Nicolás, Atxuri y Bilbao la
Vieja— y barrios obreros —San Francisco, Cortés y Zamakola— albergaban la práctica
totalidad de la oferta prostitucional bilbaína salvo algunos enclaves clandestinos
camuflados como tabernas y casas de Txakolí repartidos entre Amezaga y Alameda de
San Mames y algunas casas de tolerancia repartidas a lo largo de la Gran Vía. Los datos
aportados por las secciones de higiene especial de las anteiglesias de Abando y Begoña
no se abordarán en este trabajo. Conviene sin embargo ahondar brevemente en las
relaciones que históricamente ha mantenido Bilbao con las Anteiglesias colindantes, dado
que la relación la vecina anteiglesia de Abando, más tarde anexionada, fue siempre tensa:
“Las relaciones no siempre han sido satisfactorias, produciéndose en más de una ocasión
discordias y situaciones embarazosas difíciles de solventar de una manera pacífica y
142
Parte antigua de la ciudad de origen medieval.
84
estimulante para ambas partes. Sea por razones políticas, económicas, sociales o
territoriales la polémica siempre estaba servida. Es de destacar además que estas
relaciones eran en todo momento relaciones de poder, de primacía de Bilbao como villa
jurídica y administrativamente privilegiada sobre municipios sujetos a las Leyes
generales del Señorío en el antiguo régimen143.”
143
Surgimiento y notas referentes a la Villa de Bilbao, pp 12-13.
144
Stallybrass, P., & White, A. The Politics and Poetics of Transgression. Ithaca: Cornell University Press.
1986.
145
Walkowitz R, Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Narraciones sobre peligro sexual en el
Londres victoriano, pp 58-61. Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la mujer.
85
memoria sensorial de los cuerpos resignados que satisfacían las necesidades físicas de los
varones de clase alta en los barrios respetables146”.
146
Corbin, Alain.” Commercial sexuality in Nineteen- Century. France: A system of images and
regulations”, pp 212-213, Representations 14, 1986.
86
de Bilbao y en la calle Correo el periódico “La lucha de Clases” denunciaba la existencia
de prostitución clandestina destinada a la burguesía, no debe polarizarse la distribución
del comercio sexual en Bilbao como un antagonismo margen izquierda/margen derecha.
Hubo casas de primera clase en el obrero barrio de Bilbao la Vieja y la modernización
pobló precisamente esta parte de la ciudad de cosmopolitas music-halls y cafés de
variedades en los que se entremezclaban todas las clases sociales. La ausencia de los
militares con el abandono del cuartel de San Francisco, tradicional foco de prostitución
no desplazó casas de citas y mancebías, por el contario los congestionados barrios obreros
de Bilbao la Vieja y San Francisco, cercanos a las minas de Mirivilla, se consolidaron
como embrión del socialismo vasco y como dos de los principales focos de la geografía
prostitucional bilbaína. Los barrios de las Cortes y San Francisco presentaban los índices
más altos de mortalidad de la villa y albergaban a un número considerable de agentes,
testigos de escándalos públicos relacionados generalmente con la prostitución, la venta
de alcohol o riñas y pendencias menores147.
147
Vergara, Andoni. Delincuencia, agentes urbanos y prostitución en Bilbao a finales del siglo XIX.
Bidebarrieta, 2012.
148
Izarzelaia Izaguirre, Arturo; Uriarte González, Txema: El Barrio de las Cortes. Una historia de la
palanca bilbaína, Gite-ipes, Bilbao, 2007.
87
otras más, atraídas por las falaces palabras de los corrompidos burgueses, forman el paseo
mujeril nocturno de la burguesa calle, y allá van en tropel, como las moscas del cuento,
toda esa falange de señoritos desvergonzados, hábiles sólo en el arte de engañar
muchachas149.
