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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA


DEPARTAMENTO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

PROSTITUCIÓN EN LA CIUDAD INDUSTRIAL. REGULACIÓN DEL INTERCAMBIO


SEXUAL Y DEBATES EN TORNO A LA PROSTITUCIÓN EN BILBAO (1873-1916)

PROSTITUTION IN THE INDUSTRIAL CITY, REGULATION OF SEXUAL INTERCOURSE


AND DISCUSSIONS ABOUT PROSTITUTION IN BILBAO (1873-1916)

PROSTITUZIOA INDUSTRIA-HIRIAN. SEXU-TRUKEAREN ARAUTZA ETA


PROSTITUZIOAREN GAINEKO DEBATEA BILBON (1873-1916)

MARINA SEGOVIA VARA

TRABAJO DE FIN DE MÁSTER

DIRECTOR: RUBÉN PALLOL TRIGUEROS

MÁSTER UNIVERSITARIO EN HISTORIA CONTEMPORÁNEA


CURSO 2017-2018
1. Índice

2. Introducción 2

3. Estado de la Cuestión 11

4. Repertorio de fuentes 20

5. Aproximación al objeto de investigación 28

5.1. Discursos en torno a la figura de la prostituta. Abolicionismo o 30


regulación.

5.2. Los reglamentos de Higiene Especial 35


5.2.1. Reglamento de Higiene Especial 1873 39
5.2.2. Reglamento de Higiene Especial 1889 47
5.2.3. Reglamento de Higiene Especial 1894 53
5.2.4. Reglamento de Higiene Especial 1916 60

5.3. Denuncias y expedientes 63

5.4. Una geografía de la prostitución. 84

5.5. Perfiles sociales de los actores del mercado prostitucional: 91


Las cartillas de inscripción.

6. Conclusiones 98

7. Anexos 103

8. Bibliografía 109

1
2. Introducción

“La mecánica del poder no pretende suprimir las prácticas “moralmente


aberrantes o ilegales” sino que las constituye en el orden natural del desorden. No se
las excluye, sino que se las específica a través de una diseminación y solidificación
regional. El burdel y el manicomio serán esos lugares de tolerancia: la prostituta, el
cliente, el rufián, el psiquiatra y su histérico parecen haber hecho pasar
subrepticiamente el placer que no se menciona al orden de las cosas que se
contabilizan; las palabras y los gestos, autorizados entonces en sordina, se
intercambian a un precio fuerte1.”

Michel Foucault. Vigilar y castigar.

En las últimas décadas y especialmente a partir de la década de los ochenta ha


tenido lugar una diversificación sin precedentes de la oferta prostitucional. Como señala
Sheila Jeffreys la globalización, el auge de las políticas neoliberales y las nuevas
corrientes migratorias han llevado a una drástica modificación de la industria del sexo
interconectando los centros mundiales de producción capitalista2. Las posibilidades para
el consumidor parecen ilimitadas y abarcan nuevas realidades que en los últimos años
confluyen con ámbitos tan punteros como inteligencia artificial y robótica. Por otra parte,
el comercio transnacional de cuerpos asociado a las redes de trata ha influido
notablemente en la forma en la que la prostitución era ejercida en nuestras ciudades
empeorando aún más las precarias condiciones de las trabajadoras sexuales. A nivel
mundial la irrupción de la economía de mercado en industrias como la China —en la que
hasta hace relativamente poco la prostitución estaba prohibida— y la ampliación del
mercado sexual característico de países en los que el ejército sostuvo el sistema
prostibulario a gran escala —como Japón, EE UU o el sudeste asiático— han convertido
el tráfico de mujeres en algo valioso para las economías nacionales, por ejemplo, debido
a las remesas que estas mujeres envían a sus países de origen3. La globalización de la
industria del sexo implica a su vez que comportamientos sexuales y modelos femeninos

1
Foucault, Michael. Vigilar y castigar, 2009 [1975] pp 9-11.
2
Jeffreys, Sheila. La industria de la vagina. La economía política de la comercialización global del sexo,
pp 13-15. Paidós, 2011.
3
Jeffreys, Sheila. Op. Cit, pp 15-16.

2
asociados a la pornografía irrumpan fuera de los límites nacionales conformando una
nueva y permeable cultura sexual en la que el acceso a determinados cuerpos está
garantizado siempre que se disponga de dinero y conexión a internet. Aunque la categoría
de víctima no es intrínseca a la mujer como tampoco lo es a la prostituta, convendría
recalcar que el comercio sexual debe asociarse a una estructura de poder desigual dirigida
al público masculino y en la que generalmente el objeto de consumo es una mujer o un
sujeto feminizado. Los debates asociados a campos teóricos como el abolicionista, el
regulacionista o el del trabajo sexual se complejizan adoptando perspectivas multifocales
que no obstante pueden ser rastreadas en el tiempo. Si bien los conflictos entre
abolicionistas conservadores y liberales anticlericales de la España de finales del XVIII,
los debates higienistas en torno a la regulación de la prostitución o los incipientes
posicionamientos feministas asociados a figuras como Josephine Butler4 en la Inglaterra
decimonónica parecen muy alejados en el tiempo, más allá de lo formal el debate continúa
siendo el mismo. La asociación para promover la extensión de la “Contagious Diseases
Act” de 1866 contaba con el apoyo de los grupos conservadores: el de los militares y el
de los aristócratas. Aunque la regulación pretendía combatir el contagio de enfermedades
venéreas y frenar la prostitución juvenil, el objetivo principal no era tanto la disminución
del vicio como el control y la regulación de la actividad. Las autoridades aceptaban por
tanto la prostitución como lacra social, pero al mismo tiempo parte inevitable de la vida.
La aprobación final de la ley en 1869 conllevó las protestas de evangélicos, republicanos
y feministas, pertenecientes todos ellos a las clases medias a los que preocupaba la
situación de las mujeres trabajadoras, pero también imbuidas por un afán salvador5. Al
igual que los cambios que tuvieron lugar entre finales del XIX y principios del XX, en las
últimas décadas ha tenido lugar un profundo cambio social que ha despertado de nuevo
polémica en torno a la prostitución y las relaciones sexuales. El debate actual sobre la
prostitución se ha complejizado con la aparición de nuevos marcos teóricos como el

4
Josephine Butler ha sido asociada al movimiento feminista, pero esta asociación está basada en las causas
en las que ella estuvo involucrada. La propia Josephine Butler afirmó que sus razones para liderar la
campaña de derogación se dirigían a la protección de todos los ciudadanos y no a la defensa de los derechos
de la mujer. Entre sus motivos para iniciar una campaña contra las “Contagious Diseases Acts” estaba la
protección de las clases trabajadoras y es posible que algunos de sus posicionamientos abolicionistas
terminasen influyendo posteriormente en el partido laborista.
5
Megan, Carty, “The Contagious Diseases Acts and Joshepine Butler´s true reason for repeal”, pp 4-6.
Harding university.

3
abolicionista6 frente al del trabajo sexual e incluso ha producido fracturas en el seno del
movimiento feminista.

En este último punto conviene recordar la sugerente afirmación de Gayle Rubin


las disputas sobre conducta sexual se convierten a menudo en instrumentos que desplazan
las ansiedades sexuales colectivas y permiten descargar la intensidad emocional
concomitante a ellas. En consecuencia, señalaba Rubin que la sexualidad debería tratarse
como un punto de especial interés en épocas de cambio y tensión social. Como cualquier
otro aspecto de la conducta humana, las formas institucionales de la sexualidad son
producto de la actividad humana y muestran por tanto conflictos de intereses tanto
deliberados como conscientes, por tanto y siendo el sexo siempre político, algunos
períodos históricos como las postrimerías del siglo XIX muestran una politización más
intensa de la sexualidad7.

Si bien la sexualidad en las sociedades occidentales ha sido estructurada dentro de


un marco social punitivo y se ha visto sujeta a continuos controles, las transformaciones
económicas y el proceso modernizador asociado a la revolución industrial conllevaron
profundos cambios, conflictos y resistencias entre el nuevo modo de producción
capitalista y las estructuras gremiales tradicionales. Frente a la visión restrictiva de lo
sexual del siglo XVIII, el siglo XIX representó una inflexión que dio pie a una suerte de
relajamiento en la aplicación de mecanismos represivos contra la prostitución. Al igual
que en los 80 se produjo una reconfiguración del mercado de la prostitución que dio paso
a servicios más dinámicos perjudicando la organización tradicional de la prostitución en
torno a burdeles dirigidos por un ama pública o madama a la que las prostitutas debían
obediencia como pupilas. Un proceso habitual fue el aumento de chulos y proxenetas en
detrimento de las mujeres que regentaban mancebías, si bien, como se verá en la
investigación que se abordará en este trabajo en algunos lugares como la ciudad de Bilbao
los principales burdeles legales continuaron en manos de “amas”8. Por otra parte, la

6
Muchos de los movimientos abolicionistas de los siglos XIX y XX, especialmente los más conservadores,
eran realmente prohibicionistas y perseguían tanto al proxeneta como a la prostituta. La postura
abolicionista se centra en clientes y proxenetas a los que considera culpables de la situación de las mujeres
prostituidas.
7
Gayle, Rubin. “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”. Biblioteca
Virtual de Ciencias Sociales, [1989], p.1.
8
En cambio, cada vez aparecen más denuncias por infracciones al reglamento y ejercicio de la prostitución
clandestina en las que los implicados son proxenetas masculinos. Si tenemos en cuenta que las casas de
citas y la prostitución en domicilios particulares aumenta sustancialmente frente a las tradicionales casas
públicas, puede observarse un número significativo de hombres implicados en el comercio sexual a lo largo
de los siglos XIX y XX.

4
condena moral de la prostitución y otras prácticas sexuales como el adulterio y la sodomía
se medicalizó: “La condena psiquiátrica de las conductas sexuales utiliza conceptos de
inferioridad mental y emocional, en vez de categorías de pecado sexual. Todas estas
jerarquías de valor sexual —religiosas, psiquiátricas y populares— funcionan de forma
muy similar a los sistemas ideológicos del racismo, el etnocentrismo y el chovinismo
religioso. Racionalizan el bienestar de los sexualmente privilegiados y la adversidad de
la chusma sexual9”.

La rápida extensión del modelo regulador francés —la publicación en 1847 del
Reglamento para la represión de los excesos de la prostitución en Madrid abría la puerta
a la prostitución reglamentada en España10— trataba de atajar los problemas suscitados
por el contagio de enfermedades venéreas y alejar el escándalo tanto del centro
administrativo de las ciudades como de la vista de una burguesía en auge preocupada por
la posible corrupción moral de hijas y esposas y la amenaza de la respetabilidad que debía
caracterizar a éstas frente a las mujeres de clases populares. Si la regulación existía se
debía a que, en última instancia la prostitución era aceptada de forma un tanto hipócrita
por las clases sociales hegemónicas como mal inevitable y necesario para el correcto
funcionamiento de la sociedad. El comercio sexual evitaba la corrupción de las mujeres
de la burguesía, que así no se veían “obligadas” a satisfacer el apetito sexual de sus
maridos. Es importante recordar que en esa época la tónica general era considerar que la
mujer carecía de deseos sexuales y que las relaciones maritales entre miembros de la
burguesía tenían muchas veces la reproducción como principal e incluso único objetivo:
“Ya se sabe que el sexo para el hombre es una fuerza natural, arrolladora e incontrolable
y mejor es encauzarla para que no derive donde no debe (…). Es el triunfo de la hipocresía
moral, que se hace patente en una actitud de paternalismo piadoso al mismo tiempo que
enmascara un cierto menosprecio por la bajeza en la que se encuentra la mujer caída que
se mueve en el cieno de su impureza y de propugnar su invisibilidad y ocultamiento11”.
La consideración de la prostituta y muchas veces de las mujeres trabajadoras como
anomalías por su iniciativa sexual y/o promiscuidad, fue instrumentalizada para
configurar a la mujer obrera como otredad sexualizada al mismo tiempo que celebraba la
domesticidad de la mujer burguesa como único modelo correcto de feminidad. El

9
Rubin Gayle, Op. Cit, pp 19-21. Ampliar información en anexo 1.
10
Guereña, Jean-Louis. “Los orígenes de la reglamentación en la España Contemporánea. De la propuesta
de Cabarrús (1792) al Reglamento de Madrid (1847)”. Dynamis: Acta hispanica ad medicinae
scientiarumque historiam illustrandam, Nº. 15, 1995, pp 401-441.
11
Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria. Ed Txalaparta, 2014, pp 26-27.

5
concepto de “ángel del hogar” se convirtió, especialmente en los países anglosajones, en
el elemento fundamental que sustentó el ideal de domesticidad decimonónico asociado al
proceso de construcción de la burguesía como clase, en oposición y contraste al
comportamiento de las mujeres de clase trabajadora. Sin embargo, autores como Nerea
Aresti cuestionan que el ideal de domesticidad en el contexto de la sociedad española
estuviese dotado de un significado de clase similar al de los países anglosajones,
empleados habitualmente como referente en los análisis: “El discurso del “ángel del
hogar” anglosajón difiere del referente descrito en los textos más emblemáticos del
ideario español de la domesticidad (…) pertenecientes a la tradición católica y
conservadora. Ambos modelos no fueron totalmente extraños entre sí, pero pertenecían a
tradiciones o corrientes ideológicas distintas12.” Mientras que el modelo anglosajón
presentaba una articulación armoniosa entre protestantismo y modernidad que pretendía
delimitar claramente la frontera entre el mundo público y el privado, en España la
modernización conllevó la desconfianza de los sectores más católicos y los discursos
sobre el “ángel del hogar” pretendían perpetuar la tradicional segregación de las mujeres
en el ámbito familiar. Los ideales evangélicos y protestantes de domesticidad que
formaron parte de la ideología burguesa se convirtieron en un elemento constitutivo
básico de la nueva sociedad burguesa, tanto desde el punto de vista social como
ideológico13. Por el contrario, el caso español difiere profundamente, la burguesía
española no logró imponer sus puntos de vista en la vida política y social, así como en el
mundo privado. Por otra parte, los discursos asociados a la iglesia católica fueron muy
beligerantes con el liberalismo y la modernidad y para Aresti, la pugna entre las clases
medias cercanas al ideario liberal y el conservadurismo católico situó a la mujer del lado
de la tradición, la ignorancia y el pasado mientras que la masculinidad quedaba asociada
a progreso científico perdurando hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo, parece
bastante claro que el lugar adecuado para una mujer ya sea entre la burguesía patria o la
extranjera, era el hogar y que los modelos de feminidad alternativos debían ser
controlados evitando que su influencia corruptora se extendiese al conjunto de las
mujeres.

12
Aresti, Nerea. “El ángel del hogar y sus demonios. Ciencia, religión y género en la España del siglo
XIX”. Universidad del País Vasco, pp 371-372.
13
Hall Catherine, White. Male and Middle Class. Explorations on Feminism and History. Nueva York:
Routedge, 1992, pp 78-81.

6
Las prácticas de supervivencia habituales entre mujeres solteras de clase obrera
como el recurso puntual a la prostitución eran aceptadas incluso por su propia comunidad,
pero fueron estigmatizadas por el progresivo endurecimiento de la regulación higienista
y confinaron a la prostituta en una identidad negativa situada al margen de la sociedad.
La marginación social de la prostituta no se produjo solo en lo simbólico, sino que
también se plasmó en el espacio. Aunque legalizadas y aceptadas como parte de la
sociedad eran expulsadas hacia los márgenes de las ciudades, o concentradas en distritos
concretos, ocultadas de la vista de otras mujeres, pero fáciles de localizar para los
hombres que accedían a este consumo. Este fue un fenómeno global en las ciudades
occidentales, si bien existen diferencias fundamentales en torno a la disposición de
espacios prostitucionales según países y ciudades: las discretas mancebías españolas
estaban exentas de los reclamos visuales que los llamados “red ligth districts”
norteamericanos ejemplifican a la perfección. No obstante, el objetivo era el mismo:
ejercer un control sobre los horarios y espacios dedicados a la prostitución separando los
“focos del vicio” del resto de la población14. Sin embargo, la marginación no fue del todo
efectiva, pues la reducción de las jornadas laborales, la mejora de la capacidad adquisitiva
entre las clases populares y la generalización de nuevos espacios de ocio generaron
figuras femeninas difusas como tanguistas, bailarinas y cabareteras. A medio camino
entre la prostitución y el espectáculo se popularizaron nuevos lugares de sociabilidad
como el “café cantante”, el cabaret o el teatro, en los que confluían hombres y mujeres
pertenecientes a un amplio abanico social desafiando el control ejercido por los rígidos
reglamentos de principios de siglo. Las relaciones entre hombres y mujeres fueron
perdiendo rigidez con el acceso de la mujer al mercado laboral, aunque la emancipación
femenina que ofrecieron las capitales a secretarias o telefonistas no es en modo alguno
comparable al caso estadounidense donde al calor de salas de baile y teatros se
generalizaron prácticas como el “treating”. Este fenómeno consistía en el intercambio de
favores sexuales con hombres pertenecientes a clases sociales más altas —que no
implicaban necesariamente relaciones sexuales completas — a cambio de bebidas, una
cena u otros gastos, pero nunca dinero. La fina línea que diferenciaba la prostitución del
“treating” no era muy clara para las autoridades, pero sí para las chicas de clase

14
A diferencia que en la vecina Francia donde los prostíbulos se anunciaban con carteles y farolillos rojos,
la normativa higienista española prohibía cualquier ostentación que denotase la ocupación de las casas
dedicadas a la prostitución de puertas hacia fuera. Debe señalarse la excepción de Barcelona, ciudad que
contó con un barrio chino. Véase Hubbard, Phil. Sexuality, Immorality and the City: Red-light districts and
the marginalisation of female street prostitutes, Gender, Place and Culture, pp 55-76. 1998.

7
trabajadora que lo practicaban, quienes regulaban su comportamiento en función del de
sus compañeras15. No está claro que en España se practicase el “treating” como tal ya que
el peso de la iglesia católica imponía unos códigos de comportamiento muy estrictos que
invalidaban para el matrimonio a las jóvenes que descuidasen su comportamiento. De
hecho, Miren Llona remarca en uno de sus estudios de caso que las mujeres trabajadoras
se enfrentaban a grandes dificultades para hacerse respetar y evitar acosos e
insinuaciones. El género melodramático de Novela Corta, vigente entre 1916 y 1925,
como proyecto de educación popular presentaba a menudo hilos argumentales
estereotipados en los que se vinculaba amor y sexualidad: “Se partía de una ecuación
fatal: la devaluación de la respetabilidad femenina conforme aumentaba la pobreza y el
sometimiento del honor de la protagonista a un acoso proporcional a su depauperización
(…) En algunos casos, el desenlace final conducía a la prostitución, en otros al suicidio
de la protagonista16”. Frente al trágico ideal romántico presentado por aquellas novelas
muchas mujeres de clase obrera hicieron frente al hostigamiento masculino al eran
sometidas las mujeres pobres desarrollando una fuerte hostilidad hacia las prostitutas y
desconfiando de las intenciones masculinas. La principal preocupación de modistillas y
criadas fue muchas veces evitar una posible identificación con las prostitutas ya que las
mujeres de clase obrera veían comprometido su honor por el mismo hecho de su
pertenencia de clase17.

Si bien el burdel como espacio de iniciación sexual masculina se mantuvo vigente


hasta bien entrado el XX, al calor de los nuevos espacios de sociabilidad se produjo una
diversificación tanto de los escenarios como de los intercambios sexuales influenciada en
parte por la popularización de imágenes obscenas y pornografía clandestina18: “También
cabe tener en cuenta la evolución de la demanda sexual masculina definida por una mayor
experimentación y sofisticación eróticas como el sexo oral y anal19”. Las mancebías
tradicionales, dirigidas por un ama pública o madama coartaban a su vez la libertad de
movimiento de sus pupilas que a menudo prefirieron independizarse y ejercer la
prostitución de forma ambulante en pisos propios o casas de citas. A través del estudio de

15
Clement, Elizabeth Alice. “Love for Sale: Courting, Treating, and Prostitution in New York City, 1900-
1945”. University of North Carolina Press, 2006.
16
Llona, Miren. "Los otros cuerpos disciplinados. Relaciones de género y estrategias de autocontrol del
cuerpo femenino (primer tercio del siglo XX)”. Universidad del País Vasco, 2008, pp 97-98.
17
Llona, Miren. Op. Cit, pp 104-105.
18
Guereña, Jean-Louis. “El burdel como espacio de sociabilidad”. Hispania, 2003.
19
Moreno Mengíbar, Andrés, y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España contemporánea: un continente por descubrir”. Historia contemporánea, n.o 16, 1997, p.126.

8
reglamentos, denuncias y cartillas de registro este trabajo pretende dar respuesta a una
serie de interrogantes sobre la actividad prostitucional a partir de un estudio de caso
concreto: el de la Villa de Bilbao entre finales del XIX y principios del XX, ciudad que
no quedó fuera de estas dinámicas transnacionales de regulación y control sistemático de
los cuerpos de las mujeres. El período elegido puede corresponder bien con uno de esos
contextos en los que advierte Gayle Rubin que la tensión social repercute en el debate y
la alarma sobre las conductas sexuales.

Con el final de la última guerra carlista, en 1876, tuvo lugar en la Villa de Bilbao
y alrededores un aumento de población sin precedentes debido a un acelerado proceso de
industrialización asociado a la minería y la extracción masiva de mineral de hierro en un
primer momento y, posteriormente en torno a la creación de una potente industria
siderúrgica y naval en la margen izquierda del Nervión. La llegada masiva de inmigrantes
a Bilbao y el choque entre una economía de tipo gremial en vías de extinción y la
imposición de nuevas formas de explotación asociadas al modelo capitalista,
configuraron un panorama de crisis social abierta y colapso de los modos de vida
tradicionales que conllevó una rápida feminización de la pobreza. Frente al habitual
extendido y simplista estereotipo del inmigrante masculino, joven, pobre y analfabeto que
se desplaza del campo a la ciudad para mejorar sus condiciones de vida, aparece una
inmensa variedad de tipologías migratorias20.

Muchas de las mujeres inmigrantes en Bilbao carecían de redes familiares de


apoyo, siendo habitual el recurso estratégico de la prostitución como complemento a unos
salarios exiguos. El aumento masivo de población desbordó los límites urbanizables de
la ciudad y colapsó los barrios cercanos a las explotaciones mineras e industriales en los
que tuvo lugar un rápido aumento de la prostitución constatable a través de los registros.
El carácter portuario e industrial de la ciudad y las conexiones ferroviarias conllevaron
un desplazamiento continuo de mercancías, capital y potenciales clientes estacionales que
explican la cercanía de oferta prostitucional y transporte ferroviario. En las calles de
Bilbao la Vieja, Atxuri, San Francisco y Cortés —entre otras— convivieron decenas de
burdeles, casas de lenocinio y pisos particulares en los que se ejercía la prostitución
clandestina en viviendas obreras. La cohabitación entre varias familias de trabajadores,
muy común a finales del XIX y principios del XX, y la fertilidad de las madres

García, Abad Rocío. “Migraciones en familia a la Bizkaia de la primera industrialización (1877-1935)”.


20

Vasconia nº 38, 2012, p.702.

9
trabajadoras, acercaron a ojos de la burguesía a las mujeres obreras a la estigmatizada
imagen de “mujer pública”.

Una de las cuestiones que el presente trabajo tratará de abordar son las estrategias
de resistencia desarrolladas por la clase obrera frente a su asimilación externa en torno a
la figura de la prostituta en paralelo a los discursos higienistas que insertaron las ciudades
españolas dentro del debate transnacional sobre la necesidad de regular o abolir la
prostitución. Por otra parte, se pretende realizar un análisis sociológico de los datos
recogidos en las cartillas de registro de las prostitutas atendiendo a factores cualitativos y
cuantitativos y representar espacialmente una geografía de la prostitución bilbaína que
establezca las redes de comercio sexual que hacían difusa la separación entre
clandestinidad y cumplimiento del reglamento. Si bien es fácil seguir el rastro que estas
mujeres y sus proxenetas dejaron en los registros, el gran ausente en las fuentes es el
consumidor. La premisa de controlar el contagio de enfermedades sexuales no incluía a
la población masculina, porque se consideraba a la prostituta como principal fuente de
contagio y enfermedad. A través de los poderes administrativo, sanitario y policial se
sometió a minuciosas revisiones médicas no solo a las prostitutas sino a las mujeres
sospechosas de dedicarse a la prostitución, evidenciando un trato desigual por razón de
género que retenía en hospitales a las mujeres contagiadas y daba libertad de movimiento
a unos hombres que posiblemente extendieron enfermedades como la sífilis entre otras
prostitutas y sus propias mujeres. El Ayuntamiento a través del Negociado de Higiene
ejerció un enorme control en las vidas de estas mujeres y para ello se sirvió de
funcionarios como, veladores nocturnos, guardias municipales, inspectores de higiene
especial y médicos higienistas e instituciones como las casas galeras dependientes del
asilo de dementes o los laboratorios y hospitales habilitados para el tratamiento de
enfermedades venéreas. Surgen interrogantes que posiblemente solo puedan ser
esbozados a partir de las fuentes de las que parte este trabajo: ¿A qué clases sociales
estaba dirigido el floreciente negocio en torno al sexo?, ¿fue posible controlar la actividad
de estas mujeres liberando el centro de la ciudad de escándalos morales? o ¿qué registros
dejaron los hombres infectados por la sífilis u otras venéreas en laboratorios y hospitales?

10
3. Estado de la Cuestión

La historiografía española se hizo eco tarde y muy parcialmente del interés que
sobre la prostitución en el pasado ya se había expresado en otros entornos académicos
como el francés, el inglés o el norteamericano desde finales de la década de 1970. Basta
recordar el balance que Andrés Moreno Mengibar y Francisco Vázquez García realizaban
en uno de los primeros estados de la cuestión sobre la historia de la prostitución en su
obra Prostitución y racionalidad contemporánea: un continente por descubrir: “Sobre
las características y evolución del hecho social de la prostitución en la España
contemporánea queda casi todo por saber. Se puede decir que conocemos mucho más el
desarrollo del fenómeno en las épocas medieval y moderna que en ese pasado que todavía
bulle bajo nuestros pies21”. De dicho diagnóstico ya han pasado más de veinte años y,
como se verá en este estado de la cuestión, los avances desde entonces no pueden generar
demasiado entusiasmo, aunque se hayan publicado algunos trabajos de cierto valor. En el
balance que aquí se presenta se dará cuenta primero de cuáles son las obras que en el
entorno internacional han realizado las propuestas más interesantes en el estudio de la
prostitución en los siglos XIX y XX. Seguidamente se hará un repaso de la producción
bibliográfica española, evaluando hasta qué punto han sido recogidas las corrientes más
innovadoras que sobre el asunto se han producido fuera. Se pondrá especial énfasis en los
trabajos realizados para el caso de estudio elegido, la villa de Bilbao, subrayando las
fortalezas y las carencias del conocimiento previo con el que se parte para nuestra
investigación. Si bien este trabajo parte de un estudio focalizado en torno a unos límites
geográficos concretos y determinado por unos archivos de carácter local y dado que los
estudios en torno a la prostitución en el País Vasco son escasos y se enmarcan en su
mayoría dentro del campo de la Historia Social, queda abierta la posibilidad de combinar
los estudios sociológicos precedentes con los enfoques urbanos y de género
predominantes en la historiografía anglosajona y francesa. Por otra parte, sería interesante
partir del análisis micro de caso a una perspectiva macro que permita insertar el caso
concreto de la Villa de Bilbao dentro de las transformaciones sociales, urbanas y
culturales características de la ciudad moderna. Es a partir de la década de los setenta
cuando se multiplicaron los estudios académicos en Europa y EE UU sobre prostitución
y regulacionismo fuera del ámbito médico. El auge de nuevos enfoques como la historia

21
Moreno Mengibar, Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad contemporánea:
un continente por descubrir”. Historia Contemporánea nº16,1997.

11
de la sexualidad o la historia de la vida privada, unidos a la institucionalización de la
historia de género en el seno de las universidades propició la aparición de un nuevo campo
historiográfico en el que destacan autores como Walkowitz, Corbin, Finnegan 22 o J.
Evans23. Tampoco deben olvidarse aportaciones desde el seno del movimiento feminista
como las de Gayle Rubin, quien abordó la cuestión de la trata de mujeres en su obra La
trata de mujeres: notas sobre la “economía política del sexo” a través del concepto del
Sistema sexo-género24.

Una visión muy extendida entre las feministas de los años 60 y 70 fue sin embargo
la de la prostitución como vestigio de las sociedades tradicionalmente dominadas por
hombres, que los nuevos tiempos y los avances en la situación de la mujer borrarían de la
faz de la tierra. En palabras de Kate Millet era “un fósil viviente, una forma de relaciones
esclavistas que subsistía en el presente25”.

La inevitable desaparición, sin embargo, no se produjo y Sheila Jeffreys vuelve


de nuevo en los noventa sobre esta cuestión: para ella lo más importante es la nueva
ideología y práctica económica de estos tiempos neoliberales en los que la tolerancia de
la “libertad sexual” converge con la ideología del libre mercado para reconstruir a la
prostitución como “trabajo” legítimo que funciona como base de las industrias del sexo,
tanto a nivel nacional como internacional26.

