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La calculadora, ese buen objeto

Yves Chevallard

Traducción de Martín Acosta

Un inmenso progreso

Nadie debería dudar que la calculadora se ha convertido en una herramienta indispensable del
trabajo numérico. Entre ayer y hoy, la distancia es tan enorme que hemos terminado
olvidando la dificultad de ayer, la facilidad de hoy en materia de cálculo. El área A de una
esfera de radio de medida R está dada por la fórmula 𝐴 = 4𝜋𝑅 2 . Si se quiere construir una
esfera de área una unidad –por ejemplo de un metro cuadrado- ¿qué radio hay que elegir? La
1
igualdad precedente nos da un criterio para responder: 𝑅 = √ . ¿Pero cómo obtener un
4𝜋
“buen” valor decimal aproximado de esta expresión? En un libro titulado cálculos numéricos y
gráficos, publicado en 1928 por Armand Colin, su autor, Émile Gau, llega -después de media
página de consideraciones- al siguiente acotamiento: 0,2819… < R < 0,2824… y concluye en
estos términos (op. cit., p. 14): “es más cómodo tomar aquí R = 0,282, y este valor será
1
aproximado (en un sentido desconocido) con 2000 de precisión”. Hoy en día, una calculadora
de colegio da, de un solo golpe:

La calculadora que puedo consultar en mi computador, muestra lo siguiente:

El mismo autor emprende un poco más adelante (página 57) el cálculo de una expresión cuyo
1
significado veremos en un instante: 𝑁 = 4 [√10 + 2√5 − √3(√5 − 1)] allí nuevamente,
aparecen dos páginas de consideraciones diversas previas (página 59):
13 1 16
En definitiva, o tenemos N = 0,44 con un error absoluto inferior a240 + 80 = 240 =
1
15
< 0.7 . Por consiguiente, 0,37 < N < 0,51. Entonces no es absolutamente cierto que
1
el número 0,4 tenga una precisión de , puesto que su distancia al extremo más
10
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alejado del intervalo es 100 pero como hemos forzado los errores, para simplificar su
cálculo, es cierto que nuestra evaluación es exagerada, y es muy probable que 0,4
1
tenga una precisión de 10.

Las calculadoras hoy en día son menos prolijas y dan sin tapujos:
El mismo autor volverá sobre la cuestión un poco más tarde, con nuevas herramientas;
designando con la letra c lo que llamaba anteriormente N, puede concluir entonces: “así
podemos escribir aquí c = 0,42, resultado exacto con un error inferior a 0,01. Las tablas dan 0,
1 582”. La mención de las tablas merece un comentario. La expresión N (o c) es de hecho la
medida del lado de un polígono regular de 15 lados inscrito en un círculo de radio de medida
uno; es fácil establecer que se tiene también: N = c = 2 ´ sin 12°. Hace algunos decenios
todavía, para terminar este cálculo, se consultaban las “tablas trigonométricas”, que daban sin
12° =0,20791, lo que conduce en efecto, a N = c = 0,41582. Las “tablas” son reemplazadas
hoy en día por la calculadora, que da, en el colegio, sin 12° =cc 0,207911691, y más
liberalmente aún, sin 12° =co 0,20791169081775933710174228440513.