El mapa de elaboración propia muestra en verde claro las calles en las que se
situaban las casas de tolerancia con pupilas internas y el barrio de Bilbao la Vieja, rodeado
por un círculo del mismo color. Triángulos rojos para los domicilios en los que se ejercía
clandestinamente la prostitución y triángulos en color verde para las dos casas de citas
que aparecen registradas como tales. La prostitución se ejerció, clandestina o legalmente,
en ambas márgenes del Nervión, aunque el volumen de casas de tolerancia y prostíbulos
se enclavaba estratégicamente en la margen izquierda, posiblemente debido a la cercanía
del cuartel de Garellano y a las minas de Mirivilla. Como puede apreciarse en el mapa,
para cuya elaboración se han tomado las direcciones aportadas en los anexos y otras
extraídas de la bibliografía, el comercio sexual en Bilbao se situaba en enclaves muy
determinados, la prostitución callejera nunca alcanzó el volumen de ciudades como
Madrid o Barcelona y en general las autoridades pudieron controlarla sin que perturbase
excesivamente el centro institucional de la villa o los cercanos barrios del ensanche
burgués. La cercanía de la estación de ferrocarril y el puerto implicaba además un
continuo tránsito de marineros y viajantes, figuras habituales de burdel.
149
La Lucha de Clases.
88
Mapa de la prostitución de Bilbao. Elaboración propia a partir de denuncias y registros de
mancebías legales conservadas en el Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia y plano catastral de
Bilbao. En rojo aparecen los lugares de prostitución clandestina y en amarillo las calles en que había locales
de prostitución legalizada (mancebías públicas). En azul se identifican las casas de citas.
150
Véase anexo.
89
terminase siendo clausurado por el gobernador151. A pesar de que las fuentes abordadas
por este trabajo no rebasan de 1916, conviene recordar que a partir de los 30 las
diversiones de diversificaron y la mancebía tradicional fue sustituida por establecimientos
que combinaban bailes atrevidos, salas de juego y espectáculos e incluso café y
restaurante, a semejanza de cualquier club de caballeros. El Concert las Columnas,
situado en el número 17 de la Calle Cortes se convirtió en uno de los más cosmopolitas y
renombrados music-halls de la ciudad. El Casino de los Artistas, que incluía orquesta de
jazz y cena con baile desde las dos a las seis de la madrugada era otro de los cabarets más
conocidos. El Petit Moulin Rouge, a imitación del original, ofrecía espectáculos picantes
en los que las “molineras” bailaban enseñando las piernas. Bataclán, Café de las Delicias
y Kursaal entre otros completaban el mapa de la diversión nocturna en Bilbao ofreciendo
sesiones de varietés en los que se ofrecía una prostitución más o menos encubierta152.
151
Izarzelaia Izaguirre, Arturo; Uriarte González, Txema: El Barrio de las Cortes. Una historia de la
palanca bilbaína, Gite-ipes, Bilbao, 2007.
152
Villa, Imanol: Bilbao. Crónicas de una ciudad inmortal, Txertoa, Donostia, 2007.
90
5.5. Perfiles sociales de los actores del mercado prostitucional: Las
cartillas de inscripción
Edad y lugar de procedencia de las prostitutas registradas por la Sección de Higiene Especial.
Elaboración propia a partir de Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia
La edad permitida para la iniciación de las pupilas fue subiendo con el tiempo y
terminó siendo de veintitrés años, sin embargo y como puede apreciarse en la gráfica, la
iniciación era bastante más temprana. La veintena sin embargo era un momento de
incorporación muy habitual dándose las tasas más altas entre los veinte y los veinticuatro,
momento en el que descendía el volumen de forma gradual, aunque la vida laboral de
estas mujeres llegaba en muchos casos a alargarse hasta la treintena, aunque no era lo más
habitual. Muchos son los factores que permiten explicar una trayectoria tan reducida:
algunas de ellas posiblemente enfermaban y contraían enfermedades de transmisión
153
Las cartillas incorporaban un exhaustivo seguimiento de los movimientos que realizaba la prostituta:
viajes y desplazamientos a otras ciudades, estancias en el hospital y traslados de domicilio.