No puede dejarse de lado la influencia foucaultiana que presenta la historiografía


tanto nacional como extranjera. La Historia de la sexualidad del filósofo francés resulta
fundamental al fin y al cabo para comprender el modo en el que la burguesía trataba de
imponer un discurso acerca de la sexualidad cuyo objetivo era el control de los cuerpos y
los deseos que traspasasen las pautas moralmente aceptadas27. En este sentido el discurso
establecido en torno a las clases subalternas como “cuerpos enfermos” y el esfuerzo
realizado por las autoridades para ejercer un control coercitivo sobre la sexualidad de las

22
Finnegan, Frances, “Poverty and prostitution. A study of victorian prostitution in York”, Cambridge,
1979.
23
J. Evans, Richard,” Prostitution, State and Society in Imperial Germany”, Past and Present, nº 70, 1976.
24
Se trató de la primera crítica feminista al planteamiento de Marx y Engels, en la que se reinterpretan las
relaciones de sexualidad, producción y opresión empleando el concepto del Sistema sexo-género, que
considera a las mujeres susceptibles de una opresión diferencia asociada directamente a sus órganos
reproductivos. Véase también Gayle, Rubin. La trata de mujeres: notas sobre la economía política del sexo.
1975.
25
Millet, Kate. Política sexual, ed. Rupert Hart-Davis, Reino Unido. 1970, pp 56-57.
26
Jeffreys, Sheila. Op. Cit, pp 11-12
27
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Tomo III La inquietud de sí. Ed Siglo XXI, 1987, pp 137-
173.

12
clases trabajadoras —a las que se califica de inmorales, promiscuas y descontroladas—
permite acercarse a los reglamentos higienistas y sus motivaciones. Moreno Megíbar y
Francisco Vázquez resaltan dos posibles métodos de análisis de los dispositivos de control
social apoyados en el concepto de institución total de Goffman 28 —molde interpretativo
que tiende a la conceptualización de las instituciones como formas de control social
total— y el método genealógico de Michel Foucault, que consideran preferible29. La
genealogía foucaultiana puede ser una herramienta óptima para analizar proceso como la
medicalización de la prostitución a mediados del XIX o las propias transformaciones del
sistema reglamentista asociadas a un proceso permanente de conflicto y negociación en
el que las estrategias de poder implicarían necesariamente una multiplicidad de
estrategias de resistencia por parte de los afectados por la reglamentación. Sin embargo,
el esquema interpretativo foucaultiano no debe entenderse como teoría global sino como
un método sumamente útil para conceptualizar ciertos aspectos del fenómeno
prostitucional.

Una de las principales aportaciones en torno al fenómeno prostitucional desde el


campo de la historiografía es la de Judith R. Walkowitz, quien en sus obras Sexualidades
peligrosas y Prostitution and victorian society: women, class and state, explora la
Inglaterra y el Londres victoriano de finales del XIX. No puede negarse la influencia de
los planteamientos foucaultianos en la obra de Walkowitz, que incorpora las ideas sobre
sexualidad y poder del pensador francés a la época victoriana como “una fuerza dispersa
y descentralizada, difícil de captar y poseer por completo30”. También ahonda en las
desigualdades tanto de clase como de género tratando de relacionarlas con los procesos
socioeconómicos de la época. Entre las aportaciones francófonas cabe destacar la de Alain
Corbin quien describió la prostitución de la Francia decimonónica no como un vicio,
crimen o enfermedad, sino como un negocio bien organizado31. Corbin revela cómo el
burdel sirvió a la industria del sexo de la misma manera que la fábrica sirvió a la
manufactura: proporcionando una institución para la venta eficiente y rentable de
servicios. Los enfoques más clásicos y cercanos a la Historia social se han visto

28
Goffman Ervinng. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu, Buenos Aires,
1970.
29
Mengibar, Moreno Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España Contemporánea: un continente por descubrir”. Hª Contemporánea, nº 16 1997.
30
Walkowitz, Judith. Prostitution and Victorian Society. Women, Class and the State, Nueva York, 1980.
31
Corbin, Alain. “Women for hire. Prostitution and sexuality in France after 1850”. Canadian Journal of
Sociology,1991. Corbin, Alain. Les filles de noce. Misère sexuelle et prostitution au XIXe siècle.
Flammarion, 1978.

13
complementados por novedosos estudios que incorporan nuevas perspectivas centradas
en la transformación de las ciudades modernas y la emergencia de una nueva cultura
sexual que suscitó el pánico moral de una burguesía centrada en la defensa de la
respetabilidad de sus barrios32. En los últimos años se han publicado distintos trabajos en
torno a la diversificación del comportamiento y las conductas sexuales entre las jóvenes
estadounidenses pertenecientes a la clase trabajadora33 o a la conformación de una
geografía moral que regulaba la vida pública y los comportamientos. La existencia de
“red ligth districts” aceptados y defendidos por las autoridades como un medio para el
aislamiento del vicio hacen muy diferente la configuración de ciudades estadounidenses
y europeas, sin embargo la modernización de las ciudades, el enriquecimiento de todas
las clases sociales y las nuevas posibilidades de intercambio sexual que los
establecimientos de venta de bebidas alcohólicas permitían, hacen extrapolables a la
geografía española conceptos como el de la “Sporting class” que Mara Keire define como
grupo social heterogéneo conformado por los individuos característicos de la “cultura de
burdel” así como por miembros pertenecientes al mundo del espectáculo que combinaban
trabajos respetables y actuaciones en los establecimientos de entretenimiento34.

Dentro del ámbito nacional y como Andrés Moreno Mengíbar y Francisco


Vázquez García señalan acertadamente, mientras que en otros países la abundancia de
fuentes ha permitido explorar en profundidad el fenómeno de la prostitución a través de
documentación policial, procesos criminales o archivos de prisiones y hospitales, en el
caso español esta documentación no se ha conservado o es de difícil acceso. Por ese
motivo los historiadores centrados en esta materia han preferido centrarse en las fuentes
más asequibles: reglamentos, ordenanzas y tratados de higiene. A nivel local la
documentación varía enormemente, lo que dificulta la elaboración de estudios generales
y monografías35. Deben señalarse sin embargo las prolíficas aportaciones de Jean Louis
Guereña quien desde el ámbito de la Historia Social más clásica ha abordado aspectos tan
diversos como las ediciones pornográficas clandestinas, los anticonceptivos, los

32
Israel, Ross Andrew. Urban Desires: Practicing Pleasure in the ‘City of Light,’ 1848-1900 .A dissertation
submitted in partial fulfillment of the requirements for the degree of Doctor of Philosophy (History) in The
University of Michigan, 2011.
33
Clement, Elizabeth Alice. “Love for Sale: Courting, Treating, and Prostitution in New York City", 1900-
1945. Univ of North Carolina Press, 2006.
34
Keire, Mara L. “For Business and Pleasure: Red-Light Districts and the Regulation of Vice in the United
States, 1890-1933”. Johns Hopkins University Press, 2010.
35
Moreno Mengíbar Andrés y Vázquez García, Francisco. Op. Cit, pp 67-88.

14
reglamentos de higiene36 y un completo, aunque hoy anticuado, estado de la cuestión37
que compila las principales publicaciones en nuestro país. Sin duda debe atribuírsele el
mérito como precursor en el estudio de esta materia, aunque se haya centrado
exclusivamente en la documentación legal evitando cualquier aproximación a las posibles
resistencias suscitadas por la aplicación de la estricta normativa y a las vidas de las
mujeres dedicadas a la prostitución. A pesar de que aduce repetidas veces la necesidad de
incluir el enfoque de género e insertar el estudio de la prostitución dentro de la historia
de la sexualidad, sus obras carecen de ambos enfoques manteniéndose dentro del campo
de la historia social. Por otra parte, afirmaciones como: “la práctica prostitucional se ceñía
al período de fertilidad de la mujer (veinte-veinticuatro años)38” indican un profundo
desconocimiento de la fisiología femenina no indicándose con propiedad si se refiere
únicamente al periodo de desempeño de la actividad y no al período de fertilidad de la
mujer, mucho más amplio. A partir de los años ochenta se multiplicaron, con mayor o
menor acierto, las aproximaciones locales hacia el campo de estudio de la historia de la
prostitución partiendo de documentación primaria. Matilde Cuevas en colaboración con
Luis Enrique Otero Carvajal aborda la regulación de la prostitución en Madrid, estudio
que complementa con un acercamiento sociológico a la figura de la prostituta39. Aunque
centrados especialmente en el ámbito andaluz el filósofo Francisco García Vázquez y el
historiador Moreno Mengíbar, estudian la reglamentación y funcionamiento de la
prostitución en función de la demanda desde una perspectiva foucaultiana40. También han
abordado otras cuestiones relacionadas con la sexualidad como la construcción socio-
sexual del cuerpo femenino, el disciplinamiento de los cuerpos e incluso en colaboración

36
Guereña, Jean Louis. “Los orígenes de la reglamentación de la prostitución en la España contemporánea.
De la propuesta de Cabarrús (1792) al Reglamento de Madrid (1847)”. Dynamis: Acta Hispanica ad
Medicinae Scientiarumque. Historiam Illustrandam, vol. 15, 1995, pp. 401-41. El tiempo de la prostitución
reglamentada. Madrid (1847-1909). Servicio de publicaciones, Diputacion provincial, 1996.
37
Guereña, Jean Louis. “De historia prostitutionis. La prostitución en la España contemporánea”. Ayer, n.o
25: Pobreza, beneficencia y política social, 1997.
38
Guereña Jean-Louis. De historia prostitutionis. Op. Cit, pp.35-72.
39
Cuevas, Matilde y Otero Carvajal, Luis Enrique: “Prostitución y legislación en el siglo XIX.
Aproximación a la consideración social de la prostituta», en Ordenamiento jurídico y realidad social de las
mujeres. Siglos XVI a XX. Actas de las IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria, Madrid, 1986.
40
Vázquez García, Francisco. “Apuntes para la historia de la prostitución reglamentada
en la Andalucía contemporánea”, Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdoba, 1991 y en
colaboración con Moreno Mengíbar, Andrés: “Documentos sobre el prostíbulo municipal de Sevilla. Siglos
XVI-XIX”, Ed. Revista de Filosofía, Sevilla, nº78, 1989, pp. 325-379; y “Pascual de Hontanón y la
prostitución gaditana del último tercio del siglo XIX: saber medico frente a moralidad pública”, Trocadero.
Revista de Historia Moderna y Contemporánea, Universidad de Cádiz, núm. 2, 1990, pp. 217-230.

15
con Iñaki Bazán Díaz la prostitución y el control social en el País Vasco entre los siglos
XIII - XVI41.

Remitiéndonos al entorno local concreto en que se desarrollará esta investigación


destacan los estudios de algunos autores que han tratado de situar espacialmente los
barrios asociados a la prostitución explorando los peligros morales y de contagio que la
extensión de la prostitución clandestina supuso para una burguesía preocupada por
imponer su visión moralista en el conjunto de la sociedad vasca y reorganizar la ciudad a
partir de las nociones de orden y respetabilidad. Es este el caso del trabajo de Andoni
Vergara; “Delincuencia, agentes urbanos y prostitución en Bilbao a finales del siglo
XIX”, en que se trata de acometer la creación de un “mapa de la delincuencia bilbaína” a
través de sus distritos y la degradación de determinados barrios obreros asociados a la
prostitución como las Cortés y San Francisco42.

Por su parte el caso donostiarra ha sido abordado por Berta Etxebarria Arquero,
cuya línea de investigación sobre la modernización de San Sebastián incluye un breve
artículo en el que trata la reglamentación higienista, los tratamientos profilácticos y la
incidencia de la consagración turística de la ciudad como uno de los principales incentivos
del auge de la prostitución, haciendo frente a las limitaciones derivadas de la ausencia de
fuentes significativas en el archivo municipal43. Otra de las obras reseñables es el libro de
Charo Roquero, Historia de la Prostitución en Euskal Herria, estudio dividido en dos
partes —antes y después del siglo XIX—que trata de hacer un breve recorrido por la
historia de la prostitución a través de la consulta de fuentes judiciales, abarca un amplio
período e incluye el caso de Navarra, así como las tres capitales vascas, aunque realmente
se dirige más a la divulgación que hacia un público investigador44. Si bien todas estas
obras aducen la incorporación de perspectiva de género, Miren Llona es la autora que
mejor combina desde la historia social un doble análisis de género y clase, partiendo de

41
Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García. Sexo y razón: una genealogía de la moral sexual en
España. Siglos XV-XX, Akal, 1997 en torno a control y disciplinamiento de los mismos autores “Historia y
control de la mujer en España: una estrategia en torno a la construcción del ideal de género. De la ilustración
al romanticismo”. VII encuentro: La mujer en los siglos XVIII y XIX: Cádiz, América y Europa ante la
modernidad/ Coord por Cinta Canterla, 1994 y Bazán Díaz, Iñaki, Mengíbar Moreno, Andrés y Vázquez
García, Francisco. “Prostitución y control social en el País Vasco, siglos XIII-XVII”. Sancho el sabio:
Revista de cultura e investigación vasca, nº18, 2003, pp 51-88.
42
Vergara Andoni. “Delincuencia, agentes urbanos y prostitución en Bilbao a finales del siglo XIX”,
Bidebarrieta, nº 23, 2012.
43
Etxebarria Arquero, Berta. “La prostitución en San Sebastián durante la época reglamentista:
manifestaciones "antiurbanas" en un proyecto de ciudad moderna”. Rúbrica Contemporánea nº5, 2016.
44
Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria. Ed Txalaparta. 2014.

16
la perspectiva de que estas dos identidades resultan realidades inseparables y
cuestionando la división establecida entre ambas esferas45. A través de sus artículos
analiza los roles de género durante el primer tercio del siglo XX en Bizkaia y la forma en
la que las identidades de las clases subalternas elaboraban estrategias de resistencia frente
a los discursos estigmatizadores de las clases dominantes46. Sus investigaciones se
estructuran en torno a tres campos de interés: la construcción de las identidades
contemporáneas desde una perspectiva nacional, de clase y de género en el País Vasco;
la historia oral y el análisis de la memoria desde una perspectiva cultural y el estudio de
las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Arantza Pareja Alonso y Karmele
Zagarra Sangroniz dedican un brevísimo apartado a la prostitución en su obra divulgativa
“Profesiones, oficios y tareas de las mujeres en Bizkaia”47. Además de señalar la
existencia de cartillas de inscripción dependientes del Negociado de Higiene Especial las
autoras señalan algunas semejanzas vigentes en el ejercicio de la prostitución desde el
siglo XIX hasta la actualidad, como una baja extracción social y el sector hostelero como
punto de partida habitual. Finalmente debe señalarse la obra de Sonia González García,
autora de un artículo titulado: “La prostitución en Bilbao. Último tercio del siglo XIX y
principios del XX”, en el que analiza el auge de la prostitución partiendo de la
modernización de la ciudad y la industrialización como marco cronológico referencial48.
Si bien la autora, que parte de una cronología y fuentes similares a las de este trabajo,
esboza conceptos interesantes como la existencia de una solidaridad específica de clase
entre estas mujeres o la posibilidad de que las prostitutas trascendiesen la identidad de
víctima para desarrollar estrategias de resistencia, apenas esboza la distribución espacial
de la prostitución en Bilbao dejando abierta la posibilidad de cartografiar sobre mapa una
verdadera geografía de la prostitución bilbaína.

Exceptuando algunos casos como los de Sonia González, Miren Llona — quien
presta particular atención a documentación jurídica y reglamentos — o Andoni Vergara
—que relaciona denuncias con robos, prostitución o conflictividad vecinal para

45
Véase Llona, Miren.” La construcción de la identidad de clase obrera en el País Vasco: género y
respetabilidad de clase, dos realidades inseparables”. Vasconia, cuadernos de Historia y geografía, nº35,
2016.
46
Llona González, Miren. “La prostitución y la identidad de la clase obrera en el tránsito del siglo XIX al
XX. Un análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia”. Historia contemporánea nº 33, 2006,
pp. 719-740.
47
Pareja Alonso, Arantza y Zarraga Sangroniz, Karmele. Profesiones, oficios y tareas de las mujeres en
Bizkaia. Imágenes de ayer y hoy. Diputación Foral de Bizkaia, 2006, pp 155-157.
48
González García, Sonia. “La prostitución en Bilbao. Último tercio del s. XIX y primeros decenios del
XX”. Eusko Ikaskuntza, Donostia- San Sebastián, 2006.

17
determinar la peligrosidad de ciertos barrios de Bilbao y alrededores, aunque sin aplicar
en absoluto un enfoque de género en su tratamiento de la prostitución— los trabajos
apenas emplean fuentes primarias y se reducen en muchos casos a meras reflexiones
bibliográficas.

A pesar de que no traten específicamente sobre prostitución es importante señalar


algunas de las obras útiles para la redacción de este trabajo. Las dinámicas demográficas
y el desarrollo urbano asociado a una rápida industrialización, así como la composición
en torno a los flujos de población en ambos márgenes de la Ría de Bilbao a las que se
alude a modo de contexto introductorio se han desarrollado empleando como fuente
principal la obra Inmigrantes en la Ciudad de Rubén Pallol y Rocío García Abad,
perteneciente a una colección sobre Historia de la Población editada por la Universidad
del País Vasco49. A pesar de que la prostitución en las zonas mineras queda fuera de los
límites de este trabajo también debe señalarse la obra de Pilar Pérez Fuentes, Vivir y morir
en las minas: estrategias familiares y relaciones de género en la primera industrialización
vizcaína que podría ser de utilidad en una futura comparativa entre la prostitución que
tenía lugar en el seno de la Villa y la que se daba más allá de sus límites50. De Rubén
Pallol el artículo “Con nocturnidad. La calle y el conflicto en el moderno Madrid, 1910-
1920” resulta de utilidad para comprobar que el ejercicio de la prostitución en Madrid no
puso ser desplazado hacia unos barrios específicos mientras que en Bilbao fue reducida
con bastante más éxito en torno a unos focos determinados, aunque las preocupaciones
despertadas entre las clases medias fueron idénticas en ambas ciudades51.

Es indudable que Bilbao y el País Vasco no han quedado al margen de la


proliferación de estudios locales sobre prostitución que ha tenido lugar en los últimos
años. La documentación de origen municipal que algunos artículos ya han abordado
recoge el papel del Ayuntamiento como responsable principal en la gestión sanitaria y
policial de la prostitución. Muchas cuestiones relativas a las políticas prostitucionales y a
las estrategias de resistencia empleadas por amas públicas y prostitutas prosiguen sin
embargo abiertas. Apenas se ha relacionado la disposición de los espacios en los que se

49
Pallol Trigueros, Rubén; García Abad, Rocío. “Inmigrantes en la ciudad. Dinámicas demográficas,
mercados de trabajo y desarrollo urbano en la España contemporánea”. Rúbrica Contemporánea, 2017.
50
Pérez-Fuentes Hernández, Pilar. “Vivir y morir en las minas estrategias familiares y relaciones de género
en la primera industrialización vizcaína, 1877-1913”. Argitarapen Zerbitzua, Euskal Herriko Unibertsitatea,
1993.
51
Pallol, Rubén. “Con nocturnidad. La calle y el conflicto en el moderno Madrid, 1910-1920. La noche en
Madrid (1840-1936)”. Visión estelar de un momento de la Historia. UCM, 2015.

18
ejercía legal o clandestinamente la prostitución con la modernización y el crecimiento
urbano de la Villa de Bilbao. Tampoco se ha estudiado en profundidad, a pesar de la
existencia de análisis sociológicos a partir de las cartillas de registro de las prostitutas, el
papel que las corrientes migratorias tuvieron en el sustancial aumento del ejercicio de la
prostitución en unos barrios atestados por la afluencia de inmigrantes procedentes del
campo o el impacto del capitalismo en la prostitución tradicional de origen casi gremial.
Finalmente debe señalarse la ausencia de investigaciones académicas que aborden en
conjunto la prostitución en las tres capitales vascas o incluso la totalidad de la provincia
de Bizkaia.

19
4. Repertorio de fuentes

Los estudios en torno a la prostitución en España presentan a menudo importantes


carencias asociadas a la escasez de fuentes. Aunque el estudio de la reglamentación
resulte indispensable, a menudo se ha caído en el error de remitirse únicamente a las
normativas dejando de lado la documentación judicial y administrativa que es
precisamente producto de la aplicación de las medidas recogidas por el reglamento.
Queda pendiente la elaboración de un estudio completo sobre prostitución en el Gran
Bilbao que a semejanza de los estudios publicados en el ámbito anglosajón o francés
preste atención a todos los actores implicados. Un proyecto de investigación que aborde
la realidad del comercio sexual en ambos márgenes del Nervión requerirá la consulta de
un amplio número de fuentes pertenecientes a los archivos municipales de Bilbao y de las
anteiglesias pertinentes. El cruce de fuentes de distinto origen como documentos
judiciales, administrativos, reglamentos o literatura y prensa de la época permitirá un
acercamiento a un momento histórico muy determinado aunando perspectivas diversas y
a veces contrapuestas.

I. Reglamentos de higiene especial.

Para la elaboración de este trabajo, en el que se aborda la realidad del comercio


sexual bilbaíno entre finales del siglo XIX y principios del XX, se partirá del vaciado
documental de la sección de higiene especial entre 1873 y 191652. No se ha procedido sin
embargo al vaciado de las secciones de higiene especial de las anteiglesias y municipios
circundantes que completaría el mapa de la oferta prostitucional bilbaína. Pendiente
queda también un análisis comparativo que incluya los sucesivos reglamentos bilbaínos,
una de las principales fuentes de las que parte este trabajo, pero también la reglamentación
correspondiente a los primeros enclaves de la geografía peninsular y la de las otras
capitales vascas con el objetivo de establecer posibles similitudes y diferencias.

II. Denuncias y expedientes.

Los expedientes producto de las denuncias impuestas contra proxenetas y mujeres


públicas a causa de la infracción del reglamento resultan fundamentales ya que ofrecen

52
Se ha elegido 1873 como fecha de arranque dado que coincide con la publicación del primer reglamento
de higiene especial de la Villa de Bilbao y 1916 como límite por ser esta la fecha de publicación del último
reglamento impreso en la Casa de la Misericordia de Bilbao. Si bien hasta el parón abolicionista de II
República en 1935 continuó ejerciéndose la prostitución en las mancebías y casas de citas registradas como
tales, se desconoce el destino de los documentos relativos al comercio sexual a partir de 1916.

20
respuestas que un mero estudio de los artículos que componen el reglamento, por muy
detallado que sea, no podría desvelar. En primer lugar, aportan datos como la identidad
del denunciante y de la persona denunciada, así como el artículo del reglamento que había
sido infringido y la pena correspondiente. Los denunciantes fueron variados —veladores
nocturnos, alguaciles, médicos higienistas, inspectores de higiene especial e incluso otras
amas públicas — y su identidad desvela a quienes preocupaba especialmente el ejercicio
de la prostitución, el contagio de enfermedades venéreas o los escándalos que esta
actividad suscitaba. Por otra parte, el propio proceso administrativo que seguía a la
denuncia y que generalmente terminaba con la imposición de una multa o el ingreso de
la interesada en la casa galera si era declarada insolvente resulta de interés como prueba
del control ejercido por las autoridades. Finalmente, las direcciones que acompañaban la
denuncia permiten situar en el mapa los domicilios en los que fue practicada la
prostitución clandestina o donde convivieron prostitutas clandestinas con otras dadas de
alta.

III. Información estadística del padrón.

Los expedientes y denuncias, principales objetos de estudio de este trabajo junto


con las sucesivas reglamentaciones y sus respectivos añadidos y modificaciones, deberían
completarse con la información estadística del padrón. Esta herramienta permitiría cruzar
los datos de los registros y las cartillas con los datos aportados por el Padrón Municipal.
Estas fichas, rellenadas anualmente por el cabeza de familia de cada hogar muestran
detalles fundamentales para el estudio del contexto social que rodeaba los barrios obreros
en los que se ejercía en Bilbao la prostitución. Las referencias a viviendas y alquileres y
las alusiones al estado civil, las relaciones de parentesco o la ocupación son sin duda
necesarias para acercarse a la realidad social del Bilbao decimonónico y seguir las
transformaciones económicas y sociales de una ciudad en proceso de cambio. Muchas de
las ocupaciones quedaban deliberadamente ocultas en los registros de empadronamiento:
“Subregistro, invisibilidad o en muchos casos ocultación deliberada del trabajo femenino
en las hojas de padrón, estaban directamente vinculadas a la extensión discursiva del
famoso modelo de las dos esferas, que determinó roles opuestos a hombres y mujeres en
función de su sexo: a los hombres les asignó la esfera productiva, vinculada al trabajo
fuera del espacio doméstico, mientras que a las mujeres las situó en el marco de la esfera
reproductiva, en el seno del hogar (…) Por esta razón en las hojas de padrón se ocultaba,
bajo fórmulas como “sus labores”, “sus quehaceres” o “las labores propias de su sexo”,

21
la ocupación laboral de muchas mujeres que tenían trabajo fuera de sus hogares 53”. Las
cédulas personales que las prostitutas estaban obligadas a llevar en todo momento con
ellas y los registros aportan siempre el oficio al que se dedicaban anteriormente las
prostitutas, así como su estado civil, habitualmente solteras o viudas54. Cruzar cédulas y
registros con los datos del padrón permitirá establecer coincidencias entre las ocupaciones
previas más habituales entre las prostitutas — en cabeza el servicio, seguidas por “sus
labores” y las profesiones relacionadas con el sector textil: modistas, camiseras o
pantaloneras— y los volúmenes de las principales profesiones femeninas recogidas por
el padrón municipal.

IV. Sumarios judiciales y recursos de alzada

Si bien este trabajo no incluye los sumarios judiciales entre las fuentes analizadas,
un proyecto de mayor envergadura debe incluir el estudio de fuentes judiciales
fundamentales para reconstruir cualitativamente gráficos y estadísticas. Al igual que las
denuncias, los procesos judiciales incluyen vivencias personales y detalles que escapan a
la fría lógica de los reglamentos. Las declaraciones permiten reconstruir o al menos nos
dan breves pinceladas de la mentalidad, los valores y las preocupaciones diarias de unos
sujetos cuya voz a menudo se pierde siendo sustituida por los sesgados discursos que
sobre ellos emitieron quienes sí tuvieron una voz con la que dejar constancia de sus
propias representaciones sobre unas clases subalternas de las que únicamente fueron
espectadores.

Frente a los 1064 resultados que arroja la sección municipal del archivo,
únicamente seis documentos pertenecen a la sección administrativa o Administración de
Bizkaia. Los seis documentos emitidos por el Negociado de la Policía Local muestran los
recursos de alzada promovidos por individuos descontentos frente a las multas que el
Ayuntamiento les había impuesto. La imposición de una multa, especialmente si el delito
era la prostitución clandestina, podía suponer un motivo de escarnio para el afectado e
incluso derivar en su expulsión del vecindario. Una lacra semejante podía acompañar al
multado durante el resto de su vida y posiblemente las demandas que a través de los
recursos de alzada se plantearon en los órganos administrativos no estuviesen motivadas

53
De Pedro, Álvarez Cristina. Lolitas, amancebados y busconas: Relaciones de género en los barrios
populares madrileños (1900-1936), pp 34-35. Trabajo de Fin de máster, UCM 2015.
54
En la elaboración de este trabajo solo ha aparecido registrada como casada una de las mujeres del registro,
sin embargo, es posible que algunas de las que aparecen como solteras o viudas estuviesen en realidad
casadas, aunque no lo mencionase el registro por omisión de la mujer o para evitar el escándalo.

22
tanto por motivos económicos como por la limpieza del nombre del acusado. En cualquier
caso, la totalidad de los recursos fueron desestimados por la comisión provincial

V. Cédulas, patentes y comprobantes.

La documentación ordinaria producida por la puesta en práctica de la normativa


higienista puede resultar tan útil como las denuncias, el padrón o los sumarios judiciales.
Los comprobantes previos a la expedición de la cartilla que todas las prostitutas debían
llevar encima reflejan datos como la edad, el nombre, la procedencia o el oficio anterior
de las mujeres que deseaban inscribirse y además pueden comprobarse con los datos
anotados en el registro. Las concesiones de licencias en favor de amas públicas dueñas de
casas de tolerancia y los pagos abonadas por ellas o las cantidades recaudadas por los
inspectores de higiene constatan la actividad de un sector en alza y la progresiva
decadencia del sistema reglamentista en el siglo XX. Finalmente, un dato de interés es la
aparición de notificaciones del traslado de prostitutas procedentes de otras ciudades a la
Villa de Bilbao. En estas fichas se daba de baja a dichas mujeres en el registro de sus
respectivas ciudades de procedencia y se advertía al negociado de higiene de la llegada
de nuevas prostitutas no matriculadas. Aparecen notificaciones correspondientes a las
secciones de higiene especial del Gobierno Civil de las provincias de Madrid, Santander,
Zaragoza, Valladolid entre otras. A pesar de que lo apresurado de las notas y el mal estado
en el que se hayan algunas de ellas dificulta su comprensión, parece bastante claro que se
dio una estrecha colaboración entre las secciones de higiene especial de las distintas
ciudades españolas55.

VI. Libros de registro

El Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia comprende los libros de registro


en los que eran inscritas las prostitutas de la Villa. Arroja datos sumamente útiles para la
realización de análisis sociológicos en torno a la figura de la prostituta como la edad, el
estado civil, su procedencia, la dirección en la cual ejercían la prostitución, así como sus
traslados de ciudad o dirección. A pesar de que los datos que aporta puedan ser similares
a los descritos en el apartado dedicado a los comprobantes aparecen más completos,
muestran una mayor cantidad de detalles y se leen con mayor claridad.