Los cálculos anteriores fueron tomados de un libro cuya especialidad es el cálculo numérico.
Vamos a ver que la situación es a menudo mucho más anárquica en libros que sólo hacen un
simple uso de cálculos numéricos, sin pretender exponer-ni respetar- sus principios. El autor ya
mencionado presenta también, en contrapunto a los métodos de cálculo numérico, él cálculo
gráfico, cuyo difícil nacimiento marcó una gran parte del siglo XIX pero que se desarrolló en el
momento en que escribía y continuó floreciente hasta más allá de los años 1950 -hecho que
hemos olvidado ampliamente hoy. El principio de base es simple: para determinar un valor
aproximado de un número x dado por una cierta fórmula x = E(a, b, c, …), se “construye la
fórmula” x = E(a, b, c, …), es decir se realiza un dibujo en el que x aparece como la medida de
un cierto segmento: basta entonces con medir ese segmento para tener un valor aproximado
de x. Para conocer un valor aproximado de, digamos, √34 se construirá un triángulo
rectángulo cuyos catetos tengan por longitud, respectivamente, 3 cm y 5 cm; en virtud del
teorema de Pitágoras, la hipotenusa tendrá entonces por longitud √(3𝑐𝑚)2 + (5𝑐𝑚)2 =
√9𝑐𝑚2 + 25𝑐𝑚2 = √34𝑐𝑚. La medida de la hipotenusa nos da el valor esperado. En un libro
titulado para comprender la trigonometría publicado en 1930 por Gaston Doin & Cie, en París,
su autor, Georges Durand, propone muy rápido, como aplicaciones más simples de la
trigonometría, el siguiente problema (op. cit., p. 18): rectángulo cuya hipotenusa tiene 10 m de
longitud, calcular la longitud l del lado opuesto a un ángulo de 38°. El problema podría
resolverse gráficamente, por una construcción geométrica utilizando el transportador. Pero
este instrumento es conocido por tener una precisión limitada. La trigonometría -y las tablas
trigonométricas- se muestran entonces particularmente útiles: la longitud l está dada por 10 m
´ sin 38°.la tabla utilizada por el autor da sin 38° = 0,6157y por lo tanto calcula l= 6, 157 m. El
autor anota (página 18): “hay que tener en cuenta la precisión obtenida por este método, que
supera en mucho la de una construcción geométrica”. Sin embargo la potencia de la
trigonometría sigue -y seguirá siéndolo durante mucho tiempo- frágil para los problemas de
cálculo. En este mismo libro, estudiando más a fondo los “problemas sobre los triángulos
rectángulos”, el autor propone un problema clásico: el del cálculo del radio de la tierra. Un
observador se encuentra en B, a 2000 m sobre el nivel del mar.
mide lo que se llama la depresión del horizonte,es decir el ángulo que hace con la horizontal
(BX) un rayo visual (BY) tangente en A con la superficie del mar. Encuentra, en este caso, un
ángulo XBY de 1,5° (o más bien de 1° 30 minutos). Como sabemos que <BOA=<XBY, si medimos
las longitudes en kilómetros, se obtiene: 𝑂𝐴 = 𝑅 = (𝑅 + 2) ∗ 𝑐𝑜𝑠𝐵𝑂𝐴 ̂ = (𝑅 + 2) ∗ cos 1,5°.
2 cos 1,5°
la solución de esta ecuación en R da:𝑅 = 1−cos 1,5° . Aquí está el cálculo que propone el autor

Si retomamos este cálculo hoy en día, con una calculadora encontramos:

La diferencia es sensible: ¡el error relativo cometido es superior a 14%! ¿De dónde viene? El
último cociente es correcto; en efecto, tenemos:

¿Qué sucede entonces con el numerador y el denominador de ese cociente? Tenemos:

Encontramos así que, a causa de aproximaciones que se hicieron, el autor sobre estima
sensiblemente el cociente del cálculo. Es verdad que el error cometido era tal vez interesado:
el resultado obtenido (6665 km), aunque numéricamente falso, es más cercano del “radio
terrestre medio” que el que resulta verdaderamente del cálculo realizado (5834 km); a este
respecto es curioso leer la conclusión que el autor da a su estudio:

El valor obtenido es un poco exagerado, pues sabemos que el radio terrestre medio es
6371 km. Podríamos mejorar el resultado teniendo en cuenta las diferentes causas de
error, en particular por la refracción; pero este cálculo basta para comprender el
principio del método.

No se dice nada sobre lo que es sin duda la principal causa de error: la imprecisión del cálculo.
Misoneismo1 y tecnomiedo

Para un observador neutro y benévolo, el lugar atribuido y la reputación hecha a la calculadora


en la clase de matemáticas son paradójicos. A pesar de una evolución sensible, que le da hoy
en día un lugar oficial cardinal, el clima sigue siendo de sospecha: la calculadora es primero
que todo un mal objeto, los alumnos deben aprender a desconfiar de ella. Misoneismo y
tecnomiedos se refuerzan mutuamente. Hubo el fiasco del bug del año 2000. También hay,
menos difundido, ¡la calculadora, tumba del pensamiento! En el CAPES de matemáticas, hasta
el año 2005, existió durante años un tema de la segunda prueba oral de admisión titulado:
“ejemplos de estudio, en los niveles de secundaria, de ejercicios que muestran las
posibilidades y los límites de una calculadora”. En una perspectiva ampliamente compartida,
ha habido un esfuerzo para mostrar los “límites”-y a decir verdad los “peligros”- de la
calculadora, olvidando sin duda que había -¡feliz selectividad de la memoria!- Límites mucho
más rápidamente alcanzados del cálculo “a mano” como lo vimos en el libro en los ejemplos
anteriores. Así por ejemplo, generaciones recientes de alumnos tuvieron que calcular el valor
del polinomio 𝑥 4 − 𝑦 4 + 2𝑦 2 cuando x=10864 y y=18817.