91
sexual que tal vez pudieron acabar con su vida, otras y especialmente las que se retiraron
del tráfico con una edad temprana contrajeron matrimonio o bien encontraron otro trabajo
que permitió su subsistencia, algunas continuarían desempeñando otro tipo de tareas en
los burdeles y tal vez con los años pasaron a convertirse en amas públicas. Por otra parte,
poco se puede desentrañar de un escueto apunte en el que se registra la retirada del tráfico.
Otro dato habitual que jalona muchas veces el apartado de observaciones es el de huida,
al que siguen continuos cambios de dirección. ¿Huían de las inspecciones sanitarias
pasando por tanto a la clandestinidad?, ¿lo hacían por el contrario para evitar los abusos
de las amas públicas y ejercer de modo autónomo en casas de citas?, ¿o bien estaban
siendo coaccionadas por sus proxenetas y se cumplía uno de los mayores temores de la
época, el tráfico de blancas?
92
las mujeres foráneas se desplazasen a otras ciudades para escapar de los rumores, gozar
de cierta independencia e incluso casarse a su vuelta sin poner en riesgo su virtud o ser
víctimas de habladurías. Otro dato importante que puede acercar al motivo que abocó a
estas mujeres a la prostitución es la profesión desempeñada con anterioridad. Por lo
general las prostitutas provenían de un segmento socioeconómico bajo y muchas veces,
como señala la gráfica en la que se recoge edad y procedencia, procedían de contingentes
inmigratorios recientes, aunque también podían ser hijas de trabajadores urbanos en
declive. Walkowitz señala que estuvieran fijas en un sitio o bien deambularan, formaran
parte de una organización elaborada o fueran meramente ocasionales o improvisadas, en
cualquier caso, las prostitutas eran las hijas no cualificadas de las clases no cualificadas.
Algunos médicos higienistas llegaron a sostener que ciertas profesiones estaban
predestinadas al ejercicio de la prostitución. Efectivamente el servicio doméstico y el
sector textil (costureras, modistillas y planchadoras) eran frecuentemente el punto de
partida para la prostituta. Casualmente eran profesiones precarias, el jornal era mínimo y
existía una enorme competencia ocasionada por la influencia de mujeres inmigrantes.
93
Clasificación de la profesión ejercida anteriormente por las prostitutas registradas por la Sección
de Higiene Especial. Elaboración propia a partir de Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia
Resulta curioso que las propias élites, ideólogas de un sistema de control que
registraba todos los aspectos de la vida de las clases subalternas y posiblemente
consumidoras de los mismos cuerpos que estigmatizaban, no dejen otra huella en el
registro más allá de las firmas de inspectores y secretarios del ayuntamiento. No hay nada
semejante a los registros en los que se certificaba la salud de las mujeres públicas para
los clientes. No debían dar cuenta de sus idas y venidas al Negociado de Higiene, no se
vigilaba su conducta y tampoco estaban obligados a realizarse revisiones íntimas. El
sistema regulacionista protegía la identidad del cliente, como trataba de proteger su salud
controlando la de las prostitutas, a las que se encerraba forzosamente en hospitales y casas
de corrección para evitar posibles contagios. Realmente a las autoridades les traía sin
cuidado la salud de las mujeres públicas, otra cosa era el contagio de amplias capas de
población, especialmente las más elevadas socialmente. Como argumentaba en 1934 un
venereólogo e higienista en 1934: “El temor a los reglamentos, a la hospitalización
forzosa y a la Policía, es dentro de la prostitución clandestina lo que más aleja a las
mujeres sospechosas o declaradamente enfermas, del trato asiduo con las instituciones
sanitarias… y así no podemos evitar la contaminación del dicho mal en el estudiante, en
el militar, en el dependiente, en el casado, en el comerciante, y jamás llegaremos a evitar
la contaminación del banquero, el hombre de negocios, del bolsista, del jurisconsulto, del
general, del acaudalado comerciante, del pintor, del médico (…) Porque los reglamentos
94
no actúan más que sobre las meretrices callejeras o pobres y dejan en absoluta libertad a
las hetairas distinguidas154”
154
Portillo, L. del (1919), Tratado práctico de venereología y sifilografía, Madrid, Imp. Juan Pueyo, tomo
I, p. 227, citado en Castejón Bolea, Ramón. “Las enfermedades venéreas y la regulación de la sexualidad
en la España Contemporánea”, p.230. Asclepio vol LVI: Universidad Miguel Hernández, 2004.