55
Véase anexo V.

23
VII. Prensa

Prensa y revistas deberían complementar el repertorio de fuentes consultando


noticias referentes a escándalos públicos, quejas vecinales o delitos relacionados con la
prostitución y los bajos fondos. La indignación de los vecinos que compartieron calles y
espacios de sociabilidad con las prostitutas seguramente dejó huella en los espacios que
los periódicos dedicaban a la opinión de los lectores o a las cartas al director y pueda
rastrearse consultando en la hemeroteca publicaciones como El Centenario (Bilbao), El
Correo Vascongado o El Nervión (Bilbao), La Gaceta del Norte o el Nacionalista. Las
publicaciones asociadas a partidos políticos de izquierda o sindicatos hacían también
alusión al fenómeno de la prostitución, tratando de dar la vuelta al discurso hegemónico
entre las clases dominantes. Comparar las publicaciones de los noticiarios locales y prensa
católica a lo largo de este período con publicaciones asociadas ideológicamente a la
izquierda —El Liberal, El Socialista, La Lucha de Clases— permitirá reelaborar los
conflictos suscitados por la asimilación de la clase obrera a la figura de la prostituta. Los
medios socialistas trataron de revertir el discurso que envilecía a la mujer obrera
enfatizando sus cualidades como madre trabajadora y a pesar de exculpar a las prostitutas,
a quienes consideraban víctimas de los apetitos de la burguesía, olvidaron que también
los obreros acudían a las mancebías. La Lucha de Clases, periódico de la agrupación
socialista de Bilbao editado de 1894 a 1937, fue una de las primeras publicaciones
vizcaínas de izquierdas y dedicó numerosas publicaciones a la denuncia de la prostitución,
describía a las prostitutas como inocentes hijas del pueblo, víctimas de la lujuria y el vicio
de los señores y denunciaban la degeneración de los ricos como generadores corruptores
de las clases obrera. Como recoge el siguiente fragmento publicado en La Lucha de Clases
las prostitutas eran vistas como agentes involuntarios y no como dueñas de su propio
destino: “Nadie ignora aquí que la prostitución del cuerpo la fomentan más los hombres
maduros que las jóvenes. Hay un buen número de respetables caballeros, personas de gran
viso y significación que se dedicaban al ojeo de muchachas pobres. Asquerosa gangrena
que mantiene unos cuantos viejos verdes y holgazanes, que son los verdaderos
corruptores de la juventud, explotadores de la miseria56.”

56
«Los ricos y el vicio», La Lucha de Clases, diciembre de 1895.

24
VIII. Representaciones literarias

La narrativa permite también acercarse a la representación social de la figura de


la prostituta. La suciedad, la pobreza y la marginación son las protagonistas de las
corrientes del realismo y el naturalismo. Esta tendencia surge en la Francia decimonónica,
desde donde se extiende por toda Europa. Los representantes de esta corriente trataron de
reproducir fielmente la sociedad contemporánea recogiendo todos los elementos que
formaban parte del tejido social de la épica: “Novelistas y pintores, transformados en
demiurgos, pretendían crear un cosmos donde todos los estratos sociales tuvieran
cabida57”. Los personajes románticos tradicionales dieron paso a vidas corrientes de
personas anónimas y en sustitución de lo extraordinario, la cotidianeidad pasó a
convertirse en el centro de la nueva estética. La mujer se integra en la literatura realista
como un elemento marginal ajeno al status quo sociopolítico junto con los delincuentes
y los enfermos mentales. Los tipos femeninos protagonistas de estas novelas fueron tres:
la obrera: doblemente marginal por su condición de mujer y proletaria, la prostituta:
reducida a su dimensión sexual y el ama de casa burguesa: marginada de la vida pública
y relegada al ámbito doméstico. Si bien la representación de las cortesanas en la literatura
de la primera mitad estaba bastante idealizada, durante la segunda mitad varía la imagen
posiblemente reflejando los cambios sociales que se estaban operando: “el sexo ya no
aparecía como aquel pecado que redimir, sino como una amenaza económica e incluso
biológica, algo muy propio de una sociedad que acababa de descubrir los microbios, la
profilaxis y la higiene58”. Escritores como Zola, de origen social burgués, representan a
la prostituta como a una mujer de clase humilde dominada por la ambición que somete y
degrada al hombre a través de la sexualidad, pero cuyas armas terminan volviéndose
contra ella. Una de las obras más representativas del autor: Naná, termina con la
protagonista devorada por la sífilis descrita como una lenta putrefacción de la carne que
el autor resume con tres vocablos únicamente: “Venús se décomposait59”. También se
popularizaron en la prensa socialista los folletines de corte dramático dirigidos a las clases
trabajadoras con una clara intencionalidad educativa. Los relatos a menudo eran
protagonizados por inocentes jóvenes de clase obrera seducidas por miembros de la
burguesía y caídas en desgracia o sumidas en la miseria y obligados por las circunstancias

57
Veloso, Isabel. Tipos femeninos en las novelas del realismo y el naturalismo francés. Rapsoda, revista
de literatura nº1, UCM. 2009, pp 91-92.
58
Veloso, Isabel. Op. Cit, pp 101-102.
59
Zola, Emile. Nana, p. 439. Les Rougon-Macquart, 1880.

25
a ejercer la prostitución. A menudo se jugaba con la idea del matrimonio, pero el hilo
narrativo terminaba conduciendo a un final infeliz en el que la prostituta termina sola y
abandonada por todos. Estas obras, dirigidas a las clases trabajadoras, tenían un fin
educativo, pero al mismo tiempo recalcaban la imposibilidad de acoger a la “mujer caída”
en el seno de la clase obrera, estableciendo una infranqueable frontera entre prostitutas y
mujeres honradas. Si bien el imaginario burgués sobre la “femme fatale” difiere en sus
planteamientos de la imagen pasiva y victimista de la joven seducida por un miembro de
la clase alta, el final trágico de la protagonista era la norma: “Mujer de la vida soy y con
mi cuerpo comercio: mi fin será un hospital; cuando mi cuerpo esté muerto nadie me
vendrá a llorar60.”

IX. Literatura médica

Los tratados médicos son una fuente sumamente útil ya que reflejan la perspectiva
con la que se abordada la prostitución y los cambios que tuvieron lugar a finales del siglo
XIX antecediendo en el tiempo a los propios reglamentos que sin duda incluyeron muchas
de sus premisas. La literatura médica del siglo reconocía el comercio carnal como un mal
inevitable al que no se podía hacer frente, por lo que la reglamentación era el único medio
de atajar la propagación de enfermedades venéreas. La prostitución enfocada desde óptica
científica característica del XIX goza de una mayor tolerancia, se aceptaba como mal
menor y se regula a fin de evitar la propagación de enfermedades. Algunos médicos como
el donostiarra Justo María Zabala cargaron tinta contra el puritanismo y las doctrinas que
consideraban la sífilis como un castigo de origen divino, pero generalmente y aunque
exculpasen a las prostitutas de su situación, todo el control médico recaía sobre ellas.
Habitualmente las páginas de los tratados higienistas defienden la necesidad de la
reglamentación y el control de pupilas y mancebías a fin de evitar la propagación de
enfermedades venéreas, pero se olvidan de la parte masculina. A consecuencia de la
unanimidad de opiniones médicas, los reglamentos españoles, herencia del sistema
reglamentista francés, se asemejan entre ellos y aducen similares justificaciones a fin de
limitar el contagio, pero también el escándalo público.

60
La lucha de clases. 8-11-1921.

26
X. Planos del catastro.

La información resulta mucho más visual si se acompaña de planos en los que se


aprecie la disposición de las calles de la capital vizcaína. La inclusión de este tipo de
soporte permite registrar las direcciones en las que se practicaba la prostitución legal o
clandestina. Para la elaboración de este trabajo se han incluido dos mapas, en uno de ellos
se señalan con colores los principales barrios y focos prostitucionales, mientras que en un
segundo se comparan las direcciones de prostitución clandestina (extraídas de las
denuncias) y las direcciones de las casas de tolerancia permitidas por el Ayuntamiento.
La información visual permite situar en su contexto las calles que denuncias y registros
señalan de forma constante, observar los principales emplazamientos y los barrios que
rodearon a estos enclaves. La cercanía del puerto, las minas de Mirivilla y la estación de
ferrocarril resultan más evidentes si se plasman en un mapa.

27
5. Aproximación al objeto de investigación

El grueso del análisis formal parte de la selección de cuatro fuentes de las que se
parte con el objetivo de acercarse a los distintos aspectos que caracterizaron el ejercicio
de la prostitución en Bilbao y especialmente a los actores implicados tanto en el comercio
carnal como en la represión y control del mismo. Los sucesivos reglamentos que entre
1873 y 1916 rigieron esta actividad, han sido en demasiadas ocasiones separados de la
documentación cotidiana que acompañó a su expedición. Si las cédulas y especialmente
los registros permiten un acercamiento sociológico que pone nombre, edad y procedencia
a unas mujeres invisibles para los reglamentos, las denuncias resultan un material
extremadamente revelador ya que cuestionan por completo la racionalidad que
caracterizó a los reglamentos de higiene especial. El cumplimiento de las leyes no siempre
fue efectivo y la prostitución clandestina superó siempre al número de licencias
expedidas. Sería muy ingenuo plantearse que las autoridades no estuviesen al tanto de los
intercambios sexuales clandestinos y de que solo los proxenetas se enriquecieron
actuando al margen de la ley. Las infracciones del reglamento fueron perseguidas cuando
los sujetos implicados ponían en riesgo la salud del grueso de población masculino — el
contagio de enfermedades venéreas dentro de las clases hegemónicas rompía con los
ideales de domesticidad burgueses — o cuando la tranquilidad de los vecinos honrados
se vio turbada por comportamientos que atentaban contra la moral y el orden público. La
extensión del pánico moral a la temida “trata de blancas” implicó una revalorización de
los planteamientos abolicionistas, a la vista también de la imposibilidad de reducir los
contagios a través del estricto control de amas públicas y pupilas, e introdujo por primera
vez cierta protección laboral en los reglamentos. Numerosas voces, especialmente las de
los socialistas, denunciaron la juventud de las mujeres que ofrecían sus cuerpos en las
calles de la capital bilbaína y se restringió la edad de acceso al mercado prostitucional:
primero a diecisiete y posteriormente a veintitrés. Es cierto que se dotó de recursos legales
a las mujeres que viesen como sus bienes materiales eran requisados por unas amas
alarmadas por el continuo trasvase de pupilas que decidían ejercer de forma autónoma.
La inclusión de pequeñas mejoras influidas por una oposición cada vez mayor de la
opinión pública a las medidas regulacionistas, no ocultan el marcado carácter misógino
de unas leyes que estigmatizaron y aislaron a estas mujeres, que burlaron las trabas
impuestas por las coercitivas leyes a través de una solidaridad de clase muy específica. A
menudo migrantes, empobrecidas y libres de la autoridad de una figura masculina o una

28
red familiar que regulase su comportamiento, las prostitutas y amas públicas se vieron
obligadas a elaborar estrategias de resistencia jugando con las mismas herramientas que
el opresor, es decir: la normativa higienista. Finalmente, la inclusión de unos
rudimentarios mapas de elaboración propia, que de cara a una ampliación de la
investigación abordada en este trabajo podrían ampliarse e incluir comparativas con la
distribución de los focos prostitucionales en otras ciudades peninsulares, permiten
distribuir geográficamente los principales enclaves prostitucionales, racionalizar los
motivos de su localización y superponer prostitución clandestina y legal.

29
5.1. Discursos en torno a la figura de la prostituta. Abolicionismo o
regulación.

Tanto para las mujeres como para los hombres, las prostitutas ocupaban una
posición equívoca y de profundo simbolismo en un imaginario paisaje urbano. Las
mujeres de clase media organizaban su identidad en torno a la figura de la “mujer
caída”, una fantasía que remodelaban y manipulaban para explorar su propia
subjetividad. La mayoría de las mujeres aceptaba a la prostituta como a una “otra”
degradada, la envilecida alternativa sexualizada a la feminidad materna y doméstica.

Sexualidades peligrosas. Judith Walkowitz

A finales del siglo XIX y especialmente a principios del XX —cuando los


socialistas bilbaínos comenzaron a defender fácticamente posiciones abolicionistas— la
prostitución se situó en el punto de mira tanto de los discursos regulacionistas emanados
desde las instancias del poder, como de los medios abolicionistas característicos de la
propaganda obrera. Miren Llona en su obra Prostitución e identidad de clase obrera
señala que la prostitución tuvo un papel fundamental en la conformación de la clase
obrera vizcaína dándose una asimilación externa por parte de las clases dominantes que
buscaba el sometimiento y la animalización de las clases trabajadoras a las que definían
como promiscuas e inmorales por naturaleza61. Al recato de las mujeres burguesas se
contraponía el concubinato asociado a las clases trabajadoras.

El continuo aumento del contingente femenino dedicado a la prostitución explica


tanto el papel que la figura de la prostituta jugó en la autoafirmación como clase de la
propia burguesía como en los discursos y autoafirmaciones de las clases obreras que
debieron defender su posición frente a la asimilación negativa que las clases medias les
adjudicaron externamente en su afán por definirse como un cuerpo social diferenciado.
Una de las primeras preocupaciones de la burguesía fue dotarse de un cuerpo bien
definido y posicionarse frente a las clases trabajadoras a las que como señala José Javier
Díaz Freire “calificaron como cuerpos enfermos, transmisores de enfermedades y
epidemias, como consecuencia de su convivencia con la falta de higiene, la insalubridad

61
Llona González, Miren. Género e identidad de clase. La construcción de la clase obrera vizcaína durante
el primer tercio del siglo XX. Historia social, nº 54, 2006, págs. 95-112

30
y la desnutrición62”. La moralidad de los habitantes de barrios obreros fue cuestionada a
través de una serie de discursos que dudaban de la moralidad de las mujeres de clase
trabajadora enjuiciando las condiciones de hacinamiento en las que vivían y
especialmente la ausencia de barreras físicas que separasen la vida de ambos sexos. Con
el endurecimiento del Reglamento de Higiene Especial de la Villa de Bilbao la moralidad
femenina proletaria fue cuestionada hasta el punto de asimilar mujer obrera y prostituta.
Desde 1882 la Guardia Municipal vio ampliadas sus atribuciones y se les encomendó la
vigilancia de aquellas mujeres que resultasen sospechosas, de forma que prácticamente
todas las mujeres trabajadoras quedaron bajo sospecha por el mero hecho de circular por
la vía pública pudiendo ser detenidas e interrogadas tanto en horario diurno como
nocturno. El hecho de que las mujeres de clase obrera fuesen objeto de observación por
parte de las normativas higienistas hizo de su comportamiento y apariencia uno de los
ejes fundamentales de la respetabilidad de la propia comunidad.

Al mismo tiempo la prostitución pasó a considerarse una de las principales


pruebas de la depravación moral de las clases obreras. Así lo planteaba Benedicto de
Antequera, en un informe que redactó para la Comisión de Reformas Sociales: “La
prostitución, lo mismo que la miseria, es forma específica de la clase proletaria,
manteniéndose de ella y de sus desgracias y lacerías (…). Me he dilatado más de lo que
exigen los límites de este trabajo en la exposición de esta llaga social, porque mejor que
ninguna y más ostensiblemente patentiza la condición del proletariado, del cual la
prostitución es consecuencia, la última y más degradante.63”

La resistencia a la inscripción negativa del conjunto de la clase obrera vino de la


mano de un discurso socialista que trataba de dar una explicación a la miseria de la clase
trabajadora en relación con los ínfimos salarios. La figura del minero, a partir de las
huelgas de 1890 y 1903 fue dignificada e incluso transformada a través de un simbolismo
épico, sin embargo, el proceso de dignificación de la mujer trabajadora siguió diferentes
cauces ya que la figura a la que había sido asimilada —la prostituta— conllevaba una
carga simbólica mucho más negativa. Desde el punto de vista higiénico era considerado
un ser enfermo, foco de enfermedades venéreas e insalubridad. Los discursos socialistas

62
Díaz Freire, J. J., Cuerpos en conflicto. La construcción de la identidad y la diferencia en el País vasco
a finales del siglo XIX. 2017, Universidad del País Vasco
63
De Antequera Benedicto, “Reformas Sociales información oral y escrita. Información obrera”. Sesión
del 4 de enero de 1885. Citado en Llona, Miren. “La prostitución y la identidad de la clase obrera en el
tránsito del siglo XIX al XX. Un análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia”. Historia
Contemporánea nº33, 2006.

31
trataron de hacer frente a los discursos burgueses señalando que las causas estructurales
de la prostitución residían en la propia explotación de las clases trabajadoras. Se creó un
imaginario en torno a la figura de la prostituta que dejó de centrarse en “su pecado” para
atender a causas exógenas.

La influencia del determinismo social en los discursos socialistas —también en la


literatura y en el arte realista— puso el foco en las condiciones económicas que
arrastraban a estas mujeres a la “mala vida” y a menudo a un destino trágico. Además, la
denuncia de la prostitución se convirtió en un medio para enjuiciar la opulencia y
degeneración de las clases pudientes. Otras lacras sociales como el alcoholismo o la
mendicidad pasaron a considerarse producto de la opresión sufrida por las clases
trabajadora; el socialismo consideraba que estos problemas desaparecerían en el futuro
horizonte comunista y las prostitutas fueron convertidas en última instancia en meros
agentes involuntarios sin capacidad de decisión. Realmente no se daba siquiera la
posibilidad a estas mujeres caídas de restituir su dignidad e incorporarse a la sociedad.

Como señala Llona, los populares folletines melodramáticos que tenían como
protagonista a una prostituta conducían generalmente a un desenlace final en el que
esperaba la muerte sola y abandonada por todos: “Mujer de la vida soy y con mi cuerpo
comercio: mi fin será un hospital; cuando mi cuerpo esté muerto nadie me vendrá a
llorar64”.

Los partidarios de la regulación consideraban la prostitución como “un mal


necesario” y defendían la inspección regular de las prostitutas como un medio de asegurar
la salud y el orden público. Justificaban el acceso sexual masculino a una serie de
“mujeres caídas”, penalizando la actitud transgresora y poco femenina de unas mujeres
que escapaban de los estrechos moldes de la época adoptando una sexualidad activa —
característica únicamente masculina— que permitía garantizar la respetabilidad de sus
esposas, a las que los hombres de clase media solo debían acudir con el fin de la
procreación. Los defensores de la regulación afirmaban que la inspección sanitaria de las
prostitutas debía ser el método más infalible para controlar la difusión de enfermedades
venéreas: “En respuesta a las críticas dirigidas por quienes sostenían que el contagio
afectaba por igual a hombres y mujeres y que examinar y aislar a un sexo solo sería como
vacunar únicamente a un sexo, los regulacionistas replicaban que solo las mujeres

64
Las tragedias ignoradas. La lucha de clases. 8-11-1921

32
engendraban contagio, que ese era su oficio y que también podían ocultar la
enfermedad65.”

Los abolicionistas de Bilbao, por el contrario, defendieron posturas muy similares


a las que señala Walkowitz entre las feministas abolicionistas inglesas, con Joshepine
Butler a la cabeza, quienes identificaron a la prostituta con la feminidad de una Magdalena
sufriente y cargada de contradicciones. Se concebía a la prostituta como una víctima
inocente y carente de pasión sexual de forma que en parte la defensa de su figura pasaba
de nuevo por encuadrarla como un agente involuntario incapaz de elaborar estrategias de
resistencia y privado de subjetividad. Muy diferente fue la acogida del imaginario
asociado a la prostituta entre las mujeres de clase trabajadora, forzadas a controlar su
comportamiento para evitar ser confundidas con prostitutas. Señala Walkowitz,
refiriéndose al caso londinense, que el control sobre los cuerpos de las mujeres al que las
autoridades sometieron al conjunto de la clase obrera llevó muchas veces a la adopción
de una actitud hostil frente a la prostitución: “La política sostenida de la represión abrió
una brecha entre las prostitutas y la comunidad obrera pobre, cuya consecuencia fue la
dispersión de la prostitución, el agravamiento de su carácter clandestino y el
ahondamiento de su vinculación con la delincuencia del hampa66 ”

El análisis de la clase obrera como realidad sexuada permite comprender el papel


juzgado por un modelo de feminidad que incorporaba el reconocimiento de la autoridad
masculina del cabeza de familia y reminiscencias procedentes del ideal de domesticidad
burgués. Joan Scott señala las contradicciones y debates suscitados por el empleo
femenino que el ideario socialista llegó a considerar un problema suscitado por la
explotación capitalista al que se debía poner solución67. La propia percepción de la mujer
trabajadora como fuente de corrupción68 terminó siendo asimilada por los partidos de
izquierda y la adopción por parte de los medios socialistas de los discursos defensores de
la domesticidad, reflejo del universo sociocultural de clase media, perjudicó a las propias
mujeres obreras. Javier Freire por su parte, señala la asimilación entre trabajador y
maqueto, estando muchas de las políticas higienistas dirigidas a los obreros inmigrantes.

65
Walkowitz, J,” Sexualidades peligrosas”, en Georges Duby y Michelle Perrot (dirs.), Historia de las
Mujeres en occidente, vol 4. P 403. El siglo XIX, Madrid, Taurus. 2000.
66
Op. Cit. Walkowitz, J. “Sexualidades peligrosas”. P 381.
67
Scott, Joan W. “La mujer trabajadora en el siglo XIX”, en Duby, George y Perrot, Michelle: Historia de
las mujeres en occidente. Madrid, Taurus, 2000, tomo IV, pp.428 -460.
68
Llona, Miren. “Las contradicciones de la respetabilidad. Género y cultura política socialista”. Historia,
Trabajo y Sociedad nº5,2014, pp 50- 51.

33
A su vez el contingente foráneo en las casas de lenocinio conllevó un doble
cuestionamiento de las trabajadoras inmigrantes; principal objeto de observación por
parte de los higienistas. Finalmente deben destacarse las campañas británicas y
estadounidenses contra la “esclavitud blanca”, que conllevaron cientos de prohibiciones
contra cualquier acto inmoral e indecente. A pesar de que la evidencia sobre redes de
prostitución que atrapasen jóvenes británicas resultase sumamente inverosímil69 el pánico
se desató entre la opinión pública y dio pie a leyes cada vez más restrictivas que si bien
elevaban la edad de acceso a la prostitución y trataban de proteger a los menores del
abuso, proporcionaron a la policía un control mayor sobre las mujeres de clase obrera.

Walkowitz señala cómo la aprobación de la Ley sobre la enmienda del Código


Criminal (Criminal Law Amendment Act) en 1885 perjudicó enormemente a prostitutas
y homosexuales:

“La ley de 1885 subía de 13 a 16 años la edad de consentimiento para las


mujeres, pero proporcionaba también a la policía un poder legal mucho mayor
sobre las mujeres y niños de la clase obrera... incluía una cláusula que convertía
en delito los actos indecentes realizados voluntariamente entre hombres adultos,
conformando de esta forma la base para la persecución legal de los varones
homosexuales en Gran Bretaña hasta 1967. Las cláusulas del nuevo proyecto de
ley iban dirigidas principalmente contra las mujeres de la clase obrera y regulaban
la conducta sexual de los adultos más que la de los jóvenes70”.

En EE. UU. el pánico moral se dirigió principalmente contra la figura del


homosexual asociado al criminal sexualmente desviado y dejó en segundo plano
masturbación y comercio sexual, aunque también se aprobaron leyes contra el supuesto
tráfico de esclavos blancos: la ley Mann, conocida también como “White Slave Traffic
Act71”, fue aprobada en 1910, llevando poco después a la aprobación de leyes contra la
prostitución en todos los estados de la Unión72.

España no permaneció al margen de las ansiedades decimonónicas y de hecho más


adelante sería testigo de las pesquisas casi detectivescas que Paul Kinsie llevó a cabo

69
Walkowitz, Judith."Male Vice and Feminist Virtue:Feminism and the Politics of Prostitution in
Nineteenth-Century Britain”.Oxford Journals, 1982, pp 81-83.
70
Walkowitz, Judith Op. Cit., pp 85-86.
71
Ley del Tráfico del Esclavo Blanco.
72
Gayle, Rubin.Op Cit, pp 4-5.

34
durante 1925 en varias ciudades españolas, especialmente en Barcelona. Estas
investigaciones encubiertas pretendían determinar el modo en el que se llevaba a cabo la
trata de mujeres, así como las nacionalidades y edades medias. Las fuertes movilizaciones
auspiciadas por organizaciones abolicionistas o de “represión de la trata de blancas”
llevaron a la Sociedad de Naciones a tomar cada vez más en cuenta la prostitución y las
posibles medidas de rehabilitación social de las prostitutas. Kinsie, enviado especial por
la SDN, debía recabar información acerca de la prostitución en España y seguir la pista a
posibles mafias de tráfico de mujeres hacia América del sur. Preocupaba especialmente
la existencia de prostitutas europeas que fuesen trasladas forzosamente hacia
Latinoamérica más que el destino de las prostitutas españolas73. Las adiciones en los
reglamentos de higiene de la Villa de Bilbao que hacían referencia a finales del XIX y
principios del XX a la trata de blancas y el énfasis en la devolución de los efectos
personales a las pupilas por parte de las amas de mancebía reflejan el arraigamiento del
temor al tráfico de mujeres y la evidencia de que por parte de los y las proxenetas eran
comunes actitudes coercitivas y amenazas. Por otra parte, las denuncias contra aquellas
mujeres que decidieron permanecer con sus hijos mientras ejercían la prostitución
aduciendo al peligro de trata para los pequeños solían desembocar en la pérdida de la
patria potestad para la madre al tiempo que se depositaba en una inclusa o maternidad a
los vástagos.

5.2. Los reglamentos de Higiene Especial

A mediados del siglo XIX y principios del XX la preocupación oficial por la


prostitución, considerada una actividad transgresora y sexualmente peligrosa, aunque
inevitable, llevó a la aprobación de regulaciones que seguían parámetros similares en
todos los países occidentales. El modelo político prostitucional francés sirvió de base a
los reglamentos aprobados primero en Italia —en 1860 tuvo lugar la aprobación del
Reglamento Cavour— y posteriormente en algunas ciudades españolas. Algunos autores
señalan las similitudes en ambos países mediterráneos en los que no solo se aprobó una
reglamentación de inspiración francesa en fechas prácticamente coetáneas, sino que

73
Guereña, Jean Louis. “La prostitución en España en 1925 según los informes de Paul Kinsie para la
sociedad de naciones”. Diálogos, revista electrónica de Historia. Universidad de Costa Rica, 2017.

35
compartían una prevalencia cultural de la iglesia católica, una precaria industrialización
y fuertes contrastes norte-sur74.

En cuanto a los antecedentes en nuestro país muchas ciudades entre los siglos XV
y XVII regularon el acceso de las mujeres a la prostitución a modo de profilaxis social75.
Muchas ciudades castellanas organizaron la apertura de lupanares públicos alejados del
centro urbano que delimitaban claramente los espacios ocupados por las “mujeres viles”
evitando que las “mujeres honestas” fuesen contaminadas por las costumbres licenciosas
de las prostitutas. Como las prostitutas debían recibir un permiso oficial previo a su
admisión en una casa pública, se consideró la posibilidad de emplear este requisito para
someterlas a una inspección previa. Posteriormente algunos reglamentos pasaron a
introducir revisiones sanitarias periódicas. En cambio, en el País Vasco, al igual que en
toda la cornisa cantábrica y en la montaña navarra, cualquier intento de establecer una
reglamentación resultó fallido antes del siglo XIX. En estas regiones posiblemente no
arraigó el sistema de tolerancia y regulación imperante en otros espacios peninsulares
porque la conducta sexual y la prostitución se regulaban a través de formas de control
informal ajenas a los cauces oficiales. No se requerían enclaves prostibularios
reglamentados por la autoridad debido a que una serie de convenciones tácitas definían
el perímetro de lo sexualmente permitido en cada espacio. Esta particularidad hace que a
pesar de que Bilbao y el resto del norte peninsular no quedasen al margen de las nuevas
corrientes higienistas, la reglamentación a mediados del XIX supusiese una novedad
frente al resto de enclaves peninsulares76.

El primer reglamento relativo a la prostitución en la Villa de Bilbao vio la luz el


1 de mayo de 1873. En él se recogía el establecimiento de la denominada Sección de
Higiene Especial y las prerrogativas tanto del médico higienista como de los dos
inspectores de higiene especial nombrados por el ayuntamiento. Uno de los aspectos que
este trabajo pretende abordar es el contenido y las ampliaciones de los sucesivos

74
Moreno Mengíbar, Andrés y Vázquez García, Francisco. “Prostitución y racionalidad política en la
España Contemporánea: un continente por descubrir”, pp 76-77, Historia Contemporánea nº16, 1997, pp
76-77.
75
Se consideraba preferible un mal menor que además rendía beneficios, que toda una serie de desórdenes
que iban desde la extensión pandémica de la sífilis hasta las violaciones y deshonras provocadas por jóvenes
solteros incapaces de contener sus pulsiones sexuales.
76
Moreno Mengíbar, Andrés, Vázquez García, Francisco y Bazán Díaz, Iñaki. “Prostitución y control social
en el País Vasco, siglos XIII- XVII”, Sancho el sabio: Revista de cultura e investigación vasca, nº18, 2003,
pp 51-88

36
reglamentos hasta 191677. En total se analizará el contenido de cuatro reglamentos
correspondientes a 1873, 1889, 1894 y 1916 además del anexo que en 1882 se añadió al
primer reglamento. Los artículos divididos por secciones recogen las preocupaciones que
acuciaban a las autoridades respecto a la prostitución y la forma de abordarlas. Se
pretendía atajar dos tipos de contagio: físico y moral. Como se verá más adelante la
burguesía temía tanto contraer enfermedades asociadas a la degeneración de las clases
populares como la normalización de modelos transgresores de feminidad y
comportamientos sexualmente activos entre sus propias mujeres:

“Ya que, por desgracia, son necesarias, lo que se puede hacer es que se
las vea lo menos posible; así, al permanecer en la sombra podemos olvidarnos de
ellas y hacer como si no existieran, no ofendiendo por consiguiente la vista y la
moral de las personas decentes y honestas78”

Atendiendo al contenido de los reglamentos parece claro que se trataba de imponer


una visión muy determinada sobre el comercio carnal que criminalizaba a las prostitutas,
consideradas un foco de contagio y enfermedad sobre el que debía establecerse un férreo
control que las circunscribiese a unos espacios determinados y regulase su
comportamiento en el espacio público. Las alusiones al reconocimiento de la
reglamentación en los países “civilizados” hacen una velada referencia al atraso oriental
adjudicado a los españoles, que los regeneracionistas trataron de combatir. Los esfuerzos
de las autoridades para marginalizar a la prostituta como otredad subalterna revelan una
“ambivalencia funcional” similar al conflicto manifestado por los imperialistas hacia el
“otro colonizado”. La proliferación de escritos y tratados en los que se teorizaba acerca
de la promiscuidad de las clases obreras y especialmente sobre la naturaleza de la
prostituta se debe a una necesidad de justificación de la superioridad moral de las clases
medias, frente a un proletariado marginal e incivilizado. La relación entre la burguesía y
las clases subalternas europeas sigue el patrón orientalizante que justifica la autoridad
europea frente al Medio Oriente, necesitado de la tutela del colonizador79. Al igual que
en otras ciudades europeas, mendigos, “vagos” y prostitutas fueron desviados hacia los

77
Todos ellos por duplicado se guardan en la sección de higiene especial del Archivo Histórico de la
Diputación de Bizkaia.
78
Introducción al reglamento de higiene especial de 1873. AHDB. Bilbao tercera 0050/045.
79
Edward Said, Orientalism, pp 3-7, Nueva York, Vintage books, 1979. Sayad, Abdelmalek, La double
absence. Des illusions de l’émigré aux souffrances de l’immigré. Paris : Éditions du Seuil,1999.

