Examinar todos los contenidos de la consciencia, es decir, tener consciencia del objeto
como cosa sensible.
Determinar si tales contenidos son reales, ideales, imaginarios, etc., o sea, tener
autoconsciencia.
Muchas veces se acusa este método de ser subjetivo y, por ende, de elaborar
descripciones que tienen más que ver con el fenomenólogo que con el fenómeno; sin
embargo, este método de algún modo aspira a ser una síntesis entre una perspectiva
objetiva y una subjetiva. Se trata, por demás, de un método cualitativo, no cuantitativo.
Como ejemplo cabría tomar el caso de una plantación de olivos. Imagínese el lector que
cuando va por la carretera ve en el paisaje un conjunto de olivos ordenados y en
distancias parecidas. En la actitud ordinaria se le presenta como una realidad dada,
independiente, en la que cree como producto de su predisposición natural.
Pero si pone entre paréntesis lo percibido (epojé) y aplica la reducción, buscará el origen
y la condición de posibilidad de lo que se le presenta. En ella descubrirá que no hay una
realidad fija, sino que esta plantación se reconducirá al trabajo de los campesinos,
pasados y actuales, que permiten y dan razón de ser a lo que percibe. Es decir, la
plantación de olivos no tiene realidad en sí, sino que bajo ella se encuentra la realidad
última, una vida y actividad humana que le otorga su sentido y significado. Así como
el camino debe su existencia a los caminantes que le son su condición de posibilidad,
tal y como señalará Machado en su poema al decir «caminante no hay camino se hace
camino al andar», la plantación remite a otros humanos y actividades de la vida
ordinaria.
Si usted está frente a una casa, entonces tiene una presentación directa y adecuada de
la casa, pero si usted está buscando la casa y preguntando sobre su ubicación, entonces
las indicaciones que le dan (por ejemplo, la casa de la esquina de tal o cual calle) son
una presentación indirecta e impropia (o simbólica, como también se dice) si solamente
puede indicar este objeto por medio de signos, símbolos, etc.
Según Husserl para conocer algo hay que despojarse de todos los prejuicios, teorías e
interpretaciones y mediante un proceso de abstracción, que realiza la razón, llegar a lo
universal y esencial de todo fenómeno particular.
Para Edmund Husserl los humanos vivimos en el mundo de los fenómenos, eso es lo
único que tenemos y con lo que nos relacionamos, menciona a las esencias, como una
unidad de sentido ideal-lógica, que se manifiesta en la conciencia, pero a la cual no
tenemos un acceso directo.
Para comprender la realidad no podemos imponer nuestro propio punto de vista sobre
las cosas, sino que hemos de esforzarnos en que sean ellas mismas quienes nos indiquen
lo que son al mostrársenos.
Es por ello que se acogió el slogan “a las cosas en sí mismas” para enfatizar el fenómeno
del conocimiento tal como lo experimentan los seres humanos, sostiene que es a través
de una cuidadosa descripción del fenómeno puede clarificarse la relación entre el acto
de conocer y el objeto conocido, su método fenomenológico permite distinguir entre el
modo en que las cosas aparecen ser y el modo en que uno cree que realmente son.
El objeto se construye debido a que la conciencia en los humanos es un fenómeno
intencional. Eso es tanto como decir que se va configurando o construyendo a partir de
las cosas a las que se dirige: hay una relación recíproca entre las el mundo y el hombre
– el hombre es por el mundo y el mundo adquiere sentido por los humanos que lo
habitan y lo comprenden. Las cosas son lo que son físicamente y también lo que pueden
ser por su relación con los seres humanos.
Las cosas, los objetos (siempre entendidos en la dimensión del mundo de la vida) están
dados como cosas y objetos válidos para nosotros (en cualquier modo de la certeza de
ser), pero en principio, tan solo de modo que son conscientes como cosas, como objetos
en el horizonte del mundo.
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2019