155
Roquero, Charo. Op. Cit. p.146. Txalaparta, 2014.
156
Navarro Fernández, Antonio. Presérvate del amor impuro (enfermedades venéreas), Madrid, Agencia
Española de Librería, 1931, p.170.
95
suscribía una etiología que incorporaba una taxonomía explícita de culpa y pecado,
diferenciando explícitamente entre pacientes de acuerdo a la culpabilidad moral de su
condición: por un lado, los pacientes inocentes — mujeres casadas y niños — y en el polo
opuesto a ellos los pacientes culpables, hombres casados infectados y especialmente las
prostitutas. Como principales novedades, los hombres comienzan a aparecer como
culpables en la ecuación, al mismo tiempo que se liberaba del estigma social que
acompañaba a los pacientes de enfermedades venéreas a las víctimas fortuitas157. Desde
principios del siglo XX se subrayó el papel del hombre casado como transmisor de la
enfermedad y los médicos higienistas más cercanos a la corriente abolicionista
culpabilizaron a los promiscuos padres de familia, especialmente si pertenecían a la clase
obrera. El pauperismo de las viviendas e infraestructuras de los barrios obreros de la
capital vizcaína despertaron la alarma de numerosos médicos bilbaínos y de la propia
Diputación de Bizkaia. Moral e higiene se relacionaban con el orden social y la
promiscuidad de las clases trabajadoras, dando pie a programas dedicados a la instrucción
del obrero, en los que se enfatizó la importancia de la familia, el modo de vida estable y
el ahorro: “si el obrero consintiese en colocar en cajas de ahorro la mitad del dinero que
malgasta en tabernas, el que pierde a consecuencia de las orgías a las que se entrega con
bastante frecuencia y de las enfermedades ocasionadas con estas orgías158”. Partiendo de
la idea de que la pobreza y las condiciones insalubres en las que vivía parte de la clase
trabajadora eran causa de disgregación y anarquía social, el determinismo social
culpabilizó al proletariado de su propia miseria e incluso consideró que su ejemplo era
pernicioso para la clase media: “la promiscuidad en la que viven, la pobreza habitual suele
ser albergue de la crudeza de costumbres y en general de una completa decadencia moral,
cuyo pernicioso influjo pasa a propagarse a todas las clases sociales159”. Acudir a los
registros de los hospitales y los datos de los enfermos de sífilis podrían resultar
reveladores ya que hombres de toda clase social, estado civil y edad fueron infectados por
venéreas. Sin embargo, los datos recabados serán siempre aproximados comparados con
las exhaustivas cartillas en las que se anotaban los datos de las prostitutas.
157
Castejón Bolea, Ramón. “Las enfermedades venéreas y la regulación de la sexualidad en la España
Contemporánea”. Asclepio vol LVI: Universidad Miguel Hernández, 2004, p 234.
158
Pérez- Fuentes Hernández, Pilar: “El discurso higienista y a la moralización de la clase obrera en la
primera industrialización vasca” en Ganadores de pan y amas de casa. Otra mirada sobre la
industrialización vasca, UPV, Bilbao, 2004.
159
Pérez- Fuentes Hernández, Pilar. Op Cit, p 106-107.
96
Atender a la disposición de los prostíbulos — el público de las mancebías que
algunas autoras sitúan en la Gran Vía diferiría profundamente de los potreros cercanos a
las minas de Mirivilla — o a las clases de casas públicas y prostitutas registradas en el
reglamento — existían tres categorías con distinto precio según la calidad del servicio —
puede ayudar en un primer esbozo de la clientela bilbaína.