37
márgenes de la ciudad, allí donde no alterasen las aspiraciones cosmopolitas de un Bilbao
en expansión:

“Reconocida en todos los países civilizados la necesidad de vigilar la


prostitución, como medio de evitar mayores males, se hace preciso dictar reglas
que tiendan a disminuir los perniciosos efectos que produce, cuando traspasando
los límites del decoro público, adquiere un desarrollo funesto (…) se pone coto a
las faltas de compostura y recato en los lugares públicos, que dan una triste idea
de la cultura de los pueblos donde se comenten80.”

La burguesía se autoafirma, frente al “otro subalterno”, a través de imágenes


socialmente elaboradas mediante la selección arbitraria de visiones políticas de la realidad
cuyas estructuras acentúan la diferencia entre lo familiar y lo extraño al mismo tiempo
que reflejan el temor al conflicto de clases y a la desintegración social. La cercanía de los
barrios habitados por un proletariado inmigrante cada vez más abundante hacía peligrar
unos límites imaginarios erigidos con el fin de contener deliberadamente a los pobres
dentro de unos espacios perfectamente delimitados. Tanto la preocupación gubernamental
por el mantenimiento del civismo y el orden público como los reglamentos de higiene
especial escondían un determinismo biológico que consideraba el pauperismo como
fracaso de la voluntad moral. Si a mitad de la década de 1890 un miembro del Parlamento
declaraba, en relación con la clase obrera londinense, que era de mal gusto “que la gente
paseara su hambre insolente delante de los barrios ricos y florecientes de la ciudad.
Deberían pasar hambre en sus buhardillas81”, nuestros ejemplos tampoco se quedan
cortos. José Javier Freire plantea que la burguesía vasca se autodefinía precisamente como
clase fuerte y vigorosa frente a unas clases subalternas enfermas y transmisoras de
enfermedades y epidemias como resultado de su falta de higiene82. Miren Llona señala
que la ausencia de domesticidad, es decir la falta de barreras físicas que separasen la vida
de hombres y mujeres, cuestionaba la moralidad de la mujer proletaria, frecuentemente
asimilada a la figura de la prostituta. Como plantea en su informe a la Comisión de
Reformas Sociales, Benedicto de Antequera:

80
Op. Cit, Introducción al Reglamento de Higiene Especial de 1873.
81
Citado en David Ascoli, The Queen´s peace : The origins and development of the Metropolitan Police
1829-1879, p 196, Londres, Hamish Hamilton, 1979.
82
Díaz Freire, J. J., “Cuerpos en conflicto. La construcción de la identidad y
la diferencia en el País vasco a finales del siglo XIX”, El desafío de la diferencia: representaciones
culturales e identidades de género, raza y clase, Universidad del País Vasco, Bilbao, 2003.

38
“La prostitución, lo mismo que la miseria, es una forma específica de la
clase proletaria, manteniéndose de ella y de sus desgracias y lacerías (…) Me he
dilatado más de lo que exigen los límites de este trabajo en la exposición de esta
llaga social, porque mejor que ninguna y más ostensiblemente patentiza la
condición del proletariado, del cual la prostitución es en consecuencia, la última
y más degradante83.”

Los propios reglamentos especifican con claridad que su objetivo, dado que no es
posible terminar con la prostitución, es reducir en la medida de lo posible los efectos
perniciosos sobre la población evitando el contacto entre mujeres honestas y prostitutas.
Con cada reglamento, las prostitutas vieron como sus libertades se restringían bajo la
legitimización de un discurso médico que no afectaba por igual a los hombres que
accedían a sus servicios.

El objetivo principal de este apartado no es la reproducción completa de la


normativa higienista, sino dar respuesta a cuestiones como los criterios que llevaron a las
autoridades a regular la actividad prostitucional y seguir con especial atención las
variaciones y adiciones que acompañaron cada aprobación de un nuevo reglamento
permitiendo desentrañar sin excesiva dificultad los miedos y ansiedades que la
prostitución despertaba entre las clases dirigentes. En un contexto dinámico de
transformación urbana y crecimiento demográfico se produjeron constantes cambios en
la práctica de la prostitución que la normativa de 1873 no había previsto. Finalmente es
importante resaltar que la ley no siempre se hace para ser cumplida si no como un medio
al que acceder cuando se pretende controlar un fenómeno que comienza a preocupar a las
autoridades. Posteriormente el análisis de documentación judicial asociada a la higiene
especial ayudará a determinar a quién y en qué medida preocupó el cumplimiento de la
normativa.

5.2.1. Reglamento de Higiene Especial 1873

El reglamento de 1873 se configuró como la base normativa a partir de la cual se


desarrolló la regulación del comercio sexual en Bilbao a lo largo del período que este
trabajo pretende abordar. Las variaciones respecto a esta primera normativa fueron
mínimas y la mayor parte de los artículos fueron repitiéndose de forma continua sin

83
de Anquera, Benedicto. Reformas sociales información oral y escrita practicada en virtud de la Real
Orden de 1883. Ministerio de trabajo y seguridad social, p 86. 1985, citado en Llona, Miren. Op. Cit.

39
apenas modificaciones. Todos ellos emplean un tono de carácter restrictivo y apenas
reconocen los derechos de amas y prostitutas, siendo el objetivo principal regular todos
los aspectos de la vida de estas mujeres a las que el apelativo de “públicas” negaba
cualquier tipo de intimidad respecto a su cuerpo. Los reglamentos regulaban la
prostitución como cualquier otra actividad económica y recogían las tarifas asociadas a
la categoría de cada prostíbulo.

Se toleraban dos categorías de casa pública que a su vez podían subdividirse en


tres subtipos:

Artículo 2484
Pueden ser toleradas dos categorías de casas de prostitución
1. Las casas donde las prostitutas tengan morada fija.
2. Las de citas, donde son admitidas las prostitutas aisladas.
Artículo 25
Cada una de estas categorías estaba subdivida en tres clases.
En la primera se comprenden las casas cuya tarifa es de cinco pesetas o
más.
En la segunda aquella cuya tarifa sea de dos o más pesetas y menor de
cinco.
En la tercera aquella cuya tarifa es menor de dos pesetas.

Gran parte de las denuncias presentadas en el Negociado de Higiene fueron


realizadas por inspectores y celadores, superando en número a las de los vecinos, lo que
muestra que el control de enfermedades venéreas y de comportamientos poco decorosos
en el espacio público fue una prioridad para las autoridades bilbaínas. Los inspectores de
higiene especial fueron sustituyendo las atribuciones que anteriormente habían venido
desempeñando los veladores nocturnos, principalmente la realización de pesquisas a fin
de documentar los comportamientos moralmente sospechosos y comunicar las
infracciones a las autoridades judiciales para la imposición de la multa correspondiente
en caso de infracción de alguno de los artículos del reglamento. Para ello se dividió la Ría
en dos secciones, margen izquierda y margen derecha, en la que los inspectores prestaban
servicio temporal y alternativamente:

84
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículos 24 y 25.

40
Artículo 7785

“Los inspectores de higiene prestarán los diferentes servicios que les están
encomendados sujetándose a las instrucciones y órdenes que les comunique el
médico higienista o el Negociado de Higiene a cuyo efecto y a fin de regularizar
el servicio y alcanzar mayores resultados en las pesquisas que practiquen, se
dividirá la villa en dos secciones, margen derecha y margen izquierda de la ría,
en cada una de las cuales prestarán servicio alternativamente y por meses.”

Los inspectores de higiene prestaron servicio de forma muy activa tal y como
puede seguirse en las denuncias presentadas ante el negociado de higiene durante estos
años, colaborando activamente con otros cuerpos como el ya mencionado de los veladores
de noche o con los guardias municipales. Otra figura fundamental era la del médico
higienista que trataba semanalmente a las prostitutas para descartar enfermedades
sexuales y especialmente la temida sífilis. El procedimiento de inspección sanitaria estaba
profundamente impregnado por prejuicios tanto de clase como de carácter sexual y como
resalta Walkowitz en su análisis de la misma figura en el Londres victoriano, en el juego
combinado de factores como la ideología, el temor, la agitación política o las reformas
legales, la práctica médica contó con un peso determinante que terminó afectando a la
propia conducta sexual de las prostitutas86.

Parece bastante probable que a finales del siglo XIX en Bilbao se diese un
aumento de los contagios de enfermedades de transmisión sexual o que existiese una
mayor conciencia respecto a los riesgos que dichas enfermedades acarreaban. Así parece
indicarlo el encargo de instrumental para mejorar el laboratorio bilbaíno que las
autoridades dedicaban al tratamiento de la sífilis. El tratamiento difería profundamente
en función del sexo o la extracción social del paciente, reservándose el trato más
humillante para las prostitutas, consideradas las únicas responsables del contagio. El
doble código de moralidad sexual, que justificaba el acceso de los hombres al consumo
de prostitución al tiempo que regulaba todos los aspectos de la vida de estas mujeres fue
una constante en todos los países occidentales en los que se aprobaron reglamentaciones.
Como señala Walkowitz refiriéndose a la Ley de Enfermedades Contagiosas aprobada en

85
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículo 78.
86
Walkowitz, Judith. “Male vice and feminist virtue”. Op Cit.

41
1864 en Inglaterra (seguida por las leyes de 1868 y 1869) la prostituta se convirtió en
objeto del interés oficial como forma peligrosa de actividad sexual, cuyos límites debía
definir el estado. La negativa a regular y controlar la sexualidad del cliente hace necesaria
una lectura en clave de género:

“Los partidarios de la regulación alabaron la supervisión e inspección de


las prostitutas como una defensa de la salud, la decencia y el orden público. Al
presionar para que hubiera una inspección médica de las prostitutas mientras se
negaban a imponer un examen genital periódico para los soldados que constituían
su clientela, los arquitectos de estas leyes reforzaban una doble moralidad sexual
(…) Se mostraban muy seguros respecto al imperativo fisiológico del deseo sexual
para los hombres, pero daban frecuentes rodeos en relación con las mujeres. Por
un lado, los partidarios de la regulación condenaban a las prostitutas por ser tan
“asexuadas” que exhibían una “lujuria masculina”; por otro insistían en que el
deseo sexual por parte de las prostitutas no desempeñaba ningún papel87.”

Se ejercía un férreo control estatal sobre las pacientes, aisladas en el hospital en


caso de detectarse una infección, procedimiento éste al que no se veían sometidos los
pacientes masculinos afectados por enfermedades venéreas, quienes podían mantener sus
afecciones en la intimidad, no eran señalados ni sufrían el escarnio público y tampoco se
veían privados de continuar acudiendo a mancebías o casas de citas dónde seguirían
contagiando su enfermedad a otras prostitutas y a los clientes que tuviesen contacto con
ellas. Mientras que ellas veían coartada su autonomía, ellos eran libres de moverse por
toda la ciudad ya que no se consideraba que el riesgo de contagio fuera equivalente y ellas
eran vistas como las principales y únicas responsables de la propagación de
enfermedades. De hecho, ni siquiera se consideraba que hubiese un nexo entre los
comportamientos sexuales de los hombres que acudían al burdel y las mujeres públicas.
La transgresión sexual de la prostituta rompía con todos los imperativos fisiológicos de
pasividad convirtiéndose en símbolo público de vicio femenino mientras que el hombre
que paga por sexo simplemente respondía a un impulso natural que debía satisfacerse
fuera del hogar88.

87
R. Walkowitz, Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Narraciones sobre peligro sexual en el
Londres victoriano, pp 58-59. Ed. Cátedra. Universitat de València, Instituto de la Mujer. 1995
88
Judith R. Walkowitz. “Prostitution and Victorian Society: Women, Class, and the State”, Nueva York,
Cambridge University Press, 1980.

42
Por supuesto el Negociado de higiene supervisaba las estancias en el hospital de
las mujeres infectadas por venéreas, su tratamiento y la salida del hospital tras una
inspección previa:

Artículo 1889

La admisión de una prostituta en el hospital por enfermedad ordinaria,


deberá notificarse al Negociado de Higiene. Igualmente se notificará su salida
del Hospital, sometiéndose en este caso la prostituta a una visita extraordinaria.

Las fichas de registro en las que se obligaba a las prostitutas a inscribirse


señalaban muchas veces un período de “retirada del tráfico” que podía ser definitivo o
temporal sin especificar el motivo y suscitando incertidumbre. ¿Se debían estos casos de
retirada del tráfico a temporadas de aislamiento ocasionadas por la contracción de
enfermedades venéreas o por el contrario respondían a motivos personales?

El escandalo moral y los altercados en el espacio público, así como la transgresión


de los comportamientos femeninos moralmente aceptables suscitaron incluso una mayor
preocupación que la transmisión de enfermedades. A pesar de concernir aparentemente a
las prostitutas, el escrutinio al que se vieron sometidas las mujeres públicas terminó
extendiéndose a las mujeres solteras de clase trabajadora, obligadas a controlar su
comportamiento en el espacio público urbano para evitar confusiones en una sociedad en
la que un desliz podía convertirse en antesala de la prostitución. Como lo señala
Walkowitz para el Londres victoriano:

“Ninguna figura era más equívoca y, sin embargo, más importante para el
paisaje urbano estructurado del paseante masculino, que la mujer en un lugar
público. Se daba por supuesto que, al encontrase en público, las mujeres estaban
en peligro y, al mismo tiempo, eran una fuente de peligro para los hombres que se
congregaban en las calles (…) Como símbolos de exhibicionismo conspicuo o de
perturbaciones sexuales y de clase inferior, ocupaban una posición simbólica
polivalente en este paisaje imaginario90”.

89
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Artículo 18.
90
Walkowitz, R. Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Op. Cit, pp 54-55. Véase también P. Ryan,
Women in Public: Between Banner an Ballots, 1825-1880, Baltimore, Johns Hopkins University Press,
1990; Mulvey, Laura, “Visual Pleasure and Narrative Cinema”, pp 6-18, Screen 16, nº 3, 1975.

43
Una amplia parte del reglamento estaba dedicada a regular el comportamiento de
las prostitutas, controlando sus espacios de sociabilidad y tratando de evitar cualquier
contacto entre mujeres públicas y mujeres honradas. Sin embargo, los comportamientos
censurados por el reglamento estaban lejos de ser atribuibles únicamente a las mujeres
involucradas en la prostitución y suponían una restricción de libertades del conjunto de
las mujeres en el espacio público. Entre otras conductas perseguidas por el reglamento se
prohibía a las prostitutas asomarse a puertas, balcones y ventanas, salir a la calle vestidas
de forma indecorosa o en estado de embriaguez, formar grupos en la vía pública o
perseguir a los transeúntes ofertando sus servicios. También se sancionaba el ejercicio de
la prostitución en calles muy frecuentadas, cerca de colegios o de edificios dedicados al
público. El reglamento también se ocupaba de los espacios menos transitados y por tanto
más proclives al tráfico de prostitución clandestina, recomendando no descuidar la
vigilancia para evitar escándalos morales:

Capítulo II. De las prostitutas

I. Se prohíbe a las prostitutas:

- Salir de casa en traje poco decente o en estado de embriaguez.

- Asomarse a puertas, ventanas y balcones de sus casas.

- Formar grupos en las calles, plazas y paseos públicos.

- Promover en la vía pública ninguna clase de escándalos, o decir palabras


o gestos obscenos.

- Seguir a los transeúntes por la calle o invitarles a entrar en su casa por


palabras o signos.

II. Ninguna casa de prostitución de citas podrá establecerse en las


calles más frecuentadas, ni próximas a colegios, establecimientos públicos,
edificios consagrados a colegios, edificios consagrados al culto o donde por
cualquier motivo fundamentado no lo estimará conveniente el señor Alcalde.

44
III. Cuidarán de que en los sitios públicos poco concurridos no se
dediquen las mujeres por la noche al vicio, ni a molestar al transeúnte con
escándalo de la moral.91

La cuestión clave que se abría con estos artículos era distinguir cuando uno de
estos comportamientos era susceptible de ser perseguido como un acto de prostitución y
cuando el comportamiento de una mujer considerada decente comenzaba a resultar
sospechoso. La arbitrariedad estaba servida y dejaba un amplio margen para establecer
qué gestos eran obscenos o cuándo un traje era poco decente. ¿Toda mujer que invitase a
un hombre a su casa era una prostituta?, ¿y qué hay de aquellas que se presentasen en el
espacio público embriagadas? Aunque no fuera así, la reglamentación parecía abrir la
puerta a que se sancionara a las mujeres que trasgrediesen las normas sociales o bordeasen
los límites de la indecencia. Pero lo más importante es que no existía una reglamentación
equivalente que sancionase conductas similares de los varones en el espacio público. La
postura regulacionista, que en España despertó inicialmente las iras de los conservadores,
no buscaba la supresión de la prostitución, al contrario. Vista como una actividad
inherente a la naturaleza humana se justificó su control con el único fin de desplazarla
hacia los márgenes de la sociedad e invisibilizarla. De esta manera los apetitos sexuales
masculinos no pondrían en riesgo a las mujeres honradas y los ayuntamientos pasaban a
sacar provecho de una muy rentable actividad económica. Mientras que las pupilas que
residían en las casas públicas apenas recibían poco más que las propinas de sus clientes,
algunas amas disfrutaron de cuantiosos ingresos que compartían con la administración al
verse obligadas a pagar tasas por la expedición de las licencias y por cada visita del
médico higienista.

Uno de los aspectos que preocupaba especialmente al Negociado de Higiene eran


las bajas y altas en los libros de registro. Una práctica corriente era fingir el abandono de
la actividad para continuar ejerciéndola a espaldas de las autoridades, evitando de esta
forma el pago de tasas y las inspecciones médicas semanales. Por ello se vigilaba durante
meses la conducta de las mujeres que manifestasen su intención de abandonar la actividad

91
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. De las prostitutas: Se temía que la inmoralidad y el comportamiento
de estas mujeres pudiese ser imitado induciendo a la corrupción de otras mujeres. Aunque la mujer obrera
se preocupaba especialmente de no ser confundida con una “mujer de vida airada” fueron las clases
burguesas las más preocupadas de mantener a sus mujeres alejadas de cualquier influencia perniciosa.

45
y se penaba el comportamiento de aquellas prostitutas que habiendo sido eliminadas del
registro se prostituyesen de nuevo.

I. La prostituta que desee darse de baja en el registro deberá


manifestarlo al Negociado de higiene, designando el nuevo domicilio en el
que se proponga habitar. No obstante, hasta pasados tres meses desde el día
en que solicita la baja será vigilada la conducta de la mujer, pero si durante
este período observase buena conducta, se procederá a su eliminación
definitiva del registro, efectuándola de tal manera que no quede la menor
huella de su inscripción.

II. La mujer que después de haber sido eliminada del registro de


prostitutas, se prostituyese sin inscribirse de nuevo, será considerada como si
se dedicase a la prostitución clandestina, y en tal concepto inscrita de oficio
y castigada según la gravedad del caso92.

En caso de que durante tres meses de vigilancia no diesen pie a sospechas se


borraba de forma permanente el nombre del registro de prostitución: Era mucho más fácil
ser inscrita en el registro que borrada del mismo, siendo la muerte o el matrimonio las
dos únicas causas que permitían la inmediata retirada de los datos de la prostituta93. El
ejercicio de la prostitución se convertía en un estigma que acompañaba a estas mujeres
de por vida dificultándoles enormemente cambiar su medio de subsistencia en una
sociedad que continuaba siendo regida por los avales personales. Ninguna familia
burguesa contrataría nuevamente a una prostituta como sirvienta e idéntica suerte les
aguardaba en los oficios textiles. Solo les quedaba trasladarse allí donde no fuesen
conocidas, lo que entrañaba enormes dificultades ya que debían comunicar al Negociado
de Higiene sus idas y venidas o el matrimonio. Si bien algunas mujeres abandonaron la
prostitución para casarse, no todas lo conseguían ya que pocos hombres querían a una
mujer caída como esposa, aunque es cierto que cualquier sospecha sobre ellas desaparecía
al quedar bajo el control de un hombre, mientras que aquellas que abandonasen la
profesión por iniciativa propia se veían sujetadas a una libertad vigilada durante años.

92
AHDB. Bilbao tercera 0050/045. Capítulo II, De las prostitutas.
93
En caso de contraer matrimonio desaparecía cualquier sospecha sobre la conducta de esta mujer al
considerarse que pasaba a estar “bajo la vigilancia” del marido. De hecho, entre los datos recabados en el
AHDB rarísima vez aparecen prostitutas cuyo estado civil sea el de casadas.

46
En 1882 se añadió un anexo que ampliaba la clasificación de prostitutas y sus
categorías correspondientes adscribiendo a las mujeres que prestaban sus servicios al
margen de las dos categorías que recogía el Reglamento, es decir: en casas de citas o en
sus propios domicilios. El reconocimiento de una nueva categoría conllevó la creación de
un nuevo registro en el que se inscribió a las prostitutas “ambulantes”, que debieron
aportar una cuota mensual y someterse a las mismas visitas higienistas que sus
compañeras internas.

5.2.2 Reglamento de Higiene Especial 1889

En julio 1889 se aprueba en sesión pública extraordinaria celebrada por el Excmo.


Ayuntamiento un nuevo reglamento que pasó a sustituir al anterior. Si bien continuó
vigente la normativa del 73, se profundizó en la legislación, se añadieron detalles y se
derogaron disposiciones contrarias a la nueva normativa:

Capítulo VII: Disposiciones generales94. Artículo 49:

Quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan a la aplicación de


este Reglamento.

Casas Consistoriales de Bilbao a 1º de Julio de 1889 Si bien se permitía a las


prostitutas transitar libremente por el espacio urbano en lugar de controlar el horario,
como en el caso donostiarra, en el cual accedían a los espacios públicos, se mantiene la
vigilancia sobre su comportamiento, penándose cualquier trasgresión de la moral:

Capítulo II: De las prostitutas95

Artículo 3º

Las prostitutas pueden transitar libremente por los sitios públicos a


cualquier hora, sujetándose a las leyes del decoro y de la moral.

Artículo 4º

94
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VII: Disposiciones generales. Artículo 49.
95
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo II: De las prostitutas. Artículos 3º y 4º.

47
La prostituta que en cualquier sitio público promueva escándalos,
pronuncie palabras mal sonantes o use de modales indecentes, pagará una multa
de 10 a 25 pesetas.

El reglamento especificaba en la sección destinada a las amas públicas y a las


casas en las que se ejercía la prostitución, las diferentes clases y sus respectivas cuotas:

Capítulo III: De las amas; sus casas y clases96.

Artículo 9º:

Las casas de prostitución de clasificaran en dos grupos:

1. Casas con pupilas internas


2. Casas de recibir donde concurran las ambulantes.

Artículo 10.

Estas casas se dividirán en dos clases para los efectos de la matrícula,


satisfaciendo las de 1º clase 40 pesetas mensuales y 30 las de 2º.

Artículo 11

Dichas clasificaciones se harán por la sección de higiene, oyendo al


médico higienista, acerca de las condiciones de las casas.

Artículo 12

Además de estas clasificaciones de casas, habrá otra de individuas


aisladas que deseen dedicarse al tráfico, bien en su casa o las de recibir que se
hallen inscriptas, las cuales se dividirán en 1º y 2º clase y pagarán mensualmente
las cuotas de 5 y 2,50 pesetas respectivamente. Sin embargo de esta clasificación,
las que no tuvieren recursos para satisfacer su cuota, se les declarará pobres,
haciéndose constar así en el talonario del Médico y en la relación que
mensualmente habrá de remitirse a la Contaduría para la liquidación de estas
cuotas.

Se deduce la existencia de una prostitución diversa y heterogénea que incluía


confortables y lujosos prostíbulos destinados al público burgués pero también mujeres

96
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las amas; sus casas y clases. Artículos 9 a 12.

48
por debajo del umbral de la pobreza que se debatían entre la sordidez de la habitación
única, la casa de recibir y la hostilidad de la calle. En el Artículo 81 del VIII Capítulo del
Reglamento, se establecían las tarifas exactas que amas de casas públicas y prostitutas
debían satisfacer en función de cada categoría, las tasas por patente o autorización para
abrir una casa de nueva creación y los estipendios que amas y prostitutas debían pagar
por su traslado a un nuevo burdel o casa de citas.

Reglamento de Higiene Especial 1889 (Archivo de la diputación de Vizcaya)

Las pupilas dependían de las amas que les ofrecían a costa de su libertad un hogar
y seguridad frente a los peligros que podía suponer el ejercicio de la prostitución en
solitario. La relación entre ama y pupila recuerda a las relaciones entre maestros y
aprendices características del sistema gremial. Sin embargo, los reglamentos alertaban de
una práctica que parecía tener lugar de forma habitual y que consistía en el chantaje al
que las amas públicas sometían a sus pupilas para evitar que abandonasen la mancebía o
simplemente para remarcar su control sobre las pertenencias e ingresos de las prostitutas:

Artículo 2397:

97
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las amas; sus casas y clases. Artículos 23-24.

49
“Las reclamaciones que sobre retención de ropas o efectos tengan que
hacer las pupilas o amas, las harán ante el Sr Juéz competente.”

Se ofrecía de esta forma, como señala Sonia González, un mecanismo legal que
evitaba que se viesen obligadas a ejercer en un prostíbulo concreto en contra de su
voluntad: “Finalmente uno de los artículos más destacables del Reglamento alertaba de
una práctica que parecía tener lugar de forma habitual y que consistía en el chantaje al
que las amas públicas sometían a sus pupilas para evitar que abandonasen la mancebía o
simplemente para remarcar su control sobre las pertenencias e ingresos de las prostitutas:
Parece ser que adornos, ropas y otras posesiones suscitaron agrias discusiones entre amas
y pupilas. A menudo las amas alegaban que las ropas y adornos eran un préstamo que
permitían utilizar a sus pupilas para mejorar su aspecto y por tanto pertenecían al negocio.
Por mucho que las pupilas se afanasen por contentar a los clientes, el dinero terminaba
siempre en los bolsillos del ama, que, además de quedarse con la mitad de lo que percibían
de los clientes, les cobraban la comida, el lavado, el planchado y otros servicios98. Las
pupilas tenían siempre deudas con las amas de prostíbulo y terminaban quedando atadas
a ellas. Por otra parte si una pupila resultaba rentable para el negocio, como señala el
reglamento, el ama trataba de retenerla recurriendo a todos los medios a su alcance, por
lo que continúa el reglamento advirtiendo lo siguiente respecto a las retenciones de
objetos:

Artículo 24

“Bajo ningún concepto han de oponerse las amas a que las pupilas varíen
de domicilio, cuando así lo tengan por conveniente, ni retenerlas prenda alguna
de su equipo y vestuario sin mandamiento judicial, siendo obligación de las
mismas amas el participar inmediatamente a esta Alcaldía la salida o ingreso de
nuevas huéspedes a las cuales se prohíbe terminantemente recibir visitas, hasta
después de cumplida dicha formalidad, bajo la multa de veinticinco pesetas”.

Se ampliaron también las disposiciones referidas a cuestiones sanitarias,


ampliándose las prerrogativas del médico higienista. Los siglos XIX y XX fueron testigos
de un progresivo aumento del poder de los médicos sobre las prostitutas, que rompe con
la idea de que el liberalismo y la disolución gremial conllevaron una flexibilización de

98
Roquero, Charo, Op Cit, pp 96-98.

50
los oficios99. El control establecido sobre estas mujeres tenía únicamente como objetivo
el encauzamiento de la prostitución hacia conductas consideradas aceptables por el poder
instituido y nunca mejorar la situación de las prostitutas. Cualquier enfermedad
contagiosa que padeciesen las prostitutas, aunque no fuese venérea, debía ser tratada en
el hospital donde a la enferma se la mantendría en cuarentena y alejada de su trabajo,
especialmente si afectaba a la piel. Llama la atención que comienza a darse importancia
a otros síntomas como el aspecto exterior y que frente a cualquier sospecha se retiraba
del tráfico y se ponía inmediatamente a la mujer en observación:

Capítulo IV100

Del facultativo

Artículo 29

En el momento que vea una prostituta, de cualquiera clase, con


enfermedad venérea o sifilítica y que pueda producir contagio, la dará de baja
para el Hospital.

Artículo 30

En igual caso lo hará cuando la mujer tenga pitiriasis negra o versicolor,


sarna, tiña o cualquiera enfermedad contagiosa de la piel.

Artículo 31

Cuando por el aspecto exterior (aunque no haya lesión manifiesta) una


mujer induce sospecha de que pueda estar enferma, la dará de baja, haciendo
constar que pasa a observación.

Sin embargo, no se permitía a los higienistas darles asistencia médica en caso de


contraer cualquier enfermedad no susceptible de contagio poniendo en evidencia que el
bienestar de las mujeres no tenía cabida en el Reglamento. En caso de que la prostituta
contrajese una enfermedad incurable era dada de baja en los registros de forma definitiva

99
En general y desde la edad moderna se produjo una sustitución de los saberes femeninos asociados al
cuerpo de la mujer y especialmente a la maternidad por un discurso médico que estigmatizaba a figuras
como la matrona. El ejercicio de poder sobre el cuerpo de las prostitutas ejercido por los médicos higienistas
puede considerarse un paso más en el dominio de la propia intimidad femenina.
100
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: Del facultativo. Artículos 29-32.