9 × 108644 − 188172 × (188172 − 2) =𝑐𝑜 1

Pero en una calculadora de colegio, las cosas no suceden así; la que utilizamos anteriormente
responde por ejemplo 9 × 108644 − 188172 × (188172 − 2) =𝑐𝑐 0; pero también responde:
9 × 108644 − 188172 × (188172 − 2) =𝑐𝑐 − 141022 ¡El pobre animal queda loco! El
fenómeno es clásico: compre una lavadora, meta de todo su guardarropa, sin quitar ni siquiera
los ganchos, y ¡sorpréndase de lo que suceda! Los más tercos concluirán que esto no
reemplaza el lavado a mano y que los lavaderos de antes…

Aquí jugamos con el fantasma infantil de la omnipotencia (la calculadora debería absorber
todo sin inmutarse), tan fuerte entre muchos de nosotros, en lugar de introducir las
generaciones jóvenes a la cultura del buen uso, es decir un uso atento, benevolente de los
objetos. Detrás de todo “límite” hay posibilidades. ¿Cómo emplear sabiamente, eficazmente la
calculadora de colegio para obtener el valor buscado? Es ocasión de poner en práctica muchas
herramientas matemáticas que el alumno de colegio debe aprender a controlar. Su calculadora
tiene ya dificultades para calcular 108644: el verdadero valor de esta cuarta potencia es
13930253758038016, pero la calculadora utilizada muestra 1,393025376x1016. El alumno
debe convertirse en constructor de técnicas. Por ejemplo podrá proceder de la siguiente
manera, combinando el empleo de la calculadora y el cálculo a mano.

Con este procedimiento mixto se obtiene sucesivamente 9x4=125372283822342144 ya que, tal


como se esperaba, 𝑦 2 (𝑦 2 − 2) = 125372283822342143: la diferencia es igual a 1.

1
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, misoneísmo (Del gr. μισεῖν, odiar, neo-
e -ismo), m. Actitud propia del misoneísta, aversión a lo nuevo.
La exploración de los límites detrás de las posibilidades es evidentemente esencial para
construir una cultura del uso apropiado de la calculadora; pero el descubrimiento de las
posibilidades es primero. Supongamos que se quiere verificar la siguiente igualdad:

Descubierta por computador en 1968, que invalida una antigua conjetura de Euler según la
cual la enésima potencia de un entero no podría escribirse en la forma de menos de n
potencias enésimas de enteros no nulos. ¡La calculadora utilizada en el colegio corre el riesgo
de no poder realizar de manera directa la verificación de la igualdad, que igualmente
desanimaría al calculador ‘a mano’ más virtuoso! Para efectuar esta verificación – que
dejaremos al lector- debe usarse la técnica del cálculo “mixto” ya empleada, asociando cálculo
a mano y cálculo con calculadora. Nuevamente, el cálculo escrito aparece como la herramienta
apropiada para ayudar a la calculadora: la calculadora vuelve a justificar el cálculo “a mano”.

Explorar las posibilidades. Supongamos ahora que queremos escribir la expresión

En la forma “canónica”𝑎 + 𝑏√5 (donde a y b son números racionales). La técnica de cálculo


usual llevaría a escribir

Y a calcular… este trabajo, largo, árido y sobretodo de fiabilidad reducida, puede evitarse.

Supongamos E escrito de la forma pedida, que podemos anotar como: ;

Vemos entonces (o admitimos) que tenemos lo que da

Pedimos entonces a la calculadora el valor de la expresión

¿Qué responde la calculadora? Por supuesto, hay que saber organizar la operación. Pero la
primera respuesta es de todas maneras decepcionante: a sería igual a 1,40428… ¿Cómo
obtener a en forma de fracción de enteros? La respuesta es fácil. Como
, basta con pedirle el valor de es decir de
Esta vez la calculadora responde agradablemente: 1181; a vale entonces ¿cuánto vale
entonces b? Tenemos simplemente

De nuevo tendremos cuidado de pedir a la calculadora el valor de . Ella responde sin

titubear: 528. Tenemos entonces y por consiguiente

¿Pero estamos seguros de lo que obtuvimos?

Leyendas urbanas matemáticas

Para saber si la igualdad que acabamos de escribir es verdadera, podemos efectuar un gesto
que muchos profesores dudarían hacer: pedir a la calculadora el valor de cada uno de los dos
miembros de esta igualdad para ver. Se obtiene lo siguiente:

Evidentemente podemos recurrir a una calculadora mas potente, que da lo siguiente

La conclusión parece no dejar duda. ¿Pero podemos tener confianza en la calculadora? Aún
circula entre los profesores una creencia proteiforme que puede tomar la siguiente forma: “la

calculadora da el mismo resultado cuando uno le pide el valor de por una parte y por

otra Eso significa simplemente que las primeras cifras decimales de esos dos números
reales son idénticas, pero no sabemos si sucederá lo mismo por ejemplo con la cifra 30 o la 40.

Entonces no podemos concluir a partir de esto que ”. Se trata de un hermoso


ejemplo de leyenda escolar, de rumor infundado: la cosa debería saltar a la vista de quienes la
propagan si no existiera una actitud irracional contra la calculadora que extenúa su

sensibilidad matemática. Sean en efecto, tenemos:


Tenemos entonces la siguiente proposición:

Esta proposición equivale a:

Si tomamos a=3, b=5 y c=45, tenemos:

. De manera que, si tuviéramos

se vería en lo que muestra la calculadora antes de la tercera décima.