La figura del proxeneta, especialmente cuando era mujer y dueña de alguna de las
mancebías o casas de citas declaradas en Bilbao, resulta mucho más accesible que la del
consumidor. Los nombres de quienes, ya fuesen hombres o mujeres, prefirieron
mantenerse al margen de la legalidad se recogen en las denuncias junto a las multas que
debieron pagar y los embrollos judiciales en los que se vieron envueltos. Sin embargo, su
edad y procedencia no aparece en la documentación y aunque más cercanos que la difusa
figura del cliente, no ofrecen la misma proximidad que las mujeres prostituidas. Las
cartillas recogían la edad y el estado de salud de estas mujeres y las clasifican en función
de su calidad como productos al servicio de un sistema al que solo le importaba continuar
accediendo a sus cuerpos siempre que resultasen saludables.
160
Jameson, Frederic. Documentos de cultura, documentos de barbarie. La narrativa como acto socialmente
simbólico. Visor distribuciones, 1989.
161
Llona, Miren. La prostitución y la identidad de la clase obrera en el tránsito del siglo XIX al XX. Un
análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia. Historia Contemporánea nº 33, Universidad
del País Vasco. 2006, pp 736-738.
97
6- Conclusiones
98
una cierta autonomía a costa de una mayor inseguridad. La picaresca no fue infrecuente
y los documentos aparecen salpicados de figuras transgresoras que trataron de volver a
su favor un sistema basado en la vigilancia y el control. Hubo quienes llegaron más lejos
e incluso se jactaron de su audacia entre vecinas y comadres despertando la ira de las
autoridades, es este el caso de Bernardina Escauriaza, quien posiblemente conto con la
connivencia de algunos funcionarios de la administración. Muchas amas públicas
ocultaban determinadas pupilas de las visitas médicas e incluso alojaban en sus casas a
mujeres no matriculadas. Tampoco fue infrecuente burlar la prohibición que obligaba a
las amas de prostíbulo a dirigir una única mancebía y muchas de ellas mantuvieron
diversos negocios ocultos relacionados con el tráfico de prostitución.
99
Los recursos de alzada, generalmente desestimados y las negativas al abono de las
multas, abren la puerta a dudas y preguntas que la información recogida en los
documentos no puede responder. Es posible que los implicados se dedicasen al tráfico de
la prostitución, aunque tal vez comportamientos fuera de la norma despertasen el recelo
de vecinos y autoridades determinando qué actividades eran susceptibles de castigo y
cuáles no. En todo caso, mancebías de todas las categorías, prostitutas callejeras y
posteriormente bailarinas y tanguistas compartieron el espacio con unas clases
trabajadoras recelosas de su asimilación a la mujer pública pero tan consumidoras como
la burguesía paternalista.