51
y se tomaban las medidas necesarias para impedir que realizase nuevamente la actividad.
Una práctica común fue trasladarlas a sus pueblos natales alejándolas de la Villa:

Artículo 32 (del facultativo)

Cuando por la naturaleza de la enfermedad o por el período avanzado en


que se encuentra, se comprende que aquella es incurable, se pondrán los medios
para que sea conducida al pueblo de su naturaleza, y si es de Bilbao, se la dará
de baja, impidiéndola dedicarse al tráfico.

A su vez este Reglamento profundizaba en las obligaciones de los propios


inspectores de higiene pública, encargados de acompañar al médico higienista y
responsables del cumplimiento de la normativa. Los inspectores dependían directamente
del médico higienista y debían llevar un registro de altas y bajas en el que se anotasen los
reconocimientos sanitarios de pensionistas y aisladas, así como cualquier observación
relativa a su cargo. Tenían también la obligación de conducir al hospital a las prostitutas
enfermas y de entregar sus respectivas cartillas en el Negociado de higiene, así como
devolvérsela una vez se les hubiese dado el alta y se hubiesen tomado las anotaciones
pertinentes. Debían identificar a las prostitutas que se presentaban a las visitas sanitarias
y comunicar por escrito a la alcaldía cualquier infracción al Reglamento, además de
proponer la responsabilidad o multa que con arreglo al mismo o a la gravedad del hecho
cometido correspondiese:

Capítulo V: Inspección de vigilancia101

Artículo 35

Inquirirán con la discreción que tan delicado asunto requiere, todo lo que
sobre las denuncias o por sí propios observen en contraposición al Reglamento,
dando conocimiento al Negociado y consultando acerca de las dudas que se les
ofrezca, para que en su consecuencia adopten las medidas que procedan.
Cuidarán que en los sitios públicos poco concurridos no se dediquen las mujeres
por la noche al vicio, ni molesten al transeúnte, con escándalo de la moral.

101
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo V: Inspección y vigilancia. Artículo 35.

52
Conducirán al Hospital las mujeres enfermas. Recogerán al Hospital a las
mujeres enfermas. Recogerán, para llevarlos al Negociado, los partes, volantes,
etc, que se extiendan por el Médico higienista y sean necesarios para anotar las
alteraciones en los registros, no pudiendo recibir por este ni por ningún otro
servicio, gratificación alguna.

Finalmente, las Disposiciones Generales recogían las multas que amas y


prostitutas debían abonar en caso de infracción del reglamento, variando los importes
entre un mínimo de diez pesetas y un máximo de cincuenta. En caso de insolvencia, las
afectadas sufrirían arrestos correspondientes a la suma que estuviesen forzadas a
abonar102. El estudio de los reglamentos, así como la documentación relativa a multas y
denuncias suscitada por la aplicación del mismo permite rehacer en parte la vida de estas
mujeres a medio camino entre la casa galera, el prostíbulo y el hospital, y también
acercarse a la figura del ama. El hombre continúa siendo el gran ausente. Como se verá
posteriormente hubo proxenetas masculinos implicados en el comercio prostitucional,
especialmente en la clandestinidad, pero las casas públicas oficialmente reconocidas
estaban siempre dirigidas por mujeres y la reglamentación presenta un escenario en el que
los únicos actores masculinos eran médicos higienistas e inspectores, figuras externas al
negocio. Ni siquiera recogen la posibilidad de que un hombre dirigiese una mancebía y
desde luego no se dirige ninguna prerrogativa hacia los clientes, quienes siempre
disfrutaron de total libertad y anonimato. Dos mundos absolutamente distintos que
inevitablemente confluían: el de la libertad absoluta del cliente varón frente a una
restricción cada vez mayor sobre la prostituta.

5.2.3 Reglamento de Higiene Especial 1894

En 1894 se amplía nuevamente la normativa vigente y el Negociado de Higiene


pública especial pasó a depender de la Comisión de Gobernación y de la propia Alcaldía.
No sólo se mantenía el rigor y el tono restrictivo de los reglamentos precedentes, sino que
por primera vez el Negociado trató de regular aspectos como la maternidad o la edad
mínima para ejercer la prostitución.

102
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VII: Disposiciones generales. Artículos 46 a 49.

53
Aumenta la burocracia en torno al pago de tasas y la extensión de cédulas y
volantes evidenciando un endurecimiento de la reglamentación tal vez motivado por el
temor al contagio. El propio reglamento viene acompañado por un expediente en el que
se especifica que las deficiencias observadas en el reglamento de higiene y el deseo de
subsanarlas habían llevado a la Comisión de Gobernación a estudiar y redactar uno nuevo
que mejorase el control ejercido sobre las amas de casas públicas y prostitutas:

“Exmo señor:

Deficiencias observadas en el vigente Reglamento de higiene especial y el


deseo de subsanarlas, indujeron a la suscripta Comisión de Gobernación a
estudiar y redactar otro que llenara las necesidades sentidas en el propio
propósito de mejorar aún más tan importante servicio, encomendado, por
excepción, al ayuntamiento de esta Villa.

Redactado el oportuno proyecto y creyendo que en él se sabían los vacíos


que se notan en el actual reglamento, la Comisión ha sometido al someterlo v.c
solicitase sirva prestarlo su superior aprobación.

Tal es el parecer de la Comisión de Gobernación, v.c no obstante con


superior ilustración acordará lo más prudente y acertado.

Casa consistorial de Bilbao a 3 de marzo de 1894103.”

La principal novedad respecto a los reglamentos previos es el añadido de un nuevo


apartado, que sigue al objeto del reglamento en el que se especifica el proceder que las
instituciones municipales implicadas en la regulación de la prostitución debían seguir en
el ejercicio de sus funciones. Además de especificar el papel de Negociado y Contaduria
municipal, se especifica la procedencia de los sueldos de higienista e inspectores, pagados
directamente de las arcas del municipio:

Capítulo II: Administración del servicio de Higiene especial104.

Artículo 2º

103
AHBD Bilbao tercera, 0036/18. Introducción al reglamento de higiene especial.
104
AHBD Bilbao tercera, 0036/18. Capítulo II: Administración del servicio de Higiene especial. Artículos
2 a 14.

54
La Higiene especial dependerá directamente de la Alcaldía, pudiendo
informar cuando convenga la Comisión de Gobernación.

Artículo 3º:

Queda establecido en la Sección de Gobernación de la Secretaría de S.E,


un Negociado de Higiene pública especial, con objeto de vigilar la prostitución
en cuanto concierne a la salud pública.

Este Negociado practicará los trabajos que se relacionen con la higiene y


la prostitución, estableciendo los registros correspondientes de las mujeres que
se dedican al tráfico en cualquiera de las clases o categorías señaladas por este
Reglamento; proporcionará al Médico higienista e inspectores los registros
necesarios para el desempeño de su cometido y les comunicará las inscripciones,
domicilios, bajas y salidas del Hospital de las mujeres curadas. Proveerá a las
casas públicas y prostitutas de los registros, cartillas, hojas o partes de
reconocimiento, etc. que sean necesarios. Llevará un libro registro de entradas y
salidas del Hospital, el cual servirá para la comprobación de las estancias que
causan las prostitutas en dicho establecimiento. Abrirá un registro de anotación
de las multas que se impongan por infracciones de este Reglamento, con objeto
de que pueda servir de dato para ulteriores resoluciones.

Artículo 4º

La Contaduría municipal será la encargada de extender los recibos para


el percibo de las cuotas establecidas en este Reglamento y la recaudación, que
habrá de hacerse mensualmente, se llevará a cabo por el recaudador general del
Ayuntamiento. Las amas de casas públicas que dejen de pagar sus cuotas serán
requeridas a hacerlo por la vía de apremio, y en caso de ser declaradas
insolventes, les será retirada la licencia para dedicarse al tráfico.

Artículo 5º

Las estancias que las prostitutas causen en el Hospital serán satisfechas


de fondos municipales.

Artículo 7º

55
Las cuotas que por reconocimientos extraordinarios satisfagan, según
tarifa, las prostitutas, corresponderán por partes iguales al Municipio y al Médico
higienista.

Entre otras novedades se prohibía a las prostitutas prestarse unas a otras las
cartillas sanitarias, evidenciando que posiblemente esta fuese una práctica común en caso
de extravío o cuando se quería esconder alguna enfermedad que impidiese ejercer la
actividad:

Artículo 14

“Queda prohibido terminantemente a las prostitutas el prestarse sus


cartillas, que tienen obligación de llevar siempre consigo y presentarla al primer
requerimiento que les hagan los agentes encargados del servicio de higiene. En
caso de perder su cartilla, están obligadas a proveerse inmediatamente de otra.
Al entregárseles la nueva cartilla se mencionará en ésta, que han sido de dadas
de alta por duplicado.”

Las mujeres que decidiesen cambiar de vida y residir en casa de cualquier


particular debían notificarlo al Negociado, pero no por ello eran eliminadas del registro
ni dejaban de recibir las visitas médicas habituales. Resultaba mucho más fácil inscribirse
en el registro como prostituta que ser borrada del mismo. Un dato que puede resultar
bastante revelador es la existencia de una cláusula que permitía liberar a la mujer de los
reconocimientos médicos siempre y cuando el individuo varón se comprometiese a vigilar
su conducta y revelase sus medios de subsistencia. En caso contrario y aun habiendo
manifestado su intención de abandonar la actividad, debía esperar tres meses para su
eliminación definitiva del registro. Los otros dos supuestos que hacían desaparecer su
nombre del registro eran la muerte y el matrimonio. De forma que la confianza en estas
mujeres residía en el control que un hombre pudiese ejercer sobre ellas:

Capítulo III: De las prostitutas.

Artículo 21

“Cuando una prostituta de las inscriptas como tales, vaya a vivir a casa
de un particular, no por eso queda libre de reconocimiento, a no ser que dicho
individuo haga constar en el Negociado de higiene, sus medios de subsistencia y
se constituya garante de la conducta de la mujer, si se considerase necesario”.

56
Ni siquiera se daba una consideración especial a las amas de casas públicas, que
siempre que no rebasasen los cincuenta años, edad a la que una mujer pasaba a
considerarme sexualmente inactiva, estaban obligadas a someterse a los mismos
exámenes médicos que sus pupilas. Las mujeres que trabajasen como sirvientas en las
casas de tolerancia debían a su vez someterse a examen en el caso de no superar los
cincuenta Se cuestionaba por tanto el comportamiento sexual y la moralidad de cualquier
mujer que pisase este tipo de establecimientos dudosos. Todos estos dispositivos de
control muestran el temor social que existía hacia unas mujeres que gozaban de una mayor
autonomía y la necesidad de ejercer un férreo control sobre su comportamiento.

Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas105.

Artículo 40

“Las amas de las casas de prostitución están obligadas a consignar en el


Negociado el nombre, apellido, edad y naturaleza de las mujeres que tengan a su
servicio, las cuales serán sometidas a la visita sanitaria cuando su edad no pase
de los cuarenta años. Cuando una de estas casas sea dirigida por una mujer no
casada o emancipada de su marido, será igualmente sometida a la visita sanitaria
hasta cumplir la misma edad de cuarenta años. En uno y otro caso la visita
sanitaria será siempre gratuita.”

Por primera vez se controlaba la edad mínima de acceso a la actividad y se


restringió en diecisiete años el mínimo para ser admitida en una mancebía:

De las casas de prostitución y de las de las de citas; Artículo 43

Queda expresamente prohibido a las amas de casas de tolerancia, el


admitir a muchachas menores de diez y siete años.

Huelga decir que seguramente muchas de las mujeres inscritas en las cartillas
mintiesen respecto a su edad. Resulta curioso el hecho de que mientras la regulación más
incidía sobre la edad mínima de acceso a la actividad no se regulase sobre la edad a la
que los jóvenes accedían por primera vez a un prostíbulo. Muchos jóvenes, incluyendo
miembros de la burguesía, eran iniciados al sexo y a la cultura de sociabilidad masculina
de burdel a edades muy tempranas Se pretendía con ello acelerar su paso de niños a

105
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas.
Artículos 40 a 45.

57
hombres y evitar que sus recién despertados impulsos sexuales perjudicasen a las mujeres
de su clase. Por otra parte, las prostitutas vieron regulados incluso los aspectos más
íntimos de su vida, imposibilitándose para ellas cualquier resquicio de privacidad e
incluso la maternidad de las prostitutas fue sometida a un férreo control obligándolas a
dar a luz en hospitales y maternidades106.

A pesar de que la regulación de la edad de mínima de acceso parecía una tímida


reforma en beneficio del bienestar de las prostitutas, la regulación se vuelve si cabe más
estricta respecto a la discreción de las casas en las que se ejercía la prostitución evitando
en todo momento el escándalo público, pero también se hace énfasis en que reinasen en
su interior el orden y la limpieza:

De las casas de prostitución y de las de citas: Artículo 45

Las amas de casas de prostitución están obligadas a cuidar de que en ellas


reine el mayor aseo posible y a procurarse todos los objetos prescriptos por el
Médico higienista, desde el punto de vista higiénico. Las ventanas de las casas de
tolerancia deberán estar provistas de vidrios deslustrados o tableros, y los
balcones, de persianas cerradas o cortinas.

Es cierto que no se restringían las idas y venidas de las pupilas, pero cabe
imaginarse el espacio cerrado, oscuro y agobiante en el que pasaban la mayor parte de las
horas del día, escondidas de la vista del ciudadano decente.

Las atribuciones de facultativos higienistas e inspectores aumentan, pero también


sus obligaciones. Resulta curioso que se prohibía a los médicos higienistas, como recoge
el artículo 64, tratar cualquier enfermedad que no fuese contagiosa a las prostitutas, lo
que demuestra que sólo preocupaba evitar que los clientes fuesen contagiados y no la
salud de las mujeres. Tanto los apartados dedicados a los médicos como aquellos que se
dirigían a los inspectores recogen con claridad la prohibición de acepar cualquier
estipendio extraordinario o soborno por parte de amas y pupilas. Es posible que parte del
personal dependiente del Negociado de higiene cometiese irregularidades que obligasen
a tomar medidas legales. Una denuncia y su correspondiente expediente al que se harán
referencia más adelante parece de hecho producto de la corrupción institucional.

106
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo III: De las prostitutas. Artículo 16.

58
Capítulo V107

Medidas sanitarias

Artículo 64

Queda terminantemente prohibido al Médico higienista, recibir ninguna


retribución, emolumento o regalos, por todo lo que concierne al servicio sanitario,
bien sea de las casas o bien de las prostitutas. Le está igualmente prohibido
prestar asistencia facultativa a domicilio a las amas, criadas o prostitutas, sea
cualquiera la enfermedad de la que se hallen atacadas.

También se prohibía a los inspectores que incurriesen en alguna falta del


reglamento y aceptasen sobornos.

Artículo 75108

Queda terminantemente prohibido a los inspectores recibir gratificación


alguna por todo lo que concierne a la misión de que están encargados, tanto de
las casas de amas públicas como de las prostitutas.

No solo se penaba a los inspectores y médicos higienistas que incurriesen en


alguna falta del reglamento, sino que también las amas o los posibles mediadores que
cometiesen cualquier tentativa de corrupción recibirían un correctivo, aunque no se
especifica cuál sería el castigo por esta infracción:

Artículo 44109

La tentativa de corrupción o cualquier otro delito, ya sea por parte de las


amas de casas públicas ya por la de otros MEDIADORES, de que tuviere
conocimiento la Alcaldía, será denunciada a los tribunales.

107
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo V: Medidas sanitarias. Artículo 64.
108
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo VI: Inspección de vigilancia. Artículo 75.
109
AHDB Bilbao duplicados. 0049/008. Capítulo IV: De la prostitución y las casas de citas. Artículo 44.

59
5.2.4. Reglamento de Higiene Especial 1916

Las variaciones respecto al anterior reglamento fueron mínimas, siendo la


principal el establecimiento de la edad mínima de acceso a la prostitución en veintitrés
años:

Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas

Artículo 43110

Queda expresamente prohibido a las amas de casas de tolerancia, el


admitir a muchachas menores de veintitrés años.

A pesar de que la función del reglamento continúa siendo controlar la salud y la


actividad de las prostitutas y no el bienestar de las mujeres, se elevó aún más la edad
mínima de acceso a la prostitución como respuesta a las posibles demandas de cuerpos
cada vez más jóvenes por parte de los clientes. Además, se enfatizaba la prohibición de
admitir menores de edad como pupilas, posiblemente a raíz de la preocupación suscitada
por la denominada trata de blancas. Este mismo temor parecía acompañar a la adición de
artículos desde 1889 en los que se daba protección legal a las pupilas que adujesen
cualquier actitud coercitiva como requisar sus enseres personales, que tratase de impedir
su movilidad, pudiendo considerarse estas tentativas de extorsión como “trata de blancas”
y por tanto susceptibles de ser llevadas hasta los tribunales. En torno al comienzo del
siglo XX se suscitó un miedo colectivo hacia las redes de trata, preocupando
especialmente el comercio con mujeres blancas europeas, que respondía en última
instancia a la percepción de amenazas contra los valores hegemónicos tradicionales que
el sociólogo británico Kenneth Thompsom califica como “pánicos morales”. El propio
Thompsom señala que el motivo para denominar “moral” al pánico es precisamente
indicar que la amenaza percibida no es hacia algo trivial (…) sino una amenaza al orden
social en sí mismo o una concepción ideologizada de alguna parte del orden social111. El
temor a un posible comercio con los cuerpos de mujeres europeas de clases medias
excluía a las mujeres trabajadoras, a las que se continuó viendo como foco de enfermedad
y degeneración. La amenaza tuvo un carácter transnacional y en mayor o menor medida
en todos los países occidentales surgieron voces que alertaron contra este peligro. No

110
AHBD Bilbao duplicados. 0034/003, Capítulo IV: De las casas de prostitución y de las de citas. Artículo
43.
111
Thompsom, Kenneth. Moral panics. Routledge, London, 1998.

60
parece descabellado afirmar que las críticas abolicionistas de feministas y socialistas
influyesen en un mayor control sobre las edades de las jóvenes que accedían a la
prostitución.

Por otro lado, se incidió especialmente en el control sanitario sobre la prostitución


por una posible concienciación sobre los riesgos derivados de las enfermedades venéreas.
También se incide en las obligaciones de médicos higienistas que además de continuar
realizando las visitas bisemanales a las prostitutas debían reorganizarlas en categorías a
fin de evitar aglomeraciones en el centro de reconocimientos donde se encontraba el
gabinete dedicado especialmente a estos reconocimientos:

Capítulo V: Del facultativo112

Artículo 51

“El Médico encargado del servicio de Higiene especial hará


obligatoriamente dos reconocimientos semanales a cada una de las prostitutas,
ordenándolas en series. La primera serie la constituirán las prostitutas que tengan
morada fija en una casa de lenocinio, y la segunda las prostitutas aisladas. Estos
reconocimientos tendrán lugar los lunes y viernes para las prostitutas
comprendidas en la primera serie, y los martes y sábados para las de la serie
segunda. El Médico higienista se cuidará de señalar las distintas clases en que
están subdivididas las categorías, según el artículo 24, a fin de evitar
aglomeraciones en el Centro de reconocimientos. Sin perjuicio de lo que este
articulo dispone, la Alcaldía, oyendo al Médico de la higiene, podrá variar los
días y horas de reconocimientos cuando las circunstancias lo aconsejen.”

Artículo 52

“Los reconocimientos habrán de efectuarse, sin distinción de categorías


ni clases, en el Gabinete destinado al efecto, exceptuándose solamente las casas
en que por enfermedad de la prostituta no puedan acudir a dicho centro; llegada
de una prostituta de fuera a la localidad, o cualquiera otro caso que a juicio del
Médico deba hacerse en el domicilio.”

112
AHDB Bilbao duplicados.0034/003. Capítulo V: Del facultativo. Artículos 51 y 52.

61
Además, se enfatizaba la minuciosidad con la que se debía llevar a cabo este
servicio indicándose la gravedad que tendría cualquier falta o negligencia que el
facultativo pudiese cometer y que previo expediente podría llevar a su suspensión. A su
vez se encomendaba a los dos inspectores de higiene elegidos por el Ayuntamiento actuar
con especial discreción, poniendo cualquier duda que les surgiese en conocimiento de la
alcaldía:

Capítulo VI. Inspección de vigilancia113

Artículo 74

“Encargados de la vigilancia y represión de la prostitución clandestina,


inquirirán con la discreción que tan delicado asunto requiere, todo lo que sobre
las denuncias o por sí mismos observen en contraposición al Reglamento, obrando
siempre con la mayor circunspección y dando conocimiento a la Alcaldía de las
dudas que se les ofrezcan a fin de adoptar las medidas que procedan.”

113
AHDB Bilbao duplicados 0034/003. Capítulo VI: Inspección de vigilancia. Artículo 74.

62
5.3. Denuncias y expedientes

La aplicación del reglamento entre 1873 y 1916 produjo una cantidad de


documentación que resulta muy útil para seguir la puesta en funcionamiento del sistema
reglamentista. Buena parte de los fondos pertenecientes a la sección de higiene especial
de Bilbao corresponden a las numerosas denuncias suscitadas por infracciones de la
normativa reglamentista. Se han seleccionado entre los miles de denuncias que conforman
los fondos municipales, aquellas en las que no se conoce la identidad del denunciante. Se
ha intentado proporcionar una muestra significativa que permita completar la información
obtenida a través del estudio del reglamento. Las denuncias aportan detalles que escapan
a la normativa, recogen la identidad de denunciados y denunciantes, además, de las
infracciones y penas correspondientes. Son varias las preguntas que el estudio detenido
de un amplio número de denuncias permite resolver: ¿Quiénes eran los denunciantes?, ¿a
quiénes se denunciaba?, ¿qué infracciones suscitaba la denuncia? Y finalmente ¿cuáles
eran los castigos más habituales y cómo se imponía la pena?

Frente al ordenado disciplinamiento característico del lenguaje que rige los


reglamentos, las denuncias permiten aprecian los inevitables conflictos que jalonaban la
puesta en práctica de un sistema de control que escapaba muchas veces de las
posibilidades reales de las autoridades. Las estrategias de poder implican siempre una
multiplicidad de estrategias de resistencia como respuesta y las acciones de los afectados
por el régimen reglamentista no redujeron a la interiorización de los mecanismos de poder
disciplinario. Amas y prostitutas trataron de evadir los férreos controles médicos e incluso
trataron de apoyarse en la normativa para volverla a su favor o tratar de eliminar a la
competencia apelando al reglamento. Las continuas transformaciones y
reinterpretaciones que acompañaban a los reglamentos recogen un proceso permanente
de conflicto y negociación entre contingentes en lucha. Amas y prostitutas se mostraron
reacias a la “cooperación” y trataron de burlar la normativa con mayor o menor éxito. Los
desagradables exámenes médicos a los que era sometida semanalmente toda mujer
pública despertaron a menudo la indignación de las mujeres sometidas a ellos y no es
difícil encontrar denuncias impuestas por el médico higienista en las que se denuncian
mal comportamiento y palabras inadecuadas durante los exámenes médicos por parte de
amas públicas y pupilas. No siempre era la humillación o la dureza del proceso la que
despertaba la indignación de las mujeres, sino el temor de las amas a que alguna de sus
pupilas resultase enferma y retirada del tráfico con la consiguiente pérdida económica. Se

63
perseguía especialmente la prostitución clandestina, tanto en casas situadas en la zona de
Bilbao la Vieja y Cortes, como en establecimientos de venta de Txakolí situados en la
zona de Alameda de San Mames en los que se penaba también la venta de alcohol fuera
del horario permitido. En cuanto a las denuncias a título particular se ha seleccionado a
tres denunciantes: un alcalde de barrio, los vecinos de todo un bloque de viviendas y un
grupo de amas públicas pertenecientes a la categoría I recogida en el reglamento hacia las
amas de la categoría II, que de forma extensa denunciaron el comportamiento ilícito y
fraudulento de las segundas. Parece bastante claro que generalmente el principal
denunciante fue la propia administración, primero a través de los celadores nocturnos y
posteriormente a través de los inspectores de higiene pública. Otras denuncias proceden
de los médicos higienistas, que a menudo encontraban en las casas de tolerancia
prostitutas enfermas. Frente a los casos aislados en los que las denuncias procedían de
particulares y vecinos, la regulación de la prostitución preocupó especialmente a las
autoridades, fieles representantes de los intereses de las clases hegemónicas. Entre los
motivos que empujaron a las autoridades a emplear cuerpos de seguridad específicos, con
el gasto que su mantenimiento implicaba, estaba el mantenimiento de la moral en el
espacio público, la lucha contra la extensión de enfermedades venéreas y unos ingresos a
través del pago de tasas que sin duda superaban los estipendios de médicos e inspectores.
La regulación del comercio prostitucional conllevó sin duda importantes ganancias a
través de los arbitrios que cobraba el Ayuntamiento a las casas de tolerancia, era
realmente todo un negocio ya que de alguna manera eran las propias autoridades las que
actuaban como proxenetas participando indirectamente de los beneficios asociados al
comercio sexual. A pesar de que los reglamentos condenan con dureza a los facultativos
o inspectores que aceptasen cualquier tipo de soborno, la condena no se extendía hacia
cargos más altos de la administración y la aparición de una denuncia en la que aparece
recogido un posible caso de corrupción que indignaba a inspectores de higiene y veladores
nocturnos, evidencian posibles tratos de favor. No deja de ser curioso que la
administración, como primera denunciante por excelencia, cejase en su celo y cerrase un
expediente en torno a un ama que infringía el reglamento de forma manifiesta y pública.
Si bien la principal denunciante era la propia administración, muchos vecinos defendieron
el mantenimiento de la decencia y el decoro público en sus barrios y protestaron
enérgicamente para pedir la expulsión de las vecinas que transgrediesen los límites de la
moral e incluso hubo amas públicas que denunciaron a otras, posicionándose como
cívicas cumplidoras del mismo reglamento que controlaba la vida de estas mujeres.

64
El volumen de las denuncias, generalmente dirigidas contra el ejercicio de la
prostitución clandestina, evidencia que el reglamento nunca pudo regular la actividad.
Los casos de prostitución clandestina, generalmente situados en los mismos barrios en los
que se ejercía la prostitución reglada, triplicaban en número a las casas de tolerancia
reconocidas por la administración. Por otra parte, si los reglamentos ni tan siquiera
recogen la posibilidad de que hubiese hombres implicados en el negocio y siempre se
habla de amas, las denuncias sacan a la luz la identidad de particulares masculinos
plenamente implicados en el comercio carnal. Muchos hombres emplearon sus domicilios
como casas de citas y más comunes aún fueron los mesoneros y dueños de
establecimientos de venta de Txakolí que hicieron uso de las trastiendas de sus negocios
para sacar un dinero extra con el ejercicio clandestino de la prostitución y la venta de
alcohol fuera del horario permitido por el Ayuntamiento de Bilbao. Mesoneras y mozas
de taberna han sido siempre en Euskadi figuras equívocas a las que tradicionalmente se
adjudicaba un comportamiento licencioso que se plasma en consejos y advertencias
populares: “Ostatuko neskatxa musugorriarekin eta bide ondoko arbolarekin, kontuz”;
“tabernako neskatxa ederrakin eta abenduko izarrakin, ez fiatu114”.

¿Por qué se dirige únicamente a las mujeres en reglamento, cuándo hubo


proxenetas que se enriquecieron con el comercio prostitucional? Es evidente que los
reglamentistas no reconocían el papel del hombre en el llamado “vicio social”, si acaso
como víctima seducida por las mujeres de vida airada pero nunca como consumidor y
mucho menos como proxeneta. Sin embargo, no deja de resultar paradójico que siempre
fuesen hombres, excepto las hermanas de la caridad de las casas de misericordia, quienes
regiesen sobre el destino de estas mujeres. La feminista Josephine Butler, durante su
cruzada contra las Leyes de Enfermedades Contagiosas, permitió en 1870 en una serie de
“cartas públicas sobre las guarniciones de Kent” hablar a las mujeres en su propio nombre.
La denuncia más enérgica fue la de una prostituta, que, si bien convenientemente incluía
todo el escrito de Butler contra las Leyes, se dirigía contra los hombres y el poder
masculino como responsables de su degradación: “¡Son los hombres, sólo los hombres,
del primero al último, con los que nos tenemos que relacionar! Por complacer a un hombre
cometí mi primera falta y después pasé de un hombre a otro. Los policías nos ponen las
manos encima. Los hombres nos examinan, nos manipulan, nos arreglan. En el hospital

114
“No hay que fiarse de los besos de la posadera, como tampoco de los árboles del camino, de las estrellas
de diciembre”. Roquero, Charo. Historia de la prostitución en Euskal Herria, Txalaparta, 2014, pp 52-53.