Inversamente, si los resultados de la calculadora son idénticos hasta la 2ª décima incluida,

entonces .

El fenómeno se produce si nos quedamos en el dominio numérico que es el usual en la


secundaria. Si, por ejemplo, tomamos a=2, b=2 y c=8, obtenemos

De manera que, si tuviéramos , los resultados de la calculadora deberían ser


diferentes antes del segundo decimal. La calculadora es una herramienta confiable, si se usa
con cuidado. Si queremos verificar la supuesta igualdad:

¿qué dice la calculadora? Lo siguiente:


.

¿La conclusión es segura? El siguiente cálculo, en el que suponemos

permite responder:

Para 5 ≤ 𝑎 ≤ 16 𝑦 𝑏 ≤ 24, se obtiene

De manera que cuando 5 ≤ 𝑎 ≤ 16 𝑦 𝑏 ≤ 24, si los


resultados difieren antes del segundo decimal.

Lo anterior vale para la mayoría de los cálculos elementales. Consideremos por ejemplo las
221 119
fracciones 481 y 259; la calculadora muestra lo siguiente:

¿Podemos concluir con seguridad que las dos fracciones son iguales? Para todo

, existe un entero natural tal que


Si entonces .
Llegamos entonces a la siguiente proposición:

Que es equivalente a

¿Qué sucede en el caso considerado anteriormente? Tenemos 481-259=222, 259-222=37, 222-


481∗259
6*37=0: el MCD de 481 y 259 es 37 y entonces MCM(481,259)= 37
= 3367. Por
consiguiente,

𝑎 𝑐
De manera que si 481 ≠ 259 se vería en los resultados de la calculadora antes del 5º decimal.
𝑎
Inversamente, si esos resultados son idénticos hasta el 4º decimal incluido, entonces =
481
𝑐
.
259

Necesidad de construir una cultura

Al contrario de una creencia muy común, la calculadora constituye, para la mayoría de hechos
numéricos estudiados en secundaria, un laboratorio seguro, que permite obtener resultados
fiables. Por supuesto, aunque el “experimento numérico” que se realiza con la calculadora
permite con gran frecuencia decidir el hecho numérico estudiado, faltará todavía deducirlo en
el marco de la teoría deductiva de lo numérico cuya construcción es un aporte esencial del
matemático a la cultura. Por ejemplo se establecerá que:

Pero para revivir esta construcción, para hacer vivir adecuadamente la dialéctica de la
experimentación y de la deducción teórica, se necesitan medios de estudio y de investigación
que la calculadora renueva profundamente. Es necesario identificar con cuidado y minucia
dichos medios, enseñando en particular a leer de manera diferente situaciones de cálculo
desgastadas por el uso pre-moderno. Por ejemplo, sea un triángulo ABC rectángulo en A, tal
que AB=2,8 (para una determinada unidad de longitud) con <ABC=37°. Primero que todo:
𝐴𝐵 2,8
𝐵𝐶 = cos 37° = cos 37°. La utilización de la calculadora conducía tradicionalmente a escribir algo

como: . Para calcular entonces la medida AC del tercer

lado, se escribía AC=BC*cos 53°, y por lo tanto .


Los profesores exigían a sus alumnos que no escribieran la igualdad falsa
2,1, porque no es cierto que BC=3,5. (De hecho, en

este caso se obtiene exactamente : la “naturaleza” matemática


recompensa muy mal a los profesores virtuosos!) Hoy en día, sin embargo, ya no es necesario

escribir las igualdades aproximadas como . La utilización de una


calculadora permite obtener un gran número de decimales: por ejemplo,

Por supuesto, tampoco es necesario escribir todos los decimales obtenidos. Bastará por

ejemplo con escribir y efectuar el siguiente cálculo, el de


AC=BC*cos 53°, utilizando el valor calculado por la calculadora, usando la memoria; podríamos
escribirlo así:

Muchos otros tipos de situaciones de cálculo deben revisarse. Pero una cultura que se
reconstruye es siempre frágil. El período actual está marcado por extrañas alteraciones: vemos
una cultura matemática perturbada a veces rechazar equivocadamente ciertos usos, y afirmar
creencias matemáticas erróneas, como lo vimos; otras veces ceder sus prerrogativas, como si
hubiera perdido seguridad; como cuando los profesores, en grado 8, para expresar la solución

de la ecuación cos a = 0,625, escriben . Es


importante por el contrario que, parafraseando a Horacio, podamos decir: “la clase de
matemáticas, conquistada por la calculadora, conquistó a su temible vencedor y puso las artes
matemáticas en el corazón de esa herramienta rústica”.

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