100
La mayor parte de ellas engrosaron las filas de la servidumbre o iniciaron su vida laboral
en el precario sector textil. La desprotección que implicaba verse alejada de su población
de origen, la libertad de movimientos que implicaba la lejanía de su familia y la
precariedad de unos trabajos peor pagados que los de sus compañeros de clase obrera
explican que la mayor parte de las prostitutas bilbaínas habían sido previamente
sirvientas, seguidas de cerca por modistas y mujeres que decían estar dedicadas a sus
labores (aunque hoy sabemos que muchas de ellas participaban activamente en el
mercado laboral, ya formal o informalmente). La llegada de sirvientas jóvenes e
inmigrantes precarizó aún más la profesión. El enriquecimiento de amplias capas de las
clases medias, ansiosas de imitar las costumbres de la alta burguesía, dio pie a nuevas
relaciones entre amos y servicio. Tradicionalmente el servicio envejecía junto a sus
empleadores y las sirvientes solo abandonaban la casa si contraían matrimonio. No era
extraño que muchas de ellas entrasen de niñas como criadas en una casa y terminasen
muriendo en ella. Sin embargo, el aumento de mujeres inmigrantes necesitadas de trabajo
en las ciudades sustituyó el tradicional paternalismo por una competencia cada vez más
feroz. Por otra parte, muchas de las jóvenes sirvientas sufrieron abusos por parte del señor
o de los señoritos, o bien mantuvieron relaciones con ellos que terminaban a menudo con
embarazos no deseados. Una vez mancillada la reputación para la joven expulsada, la
prostitución parecía el único camino posible. Sin duda no es una casualidad que este
patrón se repita actualmente en las ciudades españolas. Mujeres que abandonan sus países
de origen con el fin de mejorar económicamente y a menudo reenviar remesas a sus casas
natales. Como sus predecesoras la ausencia de redes familiares y la precariedad de unos
trabajos relacionados con la limpieza y los cuidados, las hace más vulnerables a posibles
abusos masculinos y no hay más que acercarse a las estadísticas para ver que las mujeres
inmigrantes dedicadas a la prostitución superan con creces a las nacionales. En Bilbao la
prostitución se ha diversificado y los burdeles fueron generalmente sustituidos por
discretos pisos de lujo, algunas de las zonas ocupadas por mancebías y burdeles albergan
hoy bares y restaurantes, pero el barrio de la Palanca aún mantiene su fama y es posible
encontrar mujeres que muestran su cuerpo como reclamo a los clientes en plena calle.
101
Y ¿cuál es más de culpar
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
102
7.-Anexos
Gayle Rubin completa su trabajo “Reflexionando sobre el sexo: notas para una
teoría radical sobre la sexualidad”, con diagramas como el siguiente, en el que se expone
la teoría de las jerarquías sexuales. En el centro del diagrama se situaría la sexualidad
moral y aceptable mientras que en los márgenes aparecerían las practicas sexuales
consideradas a lo largo del tiempo como antinaturales, pecaminosas y posteriormente
psicopatólogicas o políticamente condenables. La frontera entre aceptabilidad y
degeneración ha sido siempre móvil y motivo de debate. Mientras que determinadas
actividades han sido condenadas y perseguidas, como la sodomía, otras han logrado
rebasar la frontera de la aceptabilidad. Para Gayle Rubin los sistemas de enjuiciamiento
sexual tratan de determinar a qué lado de la frontera están situados determinados actos
sexuales. Si bien la prostitución es permitida entre los siglos XIX y XX, la prostituta se
situa en los “límites exteriores”de lo sexualmente aceptable, es considerada la envilecida
alternativa a la domesticidad burguesa y se convierte en blanco de abusos institucionales
de los que se eximía al consumidor.
103
Relación de las casas de prostitución que existen en la Villa y nombres de las
amas a cuyo cargo se hallan en 1894.
CASAS PÚBLICAS
CASAS DE RECIBIR
104
Direcciones en las que se ejercía clandestinamente la prostitución
Recursos de alzada
Acompaño a v.d a los efectos del artículo 171 de la ley municipal, el adjunto
recurso de alzada interpuesto por Don Fernando Altuna de esta vecindad contra una
providencia del Alcalde de esta Villa imponiéndole la multa de 25 pesetas por
infracción al reglamento especial de higiene.
105
reclamarlo de la misma por conducta de la autoridad remitente. V.d no obstante
acordará lo que estime procedente. Bilbao 17 de octubre de 1888. Pedro Frutos.
106
e) Sr Gobernador Civil de esta provincia, Bilbao 27 de Octubre de
1888.
(Aquí el informe)
A pesar de que la cédula apenas resulta legible, apréciese que se recogen datos
personales como nombre, edad y categoría a la que pertenecía la prostituta inscrita.
También aparece recogido el precio de expedición de la cédula: cincuenta céntimos de
peseta.
107
Notificaciones de traslados de prostitutas.
108
8.- Bibliografía
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género en la España del siglo XIX”. Universidad del País Vasco.
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110
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115