65
es de nuevo un hombre quien reza y nos lee la Biblia. Nos llevan ante magistrados que
son hombres, y ¡nunca escapamos de las manos masculinas hasta el día de nuestra
muerte115!”. En efecto, hombres de toda clase social y condición fueron consumidores de
la prostitución en todos sus niveles: Desde los ricos y el mundillo de “las mantenidas” de
los ricos a las que ponían piso, pasando por lujosos burdeles en los que se negaba la
entrada a los clientes que no fuesen del gusto del ama, hasta los “potreros” con
habitaciones indecentes y puercas, y las tabernas destinadas a los obreros. También fueron
hombres quienes redactaron una normativa higienista que hacía a la mujer responsable
del contagio de enfermedades venéreas. La proliferación de anuncios en los periódicos
masculinos en los que se ofertaban novedosos métodos de protección:
“PRESERVATIVOS, Catálogos. Calle San Francisco 33”. O también: “Consulta de
Médico. Discreción, profesionalidad, VENÉREAS, piel y secretas” e incluso los más
explícitos “Aceite inglés, todo el mundo sabe para qué es. Aceite inglés, parásito que toca,
muerte es”, prueban que como era de esperar los clientes se convirtieron también con
sustanciales focos de contagio. De ellos, sin embargo, no da pista alguna la
documentación relativa a la sección de higiene especial. Incluso se culpaba antes, como
se verá en una de las denuncias incluida en este trabajo, a las madres prostitutas, a las que
no se permitía conservar a sus hijos, de posible corrupción moral y tráfico de blancas —
principal temor de la época — que al cliente. Algunos médicos, como el donostiarra
doctor Zavala condenaban tajantemente que hubiera prostitutas por debajo de los 19 años
y cargaba contra la doble moral de una sociedad que protegía a los niños de la explotación
laboral a una edad temprana, pero olvidaba proteger a las menores abocadas a la
prostitución: “Por todas partes de escuchan voces que piden la protección para los niños
y la exclusión de estos de las fábricas y talleres. Se hacen informes sobre cómo proteger
a los niños y evitar que se les ponga a trabajar a edad temprana, sin que tengan fuerzas y
desarrollo para soportar las fatigas del trabajo. Se ha legislado sobre esto, apartando a los
niños de los talleres, de las fábricas y de los circos ecuestres: pero nadie se ha ocupado
en apartar a las niñas de la prostitución. Todos ustedes habrán visto circular libremente
por las calles y plazas prostitutas que a lo sumo habrán llegado a la pubertad: semejante
abuso no tiene nombre116”. El ejercicio clandestino de la prostitución y las infracciones
fueron castigados a través de las multas que estipula el reglamento y que iban de las

115
Citado en Butler, Josephine. The garrison towns of Kent. Shield, 9 de mayo de 1870. Ediciones Cátedra,
1995.
116
Citado en Zavala, j. M. La prostitución y sus reglamentos. Madrid, 1891.

66
quince a las cincuenta pesetas. Frecuentemente se dieron casos de mujeres incapaces de
hacer frente a las multas, que iban acumulándose hasta que la denunciada era declarada
insolvente y recluida como castigo en la casa galera de la Villa de Bilbao durante el
tiempo correspondiente a su deuda.

Este terminó siendo el caso de Ignacia Otaegui a quien, en primer lugar, en 1885
los veladores nocturnos le impusieron diez días de arresto y una multa de cincuenta
pesetas por dedicar su domicilio a la prostitución clandestina. La pena consistió en diez
días de arresto y una multa de cincuenta pesetas.

Año 1885: Multa impuesta a Ignacia Otaegui por dedicar su casa a la


prostitución clandestina: Barrancalle nº39. 50 pesetas y diez días de arresto.
Denunciante: Celadores nocturnos117.

Se trata de una denuncia muy habitual, ya que la mayor parte de las infracciones
al reglamento estaban relacionadas con la práctica de la prostitución clandestina. Lo
curioso es que a la afectada en los años sucesivos le fueron impuestas nuevas multas (en
una de las ocasiones tras ser cogida in fraganti mientras acompañaba a su mancebía a
varias parejas de hombres y mujeres menores de veintitrés años) por tráfico clandestino
de prostitución en diferentes direcciones. No es el único nombre que se repite en las
denuncias con diferentes direcciones, evidenciando que unas pocas personas copaban
espacios amplios en un mismo barrio y que las ganancias que el tráfico de prostitución
les aportaba eran mayores que las pérdidas económicas suscitadas por multas periódicas.
De hecho, en 1890 se le impone otra multa por la desaparición de una de las pupilas de
un burdel situado en Bilbao la Vieja que estaba en período de observación médica.
Evidentemente no pudo haber escapado sin el permiso de la dueña de dicha casa de
prostitución, lo cual además de infringir el reglamento muestra que la misma persona
concentraba prostíbulos declarados y casas de citas clandestinas, lo que también infringía
la normativa:

Año de 1890: Los inspectores de higiene pública ponen en conocimiento


de la Alcaldía que Matilde Gómez, pupila de la casa de prostitución de Bilbao la
Vieja nº9, habiendo quedado en observación por el médico, ha desaparecido de
dicha casa, exponiéndose desde el negociado de higiene que no pudo hacerlo sin
el consentimiento del ama de la casa Ignacia Otegui y como caso no previsto en

117
AHDB. BILBAO TERCERA 0010/003

67
el reglamento lo ponen en conocimiento de las autoridades. Se impone a Ignacia
Otegui, que habitaba en la calle de las Cortes letra A y piso 3º , que viene
dedicándose al tráfico de la prostitución en infracción manifiesta de lo que
determina el artículo 8º del reglamento, recibiendo citas en una habitación y por
lo tanto proponen imponerle una multa de cuarenta pesetas118.

Sin embargo, la mencionada Ignacia Otaegui no siempre fue capaz de afrontar las
multas que le fueron impuestas y en 1885 fue declarada insolvente tras negarse a pagar
en dos ocasiones. Aclaraba incluso a los agentes del orden que trataron de imponer la
multa que en su casa hacía aquello que ella creía conveniente sin verse obligada a dar
explicaciones a nadie. El jefe de veladores nocturnos refiere lo siguiente al alcalde:

“Se niega abiertamente a pagar la multa impuesta y aun es más que dice
en su casa puede hacer lo que le dé la gana sin tener que dar satisfacción a nadie.”

Finalmente, el asunto acaba en los tribunales e Ignacia termina siendo internada


en la Casa Galera. Algunos de los documentos que el expediente de Ignacia Otaegui
alberga resultan ilegibles y el decreto en el que aparece la pena impuesta a la afectada ha
desaparecido, si aparece notificado sin embargo el requerimiento en el que se recoge la
puesta en libertad de la reclusa.

“Requerimientos: El señor Alcalde de la Casa Galera se servirá poner en


libertad el día de mañana 28 de los corrientes por extinguir la condena que le fue
impuesta a Ignacia Otaegui” Bilbao a 24 de Enero de 1886.

Las casas galera o las cárceles de galera surgen tradicionalmente como el


equivalente punitivo femenino a las condenas a remar en las galeras de la Armada Real
para los hombres. En el siglo XVIII desaparece esta pena para los hombres, pero se
mantuvieron para las “mujeres descarriadas” estas casas a medio camino entre el régimen
carcelario y el conventual. Su fin era la reeducación de las mujeres caídas, aunque no solo
albergaban prostitutas sino también ladronas, pobres, vagabundas y otras reas, aunque
con el tiempo terminaron dedicadas casi exclusivamente a las mujeres de vida airada119.
La casa galera de Bilbao que pasó a constituirse como parte de la cárcel mixta de
Larrinaga, cuya apertura se produjo en 1871, dependía de otra institución: el asilo de
dementes. La mayor parte de los discursos sobre la sexualidad ya fuesen religiosos,

118
Arch. BILBAO TERCERA 0032/002
119
Roquero, Charo. Op. Cit pp 87-88.

68
populares, psiquiátricos estigmatizaron a la prostituta como antinatural y contraria a la
naturaleza femenina. No resulta extraño que su reclusión médica en los hospitales fuese
acompañada por una reclusión psiquiátrica para aquellas amas o prostitutas declaradas
insolventes. De hecho, el cuarto de los grandes conjuntos estratégicos que despliegan a
propósito del sexo dispositivos específicos de saber y poder y que Foucault sitúa a partir
del siglo XVIII, fue la psiquiatrización del placer perverso. El instinto sexual se aisló
como un instinto biológico y psíquico autónomo. Al mismo tiempo que se analizaban
todas las anomalías que pudiesen afectar al sistema sexual, se prestó atención a la
normalización y patologización de la conducta al tiempo que se busca una tecnología
correctiva de dichas anomalías120. Si las relaciones sexuales extramatrimoniales de
carácter heterosexual eran una muestra de los irrefrenables impulsos sexuales masculinos,
la prostituta fue objeto de una patologización que separaba su comportamiento del de las
féminas que cumplían las expectativas de madre y esposa. Sus antinaturales pulsiones
sexuales eran sin embargo fundamentales para el correcto funcionamiento de una
sociedad que ya no requería la limitación del sexo a su papel reproductor.

Si bien entre 1885 y aproximadamente 1888 los denunciantes fueron siempre


veladores nocturnos, a partir de 1888 son sustituidos por los inspectores de higiene
pública, quienes se dedicaban exclusivamente a la vigilancia del tráfico de la prostitución
y que al igual que los médicos higienistas dependían directamente del Negociado de
Higiene.

El inspector de higiene especial D. Lorenzo Fernández, propone se


imponga la multa de diez pesetas a Rafaela Pintada por faltar al artículo 21 del
reglamento, estando interna en la casa de prostitución establecida en la Calle de
Bilbao la Vieja nº9 ha infringido el artículo 21 del reglamento y por tanto se
propone la imposición de diez pesetas de multa121.

En algunos casos no queda del todo claro si la denunciada ejercía o no el tráfico


de prostitución y se recogen algunos casos en los que recurría el pago de la multa, tal vez
más por el miedo a las habladurías y el cuestionamiento de su moralidad que por
cuestiones puramente económicas. En el caso de la denuncia impuesta por el Alcalde del

120
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Tomo I: La voluntad de saber. Siglo XXI, 1977, pp 230-
139.
121
AHDB. BILBAO TERCERA 0027/063

69
Barrio de la Fuente122, quien propone que se inspeccione el domicilio de una vecina
sospechosa de albergar a mujeres de vida airada en su casa ilustra a la perfección la fina
línea entre el tráfico o el ejercicio de la prostitución, las conductas ambiguas o los
equívocos suscitados por cercanía a focos de prostitución:

Año 1890: El Alcalde de Barrio de la Fuente, propone que se lleve a cabo


una visita de inspección a la casa nº8, de una particular en cuya casa albergaba
un excesivo número de personas, muchas de ellas sospechosas de ser mujeres de
vida airada. El inspector de higiene propone que se haga pagar 30 pesetas de
multa a la acusada. La afectada Eleuteria Villanueva reclama que la multa está
mal impuesta porque en esa casa no se dedicaban al tráfico de la prostitución y
que no estaba hospedado nadie, sino que pernoctaban de noche cuatro personas
y dice poder probarlo. Sin embargo, finalmente se le impone la multa123.

Se persiguieron con especial ahínco los escándalos morales y las conductas


indecorosas en público, especialmente aquéllas que tuviesen lugar a deshora y en lugares
públicos. En unos barrios, el ejercicio de la prostitución incomodaba más que en otros.
Por otra parte, los establecimientos dedicados al ocio nocturno podían turbar la
tranquilidad del vecindario, impidiendo el descaso de quienes debían levantarse pronto
para trabajar. Al igual que ocurría en otras ciudades españolas y europeas la luz artificial
permitió crear un tiempo artificial que hacía posible extender las jornadas laborales de
unos y el tiempo de ocio y descanso de otros, suscitando conflictos en torno a la gestión
de los horarios nocturnos. Como señala Rubén Pallol refiriéndose al caso madrileño, no
solo se dirimía el establecimiento de unos límites a la vida nocturna, si no los grupos
sociales legitimados para establecer pautas de comportamiento adecuadas a sus valores e
ideales de progreso civilizatorio en el espacio público124.

Frente a la vecina Donosti, donde las prostitutas no podían pasear más que en unos
espacios determinados y siempre al anochecer, en Bilbao se dejó una mayor libertad de

122
Los alcaldes de barrio son figuras elegidas por un período no superior a un año. No percibían salario
alguno por sus servicios y funcionaban más como figuras de autoridad a nivel local que como cargos
públicos al uso. Dependían del concejo y tenían su propio reglamento. Los alcaldes de barrio fueron
desapareciendo paulatinamente a comienzos del siglo XX, siendo relevados por los cuerpos policiales de
ámbito local, provincial y estatal. El incremento de población en Bilbao y la especialización de los agentes
terminaron abocándolos a la extinción.
123
AHBD BILBAO CUARTA 0027/066.
124
Pallol Trigueros, Rubén. “Conquistar, democratizar y domesticar la noche en la ciudad moderna.
Modernización, desigualdad y conflicto en Madrid a comienzos del siglo XX”. Universidad Complutense
de Madrid, 2017, pp 150-151.

70
movimiento a las prostitutas que podían transitar por donde quisiesen y a plena luz del
día siempre que se comportasen como exige el decoro, es decir escondiendo su condición
de prostitutas.

Josefa Reyes fue multada en repetidas ocasiones acusada de promover escándalos


en su establecimiento. El hartazgo de las autoridades lleg´0 hasta el punto de amenazarla
con el cierre de su establecimiento:

Multa a Josefa Reyes por infringir el artículo 42 del Reglamento de


Higiene pública especial:

“El Cabo de este cuerpo Don Ezequiel Sotelo, con fecha de ayer me dice
lo siguiente: Que el Guardia Domingo Domínguez de servicio en la calle de la
Fuente me participa de que Doña Josefa Reyes, dueña de la casa de prostitución
nº8 de dicha calle, tenía dentro de la misma a las dos de la mañana, un fuerte
escándalo consistente en cantar, tocar y bailar, habiendo sido anteriormente
amonestada sin que hiciera caso alguno a la advertencia. Lo que tengo el honor
de trasladar a v.d para su conocimiento sobre la repetición de dicha falta por la
que ha sido amonestada y multada en otras ocasiones125.”

Dios que a v.d guarde muchos años

El Alcalde presidente del Exmo Ayuntamiento de esta Villa

Decrétese la imposición de la multa correspondiente a Doña Josefa Reyes


y comuníquesele apercibiéndole que, de continuar repitiéndose los escándalos en
su casa de tolerancia, le será cerrada la misma.

Da la impresión de que son los horarios de descanso del vecindario lo que los
inspectores de higiene intentaban proteger. Frente a la incidencia del reglamento sobre la
vestimenta o las conductas indecorosas el reglamento no recoge nada mientras que las
denuncias, a menudo remarcaban lo avanzado de la hora y las molestias suscitadas por el
jolgorio. Posiblemente fueron los vecinos quienes elevaron sus quejas al Ayuntamiento
dando pie a numerosas multas y amonestaciones contra este establecimiento. Siendo sin
embargo la calle de la Fuente un enclave prostitucional por excelencia cabe preguntarse
por qué las denuncias se dirigían siempre contra la misma persona, si pudo deberse a una

125
AHBD BILBAO QUINTA 0534/070.

71
estrategia de eliminación de la competencia o sí el resto de amas públicas del vecindario
seguían con celo las directrices del reglamento sin quebrantar los horarios de queda ni
promover el escándalo.

Como se ha expuesto anteriormente en algunos casos las prostitutas o amas


públicas multadas eran incapaces de hacer frente al pago de las cantidades requeridas y
terminaban siendo declaradas insolventes. En el caso de Rosa del Campo expuesto a
continuación, las multas fueron acumulándose y las veinticinco pesetas iniciales pasaron
a cincuenta.

La afectada devolvía sin firmar los requerimientos de forma continuada hasta que
la situación se hizo insostenible y fue internada, al igual que Ignacia de Otaegui, en la
casa galera de Bilbao:

Diligencia de notificación y requerimiento

“La extiendo yo, el suscrito Jefe de la Guardia Municipal de esta Villa, de


haberme personado en el domicilio de Doña Rosa del Campo y la he hecho
entrega de la copia del Decreto que antecede, así bien la he requerido para que
en el improrrogable plazo de diez días haga efectiva la multa de cincuenta pesetas
que le ha sido impuesta por el Señor Alcalde por el concepto que hace constar en
este Expediente, de quedar enterado y haberse negado a firmar y recibir dicha
copia. Firma conmigo Simón Cobrada que de certifico. “

Bilbao 6 de noviembre del 1889.

Señor Juez Municipal de esta Villa.

“Habiendo transcurrido con exceso el plazo de 10 días señalado para


certificar el cobro de la multa de 50 pesetas impuesta a Rosa del Campo, habitante
en la Calle de las Cortes letra M, piso 3º, por faltar al Reglamento de higiene
pública especial de esta Villa, sin que hasta la fecha la haya llevado a cabo,
recurro a v.d rogándole se sirva proceder a la exacción de la indicada multa,
valiéndose de las atribuciones legales que la Ley le confiere. “

Bilbao 21 de noviembre de 1889

72
Una vez declarada insolvente la afectada, se efectuó su detención durante
veinticinco días, es decir el tiempo correspondiente a la suma requerida:

“Decreto: En vista de que el Señor Juez municipal ha declarado insolvente


a Rosa del Campo, pasen estos expedientes al jefe de la Guardia Municipal para
que proceda a la detención y conducción a la casa Galera de la individua
requerida para que sufra el arresto subsidiario de veinticinco días a razón de
cinco pesetas por cada día de arresto.”

La denuncia evidencia la precaria situación económica a la que se enfrentaron


muchas de estas mujeres incapaces de hacer frente a las deudas que tal vez ejercían la
prostitución clandestinamente para evitar pagar las tasas de las visitas médicas. Otras
mujeres por el contrario evitaron multas y amonestaciones con la posible connivencia de
la propia administración pública, cuyos funcionarios eran susceptibles de sucumbir a
sobornos por parte de amas públicas y prostitutas. Mientras que muchas mujeres sufrieron
estancias en casas galera y hospitales, otras se mantuvieron fuera de la legalidad sin sufrir
castigo alguno. Destaca el caso de Bernardina Escauriaza, quien despertó el enfado de los
inspectores de higiene que llegaron a elevar su caso a la alcaldía. Al parecer Bernardina
habitante del número 4 de la Calle de la Rana eludía las multas que desde el ayuntamiento
le eran impuestas y conminaba a sus amigas y convecinas a hacer lo propio126. Los
inspectores manifiestan su descontento en la carta en la que manifiestan en varias
ocasiones el escarnio que suponía que la tal Bernardina eludiese el pago de las multas:

“Los inspectores de higiene pública, ponen en conocimiento de la


Alcandía, que Bernardina Escauriza incita a otras mujeres públicas a que no
paguen las multas que se les imponen y hace alarde de tener personas que le
levantan las multas que por faltar al Reglamento le impone la Alcaldía.

Los inspectores de higiene pública especial de esta Villa que suscriben


tienen la honra de poner en conocimiento de V.S, que Bernardina Euscariaza, que
habita en la calle de la rana nº4, va diciendo a sus amigas y vecinas que ella tiene
personas eludiendo al señor gobernador, que le levantan las multas que le impone
el Exmo ayuntamiento y por lo tanto que se ríe de los inspectores que proponen
dichas multas. Esto como v.s comprenderá es un desprestigio muy grande para

126
Al parecer vivía en una zona dedicada principalmente a la prostitución en la que posiblemente se diese
una fuerte competencia.

73
los que suscriben y mucho más por ser de la individua que se expresa por ser la
que con más escándalo infringe el Reglamento.127”

Dios que a V.d guarde

Bilbao 14 de Septiembre de 1889

Una carta dirigida por el jefe de la guardia municipal al alcalde hace de nuevo
referencia a la afrenta que suponían los alardes de esta mujer y alerta del peligro que la
conducta de esta mujer podía suponer. Posiblemente se temiese que su conducta fuese
imitada por otras amas públicas.

Señor alcalde:

“Siendo cierto lo manifestado por los tres inspectores de higiene pública


con esta la segunda vez que recibe……Lo mismo, da lugar a que tengamos como
mismo……por las mujeres que han sido multadas y no se les ha personado. Debo
manifestar a v.d que Bernardina Escauriaza además de jactarse y reírse de
nosotros se dedica tan escandalosamente a la prostitución que no hay casa
pública autorizada que lo haga más y en virtud de esto no será extraño que el día
menos pensado pudiera ocurrir algún conflicto. Además en el mismo piso y casa
hay mujeres multadas y a quienes no se han perdonado las multas y a las cuales
llama tontas porque pagan. En vista de esto v.d dispondrá lo que es oportuno128.”

Dios que a V.d guarde

Bilbao 14 de octubre de 1889

A partir de aquí la documentación muestra un abrupto desenlace, no solo no se le


impuso pena ninguna a esta mujer, sino que un decreto cierra el expediente por haberse
dado supuestamente instrucciones a los inspectores de higiene:

“Decreto: visto y quede sin progreso ulterior este expediente por haberse
dado instrucciones a los Inspectores de higiene respecto a este particular129.”

127
AHDB Bilbao Tercera 0023/055
128
AHDB Bilbao Tercera Op. Cit.
129
AHBD Bilbao Tercera Op. Cit.

74
La documentación deja algunas incógnitas abiertas: ¿Cuáles fueron las
instrucciones dadas a los inspectores?, ¿fue castigada la conducta de esta mujer o por el
contrario se hizo “la vista gorda” ante una situación delictiva?, ¿estamos ante un caso de
tratos preferentes y corrupción?

La única denuncia entre las seleccionadas en la que los denunciantes son los
vecinos de la afectada tuvo en 1905. Aduciendo a las sospechas que circulaban en el
bloque y a las molestias causadas por el paso de personas de vida airada y actitud poco
decorosa, la totalidad de los vecinos del bloque solicitan que se le imponga la pena
correspondiente a la prostitución clandestina y que fuese expulsada del bloque a fin de
que la tranquilidad y la honradez de los habitantes fuesen restauradas de nuevo:

Año 1905: Carnicería vieja 29. Multa a Trinidad López por dedicar su
casa al tráfico de la prostitución clandestina. Los que firman como vecinos que
son de la casa nº29 de la misma calle. Certifican que Doña Trinidad, soltera y que
en la actualidad ocupa el piso tercero derecha, hace algún tiempo que se dedica
a los ejercicios privados por las autoridades encargadas de la higiene admitiendo
en su domicilio citas con personas de vida airada, habiéndose comprobado ya lo
que antecede y dado el aviso correspondiente al que hoy procura dicha habitación
para que la citada señora Doña Trinidad López sea expulsada y castigada como
se merezca con el fin de que en dicha finca pueda reinar la tranquilidad y
honradez de sus habitantes hoy perturbada por las poco decorosas acciones de la
citada. (Firman nueve vecinos). Es multada con 50 pesetas130.

Hay dos noticias que adquieren especial relevancia, una de ellas alude a uno de
los principales temores de la época: el tráfico de blancas131 y otra revela una puja entre
dos formas de entender la prostitución completamente distinta.

Muchas veces las prostitutas trataban de incumplir el reglamento escondiendo a


sus hijos de las autoridades. La prostitución tuvo sin duda una enorme incidencia en el
número de embarazos no deseados y abandonos. Las prostitutas tenían prohibido, por la
influencia perniciosa y corruptora que su ocupación pudiera ejercer, mantener la patria
potestad por lo que los niños terminaban generalmente en inclusas y hospitales

130
Arch. BILBAO CUARTA 0400/005
131
A nivel global puede hablarse de pánico moral. No puede especificarse hasta qué punto era infundado o
no.

75
exceptuando los casos en los que podía hacerse cargo algún familiar. Las condiciones que
acompañaban al embarazo y las del propio abandono hacían mínima la supervivencia de
los niños. Además, la mortalidad infantil en las inclusas durante finales del XIX y
principios del XX era muy elevada, aproximadamente entre un 80-90% de los niños
morían debido a las enfermedades y la desnutrición. Esta situación dio pie a profundos
debates en los que se cuestionó duramente la eficacia de inclusas y hospitales planteando
que funcionaban como una forma de infanticidio encubierto. Sin embargo, lo llamativo
de la siguiente denuncia es que aduciendo al riesgo que suponía la influencia corruptora
de la madre sobre la niña de nueve años con la que vivía, se pide la retirada de la patria
potestad encauzando la denuncia a través del reglamento vigente sobre tráfico de blancas,
es decir que se consideraba a la madre susceptible de terminar prostituyendo a su propia
hija. Posiblemente el temor a la corrupción de menores por parte de su propia progenitora
se debía a la expansión del pánico moral asociado a la trata de blancas, así como a una
especial preocupación por la corrupción del menor expuesto a conductas sexuales
peligrosas. Para Jeffrey Weeks el pánico moral cristaliza temores y ansiedades muy
extendidos enfrentándose a ellos no con ánimo de buscar las causas reales de los
problemas, sino desplazándolos a los “tipos diabólicos” de un grupo social concreto
asociado con la inmoralidad y la degeneración. La sexualidad juega un importante papel
en tales pánicos y los desviados sexuales se convierten en chivos expiatorios132. No
resulta descabellado pensar que las prostitutas fuesen consideradas influencias
perniciosas y por tanto apartadas de sus hijos, como le sucedió a Engracia Ruíz a la que
se privó de la patria potestad:

Año 1906: Calle Mirivilla 27. Denuncia contra Doña Engracia Ruíz por
tener en su compañía una hija de 9 años a pesar de que se dedica al tráfico de la
prostitución. La acusada se dedica a la prostitución clandestina y tiene en su
compañía una hija de 9 años, a la que por malos ejemplos y conducta de su madre
Engracia, se ponía en peligro de corrupción de costumbres, incitándola a malos
hábitos por la educación inmoral que está recibiendo. Resolución del Gobernador
Civil de la Provincia: Como el caso que se denuncia cae de lleno , a juicio de la
alcaldía, dentro de las prescripciones del artículo 171 del Código Civil que
previene que los Tribunales puedan privar de la patria potestad a los padres en

132
Weeks, Jeffrey. Sex, politics and society: The regulation of sexuality since 1800. Longman, 1989, pp
14-15.

76
el caso de que diesen a sus hijos ejemplos corruptos, me veo obligado a trasladar
a v.d por si considerara pertinente (…) del Ministerio Público o Juzgado
Municipal el expediente de Privación de la Patria Potestad (de conformidad a lo
dispuesto en la R. O. de 31 de Enero de 1903, sobre trata de blancas133.

Una de las denuncias más relevantes contaba con varias páginas de duración en la
que las amas de varias casas públicas de renombre en Bilbao denunciaban conjuntamente
las flagrantes violaciones al reglamento de higiene que de forma continua tenían lugar en
las casas de citas. Quienes suscribían esta denuncia eran las amas de casas de mancebía
con pupilas internas en oposición a las amas de casas de citas o de recibir134.

De forma muy extensa y adoptando el mismo lenguaje censurador y moralista que


a menudo las clases burguesas empleaban para hablar de ellas mismas, denunciaban las
prácticas de las amas públicas pertenecientes a la segunda categoría del reglamento. Las
conductas que consideraban reprensibles eran las siguientes:

- Albergar prostitutas sueltas, es decir; no inscritas en las cartillas.

- Admitir a prostitutas sin un reconocimiento médico previo y


ocultarlas al médico higienista.

- Asomarse a ventanas y balcones, reunirse a la puerta de los


burdeles y abordar a los transeúntes.

La denuncia emplea un lenguaje barroco y elogia ampliamente el contenido del


reglamento. Además, remarca el cumplimiento estricto de la normativa vigente y el pago
de cuantas tasas y gabelas les eran requeridas. Pueden apreciarse dos formas de ejercer la
prostitución opuestas entre sí. Las casas de pupilas internas estaban precedidas por siglos
de tradición y respondían a un sistema de tipo gremial, mientras que las casas de citas o
de recibir, con mayor facilidad a la hora de incurrir en la prostitución ilegal, eran las
representantes del advenimiento de un modo de producción capitalista asociado a la
aparición de la modernidad. A pesar de la explotación económica a la que estaban
sometidas las prostitutas alojadas como pupilas, las limitaciones y de las posibles
tensiones que pudieron surgir entre ellas o entre ellas y sus proxenetas, el prostíbulo suplía

133
AHDB BILBAO QUINTA 0463/073
134
Adscritas las amas de casas de mancebía con pupilas internas a la primera categoría recogida en el
artículo 8º del reglamento de higiene especial y adscritas las amas de casas de citas o de recibir a la segunda
categoría del Reglamento de Higiene de la Villa de Bilbao.

77
muchas veces las redes familiares de las que estas mujeres carecían. Sin embargo, la
libertad de movimiento y un mayor beneficio económico llevó muchas veces a que las
pupilas decidiesen abandonar la seguridad del burdel para aventurarse en el mundo de las
casas de citas y los pisos de alquiler, que las alejaba definitivamente del sistema familiar
que distinguía la organización socioeconómica de las clases obreras y aumentaba
sustancialmente la peligrosidad de su oficio. Además, el sistema del lupanar cayó
gradualmente en desuso. Un observador francés señalaba que “El lupanar había sido
víctima de un cambio de gusto del consumidor. El público ha perdido su apetito por los
recursos que se le ofrecen oficialmente135”. Por lo tanto y a pesar de las continuas
alusiones a la higiene y la moral, así como al peligro que suponían las enfermedades
venéreas, lo que realmente preocupaba a estas amas públicas no era sino la competencia
económica a la que se veían forzadas a hacer frente y especialmente al trasvase de pupilas
internas a este tipo de establecimientos que estaba minando sus recursos económicos.

Sr Alcalde de esta Villa de Bilbao:

Las que suscriben, amas de casa de mancebía de esta I. villa, matriculadas


en el Exmo Ayuntamiento, que regentan pupilas internas y corresponden por lo
tanto al grupo primero clasificado en el artículo 8º del Reglamento de higiene
especial de Bilbao, se permiten molestar por un momento la atareada atención de
V.D para exponer a su muy digna y celosa Autoridad, con la mayor consideración
y respeto, los abusos escandalosos en que diaria y repetidamente incurren las
amas de casa de recibir o de citas que pertenecen al grupo segundo en el capítulo
3º del denotado reglamento determinado así como las prostitutas externas o
sueltas que acuden a los establecimientos de aquellos , con ofensa todas de la
moral pues traspasan el decoro público, infringiendo abiertamente las
disposiciones municipales a las que, como las inscritas, están sujetas,
perjudicando nuestros intereses amparados al fin y al cabo por un bien meditado
reglamento que lleva todo el carácter y respetabilidad de una ley, y poniendo en
peligro finalmente cuanto de sagrado y atendible ha procurado salvar esta

En primer y principal lugar, nosotras, Señor Alcalde, rindiendo el debido


culto al Reglamento que la previsión de Vd. nos ha impuesto, nos sometemos de
verdad y con el mayor celo a que en nuestros establecimientos se practiquen los

135
Walkowitz, Judith. Sexualidades peligrosas. Op. Cit, pp 402-403.

78
reconocimientos encomendados al Señor Médico Delegado de Higiene; llevamos
con todo rigor y exactitud los libros de registro, estamos provistas de nuestra
correspondiente licencia; las casas que habitamos y en las que damos pupilaje a
las internas, son capaces y bien ventiladas, para lo que nos imponemos cuantiosos
sacrificios pecuniarios; cuidamos, sin cometer la más mínima tolerancia, de que
las alumnas no estén en los balcones y ventanas de las casas; que guarden siempre
la debida compostura y menos el que se reúnan en las puertas; satisfacemos
puntualmente las cuotas que se nos ha señalado; y en una palabra, cumplimos con
todas las prescripciones reglamentarias, cuidando del exterior recato, sosiego y
tranquilidad que garantiza la imposibilidad del más pequeño escándalo, ¿y en
cambio , que hacen las amas de recibir o de citas y las externas sueltas que acuden
a estas casas?, ¿cuál es su conducta?, ¿Cuáles sus procedimientos?. Da
vergüenza referirlos. Sin embargo, como nuestro deber es el denunciarlo, hemos
de decirlos.

Hay casas de citas que viven en el más misterioso sigilo, encubiertas por
quienes debieran de vigilarlas y descubrirlas. Hoy, apenas hay en Bilbao (es
público) calle donde no se halla instalado alguno de estos antros de la más
sublime hipocresía, donde la virtud de la mujer sufre los verdaderos ataques,
donde todo se opera fuera de la acción gubernamental de las autoridades, y donde
Dios sabe los males que puedan emanar. No por eso dejan de ser lugares de
prostitución real y efectiva, que en absoluto burlan los propietarios que tienden a
repudiar las consecuencias funestas de su vida, más peligrosa cuanta menos
franca es. Y hay casas de citas y recibo, que, si bien resultan sujetas al reglamento
municipal de higiene pública porque oficialmente están calificadas como tales,
tienden a albergar en ellas pupilas o prostitutas sueltas, y además admiten otras
que nunca han sufrido reconocimiento, así que sus nombres no aparecen
registrados en el libro especial de la casa, ni en el del médico higienista, al que
se le oculta.

Pero no es esto lo peor, ni el móvil que ha impulsado a las que suscriben


a recurrir en queja ante la justificación notoria de Vd. (…)

El gran mal, el daño que penetra hasta en lo más recóndito de los dobles
respetos, que es el propósito de la vigilancia reglamentaria, está en las
consecuencias que ha producido y producen las libertades que se toman
79
(contrariando ordenanzas y escarneciendo lo preceptuado) las amas de las casas
clasificadas con el nombre de casas de recibir o de citas a donde concurren hoy,
no solamente las externas, sino las que siempre han sido internas y dejan de serlo
para tomar este nominativo y vivir a sus anchas, en vista de la impunidad que
parece se las otorga fuera de los loables esfuerzos de las dignas Autoridades. Este
mal es el siguiente: Las prenombradas casas de citas y Aparecen estas en los
balcones o ventanas según les place, se reúnen con las mismas amas en las puertas
de dichas casas y no solamente llaman a los transeúntes haciendo proposiciones
indecorosas y publicando su mercancía, sino que continuamente ocurren casos de
forzarlos (en el sentido de guiar a los hombres a las casas de las “exponentes”)
cogiéndolos del brazo y llevando a sus lupanares a quien o quienes se habían
dirigido a nuestras casas. ¿Y qué resulta de todo esto?: Lo que no puede menos
de suceder, que nuestros intereses y el de nuestras pupilas se perjudican,
fomentándose el de las que infringen los reglamentos; que esto consentido o
tolerado, produce mayor ganancia con más libertad a las pupilas que emigran de
nuestras casas para convertirse en prostitutas libres de casas de citas, que
nosotras, que pagamos nuestra contribución, matrículas y rentas para tener
albergues higiénicos y reglamentarios y que no traspasamos un ápice de lo
ordenado, sufrimos toda clase de gabelas (…) y que por último todo esto trae
aquellas propagaciones funestas en el mal de la prostitución que se quiere evitar
en su vigilancia, sin que sea nada exagerado vaticinar que si a tamaños y tan
perjudiciales abusos no se pone un pronto y fuerte correctivo, es bien seguro que
Bilbao en breve se verá invadido por una perniciosa plaga conocida por
enfermedad venérea y calificado como la Babilonia moderna bajo el punto de
vista de la prostitución que no se recoge en las vallas de la decencia y del público
decoro136.

Finalmente debe señalarse la aparición de denuncias y multas en las que se


documenta una hostilidad mayor hacia los médicos higienistas e incluso se registra una
actuación violenta contra un inspector de higiene pública por parte del dueño de una casa
de huéspedes en la que al parecer se ejercía clandestinamente la prostitución. Las fechas
son más bien tardías, dándose en 1890 la primera denuncia formal en la que se acusa a un
ama pública de infringir el reglamento hablando irrespetuosamente al médico que debía

136
Expediente: desconocido/traspapelado. Transcrito directamente.

80
practicar un reconocimiento ordinario a sus pupilas sin que se recoja la causa del
conflicto:

Señor alcalde de esta villa

“Visto el precedente oficio, resultando que Amparo López, dueña de la


casa de prostitución establecida en la calle de la Fuente nº 9 se dirigió al
médico higienista con palabras poco respetuosas en el acto de reconocimiento,
infringiendo por tanto los artículos 20 y 22 del Reglamento de higiene pública
especial de esta villa, vengo en confirmar la multa de quince pesetas impuesta
por los inspectores de higiene. Pase este expediente al jefe de la Guardia
Municipal para que proceda a la exacción de la indicada multa, haciendo
entrega a la interesada de la certificación autorizada de este decreto137.”

11 de Enero de 1990

Son varias las denuncias en las que los médicos higienistas daban parte del
tratamiento irrespetuoso al que amas públicas y pupilas les habían sometido durante las
visitas ordinarias. Aunque generalmente en la documentación no se recogían los insultos
que estas hubieran podido proferir al facultativo, en algunos casos si aparece la causa del
conflicto:

Señor Alcalde de esta villa

Decreto:

“Visto el precedente oficio, resultando que Ramona Corrales, ama de la


casa de prostitución sita en la calle de la encarnación nº1, se valió de palabras
indecorosas ante el señor médico higienista en el acto del reconocimiento por
haber dado de baja a una de sus pupilas para que ingresara en el Hospital Civil,
infringiendo por lo tanto en el artículo 20 del Reglamento de higiene especial,
vengo en confirmar la multa de veinticinco pesetas impuesta por los Inspectores
de higiene.

137
AHBD BILBAO TERCERA. 0027/049.

81
Pase este expediente al jefe de la Guardia Municipal para que proceda a
la exacción de la indicada multa, haciendo entrega a la interesada de certificación
autorizada de este decreto138.”

21 de Enero de 1990

No puede saberse a ciencia cierta que motivó el enfrentamiento con los médicos
higienistas, es posible que se ejerciese de pronto una mayor presión sobre amas y
prostitutas en el cumplimiento del reglamento y que esto motivase su descontento.
También pudo darse por el contrario una pérdida de autoridad por parte del Negociado
que multiplicó la antipatía hacia un sistema de control incapaz de hacer frente a los nuevos
entretenimientos sexuales que escapaban a la lógica del burdel. Otra duda que suscitan
los insultos de estas mujeres hacia médicos e inspectores es la posibilidad de que estos
abusasen de su autoridad coaccionando o ejerciendo algún tipo de violencia contra ellas.
De haberse dado este tipo de abuso, no quedó ningún rastro documental del mismo.

En último lugar se recoge una agresión física al inspector de higiene especial Don
Blas Osés cuando vigilaba una casa de huéspedes de la calle Ronda sobre cuyo dueño
recaían las sospechas de los inspectores de higiene. El dueño de la mencionada casa de
huéspedes agredió de forma violenta al inspector hasta el punto de que este último se vio
obligado a guardar cama:

Expediente: Agresión al Inspector de higiene pública especial D Blas Osés


(1910)

“Pongo en conocimiento de v.d, que a las diez de la noche de ayer y en


ocasión de estar vigilando (por tener conocimieto de que se dedicaba a la
prostitución clandestina) la casa de huéspedes sita en la calle de La Ronda nº 8,
fue agredido brutalmente Don Blas Oses, por el dueño de la misma produciéndole
lesiones que le obligan a guardar cama139.”

Dios que a usted guarde

Bilbao a 2 de Mayo de 1910

Señor Alcalde del Exmo Ayuntamiento de Bilbao:

138
AHBD BILBAO TERCERA, 0027/052.
139
AHBD BILBAO PRIMERA, 0341/010.

82
------------------- puesto que interviene el juzgado en el asunto

Firmado el alcalde.

Llama en primer lugar la atención que el agresor es un hombre en cuyo negocio


se ejercía clandestinamente la prostitución140. El expediente no especifica con claridad
las circunstancias en las que se produjo la agresión contra el inspector de higiene, en
cualquier caso, la brutalidad del ataque perfila una figura cercana al “chulo”, matón o
incluso delincuente. Un hombre que tal vez no dudó en usar la violencia contra las
mujeres que trabajaban a su cargo, aunque esto son meras especulaciones. Este caso que
sin duda despertó la alarma de las autoridades fue por su naturaleza, derivado a un
juzgado.

Sería necesario ampliar el espectro de denuncias seleccionadas para llegar a


conclusiones más cerradas. No obstante, el elevado porcentaje de denuncias por parte de
celadores nocturnos o inspectores de higiene pública se debe sin duda a la preocupación
de las autoridades por adecuar la Villa a las expectativas de ciudad moderna de la época,
imitando a Madrid, Barcelona y a otras capitales europeas. Pretendía asegurarse la
segregación de las prostitutas en determinados barrios para evitar la propagación de
enfermedades venéreas y de mantener el decoro y el orden moral en el espacio público.
El celo de las autoridades en la persecución de los comportamientos irregulares y de la
sexualidad de las clases trabajadoras llevó a que muchas veces las denuncias fuesen
retiradas tras las quejas de la denunciada por tratarse de meras sospechas o por no ser
posible demostrar que la afectada se dedicase al tráfico de la prostitución, al fin y al cabo
la actitud natural era la negación para evitar los rumores141. Los seis recursos de alzada
del archivo administrativo fueron desestimados por las autoridades remarcando el control
ejercido desde el Negociado de higiene sobre la actividad.

140
Generalmente eran mujeres quienes regentaban los locales de prostitución, en los registros de mancebías
de la villa puede verse que todas las casas de tolerancia tenían un ama pública al frente. Sin embargo, la
figura de chulos y proxenetas va cobrando fuerza al margen de la legalidad. La diversificación de la oferta
prostitucional conllevó una progresiva extinción de las relaciones entre amas y pupilas, así como una
efectividad cada vez menor de las estrategias de control.
141
Muchas de las mujeres que se dedicaban a la prostitución decidían hacerlo clandestinamente no sólo
como una forma de esquivar el pago de tasas, sino con el fin de asegurar una respetabilidad que
posteriormente les permitiese contraer matrimonio.

83
5.4. Una geografía de la prostitución

“El auge de la prostitución estuvo en Bilbao propiciado por su carácter de


puerto de mar, la llegada de cientos de obreros que venían solos o la existencia del
cuartel de Garellano, que estaba en la calle San Francisco. Pero abundantes
referencias literarias--de Unamuno, Zugazagoitia, Prieto...--confirman cómo también
hombres de las clases medias y acomodadas acudían a las casas de citas, sin graves
críticas de los curas. ¿Una sociedad hipócrita? Hasta cierto punto. Existía una doble
moral, pero las autoridades afrontaron los problemas derivados de la prostitución e
intentaron encauzarlos. Ni la reprimieron ni ocultaron que existía”

Manuel Montero. El Correo 12/7/98

El Bilbao del siglo XIX estaba conformado por el Casco Viejo142 que a su vez
incluía los barrios del Mercado, el primitivo núcleo urbano de las Siete Calles y el de
Santiago. El moderno ensanche, cuyo primer proyecto se remonta a 1801 fue inicialmente
un proyecto de la anteiglesia de Abando, por aquel entonces vecina y rival de Bilbao. Sin
embargo, hasta 1876 no comenzó la edificación del Ensanche de Abando. Con su
construcción Bilbao se expandiría definitivamente en la margen izquierda de la Ría
abarcando San Vicente, San Mames y los arrabales —San Nicolás, Atxuri y Bilbao la
Vieja— y barrios obreros —San Francisco, Cortés y Zamakola— albergaban la práctica
totalidad de la oferta prostitucional bilbaína salvo algunos enclaves clandestinos
camuflados como tabernas y casas de Txakolí repartidos entre Amezaga y Alameda de
San Mames y algunas casas de tolerancia repartidas a lo largo de la Gran Vía. Los datos
aportados por las secciones de higiene especial de las anteiglesias de Abando y Begoña
no se abordarán en este trabajo. Conviene sin embargo ahondar brevemente en las
relaciones que históricamente ha mantenido Bilbao con las Anteiglesias colindantes, dado
que la relación la vecina anteiglesia de Abando, más tarde anexionada, fue siempre tensa:
“Las relaciones no siempre han sido satisfactorias, produciéndose en más de una ocasión
discordias y situaciones embarazosas difíciles de solventar de una manera pacífica y

142
Parte antigua de la ciudad de origen medieval.

84
estimulante para ambas partes. Sea por razones políticas, económicas, sociales o
territoriales la polémica siempre estaba servida. Es de destacar además que estas
relaciones eran en todo momento relaciones de poder, de primacía de Bilbao como villa
jurídica y administrativamente privilegiada sobre municipios sujetos a las Leyes
generales del Señorío en el antiguo régimen143.”

La prostitución en Bilbao tenía un carácter muy definido incluso geográficamente


y desde los inicios del siglo XIX se diferencian dos importantes focos económicos que
precisaban de abundante mano de obra: las minas y el puerto. Ambas zonas, en las que
primaban los trabajos temporales, mejor pagados que los fijos, atrajeron pronto
mancebías, casas de citas y un número posiblemente mayor de prostitutas clandestinas
atraídas por una enorme cantidad de hombres solteros e inmigrantes deseosos de gastar
su jornal. Repudiada, degradada, pero al mismo tiempo deseada, la prostituta ocupaba
una posición simbólica dentro del paisaje urbano. Constante fuente de riesgo y contagio
para los transeúntes masculinos y ejemplo corruptor y pernicioso para las mujeres
decentes, la mujer caída ilustra a la perfección, como señala Walkowitz, la paradoja citada
por Stallybrass y White, de que “lo que es socialmente periférico es, con gran frecuencia,
simbólicamente central144”. Para las clases medias residentes en Arenal y Ensanche, la
cercanía de minas y atestados barrios obreros suponía una grave del orden cívico. El
interés oficial hacia la prostitución como forma peligrosa de actividad sexual y la
aprobación de una regulación que convertía los cuerpos de los trabajadores pobres y
especialmente los de las mujeres en “foco de plagas”, iba mucho más allá de la
supervisión sanitaria periódica de las prostitutas corrientes145. La regulación
estigmatizaba y señalaba a la prostituta, impidiendo una posible solidaridad de clase entre
ellas y la comunidad de trabajadores pobres en la que estaban insertas. De esta forma se
establecía una clara división entre los pobres considerados respetables y los no
respetables. Igual que las calles y tugurios de los que procedía, “la prostituta lleva consigo
el fuerte olor de las masas con sus perturbadores mensajes de intimidad evocando la

143
Surgimiento y notas referentes a la Villa de Bilbao, pp 12-13.
144
Stallybrass, P., & White, A. The Politics and Poetics of Transgression. Ithaca: Cornell University Press.
1986.
145
Walkowitz R, Judith. La ciudad de las pasiones terribles. Narraciones sobre peligro sexual en el
Londres victoriano, pp 58-61. Ediciones Cátedra, Universitat de València, Instituto de la mujer.

85
memoria sensorial de los cuerpos resignados que satisfacían las necesidades físicas de los
varones de clase alta en los barrios respetables146”.

Mapa de la prostitución en Bilbao. Elaboración propia a partir de las denuncias conservadas en el


Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia y plano catastral de Bilbao. En verde Atxuri y calle de la
Fuente (actual Iturribide), en amarillo Barrio de la Palanca (Cortes y San Francisco) y en rosado, el núcleo
de Mirivilla/Bilbao la Vieja.

Existieron dos focos muy cercanos dedicados a la prostitución cuya cercanía y


concentración facilitaba el transito tanto de clientes como de las propias prostitutas: el
foco de Cantarranas- Bilbao la Vieja y el de Dan Francisco, Cortés, Mirivilla y la Fuente.
Por el contrario, la margen derecha de la ría solo contaba con un foco prostitucional; el
barrio de la Encarnación. En este mapa de elaboración propia se han situado las
principales concentraciones de prostitución de la Villa de Bilbao divididos por barrios.
Apréciese el mayor peso de la margen izquierda, en la que destacan dos focos: En color
rosado la mayor concentración, situada en la zona de Mirivilla —enclave estratégico por
excelencia dada la cercanía de las minas, el cuartel y la estación de ferrocarril— y en
amarillo la conturbación urbana de Bilbao la Vieja- Cortés- San Francisco, popularmente
conocida como “la Palanca”. En la margen derecha de la Ría y en tono verde, el Barrio
de la Cruz y la calle Fuente. Si bien la margen izquierda comprendía los barrios obreros

146
Corbin, Alain.” Commercial sexuality in Nineteen- Century. France: A system of images and
regulations”, pp 212-213, Representations 14, 1986.

86
de Bilbao y en la calle Correo el periódico “La lucha de Clases” denunciaba la existencia
de prostitución clandestina destinada a la burguesía, no debe polarizarse la distribución
del comercio sexual en Bilbao como un antagonismo margen izquierda/margen derecha.
Hubo casas de primera clase en el obrero barrio de Bilbao la Vieja y la modernización
pobló precisamente esta parte de la ciudad de cosmopolitas music-halls y cafés de
variedades en los que se entremezclaban todas las clases sociales. La ausencia de los
militares con el abandono del cuartel de San Francisco, tradicional foco de prostitución
no desplazó casas de citas y mancebías, por el contario los congestionados barrios obreros
de Bilbao la Vieja y San Francisco, cercanos a las minas de Mirivilla, se consolidaron
como embrión del socialismo vasco y como dos de los principales focos de la geografía
prostitucional bilbaína. Los barrios de las Cortes y San Francisco presentaban los índices
más altos de mortalidad de la villa y albergaban a un número considerable de agentes,
testigos de escándalos públicos relacionados generalmente con la prostitución, la venta
de alcohol o riñas y pendencias menores147.

A la calle paralela a Cortes, se la conocía popularmente como “la Palanca”, lo que


probablemente se debía a los obreros que lo recorrían con sus palancas y barrenas para
extraer el mineral, aunque también se asimila a la palangana que empleaban las prostitutas
para asearse y enjuagarse después de cada servicio. El despegue de este barrio debe
situarse sobre 1875, por saturación de Bilbao la Vieja. Además de mancebías, las calles
de la Palanca albergaron espectáculos de zarzuela y variedades, como el Teatro Romea,
que daba a la calle Gimnasio148. El número de casas de lenocinio en Bilbao rondaba
treinta, pero el número de prostitutas matriculadas era menor que el de aquellas que
ejercían clandestinamente la prostitución en los mismos barrios, calles e incluso portales
que sus compañeras matriculadas. Así mismo existía una prostitución destinada a las
clases trabajadoras y especialmente a los inmigrantes solteros deseosos de gastar sus
jornales, claramente diferenciada de las distinguidas mancebías a las que acudían los
burgueses. El periódico La Lucha de Clases situaba en el Casco Viejo y concretamente
en la calle Correo el segundo foco: “Hay en Bilbao dos tipos de prostitución: una, la
clásica, para el proletariado y otra para los burgueses, que tiene su mejor mercado en la
calle Correo. Allí acuden modistillas, planchadoras, sombrereras, cigarreras, y tantas

147
Vergara, Andoni. Delincuencia, agentes urbanos y prostitución en Bilbao a finales del siglo XIX.
Bidebarrieta, 2012.
148
Izarzelaia Izaguirre, Arturo; Uriarte González, Txema: El Barrio de las Cortes. Una historia de la
palanca bilbaína, Gite-ipes, Bilbao, 2007.

87
otras más, atraídas por las falaces palabras de los corrompidos burgueses, forman el paseo
mujeril nocturno de la burguesa calle, y allá van en tropel, como las moscas del cuento,
toda esa falange de señoritos desvergonzados, hábiles sólo en el arte de engañar
muchachas149.

El mapa de elaboración propia muestra en verde claro las calles en las que se
situaban las casas de tolerancia con pupilas internas y el barrio de Bilbao la Vieja, rodeado
por un círculo del mismo color. Triángulos rojos para los domicilios en los que se ejercía
clandestinamente la prostitución y triángulos en color verde para las dos casas de citas
que aparecen registradas como tales. La prostitución se ejerció, clandestina o legalmente,
en ambas márgenes del Nervión, aunque el volumen de casas de tolerancia y prostíbulos
se enclavaba estratégicamente en la margen izquierda, posiblemente debido a la cercanía
del cuartel de Garellano y a las minas de Mirivilla. Como puede apreciarse en el mapa,
para cuya elaboración se han tomado las direcciones aportadas en los anexos y otras
extraídas de la bibliografía, el comercio sexual en Bilbao se situaba en enclaves muy
determinados, la prostitución callejera nunca alcanzó el volumen de ciudades como
Madrid o Barcelona y en general las autoridades pudieron controlarla sin que perturbase
excesivamente el centro institucional de la villa o los cercanos barrios del ensanche
burgués. La cercanía de la estación de ferrocarril y el puerto implicaba además un
continuo tránsito de marineros y viajantes, figuras habituales de burdel.

149
La Lucha de Clases.

88
Mapa de la prostitución de Bilbao. Elaboración propia a partir de denuncias y registros de
mancebías legales conservadas en el Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia y plano catastral de
Bilbao. En rojo aparecen los lugares de prostitución clandestina y en amarillo las calles en que había locales
de prostitución legalizada (mancebías públicas). En azul se identifican las casas de citas.

No es posible reconstruir con exactitud la disposición de la totalidad de las casas


públicas, de recibir, domicilios particulares y fondas o casas de Txakolí en las que se
ejercía la prostitución. Sin embargo, la sección de higiene especial ofrece direcciones
útiles para aproximarse a la geografía del vicio en el casco antiguo. Las denuncias por
infracciones al reglamento vienen siempre acompañadas de una dirección y el acopio de
un número significativo de denuncias de prostitución clandestina permite situar en el
mapa los domicilios en los que se practicaba la prostitución al margen de la
reglamentación. Además, El hallazgo de un documento que acompañaba el duplicado del
reglamento de higiene de 1894 en el que se recoge la relación de las casas de prostitución
en la Villa y los nombres de las amas a su cargo resulta enormemente útil para comparar
los espacios ocupados por ambos tipos de prostitución150. A lo largo de las primeras
décadas del siglo XIX el burdel evoluciona y se reinventa importando elementos
procedentes de América como los cafés cantantes con orquestina, (los cafés danzant) y el
cabaret. La popularidad de estos novedosos espectáculos se mantendría incluso durante
la II República a pesar de que en 1935 se hubiese decretado la abolición de la prostitución.
Indalecio Prieto recogía en sus memorias la existencia de dos casas, centros de
sociabilidad masculina, en las que también se ejercía la prostitución: Casa Adela y Casa
Amparo. Estas dos mansiones se situaban en el barrio del Cortés y eran escenario de bailes
y citas entre prostitutas y clientes. La muerte de Amparo y la retirada de Adela, triste por
el abandono de uno de sus amantes, supusieron el fin de una era. La casa de Amparo fue
traspasada a dos nuevas amas, Milagros y Pilar la Tumbona, quienes trataron de continuar
con el negocio de sus predecesoras sin mucho éxito. Los tiempos habían cambiado y
pocos hombres pertenecientes a las clases medias se atreverían a frecuentar direcciones
poco recomendables en pleno casco antiguo. Lo que las llevó a trasladar su negocio a las
afueras de la villa, concretamente a Deusto, donde construyeron un lujoso chalet al que
denominaron Happy Hotel y que gozó de un éxito sin precedentes. La cercanía de la
estación de tren garantizaba la discreción, pero la fama del establecimiento hizo que

150
Véase anexo.

89
terminase siendo clausurado por el gobernador151. A pesar de que las fuentes abordadas
por este trabajo no rebasan de 1916, conviene recordar que a partir de los 30 las
diversiones de diversificaron y la mancebía tradicional fue sustituida por establecimientos
que combinaban bailes atrevidos, salas de juego y espectáculos e incluso café y
restaurante, a semejanza de cualquier club de caballeros. El Concert las Columnas,
situado en el número 17 de la Calle Cortes se convirtió en uno de los más cosmopolitas y
renombrados music-halls de la ciudad. El Casino de los Artistas, que incluía orquesta de
jazz y cena con baile desde las dos a las seis de la madrugada era otro de los cabarets más
conocidos. El Petit Moulin Rouge, a imitación del original, ofrecía espectáculos picantes
en los que las “molineras” bailaban enseñando las piernas. Bataclán, Café de las Delicias
y Kursaal entre otros completaban el mapa de la diversión nocturna en Bilbao ofreciendo
sesiones de varietés en los que se ofrecía una prostitución más o menos encubierta152.

151
Izarzelaia Izaguirre, Arturo; Uriarte González, Txema: El Barrio de las Cortes. Una historia de la
palanca bilbaína, Gite-ipes, Bilbao, 2007.
152
Villa, Imanol: Bilbao. Crónicas de una ciudad inmortal, Txertoa, Donostia, 2007.

90
5.5. Perfiles sociales de los actores del mercado prostitucional: Las
cartillas de inscripción

La población analizada para este estudio ha sido la de cien mujeres elegidas al


azar entre cientos de miles de nombres cuyos datos han sido extraídos de las cartillas en
las que estaban obligadas a darse de alta cuando comenzaron a ejercer la prostitución de
forma legal y regularizada entre 1898 y 1904. Las cartillas recogían el nombre, la edad,
la procedencia y el oficio anteriormente desempeñado por estas mujeres, así como otras
observaciones de interés153.

Edad y lugar de procedencia de las prostitutas registradas por la Sección de Higiene Especial.
Elaboración propia a partir de Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia

La edad permitida para la iniciación de las pupilas fue subiendo con el tiempo y
terminó siendo de veintitrés años, sin embargo y como puede apreciarse en la gráfica, la
iniciación era bastante más temprana. La veintena sin embargo era un momento de
incorporación muy habitual dándose las tasas más altas entre los veinte y los veinticuatro,
momento en el que descendía el volumen de forma gradual, aunque la vida laboral de
estas mujeres llegaba en muchos casos a alargarse hasta la treintena, aunque no era lo más
habitual. Muchos son los factores que permiten explicar una trayectoria tan reducida:
algunas de ellas posiblemente enfermaban y contraían enfermedades de transmisión

153
Las cartillas incorporaban un exhaustivo seguimiento de los movimientos que realizaba la prostituta:
viajes y desplazamientos a otras ciudades, estancias en el hospital y traslados de domicilio.

91
sexual que tal vez pudieron acabar con su vida, otras y especialmente las que se retiraron
del tráfico con una edad temprana contrajeron matrimonio o bien encontraron otro trabajo
que permitió su subsistencia, algunas continuarían desempeñando otro tipo de tareas en
los burdeles y tal vez con los años pasaron a convertirse en amas públicas. Por otra parte,
poco se puede desentrañar de un escueto apunte en el que se registra la retirada del tráfico.
Otro dato habitual que jalona muchas veces el apartado de observaciones es el de huida,
al que siguen continuos cambios de dirección. ¿Huían de las inspecciones sanitarias
pasando por tanto a la clandestinidad?, ¿lo hacían por el contrario para evitar los abusos
de las amas públicas y ejercer de modo autónomo en casas de citas?, ¿o bien estaban
siendo coaccionadas por sus proxenetas y se cumplía uno de los mayores temores de la
época, el tráfico de blancas?

Volviendo a la gráfica, lo que a primera vista puede advertirse es que el número


de prostitutas foráneas triplica al de las autóctonas. En rojo oscuro las foráneas entre las
que he incluido el amplio contingente conformado por las prostitutas navarras, en un tono
más claro las autóctonas entre las cuales he incluido varios casos de mujeres francesas
que no obstante pertenecían al País Vasco francés.

Se conjugan varios factores como la llegada no solo de contingentes familiares


sino de un número relevante de mujeres solteras y muy jóvenes que llegaban del campo
en busca de trabajo y una vida mejor. La población de Bilbao aumentó de forma
significativa debido al desarrollo económico e industrial y como es lógico la demanda de
comercio sexual lo hizo paralelamente. Pero a lo que podría inducir esta estadística sin
una segunda lectura es a pensar que las mujeres vascas apenas se prostituían y que las
bilbaínas eran las que menos lo hacían. Es probable que la ausencia de una red familiar
fuerte llevase a muchas foráneas a la prostitución y que al mismo tiempo les diese una
independencia para tomar decisiones propias con la que las jóvenes autóctonas no
contaban. Una de las cartillas aporta un dato muy ilustrativo referente a una joven de
veinticuatro años de Lekeitio, cuya profesión anterior había sido la de sirvienta y a quien
su familia recogió y retiro del tráfico. ¿Sabían las familias de las mujeres procedentes de
Madrid, Galicia o Extremadura la ocupación de sus hijas?, ¿y las familias de francesas,
cubanas e incluso tangerinas? Posiblemente desconocían la situación de sus hijas y con
seguridad muchas familias habrían actuado igual que la de esta joven de Lekeitio de la
que dada la cercanía terminarían llegando rumores a su localidad natal. Quizá muchas
mujeres vascas practicasen la prostitución o tal vez no, pero seguramente y al igual que

92
las mujeres foráneas se desplazasen a otras ciudades para escapar de los rumores, gozar
de cierta independencia e incluso casarse a su vuelta sin poner en riesgo su virtud o ser
víctimas de habladurías. Otro dato importante que puede acercar al motivo que abocó a
estas mujeres a la prostitución es la profesión desempeñada con anterioridad. Por lo
general las prostitutas provenían de un segmento socioeconómico bajo y muchas veces,
como señala la gráfica en la que se recoge edad y procedencia, procedían de contingentes
inmigratorios recientes, aunque también podían ser hijas de trabajadores urbanos en
declive. Walkowitz señala que estuvieran fijas en un sitio o bien deambularan, formaran
parte de una organización elaborada o fueran meramente ocasionales o improvisadas, en
cualquier caso, las prostitutas eran las hijas no cualificadas de las clases no cualificadas.
Algunos médicos higienistas llegaron a sostener que ciertas profesiones estaban
predestinadas al ejercicio de la prostitución. Efectivamente el servicio doméstico y el
sector textil (costureras, modistillas y planchadoras) eran frecuentemente el punto de
partida para la prostituta. Casualmente eran profesiones precarias, el jornal era mínimo y
existía una enorme competencia ocasionada por la influencia de mujeres inmigrantes.

De la muestra estudiada en un 72% de los casos esta profesión había sido la de


sirviente aunque tradicionalmente entre las cargueras de puerto se hubiese alternado el
desempeño de una prostitución de supervivencia en momentos puntuales o que en algunos
casos el origen hubiese sido el sector textil o que hasta el momento no hubiesen
desempeñado un trabajo remunerado (un nada desdeñable 9% de los casos estudiados),
la profesión más habitual para las mujeres solteras fue siempre la de sirviente, y la llegada
masiva de inmigrantes castellanos y de otras zonas de España llevó a un acrecentamiento
de la oferta que superaba con creces a la demanda. Habitualmente las familias adineradas
bilbaínas habían contratado a sirvientas de su confianza que envejecían a su servicio en
el caso de que no contrajesen matrimonio. Cuando la sirvienta era foránea el paternalismo
desaparecía, los lazos se debilitaban, los sueldos decrecían y era habitual que acabasen en
la calle si su rendimiento o utilidad práctica no era el esperado. Además, no pueden
omitirse los frecuentes abusos por parte del señor o el señorito de la casa que solían acabar
con embarazos no deseados, la expulsión de la criada y el abandono del niño en la inclusa.
A pocos trabajos podían aspirar estas mujeres a las que el escándalo precedía y con
frecuencia terminaban ejerciendo la prostitución y confirmando la etiqueta de
inmoralidad que se les había adjudicado.

93
Clasificación de la profesión ejercida anteriormente por las prostitutas registradas por la Sección
de Higiene Especial. Elaboración propia a partir de Archivo Histórico de la Diputación de Bizkaia

Resulta curioso que las propias élites, ideólogas de un sistema de control que
registraba todos los aspectos de la vida de las clases subalternas y posiblemente
consumidoras de los mismos cuerpos que estigmatizaban, no dejen otra huella en el
registro más allá de las firmas de inspectores y secretarios del ayuntamiento. No hay nada
semejante a los registros en los que se certificaba la salud de las mujeres públicas para
los clientes. No debían dar cuenta de sus idas y venidas al Negociado de Higiene, no se
vigilaba su conducta y tampoco estaban obligados a realizarse revisiones íntimas. El
sistema regulacionista protegía la identidad del cliente, como trataba de proteger su salud
controlando la de las prostitutas, a las que se encerraba forzosamente en hospitales y casas
de corrección para evitar posibles contagios. Realmente a las autoridades les traía sin
cuidado la salud de las mujeres públicas, otra cosa era el contagio de amplias capas de
población, especialmente las más elevadas socialmente. Como argumentaba en 1934 un
venereólogo e higienista en 1934: “El temor a los reglamentos, a la hospitalización
forzosa y a la Policía, es dentro de la prostitución clandestina lo que más aleja a las
mujeres sospechosas o declaradamente enfermas, del trato asiduo con las instituciones
sanitarias… y así no podemos evitar la contaminación del dicho mal en el estudiante, en
el militar, en el dependiente, en el casado, en el comerciante, y jamás llegaremos a evitar
la contaminación del banquero, el hombre de negocios, del bolsista, del jurisconsulto, del
general, del acaudalado comerciante, del pintor, del médico (…) Porque los reglamentos

94
no actúan más que sobre las meretrices callejeras o pobres y dejan en absoluta libertad a
las hetairas distinguidas154”

Las enfermedades de transmisión sexual, que fueron hasta el descubrimiento de la


penicilina, un azote constante para las poblaciones europeas, que junto con la tuberculosis
y el alcoholismo entraban dentro de las llamadas enfermedades “sociales”, tenían una
connotación vergonzosa, lo que aumentó sin duda el riesgo de contagio ya que quienes
las padecieron a menudo prefirieron esconderlas que ponerse en tratamiento. La infección
de enfermedades como la temida sífilis, se asociaba al contagio y a “las relaciones con
prostitutas, desde las que, a través de los hombres “culpables”, se extendería la infección
a las víctimas inocentes: la esposa fiel, los hijos, la nodriza que amamanta…155” En 1935
el código penal recogería en la legislación, entre otras novedades como la abolición de la
prostitución, el “delito de contagio venéreo”, que penalizaba a quien escondiese una
enfermedad venérea para entablar relaciones, especialmente con su cónyuge. La
popularización de remedios más eficientes como SALVARSÁN, compuesto a base de
arsénico y más tarde de la penicilina, que en 1940 era publicitada con la imagen de una
prostituta portando una guadaña, redujeron la mortalidad y la propagación de las
enfermedades venéreas evidenciando que la reglamentación por si sola, dejando a los
varones fuera del control de las autoridades, nunca pudo cumplir su verdadero cometido.
El oscurantismo del reglamento respecto a la figura del cliente focalizaba toda la
responsabilidad en las jóvenes solteras infectadas cuya supuesta promiscuidad unida a la
sombra de la prostitución, las convertía en el principal foco de propagación de venéreas.
“Estas mujeres sustentaban el modelo epidemiológico en el que se les consideraba como
el origen de la infección contaminando la masculinidad y la eficiencia de la raza. En su
preocupación por las mujeres solteras infectadas los médicos estaban también
perpetuando la idea de que eran las prostitutas clandestinas, con su mayor abandono de
las precauciones y/o del tratamiento efectivo, con su mayor número y su mayor
morbilidad, el foco real de las enfermedades venéreas, mucho más que las prostitutas
reglamentadas156”. La percepción de los infectados masculinos también varió
dependiendo de su clase social. Ramón Castejón señala que la higiene pública especial

154
Portillo, L. del (1919), Tratado práctico de venereología y sifilografía, Madrid, Imp. Juan Pueyo, tomo
I, p. 227, citado en Castejón Bolea, Ramón. “Las enfermedades venéreas y la regulación de la sexualidad
en la España Contemporánea”, p.230. Asclepio vol LVI: Universidad Miguel Hernández, 2004.
155
Roquero, Charo. Op. Cit. p.146. Txalaparta, 2014.
156
Navarro Fernández, Antonio. Presérvate del amor impuro (enfermedades venéreas), Madrid, Agencia
Española de Librería, 1931, p.170.

95
suscribía una etiología que incorporaba una taxonomía explícita de culpa y pecado,
diferenciando explícitamente entre pacientes de acuerdo a la culpabilidad moral de su
condición: por un lado, los pacientes inocentes — mujeres casadas y niños — y en el polo
opuesto a ellos los pacientes culpables, hombres casados infectados y especialmente las
prostitutas. Como principales novedades, los hombres comienzan a aparecer como
culpables en la ecuación, al mismo tiempo que se liberaba del estigma social que
acompañaba a los pacientes de enfermedades venéreas a las víctimas fortuitas157. Desde
principios del siglo XX se subrayó el papel del hombre casado como transmisor de la
enfermedad y los médicos higienistas más cercanos a la corriente abolicionista
culpabilizaron a los promiscuos padres de familia, especialmente si pertenecían a la clase
obrera. El pauperismo de las viviendas e infraestructuras de los barrios obreros de la
capital vizcaína despertaron la alarma de numerosos médicos bilbaínos y de la propia
Diputación de Bizkaia. Moral e higiene se relacionaban con el orden social y la
promiscuidad de las clases trabajadoras, dando pie a programas dedicados a la instrucción
del obrero, en los que se enfatizó la importancia de la familia, el modo de vida estable y
el ahorro: “si el obrero consintiese en colocar en cajas de ahorro la mitad del dinero que
malgasta en tabernas, el que pierde a consecuencia de las orgías a las que se entrega con
bastante frecuencia y de las enfermedades ocasionadas con estas orgías158”. Partiendo de
la idea de que la pobreza y las condiciones insalubres en las que vivía parte de la clase
trabajadora eran causa de disgregación y anarquía social, el determinismo social
culpabilizó al proletariado de su propia miseria e incluso consideró que su ejemplo era
pernicioso para la clase media: “la promiscuidad en la que viven, la pobreza habitual suele
ser albergue de la crudeza de costumbres y en general de una completa decadencia moral,
cuyo pernicioso influjo pasa a propagarse a todas las clases sociales159”. Acudir a los
registros de los hospitales y los datos de los enfermos de sífilis podrían resultar
reveladores ya que hombres de toda clase social, estado civil y edad fueron infectados por
venéreas. Sin embargo, los datos recabados serán siempre aproximados comparados con
las exhaustivas cartillas en las que se anotaban los datos de las prostitutas.

157
Castejón Bolea, Ramón. “Las enfermedades venéreas y la regulación de la sexualidad en la España
Contemporánea”. Asclepio vol LVI: Universidad Miguel Hernández, 2004, p 234.
158
Pérez- Fuentes Hernández, Pilar: “El discurso higienista y a la moralización de la clase obrera en la
primera industrialización vasca” en Ganadores de pan y amas de casa. Otra mirada sobre la
industrialización vasca, UPV, Bilbao, 2004.
159
Pérez- Fuentes Hernández, Pilar. Op Cit, p 106-107.

96
Atender a la disposición de los prostíbulos — el público de las mancebías que
algunas autoras sitúan en la Gran Vía diferiría profundamente de los potreros cercanos a
las minas de Mirivilla — o a las clases de casas públicas y prostitutas registradas en el
reglamento — existían tres categorías con distinto precio según la calidad del servicio —
puede ayudar en un primer esbozo de la clientela bilbaína.

Las fuentes literarias — testimonios orales, memorias o novelas —


tradicionalmente consideradas subjetivas, son en realidad un terreno privilegiado para el
estudio de las identidades de género.

El texto literario como determinante de un inconsciente político permite descubrir


soluciones imaginarias en el terreno estético relacionadas con contradicciones sociales de
difícil resolución160. La obra de Julián Zugazagoitia, que Miren Llona analiza en relación
con la representación de la prostituta, hace un recorrido temporal por las últimas décadas
del siglo XIX y las primeras del XX ahondando en los orígenes del socialismo vasco, que
resulta útil en la reconstrucción de todo el imaginario que rodeaba a las prostitutas161.

La figura del proxeneta, especialmente cuando era mujer y dueña de alguna de las
mancebías o casas de citas declaradas en Bilbao, resulta mucho más accesible que la del
consumidor. Los nombres de quienes, ya fuesen hombres o mujeres, prefirieron
mantenerse al margen de la legalidad se recogen en las denuncias junto a las multas que
debieron pagar y los embrollos judiciales en los que se vieron envueltos. Sin embargo, su
edad y procedencia no aparece en la documentación y aunque más cercanos que la difusa
figura del cliente, no ofrecen la misma proximidad que las mujeres prostituidas. Las
cartillas recogían la edad y el estado de salud de estas mujeres y las clasifican en función
de su calidad como productos al servicio de un sistema al que solo le importaba continuar
accediendo a sus cuerpos siempre que resultasen saludables.

160
Jameson, Frederic. Documentos de cultura, documentos de barbarie. La narrativa como acto socialmente
simbólico. Visor distribuciones, 1989.
161
Llona, Miren. La prostitución y la identidad de la clase obrera en el tránsito del siglo XIX al XX. Un
análisis de género a la obra literaria de Julián Zugazagoitia. Historia Contemporánea nº 33, Universidad
del País Vasco. 2006, pp 736-738.

97
6- Conclusiones

El Bilbao decimonónico fue testigo de los infortunios de mujeres pobres e


insolventes como Rosa del Campo, siempre a medio camino entre la Casa Galera y el
hospital. Sumida en la precariedad e incapaz de hacer frente a la acumulación de multas
que le imponían los inspectores terminó siendo internada durante veinticinco días en la
casa Galera de Bilbao. Historias de vida como la de Rosa del Campo y las condiciones
de extrema dureza en que centenares, acaso miles de mujeres debieron arrastrar su
existencia como prostitutas en la Villa de Bilbao pueden ser reconstruidas por distintas
vías a partir de la documentación de archivo. Un primer instrumento nos lo ofrecen los
sucesivos reglamentos de higiene especial, que recogieron el debate europeo y
estadounidense en torno a la necesidad de regular la prostitución. De hecho, el sistema
reglamentista español bebe directamente de la vecina Francia. Las mujeres públicas eran
definidas como un foco de contagio e inmoralidad, mientras que los clientes, a los que se
consideraba incapaces de hacer frente a sus pulsiones sexuales, quedaban exculpados. El
aumento de los contagios, los pánicos sociales y el embate de los discursos abolicionistas
acompañaron a un endurecimiento cada vez mayor de los reglamentos, no solo para las
prostitutas sino para médicos y funcionarios, quienes podían incluso ver sus puestos de
trabajo peligrar en caso de aceptar sobornos. Pero los reglamentos no resumen la realidad.
Además de la ley hay que estudiar su aplicación y hemos encontrado evidentes signos de
que esta no fue fácil en la villa de Bilbao, al menos en la regulación de un mercado
prostitucional que se había transformado intensamente a calor de la industrialización y la
urbanización. La ley no había conseguido fijar del todo un único modelo de organización
de la prostitución, al menos así nos lo indican los expedientes de multas y denuncias ante
la sección de higiene especial.

En los hacinados barrios obreros de Bilbao las mancebías públicas de pupilas


internas disputaron encarnizadamente una hegemonía que la llegada del siglo XX
cuestionaba con la proliferación de casas de citas, domicilios particulares y cafés de
dudosa fama. Mientras que algunas amas públicas defendieron la legitimidad de su
posición escudándose en los mismos reglamentos que reprimían su comportamiento, una
prostitución ajena al tradicional sistema de pupilaje, explotó la competitividad que le
permitía un comportamiento lejano a las relaciones gremiales que regían las conductas de
amas y pupilas. Muchas prostitutas abandonaron las casas públicas para ejercer como
ambulantes, cambio que se refleja en los añadidos al reglamento de 1916, y así obtuvieron

98
una cierta autonomía a costa de una mayor inseguridad. La picaresca no fue infrecuente
y los documentos aparecen salpicados de figuras transgresoras que trataron de volver a
su favor un sistema basado en la vigilancia y el control. Hubo quienes llegaron más lejos
e incluso se jactaron de su audacia entre vecinas y comadres despertando la ira de las
autoridades, es este el caso de Bernardina Escauriaza, quien posiblemente conto con la
connivencia de algunos funcionarios de la administración. Muchas amas públicas
ocultaban determinadas pupilas de las visitas médicas e incluso alojaban en sus casas a
mujeres no matriculadas. Tampoco fue infrecuente burlar la prohibición que obligaba a
las amas de prostíbulo a dirigir una única mancebía y muchas de ellas mantuvieron
diversos negocios ocultos relacionados con el tráfico de prostitución.

Mientras el sistema reglamentista no redujo el contagio de enfermedades


venéreas, sí que en cambio fue implacable al someter a vigilancia no solo a mancebas y
meretrices, sino al grueso de la población obrera y especialmente a las mujeres de clase
trabajadora, quienes debieron extremar las precauciones para no ser catalogadas como
sus vecinas de “vida airada”. Los clientes contaron con la discreción de unas autoridades
médicas que veían en la mujer pública un foco de suciedad e infección y viéndose libres
de inspección contagiaron a las mismas prostitutas que la visita médica matutina había
catalogado como sanas. Solo la popularización de medicamentos como el SALVASAN
o la penicilina pudieron hacer frente a la temida sífilis, inevitablemente asociada al
contacto con prostitutas y a los comportamientos promiscuos adjudicados a los hombres
de clase obrera. Sin embargo, la mancha de las venéreas azotó a la totalidad de las clases
sociales burlando los planteamientos higienistas. Tampoco se logró combatir con éxito el
ejercicio clandestino de la prostitución, mucho más voluminoso que el reglamentado.
Locales de venta de txakolí, fondas y tabernas protagonizaron buena parte de las
denuncias presentadas por inspectores de higiene y veladores nocturnos. Si los burdeles
y mancebías compartieron espacios muy determinados y cercanos a la Ría, con un mayor
peso en la margen izquierda, las fondas se extendieron por espacios de la ciudad que
tradicionalmente no se asocian a la prostitución. La ambigua figura de la tabernera, cuya
“honra” era siempre puesta en duda, se confunde a menudo con la prostituta. En la zona
de Alameda de San Mamés abundaron los locales de venta de txakolí en los que se vendía
alcohol, se jugaba y se hacían apuestas y las más de las veces, ocultaban habitaciones en
las que tenía lugar el ejercicio clandestino de la prostitución.

99
Los recursos de alzada, generalmente desestimados y las negativas al abono de las
multas, abren la puerta a dudas y preguntas que la información recogida en los
documentos no puede responder. Es posible que los implicados se dedicasen al tráfico de
la prostitución, aunque tal vez comportamientos fuera de la norma despertasen el recelo
de vecinos y autoridades determinando qué actividades eran susceptibles de castigo y
cuáles no. En todo caso, mancebías de todas las categorías, prostitutas callejeras y
posteriormente bailarinas y tanguistas compartieron el espacio con unas clases
trabajadoras recelosas de su asimilación a la mujer pública pero tan consumidoras como
la burguesía paternalista.

La abundancia de los datos permite elaborar un perfil sociológico muy


determinado de las mujeres que ejercieron la prostitución en la capital bilbaína que
contrasta con el enmudecimiento en lo que concierne al cliente. Si es posible acercarse al
proxeneta, especialmente cuando se trataba de una mujer, pero como revela la
documentación también hubo hombres que se dedicaron al proxenetismo, actividad que
el reglamento solo reconocía a la mujer. Un estudio más profundo y sistemático permitiría
ahondar en las incógnitas suscitadas por un sistema reglamentista centrado
exclusivamente en la estigmatización de las prostitutas. La Villa de Bilbao, no quedó al
margen de las ansiedades y preocupaciones que en toda Europa llevaron a las clases
medias a un escrutinio de las sexualidades disidentes, se hace necesaria la inserción de
esta aproximación a las vidas y realidades de unas mujeres cuyo rastro se pierde entre
cédulas y registros en un estudio global que, a semejanza de la historiografía francesa y
anglosajona, ahonde más allá de la normativa sacando a la superficie una heterogeneidad
de voces subalternas. Queda también pendiente una visión comparativa que establezca
paralelismos en el ejercicio y control de la prostitución de Bilbao respecto a otros enclaves
como Madrid, Valencia, Barcelona o Lisboa. También sería de interés ir más allá de los
márgenes de Bilbao y alrededores, analizar el comercio sexual en la totalidad de la margen
izquierda y especialmente en la zona minera o acercarse a los reglamentos de las otras
capitales vascas.

Si bien la extensión de este trabajo no puede abarcar la totalidad de una realidad


tan compleja como la de la prostitución, permite acercarse a la cotidianeidad de las vidas
de las mujeres implicadas en ella. Gran parte de ellas fueron inmigrantes que provenían
de otras ciudades españolas o procedentes de zonas rurales de Euskadi. Enormes
contingentes de jóvenes solteras acudían a la capital vizcaína en busca de una vida mejor.

100
La mayor parte de ellas engrosaron las filas de la servidumbre o iniciaron su vida laboral
en el precario sector textil. La desprotección que implicaba verse alejada de su población
de origen, la libertad de movimientos que implicaba la lejanía de su familia y la
precariedad de unos trabajos peor pagados que los de sus compañeros de clase obrera
explican que la mayor parte de las prostitutas bilbaínas habían sido previamente
sirvientas, seguidas de cerca por modistas y mujeres que decían estar dedicadas a sus
labores (aunque hoy sabemos que muchas de ellas participaban activamente en el
mercado laboral, ya formal o informalmente). La llegada de sirvientas jóvenes e
inmigrantes precarizó aún más la profesión. El enriquecimiento de amplias capas de las
clases medias, ansiosas de imitar las costumbres de la alta burguesía, dio pie a nuevas
relaciones entre amos y servicio. Tradicionalmente el servicio envejecía junto a sus
empleadores y las sirvientes solo abandonaban la casa si contraían matrimonio. No era
extraño que muchas de ellas entrasen de niñas como criadas en una casa y terminasen
muriendo en ella. Sin embargo, el aumento de mujeres inmigrantes necesitadas de trabajo
en las ciudades sustituyó el tradicional paternalismo por una competencia cada vez más
feroz. Por otra parte, muchas de las jóvenes sirvientas sufrieron abusos por parte del señor
o de los señoritos, o bien mantuvieron relaciones con ellos que terminaban a menudo con
embarazos no deseados. Una vez mancillada la reputación para la joven expulsada, la
prostitución parecía el único camino posible. Sin duda no es una casualidad que este
patrón se repita actualmente en las ciudades españolas. Mujeres que abandonan sus países
de origen con el fin de mejorar económicamente y a menudo reenviar remesas a sus casas
natales. Como sus predecesoras la ausencia de redes familiares y la precariedad de unos
trabajos relacionados con la limpieza y los cuidados, las hace más vulnerables a posibles
abusos masculinos y no hay más que acercarse a las estadísticas para ver que las mujeres
inmigrantes dedicadas a la prostitución superan con creces a las nacionales. En Bilbao la
prostitución se ha diversificado y los burdeles fueron generalmente sustituidos por
discretos pisos de lujo, algunas de las zonas ocupadas por mancebías y burdeles albergan
hoy bares y restaurantes, pero el barrio de la Palanca aún mantiene su fama y es posible
encontrar mujeres que muestran su cuerpo como reclamo a los clientes en plena calle.

Aunque alejada en el tiempo, en una sociedad en la que el fenómeno de la


prostitución continúa dividiendo a la opinión pública, la pregunta planteada en el siglo
XVII por la religiosa Sor Juana Inés de la Cruz continúa, con reticencias a la
culpabilización de ambas partes, siendo plenamente vigente:

101
Y ¿cuál es más de culpar
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

102
7.-Anexos

Esquema interpretativo de Gayle Rubin: La jerarquía sexual, el círculo


mágico versus los exteriores.

Gayle Rubin completa su trabajo “Reflexionando sobre el sexo: notas para una
teoría radical sobre la sexualidad”, con diagramas como el siguiente, en el que se expone
la teoría de las jerarquías sexuales. En el centro del diagrama se situaría la sexualidad
moral y aceptable mientras que en los márgenes aparecerían las practicas sexuales
consideradas a lo largo del tiempo como antinaturales, pecaminosas y posteriormente
psicopatólogicas o políticamente condenables. La frontera entre aceptabilidad y
degeneración ha sido siempre móvil y motivo de debate. Mientras que determinadas
actividades han sido condenadas y perseguidas, como la sodomía, otras han logrado
rebasar la frontera de la aceptabilidad. Para Gayle Rubin los sistemas de enjuiciamiento
sexual tratan de determinar a qué lado de la frontera están situados determinados actos
sexuales. Si bien la prostitución es permitida entre los siglos XIX y XX, la prostituta se
situa en los “límites exteriores”de lo sexualmente aceptable, es considerada la envilecida
alternativa a la domesticidad burguesa y se convierte en blanco de abusos institucionales
de los que se eximía al consumidor.

103
Relación de las casas de prostitución que existen en la Villa y nombres de las
amas a cuyo cargo se hallan en 1894.

CASAS PÚBLICAS

➢ Venancia Pardo- Bilbao la Vieja 31, 1º y 2º piso.


➢ Isabel Baindres- Cortés 24, 1º piso.
➢ Sofía Ceballos- Cantarranas 24, 1º piso.
➢ Margarita Meano- Concepción (número ilegible), 1ºpiso.
➢ Juana Salazar – Fuente (número ilegible), 1º piso.
➢ Bernardina Ruíz- Mirivilla 17, bajo.
➢ Lorenza Moañez- Mirivilla 20, bajo.
➢ Estalisnada Corral- Mirivilla 21, bajo.
➢ Rosalía López- Mirivilla 22, 1º piso.
➢ Emilia Izquierdo- Fuente 9, 1º piso.
➢ Carmen Espinosa- Concepción M, 1º piso.
➢ Constantina Gutierrez- Fuente 8, 2º piso.
➢ Amalia Herrán- Bilbao la Vieja (número ilegible)- 1º piso.
➢ Pilar García- Fuente 4, 1º piso.
➢ Adriana Pérez- Laguna 10, 1º piso.
➢ Micaela Igoa- Fuente 6, 1º piso.
➢ Encarnación Iglesias- Mirivilla 24, bajo.
➢ Fermina Izquierdo- Bilbao la Vieja 9, 1º y 2º.
➢ Gabriela Escudero Lardizabal- Concepción 41, Bajo y 1º.
➢ Juana Vicario Hernández- Mirivilla 19, 1º piso.
➢ María López- Mirivilla 26, bajo.

CASAS DE RECIBIR

➢ Estefanía Sanz- Mirivilla 28, 1º piso.


➢ Micaela Jimenez- Iturribide 34, 1º piso.

104
Direcciones en las que se ejercía clandestinamente la prostitución

➢ Rosa del Campo- Cortes Letra M, 3º piso.


➢ Engracia Ruíz- Mirivilla 17
➢ Duelo de una casas de huéspedes (nombre desconocido)-
Ronda, 8
➢ Ignacia Otaegui- Barrancalle nº19/Calle Cortes 8
➢ Eleuteria Villanueva- Fuente nº8
➢ Bernardina Euscariaza- Calle Cantarranas nº4
➢ Trinidad López- Carnicería Vieja nº 2

Recursos de alzada

a) Archivo administrativo, R-00239/006.

Expediente 125. Sección I

1888- Negociado de Policía local

El gobernador remite el recurso de alzada impuesto por D Fernando Altuna


contra una providencia del Alcalde de esta villa imponiéndole la multa de 25 pesetas
por infracción del Reglamento especial de Higiene

Acompaño a v.d a los efectos del artículo 171 de la ley municipal, el adjunto
recurso de alzada interpuesto por Don Fernando Altuna de esta vecindad contra una
providencia del Alcalde de esta Villa imponiéndole la multa de 25 pesetas por
infracción al reglamento especial de higiene.

Bilbao 3 de octubre de 1888

b) La sección ha encaminado el recurso de alzada interpuesto por Don


Fernando Altuna contra una providencia del Alcalde de esta Villa imponiéndole
la multa de 25 pesetas, por infracción del reglamento especial de higiene, que el
señor gobernador remite a v.d a los efectos del artículo 171 de la ley municipal y
advirtiendo que no se acompaña el informe de la alcaldía, cree que convendría

105
reclamarlo de la misma por conducta de la autoridad remitente. V.d no obstante
acordará lo que estime procedente. Bilbao 17 de octubre de 1888. Pedro Frutos.

Acuerdo en la Comisión Provincial

Como lo propone la Sección Bilbao 23 de Octubre de 1888.

c) Señor Gobernador Civil de esta provincia:

Bilbao 23 de octubre de 1888

La comisión provincial, en sesión de esta fecha, ha elevado a acuerdo el


siguiente informe (Aquí el informe). Lo que comunica a V.d a los efectos
indicados.

En contestación a su escrito fecha de ayer, tengo el honor de remitirle


adjunto el informe de esta alcaldía, que por olvido involuntario dejo de
acompañarse al actual recurso de alzada interpuesto por Don Fernando Altuna
contra una providencia del Alcalde de esta capital.

Bilbao 24 de Octubre de 1888

d) La sección ha examinado el recurso de alzada interpuesto por Don


Fernando Altuna, vecino de esta villa contra una providencia del Alcalde
imponiéndole la multa de 25 pesetas por infracción del Reglamento especial de
Higiene, recurso que el Sr gobernador remite a los efectos del artículo 171 de la
ley municipal.

Aceptando las razones consignadas en el informe de la Alcaldía, según el


cual está evidenciada la falta que se castiga, cree el suscrito que procede
desestimar el recurso interpuesto y confirmar la providencia recurrida.

V.d no obstante acordará lo que estima justo

Bilbao 26 de octubre de 1888

Acuerdo de la Comisión provincial

Como lo propone la sección en su precedente informe. Bilbao 27 de


octubre de 1888.

106
e) Sr Gobernador Civil de esta provincia, Bilbao 27 de Octubre de
1888.

La comisión provincial en sesión celebrada en esta fecha ha elevado a acuerdo


el siguiente informe.

(Aquí el informe)

Lo que con devolución del expediente de su referencia tengo el honor de


comunicar a v.d para su conocimiento y efectos consiguientes.

Cédula personal de inscripción

A pesar de que la cédula apenas resulta legible, apréciese que se recogen datos
personales como nombre, edad y categoría a la que pertenecía la prostituta inscrita.
También aparece recogido el precio de expedición de la cédula: cincuenta céntimos de
peseta.

107
Notificaciones de traslados de prostitutas.

Pertenecen a las secciones de higiene especial de otras provincias. En ellas se da


de baja a las prostitutas en el registro de su ciudad y se traslada el aviso a la Villa de
Bilbao. Aparecen notificaciones de traslados de Madrid, Valladolid, Santander, Vitoria,
Pamplona y Zaragoza, lo que demuestra una intensa colaboración entre los ayuntamientos
españoles. Cuando estas mujeres decidían trasladarse o viajar debían notificarlo al
negociado de higiene que a su vez trasladaba esa información al destino de la prostituta,
quien una vez allí debía inscribirse como tal para recibir su cartilla de identificación
personal.

108
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